El Gran Chaco visto por investigadores y expedicionarios del Instituto Geográfico Argentino
1. El Instituto
Geográfico Argentino
2. La navegación de
los ríos Pilcomayo y Bermejo
Una continuidad entre
dos siglos
El Bermejo. Otro
río para el mismo fin
A fines del siglo XIX el Estado
argentino inició un sostenido proceso de
integración de los "territorios indios del
norte" coincidentemente con la implementación de un
modelo de
país proveedor de materias primas a los países
dominantes de Europa. Viajeros,
científicos, misioneros y funcionarios militares y civiles
se internaron en el Chaco con el fin de proporcionar
conocimientos geográficos, económicos y
socio-antropológicos que sirviesen de base
científico-técnica para la política estatal. El
objetivo de
esta ponencia es reseñar, describir e interpretar varios
de estos informes que
fueron publicados en el Boletín del Instituto
Geográfico Argentino.
1. El Instituto
Geográfico Argentino
La organización institucional y
política del Estado
argentino y la prosperidad económica logradas en la
segunda mitad del siglo XIX, marcaron el punto de partida de una
intensa labor cultural, fruto de la cual fue el nacimiento de
importantes instituciones
científicas, educativas y culturales. (1)
En este marco fue creado en 1879 el Instituto
Geográfico Argentino. A iniciativa de Estanislao Severo
Zeballos se reunió un grupo de
"amigos de la geografía" en el
salón de Redactores del diario La Prensa, el 6 de
febrero de 1879, a fin de cambiar ideas sobre la fundación
de una sociedad
geográfica en Buenos Aires.
Entre las dieciséis personas presentes se encontraban
marinos, militares, ingenieros, profesores y exploradores.
(2)
Entre los objetivos que
debería cumplir la sociedad, Zeballos mencionó la
exploración y descripción de los territorios, costas,
islas y mares adyacentes de la República Argentina; hacer
conocer al país en el extranjero por medio de una revista; y
escribir una geografía argentina. (3)
Se encomendó entonces la redacción de un proyecto de bases
y un reglamento general, que fue aprobado el 19 de febrero del
mismo año, oportunidad en que se eligió una
comisión directiva provisoria presidida por Zeballos. De
este modo nació el Instituto Geográfico Argentino,
noble institución que habría de realizar una
destacada acción
de promoción y difusión de los estudios
geográficos durante medio siglo.
En su larga trayectoria es posible establecer dos
etapas: la primera desde su fundación hasta 1922; y la
segunda de 1924 a 1930; cada una con sus momentos brillantes y
otros de decadencia, provocados en gran medida por las
contingencias políticas
y económicas que atravesó el
país.
Estanislao Zeballos presidió el Instituto entre
1879 y 1884, que fue la época más notable, en la
cual promovió y apoyó exploraciones, primero a la
Patagonia y
luego al Chaco; se dictaron conferencias, se inició la
gran obra que fue el Atlas y Mapa de la República
Argentina y se publicaron artículos de sumo interés en
las páginas de su Boletín. El número de
socios aumentó considerablemente y el Instituto se
relacionó con sociedades
geográficas del mundo entero a través de congresos,
correspondencia y canje de publicaciones. (4)
Entre 1885 y 1888 el Instituto fue presidido por el
ingeniero Luis Augusto Huergo, quien continuó con la labor
desplegada por Zeballos. Respecto de las expediciones que
patrocinó y de las descripciones que como resultado de
ellas se publicaron en el Boletín, en un Informe sobre su
labor puede leerse:
"… El Instituto se halla empeñado en dar
a conocer por todos los medios estas
regiones, a fin de que el agricultor, el ganadero, el hombre de
trabajo, en
fin, vaya a ellas a llevar el contingente de su inteligencia
y laboriosidad como elementos indispensables para formar
núcleos de población." (5)
A Huergo le sucedió Alejandro Sorondo a cuya
