- Naturaleza de los
ángeles - La Creación
de los ángeles ¿Se debe creer en la existencia de
los ángeles? - Los
ángeles. El Ángel Custodio - Angeles de
las comunidades sociales. - Valiosos
consejeros celestes - Bondad de Dios en
enviar a sus ángeles como custodios - Servicio que
prestan al hombre. Nuestra correspondencia con los
ángeles - Oraciones a los
ángeles - Los "otros"
ángeles - La existencia
de los ángeles revelada por Dios - La misión
de los ángeles - Naturaleza de los
ángeles - La caída de los
ángeles malos - El pecado y la acción de
Satanás - La acción de
Satanás y la victoria de Cristo - Nombres de los
ángeles - Ángeles en las
Sagradas Escrituras y el Catecismo - Jerarquía de los
ángeles - Iglesia Católica y
Ángeles - Representaciones de los
ángeles - Bibliografía
Naturaleza de los ángeles
¿Quiénes son los ángeles?
¿Para qué los creó Dios? ¿Cómo
sabemos de su Existencia?
La existencia de los Ángeles es
una verdad de fe continuamente profesada por la Iglesia, que
forma parte desde siempre del tesoro de piedad y de doctrina del
pueblo cristiano. La iglesia los venera, los ama y son "motivo de
dulzura y de ternura" (Juan XXIII, 9-VIII-1961).
Es de fe, además, que muchos ángeles, abusando de
su libertad,
cayeron en pecado y se hicieron malos, quedando así
perpetuamente constituidos enemigos de Dios y condenados a la
pena eterna. Estos ángeles malos son llamados
también demonios.
Los ángeles son seres espirituales, personales y libres;
dotados, por tanto, de inteligencia y
voluntad, creados por Dios de la nada.
Dios creó a los ángeles para que le alaben, le
obedezcan y le sirvan; además, para hacerlos eternamente
felices y para que ayuden y guíen a cada persona, a cada
familia,
nación,
institución y muy especialmente a la Iglesia.
Conocemos de su existencia porque Dios la reveló.
Así en el Antiguo Testamento, se nos dice que:
• Cerraron el paraiso terrestre después del pecado de
Adán y Eva.
• Protegieron a Lot en Sodoma.
• Salvaron a Agar y a su hijo Ismael en el desierto.
• Anunciaron a Abraham y aSara que tendrían un
hijo.
• Detuvieron la mano a Abraham cuando iba a sacrificar a su
hijo Isaac.
• Asistieron al profeta Elía.
En el Nuevo Testamento, se nos dice que
• Avisaron a Zacarías el nacimiento de San Juan el
Bautista.
• San Gabriel anunció a la Virgen
María que sería la Madre dle Redentor.
• Alabaron a Dios por el nacimiento de Cristo.
• Revelaron a San José el misterio de la
Encarnación.
• Confortaron a Jesús en su agonía en el
Huerto de Gethsemaní.
• Aparecieron en la Resurrección de Cristo.
Creer en la existencia de los ángeles es una verdad de fe.
Así lo definió el Magisterio de la Iglesia: "Dios
creó de la nada a una y a otra criatura, la espiritual y
la corporal, es decir, la ángelica y la mundana (…)"
(Concilio IV de Letrán y Concilio Vaticano I).
Quien niegue su existencia con pertinacia, sabiendo que es dogma
de fe, comete pecado mortal e incurre en excomunión (cfr.
Código
de Derecho Canónico, canon 1364).
Durante la consagración como Papa de San Gregorio XV
(1621), una terrible peste estaba devastando Roma San Gregorio
organizó a su pueblo en torno de una gran
procesión que estaba encabezada por una pintura de la
"Virgen Gloriosa" (obra atribuida a San Lucas Apóstol).
Estando la procesión en marcha, una densa nube de aire nauseabundo
se detuvo ante la pintura. Los presentes escucharon, entonces, a
un coro angélico cantar con alegría. "Regina Coeli,
laetare, alleluja" El Papa San Gregorio relató luego la
visión que tuvo de un enorme ángel parado sobre el
castillo, cerca de allí. Desde ese día los romanos
se refieren a él como Sant"Angelo en conmemoración
de la rauda purgación de la peste de Roma. San Gregorio
murió el 8 de julio de 1623. El relato de su vida se
encuentra en "Vida de los Santos", de Edward Kinesman.
Dotados de una naturaleza
más perfecta que la humana, esos espíritus puros
fueron creados para dar gloria a Dios, regir el mundo material y
ser potentes auxiliares de los hombres en vista su
salvación eterna. En un éxtasis, Santa María
Magdalena de Pazzi vio a una religiosa de su Orden (carmelita)
ser sacada del Purgatorio y llevada al Cielo por su Ángel
de la Guarda. Y Santa Francisca Romana vio a su Ángel de
la Guarda conducir al Purgatorio, para ser purificada, a un
alma a ella
confiada. El espíritu celeste permaneció fuera de
aquel lugar de purgación, para presentar al Señor
los sufragios ofrecidos por aquella alma. Y, al ser aceptados por
Dios, esa alma era aliviada en sus penas. (1)
Después de nacer, el hombre
recibe de Dios uno de esos angélicos guardianes, que lo
acompañará durante la vida, protegiéndolo y
comunicándole buenas inspiraciones, Si la persona hubiese
vivido según la Ley de Dios, al
punto de santificarse e ir directamente al Cielo, el Ángel
de la Guarda la conducirá a ese lugar bendito. Si, en otro
caso, y lo que es más probable, ella precisa purificarse
en el fuego del Purgatorio, el Ángel la conducirá
después al Paraíso Celestial. O, en caso contrario,
si hubiese rechazado sus inspiraciones y buenos movimientos,
condenándose del todo para siempre, lo abandonará a
las puertas del infierno.
En nuestros días, a la par del materialismo y
del ateísmo reinantes en tantas almas y en incontables
ambientes, se percibe una saludable reacción – cada vez
más intensa y generalizada – a esas llagas de la
civilización contemporánea. El sentimiento
religioso, la creencia en Dios y en el destino eterno ganan
siempre más terreno, especialmente en el seno de la
juventud
actual.
Un síntoma de este renacer de los valores
espirituales es precisamente el interés
por los Ángeles, el aumento de la devoción a los
espíritus puros, así como los pedidos invocando su
intercesión. Sin embargo tal resurgimiento, infelizmente,
se manifiesta en algunos casos mezclada de supersticiones y hasta
de manifestaciones de ocultismo. Para atender este saludable
movimiento de
alma, nos proponemos hoy presentar a nuestros lectores la
atrayente y actualísima temática de los
Ángeles.
El Ángel sólo pasa a custodiar en nuevo ser
después que este sale de las entrañas maternas.
Esto porque, desde el momento de la concepción hasta el
nacimiento del nuevo ser, el Ángel de la Guarda de la
madre cuida también de la nueva criatura, así como
quien guarda un árbol cargado de frutos, junto con el
árbol cuida también lo frutos (2)
Tenemos necesidad de la celestial protección
angélica. Nuestra alma inmortal está destinada a
ser, en el futuro, compañera de los Ángeles y de
ocupar a su lado, en el Cielo, uno de los tronos que quedaron
vacíos por la caída de aquellos ángeles
puros que se rebelaron contra Dios, transformándose en
demonios. Tal necesidad sobretodo proviene de la propia flaqueza
humana para alcanzar este objetivo
¿Qué empeño no tendrá el demonio para
que un recién nacido no reciba las aguas regeneradoras del
Santo Bautismo? Muchas veces también procurará
causarnos males físicos.
"La función
principal del Ángel de la Guarda es iluminarnos en
relación a la verdad y a la buena doctrina. Pero su
protección acarrea también muchos otros efectos,
tales como reprimir los demonios e impedir que nos sean causados
daños espirituales o corporales". Ellos "rezan por
nosotros y ofrecen nuestras oraciones a Dios, tornándolas
más eficaces por su intercesión (Apoc. 8, 3; Tob.
12, 12), sugiriéndonos buenos pensamientos,
incitándonos a hacer el bien (Act. 8, 26; 10, 3ss). Del
mismo modo, cuando nos infligen penas medicinales para
corregirnos (2 Sam. 24, 16): y – lo más importante de todo
– cuando nos asisten en la hora de la muerte,
fortaleciéndonos contra los supremos asaltos del demonio"
(3).
Algunas almas muy selectas, que conservaron intacta su inocencia
y pureza bautismal a lo largo de la vida, por especial privilegio
de Dios tuvieron la dicha de ver a su Ángel de la Guarda.
