Colectivo Ioé
- Introducción
- 1. Jóvenes sin
oficio ni beneficio. Entre la inserción laboral precaria y
la marginación política - 2. Instituciones para la
inserción social: "El barrio no tiene
ná" - 3. La opinión de los
jóvenes. Significado de las posiciones
detectadas - Notas
El presente documento forma parte de un estudio más
amplio sobre la situación y problemática de los
jóvenes del barrio de Nazaret (Valencia). Hace varios
años la Asociación de Vecinos decidió poner en
marcha una serie de intervenciones sobre tres sectores que se
consideraban estratégicos: las mujeres, los jóvenes y
los ancianos. En el primero de estos casos ya se llegó a la
publicación del estudio correspondiente en 1992 (1). El
estudio sobre la juventud se inició en el
curso 1994–1995 y dió lugar a un informe provisional elaborado por
un grupo de alumnos de la
Escuela Universitaria de
Trabajo Social, coordinado por
Sió Planas (2). Este informe recoge los resultados iniciales
obtenidos a partir del "método de audición",
sistematizado por el sociólogo Marco Marchioni, que
también había sido aplicado en el estudio sobre las
mujeres (3).
Al iniciarse el curso 1995–1996, los miembros de
la Asociación de Vecinos encargados del proyecto consideraron conveniente
introducir una línea de investigación complementaria
a la ya iniciada mediante el método de audición; los
resultados obtenidos por esta vía, en efecto, se situaban en
un plano descriptivo y reflejaban con bastante detalle las
situaciones particulares de los jóvenes entrevistados, pero
no permitían obtener una explicación de lo que les
estaba pasando. Tras varias conversaciones mantenidas con
Colectivo Ioé, se nos encargó elaborar un informe
interpretativo que tomara como punto de partida, de una parte,
los resultados ya obtenidos de las entrevistas con jóvenes y
"testigos privilegiados" y, de otra, dos nuevas exploraciones
cualitativas: un grupo de discusión y un grupo triangular
con jóvenes representativos del barrio.
Las ochenta entrevistas o "coloquios de calle" ofrecen
un material poco productivo desde el punto de vista del análisis (4); por otra
parte, el diseño de las entrevistas
no respondía a criterios de muestreo ni trataba de reflejar
una tipología previamente definida, por lo que no se puede
garantizar su representatividad. En cuanto a las entrevistas con
"testigos privilegiados", se grabaron y después se
transcribieron literalmente; en este caso, los resultados son
más expresivos y permiten conocer cómo se posicionan
algunos de los agentes sociales más importantes del barrio
en relación con los jóvenes (5). Por último, en
cuanto a las técnicas de grupo aplicadas
para elaborar el presente informe, se realizó primero un
grupo de discusión con diez jóvenes representativos de
las características medias de la juventud del barrio y
después un grupo triangular con tres jóvenes que
parecían representar diversas posiciones de liderazgo relevantes dentro
del barrio (ver ficha técnica de ambos grupos en Anexo6). Mientras la
técnica del grupo de discusión trata de captar las
opiniones, actitudes y expectativas que
prevalecen de forma consolidada en la mayoría de los
jóvenes, el grupo triangular abre el campo de los discursos a las matizaciones,
a las diferencias entre posiciones contrapuestas y, por tanto, a
los posibles conflictos y disensos entre
los sujetos, puntos claves en una posible estrategia de intervención y
comunicación en la sociedad (7).
La finalidad principal del presente informe es ofrecer
una interpretación global de
la problemática de los jóvenes del barrio de Nazaret.
Para ello, se parte de un análisis de las cuestiones
planteadas por los propios jóvenes y, sobre esa base, se
avanza una interpretación que pretende explicar la
génesis social de las situaciones y procesos descritos .
Evidentemente este tipo de análisis es arriesgado ya que
implica, no solo un punto de vista sobre el papel jugado por los
jóvenes, sus familias o las personas e instituciones que les son
más próximas, sino una valoración de la influencia
ejercida por el conjunto de la sociedad de la que forma parte el
barrio de Nazaret y, en particular, su juventud; es decir,
queremos sobrepasar el análisis textual de los discursos (lo
que dicen los jóvenes) y adentrarnos en el análisis
contextual: por qué los jóvenes piensan así,
cómo se engarzan sus motivaciones manifiestas con las
estrategias de poder desplegadas por otros
agentes sociales y, en definitiva, desde qué claves es
posible explicar sus trayectorias de vida.
El informe lo dividimos en tres partes
interrelacionadas, seguidas de un capítulo conclusivo. El
primer capítulo describe la posición ocupada por los
jóvenes en el mercado de trabajo y en la vida política a fin de establecer
cuáles son sus coordenadas en el marco de las estructuras económicas y
políticas que hoy
configuran la vida española (y en concreto la situación de
los jóvenes en barrios periféricos como
Nazaret). El segundo capítulo recoge la percepción que tienen los
jóvenes en torno a las principales
instituciones presentes en el barrio; estas instituciones no
sólo constituyen el marco próximo en el que se
desarrolla su vida cotidiana sino que tienen efectos muy
importantes en la configuración de su identidad como ciudadanos. El
tercer capítulo resume las respuestas que dan los propios
jóvenes a la situación en que viven; después de
sintetizar las principales posiciones detectadas, tratamos de
encontrar el significado, alcance y repercusiones que tienen las
diversas formas de pensar y situarse en la vida. Por último,
el capítulo cuarto ofrece algunas propuestas de
intervención sobre la problemática juvenil y plantea
diversas cuestiones que quedan abiertas y sobre las que invitamos
a reflexionar a los propios jóvenes y a cuantas personas
están interesadas en abordar y resolver sus problemas.
1. Jóvenes sin oficio ni
beneficio. Entre la inserción laboral precaria y la
marginación política
En este primer capítulo vamos abordar dos puntos
centrales de la vida social: la posición económica y el
protagonismo político de los jóvenes presentes en el
barrio de Nazaret. En las sociedades de mercado el trabajo remunerado es el
principal medio para obtener los recursos necesarios para vivir y,
en esa medida, para asegurar la inserción social. Por otra
parte, ante los problemas que se plantean, son las instituciones
políticas las principales responsables de facilitar
vías de participación a los ciudadanos a fin de que
encuentren las soluciones oportunas.
¿Encuentran empleo en condiciones dignas
los jóvenes del barrio de Nazaret?; caso de no encontrarlo,
¿participan politícamente para resolver su problema?;
por último, si la respuesta a ambas preguntas es negativa,
¿cómo explicar el conformismo de los jóvenes ante
la exclusión social que
padecen?.
Una primera constatación es que los jóvenes
encuentran grandes dificultades para conseguir un empleo, por lo
que muchos se hallan en situación de paro intermitente o de larga
duración. Si la tasa de paro entre los jóvenes de la
Comunidad de Valencia llega al
17% (8), en el caso de los jóvenes del barrio de Nazaret el
volumen de paro es mucho
mayor. Tanto en los grupos y entrevistas realizados con
jóvenes como en las entrevistas a informantes privilegiados
del barrio, el principal problema que se plantea es la escasez de empleo remunerado
(9):
"–El paro es un problema bastante grave que
hay aquí en Nazaret.
–Nazaret tiene un alto índice de
alfabetismo, entonces pues hay muchísima gente en el paro.
Por ejemplo, yo desde hace quince días, todo sea dicho de
paso (risas).
–Lo de ser analfabeto no tiene nada que ver
porque yo llevo cinco años en el paro y ya es…"
(GD,15–16).
"Nosotros vamos al parque que llaman del cine.
Como no trabajamos pues no podemos ir al pub, donde
consumir lo más barato son doscientas pelas, por lo que
nos reunimos en los parques" (Entrevista con joven en paro
de 22 años).
"El mayor problema de los jóvenes es la falta
de trabajo. Todo el mundo sabe que los jóvenes
desempleados son el sector de población de mayor
riesgo para otras historias"
(Entrevista con trabajadora social).
En segundo lugar, de los jóvenes que trabajan la
mayoría consigue empleos precarios, bien en la economía sumergida o mediante contratos temporales poco
remunerados:
"–Yo trabajo pero no estoy asegurado ni nada.
Gano dinero.
–Así estamos todos.
–Yo, después de cinco años
trabajando en Consellería, me he ido a la calle. Entonces,
pues eso, yo también estoy en el paro pero sigo haciendo
cosas en mi casa con mi ordenador, intentando pues eso,
buscarme un poco la vida" (GD,37–38).
Los jóvenes constatan un proceso de desregulación
del mercado de trabajo que a ellos les afecta negativamente. En
su opinión, el gobierno estableció los
"contratos basura" para favorecer el
empleo juvenil, pero el resultado no ha sido ése porque el
paro sigue creciendo y los empresarios se ven con las manos cada
vez más libres para hacer y deshacer en función de lo que "a ellos
les interesa". Esta situación habría sido favorecida
por la política económica del
gobierno socialista:
"–Pero es que yo creo que a los empresarios
les interesa que esté esta situación, a ellos les
interesa tener a un trabajador, yo que sé, que te paguen
una porquería, sin asegurar. Si ellos ganan dinero
así…
–¡Claro!
–Ellos no quieren poner límite a esta
situación.
–Claro, por eso a mí no me gustan los
socialistas, porque han hecho todo más a favor del
empresario que del
trabajador. Aparte de que ya no hay trabajo, encima el poco que
hay lo ponen a favor de ellos.
–Mira, es que a mí se me cae la cara de
vergüenza, de verdad" (GT,21).
En este proceso de desregulación del mercado de
trabajo, algunos jóvenes manifiestan un temor en
relación al futuro: los políticos acabarán
justificando el despido libre como otro medio para incrementar el
empleo, sin considerar que existen bastantes familias donde la
única vía efectiva y continua de ingresos es el puesto de trabajo
estable del padre de familia:
"–Sólo falta que hagan el despido libre,
entonces ya…. Estamos esperando a que suban y digan: 'despido
libre'.