labor tesonera se debe la supervivencia del Instituto en la
época difícil de 1890 a 1896. Dada la crisis
económica se suspendieron momentáneamente las
expediciones pero no se abandonó el Atlas de la
República ni se suspendió el Boletín. La
situación económica del Instituto se mejoró
durante la presidencia del Ingeniero Francisco Seguí
(1896-1904) merced a un subsidio otorgado por el gobierno
nacional. En 1897 se incorporaron al IGA todos los miembros de la
extinguida Sociedad Geográfica Argentina, regresando con
ellos el fundador de aquélla, el explorador Ramón
Lista. Al mejorar el estado financiero, prosiguieron las
exploraciones y la participación en congresos y se
inició la formación de colecciones de vistas
fotográficas del país. Debido a la valiosa y
fecunda labor de Lafone Quevedo, Juan Bautista Ambrosetti y
Adán Quiroga, el Instituto puso su acento, más que
en la geografía, en la etnología, la
ligüística y la arqueología. Al disminuirse la
subvención oficial debió suspenderse el
Boletín entre los años 1900 y 1902. En 1905
volvió a ocupar la presidencia Alejandro Sorondo pero el
Instituto continuó en crisis, agravado por el alejamiento
de Ambrosetti y sus discípulos que pasaron a trabajar en
el Museo Etnográfico. El Boletín dejó de
aparecer con regularidad. En 1912 el Instituto entró en
período de receso por diez años, y después
de una breve presidencia de Ricardo Davel (1922-1914) fue
reorganizado.
En esta primera época, el Instituto
publicó 25 tomos de su Boletín; manteniendo un
ritmo regular de un tomo por año entre 1879 y 1899;
posteriormente y hasta 1911 su aparición se tornó
irregular. Se publicó sucesivamente por las imprentas:
Establecimiento Tipográfico a vapor de La Prensa; Jacobo
Peuser; Imprenta La
Universidad;
Imprenta de Martín Biedma; e Imprenta Roma.
La segunda época se inició bajo la
presidencia del Dr. Alejandro Hudson, quien se preocupó
por sanear sus finanzas para
lo cual obtuvo un subsidio extraordinario del Ministerio de
Justicia e
Instrucción Pública. En mayo de 1926
reapareció el Boletín, cuyos trabajos adquirieron
desde entonces un marcado carácter didáctico por la presencia
de profesores de enseñanza secundaria en la dirección y redacción del mismo.
Aparecieron en esta época ocho entregas cuatrimestrales,
correspondientes a los años 1926-1928, publicadas por
Fulgentia Siderata Vocant.
El Instituto siguió funcionando con regularidad
hasta diciembre de 1930, fecha en la que concluyó su
fecunda labor. Sus bienes fueron
pasados al Comité Nacional de Geografía (creado en
1934) que luego se convirtió en la Dirección del
Servicio
Geográfico Nacional. (6)
2. La navegación de
los ríos Pilcomayo y Bermejo
Uno de los temas más aludidos por el BIGA, fue el
de las exploraciones de reconocimiento y descubrimiento del
Chaco, principalmente en lo que concierne al río
Pilcomayo, límite con la República del Paraguay y
potencial vía de comunicación entre el
eje-Paraná-Paraguay y las poblaciones salteñas y
bolivianas. Igualmente, otra vía hídrica a la que
se trataba o se pretendía utilizar con el mismo objeto fue
la navegación del Bermejo, aunque en este caso, los
trabajos impresos en el Boletín son escasos.
Desde la época colonial, al río Pilcomayo
se lo consideró como una posibilidad de atravesar
transversalmente el Chaco, y así unir y establecer
relaciones entre los pueblos y ciudades del este y del
oeste.
Justamente, en uno de los más completos trabajos
publicados, como es el firmado por el explorador Ramón
Lista, se realiza una recopilación de los viajes y
expediciones realizadas entre 1638 y 1890. (7)
Luego de recrear brevemente aquellas de mayor
importancia y previo al inicio desde su viaje desde el oriente
boliviano hasta el Paraguay, escribe un párrafo
que resume la desesperanza de las expediciones y las
características singulares del río.
