Agricultura y capitalismo en Colombia. La interpretación de las relaciones precapitalistas en las actividades agrícolas
- La integración de
historias desde comunidades del Departamento del
Atlántico - Aproximaciones a la historia
local - La obligada complementariedad
de la historia - Origen y dinámica de
oficios y grupos socioeconómicos. Abriendo nuevos
senderos - Situación
socioeconómica en los oficios y actividades. Su
posición frente a la
producción
1. LA
INTEGRACIÓN DE HISTORIAS DESDE COMUNIDADES DEL
DEPARTAMENTO DEL ATLÁNTICO
"Las inteligencias son como los
paracaídas: sólo funcionan
cuando están abiertos". (L.
Pauwels y J. Bergier)
La última década del siglo XIX trae una
serie de cambios que en materia
agrícola se habían presentado a partir de la
segunda mitad del siglo XVIII en la agricultura
colonial, provocada por causas internas y externas, que van a
determinar el desarrollo
histórico del país durante el siglo XIX. Por
ejemplo, como cambios internos – que fueron los primeros en
presentarse-, la Mita Agraria establecida a principios del
siglo XVII, empieza a perder importancia, al utilizar la Hacienda
nuevas formas laborales a mediados del siglo XVIII, combinado con
la decadencia de los Resguardos que eran los proveedores de
fuerza de
trabajo y
alimento para los pequeños núcleos urbanos,
afectados por la irrupción de la Mita, con la cual se
había iniciado la disolución de las comunidades
indígenas.
Sobre el particular, Fabio Zambrano Pantoja se muestra de
acuerdo con lo que plantea Margarita González con respecto
a la extinción de los Resguardos, cuando dice: "La
producción de alimentos
comenzó a ser realizada por la Hacienda, la que no
sólo se beneficiaba del deterioro de la economía de los
Resguardos sino que lo propiciaba.
En efecto, al ser desplazados los Resguardos, se
traducía una buena parte en un engrosamiento de la
población que residía en las
Haciendas." (1982, 139). Por otro lado, al expandirse
territorialmente la Hacienda, se presentaba la pérdida de
bienes
territoriales para los indios y el decrecimiento de la
producción en los Resguardos como resultado de las
normas de la
Hacienda, la cual favorecía directamente, según
Zambrano Pantoja, "el desarrollo de la productividad de
éstas, vinculados a un comercio cada
vez más extenso." (140).
También el proceso
acelerado de mestizaje durante el siglo XVIII cambia la
composición étnica de la población colonial
y permite que la Hacienda incorpore recurriendo a nuevas formas
de contratación, fuerza de trabajo diferente a la
indígena o a la esclava. Por eso, al poco tiempo de
desaparecer la Mita Minera, sucumbe la Agraria, y empieza a
surgir el arrendamiento y con ello aparece el peonaje agrario
como forma de trabajo libre. Las causas externas se pueden
remitir a las reformas borbónicas planteadas a mediados
del siglo XVIII con las que la Corona Española comienza a
establecer nuevas relaciones con sus colonias, obligada por el
querer recuperarse económicamente. Carlos III con una
nueva visión del Estado
español
establece una relación con las colonias, distinta a las
que rigieron en los dos siglos anteriores. Comenzó a
estimular las economías coloniales para que éstas
se convirtieran en proveedoras de productos
primarios, a la vez que se convertían en mercado para las
manufacturas españolas.
En el contexto colonial plantea el citado Zambrano,
"estas transformaciones implicaban cambios internos en la
economía colonial. Así, la tierra
adquiere más importancia como factor productivo y comienza
a convertirse en objeto de comercio, a ser poseída por
propietarios privados con libertad para
comprarla y venderla." (140).
La comercialización de la tierra en aras
de la productividad, si se le independiza (como en efecto
ocurrió para defender la escalada de usurpación
masiva) de los fenómenos conexos que generó en
contra de los propietarios naturales, constituyó una clara
ruptura con las antiguas relaciones, y la aparente
benévola política de
protección de los derechos de los
indígenas sobre la tierra comunitaria fue consolidando a
través del establecimiento de la Real Cédula (del 2
de agosto de 1780) el dominio privado
sobre la tierra. De todas estas transformaciones se fue gestando
el aparecimiento del campesinado, de la fuerza laboral
indígena que al decir de Orlando Fals Borda, "tomó
cursos diferentes, con una parte permaneciendo libre o dispersa,
otra organizándose en resguardos y otra fijándose a
la Hacienda. Luego se añadieron los esclavos provenientes
de Africa. Unos
vinculados también a la Hacienda. Finalmente se sumaron
otros grupos de
labradores pobres provenientes de la misma España, o
mestizos y otros desplazados de los pueblos de indios y de las
parroquias de blancos recién fundadas". (1975,
52).
Al presentarse la propiedad
individual sobre la tierra ? lo contrario de los Resguardos- de
una clase de
personas dispuestas a desarrollar la producción
agropecuaria en beneficio de un mercado metropolitano
(España), se quería justificar el sentido
más racional de las reformas introducidas. En cierta
medida, en la Costa Atlántica los hacendados se
interesaron por impulsar una agricultura de exportación aprovechando las facilidades
del transporte en
comparación con las demás regiones del país,
pero la expectativa por la vinculación al mercado mundial
provoca o desata el apetito territorial. La consecuencia directa
de esto último es la transformación de la gran masa
rural en fuerza de trabajo disponible para la
Hacienda.
A su vez, las reformas contaron con dos
obstáculos: por un lado los terratenientes criollos, las
comunidades indígenas y demás agregados, y de otro,
la gran población desposeída de mestizos y blancos
pobres.
Con el propósito de solucionar el conflicto, la
Corona Española se inclinó por convertir a los
hacendados criollos en los únicos propietarios posibles y
les ofreció el mercado externo como alternativa para la
acumulación de capital. Al
respecto, se destacan por su importancia los planteamientos
hechos por el citado Zambrano Pantoja con una clara exposición
sobre el arrebato de tierras cuando dice que "la población
desposeída, a la que se le impedía el acceso a las
tierras libres, fue convertida en jornaleros o agregados." (141).
Y se impuso el criterio como principio básico de
considerar la gran propiedad individual como el único
orden racional y natural.
En resumidas cuentas, las
reformas borbónicas introducen cualitativamente un
cambio, que es
el más importante en la historia de la propiedad
agraria colombiana. Importante porque la tierra comienza a
transformarse en mercancía a la que tienen acceso
sólo aquellos que la pueden comprar. Esto se da por el
afán de la Corona de incentivar la agricultura de
exportación, creando expectativas entre los propietarios
criollos que aprovecharon las facilidades ofrecidas para ampliar
sus propiedades en una forma acelerada. Es este el proceso que,
iniciado por la Corona Española y acelerado por los
criollos cuando asumieron el poder, se
extiende durante todo el siglo XIX, hasta 1920 cuando
adquirió nuevas características.
Para comienzos del siglo XIX existían en Colombia
cuatro regiones socioeconómicas, basadas principalmente en
el intercambio económico: la Región Central, la
Región Caucana, la Región Antioqueña y la
Región Costeña (177). En la Región
Costeña, Cartagena era el centro, y estaba compuesta por
Mompox, Santa Marta, Valledupar, Tenerife y Tolú. Su
actividad económica fundamental era la ganadería
acompañada por el cultivo de algodón
y cacao.
Fue ésta una de las regiones más
prósperas al finalizar la colonia, y con mayores
posibilidades de crecimiento (era la segunda en volumen, con el
20.7% del total de la población del Virreinato; contaba
con la segunda y tercera ciudad como eran Cartagena y Mompox,
respectivamente); el aparecimiento de una burguesía
comercial y el fomento del contrabando. A
pesar de ser la ganadería su principal actividad
productiva, con exportaciones de
carnes y cueros hacia las Antillas, a partir de 1704, la salida
de productos como algodón y cacao le dan incentivos al
desarrollo agrícola en la Costa
Atlántica.
Desde inicios de la Colonia, el control de la
fuerza de trabajo se realizó a través de la
vigilancia en el acceso a la tierra. Con la implantación
de las reformas borbónicas y las nuevas posibilidades de
desarrollo, este proceso se acelera. La gran mayoría de
las tierras en la Nueva Granada permanecían en manos de
una minoría bastante reducida. Los que iniciaban algunas
actividades de colonización difícilmente
obtenían la propiedad sobre sus mejoras, al resultar
éstas adjudicadas a los hacendados terratenientes. Fue
este estilo de control de la propiedad sobre la tierra el que
constituyó el factor que determinó la estructura
agraria en la Colonia y en el siglo XIX. De aquí
resultaron las formas de contratación de la fuerza de
trabajo: aparceros, agregados, colonos, jornaleros.
