- Pedro de
Abano - Galileo
Galilei - William
Harvey - René
Descartes - Isaac Newton
- Gottfried Wilhelm
Leibniz - John Locke
- Emmanuel
Kant - John
Herschel - Augusto
Comte - Francis
Bacon - John Stuart
Mill - Imre Lakatos
- Otros
Antes de abordar el tema referente a la investigación es necesario establecer
claramente qué es el método
científico, porque resulta imposible referirnos a
aquélla sin tener en cuenta a éste, ya que
esquemáticamente puede decirse que entre la
investigación y el
conocimiento, justamente se encuentra el
método.
Por lo general se concibe al método
científico a partir de la definición que de
éste han hecho las ciencias
naturales o positivas.
Se dice que, en esencia, el método
científico consiste en la percepción
de aquellos hechos que hagan posible, al observarlos, el
descubrimiento de las leyes que los
rigen. Por lo tanto, el método científico,
entendido así, tiene dos etapas fundamentales: la observación y la deducción de la ley.
Muchos son los personajes cuyos nombres se encuentran
vinculados muy estrechamente a la evolución del método
científico.
En esta oportunidad, únicamente
mencionaré, muy brevemente, a algunos de ellos,
sólo para esbozar una especie de contexto, en una apretada
síntesis en la que pretendo señalar
algunos rasgos que he considerado interesantes para el desarrollo de
este tema. La intención de ello no es ofrecer la
historia completa
del método científico, sino de evidenciar que
éste no es una idea concretizada de alguien en particular,
sino el resultado de una serie de ideas, muchas veces opuestas,
de una gran cantidad de autores, durante varios
siglos.
Platón (griego, 384?-322? a. J.C.).
Propuso su Teoría de las Ideas, en la que considera
que éstas existen verdadera y objetivamente y que son,
además, perfectas y universales. Los objetos y los hechos
son simples ejemplos imperfectos de las ideas.
Estableció también, además de otras
cuestiones, las diferencias entre mundo sensible y
mundo inteligente, entre la mera opinión y
el conocimiento filosófico, entre los cuatro
estados mentales:
Ilusión (eikasia).
Creencia (pistis).
Razón (dianoia).
Pensamiento
puro (episteme).
Aristóteles
(griego, 384-322 a. J.C.)
Sus aportaciones principales al método
científico son:
La teoría del silogismo.
La teoría de las definiciones.
El método inductivo-deductivo.
La teoría de la causalidad.
Pedro de Abano
(italiano, 1250?-1316?)
Estableció la existencia de dos ciencias
diferentes: una que trata los efectos derivados de sus causas y
otra que analiza las causas a través de sus efectos.
Complementariamente, el también italiano Hugo de Siena
advierte que tanto el descubrimiento como sus
consecuencias constituyen partes sucesivas y esenciales
del método científico.
Jacobo Zabarella (italiano, 1533-1589) Establece
con claridad la diferencia entre lógica y
ciencia, determinando que la primera constituye un
método o instrumento que puede ser utilizado por la
segunda,
También estableció las diferencias
existentes entre la observación no sistematizada y la
observación propiamente científica.
Galileo
Galilei (italiano, 1564-1624)
Empleó el experimento como recurso para explorar
determinadas ideas e incorporó a las matemáticas a todas las actividades
científicas.
William Harvey
(inglés,
1578-1657)
Exitosamente realizó experimentos para
explorar la naturaleza,
específicamente en el campo de la biología, ponderando
siempre la importancia del análisis
matemático y estableciendo, de manera permanente, lo
insustituible de los experimentos como recurso elemental para
estudiar lo real del mundo.
René
Descartes (francés, 1596-1650)
Afirmó que el conocimiento
puede ser alcanzado a priori, es decir, en ausencia de la
realidad. Concibió a la ciencia
como una especie de pirámide en cuya cúspide se
ubica el conocimiento
científico. Desde la base de la pirámide se
llega al conocimiento científico por medio de
inducciones progresivas, en tanto que éste llega a
la base, o naturaleza real, a través de la
deducción.
Isaac Newton
(inglés, 1642-1727)
Es considerado por algunos como el más grande
científico de todos los tiempos. Sus ideas acerca del
método científico, constituyen la antítesis de las
de Descartes,
quien postulaba que las leyes físicas se derivan de
principios
metafísicos, mientras que para Newton las
leyes físicas deben ser el producto del
análisis detallado y cuidadoso de la
realidad.
Newton se refirió a la
inducción-deducción aristotélica en
términos de análisis y
síntesis. Canceló el carácter excesivamente imaginativo con el
que se estructuraba a las hipótesis al derivarlas de lo que
podría ser cierto. Propuso cuatro reglas para el
razonamiento:
• No admitir más causas de cosas naturales
que las que son suficientes y verdaderas para explicar sus
apariencias.
• Asignar las mismas causas a los mismos efectos
naturales.
• Considerar como propiedades universales de la
totalidad de los cuerpos a aquellas que, existiendo en todos
ellos, no puedan aumentarse o disminuirse
gradualmente.
• Aceptar como exactas o muy probablemente
ciertas las proposiciones acerca de los fenómenos, y que
han sido derivadas
por inducción general, en tanto no ocurran
otros fenómenos que puedan hacer más exactas
dichas proposiciones.
