Monografias.com > Religión
Descargar Imprimir Comentar Ver trabajos relacionados

Sentido del mal y del pecado




Enviado por Pedro Urbina



    1. Objetivos
    2. Contenido
    3. El pecado
    4. El dolor y la
      muerte
    5. Pasajes de la
      Biblia
    6. Conclusiones
    7. Bibliografía

    *Objetivos:

    – Identificar la relación- entre el pecado y los
    males.

    – Reconocer la realidad frente al mundo del
    mal.

    – Explicar el sentido de: las enfermedades, el dolor,
    la muerte,
    las catástrofes, el odio, el amor, la
    paz y el mal.

    – Conocer la opinión de la Iglesia y lo
    que afirma la Biblia sobre el tema.

    *Introducción

    Dios es infinitamente bueno
    y todas sus obras son buenas. Sin embargo, nadie escapa a
    la experiencia del sufrimiento, de los males de la naturaleza
    –que aparecen como ligados a los límites
    propios de las criaturas-, y sobre todo a la cuestión del
    mal moral.
    ¿De donde viene el mal? "Quaerebam unde malum et non erat exitus"
    ("Buscaba el origen del mal y no
    encontraba solución")
    dice S.
    Agustín (conf.7, 7.11), y su propia búsqueda
    dolorosa solo encontrara salida en su conversión al Dios
    vivo. Porque "el misterio de la iniquidad" (2 TS 2,7) solo se
    esclarece a la luz del "Misterio
    de la Piedad" (1 Tm 3,16). La revelación del amor divino en
    Cristo ha manifestado a la vez la extensión del mal y la
    sobreabundancia de la Gracia (cf Rm 5,20). Debemos, por tanto,
    examinar la cuestión del origen del mal fijando la mirada
    de nuestra fe en el que es su único vencedor (cf Lc 11,
    21-22; Jn 16. 11; 1 Jn 3,8).

    El cielo es el conjunto de todos los
    bienes sin
    mezcla de mal alguno. En el cielo los buenos viven
    con Dios eternamente felices. Este es el único sitio donde
    se puede ser del todo feliz. La felicidad del cielo es
    difícil que la comprendamos con nuestra mentalidad
    terrena. Incluso en este mundo la mayor felicidad es el amor. No
    precisamente el amor lujuria, sino el amor espiritual. Debido al
    mal presente en el mundo y a la libertad
    humana convertida casi ya en libertinaje, es que el mundo esta
    lleno de los males humanos.

    El hombre debe de
    recurrir a la felicidad humana sin esperar del otro
    nada….

    *Contenido

    Muchas veces tratamos de comprender el porqué de
    las desgracias humanas y cual es la intención de Dios
    sobre ellas. No entendemos el significado del odio y todos los
    malos sentimientos, debido a que el hombre
    busca la felicidad.

    El siguiente trabajo nos
    tratara de explicar la existencia de estos sobre el
    hombre, la definición de tentación y el mal sobre
    el mundo.

    Hay que tomar en cuenta las enseñanzas de Dios a
    través de la Sagrada Biblia, y la opinión de la
    Iglesia Católica a través del Catecismo de la
    Iglesia Católica.

    El grito humano de esperanza,
    que aunque a veces no se refleja en el hombre, es aquel que
    llama a un mundo de armonía y paz sin sentimiento de
    culpa, y sin odio y rencor; sin embargo el mundo actual refleja
    todo lo contrario. Actualmente el mundo refleja una envidia por
    el prójimo, un mundo en el que reina el placer y la
    satisfacción personal, un
    mundo en el que los valores
    la moral y la
    ética
    van de segunda mano.

    Esta es la realidad del mundo frente al
    mal que cada vez prolifera más y sigue
    haciéndolo, disminuyendo, a la vez que el mal aumenta, los
    que defienden a la bondad y disminuyendo también los
    seguidores de Cristo.

    *Y líbranos del
    mal
    : (Oración del
    Padre Nuestro –Catecismo Pág. 620- )

    La última petición a
    nuestro Padre está también contenida
    en la oración de Jesús: "No te pido que los retires
    del mundo, sino que los guardes del Maligno" (Jn 17, 15). Esta
    petición concierne a cada uno individualmente, pero
    siempre quien ora es el "nosotros", en comunión con toda
    la Iglesia y para la salvación de toda la familia
    humana. La Oración del Señor no cesa de abrirnos a
    las dimensiones de la Economía de la
    salvación. Nuestra interdependencia en el drama del pecado
    y de la muerte se
    vuelve solidaridad en el
    Cuerpo de Cristo, en "comunión con los santos" (cf RP
    16).

    En esta petición, el mal no es
    una abstracción, sino que designa una persona,
    Satanás, el Maligno, el ángel que se opone a
    Dios. El "diablo" ("dia-bolos") es aquél que "se
    atraviesa" en el designio de Dios y su obra de salvación
    cumplida en Cristo.

    "Homicida desde el principio, mentiroso y padre de la
    mentira" (Jn 8, 44), "Satanás, el seductor del mundo
    entero" (Ap 12, 9), es aquel por medio del cual el pecado y la
    muerte entraron en el mundo y, por cuya definitiva derrota, toda
    la creación entera será "liberada del pecado y de
    la muerte" (MR, Plegaria Eucarística IV). "Sabemos que
    todo el que ha nacido de Dios no peca, sino que el Engendrado de
    Dios le guarda y el Maligno no llega a tocarle. Sabemos que somos
    de Dios y que el mundo entero yace en poder del
    Maligno" (1 Jn 5, 18-19):

    El Señor que ha borrado vuestro pecado y
    perdonado vuestras faltas
    también os protege y os guarda contra las astucias del
    diablo que os combate para que el enemigo, que tiene la
    costumbre de engendrar la falta, no os sorprenda. Quien
    confía en Dios, no tema al demonio. "Si Dios está
    con nosotros, ¿quién estará contra
    nosotros? (Rm 8, 31) (S. Ambrosio, sacr. 5, 30).