Así sucedió con San Geraldo Magela, Santa Francisca
Romana, Santa Gema Galgani y otros Santos.
Veamos dos ejemplos:
• Santa Francisca Romana: dama romana de la más
ilustre estirpe, quería hacerse religiosa pero fue
obligada por sus padres a casarse, habiendo procurado
santificarse en el estado
matrimonial. De ese casamiento nacieron varios hijos. Uno de
ellos, Juan Evangelista, de extrema piedad, dotado con el don de
la profecía, falleció angélicamente a los
nueve años. Un año después de su muerte,
apareció a Francisca, resplandeciente de luz,
acompañado por un joven aún más brillante si
es posible. Hizo conocer a la madre la gloria que gozaba en el
Cielo; y le comunicó que venía a buscar a su
hermanita Inés, de cinco años, para colocarla entre
los Ángeles. Y que, por orden de Dios, dejaría
aquel Ángel para – junto con su propio Ángel de la
Guarda – asistirla en los que le restaba de vida terrena. Era un
Ángel de categoría superior, un
Arcángel.
A partir de entonces, Santa Francisca veía
constantemente ese Arcángel que, según ella,
brillaba más que el sol, de manera
que no conseguía mirarlo. Si Francisca dejaba escapar
alguna palabra poco necesaria, o acaso se preocupaba un poco de
más con los problemas
domésticos, el Ángel desaparecía, quedando
oculto hasta que ella se recogiese de nuevo. Él, con sus
luces, la auxiliaba muchas veces, defendiéndola contra los
ataques del demonio, que constantemente la asaltaba (4).
• Santa Mariana de Jesús: conocida como la Azucena de
Quito,
después del fallecimiento del padre, siendo aún una
bebé, la madre se retiraba a una casa de campo
llevándola abrazada, en el lomo de una mula. En el paso de
un río de aguas muy tormentosas, la mula tropezó y
la bebita cayó de los brazos maternos… Al mismo tiempo, la
niña predestinada quedó sostenida en el aire por su
Ángel de la Guarda, hasta que la presurosa madre la
recogió (5).
Valiosos consejeros celestes
Los Ángeles de la Guarda son nuestros consejeros,
inspirándonos santos deseos y buenos propósitos.
Evidentemente, lo hacen en el interior de nuestras almas, si bien
que, como vimos, hayan existido almas santas que merecieron de
ellos recibir visiblemente celestiales consejos.
Cuando Santa Juana De Arco, aún niña, guardaba su
rebaño, oyó una voz que la llamaba: "Jeanne!
Jeanne!" ¿Quien podría ser, en aquél lugar
tan yermo? Ella se vio entonces envuelta en una luz
brillantísima, en el medio de la cual estaba un
Ángel de trazos nobles y apacibles, rodeado de otros seres
angélicos que miraban a la niña con complacencia.
"Jeanne", le dice al Ángel, "sé buena y piadosa,
ama a Dios y visita frecuentemente sus santuarios". Y
desapareció. Juana, inflamada de amor de Dios,
hizo entonces el voto de virginidad perpetua. El Ángel se
le apareció otras veces para aconsejarla, y cuando la
dejaba, ella quedaba tan triste que lloraba (6).
El desvelo de nuestro Ángel de la Guarda para con nosotros
está bien expresado por el Profeta David en el Salmo 90:
"El mal no vendrá sobre ti, y el flagelo no se
aproximará a tu tienda. Porque mandó [Dios] a sus
Ángeles en tu favor, para que te guarden en todos tus
caminos. Ellos te elevarán en sus manos, para que tu
pié no tropiece con alguna piedra" (Sl. 90, 10-12).
Innumerables son los ejemplos del poderoso auxilio de los
Ángeles en la vida de los Santos. Santa Hildegonde,
alemana (+ 1186), habiendo ido en peregrinación a
Jerusalén con su padre y falleciendo éste en el
camino, fue frecuentemente socorrida por su Ángel. Cierto
día, cuando viajaba camino a Roma, fue asaltada y
abandonada como muerta. Apenas pudo lograr levantarse, y vio
surgir a su Ángel en un caballo blanco. Éste
ayudó cuidadosamente a su protegida a montar, y la condujo
hasta Verona. Allá, se despidió de ella diciendo:
"Yo seré tu defensor donde quiera que vayas" (7).
Santa Hildegonde podría aplicar a sí misma el
siguiente comentario de San Bernardo al Salmo arriba citado:
"¡Cuán gran reverencia, devoción y confianza
deben causar en tu pecho las palabras del profeta real! La
reverencia por la presencia de los Ángeles, la
devoción por su benevolencia, y la confianza por la guarda
que tienen de ti. Mira vivir con recato donde están
presentes los Ángeles, porque Dios los mandó para
que te acompañen y asistan en todos tus caminos; en
cualquier posada y en cualquier rincón, ten reverencia y
respeto a tu
Ángel, y no cometas delante de él lo que no
osarías hacer estando yo en tu presencia" (8). San
Buenaventura afirma: "El santo Ángel es un fiel paraninfo
conocedor del amor recíproco existente entre Dios y el
alma, y no tiene envidia, porque no busca su gloria, sino la de
su Señor". Agrega que la cosa más importante y
principal "es la obediencia que debemos tener a nuestros santos
Ángeles, oyendo sus voces interiores y saludables
consejos, como de tutores, curadores, maestros, guías,
defensores y mediadores nuestros, así en el huir de la
culpa del pecado, como en el abrazar la virtud y crecer en toda
perfección y en el amor santo
del Señor" (9).
Intrépidos guerreros del Ejército
Celestial
En varias partes de los Libros
Sagrados los Ángeles son mencionados como siendo la
Milicia Celestial. Así, narra el Profeta Isaías
haber visto que "Los Serafines … clamaban uno hacia el otro y
decían: Santo, Santo, Santo es el Señor Dios de los
Ejércitos". (Is. 6, 2-3). Y, en el Apocalipsis, comandados
por el Arcángel San Miguel, trabaron en el Cielo una gran
batalla derrotando a Satanás y a sus Ángeles
rebeldes (Ap. 12, 7). En otros pasajes aparecen elles ejerciendo
incluso funciones
bélicas. Leemos, por ejemplo, en el II Libro des
Crónicas que, habiendo Senaquerib invadido Judea,
mandó una delegación a Jerusalén para
disuadir a sus habitantes de la fidelidad a su rey
Ezequías, blasfemando contra el Dios verdadero. El Rey de
Judá y el Profeta Isaías se pusieron en
oración
implorando la protección divina contra las tropas
enemigas. "Y el Señor envió un Ángel que
exterminó todo el ejército del rey de Asiria en su
propio campamento, con los jefes y los generales, y el rey
volvió a su tierra
completamente confuso" (II Cron. 32, 1 a 21).
Guerreros angélicos – tanto en el Antiguo como en el Nuevo
Testamento – a veces se unen también a los hombres contra
los enemigos del Señor. Así, por ejemplo, ayudaron
a Judas Macabeo en una batalla decisiva. Otras veces auxiliaron a
los soldados de la Cruz contra los musulmanes, como ha sido
narrado en las crónicas de las Cruzadas.
En la Sagrada Escritura, el
propio autor de los Hechos de los Apóstoles afirma: "El
Señor Dios de los ejércitos frecuentemente
envía también sus guerreros para librar a sus
amigos de las manos de los impíos" (Hechos 5, 18-20; 12,
1-11).
Protectores de los hombre,
mensajeros de Dios
En el Libro de Daniel (10, 13-21), el
Arcángel San Miguel defendió los intereses de los
israelitas contra el Ángel protector de Persia. En el
Apocalipsis, San Juan se refiere a la victoria de ese
Arcángel contra el demonio y sus secuaces. Más
recientemente, leemos en la autobiografía de San Antonio
María Claret, que cierto día, estando él
sólo en el coro del Monasterio del Escorial, vio a
Satanás que pataleaba con gran rabia y despecho, por
habérsele frustrado algunos de sus planes en
relación a los estudiantes. Oyó entonces la voz del
Arcángel San Miguel que le dice: "Antonio, no temas. Yo te
defenderé". San Gabriel fue el gran mensajero y embajador
de Dios no sólo en la Anunciación a Nuestra
Señora, sino, según el parecer de muchos
teólogos, también apareció junto a San
Zacarías, para anunciarle el nacimiento de Juan Bautista.
Y junto a San José, a quien apareció tres veces en
sueños: para anunciar la concepción divina de
María, recomendar la fuga a Egipto y el
retorno de aquél, después de la muerte de
Herodes.
