Los movimientos sociales de resistencia al neoliberalismo en América Latina
- Introducción
- I.
Consideraciones en torno al concepto de "movimientos
sociales" - II.
Características de los movimientos sociales
latinoamericanos
- Autoorganización y
autonomía - Cuestionamiento al sistema de
representación - Territorialización
- Construcción de la
identidad
Así como en la década del ´70 se
abrió un ciclo de instauración de dictaduras militares
en gran parte de América Latina y en la
del ´80 se produjo el retorno a la democracia como sistema de gobierno -aunque sosteniendo el
régimen de acumulación capitalista implantado bajo
aquellas dictaduras- desde los albores de los ´90 se
inició el período de consolidación y
profundización, "en democracia" del esquema de despojo
económico, social y cultural más grande operado en el
continente desde la época de la conquista.
Un nuevo escenario se abre hacia fines de los ´90 y
principios del nuevo milenio
con la aparición, al decir de algunos la
"visibilización", de diferentes acciones colectivas de
resistencia y lucha contra lo que en forma genérica se
conoce como "neoliberalismo", inscribiéndose éstas en
diversos movimientos sociales contenidos en un amplio espectro
que recorre desde la experiencia del zapatismo, pasando por el
MST de Brasil, hasta los casos de
Bolivia, Ecuador y Argentina incluyendo
también, sin pretender en esta sucinta enumeración
agotar las innumerables experiencias en desarrollo, la particular
situación venezolana.
No es ocioso destacar que este es apenas un trabajo preliminar que de
ninguna manera pretender realizar un análisis exhaustivo de
los distintos movimientos sociales, sino que intenta simplemente
relevar algunos rasgos y problemáticas comunes que permitan
establecer las conexiones entre los procesos y las tendencias en
que los mismos se inscriben, así como su viabilidad y sus
límites.
I. Consideraciones en
torno al concepto de "movimientos
sociales"
Debido a que habitualmente suele inscribirse estas
experiencias en el marco de lo que se denomina "movimientos
sociales", parece pertinente que en la primera parte de este
trabajo realicemos un sucinto recorrido por los orígenes y
el desarrollo de este concepto intentando precisar sus alcances
así como la pertinencia de su aplicación para los casos
que nos ocupan.
Si bien el término "movimiento social", en
singular, surge en el ámbito de las ciencias sociales durante el
s. XIX para referirse exclusivamente al movimiento obrero durante
su etapa de consolidación como protagonista principal de las
luchas al interior de las sociedades con mayor
desarrollo capitalista, es hacia la década de los ´60
del siglo XX, como consecuencia de la aparición en la escena
política de nuevos actores
sociales con sus particulares reivindicaciones y formas de
organización
principalmente en Europa y Estados Unidos, que el concepto
adquirirá una nueva centralidad en el marco de los estudios
sobre los procesos de movilización política y
social.
Los presupuestos teóricos que
se aplicaban al análisis tanto de la clase obrera como del
campesinado, dos de los actores "tradicionales" del mundo
capitalista, dejaban zonas grises a la hora de abordar los nuevos
procesos abiertos hacia mediados del s. XX, caracterizados por la
movilización de actores político-sociales que no pueden
definirse por una homogénea pertenencia de clase:
minorías sexuales, mujeres, homosexuales y estudiantes,
entre otros.
De esta manera, si el análisis del "viejo"
movimiento social, cuyo actor fundamental, el proletariado, con
su impronta de sujeto histórico de la revolución fue uno de las
preocupaciones centrales de la teoría marxista, el
abordaje inicial de los "nuevos" movimientos sociales será
promovido por otras corrientes, principalmente adscriptas a la
sociología norteamericana
y europea, que –con distintos enfoques- emprenderán la
búsqueda de las herramientas teóricas
adecuadas para el análisis.
Existen notables diferencias de abordajes y perspectivas
entre estas dos vertientes que se abocarán al estudio de los
"movimientos sociales". Por una parte, la sociología
norteamericana adscribe a un análisis
estructural-funcionalista que incorpora conceptos tales como
"movilización de recursos" y "estructura de oportunidad
política", entre otros mientras que la vertiente europea que
inaugura la denominada "teoría de los Nuevos Movimientos
Sociales" cuestionará que el análisis del conflicto social sea reducido
sólo al enfrentamiento de clases, abriendo así una
perspectiva más amplia que incorpora la consideración
de otros elementos tales como la construcción de las
identidades colectivas. (1)
A pesar de estas diferencias sin embargo, ambas
perspectivas reflejan la necesidad de encontrar herramientas
teóricas que permitan dar cuenta de los procesos surgidos al
calor de la consolidación
de la sociedad industrial de masas,
específicamente al protagonismo social adquirido por las
capas medias, extendidas y fortalecidas bajo las condiciones
favorables del Estado de Bienestar y que
será el sector que conformará la base social de muchos
de los nuevos movimientos de protesta.
