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Los movimientos sociales de resistencia al neoliberalismo en América Latina



     

     

    Introducción

    Así como en la década del ´70 se
    abrió un ciclo de instauración de dictaduras militares
    en gran parte de América Latina y en la
    del ´80 se produjo el retorno a la democracia como sistema de gobierno -aunque sosteniendo el
    régimen de acumulación capitalista implantado bajo
    aquellas dictaduras- desde los albores de los ´90 se
    inició el período de consolidación y
    profundización, "en democracia" del esquema de despojo
    económico, social y cultural más grande operado en el
    continente desde la época de la conquista.

    Un nuevo escenario se abre hacia fines de los ´90 y
    principios del nuevo milenio
    con la aparición, al decir de algunos la
    "visibilización", de diferentes acciones colectivas de
    resistencia y lucha contra lo que en forma genérica se
    conoce como "neoliberalismo", inscribiéndose éstas en
    diversos movimientos sociales contenidos en un amplio espectro
    que recorre desde la experiencia del zapatismo, pasando por el
    MST de Brasil, hasta los casos de
    Bolivia, Ecuador y Argentina incluyendo
    también, sin pretender en esta sucinta enumeración
    agotar las innumerables experiencias en desarrollo, la particular
    situación venezolana.

    No es ocioso destacar que este es apenas un trabajo preliminar que de
    ninguna manera pretender realizar un análisis exhaustivo de
    los distintos movimientos sociales, sino que intenta simplemente
    relevar algunos rasgos y problemáticas comunes que permitan
    establecer las conexiones entre los procesos y las tendencias en
    que los mismos se inscriben, así como su viabilidad y sus
    límites.

     

    I. Consideraciones en
    torno al concepto de "movimientos
    sociales"

    Debido a que habitualmente suele inscribirse estas
    experiencias en el marco de lo que se denomina "movimientos
    sociales", parece pertinente que en la primera parte de este
    trabajo realicemos un sucinto recorrido por los orígenes y
    el desarrollo de este concepto intentando precisar sus alcances
    así como la pertinencia de su aplicación para los casos
    que nos ocupan.

    Si bien el término "movimiento social", en
    singular, surge en el ámbito de las ciencias sociales durante el
    s. XIX para referirse exclusivamente al movimiento obrero durante
    su etapa de consolidación como protagonista principal de las
    luchas al interior de las sociedades con mayor
    desarrollo capitalista, es hacia la década de los ´60
    del siglo XX, como consecuencia de la aparición en la escena
    política de nuevos actores
    sociales con sus particulares reivindicaciones y formas de
    organización
    principalmente en Europa y Estados Unidos, que el concepto
    adquirirá una nueva centralidad en el marco de los estudios
    sobre los procesos de movilización política y
    social.

    Los presupuestos teóricos que
    se aplicaban al análisis tanto de la clase obrera como del
    campesinado, dos de los actores "tradicionales" del mundo
    capitalista, dejaban zonas grises a la hora de abordar los nuevos
    procesos abiertos hacia mediados del s. XX, caracterizados por la
    movilización de actores político-sociales que no pueden
    definirse por una homogénea pertenencia de clase:
    minorías sexuales, mujeres, homosexuales y estudiantes,
    entre otros.

    De esta manera, si el análisis del "viejo"
    movimiento social, cuyo actor fundamental, el proletariado, con
    su impronta de sujeto histórico de la revolución fue uno de las
    preocupaciones centrales de la teoría marxista, el
    abordaje inicial de los "nuevos" movimientos sociales será
    promovido por otras corrientes, principalmente adscriptas a la
    sociología norteamericana
    y europea, que –con distintos enfoques- emprenderán la
    búsqueda de las herramientas teóricas
    adecuadas para el análisis.

    Existen notables diferencias de abordajes y perspectivas
    entre estas dos vertientes que se abocarán al estudio de los
    "movimientos sociales". Por una parte, la sociología
    norteamericana adscribe a un análisis
    estructural-funcionalista que incorpora conceptos tales como
    "movilización de recursos" y "estructura de oportunidad
    política", entre otros mientras que la vertiente europea que
    inaugura la denominada "teoría de los Nuevos Movimientos
    Sociales" cuestionará que el análisis del conflicto social sea reducido
    sólo al enfrentamiento de clases, abriendo así una
    perspectiva más amplia que incorpora la consideración
    de otros elementos tales como la construcción de las
    identidades colectivas. (1)

    A pesar de estas diferencias sin embargo, ambas
    perspectivas reflejan la necesidad de encontrar herramientas
    teóricas que permitan dar cuenta de los procesos surgidos al
    calor de la consolidación
    de la sociedad industrial de masas,
    específicamente al protagonismo social adquirido por las
    capas medias, extendidas y fortalecidas bajo las condiciones
    favorables del Estado de Bienestar y que
    será el sector que conformará la base social de muchos
    de los nuevos movimientos de protesta.