La misión de
San Rafael junto al joven Tobías es detalladamente
descrita en la Biblia.
Ya en tiempos posteriores, se señalan
también muchas de sus intervenciones, como la
salvación eterna del tesorero de un rey de Polonia, por el
hecho de que el protegido le tenía gran devoción; y
el haber librado de las manos de asaltantes a un burgués
de Orleans que a él se encomendaba, en una
peregrinación a Santiago de Compostela (10). Se narra en
la vida de la Beata Madre Humildad de Florencia (+1310) que,
habiendo sido electa Abadesa de su monasterio, además de
su Ángel de la Guarda, recibió uno más para
ayudarla en el gobierno de la
comunidad.
Ella compuso para sus religiosas una sencilla oración,
pidiendo la guarda de los sentidos,
oración en que se nota mucho la influencia del
espíritu de Caballería de la época:
"Buenos Ángeles, mis constantes protectores: guardad todas
mis vías y vigilad cuidadosamente la puerta de mi corazón,
de manera que yo no sea sorprendida por mis enemigos.
¡Blandid ante mí vuestra espada protectora!
¡Guardad también la puerta de mi boca para que
ninguna palabra inútil escape de mis labios! ¡Que mi
lengua sea
como una espada, cuando fuere el caso de combatir los vicios o de
enseñar la virtud! Cerrad mis ojos con un doble sello
cuando ellos quisieren ver con complacencia otra cosa que no sea
Jesús. Pero tenedlos abiertos y despiertos cuando fuere
para rezar y cantar las alabanzas del Señor. Vigilad
también la puerta de mis oídos, a fin de que ellos
repelan siempre con disgusto todo lo que viene de la vanidad o
del espíritu del mal. Colocad cadenas a mis pies cuando
ellos quisieran ir a pecar. Pero acelerad mis pasos cuando se
trate de trabajar para la gloria de Dios o de la santa Virgen
María, o de la salvación de las almas! Haced que
mis manos sean siempre, como las vuestras, prontas a ejecutar las
órdenes de Dios.
Apagad en mí el olfato del cuerpo, a fin de que
mi alma no aspire mas que el suave perfume de las flores
celestes. En una palabra, guardad todos mis sentidos, de manera
que mi alma se deleite constantemente en Dios y con las cosas
celestes. Mis Ángeles bienamados: fui colocada bajo
vuestra guarda por el dulce Jesús; yo os suplico que me
guardéis siempre con cuidado, por el amor de Él.
¡Oh mis Ángeles bienamados, yo os pido que me
conduzcan un día a la presencia de la Reina del Cielo, y
de suplicarle que yo sea colocada en los brazos del divino
Niño Jesús, su Hijo bienamado!" (11).
¿Cuál es la naturaleza de esos espíritus
puros? Los Ángeles son seres puramente espirituales,
dotados de inteligencia, voluntad y libre arbitrio, elevados por
Dios al orden sobrenatural, esto es, llamados por la gracia a
participar en la vida de Dios a través de la visión
beatífica. Muchísimo más perfectos que los
hombres, su inteligencia es inerrante y su voluntad inmensamente
poderosa. Como no tienen dependencia alguna de la materia, su
conocimiento
es considerablemente más perfecto que el del hombre; para
ellos, ver es ya conocer. Y conocer significa comprender la cosa
en toda la profundidad de que son capaces, en su substancia, y
sin posibilidad de error. Por eso, la prueba, para ellos, tuvo
consecuencia inmediata e irremediable. Pues su querer es
absoluto, sin vuelta atrás. Aquello que quieren, lo desean
para todo y para siempre.
De ahí el hecho de que, después de la prueba, hayan
pasado inmediatamente a la eternidad del Infierno (los demonios),
como a la del Cielo (los Ángeles buenos).
Dios creó a los Ángeles para conocerlo, amarlo,
servirlo y proclamar sus grandezas, ejecutar sus órdenes,
gobernar este universo y cuidar
de la conservación de las especies y de los individuos que
él contiene.
"Como príncipes y gobernadores de la gran Ciudad del Bien,
la que se refiere a todo el sistema de la
creación, los Ángeles presiden, en el orden
material, el movimiento de los astros, la conservación de
los elementos, y la realización de todos los
fenómenos naturales que nos llenan de alegría o de
terror.
Entre ellos está compartida y repartida la
administración de este vasto imperio. Unos cuidan de
los cuerpos celestes, otros de la tierra y de
sus elementos, otros de sus producciones, árboles, plantas, flores y
frutos. A éstos, está confiado el gobierno de los
vientos y mares, de los ríos y fuentes; a
aquellos, la conservación de los animales. No hay
una criatura visible, ni grande ni pequeña, que no tenga
una potencia
angélica encargada de velar por ella" (12).
Algunas veces los Ángeles, cuando son enviados por Dios a
los hombres para alguna misión, utilizan la forma humana,
a fin de acomodarse a nuestra naturaleza. Sin embargo, en esos
cuerpos etéreos y ligeros con los cuales en general
aparecen, no están como el alma humana está en el
cuerpo, dándole vida y tornándolo capaz de operaciones
vegetales y animales. Por el contrario, allí están
como un operador está en su máquina, de la cual
cual se sirve para ejecutar las obras de su arte. fuera del
horario de trabajo, no
tiene con ella ninguna ligazón.
"Según los más doctos intérpretes, las
apariciones accidentales de los Ángeles en el mundo no son
más que el preludio de su aparición habitual en el
Cielo. Así, es probable que en el Cielo los Ángeles
asumiránmagníficos cuerpos aéreos para
regocijar la vista de los elegidos y conversar con ellos cara a
cara" (13).
Conclusión: devoción y fidelidad a los
ángeles
Evidentemente, todas esas maravillas del mundo angélico
deberían llevarnos a un profundo amor, reverencia y
gratitud especialmente para con nuestro Ángel de la
Guarda, evitando todo aquello que pueda apenarlo, como son
nuestros pecados.
"¿Como te atreverías a hacer en la presencia de los
Ángeles aquello que no harías estando yo delante
tuyo?", nos interpela el gran San Bernardo. Y deberíamos
hacer todo lo que sabemos puede alegrar al Ángel de la
Guarda, pues sólo así estaremos trabajando
efectivamente para nuestra propia santificación y
salvación.
La reverencia a su Ángel de la Guarda llevaba a San
Estanislao Kostka, que lo veía constantemente, a esta
exquisita delicadeza: cuando ambos debían entrar por una
puerta, él le pedía al Ángel que pasara
antes. Y como éste, a veces, lo rechazase, insistía
con él hasta que cediese (15).
¡Ojalá tantos y tan bellos ejemplos nos sirvan tanto
para corregir nuestra idea y visión de los seres puros
como para reverenciar y aumentar nuestra devoción a esos
bienaventurados espíritus angélicos que Dios, en su
misericordia, nos concedió como guardianes, consejeros,
protectores y mensajeros – especialmente valiosos en el mundo
neopagano en que vivimos -, con vistas a la obtención de
la vida celeste!
Notas
1 – Cfr. Deharde, apud P. Ramón J.
de Muñana, Verdad y Vida, Editorial El Mensajero del
Corazón de Jesús, Bilbao, 1947, tomo I, p. 233.
2 – Cfr. Dr. Eduardo María Vilarrasa, La Leyenda de
Oro, L.
González y Compañía – Editores, 5a
edição, tomo I, p. 497.
3 – Plinio Maria Solimeo, Os Santos Ángels, Nossos
Celestes Protetores, Coleção Catolicismo nº 2,
1997, pp. 63, 64.
4 – Les Petits Bollandistes, Vies des Saints, d"après le
Père Giry, Bloud et Barral, Libraires-Éditeurs,
Paris, 1882, tomo III, p. 311.
5 – Cfr. Id., ib., tomo VI, p. 230.
6 – Cfr. Debout, Vie de Saint Jeanne D"Arc, apud Pe.
Muñana, op. cit., p. 230.
7 – Cfr. Les Petits Bollandistes, t. IV, p. 529; Deharbe, apud
Pe. Muñana, op. cit. p. 232.
8 – Cfr. Eduardo Vilarrasa, op. cit., p. 499.
9 – Pedro de Ribadaneira, Flos Sanctorum, apud Eduardo Vilarrasa,
op. cit., p. 499.
10 – Cfr. Les Petits Bollandistes, op. cit., t. XI, pp.
501-502.