A partir de la última década del s. XX, como
consecuencia de las transformaciones sociales provocadas por el
proceso de globalización y la
definitiva derrota del socialismo real, mientras que en
los países centrales surgen nuevos y se radicalizan
anteriores colectivos organizados en forma de redes laxas que, integradas en su
mayoría por jóvenes, confluirán en lo que se
conoce genéricamente como "movimiento
antiglobalización", en América Latina emergen o
consolidan sus organizaciones, nuevos actores
que protagonizarán los procesos de luchas sociales, tales
como el zapatismo en México, el MST en Brasil,
comunidades indígenas de varios países y piqueteros en
Argentina, por citar sólo algunos.
Esta situación propone nuevos desafíos a la
hora diseñar bosquejos explicativos y uno de ellos es
precisamente determinar si las herramientas teóricas
construidas para el análisis de movimientos y organizaciones
surgidos al calor de las transformaciones del capitalismo de mediados del s.
XX en los países industrializados son válidas
también para ser aplicadas a la realidad latinoamericana de
fines del s. XX y principios del XXI.
Más específicamente: ¿es pertinente la
utilización del concepto "movimientos sociales" para
analizar las experiencias "antineoliberales" en América
Latina?
Nuestra hipótesis es que la
utilización del concepto "movimientos sociales" para abordar
la investigación sobre estas
experiencias intenta, al igual que algunas vertientes de la
sociología de los países centrales en los ´60,
llenar un vacío teórico.
La diferencia reside sin embargo, en que allí lo
novedoso se produjo a partir del surgimiento de nuevos actores
pertenecientes a las capas medias de la población que expresaban
demandas y conformaban organizaciones muy diferentes a las que
décadas anteriores había detentado la clase obrera,
aunque esta última todavía conservaba una considerable
vitalidad y protagonismo económico, político y
social.
En el caso que nos ocupa, la necesidad de incorporar
nuevas herramientas teóricas para analizar los movimientos
emergentes en Latinoamérica puede
rastrearse en un tiempo más cercano: la
última década del siglo XX, a partir básicamente
de la pérdida de centralidad del movimiento obrero
"clásico" y el (re)surgimiento de otros actores que
serán los que con mayor vehemencia cuestionarán las
medidas neoliberales implementadas en nuestros países:
principalmente sectores campesinos, muchos de ellos
íntegramente indígenas.
Si bien el campesinado como clase ha sido ampliamente
analizado en relación a su participación en diversos
procesos en el curso de la historia latinoamericana del siglo XX,
especialmente aquellos relacionados con experiencias de reforma agraria, en los
albores del nuevo milenio se están produciendo nuevas
configuraciones en sus formas de movilización,
organización y articulación con otros sectores de clase
que quedan fuera de los alcances de los análisis
tradicionales, particularmente del marco teórico que
más se ocupó de ellos: el marxismo clásico y sus
derivaciones.
De esta manera y frente a la "nebulosa" que en la
teoría representaba la irrupción estos "nuevos" actores
(que en su mayoría lejos de ser nuevos son portadores de una
historia ancestral), comienza a utilizarse el término
"movimientos sociales" para designarlos en forma
genérica.
Creemos asimismo importante destacar que una de las
novedades de las distintas experiencias latinoamericanas se
encuentra en el hecho de que los actores sociales que con mayor
fuerza y grado de coherencia
resisten al neoliberalismo no son aquellos surgidos al calor de
la "modernidad" (como el movimiento
obrero industrial) sino aquellos otros que en gran parte
pertenecen a un mundo que podría calificarse de
"premoderno", y en este sentido, las formas de resistencia que
realizan al capitalismo de fines del s. XX y principios del s.
XXI se articula en torno una combinación de estrategias, unas rescatadas de
la configuración tradicional de las comunidades y otras
tomadas de formas de lucha más modernas.
Estos sectores, a diferencia del proletariado
industrial, no se configuran como tales a partir de la
consolidación de los Estados Nación a fines del s. XIX
sino que, por el contrario, en este período sufrieron -en
realidad continuaron sufriendo- los embates del avance de la
modernidad, proceso abierto a partir de la
colonización.
Hechas estas consideraciones conceptuales, abordaremos
el análisis de algunos rasgos comunes presentes en la
mayoría de estas experiencias latinoamericanas.
II. Características
de los movimientos sociales latinoamericanos
Resistencia y formas de
lucha:
Si consideramos que el neoliberalismo es la forma de
dominación asumida por el capitalismo a partir del
último cuarto del siglo XX (2), convendremos en aceptar que
las consecuencias de su ejercicio para la mayoría de la
humanidad son de tal magnitud que lejos están de compensar
la legitimación que
encuentra por parte de los sectores menos afectados (regional y
socialmente) a partir de la promesa del consumo permanente.
