- Importancia de las indagaciones
morales - Voluntad, carácter y
dolor - Principium
individuationis - Negación de la voluntad de
vivir - Conclusiones
Hasta ahora en el desarrollo del
curso, hemos venido tratando siempre la pregunta por el hombre. Y
es que el hombre, posee
una característica inigualable, ya que no está
unido necesariamente al acontecer natural, sino que debe
enfrentarse con la realidad para hacer su vida de un modo
autentico y responsable. De ahí nace la aspiración
de la pregunta por el fundamento y el sentido del mundo en que
está situado.
Surge así la problemática
filosófica de los primeros pensadores griegos, acerca del
principio de todas las cosas en el universo. Esta
pregunta señala la tarea que incumbe al pensamiento
filosófico de todos los tiempos: interrogar a todas las
cosas por su principio, poder llegar
al fundamento de lo existente. Pero esa pregunta se plantea desde
el hombre y en razón del hombre: se busca analizar y
entender, la realidad toda en la que el hombre vive, para luego
conocer su lugar y misión en
esa totalidad del ser. Independientemente de la manera en que la
pregunta se formula y se responde, constituye siempre una
afirmación acerca del propio hombre y de la manera como se
entiende a sí mismo en su mundo, en la historia y en el conjunto de
la realidad.
El pensamiento filosófico, tanto por su origen
como por su finalidad, está siempre determinado
antropológicamente.
El pensamiento filosófico ha reflexionado desde
tiempo
atrás, sobre el pensamiento humano (lógica)
y sobre la actuación moral del
hombre (ética), así como sobre su posición
en la naturaleza
(física) y
en la totalidad del ser (metafísica). Surgen así de continuo
perspectivas auténticamente antropológicas, que
aunque apenas alcanzaron su pleno desarrollo metodológico
y temático, revelan ya una interpretación y una escala de
valores
referida a la existencia humana.
Ya en la antigüedad, vemos por ejemplo que Sócrates
centró definitivamente su interés en
la problemática del hombre y la moral. Los
naturalistas, por su lado, buscaban resolver el problema del
principio de todo y el origen de la Physis, llegando de este modo
a contracciones inimaginables, hasta el punto de sostener todo y
lo contrario de todo (el ser es uno, inmutable, todo es devenir,
todo se destruye, todo se genera); crearon una metafísica
y luego no pudieron fundamentarla adecuadamente.
La pregunta por el hombre, no es una pregunta como
otras. Nos preguntamos por el mundo y por las cosas, por la
materia y por
la vida, por su esencia y sus leyes. La
pregunta es especial, ya que se dirige al mismo hombre y lo
afecta, poniéndolo sobre el banquillo para
estudiarlo.
El hombre se pregunta por su propia esencia. Y tiene que
formularse esta pregunta porque personalmente es
problemático para sí mismo. Y tanto más
problemático resulta, cuanto el espíritu y los
acontecimientos de la época, le ponen en tela de juicio,
le amenazan con el trastorno y disolución de todos los
órdenes humanos y le enfrentan con el enigma y hasta con
el absurdo aparente de su existencia. De esta forma se plantea
con énfasis y urgencia la pregunta acerca del ser del
hombre, de su posición en el mundo, de su actuar en el
mundo y el sentido que tiene su propia existencia. Mas cuando
nosotros planteamos esta pregunta, de por sí, nos da ya,
un atisbo; es el hombre el que interroga; es el mismo que puede y
debe preguntar.
Ahora bien, el tema con el que pretendo abordar este
estudio, será a la luz de una
lectura
antropológica de Schopenhauer,
correspondiente al capitulo: "En torno a la ética",
complementos al libro cuarto,
y la utilización también del libro cuarto de: El
mundo como voluntad y representación.
En Schopenhauer también nos encontraremos ante
todo con una ética de la compasión o piedad.
