- y cuyo empleo no se corresponde con el nivel de
formación alcanzado
- 3.1. La
"naturalización" de la precariedad
laboral - 3.2. Propuestas de
Acción Sindical: la oportunidad del 8º
Congreso
La lucha contra la precariedad laboral constituye sin
duda uno de los principales retos en las sociedades
actuales. En términos generales, la precariedad laboral ha
sido tradicionalmente conceptualizada en términos de
temporalidad. De esta manera, aquellos empleos que no aseguraban
una estabilidad en el empleo se
identificaban automáticamente a la categoría de
empleos precarios. Ahora bien, si como venimos observando, se han
producido importantes cambios en diversos aspectos del sistema
productivo y sus relaciones de producción (tecnificación, globalización, deslocalización,
etc.), es plausible pensar que también la noción de
precariedad se ha visto sujeta a modificaciones. Y precisamente
ese es el objetivo de la
presente investigación, indagar en torno a la
definición de la precariedad laboral entre los
jóvenes españoles, más de 8 millones de
jóvenes menores de 35 años que ya están
insertos en el mercado de
trabajo.
Así pues, el interés
mayoritario del estudio es el de profundizar a través de
la percepción que tienen los propios
afectados, en la conceptualización del fenómeno de
la precariedad laboral, más allá de su
caracterización en función de
variables con
las que tradicionalmente se ha venido midiendo, como la
temporalidad de los contratos o de la
rotación laboral, atendiendo además a otras
características de la precariedad que están
apareciendo como novedosas. Igualmente el estudio atiende a una
doble dimensión referida a los colectivos
específicos afectados, entendidos estos en términos
de su cualificación, el puesto de trabajo que ocupan, sus
condiciones de trabajo o sus perspectivas laborales futuras. Todo
ello con el objetivo de poder
identificar con claridad qué características o
categorías influyen en la definición de
precariedad, qué importancia se les da, cómo
actúan, qué consecuencias sociales y laborales
tienen y cómo pueden medirse para articular una respuesta
sindical.
Con objetivos como
los señalados, la estrategia
metodológica adoptada implicó la realización
de entrevistas a
profundidad a jóvenes (hasta 30 años) cuyas
características sociolaborales se ajustaban a los
siguientes patrones:
1. El primer colectivo definido como objeto de estudio
está compuesto por jóvenes con un nivel formativo
bajo y que se encuentran trabajando en la actualidad. El criterio
para la clasificación en términos de
cualificación se ajustó al grado máximo
alcanzado en el sistema
educativo. De esta manera, el primer colectivo estaba
compuesto por jóvenes que no habían superado la
enseñanza obligatoria. Así, por
ejemplo, en la muestra se
incluyen ocupaciones como auxiliar de limpieza, peluquería
(con un bajo nivel educativo alcanzado) o
mensajería.
2. En segundo lugar, se entrevistó a individuos
con nivel de formación medio y alto, y cuyo nivel
educativo finalizado equivale a algún itinerario de
Formación Profesional (medio o superior) o algún
grado universitario. Se trata de jóvenes insertos en el
mercado de trabajo y cuyas ocupaciones no implican el desarrollo de
actividades propias del área formativa en el que se
alcanzó el grado académico. Es decir, ocupaciones
que no están relacionadas con los estudios realizados, por
ejemplo licenciados en derecho desarrollando tareas de auxiliar
administrativo.
3. El tercer colectivo también estaba constituido
por jóvenes con un nivel de formación formal medio
o alto. Ahora bien, en este caso las ocupaciones
desempeñadas estaban conectadas con el área de
estudios elegida durante la etapa educativa. Así,
licenciados en derecho trabajando como pasantes o licenciados en
sociología integrantes de los equipos
técnicos de los juzgados de menores.
En total, se realizaron 15 entrevistas en profundidad.
Cuatro para el primer colectivo, cinco para el segundo y seis
para el tercero. Ocho eran mujeres y siete hombres.
La descripción y valoración de la
información recogida durante la
investigación se estructurará en dos
capítulos. En el primero de ellos, se ofrecerán los
resultados más relevantes colectivo por colectivo,
qué variables o características influyen y
cómo y en qué medida lo hacen. En un segundo
momento, que se corresponde con el capítulo de
conclusiones, se procederá a explicitar aquellos procesos que
diferencian o, por el contrario, vinculan a los tres colectivos
en cuanto a sus discursos en
torno a la precariedad laboral. En dicho capítulo podremos
determinar las características diferenciadoras de las
condiciones laborales entre los jóvenes participantes en
el estudio, y estableceremos posibles líneas de trabajo
sindical.
2.1. Primer colectivo:
jóvenes con un bajo nivel de
cualificación.
Los discursos de los jóvenes pertenecientes a
este colectivo presentan algunos ejes
temático–semántico especialmente relevantes,
y que dibujan una situación laboral definida en
términos de precariedad biográfica. Este es el
contexto general en el cual ha de situarse nuestro análisis de la construcción de la experiencia de la
precariedad en el colectivo que nos ocupa. Los discursos de las
personas entrevistadas ponen de manifiesto que la evaluación
que de su experiencia laboral realizan los jóvenes con un
bajo nivel de cualificación contribuyen a la
"naturalización" de la precariedad. Por
naturalización de la precariedad entendemos los procesos
actitudinales y experienciales que llevan a incorporar la
precariedad como un rasgo distintivo, esencial, natural, de la
experiencia laboral en el seno de este colectivo. La precariedad
es una compañera persistente, y podríamos decir que
"natural" e "inevitable", en el viaje de las personas en el mapa
laboral.
Por tanto, nuestro análisis de los resultados
para este colectivo tendrá lugar en dos fases. En la
primera describiremos los orígenes de este proceso de
incorporación de la precariedad como rasgo definitorio de
la biografía laboral de los entrevistados. En
este punto será de especial importancia la
consideración de los orígenes educativos de esta
percepción. En la segunda fase, dotaremos de contenidos
concretos y específicos la propia noción de la
precariedad para los jóvenes no cualificados. En resumen,
de lo que se trata es de dibujar una trayectoria laboral/vital en
términos de precariedad para, en un momento posterior,
sistematizar, de forma jerarquizada, los elementos a partir de
los cuales este grupo define y
entiende la precariedad. Dicha precariedad (que definiremos
posteriormente para este colectivo) es construida en los
discursos como una característica estable en la vida de
los individuos, pero a la vez se convierte en un rasgo distintivo
de la vida social en general. Dicho de otra manera, los
individuos no analizan su situación en términos
particulares, sino que encuentran en la definición de sus
condiciones de vida un ejemplo paradigmático que les
permite entender las condiciones vitales dentro de su entorno
social cercano, y de su grupo de edad en sentido amplio. Los
entrevistados lo expresan con toda claridad:
[es necesario soportar trabajo precario] en mi
situación y en la de, vamos, la mayoría de los
jóvenes que quieren, pues emanciparse, o adquirir una
vivienda, o alquiler.(…).
La mayoría [de mis trabajos] han sido
precarios, sí. Por condiciones, por salarios,
por trato. No sé si atreverme a decir
explotación, porque quizá… pero en ocasiones me
he sentido explotado. En ocasiones sí. Trato vejatorio
no, por supuesto, porque no lo soportaría. Pero a veces
me he sentido esclavo del trabajo (…). Muchas veces yo he
trabajado al límite de mis posibilidades. Por supuesto,
eso me parece una explotación (…).
2.1.1. La precariedad como
biografía.
La biografía laboral, entendida como
biografía de precariedad tiene su origen, tal y como se
detecta en los discursos analizados, con la etapa educativa. En
primer lugar, conviene destacar cómo en los propios
discursos de los entrevistados se concreta, de forma patente, una
cierta percepción de derrota en términos educativos
que desemboca en una temprana incorporación en el
ámbito laboral. La pronta iniciación en el mercado
de trabajo define, siempre desde el punto de vista de los
entrevistados, un itinerario laboral que sumerge a los sujetos en
empleos con alto nivel de precariedad.
Creo que el trabajo
se ha degradado (…). Quizá haya más trabajo en
el plan de que
haya más ocupaciones (empleos), pero desde luego han
empeorado las condiciones económicas y
laborales.
Realmente bueno, por trabajar, una persona con
actitud
puede trabajar, aquí en este país, otra cosa es
en qué condiciones. Que, en algunos sitios son bastante
penosas.
La naturalización de la precariedad (es decir, la
percepción de la precariedad como elemento constitutivo de
la naturaleza de
la vida sociolaboral) tiene un claro correlato en la forma en la
que se produce el abandono del sistema educativo. Porque dicho
abandono se produce, también, de manera "natural". Natural
porque dicho abandono se inscribe en el mundo de la vida
cotidiana, en la interacción grupal, en la experiencia
socializadora, en la influencia de los grupos
sociales en sentido amplio. La experiencia inmediata de los
sujetos entrevistados consiste en la constatación de que
el mundo laboral constituye su salida privilegiada en
términos de proyecto
vital:
pobres resultados escolares en el grupo de pares que a
su vez desemboca en el abandono frecuente del sistema educativo
de forma acelerada para incorporarse a ocupaciones manuales
(albañilería, construcción y
reforma, mensajería, hostelería, etc.),
percepción de que el sistema educativo no implica una
posibilidad de mejora en la escala social,
presiones económicas familiares que llevan a los
jóvenes a la búsqueda de ingresos con los
que costear los gastos en el
tiempo de
ocio, etc. En este contexto, el abandono del sistema educativo no
implica una ruptura con los patrones de conducta
típicos en el entorno social cercano. Más bien al
contrario, el abandono prematuro del sistema educativo se
estructura
cultural y socialmente como la opción más clara ya
en edades tempranas (a partir de los 16 años). El acceso
al mercado de trabajo no constituye un momento
"traumático" en la vida de las personas. La realidad es
bien diferente: el acceso al mundo del trabajo constituye el
cumplimiento de un rito a un supuesto mundo adulto.
De esta manera los discursos de los entrevistados
muestran claramente cómo el abandono del sistema educativo
no sería sino un elemento más del proceso socialización. Su contraparte, es decir, la
incorporación al mundo del trabajo, también cobra
este carácter objetivante. Se trata de una etapa
más en el proceso evolutivo.
Etapa que, por otro lado, se encuentra claramente
estructurada en el entorno social de los individuos
pertenecientes a este colectivo:
lo normal es comenzar a trabajar. En la
rememoración de su acceso al mundo laboral, los sujetos
verbalizan claramente este proceso de transición temprana
al mundo del trabajo. Y es necesario enfatizar aquí que
los discursos elaborados por los entrevistados acerca de su
experiencia laboral (que, como veremos, se define en
términos de precariedad) se refieren, en múltiples
ocasiones, a la influencia de la insuficiente formación
previa a su incorporación al mercado de
trabajo.
