- La Época
Colonial - Neoclasicismo y
Romanticismo - Positivismo, Modernismo y
Literatura Venezolana - La
Independencia - Romanticismo
- Modernismo
- El Siglo XX
- Conclusión
- Bibliografía
La historia de la Literatura
venezolana, es de importancia valorizar toda una gama de cambios
desde la época de la colonia hasta la
actualidad.
La literatura venezolana logro de muchos escritores,
poetas, etc. Los cuales con sus sentimientos, llenaron a todos
sus lectores de conocimientos, sentimientos, en todos los
sentidos.
En este trabajo se
escriben algunas características de ilustres personajes de
nuestra literatura Venezolana.
Historia de la Literatura
Venezolana
La primera referencia escrita que se posee con respecto
a Venezuela es
la relación del tercer viaje (1498) de Cristóbal
Colón (c. 1451-1506), durante el cual descubrió
Venezuela. En esa epístola (31 de agosto de 1498) se
denomina a Venezuela como la "Tierra de
gracia". Pero poco a poco aparecerán los escritores de
literatura. Desde los días de la isla de Cubagua (1528)
los encontramos. De ellos ha llegado el nombre y el poema de
Jorge de Herrera y las vastísimas Elegías (1589) de
Juan de Castellanos.
Durante los tres siglos coloniales la actividad
literaria será constante, pero los textos que se conservan
en la actualidad son escasos, debido a la tardía
instalación de la imprenta en
este país (1808), lo cual impidió a muchos
escritores editar sus libros. Pese a
ello, de 1723 es la Historia de José de Oviedo y
Baños, la mayor obra literaria del barroco
venezolano; de las últimas décadas del siglo XVIII
procede el Diario (1771-1792) de Francisco de Miranda, la mayor
obra en prosa del periodo colonial.
De fines del mismo siglo es la obra poética de la
primera mujer escritora
del país de la que se tiene noticia: sor María de
los Ángeles
(1765-1818?), toda ella cruzada por un intenso sentimiento
místico inspirado en santa Teresa de Jesús. Pese a
que se puede nombrar a varios escritores de este periodo, los
rasgos más notables de la cultura
colonial hay que buscarlos más que en la literatura en las
humanidades, en especial en el campo de la filosofía y de
la oratoria
sagrada y profana, en las intervenciones académicas y en
el intento llevado a cabo por fray Juan Antonio Navarrete
(1749-1814) en su Teatro
enciclopédico.
Los primeros escritores venezolanos de la literatura
colonial fueron los cronistas de Indias, entre ellos Juan de
Castellanos, fray Pedro de Aguado y fray Pedro Simón.
Podemos también mencionar a José Oviedo y
Baños, quien residió en Caracas desde los 14
años de edad, como el primer escritor criollo. Oviedo y
Baños con un estilo clásico y realista contaron la
conquista y población de la Provincia de
Venezuela.
Durante la revolución
de la Independencia,
Simón Bolívar
también usó su pluma para defender y divulgar los
principios
republicanos, y a veces para expresar sus emociones y
vivencias personales. Las creaciones literarias que
marcarán pauta pertenecerán a los géneros de
la prosa y la poesía
de sabor neoclásico de Andrés
Bello. A su lado, destaca la escritura
genial de ruptura y parodia de Simón
Rodríguez.
En los inicios de la era republicana figuran cuatro
grandes nombres de las letras venezolanas: Andrés Bello,
Fermín Toro, Rafael María Baralt y Juan Vicente
González. El más destacado poeta, de clara
autenticidad romántica, se llama Juan Antonio Pérez
Bonalde.
Entre los costumbristas venezolanos están Daniel
Mendoza, Francisco de Sales Pérez, Nicanor Bolet Peraza,
Francisco Tosta García, Rafael Bolívar Alvarez,
Rafael Bolívar Coronado y Miguel Mármol. Dos
escritores de carácter señalan la
transición hacia nuevas posiciones intelectuales
y creadoras: Cecilio Acosta y Arístides Rojas.
Positivismo,
Modernismo y Literatura
Venezolana
Fue después de 1880 cuando se perfiló en
Venezuela un movimiento
literario de más ambiciosa inspiración. En el
género
narrativo, el descubrimiento del naturalismo inspiró a
Tomás Michelena una novela:
Débora (1884) y a Manuel Vicente Romero García, su
obra Peonía (1890), primera tentativa de novela criolla
integral. Otros autores dentro de la tendencia serían
Gonzalo Picón Febres (El sargento Felipe, 1899), y Miguel
Eduardo Pardo (Todo un pueblo).