    La victoria sobre el "príncipe de
    este mundo" (Jn 14, 30) se adquirió de una
    vez por todas en la hora en que Jesús se entregó
    libremente a la muerte para darnos su vida. Es el juicio de este
    mundo, y el
    príncipe de este mundo ha sido "echado abajo" (Jn 12,
    31; Ap 12, 11). "El se lanza en persecución de la Mujer" (cf Ap
    12, 13-16), pero no consigue alcanzarla: la nueva Eva, "llena de
    gracia" del Espíritu
    Santo es liberada del pecado y de la corrupción
    de la muerte (Concepción Inmaculada y Asunción de
    la santísima Madre de Dios, María siempre virgen).
    "Entonces despechado contra la mujer, se fue a
    hacer la guerra al
    resto de sus hijos" (Ap 12, 17). Por eso, el Espíritu y la
    Iglesia oran: "Ven, Señor Jesús" (Ap 22, 17.20), ya
    que su venida nos librará del Maligno.

    Al pedir ser liberados del
    Maligno, oramos igualmente para ser liberados de
    todos lo males presentes de los que él es autor o
    instigador. En esta última petición, la Iglesia
    presenta al Padre todas las desdichas del mundo. Con la
    liberación de todos los males que abruman a la humanidad,
    implora el don precioso de la paz y la gracia de la espera
    perseverante en el retorno de Cristo. Orando así, anticipa
    en la humildad de la fe la recapitulación de todos y de
    todo en Aquel que "tiene las llaves de la muerte y del Hades" (Ap
    1, 18), "el Dueño de Todo, Aquel que es, que era y que ha
    de venir" (Ap 1, 8; cf Ap 1, 4):

    Líbranos de todos
    los males Señor, y concédenos la paz en nuestros
    días, para que ayudados por tu misericordia, vivamos
    siempre libres de pecado y protegidos de toda
    perturbación, mientras esperamos la gloriosa venida de
    nuestro Salvador Jesucristo.

    Desarrollo temático

    El
    pecado

    *¿Qué es una
    tentación?

    – Es aquella falsa
    propuesta
    que el diablo nos hace para
    satisfacer una necesidad o un deseo, que sin embargo tiene como
    verdadero significado el perder la gracia.

    Es el Impulso o
    deseo, espontáneo o provocado
    que lleva
    a realizar algo malo. Persona o cosa que provoca que se tenga
    aquellos impulsos o deseos

    – Con el sentido general de «poner a
    prueba», tiene en la
    Biblia
    los siguientes significados

    a) Poner
    a prueba a Dios exigiendo de él una
    intervención extraordinaria Ésta es una
    actitud
    reprobable.

    b) Dios
    pone a prueba al hombre para ver si le es fiel; a veces Dios
    simplemente permite estas pruebas;
    en todo caso, Dios nunca tiene intenciones
    malévolas.

    c) La
    acción del espíritu del mal y
    sus colaboradores humanos en cuanto incitan a otros a la
    práctica del mal. Jesús, que quiso pasar por la
    prueba de la tentación, nos invita a orar para
    superarla.

    *¿Qué es el pecado?
    (CAIC)

    1.-El pecado es una falta contra la
    razón
    , la verdad, la conciencia recta;
    es faltar al amor verdadero para con Dios y para con el
    prójimo, a causa de un apego perverso a ciertos bienes.
    Hiere la naturaleza del hombre y atenta contra la solidaridad
    humana. Ha sido definido como "una palabra, un acto o un deseo
    contrarios a la ley eterna" (S.
    Agustín, Faust. 22, 27); S. Tomás de A., s. th.,
    1-2, 71,6).

    El pecado es una ofensa a Dios: "Contra ti, contra ti
    solo he pecado, lo malo a tus ojos cometí" (Sal 51,6). El
    pecado se levanta contra el amor que Dios nos tiene y aparta de
    El nuestros corazones. Como el primer pecado, es una
    desobediencia, una rebelión contra Dios por el deseo de
    hacerse "como dioses", pretendiendo conocer y determinar el bien
    y el mal (Gn 3, 5). El pecado es así "amor de sí
    hasta el desprecio de Dios" (S. Agustín, civ. 1, 14, 28).
    Por esta exaltación orgullosa de sí, el pecado es
    diametralmente opuesto a la obediencia de Jesús que
    realiza la salvación (cf Flp 2,6-9).

    En la Pasión, la misericordia de Cristo vence al
    pecado. En ella, es donde éste manifiesta mejor su
    violencia y su
    multiplicidad: incredulidad, rechazo y burlas por parte de los
    jefes y del pueblo, debilidad de Pilato y crueldad de los
    soldados, traición de Judas tan dura a Jesús,
    negaciones de Pedro y abandono de los discípulos. Sin
    embargo, en la hora misma de las tinieblas y del príncipe
    de este mundo (cf Jn 14, 30), el sacrificio de Cristo se
    convierte secretamente en la fuente de la que brotará
    inagotable el perdón de nuestros pecados.

    2.-El pecado es la ruptura voluntaria
    de la comunión con Dios
    ; la Biblia
    designa de múltiples maneras esta ruptura:
    rebelión, iniquidad, injusticia, trasgresión,
    desobediencia, culpa, ofensa, deuda, delito, etc. La
    Biblia se hace eco de una serie de pecados-tipo, el de la primera
    pareja humana, el de Caín, el de la generación del
    diluvio, el de los constructores de la torre de Babel, el de
    Israel durante su
    estancia en el Sinaí, el pecado de idolatría
    cometido por Salomón y sus sucesores. El pecado, al que
    todos están sometidos y del que sólo Dios puede
    librarnos, acarrea al hombre desastrosas consecuencias}
    maldiciones, sujeción a los bajos instintos, enfermedades
    y sufrimientos de todo tipo, una muerte rodeada de angustias y,
    en última instancia, la exclusión del reino de
    Dios. Pero Jesús, que «se hizo pecado» por
    nosotros, nos ha liberado del pecado y de sus
    consecuencias.

    3.-El pecado es una
    palabra
    , pensamiento,
    acto, deseo u omisión contrarios a la ley de Dios.
    ¿Lesiona el pecado la naturaleza del
    hombre? Sí, el pecado es una ofensa a Dios
    que lesiona la naturaleza del hombre, y además atenta
    contra la solidaridad humana.