Ésta como veremos más adelante, nos enfrenta a
la muerte, en
un estado
interior nirvánico de eliminación de todo deseo y
así, de esta manera, poder estar en capacidad de captar la
hermandad con los otros, con el corazón
abierto a una simpatía de carácter universal, para poder mirar en
todo ser, en general, solamente el "uno todo" y perderse en
él a la manera de la música budista o de
la mística cristiana. La mística de Schopenhauer no
la debemos comparar, ya sea con una al estilo hegeliano o
inclusive, una con rasgos cristianos, ya que sabemos que
él se profesa ateo.
Lo único que persigue su misticismo, a mi manera
de entenderlo; es superar la individuación y alcanzar de
esta forma, el estado del
nirvana.
Podemos decir también, que la moral que pondera
Schopenhauer, es una moral de la afectividad. Esta moral se
desarrolla en la vida colectiva y social del hombre y la
denominamos normalmente justicia, pero
que no puede existir sin su contraparte; la injusticia. Sin
embargo, por encima de ésta, se sitúa la verdadera
moral, la que es capaz de combatir el egoísmo y, a
través de la piedad y el reconocimiento de la unidad de
los seres, permite al hombre sabio acceder a la
resignación.
Por otro lado, el tema de la libertad, es
quizás uno de los temas que más llegan a la
raíz del ser humano en su existencia. Schopenhauer, tomara
ante él, una postura radical, al demostrarnos la carencia
de libertad humana. El "puedo hacer lo que quiero", formula un
poder lo que quiero, pero cada momento de nuestra vida no se
puede querer más que una cosa determinada y nada
más que esa. Lo que queremos está fijado en todo
momento por el encadenamiento causal del mundo.
Por último, el objeto de este ensayo y su
límite, lo habrá de construir el mundo real del
conocimiento,
en el cual vivimos y que a su vez, vive en nosotros, y el cual
posee un contenido tan rico y variado que nunca se nos agota. En
él nunca faltará materia, ni realidad para nuestras
consideraciones éticas. La conducta del
hombre y el mundo mismo son voluntad.
Éste será el tema sobre el que
trabajaremos en este camino y, con el mundo; como voluntad y
representación, como nuestro
acompañante.
IMPORTANCIA DE LAS
INDAGACIONES MORALES
Empecemos el desarrollo de este trabajo con
una lectura inicial de Schopenhauer en sus complementos al libro
cuarto:
"Que las indagaciones morales son incomparablemente
más importantes que las físicas y en general que
todas las demás, se sigue del hecho que atañen casi
inmediatamente a la cosa en sí, a saber, a aquel
fenómeno suyo en que, bañada de inmediato por la
luz del conocimiento, revela su esencia como voluntad." Y
continua: "Mi filosofía es la única que concede
a la moral su pleno derecho: pues sólo si la esencia del
hombre es su propia voluntad, o sea, sólo si él es,
en sentido estricto, su propia obra, son sus hechos realmente
suyos e imputables a él por entero. Si por el contrario
tiene otro origen o es la obra de algún otro ser distinto
de él, toda su culpa se remite a este origen o autor. Pues
el obrar se sigue del ser."
Lo que nos está tratando de decir Schopenhauer,
en estas líneas iniciales, tanto del complemento al libro
cuarto, como en el libro cuarto, es que el tema de la conducta humana
corresponde quizás al principal que la filosofía
deba considerar. Nos estamos refiriendo como tal a las acciones
humanas, asunto que nos afecta a todos de manera inmediata y que
para ninguno de nosotros son indiferentes o nos puedan parecer
extrañas en algún momento.
Pero para entender correctamente el camino por el que
nos quiere llevar Schopenhauer, debemos entender como esta
voluntad se manifiesta en el ser humano, y si el ser humano puede
llegar a ser libre bajo su influencia. No sólo es libre la
voluntad en sí, sino que también lo es el hombre, y
que por serlo, se le puede también distinguir de los
demás seres en la naturaleza. Para Schopenhauer, es claro
que la voluntad es lo primero, lo originario, el
conocimiento, por su parte, tendría un aspecto
secundario, que él lo colocaría al servicio de la
manifestación de la voluntad. De aquí se puede
deducir, que cada hombre es lo que es, por su voluntad, y su
carácter adquiere entonces características de ser
fundamental, dado que la voluntad está a la base de su
ser. El hombre en cuanto tal, es obra de sí mismo, a la
luz, posterior del conocimiento, el cual vendría para
iluminar su obra una vez realizada.