Gottfried Wilhelm
Leibniz (alemán, 1646-1716)
Arremetió con toda su fuerza
intelectual en contra de las concepciones científicas de
Newton, al mismo tiempo que
intentó explicar el origen y la naturaleza del universo,
así como la existencia de Dios, para lo cual
formuló algunos principios metafísicos, entre los
que sobresalen dos:
– El llamado principio de contradicción,
que consiste en juzgar como falso lo que constituye una
contradicción, y como verdadero aquello que contradice
lo falso.
– El principio de la razón suficiente,
mediante el cual aceptamos que nada puede ocurrir o existir,
sin que haya una razón suficiente para que ello sea de
cierta manera y no de otra.
John Locke
(inglés, 1632-1704)
Opositor de las afirmaciones de Descartes, niega que
puedan existir ideas o principios intuitivos. Crea sobre esta
afirmación el empirismo, postulando que todo
conocimiento se deriva de la experiencia, exceptuando, tal vez,
al de la lógica
y al correspondiente a las matemáticas. Sus ideas fueron
compartidas y ampliadas por otros personajes famosos como George
Berkeley y David Hume.
Emmanuel
Kant (alemán, 1724-1804)
Con la elaboración de sus antinomias
criticó implacablemente a la metafísica
o razón pura. Después de echar por tierra las
pruebas
ontológicas y físico-teológicas de la
existencia de Dios, se propuso recrear dicha existencia,
manejándola como un principio regulador y para efectos
puramente pragmáticos.
En otras palabras, y parafraseando a algunos autores
contemporáneos, Kant logró
impedir que Dios entrara por la puerta grande de los
principios constitutivos, pero en cambio
obsequiosamente le abrió la puerta de los principios
reguladores, y al considerar que Dios está más
cerca de la moral
eterna que de los conocimientos meramente temporales,
estableció la superioridad del espíritu sobre la
materia.
Para Kant, las cosas son incognoscibles en sí
mismas, ya que lo que conocemos corresponde exclusivamente al
ámbito de los fenómenos. Para explicar lo anterior
recurre a la estructuración de patrones mentales o
categorías por medio de las cuales las sensaciones e
intuiciones del individuo
adquieren sentido ya como objetos. Estas categorías son
doce y se dividen en cuatro diferentes grupos:
De cantidad | De calidad | De | De modalidad |
Unidad | Realidad | Sustancia y accidente | Posibilidad |
Pluralidad | Negación | Causa y efecto | Existencia |
Totalidad | Limitación | Reciprocidad | Necesidad |
John
Herschel (inglés, 1792-1891)
Estableció que la ciencia debe
iniciarse con el análisis de los fenómenos, es
decir, con el estudio de cada uno de sus elementos
constituyentes.
Afirmó también que las leyes no
necesariamente deben proceder de una inducción rigurosa,
sino que también pueden formularse a través de
hipótesis y sus pruebas respectivas.
Propuso las reglas para el establecimiento de relaciones
causales correspondientes a un grupo
heterogéneo de hechos, y que son las
siguientes:
– Búsqueda de conjunciones frecuentes de
antecedentes y consecuentes.
– Búsqueda de proporcionalidad entre
antecedente y su consecuencia.
– Búsqueda de la existencia de correspondencia
entre la inversión de la consecuencia y del
antecedente.
Augusto Comte
(francés, 1788-1857)
Se opuso a la idea cartesiana de la existencia de un
sólo método para guiar la razón, afirmando
que los métodos
básicos para tal efecto son tres: la observación,
la experimentación y la comprobación.
En este sentido, Comte tuvo muchos seguidores, entre los
cuales se pueden mencionar a Ernst Mach, Charles Pierce y Henri
Poncairé
Podría continuar exponiendo una larga
relación de personajes famosos y sus aportaciones al
método científico. Sin embargo, como ya lo
expliqué, no pretendo ofrecer una visión
histórica de la evolución del método
científico, sino exclusivamente fundamentar con algunos
referentes el hecho de que el método científico no
es la concreción única y estereotipada de la idea
de un teórico, sino el complejo producto obtenido
después de mucho tiempo, y que ha requerido el concurso de
muchos autores.
No obstante, enseguida citaré a algunos
personajes cuyas ideas han sido especialmente decisivas para
definir y dar consistencia a los modelos
existentes del método científico. Me refiero a los
siguientes autores:
Francis Bacon
(inglés, 1561-1626)
Intentó corregir las ideas aristotélicas
predominantes en su tiempo, estructurando básicamente dos
cuestiones:
– Un procedimiento
para la realización de inducciones progresivas y
graduales.
– Un método de exclusión de factores,
gracias al cual se hizo expedita la producción de todo conocimiento
científico.
Bacon cambió radicalmente el mundo de la ciencia,
pues fue el primero en proponer la manera como debe proceder un
científico: observando, experimentando, registrando
sistemáticamente y formulando enunciados concretos. Tal
procedimiento constituye la base de la
inducción, para lo cual elaboró sus
tres famosas tablas de la investigación:
TABLA DE | Agrupa casos concordantes y elimina los aspectos |
TABLA DE AUSENCIA | Agrupa aspectos negativos de la generalidad con la |
TABLA DE GRADOS | Agrupa aspectos en los que la generalidad se |
John Stuart
Mill (inglés, 1806-1873).
Más allá de que sea una de las figuras
mundialmente prominentes del liberalismo
económico por preconizar una moral
utilitarista, a él se debe la formalización
del proceso
correspondiente a la inducción, a la que advierte
como una búsqueda de causas y razones.