    *Diversidad del pecado (CAIC)

    La variedad de pecados es grande. La Escritura
    contiene varias listas. La carta a los
    Gálatas opone las obras de la carne al fruto del
    espíritu: "Las obras de la carne son conocidas:
    fornicación, impureza, libertinaje, idolatría,
    hechicería, odios, discordia, celos, iras, rencillas,
    divisiones, disensiones, envidias, embriagüeces,
    orgías y cosas semejantes, sobre las cuales os prevengo
    como ya os previne, que quienes hacen tales cosas no
    heredarán el Reino de Dios".

    Se pueden distinguir los pecados según su objeto,
    como en todo acto humano, o según las virtudes a las que
    se oponen, por exceso o por defecto, o según los
    mandamientos que quebrantan. Se los puede agrupar también
    según se refieran a Dios, al prójimo o a sí
    mismo; se los puede dividir en pecados espirituales y carnales, o
    también en pecados de pensamiento, palabra, acción
    u omisión. La raíz del pecado está en el
    corazón
    del hombre, en su libre voluntad, según la enseñanza del Señor: "De dentro del
    corazón salen las intenciones malas, asesinatos,
    adulterios, fornicaciones, robos, falsos testimonios, injurias.
    Esto es lo que hace impuro al hombre" (Mt 15, 19-20). En el
    corazón reside también la caridad, principio de las
    obras buenas y puras, a la que hiere el pecado.

    Conviene valorar los pecados según su
    gravedad
    . La distinción entre pecado mortal y venial,
    perceptible ya en la escritura (cf 1 Jn 5, 16-17) se ha impuesto en la
    tradición de la Iglesia. La experiencia de los hombres la
    corroboran.

    El pecado mortal
    destruye la caridad en el corazón del hombre por una
    infracción grave de la Ley de Dios; aparta al hombre de
    Dios, que es su fin último y su bienaventuranza,
    prefiriendo un bien inferior.

    El pecado venial
    deja subsistir la caridad, aunque la ofende y la
    hiere.

    El pecado mortal,
    que ataca en nosotros el principio vital que es la caridad,
    necesita una nueva iniciativa de la misericordia de Dios y una
    conversión del corazón que se realiza
    ordinariamente en el marco del sacramento de la
    Reconciliación:

    Cuando la voluntad se dirige a una cosa de suyo
    contraria a la caridad por la que estamos ordenados al fin
    último, el pecado, por su objeto mismo, tiene causa para
    ser mortal… sea contra el amor de Dios, como la
    blasfemia, el perjurio, etc., o contra el amor al
    prójimo, como el homicidio, el
    adulterio,
    etc.… En cambio,
    cuando la voluntad del pecador se dirige a veces a una cosa que
    contiene en sí un desorden, pero que sin embargo no es
    contraria al amor de Dios y del prójimo, como una
    palabra ociosa, una risa superflua, etc., tales pecados son
    veniales (S. Tomás de A., s. th. 1-2, 88, 2).

    Para que un pecado sea mortal se requieren
    tres condiciones: "Es pecado mortal lo que tiene como objeto una
    materia grave
    y que, además, es cometido con pleno conocimiento y
    deliberado consentimiento" (RP 17).

    La materia grave es precisada por los Diez
    Mandamientos según la respuesta de Jesús al joven
    rico: "No mates, no cometas adulterio, no robes, no levantes
    testimonio falso, no seas injusto, honra a tu padre y a tu madre"
    (Mc 10, 19). La gravedad de los pecados es mayor o menor: un
    asesinato es más grave que un robo. La cualidad de las
    personas lesionadas cuenta también: la violencia ejercida
    contra los padres es más grave que la ejercida contra un
    extraño.

    El pecado mortal
    requiere plena conciencia y entero consentimiento.
    Presupone el
    conocimiento del carácter pecaminoso del acto, de su
    oposición a la Ley de Dios. Implica también un
    consentimiento suficientemente deliberado para ser una
    elección personal. La ignorancia afectada y el
    endurecimiento del corazón (cf Mc 3, 5-6; Lc 16, 19-31) no
    disminuyen, sino aumentan, el carácter voluntario del
    pecado.

    La ignorancia involuntaria puede disminuir, si no
    excusar, la imputabilidad de una falta grave, pero se supone que
    nadie ignora los principios de la
    ley moral que están inscritos en la conciencia de todo
    hombre. Los impulsos de la sensibilidad, las pasiones pueden
    igualmente reducir el carácter voluntario y libre de la
    falta, lo mismo que las presiones exteriores o los trastornos
    patológicos. El pecado más grave es el que se
    comete por malicia, por elección deliberada del
    mal.

    El pecado mortal es
    una posibilidad radical de la libertad humana como lo es
    también el amor. Entraña la pérdida de la
    caridad y la privación de la gracia santificante, es
    decir, del estado de
    gracia. Si no es rescatado por el arrepentimiento y el
    perdón de Dios, causa la exclusión del Reino de
    Cristo y la muerte eterna del infierno; de modo que nuestra
    libertad tiene poder de hacer elecciones para siempre, sin
    retorno. Sin embargo, aunque podamos juzgar que un acto es en
    sí una falta grave, el juicio sobre las personas debemos
    confiarlo a la justicia y a
    la misericordia de Dios.

    Se comete un pecado venial cuando no se observa
    en una materia leve la medida prescrita por la ley moral, o
    cuando se desobedece a la ley moral en materia grave, pero sin
    pleno conocimiento o sin entero consentimiento.

    El pecado venial
    debilita la caridad; entraña un afecto desordenado a
    bienes creados; impide el progreso del alma en el
    ejercicio de las virtudes y la práctica del bien moral;
    merece penas temporales. El pecado venial deliberado y que
    permanece sin arrepentimiento, nos dispone poco a poco a cometer
    el pecado mortal. No obstante, el pecado venial no nos hace
    contrarios a la voluntad y la amistad divinas;
    no rompe la Alianza con Dios. Es humanamente reparable con la
    gracia de Dios. "No priva de la gracia santificante, de la
    amistad con Dios, de la caridad, ni por tanto, de la
    bienaventuranza eterna" (RP 17).