El tema de la voluntad en Shopenhauer irá siempre
junto al tema de la acción.
Los acontecimientos están siempre sometidos a la
determinación del destino, es decir, al encadenamiento sin
fin de las causas, así nuestras acciones dependen siempre
de nuestro carácter inteligible. El problema aquí,
es que como no conocemos nuestro destino, tampoco conocemos o
podemos determinar de antemano nuestro carácter, de tal
forma que la única solución que podemos por ahora
ofrecer a esta encrucijada, es que debemos mirar hacia
atrás para comprendernos en nuestro actuar y de la misma
manera conocer a los demás con los que nos relacionamos;
"La resolución definitiva nos hará conocer
nuestro estado natural y nuestras acciones serán para
nosotros como un espejo. De este modo se explica la
satisfacción o la angustia que sentimos cuando volvemos la
vista atrás y recorremos el curso de nuestra vida pasada:
ambos sentimientos no nacen de que los hechos ejecutados por
nosotros en el pasado subsistan aún; ya pasaron, fueron y
ya no son; pero su gran importancia para nosotros proviene de su
significación, de que son una muestra de
nuestra voluntad, en el cual reflejamos nuestro yo más
íntimo y reconocemos la esencia de nuestra voluntad. Y
como nada de esto lo conocemos de antemano, sino sólo a
posteriori, debemos trabajar y luchar durante nuestra existencia
temporal a fin de que el conjunto de nuestros actos sea propio
para tranquilizarnos lo más posible y no para
angustiarnos."
Este tipo de carácter, cuya comprensión
obtenemos mirando hacia atrás en el tiempo, corresponde lo
que Schopenhauer denomina carácter empírico. Y
seguidamente nos propone que junto al carácter inteligible
y el empírico, se debe dar un tercero que corresponde al
carácter adquirido, el cual se formaría en el curso
de la vida por el trato con el mundo, es a éste al que nos
referimos cuando alabamos a un hombre por tener carácter o
lo criticamos por no tenerlo.
Pero el hecho de que tengamos un carácter de
alguna forma determinado ya sea por factores externos o internos,
no queda excluida, según nuestro autor, la posibilidad de
cambios de conducta. Puede haber cambios de conducta, pero el
carácter podría permanecer inalterado. Sigo obrando
en virtud de un motivo personal, es
decir, en virtud de una ganancia, Lo único que ha cambiado
es mi concepto de
qué es para mí, lo más
beneficioso.
Carácter, y acción, se fundamentan en la
voluntad. La voluntad es esa parte de mí, que tiene la
inquietud infinita dentro de sí, toda acción humana
lleva la marca de esta
infinitud, la saciedad no parece ser un punto tranquilo de
llegada, sino más bien un horizonte que parecería
siempre darnos la espalda, no existirá una acción
final, sino que todas las acciones están en camino, son
intermediarias por naturaleza.
"La voluntad, en todos los grados de su
manifestación, desde el más bajo hasta el
más alto, carece de objetivo
final, porque su esencia es querer, sin que este querer tenga
nunca un fin, y que, por lo tanto, no alcanza una
satisfacción definitiva y sólo los
obstáculos pueden detenerla, pero en sí va hasta lo
infinito."
Pareciera que fuera inútil tratar de prescribir o
sacar conclusiones, sobre la manera cómo debieran actuar
las personas con el fin de escaparse de la esclavitud a que
el deseo las mantiene sometidas, considerando el hecho, de que
cada uno de nosotros posee un carácter, sin embargo este
carácter es objetivación de la voluntad, de la
voluntad de vivir, que se hace presente en el deseo y esfuerzo
constante.
La idea hasta ahora planteada de la infinitud asociada a
la voluntad y el deseo, nos permite también reconocer el
concepto del dolor. Para Schopenhauer el dolor es esencial a la
vida y como tal no proviene del exterior, sino que cada uno de
nosotros lo lleva dentro, como un manantial que no se agota.