Esta búsqueda debe remitirse a cinco reglas, que
Mill denomina métodos, y que tienen su antecedente
en Bacon:
– Método de las concordancias
– Método de la diferencia
– Método conjunto de las concordancias y la
diferencia
– Método de los residuos y
– Método de las variaciones
concomitantes.
Con la aplicación de estas reglas resulta posible
determinar si un evento es la causa o razón de una
situación determinada. Por lo anterior, puede afirmarse
que Mill:
- supone la aceptación absoluta de un principio
universal: todo evento tiene una causa. - analiza el binomio causa-efecto considerando
las nociones de ocurrencia contigua, contigüidad
espacial y sucesión temporal.
En el campo de la ciencia, el método inductivo ha
alcanzado una importancia tan grande que muchos lo toman,
literalmente, como el criterio fundamental para determinar
qué es científico y qué no lo es.
Uno de sus más connotados críticos
contemporáneos es el austriaco Karl Raimund Popper
(1902-1994), neopositivista en su origen y relacionado con el
Círculo de Viena, aunque más tarde haya roto con
ellos.
Popper propuso el llamado criterio de
falsación para establecer una demarcación entre
lo científico y lo no científico.
Este criterio puede resumirse así: una teoría
determinada sólo es científica si su estructura
admite la refutación.
Los científicos inductivistas buscan la
producción de enunciados con mayor grado de
probabilidad. Popper, en cambio, considera que una
teoría cuanto más información ofrezca, mayor
contrastabilidad también contendrá y, por
ende, mayor improbabilidad.
Así pues, la categoría de
científica de una teoría, para Popper no es
su grado de probabilidad,
sino su refutabilidad.
Imre Lakatos
(húngaro, 1922-1974)
Aunque fue discípulo de Popper y heredero de su
cátedra en la Escuela de
Economía
de Londres, evidenció diferencias teóricas
específicas con su maestro.
Popper advertía a la ciencia como una especie de
lucha entre dos combatientes, una teoría y un experimento.
De dicha lucha se obtendría un resultado: la
falsación de la teoría.
Lakatos, por su parte, afirma que si la ciencia se
representa como una lucha, ésta no es entre dos
contendientes, como afirma Popper, sino entre tres: dos teorías
y un experimento; y que de tal conflicto se
obtendrá un resultado que no es precisamente la
falsación de las teorías, sino la
confirmación de una de ellas.
Lakatos estableció los llamados programas
científicos de investigación, mismos que en
realidad son grupos de teorías afines, productos de
modificaciones sucesivas. Por lo anterior, Lakatos sostuvo que
ninguna teoría científica deber ser eliminada,
hasta no cubrir los aspectos siguientes:
– Otra teoría T’ que encierre mayor
contenido empírico que T.
– T’ explica todo lo que explicaba
T.
– Alguna parte del exceso de contenido de
T’, sobre T se confirma.
Otro personaje muy
relevante en la evolución del método
científico es el estadounidense Thomas S. Kuhn,
nacido en 1922, y cuyo idea acerca del paradigma
constituye un concepto
fundamental, pues de él derivan las reglas a las que se
somete el proceso investigativo.
De acuerdo con Kuhn, la característica
básica de todo paradigma
científico es que éste, de manera inicial, es
incuestionable, aunque después de realizados estudios que
aporten evidencias de
irregularidades, es posible sustituirlo por un nuevo paradigma,
más explicativo. Así describe Kuhn a la revolución
científica. Y aunque el cambio científico es
fundamentalmente revolucionario, Kuhn afirma que existen
también lapsos no-revolucionarios, que él
denomina períodos de ciencia normal.
Las ideas de Kuhn han sido duramente criticadas, pues
algunos autores, entre los que se encuentra M. Masterman, han
localizado más de veinte sentidos diferentes que el propio
Kuhn da al término paradigma.
Sin embargo, tal vez el crítico más
acerbo, tanto de Kuhn como de Popper, ha sido el austriaco
Paul K. Feyerabend (1924-1994), considerado como uno de
los máximos representantes del llamado anarquismo
epistemológico, y que ha embestido impetuosamente en
contra de todas las posiciones teóricas ortodoxas,
afirmando que es totalmente inútil aspirar a que una
teoría pueda ser desmentida o consolidada por su
confrontación con los hechos, ya que el sentido que
el lenguaje
científico, mediante el cual se expresan los hechos, lo
establece la propia teoría y, por lo tanto, se presupone a
sí misma. Vistas así las cosas, la ciencia
sólo progresará en la medida en que se inventen
teorías nuevas.
Feyerabend niega también la posibilidad de la
existencia de una ciencia normal, como afirma Kuhn, pues,
antes bien, resulta absolutamente indispensable un pluralismo
teórico, ya que la limitación científica
a un sólo conjunto de teorías consistentes entre
sí, como implica la aceptación de una ciencia
normal, condena a todo dato relevante para verificar una
teoría, como ya he dicho, a presuponer a
ésta.
Feyerabend descalifica las ideas popperianas
argumentando que su propuesta no incluye ni sugiere ningún
lenguaje neutral observacional que se pueda utilizar para
contrastar teorías.
Así pues, para Feyerabend el único camino
para verificar una teoría es el de emplear teorías
incompatibles. Para el efecto, el autor propone:
– una teoría básica común
básica para las dos alternativas en cuestión,
y
– una teoría pragmática de la
observación, con claras definiciones conductistas, en la
que las sensaciones sean un indicador situacional y que estas
sensaciones produzcan respuestas causales factibles de ser
plasmadas en enunciados de observación.