    El hombre mientras permanece en la carne, no puede
    evitar todo pecado, al menos los pecados leves. Pero estos
    pecados, que llamamos leves, no los consideres poca cosa: si los
    tienes por tales cuando los pesas, tiembla cuando los cuentas. Muchos
    objetos pequeños hacen una gran masa; muchas gotas de
    agua llenan un
    río. Muchos granos hacen un montón.
    ¿Cuál es entonces nuestra esperanza? Ante todo, la
    confesión… (S. Agustín, ep. Jo.
    1,6).

    "El que blasfeme contra el
    Espíritu Santo
    no tendrá
    perdón nunca, antes bien será reo de pecado eterno"
    (Mc 3, 29; cf Mt 12, 32; Lc 12,10). No hay límites a la
    misericordia de Dios, pero quien se niega deliberadamente a
    acoger la misericordia de Dios mediante el arrepentimiento
    rechaza el perdón de sus pecados y la salvación
    ofrecida por el Espíritu Santo (cf DeV 46). Semejante
    endurecimiento puede conducir a la condenación final y a
    la perdición eterna.

    *El pecado original (CAIC)

    El hombre, tentado por el diablo, dejo morir en su
    corazón la confianza hacia su creador (cf Gn 3, 1-11) y,
    abusando de su libertad, desobedeció al mandamiento de Dios.
    En esto consistió el primer pecado del hombre (cf Rm
    5, 19). En adelante, todo pecado será una desobediencia a
    Dios y una falta de confianza en su bondad.

    En este pecado, el
    hombre se prefirió a sí mismo en lugar de
    Dios
    , y por ello despreció a Dios: hizo
    elección de sí mismo contra Dios, contra las
    exigencias de su estado de criatura y, por tanto, contra su
    propio bien. El hombre, creado en un estado de santidad, estaba
    destinado a ser plenamente "divinizado" por Dios en la gloria.
    Por la seducción del diablo quiso "ser como Dios" (cf Gn
    3, 5), pero "sin Dios, antes que Dios y no según Dios" (S.
    Máximo Confesor, ambig.).

    La Escritura muestra las
    consecuencias dramáticas de esta primera
    desobediencia. Adán y
    Eva
    pierden inmediatamente la gracia de la
    santidad original (cf Rm 3, 23). Tienen miedo de Dios (cf Gn 3,
    9-10) de quien han concebido una falsa imagen, la de un
    Dios celoso de sus prerrogativas (cf GN 3, 5).

    La armonía en la que se encontraban, establecida
    gracias a la justicia original, queda destruida; el dominio de las
    facultades espirituales del alma sobre el cuerpo se quiebra (cf Gn 3,
    7); la unión entre el hombre y la mujer es sometida a
    tensiones (cf Gn 3, 11-13); sus relaciones estarán
    marcadas por el deseo y el dominio (cf Gn 3, 16). La
    armonía con la creación se rompe; la
    creación visible se hace para el hombre extraña y
    hostil (cf Gn 3, 17.19). A causa del hombre, la creación
    es sometida "a la servidumbre de la corrupción" (Rm 8,21). Por fin, la
    consecuencia explícitamente anunciada para el caso de
    desobediencia (cf Gn 2, 17), se realizara: el hombre
    "volverá al polvo del que fue formado" (Gn 3, 19). La
    muerte hace su entrada en la historia de la humanidad (cf
    Rm 5, 12).

    Desde este primer pecado, una verdadera
    invasión de pecado inunda el mundo: el fratricidio
    cometido por Caín en Abel (cf GN 4, 3-15); la
    corrupción universal, a raíz del pecado (cf Gn 6,
    5.12; Rm 1, 18-32); en la historia de Israel, el pecado se
    manifiesta frecuentemente, sobre todo como una infidelidad al
    Dios de la Alianza y como trasgresión de la Ley de
    Moisés; e incluso tras la Redención de Cristo,
    entre los cristianos, el pecado se manifiesta de múltiples
    maneras (cf 1Co 1-6; Ap 2-3). La Escritura y la Tradición
    de la Iglesia no cesan de recordar la presencia y la
    universalidad del pecado en la historia del hombre:

    Lo que la Revelación Divina nos enseña
    coincide con la misma experiencia. Pues el hombre, al examinar su
    corazón, se descubre también inclinado al mal e
    inmerso en muchos males que no pueden proceder de su Creador, que
    es bueno. Negándose con frecuencia a reconocer a Dios como
    su principio, rompió además el orden debido con
    respecto a su fin último y, al mismo tiempo, toda
    su ordenación en relación consigo mismo, con todos
    los hombres y con todas las cosas creadas (GS 13,1).

    Todos los hombres están
    implicados en el pecado de Adán.
    S.
    Pablo lo afirma: "Por la desobediencia de un solo hombre, todos
    fueron constituidos pecadores" (Rm 5, 19): "Como por un solo
    hombre entró el pecado en el mundo y por el pecado la
    muerte y así la muerte alcanzó a todos los hombres,
    por cuanto todos pecaron…" (Rm 5, 12). A la universalidad
    del pecado y de la muerte, el apóstol opone la
    universalidad de la salvación de Cristo: "Como el delito
    de uno solo atrajo sobre todos los hombres la condenación,
    así también la obra de justicia de uno solo (la de
    Cristo) procura a todos una justificación que da la vida"
    (Rm 5, 18).

    Siguiendo a S. Pablo, la Iglesia ha enseñado
    siempre que la inmensa miseria que oprime a los hombres y su
    inclinación al mal y a la muerte no son comprensibles sin
    su conexión con el pecado de Adán y con el hecho de
    que nos ha transmitido un pecado con que todos nacemos afectados
    y que es "muerte del alma" (Cc. De Trento: DS 1512). Por esta
    certeza de fe, la Iglesia concede el Bautismo para la
    remisión de los pecados incluso a los niños
    que no han cometido pecado personal (Cc. De Trento: DS
    1514).

