- Los
primeros esfuerzos asociativos - La
expansión del vecinalismo - El
activismo barrial en los ‘60 - De la
movilización al silencio ciudadano - El
resurgimiento asociativo de los ‘80 - Nueva
expansión barrial y formas
organizativas - Los
socios y los vecinos: la cuestión de la
participación - Los
roles del nuevo vecinalismo
Un recorrido por cada uno de los treinta y seis barrios
que componen el espacio urbano local nos pondría en contacto
con su dirigencia barrial, socios, comisiones directivas, vecinos
encargados de ejecutar los servicios descentralizados y
participantes de las múltiples actividades socio-culturales
que desde las asociaciones vecinales se emprenden cotidianamente.
Pero la importancia de estas acciones colectivas no termina
aquí. La existencia de una entidad que congrega a nivel
nacional las distintas vecinales y sociedades de fomento
provinciales, como lo es CO.VE.RA. y su aspiración de
trasponer las fronteras del país y participar de las nuevas
instancias de integración regional
(MERCOSUR), dan cuenta de nuevos
roles asumidos por estos actores sociales. Sin embargo, la
experiencia del vecinalismo tanto en la dimensión local,
como provincial y aún nacional es todavía una historia
por construirse. Este artículo y los sucesivos pretenden ser
una contribución inicial a este emprendimiento. La
perspectiva escogida destaca la evolución de su dinámica institucional,
los actores partícipes, los mecanismos participativos y
electivos, y finalmente las propuestas y proyecciones
actuales.
Los primeros esfuerzos
asociativos
En las dos primeras décadas del siglo XX el mapa
barrial se hallaba muy simplificado. Si hacia el norte, el
espacio que antiguamente había servido como campos de
pastoreo era ocupado por chacras y quintas, y de manera muy
incipiente comenzaba a subdividirse en lotes y eran puestos a la
venta para dar así inicio a
un incipiente núcleo poblacional, fue en el este,
también alejado de la zona céntrica, donde se
había constituido un núcleo barrial importante a partir
de la estación del Ferrocarril Andino. Era barrio Alberdi
conocido a principios de siglo como Pueblo
Almada cuando fue delineado y habitado por sus primeros vecinos,
obreros y empleados ferroviarios. Allí existía desde
1913 la Unión Vecinal de Almada, bajo la conducción de
J.G. Morales; pero se trató de un experimento de corta vida.
Nos encontramos con un nuevo registro de la acción vecinal al
fundarse la Unión Vecinal Propietarios Progreso y Cultura (21-4-1929), bajo la
presidencia de Hercolano Bustos y Eduardo Bas como secretario,
quienes gestionaron y obtuvieron el tendido del alumbrado
público hacia ese núcleo poblacional, marcándose
así la pauta que movilizaría a los primeros dirigentes,
es decir, la preocupación por conseguir que la comuna
extendiese servicios a los barrios. La existencia de dicha
entidad culminó en 1932 al fusionarse con el Club Sportivo
Alberdi y dar lugar al Centro Social y Cultural homónimo.
Entonces, las intenciones asociacionistas se revitalizaron con la
creación de la Comisión de Fomento de Pueblo Alberdi
(26-9-1937) y Comisión Vecinal del Barrio Buena Vista, en
ese mismo año; luego Comisión Vecinal de Fomento Banda
Norte (19-8-1939) y una segunda en 1943. Más tarde se
constituyeron otras vecinales, Bajada de Arena, Santa Teodora,
Santa Rosa y Patricios, aunque pronto desaparecieron.
Tratase entonces de Uniones Vecinales o Comisiones de
Fomento, según la nomenclatura adoptada, allí
anidó la raíz del vecinalismo riocuartense. Nacía
en los barrios, reforzaba la construcción de un
espacio público cada vez más ampliado y revitalizaba
prácticas asociacionistas. Y además introducía una
substancial diferencia en relación con la modalidad hasta
ese momento ejercida para tramitar las mejoras barriales, ya que
eran los propios vecinos, independientemente de cualquier
asociación intercesora, quienes encaraban ellos mismos los
petitorios ante las autoridades comunales, en pos de requerir
adelantos y progresos para el sector donde
vivían.