Estas formas de contratación se dieron por la
concentración de la propiedad, teniendo en cuenta la
población rural que forzosamente dependía de las
Haciendas, ya fuese viviendo en ellas como los aparceros,
agregados o esclavos; o trabajando ocasionalmente en ellas como
los jornaleros y colonos.
En todo caso, a pesar de la abundancia de tierras, en la
frontera
agraria el latifundio tiene acceso prioritario a ellas, en gracia
al interés
monopólico, con lo cual se genera otra dinámica: el latifundio siempre
estará persiguiendo constantemente la frontera agraria.
Precisamente, el acelerado interés por hegemonizar y
ampliar el dominio sobre la tierra fue lo que propició los
enfrentamientos agrarios a partir de la segunda mitad del siglo
XIX. Desde este punto de vista, el latifundio en una
economía agraria permite una alta concentración del
ingreso y del poder político que fue lo que
facilitó la prolongación (durante el siglo XVIII y
XIX) de los privilegios de la Encomienda y la Mita Agraria a
través del monopolio
sobre la tierra.
Las condiciones de crecimiento de la agricultura se
dieron dentro de un marco tradicional, que a la vez
respondía a los crecimientos de la demanda
externa o interna, pero sin la incorporación de mejoras
técnicas que la constante oferta
permanente de tierra y la creciente oferta de fuerza de trabajo
permitía, ayudado además por una legislación
que facilitó el acaparamiento de la tierra. Al no
responder esta agricultura tradicional con rapidez a la demanda
interna de alimentos, comenzaría su modernización,
algo no necesario antes, pues existía disposición
de fuerza de trabajo que, aunque escasa, era económica,
factor que determinaba los aumentos de la producción. La
"modernización" en la agricultura sucedería
después de 1920 con la decidida penetración del
capital al campo.
La exportación de productos agrícolas
sufrió un serio problema al entrar en decadencia la
única fuente de inmigración como era la mano de obra
esclava en el siglo XVIII. Al existir dificultades en la trata de
esclavos, la Corona se inclinó por la utilización
de la población nativa compuesta por mestizos, blancos
pobres e indígenas, alternativa avivada por la Hacienda,
la que legalmente se utilizaría como forma de
contratación hasta que la entidad entró en
decadencia. La más común de las modalidades de
vinculación fue la aparcería y puede ser
considerada como puente intermedio entre las dificultades de
aumento de la esclavitud y la
posibilidad de desarrollar el trabajo
asalariado. La aparcería y los otros tipos fueron las
formas de contratación mas expeditos y de menor riesgo para el
dueño de la tierra, porque entre otras razones así
el terrateniente no cargaba con todo el riesgo de la
producción, sino que era compartido con el aparcero o
colono, empleando jornaleros asalariados para trabajos
específicos.
A pesar de que la mayor parte del trabajo de la
población agrícola estaba destinado a producir los
alimentos para subsistir, debido a la baja productividad, no se
puede plantear que al finalizar la Colonia y a comienzos de la
República, la agricultura era de subsistencia o una
economía natural de auto-consumo.
Cierto es, que en algunas regiones o comunidades se podría
aludir a la existencia de este tipo de subsistencia pero que se
acogía a la participación de las unidades
productivas dirigidas en dos direcciones:
– La vinculada al mercado cerca a las ciudades que
podía denominarse agricultura de
exportación
– La de subsistencia, a la que se agrega la
inmersión de la población en un sistema de
autosuficiencia parcial que el acertado Zambrano define como "en
el que, aunque la mayor parte producía su propia alimentación,
también la suministraba, a través de la Hacienda, a
la población no agrícola" (146).
Según Zambrano Pantoja, para mayor
precisión se podría dividir en dos las unidades
productivas. Una es la parcela de subsistencia como la unidad
económica más importante, en la que recae la
actividad productiva y en la que se encuentra la mayor parte de
la población, extendida por todo el país, basada en
la agricultura y la pecuaria, con técnicas rudimentarias,
de productividad mínima y aunque se dispusiese de capital
y técnicas más adecuadas, el producto de su
trabajo tendría poco o ningún valor
económico por la estrechez de los mercados
regionales, sin que se diga que estaba parcialmente ligada a
éste, por el contrario, el campesino de
la parcela no estaba por fuera. Estaba ligado además a
otra unidad productiva, La Hacienda, conformada por varias
parcelas cuyos propietarios normalmente eran poseedores de la
tierra. La hacienda fue la encargada de comercializar el
pequeño excedente de las parcelas que la
integraban.
Aunque la parcela de subsistencia es la unidad
económica más importante, a largo plazo es
más significativa la Hacienda, la más adecuada para
desarrollar la acumulación de capital y establecer
también la agricultura de exportación a partir de
1850. Desde el punto de vista social y político, la
Hacienda como sistema de poder, hace que una pequeña parte
de la población domine al resto, mediante y a
través del control de las tierras como ya se había
anotado antes.
En el conjunto de la historia nacional, la información que hace referencia a la vida
colonial del departamento del Atlántico, en su gran
mayoría se encuentra sepultada entre el polvo y el olvido,
lo cual le hace aparecer en un inmenso y lamentable
vacío.
Los estudios al respecto no dan cuenta sobre cómo
a partir del poblamiento del Partido de Tierra Adentro o
Departamento del Atlántico actual a lo largo de los siglos
XVI, XVII y XVIII, se fue consolidando una serie de actividades y
oficios que al evaluar la historia de las ocupaciones desde los
tiempos de esplendor de Grecia y el
Imperio Romano,
ya representaban para la sociedad de la
época un aporte significativo en el desarrollo de estas
sociedades.
Se tiene conocimiento
que desde el proceso de colonización por parte de
España, y siguiendo la ruta empleada por Pedro de Heredia
hacia Tierra Adentro, éstos eran territorios
indígenas que fueron sufriendo transformaciones en la
medida que se estableció el conquistador español.
Se dieron traslados de tierras de indios hacia curatos o sitios
libres como sucedió con Santa Ana de Baranoa (norte de
Colombia). Por otro lado se destaca la extinción o la
desocupación de algunos sitios de indios
que posteriormente fueron ocupados por blancos pobres
(españoles) y mestizos, en los cuales se establecieron e
implantaron las formas de producción y las relaciones
traídas desde la España feudalista.
Es bastante probable que al dejar de existir la
Encomienda, dice José Agustín Blanco, "suprimidas
por Decreto de 29 de noviembre de 1718, complementándose
esas normas el 12 de julio de 1720 y el 11 de Agosto de 1721"
(1976, 54), algunos pueblos de indios fueron trasladados hacia
otros, o extinguidos y ocupados por vecinos libres. En esta forma
algunos sitios del departamento del Atlántico actualmente
aparecen sin rastro de indígenas, como si la
población que ahora los habita hubiese estado desde su
origen asentados en ese mismo lugar.
En su estudio sobre los Mocaná, el distinguido
antropólogo atlánticense Aquiles Escalante Polo, se
refiere a esta cultura y sus
miembros como los primeros pobladores de la Costa
Atlántica y Tierra Adentro antes de la llegada de los
españoles. Descendientes de la gran familia de los
Carib o Caribes; grandes y expertos marineros, los Mocaná
fueron esencialmente pescadores que habían penetrado por
todo el litoral Atlántico, después de haber pasado
por las Costas Venezolanas en sus piraguas con fines comerciales
o bélicos. Escalante dice que al llegar a la
"región natural que se extiende al norte de Cartagena,
sirviéndole de marco el Canal del Dique, el Río
Grande de la Magdalena y el Mar de las Antillas, recibieron la
denominación Mocaná y venían, según
nos cuenta Fray Pedro Simón, de la región
comprendida entre Maracapana y Caracas, vecina república
de Venezuela"
(1982, 37). Aunque todos estos naturales estaban denominados por
un nombre común y todos se originaban de los que
habían venido a poblar en canoas desde Maracapana, los
mocanaes eran una tribu de los Malibú, pertenecieron a la
gran familia de los Caribes. Complementa estas argumentaciones
con lo señalado por Paúl Ribet y los
descubrimientos de sitios arqueológicos de cuya existencia
se encargó en divulgar el Instituto de Investigación Etnológica del
Atlántico.
De acuerdo con los estudios de la referencia, los
Mocaná estaban ubicados en todo el centro y el norte del
departamento del Atlántico, sirviéndole de
límite el Río Grande de la Magdalena por el este y
por los pueblos del oeste en los límites
con el departamento de Bolívar.