Manuel Díaz Rodríguez, prosista y narrador
de refinado lenguaje, se
destaca como la figura más importante que el modernismo
produjo en Venezuela. Le suceden Luis Urbaneja Achepohl, Rufino
Blanco Fombona, José Rafael Pocaterra, Teresa de la Parra
y Rómulo Gallegos.
Con la obra portentosa de Rómulo Gallegos, donde
se destaca la inmortal novela Doña Bárbara, culmina
toda una etapa de la narrativa venezolana, aquella sometida a las
influencias del nativismo, del costumbrismo, del realismo, del
lirismo descriptivo que alcanza tonos épicos cuando
contempla las luchas del hombre con la
naturaleza.
Es importante mencionar a Arturo Uslar Pietri (Las
lanzas Coloradas, 1931), quien se afirmó como la mayor
promesa narrativa novelesca; a Enrique Bernardo Nuñez, a
Julio Garmendia, a Antonio Arraiz, a Ramón
Díaz Sánchez, a Guillermo Meneses, a Miguel Otero
Silva. Del grupo
"Contrapunto", entre 1946 y 1949, surgen narradores destacados
(Andrés Mariño Palacio, Ramón
González Paredes, Héctor Mujica y otros),
dueños de una información literaria más actual que
los anteriores, y cuyas creaciones pretenden liberar la narrativa
de los resabios del costumbrismo, del criollismo, de la
temática rural, del mensaje edificante, del modo de contar
lineal. Más tarde, aparece Salvador Garmendia, quien
desarrolla su temática hasta consecuencias de
hiperrealismo anonadante, y aborda otros espacios, entre ellos el
fantástico.
También se destaca la narrativa paródica y
densa de Luis Britto García, pasando por la importante
obra de José Balza, un experimentador incansable, y por la
de Oswaldo Trejo, atrevidamente textual. Se impone citar a
Humberto Rivas Mijares y a Gustavo Díaz Solis, a Pedro
Berroeta, a Oscar Guaramato, a Antonio Márquez Salas, a
Alfredo Armas Alfonzo,
Manuel Trujillo, Orlando Araujo y a Adriano González
León, la gran promesa del grupo Sardio y de la
generación de 1960.
También están presentes Argenis
Rodríguez, José Vicente Abreu, Laura Antillano,
Francisco Massiani, Denzil Romero, Ednodio Quintero, Alberto
Jiménez Ure, Gabriel Jiménez Emán, Armando
José Sequera y Antonia Palacios, autora de la más
importante obra narrativa de pluma femenina después de
Teresa de la Parra.
A pesar de que la poesía venezolana
tardó mucho en alcanzar la modernidad, un
poeta que debe ser leído y valorado como el único
gran poeta modernista que tuvo Venezuela, es Alfredo Arvelo
Larriva, virtuoso de la rima y del soneto. Otros poetas dignos de
ser recordados son Andrés Mata, Sergio Medina, Ismael
Urdaneta y Andrés Eloy Blanco, el poeta más popular
de Venezuela, situado entre lo tradicional y la vanguardia.
Vale mencionar también a Fernando Paz Castillo, a
Luis Barrios Cruz, a Jacinto Fombona Pachano, a Rodolfo Moleiro,
a Enrique Planchart, a Luisa del Valle Silva, a Enriqueta Arvelo
Larriva, a Héctor Cuenca, a Julio Morales Lara y a Luis
Enrique Mármol. Mención aparte merece José
Antonio Ramos Sucre, maestro del poema en prosa, erudito,
simbólico y misterioso.
Entre tanto, tanto los poetas de 1918 como Antonio
Arraiz, cada cual por su lado, dieron al traste con las formas y
el lenguaje
poético atrapados en las lecciones de versificación
y rimado. La vanguardia produce sólo dos poetas: Pablo
Rojas Guardia y Luis Castro. A cierta distancia de estos poetas,
despuntó en el movimiento vanguardista Carlos Augusto
León.