Ciertamente, un listado de otras asociaciones que
nacieron al promediar los años ’50 nos permite a su
vez inferir los sectores de la ciudad que habían alcanzado
cierto grado de desarrollo habitacional y
contaban con un grupo de vecinos capaces de
peticionar ante las autoridades por demandas concretas. La
primera asociación vecinal que se fundó, de acuerdo con
el registro cronológico que efectuó en su libro testimonial Reynaldo
Villarreal, fue Banda Norte (6-12-1956), luego Intendente
Mójica (27-1-1957) y de inmediato Barrio Fénix
(30-1-1957). Le siguieron Barrio Golf (8-6-1957), General Roca
(15-7-1957), Barrio Las Ferias (3-10-1957), Santa Rosa
(12-12-1957), Barrio General Paz (20-6-1958) y Tiro Federal
(10-8-1958). Sin embargo, hubo otras anteriores a las
mencionadas, de acuerdo con la investigación realizada por
el historiador local Carlos Mayol Laferrére: Asociación
Vecinal Barrio Las Ferias (3-10-1954), la Comisión Vecinal
del Barrio Santa Teodora (28-8-1955), la Asociación Bajada
de Arena (30-10-1955). Luego siguió la de Banda Norte,
después la Asociación Vecinal de Barrio Las Lilas
(¿-12-1956), la Intendente Mójica que tomó el
nombre de Sociedad Vecinal Fomento
Edilicio, luego Fénix y la Asociación Amigos de la
Avenida Gral. Roca (8-4-1957).
Los orígenes de cada asociación nos ilustran
acerca un pasaje bastante rápido de inquietudes primarias
que cristalizaron en convocatorias informales. La vivienda
particular ofició de núcleo aglutinante de vecinos
inquietos por asegurar mejoras para el barrio, en otros casos fue
desde el club o desde la parroquia. Así nacieron las
asociaciones vecinales como organizaciones representativas de
grupos de vecinos de un sector
de la ciudad, dejando atrás aquellas primeras experiencias
de las uniones vecinales y sociedades de fomento.
La documentación consultada
refleja cómo sus impulsores tenían una
preocupación por dotarlas de una organización más
definida. Por eso, la importancia que concedieron primero a
elaborar una declaración de principios, o en su lugar una
carta de intención, y
someterlas a la aprobación de los vecinos dejando bien
expresa la idea de construir un vecinalismo autónomo en las
tareas de gestión y ajeno a toda
injerencia política. La necesidad de contar con un
estatuto donde fijar los objetivos, establecer los
deberes y derechos de sus miembros y estipular las
reglas de funcionamiento democrático, aparecía como un
imperativo de las voluntades asociadas. Si los examinamos
presentan una estructura normativa dentro de
la cual quedaban comprendidos los objetivos de la
asociación, la dinámica interna de funcionamiento, los
actores en juego, las instancias y los
mecanismos electivos, a partir de los cuales cristalizan tanto el
fenómeno de la participación ciudadana
como la legitimación de los
mandatos y por ende la construcción de las instancias
representativas.
Conforme iban creciendo en número los barrios
fueron expandiéndose también esas formas organizativas.
Pero, mucho antes de que este proceso se consolidara se
avanzó en el plan de concentrar en clave
federativa al conjunto de las vecinales existentes, dando
así forma a un movimiento vecinalista local
cuya institucionalización en la primera Federación de
Asociaciones Vecinales, F.A.V., (11-5-1957) denota un pasaje
bastante rápido de la asociación a la integración
vecinal. La explicación de esa celeridad asociacionista
podría atribuirse a la convicción de que se podían
lograr gestiones con mayor fuerza si en vez de las
emprendidas por las asociaciones individuales se daba paso a una
entidad de segundo grado que comprendiera a las de base. Un dato
muy importante acerca de la F.A.V. es que su instalación en
el espacio público estuvo acompañada, también muy
rápidamente, de su interés por difundir en la
opinión pública la
labor vecinal, publicando desde 1958 la revista La Voz de los
Barrios.
Desde el municipio ya se había avanzado en dictar
la primera regulación normativa destinada a las
organizaciones barriales. En 1953 se sanciona la ordenanza
explicitando sus funciones mínimas y la
relación con el municipio. ¿Hasta dónde
podríamos sostener que esas Comisiones Vecinales actuaban
con plena autonomía? Obviamente que sí en el plano
decisorio, participativo y electivo y los controles estaban
referidos al manejo contable, pero existía un Delegado
Municipal que oficiaba de intermediario entre los planes de las
comisiones y el gobierno municipal.