11 – Id. Ib., tomo VI, pp. 109, 110.
12 – Mons. Gaume, Tratado del Espíritu
Santo, traducción española de D. Joaquin
Torres Asensio, Imp. Y Lib. Española de D. José
López de Guevara, Granada, 1877, t. 1, p. 116.
13 – Id. Ib. p. 116.
14 – Cfr. Les Petits Bollandistes, op. cit., t. XI, 501-502.
15 – Cfr. V. Agustín, Vida de San Estanislao de Kostka, p.
308, apud, Pe. Muñana, op. cit., p. 230.
La Creación de los
ángeles ¿Se debe creer en la existencia de los
ángeles? ¿Son un invento del cristianismo?
Conoce la enseñanza de la fe católica al
respecto. Por Ricardo Sada Fernández
En el lenguaje
común decimos que tal pintura es una gran creación
artística, o que la modista famosa presentará sus
"creaciones" del verano. Emplear aquí tal concepto es
hacerlo de modo impropio, pues "crear" es, estrictamente "hacer
algo de la nada", sin tener antes ninguna clase de
elemento previo.
Esta definición de creación puede prestarse a
equívocos. La "nada" no es "algo" de lo que se sacan las
cosas. La creación consiste en producir un efecto con
independencia
de cualquier sujeto pre-existente, es decir, en producir todo el
ser de una cosa. Y para ello se requiere un poder
infinito: sólo Dios es capaz de crear.
Que para crear se requiere poder infinito puede verse en el
siguiente ejemplo. Un mal cocinero (quizá el que esto lee)
necesitará de muchos ingredientes para hacer una comida
aceptable.
Una cocinera con saber culinario -por ejemplo, una madre
experimentada- quizá prepare ricos platillos con muy pocos
medios. Pero
nadie podrá jamás hacer algo comestible si no
cuenta con nada para hacerlo. El más famoso Chef no
podrá complacernos en el desierto del Sahara. De
ahí que para sacar algo de la nada -y eso es crear- es
preciso el poder infinito de Dios.
Por otra parte Dios, al crear, no sólo llama las cosas a
la existencia y acto seguido las abandona a su suerte. No. Si eso
aconteciera, aunque fuera por un segundo, todo
desaparecería, volvería a la nada de donde
salió. Dios conserva a todo lo creado en la existencia, lo
mantiene en el ser. A esta acción
de Dios los teólogos la llaman, y con razón,
creación continuada. Dios está al lado, y del modo
más íntimo que nos podamos imaginar, de todas y
cada una de sus criaturas.
Los ángeles
Lo primero que Dios creó fue lo más perfecto y
parecido a Él: los ángeles. Un ángel es un
espíritu como lo es Dios, es decir, un ser con
inteligencia y voluntad, pero sin cuerpo, sin dependencia alguna
de la materia.
El hombre moderno no afirma la existencia de los ángeles.
Tampoco la niega. Simplemente la ignora. No se atreve a hablar de
su existencia por miedo a que los demás lo consideren como
niño que cree en la cigûeña o en Santa Claus.
En el fondo piensa que los demás pueden sospechar que, si
afirma creer en los ángeles, no se comporta como adulto,
no es del todo razonable y serio.
Sin embargo, por extraño que pueda parecer, sólo
recientemente ha ocurrido esto. Los descubrimientos
antropológicos muestran que la existencia de los
ángeles se daba por supuesta desde la más remota
prehistoria,
en los albores de la vida humana en la Tierra.
La creencia en seres espirituales superiores al hombre e
inferiores a Dios era entonces universal. A veces, esos
espíritus eran buenos y otros malos, y se les unía
a distintas cosas que ellos vivificaban -los ríos, los
bosques, los animales, las montañas…-, pero sus
características eran constantes: inmaterialidad, poder,
mediación entre el hombre y la divinidad…
Cuando el hombre comenzó a escribir la historia en ese libro
todavía inacabado, lo llenó de seres que
tenían esas mismas características, fueran
ángeles, espíritus o semidioses. Las
mitologías griega y romana, por ejemplo, muestran que el
pueblo creía en su existencia. Pero no era sólo el
pueblo ignorante el que creía en ellos; los filósofos no eran ajenos a esa creencia
universal. Tales de Mileto y
Pitágoras los colocaban en los umbrales del ámbito
divino, Sócrates
conversaba familiarmente con uno de ellos y Platón
y sus discípulos llenaron el mundo con inteligencias puras
o dioses secundarios.
Aristóteles, por su parte, creía que eran
quienes movían los cuerpos celestes. Otro tanto podemos
decir de las civilizaciones y literaturas nórdica, eslava,
maya u oriental. Todo lo anterior indica que los ángeles
no constituyen un invento del cristianismo.
Prescindiendo de los relatos populares, de la mitología y de la filosofía, y
volviendo a la Historia, nos encontramos con que el libro de la
antigüedad cuya autenticidad ha sido más ampliamente
corroborada, la Biblia, habla de los ángeles en casi todas
sus páginas. Ángeles fueron los que detuvieron la
mano de Abraham cuando iba a sacrificar a su hijo, los que
mataron a los primogénitos de los egipcios, los que
condujeron a la victoria a los Macabeos…
Y en el Nuevo Testamento, un ángel fue quien se
apareció a Zacarías, y a una doncella de Nazareth
en Galilea, y a su esposo en sueños… Jesús mismo,
el Hijo de Dios, fue servido por los ángeles en el
desierto y confortado por uno de ellos en el Huerto de los
Olivos, durante su agonía. Y luego, a lo largo de los
siglos, los ángeles aparecen innumerables veces en la vida
de los santos, incluso hasta nuestros días.
Una creencia tan duradera y universal merece algo más que
desprecio. Es algo muy importante como para tratar de
quitárselo de encima como un engorroso abrigo. Lo menos
que se puede hacer es tratar de explicarlo.
Desde el punto de vista de la fe católica, la
explicación está en la revelación divina, la
cual encuentra su confirmación en datos de
razón que nos sería muy largo examinar. Baste decir
que la revelación es, desde luego, la mejor manera de
saber algo de los ángeles, ya que es la misma palabra de
Dios, El cual no puede engañarse ni engañarnos y
que es, además, la primera causa de todo.
Así pues, existen esas sustancias espirituales superiores
que llamamos ángeles. Ahora bien, ¿como son?
¿Qué forma tienen?… Lo único que puede
hacer la razón, en este caso, es proceder por
eliminación. Está claro que no son seres
gigantescos cuya fortaleza haría que los hombres
parecieran alfeñiques; no, no hay tamaño en los
ángeles, porque no tienen nada material. Tampoco tienen
una forma determinada, porque la forma está definida por
la materia.
Por ello nos resulta difícil concebirlos –y más
aún imaginarlos–, ya que nuestra mente está
íntimamente unida a lo material. Si decimos que son
sustancias espirituales o formas subsistentes, enseguida nos
imaginamos un fantasma, un vago perfume o una brisa suave. Pero
no, no son "imaginables".
Entonces, ¿por qué aparecen con cuerpos en
la Sagrada Escritura? Uno estuvo a las puertas del Paraíso
espada en mano, otros fueron huéspedes de Abraham, el
arcángel Rafael apareció como compañero de
viaje de Tobías. Tenían, pues, cuerpos.
¿Cómo se hicieron con ellos?… Evidentemente no
eran suyos, y por tanto tuvieron que tomarlos, asumirlos de
alguna manera, como un hombre que alquila un smoking para asistir
a una fiesta. Ahora bien, en cuanto a cómo lo obtuvieron
es un misterio. Lo único que se puede apuntar es que tal
vez fueran una mera apariencia, no cuerpos auténticos,
pues, dado su poder, no necesitaban robarlos ni pedirlos
prestados. Santo Tomás insinúa que tal vez
utilizaran como material aire comprimido, pero es posible
cualquier otra explicación.
La belleza de las criaturas es una imagen imperfecta
de la belleza de Dios quien, al crearlas, quiso que la renegaran
de alguna manera. Cuanto más perfectas sean esas
criaturas, mejor reflejarán la belleza divina; y tos
ángeles, los seres creados más perfectos que
existen, la reflejan mejor que nadie. Por ello, quien se dedica a
la búsqueda de la bondad y belleza de Dios, nunca
dejará de considerar y de amar a estas criaturas que, como
ninguna otra, son los más perfectos espejos de esa belleza
y de esa bondad.
¿Quién es el Ángel Custodio?