–Y así se crearán más puestos
de trabajo con el despido libre.
–Si te ponen el despido libre, ya lo que
faltaba: tienes pocos derechos…
–La familia esa, que
sólo vive del padre porque tiene un trabajo fijo, si le
ponen el despido libre, le tiran también a la calle.
Quiero decir, que si se creen que van a crear más empleos
con el despido libre, puede ocurrir lo mismo que con los
contratos basura: ¿Se crearon
más puestos de trabajo?. Pues no, no se crearon más,
todo lo contrario, hay más gente en el
paro.
–Ahí sólo abusan y siguen ganando
los empresarios" (GT, 9).
Entre los buenos empleos, a los que sólo acceden
jóvenes del barrio en casos excepcionales, y las situaciones
de paro de larga duración, existe una amplia gama de
situaciones laborales. En los escalones más bajos aparece el
trabajo de carácter temporero en la
agricultura y en algunas
ocupaciones como la descarga de trailers y el servicio doméstico; pero
todavía más abajo aparecen otras ocupaciones de
carácter sumergido y a veces directamente ilegal como la
prostitución, la mendicidad,
el tráfico de droga, el robo,
etc.:
"–Tus amigos están bastantes colocados,
pero otros se meten en la chu-chu (hace la señal de
inyectarse droga en la vena del brazo), eso lo he visto yo por
donde vivo, que para buscarse la vida tienen que ir a buscar la
tontería esa. Porque vosotros tenéis dinero, pero hay
algunos que no tienen dinero para nada. Porque algunos colegas
míos, que tampoco tienen trabajo, p’a buscarse la
vida están todo el santo día buscando y no encuentran
nada. Entonces se buscan salidas como la de robar, que
también ya roban, venden droga, aunque sea para seguir
viviendo. Yo pienso esas cosas. Vosotros no sé qué
pensareis.
–Porque también hay gente que no tiene
ayuda de los padres, eso es verdad"
(GD,55–56).
Los jóvenes incluyen o excluyen en su búsqueda
de trabajo estas ocupaciones dependiendo del estatus
socio–económico de las familias y de cuál sea su
grado de asimilación de la cultura dominante. En todo
caso, se observa una notable fragmentación del mercado de
trabajo ("hay muchos tipos de jóvenes en el
barrio").
Como consecuencia de lo anterior, se produce una intensa
competitividad en el 9 9
mercado de trabajo. Pero cuanto mayor es la demanda de empleo, mayores y
más exigentes son los requisitos que ponen los empleadores.
En consecuencia se revaloriza la formación para el empleo y
todos aquellos medios que pueden conducir a
la consecución de un puesto de trabajo. En este sentido,
como en general le ocurre a la juventud de la Comunidad
Valenciana (10), se constata la importancia estratégica que
tiene el estatus familiar para obtener un empleo. Aquellos que no
tienen ayuda familiar están particularmente desprotegidos y
se ven obligados con frecuencia a buscar salidas extremas "para
seguir viviendo" ("algunos no tienen dinero para nada… porque
hay gente que no tiene ayuda de los padres").
Desde una perspectiva histórica, los jóvenes
observan que ha habido una importante transformación
generacional en relación al mercado de trabajo: sus padres
tenían condiciones de trabajo precarias y ganaban poco
dinero, pero no les faltaba alguna ocupación (y a veces
varias); ellos, en cambio, tienen grandes
dificultades para conseguir abrirse camino en el mercado de
trabajo. En cuanto al futuro, las perspectivas no son
halagüeñas pues lo que observan que el trabajo
será cada vez más rotativo (unos meses trabajando y
otros en paro) y, en todo caso, aumentará la competitividad
laboral.
La posición de los jóvenes en relación a
la vida económica es marginal. El papel protagonista
corresponde a los empresarios, a la gente que puede invertir y
montar negocios. En cuanto al
Estado y a los sindicatos, su papel es de
mediación: son los encargados de regular la vida
económica. Precisamente, ante el grave problema laboral que
padecen los jóvenes del barrio, se acusa al Estado y a los
sindicatos de haber colaborado con un proceso que sólo o
principalmente beneficia a la patronal. La legislación laboral, con el
apoyo de los sindicatos, ha apoyado y legitimado unas reformas
que benefician a los empresarios a costa de los
trabajadores:
"–Antes sabías que te contrataban, te
hacían fijo y ya está. Pero ahora no tienen la
necesidad de hacerte fijo, ¿para qué te van a hacer
fijo?. Yo no haría fijo a nadie si fuera empresario,
claro.
–¡Ala! –No, no, no.
–¡Ala! –Hay que ser realista y si
tú me trabajas por sesenta debido a que tienes dieciocho
años, no voy a pagar a éste ciento veinte que es
mayor y además es especialista.
El empresario trabaja por maximizar los beneficios,
no es Cáritas, ¿me entiendes?.
–Es cruel, pero es cierto.
–Es una cosa estatal, es una cosa de ley.
–Dónde está la ley, está la
trampa, ¿no?.
–Una cosa de ley, no hay
más.
–Hecha la ley, hecha la
trampa.
–Y encima hecha por los sindicatos, por lo
que decías de los sindicatos, que los sindicatos fueron
los que firmaron el acuerdo.
–El acuerdo de los contratos basura".
(1GD,72–73).
En cuanto a la vida política, los jóvenes del
barrio de Nazaret se encuentran también en una posición
marginal. En este caso el principal protagonismo se atribuye al
Estado a través de los diferentes niveles y órganos de
la administración pública:
la administración central
y autonómica, el ayuntamiento de Valencia y los diversos
recursos y personas presentes en el barrio que dependen de la
administración.
Ante los problemas y deficiencias de todo tipo que se
observan en el barrio, los jóvenes remiten continuamente a
los políticos, en tercera persona plural ("ellos"). En
principio todos parecen ser conscientes de que la administración
tendría que representar y defender los intereses generales
de la población, en concreto los intereses de los vecinos
del barrio de Nazaret; sin embargo, a la luz de su experiencia, los
jóvenes observan que los políticos les tienen
"abandonados".
Para algunos, este abandono representa "el mayor
problema":
"Pero yo creo que el mayor problema es el olvido
político, han entrado los que están, yo no me meto en
política, y se han olvidado de nosotros"
(1GD,12).
Cuando los jóvenes observan las grandes diferencias
existentes entre las zonas urbanas, donde viven los ricos, y los
barrios marginales como Nazaret, plantean abiertamente la
sospecha de que entre la "gente de pasta" y los políticos
("la gente que mueve el cotarro") existe una convergencia de
intereses: ambos sectores son los que viven precisamente en las
zonas mejor urbanizadas:
"–Los políticos nos tienen marginados,
pero luego sales por ahí y te encuentras con una
urbanización que hay cuatro familias y hacen unos accesos
superbonitos.
Pero aquí ni jardinería ni nada. Quiero
decirte que cuando les interesa sí que lo saben hacer,
porque vas a Rochefort, te vas a todos esos sitios de ahí
y para cuatro personas que viven la verdad es que lo tienen
todo super, unos jardines del ayuntamiento pagados, bueno…
Entonces, vienes aquí, donde viven muchísimas
personas, y está casi todo por hacer…, porque es un
barrio trabajador y ahí supongo que será un barrio de
gente de dinero.
–Cada vez que hay una porquería del tipo
prostitución, droga, travestis, lo sacan fuera. Y es que
la gente de pasta, la gente que mueve el cotarro en el
ayuntamiento vive en esos barrios bien cuidados, ahí en
Rocafort o en una zona de esas" (1GD,29 y 34).
Tanto los jóvenes como los profesionales y diversas
personas representativas del barrio a quienes se ha entrevistado,
consideran que los problemas de tipo laboral, de protagonismo
político y, en general, de inserción social, no son
exclusivos de los jóvenes del barrio de Nazaret sino
extensibles a la mayoría de los jóvenes españoles.
Esta afirmación se suele hacer para relativizar el problema;
sin embargo, remite a una cuestión que nos parece
fundamental: las trayectorias laborales de los jóvenes no
pueden ser interpretadas sólo como un asunto de tipo
personal o familiar, sino como
resultado o efecto de una situación estructural de la
sociedad española. Pero reconocer esto no debería
conducir a los afectados a cruzarse de brazos ("mal de muchos
consuelo de tontos"); más bien los debería movilizar
para actuar en dos frentes: el individual ("buscarse la vida", lo
que es insoslayable) y el colectivo ya que se trata de un
problema que afecta a la estructura de la sociedad,
asunto que solo puede resolverse mediante decisiones
políticas.
Desde la implantación del sistema democrático,
coincidente con el fin de la expansión del capitalismo internacional de
postguerra, se han producido en España varios ciclos
económicos: recesión hasta 1985, crecimiento hasta 1991
y nueva crisis a partir de 1992
seguida de una ligera y discutible recuperación a partir de
1994. Más allá de los altibajos coyunturales, se ha
producido una expansión de la precarización social y se
han mantenido o reforzado importantes mecanismos de desigualdad
entre los que destacamos los siguientes: desarrollo de un paro
estructural masivo que afecta a más del 20% de la
población activa y, en el caso de los jóvenes, a
más del 40%; aumento de la polarización de ingresos y
precarización de las condiciones de trabajo entre los
asalariados de escalas más bajas; expansión de las
formas de empleo temporal que representan en España el 35%
de la fuerza de trabajo asalariada;
mantenimiento de un importante
foco de economía sumergida (aproximadamente el 30% de los
ocupados), etc. Como consecuencia de todos estos factores, la
riqueza nacional y en particular el trabajo, siguen estando
repartidos muy desigualmente entre los españoles.