La pertenencia a cada comunidad vecinal permitió
definir y precisar desde el plano operativo los intereses del
barrio, y en este sentido abrió instancias para generar una
construcción de identidades primero con base en la propia
asociación y luego extendidas para conformar un verdadero
movimiento vecinalista. En su transcurso no sólo se
multiplicaron como vimos las organizaciones de base, sino
además se desplegaron prácticas que fueron
constituyendo a sus propios actores en sujetos de referencia de
una identidad donde la interacción con el otro,
el trabajo cooperativo y la
sociabilidad primaria resaltaron como los valores
movilizantes.
El activismo barrial en los
‘60
En las dos décadas siguientes a la
conformación del vecinalismo riocuartense, años
’60 y ’70, las dirigencias barriales continuaron
mostrándose muy activas en la solicitud de extensión de
servicios para cada una de sus jurisdicciones de base. Por esa
época eran las cloacas, el pavimento, la línea de
transporte local de pasajeros,
el arreglo y mantenimiento de las calles,
la recolección de residuos domiciliarios, la seguridad mediante la
instalación de instrumentos de radiocomunicación con la
policía, la construcción de refugios, el alumbrado
público, el agua corriente, etc.
También se buscó cubrir el área educativa mediante
la creación de centros de alfabetización y de apoyo
escolar para adultos, como por otra parte la asistencia social y
sanitaria con tareas como reparto de leche, centros de atención pediátrica
y guarderías infantiles. Como en otras épocas, se
revitalizaron ámbitos de sociabilidad cultural y recreativa
cuando desde algunas asociaciones vecinales se fundaron bibliotecas y clubes deportivos.
Otras prácticas resultaban propiamente ilustrativas del
clima reinante en la
época. Es decir, una fuerte actividad inclinada a fomentar
lazos de sociabilidad vecinal a través de frecuentes bailes,
organización de rifas, espectáculos culturales
populares, los famosos festejos barriales como los de Pueblo
Alberdi y los corsos de carnaval, realizados conjuntamente con
los clubes. Detrás de la diagramación de esos eventos estaban las comisiones
directivas y los socios que iban al encuentro de comercios,
empresas e instituciones oficiales en la
búsqueda del patrocinio. Gran parte de ellos servían
además para enlazar a las familias riocuartenses en una
sociabilidad extendida, práctica hoy ya
inexistente.
La fusión del vecinalismo con
una tendencia en boga como lo era el cooperativismo también
fue posible en Río Cuarto cuando a iniciativa de la
Federación de Asociaciones Vecinales e impulsada sobre todo
por uno de los pioneros del movimiento, Alfredo Palandri, se
creó la primera Caja de Créditos (28-11-1965),
luego transformada en Banco Cooperativo. La mencionada
entidad inició sus actividades recién al año
siguiente con el propósito de conceder préstamos a los
ciudadanos a través de la gestión vecinal. Así se
dio vida al único experimento en el país donde una
cooperativa de crédito nacía
gracias al impulso del vecinalismo.
De la movilización al
silencio ciudadano
A comienzos de los años ’70 y en el marco de
una sociedad que había descubierto desde el Cordobazo el
potencial de las movilizaciones, las protestas y las
reivindicaciones sociales, diversas formas organizativas se
irían gestando junto a grados de acción cada vez
más combativos.
En ese marco cristalizó otra experiencia
vecinalista más en Río Cuarto: Barrio Industrial
(1973). Fue la única por esos convulsionados y conflictivos
años donde el grado de politización era muy intenso,
los ciudadanos manifestaban una creciente actitud participativa y la
vida política retornaba su cauce democrático, aunque la
sociedad se encaminaba hacia una fuerte polarización
ideológica entre derecha e izquierda. La actividad
asociativa prosiguió pero con una dinámica que ya no
exhibía ni exhibirá la de los años
precedentes.
Siguieron los años del llamado Proceso de
Reorganización Nacional con el nuevo golpe militar del 24 de
marzo de 1976. Precisamente, de esta época no hay
ningún registro asociativo vecinalista. Cabe recordar
también que el Concejo Deliberante y el Tribunal de Cuentas dejaron de sesionar y en
todas las áreas de la administración
municipal estuvieron al frente de su conducción personal militar. Por otra parte,
la F.A.V. se disolvió, mientras los dirigentes barriales
eran investigados por la Policía Federal y controlados en
sus actividades.