    A partir de la última década del s. XX, como
    consecuencia de las transformaciones sociales provocadas por el
    proceso de globalización y la
    definitiva derrota del socialismo real, mientras que en
    los países centrales surgen nuevos y se radicalizan
    anteriores colectivos organizados en forma de redes laxas que, integradas en su
    mayoría por jóvenes, confluirán en lo que se
    conoce genéricamente como "movimiento
    antiglobalización", en América Latina emergen o
    consolidan sus organizaciones, nuevos actores
    que protagonizarán los procesos de luchas sociales, tales
    como el zapatismo en México, el MST en Brasil,
    comunidades indígenas de varios países y piqueteros en
    Argentina, por citar sólo algunos.

    Esta situación propone nuevos desafíos a la
    hora diseñar bosquejos explicativos y uno de ellos es
    precisamente determinar si las herramientas teóricas
    construidas para el análisis de movimientos y organizaciones
    surgidos al calor de las transformaciones del capitalismo de mediados del s.
    XX en los países industrializados son válidas
    también para ser aplicadas a la realidad latinoamericana de
    fines del s. XX y principios del XXI.

    Más específicamente: ¿es pertinente la
    utilización del concepto "movimientos sociales" para
    analizar las experiencias "antineoliberales" en América
    Latina?

    Nuestra hipótesis es que la
    utilización del concepto "movimientos sociales" para abordar
    la investigación sobre estas
    experiencias intenta, al igual que algunas vertientes de la
    sociología de los países centrales en los ´60,
    llenar un vacío teórico.

    La diferencia reside sin embargo, en que allí lo
    novedoso se produjo a partir del surgimiento de nuevos actores
    pertenecientes a las capas medias de la población que expresaban
    demandas y conformaban organizaciones muy diferentes a las que
    décadas anteriores había detentado la clase obrera,
    aunque esta última todavía conservaba una considerable
    vitalidad y protagonismo económico, político y
    social.

    En el caso que nos ocupa, la necesidad de incorporar
    nuevas herramientas teóricas para analizar los movimientos
    emergentes en Latinoamérica puede
    rastrearse en un tiempo más cercano: la
    última década del siglo XX, a partir básicamente
    de la pérdida de centralidad del movimiento obrero
    "clásico" y el (re)surgimiento de otros actores que
    serán los que con mayor vehemencia cuestionarán las
    medidas neoliberales implementadas en nuestros países:
    principalmente sectores campesinos, muchos de ellos
    íntegramente indígenas.

    Si bien el campesinado como clase ha sido ampliamente
    analizado en relación a su participación en diversos
    procesos en el curso de la historia latinoamericana del siglo XX,
    especialmente aquellos relacionados con experiencias de reforma agraria, en los
    albores del nuevo milenio se están produciendo nuevas
    configuraciones en sus formas de movilización,
    organización y articulación con otros sectores de clase
    que quedan fuera de los alcances de los análisis
    tradicionales, particularmente del marco teórico que
    más se ocupó de ellos: el marxismo clásico y sus
    derivaciones.

    De esta manera y frente a la "nebulosa" que en la
    teoría representaba la irrupción estos "nuevos" actores
    (que en su mayoría lejos de ser nuevos son portadores de una
    historia ancestral), comienza a utilizarse el término
    "movimientos sociales" para designarlos en forma
    genérica.

    Creemos asimismo importante destacar que una de las
    novedades de las distintas experiencias latinoamericanas se
    encuentra en el hecho de que los actores sociales que con mayor
    fuerza y grado de coherencia
    resisten al neoliberalismo no son aquellos surgidos al calor de
    la "modernidad" (como el movimiento
    obrero industrial) sino aquellos otros que en gran parte
    pertenecen a un mundo que podría calificarse de
    "premoderno", y en este sentido, las formas de resistencia que
    realizan al capitalismo de fines del s. XX y principios del s.
    XXI se articula en torno una combinación de estrategias, unas rescatadas de
    la configuración tradicional de las comunidades y otras
    tomadas de formas de lucha más modernas.

    Estos sectores, a diferencia del proletariado
    industrial, no se configuran como tales a partir de la
    consolidación de los Estados Nación a fines del s. XIX
    sino que, por el contrario, en este período sufrieron -en
    realidad continuaron sufriendo- los embates del avance de la
    modernidad, proceso abierto a partir de la
    colonización.

    Hechas estas consideraciones conceptuales, abordaremos
    el análisis de algunos rasgos comunes presentes en la
    mayoría de estas experiencias latinoamericanas.

     

    II. Características
    de los movimientos sociales latinoamericanos

    Resistencia y formas de
    lucha:

    Si consideramos que el neoliberalismo es la forma de
    dominación asumida por el capitalismo a partir del
    último cuarto del siglo XX (2), convendremos en aceptar que
    las consecuencias de su ejercicio para la mayoría de la
    humanidad son de tal magnitud que lejos están de compensar
    la legitimación que
    encuentra por parte de los sectores menos afectados (regional y
    socialmente) a partir de la promesa del consumo permanente.

    La globalización (3) y las políticas neo-liberales se
    construyen sobre las desigualdades existentes, pero
    elevándolas a niveles exponenciales, así, frente a las
    devastadoras consecuencias provocadas por la aplicación de
    medidas que a grandes rasgos implicaron: cifras nunca antes
    conocidas de desocupación, deterioro de
    los salarios, flexibilización y
    precarización laboral y aumento de los
    índices de pobreza, se producirá la
    conformación de un creciente sector de población
    excluida del acceso al empleo y al consumo, el
    debilitamiento de la capacidad de movilización del
    movimiento obrero pero paralelamente el surgimiento de nuevas
    formas de organización y lucha.