    ¿Cómo el pecado de Adán vino a ser
    el pecado de todos sus descendientes? Todo el género
    humano es en Adán "sicut unun corpus unius hominis" ("Como
    el cuerpo único de un único hombre", S.
    Tomás de A., mal. 4,1). Por esta "unidad del género
    humano", todos los hombres están implicados en la justicia
    de Cristo. Sin embargo, la transmisión del pecado original
    es un misterio que no podemos comprender plenamente. Pero sabemos
    por la Revelación que Adán y Eva cometen un pecado
    personal, pero este pecado afecta a la naturaleza
    humana, que transmitirán en un estado caído (cf
    Cc. De Trento: DS 1511-1512). Es un pecado que será
    transmitido por propagación a toda la humanidad, es decir,
    por la transmisión de una naturaleza privada de la
    santidad y de la justicia originales. Por eso, el pecado original
    es llamado "pecado" de manera análoga: es un pecado
    "contraído", "no cometido", un estado y no un
    acto.

    Aunque propio de cada uno (cf Cc. De Trento: DS 1513),
    el pecado original no tiene, en ningún descendiente de
    adán, un carácter de falta personal. Es la
    privación de la santidad y de la justicia originales, pero
    la naturaleza humana no está totalmente corrompida:
    está herida en sus propias fuerzas naturales, sometida a
    la ignorancia, al sufrimiento y al imperio de la muerte e
    inclinada al pecado (esta inclinación al mal es llamada
    "concupiscencia").

    El Bautismo, dando la vida de la gracia de Cristo, borra
    el pecado original y devuelve el hombre a Dios, pero las
    consecuencias para la naturaleza, debilitada e inclinada al mal,
    persisten en el hombre y lo llaman al combate
    espiritual.

    La doctrina de la Iglesia sobre la transmisión
    del pecado original fue precisada sobre todo en el siglo V, en
    particular bajo el impulso de la reflexión de S.
    Agustín contra el pelagianismo, y en el siglo XVI, en
    oposición a la Reforma protestante: Pelagio
    sostenía que el hombre podía, por la fuerza natural
    de su voluntad libre, sin la ayuda necesaria de la gracia de
    Dios, llevar una vida moralmente buena: así reducía
    la influencia de la falta de Adán a la de un mal ejemplo.
    Los primeros reformadores protestantes, por el contrario,
    enseñaban que el hombre estaba radicalmente pervertido y
    su libertad anulada por el pecado de los orígenes;
    identificaban el pecado heredado por cada hombre con la tendencia
    al mal ("concupiscentia"), que sería insuperable. La
    Iglesia se pronunció especialmente sobre el sentido del
    dato revelado respecto al pecado original en el II Concilio de
    Orange en el año 529 (cf DS 371-372) y en el Concilio de
    Trento, en el año 1546 (cf DS 1510-1516).

    Adán y Eva
    en el Paraíso

    *La proliferación del pecado
    (CAIC)

    El pecado crea una facilidad para el
    pecado
    , engendra el vicio por la
    repetición de actos. De ahí resultan inclinaciones
    desviadas que oscurecen la conciencia y corrompen la
    valoración concreta del bien y del mal. Así el
    pecado tiende a reproducirse y a reforzarse, pero no puede
    destruir el sentido moral hasta su raíz.

    Los vicios pueden ser catalogados según las
    virtudes a que se oponen, o también pueden ser referidos a
    los pecados capitales que la experiencia cristiana ha
    distinguido siguiendo a S. Juan Casiano y a S. Gregorio Magno
    (mor. 31, 45). Son llamados capitales porque generan otros
    pecados, otros vicios. Son la soberbia, la avaricia, la envidia,
    la ira, la lujuria, la gula, la pereza.

    La tradición catequética recuerda
    también que existen "pecados que claman al cielo".
    Claman al cielo: la sangre de Abel
    (cf Gn 4, 10); el pecado de los sodomitas (cf Gn 18, 20; 19, 13);
    el clamor del pueblo oprimido en Egipto (cf Ex
    3, 7-10); el lamento del extranjero, de la viuda y el
    huérfano (cf EX 22, 20-22); la injusticia para con el
    asalariado (cf DT 24, 14-15; Jc 5, 4).

    El pecado es un acto personal. Pero
    nosotros tenemos una responsabilidad en los pecados cometidos por otros
    cuando cooperamos a ellos:

    – Participando directa y voluntariamente;

    – Ordenándolos, aconsejándolos,
    alabándolos o aprobándolos;

    – No revelándolos o no impidiéndolos
    cuando se tiene obligación de hacerlo;

    – Protegiendo a los que hacen el mal.

    Así el pecado convierte a los hombres en
    cómplices unos de otros
    , hace reinar en ellos la
    concupiscencia, la violencia y la injusticia. Los pecados
    provocan situaciones sociales e institucionales contrarias a la
    voluntad divina. Las "estructuras
    del pecado" son expresión y efecto de los pecados
    personales. Inducen a sus víctimas a cometer a su vez el
    mal. En un sentido analógico constituyen un "pecado
    social" (cf RP 16).

    El dolor y la
    muerte

    *Que es el dolor

    El dolor
    físico
    es aquel que nos permite
    percatarnos si algo anda mal, o algo nos hace daño,
    en cambio el dolor
    espiritual
    es aquel sentimiento por el cual
    nos causa un malestar en el alma y en el espíritu
    acompañado por la conciencia que nos advierte que algo
    anda mal con el alma y con nosotros mismos.

    El dolor
    físico
    tan solo se manifiesta en lo
    material y el dolor espiritual nos permite valorar lo material y
    lo espiritual, como el amor y otros sentimientos. Es una realidad
    natural, consecuencia inevitable de la limitación de toda
    criatura. Históricamente sin embargo, en lo que tiene de
    duro y mortificante para el hombre, es al mismo tiempo efecto del
    pecado e instrumento querido por Dios para expiar y redimir los
    pecados y para que individuo y
    comunidad se
    conviertan en frutos maduros para la salvación.

    La Biblia habla del
    hambre y de la sed como máximos indicadores de
    una situación de sufrimiento y de infelicidad. De
    ahí que el sagrado deber de ayudar al hermano se
    signifique básicamente con el gesto de dar pan y agua. De
    ahí también que el hambre y la sed simbolicen muy
    apropiadamente la absoluta necesidad que el hombre tiene de Dios.
    Por lo demás, sólo Dios puede y quiere saciar esa
    hambre y apagar esa sed.