Por otra parte, el encarecimiento progresivo de la
vivienda repercute sobre todo en los sectores de menores
ingresos, cortando las posibilidades de emancipación y de
ascenso social de las generaciones jóvenes, como se constata
con especial intensidad en el barrio de Nazaret.
…
Los nuevos contratos temporales y las medidas de
flexibilización del despido favorecen la precariedad y
eventualidad como notas características del empleo juvenil,
por lo que se provoca una dinámica de rotación
laboral, subempleo y paro que hace imposible para muchos
jóvenes una transición normalizada a la vida adulta,
viéndose obligados a permanecer en la casa paterna o bien a
emprender itinerarios marginales como la prostitución, la
mendicidad, el tráfico de drogas y de objetos robados,
etc. Desde el punto de vista político, el régimen
democrático surgido de la constitución de 1978 es
resultado de una tensión social creciente entre las fuerzas
sociales agrupadas en torno al franquismo y el conjunto de
movimientos, nucleados por los partidos y sindicatos de
izquierda, que se recompusieron en la clandestinidad y a los que
más tarde se unieron sectores "progresistas" de la
burguesía. "Lo que podríamos llamar 'coalición de
la transición', o conglomerado de fuerzas políticas y
sociales procedentes del antiguo régimen y de la
oposición que impulsa el proceso de tránsito, comparte
el objetivo de un cambio
político (la instalación de una democracia liberal) dentro del
sistema económico y social preexistente (que puede ser
reformado pero no transformado sustantivamente)" (11).
La transición a la democracia, resultado de este
proceso, permitió establecer un marco de suficiente
legitimidad social para las estructuras socioeconómicas
preexistentes. Como había ocurrido en otros países
europeos después de la segunda guerra mundial, la
"cuestión social" derivada del enfrentamiento de clases se
intentaba resolver, en beneficio de la hegemonía burguesa,
desde un reforzamiento del papel regulador del Estado y mediante
una estrategia de "reformas y desproletarización" de las
capas populares (12). Por ejemplo, en el caso de los jóvenes
del barrio de Nazaret la identidad social que aparece con
más fuerza es la de "ciudadanos", sujetos de derechos y
deberes en relación a un Estado que representa y defiende
los intereses generales de la población. Queda muy
desdibujada, en cambio, una posible identidad obrera, con
intereses propios y nucleada en torno a organizaciones sindicales y
políticas (13).
Del desarrollismo franquista a las más actuales
tendencias del capitalismo español hay una línea
de continuidad del entramado de poder social que pervive,
transformándose y legitimándose, en las nuevas formas
democráticas. Como señalaban en una cita los
jóvenes del barrio de Nazaret, en el momento de la
transición se produce una cooptación del movimiento obrero en base a
los planteamientos clásicos del "Estado del Bienestar": los
representantes de los asalariados aceptan la economía de
mercado a cambio de diversas contrapartidas (libertad sindical,
regulación estatal de la economía, etc.). En esta
evolución de la
política española el protagonismo no corresponde tanto
a las clases cuanto a los actores organizados, sociales y
políticos, a sus estrategias e intereses. Unos pocos
partidos y sindicatos mayoritarios se imponen como representantes
de la voluntad general, relegando a la marginalidad política a la
mayoría de la población. Los movimienatos y
asociaciones de carácter local y popular, como las
asociaciones de vecinos y los movimientos estudiantiles,
experimentaron una notable expansión al final del
franquismo, adoptando un carácter participativo y
frecuentemente asambleario, para dar paso después a una
desmovilización y despolitización: "el mecanismo
consensual provocó por su propia naturaleza una irrefrenable
inclinación al comportamiento político
no–público. Pactos y acuerdos se ofrecían como
resultado de un proceso al que se asistía como mero
espectador" (14). La nueva institucionalidad democrática
tiene así un doble efecto contradictorio: desmoviliza,
atomiza, hace dependientes a los más débiles; pero no
puede olvidarse completamente de ellos porque necesita
legitimidad social, lo que la lleva a salir al paso de sus
problemas y ofrecer cauces controlados de
participación.
Un cauce de participación son las consultas
electorales que, debido al momento de precampaña en que se
aplicó el grupo de discusión, fue objeto de
polémica entre los reunidos. Teniendo en cuenta que las
sucesivas elecciones no han servido para solucionar el problema
del paro, el hecho de ir a votar es vivido con ambivalencia. Si
votas, legitimas a los políticos que salen de las urnas
pero, si no votas, desaprovechas "la única arma que tienes"
y que puede contribuir a un cambio de poítica:
"–Pues yo estas elecciones no voy a votar.
Para que hagan lo mismo otra vez, yo paso de votar. Si ellos
quieren votar que voten, pero yo no voto. P’a quedarme
otra vez en la calle, sin encontrar un trabajo, paso de
votar.
–Sí, pero ese es un derecho que… Es la
única arma que tienes.
–Siempre te dicen lo mismo: que te van a dar
mucho trabajo y van a cambiar las cosas, pero es
mentira.
–No, pero no están de por vida,
están cuatro años. Tú votas a unos y, si no te
convencen, votas a otros" (GD,78 y 83).
Por otra parte, ante el vacío y la crisis de
identidad de los movimientos e ideologías tradicionales de
la izquierda, surgen nuevos movimientos sociales que introducen
otros códigos de identidad y nuevas oposiciones
(Estado–Sociedad Civil, Norte–Sur,
industrialismo–ecología, etc.). Se trata de
movimientos plurales y poco coordinados entre sí, que
critican la idea del desarrollismo a ultranza, en contra de la
naturaleza, y que muestran un fuerte sentido de la autonomía
y descentralización (15).
Por el momento son movimientos débiles desde el punto de
vista organizativo y con una posición ideológica
más bien subordinada, por lo que tienen poca influencia en
la política española.
Las múltiples redes asociativas presentes en el barrio de
Nazaret se orientan principalmente a actividades del ocio y del
tiempo libre o bien tratan de
compensar las limitaciones de tipo educativo o cultural de las
instituciones con competencias en esos temas. Los
partidos y sindicatos mayoritarios apenas están presentes y,
de los llamados nuevos movimientos sociales, existe un grupo
ecologista (Marfull) y una asociación de vecinos con mucho
arraigo en el barrio. La asociación Nazaret es conocida y
valorada positivamente por una gran parte de los jóvenes del
barrio, si bien se considera que su eficacia es bastante limitada
("ayudan un poquitín a unos cuantos"). Con escasos recursos
y un gran esfuerzo de voluntad, un grupo de voluntarios
desarrollan múltiples acciones puntuales y
están dispuestos a apoyar las iniciativas que surgen entre
los jóvenes:
"–En la asociación hacen muchas cosas,
yo qué sé, hay muchísimas actividades.
Están dando repaso con chavales que van mal en los
estudios, y cobran una miseria.
Luego han creado un club deportivo, hay gente que
juega al baloncesto, gente que juega
al voleibol.
Dan música y danza y hay una
banda.
–Una de las formas de rescatar a la gente es
fomentando el deporte.
–No, si yo siempre lo he dicho. Y el teatro, ahora hemos montado un
cineforum, se han montado también charlas, mañana hay
una muy interesante sobre urbanismo, no sé, un sinfín
de actividades. Se ha hecho la escuela de adultos porque a las
personas no se les puede enseñar si no saben lo
mínimo, se les enseña a leer, se les enseña a
escribir, luego se les dan cursos.
Yo he acabado hace poco un curso de albañil. Y hacemos
búsquedas de empleo para la gente que está en el
paro, les hacemos un seguimiento, lo mandamos a un sitio lo
mandamos a otro sitio.
–Yo no había esto nunca aquí, pero
un día e dijeron:
'chica, pues vente al centro, pues vamos a pintar
estoy tal'. Pues ayudas y pasas el tiempo y conoces a más
gente y te relacionas.
–La gente que suele venir se suele
quedar.
–Y aportas lo que puedes"
(1GD,65–67).
2. Instituciones para la
inserción social: "El barrio no tiene
ná"
Al hablar sobre el barrio de Nazaret, los jóvenes
se refieren al conjunto de instituciones y recursos de los que
son usuarios y que les afectan más directamente en su vida
cotidiana. En general prevalece en torno a ellos el discurso de la queja: el
barrio es deficitario o tiene problemas de mantenimiento en casi
todos los aspectos. Entre otros, destacan los
siguientes:
– Espacios lúdicos: sobran bares
"carajilleros" ("en todas las calles hay cinco bares") y faltal
pubs (sólo hay uno), discotecas, cafeterías, salas de
juegos recreativos,
hamburgueserías, etc. El único cine que había en
el barrio lo cerraron hace tiempo y, del mismo modo, fue
desmantelada y reconvertida en zona de servicios portuarios la
hermosa playa que antes existía en la zona del barrio
llamada Benimar. En cuanto al polideportivo, zonas verdes y
parques, el barrio tiene algunas dotaciones importantes pero hay
fallos importantes de mantenimiento. Como consecuencia de todos
estos factores, el barrio no tiene ambiente y al llegar los fines
de semana, la mayoría de los jóvenes sale a divertirse
a otras zonas de Valencia. En las calles de Nazaret no queda
nadie y parece un "pueblo fantasma":
"–Pero es que yo creo que Nazaret el defecto
que tiene es que no tiene ná.
–Malvarrosa tiene la playa.
–Nosotros teníamos una playa muy, muy
bonita.
–¿Qué puedes decir de Nazaret si
hablas con alguien de fuera?, ¿qué le dirías de
Nazaret, algo importante que haya en Nazaret?.
–¡Bares!, ¡bares!.
–Mira, hace cuarenta años a Nazaret
venía toda la gente de Valencia aquí, no tienes nada
más que ver los chalets de Benimar, los pedazos de chalets
que hay ahí ¿no?.