Recientemente las ideas de Feyerabend han sido
cuestionadas abiertamente por autores como Putnam, Shapere y
Scheffler, entre otros.
Tradicionalmente se ha entendido el método
científico como la aplicación de procedimientos de
la lógica e instrumentos propios de la actividad
investigativa, para poner a prueba determinadas hipótesis,
con el propósito de resolver un problema
específico.
Ruy Pérez Tamayo, al referirse al método
científico dice que es "la suma de los principios
teóricos, de las reglas de conducta y de las
operaciones
mentales y manuales que
usaron en el pasado y que hoy siguen usando los hombres de
ciencia para generar nuevos conocimientos
científicos.
Creo que los principales esquemas propuestos sobre este
método a través de la historia pueden clasificarse
en las siguientes cuatro categorías:
1) Método inductivo-deductivo. Para los
proponentes de este esquema la ciencia se inicia con
observaciones individuales, a partir de las cuales se plantean
generalizaciones cuyo contenido rebasa el de los hechos
inicialmente observados. Las generalizaciones permiten hacer
predicciones cuya confirmación las refuerza y cuyo fracaso
las debilita y puede obligar a modificarlas o hasta rechazarlas.
El método inductivo-deductivo acepta la existencia de una
realidad externa y postula la capacidad del hombre para
percibirla a través de sus sentidos y entenderla por medio
de su inteligencia;
para muchos partidarios de este esquema, también nos
permite explotarla en nuestro beneficio. Pertenecen a este grupo
Aristóteles y sus comentaristas medievales,
Francis Bacon, Galileo, Newton, Locke, Herschel, Mill, los
empiristas, los positivistas lógicos, los operacionistas y
los científicos contemporáneos en
general.
2) Método a priori–deductivo. De
acuerdo con este esquema, el conocimiento científico se
adquiere por medio de la captura mental de una serie de
principios generales a partir de los cuales se deducen sus
instancias particulares, que pueden o no ser demostradas
objetivamente. Estos principios generales pueden provenir de Dios
o bien poseer una existencia ideal, pero en ambos casos son
invariables y eternos. Entre los pensadores que han militado en
este grupo se encuentran Pitágoras, Platón,
Arquímedes, Descartes, Leibniz, Berkeley,
Kant (con reservas) y Eddington, los idealistas y la mayor parte
de los racionalistas.
3) Método hipotético-deductivo. En
este grupo caben todos los científicos y filósofos de la ciencia que han postulado
la participación inicial de elementos teóricos o
hipótesis en la investigación científica, que
anteceden y determinan las observaciones. De acuerdo con este
grupo, la ciencia se inicia con conceptos no derivados de la
experiencia del mundo que está "ahí afuera", sino
postulados en forma de hipótesis por el investigador, por
medio de su intuición. Además de generar tales
conjeturas posibles sobre la realidad, el científico las
pone a prueba, o sea que las confronta con la naturaleza por
medio de observaciones y/o experimentos. En este esquema del
método científico la inducción no
desempeña ningún papel; de hecho es evitada
conscientemente por muchos de los miembros de este grupo.
Aquí se encuentran Hume, Whewill, Kant (con reservas),
Popper, Medawar, Eccles y otros (no muchos) científicos y
filósofos contemporáneos.
4) No hay tal método. Dentro del grupo de
pensadores que niegan la existencia de un método
científico podemos distinguir dos tendencias: por un lado
están los que afirman que el estudio histórico
nunca ha revelado un grupo de reglas teóricas y/o
prácticas seguidas por la mayoría de los
investigadores en sus trabajos, sino todo lo contrario; por el
otro lado, se encuentran los que señalan que si bien en el
pasado pudo haber habido un método científico, su
ausencia actual se debe al crecimiento progresivo y a la variedad
de las ciencias, lo que ha determinado que hoy existan no uno
sino muchos métodos científicos. El mejor y
más sobresaliente miembro de la primera tendencia es
Feyerabend, mientras que en la segunda se encuentran varios de
los biólogos teóricos, como Ayala, Dobshansky y
Mayr, así como algunos de los racionalistas
contemporáneos.
En forma igualmente breve, a continuación voy a
hacer un análisis crítico de cada uno de los cuatro
grupos genéricos de métodos científicos
señalados arriba, aunque sólo sea para indicar en
forma somera algunas tendencias filosóficas
relevantes.
En relación con el método
inductivo-deductivo, conviene considerar a los tres
postulados del inductivismo, que son: 1) la ciencia se
inicia con la observación de los hechos; 2) tal
observación es confiable y con ella se puede construir el
conocimiento científico, y 3) éste se genera
por inducción, a partir de los enunciados observacionales.
Comentaré en ese orden cada uno de los tres
postulados.
La ciencia se inicia con la observación de los
hechos. Para el inductivista es fundamental que la
percepción de los fenómenos sea objetiva, es decir,
que esté libre de sesgos o parcialidades introducidas por
la
personalidad, experiencia o intereses del observador. Un
corolario de este postulado es que diferentes investigadores
colocados en las mismas circunstancias deben hacer las mismas
observaciones. Sin embargo, en la realidad, ninguno de estos dos
requerimientos se cumplen, pues no todos vemos lo mismo cuando
miramos un objeto, y la capacidad de los sentidos del
científico para registrar distintos tipos de
fenómenos varía no sólo con su experiencia y
educación,
sino que depende de manera primaria de sus conceptos e ideas
preconcebidas. Pero además, se ha insistido en que la
ciencia no se inicia con la observación de los hechos,
porque primero debe decidirse cuáles hechos vamos a
observar, por qué los vamos a observar y cómo los
vamos a observar.