2.1.2. La experiencia de la
precariedad.
En la presente sección nos ocupamos de una
pregunta fundamental: ¿qué es la precariedad para
los jóvenes con bajo nivel de cualificación?
¿Cuáles son sus elementos definitorios?
¿Qué es un trabajo precario en la experiencia de
estos jóvenes? Para dar respuesta a este conjunto de
cuestiones se procederá a detallar los elementos que,
siempre desde el punto de vista de los entrevistados,
transformarían un trabajo en trabajo precario. Se trata de
reconstruir la forma en la cual las personas experimentan y
construyen el concepto de
precariedad laboral. De su precariedad laboral.
En la figura 1 se formaliza este proceso en un esquema
– síntesis
general que el lector puede utilizar como guía para las
siguientes páginas. En dicho esquema los elementos
aparecen jerarquizados tal y como se detectan en las entrevistas
realizadas. De esta manera, no se trata de una mera lista de
elementos definitorios de la precariedad. Más bien se
trata de una ordenación jerárquica de los elementos
que los propios entrevistados incorporan a su discurso, de
una forma más o menos explícita, para la
descripción de su biografía laboral como
biografía de precariedad.
El primer elemento, desde un punto de vista
jerárquico, está constituido por el salario.
Los entrevistados perciben que la cuantía del
salario es un elemento básico para describir un trabajo
como precario. En términos generales, el salario se
percibe como una retribución no equitativa. Existe una
falta de correspondencia entre la actividad desarrollada y la
retribución obtenida a cambio.
Además, hay que recordar que esta conclusión se
ubica en un contexto biográfico. De esta manera, los
individuos están en condiciones de comparar las diferentes
retribuciones obtenidas en distintos empleos. A partir de dicha
comparación, los sujetos concluyen que uno de los aspectos
fundamentales a tener en cuenta a la hora de valorar la bondad de
un empleo es, precisamente, el salario.
Ahora bien, quizá el aspecto más
interesante en este punto tiene que ver con la funcionalidad
percibida del salario para la vida social del sujeto en general.
Porque los sujetos, para proceder a la evaluación del
salario recibido, no utilizan sólo la carga de trabajo
demandada por el empleador, sino que la valoración de su
salario se realiza a partir de otros patrones de referencia.
Así, la referencia de comparación se amplía,
para incluir aspectos que no están directamente
relacionados con la esfera laboral, y que afectan a otros
ámbitos de la vida del sujeto, fundamentalmente al
proyecto de emancipación.1 El salario, por
tanto, no es sólo dinero. Muy al
contrario, los sujetos consideran que aquellos trabajos que no
permiten el acceso a ciertas condiciones de bienestar social
(vivienda, fundamentalmente) pueden definirse como trabajos
precarios.
Por tanto, la retribución obtenida por el trabajo
realizado no sólo continúa siendo un elemento que
permite o no describir a un trabajo como precario. En la
actualidad, la importancia de este indicador no sólo no ha
descendido, sino que en términos de ordenación
jerárquica, y para este colectivo, su relevancia se ha
incrementado notablemente. En las entrevistas realizadas son dos
las explicaciones presentes para este repunte de la importancia
del salario como indicador de precariedad en la experiencia
cotidiana de los sujetos. En primer lugar, la clara
percepción de que los salarios actuales suponen una
reducción sistemática de la capacidad adquisitiva y
el nivel de vida. En segundo lugar, los salarios se convierten
cada vez más en ingresos insuficientes como consecuencia
del deterioro de las condiciones de acceso a ciertos derechos sociales,
fundamentalmente la vivienda. La capacidad de consumo de los
salarios se ha visto mermada, desde el punto de vista de los
entrevistados: los salarios bajan pero la carga de trabajo se
mantiene.
En resumen, nos situamos en un escenario en el cual el
salario no garantiza un modo de vida considerado como
legítimo, por parte de los entrevistados, en el contexto
de sociedades económicamente desarrolladas. Se trata de
una percepción de injusticia:
los jóvenes en este colectivo experimentan una
desconexión entre el salario recibido, por un lado, y las
posibilidades de participación en la riqueza generada por
nuestra sociedad, por
otro.
Como consecuencia de todos estos procesos, el salario se
convierte, para este grupo, en un elemento básico en su
experiencia de la precariedad.
Junto con el salario, existen otros criterios manejados
por los entrevistados para definir un trabajo como precario. Los
dos criterios que abordaremos inciden en las expectativas de
futuro (en el ámbito laboral) presentes en los discursos
analizados. Se trata de la forma de contratación y las
expectativas de movilidad ocupacional. Como veremos, ambos
elementos redefinen la significación de la
temporalidad, criterio tradicionalmente utilizado para la
definición de la precariedad laboral.
En segundo lugar, la figura contractual.
Tradicionalmente, la forma de contratación
constituía una referencia a partir de la cual valorar la
estabilidad o inestabilidad de un empleo concreto.
Dicho de otra manera, el contrato
configuraba un sustrato a partir del cual estructurar las
expectativas laborales. Del análisis de las entrevistas se
desprende que el escenario ha cambiado radicalmente. La forma de
contratación ha dejado de constituir un referente a partir
del cual evaluar la estabilidad de un empleo. La estabilidad del
empleo ya no es una cuestión formal (ligada a los plazos
fijados en un contrato firmado entre ambas partes, trabajador y
empleador), sino que los jóvenes entrevistados elaboran
una idea en la cual los empleos (la gran mayoría de los
empleos) característicos de este colectivo se definen a
partir de una inestabilidad estructural. En palabras de una
entrevistada:
El primer contrato que tuve yo fue un contrato en
prácticas, que luego a la hora de antigüedad en
la empresa, no
tenía (…). Era como un contrato de esos de academia,
como que tú pagas a la academia (…).
Luego me hizo un contrato de un año, y luego
ya tuvo que hacerme un contrato indefinido
(…).
Ventajas (de los contratos indefinidos) a la hora
de pedir un préstamo, porque bueno, ahora para todo te
piden contratos así, indefinidos, pero ventajas tampoco
te creas que tiene muchas, porque si a la hora de despedirte te
van a despedir igual (…). Ya no hay contratos fijos, que
cuando te despedían de un contrato fijo, pues
sí, te daban la liquidación bien y tal. Ahora con
los indefinidos te dicen, no, hasta que haya
trabajo.
Con lo que nos encontramos es con un escenario laboral
en el que el contrato de
trabajo define cada vez en menor medida la dimensión
temporal del empleo.
Tradicionalmente, la temporalidad constituía un
elemento diferenciador de los empleos precarios. De hecho,
precariedad y temporalidad eran términos
prácticamente sustituibles. Según se desprende de
los discursos de las entrevistas realizadas la temporalidad ha
perdido este carácter diferenciador porque se ha
convertido en un elemento transversal dentro del mercado
laboral:
la mayoría de los trabajos son trabajos
temporales, con fecha de caducidad. La temporalidad no es un
distintivo particular de los trabajos precarios, sino que es un
distintivo general del mercado de trabajo español.
Así, nos encontramos con dos procesos paralelos. Por un
lado, la temporalidad constituye una ausencia (quizá la
principal ausencia) en el conjunto de rasgos que los
entrevistados manejan como definitorios de la precariedad
laboral. Ausencia claramente complementaria a otro elemento no
verbalizado en las entrevistas, a saber, la relevancia de los
convenios colectivos como marcos reguladores de la actividad
laboral. Por otra parte, y de forma compatible, la temporalidad
constituye una presencia transversal en todo el discurso. Porque
la temporalidad está comenzando a definir la naturaleza no
de los trabajos precarios, sino del trabajo en general para este
colectivo.
Así, por ejemplo, los entrevistados
señalan, de forma sistemática, que un contrato a
tiempo indefinido no supone una garantía de
protección para el trabajador. Los contratos indefinidos
se pueden romper, y lo que es más importante, los
jóvenes perciben que la estabilidad en su empleo no
sólo es precaria, sino que además depende de
factores que no están directamente relacionados con los
compromisos formalizados en contratos de trabajo. En palabras de
un joven comercial:
Soy indefinido desde hace tres años y medio
(…).Quizá esa seguridad
(del contrato indefinido) o, pero vamos, no. Es muy relativo,
no? Quizá ese descanso de que no tienes que estar
firmando más. Pero nada más. Yo no lo veo
así. Cualquier día tú te puedes ir de la
empresa o se le
puede cruzar el cable a algún jefe y
decir:
"no me gustas ya como trabajador, al paro" (…).
Mi trabajo no es estable, para nada. O sea, yo… dependes de
unos número que… es comercial. Yo, como comercial,
sé que esos números los voy a sacar. Con lo cual,
para mí si es estable. A lo mejor otra persona, en mismo
puesto, lo ve más inestable…
En este sentido, cabe señalar que el
análisis de la entrevistas pertenecientes a este colectivo
muestra claramente cómo el tipo de contrato no se
incorpora de forma explícita en la definición de
precariedad. De alguna manera, la inestabilidad en el empleo
constituye una realidad transversal, una posibilidad estructurada
en el discurso juvenil (al menos en este colectivo), una nueva
definición de algunas de las características de los
empleos. La inestabilidad define el nuevo escenario de
posibilidades laborales de los jóvenes incluidos en este
colectivo. Los empleos no se pueden dividir en precarios / no
precarios a partir de los contratos firmados y el marco temporal
que estos definen. Más bien al contrario: dado que la
inestabilidad es una realidad estructural, una realidad que
atraviesa el segmento laboral de este colectivo, ha perdido su
capacidad para definir o no un trabajo como precario.
Según los entrevistados, la flexibilidad que los contratos
toleran ha conseguido que la estabilidad laboral ya no forme
parte del campo semántico que diferencia los trabajos
precarios de los que no lo son. No hay diferencia entre contratos
temporales o indefinidos: los plazos formalizados en un contrato
de trabajo ya no definen la realidad laboral de los trabajadores,
sino que es la realidad del mercado de trabajo (una de cuyas
características más recientes tiene que ver con la
flexibilización de las rupturas de las relaciones
contractuales, siempre según los entrevistados) la que
marca la
función del contrato.