¿Realmente existe? La existencia de los Angeles Custodios
es una verdad, continuamente profesada por la Iglesia, que forma
parte desde siempre del tesoro de piedad y de doctrina del pueblo
cristiano.
Estos Angeles, explica el citado Catecismo, "no han sido
enviados solamente en algún caso particular, sino que han
sido designados desde nuestro nacimiento para nuestro cuidado, y
constituidos para defensa de la salvación de cada uno de
los hombres" (n. 6).
Jesucristo mismo dijo a sus discípulos: "Mirad
que no despreciéis a alguno de estos pequeñuelos,
porque os hago saber que sus Angeles en los cielos están
siempre viendo el rostro de mi Padre celestial» (Mat. 18,
10).
Es preciso
invocarlos
A pesar de la gran perfeción de su
naturaleza espiritual elevada perfectisimamente al orden de la
gracia, los Angeles no tienen el poder de Dios ni su
sabiduría infinita. Como explica Santo Tomás, no
pueden leer en el interior de las conciencias(Summa Theologica,
1, 57, 4 ad 31). Es preciso, por tanto que les demos a conocer de
algún modo nuestras necesidades. Como su permanencia a
nuestro lado es continua y con su inteligencla penetra de modo
agudísimo en lo que expresamos, ni siquiera es preciso
articular palabras: basta que mentalmente le hablemos para que
nos entienda, e incluso para que llegue a deducir de nuestro
interior más de lo que nosotros mismos somos capaces.
Por eso es tan recomendable tener un trato de amistad con el
Angel de la guarda. "Ten confianza con tu Angel
Custodio.-Trátalo como un entrañable amigo-lo es- y
él sabrá hacerte mil servicios en
los asuntos ordinarios cada día". (Camino, n. 562).
También podemos relacionarnos con los Angeles Custodios de
los demás, para ayudarles en su tarea de conducir al Cielo
a esas almas. "Gánate al Angel Custodio de aquel a quien
quieras traer a tu apostolado. -Es siempre un gran
"cómplice" (Camino, n. 563).
Esa complicidad-ordenada y querida por Dios-se extiende a todas
las acciones con
que hemos de ganar el Cielo para nosotros y para otras almas.
Angeles de las
comunidades sociales.
« Dios mandará a
sus ángeles, para que protejan al justo en todos sus
caminos», leemos en el Antiguo Testamento (Ps.90,11) Es
opinión común de los teólogos,
sólidamente fundada en Sagrada Escritura, en los escritos
de los Santos Padres y en liturgia de la Iglesia, la creencia de
que los Angeles Custodios no sólo cuidan de cada alma en
particular, sino que extienden su patrocinio a los cuerpos
sociales-paises, corporaciones, ciudades, personas morales,
etc.-, velando para que los lazos que unen a sus miembros no les
aparten de la felicidad eterna, y para que los fines corporativos
de las distintas comunidades sociales, aun de aquellas nacidas
para la consecución de un bien natural se encaminen en
último término al fin sobrenatural común a
todos, que es Dios. Los Angeles y la Sagrada Eucaristía.
La piedad cristiana considera desde antiguo que allí donde
se encuentra reservada la Santísima Eucaristía hay
Angeles adorando constantemente a Jesucristo Sacramentado.
La tradición cristiana describe a los Angeles Custodios
como a unos grandes amigos, puestos por Dios al lado de cada
hombre, para que le acompañen en sus caminos. Y por eso
nos invita a tratarlos, a acudir a ellos. Los cristianos hemos de
practicar y difundir la devoción a los Santos Angeles
Custodios, de tanta raigambre en la Iglesia: para que el Angel
Custodio, que nos acompaña siempre, contribuya a mantener
en todas nuestras acciones la unidad de vida, nos proteja,
interceda por nosotros, y sea siempre el más poderoso
aliado en la tarea de nuestra santificaclón personal y en el
apostolado. Como reza la oración dirigida a San Miguel, en
las fiestas litúrgicas que le dedica el Misal romano,
Santos Angeles Custodios: defendednos en la batalla, para que no
perezcamos en el tremendo Juicio.
Valiosos consejeros
celestes
Los Ángeles de la Guarda son nuestros
consejeros, inspirándonos santos deseos y buenos
propósitos. Evidentemente, lo hacen en el interior de
nuestras almas, si bien que, como vimos, hayan existido almas
santas que merecieron de ellos recibir visiblemente celestiales
consejos.
Cuando Santa Juana De Arco, aún niña, guardaba su
rebaño, oyó una voz que la llamaba: "Jeanne!
Jeanne!" ¿Quien podría ser, en aquél lugar
tan yermo? Ella se vio entonces envuelta en una luz
brillantísima, en el medio de la cual estaba un
Ángel de trazos nobles y apacibles, rodeado de otros seres
angélicos que miraban a la niña con complacencia.
"Jeanne", le dice al Ángel, "sé buena y piadosa,
ama a Dios y visita frecuentemente sus santuarios". Y
desapareció. Juana, inflamada de amor de Dios, hizo
entonces el voto de virginidad perpetua. El Ángel se le
apareció otras veces para aconsejarla, y cuando la dejaba,
ella quedaba tan triste que lloraba .
El desvelo de nuestro Ángel de la Guarda para con nosotros
está bien expresado por el Profeta David en el Salmo 90:
"El mal no vendrá sobre ti, y el flagelo no se
aproximará a tu tienda. Porque mandó [Dios] a sus
Ángeles en tu favor, para que te guarden en todos tus
caminos. Ellos te elevarán en sus manos, para que tu
pié no tropiece con alguna piedra" (Sl. 90, 10-12).
Innumerables son los ejemplos del poderoso auxilio de los
Ángeles en la vida de los Santos. Santa Hildegonde,
alemana (+ 1186), habiendo ido en peregrinación a
Jerusalén con su padre y falleciendo éste en el
camino, fue frecuentemente socorrida por su Ángel. Cierto
día, cuando viajaba camino a Roma, fue asaltada y
abandonada como muerta. Apenas pudo lograr levantarse, y vio
surgir a su Ángel en un caballo blanco. Éste
ayudó cuidadosamente a su protegida a montar, y la condujo
hasta Verona. Allá, se despidió de ella diciendo:
"Yo seré tu defensor donde quiera que vayas".
Santa Hildegonde podría aplicar a sí misma el
siguiente comentario de San Bernardo al Salmo arriba citado:
"¡Cuán gran reverencia, devoción y confianza
deben causar en tu pecho las palabras del profeta real! La
reverencia por la presencia de los Ángeles, la
devoción por su benevolencia, y la confianza por la guarda
que tienen de ti. Mira vivir con recato donde están
presentes los Ángeles, porque Dios los mandó para
que te acompañen y asistan en todos tus caminos; en
cualquier posada y en cualquier rincón, ten reverencia y
respeto a tu Ángel, y no cometas delante de él lo
que no osarías hacer estando yo en tu presencia". San
Buenaventura afirma: "El santo Ángel es un fiel paraninfo
conocedor del amor recíproco existente entre Dios y el
alma, y no tiene envidia, porque no busca su gloria, sino la de
su Señor".
Agrega que la cosa más importante y principal "es
la obediencia que debemos tener a nuestros santos Ángeles,
oyendo sus voces interiores y saludables consejos, como de
tutores, curadores, maestros, guías, defensores y
mediadores nuestros, así en el huir de la culpa del
pecado, como en el abrazar la virtud y crecer en toda
perfección y en el amor santo del Señor".
Bienaventurado Augustin escribe: "Los Angeles con gran
dedicación y diligencia, permanecen con nosotros a toda
hora y en todo lugar, nos ayudan, piensan en nuestras
necesidades, sirven de intermediarios entre nosotros y Dios,
elevando a El nuestras quejas y suspiros… Nos acompañan
en todos nuestros caminos, entran y salen con nosotros,
observando como nos comportamos entre ese genero
engañoso y con que empeño deseamos y buscamos al
Reino de Dios." Un pensamiento
semejante tiene San Basilio el Grande: "Con cada fiel hay un
Angel, quien como niñera o pastor dirige su vida" y para
demostración cita las palabras de David, el cantor de los
Salmos: "A sus Angeles dirá sobre ti – que te protegen en
todos caminos tuyos…" "Angel del Señor hará
guardia alrededor de los que Le temen y los ayudará" (Sal.
90:11, 33:8).
El Obispo Feofan el Ermitaño enseña: "Hay que
recordar, que tenemos a un Angel Guardián y dirigirse a El
con pensamiento y corazón – en nuestra vida normal y
especialmente cuando ésta se agita. Si no nos dirigimos a
El, el Angel no puede aconsejarnos. Cuando alguien se dirige a un
abismo ó pantano con ojos cerrados y los oídos
tapados – como es posible de ayudarle?"