Todo parece indicar que los Malibú se
habían adentrado por gran parte del departamento de
Bolívar y del interior del país. Las guerras
internas entre ellos ?se recuerda la pugna entre Cambayo, cacique
de los Mahates y la tribu de los Cipacuas- fue factor de
importancia aprovechado por el conquistador español para
reducirlos y someterlos.
La existencia de tribus que se dedicaban al rapto de las
mujeres de otras congregaciones confirma el que hubiese cruce de
naturales entre sí (la historia de la humanidad
está llena de tantos encuentros, algunos complementarios
de saberes entre hordas, otros impositivos y dominantes) y por lo
tanto, el que algunos pueblos fueran quedando sin pobladores
indígenas, abriendo la oportunidad posteriormente, durante
el período de colonización y desalojo brutal por
parte de los españoles hacia los naturales del territorio,
convirtiendo esta parte del mundo (el Partido de Tierra Adentro)
en asentamientos con el calificativo de vecinos libres, no evade
la responsabilidad histórica que les compete
con la despedida de las formas originales de producción y
relaciones sociales, para instaurar de manera impositiva sus
instituciones
feudales. Estas razones dan paso a la propuesta del historiador
Blanco en el sentido de situar asentamientos indígenas en
el actual territorio del departamento del Atlántico,
contra lo dispuesto en las informaciones básicas para el
establecimiento de las reformas del Virrey Eslava en
1745.
El Mapa reelaborado por los investigadores y autores de
Persistencia de Formas Precapitalistas en Santa Cruz,
Atlántico (1984)*, es una ruptura con la
información aceptada y difundida por la historia oficial
lineal. La trashumancia cultural a la cual se hace referencia
cuando Attali visiona al hombre de la
modernidad en un
nuevo re-corrido por el Planeta Tierra (1991, 55-65), auscultando
líneas de horizontes ligadas a la vida humana y las
expectativas del hombre por satisfacer sus necesidades, en medio
de las amenazas y las incertidumbre que dominan el panorama
mundial de la actual sociedad. Luego, la trashumancia no es un
acto de movilización reciente. Esta indisolublemente
ligada a la naturaleza
misma de la humanidad, razones valederas para proponer que
el hombre que
habitó el antiguo Partido de Tierra Adentro, no
dejó un palmo de territorio sin recorrer. Era su tierra y
el sentido de propiedad que hacia ella sentían los nativos
también incluía el amor, el
afecto y el respeto.
PUEBLOS DE INDIOS EN EL DEPARTAMENTO
DEL ATLÁNTICO*
Mapa del departamento del Atlántico. Es muy
probable que mucho antes de la Reforma por orden del Virrey
Eslava (1745), que convirtió a muchos pueblos
indígenas en pueblos de vecinos libres, Santa Cruz ya
fuese territorio habitado por blancos
pobres, que aprovecharon la no existencia de tribus para
esa época o la convivencia pacífica con los que
quedaron después de los traslados o extinción en
los territorios vecinos como Luruaco, la cabecera municipal
actualmente.
2.
APROXIMACIONES A LA HISTORIA LOCAL.
Para los años 1744 ? 1745, Santa Cruz*
(departamento del Atlántico, norte de Colombia) aparece
como un sitio de vecinos libres y Luruaco, la cabecera municipal,
como pueblo indio extinguido, cobijado dentro del área
geográfica de un pueblo indio grande como el denominado
Turipaná (el mapa propuesto por Blanco evidencia tal
ubicación). Para esa misma fecha en la historia oficial
aparecen los pueblos del centro-norte del departamento del
Atlántico, considerados como de indios y sitios de libres
reformados por orden del Virrey Eslava, cuya ubicación,
precisa Blanco (51-52) en el croquis del territorio del antiguo
partido de Tierra Adentro.
Es muy probable que, aprovechando las disposiciones de
traslado establecidas por la Corona para algunos pueblos de
indios que serían ocupados por vecinos libres, estos
territorios de la parte sur del departamento del
Atlántico, han podido estar desocupados debido a las
guerras internas entre tribus o las libradas con los
conquistadores en su ruta (sobre todo la de Heredia).
Sin embargo, la fuerte presencia de poblamiento por
parte de representantes de la raza negra en el sur del
Atlántico, contribuyó notablemente en los lazos de
relación entre vecinos libres (blancos pobres) ya
asentados y los llegados de pueblos cercanos en el departamento
de Bolívar. No necesariamente se podría atribuir el
origen de pueblos como producto de los asentamientos de
población negra procedente de los Palenques (San Basilio,
La Matuna, Chambacú, Galerazamba, Los Pendales), sin antes
formular interrogantes como: ¿Los naturales del territorio
atlanticense dejaron algunos sitios sin poblar o sin hacer la
mínima presencia en ellos?, ¿se puede creer que
mientras no apareció la población negra en
Colombia, el Sur del Atlántico estuvo despoblado?,
¿qué importancia tiene la presencia de algunos
vestigios de cultura indígena en pueblos como Luruaco,
Santa Cruz, Repelón? ¿el nombre del cacique Uruaco
?vocablo de origen mocaná- no es un llamado de atención sobre la presencia
indígena?
Las anteriores preocupaciones sugieren la posibilidad de
considerar múltiples poblamientos en determinados
períodos históricos, que la tradicional historia
oficial ha desdeñado para no comprometerse con el intentar
cambiar la teoría
implantada, no obstante, los indicios divergentes. La fuerte
presencia de un determinado grupo
étnico en un período de vida de una
población, no le atribuye el crédito
absoluto de su origen, como tampoco le negaría su
participación. ¿Cuántas veces fueron
fundados estos lugares? Muchas. Tantas que, si por la
tradición de los apellidos familiares se guiara el
investigador, concluiría en que cada siglo tiene una
fundación.
En esto se sugiere tener cuidado. La historia oficial
suele atribuir veracidad a la información que se origina
de quienes ostentan poder en las comunidades que con una
tradición rural, sobreviven a los embates de la
modernización y la asimilación de las costumbres
citadinas.
La presencia de negros en comunidades o sitios del sur
del departamento del Atlántico no evidencia que ellos
hayan sido los fundadores. Tampoco lo serán los
sometedores o esclavizadores. La trashumancia de los naturales
que poblaron este territorio antes de la llegada de los
españoles, confirma la permanente inauguración o el
reconocimiento del paso de tribus por el lugar.
Decir que el 80% de una población en el
departamento del Atlántico es de origen negro en primera
instancia es una ceguera del conocimiento que desconoce la
traslación de los aborígenes por esta tierra que ha
sido de su propiedad.
En segundo lugar, responde la afirmación al culto
a la historia oficial, lineal y ordenada del poblamiento por la
vecindad geográfica, excluyendo la intencionalidad por las
relaciones o por las posibilidades de aprovechamiento de "tanta
tierra libre", que posteriormente se fortalecerían en la
medida que las actividades y las ocupaciones serían
compensadas con los buenos resultados generados por la
propiedad.
Los poblamientos múltiples y permanentes fueron
una ocasión propicia para los grupos de color que en
búsqueda de sitios seguros que le
garantizaran protegerse de la persecución del blanco
depredador, levantaron bohíos, hicieron rozas y procrearon
hasta formar una considerable población que luego se
entremezcló con los que ya estaban de antes o los que
llegaban después hasta diluir etnias, dando origen a
nuevos grupos, nuevas ocupaciones, nuevas relaciones;
dinámicas vitales muchas veces aprovechadas para
satisfacer intereses particulares.
En el Suroccidente del departamento del
Atlántico, en cuanto al poblamiento se pueden considerar
dos aspectos: la combinación en la presencia de blancos
pobres atraídos por la existencia de tierras libres ante
el traslado de los aborígenes o la disminución de
estas comunidades (Luruaco, Juan de Acosta); el aparecimiento de
comunidades negras procedentes de los Palenques (Cartagena, La
Matuna, Chambacú, Galerazamba, San Basilio), formando
asentamientos únicos (Repelón) o compartiendo la
estancia con los grupos existentes (Los Pendales, Santa Cruz).
Frente a esta situación no se excluye el aumento
importante de la población de origen negro, con
relación a los otros grupos, pero ello no
evidenciaría la exclusividad del poblamiento (a
excepción de Repelón). Son entonces las
actividades, las ocupaciones, los oficios, las costumbres y las
relaciones de la actividad cotidiana las que propiciarían
pistas sobre el origen, cuando los vestigios materiales o
no existen, o no son suficientes para garantizar la certeza. Y es
hora de hacer tales acercamientos que permitan correr el velo de
la historia.