La observación científica es
confiable. Existen tres factores que restringen el
otorgamiento de confianza ilimitada a la observación
científica: I) el nivel de desarrollo del campo
específico al que se pretende incorporar el nuevo
conocimiento, que si es muy primitivo garantiza una vida media
muy breve a la información reciente, por la sencilla
razón de que muy pronto vendrá otra más
precisa o diferente a sustituirla: II) la moda
científica del momento, un factor muy complejo pero no por
eso menos real, que determina (a veces dolorosamente) si la
observación reportada se incorpora o no al corpus
aceptado oficialmente por el "colegio invisible" relevante;
III) la existencia del fraude
científico que, aunque excepcional, socava la confianza
ciega en la observación científica. Sin embargo,
con las reservas mencionadas, concluyo que la observación
científica es confiable dentro de ciertos límites.
Pero dada la naturaleza del conocimiento, ésta no es una
propiedad
absoluta, permanente y ni siquiera muy importante. Es cierto que,
cuando hablamos o escribimos, los científicos tenemos el
interés
común de decir "el menor número de mentiras por
minuto". Pero también tenemos conciencia de que
nuestras observaciones no son perfectas y que con mejores
métodos seguramente las podremos hacer más
precisas.
El problema de la inducción. En 1748, el
filósofo escocés David Hume publicó su
libro An
inquiry concerning human understanding (Un examen del
entendimiento humano) en donde demuestra que la creencia de
que con base en experiencias previas es posible utilizar el
presente para predecir el futuro es lógicamente
insostenible. Esta conclusión afectó en forma grave
al pensamiento científico, en vista de que tanto la
causalidad como la inducción resultan ser operaciones sin
fundamento lógico, y ambas son fundamentales para la
ciencia. El propio Hume se dio cuenta de que sus ideas iban en
contra del sentido común y de creencias intuitivas
universales, determinantes de la mayor parte de sus actos y
pensamientos cotidiano; sin embargo, aunque lo intentó
seriamente, no encontró argumentos en contra de la
lógica inexorable de su pensamiento, y lo mismo ha
sucedido desde entonces hasta nuestros días con la
mayoría de los filósofos que han intentado
reivindicar a la inducción como una operación
lógicamente legítima.
¿Cuál es la posición actual del
método inductivo-deductivo? Desde luego, entre el
público no profesional de la ciencia, así como
entre la gran mayoría de los científicos, la idea
más generalizada de cómo se hace la ciencia es la
siguiente: existe un mundo exterior histórico y real, cuyo
conocimiento es el objetivo de la
investigación científica; los hombres de ciencia
invierten su tiempo en la observación cuidadosa de ese
mundo, anotando absolutamente todo lo que registran con sus
sentidos. Poco a poco, de ese noble esfuerzo irán
surgiendo los principios generales que explican los hechos
registrados y que además nos permitirán predecir
gran parte de la majestuosa totalidad de la naturaleza. En
cambio, para la mayor parte de los filósofos y para unos
cuantos hombres de ciencia (ciertamente, de muy alto nivel), la
objeción de Hume es válida e impide aceptar a la
inducción como parte del método científico.
Recientemente Sir Harold Himsworth, un médico
inglés con un antiguo, sólido y bien ganado
prestigio como profesor e
investigador biomédico, publicó un librito (apenas
tiene 99 breves páginas) con el título
Conocimiento científico y pensamiento filosófico
(Scientific Knowledge and Philosophic Thought), en el que se
pregunta si las proposiciones con estructura lógica
impecable son necesariamente válidas, aun cuando
contradigan a la experiencia derivada directamente de la
realidad.
Himsworth acepta que en su rechazo de la
inducción, la lógica de Hume es irrefutable, pero
se pregunta si la solución al problema no estará
más bien en las premisas del planteamiento. Cuando Hume
considera que el curso de la naturaleza puede cambiar,
sólo está tomando en cuenta una de las dos
alternativas posibles; la otra es que el curso de la naturaleza
no cambie. Himsworth señala:
Por lo tanto, según empecemos por la
proposición de que el curso de la naturaleza puede
cambiar, o por la proposición de que puede no cambiar, la
lógica nos llevará inexorablemente a conclusiones
diametralmente opuestas. Si optamos por la primera de estas
proposiciones nos veremos obligados, como Hume, a concluir que es
imposible razonar del pasado al presente y que nuestra creencia
en la causalidad está equivocada. En cambio, si optamos
por la segunda proposición, nos veremos inclinados con la
misma fuerza a concluir que sí es posible razonar de esa
manera y que nuestra creencia en causa y efecto está
completamente justificada. Según la proposición de
que se parta, ambas conclusiones son igualmente lógicas.
Por lo tanto, es imposible decir entre ellas en esa
base.
El criterio que Himsworth propone para decidir si la
naturaleza es o no regular no es lógico sino experimental;
después de señalar que cualquier alteración
en el curso regular de la naturaleza sería un hecho
observable, cita el ejemplo siguiente:
Si arrojo una piedra al aire espero, con
base en experiencias previas, que tarde o temprano caiga al
suelo. Sin
embargo, si la fuerza de la gravedad se suspendiera, la piedra no
caería sino que continuaría su viaje hacia el
espacio exterior… Sin embargo, esto da una imagen totalmente
inadecuada de lo que pasaría si cesara la fuerza
gravitacional. El efecto no se limitaría a ninguna
clase
particular de objetos. Todo lo que tiene peso se vería
afectado; por ejemplo, este planeta ya no sería capaz de
retener su atmósfera. Como
resultado, todos los organismos vivos que dependen del aire para
respirar morirían, y no quedaría nadie para
experimentar algo. Por lo tanto el hecho de que hoy haya tales
criaturas vivas significa que mientras ha existido la gravedad
han estado
operando; además, que mientras continúen
existiendo, la gravedad no cesará de operar.