"He reseñado brevemente la historia, puede decirse
dramática del Pilcomayo desde 1638 hasta 1890
¡Cuántos varoniles esfuerzos y cuántos
sacrificios estériles! Y el río del Chaco, tan
salvaje e indómito como el
indio Toba que vive en sus orillas, en el desenfreno feroz de
sus instintos, sigue rodando sus aguas con giros
engañosos, ora desbordado y terrible, ora encerrado en
cauces desconocidos, siempre artero e implacable con
quién intenta arrancarle sus secretos". (8)
Desgraciadamente, en el número siguiente del BIGA
en un informe redactado por Francisco Seguí, Presidente de
la Comisión Directiva del Boletín, se relata
la muerte de
Lista y el fracaso de la nueva expedición. El avezado
explorador se convirtió así en uno más de
los tantos mártires que el río y su ambiente
hicieron desaparecer junto a sus conocimientos y sus
esperanzas.
El autor del informe describe con maestría sobre
la experiencia de Lista y los propósitos de la
expedición.
"Lista conoció todo y estudió todo. Su
propósito era claro y definido. Jamás
expedición anterior había sido preparada con
tanta precaución y la Comisión del Instituto
oyó el plan, lo
discutió y lo sancionó, entrando de lleno a la
tarea." (9)
Por esas paradojas del destino, una de las expediciones
más claramente explicitadas, mejor preparados, con el
apoyo logístico y pecuniario necesario, y que más
aportes lograría para el
conocimiento de "la geografía, la ciencia en
general, el comercio, y
la
comunicación entre Bolivia, las
regiones del norte de la Argentina y las provincias que
bañan los grandes ríos saque comunican con el
Atlántico", llegaba a su ocaso casi en el mismo momento de
sus inicios. (10)
La muerte de
Ramón Lista anunciada lacónicamente por un "parte"
firmado por Manuel González, párroco de
Orán, decía lo siguiente:
"El explorador del Pilcomayo, señor
Ramón Lista, estando perdido cinco días en los
montes de Miraflores, acosado de sed, se suicidó."
(11)
Más allá de los interrogantes sobre las
causas de su deceso que se plantearon las autoridades nacionales
y de la Provincia de Salta así como los miembros de la
Comisión Directiva del Instituto, la realidad
superó todas las presunciones y daba un triste fin a uno
de los más ordenados intentos de transitar el Chaco a
través del Pilcomayo.
Una continuidad entre dos
siglos
La fracasada expedición encabezada por
Ramón Lista no fue el primero ni el último de los
intentos de surcar el Pilcomayo. El interés de establecer
una vía navegable, relativamente rápida y segura
que atraviese el Chaco, fue una constante histórica hasta
entrado el siglo XX. El BIGA lo refleja a través de una
serie de informes, artículos y estudios publicados a lo
largo de más de tres década y que incluyen
además, problemas de
límites
con el Paraguay y de navegación del río
Bermejo
En este apartado trataremos de reseñar los
más importantes, considerando como tales a los de
extensión mediana y que aportan datos relevantes
sobre sus respectivos temas. Algunos de ellos, son hitos
insoslayables para comprender la problemática del Chaco de
fines del siglo XIX y principios del
XX.
En 1887 el BIGA publica una conferencia
leída el 18 de mayo por el Capitán de la Armada
Nacional Sr. Federico W. Fernández, cuyo objetivo era el
reconocimiento del río Aguaray-Guazú, supuestamente
recorrido por Félix de Azara en sus expediciones.
(12)
Su interés se centraba en relevar los
conocimientos geográficos y al mismo tiempo
despertar la atención de los argentinos sobre ciertas
cuestiones limítrofes.
El 12 de junio de 1886 zarpó del puerto de
Asunción en el vaporcito "Sucre" con siete tripulantes. El
primer viaje fue sólo un reconocimiento del terreno. Unos
meses más tarde volvió a partir con el mismo vapor,
remolcando una chata de 18 toneladas de porte.
Si bien el deseo de Fernández de alcanzar la
confluencia del Aguaray-Guazú con el Pilcomayo no pudo
lograrse debido a los condicionamientos del medio y del clima, su
expedición tuvo el valor de
transitar un camino no reconocido hasta el momento.