    Podría decirse que a partir del levantamiento del
    1º de enero de 1994 en Chiapas, el zapatismo
    cumplirá un doble rol: ser, por un lado la primera
    expresión organizada de impugnación contra el orden
    globalizado encarnado en el neoliberalismo y por el otro, actuar
    como inspiración e influencia tanto en el movimiento
    antiglobalización desarrollado en los países centrales
    como en otras organizaciones latinoamericanas, de allí la
    trascendencia de un movimiento que planteará un desafío
    no sólo político sino también
    teórico.

    Si en los centros de poder mundial se pregonaba la
    buena nueva de la inevitable eternidad del capitalismo y el fin
    de la historia, desde la profundidad de la selva un grupo de campesinos
    indígenas se levantaba en armas poniendo frente al mundo
    otra realidad que articulaba una cultura de la resistencia (4)
    construida durante más de 500 años con estrategias
    defensivas surgidas para dar respuesta a la forma de
    dominación neoliberal: "… una resistencia tan antigua
    como la dominación pero tan moderna como la integración
    teleinformática de los procesos mundiales".

    (5)

    La irrupción del zapatismo será
    emblemática entonces, por cuanto significa la posibilidad y
    viabilidad de construcción de la resistencia, representando
    en la escena política internacional el punto de
    inflexión entre la aceptación de la "cultura de la
    derrota" -abonada por el descenso de las luchas en el seno del
    movimiento obrero, el fulminante desplome de la URSS y sus
    satélites (y no
    precisamente, como muchas corrientes dentro de la izquierda
    pregonaban por una revolución democrática al interior
    de sus sociedades) y reforzada por el discurso único de los
    voceros del poder capitalista mundial- y la puesta en conocimiento de la
    sobrevivencia de esta otra cultura, la de la
    resistencia.

    "Frente al proceso de globalización neoliberal
    capitalista, se desarrolló la otra globalización: la de
    la Rebeldía, la Resistencia, la de la Revolución o la
    de la revolución, el nombre es lo de menos."

    (6)

    En ese contexto, comenzaron a "visibilizarse" otros
    movimientos sociales que venían recorriendo caminos
    similares aunque con dinámicas propias, abriendo un proceso
    que incidió no sólo a nivel de las luchas sino
    también de las elaboraciones teóricas acerca de estas
    formas de organización y sus alcances y posibilidades en
    cuanto a una viabilidad –por cierto diferente a aquellas
    diseñadas a partir de la centralidad de la clase obrera- de
    un cambio social.

    Es en este sentido que caracterizamos a estas
    experiencias como movimientos de resistencia ya que no se
    presentan como portadores de proyectos históricos
    previamente delineados sino que fueron configurándose en
    torno a realidades concretas, locales.

    Ahora bien, surgidos y constituidos de esa manera, el
    gran desafío con que se enfrentan es la posibilidad de
    superación de esa etapa de resistencia a partir
    principalmente de la articulación con otros sectores
    sociales que también resisten.

    Esta situación de resistencia lleva aparejada
    también la emergencia de formas particulares de
    prácticas confrontativas y en ese sentido Raúl Zibechi
    (7), para quien el análisis de los cambios en las formas de
    acción colectiva puede
    arrojar pistas para la comprensión de estos nuevos
    movimientos, diferencia entre métodos de lucha
    instrumentales y métodos autoafirmativos. Los primeros son
    aquéllos que se llevan adelante sólo en tanto que medio
    para el logro de determinados fines y aunque, claramente
    presentes en las organizaciones leninistas, se extendió
    hacia todo el sindicalismo de masas no
    importa cuáles fueran sus adscripciones ideológicas y
    políticas. Los aspectos claves de esta concepción se
    estructuran en torno a las nociones de organización,
    dirección y planificación. Esta
    priorización de los fines por sobre los medios llevaría a una
    "objetivación" de los sujetos y a una "subjetivación"
    de las organizaciones: el partido o el sindicato, lo que
    inevitablemente conduce a la burocratización y permite la
    subordinación de los sujetos a una lógica externa a ellos,
    la lógica del Estado.

    En oposición a esta dinámica que ha guiado
    las luchas durante la mayor parte del siglo XX, Zibechi encuentra
    en los nuevos movimientos sociales el predominio de una forma de
    acción colectiva diferente. Conformados por actores sociales
    tales como mujeres, indígenas, minorías sexuales o
    desocupados, lo que estos sectores tienen en común es el
    desprecio y la humillación a la que son sometidos por el
    poder así como la exclusión y la invisibilidad a la que
    se les pretende condenar, de allí que su lucha sea
    autoafirmativa y pase en primer lugar por mostrarse, por expresar
    su existencia frente a toda la sociedad, por hacerse "visibles"
    destacando todo aquello que constituye su identidad.