Constantemente el deseo se hace presente, para ser eliminado y
otra vez renacer. Y ninguna actividad puede realmente
satisfacernos, mas sin embargo hacemos caso omiso de esta
realidad, y seguimos buscando nuevos deseos, y así
continuamos indefinidamente. Podemos decir que: "el hombre
lleva en sí entonces un grande y único dolor que le
hace olvidar todas las alegrías y todas las aflicciones
menores. Esto constituye ya una actitud
más digna que no la carrera incesante en pos de fantasmas que
varían continuamente."
La esencia de la naturaleza inconsciente es una
constante aspiración sin finalidad y sin pausas; de igual
modo, la esencia del hombre consiste en querer y aspirar: es una
sed inextinguible. El hombre se ve abandonado a sí mismo,
inseguro de todo lo que es y lo que le rodea, amenazado por toda
clase de
peligros siempre recurrentes. Schopenhauer afirma que en realidad
la vida es sólo una continua lucha por la existencia, con
la certidumbre de una derrota final, La vida es un mar sembrado
de remolinos, e incluso aquel que con prudencia y buena suerte
logra salir bien, en realidad lo que hace es aproximarse cada vez
más al destino final, a el camino sin retorno; en otras
palabras a la muerte.
La vida como mencionábamos anteriormente es
necesidad y dolor. Si la necesidad es satisfecha, como
normalmente ocurre, entonces lo que nos espera es el
aburrimiento, el tedio, la
desesperanza, el saber que estamos encerrados en un ir y venir
sin descanso, la rueda del destino que nunca se detiene. La vida
humana esta encerrada entre el dolor y el
aburrimiento.
El hombre será el único animal que hace
sufrir a los otros con el único objeto de hacer sufrir, El
hombre como sabemos goza con el mal de los otros, el hombre es un
animal de presa, que apenas ve a su lado un ser más
débil que él, se le tira encima, por ello a nadie
hay que envidiar, mientras que habría que compadecer a una
infinita cantidad de hombres, porque se hallan condenados a la
vida.
El dolor es en realidad lo positivo para Schopenhauer,
en cambio, lo
negativo, lo ilusorio, es la felicidad. El dolor y la tragedia no
sólo constituyen la esencia de la vida de los individuos,
sino también la de la historia de toda la humanidad. La
vida de cada individuo es
una lucha continua, no sólo una lucha metafísica
con la necesidad o con el aburrimiento, sino también una
lucha real con los demás individuos. El progreso es una
ilusión, no es como lo vería Hegel,
entendiendo el espíritu absoluto en su racionalidad y
progreso. La historia es destino, es el trágico ir y venir
de la misma sinfonía.
Recordemos las palabras de Calderón: El mayor
delito del hombre
es haber nacido. Con esta reflexión sobre el dolor, la
voluntad y el carácter terminamos este tema para traer
unos de los conceptos principales que subyacen a la ética
en Schopenhauer.
Pasemos ahora a estudiar el tema de la influencia de la
fuerza
individual y el deseo de vivir, en otras palabras el deseo
siempre insatisfecho de querer afirmar nuestra voluntad
individual.
Queremos entender el poder que tiene la fuerza
individual, ante lo que llamaríamos la presencia e
importancia del otro. Veremos que esta fuerza de la
individualidad tiene una notoriedad diferente en cada ser humano
y ésta será el origen de la temática que
empezaremos a estudiar, y que denominaremos o conocemos
también como egoísmo.
"Llamamos perverso a un hombre que, no contenido por
fuerza alguna exterior, no desperdicia ocasión, de obrar
injustamente. Según nuestra definición de la
injusticia, esto quiere decir que semejante hombre no se limita a
afirmar su voluntad de vivir tal como se manifiesta en su cuerpo,
sino que lleva a negarla en otros individuos" y continua
seguidamente: "La intensidad del deseo de vivir es excesiva en
tal individuo y rebasa la mera afirmación de su propio
cuerpo; segunda, que su conocimiento, sometido exclusivamente al
principio de razón y preso en el principium
individuationis, se atiene tercamente a la distinción
que este último establece entre su cuerpo y el de los
demás, procurando su bienestar, sin importarle el ajeno, y
considerando a los demás seres como extraños a
él y separados de su individualidad por un abismo, o
mejor, como si fueran fantasmas y no seres reales. Estos
elementos constituyen la base del hombre
perverso."