En el año 1891 el Boletín reproduce el
libro completo
del Capitán Fernández, en el cual se incluye un
capítulo -el V-, en el que reproduce su informe de la
expedición al Aguaray-Guazú realizada unos
años antes. (13)
Otro de los informes sobre exploraciones del Pilcomayo
publicadas en el BIGA fue la del Ingeniero Hidrográfico
Nacional Olaf J, Storn, en el año 1890. (14)
La expedición estuvo formada por 22 hombres y
compuesta por el vapor "Exploraer", dos canoas y un
pequeño bote, habiendo zarpado el nueve de enero de
1890.
El relato y los acontecimientos vividos se hicieron
cronológicamente, día por día, hasta el 17
de junio, momento en que concluyó la exploración.
Es una de las mejores descripciones del Pilcomayo bajo y medio, y
sus conclusiones son definitorias:
"La verdad incontestable es que el Pilcomayo no tiene
grandes crecientes periódicas y en vano me dirán
que se podrá hacer navegable durante una parte del
año por medio de dragaje y canalización cuando le
falta la condición principal: el agua."
(15)
En 1899 el BIGA reproduce el informe realizado por el
Capitán de Fragata José Montero, comisionado por el
Ministerio del Interior con el fin de socorrer la fallida
expedición del Ingeniero Enrique Ibarreta, que
había partido en mayo de 1898 desde Tarija,
Bolivia.
La expedición Montero, como se la
denominó, concluye en un fracaso, tal como lo reconoce
dignamente su conductor:
"En resumen,…diré que la
expedición de mi mando, si bien ha sido ineficaz para el
objeto inmediato que se tuvo en vista, no lo es bajo el punto
de vista del conocimiento
que se ha adquirido de esas apartadas regiones…"
(16)
Entrado ya el siglo XX la "cuestión" del
Pilcomayo seguía siendo confusa. Si bien la idea de su
navegabilidad, desde Bolivia hasta el río Paraguay se
había desvanecido como resultado de los fracasos de las
distintas expediciones, quedaba aún por resolver la traza
del límite definitivo entre Paraguay y Argentina. En 1906
y 1907 Adalberto Schmied (hijo), decide recorrer el Pilcomayo
hasta la zona de los grandes esteros con el fin de observar "la
forma en que se distribuían las aguas." (17)
La expedición se realizó por tierra y ya en
el interior del gran estero, se realizaron viajes de
reconocimiento a caballo o en canoas aborígenes. La
publicación acompañada de interesantes
relevamientos cartográficos, afirma en sus conclusiones
haber llegado a buen término, habiéndose completado
"los datos que faltaban sobre esa región hasta entonces
desconocida".
El Bermejo. Otro río
para el mismo fin
Así como el reconocimiento y probable
navegación del Pilcomayo mereció la atención
preponderante del Boletín del Instituto, el río
Bermejo y las exploraciones que lo recorrieron o intentaron
recorrer, fueron recogidas en sus páginas.
En el año 1886, el Boletín incluye un
reportaje al Señor Natalio Roldán, quién,
como integrante de la Compañía de Navegación
del Río Bermejo, fue el encargado de dirigir la
expedición que partió de Buenos Aires en junio de
1880. El objetivo era llevar mercaderías hasta la colonia
Rivadavia, situada en el corazón
del Chaco Salteño.(18)
A pesar del fracaso de la empresa que
concluyó con el hundimiento de los tres vapores
utilizados, la perspectiva y esperanza del pionero no se
extinguieron, al expresar que "los resultados obtenidos dejaban
entrever la navegación del Bermejo durante ocho o nueve
meses del año".
La ruta del Bermejo continuaba siendo, en el
espíritu de muchos productores y comerciantes, una
solución asequible para grandes zonas de Salta y del sur
boliviano.
En 1899 se describe la travesía del Bermejo
realizada por un grupo de industriales y hacendados de la
Provincia de Jujuy, en su mayoría de origen inglés.