    La Biblia constata
    tanto los efectos nocivos de la tristeza como las
    múltiples causas de la misma. Pero, sobre todo resalta la
    relación tristeza-pecado. Una relación que puede
    ser negativa en cuanto la tristeza se manifiesta como signo y
    efecto del pecado o positiva en cuanto la tristeza por el pecado
    conduce a la conversión. En todo caso, más
    allá de la tristeza, en la perspectiva bíblica
    está siempre la esperanza y la alegría. Por eso
    Jesucristo, que quiso compartir las tristezas humanas, anuncia
    para los suyos una definitiva victoria sobre la
    tristeza.

    *Que es la muerte

    La muerte es
    el comienzo de una nueva vida y a la vez el fin de otra: la
    humana Esta nos permite valorar mejor la vida y la importancia de
    esta. La Biblia habla de dos clases de muerte la física-biológica y la
    espiritual.

    a) La
    muerte física es el acabamiento del hombre en cuanto ser
    terreno. Se trata de un destino que afecta a todos los hombres;
    sólo Dios conoce el momento, mientras que el hombre lo
    ignora por completo. La muerte física tal como hoy
    acontece, entre angustias e incertidumbres, es consecuencia del
    pecado del hombre. Dios puede liberarnos de esta muerte, tanto
    manteniéndola de momento alejada de nosotros como sobre
    todo venciéndola mediante un proceso de
    resurrección e inmortalidad. Esta victoria sobre la
    muerte alcanza su punto culminante en Jesucristo, que la
    anticipa ya en su vida mortal a través de sus milagros,
    la verifica en su propio cuerpo resucitado y la comparte con la
    nueva humanidad redimida por él.

    b) La
    muerte espiritual es la situación de lejanía de
    Dios en cuanto Dios es vida y fuente de vida. Durante la
    existencia terrena del hombre, esta muerte espiritual se
    materializa en el hecho del pecado, que, si no se elimina
    oportunamente, acarrea la ruptura definitiva de la
    comunión con Dios o «segunda muerte». Esta
    muerte-lejanía de Dios, temporal o definitiva, causada
    por el pecado, había sido intuida por los profetas; los
    autores del NT se refieren expresamente a ella. También,
    y sobre todo, de esta muerte " lo mismo que de la muerte
    físico-biológica " nos libera Cristo.

    Pasajes de la
    Biblia

    *Curación de un ciego de nacimiento (Juan 9,
    1-12).

    Al pasar, Jesús vio a un hombre que era ciego de
    nacimiento. Sus discípulos le preguntaron: «Maestro,
    ¿quién ha pecado para que esté ciego:
    él o sus padres?» Jesús respondió:
    «Esta cosa no es por haber pecado él o sus padres,
    sino para que unas obras de Dios se hagan en él, y en
    forma clarísima. Mientras es de día tenemos que
    hacer la obra del que me ha enviado; porque vendrá la
    noche, cuando nadie puede trabajar. Mientras estoy en el mundo,
    soy la luz del mundo.»

    * "Para que se manifiesten en él
    las obras de Dios".

    La pregunta que le hacen los discípulos supone
    que ellos también participaban de la opinión
    general que los judíos
    tenían sobre las desgracias que sucedían en una
    persona. Esas desgracias se consideraban como castigo por los
    pecados propios que esa persona había cometido, o como
    castigo por los pecados de sus padres que recaía sobre sus
    hijos.

    El Señor, en su respuesta, niega esa
    opinión. Conocemos que tanto el pecado de nuestros
    primeros padres, como los pecados personales de cada uno, son
    causa de las muchas desgracias que aquejan la humanidad; pero de
    ninguna manera quiere eso indicar que cualquier enfermedad,
    sufrimiento, desgracia personal, sea fruto de los pecados que esa
    persona haya podido cometer, y menos todavía que tenga
    como causa los pecados de sus padres.

    Si algo nos enseña Cristo con su doctrina y con
    su ejemplo, y sobre todo con su Pasión y Muerte, es que el
    dolor y el sufrimiento no suponen un castigo que Dios inflige a
    la persona por sus pecados, ni supone que Dios ha abandonado y no
    se preocupa ya de esa persona.

    Dios Padre permitió el tremendo sufrimiento de su
    hijo, a quien amaba infinitamente, porque a través de ese
    sufrimiento iba a manifestar al mundo su amor a los hombres y les
    iba a traer la saltación y redención de sus
    pecados. Dios permite el sufrimiento en cualquier hijo suyo con
    el fin de purificarlo más y más de sus apegos
    terrenales, para incrementar en él la fé y la
    confianza verdadera, y para que pueda unir sus sufrimientos a los
    sufrimientos de Cristo en su Pasión, y así ser
    corredentor de los hombres. Como nos dice la palabra de Dios,
    todo lo que el Señor permite que suceda a los que le amen,
    es para su bien.

    En el caso concreto del
    ciego de nacimiento, el Señor pone otra motivación
    especial. A través del milagro que Cristo va a realizar
    con él, devolviéndole la vista, se pondrá de
    manifiesto la bondad y misericordia de Dios, y así Cristo
    hará que su Padre sea glorificado. Sentido trascendental
    en todos los milagros del Señor.

    * "¿Quién
    pecó: este o sus padres?"

    Los Israelitas estaban convencidos de que dondequiera
    que hubiera sufrimiento era porque allí había
    algún pecado. Ellos todavía no habían
    escuchado aquella formidable noticia de Jesús: "Mi Padre
    al árbol que más quiere lo poda, para que produzca
    más frutos", y no se imaginaban que el mal no es tanto un
    castigo, cuanto un medio para hacerse más personalidad y
    ganar más premio para el Reino de Dios.

    ¿Será por culpa de sus padres?. Los
    judíos sabían muy bien de memoria aquella
    terrible amenaza repetida tantas veces en la Sagrada Biblia: "Yo
    Dios, fuerte y celoso, castigo la maldad de los padres,
    también en sus hijos, hasta la tercera y cuarta
    generación" (Ex. 20, Ex. 34). Hay algo que siempre debemos
    tener presente: que ninguna persona obra jamás solamente
    para sí misma. Que cuando una persona hace una obra buena
    eleva el mundo; pero cuando peca, pone en movimiento una
    serie de malas consecuencias que durarán por mucho
    tiempo.