Así el cristiano debe recordar a su buen Angel, que
durante toda su vida se preocupa por él, se regocija con
sus éxitos espirituales, se acongoja con sus
caídas. Cuando el hombre muere, el Angel lleva su alma a
Dios. Según muchos testimonios, el Alma reconoce a su
Angel Guardián, cuando llega al mundo espiritual.
San Bernardo explicó durante una Cuaresma, en 17 sermones,
el salmo 90. Ya en la Introducción nos dice que hace la
explicación de este salmo, "de donde el enemigo
tomó ocasión para tentar al Señor, a fin de
que sean quebrantadas y deshechas las armas del Maligno
con lo mismo que él maliciosamente quería
formarlas" (cf. BAC Obras selectas p.358). Damos la síntesis
del sermón 12, en el que el Santo explica el
versículo 11 aducido por el tentador en el desierto:
Porque El mandó a sus ángeles cuidasen de ti y te
guardasen en todos tus caminos (cf. Serm. 12 sobre el salmo 90 en
Obras selectas p.413 ss. [BAC, Madrid I947].
El texto latino
puede verse en PL 183,221 ss).
Bondad de Dios en enviar a sus
ángeles como custodios
"¡Qué
lección, hermanos, qué amonestación,
qué consolación tan grande nos ofrecen estas
palabras de la Escritura! ¿Qué salmo, entre todos
los demás, esfuerza tan magníficamente a los
pusilánimes, despierta a los negligentes, enseña a
los ignorantes? Por eso dispuso la Providencia divina que
especialmente en este tiempo de la Cuaresma tuviesen sus fieles
de continuo en su boca los versículos de este salmo. No
parece haberse tomado pie para ello sino del abuso que de este
salmo hizo el diablo, para que en esto mismo aquel malicioso
siervo sirva a los hijos de Dios, aunque a pesar suyo"…
Esta preocupación de Dios por el hombre manifiesta de modo
extraordinario su misericordia. San Bernardo habla así a
Dios: "Aplicas a él (al hombre) tu corazón y
solícito lo cuidas. En fin, le envias tu Unigénito,
diriges a él tu Espiritu, le prometes tu gloria. Y para
que nada haya en el cielo que deje participar en nuestro cuidado,
envías a aquellos bienaventurados espiritus a ejercer su
ministerio para bien nuestro, los destinas a nuestra guarda, les
mandas sean nuestros ayos. Poco era para ti haber hecho
ángeles tuyos a los espiritus; háceslos
también ángeles de los pequeñuelos, pues
escrito está: Los ángeles de éstos
están viendo siempre la cara del Padre (Mt 18,10). A estos
espíritus tan bienaventurados háceslos
ángeles tuyos para con nosotros y nuestros para
contigo".
Para considerar mejor la bondad de Dios, conviene pensar:
QUIÉN MANDA A LOS ÁNGELES
"La suma majestad mandó a los ángeles, y
mandó a los ángeles suyos, a aquellos espiritus tan
sublimes, tan dichosos, tan próximos, tan inmediatos a El,
tan familiarmente allegados a El y verdaderamente de su
casa".
PARA QUIÉNES LOS MANDÓ
"Mandólos a ti ¿Quién eres tú,
Señor, y quien es el hombre para que pongas en él
tu corazón o el hijo del hombre para que tanto le
aprecies? ¡Como si el hombre no fuera corrupción
y él hijo del hombre un gusano!"
QUÉ LES MANDÓ
"¿Quizás escribió contra ti amarguras?
¿Acaso les mandó que muestren su poder contra esta
hoja que arrebata el viento, y que persigan esta paja seca?
¿O que quiten de delante al impío, para que no vea
la gloria de Dios? Esto se ha de mandar algún día,
pero no está todavía mandado"…
"Por donde vemos en el Evangelio que, disponiéndose los
criados a recoger al punto la cizaña sembrada
después del trigo, el providente Padre de familia les
dice: Dejad que ambos crezcan hasta la siega…, no sea que, al
querer arrancar la cizaña, arranquéis con ella el
trigo (Mt. 13, 29-30). Mas ¿cómo el buen grano se
podrá conservar hasta el tiempo de la recolección?
Este es precisamente el objeto del mandato que Dios ha impuesto a sus
ángeles para mientras vivamos en la tierra"…
Servicio que prestan al
hombre
"A sus ángeles les mandó te
guarden. ¡Oh tú, que eres trigo entre cizaña,
grano entre paja, lirio entre espinas! Demos gracias a Dios,
hermanos míos, démosle gracias por mí y por
vosotros. Un precioso depósito me había
encomendado, que es el fruto de su cruz y el precio de su
sangre. Mas no
se contentó con esta custodia tan poco segura, tan poco
eficaz, tan frágil, tan deficiente; por lo cual puso de
guardianes a los ángeles custodios sobre los muros del
alma. Y cierto, aun aquellos que parecen muros inexpugnables
necesitan de estas defensas"
Nuestra correspondencia con los
ángeles
"A sus ángeles mandóles
guardarte en todos tus caminos. ¡Cuánta reverencia
debe infundirte, cuánta confianza debe darte! Reverencia
por su presencia, devoción por su benevolencia, confianza
por su custodia".
REVERENCIA
"Anda siempre con toda circunspección, como quien tiene
presente a los ángeles en todos tus caminos. En cualquier
parte, en cualquier lugar, aun el más oculto, ten
reverencia al ángel de tu guarda. Y ¿cómo te
atreverías a hacer en su presencia lo que no harías
estando yo delante?"."
DEVOCIÓN
Aunque Dios tiene mandado que a El se dé todo honor y toda
gloria, sin embargo, "no debemos ser ingratos con aquellos que le
obedecen con tanto amor y nos amparan en tanta indigencia.
Seamos, pues, devotos, seamos agradecidos a su amor,
honrémosles cuanto podamos, cuanto debemos. Mas todo amor
y honor deben ir dirigidos a aquel Señor de cuya mano,
así ellos como nosotros, recibimos el poderle amar y
honrar y merecer ser amados y honrados .
Este amor a los ángeles no está prohibido, ni es en
detrimento del amor de Dios; los dos se compaginan perfectamente.
Dios, que exige el amor a El con toda la mente, y con todo el
corazón, y con todas las fuerzas, nos manda amar a todas
las cosas para que en ellas le honremos y amemos a El. "En El,
pues, hermanos míos, amemos afectuosamente a sus
ángeles como a quienes han de ser un día
coherederos nuestros, siendo por ahora abogados y tutores puestos
por el Padre y colocados por El sobre nosotros. Ahora somos hijos
de Dios, aunque todavía no se manifiesta lo que seremos;
por cuanto, siendo todavía párvulos, estamos bajo
abogados y tutores, sin diferir ahora en nada de los
siervos".
CONFIANZA
"Mas aunque somos tan pequeños y nos queda aún tan
largo, y no sólo tan largo, sino tan peligroso camino,
¿qué temeremos teniendo tales custodios? Ni pueden
ser vencidos ni engañados, y mucho menos pueden
engañar los que nos guardan en todos nuestros caminos.
Fieles son, prudentes son, poderosos son. ¿De qué
temblamos? Solamente sigámosles, juntémonos a
ellos, y perseveraremos bajo la protección del Dios del
cielo…"
"No permitirán que seas tentado por encima de tus fuerzas,
sino que te llevarán en sus manos para que evites los
tropiezos…"
"Siempre, pues, que vieres levantarse alguna tentación o
amenazar alguna tribulación, invoca a tu guarda, a tu
conductor, al protector que Dios te asignó para el tiempo
de la necesidad y de la tribulación. Dale voces y dile:
¡Sálvanos, Señor, que perecemos! (Mt. 8,25).
No duerme ni dormita, aunque por breve tiempo disimule alguna
vez; no sea que con mayor peligro te precipites de sus manos, si
ignoras que ellas te sustentan. Espirituales son estas manos,
como también lo son los auxilios que a cada uno de los
elegidos prestan, según sea el peligro y la dificultad que
han de superar más o menos grande".
Ángeles custodios en la vida
diaria
El conocido "angelito de la guarda" puede ser más
útil de lo que te imaginas…
Nunca será sencillo comprender en su totalidad,
cómo es que un ser de naturaleza espiritual pueda
interactuar con nosotros en el mundo material, pero ciertamente
nos acompañan, ayudan, aconsejan, inspiran, día a
día, a cada momento, cuando dormimos, sin pedirlo, sin
darnos cuenta y aún olvidando su presencia… nunca un
buen amigo ha estado junto a
nosotros con tal disposición.