    En este contexto, la autonomía y la
    autoorganización, como planteamos en el apartado siguiente,
    son dos de las condiciones para llevar adelante la resistencia
    pero la imbricación con sectores de la sociedad civil es vital para no
    caer en el aislamiento. Es desde esta perspectiva que podemos
    entender la reciente y última Declaración de los
    zapatistas (8) así como la última Marcha Nacional por
    la Reforma Agraria organizada por el MST que reunió a casi
    12 mil trabajadores y trabajadoras rurales y cuyo objetivo principal fue, como
    en marchas anteriores, llamar la atención de la sociedad
    brasileña sobre la apremiante situación de los sin
    tierra (9).

     

    Autoorganización y
    autonomía

    Se encuentra presente en la mayoría de estos
    movimientos sociales una invocación a la
    autoorganización y la autonomía, lo que generó el
    desarrollo de encendidos debates
    teórico-políticos.

    Sin pretender dar cuenta aquí de los principales
    lineamientos de estos debates ni de abordar el recorrido
    histórico del concepto de autonomía que largamente
    excedería los límites de este trabajo, podríamos
    destacar que el mismo lleva implícita la idea de la
    autoorganización de los propios sujetos implicados en las
    luchas, motivo por el cual lo hemos planteado como dupla ya que
    en general así aparecen expresados en los documentos, comunicados y
    fuentes propias de los
    movimientos mismos.

    Bajo la concepción de "autonomía" en general
    subyace la idea de organizaciones en forma de red que funcionan descentralizadamente en
    base a acuerdos logrados por consenso, la priorización de
    formas de discusión y resolución asamblearia con
    énfasis en los mecanismos de democracia directa y la
    asignación de tareas rotativas con cargos
    revocables.

    En el caso del zapatismo, luego del rechazo de la
    reforma de la Constitución sancionada en
    de 2001, por considerarla totalmente apartada del espíritu
    de los Acuerdos de San Andrés, en agosto de 2003 se anuncia
    el surgimiento de los denominados Caracoles y sus
    correspondientes Juntas de Buen Gobierno en el marco de un
    proceso tendiente al afianzamiento de uno de los principios
    postulados desde los inicios de la insurgencia: la
    construcción de la autonomía en los "territorios
    rebeldes".

    Estas Juntas, cinco en total que articulan alrededor de
    30 municipios, tienen como funciones dirimir problemas de propiedad de la tierra, recaudar impuestos, organizar la salud y la educación y regir las relaciones de
    los municipios zapatistas entre sí y de éstos con otros
    municipios ajenos al movimiento.

    Así, frente al desconocimiento de sus demandas por
    parte del Estado, se opta por la alternativa de seguir
    construyendo autonomía, impulsando y fortaleciendo el
    autogobierno y la autogestión.

    Más allá de las diferencias subyacentes en
    cuanto a los objetivos inmediatos y el
    contexto en que se desarrollan, no es tarea fácil la
    implementación de las prácticas y formas organizativas
    acordes con el desarrollo de estas distintas experiencias con
    fuerte énfasis en la autonomía. Combinar adecuadamente
    las decisiones tomadas democráticamente y la asignación
    no jerárquica de responsabilidades con la eficacia en cuanto a la
    concreción de lo consensuado, representa habitualmente una
    difícil tarea.

    En una reflexión en torno a estos temas, Guillermo
    Cieza expresa: "Si analizamos los movimientos normalmente
    considerados como referencia (el zapatismo, los Sin Tierra) nos
    vamos a encontrar con la coexistencia y el delicado equilibrio entre dos estructuras que garantizan por
    un lado la democracia y la horizontalidad y por otro la eficacia.
    En el caso de los Sin Tierra, la Dirección Nacional (que se
    renueva solo por tercios) y las direcciones regionales garantizan
    ordenar esfuerzos en base a líneas políticas
    previamente discutidas por la base del movimiento. En el caso de
    los zapatistas, el EZLN, subordinado políticamente a
    decisión de las comunidades, constituye una fuerza
    vertebrada que garantiza la ejecución de múltiples
    tareas" (10).

     

    Este señalamiento sobre la coexistencia de dos
    niveles con lógicas articuladas puede ser uno de los
    elementos que ayuden a explicar la cohesión y
    perduración de los movimientos y no es precisamente la que
    caracterizó al las asambleas barriales que surgieron al
    calor de la rebelión argentina de diciembre de
    2001.

    Estos organismos, que cobraron gran protagonismo hasta
    mediados del 2002 y luego fueron decayendo hasta su casi
    extinción en la actualidad, se constituyeron como espacios
    de experimentación de formas de gestión autónomas en
    las que cobró especial relevancia la construcción de
    una trama social y la reconstrucción de redes de
    solidaridades que, unificadas bajo la consigna del "Que Se
    Vayan Todos"
    , comenzó a tomar en sus manos tareas antes
    delegadas a la esfera de lo estatal. De esa manera, ante el
    abandono del Estado respecto de sus funciones y el agotamiento de
    las formas organizativo-institucionales tradicionales
    –partidos políticos, sindicatos, vecinales, etc.-
    empezaron a experimentarse nuevas formas de organización que
    dieran respuestas –tanto a corto como a largo plazo- a las
    urgencias planteadas por la aguda crisis económica, social
    y política (11).