El resurgimiento asociativo
de los ‘80
Con el advenimiento de la democracia no sólo las
estructuras institucionales
recibirían aires nuevos. Una renovada valoración de la
política, de la participación ciudadana y del sentido
de hacer efectivas las libertades públicas y privadas
recuperadas, dio margen para que también la república
se afianzara en los espacios comunales y lógicamente en las
unidades vecinales. Una pieza clave en ese clima de
recuperación de las prácticas democráticas fue el
esmero puesto en actualizar los marcos jurídicos. Al
respecto, la reforma constitucional en Córdoba (1987)
dedicó un capítulo a las asociaciones y sociedades
intermedias, dejando explícito que disponían de todas
las facilidades para su creación y desenvolvimiento de sus
actividades y, asimismo, gozaban del derecho de peticionar a las
autoridades. Otro consenso importante fue en la sección
dedicada a las municipalidades, prescribiendo como uno de los
requisitos de las cartas orgánicas la de
reconocer las Comisiones de Vecinos, permitiéndoles la
participación en la gestión municipal y en la
preservación del régimen representativo y
republicano.
Por eso y por el clima de época volvieron a
prosperar en Río Cuarto las iniciativas barriales y entonces
las asociaciones crecieron geométricamente. Paralelamente se
expandía notablemente la periferia urbana. De allí que
si establecemos un marco comparativo con los años ’60
el registro asociativo de los ’80 fue dos veces mayor. En
la transición a la nueva institucionalidad argentina
nacieron Buena Vista (1982) y Casanovas (1982). En los albores de
la construcción de una ciudadanía
democrática, Leandro Alem (1983), Ex Cuarteles (1984) y
Villa Dálcar (1984). En medio de la crisis económica que
derivó en el inicialmente exitoso Plan Austral, se asociaron
Barrio Parque Bimaco (1985), Indio Felipe Rosas (1985), San José
Calasanz (1985), San Eduardo (1986) y 11 de Noviembre (1986). A
punto de aproximarse la crisis institucional que vivió el
radicalismo alfonsinista, como consecuencia de los alzamientos
militares y los déficits de la política económica,
nacieron aquí las vecinales Alberdi Norte (1987), Lomitas de
Oro (1987) y San Antonio de Padua (1987),
Barrio Jardín (1988), Güemes (1988), Las Quintas (1988)
y Nueva Argentina (1988). Hacia el fin del gobierno radical, con
el marco de la hiperinflación y la
ingobernabilidad nuevas vecinales se organizaron con los nombres
de Dr. Carlos Mayer (1989), Quintitas Golf (1989) y San Pablo
(1989).
Mientras tanto, en la ciudad quedaba organizado hacia
1981 el Círculo Vecinal, entidad sucesoria de aquella
Federación de Asociaciones Vecinales. Dicha entidad prolonga
su rol hasta la actualidad agrupando en segundo grado a las
entidades de base, ejerciendo por eso mismo la coordinación del accionar
de las mismas y promoviendo el vecinalismo participativo con sus
actividades distintivas. Su actual presidente es el Sr. Hugo
Díaz.
Es cierto que por un lado se registra una continuidad en
las prácticas adquiridas. Pero, los ’80 supusieron
nuevos aprendizajes y en este sentido, un paso muy importante se
dio cuando los dirigentes locales proyectaron el movimiento
riocuartense al conjunto de la provincia. Y así a iniciativa
de Alfredo Palandri, autoridad del Círculo
Vecinal, y con el apoyo de la intendencia por entonces conducida
por el Dr. Miguel Angel Abella se dio vida a la
Confederación de Vecinales de la Provincia de Córdoba
(24-8-1985).
Un dato nuevo lo constituía no sólo el clima
participativo que en todos los órdenes de la vida social se
registraba por entonces y además cómo la dirigencia y
los vecinos encontraban legitimación en estos espacios
barriales de participación. También la mujer retomaba con creciente
protagonismo su presencia en el escenario público. Y
así encontramos los nombres de activas dirigentes como A.M.
de Tommasy y M.B. de Ortiz.