La globalización (3) y las políticas neo-liberales se
construyen sobre las desigualdades existentes, pero
elevándolas a niveles exponenciales, así, frente a las
devastadoras consecuencias provocadas por la aplicación de
medidas que a grandes rasgos implicaron: cifras nunca antes
conocidas de desocupación, deterioro de
los salarios, flexibilización y
precarización laboral y aumento de los
índices de pobreza, se producirá la
conformación de un creciente sector de población
excluida del acceso al empleo y al consumo, el
debilitamiento de la capacidad de movilización del
movimiento obrero pero paralelamente el surgimiento de nuevas
formas de organización y lucha.
Podría decirse que a partir del levantamiento del
1º de enero de 1994 en Chiapas, el zapatismo
cumplirá un doble rol: ser, por un lado la primera
expresión organizada de impugnación contra el orden
globalizado encarnado en el neoliberalismo y por el otro, actuar
como inspiración e influencia tanto en el movimiento
antiglobalización desarrollado en los países centrales
como en otras organizaciones latinoamericanas, de allí la
trascendencia de un movimiento que planteará un desafío
no sólo político sino también
teórico.
Si en los centros de poder mundial se pregonaba la
buena nueva de la inevitable eternidad del capitalismo y el fin
de la historia, desde la profundidad de la selva un grupo de campesinos
indígenas se levantaba en armas poniendo frente al mundo
otra realidad que articulaba una cultura de la resistencia (4)
construida durante más de 500 años con estrategias
defensivas surgidas para dar respuesta a la forma de
dominación neoliberal: "… una resistencia tan antigua
como la dominación pero tan moderna como la integración
teleinformática de los procesos mundiales".
(5)
La irrupción del zapatismo será
emblemática entonces, por cuanto significa la posibilidad y
viabilidad de construcción de la resistencia, representando
en la escena política internacional el punto de
inflexión entre la aceptación de la "cultura de la
derrota" -abonada por el descenso de las luchas en el seno del
movimiento obrero, el fulminante desplome de la URSS y sus
satélites (y no
precisamente, como muchas corrientes dentro de la izquierda
pregonaban por una revolución democrática al interior
de sus sociedades) y reforzada por el discurso único de los
voceros del poder capitalista mundial- y la puesta en conocimiento de la
sobrevivencia de esta otra cultura, la de la
resistencia.
"Frente al proceso de globalización neoliberal
capitalista, se desarrolló la otra globalización: la de
la Rebeldía, la Resistencia, la de la Revolución o la
de la revolución, el nombre es lo de menos."
(6)
En ese contexto, comenzaron a "visibilizarse" otros
movimientos sociales que venían recorriendo caminos
similares aunque con dinámicas propias, abriendo un proceso
que incidió no sólo a nivel de las luchas sino
también de las elaboraciones teóricas acerca de estas
formas de organización y sus alcances y posibilidades en
cuanto a una viabilidad –por cierto diferente a aquellas
diseñadas a partir de la centralidad de la clase obrera- de
un cambio social.
Es en este sentido que caracterizamos a estas
experiencias como movimientos de resistencia ya que no se
presentan como portadores de proyectos históricos
previamente delineados sino que fueron configurándose en
torno a realidades concretas, locales.
Ahora bien, surgidos y constituidos de esa manera, el
gran desafío con que se enfrentan es la posibilidad de
superación de esa etapa de resistencia a partir
principalmente de la articulación con otros sectores
sociales que también resisten.
Esta situación de resistencia lleva aparejada
también la emergencia de formas particulares de
prácticas confrontativas y en ese sentido Raúl Zibechi
(7), para quien el análisis de los cambios en las formas de
acción colectiva puede
arrojar pistas para la comprensión de estos nuevos
movimientos, diferencia entre métodos de lucha
instrumentales y métodos autoafirmativos. Los primeros son
aquéllos que se llevan adelante sólo en tanto que medio
para el logro de determinados fines y aunque, claramente
presentes en las organizaciones leninistas, se extendió
hacia todo el sindicalismo de masas no
importa cuáles fueran sus adscripciones ideológicas y
políticas. Los aspectos claves de esta concepción se
estructuran en torno a las nociones de organización,
dirección y planificación. Esta
priorización de los fines por sobre los medios llevaría a una
"objetivación" de los sujetos y a una "subjetivación"
de las organizaciones: el partido o el sindicato, lo que
inevitablemente conduce a la burocratización y permite la
subordinación de los sujetos a una lógica externa a ellos,
la lógica del Estado.
En oposición a esta dinámica que ha guiado
las luchas durante la mayor parte del siglo XX, Zibechi encuentra
en los nuevos movimientos sociales el predominio de una forma de
acción colectiva diferente. Conformados por actores sociales
tales como mujeres, indígenas, minorías sexuales o
desocupados, lo que estos sectores tienen en común es el
desprecio y la humillación a la que son sometidos por el
poder así como la exclusión y la invisibilidad a la que
se les pretende condenar, de allí que su lucha sea
autoafirmativa y pase en primer lugar por mostrarse, por expresar
su existencia frente a toda la sociedad, por hacerse "visibles"
destacando todo aquello que constituye su identidad.