–Ni luchando podíamos salvar la playa,
así que empezaron a pudrirla y, como ya estaba podrida,
pues qué más dá.
–¡Se han aprovechado!.
–Es que eso, es que aquí no hay nada.
Cuando yo llego de casa de mi novia los fines de semana es que
me da algo, porque es que no hay nadie en las calles. Esto
parece un pueblo fantasma" (1GD,22).
– Equipamiento urbano: el barrio tiene los
servicios mínimos en cuanto a educación, sanidad y vivienda (sobre
todo hay escasez de viviendas baratas accesibles a los
jóvenes con pocos recursos). Hace algunos años la
administración derribó las "casitas de papel" (donde se
traficaba droga), pero ahora han traído del centro a las
"polonas" (prostitutas) que se ponen en la carretera que une el
barrio con el puerto.
Seguridad: los jóvenes se quejan de la poca
presencia de la policía o de la guardia civil cuya
permanencia estable contribuiría a crear en el barrio un
clima de mayor seguridad:
"–En el barrio falta un retén de
policía.
–¿Han quitado la guardia civil o es que
yo…? –No, ya no está.
–Entonces ¿quién hay aquí
ahora? –Nadie. Están los okupas.
–No, están los policías de barrio
que están por la mañana dando una vueltecica por
aquí. La furgoneta llega y deja a una pareja en cada
barrio y luego los recoge" ( GD,3–5).
– Comunicaciones con el resto de
Valencia: la imagen idílica de un pueblo
playero rodeado de huertas, a donde acudían los veraneantes,
ha dado paso a un "barrio–isla", rodeado de basuras y
espacios portuarios peligrosos (contenedores, camiones, industrias mal olientes, solares
abandonados y el lecho de un "río putrefacto" que no ha sido
urbanizado adecuadamente). La conclusión a la que se llega
es que los vecinos se sienten "rodeados" y la imagen del barrio
que llega al exterior queda muy deteriorada ("como si tuviera
el sida"):
"–Luego un problema que tiene también en
el barrio es que estamos rodeados, todo está lleno de
basura por alrededor y estamos en medio, está Arlesa,
están los contenedores y está el puerto. Con dirección al puerto
pasan por aquí mercancías peligrosas.
(…).
–Malvarrosa también era un barrio
problemático y, sin embargo, le han integrado dentro de
Valencia.
–Pues a mí me da la sensación de
que es por el Plan Integral que le han
dado.
–La gente de Nazaret, oye, como si tuviera el
sida, da vergüenza
decir que eres de Nazaret.
–Estaba yo hace un año haciendo la mili
en Melilla y me dicen: 'Ah, ¿tú de dónde eres?'.
'De Valencia'. 'Sí, pero ¿de qué barrio?'. 'De
Nazaret'. '¡Macho…!' (risas).
Y me lo decía uno que era de Malvarrosa,
¿sabes?.
–También a mí me lo han comentado
este barrio tiene esa fama vaya por donde vayas"
(1GD,10).
Los jóvenes reclaman de las autoridades competentes
una solución a los problemas existentes en el barrio. En
realidad no cuestionan el contenido o la orientación de los
recursos sobre los que hablan, sino su escasa implantación.
El barrio de Nazaret debería contar con más y mejores
espacios de diversión y entretenimiento juvenil, una
clínica o un centro de especialidades, un centro donde se
imparta bachillerato y formación profesional reglada,
viviendas sociales y mejores comunicaciones con el resto de la
ciudad. Así mismo el barrio debería estar mejor dotado
de centros comerciales, servicios de vigilancia policial y
equipos de mantenimiento de las instalaciones y servicios
colectivos (como el polideportivo o los jardines). Si todos estos
servicios e instituciones funcionaran a pleno rendimiento,
cambiaría la imagen del barrio, los niños y los jóvenes
estarían a gusto, serían más educados y
sabrían cómo emplear su tiempo libre de forma
provechosa, se evitarían las peleas y el tráfico de
drogas, etc.
Los jóvenes aluden de pasada a dos instituciones
que, según los informantes privilegiados del barrio, son
centrales en los procesos de socialización: la familia y
la escuela. A ellos habría que añadir los medios de
comunicación y de consumo de masas, y el
dispositivo tutelar, a los que nos vamos a referir a
continuación por separado.
La familia y la escuela
Ya vimos en el capítulo anterior que el soporte
familiar era necesario para asegurar una adecuada integración social de los
jóvenes en situación de paro o subempleo pero,
además, la familia es la principal encargada y responsable
de enseñar a los niños a comportarse correctamente en
sociedad ("educación cívica"):
"–Basta con el hecho más tonto de tirar
un papel al suelo, o sea, lo que tu no
puedes pretender es que tu hijo no tire un papel al suelo
cuando tu madre va por ahí al colegio comiendo pipas y
tirándolas al suelo.
–El hijo no es educado si los padres no lo
son. Una cosa lleva a la otra.
–No es cuestión de payos o gitanos.
Es… Es una educación cívica que no tienen,
¿no?, porque ven una pared blanca, que le han pintado el
día antes, y vas al otro día y está toda llena
de nombres. Además, es propiedad privada y encima
la pintan, yo no sé por qué la pintan.
–Hombre, tu haces lo que
ves… Si los padres no están educados, los hijos no
pueden estar educados, aunque se escolarizen y vayan al colegio
y todo.
–Yo creo que tampoco es culpa de los padres
porque hay chavales que los padres están bien educados y
son mucho más bestias que te puedes
imaginar.
–Habrá de todo, pero yo te garantizo que
el noventa de los chicos que hacen destrozos, los padres son
peores que los hijos, porque lo son. Además, lo ves, que
va una madre con una nano pequeño por la calle y lo lleva
por el lado de la carretera, es que va el enano se tropieza y
empieza a pegar al nano que si te veo cruzar la calle, o sea,
desde que ves eso hasta que ves pues eso que la madre va
comiendo un caramelo y te tira el papel al suelo, entonces si
la madre lo hace, lógicamente el niño lo hará.
Como comer pipas, comer pipas en la calle es una cerdería,
sin embargo lo hacen. Como las cacas de los perros, y yo tengo perros, pues
es una cerdería.
–Entonces, ahora tenemos que educarnos
nosotros para que nuestras hijas y nuestros hijos sean más
educados.
O sea, me estoy poniendo igual que mi madre
¿eh?" (1GD,16–17).
Es función de los padres educar, civilizar,
normalizar a sus hijos. Estos conceptos aparecen reiteradamente
tanto en los grupos y entrevistas con jóvenes como en las
realizadas a testigos privilegiados del barrio. Pero,
además, la familia juega un papel decisivo en el nivel
afectivo: las familias "desestructuradas" tienden a generar en
sus hijos problemas de autoestima y de convivencia,
que se agudizan en los casos de familias con bajo nivel
socio–económico:
"Yo encuentro que a mis alumnos les falta afecto
familiar, puesto que en la mayoría de los casos se trata
de hijos de padres separados y de familias numerosas, con el
consiguiente aislamiento que supone el no poder ser debidamente
atendidos por los padres. Otra variable común por la que
mantengo esta opinión es que muchos son hijos de padres de
edad avanzada y pertenecen a familias con bajo nivel
socioeconómico" (Entrevista con educador
especializado).
La segunda institución importante en el proceso de
socialización es la escuela. Aunque el grado de
escolarización de los actuales jóvenes es muy superior
al que tenían sus padres, todavía es muy bajo en
relación a la media de la juventud valenciana (16). Para
conseguir un buen trabajo suele ponerse como requisito el
disponer de un certificado de estudios, cuanto más elevado
mejor, pero la escuela cumple también una misión complementaria de la
familia en cuanto a la educación cívica de los
alumnos:
"En cuanto a los alumnos que vienen a la escuela,
está claro que no es lo mismo educar a una persona que
viene aseada, limpia, que educar a una persona que precisamente
tienes que educarla en una serie de hábitos, aunque
afortunadamente son casos aislados, pero, claro, si tienes que
educar a una persona, enseñarla a leer, a escribir, no
solamente has de educarla en eso, si no en todos los sentidos, hay que tener
unos hábitos de limpieza, hábitos a la hora de comer,
la casa tiene que reunir unas condiciones. Entonces,
¿qué ocurre?, si ya traen desde casa una serie de
problemas…" (Entrevista con educador de
adultos).
Los déficit y problemas de los diversos recursos se
refuerzan mutuamente.
Así, la escuela tiene muchas más dificultades
para educar y obtener resultados satisfactorios cuando el
niño proviene de una familia que, a su vez, no le ha
socializado adecuadamente. Por su parte, los padres
difícilmente pueden educar a sus hijos de acuerdo con los
patrones normales del sistema escolar si ellos nunca acudieron a
la escuela. Pero, sobre todo, nos parece decisiva la influencia
de las condiciones socio–económicas de las personas y
de las familias para que las distintas instituciones y recursos
existentes cumplan su cometido. Normalmente sin trabajo no hay
dinero y sin dinero no se puede acceder a una gran parte de los
recursos. Además, los jóvenes creen que el dinero es necesario para
sentirse libres y para que los demás les
respeten:
"–El trabajo hace falta porque tu tienes…
En la vida te piden un dinero y tú ese dinero tienes que
sacarlo de algún lado si quieres ser libre e
independizarte.
–Y si no lo tienes, ¡te joden! (risas)"
(2GD,12).
La barrera que separa una vida con comportamientos
normales de otra con comportamientos marginales o "desviados" es
precisamente la falta de recursos económicos:
"–Es que hay familias que están todos en
paro. A lo mejor son siete u ocho y trabaja uno y con eso no
viven.