La década de los ’90 significó para la
sociedad argentina protagonizar la más profunda de las
reformas estructurales. Una conciencia cada vez mayor acerca
del no retorno del Estado de Bienestar hizo que
la sociedad civil demostrase en las
últimas década un fuerte dinamismo descubriendo la
potencialidad que encierran nuevas prácticas sociales y
estrategias de acción
colectiva, todavía más si son desplegadas desde el
espacio local. Consecuencia de ello ha sido la aparición de
nuevos actores sociales, el crecimiento de acciones
movimientistas y asociacionistas, la proliferación de
organizaciones no gubernamentales y agrupamientos que reivindican
la salud, el medio ambiente, la
autogestión de la vivienda, los derechos homosexuales, etc.
Como nuevas expresiones del descontento social pueden
considerarse también a las asambleas barriales,
particularmente en el Gran Buenos Aires, y al movimiento de
piqueteros proyectándose en todo el país. En
consecuencia, asistimos a la coexistencia de escenarios que
responden a una lógica contrapuesta y
asimétrica. Por un lado, se afirma la imagen de una aldea global y por
el otro cobran fuerza los actores territoriales, en nuestro caso
las asociaciones vecinales.
Nueva expansión barrial
y formas organizativas
Si nos detenemos a contemplar las actuales asociaciones
vecinales comprobaremos que gran parte de las iniciales han
permanecido. Otras desaparecieron. Las existentes suman cuarenta
y seis y su sola mención ilustra bien la multiplicación
de un mapa barrial, inclusive la complejidad interna de algunos
de ellos que ha merecido la formación de más de una
asociación, coexistiendo e interactuando con las de antigua
data y las que en las últimas décadas se han expandido
por los diversos puntos cardinales de la traza urbana. Las
expresiones vigentes del movimiento vecinalista riocuartense son,
pues, las siguientes asociaciones: 11 de Noviembre, Alberdi
Norte, Alto Privado Norte, Banda Norte, Barrio Paraíso,
Barrio Casanovas, Barrio Fénix, Barrio Golf, Barrio
Industrial, Barrio Jardín, Barrio Parque Bimaco, Barrio
Peirano, Barrio San Martín, Barrio Valacco, Buena Vista,
Carlos Mayer, Centro Pueblo Alberdi, Ex Cuarteles, General Paz,
General Roca, Gúemes, Indio Felipe Rosas, Ingeniero Manuel
Pizarro, Intendente Mójica, Jardín Norte, José y
Mariano Cabral, Juan Martín de Pueyrredón, La Agustina,
Las Delicias, Las Ferias, Las Quintas, Leandro Alem, Lomitas de
Oro, Nueva Argentina, Pueblo Nuevo, Quintitas Golf, Residencial
Norte, Roque Sáenz Peña, San Antonio de Padua, San
Eduardo, San José de Calasanz, San Pablo, Santa Rosa, Santa
Teodora, Tiro Federal, Villa Dálcar.
Si dirigimos la mirada hacia su interior, las
asociaciones vecinales riocuartenses se autoadministran a
través de una comisión directiva, las cuales presentan
una singular combinación entre una estructura organizativa
que a nivel de su conducción privilegia un criterio
verticalista —la mayoría cuentan con un presidente, un
vice, secretario, tesorero y la figura de los vocales— y
una dinámica de funcionamiento que permite construir
relaciones desde la horizontalidad. Existe además una
comisión revisora de cuentas con las funciones
inherentes.
Los socios y los vecinos: la
cuestión de la participación
En cada vecinal, los socios juegan un papel
importantísimo. Su rol se amplía a la hora de la
participación electoral para renovar autoridades. Tienen
derecho a participar de las reuniones semanales y asambleas
electivas y con su aporte mensual sostienen parte de los gastos ordinarios de las
asociaciones a las que pertenecen. Pero el número de ellos
es muy variable. Hay entidades que registran 90, otras 150, 200,
500 socios. Algunas, ni siquiera cuentan con ellos. La cuota
societaria oscila entre 1$ y 2,50$. Por otra parte, están el
resto de los vecinos quienes no siempre mantienen una actitud
participativa fuerte. Excepción hecha de algunas vecinales
que exhiben capacidad para difundir sus tareas entre el conjunto
de habitantes del propio barrio, respecto de otras tantas
sólo los vecinos más cercanos a la sede vecinal conocen
realmente las actividades encaradas y las proyectadas. Y esto
incide naturalmente en el grado de relevancia de unas y otras, su
capacidad gestora y su proyección en la comunidad barrial.