En este contexto, la autonomía y la
autoorganización, como planteamos en el apartado siguiente,
son dos de las condiciones para llevar adelante la resistencia
pero la imbricación con sectores de la sociedad civil es vital para no
caer en el aislamiento. Es desde esta perspectiva que podemos
entender la reciente y última Declaración de los
zapatistas (8) así como la última Marcha Nacional por
la Reforma Agraria organizada por el MST que reunió a casi
12 mil trabajadores y trabajadoras rurales y cuyo objetivo principal fue, como
en marchas anteriores, llamar la atención de la sociedad
brasileña sobre la apremiante situación de los sin
tierra (9).
Se encuentra presente en la mayoría de estos
movimientos sociales una invocación a la
autoorganización y la autonomía, lo que generó el
desarrollo de encendidos debates
teórico-políticos.
Sin pretender dar cuenta aquí de los principales
lineamientos de estos debates ni de abordar el recorrido
histórico del concepto de autonomía que largamente
excedería los límites de este trabajo, podríamos
destacar que el mismo lleva implícita la idea de la
autoorganización de los propios sujetos implicados en las
luchas, motivo por el cual lo hemos planteado como dupla ya que
en general así aparecen expresados en los documentos, comunicados y
fuentes propias de los
movimientos mismos.
Bajo la concepción de "autonomía" en general
subyace la idea de organizaciones en forma de red que funcionan descentralizadamente en
base a acuerdos logrados por consenso, la priorización de
formas de discusión y resolución asamblearia con
énfasis en los mecanismos de democracia directa y la
asignación de tareas rotativas con cargos
revocables.
En el caso del zapatismo, luego del rechazo de la
reforma de la Constitución sancionada en
de 2001, por considerarla totalmente apartada del espíritu
de los Acuerdos de San Andrés, en agosto de 2003 se anuncia
el surgimiento de los denominados Caracoles y sus
correspondientes Juntas de Buen Gobierno en el marco de un
proceso tendiente al afianzamiento de uno de los principios
postulados desde los inicios de la insurgencia: la
construcción de la autonomía en los "territorios
rebeldes".
Estas Juntas, cinco en total que articulan alrededor de
30 municipios, tienen como funciones dirimir problemas de propiedad de la tierra, recaudar impuestos, organizar la salud y la educación y regir las relaciones de
los municipios zapatistas entre sí y de éstos con otros
municipios ajenos al movimiento.
Así, frente al desconocimiento de sus demandas por
parte del Estado, se opta por la alternativa de seguir
construyendo autonomía, impulsando y fortaleciendo el
autogobierno y la autogestión.
Más allá de las diferencias subyacentes en
cuanto a los objetivos inmediatos y el
contexto en que se desarrollan, no es tarea fácil la
implementación de las prácticas y formas organizativas
acordes con el desarrollo de estas distintas experiencias con
fuerte énfasis en la autonomía. Combinar adecuadamente
las decisiones tomadas democráticamente y la asignación
no jerárquica de responsabilidades con la eficacia en cuanto a la
concreción de lo consensuado, representa habitualmente una
difícil tarea.
En una reflexión en torno a estos temas, Guillermo
Cieza expresa: "Si analizamos los movimientos normalmente
considerados como referencia (el zapatismo, los Sin Tierra) nos
vamos a encontrar con la coexistencia y el delicado equilibrio entre dos estructuras que garantizan por
un lado la democracia y la horizontalidad y por otro la eficacia.
En el caso de los Sin Tierra, la Dirección Nacional (que se
renueva solo por tercios) y las direcciones regionales garantizan
ordenar esfuerzos en base a líneas políticas
previamente discutidas por la base del movimiento. En el caso de
los zapatistas, el EZLN, subordinado políticamente a
decisión de las comunidades, constituye una fuerza
vertebrada que garantiza la ejecución de múltiples
tareas" (10).
Este señalamiento sobre la coexistencia de dos
niveles con lógicas articuladas puede ser uno de los
elementos que ayuden a explicar la cohesión y
perduración de los movimientos y no es precisamente la que
caracterizó al las asambleas barriales que surgieron al
calor de la rebelión argentina de diciembre de
2001.
Estos organismos, que cobraron gran protagonismo hasta
mediados del 2002 y luego fueron decayendo hasta su casi
extinción en la actualidad, se constituyeron como espacios
de experimentación de formas de gestión autónomas en
las que cobró especial relevancia la construcción de
una trama social y la reconstrucción de redes de
solidaridades que, unificadas bajo la consigna del "Que Se
Vayan Todos", comenzó a tomar en sus manos tareas antes
delegadas a la esfera de lo estatal. De esa manera, ante el
abandono del Estado respecto de sus funciones y el agotamiento de
las formas organizativo-institucionales tradicionales
–partidos políticos, sindicatos, vecinales, etc.-
empezaron a experimentarse nuevas formas de organización que
dieran respuestas –tanto a corto como a largo plazo- a las
urgencias planteadas por la aguda crisis económica, social
y política (11).