Es un problema muy gordo, no es como en otras
familias que a lo mejor el chico es hijo único o son dos
chavales y los padres trabajan los dos, de momento para comer
no les falta, por lo menos no les faltan las cosas mínimas
¿no?, pero hay gente que si que le falta.
–Pero quien se mete en la droga es porque
quiere.
–¿Estás seguro?. Eso lo dices tú
ahora, pero veríamos que dirías si te pasara lo
mismo" (1GD,58–60).
Conviene volver a insistir en que los jóvenes y los
profesionales del barrio entrevistados no cuestionan tanto las
instituciones, normas y recursos vigentes cuanto
su déficit en la actual situación del barrio. El
problema no sería el modelo de familia, de escuela,
de urbanismo, de consumo, etc., sino su insuficiente
expansión. Tales modelos se consideran de
validez general, sin percibir que se trata de normas de
carácter histórico, que tienen un valor relativo y funcional a
los intereses del sistema social dominante. En nuestra
opinión, las instituciones sociales, desde la familia hasta
la escuela y las diversas formas de organización social, son las
encargadas de transmitir y administrar normas de identidad
colectiva y regular las diferencias sociales, reconduciendo el
malestar social de los sectores marginados hacia pautas de
comportamiento "civilizado" o bien, cuando no lo consiguen, hacia
comportamientos desviados que son objeto precisamente de las
instituciones de control y protección
social.
En una sociedad caracterizada por la desigualdad y el
conflicto de intereses, las
instituciones sociales no juegan un papel neutro: necesariamente
tienden a potenciar a unos grupos y a coaccionar a otros. A pesar
de su pretensión de universalidad, en su funcionamiento
tienden a regular y legitimar el orden social desde los intereses
sociales dominantes. Debido a ello son desfiladeros que canalizan
los potenciales conflictos socio–políticos, como el
paro juvenil y su imposible emancipación, hacia soluciones
asumibles desde el orden social vigente.
Partiendo de la idea de que las situaciones carenciales
están determinadas por la falta de moralidad de las personas
(negligencia, comodidad, poco espíritu de iniciativa, etc.),
se somete a las familias pobres a un vigilancia continua. De este
modo se trata de difundir formas de vida más funcionales al
capitalismo y a la vida urbana (17). Estas normas de
comportamiento, adecuadas a las familias de los sectores
burgueses (orden, esfuerzo, responsabilidad, control de
los hijos, cultivo de la vida privada, etc.) se llegan a
considerar de validez universal y se mide a todas las familias,
de cualquier procedencia social, por ese único rasero. Sin
embargo las mismas normas que facilitan la integración de
los sectores acomodados contribuyen a reforzar la marginalidad y
dependencia de las clases populares. De este modo, se produce un
doble efecto sobre los sectores socialmente más
débiles. Unos son integrados "normalmente": son buenos
padres, hijos y estudiantes; en definitiva, "pobres pero
honrados". Otros son catalogados en función de su
"desviación": niños de la calle,
fracasados escolares, colectivos en riesgo, inadaptados sociales,
o peligrosos delincuentes.
Medios de comunicación y consumo de
masas
Otro dispositivo de integración social, que tiende
a constituirse en el centro de la socialización
contemporánea, es la comunicación y el
consumo de masas. Se trata de un mecanismo relativamente nuevo,
que en parte refuerza y en parte desplaza a los tradicionales
(familia y escuela). Mediante el consumo –de imágenes y de objetos–
se reconduce la necesidad de participación social de la
población hacia el ámbito de las mercancías y los
mensajes publicitarios. En España el dispositivo del consumo
tomó cuerpo en la década de los 60, siendo una
válvula de escape para el régimen franquista en
aquellos años de represión política y sindical:
"el consumo y la publicidad, en ausencia de otros
mecanismos reguladores, se van a convertir en uno de los
principales y más expresivos mecanismos hacia donde se
'desplazan' y en donde se 'expresan' de formar perversa –si
se quiere– las tensiones y conflictos generados por el
modelo de desarrollo autoritario del franquismo" (18).
Los medios de comunicación
–en especial la televisión–
refuerzan las pautas culturales e institucionales dominantes,
propiciando el consenso social y la uniformidad normativa a
través de modelos de identificación estandarizados.
Desde la ideología liberal se
aduce que no hay manipulación donde existe libertad de
mercado o pluralismo político, ámbitos en los que todos
pueden concurrir; sin embargo, tanto la publicidad como los
medios masivos de comunicación se ejercen en la
práctica a partir de una asimetría fundamental entre
unos emisores activos y poderosos, ligados
generalmente a los grandes trust financieros y al Estado, y unos
receptores pasivos y despersonalizados.
La publicidad carga a las ideas y mercancías de
connotaciones que no remiten a su valor de uso ni a las
características del producto, sino a un espacio
mítico que las impregna de valor; tal valor es
artificialmente construido, pero resulta eficiente para uniformar
a usuarios y consumidores así como para estigmatizar a
quienes representen ideas u objetos diferentes. Por otra parte,
en una sociedad de la imagen, que se ofrece a sí misma en
permanente espectáculo, se desvanecen valores tradicionales
–políticos, religiosos, etc.– y la identidad
social tiende a representarse en función del mayor o menor
acceso al mundo de los objetos (adscripción social en
función del consumo); en consecuencia, la realización
de los individuos o, mejor, sus fantasías de
realización, se inscriben en una permanente e inagotable
tensión por poseer más y más signos de consumo. En aquellos
casos en que los reclamos de la publicidad se encuentran muy
lejos de las propias posibilidades, como les ocurre a muchos
jóvenes del barrio de Nazaret, la frustración que se
produce puede adquirir tonos trágicos:
"El ritmo de vida que la sociedad de consumo
muestra a los jóvenes en
los escaparates, en la televisión, etc., es muy
alto. Entonces la aspiración de los jóvenes es
siempre llegar a esas metas y la verdad es que hay
frustración por ese bombardeo, por llegar a esas metas de
consumo.
Y cuando no hay acceso al trabajo ni a los canales
de formación, la verdad es que el panorama resulta un poco
trágico" (Entrevista con trabajadora
social).
El dispositivo tutelar
Por último, existe un conjunto de dispositivos de
política social, cada vez
más numerosos, que se orientan a procurar la
integración social de los "marginados", es decir, de
aquellos individuos y familias con comportamientos
insuficientemente normalizados. En sus orígenes estas
instituciones surgieron a partir de los impulsos de solidaridad presentes en amplios
sectores de la sociedad, o debido a la necesidad de reconducir
las reivindicaciones sociales hacia posturas integrables en el
sistema. Tanto las formas "blandas" de protección como la
actuación "dura" de los mecanismos represivos (policía,
justicia, cárcel, etc.)
se realizan obviando una consideración expresa de las
estructuras sociales en que se generan las situaciones de
marginación; más bien, el origen de los problemas se
traslada a la responsabilidad de los individuos y a la influencia
de los contextos próximos (familia, amigos, barrio, etc.),
como se refleja de algunos testimonios recogidos en el
barrio:
"Yo creo que las necesidades de los jóvenes se
deben sobre todo a la inmadurez que se observa cada vez
más, son muy poco capaces de tomarse las cosas en serio;
pasan de todo y se esconden en sus familias. Es el principal
problema, no tienen inquietud por nada" (Entrevista con algente
de institución religiosa).
"En cuanto a necesidades de los jóvenes, hay
muchos que en plan de familia tienen problemas. Hay otros que
tienen problemas de salud mental, producto de un
proceso psíquico y de no estar bien adaptados y
demás.
Por ejemplo, hay un nano aquí que está
mal de los nervios y eso, siempre ha sido muy revoltoso. En
plan de fracaso escolar también hay bastantes. Otros con
problemas de familia, que a lo mejor se llevan mal con los
hermanos o con los padres" (Entrevista con
educador).
En todo caso, la llamada "protección social" se
instala en una dinámica de tutela en la que grupos
especializados (profesionales o voluntarios) gestionan los
derechos de otros por cuenta del Estado. En esta lógica los agentes de la
política social actúan en nombre de "la" normalidad,
instalándose en una relación asimétrica donde los
"pobres" son representados sólo como individuos carentes y
despojados de su capacidad de acción autónoma. De
este modo, "los sujetos frágiles, esos individuos sin
atributos, desposeídos por la economía y la teoría, son también
sujetos tratados, controlados, sometidos
a diversas instancias de control social específicas.
Instituciones como la cárcel y el sistema jurídico
contribuyen a hacer coincidir el orden establecido con el orden
deseado que, en consecuencia, debe ser protegido. La
fragmentación de los grupos sociales descontentos,
la individualización y correlativamente la tendencia a
transformar los problemas objetivos en cuestiones
particulares y psicológicas, constituyen otros tantos
pilares básicos de la conformidad social" (19).
3. La opinión de los
jóvenes. Significado de las posiciones
detectadas
Hasta aquí hemos descrito la situación
económica y política de los jóvenes del barrio de
Nazaret (capítulo 1), así como la percepción que
tienen de las principales instituciones que les afectan
(capítulo 2). En este tercer capítulo nos vamos a
centrar en el componente propiamente ideológico del discurso
juvenil. Lo que piensan los jóvenes sobre sí mismos y
sobre el mundo que les rodea no es una cuestión secundaria o
superflua de su propia realidad: "los discursos sobre la sociedad
son elementos esenciales en la reproducción de los
procesos sociales: forman parte de las estructuras de esos
procesos, de las relaciones sociales mismas" (20).
¿Cómo explican o interpretan los jóvenes
de Nazaret los problemas que padecen?; ¿Qué estrategias
despliegan para superarlos?. Evidentemente la respuesta a estas
cuestiones es decisiva para poder abordar con realismo cualquier
intervención en el sector de la juventud.
A partir del análisis de los grupos realizados, se
extrae una primera conclusión: los jóvenes del barrio
no interpretan de la misma manera la situación en que viven.