En comunidades a quienes la historia institucional, la
tradición oral y los hallazgos materiales que aún
se conservan como muestras fehacientes de su origen (norte,
Noroccidente, centro y nororiente del departamento del
Atlántico) indígena, evidencian similitudes en las
ocupaciones, los oficios y las relaciones que ellas suscitaron
antes de que perdieran sus características rurales,
surgidas desde los intercambios y los contactos entre naturales y
blancos pobres que, a la postre, derivaron en la
disolución de los grupos desde la perspectiva
étnica.
Este es otro elemento que aporta a los aspectos del
poblamiento, pero que también genera de paso preguntas
que, además de sugestivas, pueden ser sorprendentes o
insolentes: ¿qué tanta influencia tendrían
los ritos y la historia de los palenques negros, precedidos de
magia africana y misterios, en el abandono de las tierras en el
sur del Atlántico?, ¿los blancos que esclavizaron
en sus haciendas mano de obra negra, fueron víctimas de
sus hechizos, con los cuales cruzaron hasta los tipos raciales?,
¿cuánto tiempo perduró la presencia
única del negro en el sur del Atlántico?,
¿fueron acaso obligados a salir del territorio, sometidos
o reconquistados hasta la imposición, o convencidos de su
inferioridad racial y/o étnica?.
Algunas respuestas se han dado, sólo que son
simplistas y no trascienden la frontera de la historia lineal, la
que algunas veces intenta reivindicar posiciones, dependiendo de
quien la construye. Pero lo cierto es que, suministrar respuestas
con mayor significado implica un viaje socio-cultural hacia el
interior del Partido de Tierra Adentro, desde las ocupaciones y
los oficios, es decir, una historia social de las actividades y
sus relaciones profundas.
3. LA OBLIGADA
COMPLEMENTARIEDAD DE LA HISTORIA.
Una propuesta de existencia de la comunidad de
Santa Cruz a partir de 1890, se justifica
metodológicamente por la dinámica de los
acontecimientos de mayor impacto en su formación: los
flujos
migratorios, el decaimiento de algunas relaciones en la
producción como La Hacienda y el aparecimiento de algunos
tipos de cultivo que se fueron constituyendo en la base
económica fundamental. Todo esto al lado de las primeras
formas precapitalistas en la explotación de las
principales actividades y en los primeros indicios de formaciones
sociales en el campo de acuerdo a la participación en la
producción. José Pérez, un campesino de
Santa Cruz, con 73 años de edad, dice que cuando él
empezó a darse cuenta de las cosas, la comunidad
existía con ese nombre y los primeros habitantes eran
personas que habían venido de Repelón, Villa Rosa y
Sabanalarga.
La actividad fundamental era la agricultura en menor
escala, casi de
autoconsumo, aunque una pequeña cantidad la utilizaban
para el comercio. Al principio, la propiedad sobre la tierra se
basaba en la ocupación y utilización de la misma:
"La gente se metía por cualquier parte y
cultivaba"*.
A partir del incremento de la migración,
el crecimiento de la población tanto geográfica
como demográficamente fue planteando nuevas ocupaciones,
nuevas fuentes de
trabajo y una perspectiva económica que abriría las
puertas del mercado nacional a la comunidad. De las formas
tradicionales de producción campesina, es decir, la
parcela de subsistencia, de la que dependía la
población, se pasó a la producción
capitalista que necesitó de las formas de
contratación de la mano de obra propias de La Hacienda
para ir arrancando poco a poco algunos pequeños parceleros
de su fundo económico para vincularlos al trabajo
asalariado de las fincas, en calidad de
jornaleros, agregados o concertados.
Para que se diera este viraje, se necesitó de que
algunos de los migrantes crearan, abrieran o fomentaran la
necesidad de utilizar las tierras en poder de pequeños
agricultores para algo más rentable en beneficio de la
comunidad, de sus habitantes: era, según éstos,
alternativas para crear más trabajo con el cual todos
ganarían. La historia
universal cuando se ocupa del origen del imperialismo
romano hace referencia a estas formas de usurpar la tierra ajena,
¿la conocían los inmigrantes y advenedizos
terratenientes de Santa Cruz?. "Después ?dice José
Pérez- vinieron los Villas y comenzaron a comprar terrenos
en los que regularmente sembraron plátano. Compraron
grandes extensiones de tierra poco a poco; es decir, de una a
tres cabuyas de tierra a razón de diez
pesos"*. En el año 1916 se
comenzó a desarrollar la siembra de algodón
criollo, denominado también permanente, porque no
necesitaba ser plantado nuevamente.
El cultivo del algodón abrió las puertas
del mercado nacional a la comunidad: Se llevaba a Cartagena, que
era el mercado más cercano y de más renombre, la
plaza más conocida. A este cultivo estuvo vinculada la
población de las pequeñas parcelas y lo alternaba
con la producción netamente agrícola, lo que le
mereció la característica de cultivo baluarte en la
economía de la comunidad, de la gran mayoría. El
algodón no creó fuentes de trabajo, porque
siguió marcando las características de la
producción de las parcelas, es decir, la pequeña
economía campesina; asistido en forma rudimentaria y
transportado en lomos de animal, fue motivo de un incremento en
el nivel económico del campesino de la comunidad que
ilusoriamente creyó haber encontrado su redención
económica. No fue muy duradero. La ilusión
quedó apocada con la cruda realidad, produciéndose
una frustrante sensación de impotencia. Antes de salir de
ella se dio inicio al galopante cultivo de caña de
azúcar.
Algunos de los migrantes que se fueron convirtiendo en
terratenientes mediante la compra a pequeños propietarios
o mediante el trueque o cambio de productos primarios como yuca,
ñame, maíz,
etcétera., por productos elaborados, entre ellos, aceite, arroz,
sal, azúcar, también aprovecharon las épocas
de escasez para
hacer el intercambio, ya no por materia prima,
sino por tierra. Tal circunstancia ha sido validada en las
conversaciones con grupos focales; de los diálogos
sostenidos con quienes vivieron los detalles de los
acontecimientos o indirectamente los recibieron (transferencia de
información generacional), es oportuno citar el siguiente
pasaje: "El endeudamiento de una persona llegaba a
tal extremo ?dice Javier Reales- que no teniendo con qué
pagar al dueño de la tienda, el deudor tenía que
darle un pedazo de su tierra o venderle la cosecha siempre,
aunque fuera a menos precio del
verdadero"*.
A mediados de 1917, el cultivo del algodón estaba
mermando por la abundancia de plagas y la no-existencia de
medios
adecuados por falta de capital en los pequeños
propietarios, como equipos de fumigación, plaguicidas,
herbicidas. Para ese mismo tiempo, el cultivo de caña se
iniciaba en Santa Cruz y en algunos pueblos vecinos como Los
Pendales e Ibacharo. Aquí el capital empieza a tener su
participación y el cultivo de la caña al año
siguiente va a comenzar a desplazar al algodón en todos
los aspectos: En lo económico, en lo social, en lo
laboral, en lo político.
Sobre el particular, con el uso de la técnica
Memoria de
Ancianos (diálogo
con las personas de más edad en la comunidad de Santa
cruz), se recogieron las versiones aportadas por Romualdo Franco
y José Pérez (hombres que pertenecen a la
generación que nace entre los años 1910 y 1915),
quienes de forma sintética colocan al cultivo del
algodón permanente como un gran impulsor de la
economía campesina: Con su cultivo, el campesino de Santa
Cruz vivió una época de oro. "Cuando
el algodón ? se transcribe textualmente lo que reconoce
José Pérez – corrió la moneda de oro"
**.
En esta forma, trabajando de manera rudimentaria y en
las peores tierras para cultivo*, el algodón
fue decayendo en su producción hasta cuando quienes se
dedicaban a su siembra desistieron y porque los sembradíos
de caña venían incentivados por la gran oferta y la
posibilidad de trabajo mejor remunerado. Es así como se
tiene que para el año 1917, a mediados, la
ocupación de la población estaba centrada en
actividades netamente agrícolas: campesinos dedicados al
cultivo del algodón en menor escala, combinado con la
siembra de productos de autoconsumo; los pequeños
propietarios, aparceros, dedicados a la explotación
agrícola de autoconsumo en terrenos ajenos y vinculados en
calidad de jornaleros a las fincas de caña cuyos
propietarios lo eran a la vez de los cultivos de plátano,
a los que se vinculaban personas en calidad de agregados y
jornaleros. Como se puede apreciar, eran estas actividades
netamente agrícolas que aún conservan rastros de
las relaciones señoriales y serviles de la Colonia. Al
lado de la gran finca y de la gran propiedad, existe la
pequeña parcela de subsistencia que, a pesar de todo, no
está desvinculada del mercado, pero sí se debate en una
desigual lucha contra el latifundio que va rompiendo la frontera
agraria y consolidando su dominio.