Estas ausencias en el discurso, la ausencia de la
variable ‘temporalidad’ como definitoria de un
trabajo precario, junto con la ausencia en los discursos de
referencias a los convenios colectivos como marcos reguladores de
las relaciones
laborales y la ausencia de una referencia a algunos aspectos
centrales en la disolución de la relación
contractual (por ejemplo, destaca la ausencia de referencias en
las entrevistas a las indemnizaciones por despido y en general a
cualquier normativa laboral) encajan con lo que algunos autores
han denominado informalización del trabajo. Un
proceso, que todavía se percibe más como una
tendencia que como una realidad asentada, en el cual los anclajes
reguladores de las relaciones laborales pierden consistencia, y
ya no funcionan como referencias para la evaluación de la
estabilidad y la calidad del
empleo.
En esta línea, conviene introducir el tercer
elemento de nuestro análisis: la valoración que los
entrevistados hacen de sus expectativas laborales. Como se
recordará, este factor está íntimamente
ligado al anterior (la funcionalidad de los contratos). Pues
bien, uno de los rasgos que diferencian los empleos
característicos de un mercado de trabajo secundario
consiste en el relativo bloqueo de las expectativas de ascenso en
la escala ocupacional. Nos referimos, por supuesto, a la
posibilidad de disfrutar de ascensos en el empleo. Pues bien, en
el colectivo objeto de estas líneas (jóvenes con
bajos niveles de formación) los discursos muestran la
convicción de que la promoción en el trabajo está
seriamente limitada. Ahora bien, es preciso señalar que
esta percepción se inscribe, de nuevo, en un clima de
normalidad. Los entrevistados, tal y como se señalaba
anteriormente, se caracterizan por una biografía laboral
que ellos mismos describen como inestable, insatisfactoria,
subordinada, etc.
Es decir, una trayectoria laboral marcada por la
precariedad. Y dicha precariedad incluye la posibilidad de
movilidad laboral. Pero no de movilidad laboral ascendente, sino
más bien de movilidad horizontal.
Las opciones están claramente definidas. Por un
lado, cabe la posibilidad de permanecer en un empleo cuyas
condiciones (salario, horario, turnos, etc.) tienden a
perpetuarse, ya que la promoción ocupacional (a) bien no
forma parte de la experiencia, directa o vicaria, de los
entrevistados y/o (b) tiene límites
claramente definidos, cuya consecución no implica un
cambio sustancial en las condiciones de trabajo:
así, por ejemplo, la subida salarial es escasa,
la carga de trabajo (en las condiciones características de
los empleos que estamos analizando) no se reduce sensiblemente,
los horarios y turnos son similares, etc. De esta manera, un
ascenso en el nivel ocupacional, desde el punto de vista de los
entrevistados, no implica sino una mera subida salarial, que por
otro lado no modifica la relación (injusta) entre trabajo
realizado y retribución.
En este marco general, definido a partir de los tres
elementos mencionados (salario, relación contractual y
expectativas laborales) hay que añadir que según
los entrevistados definirían un trabajo como precario. En
concreto, los entrevistados mencionan los siguientes
aspectos:
1. Flexibilidad horaria. Aquellos trabajos en los cuales
el horario no es fijo, sino que está sujeto a un sistema
de turnos rotatorios (por ejemplo, trabajo de mañana
durante una semana, trabajo de tarde durante la semana siguiente
y trabajo de noche la semana posterior) están sujetos a
una definición en términos de precariedad. La
carencia de un horario estable, fijo, de trabajo, por tanto,
aparece como uno de los condicionantes del trabajo a partir del
cual definir la categoría de precariedad.
2. Relaciones jerárquicas. Los discursos de los
entrevistados ponen de manifiesto que el estilo de
relación con los superiores dentro del organigrama de la
empresa constituyen un rasgo definitorio de los trabajos
precarios. Aquí se pone en juego la
relación entre "jefes" y subordinados. En este punto, los
entrevistados establecen una clara diferenciación entre,
al menos, dos tipos de relaciones jerárquicas. Por un
lado, aquellas en las que los superiores tratarían a los
empleados "como personas" (trato cordial, amable, etc.). Por otro
lado, aquellas en las que los superiores tratarían a los
empleados de una forma despersonalizada, arbitraria, impositiva y
coercitiva. Pues bien, este segundo estilo contribuiría a
definir la precariedad de empleo, siempre desde el punto de vista
de los entrevistados.
Una cita de una joven entrevistada ilustra ambos
aspectos:
El horario influye mucho, el sueldo también,
en esta profesión [peluquería], lo peor el
horario y el sueldo. Y que son muchas horas, es como un
comercio, y
cada vez va a peor. Sobre todo por las grandes cadenas que hay.
Ahora ya… desde las ocho de la mañana hasta las diez
de la noche. A la hora de tú montarte tu negocio ya te
sientes como cohibida, a seguir esas reglas que están
poniendo. Cosa que antes no era así. La
peluquería estaba mejor mirada, mejor pagada, mejores
horarios, te respetaban más. Se ha degradado
muchísimo (…). En este sector no tienes problemas en
encontrar trabajo, pero cada vez está peor pagado, y
más sacrificado.
Por tanto, y en resumen, los trabajos precarios
serían aquellos caracterizados por los bajos salarios, por
la temporalidad (redefinida en los términos propuestos
anteriormente) y por ciertas condiciones concretas de trabajo
(turnicidad, flexibilidad horaria y relaciones jerárquicas
disfuncionales). Este esquema es, precisamente, el que se incluye
en la figura 1. En dicha figura se identifican tres grandes
ámbitos semánticos que, para los entrevistados,
constituirían los ejes definitorios de la precariedad. En
la representación gráfica existen dos elementos que
definirían lo que sería el contexto general de la
precariedad. Así, las zonas delimitadas por ambos
círculos son zonas de precariedad. Con un matiz
específico de este colectivo:
se trata de procesos "universales",
característicos de la gran mayoría de los empleos
disponibles para este colectivo. Por otro lado, existe un segundo
conjunto de elementos a partir de los cuales los entrevistados
definen su experiencia de precariedad. Se trata de las
condiciones de trabajo, entre las cuales se incluyen el salario,
la flexibilidad horaria y el tipo de relación establecida
por parte de los superiores. En nuestra figura 1 es la zona de
intersección, aquella en la que confluyen ambos conjuntos
(representados por dos círculos y un rectángulo),
la que constituiría la precariedad laboral tal y como es
experimentada por nuestros entrevistados.
Como puede apreciarse, la figura 1 consta de dos grandes
áreas (representadas a través de dos
círculos). Ambas áreas definirían no tanto
los trabajos precarios sino más bien lo
característico de los empleos propios de este colectivo en
general. Así, el mercado de trabajo característico
de este grupo de jóvenes se diferencia, en el discurso de
los propios entrevistados, a partir de una informalización
del trabajo, que a su vez se concreta en la existencia
generalizada de relaciones laborales escasamente
estructuradas (primer círculo de nuestra figura) y el
desarrollo de expectativas laborales y personales notablemente
limitadas (segundo círculo). Cuando, en este contexto,
confluyen otra serie de características
específicas de un empleo (las representadas en la
forma rectangular de nuestra figura) nos instalaremos en la
experiencia de la precariedad propia de este
colectivo.
De hecho, a partir de los discursos recogidos en las
entrevistas es posible proceder a una gradación de los
elementos constitutivos de la precariedad. En este sentido,
sería el salario el factor que, para este colectivo,
contribuiría de forma decidida a la definición de
la precariedad. Ello es así por un motivo
fundamental:
el salario, junto con el resto de condiciones de trabajo
(horarios, turnos, etc.), marca la diferencia entre unos empleos
y otros. En efecto, el colectivo que se describe en esta
sección define la gran mayoría de los empleos como
afectados por una redefinición de la temporalidad. En esta
redefinición, anteriormente analizada, se trasciende la
mera la noción "tradicional", para vincular la
inestabilidad laboral con la desregulación de las
relaciones laborales que afectan al empleo en general,
(pérdida de funciones del
contrato, expectativas laborales limitadas). En este contexto
general, por tanto, las diferencias entre los distintos empleos
se concretan, en la construcción de la experiencia de
precariedad por parte de los entrevistados, en las diferencias en
la retribución (fundamentalmente) y en otros
condicionantes del trabajo (horarios, turnos, etc.).
Pero nuestro análisis debe ir un paso más
allá. Porque esta definición de la precariedad,
analizada durante las páginas precedentes, tiene efectos
que van más allá de la esfera de lo concreto,
generando interesantes interacciones con la esfera de lo
cultural. Porque el resultado de todos estos procesos se concreta
en una pérdida de centralidad del valor
trabajo en el colectivo que nos ocupa. Tal y como se
mencionó en la introducción, uno de los rasgos
característicos de las sociedades occidentales
contemporáneas consiste en la centralidad que el trabajo
adquiere en la vida social. El trabajo no consiste
únicamente en una fuente de ingresos, sino que sus
funciones trascienden este plano meramente instrumental. El
trabajo expresa valores, en la
medida en que actúa como un aspecto definitorio
básico de la identidad de
los individuos, de su estatus. Colectivamente, las sociedades
occidentales pueden definirse como sociedades del trabajo,
sociedades salariales. De hecho, no es exagerado señalar
que las sociedades occidentales son (han sido) sociedades
integradas a través del trabajo, y en dicha
institución han encontrado un elemento central para su
autodefinición. A su vez, esta articulación
colectiva a través del trabajo tiene un impacto claro en
la vida de los individuos, toda vez que éstos articulan su
propia vida social a partir del trabajo. Esta concepción,
la idea del trabajo como valor, característica de las
sociedades salariales ha sido puesta en cuestión por
diversos procesos de cambio y transformación social (tal y
como se ha señalado en la introducción). Pues bien,
el análisis de las entrevistas pertenecientes al colectivo
de jóvenes con bajos niveles de cualificación pone
de manifiesto cómo todas las funciones no instrumentales
del trabajo (es decir, aquellas funciones que no tienen que ver
con la mera obtención de ingresos) se encuentran en
suspenso. Hasta el punto de que la pérdida del trabajo
constituye, exclusivamente, una "crisis"
económica.
En palabras de un entrevistado:
El trabajo está en un segundo plano
totalmente (…). El trabajo es vital porque necesito ingresos
(…). El trabajo me produce satisfacciones al final de mes,
cuando cobro, realmente (…). Perder el trabajo sería
un palo tremendo porque es una fuente de ingresos y bueno,
sí sería importante. Pero bueno, lo que
tendría que hacer es buscarme otro
rápidamente…
No son actividades que puedan realmente llenar a
una persona, por lo menos en mi caso, y creo que para la
inmensa mayoría. Por compañeros que tengo,
¿no? y comentamos.
Y una entrevistada:
Yo, lo que te he dicho antes, no me veo dentro de
diez años trabajando en peluquería (…).
