- Mi introducción personal al
mundo de Truman - La aventura de buscar
- La belleza del monstruo
- La puerta del
sótano - Plegarias atendidas
<< […] El Deseo! …el nombre de ese traqueteante
tranvía que recorre ruidosamente el barrio, por una de las
angostas calles y luego por otra… […] Ese
tranvía me trajo aquí… Donde estoy
demás, y donde me avergüenza estar. >>
Tenesse Williams, Un tranvía llamado
Deseo.
1. Mi introducción personal al mundo
de Truman
Me atrevería a afirmar que el paso a través de
la prosa de Truman Capote y su meticulosa espontaneidad es
indispensable para cualquier lector que busque encontrar la
poesía
natural tanto de las historias que se abren entre las tradiciones
y los encuentros, como en los lugares donde la brutalidad de los
nuevos tiempos ha acabado con casi todo. Si América, el siglo XX y la mella de todos
los éxodos del tiempo y el
corazón
pudieran empaquetarse en un embalaje de disimulado contenido, la
obra de Truman sería parte de un buen pedazo.
Lo primero que leí de Truman fue Desayuno en
Tiffany’s, seguido de los tres cuentos que
integran el volumen. Supe
inmediatamente que tenía ante mí algo nuevo que
nunca dejaría escapar. Fui atrapado por el lirismo
camaleónico y la frescura poética condensada en las
páginas de una nouvelle única y tres cuentos
magníficos, tan distintos como inolvidables, de los cuales
uno resultó ser mi preferido de entre todos los que de
él leería más tarde. Orienté entonces
mi lectura hacia
la totalidad de sus cuentos, mientras a la vez saboreaba su
novela El
arpa de hierba. Entonces sentí definitivamente que
estaba en el derecho de sumar a Truman Capote a mi
colección personal de pequeños héroes. Su
capacidad única para retratar con dinámicas vetas
multicolores contenidas en un par de palabras la fuerza de una
situación, una idea, una imagen, me
cautivó por completo. No tuve más que ceder ante el
impulso de leerlo todo. A sangre
fría, Otras voces, otros
ámbitos y Música para Camaleones solo
confirmaron mi admiración y me dieron más razones
para confiar en este geniecillo, compulsivo y malicioso, que hizo
de su vida como celebridad la antítesis de su
obra.
Leí muchas biografías y
artículos sobre él, lo dañina que
podía ser su personalidad y
sus continuas mentiras, lo escandalosas que llegaron a ser sus
actitudes y lo
inescropulosos que se volvieron sus métodos,
hasta transformarse en el chico malo de la farándula y el
bufón de la hipocresía neoyorquina. Pero
también leí sobre el hombre
ingenioso y brillante que fue para algunos un amigo tan
particular, y sobre su fina pero melancólica agudeza, que
transformó por completo en sus libros las
caras de la gracia y el desencanto. Leí a un escritor que
me dejó más de una vez esas sonrisas profundas y
silenciosas que siempre esconden tristeza. Un sabor
extraño cada vez más penetrante, que me hizo
preguntarme un par de veces si todas las personas serían
tan única y particularmente iguales, un poco solas cada
una. Como Holly y Fred, o Marilyn y Truman.
Mi concepción personal de su vida y su obra, es la de
un niño que, bajo todo el ruido que
desencadenaba constantemente, nunca pudo vivir fuera de una
brecha en la que la falta de amor lo fue
todo. La ternura y la nostalgia tienen dentro de sus
páginas un significado único, que separa por un
lado a las personas que de alguna forma lo salvaron en su
carenciada infancia, y
por el otro al mundo con todo lo demás. Creo que su
trayecto no fue más que un camino que lo llevaría
siempre de regreso entre las abismales distancias de los
años y el alma a un
lugar del que nunca se alejó.
Ahora siento la necesidad de hacer algo con él, de
encontrar la forma de sugerir a alguien más ser parte de
esta afición tan frenética como el carácter del mismo Truman. Emerson dice que
todo héroe al final termina siendo un fastidio. Creo que,
por lo menos en mi caso, falta mucho para eso. De todas formas me
prevengo, intentando alivianar el peso de tanta
admiración, así como alguien halla el modo de
agradecer a otra persona un gran
favor. Porque por mi parte, yo le estaré siempre
agradecido.
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