Como ya sabemos, en la Sagrada Escritura se hace referencia a la
intervención de los Ángeles Custodios, pero
¿qué hay de nosotros, los hombres y mujeres del
tercer milenio, los que vivimos en un mundo donde lo que cuenta
es lo que se ve y se toca?, ¿Es posible pensar en llevar
una relación estrecha con ese Mensajero de Dios en el
hogar, la oficina, el
taller, la escuela, el
consultorio del médico y en todo lugar y circunstancia? La
respuesta es si.
Primero debemos ser conscientes -con ayuda de la Fe y la Gracia-
de su presencia, comenzar a platicar con él mentalmente o
en voz alta, como lo haríamos con una persona que
está a nuestro lado y nos ha inspirado confianza.
Algunas personas, con el ánimo de lograr un mejor
acercamiento con su Ángel le han puesto nombre, su propio
nombre, tomado algún nombre de la Escritura, el que
más les gusta, el de uno de sus hijos… como no tienen
género
no importa si es propio de mujer o de
hombre, también puede ser un mote cariñoso.
Con el trato diario a nuestro Ángel, pronto comenzaremos a
descubrir cosas que aparentemente son producto de la
casualidad o de la suerte: el encontrar estacionamiento donde
normalmente no hay lugar, la reacción comprensiva de
nuestro jefe ante una
situación inesperada, encontrar el consejo
adecuado para dar a nuestros hijos o a aquella persona que lo
necesita, y así, tantas y tantas situaciones que parecen
surgir de la nada. Y todo esto no es otra cosa sino su
intervención delicada y dedicada en multitud de asuntos
cotidianos.
Nuestro ángel custodio se convierte en una ayuda
valiosísima, pues además de las oraciones que
habitualmente le dirigimos, podemos entablar un diálogo
frecuente, que se traduce en peticiones concretas y sencillas, a
título de ejemplo: nos inspire para acudir con mejores
disposiciones a la Eucaristía, la Confesión y
nuestra oración personal; ayuda para recordar dónde
dejamos aquel objeto aparentemente perdido; encontrar las
palabras adecuadas para decir aquello que es delicado; antes de
salir de casa pedirle que aparte un lugar para estacionarse;
localizar con prontitud una dirección hacia la cual nos dirigimos;
también es conveniente pedirle que "hable" con el
Ángel de aquella persona con la que particularmente se es
difícil tratar, para lograr un verdadero diálogo;
ayuda para iniciar o terminar con prontitud esmero y cuidado
aquella tarea que es particularmente tediosa; saber cómo
corregir con cariño a los hijos; el encontrar la manera
más adecuada de procurar el cuidado atención y tratamiento a un enfermo; saber
qué decirle a aquella persona tan cercana a nosotros pero
muy alejada de Dios; y así podríamos enumerar
múltiples situaciones en las cuales su presencia se hace
indispensable.
Debemos ser conscientes de que nuestro Ángel en
ningún momento substituirá nuestro esfuerzo
personal, nunca hará que se obtenga una buena
calificación sin estudiar;
conseguir un mejor empleo sin
tener la preparación adecuada y necesaria; mostrar como
bueno algo que hicimos mal; coaccionar a las personas para que
reaccionen a nuestra conveniencia; conseguir un aumento de sueldo
haciendo un trabajo de mala calidad; mantener
la amistad con Dios sin confesarnos; pedir que una comida sea
excelente sin haber puesto el cuidado necesario en todo el
proceso de
preparación; que los hijos sean buenos sin dedicarles
tiempo para conversar con ellos y orientarlos.
De esta forma vemos que las cosas no son, ni serán,
producto del azar, ya que nuestro Ángel Custodio es otro
de los medios que Dios ha puesto a nuestro alcance como ayuda
esencialmente espiritual , ya que detrás de todo aquello
que podamos ver, está la Gracia y bondad
Divina.
¿Puedo rezarle a mi ángel custodio?
¿Puedo rezar a otros ángeles? Al Ángel
Custodio
Ángel de mi Guarda, mi dulce compañía, no me
desampares ni de noche ni de día, hasta que me entregues
en los brazos de María. No me dejes solo, que me
perdería.
Ángel de Dios,
Ángel de mi guarda,
ilumíname, guárdame,
y gobiérname este día.
Amén
A San Miguel Arcángel
San Miguel Arcángel,
defiéndenos en la batalla,
sé nuestro amparo contra la
persversidad y asechanzas del demonio.
Reprímale Dios, pedimos suplicantes;
y tú, Príncipe de la milicia celestial,
arroja al infierno, con el divino poder,
a Satanás y a los demás espíritus
malignos,
que vagan por el mundo
para la perdición de las almas.
Amén
Bendición para el Viaje
Por la intercesión de Santa María,
que tenga (tengamos, etc.)
un buen viaje:
que el Señor esté en mi (nuestro) camino,
y su Ángel me acompañe (y sus Ángeles nos
acompañen).
En el nombre dle Padre y del Hijo y del Espíritu
Santo.
Amén
Oración a los Santos Ángeles Custodios de los
Sagrarios
"Oh Espíritus Angélicos que custodiáis
nuestros Tabernáculos, donde reposa la prenda adorable de
la Sagrada Eucaristía, defendedla de las profanaciones y
conservadla a nuestro amor".
"Dios, Padre misericordioso, que en tu providencia inefable te
has dignado enviar para nuestra guarda a tus Santos
Ángeles; concede a quienes te suplican ser siempre
defendidos por su protección y gozar eternamente de su
compañía.
Por nuestro Señor Jesucristo…"
(Colecta de la Misa de los Santos Ángeles Custodios)
Petición a Dios
"Dios, Padre del Cielo, que con admirable sabiduría,
distribuyes los ministerios de
los Ángeles y de los hombres; te pedimos que nuestra vida
sea protegida en la tierra, por quienes te asisten siempre en el
Cielo.
Por nuestro Señor Jesucristo…"
(Colecta de la Misa de los Santos Arcángeles Miguel,
Gabriel y Rafael)
Tan reales como nuestro ángeles custodios,
aquellos que desobedecieron a Dios también influyen en
nuestras vidas. Ya hemos tratado anteriormente el tema de los
ángeles, su existencia y nuestra influencia en la vida
diaria. Hoy toca el momento de hablar de "los otros
ángeles"…
Hablar de ángeles caídos, demonio y temas similares
no es fácil, pues actualmente así como hay gente
que se aparta ante todo lo que "huela" a religión,
también tiende a pensarse en fanatismo e intolerancia
cuando se trata cualquier asunto relacionado con la
demonología.
Por otra parte el tema mismo puede despertar el morbo de la
gente. Basta ver todas las películas que explotan este
tópico. Es evidente que hoy en día hay más
películas como "El Exorcista", "El Abogado del Diablo" o
"La Profecía" que de vidas de Santos o narrativas del
Evangelio.
Es fácil pensar en el demonio como un ser de ciencia
ficción o de historias de terror, y esto no es casualidad.
Uno de los grande éxitos de los ángeles
caídos en sus propósitos es el lograr que no se
crea en su existencia ni en su influencia en nuestras vidas.
Así como nuestros ángeles custodios tienen un papel
importante en nuestra vida diaria, así también
ocurre con los "otros" ángeles también dotados de
inteligencia, de libertad y que forman parte de ese "mundo
invisible" que recitamos al rezar el Credo: "Creo en lo visible y
lo invisible."
Para el católico es muy importante conocer este tema que
afecta directamente nuestra vida espiritual, que es real y que es
una verdad de Fe profesada contínuamente por la Iglesia
Católica.
Hechas las consideraciones anteriores, es momento de entrar en
materia:
En algunos momentos podemos olvidar que el demonio actúa
de manera efectiva y real de nuestra vida, creyendo que
sólo se manifestará en una posesión o en
algún evento extraordinario.
Al igual que en algunas películas, el villano aparece como
un personaje bien parecido o elegante; del mismo modo, el demonio
se oculta tras las cosas aparentemente buenas o a nuestro juicio
inofensivas, y no sólo eso, nos hace creer que no existe.
Si pudiéramos verlo, seguramente nos causaría
horror y como consecuencia acudiríamos inmediatamente al
auxilio divino, lo cual seria contrario a su plan: alejarnos
de Dios y crear enemistad con Él mediante el pecado. El
demonio en este sentido es increíblemente sutil, y por
tanto peligrosamente efectivo.