Entonces a mí, si me faltase el trabajo alguna vez, yo
no me, vamos, que no se me caería el mundo encima,
porque miraría otros caminos y como yo la familia
la tengo ahí y sé que me va a ayudar,
¿sabes? Pues tampoco te creas que entraría en una
depresión, ni nada. Dejaría de
cobrar un sueldo, claro, ya está.
Entrevistador:
Entonces para ti el trabajo tiene un valor
económico y…
Y ya está. Hoy en día pienso
así. Hace, pues cuando era más pequeña,
que peinabas a tus muñecas y tal, y decía quiero
trabajar, quiero trabajar. Y decías… no lo mirabas por
el tema del dinero, pero, pero ahora, sinceramente, yo me
levanto por la mañana y algunas veces sí, me
apetece trabajar, pero otros días digo:
me encantaría estar en casa (…). Porque,
cuando empecé, yo estaba deseando trabajar, vamor, que
fuese el día siguiente para estar trabajando, y se me
acabasen las vacaciones para estar trabajando. Para mí
trabajar era… disfrutaba mucho (…). Hoy por hoy no te creas
que me levanto tampoco con ánimo de agradar a la
gente(…). Yo, en mis días libres, en mis vacaciones,
siempre estoy haciendo de lo mío. Siempre tengo un
familiar que:
"Oye, córtame el pelo", "Oye,
tíñeme" y yo lo hago encantada (…). Realmente
es lo que me gusta, peinarlo, y hacerlo de una forma, y de la
otra, y tal. Pero si hay una persona que te está
machacando y no te deja realizar tus…. lo que a ti te gusta,
te está poniendo pegas constantemente…
La identidad de los entrevistados no se fundamenta en el
empleo, sino que se desarrolla en los contextos sociales
definidos por la familia y el
grupo de pares. El trabajo, en su dimensión institucional,
es incapaz de constituirse, tal y como se plasma en las
entrevistas, en un elemento articulador de la identidad de los
individuos.
Por lo tanto, si el trabajo queda desprovisto de sus
dimensiones expresivas, no es de extrañar que, en este
colectivo, la definición de la precariedad se fundamente
en el salario. Los discursos en torno a lo laboral se estrechan
(incluyen menos dimensiones), los elementos que permiten definir
un trabajo como precario se ciñen a los instrumentales,
porque el resto de dimensiones del trabajo (su carácter
expresivo de competencias,
actitudes,
valores, etc.) quedan en suspenso para (siempre según se
detecta en el discurso de los entrevistados).
Ahora bien, incluso en su dimensión instrumental
(como fuente de ingresos) el trabajo está comenzando a
constituirse, paradójicamente, en un elemento
problemático. En primer lugar, porque los salarios no
retribuyen el trabajo (véase más arriba). En
segundo lugar, porque los ingresos derivados de un empleo
precario impiden la construcción de proyectos no
ligados directamente a las expectativas laborales. Nos estamos
refiriendo al bloqueo del plan de emancipación. Este
bloque constituye el quinto elemento a resaltar como resultado
del análisis de las entrevistas, en las cuales aparece de
forma constante. Y además, se trata de un punto de
especial importancia.
Porque en la medida en que los empleos se resumen y
limitan a su esfera retributiva (y al tiempo dicha
dimensión económica es insuficiente para la
elaboración de proyectos de emancipación), el
empleo se precariza en términos simbólicos, y los
discursos y actitudes pierden de vista la dimensión
psicosociológica del trabajo, pasando a centrarse en la
dimensión salarial. Esta circunstancia reduce la
intensidad de los discursos, que se centran en la
contraprestación económica, obviando aspectos
tradicionalmente fundamentales en la valoración del
trabajo. En otros términos, la precariedad laboral se
circunscribe no sólo a la esfera del trabajo, sino que,
desde el mismo, traspasa el resto de ámbitos de
interacción social. En este sentido, el derecho al trabajo
está dejando de ser plataforma de acceso a otros derechos.
El disfrute de un empleo ya no se constituye en plataforma de
acceso al resto de derechos de ciudadanía.
En cualquier caso, se trata de una ámbito
semántico recurrente de forma transversal a lo largo de
las entrevistas, y no sólo en las entrevistas
pertenecientes a este colectivo, sino más bien para todos
los sujetos que participaron en nuestro estudio. Por tal motivo,
su análisis se reserva para la interpretación conjunta de los resultados
de la investigación.
El análisis de la información obtenida
para nuestro segundo colectivo puede resumirse, tal y como se
hizo en el apartado anterior, en una serie de puntos o ejes
fundamentales sobre los cuales se cimenta el discurso de los
jóvenes en términos de precariedad. Obviamente, el
esquema resultante va a diferir en aspectos fundamentales con
respecto a los ejes semánticos identificados en el
colectivo anteriormente analizado. En otras palabras, la
experiencia y la definición de la precariedad laboral
corren a lo largo de discursos similares en ambos colectivos,
pero con importantes matices diferenciadores que se harán
explícitos en las siguientes páginas.
En primer lugar, el salario aparece, tal y como
sucedía en los discursos de los jóvenes con bajo
nivel de cualificación, como uno de los aspectos
más relevantes para la definición de la
precariedad. Y nuevamente la retribución, la
contraprestación económica, se representa de forma
no equitativa. Así, los participantes muestran una
percepción de disparidad entre el trabajo realizado y el
salario recibido a cambio.
Con dos características diferenciadoras con
respecto al colectivo anterior. Por un lado, la percepción
de inequidad se refuerza como consecuencia de la biografía
educativoformativa del colectivo. Así, a la
insatisfacción con el salario subyace una
insatisfacción general con las funciones asignadas al
empleo. En este sentido, la valoración del salario no
tiene que ver exclusivamente con la carga de trabajo, sino
también con el contenido del trabajo.
Por lo tanto, y en resumen, la valoración del
salario recibido se realiza en este caso a partir de dos
referencias. El primer referente quedaría constituido por
el propio trabajo, trabajo que es entendido como "excesivo" con
respecto al salario. El segundo referente quedaría
constituido por la propia biografía formativa. De esta
manera, la evaluación de los salarios se realiza en
función de la percepción de una clara
desconexión entre las destrezas laborales adquiridas
durante una dilatada etapa educativa y el trabajo en el que dicha
formación ha desembocado:
En ninguna de las empresas donde
he estado (…)
ha habido una relación calidad precio. No
te pagaban, el salario que te daban para nada compensaba el
tiempo ni el trabajo que estabas allí Según
otra entrevistada:
Merezco más sueldo. Merezco mucho
más. O sea, yo es que no sé (…). Estuve mirando
unas tablas de cuánto debería ganar un licenciado
y vamos, no se acerca ni de lejos. O sea, yo no soy una persona
que quiera ganar, yo qué sea, 500.000 pelas, pero…
(…). Pero creo que debería ganar más, no sea.
Aparte de que llevo tres años y medio trabajando, yo es
que a mí no me tienen que dar las cosas
machacadas.
(…) Me genera mala leche que
acabé la carrera hace la leche de tiempo, que tengo
experiencia, que sé inglés, que tengo un huevo de cosas
(…). Es que es verdad, y que me considero una persona
supertrabajadora (…). Y que sigo ahí parada (…) y
veo que voy avanzando pero muy despacio, es que es injusto. No
ya sólo por mí. Yo veo a mis compañeros y
es igual, y está todo el mundo igual.
Como puede apreciarse, lo que surge en los discursos es
una cierta elaboración de la sobrecualificación
como criterio definitorio de un trabajo precario. Este rasgo es,
patentemente, un matiz diferenciador de este colectivo de
jóvenes con respecto a los otros dos incluidos en la
presente investigación.
En esta línea argumentativa, la
desconexión entre formación y empleo incrementa la
importancia percibida de las expectativas laborales.
Veámoslo con cierto detalle. La definición del
empleo propio como precario se deriva directamente de la
desconexión entre nivel de cualificación y nivel
ocupacional. Ahora bien, la resolución de este conflicto se
plantea, en el discurso de los participantes en nuestro estudio,
como una cuestión a encarar (potencialmente) en un futuro
a medio plazo. Persiste en este grupo la impresión de que
su nivel de cualificación será funcional para
escalar en la esfera laboral. La formación recibida, por
tanto, previene, de forma tentativa, la anticipación del
futuro en términos de precariedad. En otras palabras, para
el colectivo que nos ocupa su situación se define en
términos de precariedad a partir de la escasa
conexión entre formación y empleo, pero el matiz
que se introduce es fundamental, ya que la precariedad se concibe
como una etapa transitoria potencialmente hacia empleos en
los cuales el desarrollo de las destrezas adquiridas sea
posible.
Lo primero es la expectativa laboral, no tanto el
trabajo que tengo ahora sino el que puedo tener, no sé
si en tres años, en cinco, en siete, pero todos mis
objetivos, mis fuerzas, mis energías, todo mi tiempo
están en conseguir una oposición superior (…).
Porque creo que llevo, aparte de estudiar licenciatura,
Jóvenes:
la nueva precariedad laboral 15 que son
cinco años, me fue muy difícil a la vez que
estaba estudiando la carrera preparar la
oposición.
Me parecería que sería haber perdido
el tiempo en aquella época, y sé que me
costó mucho esfuerzo (…).
Creo que aún puedo estudiar. No quiero dar
por perdidos los años anteriores.
En este sentido, y a diferencia del colectivo anterior,
la diferenciación de los trabajos precarios está
directamente relacionada con las expectativas laborales
"objetivas" que los individuos perciben. Habrá empleos en
los cuales la expectativa de medro profesional será clara
y patente. En otros, los individuos percibirán un bloqueo,
una imposibilidad de mejora en el nivel ocupacional. Y
serán estos últimos los que tengan mayor probabilidad de
ser definidos como precarios. En otras palabras, las expectativas
laborales no son homogéneas entre todos los empleos (tal y
como ocurría con el colectivo anterior). El bloqueo de las
posibilidades de ascenso y mejora laboral no es percibida como
una realidad universal dentro del mercado laboral. No se trata de
una característica compartida por todos los trabajos, que
por lo tanto podrán ser jerarquizados a partir de esta
variable.
Y quizá la conclusión más
importante. Estos procesos reducen la importancia del salario en
la definición de la precariedad. La esperanza de evitar la
precariedad en un futuro a corto o medio plazo se impone, en
términos jerárquicos, a la importancia del salario
como eje definitorio de la precariedad. Porque el nivel salarial
es susceptible de cambio, precisamente, a través de la
mejora en el nivel ocupacional. Si este mejora, también el
salario. De esta forma, la retribución recibida por el
trabajo es percibida por los entrevistados como un criterio de
precariedad, pero claramente subordinado a las expectativas
laborales que implica uno u otro empleo. No se esta afirmando
aquí que el salario no sea un aspecto que los
entrevistados utilicen para la definición de un trabajo
como precario. Lo que se está señalando es su
posición subordinada con respecto a otro eje:
el eje definido por las expectativas laborales. Para
este colectivo, la diferencia entre empleos se da en
términos de salario. Pero, sobre todo, se da en
términos de potencial carrera profesional.