Los objetivos se repetían: la posibilidad de navegar un
río por el que se pueda transportar la producción y comerciar desde el Chaco
serrano.
Más allá de que el viaje tuvo
características más de aventura que de investigación, pueden rescatarse algunas
informaciones valederas a tener en cuenta. Para el autor del
impreso y para quienes lo acompañaron fue el preludio "de
un magno proyecto de canalización en el Chaco, que ha sido
presentado ya al gobierno por los señores Raffelgen y
Cía., consultando las necesidades y los más
exigentes intereses de comunicación económica de
aquella riquísima región." (19)
Como corolario de esta breve reseña destinada a
enumerar las principales exploraciones, viajes y expediciones
realizadas e los ríos Bermejo y Pilcomayo, recordaremos
que en un trabajo publicado en 1892 por un integrante de una de
las expediciones del Capitán de Fragata Juan Page,
realizada a partir de 1889, se logra una síntesis,
de corta extensión, pero de gran valor por la real
utilización de los conocimientos del Chaco que se
habían alcanzado a través de tantos exploradores
cuya mayor esperanza era encontrar una vía de
comunicación definitiva entre el naciente y el poniente
del Gran Chaco. (20)
Las descripciones de los aborígenes
chaqueños se inician en las páginas del
Boletín del Instituto Geográfico Argentino en 1889
por medio de una conferencia del capitán Amadeo Baldrich
en la que expuso un fragmento de un capítulo de su libro
"Las comarcas vírgenes. El Chaco Central Norte", que
estaba por editarse.(21) El tema abordado por este distinguido
militar fue la descripción de los indios mataguayos, a los
que conoció cumpliendo sus funciones de
militar. Desde la concepción de la superioridad cultural
del blanco, no duda en calificar al Mataco como "salvaje,
infeliz, miserable y atrasado", para luego describir sus
características físicas, nomadismo, vivienda,
alimentación, vestimenta, trabajo del
hombre y de
la mujer,
religión y
medicina,
señalando siempre juicios críticos acerca de la
forma de vida de estos aborígenes. (22)
La crisis de 1890 y las consiguientes perturbaciones en
el Museo de La Plata impidieron la publicación de los
trabajos de Samuel Lafone Quevedo y sus colaboradores en la
Revista de aquella institución, hasta que en 1893 Juan
Bautista Ambrosetti les ofreció las páginas del
Boletín del Instituto Geográfico Argentino para que
dieran a conocer sus artículos sobre las
características culturales y las lenguas de los diferentes
grupos
aborígenes argentinos.
De este modo, en 1894 Lafone Quevedo publicó tres
trabajos sobre los Lule Vilelas y su lengua, y uno
más al año siguiente.(23)
En 1895 inició una serie de trabajos sobre los
aborígenes wichis y su lengua, publicando ese año
los Apuntes del padre Inocencio Massei. (24 Hasta entonces era
muy poco lo que se conocía del idioma de estos pueblos,
pues tanto Hervás en su "Catálogo de las Lenguas" y
como Adelung en su "Mithridates" no pudieron hacer más que
nombrar al lengua, como para hacer notar que sabían que
existía, pero se lamentaban de no haber podido conseguir
ni un solo dato, ni siquiera un Pater Noster con que
ilustrar su escasísima noticia sobre el
particular.