El problema de la inducción parece centrarse en
la posibilidad de que la regularidad de la naturaleza se
suspenda; naturalmente, todos reconocemos la casi infinita
variabilidad del mundo exterior, junto con nuestra inmensa
versatilidad interior, pero también tenemos conciencia de
que tales oscilaciones ocurren dentro de rangos de tolerancia bien
definidos.
Las violaciones a las leyes naturales no se refieren a
la aparición de diferencias cuantitativas o cualitativas
dentro del mismo tipo, género o
especie, sino a la ocurrencia de un episodio que viola los
mandatos aceptables dentro del orden definido. En última
instancia, el problema es que puestos ante la alternativa de una
posibilidad lógica y su ocurrencia real, Hume le da
más peso a la primera mientras que Himsworth se inclina
por la segunda. Mi conclusión es que aunque Hume
pensó que estaba determinando los límites del
conocimiento humano, lo que en realidad demostró fueron
las limitaciones del pensamiento abstracto, por más
lógico que sea, como instrumento parar avanzar el
conocimiento de la realidad.
Respecto al método a
priori–deductivo, en realidad tiene dos vertientes
distintas: la platónica o cartesiana y la kantiana. La
vertiente cartesiana postula que por medio de la razón es
posible establecer los principios más generales que
regulan a la naturaleza y a partir de ellos deducir a la
realidad; en cambio, la vertiente kantiana sostiene que la
razón pura es incapaz de alcanzar conocimiento alguno
sobre el mundo exterior y que se requiere de la experiencia de
nuestros sentidos, pero que esta experiencia sólo la
conocemos después de que ha sido elaborada y estructurada
por medio de los imperativos categóricos (realmente,
categorías imperativas).
Además, la vertiente kantiana afirma que la
verdadera realidad nos está vedada, ya que lo único
que percibimos de ella son las sensaciones que estimula en
nuestros órganos de los sentidos; si tuviéramos
otros órganos sensoriales, capaces de percibir propiedades
distintas del mundo exterior, nuestra imagen de la realidad
sería muy diferente, pero ella seguiría siendo la
misma, y también seguiría siendo inalcanzable. A
pesar de que las dos vertientes del método a
priori-deductivo son tan distintas, ambas postulan que
nuestro contacto con el mundo exterior no es directo sino que
ocurre a través de estructuras
previamente establecidas (o sea, a priori), en el
primer caso por la razón pura y en el segundo caso por la
razón crítica.
El destino histórico de estas dos vertientes ha
sido interesante; por un lado, el mismo Descartes se dio cuenta
de que la deducción de la naturaleza, a partir de sus
principios generales a priori, no lo llevaba muy lejos y
pronto se vio obligado a echar mano de otros elementos
empíricos, como el análisis geométrico de
problemas
ópticos, el uso de analogías, hipótesis y
modelos y hasta la práctica personal de
disecciones (transformándose en otro preclaro ejemplo de
que para conocer el método científico no hay que
prestar atención a lo que los investigadores dicen
que hacen, sino a lo que realmente hacen); por el otro lado,
gracias a metamorfosis más o menos sutiles, los 12
imperativos categóricos kantianos originales se
incorporaron a la psicología del siglo
XIX y muchos de ellos sobreviven hasta hoy, protegidos por
diferentes disfraces, como las "nociones psicológicas de
tiempo y espacio", o los conceptos de causalidad, reciprocidad,
posibilidad, existencia y otros más.
El método hipotético-deductivo
postula que el investigador se asoma a la naturaleza bien
provisto de ideas acerca de lo que espera encontrar, portando un
es quema preliminar (pero no por eso simple) de la realidad; en
otras palabras, la ciencia se inicia con problemas, que son el
resultado de las discrepancias entre las expectativas del
científico y lo que se encuentra en la realidad. La
ciencia empieza en el momento en que la estructura
hipotéticamente anticipada de un segmento de la naturaleza
no corresponde a ella.
Pues bien, una de las objeciones más graves al
esquema de Popper es que no toma en cuenta que en la
confrontación de las hipótesis con los hechos, los
responsables de la discordancia no siempre son las
teorías: también los hechos pueden estar
equivocados. No hay nada en la lógica de la
situación que exija que siempre deba ser la
hipótesis la rechazada cuando hay discrepancia con la
"realidad". Todos los investigadores científicos activos sabemos
lo difícil que es estar seguro de que los
experimentos, observaciones, analogías o comparaciones con
que trabajamos son realmente como parecen ser; existen numerosos
ejemplos de rechazos de "hechos" y conservación de la
hipótesis que parecía haber sido falseada por
ellos.
El mismo Popper sugiere que sólo se usen los
resultados observacionales que ya han sido repetidos y
confirmados por otros investigadores (los llama "enunciados
básicos") y que se guarde reserva para los que
todavía están en espera de esa confirmación.
Pero el argumento le roba su carácter nítido y
definitivo al método hipotético-deductivo,
pues resulta que las hipótesis no se pueden falsear en
forma clara y concluyente porque las pruebas a las que se someten
tampoco arrojan resultados absolutos y completamente confiables,
sino más bien probables y perfectibles.