Según Shopenhauer, considerando al hombre
perverso, descrito anteriormente, todo el mal del mundo, emana de
la voluntad de vivir, de sus manifestaciones de egoísmo,
de autoafirmación, de odio y de conflicto.
Hasta el punto de exclamar en Parerga y Paralipomena: que en
todos nosotros, en nuestro corazón reside una mala bestia
al acecho de oportunidades buscando saciar sus instintos voraces,
atacando a los demás y que, si no la evitamos, nos
descuartiza.
Esta bestia salvaje y desenfrenada, este mal, radica
propiamente en la voluntad de vivir. De aquí deduce
Schopenhauer que la moralidad, si
es posible, tiene forzosamente que implicar un rechazo de dicha
voluntad, y, considerando que el hombre es una
objetivación de la voluntad, rechazar ésta,
significa negarse a sí mismo.
"La naturaleza se contradice directamente a sí
misma según hable desde un punto de vista individual o
desde uno general, desde dentro o desde fuera, desde el centro o
desde la periferia. Su centro lo tiene en cada individuo, pues
cada uno es toda la voluntad de vivir. De ahí que, aun
cuando ese individuo sea tan sólo un insecto o un gusano,
la naturaleza habla desde él diciendo: Sólo yo soy
todo en todo; lo único que importa es mi
conservación y todo lo demás puede irse a pique, al
no ser propiamente nada. Así habla la naturaleza desde el
punto de vista particular, o sea, desde la autoconciencia y sobre
eso descansa el egoísmo de todo ser vivo."
Ante todo este panorama de fuerza ciega y voluntad de
vivir en cada individuo, será muy difícil salir de
esta actitud, sin a su vez, requerir de un verdadero y completo
compromiso. Un Hombre puede llegar después de mucho
esfuerzo, comprender que todos los individuos en realidad
sólo son una sóla cosa, pues todos pertenecemos al
mundo espacio-temporal, al mundo del fenómeno, como
representación de una única voluntad. Aquí
estamos ante el nivel ético de la
compasión.
La bondad verdadera no consiste, en obedecer un
imperativo categórico a la manera de Kant. La bondad
verdadera es amor,
agape o caritas, a diferencia de eros que
como sabemos está encaminado a la satisfacción de
un placer individual. Amor es compasión o piedad,
nos dice Shopenhauer; todo amor verdadero y puro es piedad y
cualquier amor que no sea piedad es egoísmo. Eros es
la representación del egoísmo; agape es
piedad.
NEGACION DE LA
VOLUNTAD DE VIVIR
"Del mismo manantial del cual nace todo amor, toda
bondad, toda virtud y nobleza de ánimo se deriva
también aquello que yo llamo negación de la
voluntad de vivir."
Schopenhauer insiste a pesar del pesimismo que hasta
ahora nos parece haber presentado, el mundo posee un significado
moral: la existencia, la vida, es un crimen ya de por sí;
es nuestro pecado original y lo expiamos exclusivamente por medio
del sufrimiento y de la muerte.
En el mundo reina la justicia y además el mundo
posee un significado moral. La voluntad aparece como la culpable
de todo el mal presente en el mundo. La existencia o la vida es
un crimen y la moralidad, si existiera, se podría expresar
únicamente rechazando la voluntad de vivir, y
apartándonos de la vida. Tenemos aquí una
dialéctica por superar; no nos debemos quedar en la simple
y llana contradicción, sino que la dialéctica como
tal es movimiento, y
por tanto este movimiento, nos pone ante nosotros la posibilidad
de traspasar esta negación de la voluntad de
vivir.