Durante el año 1918 se asiste a las
últimas recogidas de algodón, aunque Javier Reales
dice que ya acabado oficialmente, él recogió el
"último poquito en 1940 y todavía conserva unos
palos que ya no producen"**. De 1918 en adelante la
producción de caña abarca todos los estamentos de
la población; aglutina a la gran mayoría alrededor
de las fincas; hasta los niños a
edad temprana (12 años) se vincularon a la
producción: había todo tipo de actividades dentro
de las fincas de caña, era la división del trabajo
que en muchas ocasiones por ser livianas las faenas no
tenían remuneración. Esta era la situación
laboral en la comunidad. De fuera vino mucha gente que se
quedó, por eso es que José Pérez puntualiza:
"En el pueblo no había vagos, desde pequeños se
llevaban a los pelaos para las fincas a arrear bueyes con
perreros"***.
La agricultura tradicional, sobre todo la que ejerce la
gran mayoría de la población, seguía pegada
a la sombra del cultivo de caña y las personas fueron
ubicándose socialmente de acuerdo a lo que cultivaban: el
cultivo de caña y plátano en gran escala para los
ricos y pudientes, el cultivo de algodón permanente para
los pobres, combinado con los cultivos de yuca, maíz,
ñame, para el consumo local.
Según testimonio de la época, la
ganadería apareció vinculada al cultivo de la
caña, por la necesidad de los finqueros de ganado vacuno
(bueyes) para tirar de las carretas cargadas de caña, y de
los trapiches para molerla, hasta cuando los señores Villa
(las estrategias que
utilizaron para apropiarse de la tierra de los que llegaron
antes, se puede comparar con la implementada por Marco Craso en
la época de las revoluciones del sur de Italia, durante
el siglo I antes de Cristo) trajeron los primeros trapiches con
motores de
A.C.P.M.
En esta forma, los iniciados ganaderos fueron los
dueños de fincas que ya tenían otro renglón
económico para sentirse poderosos. Mientras que algunos
pocos se hacían más ricos, la gran mayoría
se iba empobreciendo, y la tierra que antes no tenía
división (lo que facilitaba a la gente su ubicación
en cualquier parte), ahora presentaba el sello de propiedad legal
de aquellos que la adquirieron mediante las formas anotadas
antes. Los terratenientes explotaron simultáneamente los
cultivos de plátano en gran escala, caña de
azúcar combinada con una incipiente ganadería
(alguna parte para la venta local y
otra parte para el mercado de otros sitios) y a las personas que
se colocaron en calidad de sus trabajadores.
El período 1930-1940 mostró la
economía de la comunidad centrada y dependiente,
fundamentalmente de dos tipos de cultivo, en su orden: la
caña y el plátano. Este último poco a poco
se incrementaba a medida que los pequeños propietarios
cultivadores de algodón, decidieron abandonarlo y se
dedicaron a sembrar plátano, de tal forma que la parcela
de subsistencia fue quedando en un segundo plano sin que perdiera
su importancia.
El planteamiento de Karl Marx con
relación a que la agricultura, al igual que la industria, se
hallaba dominada por el régimen capitalista de
producción, o sea, explotada por inversionistas que se
distinguían de los otros por el elemento de que es objeto
la utilización de su capital, sobre el cual recae el
esfuerzo del asalariado y que el dinero pone
en acción,
estaba dando a entender que en el mismo momento que la tierra se
destina para la producción con fines diferentes al de la
explotación campesina clásica, se está
pasando a una forma distinta de trabajo, no importa que ella
lleve en su interior algunos elementos de la anterior, han sido
validados por la experiencia que se dio en el Departamento del
Atlántico, sobre el particular.
En este caso, el capitalista disfrazado de campesino
cambió el valor de uso de la tierra por el valor
comercial; cambió la modalidad de los días
prestados por el pago de jornal, bajo sus condiciones. Puso a
producir la tierra que acababa de adquirir para un "beneficio
general de la comunidad" que llevaba oculto un beneficio
particular. Y en la medida que fue adquiriendo más tierra,
se fue apoderando del destino de la comunidad y del de sus
habitantes, convirtiéndola en algo así como su
finca y a los residentes en sus siervos. De este tipo servil de
relaciones hasta hace dos décadas se fue soltando la
comunidad, y eso ocurrió cuando las fuerzas productivas
aumentaron y comenzaron a emerger con fortaleza e
interdependencia las antiguas formas de ocupación, con el
dolor de quienes las querían sostener como algo absoluto,
es decir, cuando surgieron del interior de las relaciones de
iniquidad, nuevas ocupaciones, nuevos oficios, alternativas
diferentes de marcar las diferencias o ampliar los horizontes del
dominio.
A partir de 1940 la producción agrícola
aumentó en comparación con años anteriores,
de tal forma que el consumo local era poco con relación a
lo que se producía. El excedente de la producción
fue considerable y para evitar su deterioro, se llevaba a los
centros de consumo con mejor plaza para la venta: Barranquilla,
Cartagena.
Esta producción se sacaba a lomo de animales hasta
las carreteras que conducían hacia los centros en
mención, ante la inexistencia de vías carreteables
en Santa Cruz. Lo importante de este excedente está
sintetizado en dos aspectos: por un lado, proporcionó un
ingreso a los pequeños productores que se tradujo en la
obtención de artículos procesados y por otro lado,
vinculó a un grupo de personas ?que no siendo de la
comunidad- quienes se beneficiaron con una actividad que
surgió del interior de la necesidad de mano de
obra.
Al desaparecer el cultivo del algodón como ya se
había anotado, las tierras que antes se utilizaron para la
siembra, fueron "preparadas para las rozas de maíz, yuca,
ñame (tierras de lomas), cedidas por los propietarios a
los que no la poseían, bajo la condición de
entregarlas sembradas en pasto, es lo que se conoce como el
terraje, modalidad que estuvo vigente hasta hace unos dos o tres
años", según lo expresado por Cayetano
Jiménez*, en los diálogos sostenidos con
uno de los Grupos Focales conformados.
Se había anotado además, que el excedente
en la producción se venía dando desde cuando la
parcela familiar constituía la unidad económica
fundamental, pero que este excedente se utilizaba para el
intercambio o trueque. De 1930 en adelante el aumento de la
producción fue notable lo que originó que para 1940
se hiciese necesario abrir "trochas" que facilitaran el acceso de
los carros de carga al pueblo y transportar la producción
hacia los centros de consumo, sobre todo en verano, ya que en el
invierno se hacía difícil por lo pesado del
terreno. Entonces se tenía que sacar hasta la carretera
central, actualmente La Cordialidad, en lomo de animales.
Aparejado al aumento de la producción agrícola, en
la que de todas formas participó la clase terrateniente
local, impulsándola con su inversión, surgió la actividad del
bultaje. Más tarde, cuando la producción se fue
ensanchando, surgieron los acaparadores, compradores de la
mercancía agrícola (hoy son los llamados
negociantes).
En una secuencia dialéctica, es decir, con causas
particulares fueron naciendo las demás actividades que
giraron (actualmente giran) en torno a la compra
venta de la producción agrícola; dicho mejor, de la
circulación de la mercancía. Los individuos que se
dedicaron a estas actividades, de alguna manera fueron sus
explotadores recíprocos, alentados por el capital que las
impulsó como una necesidad de sus intenciones en la que el
campesino productor sólo tenía participación
en dos momentos: en la producción de la materia prima y en
su venta. Después no sabía de las direcciones que
tomaba la mercancía por él producida hasta cuando
nuevamente retornaba a sus manos procesada, excesivamente
costosa, desconocida hasta los límites del rechazo o la
resignación de no acceder a ella.