En 1896 este estudioso logró reunir, ordenar y
publicar otros tres interesantes estudios de extraordinario valor
sobre esta misma temática. En primer lugar fueron
difundidos los apuntes del sabio viajero francés Alcides
D´Orbigny sobre el dialecto vejoz, que incluyen un corto
aunque útil vocabulario vejoz-castellano y
castellano-vejoz (25) . Estos apuntes habían sido llevados
a Francia por
D´Orbigny y permanecieron allí perdidos entre los
papeles de aquel autor hasta que los encontró el
señor Luciano Adam, quien se los remitió a Lafone
Quevedo a su residencia de Pilciao, en Andalgalá de
Catamarca. Luego fue reeditada la preciosa monografía del padre franciscano
Joaquín Remedi, del Colegio apostólico de Salta,
sobre los indios matacos y su lengua, obra que había visto
luz
pública en la provincia de Salta, pero era de
difícil adquisición. (26) Al publicar nuevamente la
obra de este fraile, Lafone Quevedo expresó que "se trata
de hacer conocer las lenguas del grupo Mataco Mataguayo por
primera vez, y justo es que se incluya (este) concienzudo
trabajo", al que sólo le introdujo dos mejoras: la
reducción del vocabulario al orden alfabético, y la
inversión al Mataco-Castellano. Finalmente,
después de varias demoras provocadas por las correcciones
que se le hicieron y por otras diversas causas, fue publicado
el trabajo del
ingeniero Juan Pelleschi, quien ya se había ocupado de la
cuestión en su libro "Otto mesi nel Gran Ciacco"
impreso en Florencia en 1881, aunque no había sido
traducido al español, y
en consecuencia, permaneció entre las curiosidades de los
bibliófilos. (27)
Para la realización de su obra (que se inicia con
referencias históricas basadas en los escritos de los
padres jesuitas)
Pelleschi manifiesta que se desnudó de toda idea
preconcebida acerca de las reglas gramaticales y apuntó
miles de veces lo que oyó, hasta darse cuenta a qué
parte de la oración, según nuestro modo de pensar,
pertenecía el vocablo y sus accidentes.
Lafone Quevedo comprendió que al Ensayo
Gramatical de los últimos capítulos del libro "Ocho
Meses…" le faltaba un vocabulario que le sirviese de base y
complemento, y esto es lo que se le agregó en este
trabajo, además de diversas ampliaciones y
reordenamientos.
En 1897 Guido Boggiani publicó unos breves
"Apuntes sueltos de la lengua caduceos del Chaco Paraguayo.
(28)
Por último, en las páginas del
Boletín del IGA fueron publicados los trabajos del padre
franciscano Zacarías Ducci sobre los Tobas y su lengua, en
base a los datos recogidos por el mismo en la misión San
Francisco Solano de Tacaaglé, ubicada en el Territorio
Nacional de Formosa, en cercanías del Pilcomayo.
(29)
Hemos recorrido, sintéticamente, el enorme aporte
realizado por el Boletín del Instituto Geográfico
Argentino tendiente a proyectar la obra de diferentes viajeros,
exploradores y estudiosos del Gran Chaco. Nos hemos detenido,
brevemente, en reseñar los principales artículos
referidos a esa gran región poco conocida en la
época, centrando la atención en las expediciones
que pretendieron concretar una vía de comunicación
ágil y segura a través de la navegación de
los ríos Pilcomayo y Bermejo.
Los artículos, que enlazan los siglos XIX y XX,
justamente en un período en que la República
Argentina impulsaba el poblamiento, la colonización y la
ocupación efectiva de todo su territorio soberano,
generalmente superan los objetivos explicitados y se convierten
en interesantes relaciones sobre el clima, la edafología,
la flora, la fauna, las
potencialidades agropecuarias y las características de los
habitantes aborígenes del Chaco.
Los aborígenes chaqueños fueron objetos de
interesantes debates en el ámbito nacional en el marco de
la política del Estado tendiente a la conquista y
colonización de los ricos territorios del norte argentino.
Superada la etapa de la guerra de
conquista –después de la campaña del general
Victorica en 1884- se inició la "pacificación" del
Chaco y se trazaron planes para la aculturación de los
aborígenes. Informes de militares actuantes en la
región, memorias de
gobernadores, comentarios de viajeros, exploradores y
técnicos fueron algunas de las fuentes para
conocer la cultura de las
diferentes etnias y proyectar su "civilización". Algunos
de estos documentos
encontraron en las páginas del Boletín del I.G.A.
un canal de comunicación, sirviendo al doble objeto de
ampliar los conocimientos científicos y de servir de base
para programas de
acciones
concretas.