A la hora de abordar los problemas y las situaciones objetivas,
que todos más o menos reconocen, surge la polémica. El
cuadro adjunto trata de recoger las diversas
posiciones.
En general se puede afirmar que prevalece el discurso
normalizado que tiene, a su vez, una doble vertiente: la
clientelar (dominante en el barrio de Nazaret) y la competitiva.
El discurso normalizado se presenta como la superación de un
discurso anterior (etnocéntrico–tradicional) que para
los jóvenes entrevistados está cargado de connotaciones
negativas: es primitivo, intolerante, violento, inculto, y carece
de los valores de racionalidad y
universalidad que habría traído consigo la modernidad. En el extremo
contrario, como fugas del discurso normalizado o moderno,
aparecen dos posiciones minoritarias: el repliegue microgrupal
(subcultura) y la crítica estructural
acompañada de un deseo de movilización colectiva
(contracultura).
El discurso normalizado se plantea como una
superación de la ley de la selva que prevalecía
antiguamente en el barrio y cuyos últimos representantes
fueron algunos sectores del colectivo gitano:
"–Es que hace diez años siempre
había follones.
–Por mi calle no entraba ni la
policía.
–Les daba miedo.
–Este barrio siempre ha estao mal visto,
sobre todo por el sector gitano, que ahora está integrado
en el pueblo y no hay ningún problema porque están
integrados. Yo tengo vecinos que son gitanos y no tengo
ningún problema con ellos.
–Y yo tengo amigos también que son
gitanos y no tengo ningún problema.
–Pero porque ahora ya se han integrado y son
gente del pueblo y punto" (GD,14).
El discurso etnocéntrico–tradicional se
afianza a partir de un sentimiento de pertenencia a determinadas
expresiones y tradiciones de identidad local, étnica,
familiar, etc. Su ámbito de actuación se sitúa en
el nivel microsocial donde el grupo se halla presente; tal
intervención se desarrolla con independencia del resto de la
sociedad en cuyas organizaciones no se sienten incardinados.
Vistos desde fuera, se les considera un grupo cerrado y
eventualmente violento cuando tratan de defender los propios
valores o referentes de identidad ante extraños (de ahí
los "follones" y el "miedo" que provocan). Integrarse, para este
colectivo, supondría aceptar la ley general, incluida la
policía, sentirse ciudadanos como los demás, con los
mismos derechos y deberes, lo que ya habría ocurrido con los
gitanos a los que se alude en la cita ("ya se han integrado y son
gente del pueblo").
El aislamiento y la marginación del barrio de
Nazaret encierran el peligro de retrotaerlo a una situación
de endogamia y particularismo propios del pasado. Por el
contrario, mejorar las comunicaciones del barrio con el exterior,
integrarlo plenamente en el tejido urbano de la ciudad de
Valencia, tendría un efecto socializador y
modernizador:
"–El barrio tendría que estar mejor
comunicado con el exterior, a lo que es
Valencia.
–Malvarrosa también era un barrio
problemático, ¿no? Y, sin embargo, le han integrado
dentro de Valencia.
–Estar más integrado en el centro,
tener, yo que se, más protagonismo. Tener algo importante
aquí, no solo para gente del barrio, si no que la gente
tuviera que trasladarse.
–Que los políticos y todos esos se den
cuenta de cómo está Nazaret de marginado, porque es
que estamos marginados, ¿entiendes lo que te quiero
decir?. Hace veinte años Nazaret era pueblo y lo que pasa
es que nos han integrado a Valencia pero ¡no nos han
habilitado pasta ni nos han administrado nada!. O sea, que nos
tienen marginados" (GD,26–29).
Desde la posición normalizada el déficit de
administración y de inversión de recursos en
el barrio tiene como consecuencia una reducción de la
"educación cívica" del vecindario. Por ejemplo, si no
hay papeleras, la gente
seguirá tirando al suelo pipas y desperdicios; si no se
instalan cafeterías y "hamburgueserías tipo Beverly
Hills" (donde van los jóvenes a tomar coca–cola), las
calles seguirán llenas de "bares carajilleros"
(sinónima de gente zafia, sucia, maloliente, etc.).Y si a
todo esto se añade que los responsables del ayuntamiento
echan la "mierda" a los barrios (ya se trate de la
prostitución, la droga o el reaolojo de minorías
étnicas), se crean todas las condiciones para que el barrio
se enquiste en sí mismo y se vuelva un "gheto", una isla
separada por todas partes del resto de la ciudad.
Desde la posición normalizada se aceptan las
competencias y funciones asignadas al sector público, como
representante legítimo del consenso social. En su
versión clientelar, que parece prevalecer entre los
jóvenes del barrio, el reconocimiento del Estado
democrático se acompaña de una fuerte reclamación
de derechos: el Estado del Bienestar tiene
que llegar a todos y regular los desequilibrios existentes en la
sociedad, en especial los generados por el libre mercado (21); de
ahí la insistencia en considerar al gobierno como
responsable principal de los problemas que afectan a los vecinos
y al barrio en general (ya expuestos en el capítulo
2).
Esta crítica del papel jugado por la
administración admite, dentro de la versión clientelar,
diversos grados. El más suave con el gobierno sería el
que se encuentra próximo de las posiciones políticas
defendidas por el partido socialista: en los últimos
años España habría experimentado un proceso "en
positivo" en muchos aspectos como la educación, la sanidad,
las comunicaciones, la seguridad ciudadana, etc.; sin
embargo, el gobierno habría sido antisocial en materia de política
laboral al no solucionar el problema del paro y precarizar el
empleo juvenil: "Han hecho muchas cosas bien, eso no se lo puede
negar nadie. Es que ahora parece que todo el mundo le niega al
partido socialista todo lo que ha hecho bien, ¿no?. La
educación está mejor, la sanidad está mejor, las
carreteras… España está mejor, España en
positivo (risas), pero al joven no se le ha ayudado a buscar
trabajo; al contrario se les ha ido quitando y nos han dado
contratos basura" (GT,18).
En una posición más crítica se sitúa
otro sector de jóvenes más próximos a Izquierda
Unida. En su opinión, el partido socialista ha hecho una
política de derechas, en la medida que se ha puesto de parte
de los empresarios, pero el sistema de partidos, aunque esté
muy viciado, puede permitir la llegada de políticos
honrados, como los de Izquierda Unida, que si tienen propuestas
para crear trabajo:
"–Yo es que no pienso que todo sea lo mismo.
Todos los partidos van a chupar de nosotros, ¿no?, pero a
lo mejor hay alguno que te apoya un poco más,. Por eso yo
tengo mi partido.
–El único que parece que sí tenga
propuestas y vaya a hacer algo, si llega, es Izquierda Unida,
ese sí que dice cómo crear trabajo y que lo va a
crear. Ese sí, los demás nada.
–Yo te voy a decir una cosa: todos los
políticos y todos esos van a por el dinero, a meterse
dinero en la cartera, no a otra cosa.
–Claro, pero aparte de que van a chupar, como
tienes que tener a uno chupando seguro, pues por lo menos
alguien que te ayude, yo es también Izquierda Unida"
(GT,17–18).
En su versión competitiva, el discurso normalizado
pone el énfasis en la libertad y responsabilidad de los
individuos para salir al paso de los problemas que tienen. El
modelo político que está implícito en esta
posición es la sociedad civil de libre mercado. Se parte de
un modelo ideal de individuo, exento de
coacciones externas; en lugar de ideologías o estructuras
sociales condicionantes, se defiende el protagonismo de los
sujetos–actores que se desenvuelven en el teatro de la
vida.
Frente a quienes piensan que no hay salidas para los
problemas de la juventud, se defiende la opinión de que
siempre hay salidas. La cuestión es saber moverse, saber
buscar, saber administrarse bien para conseguir lo que se
quiere:
"–Yo creo que sí, que siempre hay
salidas. Te puedes ofuscar tanto en una cosa, que no encuentras
otra salida, pero igual la tienes al lado y no la ves. Y
siempre tienes gente que te puede ayudar,
¿no?.
–Pero es que hay gente con muchos problemas,
¿eh? –Además nos administramos mal. Lo primero
que solemos hacer la gente joven cuando ganamos el primer
dinero, es invertirlo en un coche muy grande que se sale de
nuestras posibilidades económicas.
–No es que todo el mundo nos compremos coche,
no. Pero es verdad que, encima que hay poco dinero, encima lo
administramos mal, nos han enseñado a administrarlo mal"
(GD,61–64).
La última expresión de la cita anterior
yuxtapone las dos lógicas discursivas que coexisten en la
posición normalizada: "nos administramos mal, nos han
enseñado a administrarnos mal". La primera parte de la frase
insiste en la responsabilidad subjetiva de la acción (saber
administrarse sería cosa de cada cual); en cambio, la
segunda parte remite a la responsabilidad de las instituciones
educativas, como la familia o la escuela, que no habrían
socializado correctamente a la juventud ("nos han enseñado a
administrarnos mal").
Mientras la versión clientelar prevalece entre los
jóvenes en peor situación socioeconómica (parados
de larga duración, trabajadores sin contrato o con contratos muy
precarios, etc.), la versión competitiva es defendida por
aquellos que disponen de un trabajo en buenas condiciones o que
creen que lo van a conseguir próximamente. En este caso, su
tendencia habitual es defender la lógica del libre mercado,
incluyendo una defensa de la lógica empresarial (que busca
el beneficio) y acusando a los parados de no moverse lo
suficiente para solucionar su problema:
"–Es como cuando vas a comprar a una tienda.
No vas a comprar a la tienda que el tendero quiera, si no donde
tú quieres. Pues los empresarios son lo mismo: con su
dinero contratan a quien les da la gana.
–Otro de los problemas que tenemos es que
muchos jóvenes solo quieren trabajar en lo que han
estudiado" (GD,43 y 88).