Así, a partir de 1960 es cuando el bultaje
adquiere su real dimensión como actividad remunerada, a
pesar de que ya existía en estado embrionario a finales
del siglo XIX no sólo en la comunidad de Santa Cruz, sino
en las comunidades vecinas y las del resto del departamento con
facilidades de transporte: Los Penales, Sabanalarga, Baranoa,
Galapa, Luruaco, Arroyo de Piedra, Santa Catalina (todas ellas
sobre la carretera La Cordialidad). Aquellas personas que
ayudaban a cargar los bultos de algodón, los bultos de
panela, cuando éstos eran los productos generados por los
cultivos predominantes, aunque no fueron considerados como
practicantes de una actividad fija, eran utilizados para esta
faena. Hasta antes de que entrara el primer vehículo para
transportar carga, esta faena era compartida entre hombres y
animales, pero la historia no registra el que se les halla
llamado bulteros o ayudantes: eran los mismos jornaleros cuya
actividad concluía con este oficio. La actividad de
bultero se fue despegando de la jornada agrícola a medida
que la producción aumentó y la mayoría de
jornaleros libres (hombres que trabajaban exclusivamente como
tales) se vincularon a ella en calidad de "enganchados" para
cargar los carros.
4. ORIGEN Y
DINÁMICA DE OFICIOS Y GRUPOS SOCIOECONÓMICOS.
ABRIENDO NUEVOS SENDEROS
La expresión sistematizada desde la
interpretación de los integrantes del colectivo Memoria de
Ancianos sobre la existencia de tierras libres para cultivar por
doquier, representa una etapa en los antiguos pueblos, desde los
inicios de la humanidad consciente, es decir, desde cuando el
hombre asumió su papel como generador de
trabajo.
Al respecto, Héctor Polanco Díaz reconoce
la acertada interpretación de Karl Marx quien
planteó lo siguiente: "La forma de la libre propiedad
parcelaria de campesinos que cultivan la tierra por su cuenta,
como forma predominante, normal, constituía la base
económica de la sociedad en los mejores tiempos de la
antigüedad y la encontramos también entre los pueblos
modernos como una de las formas que surgen al disolver el
régimen feudal de propiedad de la tierra" (1980,
79).
Tal situación se pudo evidenciar al hacer
referencia a la existencia de la economía de las parcelas
o la producción de subsistencia y la producción de
las Haciendas. Lo importante por ahora es destacar el nexo
constante de la formación campesina con otras formas, una
de ellas que actúa como dominante en una formación
social (es decir, tomando como generalidad la comunidad), y
presentar las consecuencias más importantes de esta
ligazón que facilitaría la comprensión del
aparecimiento de las actividades y la relación que guardan
entre sí.
La forma campesina asume papeles secundarios en todas
las formaciones sociales, aunque en algunas históricamente
quizás se puede encontrar que lo campesino jugó un
papel importante, primordial, pero que al hacer la
generalización en cada una de ellas, como dice Polanco,
"el sector campesino asume económicamente un papel
subordinado, el modo de producción campesino, pues es un
modo de producción secundario y subordinado" (82). En la
comunidad de Santa Cruz al igual que en otras comunidades del
departamento del Atlántico, el nexo orgánico de la
forma campesina con la sociedad global se establece a
través de unas relaciones de explotación que es su
característica.
En efecto, el nexo implica unas relaciones de
explotación manifiestas en los términos de
intercambio económico que se produce entre la forma
campesina y la sociedad global, es decir, en la transferencia
constante de excedentes que tienen lugar de la forma campesina
hacia la sociedad.
Al partir del papel importante que la forma campesina ha
podido jugar históricamente, se puede ubicar la comunidad
de Santa Cruz dentro de un sistema predominantemente campesino en
sus inicios, en el cual las actividades eran netamente
agrícolas, con poca división y remuneración
del trabajo. Con el inicio de la comercialización del
excedente de los productos del agro ?mejor dicho, intercambio-
producidos en alguna roza*, por los producidos en
otra, se estaban dando las bases a una modalidad que
después se hizo comercial. En otros términos, un
intercambio económico que se inició a medida que la
población fue creciendo; dinamizado el proceso por los
flujos migratorios, que introdujeron en forma simultánea
una fuerte natalidad (algunos migrantes contaron con el favor de
ser preferidos) alrededor de las primeras décadas del
siglo XX*. El intercambio comenzó siendo local
y con fines de abastecimiento, después se hizo con otras
comunidades con propósitos comerciales, hasta que
aparecieron los intermediarios de la producción, los que
actualmente son conocidos como negociantes.
El negociante actual es una especie de émulo del
que al principio cambiaba una producción por otra, o un
artículo por otro. En la medida que las relaciones de
intercambio fueron avanzando, es decir, fueron más
abiertas, éstas se hicieron de tipo comercial.
Surgió la compraventa de productos agrícolas y
desde luego, nuevas relaciones entre actividades que sería
interesante estudiar con más detalle y
profundidad.
De acuerdo con las afirmaciones de Marx (1972, 43),
históricamente las actividades estaban adscritas a la
economía campesina, a la producción de
subsistencia, al trabajo de la familia sin
que existiese una división más que la elemental,
por edad o sexo que
pudiera determinar la presencia de una comercialización de
excedentes y estas actividades eran por su forma natural funciones
sociales, ya que estaban institucionalizadas en la familia, en
cuyo seno reinaba una división propia y elemental del
trabajo, ni más ni menos que en la producción de
mercancías.
A pesar del gasto individual de las fuerzas de trabajo,
graduada por la duración o por el tiempo empleado en
determinada actividad, éste reviste la forma lógica
de un trabajo determinado socialmente, ya que estas fuerzas
individuales actúan de por sí sólo como
órganos de la fuerza colectiva de la familia. En las
comunidades fundamentadas en la agricultura, la forma de "los
días prestados" es un claro ejemplo del carácter del trabajo tratado no como
mercancía, sino como un intercambio de valor de uso, cuya
contraprestación equivale al pago de un día de
trabajo asistido.
La figura simbólica de contraprestación a
los días prestados no fue exclusiva de las comunidades en
la Costa Norte de Colombia. En el Oriente del país el
equivalente a la modalidad citada estaba representado (aún
lo está) por el convite, una estrategia de
compromisos conscientes de apoyo laboral entre campesinos vecinos
que se ponían de acuerdo para limpiar o recoger
maíz en la roza del uno hoy, en la del otro mañana
y así sucesivamente hasta culminar en la
satisfacción de todos los comprometidos. Hoy se le
podría denominar trabajo comunitario en un medio urbano,
cuya extensión ha tocado al ámbito
cuasi-rural.
Bajo esta modalidad, de acuerdo con la
interpretación del Grupo Focal conformado por los
agricultores y campesinos cuyos nombres aparecen en el Cuadro 1,
se erigieron las primeras organizaciones en
Santa Cruz para el trabajo, y después para todas las
actividades, bajo la forma de ayuda mutua*. Esta
modalidad fue desapareciendo a medida que la propiedad parcelaria
de los campesinos se vino a menos, estableciéndose la
propiedad individual sobre la tierra en manos de unos pocos que
la comenzaron a usufructuar, dándole ya no valor de uso
sino el comercial.
La propiedad comercial e individual también
dinamizó y estableció el pago del jornal, del
día de trabajo, que hicieron añicos todas las
relaciones de ayuda mutua, hasta tal punto que la tierra fue
depositaria de un poder hechizante, al cual se refirió en
una entrevista
Manuel Yaya, un campesino de origen indígena, nacido y
residente en la comunidad de Sibarco (Baranoa, centro del
departamento del Atlántico). La tierra se tornó
codiciada y generó enfrentamientos en Santa Cruz como el
de 1973, cuyos recuerdos aún perduran entre quienes fueron
sus protagonistas y víctimas.
La agricultura en los inicios de la comunidad de Santa
Cruz fue de subsistencia: abastecimiento del consumo local de
acuerdo a la población existente. El intercambio del
excedente con otras comunidades con fines de consumo propuso las
bases incipientes del comercio con fines
económicos.
Con la introducción del cultivo del algodón
permanente (a principios del Siglo XX) a través de una
cooperativa
con sede en Cartagena, producido bajo la forma establecida por la
unidad familiar, se inicia la primera forma de adquisición
de divisas, pero la
responsabilidad limitada de la unidad familiar, no
permitió la generación de empleo,
asignándosele la categoría de poco rentable por las
bajas aspiraciones económicas de la unidad, aunque, al
campesino, este ingreso le reportara cierta y relativa utilidad. Ello es
evidente en las respuestas de los integrantes de los colectivos
grupales que han convenido en que esta fue una época de
oro.
El cultivo del algodón no fue una necesidad
exclusiva de la economía de Santa Cruz, fue más
bien una necesidad exterior motivada por la demanda de procesos de
industrialización en el país, bajo la presión
del capital extranjero que necesitaba materia prima
semiprocesada. En conclusión, no fue rentable el cultivo
ya que se hacia en las peores tierras y con técnicas
demasiado rústicas.