    Todavía no hay un profundo análisis de las
    circunstancias que llevaron al rápido agotamiento de estos
    organismos que con tanta fuerza pero tan brevemente irrumpieron
    en la escena nacional argentina, aunque algunos autores, como
    Claudio Katz (12), atribuyen su fugacidad precisamente a los
    mismos elementos que posibilitaron su surgimiento: su carácter defensivo,
    autoconvocado, inorgánico y profundamente
    antiinstitucional.

     

    Cuestionamiento al sistema de
    representación

    Otra de las características presentes en estos
    movimientos sociales es la impugnación que los mismos hacen
    del rol de los mecanismos tradicionales de representación y
    mediación entre la sociedad civil y el Estado, especialmente los
    partidos políticos y los sindicatos. Encontramos aquí
    otra implicancia de la autonomía ya que, al proponer la
    autoorganización, rechaza las mediaciones externas,
    principalmente aquella expresada en los partidos
    políticos.

    Esta situación se expresó de modo más
    dramático en los casos de Argentina en 2001 y Ecuador en
    2005, donde se produce es un desborde de las instituciones de la democracia
    burguesa que hacía tiempo venían demostrando su
    ineficacia a la hora de dar respuesta a las demandas sociales;
    muchos de quienes no se sentían ya representados en ellas
    confluyeron en las calles espontáneamente.

    "Y se encendió la chispa que empezó a
    concentrar a miles y miles de personas, ahora si, autoconvocadas,
    sin los dirigentes y los partidos que desde hace más de 25
    años vienen secuestrando sus derechos políticos. Llegaban con
    globos, banderas, cacerolas, música y humor. La gente empezó a
    gritar: ¡Fuera Lucio!, ¡Que se vayan todos! La noche se
    caracterizó por una movilización que se generalizaba,
    la gente tocaba cacerolas, tablas, las bocinas de los autos y los gritos replicaban:
    ¡Fuera Lucio! !Que se vayan todos! Los políticos y
    dirigentes empresariales que quisieron participar para apropiarse
    de protagonismo y de la manifestación popular absolutamente
    independiente de ellos y en contra de ellos, fueron tratados con desprecio e
    indiferencia, cuando no se les obligo a que guarden las banderas
    de la ID o a que se vayan. Esta es una manifestación del
    pueblo no de los políticos, de sus partidos ni de los
    oligarcas, insistía la gente" (13)

    Pueden apreciarse las similitudes de la experiencia
    relatadas en esta crónica con los sucesos producidos en
    Argentina en diciembre de 2001.

    Las recurrentes crisis vividas por Bolivia en los
    últimos años plantean una situación un poco
    diferente. Durante los dos grandes levantamientos populares
    (octubre de 2003 y mayo/junio de 2005) que derivaron en la
    caída de los presidentes Sánchez de Losada y Mesa
    respectivamente, la movilización que presionaba por las
    destituciones presidenciales y sus variantes de llamado a
    Convención Constituyente, no fue tan "inorgánica" como
    en las dos situaciones anteriores, sino que se encontraba
    enmarcada en organizaciones como el MAS y la COB (con su formato
    tradicional de partido político con representación
    parlamentaria y central sindical respectivamente) por un lado y
    la Coordinadora del Agua de Cochabamba y las
    Juntas Vecinales del Alto, por el otro, con un importante
    desarrollo de la autonomía local de base en estas
    últimas.

    Ahora bien, frente a esta modalidad de intervención
    política que encarnan una dramática impugnación de
    las formas tradicionales de representación ¿cómo
    se entiende la relativamente rápida recomposición
    institucional, como en el caso argentino o, como en el boliviano,
    la recurrencia de caídas y reconstrucciones?

    En respuesta a esta circunstancia, Claudio Katz (14),
    encuentra que la principal limitación de los movimientos
    sociales se inscribe precisamente en la insuficiencia que
    demuestran para impedir la reconstitución del sistema de
    representación y la institucionalidad burguesa. Desde esta
    perspectiva, este límite estaría dado por las
    dificultades que enfrentan estos movimientos a la hora de
    proyectarse al plano político, o sea, de disputar el poder
    (o cuotas de él) en la arena donde se dirimen los conflictos y se expresan las
    demandas populares, es decir, el Estado y sus instituciones y
    esto sólo puede llevarse a cabo a partir de la
    elaboración de un proyecto político
    propio.

    El agotamiento y desgaste de los mecanismos
    institucionales del régimen son también claramente
    observables, aunque con implicancias diferentes, en otros
    movimientos sociales:

    "… en nuestro país, la clase política
    mexicana (donde se incluyen todos los partidos políiticos
    con registro y los tres órdenes
    de la unión) traicionó la esperanza de millones de
    mexicanos, y de miles de personas de otros países, de ver
    reconocidos constitucionalmente los derechos y la cultura de los
    pueblos indios de México … frente a todo esto, el EZLN
    decidió suspender totalmente cualquier contacto con el
    gobierno federal mexicano y los partidos políticos; y los
    pueblos zapatistas ratificaron hacer de la resistencia su
    principal forma de lucha". (15)

     

    Territorialización

    Si bien la territorialización alude a la
    cuestión espacial, tanto en lo que refiere a la
    recuperación de tierras usurpadas en el caso de algunas
    comunidades indígenas como a la ocupación y posterior
    asentamiento en territorios improductivos llevada adelante por
    movimientos como el MST de Brasil, no se limita sólo a este
    aspecto. El compartir un mismo territorio implica también la
    posibilidad de construir una nueva sociabilidad en torno a la
    práctica de las acciones cotidianas y la integración en
    proyectos comunitarios, referidos tanto a las actividades
    productivas como a las tareas de salud y educación.