Contra estos puntos de vista, el discurso
normalizado–clientelar defiende los derechos de los
trabajadores frente a las tendencias abusivas por parte de los
empresarios. No están en contra de que los empresarios
funcionen de acuerdo con la lógica del beneficio, pero
exigen una regulación del trabajo por parte de la
administración que asegure unos mínimos de condiciones
de trabajo y, en concreto, que el empresario otorgue al
trabajador el nivel y la categoría que le corresponden; del
mismo modo, se critican las diversas formas de discriminación en el
trabajo, en especial la discriminación sobre
la mujer:
"–Hay gente que está de peón y la
categoría suya es superior por el precio de uno tienen a
dos.
–Oye, a un amigo que es físico lo
querían coger de correpasillos.
–Es que lo hacen así
ahora.
–Si das clases en lugar de vigilar pasillos,
que te paguen de eso. Si quieren un profesor que lo paguen,
¿entiendes?.
–Bueno, así tan exagerado no creía
que fuera.
–Habrá sitios que no pero yo que voy
casi todos los días al paro bueno al Inem, lo ves y te
quedas…
–¡Que montaje!.
–Además luego quieren contratar a gente
más joven, yo por lo menos lo que
conozco…
–¡Los famosos contratos
basura!.
–¡Basura! –Pues si tu tienes
problema que eres hombre, imagínate una mujer de veintisiete
años, casada, en edad fértil, o sea, entonces las
cosas todavía se complican más"
(GD,43–44).
Como ya hemos dicho, el discurso normalizado en sus dos
variantes es el que aparece con más fuerza entre los
jóvenes entrevistados del barrio de Nazaret.
Sin embargo, asoman también algunas líneas de
fuga que tienen en común el no aceptar las bases del
discurso normalizado. Estas bases se pueden identificar con la
lógica capitalista de mercado y con la elitización o
profesionalización de la
política que representan los partidos políticos. A partir
de aquí las alternativas que se plantean son de dos tipos,
que referimos a continuación.
Una primera salida se sitúa a la defensiva, como
repliegue microgrupal o comunitarista. Más que enfrentarse
al sistema social que critican, su alternativa consiste en vivir
al margen de la ley, recreando lazos comunitarios al interno del
propio grupo de referencia. Se crea así una subcultura
marginal que convive con la cultura dominante; aunque no la
acepta, tampoco la hace frente de forma directa.
Más bien, juega con ella, se sitúa en sus
márgenes. Su actitud social se puede
asimilar a la de un parásito: no se siente parte del cuerpo
social, pero chupa de él y, en consecuencia, se expone
constantemente a las diversas formas de rechazo social existentes
(multas por trabajar irregularmente, cárcel si ha cometido
algún acto considerado delictivo, anulación de prestaciones sociales por no
atenerse a las normas establecidas, etc.):
"–Yo lo veo cada vez más jodido. Porque
algunos colegas míos que tampoco tienen trabajo, p’a
buscarse la vida están todo el santo día buscando y
no encuentran nada.
Entonces se buscan salidas como la de robar, que
también ya roban, venden droga, aunque sea para seguir
viviendo. Yo pienso esas cosas vosotros no sé que
pensareis (…).
–Pero, si son amigos tuyos, tú
también los puedes ayudar ¿no?.
–¡Pero si yo estoy como
ellos!.
–¡Joder!, es que hay familias en que
están todos sin trabajo, es un problema muy
gordo.
–Los que llegan a esa situación extrema,
algunos se meten a robar o a mendigar.
Bueno, yo conozco bastantes, pero es mitad de unos
y mitad de los otros. A veces también van a recoger
naranjas y patatas, según… Bueno, cuando les puedo
avisar yo, si falta alguno, yo les aviso y me quito yo para dárselo
yo a ellos. (…) Como yo estoy encuadrilla, siempre hay uno
que es el capataz entre nosotros y él coge el dinero y nos
paga a todos" (GD,60–65).
Algunas referencias de la cita anterior, como buscar
trabajo en cuadrilla o estar dispuesto a dar el propio trabajo a
alguien que lo necesita más, remiten a los valores propios
de una cultura grupalista o comunitaria que era propia del
discurso tradicional (22). Como era de esperar, desde el discurso
normalizado se critica la automarginación de la
posición subcultural con dos argumentos: en primer lugar,
representa una huida de la sociedad real, que tiene limitaciones
pero también posibilidades que se pueden aprovechar; en
segundo lugar, cuando la marginación conduce a
comportamientos en contra de la ley, se les acusa de falta de
moralidad y de cobardía por recurrir a "lo más
fácil":
"–Es más fácil pasar droga o mangar
que buscar trabajo.
–Mira, cada uno se busca la vida como puede,
cada uno tiene una cosa suya. Tú tienes ganas de buscarte
un curro, ¿no?.
–Pero es que vender droga lo puede vender
cualquiera.
–Bueno y ¿por qué no la
vendes?.
–Robar, puede robar cualquiera
¿no?.
–¿Y por qué no
robas?.
–Porque yo no quiero robar.
–Pero cualquiera no sabe robar, porque yo
conozco gente que ha estado robando y hay varios colegas
míos que están en el talego porque son gilipollas,
porque no saben robar" (GT,25).
Por último, aparecen también en los
jóvenes de Nazaret algunas líneas de fuga del discurso
normalizado que, además de plantear una crítica frontal
de las bases sociales del sistema, dibujan otra forma de vivir la
relación laboral y otra forma de hacer política. En
relación a lo primer, apenas se plantean alternativas,
únicamente se alude a fórmulas cooperativas y de autoempleo que conjuguen la
obtención de un salario con la satisfacción
de desarrollar la empresa de forma colectiva; en
cuanto a lo segundo, se defiende la movilización de los
trabajadores, y en general de toda la población, a fin de
evitar los abusos tanto de los sectores empresariales como de la
clase política que solo
busca defender sus intereses:
"–Fíjate tu lo que pasó en Francia con los contratos
basura, tú sabes como la gente se movilizó, lo mismo
que en Alemania. Mira, aquí en
España, si la gente quiere, también se puede
movilizar.
–Mira, yo me apunto con ella, pero yo conozco
unos cuantos que seguro que no vienen.
–Pues si no vienen de aquí, de este
barrio, pues vendrán de otro barrio y a lo mejor no solo
vienen gente joven, igual también acuden madres
acompañándoles y las abuelas (risas)"
(GT,24).
Al interior del barrio de Nazaret, la asociación a
la que se alude con más frecuencia como defensora de la
movilización de los ciudadanos en pro de sus intereses, es
la asociación de vecinos. Ante la falta de liderazgo de los
partidos de izquierda y de los sindicatos, se apunta que la
asociación de vecinos siempre está dispuesta a secundar
las iniciativas de los jóvenes, como ya ha hecho con
éxito en algunos casos
puntuales:
"–A nosotros en la asociación no nos
daban el local para ensayar la banda de
música.
Después de hacer un mogollón de cosas,
nos fuimos al ayuntamiento y entonces ya nos lo dieron"
(GD,24).
Hasta aquí hemos descrito las diversas posiciones
que aparecen en los grupos y entrevistas realizados con los
jóvenes del barrio de Nazaret. Más que posiciones
perfectamente definidas, lo que aparece es una gama de
diferencias y contraposiciones en cuyo marco se sitúan las
personas concretas. Si comparamos esta gama de discursos con las
ideologías que tienen más peso en el conjunto de
España, observamos una notable correspondencia: prevalece el
discurso normalizado– modernizador y quedan muy
desleídos los restantes discursos. En nuestra opinión,
la confrontación de intereses que resulta de una desigual
distribución de la riqueza y
del poder en la sociedad se produce también en el campo
ideológico. Por una parte, el sistema social en su conjunto
necesita, para su estabilidad, de un discurso legitimador
suficientemente aceptado por la mayoría de la
población; es la fuerza centrípeta de la discursividad
social que tiende a crear una ideología hegemónica
(discurso "normalizado" detectado en la juventud del barrio, con
sus dos variantes). Por otra parte, la diferente posición de
los grupos sociales y la atracción que pueden ejercer
planteamientos alternativos tiende a producir discursos plurales,
a veces enfrentados y hasta incompatibles; es la fuerza
centrífuga de la discursividad social (en el barrio las dos
fugas del discurso dominante, la subcultural y la
contracultural).
En España podemos distinguir un momento de
inflexión importante en la transición del franquismo a
la democracia. Coincidiendo con esa etapa, el tradicional
enfrentamiento entre la derecha y la izquierda –las "dos
Españas"– se fue diluyendo, dando paso a una nueva
ideología hegemónica, la "modernizadora", y a su
contrapunto crítico, el "comunitarismo". Además de
estas figuras ideológicas dominantes, se pueden detectar
otras dos tendencias con alguna relevancia social: el discurso
tradicional–moralizante y el crítico. En cada uno de
estos polos ideológicos las necesidades y problemas sociales son percibidos
de forma diferente.
El nuevo discurso hegemónico de la
modernización es "unidimensional en lo macro y
pluridimensional en lo micro, democrático, profesionalista
(y en este sentido corporativista e intervencionista), apela a la
igualdad de oportunidades
frente a la inevitable desigualdad (el mito es el de la insolidaridad
de base entre clases, grupos e individuos); propone la
segregación del sujeto que tras un cierto umbral de ofertas
se niega a integrarse y reivindica la capacitación de cada cual a
la hora de resolver sus problemas (y en este sentido es
neoliberal)" (A. ORTI Y D.