Todavía no hay un profundo análisis de las
circunstancias que llevaron al rápido agotamiento de estos
organismos que con tanta fuerza pero tan brevemente irrumpieron
en la escena nacional argentina, aunque algunos autores, como
Claudio Katz (12), atribuyen su fugacidad precisamente a los
mismos elementos que posibilitaron su surgimiento: su carácter defensivo,
autoconvocado, inorgánico y profundamente
antiinstitucional.
Cuestionamiento al sistema de
representación
Otra de las características presentes en estos
movimientos sociales es la impugnación que los mismos hacen
del rol de los mecanismos tradicionales de representación y
mediación entre la sociedad civil y el Estado, especialmente los
partidos políticos y los sindicatos. Encontramos aquí
otra implicancia de la autonomía ya que, al proponer la
autoorganización, rechaza las mediaciones externas,
principalmente aquella expresada en los partidos
políticos.
Esta situación se expresó de modo más
dramático en los casos de Argentina en 2001 y Ecuador en
2005, donde se produce es un desborde de las instituciones de la democracia
burguesa que hacía tiempo venían demostrando su
ineficacia a la hora de dar respuesta a las demandas sociales;
muchos de quienes no se sentían ya representados en ellas
confluyeron en las calles espontáneamente.
"Y se encendió la chispa que empezó a
concentrar a miles y miles de personas, ahora si, autoconvocadas,
sin los dirigentes y los partidos que desde hace más de 25
años vienen secuestrando sus derechos políticos. Llegaban con
globos, banderas, cacerolas, música y humor. La gente empezó a
gritar: ¡Fuera Lucio!, ¡Que se vayan todos! La noche se
caracterizó por una movilización que se generalizaba,
la gente tocaba cacerolas, tablas, las bocinas de los autos y los gritos replicaban:
¡Fuera Lucio! !Que se vayan todos! Los políticos y
dirigentes empresariales que quisieron participar para apropiarse
de protagonismo y de la manifestación popular absolutamente
independiente de ellos y en contra de ellos, fueron tratados con desprecio e
indiferencia, cuando no se les obligo a que guarden las banderas
de la ID o a que se vayan. Esta es una manifestación del
pueblo no de los políticos, de sus partidos ni de los
oligarcas, insistía la gente" (13)
Pueden apreciarse las similitudes de la experiencia
relatadas en esta crónica con los sucesos producidos en
Argentina en diciembre de 2001.
Las recurrentes crisis vividas por Bolivia en los
últimos años plantean una situación un poco
diferente. Durante los dos grandes levantamientos populares
(octubre de 2003 y mayo/junio de 2005) que derivaron en la
caída de los presidentes Sánchez de Losada y Mesa
respectivamente, la movilización que presionaba por las
destituciones presidenciales y sus variantes de llamado a
Convención Constituyente, no fue tan "inorgánica" como
en las dos situaciones anteriores, sino que se encontraba
enmarcada en organizaciones como el MAS y la COB (con su formato
tradicional de partido político con representación
parlamentaria y central sindical respectivamente) por un lado y
la Coordinadora del Agua de Cochabamba y las
Juntas Vecinales del Alto, por el otro, con un importante
desarrollo de la autonomía local de base en estas
últimas.
Ahora bien, frente a esta modalidad de intervención
política que encarnan una dramática impugnación de
las formas tradicionales de representación ¿cómo
se entiende la relativamente rápida recomposición
institucional, como en el caso argentino o, como en el boliviano,
la recurrencia de caídas y reconstrucciones?
En respuesta a esta circunstancia, Claudio Katz (14),
encuentra que la principal limitación de los movimientos
sociales se inscribe precisamente en la insuficiencia que
demuestran para impedir la reconstitución del sistema de
representación y la institucionalidad burguesa. Desde esta
perspectiva, este límite estaría dado por las
dificultades que enfrentan estos movimientos a la hora de
proyectarse al plano político, o sea, de disputar el poder
(o cuotas de él) en la arena donde se dirimen los conflictos y se expresan las
demandas populares, es decir, el Estado y sus instituciones y
esto sólo puede llevarse a cabo a partir de la
elaboración de un proyecto político
propio.