Otra objeción al método
hipotético-deductivo es histórica. Si los
científicos se hubieran atenido rigurosamente al
falsacionismo, muchas de las teorías más
sólidas de la ciencia nunca hubieran podido alcanzar su
desarrollo actual; en efecto, habrían sido rechazadas
cuando se propusieron pues fueron confrontadas con distintos
"hechos" que las contradecían o falseaban. Sin embargo,
esas teorías siguieron en boga, crecieron y poco a poco
superaron a los "hechos" contradictorios, una vez que se
demostró que eran equivocados o producto de las
limitaciones técnicas
de su tiempo.
Otro de los principios centrales en el método
hipotético-deductivo es que no existen las
observaciones puras, o sea aquellas que se hacen en ausencia de
algún tipo de esquema o hipótesis preconcebida.
Pero si esto es así, entonces las hipótesis deben
surgir de manera independiente de las observaciones.
Para llegar a esta conclusión, Popper se
pregunta, "¿qué es primero, la hipótesis o
la observación?", lo que inmediatamente recuerda la otra
pregunta "¿qué es primero, la gallina o el huevo?".
Como Popper responde a esta segunda interrogación
diciendo, "un tipo anterior o primitivo de huevo", la respuesta a
su primera pregunta es, naturalmente, "un tipo anterior o
primitivo de hipótesis". Pero esto lo coloca de inmediato
en algo que en lógica se conoce como regresión
infinita, porque cada hipótesis irá precedida por
otra anterior, y así sucesivamente.
Para escapar de esta trampa Popper postula que el
homo sapiens posee genéticamente una serie de
expectativas a priori (o sea, anteriores a cualquier
experiencia) que le hacen esperar regularidades o que le crean la
necesidad de buscarlas. Pero los científicos activos
sabemos muy bien que no todas las observaciones van precedidas de
hipótesis, sino que a veces surgen hechos sorpresivos o
fortuitos, o resultados totalmente inesperados, para los que
entonces es necesario construir una hipótesis. Incluso los
científicos hemos adoptado un nombre específico
para designar este tipo de episodio, "serendipia", que significa
"capacidad de hacer descubrimientos por accidente y sagacidad,
cuando se está buscando otra cosa". Himsworth se refiere
al papel de estos episodios en la investigación como
sigue:
Por lo tanto, debemos reconocer que, en la vida real,
las observaciones van desde las que son totalmente inesperadas
hasta las que están completamente de acuerdo con las
expectativas. Sin embargo, la mayoría caen entre esos dos
extremos. En otras palabras, la observación excepcional es
la que no contiene elementos inesperados y, por lo tanto, no
buscados. De hecho, si las cosas no fueran así, no
tendría sentido hacer investigación.
Finalmente, recordemos que Popper acepta el juicio de
Hume y rechaza cualquier proceso inductivo en la ciencia, o sea
que no se puede citar el resultado de un experimento como prueba
favorable a una hipótesis determinada. Si tal resultado
fue predicho a partir de la hipótesis, lo único que
puede decirse es que no ha sido refutada. No es válido
sugerir que el resultado apoya o refuerza a la hipótesis
porque sería un pensamiento inductivo. Muchos de los
científicos que han aceptado las ideas de Popper realmente
no lo han tomado en serio y mientras ostensiblemente aplauden el
esquema hipotético-deductivo, continúan actuando
subrepticiamente dentro del concepto inductivo-deductivo
clásico.
Sin embargo, si se enfrentaran a algunas premisas claves
del pensamiento popperiano, como que no existen criterios para
determinar la verdad de cualquier teoría, que las
observaciones (los llamados "hechos") son irrelevantes como
criterios de verdad, y que además son inútiles para
inferir o construir teorías y que sólo sirven parar
falsificarlas, quizá reconsiderarían su
afiliación popperiana.
La postura anarquista en relación con el
método científico incluye a los que niegan que tal
método haya existido en otros tiempos o existe actualmente
pero va más allá, al predicar que además
está bien que así sea, pues de otra manera
introduciría restricciones perniciosas en la
práctica de la ciencia.
Como ya mencionamos, los argumentos de Feyerabend son de
dos tipos, históricos y de exhortación moral. En
relación con los primeros, Feyerabend usa ejemplos de
descubrimientos realizados en física y astronomía en los que no parece reconocerse
método alguno, sino todo lo contrario, incluyendo
maniobras de supresión de datos opuestos a
las hipótesis favoritas, trucos propagandísticos,
apelación emocional, etc.; pero generalizar a partir de
esos ejemplos, como él lo hace, a todas las ciencias de
todos los tiempos, parece peligroso no sólo porque se
trata de una inducción sino porque es utilizar un
método científico para demoler el método
científico.
Es seguro que si Feyerabend fuera experto no en la
historia de los trabajos científicos de Galileo sino en
los Laude Bernard y los fisiólogos de su tiempo, su
opinión sobre la realidad del método
científico sería diferente. Feyerabend
también señala que las dos reglas usadas por los
filósofos de la ciencia, la "condición de
consistencia" y el "principio de autonomía", pueden ser
sustituidas por las reglas opuestas que, a pesar de ser
igualmente plausibles, llevan a resultados contrarios. La
condición de consistencia exige que "las nuevas
hipótesis estén de acuerdo con las teorías
aceptadas", mientras que el principio de autonomía postula
que "los hechos pertenecientes al contenido empírico de
alguna teoría son accesibles al margen de que se
consideren o no otras teorías alternativas". Pero la
condición de consistencia enunciada por Feyerabend
simplemente no es la utilizada por la mayor parte de los
filósofos de la ciencia; por ejemplo Newton-Smith la
enuncia como sigue:
En igualdad de
circunstancias, las nuevas teorías deberán estar de
acuerdo con los aspectos observacionales comprobados de las
teorías aceptables y aceptadas actualmente.