En este contexto, la forma de contratación marca
diferencias relevantes. Así, entre los jóvenes que
participaron en nuestro estudio, y que forman parte de este
colectivo, encontramos un discurso en el cual la relación
contractual marca una diferencia relevante en términos de
carrera profesional. No tanto porque la dimensión de
estabilidad en el empleo dependa de la forma de
contratación, sino más bien porque los contratos
encarnan, representan y simbolizan la funcionalidad de la etapa
formativa. De esta manera, el contrato fijaría la
categoría profesional y, sobre todo, ubicaría a los
individuos en el mercado de trabajo.
La forma de contratación tiene para este
colectivo una cierta importancia en términos de
estabilidad (así, por ejemplo, a diferencia entre una beca
y un contrato), pero sobre todo implica una realidad
simbólica en la cual se concreta la
conexión/desconexión entre formación y
trabajo. La presencia o ausencia de dicha conexión, por
tanto, constituye uno de los ejes a partir de los cuales definir
la precariedad en el colectivo que nos ocupa.
Quizá por este motivo la relevancia que la
formación cobra dentro de este colectivo.
Es preciso señalar que los entrevistados no
proceden a la diferenciación de los tres subsistemas
integrados, a saber, formación profesional,
formación ocupacional y formación continua. En
cualquier caso, el concepto de formación que manejan los
entrevistados está directamente ligado a la actividad
laboral. Se trata de la formación directamente relacionada
con los contenidos específicos de su puesto de trabajo,
articulada en iniciativas formativas breves y concretas,
generalmente en el seno de las organizaciones a
las que pertenece el empleado. El concepto que manejan, por
tanto, Jóvenes:
la nueva precariedad laboral 16 se corresponde
con el sistema de formación continua. Formación
que, en cualquier caso, es entendida por parte de los
entrevistados como una estrategia que potencialmente puede
contribuir al cumplimiento de las expectativas laborales. Y no
debe olvidarse que, en este colectivo, las expectativas
laborales, el escenario futuro representado, supone la
oportunidad de escapar de empleos precarios. Es ilustrativo el
siguiente fragmento de entrevista:
Entrevistador:
¿Crees que tienes múltiples formas de
ascender, entonces? Sí, incluso haciendo cursos de, de
sindicatos… incluso hacer un master, no lo
descarto hacerlo.
Entrevistador:
Es decir, que tienes acceso a la formación
Sí, sí.
Entrevistador:
Eso, ¿cómo lo experimentas? Muy
positivo. Porque además es totalmente compatible con el
horario laboral. No es que trabajes por la mañana y por
la tarde, si quieres, vas a un curso. No, te exime de ir a
trabajar (…) y dedicas tu tiempo a seguir formándote
(…).
Entrevistador:
¿Te pueden ayudar a ascender? A lo mejor
sí, si son superiores a 20 horas de duración pues
ya cuenta, no para todas las plazas, pero para las de libre
designación algunas sí.
Todos estos procesos se concretan, por último, en
una consideración contradictoria del trabajo entendido
como valor. En sus condiciones laborales actuales, el trabajo
(como institución social) es incapaz de constituirse, para
los participantes, en una fuente de identidad, en un asidero para
la articulación de la experiencia individual. De esta
manera, la dimensión temporal (en términos de
expectativas laborales) se constituye en uno de los ejes
temáticos más importantes. Porque en dicha
dimensión temporal se sitúa la posibilidad de
insertarse en un ámbito laboral (y en un nivel
ocupacional) susceptible de estructurar la vida del sujeto.
Así, la consecución de un empleo conectado
directamente con la formación recibida permitirá el
desarrollo de las potencialidades adquiridas, así como la
articulación de la vida social del individuo. De
todo lo dicho, por tanto, es posible colegir una
conclusión tentativa:
la dimensión institucional del trabajo, su
dimensión cultural (el trabajo como valor) supone un eje
semántico básico para definir lo que los
jóvenes definen como trabajo precario. En la medida en que
el empleo sea capaz de cumplir funciones manifiestas (salario) y
expresivas a un tiempo, la precariedad reducirá su
intensidad.
El trabajo es fundamental, hasta el punto de…
Vamos a ver, no es lo primero en la vida. Yo trabajo para
vivir, no vivo para trabajar. Yo voy mis ocho horas y procuro,
vamos, estoy al cien por cien las ocho horas, si alguna vez me
tengo que quedar un poco más y tal… me puedo ir
exactamente igual, pero bueno (…). Y yo no me voy a gusto
porque no podría dormir a gusto sin que el tema acabe
(…).
(…) El trabajo en segundo término,
totalmente. Os sea, yo salgo y desconecto y ya me puedo dejar
aquello…
que no me lo dejo, porque procuro no
dejármelo, pero bueno, algún día te puedes
ir con algún… porque yo qué sé, porque
has tenido un enfrentamiento con alguien, que también
pasa, pero no, procuro salir y desconectar y decir bueno, hasta
aquí (…).
Entrevistador:
¿Qué implicaciones tendría
para ti perder el trabajo? Que me da algo. Porque mira, tengo
una hipoteca de 900 euros, más todos los gastos que
conlleva…
entonces, eso es que el último día
del mes te pasan todos los gastos. Y no tener dinero pues
imagínate (…). Yo soy la típica persona que
siempre ha tenido unos ahorrillos. Y ahora acabar el mes con
treinta euros, pues me agobia un poco. Tú
imagínate si no tuviera trabajo. Por eso te digo que es
fundamental en el sentido que es necesario para vivir, pero no
al revés. No es fundamental que sea lo primero en mi
vida, pero es muy importante el trabajo.
En este contexto discursivo, reaparece la
conexión entre trabajo y otros derechos sociales, en
concreto el derecho al bienestar social, encarnado en la
posibilidad de emancipación y el acceso a una vivienda. En
este aspecto, las condiciones salariales cobran un
protagonismo especial, al igual que en el colectivo anterior,
como consecuencia de las notables dificultades económicas
que implica la adquisición o alquiler de una vivienda.
Dado que este será un punto que reaparezca en el
análisis del tercer colectivo, reservamos su exposición
para el análisis conjunto de la
información.
En resumen, vemos nuevamente cómo la temporalidad
no constituye ya el único eje (quizá tampoco el
principal) de la precariedad en los discursos de los
entrevistados. O, al menos, que la noción de temporalidad
e inestabilidad en el empleo se ha ampliado de forma notable,
incorporando procesos complejos (los anteriormente analizados
para ciertos ejes discursivos: expectativas laborales,
sobrecualificación, etc.) que desembocan en una
determinada experiencia de la precariedad:
A nivel personal [un
ascenso] una satisfacción una satisfacción
pues… de hecho yo cada vez que entraba en un sitio, o que te
hacían la
entrevista decía: bueno, yo he entrado en este
trabajo, o me gustaría conseguirlo y ahora no pido nada
(…) Cuando yo entré en la empresa en que estoy ahora
mi jefe decía bueno, esto tiene vista, de hacerse fijo
(…). Entonces yo le dije a mi jefe:
"Mira, no me prometas nada, yo si entro sé
con las condiciones que entro, y sé que cuando entro no
puedo exigir más". Ahora, cuando lleve un tiempo y tenga
experiencia yo quiero promocionar, y entro con la idea esa.
Porque creo que si entras en un trabajo y te estancas…. No
sé, además, a nivel personal y todo. Un ascenso
ya no por las mejores condiciones económicas, sino
porque joder, voy escalando y voy consiguiendo cada vez
más cosas, y siempre que he cambiado de trabajo pues he
ido un poquito a mejor, y eso te satisface.
(En torno al nuevo empleo que espera conseguir)
Establ…, te arriesgas un poco, ahora, porque si me sale mal
pierdo lo que tengo. Pero también te tienes que
arriesgar. Si yo ahora mismo por contratos de ETT no estoy
satisfecha laboralmente tengo que arriesgarme, intentar esta
vía (…) para obtener cierta seguridad. Y digo cierta
seguridad, porque creo que seguro no
está nada. Te repito:
si hay una fusión
(…) y hacen recorte de personal van a tirar a los
últimos que han entrado, me imagino. O a los que menos
lleguen al nivel de ventas que
ellos exigen, ¿vale? Pero sí, yo lo veo estable,
lo veo seguro… pero, pero, por mucho que trabajes y des al
máximo….
Las siguientes palabras de una de nuestras entrevistadas
también son ilustrativas:
[la sobrecualificación] Es frustrante.
Sí, de hecho pedí traslado por eso (…). Mi
puesto era secretaria de un médico. Bueno, está
muy bien. Coger bien los recados por teléfono, mandarle bien sus faxes,
redactar las cartas con la
estructura que determine la ley…. Pero no
tiene nada que ver con procedimientos,
con funciones, con inspecciones. Pedí un traslado a otro
departamento donde iba a cobrar los mismo pese a que donde
estaba las posibilidades de ascenso eran inmediatas… pese a
eso me cambié (…). Porque donde me ofrecían
cambiarme era tema de procedimiento,
tema relacionado con el derecho. Pues gente que viene a hacer
adopciones, gente que paga multas, gente que le están
requiriendo que si en tales días no aporta determinada
documentación le van a sancionar. Es un
trato con el propio sancionado, porque llama por
teléfono, viene y te dice que le enseñes el
expediente (…). Y me parece mucho más real (…). Yo
quiero ser, en lugar de la secretaria del Jefe de Servicio, la
Jefe de Servicio, y en un tema relacionado con
Derecho.
Un último ejemplo ilustrativo:
[en un empresa de telecomunicaciones, contratada como becaria]
además hablaba inglés, que ya, era como que le
estaba dando un poco de sentido a todo lo que yo había
estudiado. Y aparte ahí curraba, o sea, había
mucho curro. Pues sí, estaba explotada porque
salía a las 8 o las 9 de la noche, pero bueno, sarna con
gusto no pica. Es de lo tuyo y encima te pagan, aunque sea una
porquería…(…)
La figura 2 trata de sintetizar los principales
elementos estructuradores de la precariedad para el colectivo de
jóvenes con un alto nivel de cualificación, pero
cuyas ocupaciones no se corresponden con los contenidos de su
etapa formativa. Los elementos definitorios de la precariedad
laboral aparecen en la mencionada figura de forma jerarquizada,
en orden de importancia. Este orden coincide con la
posición que cada elemento ocupa la figura, siendo los
más claros, patentes y relevantes los que se incluyen en
la parte superior.