Un reconocimiento especial en la difusión de los
escritos de los misioneros franciscanos merece la labor del
estudioso Samuel Lafone Quevedo, quien reunió,
ordenó y prologó las monografías de los
frailes Massei y Remedi; y los apuntes de D´Orbigny,
referidos a una lengua casi desconocida como era la de los
wichis. A ellos se sumó el extenso artículo
preparado por el ingeniero Pelleschi, también a instancias
de Lafone Quevedo. Otros tomos del Boletín recogieron
trabajos igualmente valiosos sobre las parcialidades Lule-Vilelas
y Tobas y sus respectivas lenguas. El criterio para hablar sobre
el indio se basaba en el enciclopedismo y en la referencia al
trato directo con el "objeto". En todos los casos se trataba de
conocimientos adquiridos en la observación y la experiencia, elementos en
los cuales la filosofía positivista fundaba la ciencia y la
construcción planificada del orden
social.
(*) Trabajo presentado como ponencia en el X: Congreso
Interclaustros de Historia, 2005, Facultad de Humanidades de
Rosario.
- A los ya existentes museos de Paraná y Buenos
Aires se sumaron el Observatorio Astronómico de
Córdoba en 1871, la Sociedad Científica Argentina
en 1872, la Academia de Ciencias de
Córdoba en 1873 y la Oficina
Topográfica Militar en 1879. - Los marinos presentes eran Martín Guerrico,
Manuel José de Olascoaga, Clodomiro Urtubei, Rafael
Lobos y Martín Rivadavia; el director de la Escuela
Militar general Julio de Vedia (quien fuera el primer
gobernador del Chaco); los militares Francisco Host y
Jordán Wisocki; el explorador Ramón Lista; el
ingeniero y profesor
Emilio Rosetti; y los señores Faustino Jorge, Mario
Bigg, Pedro Pico, Clemente Fregeiro y Benjamín
Aráoz. Helga Nilda Goicoechea. "El Instituto
Geográfico Argentino" Historia e Índice de su
Boletín (1879-1911; 1926-1928). Resistencia;
Instituto de Historia, Facultad de Humanidades, Universidad
Nacional del Nordeste, 1970, 96 pp. - Instituto Geográfico Argentino. Boletín
del Instituto Geográfico Argentino, Tomo I, Cuaderno I,
1879, pp. 79-83. (En adelante: B.I.G.A.) - Entre los expedicionarios a la Patagonia,
Martín Guerrico, Francisco Host, Luis Piedrabuena,
Edelmiro Correa, Carlos María Moyano, Hortensio Thaites,
Ramón Lista y Estanislao Zeballos. Una expedición
al Polo Sur fue realizada por el marino italiano Giaccomo Bove
a quien acompañaron los argentinos Luis Piedrabuena,
Edelmiro Correa y Carlos M. Moyano y oficiales y alumnos de la
Escuela Naval. A partir de 1882 fue el Chaco el centro de
atención del Instituto. A este lejano territorio del
norte fueron las expediciones de Juan Amadeo Baldrich, Ceferino
Ramírez, Manuel Domecq García, el mayor Feilberg,
Federico W. Fernández, Jules Crevaux, y Ramón
Lista. - BIGA, tomo XVI, set-dic 1893, pp. 616-617
- Helga Nilda Goicoechea. Op. Cit.
- Ellos son: El Pilcomayo según el Padre Lozano,
Diario del Padre Patiño (1721), Viaje del Padre
Castañares (1740), Reconocimiento de Azara (1785),
Navegación de Magariños (1843), Reconocimiento de
Van Nivel (1844), Excursión de Giannelly (1863),
Expedición de Crevaux (1882), Expediciones militares de
Rivas e Ibazeta, Viaje de Fontana (1882), Primera
expedición de Thouar (1883), Expedición de
Feilberg (1884), Segunda expedición de Thouar (1885),
Expedición de Page (1890), Expedición de Store
(1890) y Expediciones de G. y A. Sol. - Ramón Lista. El Pilcomayo o río de los
Pillcus. BIGA, Tomo XVIII, 1897, pp. 600. - Francisco Seguí. Ramón Lista, su muerte
y el fracaso de la nueva expedición exploradora del
río Pilcomayo. BIGA, Tomo XVIII, 1897, pág.
