- Origen
- Historia
temprana - La época de
Justiniano - La querella
iconoclasta - La política
exterior - La política
religiosa - La decadencia del Imperio
(1056-1261) - La caída de
Constantinopla
El Imperio
Bizantino (llamado también, sobre todo para hacer
referencia a su etapa inicial, Imperio Romano de
Oriente) fue un Imperio cristiano medieval de cultura griega
cuya capital estaba
en Constantinopla o Bizancio (actual Estambul). Los
orígenes del Imperio Bizantino se remontan a la etapa
final del Imperio Romano. Inicialmente abarcaba todo el
Mediterráneo oriental, pero con el tiempo fue
sufriendo importantes reducciones territoriales.
No existe un consenso general en cuanto a la fecha de
inicio del Imperio Bizantino. Para algunos autores, la fecha
clave es la fundación de Constantinopla en el año
330, en tanto que otros estudiosos consideran como acta de
nacimiento del Imperio Bizantino la muerte de
Teodosio I, en 395, cuando el Imperio Romano fue definitivamente
dividido en dos mitades, oriental y occidental. Otros piensan que
puede hablarse con propiedad de
Imperio Bizantino a partir del momento en que fue depuesto el
último emperador romano de Occidente, Rómulo
Augústulo (476).
La desaparición del Imperio Bizantino se produjo
con la caída de Constantinopla en poder de los
turcos otomanos, en 1453. Sin embargo, la desaparición del
estado
bizantino no acabó con los sentimientos nacionalistas del
pueblo, ya que los actuales habitantes de Grecia se
consideran herederos de la tradición bizantina.
Los fundamentos de la Civilización Bizantina
son:
a) Lo Helenístico, esto es, el helenismo
parcialmente orientalizado, que se había extendido por
gran parte del mundo Mediterráneo tras las conquistas de
Alejandro
Magno. Tan importante es este pasado que el cronista Miguel
el Sirio (s. XII) dirá que el Imperio de Constantinopla,
que para él comienza con el reinado de Tiberio a fines del
siglo VI, es el Segundo Imperio griego, continuación del
primero, identificado con los antiguos reinos
helenísticos.
b) Lo Romano, ya que el Imperio de Bizancio es la
continuación del Imperio Romano, y a éste debe gran
parte de su organización política,
administrativa, militar y financiera. Los bizantinos siempre se
llamarán a sí mismos "romanos" -el término
"heleno", hasta el siglo X, es sinónimo de "pagano"-, y el
emperador será el "Basileus ton Romeion", es decir,
"emperador de los romanos". Tales denominaciones se
seguirán empleando aun en aquellas épocas en que el
dominio del
griego es total.
c) El Cristianismo,
sin el cual es imposible comprender el espíritu bizantino.
La religión
se vivía entonces con una intensidad y un misticismo
prácticamente incomprensibles actualmente, lo que explica
muchos rasgos de la Civilización Bizantina que parecen
chocantes hoy en día a una humanidad que ha confinado a un
rincón marginal de su existencia la experiencia de lo
sagrado. Bizancio, y esto constituye su genio, según
Dionisios Zakythinós, supo llevar a cabo una síntesis
entre lo helenístico, lo romano y lo cristiano; ello, por
ejemplo, moderó las formas despóticas y
absolutistas propias del Oriente. Este helenismo cristianizado se
tornará cada vez más "bizantino". Lo cristiano
estará siempre presente; en cuanto a los otros dos
factores, predominará uno u otro según el
período que se estudie.
Para asegurar el control del
Imperio Romano y hacer más eficiente su administración, Diocleciano, a finales del
siglo III, instituyó el régimen de gobierno conocido
como tetrarquía, dividiendo el imperio en dos mitades,
gobernadas por dos emperadores (augustos), cada uno de los cuales
llevaba asociado un "vice-emperador" y futuro heredero
(césar). Tras la abdicación de Diocleciano el
sistema
perdió su vigencia, y se abrió un período de
guerras
civiles que no concluyó hasta 324, cuando Constantino
unificó ambas partes del Imperio.
Constantino reconstruyó la ciudad de Bizancio
como nueva capital en 330. La llamó "Nueva Roma" pero se le
conoció popularmente como Constantinopla (en Griego
Κωνσταντινούπολις,
Constantinoúpolis). La nueva
administración tuvo su centro en la ciudad,
que gozaba de una envidiable situación estratégica
y estaba situada en el nudo de las más importantes rutas
comerciales del Mediterráneo oriental.
Constantino fue también el primer emperador en
adoptar el cristianismo, religión que fue incrementando su
influencia a lo largo del siglo IV y terminó por ser
proclamada por el emperador Teodosio I, a finales de dicha
centuria, religión oficial del Imperio.
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