COMAS (1988) p.223). Desde esta posición se acepta
que existen factores económicos y políticos
condicionantes, pero el marco socioinstitucional se presenta como
unidimensional e inevitable. Su referente comprensivo se
sitúa en el nivel de las teorías de rango medio,
es decir, describir y operar en la situación dada, sin
preocuparse por explicar el sentido global del sistema, que se da
por supuesto, si bien en lo concreto se observa una gran
pluralidad de opciones y posibilidades. La génesis de la
problemática social se considera una cuestión
básicamente individual, producida por desajustes de la
persona en el sistema; desajustes que deben resolverse a
través de los recursos del propio sistema social. Parte de
un modelo ideal de individuo exento de coacciones externas,
sumido en un mundo en el que las relaciones estructurales de la
sociedad se han convertido en meras interacciones
simbólicas.
A la hora de intervenir ante problemas concretos,
prevalece un enfoque profesionalista que segmenta el campo social
e impone una programación y
racionalización de los recursos sociales desde la competencia específica del
saber técnico. No se cuestiona el orden social,
supuestamente dado, y por ello se observan con optimismo las
virtualidades de la organización social. Sin
embargo, la práctica cotidiana infunde un cierto pesimismo
sobre las posibilidades de recuperación de individuos o
grupos ya marcados; se reconoce así la existencia de
espacios de intervención a los que los "recursos" no llegan
o sobre los que son ineficaces.
Entre los sectores relacionados con el tratamiento de la
marginación social tiene cierto peso otra posición
ideológica, en parte complementaria y en parte alternativa,
que puede designarse como comunitarista. En sus
características básicas aparece como réplica
invertida del discurso de la modernización: pluridimensional
en lo macro (el sistema social es cuestionable) y unidimensional
en lo micro (la pequeña comunidad no lo es). Además,
hace hincapié en la dimensión participativa, que
implica tanto la solidaridad redistributiva de los que tienen
más con los que tienen menos como la llamada a actuar desde
las bases, rechazando la burocratización de las
instituciones; otro principio orientador es el respeto a la especificidad de las
minorías y los sectores menos integrados.
Desde esta posición se actúa como si
existiesen espacios sociales sin fisuras, con gran potencialidad
en su interior y amenazados de extinción desde el exterior.
Así, se habla del "barrio" como unidad autónoma en el
espacio metropolitano o de "sectores excluídos" en cuanto
portadores de identidad colectiva y capacidad de autonomía,
etc. Se trata de una posición que presenta un componente
crítico en relación a la rigidez de un sistema social
que excluye a los pobres y marginados y otro componente idealista
en la medida que pretende intervenir en espacios cerrados o
incontaminados, sin plantearse la necesidad de vincularse
transversalmente con otros sectores y colectivos también
perjudicados por la dinámica social de exclusión. En
este último aspecto, el enfoque comunitarista se aproxima al
"interaccionismo simbólico", también presente en la
ideología de la modernización, que acaba diluyendo los
conflictos sociales y políticos en un mundo de relaciones
inmediatas (familia, vecinos, etc.).
El discurso tradicional es adscriptivo (la grupalidad
originaria constituye al individuo); de ahí que se
añore una sociedad con valores establecidos por
tradición y con jerarquías locales o comunitarias bien
definidas. Por el contrario, y por las mismas razones, se rechaza
tanto el pluralismo ideológico (que se identifica con
libertinaje y confusión) como los valores de la sociedad de
consumo (hedonismo, competitividad, individualismo,
explotación de unos sobre otros, etc.). Desde la
posición modernizadora, la mentalidad tradicional se
considera intolerante y reaccionaria, sin reconocer los valores
de solidaridad (gregaria) de que gozan sus miembros.
Por su parte, la posición crítica sostiene que
las principales necesidades son resultado de exclusiones
estructurales sistemáticas, que hacen necesario un
análisis y una respuesta global a los problemas, basada en
la participación activa de los interesados a todos los
niveles. En este sentido conectan con las intuiciones de una
parte de la población carencial. Sin embargo, sus propuestas
tienen escasa concreción en la práctica de las
intervenciones sociales en la España actual.
Madrid, 1997
* * * * *
* A demanda de la Associació de Veins de Natzaret
(València). 1) GRUPO DE INTERVENCION COMUNITARIA DE NAZARET,
La mujer en el barrio de Nazaret, Institut Valencià
d'Estudis en Salut Pública, Valencia, 1992.
2) Los jóvenes en Nazaret. Informe memoria, Valencia, Mayo
1995.
3) M. MARCHIONI dirigió en junio de 1989 un
seminario sobre su metodología de trabajo en la
comunidad en el que participaron diversos colectivos del barrio.
Ver MARCHIONI, M., La audición. Un método de
investigación participativa y comunitaria, Ed. Benchormo,
Santa Cruz de Tenerife, 1992.
4) Al no grabarse y ni siquiera tomar notas escritas en
el transcurso de la entrevista, sólo
disponemos de un breve resumen elaborado subjetivamente por el
entrevistador y de un resumen descontextualizado por temas del
conjunto de las entrevistas (sistema de "perchas").
5) Se hicieron 30 entrevistas con líderes de
asociaciones del barrio, profesionales de servicios públicos
(enseñanza, sanidad,
servicios sociales, policía, etc.), propietarios de bares y
comercios, etc.
6) Las citas que se reproducen entre comillas son
literales, eliminando a veces expresiones reiterativas para
facilitar la lectura. Al final de cada
cita se hace referencia al número de página del grupo
de discusión (GD) o grupo triangular (GT), de la
correspondiente transcripción mecanográfica. En el caso
de las entrevistas a jóvenes y a testigos privilegiados,
especificamos en cada caso sus características.
7) Sobre la técnica del grupo de discusión ver
IBAÑEZ, Jesús, Más allá de la sociología. El Grupo de
Discusión: teoría y crítica, Siglo XXI, Madrid, 1979; y sobre el grupo
triangular, CONDE, Fernando, "Algunas reflexiones sobre las
prácticas cualitativas en los análisis de discursos:
las dinámicas de grupo y los
grupos triangulares", en Curso sobre metodologías de
participación, CIMS–EDE–COLECTIVO IOÉ,
Madrid, 1993.
8) MARTÍN SERRANO, Manuel, Juventud Valenciana
1994, Generalitat Valenciana, Valencia, 1995, pág.
65.
9) Según un informe elaborado por la
Asociación de Vecinos de Nazaret, casi el 30% de la
población activa del barrio tenía entre 16 y 25
años y, de ellos, casi el 60% estaba en paro. AA.VV., Barrio
de Nazaret. Propuestas 92, Federació Associacions de
Veíns, Valencia, 1992, pág. 83.
10) El 61% de los jóvenes ocupados en la Comunidad
Valenciana encontraron su empleo gracias a redes familiares y de
amigos. MARTÍN SERRANO, M., o.c., pág. 85.
11) AGUILAR, S. y ROCA, J., "14–D: Economía política de
una huelga", en Boletín de la
Fundación Jaume Bofill, Barcelona, 1989, pág.
10.
12) ORTI, A., "Transición postfranquista a la
monarquía parlamentaria y
relaciones de clase: del desencanto programado a la social
tecnocracia transnacional", en Política y Sociedad Nª
2, Madrid, 1988.
13) BILBAO, Andrés, Obreros y ciudadanos. La
desestructuración de la clase obrera, Ed. Trota, Madrid,
1993.
14) DEL AGUILA, R. y MONTORO, R., El discurso
político de la transición española, CIS, Madrid,
1984, pág. 218.
15) Ver, entre otros, OFFE, C, Partidos políticos y
nuevos movimientos sociales, Sistema, Madrid, 1988; DALTON, R.J.
y KUECHLER, M. (comp), Los nuevos movimientos sociales, ed.
Alfons el Magnànim, Valencia, 1992; y VILLASANTE, T.R., Las
democracias participativas. De la participación ciudadana a
las transformaciones de la sociedad, ed. HOAC, Madrid,
1994.
16) De los cincuenta jóvenes entrevistados en el
curso 1994–95, el 32% no había terminado el nivel de
estudios primarios.
17) Tanto la familia nuclear como la escuela única
estuvieron ligadas, en su origen, a las prácticas e
intereses de la burguesía. Cuando ésta se
convirtió en clase hegemónica, las pautas de la familia
nuclear y la obligatoriedad de la escuela única se
impusieron como norma única del comportamiento social. Todos
los grupos sociales se vieron sometidos a esta normatividad, cada
vez más regulada por el Estado, de manera que el
carácter sociopolítico que tenía el choque entre
clases, se fue transformado progresivamente en un fenómeno
de "desviación" social. Hemos tratado este tema en COLECTIVO
IOÉ, Infancia moderna y desigualdad social, Nº 74
Monográfico de Documentación Social,
Madrid, 1989.
18) ALONSO, L.E. y CONDE, F., Historia del consumo en España: una
aproximación a sus orígenes y primer desarrollo, ed.
Debate, Madrid, 1994,
pág. 212.
19) VARELA, J. y ALVAREZ–URIA, F., Sujetos
frágiles, Paideia, Madrid, 1989, pág.
158–59.
20) PIZARRO, N., Metodología sociológica y
teoría lingüística, Alberto
Corazón, Madrid, 1979,
pág. 198.
21) Si bien el modelo del Estado del Bienestar es el que
aparece como referente político en la actual coyuntura de la
sociedad española, los componentes básicos del discurso
clientelar se corresponden también con el tardofranquismo,
momento en que se pusieron las bases en España del Estado
del Bienestar, o con algunas formas de socialismo de Estado (centralista
y clientelar).
22) En este mismo sentido, el antropólogo Oscar
Lewis se refería a una "cultura de la pobreza" propia de las
familias más pobres de los suburbios de México. Ver LEWIS, Oscar,
Los hijos de Sanchez, Mortiz, México, 1979.
Colectivo Ioé
(Miguel Ángel de
Prada, Walter Actis y Carlos Pereda)
URL: http://www.nodo50.org/ioe/
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