El agotamiento y desgaste de los mecanismos
institucionales del régimen son también claramente
observables, aunque con implicancias diferentes, en otros
movimientos sociales:
"… en nuestro país, la clase política
mexicana (donde se incluyen todos los partidos políiticos
con registro y los tres órdenes
de la unión) traicionó la esperanza de millones de
mexicanos, y de miles de personas de otros países, de ver
reconocidos constitucionalmente los derechos y la cultura de los
pueblos indios de México … frente a todo esto, el EZLN
decidió suspender totalmente cualquier contacto con el
gobierno federal mexicano y los partidos políticos; y los
pueblos zapatistas ratificaron hacer de la resistencia su
principal forma de lucha". (15)
Si bien la territorialización alude a la
cuestión espacial, tanto en lo que refiere a la
recuperación de tierras usurpadas en el caso de algunas
comunidades indígenas como a la ocupación y posterior
asentamiento en territorios improductivos llevada adelante por
movimientos como el MST de Brasil, no se limita sólo a este
aspecto. El compartir un mismo territorio implica también la
posibilidad de construir una nueva sociabilidad en torno a la
práctica de las acciones cotidianas y la integración en
proyectos comunitarios, referidos tanto a las actividades
productivas como a las tareas de salud y educación.
En el caso del MST de Brasil la territorialización
es asimilada al proceso de conquista de la tierra misma y es
concebida como una de las herramientas que posibilitará la
implementación de la reforma agraria pero que no se limita
sólo a ella sino que abarca y es la condición de
posibilidad de desarrollo no sólo de otras dimensiones como
la educación, la salud, la vivienda, el crédito agrícola y
la cooperación agropecuaria, sino también de la
articulación expansiva del proceso mismo.
Ellos lo expresan de esta manera: "A luta pela terra
leva à territorializaçao porque com a conquista de um
assentamento abrem-se as perspectivas para a conquista de um novo
assentamento. Cada assentamento é uma fraçao do
territorio conquistada e a esse conjunto de conquistas chamamos
territorializaçao. Assim, a cada assentamento que o MST
conquista, ele se territorializa. E é exatamente isto que
diferenciao MST dos outros movimentos sociais. Quando a luta
acaba na conquista da terra, nao existe
territorializaçao" (16).
La diferenciación con otros movimientos a las que
se alude en esta cita, hace referencia a otras organizaciones
también constituidas en torno a la demanda de reforma agraria,
pero cuyo objetivo último es solamente el logro del acceso a
la tierra.
La territorialización no está limitada a las
experiencias de índole rural sino que es también un
elemento presente en movimientos de raigambre urbana, como
algunos grupos piqueteros en Argentina,
particularmente el MTD de Solano (17).
Aunque en algunos casos la realidad espacial sea
preexistente a las constitución de los movimientos (como en
las comunidades zapatistas o en las barriadas donde se
constituyen algunos de los sectores piqueteros) y en otras
ésta se logre a partir de la reapropiación u
ocupación de tierras (como en algunas comunidades
indígenas o el MST), en ambas situaciones la
territorialización implica la construcción, en un
determinado territorio y a partir de la lucha, la experiencia y
los proyectos compartidos por sus habitantes, de un espacio
alternativo que necesariamente implicará el fortalecimiento
de los lazos de solidaridad y el delineamiento de
una nueva sociabilidad, elementos ambos que confluyen, como
más abajo veremos, en el proceso de conformación de las
identidades colectivas.
Ahora bien ¿cuáles son los límites de la
territorialización? O para expresarlo de otro modo:
¿hasta dónde es posible la profundización de este
proceso en el marco de una sociedad capitalista sin quedar
atrapados en "islotes" de autoproducción y
consumo?(18).
Hemos visto como el proceso de territorialización,
en tanto que forjado en el marco de un colectivo que al compartir
experiencias y proyectos comienza a concebirse como comunidad en un contexto de
resistencia a las adversidades impuestas por el sistema,
necesariamente configurará identidades
contrahegemónicas, cuyos componentes tienden a
autopercibirse de forma diferente a la establecida en la
concepción de "individuos" o "ciudadanos" inherente a la
sociedad capitalista.
Al interior de este tipo de movimientos se desarrolla un
proceso de construcción de un imaginario social o colectivo,
operándose la configuración de una representación
de la realidad social, como conjunto de ideas-imágenes a través de
las cuales estos grupos sociales construyen su
identidad y avalan su legitimidad. (19).
El zapatismo es aquí un ejemplo insoslayable de
este proceso de construcción de identidad, con la
particularidad que el mismo está acompañado por una
creativa estrategia discursiva y
mediática. Hay en esta configuración identitaria una
inversión de la
lógica del pensamiento dominante, que,
estructurada en construcciones semánticas tales como "un
mundo donde quepan muchos mundos", "caminar al ritmo del más
lento" o "mandar obedeciendo" (por citar sólo alguna de las
más conocidas), produce una fisura en el sentido
común.
Estos imaginarios sociales son inescindibles de las
prácticas que el movimiento social lleva adelante y ambos
aspectos, junto con las adscripciones ideológicas,
políticas y teóricas a las que se apela o en el marco
de las cuales se elaboran las políticas y los proyectos, son
los que conforman la identidad.