El grupo Viernes, que se impuso entre 1938 y 1941,
estuvo compuesto por Rafael Olivares Figueroa, Ángel
Miguel Queremel, José Ramón Heredia, Luis Fernando
Álvarez, Pablo Rojas Guardia, Pascual Venegas Filardo,
Oscar Rojas Jiménez, Otto De Sola, y Vicente Gerbasi,
aceptado hoy día como una de las voces líricas
más intensas de Venezuela y de América. Entre los poetas que no siguieron
las pautas viernistas destaca Juan Beroes, la figura que
aupó el grupo "Suma", quien regresó a las formas
poéticas clásicas y renacentistas. Luego surge Juan
Liscano.
Dentro del contexto de "españolistas" hay que
situar la obra de Ida Gramcko, Ana Enriqueta Terán y
Luz Machado.
Estas mujeres poetas ocupan un sitio de privilegio en las
décadas de 1940 y 1950. En la actualidad destacan la
poesía muy personal de
Yolanda Pantin, Margara Russoto, Edda Armas, Cecilia Ortiz y
Lourdes Sifontes.
José Ramón Medina es uno de los valores
poéticos más firmes del posviernismo y el
posespañolismo; sus compañeros Luis Pastori y
Aquiles Nazoa no cambiaron los rasgos iniciales de su escritura
neoclásica o neomodernista. Los poetas Dionisio
Aymará y Carlos Gottberg, entre otros, se adentraron en la
condición del hombre cotidiano.
De la llamada "Generación del Sesenta" surgen
poetas excepcionales: Rafael Cadenas, Francisco Pérez
Perdomo, Juan Calzadilla, Arnaldo Acosta Bello, Ramón
Palomares, Caupolicán Ovalles, Hesnor Rivera. Entre este
grupo de poetas y el pasado hay que situar a Juan Sánchez
Peláez, cuya obra reducida pero de intensa virtud
visionaria y metafórica, de desgarrones existenciales y
lirismo atormentado, reconoce como fuente la generación
del sesenta. La breve experiencia de la revista
Cantaclaro (1950), reveló a tres poetas: Rafael
José Muñoz, Jesús Sanoja Hernández y
Miguel García Mackle. Alfredo Silva Estrada se
concretó a crear una obra que se cuenta entre las
más coherentes de la poética venezolana.
Otros poetas de ese período son Luis
García Morales, Luis Guillermo Sucre, Víctor
Salazar, Gustavo Pereira, Ludovico Silva, Ramón Querales,
Luis Camilo Guevara, Víctor Valera Mora, Eleazar
León, Elí Galindo y Julio Miranda. En Valencia, los
poetas Eugenio Montejo, Alejandro Oliveros, Teófilo
Tortolero, Reynaldo Pérez Só, en la revista
Poesía de la Universidad de
Carabobo, descartan las actitudes
polémicas y crean un espacio propio.
El poema breve encuentra en Luis Alberto Crespo a un
cultivador original. De la generación de los ochenta, se
encuentran voces como Enrique Mujica, Miguel y Vasco Szinetar,
Willian Osuna, Armando Rojas Guardia, Igor Barreto, Salvador
Tenreiro, Alberto y Miguel Márquez, Alejandro Salas, Luis
Pérez Oramas, Nelson Rivera y Armando Coll
Martínez.
La poesía de la década de 1960 la dominan
Eugenio Montejo y Luis Alberto Crespo; la de 1980, Yolanda
Pantín y Rafael Arraíz Lucca (1959- ); la
narrativa, figuras como José Balza, Francisco Massiani,
Luis Britto García, Denzil Romero, Guillermo Morón,
Gustavo Luis Carrera (1933- ), Ana Teresa Torres (1945- ), Laura
Antillano (1950- ) y Stefanía Mosca (1957- ); el ensayo,
Juan Carlos Santaella; y Víctor Bravo (1949- ) y Javier
Lasarte (1955- ), la crítica
literaria.
De la
prosa y sus aplicaciones
El ensayo como subgénero vendría siendo
una toma de conciencia de la
propia escritura; desde este punto de vista Simón
Rodríguez sería un ensayista. Ensayistas
venezolanos de comienzos de siglo son Gonzalo Picón
Febres, Luis López Méndez y Jesús
Semprum.