Por el contrario, el cultivo de la caña que se
había iniciado poco después como una necesidad del
capital para su circulación y poner a producir las tierras
adquiridas bajo las modalidades ya establecidas anteriormente al
tener como incentivo o estímulo económico, la
remuneración del trabajo, condicionó a que los ya
desvinculados de la propiedad sobre la tierra se colocaron como
jornaleros asalariados unos, como agregados los que eran
trabajadores permanentes de las fincas de caña o
cuidadores de las fincas de plátano o de ganado, cuyo
trabajo era pagado en dinero o en
especie o se les daba la oportunidad de sembrar en una
pequeña porción de tierra para su subsistencia
familiar, para no correr con el riesgo de una competencia
interna. La división del trabajo al interior de una
actividad como la siembra de caña, si adquirió las
proporciones de relaciones capitalistas en el campo, puesto que
las fuerzas individuales del trabajo ya no estaban reguladas por
la fuerza colectiva de la unidad familiar y porque ya no se
trataba de una actividad al interior del modo de
producción campesino. Estas actividades fueron: trapicheo,
cortador, arreador, aguatero, emburrador, tractorista.
Aunque las relaciones de trabajo, las formas de
contratación de la mano de obra conservaron
?todavía conservan- resagos de las formas anteriores y los
agricultores se disfrazaron de campesinos es clara y manifiesta
la presencia omnipotente del capital que fue imponiéndose
a las relaciones de la economía campesina, sin que las
hiciera desaparecer definitivamente.
En tales condiciones se produjo una lucha
socioeconómica entre la producción campesina
(cultivo de algodón y pequeña producción
para el consumo: yuca, maíz, ñame,
etcétera.) y la producción capitalista (cultivo de
caña, cultivo de plátano, ganadería), no
como competencia para el dominio por parte de la primera, sino
como posibilidad de subsistir al interior de la que dominaba.
Para el año 1918, los cultivos de caña y
plátano son los que predominaban en el panorama
económico de la comunidad, privilegio exclusivo de
terratenientes que, comparado con los cultivos de algodón,
plátano, yuca, maíz, ñame, etcétera.,
de los pequeños agricultores, evidenciaba el papel
secundario de la producción campesina.
Hasta aquí son tres los elementos que
constituyeron de base para el aparecimiento de las actividades
que hasta ahora se han señalado. A medida que fue
desapareciendo el cultivo del algodón a expensas de la
consolidación del dominio de la caña y los grandes
cultivos de plátano para la venta exterior, y la
ganadería, los campesinos fueron bajando de las lomas en
busca de mejores tierras para otro tipo de cultivos que les diera
resultados económicos. Como quiera que las tierras bajas
estaban ocupadas por los cultivos de caña y
plátano, algunos campesinos se convirtieron en jornaleros
de las fincas ?de caña o plátano- a la vez que
trataban de mantener en asistencia su roza; otros se dedicaron a
ser única y exclusivamente jornaleros.
Con la disminución posterior de la
producción de caña, algunas extensiones de tierra
fueron quedando inactivas o destinadas a la improductividad. De
estas tierras, un 30% sin actividad fue cedida a campesinos para
que hicieran cultivos rápidos como yuca, ñame,
maíz, etcétera, con la condición de
entregarla sembrada en pasto; otra parte en calidad de
aparcería, llamada también "en condueño",
con la condición de repartir la cosecha, dándole un
gran impulso a la agricultura, sobre todo a la siembra de
plátano y yuca, debido a la fuerte inversión del
capital. En esta forma, el capitalista terrateniente
también hizo recaer la fuerza de su dinero en algo que
hasta ahora parecía trabajo de campesinos.
Bajo el auspicio del estímulo del capital
surgieron nuevas actividades y la comunidad fue estableciendo
nuevos tipos de comercialización, a la vez que la
agricultura toma un auge considerable. La producción fue
vinculando a otras personas en forma indirecta a participar en
ella, de tal forma que de su esplendor fueron surgiendo otras
actividades que se convirtieron en formas de obtener ingresos por
parte de los que a ellas se dedicaron.
Pero también se ha de decir que el
estímulo del capital fue creando obreros libres, es decir,
carentes totalmente de propiedad que no fuera su fuerza de
trabajo, que se inició con el despojo de propiedades,
luego con el condicionamiento de los sitios de trabajo, hasta
llegar a incidir en los instrumentos y medios de
producción, una especie de imposición de las
condiciones objetivas de la ocupación; de la tierra y de
la mano de obra campesina. Entonces el campesino y el agricultor
en condiciones de pobreza fue
lanzado hacia otras esferas de explotación, es decir,
convertido en obrero libre.
Los tipos de relaciones bajo las cuales la tierra fue
pasando de unas manos a otras, ha permitido trazar un esquema
histórico sobre la renta del suelo, hasta
llegar a los momentos actuales, los de la explotación
capitalista de la tierra, a la cual hizo referencia Marx en sus
trabajos sobre la génesis de la renta capitalista del
suelo, basado en las características más generales
de la evolución de la renta en Europa.
Según el esquema aludido, la manifestación
más primitiva de la renta es la que se da en trabajo; le
sigue la renta en producto, que surge de la primera y
después la renta en dinero, sin que se quiera decir que
este proceso ha de encontrarse en cualquier circunstancia o
situación histórica, sino que éste
dependerá y estará condicionado por las
particulares condiciones históricas en que se
desenvuelva.
En la primera mitad del siglo XX (1950), la agricultura
en Santa Cruz se acogió a un ritmo acelerado en su
crecimiento, impulsada por el dinamismo de
comercialización de los productos agrícolas en los
centros urbanos de tal forma que el comercio adquirió una
dinámica que obligó a reemplazar el transporte de
tracción animal por el motorizado. Esta necesidad
condicionó la apertura de caminos carreteables para el
paso de vehículos.
Las ocupaciones se diversificaron al quedar
prácticamente sin uso la ayuda mutua: la construcción de vivienda adquiere un
carácter remunerativo; el cercado de terrenos con alambre
de púas, es trabajo pago y generó cierta
especialización en el oficio; la construcción o
apertura de canales de riego o pozas artificiales para abrevadero
de animales, ya no fue función de
los días prestados. Con la llegada de los vehículos
para transportar la carga, la actividad del bultaje adquiere sus
características definidas al interdependizarse de la faena
agrícola.
Fue tal el papel que asumió como actividad que
hoy día conforma uno de los oficios que se mantiene activo
durante el transcurso de todo el año, y en el cual se
vislumbra un potencial humano que podría dar iniciativa a
una cualificación en cuanto a organización. Pero la inestabilidad de las
actividades cuyas características se estudiarán en
otro aparte, ha sido el factor negativo para su
organización, oscilamiento de los que a ellas se dedican,
como causa directa de la situación actual de la
agricultura.
5.
SITUACIÓN SOCIOECONÓMICA EN LOS OFICIOS Y
ACTIVIDADES. SU POSICIÓN FRENTE A LA
PRODUCCIÓN
En una comunidad ya conformada, aunque no definida en
cuanto a su formación social por la convergencia de
relaciones que tratan de adaptarse e imponerse unas y/o de
conservarse otras, aparentemente se manifiesta un estado
socio-económico general que dependerá de la
situación agrícola del momento. Una posible
claridad queda en su mayor parte cubierta por las respuestas de
la mayoría de personas que vivieron épocas
históricas pasadas de la comunidad como "mejores que
ahora".
Pero dentro de la respuesta "antes se vivía mejor
que ahora", se esconde la falta de identificación de las
verdaderas intenciones de los que actuaban "de buena fe", y en
beneficio de la comunidad, que es lo que se manifiesta ahora en
estos tiempos difíciles. En todo caso, no es la
intención esconder, que si bien es cierto, se pudo gozar
de una buena situación, ésta estaba oculta por lo
que posteriormente llamó la atención a todos los
miembros de la comunidad.
Romualdo Franco, campesino de muchas jornadas de agro
dice: "De pronto nos encontramos que antes las tierras las
cogía uno sin pedirlas a nadie, pero ahora tiene que
mendigarse el pedacito para hacer la roza"*. Esta
argumentación ha sido validada por el
grupo y ella es punto de partida para caracterizar en el
departamento del Atlántico y en la comunidad de Santa Cruz
dos etapas históricas. La primera netamente de tipo
campesino como lo predominante ?para no dejar por fuera algunos
aspectos que están en formación dentro de esta
forma campesina -, con una participación considerable de
la mayoría de los integrantes en la producción. Con
poca o ninguna división del trabajo diferente a la
natural. La otra, la que se gestó al interior de la
economía campesina como la dominante, que se
articuló con ella y sirvió a la vez de
vehículo para la integración de las demás instancias
a las cuales se condicionaron sus características,
haciéndolas dependientes, pero que no logró
derrumbar. Es la de los momentos actuales, la que caracteriza y a
la vez define la participación de las personas de acuerdo
a la actividad que ejecutan y también establece su
situación económica, social, política,
cultural, etcétera.