La solución no consistirá propiamente en
lo que conocemos como suicidio, como
culminación del máximo acto moral, ya que
según nuestro autor, el suicidio es un acto de
sumisión a la voluntad, de ningún modo su
negación. La justificación radicará en el
hecho que el hombre que se decide por el acto de suicidio lo hace
con la idea en mente de librarse de ciertos males y que si
pudiera escaparse de esos males que le acongojan, sin recurrir al
suicidio, lo haría con agrado. Por esta razón, el
suicidio, es la expresión de una concesión hecha a
la voluntad de vivir. En consecuencia, la negación y la
renuncia a vivir han de adoptar una forma que no sea el
mencionado suicidio.
Creo que en este momento, que el lector podrá
tener un atisbo del punto a donde pareciera inevitablemente tener
que llegar. El que niegue su voluntad se moverá en el
mundo como si éste no fuera nada, ya que lo único
que niega es la apariencia de la voluntad. Nos planteamos
entonces la pregunta sobre si la muerte es una total
extinción.
La salida del mundo fenoménico significa
necesariamente la extinción de la conciencia. Para
el hombre que ha negado su voluntad de vivir, la muerte hiciera
las veces de una posible extinción total. Estar en vida
redujo su existencia al temor y, con la muerte, la destruye. El
hombre llegó a su última meta que es la
negación de la voluntad de vivir. En la negación de
esta voluntad de vivir esperaríamos que se diera la
unión con la voluntad única y sería por otro
lado el fin de todos nuestros sufrimientos, y también el
fin de todo egoísmo, donde el tú y el yo,
también dejarán de existir, uniéndonos en el
abrazo mortal de la totalidad.
La voluntad ha recorrido el camino de nuestra vida y
volvemos al mismo punto de donde veníamos. Una eternidad
antes, en ella, y otra eternidad en el futuro con
ella.
El mundo, en cuanto fenómeno, es
representación, pero en esencia es voluntad ciega e
irrefrenable, siempre insatisfecha. Cuando el hombre, a
través del uso del conocimiento y de su instinto, penetra
en la más profunda realidad, comprende que la realidad es
voluntad y que él mismo también no es otra cosa que
voluntad y representación. Entonces puede entender el
camino de su redención, ésta se da
únicamente si deja de querer.
Podemos liberarnos del dolor y el aburrimiento, y
eliminar la sucesión infinita de necesidades de nuestra
vida, por la vía del arte y de la
ascesis. En la experiencia estética el individuo se libera de las
ataduras de la voluntad, olvidándose de sí mismo y
de su dolor. Al sumergirnos en un estado de pura
contemplación, nos liberamos durante un instante de todo
deseo y toda preocupación, nos liberamos de nosotros
mismos, ya no somos más el individuo que pone la inteligencia
al servicio del querer, el sujeto correspondiente a su objeto
particular, y al quedar purificados de toda voluntad, somos el
sujeto eterno del conocimiento, el correlato de la Idea. Pero
también es claro que si este estado contemplativo, sirve
para indicarnos un camino a la felicidad del hombre, la
liberación del dolor de la vida, la total redención
del hombre, debe producirse por otro camino, al que llamaremos
ascesis.
La ascesis significa que la liberación del hombre
con relación al movimiento entre dolor y aburrimiento
sólo puede concretarse si suprimimos en nosotros mismos el
origen de este mal, es decir, la voluntad de vivir, tal como en
el párrafo
anterior lo habíamos mencionado; es el llegar al sujeto
eterno del conocimiento. Hay que eliminar toda distinción
entre nuestra individualidad y la de los demás,
entendiendo el hecho de que todos nos vemos afectados por la
misma desventura, todos estamos en este mundo sufriendo una serie
de males que son similares.
La bondad nos permite entender el sufrimiento de esos
otros seres también desdichados, que sufren en carne
propia los avatares de un destino sin justificación y
totalmente ciego en sus decisiones. Esta bondad es una
compasión, un sentir el dolor ajeno a través de la
comprensión de nuestro dolor; amor y compasión
serían una sóla cosa. Al ver el dolor, las
miserias, las angustias, el padecer; sentiremos entonces la
afinidad que nos relaciona y nos une con los otros;
experimentaremos simpatía por ellos, y en lugar de odio y
de desprecio, tendremos piedad.