Si en las organizaciones que lideraron los movimientos
de cambio social hasta mediados del s. XX, como los partidos
políticos y los sindicatos, había una clara prioridad
otorgada a la esfera política, ideológica y
teórica, en los "nuevos" movimientos sociales encontramos
una percepción más clara de
la presencia de esa otra esfera, más lábil y por lo
tanto más difícil de ser conceptualizada, pero tal vez
de raigambre más profunda.
Como lo expresan los integrantes del Movimiento de
Trabajadores Desocupados de Solano: "Los elementos de una
nueva sociabilidad no son creados por nadie en particular.
Emergen: son creados por los pueblos en sus luchas… Se trata de
la aparición histórica de una nueva subjetividad, de
nuevas formas de pensar, planear y solucionar los problemas de la
existencia." (20)
Es en este sentido que debe entenderse también la
importancia otorgada a lo por los integrantes del MST a la
"mística", que, definida en tanto que práctica social
heredada de la teología de la liberación y la
religiosidad popular, es considerada por sus militantes como uno
de los elementos de cohesión, unidad e identificación
al que igualan en importancia con los principios organizativos
del movimiento.
Nuestra intención en este trabajo fue realizar un
abordaje de los movimientos sociales latinoamericanos a partir de
los rasgos que éstos tienen en común ya que si bien
existe una extensa y en muchos casos calificada producción tanto en lo
referido a los análisis de caso (sobre todo en relación
al zapatismo) como a las teorizaciones y debates que el
surgimiento de estas experiencias produjeron al interior de las
ciencias sociales (y
también aquí es insoslayable el rol de "musa
inspiradora" jugado por el zapatismo) nuestro interés se centra
principalmente en efectuar una mirada de conjunto sobre los
procesos latinoamericanos contemporáneos.
Desde esta perspectiva, cabe preguntarse acerca de la
significación del establecimiento de gobiernos que
genéricamente se inscriben en el marco del "progresismo" (y
a los que algunos analistas prefieren denominar "nacionalistas" o
de "centro-izquierda"): Kirchner, Lula, Tabaré Vázquez,
que si bien no implican cambios en lo estructural, en lo
discursivo y en algunas de sus medidas cuestionan el discurso y
las políticas neoliberales aplicada en los
´90.
¿Implica esto el cierre de la crisis de legitimidad
de los regímenes que llevó a situaciones tales como las
de Argentina en 2001 y la apertura de una nueva coyuntura en la
que el capital cambia su forma de
dominación apelando más a una políticas en algunos
casos populistas que al salvajismo de las medidas
neoliberales?.
¿Estarían estas experiencias de Argentina,
Ecuador y Bolivia indicando que no basta con la movilización
masiva de la población dispuesta a derribar gobiernos y que
las instituciones, contrariamente a lo que pudiera parecer,
están en nuestros países lo suficientemente arraigadas
y fortalecidas como para viabilizar, en tiempos asombrosamente
cortos, exitosas salidas a las crisis?
Como se podrá observar, hemos dejado
deliberadamente fuera de este análisis el caso venezolano,
debido a que creemos que contiene aristas particulares,
especialmente en lo referido a la movilización popular
estimulada desde las estructuras del gobierno, a la amenaza
constante del imperialismo aliado a los
sectores de la oposición y a la profunda polarización
social que este escenario plantea.
En este contexto, un ejercicio necesario tal vez sea
discernir en el escenario político, entre la agenda de los
gobiernos (Lula, Kirchner, Tabaré Vázquez) y la
confrontación llevada adelante por los movimientos
sociales.
En este sentido, algunos analistas destacan que la
movilización social protagonizada por estos movimientos con
claras dinámicas autónomas, han permitido una serie de
modificaciones en la correlación de fuerzas (21).
Una última acotación merece el abordaje sobre
estas perspectivas realizados por distintas corrientes
teóricas y los debates que en torno a ellas se vienen
sucintando, particularmente las referidas a la aparición de
lógicas de organización, acción y relación
respecto del Estado, sensiblemente distintas de las tradiciones
sindicales y los partidos de izquierda.
Las prolíficas discusiones que se vienen
desarrollando alrededor de tópicos como autonomía,
horizontalidad, democracia directa así como de las vías
para la realización del cambio social (posibilidad o no de
hacer la revolución sin tomar el poder) no sólo son
estimulantes sino que hacen necesario, más allá de lo
real, lo ilusorio y lo deseable, la profundización del
análisis acerca de las condiciones de posibilidad de un
cambio social a partir de estas premisas, o por lo menos, de la
viabilidad de la consecución de procesos que sobrepasen los
marcos de la resistencia pudiendo ser portadores de una
construcción alternativa futura, aunque sea a
larguísimo plazo.
ARMIDA, Marisa, "Algunos apuntes en torno a
las asambleas barriales" en Cuadernos de Filosofía y
política Nº 5, Foro sobre Problemas Contemporáneos en
América Latina, Escuela de Filosofía,
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ser verde la teoría? Sí, siempre y cuando la vida no
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Humanidades y Artes, UNR.