    ¿Para qué estaba enfermo este
    hombre?
    . Jesús no se detuvo a explicar la
    relación entre el pecado y el sufrimiento, sino que les
    explicó muy claro para qué estaba enfermo este
    hombre: para que se diera la posibilidad de poner de manifiesto
    lo que puede hacer Dios en favor a favor de los que lo
    aman.

    Este es un caso repetido millones de veces cada
    día. Las personas que sufren, presentan a Dios una
    formidable oportunidad de manifestar su poder, su gloria y su
    compasión. Cuando las y tragedias y problemas caen
    sobre una persona que no tien fé, esa persona puede
    desintegrarse. Pero cuando caen sobre alguien que cree
    firmemente, ponen de manifiesto los heroísmos y la nobleza
    que se encuentran en un corazón que ama el
    Señor.

    *La historia del Santo Job

    1.-El poema de Job
    encabeza los libros de
    sabiduría de la Biblia. Es mucho más que una
    "historia", pues ahí se ponderan los grandes interrogantes
    de la condición humana. Las desventuras de Job, que,
    después de colmado por la existencia, se ve reducido a la
    más extrema miseria, no son más que un pretexto
    para llevarnos a reflexionar sobre lo insatisfactoria que es la
    vida del hombre en la tierra. El
    sufrimiento y la muerte no serían tan escandalosos si no
    hubiera el escándalo de la ausencia de Dios: él
    huye de nuestra mirada, y también se niega a hacer la
    justicia en nuestro mundo.

    No por casualidad Job es presentado como un hombre del
    país de Us, que no pertenece al pueblo de Dios. Job no
    conoce a Moisés ni a los profetas, así que puede
    hablar a nombre de la humanidad entera, y no solamente de los
    creyentes.

    Job no necesita más que de contemplar la
    creación para creer en Dios y su providencia, pero no ha
    visto a Dios, el que tampoco le ha hablado. Y por más que
    se reconozca a sí mismo como la obra de Dios, sus
    percances le dan para pensar. Se da cuenta de que solamente una
    explicación con su Creador le permitiría ubicarse
    en el lugar que le corresponde y, por más que busque esta
    apertura, no la encuentra.

    Las denuncias de Job son una manera de clamar a Dios con
    toda la fuerza de una esperanza insatisfecha y, al final, Dios
    tendrá que manifestarse.

    El punto de partida del libro de Job
    es un relato popular que encontramos en las primeras
    páginas y en las últimas (1,1-2,13 y 42,10-17): la
    historia del santo hombre Job. Yavé lo había puesto
    a prueba, quitándole todo, y a pesar de eso se
    había mantenido fiel. Al final, Dios le devolvía
    todos los bienes con creces.

    Esta moraleja podía parecer demasiado simple.
    Entonces un autor del que no conocemos el nombre volvió
    sobre el tema en los diálogos que ocupan los
    capítulos 3 al 41. Allí otro Job muy diferente al
    primero denuncia la condición humana, y sus tres amigos le
    oponen las respuestas de la sabiduría
    tradicional.

    2.- Job es un "hombre
    cabal
    , recto, que temía a Dios y se
    apartaba del mal" (1,1). Piadoso, rico y cabeza de una numerosa
    familia de
    cierto prestigio. Un día "en que los Hijos de Dios
    venían a presentarse ante Yahvé" (1,6), Dios
    pregunta a Satán qué opina de la rectitud de Job.
    Satán afirma que Job maldecirá a Dios si perdiese
    su riqueza, por lo que ambos acuerdan ponerle a prueba.
    Satán procede a despojar a Job de sus posesiones e incluso
    de sus hijos, y más tarde llena su cuerpo de llagas
    dolorosas en grado extremo. Con todo, Job se niega a maldecir a
    Dios. Tres de sus amigos, al tener noticia de sus pesares, llegan
    para confortarle, pero quedan aturdidos "y ninguno de ellos dijo
    una palabra, porque veían que el dolor era muy grande"
    (2,13).

    3.- La segunda
    sección
    , tras el primer castigo de
    Job (capítulo 3), consta de tres ciclos de discursos.
    Durante cada uno de ellos, sus tres amigos hablan por turno y Job
    les responde tres veces. El núcleo de los discursos de los
    tres amigos es que las desgracias y el sufrimiento de Job deben
    de ser el resultado de su iniquidad, motivo por el que los
    merece. Job, que proclama su inocencia con resolución,
    primero se irrita y acto seguido monta en cólera
    contra sus amigos por sus opiniones quizá injustificadas y
    frívolas. Con todo, sigue buscando una explicación
    para sus sufrimientos: "¡Oh! ¿Quién
    hará que se me escuche? Esta es mi última palabra:
    ¡respóndeme, Sadday!" (31,35).

    4.-La tercera
    sección
    consta de los discursos de
    Elihú. Su ira va dirigida contra Job "porque
    pretendía tener razón frente a Dios" (32,2) y
    "contra sus tres amigos, porque no habían hallado nada que
    replicar y de esa forma habían dejado mal a Dios" (32,3)
    Elihú sostiene que Job "a su pecado la rebeldía
    añade" (34,37) por cuestionar el juicio de Dios. Para
    fundamentar su alegación, dice que: "¡es Sadday!, no
    podemos alcanzarle. Grande en fuerza y equidad"
    (37,23).

    5,- En la cuarta
    sección
    , Dios habla desde el seno de
    la tempestad. Parece ignorar por completo el deseo que tiene Job
    de una explicación o justificación de sus
    sufrimientos. En cambio, humilla a Job y le desafía para
    que explique cómo fue creado el universo y
    cómo se encuentra ordenado. Al parecer, el "error" de Job
    es su presunción de que los caminos y la omnipotencia de
    Dios son aprehensibles por el ser humano. Con preguntas acaso
    irrelevantes (40,8), Dios refuta a Job y presenta su respuesta
    más directa a una pregunta que éste formulara en el
    pasado: "¿Qué es Sadday para que le sirvamos,
    qué podemos ganar con aplacarle?" (21,15). Reconociendo al
    fin que sus palabras han estado guiadas por la ignorancia y que
    lo máximo que podrá acercarse a Dios es a
    través de una visión de éste, Job se
    arrepiente (42,1-6).