Es importante la obra de Julio Planchart, Luis Correa,
César Zumeta, José Gil Fortoul, Pedro Emilio Coll y
Arturo Uslar
Pietri, quien ha cultivado esporádicamente el ensayo
literario. La enseñanza, la bibliografía, la
compilación, la investigación deben mucho a humanistas
extranjeros nacionalizados o integrados a la vida del país
hace años, como Pedro Grases, Manuel Pérez Vila,
Segundo Serrano Poncela, Juan David García Bacca, y otros
muchos fallecidos, como Federico Riu, Agustín Millares
Carlo, Edoardo Crema, Juan Nuño y Ángel
Rosenblat.
Igualmente, sobresalen los trabajos de Eduardo Arroyo
Lameda, Mario Briceño Iragorry, Laureano
Vallenilla Lanz, Pedro Manuel Arcaya y Augusto Mijares. Entre
los escritores de los sesenta sobresalen José Francisco
Sucre y Ludovico Silva. Guillermo Sucre y Francisco Rivera pueden
ser distinguidos como los mejores ensayistas actuales sobre
literatura.
La literatura hispanoamericana se hizo autónoma
de la española durante este periodo (1823) gracias a los
trabajos de Andrés Bello, porque él lo llenó
todo con su obra intelectual, la cual traza el sendero que iba a
recorrer esta literatura naciente y emancipada. Sin embargo,
durante la etapa bélica (1810-1826) predomina la
literatura de orientación política, cuya gran
figura para Venezuela, sin duda alguna, fue Simón
Bolívar, quien, además de ser el Libertador de
Venezuela, fue también un escritor epistolar, orador,
periodista y orientador de lo que sería la
independencia.
Textos suyos como La carta de
Jamaica (1815), un ensayo
vertido dentro de la forma epistolar, o el Discurso de
Angostura (1819), composición ensayista para ser
leída en voz alta, están considerados entre sus
textos más significativos. Poetas menores concibieron
obras de combate, o canciones patrióticas, que los
compositores musicaron y llenan la atmósfera de aquel
periodo de emergencia.
Será dentro del romanticismo
cuando la literatura venezolana logre sus primeras obras
significativas. En poesía brillan los nombres de
José Antonio Maitín, el primer poeta
romántico, y Antonio Pérez Bonalde (1846-1892),
quien logra una plena expresión romántica,
convirtiéndose así en el escritor mayor de esa
escuela. En
prosa, la novela da sus
primeros pasos, pero no logrará desarrollarse hasta
finales de siglo, pese a que la primera publicada, Los
mártires (1842) de Fermín Toro, sea una obra de los
años cuarenta.
Al mismo tiempo la
literatura vive el periodo costumbrista, que será el
puente que conduzca a la expresión nacional en la novela,
cosa que se encuentra en Zárate (1882), de Eduardo Blanco
(1838-1912); en Peonía (1890), de Manuel Vicente Romero
García —obra considerada el símbolo por
excelencia del criollismo venezolano—, y en Todo un pueblo
(1899), de Miguel Eduardo Pardo. En prosa crítica, durante este periodo, hay que
citar a los grandes humanistas de la República; la mayor
parte de ellos fueron además de ensayistas penetrantes
críticos literarios. Los nombres de Fermín Toro,
Cecilio Acosta, Juan Vicente González y Amenodoro Urdaneta
(1829-1905), crítico literario, autor de Cervantes y la
crítica (1877), son esenciales en este momento.
Durante el modernismo hispanoamericano (1882-1916),
desde la publicación del Ismaelillo (1882) de José
Julián Martí
hasta la muerte de
Rubén
Darío (1867-1916), Venezuela aportó su
contribución. Y lo hizo más por el camino de la
prosa que de la poesía. De ahí que haya que
comenzar citando al gran maestro de la prosa modernista, Manuel
Díaz Rodríguez: novelista, cuentista, orador,
ensayista, crítico, gran esteta de la palabra de todo el
continente; no se podría dejar de mencionar a Pedro Emilio
Coll, ensayista, pensador, cuentista, o al gran satírico
de la novela: Rufino Blanco Fombona (1874-1944), polígrafo
de esa generación.