603. - Ibídem. Pág. 604.
- Ibídem.
- Federico Fernández. Exploración del
río AguarayGuazú. BIGA, Tomo VIII, 1887, pp.
151-171. - BIGA. El libro del Señor Fernández.
Tomo XII, 1891, Cuadernos IX y X, pp. 219-267 y Cuadernos XI y
XII, pp. 365-442. - Olaf J. Store. Exploración del Pilcomayo.
BIGA, Tomo XII, 1891, Cuadernos V y VI, pp. 83-117; Cuadernos
VII y VIII, pp. 175-196; Cuadernos IX y X, pp.
302-325. - Ibídem. pág. 315.
- José Montero. Expedición Ibarreta al
Pilcomayo. BIGA, Tomo XX, 1899, pp. 208-239. - Adalberto y Arnaldo Schmied. Expedición a la
región de los ríos Pilcomayo y Confuso en los
años 1906 y 1907. BIGA, Tomo XXIII, 1908, pp.
58-85. - Natalio Roldán (reportaje). Natalio
Roldán en el Bermejo. La expedición de 1880.
BIGA, Tomo VII, 1886, pp. 25-40. - F. W. Clunie. La comunicación fluvial entre el
Chaco occidental y el río Paraguay. BIGA, Tomo XX, 1899,
pp. 188-207. - J. Graham Herr. El Gran Chaco. BIGA, Tomo XIII, 1892,
pp. 59-81. - Amadeo Baldrich. Las comarcas vírgenes. El
Chaco Central Norte. Buenos Aires, Peuser, 1889, 292
pp. - Amadeo Baldrich. Los indios Mataguayos. BIGA, Tomo X,
año 1889, pp. 214-233.———————————– Calepino
Lule-Castellano, Vademecum para el Arte y
vocabulario del Padre Antonio Machoni, S. J. por… BIGA,
Tomo XV, año 1894, pp. 305-365; 398-500.————————————- Oraciones y
catecismo del lule. Traducidos literalmente con notas. BIGA,
Tomo XV, año 1894, pp. 366-385.————————————– La lengua
vilela o chulupí. Estudio de filología
chaco-argentina fundado sobre los trabajos de Hervás,
Adelung y Pelleschi por … BIGA, Tomo XVI, año 1895,
pp. 37-124. - Samuel A. Lafone Quevedo. Los Lules, BIGA, Tomo XV,
año 1894, pp. 185-246. - Samuel Lafone Quevedo. Lenguas argentinas. Grupo
Mataco-mataguayo del Chaco. Dialecto Nocten. "Pater noster" y
apuntes por el P. Inocencio Massei, Or. Seráfica, con
introducción y notas por …BIGA, Tomo
XVI, año 1895, pp. 343-390. - Samuel Lafone Quevedo. Lenguas argentinas. Grupo
mataco-mataguayo del Chaco. Dialecto Vejoz Vocabulario y
Apuntes de M. S. D´Orbigny, con introducción y
notas por … BIGA, Tomo XVII, año 1896, pp.
121-176. - Samuel Lafone Quevedo. Los indios matacos y su lengua
por el P. Joaquín Remedi Ord. Seraf. Misionero
apostólico con vocabularios ordenados por… BIGA, Tomo
XVII, año 1896, pp. 331-362. - Juan Pelleschi. Los indios matacos y su lengua.
Introducción por Samuel A. Lafone Quevedo. BIGA, Tomo
XVII, año 1896 pp. 559-622 y Tomo XVIII, año
1897, pp. 173-350. - En BIGA, Tomo XVIII, año 1897, pp.
367-371. - Zacarías Ducci, Fray. Los tobas y su lengua.
BIGA, Tomo XXI, pp. 165-214. - Vocabulario toba-castellano recogido y ordenado
por… BIGA, Tomo XXII, año 1905, pp. 68-88 (2ª
entrega) y Tomo XXIII, pp. 23-53 (paginación
independiente incluida después de la p.
312).
Héctor Rubén Borrini
Hugo Humberto Beck
Conicet – UNAF- UNNE