    En el caso del MST de Brasil la territorialización
    es asimilada al proceso de conquista de la tierra misma y es
    concebida como una de las herramientas que posibilitará la
    implementación de la reforma agraria pero que no se limita
    sólo a ella sino que abarca y es la condición de
    posibilidad de desarrollo no sólo de otras dimensiones como
    la educación, la salud, la vivienda, el crédito agrícola y
    la cooperación agropecuaria, sino también de la
    articulación expansiva del proceso mismo.

    Ellos lo expresan de esta manera: "A luta pela terra
    leva à territorializaçao porque com a conquista de um
    assentamento abrem-se as perspectivas para a conquista de um novo
    assentamento. Cada assentamento é uma fraçao do
    territorio conquistada e a esse conjunto de conquistas chamamos
    territorializaçao. Assim, a cada assentamento que o MST
    conquista, ele se territorializa. E é exatamente isto que
    diferenciao MST dos outros movimentos sociais. Quando a luta
    acaba na conquista da terra, nao existe
    territorializaçao"
    (16).

    La diferenciación con otros movimientos a las que
    se alude en esta cita, hace referencia a otras organizaciones
    también constituidas en torno a la demanda de reforma agraria,
    pero cuyo objetivo último es solamente el logro del acceso a
    la tierra.

    La territorialización no está limitada a las
    experiencias de índole rural sino que es también un
    elemento presente en movimientos de raigambre urbana, como
    algunos grupos piqueteros en Argentina,
    particularmente el MTD de Solano (17).

    Aunque en algunos casos la realidad espacial sea
    preexistente a las constitución de los movimientos (como en
    las comunidades zapatistas o en las barriadas donde se
    constituyen algunos de los sectores piqueteros) y en otras
    ésta se logre a partir de la reapropiación u
    ocupación de tierras (como en algunas comunidades
    indígenas o el MST), en ambas situaciones la
    territorialización implica la construcción, en un
    determinado territorio y a partir de la lucha, la experiencia y
    los proyectos compartidos por sus habitantes, de un espacio
    alternativo que necesariamente implicará el fortalecimiento
    de los lazos de solidaridad y el delineamiento de
    una nueva sociabilidad, elementos ambos que confluyen, como
    más abajo veremos, en el proceso de conformación de las
    identidades colectivas.

    Ahora bien ¿cuáles son los límites de la
    territorialización? O para expresarlo de otro modo:
    ¿hasta dónde es posible la profundización de este
    proceso en el marco de una sociedad capitalista sin quedar
    atrapados en "islotes" de autoproducción y
    consumo?(18).

     

    Construcción de la
    identidad

    Hemos visto como el proceso de territorialización,
    en tanto que forjado en el marco de un colectivo que al compartir
    experiencias y proyectos comienza a concebirse como comunidad en un contexto de
    resistencia a las adversidades impuestas por el sistema,
    necesariamente configurará identidades
    contrahegemónicas, cuyos componentes tienden a
    autopercibirse de forma diferente a la establecida en la
    concepción de "individuos" o "ciudadanos" inherente a la
    sociedad capitalista.

    Al interior de este tipo de movimientos se desarrolla un
    proceso de construcción de un imaginario social o colectivo,
    operándose la configuración de una representación
    de la realidad social, como conjunto de ideas-imágenes a través de
    las cuales estos grupos sociales construyen su
    identidad y avalan su legitimidad. (19).

    El zapatismo es aquí un ejemplo insoslayable de
    este proceso de construcción de identidad, con la
    particularidad que el mismo está acompañado por una
    creativa estrategia discursiva y
    mediática. Hay en esta configuración identitaria una
    inversión de la
    lógica del pensamiento dominante, que,
    estructurada en construcciones semánticas tales como "un
    mundo donde quepan muchos mundos", "caminar al ritmo del más
    lento" o "mandar obedeciendo" (por citar sólo alguna de las
    más conocidas), produce una fisura en el sentido
    común.

    Estos imaginarios sociales son inescindibles de las
    prácticas que el movimiento social lleva adelante y ambos
    aspectos, junto con las adscripciones ideológicas,
    políticas y teóricas a las que se apela o en el marco
    de las cuales se elaboran las políticas y los proyectos, son
    los que conforman la identidad.

    Si en las organizaciones que lideraron los movimientos
    de cambio social hasta mediados del s. XX, como los partidos
    políticos y los sindicatos, había una clara prioridad
    otorgada a la esfera política, ideológica y
    teórica, en los "nuevos" movimientos sociales encontramos
    una percepción más clara de
    la presencia de esa otra esfera, más lábil y por lo
    tanto más difícil de ser conceptualizada, pero tal vez
    de raigambre más profunda.