ZIBECHI, Raúl, "Genealogía de la
Revuelta. Argentina: La Sociedad en Movimiento", Editorial
Letra Libre, Buenos Aires, 2003.
(*) Trabajo presentado como ponencia en el X: Congreso
Interclaustros de Historia, 2005, Facultad de Humanidades de
Rosario. Mesa Temática: Nº 37: "América
Latina y el ciclo neoliberal". Pertenencia
institucional: Centro de Estudios de Historia Obrera
(CEHO)- Cátedra de Historia de América
Contemporánea- Universidad Nacional de Rosario.
- Para un análisis detallado, ver: VIANO,
María Cristina: "Movimientos Sociales: en plural y sin
adjetivos. Revisando teoría(s) desde América
Latina", Rosario, 2004. Papeles de Trabajo del Centro de
Estudios de Historia Obrera (CEHO), Facultad de Humanidades y
Artes, UNR. - GILLY, Adolfo, "Dominación y Resistencia,
Incógnitas ante el FZLN", Revista Viento del Sur,
nº 7, año 1996. - A pesar de los debates acerca del término,
utilizamos aquí "globalización" entendiéndolo
como un proceso de gran internacionalización,
trasnacionalización e interdependencia en el marco del
capitalismo, abierto hacia el último cuarto del s. XX
caracterizado por una gran expansión transnacional de las
empresas; la proliferación
de las tecnologías que posibilitan profundas
modificaciones a nivel de la organización del
trabajo y de los modelos de gestión empresarial y
la expansión y relativa autonomización de los flujos
financieros. - BÁRCENA, Iñaki; IBARRA, Pedro y SUBYAGA,
Mario: "Movimientos Sociales y Democracia en Euskadi" pág.
51 en: IBARRA, Pedro y TEJERINA, Benjamín (editores):
"Los Movimientos Sociales. Transformaciones Políticas y
Cambio Cultural". Editorial Trotta, Valladolid,
1998. - CECEÑA, Ana Esther, "El zapatismo. De la
inclusión en la nación al mundo en que quepan todos
los mundos", en GÓMEZ, José María (compilador):
"América Latina y el (des) orden global neoliberal:
Hegemonía, Contrahegemonía, Perspectivas",
CLACSO, Buenos Aires, 2004. pág. 302. - RODRÍGUEZ LASCANO, Sergio, "¿Puede ser
verde la teoría? Sí, siempre y cuando la vida no sea
gris" en Revista Rebeldía nº 8, Junio
2003 - ZIBECHI, Raúl: "Genealogía de la
Revuelta. Argentina: La Sociedad en Movimiento", Editorial
Letra Libre, Buenos Aires, 2003. - Sexta Declaración de la Selva Lacandona,
publicada en www.fzln.org.mx,
julio de 2005. - Marcha realizada el 2 de mayo de 2005, ver: "Lo que
es necesario hacer para cambiar la vida del pueblo
brasileño", Secretaría Nacional del MST, MST Informa,
Año IV, nº 89
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26/08/02. - ARMIDA, Marisa: "Algunos apuntes en torno a las
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Filosofía, Facultad de Humanidades y Artes, UNR, Primavera
2003. - KATZ, Claudio, "Los problemas del autonomismo" en
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01/05/05 - LARREA, Marcelo: "Ecuador: ¿Fin del
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23/04/05. - Katz, Claudio: "Los problemas del
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RAMÍREZ MUÑOZ,
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Bernardo: "Brava Gente. A Trajetória do MST e a Luta
pela Terra noBrasil", Editora Fundaçao Perseu Abramo,
Sao Paulo, 1999, pág. 78. - MTD Solano, Revista Situaciones nº 4, Buenos
Aires, Diciembre de 2001. - "Ellos (MST) se territorializan pero no emiten
moneda, no controlan el valor del crédito, ni
de los precios. El crecimiento de
su capital fijo está ligado al esfuerzo de la
agro-industria que opera
aportando productos al mercado …. Esto (su
fracaso) podría verificarse si no logra niveles de
productividad cuyos valores aseguren la reproducción y
crecimiento (educativo, moral, social) de sus
miembros" en: ROCCHIETTI, Ana María, "Movimiento de los
Sin Tierra: poder, cultura y verdad", Seminario de
Integración de Ciencias Sociales, dictado durante el 2001
y 2002 Departamento de Historia, Facultad de Ciencias Humanas,
Universidad Nacional de Río Cuarto. - BACZKO, Bronislaw, "Los imaginarios sociales.
Memorias y esperanzas colectivas". Nueva Visión,
Buenos Aires, 1994. - MTD Solano, Revista Situaciones nº 4, Buenos
Aires, Diciembre de 2001. - Ver: RODRÍGUEZ LASCANO, Sergio, Boletín La
Fogata digital (www.lafogata.org)
04/07/05.
Marisa Gabriela Armida