En realidad cuando un problema barrial se presenta y puede
afectar a todos, encuentran sí un móvil para acercarse
e integrarse de algún modo en el encuentro de soluciones.
Los roles del nuevo
vecinalismo
Nuevos roles se despliegan a partir de los cambios
operados en la articulación con el municipio desde mediados
de los’80, profundizándose esta tendencia en los
’90 y acentuado en estos últimos años. Esa
articulación es indisociable de las instancias abiertas a
partir de la descentralización de los
servicios mediante ordenanza municipal, una decisión puesta
en marcha durante el primer desempeño al frente del
Palacio de Mójica del actual mandatario Cr. Benigno Antonio
Rins, quien partía del supuesto de considerar las vecinales
como un movimiento fundamental para el funcionamiento de la
ciudad.
Si en las primeras etapas del vecinalismo las pautas de
accionar consistían en demandar ante las autoridades
municipales, la tarea principal de los representantes barriales
es hoy tratar de impulsar un modo de gestionar más complejo.
Es un vecinalismo co-gestor de la acción municipal y ello no
sólo en la provisión de los servicios. De acuerdo con
un proyecto actual en estudio, se
intenta trabajar en áreas que son de competencia municipal pero que a
juicio de los vecinalistas podrían ser más
eficientemente ejecutadas desde la iniciativa comunitaria, tales
como las demandas ciudadanas de seguridad, control de la delincuencia, expendio de
bebidas alcohólicas y defensa civil. El carácter de un
vecinalismo empresarial se afirma fuertemente en algunas
asociaciones y es la novedad que plantea la experiencia
asociativa. Es decir, se busca la integración al mercado y una firme apuesta a
propender el desarrollo local.
Es un vecinalismo en expansión de acuerdo con el
carácter que los nuevos tiempos imprimen a toda
gestión. Por eso resulta funcional la construcción de
redes asociativas
inter-institucionales. Es lo que explica, por ejemplo, el
convenio celebrado con ANSES en 2003 para el dictado de un curso
de capacitación orientado a la
formación de asesores vecinales en materia de jubilaciones. Desde
la misma perspectiva se explican las redes intervecinales que se
han construido a nivel supranacional para integrarse al Mercosur,
con la pretensión de tener voz en la institucionalidad que
este mercado regional ha generado en el área sudamericana.
Pero es importante aclarar otra vez que estos nuevos roles y las
prácticas que ellos refieren no se hallan extendidos al
conjunto de las asociaciones vecinalistas riocuartenses. Las
diferenciaciones son notables. Por otro lado, desde los ’90
se ha avanzado es la asociación intervecinal a nivel
nacional, perspectiva que nos permite situar a CO.VE.RA.,
(Confederación Vecinalista y Fomentista de la República
Argentina), la entidad que representa a todas las federaciones
existentes en la mayoría de las provincias. Actualmente
aglutina alrededor de 3.500 asociaciones vecinalistas. Desde la
gestión de esta entidad se ha promovido el intercambio de
experiencias mediante sus asambleas frecuentes y los congresos
nacionales, y la trascendencia de Río Cuarto, declarada en
uno de esos encuentros Capital Nacional del
Vecinalismo (2-11-1996).
La descentralización opera sobre la base de
la Carta Orgánica
Municipal (1996) y cuenta a nivel de la estructura organizativa
municipal con una entidad desde donde se realiza la
articulación interinstitucional, a cargo actualmente de
Hipólito Ontivero encargada de atender los temas comunes del
vecinalismo. Allí se firman los convenios, se controlan las
actividades vecinales y se canalizan las gestiones ante la
intendencia. Este es otro rasgo del vecinalismo local que no se
encuentra en las administraciones municipales del
país.
En síntesis, alrededor de las
asociaciones vecinales se presenta, sin embargo, una clave para
superar el neoliberalismo. Porque se
trata de potenciar escenarios alternativos en el marco de la
sociedad civil desde donde revitalizar una conciencia de
identidad, con un abanico cada vez mayor de necesidades que no
encuentran la respuesta del Estado en su inmediatez, de proyectos que sirven al bien
común y donde puede resignificarse mejor la noción de
una ciudadanía participativa e inclusiva.
Celia Basconzuelo (*)
(*) Dra. en Historia. UNRC. Conicet