El camino es entonces entender la infelicidad de los
demás para poder sentir por ellos la piedad.
En cualquier caso, sin embargo la piedad continua siendo
un padecer, el camino para erradicar de una vez por toda la
voluntad de vivir y el dolor, continúa siendo la ascesis.
La misma ascesis de los sabios indios y los santos ascetas del
cristianismo.
La ascesis es el horror que se experimenta ante la presencia de
un mundo lleno de dolor. La ascesis saca al hombre de la voluntad
de vida, de las ataduras con las cosas, y por eso le permite
estar en el estado de una completa serenidad.
El sufrimiento, la existencia del otro, el
egoísmo, y la piedad son los temas que recogeremos en
estas conclusiones. Nos propusimos entender la importancia de una
filosofía antropológica, a la luz de nuestra
lectura del mundo como voluntad y representación, y de los
comentarios al libro cuarto. Buscamos en este proceso
comprender en qué consiste una ética que considere
la totalidad subyacente a este aparente mundo fenoménico,
en donde se hace presente la multiplicidad, la caducidad y el
otro.
Si el prójimo se nos presenta como el objetivo
final de mi propia voluntad, si deseo su bien como deseo el
mío, esto me identifica radicalmente con él, de
esta forma estoy eliminando toda posible diferencia existente
entre él y yo, origen fundamental del anteriormente
nombrado egoísmo.
El problema de esta argumentación, está en
el hecho de que no es posible para un ser humano normal,
colocarse exactamente en el lugar de otro, y queda siempre
abierta la posibilidad de dudar sobre si el otro, es un yo, como
mi propio yo. De alguna forma tendré que dar el paso de la
creencia en la igualdad del
tú, con el yo, y apoyarme en la evidencia que tengo, para
intentar llegar al conocimiento que él, es realmente un
tú, idéntico en toda proporción a
mi.
Así podemos entender la unidad del mundo, y la
unidad de todos los seres, este entendimiento se logra gracias a
la piedad, y la individuación no es más que un
simple fenómeno, nacido del espacio y del tiempo, como
formas ideales pertenecientes a un sujeto trascendental. La
multiplicidad de los otros es también subjetiva; es decir,
está presente exclusivamente en mi representación
del mundo. Se trata de reconocerse verdaderamente en el otro, y
sin espacio, ni tiempos reales, todas las cosas son una y
sólo una.
La superioridad del hombre sobre las demás entes,
como don particular, resalta por su gran resistencia al
sufrimiento consciente. Para alcanzar esta conciencia del dolor
son posibles dos vías: La experiencia personal vivida, el
sufrimiento, a partir del cual despierta nuestra conciencia al
dolor universal, y por otra parte, la relación con el
dolor ajeno, al que se le reconoce como propio; éste es el
fenómeno mismo de la piedad, la toma de conciencia del
dolor ajeno constituiría el segundo camino que lleva a la
sabiduría.
Es ante el dolor que tomamos conciencia de nuestra vida,
y de nuestra pertenencia a una totalidad, es cuando aparece esta
piedad universal que podemos reconocer el sufrimiento universal
como propio, como un rasgo de nuestro ser.
Si nos es posible apiadarnos del prójimo, no nos
será posible por el contrario, regocijarnos con él.
La felicidad o el bienestar de los demás siempre nos
dejarán inalterados. De tal manera que podemos entender el
dolor como el elemento positivo por naturaleza, mientras que el
placer y la satisfacción del deseo serán los
aspectos negativos de la realidad.
Entonces para Schopenhauer, el fenómeno de la
piedad, es decir la comprensión que tengo en cada caso del
sufrimiento ajeno, y el intento de superar este sufrimiento en el
otro, es realmente donde reside todo análisis, toda satisfacción, todo
bienestar y toda nuestra posible felicidad. Podemos pensar que
sólo esta piedad es la verdadera base de toda justicia
libre y de todo auténtico amor humano.