En ciertos aspectos, este análisis coincide con
el contenido en la figura 1, síntesis de la experiencia de
la precariedad en el colectivo de jóvenes con un bajo
nivel de formación. Es el caso del salario, que como
veremos se incluye en los discursos de la precariedad para todos
los colectivos estudiados. Pero las diferencias entre las figuras
1 y 2 son notables. Destacan tres. En primer lugar, la
importancia que las expectativas laborales y personales
cobran en el segundo colectivo. Como puede apreciarse en la
figura 2, este factor llega a constituirse en el principal eje de
definición de la precariedad en los discursos analizados.
Su impacto, además, se extiende a través de dos
factores añadidos (la disponibilidad de formación y
la relación laboral con el empleador). En segundo lugar,
en el discurso de los jóvenes pertenecientes al segundo
colectivo la sobrecualificación surge como un
elemento fundamental para entender su valoración del
mercado laboral. En tercer lugar, y de forma más amplia,
los espacios definidos por la informalización no
alcanzan a la totalidad de los empleos. De hecho, los trabajos
serán precarios en la medida en que se ajusten a la
definición recogida en nuestra figura número 2.
Como se recordará, en el caso de la experiencia de la
precariedad para el primer colectivo, esta se inscribía de
forma notable en condiciones específicas (salario,
flexibilidad horaria, gestión
de los recursos
humanos en la empresa) en el marco general de un
mercado laboral. En esa intersección, en ese solapamiento,
se definía la precariedad laboral. En cierto sentido,
pareciera que para los jóvenes con bajo nivel de
cualificación la precariedad es una realidad
sistemática, omnipresente (al menos tal y como se concreta
en sus discurso), de manera que su experiencia se
limitaría a definir como precario lo (permítase la
expresión) "peor de lo malo".
2.4 Tercer colectivo: jóvenes con un nivel de
cualificación medio/alto y cuyo empleo se corresponde con
el nivel y área de formación
alcanzado.
El análisis del tercer colectivo objeto de
nuestro estudio dibuja un panorama notablemente diferente con
respecto al resto de colectivos. Mientras que los dos colectivos
hasta ahora analizados se caracterizan por un discurso que
"problematiza" su situación laboral, los resultados
correspondientes a las entrevistas realizadas a jóvenes
cuya ocupación está directamente relacionada con la
formación recibida se concretan en un discurso que muestra
una relativa satisfacción con su mundo laboral. En este
sentido, el análisis de este colectivo nos llevará
a re – visitar los procesos enunciados para los colectivos
anteriores, con el objetivo de señalar semejanzas y
diferencias (diferencias que, como veremos, también
ayudarán a obtener una definición de la
precariedad) en los distintos discursos acerca de los mismos
puntos de análisis (sobrecualificación, salario,
temporalidad, relación contractual, etc.).
En primer lugar, es indicativo que los entrevistados
encuadrados en este colectivo consideren sus empleos como
situaciones relativamente privilegiadas. De alguna manera, los
entrevistados perciben que el hecho de que su formación y
sus ocupaciones se correspondan de manera más o menos
directa marca una diferencia cualitativa con otros empleos y
otras situaciones laborales. Esta constatación, el hecho
de que la conexión entre formación y
ocupación sea considerada como un aspecto fundamental para
la descripción de un trabajo en términos positivos,
ya supone un indicador de la importancia de la
cualificación alcanzada como rasgo distintivo de los
trabajos precarios. Los entrevistados se muestran "afortunados",
"privilegiados", como consecuencia de haber conseguido ligar su
biografía formativa con su empleo actual.
Entrevistador:
De manera que el trabajo tiene mucho valor para
usted…
Muchísimo (…). Es muy importante porque me
permite estar cerca de lo que yo considero estar cerca en
términos profesionales, es decir, yo estudié una
carrera (…) y el trabajo que yo realizo tiene mucho que ver,
y está bastante cerca [de esa carrera:
Sociología], y en ese sentido me considero una persona
privilegiada (…). El trabajo actual me permite continuar
desarrollando mi labor de investigación, realizar mi
tesis
doctoral, porque me deja tiempo libre para poder hacerlo.
Por lo tanto, para mí tiene muchos valores, no
sólo ya el económico, que es muy importante, sino
que tiene una serie de valores
Esta situación supone una
corrección de uno de los rasgos que, en el segundo
colectivo, aparecían como descriptivos de un trabajo
precario: la sobrecualificación.
En efecto, uno de los aspectos con respecto a los cuales
los jóvenes pertenecientes a este tercer colectivo
muestran mayor satisfacción es, precisamente, la
sensación de que su formación ha tenido un efecto
en su tránsito por el mercado de trabajo:
sus esfuerzos formativos están mostrando
funcionalidad en términos laborales. La alta
valoración de este aspecto se puede realizar con respecto
a dos referencias.
1. En primer lugar, la propia biografía laboral.
Aquellos entrevistados que de forma previa a su empleo actual han
ocupado puestos característicos del segundo colectivo
utilizan su propia biografía laboral como referente a
partir de cual asignar valor a sus empleos actuales. La
experiencia pasada en empleos desconectados de su nivel formativo
actúan como refuerzos al valor otorgado a los empleos
actuales:
Creo que mi trabajo no es precario porque conozco
la realidad de los trabajos precarios. Trabajo precario es por
ejemplo mi primer trabajo: trabajar sin contrato, recibir
salarios absolutamente miserables, que están por
debajo incluso del salario mínimo profesional, trabajar
en condiciones en las que no tienes ningún derecho, en
condiciones de discrecionalidad por parte de quien ejerce la
autoridad o
el poder sobre ti (…). Y luego ya un trabajo formal, por
decirlo de alguna manera, como el que realicé
[posteriormente] no sé si lo calificaría como
precario. Desde luego en cuanto a la correspondencia salario
tipo de trabajo sí.
2. En segundo lugar, con respecto a su grupo de edad. En
efecto, los entrevistados manifiestan la convicción de que
su situación es atípica, o al menos no todo lo
frecuente que cabría esperar, en el mercado de trabajo
juvenil. En este sentido, se puede hablar de una cierta
sensación de "privilegio", el desarrollo de una conciencia de que
la formación recibida no siempre incrementa la
probabilidad de éxito
en el acceso al mercado de trabajo.
Mira, yo te digo, de la gente que estaba conmigo,
que éramos de los 20 becarios que estábamos,
así bien colocados está una por enchufe, otra por
suerte, pero que cobra poco, o sea poco, en relación con
lo que ya debería ganar. Y el resto están todos
trabajando de, pues…
¡No, miento! Otra que se colocó muy
bien, pero porque tuvo mucha suerte y un currículo muy bueno (…). El resto…
no. Está todo el mundo muy mal. Pues diecisiete
personas, que están haciendo cosas que no les gusta, que
están sustituyendo una baja por maternidad o que
están ganando menos que yo (…). A mí es que me
han ofrecido cada cosa…
Por lo tanto, vemos cómo la conexión entre
biografía formativa y biografía laboral se
constituye en un elemento central para evitar la
definición del trabajo propio como trabajo precario. Y en
este contexto conviene introducir un elemento de análisis
añadido, elemento que, en el discurso de los
entrevistados, también va a contribuir a que los trabajos
no sean definidos como precarios. Se trata de que esa
conexión entre cualificación y ocupación
tiene un efecto no sólo en la consideración de la
biografía laboral, sino que su efecto tiene se extiende
también al futuro laboral, es decir, a las expectativas
laborales que el individuo puede mantener. Y es que para los
entrevistados, el hecho de desarrollar su actividad en un empleo
para el cual "fueron preparados" implica una potencial carrera
profesional en ese mismo ámbito. De alguna manera los
entrevistados plantean la siguiente cuestión:
Si ha sido posible encontrar un trabajo relacionado con
mis estudios, ¿por qué no ha de ser posible
afianzar mi carrera profesional en el mismo sentido? En la medida
en que el empleo implica la existencia de posibilidades reales de
crecer laboralmente, dicho empleo se aleja de la precariedad.
Este proceso es el que trata de reflejar la figura número
3. Como puede apreciarse, en la parte inferior de la figura se
sitúa una línea que define un espacio de
precariedad. Esto no implica que definamos la precariedad como un
continuo. La figura debe entenderse como una mera
representación gráfica de los procesos que, en el
seno del colectivo objeto de análisis, definirían o
no un trabajo como precario.
Sobre la citada "línea de precariedad" se
sitúan algunos procesos interrelacionados.
En concreto, los tres criterios hasta ahora
analizados:
Biografía formativa, biografía laboral y
expectativas laborales y personales. En la medida en que un
trabajo vincula los tres criterios, nos alejamos de la
definición de precariedad. En la medida en que existe una
desconexión entre los distintos criterios, emergen
procesos disfuncionales que llevarían a la
definición de un trabajo como precario. Así, la
desconexión entre formación y ocupación
llevaría a la aparición de la
sobrecualificación (o, si se prefiere,
cualificación no adaptada al empleo desempeñado).
La sobrecualificación, por tanto, se constituiría
en un elemento definitorio de la precariedad laboral. Por otro
lado, en la medida en la que el empleo actual ofrece
oportunidades reales de comenzar una carrera profesional, dicho
empleo se alejaría de la precariedad. En la medida en la
que el empleo no muestre esta potencialidad, se acercaría
a ella. Pues bien, en este punto, la principal diferencia, en el
seno de este colectivo, viene marcada por la relación
laboral establecida entre empleado y empleador. En
términos genéricos, recuperamos un aspecto que ya
hemos analizado a lo largo de las páginas previas: la
relación contractual. Ahora bien, el análisis de
tal aspecto en el presente colectivo muestra ciertas diferencias
con respecto a los colectivos anteriores. Porque la
relación laboral va a incidir tanto en las posibles
expectativas laborales como en los contenidos generales del
trabajo, de manera que su efecto no va a ser inocuo, o
despreciable.
De esta manera, nos encontramos con un amplio rango de
situaciones, que irían desde la precariedad
característica de los y las becarias (ya sea en empresa
privada o en el ámbito público) hasta la seguridad
que, para los entrevistados, implica la obtención de una
plaza en el cuerpo de funcionarios de la Administración
Pública. En el espacio definido por ambas figuras nos
encontraríamos con un amplio abanico de relaciones
laborales características de los diferentes empleos. Pues
bien, en la medida en que dichos empleos refuercen la posibilidad
de una carrera profesional, nos alejaremos de la
precariedad.