Además, la regla opuesta que propone Feyerabend
es la de la proliferación de las teorías,
especialmente aquellas incompatibles con las aceptadas
corrientemente, que aunque tiene algo a su favor ("La variedad de
opinión es necesaria para el conocimiento objetivo")
llevaría muy pronto el caos si cada quien estuviera
inventando continuamente teorías sobre un mismo
tema."
En el mismo orden de consideraciones, el método
científico, según Ezequiel Ander-Egg, acumula las
siguientes características:
Fáctico, porque su base es
empírica, en cuanto que se circunscribe a
hechos.
Trascendente, porque penetra profundamente en
la realidad y no se detiene en lo aparente.
Verificativo, para apoyar así sus
propios enunciados.
Autocorrectivo y progresivo, en tanto
que se encuentra permanentemente abierto a la innovación.
Generalizante, porque confiere a todos los
hechos la condición de clasificables.
Objetivo, porque trata de evitar al
máximo la distorsión de los hechos.
A partir de las características anteriores,
pueden apreciarse con mayor precisión las etapas
clásicas del método científico, mismo que
conjuga la deducción y la inducción con el fin de
propiciar el pensamiento reflexivo:
– Detección de un problema.
– Identificación y definición del
problema.
– Formulación de hipótesis.
– Deducción de las consecuencias de las
hipótesis.
– Verificación de las
hipótesis.
Los elementos fundamentales del método
científico son, según William Goode y Paul Hatt,
los conceptos y las hipótesis.
Todas las ciencias poseen un sistema
conceptual, porque precisamente a través de los
conceptos registran y comunican sus avances.
En este sentido, los conceptos son abstracciones
y no existen como fenómenos reales en sí, sino como
construcciones lógicas formadas a partir de experiencias o
de percepciones sensoriales.
En cuanto a las hipótesis, éstas son
respuestas tentativas a un problema determinado y que,
además de orientar el proceso de la investigación,
hacen posible el establecimiento de relaciones entre distintos
fenómenos.
Sin embargo, no debe considerarse que cualquier
suposición sea una hipótesis científica,
pues ésta siempre se encuentra relacionada con un
conocimiento anterior. De tal manera que el verdadero valor de una
hipótesis radica en su posibilidad de reunir lo ya
conocido con lo nuevo que se investiga. Posteriormente
abordaré el tema correspondiente a las
hipótesis
No obstante, por lo general se concibe al método
científico a partir de la definición que de
éste han hecho las ciencias naturales o
positivas.
Se dice que, en esencia, el método
científico consiste en la percepción de aquellos
hechos que hagan posible, al observarlos, el descubrimiento de
las leyes que los rigen. Por lo tanto, el método
científico, entendido así, tiene dos etapas
fundamentales: la observación y la deducción de la
ley.
Sin embargo, para algunos teóricos, como el
británico Bertrand Russell (1872-1970), el método
científico presenta algunas limitaciones, entre las cuales
pueden citarse:
- La duda acerca de lo válido de la
inducción, como su vía privilegiada de
acceso. - La dificultad para obtener inferencias derivadas de
lo que ha sido objeto de experimentación y de lo que no
lo ha sido. - El carácter extremadamente abstracto de las
inferencias derivadas de lo que no ha sido experimentado
(aún aceptando, sin conceder, que de la
no-experimentación pudiera derivarse inferencia
alguna).
Con lo anterior, Russell, lejos de descalificar a las
llamadas ciencias sociales como tales, contribuyó a
la desmitificación de una malentendida infalibilidad
científica, ya que lo que verdaderamente debe constituir
la característica principal del espíritu
científico es una mesurada ración de sano
escepticismo, aún ante las teorías que tengamos en
la más alta estima.
Evoco, en este momento, una idea que Imre Lakatos
expresó en una conferencia sobre
la ciencia, transmitida por la radio en el
año de 1973: La profesión de la fe ciega en una
teoría no es una virtud intelectual, sino un crimen
intelectual.
Sin que, tal vez, esa haya sido su intención, las
reflexiones de Bertrand Russell han sido un rudo golpe para las
posiciones positivistas y empiriocentristas, que expresan su
rechazo absoluto a la aceptación del carácter
científico de las disciplinas que se ocupan del estudio de
lo humano.
Sin embargo, tampoco se trata de conferir este
carácter a estas disciplinas recurriendo simplemente a la
aprobación o el consenso general.
La cientifización de las ciencias
sociales, y en especial la de la pedagogía, debe atender a un proceso
indispensable de convertir en institucional, y profesional, la
producción, la evaluación
y la transmisión del conocimiento.
Y en esta empresa tiene
condición primaria la investigación, considerando
que ésta permite al hombre abrigar un sano grado de
confianza y certeza en la actividad que realiza.
Pablo Rico Gallegos,
en "La praxis posible
(teoría e investigación para la práctica
docente)", Unidad 164 de la Universidad
Pedagógica Nacional, Zitácuaro, Michoacán,
México,
2000, pp. 15-35