El proceso de la piedad, según nuestro autor, es
realmente el gran misterio de la ética, el tan buscado
fenómeno ético fundamental: el misterio donde el
muro que separa a los individuos se desvanece; donde el no-yo se
convierte en yo. Aquí radica la esencia de todo comportamiento
moral, donde la voluntad es unidad absoluta y su
fragmentación es sólo parte de nuestra
ilusión, la cual debe ser develada, en nuestro proceso de
transformación.
"Compasión no es para Schopenhauer, una
exigencia moral, sino el nombre de una experiencia,
acompañada de sentimiento intenso, que a veces se produce
en las personas; a saber, la experiencia de que todas las cosas
fuera de mí son también voluntad y sufren dolores y
congojas como yo mismo. Para el que siente compasión se ha
vuelto transparente el velo de maya y ha dejado de estar sometido
al engaño del principium individuationis. Se reconoce a
sí mismo en cada ser y por tanto también en los que
sufren. Compasión es la facultad para desplegar, en
determinados instantes, la propia existencia corporal de la
voluntad más allá de las propias fronteras del
cuerpo. La voluntad conserva toda su fuerza en mí, pero no
actúa ya en el frente de la autoafirmación; se
encuentra en un estado de dispersión singular: no se
concentra en el propio cuerpo, sino que irradia hacia afuera y no
puede ya distinguir entre lo propio y lo
extraño."
Podemos pensar con Shopenhauer, tratando de encontrar lo
que sería el tan buscado principio fundamental de toda
moral autentica; encontrar una resistencia de carácter y
fuerza similar a nuestro egoísmo, debe ser éste el
camino a seguir de todo lo que queramos entender como moral. Al
ser el egoísmo el impulso anti-moral por excelencia, la
ausencia de toda motivación
egoísta es, por consiguiente, el criterio de la moralidad
en acción.
El sentimiento puro y en especial los sentimientos
desinteresados o altruistas, como generalmente los conocemos,
quizás puedan proporcionarnos el tan buscado principio
fundamental de toda moral autentica.
Podemos concluir, que para Schopenhauer lo esencial
sigue siendo la negación individual de la voluntad; la
supresión del deseo. El verdadero remedio, no es la muerte
o el suicidio. La solución, es el ascetismo individual;
sólo la abstinencia y la no-procreacion pueden alcanzar a
la larga, la desaparición de la especie humana y del deseo
de vivir en el hombre.
Tenemos entonces la resignación y la indiferencia
dentro de lo fenoménico, y la contemplación y el
misticismo en el orden espiritual. La contemplación es ese
desprendimiento casi místico, ese estado de verdadera
quietud. En ese estado la sabiduría es con justicia,
libertad, eternidad y liberación. Estamos pues, frente a
una filosofía de la contemplación y no de la
acción. En consecuencia se puede afirmar que el arte es
tedio contemplado y la moral, una moral de
desprendimiento.
Para terminar, diremos; que quizás en la
música tengamos un suave murmullo de lo que la cosa en
sí, o la voluntad nos tenga y nos quiera decir, el secreto
del mundo y su actuar, pueda que el mundo desaparezca, pero la
música seguirá sonando. La felicidad no es cosa
fácil: es muy difícil hallarla en nosotros e
imposible de encontrarla en otra parte.
"Nosotros lo reconocemos, efectivamente; lo que
queda después de la supresión total de la
voluntad no es para todos aquellos a quienes la voluntad misma
anima todavía, sino la nada. Pero también es
verdad que para aquellos en los cuales la voluntad se ha
convertido o suprimido, este mundo tan real, con todos sus
soles y nebulosas, no es tampoco otra cosa más que la
nada."
RODRIGO FERRER
PONTIFICIA UNIVERSIDAD
JAVERIANA
FACULTAD DE FILOSOFIA
PROGRAMA DE MAESTRIA EN FILOSOFIA
PROBLEMAS DE ANTROPOLOGIA Y ETICA
Diciembre 2 del 2005
2/17/2006