Durante el proceso del
modernismo se hicieron presentes tanto el positivismo
como el criollismo. El primero dio ensayistas de la calidad de
José Gil Fortoul o un crítico de la perspicacia de
Luis López Méndez. Siguiendo las estéticas
de su época compuso el mismo Gil Fortoul su novela
Julián (1888). El criollismo se desarrolló en
paralelo al modernismo. Su figura mayor es la del cuentista Luis
Manuel Urbaneja Alchelpohl, considerado el padre del
género en la literatura venezolana; en poesía la
figura central del criollismo fue Francisco Lazo Martí,
autor de la Silva criolla (1901). Los días finiseculares
tuvieron en los críticos Julio Calcaño (1840-1918),
Gonzalo Picón Febres (1860-1918) y Jesús Semprum
sus mejores exponentes.
La primera generación literaria que se dio en el
siglo XX fue la de "La alborada" (1909), y Rómulo Gallegos
es su figura central. Coetáneo con ellos se
desarrolló el trabajo
novelístico de José Rafael Pocaterra (1889-1955),
cuyas narraciones están más cercanas al
naturalismo. Se le considera la figura esencial de la
narración corta venezolana por sus Cuentos
grotescos (1922); sus novelas Vidas
oscuras (1916) y La casa de los Abila (1946) se encuentran entre
las mejores que escribió. Contemporánea suya fue
Teresa de la Parra, quien noveló en sus dos únicos
libros, Ifigenia (1924) y Memorias de
Mamá Blanca (1929), el carácter marginal en que
vivía la mujer
venezolana y memoró el fin de un universo
vivencial. Durante este mismo periodo, finales de la
década de 1920, Rómulo Gallegos llevó a la
madurez la novela venezolana a través de Doña
Bárbara (1929), Cantaclaro (1934) y Canaima
(1935).
La poesía del mismo periodo la encabezaron los
miembros de la generación de 1918. Entre ellos se destacan
las obras de Fernando Paz Castillo (1893-1981), José Ramos
Sucre y Andrés Eloy Blanco. Como una isla quedó uno
de los fundadores de la modernidad poética: Salustio
González Rincones. Durante este periodo la mujer
insurgió en el dominio de la
literatura. La lección de Teresa de la Parra fue seguida
por singulares poetas como Enriqueta Arvelo Larriva (1886-1963),
Luisa del Valle Silva (1902-1962), Mercedes Bermúdez de
Belloso (1915- ) y una pléyade de narradoras cuya
principal figura es Antonia Palacios. Rafael Angarita Arvelo
(1898-1971), sistematizador del sendero de la novela, y Julio
Planchart (1885-1948) se contaron entre los más hondos
intérpretes del fenómeno literario en esos
días.
La vanguardia se impuso en Venezuela en torno a 1928 con
la publicación del número uno y único de la
revista Válvula. Pese a ello, ya Antonio Arraíz
(1903-1962) había abierto el sendero con su poemario
Áspero (1924). Miguel Otero Silva (1908-1985) y Pablo
Rojas Guardia (1909-1978) se contaron entre sus poetas más
influyentes.
En la ficción narrativa Julio Garmendia
había abierto el sendero del tratamiento fantástico
de la narración corta con La tienda de muñecos
(1927). Al año siguiente Arturo Uslar Pietri
ofreció otro modelo de
renovación a través de Barrabás y otros
relatos (1928) con el cual inició una de las obras
centrales del cuento
venezolano.
Poco después, Uslar Pietri enriqueció la
novela con Las lanzas coloradas (1931). A él siguieron
novelistas que dejaron su impronta en la narrativa mayor, como
Enrique Bernardo Núñez con Cubagua (1931),
Guillermo Meneses con El falso cuaderno de Narciso Espejo (1953),
Miguel Otero Silva con Casas muertas (1954) o La piedra que era
Cristo (1984) o Ramón Díaz Sánchez con Mene
(1936) y Cumboto (1950). Durante este mismo periodo pudieron
leerse los primeros ensayos de
Mario Briceño Iragorry, Augusto Mijares, Mariano
Picón Salas y del propio Uslar Pietri.
En 1936, terminada la dictadura
(1908-1935) de Juan Vicente Gómez (1857-1935), se
inició un nuevo periodo político en el país.
Éste tuvo también su impronta literaria. Se
expresó primero en el decir poético del grupo
literario Viernes (1939), el cual trajo nuevos aires más
contemporáneos a la poesía. Su figura central fue
el poeta Vicente Gerbasi. No puede dejarse de señalar la
significación que tuvo también el poeta Luis
Fernando Álvarez. Críticos como el alemán
Ulrich Leo (1890-1964) o el erudito español
Pedro Grases (1909) se sumaron a la aventura de los viernistas.