No obstante, no debemos olvidarnos de la importancia de
otros factores de notable relevancia. En la figura tres se
recogen en el recuadro sombreado. Dichos factores incluyen la
mayoría de los ya citados para el resto de colectivos.
Destaca la importancia de la disponibilidad de formación,
en su calidad de aspecto potenciador del desarrollo de las
destrezas en el ámbito de actividad propia del trabajo
desarrollado, con su posible papel en el refuerzo de las
expectativas laborales.
Entrevistador:
¿Qué utilidad tienen
los cursos para su trabajo?
Jóvenes:
la nueva precariedad laboral 22
Teóricamente mucha. Luego en la práctica del
curso, encuentras mayor o menor utilidad. Te dan cosas que ya
conoces, otras que son novedosas, depende mucho de la
formación personal, pero sí, sí que tienen
utilidad. Tal y como están planteados deberían
tenerla (…).[hago los cursos] porque por una parte estoy
empezando en este trabajo, considero que tengo que aprender
mucho y busco una fuente de aprendizaje
precisamente en estos cursos. Y por otra, porque supongo que
para el currículo siempre es importante para un concurso
de traslado, una promoción interna… Valoran bastante
la formación que has recibido.
También conviene citar el papel de otros
condicionantes del trabajo (horarios, flexibilidad,
inserción en las relaciones jerárquicas, etc.), y
hacer especial mención al salario. En este punto, las
actitudes de los tres colectivos confluyen al señalar la
desconexión entre salario y trabajo realizado. De nuevo el
problema del salario aparece claramente ligado a la instrumentación de un plan realista de
emancipación (fundamentalmente ligado a la
adquisición de una vivienda). Ahora bien, es preciso
señalar que en los discursos característicos de
este colectivo el salario no cobra un papel tan radical en su
valoración del trabajo. El trabajo es algo más que
salario: implica también la expresión de la
identidad del individuo, una actividad a través de la cual
los individuos se definen a sí mismos y ante los
demás. El trabajo, en este colectivo, es entendido no
sólo como una actividad productiva, sino también
como un valor que, en cierta medida, estructura las biografías y
experiencias individuales más allá de su valor
instrumental. En otros términos, el trabajo persiste como
un aspecto central (en su dimensión institucional, como
valor) en la vida de los sujetos:
[mi trabajo] es muy importante. Para mí mi
trabajo, pues, hombre,
desde luego es más importante para mí mi familia,
pero yo creo que está entre… en un nivel de prioridad
dos o tres. La familia, quizá en primer lugar, y luego
los amigos, el ocio y el trabajo. NO sabría decir, pero
para mí es muy importante el trabajo
Entrevistador:
¿Qué implicaciones tendría
perder el trabajo? Tendría muchas a nivel personal. Es
mi única fuente de sustento. No tengo ningún otro
tipo de "colchón", dado que mi familia no se encuentra
aquí y no tengo ningún otro tipo de apoyo. Por lo
tanto, yo dependo de mí económicamente hablando
(…). Y por otra parte, pues mi trabajo me gusta y me produce
una satisfacción y perderlo significaría que
probablemente tendría que buscar otro tipo de trabajo
que no estuviese relacionado con mi formación y por lo
tanto, que no me aportara lo que me aporta este trabajo. Que
personalmente es gratificante no ya porque es una fuente de
ingresos, sino porque me permite estar cerca de lo que amo, que
es mi formación.
El estudio realizado trata de responder a la siguientes
preguntas:
¿Qué es un trabajo precario para los
jóvenes?, ¿cuáles son sus elementos
definitorios?. Las entrevistas en profundidad realizadas a
jóvenes menores de 30 años, identificando tres
grupos de
trabajadores y trabajadoras –con nivel formativo bajo y
ocupados en actividades poco cualificadas; con nivel formativo
medio y alto en ocupaciones que no se corresponden con la
formación adquirida previamente; y con nivel formativo
medio y alto en empleos donde existe correspondencia entre los
estudios realizados y las actividades que desarrollan–, nos
han permitido conocer cómo perciben la precariedad laboral
y que elementos y categorías incluyen para definirla. El
objetivo del estudio para CC.OO. es contribuir al trabajo
sindical con los jóvenes a partir del mejor conocimiento
de cómo viven la precariedad laboral.
La primera conclusión es que la precariedad
laboral para estos jóvenes no es sólo tener un
contrato temporal y ni siquiera es éste el elemento
más importante para definirla. El hecho de tener un
contrato indefinido no se percibe como una garantía en
sí misma de estabilidad y de calidad del empleo. Podemos
decir que la noción de precariedad laboral se ha
"enriquecido" y ha incorporado nuevas dimensiones que incluso
pasan a tener más relevancia que la propia relación
contractual en sentido estricto. Entre ellas están la
insuficiencia del salario, la inadecuación entre la
formación adquirida previamente y la actividad realizada,
otras condiciones de trabajo como la irregularidad de la jornada
o las relaciones jerárquicas, a las que se suman la
ausencia de expectativas laborales de carrera profesional, la
incapacidad del empleo para responder a un plan emancipatorio, o
la pérdida del valor del trabajo como institución
social.
Pero tan importante como los elementos que los
jóvenes explicitan en su definición y
percepción de la precariedad laboral, son aquellos otros
aspectos que, aún siendo relevantes en las relaciones
laborales, están ausentes de sus discursos. Las normas legales,
el tipo de contrato, los convenios colectivos, no son
mencionados. Es precisamente la ausencia a cualquier referencia
del marco regulador del trabajo lo que les imposibilita a su vez
actuar para modificar la situación injusta de precariedad
y lo que refuerza la idea "informalización" de los empleos
a los que acceden y, en definitiva, la vivencia del
carácter precario de las relaciones laborales.
Esta concepción más amplia del concepto de
precariedad laboral no es diferente para los hombres y para las
mujeres jóvenes, aunque sus biografías laborales no
sean iguales, como ponen de manifiesto las menores tasas de
actividad y ocupación y la muy superior tasa de paro de
las mujeres. De hecho no se han identificado rasgos relevantes
que diferencien los discursos de hombres y mujeres
jóvenes.
Pero veamos más en detalle todos esos elementos
que aparecen en los discursos de los tres grupos de
jóvenes analizados y que incluyen en su percepción
del empleo precario, aunque el peso que atribuyen a unos y otros
sea diferente y estén determinados también por su
biografía formativa.
3.1. La
"naturalización" de la precariedad
laboral.
Los jóvenes perciben un mercado laboral
informalizado y desestructurado. La precariedad es una
compañera persistente, "natural" e "inevitable". No es la
falta de empleos, sino las condiciones de los empleos. Lo es
especialmente así para el primer grupo –los
trabajadores y trabajadoras jóvenes con déficits
formativos y de cualificación– para los que la
inestabilidad laboral es la norma, incluso aunque la
relación contractual sea fija. La inestabilidad no define
tanto la naturaleza del empleo precario sino del trabajo en
general para este colectivo. Acceden a "empleos sin futuro" en
tanto que éstos carecen de expectativas
laborales.
Pero esa "naturalización" de la precariedad lo es
también para el tercer grupo de jóvenes –los
que tienen un empleo cualificado y acorde a la formación
adquirida–, en la medida en que consideran que sus empleos
–en este caso "con futuro"–, son la excepción,
una situación privilegiada, son los afortunados del
mercado laboral.
Precariedad "natural" también para el segundo
grupo de jóvenes, que pasan por una situación "de
tránsito" en empleos donde no hay correspondencia entre la
formación adquirida previamente y la actividad
desarrollada. La sobrecualificación en el puesto de
trabajo también empieza a ser "natural".
El salario cobra una relevancia notable en la
percepción de la precariedad laboral, aunque la intensidad
varía según los grupos de trabajadoras y
trabajadores jóvenes analizados. Su protagonismo es
patente en la medida en que pierden consistencia las otras
dimensiones del empleo. Si el valor social del trabajo se borra,
si se difuminan las expectativas de acceder a "empleos con
futuro", el valor instrumental del salario pasa a ser
determinante.
Además, el salario como factor de precariedad no
se percibe sólo en términos de correspondencia
entre carga de trabajo y retribución monetaria obtenida,
sino que se valora en términos de posibilidad para encarar
un proyecto de emancipación y de acceso a ciertas
condiciones de bienestar social. Si el salario se considera
injusto en relación al trabajo realizado y además
no permite el acceso a los bienes
sociales – la vivienda se señala en primer
lugar–, el empleo así retribuido es caracterizado
como precario porque no abre la puerta a otros derechos de
ciudadanía social.
Las expectativas de desarrollo laboral implícitas
en un empleo, estrechamente ligadas a la conexión entre
formación adquirida y actividad laboral desarrollada, son
también dos elementos determinantes para calificar un
empleo como precario o no. Estos elementos aparecen de forma
clara, tanto en el segundo grupo analizado – sus empleos
son precarios precisamente porque el desajuste entre
formación y actividad laboral rompe esas expectativas
futuras–, como en el tercer grupo, para el que sus empleos
tienen futuro, precisamente porque hay correspondencia entre
ambas. La sobrecualificación en el puesto de trabajo es un
elemento fuerte de precariedad laboral para los
jóvenes.
Otras condiciones de trabajo, especialmente la
flexibilidad horaria, entendida como la carencia de un horario
estable, de un tiempo que es potestad exclusiva y arbitraria del
empleador y en cuya distribución en trabajador o trabajadora no
participa y además debe estar disponible incluso en su
tiempo de no trabajo, también forma parte del concepto de
precariedad. Como también forman parte del trabajo
definido como precario las relaciones jerárquicas
abusivas.
La temporalidad del empleo entendida como el
vínculo contractual no indefinido, sólo cobra
fuerza como
elemento de precariedad cuando todos los otros elementos
señalados anteriormente están menos presentes en el
tipo de empleo. Si los empleos son "sin futuro" o "de
tránsito", el permanecer indefinidamente en ellos pasa a
ser secundario en la valoración de los jóvenes.
Sólo cuando perciben su empleo "con futuro" tiene mayor
importancia el tipo de contrato.
A partir de estos elementos que conforman el nuevo
concepto de precariedad laboral para los jóvenes, caben
los matices y diferencias en función de los distintos
grupos analizados, de sus biografías formativas y
laborales.
Para el primer grupo el trabajo ha perdido el valor
social que lo ha caracterizado en etapas anteriores. Si
están ausentes las expectativas de promoción
laboral y las relaciones de trabajo se perciben como abusivas, el
énfasis se pone en el valor instrumental del salario. Como
éste a su vez no retribuye equitativamente la tarea
realizada y además bloquea el proyecto de
emancipación personal, la precariedad laboral se
identifica básicamente con el salario injusto.