    6.- En la última
    sección
    Dios refuta los argumentos de
    los tres amigos de Job (Elihú no aparece) porque "no
    habéis hablado con verdad de mí, como mi siervo
    Job" (42,7). Otorga a Job el doble de las riquezas y posesiones
    que tuviera en otro tiempo, le bendice con siete hijos y tres
    hermosas hijas y prolonga sus días. El epílogo, al
    igual que el prólogo, está compuesto en prosa, y
    allí es donde se refleja con mayor claridad el probable
    origen popular de los discursos poéticos.

    Conclusiones

    1.- Es cierto que algunas veces Dios permite el
    mal
    , pero siempre para sacar bienes de los
    mismos males. Por ejemplo, para que el pecador reconozca su
    falta y se arrepienta; para que el justo expíe sus
    faltas en este mundo, gane así mayor gloria en el cielo
    y dé buen ejemplo al prójimo con su paciencia;
    para que los hombres vivan más despegados de las cosas
    de la tierra,
    porque esta vida es tiempo de prueba y no de premio, etc.,
    etc.

    Si Dios impidiera al hombre hacer el mal,
    violentaría su libertad. Dios tiene sus razones
    para permitir el mal. A nosotros nos basta saber que Dios tiene
    Providencia, aunque desconozcamos sus caminos.

    Dios deja actuar las leyes de la
    naturaleza y la libertad de los hombres, y no los mueve como el
    jugador de ajedrez las
    fichas.

    Sin embargo, ha de ser un consuelo para nosotros saber
    que en igualdad de
    circunstancias, en el cielo gozan más, los que
    más han sufrido en este mundo con cristiana
    resignación.

    No nos engañemos con el aparente triunfo
    de algunos malos. En primer lugar, porque el triunfo del malo
    se limita a esta vida, donde la experiencia enseña que
    no se da triunfo completo y libre del mal. Pero sobre todo,
    porque el que peca es un fracasado para la eternidad,
    que es donde el fracaso es completo e irremediable. El
    único que triunfa es quien se salva.

    2.- No fue Dios
    quien hizo la muerte y la maldad en el mundo,
    debido a la desobediencia del hombre, la muerte entro al mundo,
    y esta seguirá eternamente

    Por su pecado, Adán, en cuanto al ser el primer
    hombre, perdió la santidad y la justicia originales no
    solo para él, sino para toda la humanidad. Como
    consecuencia del pecado original, la naturaleza humana
    quedó espiritualmente debilitada y sometida al
    sufrimiento y al pecado.

    3.- El pecado es una acción contraria a la ley
    natural y por lo tanto contraria a la voluntad de
    Dios. Es una ofensa a Dios, por la que el hombre pierde la
    gracia y la amistad, conjuntamente con la relación a Dos
    por cualquier método.
    El pecado lesiona la naturaleza humana y atenta contra la
    solidaridad humana. La raíz de todo pecado radica en el
    corazón humano, teniendo como una causa posible la
    tentación, siendo esta una propuesta aparentemente
    agradable e inocente, que sin embargo lleva como real objetivo la
    separación del hombre y Dios.

    4.-El pasaje de la Biblia que nos relata la
    curación de un ciego, nos da a entender que
    cada uno es responsable de sus pecados y que Dios no manda
    sufrimientos y males a la tierra por los malos actos que una
    persona haga personalmente.

    5.-La historia del Santo Job nos da el
    ejemplo de un hombre que sufrio muchas desgracias,
    culpándolo los demás, como si fuera castigo de
    Dios. Dios no castiga, el hombre pues no es nadie para juzgar
    la voluntad de Dios, ya que nuestra mentalidad humana no puede
    comprender el porque de las cosas, los misterios de Dios y su
    voluntad. Esto es lo que se trata
    de rescatar con el libro de Job.

    Bibliografía

    • "La Biblia Latinoamericana" VIII edición. 26ENE1989. Coeditan: Ediciones
      Paulinas y Editorial Verbo Divino.
    • "Catecismo de la Iglesia Católica" Tercera
      edición revisada. 24ENE1993. Asociación de
      Editores del Catecismo, Coeditares litúrgicos Et
      Alii-Librería Editrice Vaticana.
    • "Catecismo de la Iglesia Católica"
      3a edición 1993. Catecismo Menor
      Diócesis de Abancay. Editores e Impresores San Francisco
      SA.
    • "Meditaciones (I, II) Vida, Muerte y
      Resurrección de Jesucristo" Autor Fernando Basabe, S.J.
      Impreso por E. Oswaldo Paucar C. Lima 1998.
    • "El Evangelio Explicado" 3a
      edición. P. Eliécer Sálesman. Impreso en
      los talleres de JMC Editores – Bogotá Colombia.
    • "Para Salvarte" Compendio de las verdades
      fundamentales de la Religión
      Católica y normas para
      vivirlas. Autor Jorge Loring, S.I. Editorial Apostolado.
      Perú Lima 1987.
    • "Diccionario
      Santillana del Español" Tercera edición Diciembre
      de 1996. Editorial Santillana.

     

     

     

    Autor:

    Pedro Urbina

    Nota al lector: es posible que esta página no contenga todos los componentes del trabajo original (pies de página, avanzadas formulas matemáticas, esquemas o tablas complejas, etc.). Recuerde que para ver el trabajo en su versión original completa, puede descargarlo desde el menú superior.

    Todos los documentos disponibles en este sitio expresan los puntos de vista de sus respectivos autores y no de Monografias.com. El objetivo de Monografias.com es poner el conocimiento a disposición de toda su comunidad. Queda bajo la responsabilidad de cada lector el eventual uso que se le de a esta información. Asimismo, es obligatoria la cita del autor del contenido y de Monografias.com como fuentes de información.

    Categorias
    Newsletter