El primero propuso los puntos de vista críticos para
interpretar la estética de Viernes.
Durante este mismo tiempo se hizo sentir el magisterio
crítico del profesor
Eduardo Crema (1892-1974) e inició su labor de
intérprete de las letras venezolanas Luis Beltrán
Guerrero. También a finales de la década de 1930
hizo su aparición el poeta y crítico Juan Liscano.
Su obra poética es de las más singulares de la
aventura creadora venezolana. Gran animador del debate
cultural a partir de 1936, ha sido el poeta y comentarista
Pascual Venegas Filardo (1911- ). El periodismo
literario tuvo su gran iniciador en José Ratto Ciarlo
(1904- ), creador en 1945 de la página de arte de El
Nacional.
En 1942 surgió el grupo de poetas que fue
bautizado con el nombre de ese año. Aedas significativos
como Juan Beroes, Ana Enriqueta (1918- ), Ida Gramcko, Luz
Machado y Luis Pastori forman parte de esta promoción.
En 1946 apareció el grupo Contrapunto, el cual,
si bien tuvo poetas como José Ramón Medina o Rafael
Pineda (1926), contribuyó a la mayoría de edad del
cuento. Entre sus cultores se cuentan verdaderos maestros, como
Gustavo Díaz Solís o Héctor Mújica
(1927- ). En esta promoción quien pugnó por innovar
la novela fue Andrés Mariño Palacio a través
de Los alegres desahuciados (1948). Sus Ensayos (1967) deben
considerarse como la exposición
de aquello que se propuso hacer a través de la prosa de
ficción, ya que él fue el crítico de esta
generación. Durante este mismo periodo hay que destacar la
obra ensayística de J.L. Salcedo-Bastardo (1926- ),
Guillermo Morón y los críticos Óscar
Sambrano Urdaneta, Alexis Márquez Rodríguez,
Efraín Subero (1931- ), Domingo Miliani y Orlando Araujo,
cuyas obras se conocieron a partir de las décadas de 1950
y 1960.
El gran cambio dentro
del decir poético se realizó en la década de
1950 a través del libro Elena y
los elementos (1951), del poeta Juan Sánchez
Peláez. En esa misma década los nombres de Rafael
José Muñoz y Alfredo Silva (1933) constituyen otros
hitos de la poesía, la cual se eslabonará luego con
la de los poetas de la década de 1960.
Los nombres de Juan Calzadilla, el primer poeta
verdaderamente urbano de la literatura venezolana, Ramón
Palomares, Guillermo Sucre, Rafael Cadenas, Francisco
Pérez Perdomo y Miyó Vestrini (1938-1991) forman el
cuadro esencial de este periodo. La renovación de la
narrativa será la obra de Salvador Garmendia a
través de Los pequeños seres (1959); Garmendia,
Adriano González León y Rodolfo Izaguirre
contribuyeron a un cambio en la perspectiva del narrar. En el
ensayo hay que nombrar a Elisa Lerner, a críticos como
Guillermo Sucre, Ludovico Silva (1937-1988), Francisco Rivera o
Arturo Uslar-Braum (1940-1991), ensayista singular.
La poesía de la década de 1960 la dominan
Eugenio Montejo y Luis Alberto Crespo; la de 1980, Yolanda
Pantín y Rafael Arraíz Lucca (1959- ); la
narrativa, figuras como José Balza, Francisco Massiani,
Luis Britto García, Denzil Romero, Guillermo Morón,
Gustavo Luis Carrera (1933- ), Ana Teresa Torres (1945- ), Laura
Antillano (1950- ) y Stefanía Mosca (1957- ); el ensayo,
Juan Carlos Santaella; y Víctor Bravo (1949- ) y Javier
Lasarte (1955- ), la crítica literaria.
Este trabajo de investigación
lo realizamos con el fin de conocer la historia de la Literatura
Venezolana, tan extensa e interesante, así como
también conocer a los ilustres representantes de todas las
tendencias existentes de la literatura: como la poesía, la
escritura, las novelas, etc.
La literatura propia de Venezuela, es tan antigua como
el país. Esperamos, que la investigación cumpla con
lo exigido.
www.monografias.com
http://www.logoscorp.com/oci/cultura8.htm
Fabiola Malave
Porlamar, 10 de Mayo de 2006