Para el segundo grupo la precariedad de sus empleos se
define básicamente por la sobrecualificación que
tienen en el puesto de trabajo que desarrollan, entendida aquella
como el desajuste entre la formación adquirida y el
trabajo desarrollado. Es este desajuste el que hace patentes a su
vez una categoría profesional y un salario inadecuados y,
por tanto, el empleo se califica de precario.
El tercer grupo recupera el valor social del trabajo, el
"empleo con futuro", a partir de la correspondencia entre la
formación adquirida y la tarea laboral realizada, ante las
expectativas de "crecer" laboralmente. En este caso la
valoración positiva del empleo se realiza con los
elementos que definen la no precariedad. El empleo no precario lo
es por haber conseguido ligar su biografía formativa con
la actividad laboral, sobre todo porque en muchos casos ha habido
una experiencia previa de desajuste entre ambas, como sucede en
el segundo grupo. Lo más relevante en este caso es
precisamente que esa correspondencia entre cualificación y
ocupación, que debería ser la norma, es percibida
como lo excepcional, como una "situación
"privilegiada".
En definitiva, en la medida en que un empleo vincula
biografía formativa, trayectoria laboral y expectativas
futuras, los jóvenes se alejan de la percepción de
precariedad.
Por el contrario, cuando se pierden las funciones que
dan valor social al trabajo y queda sólo la insuficiencia
del valor instrumental del salario, los jóvenes hablan de
precariedad laboral. La temporalidad de los contratos se
subordina a esas otras dimensiones a la hora pesar en la
definición de los empleos precarios.
3.2. Propuestas de Acción
Sindical: la oportunidad del 8º Congreso.
En estos días estamos inaugurando el que es el
momento de mayor importancia a la hora de discutir y concretar el
que será el programa de
acción del sindicato.
Este 8º Congreso debe ser consciente de los retos que
plantea la Nueva Precariedad que aquí hemos descrito y
debe saber plantear respuestas sindicales que la
corrijan.
Con este ánimo las Ponencias del Programa de
Acción para este 8º mandato incluyen toda una
batería de propuestas que el sindicato en su conjunto debe
poner en práctica. En el presente estudio, y sin menoscabo
de que el debate
congresual pueda mejorarlas, se reproducen algunas de ellas con
el ánimo de ilustrar en qué medida el movimiento
sindical es consciente de la nueva realidad laboral con que se
encuentran los diferentes colectivos (no solo los jóvenes,
somos conscientes) que sufren la precariedad laboral, y
cómo puede darse una respuesta eficaz.
De este modo, Comisiones Obreras es consciente de que no
puede construirse un futuro de empleo de calidad sobre la base de
las nuevas formas de precariedad vividas fundamentalmente por los
jóvenes. En su caso, hacer efectivo el derecho a la
igualdad de
trato es romper con la precariedad laboral, que no es sólo
tener un contrato temporal. Es poder acceder a un empleo acorde a
la formación y titulaciones obtenidas previamente. Tener
un contrato laboral frente al estatus de falsos autónomos
o becarios permanentes. Que el tiempo de trabajo tenga frontera,
frente a la disponibilidad total y a la meritocracia que
ésta supone. Requiere de la igualdad salarial, frente a
las «dobles escalas para jóvenes». Implica que
las mujeres jóvenes accedan a todo tipo de profesiones,
frente a la nueva feminización de las actividades
(comercio, telemárketing, recursos humanos,
calidad). Las jóvenes han incrementado su presencia en
todo tipo de carreras, incluidas las masculinas, pero sus tasas
de paro son más elevadas (casi 13 puntos) y sus salarios y
categorías profesionales más bajos. La igualdad
tiene que ver también con las posibilidades reales de
emancipación. Los jóvenes españoles son,
entre los europeos, los que más tardan en independizarse;
sólo un 33% de quienes tienen entre 20 y 34 años se
han emancipado del hogar familiar, lo que sin duda está
relacionado con la precariedad laboral y con las dificultades
para acceder a una vivienda. Actualmente la red de seguridad de los
jóvenes no es social sino familiar.
Precisamente para impedir que se termine asentando en la
percepción colectiva del trabajo como algo "natural" e
"inevitable" las situaciones precarias, para anticiparnos a lo
que parece ser una incipiente tendencia a la
informalización de ciertas actividades y usos, el
movimiento sindical debe reforzar la intervención del
sindicato en la empresa para ser protagonistas de los cambios que
se producen en la
organización del trabajo; actuar de forma eficaz en la
defensa de los derechos laborales y promover la
participación activa de trabajadores y trabajadoras. El
sindicato, directamente o a través de la Sección
Sindical cuando existe, debe reivindicar un protagonismo propio
en la empresa, su participación en la organización del trabajo y en el desarrollo
de acuerdos, pactos o convenios firmados por
él.
En este sentido, la igualdad de trato ha pasado a ser un
principio fuerte de la normativa laboral europea y de obligado
traslado a las leyes en España, a
través de las distintas Directivas aprobadas. El
reconocimiento legal y efectivo de este derecho es imprescindible
en un contexto laboral en el que la diversidad está cada
vez más presente entre la población trabajadora, una diversidad
positiva en sí misma, que sin embargo se ve
acompañada de discriminación y de desigualdad. De hecho,
los problemas generales del empleo en España están
concentrados en colectivos concretos de trabajadores y
trabajadoras, las mujeres, los jóvenes, las personas
inmigrantes, personas con discapacidad que
se incorporan a nuestro mercado laboral.
Sin duda, dar solución a los problemas planteados
pasa necesariamente por un adecuado conocimiento de la realidad
concreta de cada sector de actividad o territorio al que
dirijamos nuestra acción sindical. Para ello debemos
realizar estudios específicos en el ámbito
confederal, sectorial estatal y de Comunidad
Autónoma sobre la situación sociolaboral de los
jóvenes, identificando y evaluando también los
elementos que conforman la «nueva precariedad» (tipo
de jornada, salarios, clasificación profesional y
formación, etc.). Contribuyendo con ello a facilitar el
necesario debate en torno a una adecuada conceptualización
de la precariedad, sus características y
condicionantes.
Para todo ello, Comisiones Obreras debe promover la
igualdad de trato en el empleo y en las condiciones laborales de
todos los trabajadores y trabajadoras, de quienes tienen
contratos temporales, de los jóvenes, las mujeres, quienes
sufren una discapacidad, los inmigrantes, eliminando las barreras
sociales, culturales y contractuales. Fijar este objetivo con
mayor relevancia y concreción en la negociación colectiva –ningún
convenio, pacto o acuerdo con cláusulas discriminatorias
directas o indirectas–, y trasladar con fuerza los temas de
igualdad a la acción sindical en los centros de
trabajo.
Combatir la precariedad laboral de los jóvenes,
atendiendo a todos los elementos que la conforman: incumplimiento
de la normativa, temporalidad y rotación, empleos sin
futuro, menores salarios, segregación ocupacional,
condiciones de salud y seguridad en el
trabajo, desajuste entre el puesto de trabajo ocupado y la
formación y titulación adquiridas
(sobrecualificación).
- Impulsar campañas generales combinadas con
otras específicas en los distintos sectores productivos,
en las contratas, empresas de servicios,
ETT . - Utilizar la negociación colectiva y la
acción sindical en la empresa. - Promover la igualdad de trato de los jóvenes
mediante la regulación colectiva de aspectos como: las
condiciones de acceso al empleo y las modalidades de
contratación; la transformación de contratos
temporales en fijos; el encuadramiento profesional; la jornada
de trabajo y su distribución; la prevención de
accidentes
de trabajo. Prestar especial atención a la igualdad salarial,
oponiéndonos a las dobles escalas salariales e
incorporando a la negociación colectiva las
retribuciones variables y los sistemas
individualizados (por objetivos, de productividad).
Incluir en los convenios colectivos beneficios sociales
específicos que favorecen a los jóvenes, como
ayudas a la vivienda. - Trabajar para una mejor adecuación de los
tiempos de trabajo, con especial atención a la
flexibilidad horaria, a la distribución irregular de la
jornada, a su prolongación y disponibilidad
injustificada, de forma que las necesidades empresariales no
impidan el ejercicio de los derechos de los trabajadores y
trabajadoras, ni sus obligaciones
de índole personal o familiar. - Prestar especial atención para evitar
segmentaciones y desigualdades en el tipo de jornada y en el
horario entre distintos colectivos de trabajadores, basadas en
criterios arbitrarios (género,
edad, contrato, subcontrata, etc.). - Atender a las distintas situaciones de trabajo donde
no existe relación laboral (becarios, investigadores,
prácticas, «freelance», voluntariado),
definiendo en el próximo periodo un trabajo
específico para actuar sindicalmente, con la
implicación de las Secretarías de Juventud,
Acción Sindical y Empleo. - En el mismo sentido, se han de mantener
campañas contra el fraude en la
contratación, identificando los sectores, subsectores de
actividad y empresas con mayores niveles de temporalidad y de
jóvenes. Combinar la acción sindical en las
empresas con la intervención de la Inspección de
Trabajo.
De la solución que se dé a estos problemas
específicos con estas y otras medidas, de la
garantía real de la igualdad de trato, dependerá
objetivo general del pleno empleo de calidad, el futuro de los
sistemas de protección social, y la evolución de la masa salarial agregada,
medida como un factor de distribución de la
riqueza.
Para organizar el trabajo de todo esto en el interno del
sindicato, se han establecido igualmente toda una batería
de instrumentos e iniciativas que debemos poner en marcha en
todas las estructuras
sindicales:
Se promoverá que en todas las organizaciones del
sindicato las Secretarías de Juventud actúen
coordinadamente con el resto de las Secretarías, bajo los
principios de
transversalidad y cooperación.
Y en esta misma línea se reforzarán la
presencia de jóvenes, de modo que todas las organizaciones
contarán con un responsable de juventud en los
órganos de dirección.
Se impulsará la presencia de jóvenes en
las mesas de negociación y en los diferentes
órganos de representación sindical.
Habrá un Plan Experimental confederal de
formación de cuadros sindicales jóvenes, con el
objetivo de favorecer su participación en todas las
estructuras sindicales y en los órganos de
dirección, así como el relevo generacional en el
sindicato Se promoverá un Plan de Afiliación para
jóvenes trabajadores con el objetivo de acercar el
proyecto de CC.OO. ha la realidad social y laboral de los
jóvenes.
Notas
1. Posteriormente se abordará este aspecto con
mayor detalle.
Esteban Sánchez Moreno (*)
(*) Departamento de Sociología V, Universidad
Complutense de Madrid.