    Como lo expresan los integrantes del Movimiento de
    Trabajadores Desocupados de Solano: "Los elementos de una
    nueva sociabilidad no son creados por nadie en particular.
    Emergen: son creados por los pueblos en sus luchas… Se trata de
    la aparición histórica de una nueva subjetividad, de
    nuevas formas de pensar, planear y solucionar los problemas de la
    existencia."
    (20)

    Es en este sentido que debe entenderse también la
    importancia otorgada a lo por los integrantes del MST a la
    "mística", que, definida en tanto que práctica social
    heredada de la teología de la liberación y la
    religiosidad popular, es considerada por sus militantes como uno
    de los elementos de cohesión, unidad e identificación
    al que igualan en importancia con los principios organizativos
    del movimiento.

     

    III. Reflexiones
    Finales

    Nuestra intención en este trabajo fue realizar un
    abordaje de los movimientos sociales latinoamericanos a partir de
    los rasgos que éstos tienen en común ya que si bien
    existe una extensa y en muchos casos calificada producción tanto en lo
    referido a los análisis de caso (sobre todo en relación
    al zapatismo) como a las teorizaciones y debates que el
    surgimiento de estas experiencias produjeron al interior de las
    ciencias sociales (y
    también aquí es insoslayable el rol de "musa
    inspiradora" jugado por el zapatismo) nuestro interés se centra
    principalmente en efectuar una mirada de conjunto sobre los
    procesos latinoamericanos contemporáneos.

    Desde esta perspectiva, cabe preguntarse acerca de la
    significación del establecimiento de gobiernos que
    genéricamente se inscriben en el marco del "progresismo" (y
    a los que algunos analistas prefieren denominar "nacionalistas" o
    de "centro-izquierda"): Kirchner, Lula, Tabaré Vázquez,
    que si bien no implican cambios en lo estructural, en lo
    discursivo y en algunas de sus medidas cuestionan el discurso y
    las políticas neoliberales aplicada en los
    ´90.

    ¿Implica esto el cierre de la crisis de legitimidad
    de los regímenes que llevó a situaciones tales como las
    de Argentina en 2001 y la apertura de una nueva coyuntura en la
    que el capital cambia su forma de
    dominación apelando más a una políticas en algunos
    casos populistas que al salvajismo de las medidas
    neoliberales?.

    ¿Estarían estas experiencias de Argentina,
    Ecuador y Bolivia indicando que no basta con la movilización
    masiva de la población dispuesta a derribar gobiernos y que
    las instituciones, contrariamente a lo que pudiera parecer,
    están en nuestros países lo suficientemente arraigadas
    y fortalecidas como para viabilizar, en tiempos asombrosamente
    cortos, exitosas salidas a las crisis?

    Como se podrá observar, hemos dejado
    deliberadamente fuera de este análisis el caso venezolano,
    debido a que creemos que contiene aristas particulares,
    especialmente en lo referido a la movilización popular
    estimulada desde las estructuras del gobierno, a la amenaza
    constante del imperialismo aliado a los
    sectores de la oposición y a la profunda polarización
    social que este escenario plantea.

    En este contexto, un ejercicio necesario tal vez sea
    discernir en el escenario político, entre la agenda de los
    gobiernos (Lula, Kirchner, Tabaré Vázquez) y la
    confrontación llevada adelante por los movimientos
    sociales.

    En este sentido, algunos analistas destacan que la
    movilización social protagonizada por estos movimientos con
    claras dinámicas autónomas, han permitido una serie de
    modificaciones en la correlación de fuerzas (21).

    Una última acotación merece el abordaje sobre
    estas perspectivas realizados por distintas corrientes
    teóricas y los debates que en torno a ellas se vienen
    sucintando, particularmente las referidas a la aparición de
    lógicas de organización, acción y relación
    respecto del Estado, sensiblemente distintas de las tradiciones
    sindicales y los partidos de izquierda.

    Las prolíficas discusiones que se vienen
    desarrollando alrededor de tópicos como autonomía,
    horizontalidad, democracia directa así como de las vías
    para la realización del cambio social (posibilidad o no de
    hacer la revolución sin tomar el poder) no sólo son
    estimulantes sino que hacen necesario, más allá de lo
    real, lo ilusorio y lo deseable, la profundización del
    análisis acerca de las condiciones de posibilidad de un
    cambio social a partir de estas premisas, o por lo menos, de la
    viabilidad de la consecución de procesos que sobrepasen los
    marcos de la resistencia pudiendo ser portadores de una
    construcción alternativa futura, aunque sea a
    larguísimo plazo.

     

    Bibliografía

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    las asambleas barriales"
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    Revuelta. Argentina: La Sociedad en Movimiento"
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    Letra Libre, Buenos Aires, 2003.

     

     

    Notas

    (*) Trabajo presentado como ponencia en el X: Congreso
    Interclaustros de Historia, 2005, Facultad de Humanidades de
    Rosario. Mesa Temática: Nº 37: "América
    Latina y el ciclo neoliberal". Pertenencia
    institucional: Centro de Estudios de Historia Obrera
    (CEHO)- Cátedra de Historia de América
    Contemporánea- Universidad Nacional de Rosario.