Al volver al análisis de los grupos
socioeconómicos actuales, se ha de estar alertas a no
juzgar su condición o situación económica de
acuerdo a su posición o participación en la
producción. La participación va a estar dirigida en
varias direcciones, que van determinando su situación
económica. Ante tales circunstancias es de suma
importancia la propuesta de caracterizar los grupos existentes en
la comunidad de Santa Cruz, ligados a la actividad que cada uno
realiza, la forma como la ejecuta y alguna aproximación a
la interpretación que han hecho éstos de su
participación en la vida comunitaria.
El Cuadro que a continuación se muestra
está elaborado sobre la base de la ocupación de los
grupos existentes, enfatizando en las diferentes direcciones que
genera su participación*. Al momento de
recolectar la información existía un debate en la
comunidad de Santa Cruz, al interior de los grupos productivos y
las diferentes ocupaciones que realizaban, relacionada con la
posibilidad de constituir una cooperativa que se encargara de
comercializar los productos de la agricultura: todos eran
agricultores campesinos.
Similar situación también se pudo
evidenciar en otros lugares del departamento del
Atlántico, a los cuales por extensión de la
ocupación de los bulteros, se dirigió la
intención y la atención de este estudio.
Cuadro 1. Participación de los grupos de
acuerdo a las ocupaciones.
GRUPOS | ACTIVIDAD | PARTIC %. | TOTAL % | IMPLEMENTOS |
Campesinos | Agricultura | 22.32 | 22.32 | Trabajo rústico. Unidad |
Propietarios de carros | Agricultura | 3.57 | 8.04 | Capital. Contrato mano de obra Capital. Contrato mano de |
Transporte de carga | 4.47 | |||
Terratenientes | Agricultura. | 4.47 | 4.47 | Capital. Contrato mano de |
Jornaleros | Cualquiera del agro | 22.32 | 22.32 | Fuerza de trabajo por |
Bulteros | Trabajo en carros | 8.93 | 24.10 | Fuerza de trabajo por Pequeña producción |
Agricultura | 13.93 | |||
Albañilería | 1.24 | 9.28 | Fuerza de trabajo por | |
Choferes | Trabajo en los | 8.04 | ||
Albañiles | Construcción | 1.78 | 6.25 | Contrato Producción |
Agricultura | 4.47 | |||
Corraleros | En las haciendas. | 4.46 | 4.46 | Trabajo por salario |
TOTALES | 100.00 | 100.00 |
FUENTE: Encuestas a
una muestra intencional de trabajadores en Santa Cruz,
Atlántico. Mayo ? Junio 1982.
El porcentaje de la participación de los choferes
está referido a los que trabajan en los carros dedicados
al transporte de carga para los centros de consumo, no obstante
haber tomado la muestra del universo de estos
trabajadores, es decir, incluidos quienes cubren la ruta Santa
Cruz- Barranquilla con el transporte de pasajeros y carga
generada por la agricultura.
Al observar los porcentajes registrados por
participación, aparentemente ésta debería
indicar una mejor posición económica tanto para
campesinos, como para jornaleros libres y bulteros. No
está demás decir que la simple observación de los datos
podría conducir a errores, pero la forma en que se tiene
participación en la producción es la que establece
claridad del por qué una mínima
participación produce más ganancia, mejor
situación económica. Mientras que la agricultura
tradicional ?la de la unidad familiar- es practicada en forma
rudimentaria y en las tierras de lomas o laderas aunque vinculada
al mercado, está bien lejos de competir con la agricultura
comercial ?sin que se haga la separación entre dos tipos
de agricultura -; ésta última tiene la ventaja del
capital que se invierte y que por lo tanto suelta un poco las
amarras de las relaciones en el campo. Jesús Antonio
Bejarano, economista colombiano, en su ponencia sobre
Contribución al debate sobre el problema agrario
presentada en el Primer Seminario
Nacional de Desarrollo Rural en 1976, anotaba al respecto de esta
desigualdad competitiva lo siguiente: "Lo que cabría
preguntar ?y este es el problema que nos parece esencial- es
cómo ante estas condiciones, la agricultura tradicional
puede subsistir al lado de la gran explotación capitalista
porque, ante el notable avance de la agricultura comercial, el
subsector tradicional resiste a la descomposición a
despecho de su evidente desventaja; cuáles son, en fin,
los factores que bloquean la penetración de la agricultura
comercial en el área de especialización de la
agricultura tradicional" (1977, 81).
Bejarano responde por lo que ya Kausky había
indicado como una respuesta en donde la persistencia de la
pequeña explotación no estaría dada por su
capacidad para sostener la competencia a la gran
explotación, sino por el contrario, cesa de hacer la
competencia y de tener importancia como vendedora de productos
que la grande produce al lado de ella. Estos es, la
pequeña explotación ya no vende cuando se
desarrolla a su lado la gran explotación capitalista, se
convierte de vendedora en compradora del excedente de los
productos de la gran explotación y la mercancía que
ella produce en exceso es precisamente el medio de
producción que necesita la gran explotación: la
fuerza de trabajo.
El citado Bejarano retoma textualmente los siguientes
planteamientos de Kausky: "En esta forma, ambas explotaciones no
se excluyen en la agricultura, sino que conviven como el
capitalista y el proletario, aunque el pequeño campesino
adquiera cada vez más el carácter de este
último" (82). Para el autor que se viene referenciando
esto es una parte del problema y seguramente la menor, lo
más importante es quizás la integración de
los pequeños agricultores minifundistas al mercado de
productos, que es lo que garantiza la supervivencia de la
agricultura tradicional. Luego esta especie de supervivencia es
contribuyente en una participación directa mayoritaria en
el proceso productivo con una baja participación
económica de los beneficios que es lo que le da el
carácter de no competitiva, ante la poca
participación de capital que no alcanza sino para utilizar
una técnica rudimentaria.
Aún más, aquí se encuentran las
fuentes para el oscilamiento de las actividades que de la
agricultura dependen, destacando que éstas no fungen ser
condicionadas o determinadas por la existencia de una agricultura
comercial, más bien, son generadas por la
articulación de estos dos tipos de agricultura que en la
comunidad se dan.
Al incluir en el análisis la participación
del grupo de bulteros en la circulación de los productos
agrícolas frente a sus ingresos económicos
referidos a un año se observa que a mayor
participación, menor ingreso económico. Mientras
que la participación del grupo en la totalidad es de
22.32% (una participación individual de 0.89%) sus
ingresos individuales están en un porcentaje de 0.01%. Si
esto ocurre para un grupo que tiene una sobresaliente
participación, es necesario explicar el por qué del
fenómeno.
Ahora bien, al revisar la participación del grupo
de los propietarios de carros, por ejemplo, aunque éste es
minoritario con relación al anterior, sus ingresos
económicos están por encima en términos de
porcentaje a su participación (ver Cuadro 1), pero si se
persiste en una observación a otros grupos mayoritarios en
participación, los bulteros, por ejemplo, ésta
tiene la característica de ser también doble. La
razón de esta situación está en la
inversión de cada grupo, los medios de que dispone para la
participación en el proceso.
En todo caso, si la participación es
mínima en el proceso, y se dispone de bajos elementos para
vincularse en él, la situación económica es
baja y si a esto se agrega una sola dirección en la participación (el
grupo de los corraleros), las condiciones económicas y la
calidad de
vida van en deterioro cada vez más. Para el caso
específico de los bulteros, no sólo de Santa Cruz,
sino del departamento del Atlántico, el retiro de la
actividad como bien lo había dicho un trabajador del grupo
con más de 20 años de servicio
ininterrumpido, "es doloroso porque uno siente que sale con las
manos vacías, enfermo y sin quien responda: sin mucha
oportunidad de volver a ser agricultor, ya que las fuerzas no
alcanzan. Al igual que a mí y mis compañeros en el
pueblo, también le ocurre a los de Luruaco,
Repelón, Sabanalarga, con quienes hemos hablado a ver si
nos organizamos para vivir mejor"*.
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Por:
Rosario Joaquín Reales Vega
Sociólogo colombiano residente en
Barranquilla.
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