    1. Para un análisis detallado, ver: VIANO,
      María Cristina: "Movimientos Sociales: en plural y sin
      adjetivos. Revisando teoría(s) desde América
      Latina"
      , Rosario, 2004. Papeles de Trabajo del Centro de
      Estudios de Historia Obrera (CEHO), Facultad de Humanidades y
      Artes, UNR.
    2. GILLY, Adolfo, "Dominación y Resistencia,
      Incógnitas ante el FZLN"
      , Revista Viento del Sur,
      nº 7, año 1996.
    3. A pesar de los debates acerca del término,
      utilizamos aquí "globalización" entendiéndolo
      como un proceso de gran internacionalización,
      trasnacionalización e interdependencia en el marco del
      capitalismo, abierto hacia el último cuarto del s. XX
      caracterizado por una gran expansión transnacional de las
      empresas; la proliferación
      de las tecnologías que posibilitan profundas
      modificaciones a nivel de la organización del
      trabajo y de los modelos de gestión empresarial y
      la expansión y relativa autonomización de los flujos
      financieros.
    4. BÁRCENA, Iñaki; IBARRA, Pedro y SUBYAGA,
      Mario: "Movimientos Sociales y Democracia en Euskadi" pág.
      51 en: IBARRA, Pedro y TEJERINA, Benjamín (editores):
      "Los Movimientos Sociales. Transformaciones Políticas y
      Cambio Cultural".
      Editorial Trotta, Valladolid,
      1998.
    5. CECEÑA, Ana Esther, "El zapatismo. De la
      inclusión en la nación al mundo en que quepan todos
      los mundos", en GÓMEZ, José María (compilador):
      "América Latina y el (des) orden global neoliberal:
      Hegemonía, Contrahegemonía, Perspectivas"
      ,
      CLACSO, Buenos Aires, 2004. pág. 302.
    6. RODRÍGUEZ LASCANO, Sergio, "¿Puede ser
      verde la teoría? Sí, siempre y cuando la vida no sea
      gris"
      en Revista Rebeldía nº 8, Junio
      2003
    7. ZIBECHI, Raúl: "Genealogía de la
      Revuelta. Argentina: La Sociedad en Movimiento"
      , Editorial
      Letra Libre, Buenos Aires, 2003.
    8. Sexta Declaración de la Selva Lacandona,
      publicada en www.fzln.org.mx,
      julio de 2005.
    9. Marcha realizada el 2 de mayo de 2005, ver: "Lo que
      es necesario hacer para cambiar la vida del pueblo
      brasileño", Secretaría Nacional del MST, MST Informa,
      Año IV, nº 89
      www.movimientos.org/cloc/mst.br
    10. CIEZA, Guillermo, "Ideas para el debate sobre los
      nuevos movimientos sociales autónomos", en Boletín La
      Fogata digital (www.lafogata.org),
      26/08/02. 
    11. ARMIDA, Marisa: "Algunos apuntes en torno a las
      asambleas barriales"
      en Cuadernos de Filosofía y
      política Nº 5, Foro sobre Problemas
      Contemporáneos en América Latina, Escuela de
      Filosofía, Facultad de Humanidades y Artes, UNR, Primavera
      2003.
    12. KATZ, Claudio, "Los problemas del autonomismo" en
      Revista Socialismo o Barbarie, www.socialismo-o-barbarie.org,
      01/05/05
    13. LARREA, Marcelo: "Ecuador: ¿Fin del
      Protectorado? La ira popular derrota a Lucio" en Boletín
      La Fogata digital (www.lafogata.org),
      23/04/05.
    14. Katz, Claudio: "Los problemas del
      autonomismo"
      , ob. cit.
    15. Comunicado del EZLN, 19 de julio de 2003, citado en:
      RAMÍREZ MUÑOZ,
      Gloria: "El Fuego y la Palabra", Editorial Tinta
      Limón, Buenos Aires, 2004, pág. 259
    16. Stedile, Joao Pedro y Mançano Fernández,
      Bernardo: "Brava Gente. A Trajetória do MST e a Luta
      pela Terra noBrasil"
      , Editora Fundaçao Perseu Abramo,
      Sao Paulo, 1999, pág. 78.
    17. MTD Solano, Revista Situaciones nº 4, Buenos
      Aires, Diciembre de 2001.
    18. "Ellos (MST) se territorializan pero no emiten
      moneda, no controlan el valor del crédito, ni
      de los precios. El crecimiento de
      su capital fijo está ligado al esfuerzo de la
      agro-industria que opera
      aportando productos al mercado …. Esto (su
      fracaso) podría verificarse si no logra niveles de
      productividad cuyos valores aseguren la reproducción y
      crecimiento (educativo, moral, social) de sus
      miembros" en: ROCCHIETTI, Ana María, "Movimiento de los
      Sin Tierra: poder, cultura y verdad
      ", Seminario de
      Integración de Ciencias Sociales, dictado durante el 2001
      y 2002 Departamento de Historia, Facultad de Ciencias Humanas,
      Universidad Nacional de Río Cuarto.
    19. BACZKO, Bronislaw, "Los imaginarios sociales.
      Memorias y esperanzas colectivas". Nueva Visión,
      Buenos Aires, 1994.
    20. MTD Solano, Revista Situaciones nº 4, Buenos
      Aires, Diciembre de 2001.
    21. Ver: RODRÍGUEZ LASCANO, Sergio, Boletín La
      Fogata digital (www.lafogata.org)
      04/07/05.

     

    Marisa Gabriela Armida

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