El demonio y los ángeles que le acompañaron en
desobedecer a Dios no pueden leer nuestra mente, pero son capaces
de conocer nuestras intenciones e influir en nosotros deseos,
recuerdos y tentaciones.
Podemos caer bajo su influencia de distintas maneras,
según el momento y las circunstancias; debemos recordar
que Dios permite las tentaciones y estas nunca serán
desproporcionadas a nuestras fuerzas, es decir, en todo momento
contamos con la ayuda de la gracia para superar los
obstáculos y acercarnos más a Dios. No olvidemos
que aún en nuestras caídas podemos comprender
nuestra naturaleza debilitada, y crecer en la humildad.
Las tentaciones que se nos presentan, son dirigidas a nuestra
naturaleza caída, abusando de nuestras debilidades
humanas: tendencia al placer, la comodidad, la grandeza; cuando
nuestro corazón lo ponemos en nosotros mismos o en las
cosas, es fácil desviar nuestra atención de
Dios.
Claro esta que en algunas ocasiones nosotros "ponemos de nuestra
parte" para caer en pecado por imprudencia:
– Asistir a un espectáculo que excite nuestra
imaginación o nuestros sentidos de tal modo que obtengamos
un placer que nos aleja de Dios.
– Detenernos a ver revistas o películas en los estantes,
que si bien no son pornográficas, estimulan la
imaginación. Todos sabemos que "no es lo que se ve, si no
lo que se oculta" lo que provoca que la imaginación
complete el cuadro.
– Por curiosidad o ignorancia asistir a un lugar donde se
practica la lectura de
cartas, la
mano, el café o
cualquier otra forma de "adivinación" la cual está
severamente condenada desde el Antiguo Testamento y hasta
nuestros días por el Magisterio de la Iglesia. No
debería ser extraño que lo que se dice sea cierto o
se cumpla en un futuro, es un medio para alejarnos de Dios por
desconfiar de la Providencia Divina. ¿Para qué
necesitamos como católicos saber el futuro, si nos
abandonamos diariamente en el Padre al que le rogamos
constantemente "Danos hoy nuestro pan de cada día"?
¿No fue Jesús quien nos dijo que no
habríamos de preocuparnos del futuro pues cada día
trae su propio afán? Jesucristo nos ha mostrado a un Dios
Padre bondadoso que si viste a los lirios del campo mejor que al
Rey Salomón ¿Qué no hará por nosotros
que somos sus hijos? Al tratar de "adivinar" el futuro
desconfiamos de este Padre amoroso.
– El trato con alguien del sexo opuesto,
que por su condición (o la nuestra) no debemos llegar a
cierta intimidad o familiaridad: por estar casado, la
relación de trabajo, la amistad familiar…
Otra manera en la que el demonio ejerce su influencia es mediante
los recuerdos:
– Revive los disgustos que hemos tenido con las personas.
– Nos trae a la mente recuerdos de actos realizados contra la
pureza, con peligro de recrear la imaginación y reavivar
malos deseos.
– Traernos remordimientos sobre nuestras faltas:
maltrato a los hijos, amigos o conocidos; alguna trampa en el
negocio o en el estudio; falta de atención a un enfermo;
no haber pedido perdón a aquella persona que
estimábamos…
Todo esto, aún habiéndolo confesado y reparado las
faltas cometidas. No olvidemos que una tentación
típica de muchos Santos ha sido el sentir que están
en pecado mortal aún cuando hayan hecho un examen de
conciencia pleno
y una confesión completa.
También podemos advertir la influencia negativa en nuestra
pereza o desgano:
– No ir a confesarse pretextando pena por los pecados
cometidos
– Creer que no vale la pena confesarse porque volveremos a pecar
o sentimos que siempre decimos los mismos pecados
– Faltando al precepto de la Misa dominical por pereza u otras
actividades
– No cumplir nuestro deber familiar, de trabajo o estudio
poniendo como pretexto cansancio, enfermedad, aburrimiento…
Otras tentaciones que podemos considerar son las relativas a la
soberbia:
– Sentir que Dios puede perdonarnos en cualquier momento
– No ceder en nuestros gustos, ideas y opiniones, aunque se nos
demuestre que estamos en un error
– Considerarnos mas importantes, aptos o inteligentes que los
demás
La imaginación también tiene un papel importante,
ya que nos hace elaborar fantasías que si en el momento no
son reales, pueden llevarnos a cometer faltas graves por un
desordenado deseo:
– Observar a alguien del sexo opuesto que vemos por la calle y
faltarle el respeto con el pensamiento.
– Creer que por el trato amable que tiene una persona, busca algo
más de nosotros desconfiando de ella.
– Pensar en qué tenemos que hacer para que una persona que
ocupa un mejor puesto de trabajo que el nuestro caiga y podamos
ascender nosotros.
– Encadenar una serie de mentiras para justificarnos o conseguir
un beneficio.
Los detalles que consideramos poco importantes van endureciendo
nuestra conciencia, tomándolos como "actitudes
naturales", y así poco a poco hasta caer con más
facilidad en pecados graves, con peligro de no tener la fuerza
interior necesaria para buscar la reconciliación con
Dios.
Meditar en lo anterior debe ponernos en guardia y no ser ingenuos
pensando que el Demonio no existe. Una vez que estamos alertados
de esto, debemos fortalecer nuestra debilidad acudiendo con
regularidad al sacramento de la Reconciliación
(Confesión), hacer oración aún si estamos en
pecado mortal, pedir ayuda a la Santísima Virgen y a
nuestro Angel Custodio, serán los medios habituales para
evitar las tentaciones, las ocasiones de pecado y el pecado
mismo, pues con su ayuda alejaremos de nosotros la influencia de
los ángeles caídos, o mejor dicho: el demonio.
Los demonios son aquellos ángeles que desobedecieron a
Dios y fueron condenados eternamente al infierno. Conocemos su
existencia porque la enseña la Sagrada Escritura y la
Tradición. Jesucristo dijo: "Yo vi a satanás caer
del Cielo como un rayo" (San Lucas 10, 18).
"El Diablo es homicida desde el principio y no se mantuvo en la
verdad, porque la verdad no estaba en él" (San Juan 8,
44)
Es un dogma de fe definido por la Iglesia Católica la
existencia de los demonios.
"El diablo y demás demonios, por Dios ciertamente fueron
creados buenos por naturaleza; mas ellos, por sí mismo, se
hicieron malos" (Concilio IV de Letrán).
El jefe de los demonios es lucifer o stanás o diablo.
Recibe, además otros nombres: luzbel, beelcebú,
belial, el maligno, príncipe de este mundo.
Se le compara a un león, a un dragón y a una
serpiente.
La palabra diablo procede del griego y significa "instigador"; el
que casua la destrucción y la división ; el
murmurador, el engañador.
La palabra satanás procede del hebreo, significa
"adversario".
No sabemos el número de demonios, pero son muchos. En el
Nuevo Testamento aparece un endemoniado que dijo a Jesucristo "mi
nombre es legión, pues somos muchos" (San Marcos 5,
9).
El demonio tiene poder sobre los humanos porque su conocimiento y
su influencia es superior al de éstos. El demonio no
tiene, sin embargo, poder directamente sobre nuestrainteligencia
pues no conoce nuestros pensamientos íntimos; tampoco
sobre nuestra voluntad pues nunca puede obligarnos a pecar.
La actividad del demonio se manifiesta en los humanos al:
• Inducir a desobedecer los Mandamientos Divinos y a
rebelarse contra Dios.
• Propagar el error y la mala doctrina.
• Inducir al hombre a la mentira y a la corrupción.
• Provocar la rebeldía en el hombre que sufre
penalidades.
• Influier sobre el cuerpo, los sentidos y la
imaginación.
• Influir sobre los bienes
materiales.
• Producir hechos extraordinarios que tienen la
aparición de milagro, con el fin de hacer adeptos.
• Llenar de temor, angustia y tristeza al hombre para
alejarlo de Dios.
• Inducir a la brujería, las "limpias", a las
supersticiones, al espiritismo y a la magia negra.
• Promover el culto demoniaco.
Su actividad durará hasta el final de los tiempos. La
Iglesia enseña que "toda la historia humana está
invadida por una tremenda lucha contra el poder de las tinieblas,
que iniciada desde el principio del mundo durará hasta el
último día, como dice el Señor" (Concilio
Vaticano II, Const Gaudium et Spes, n. 37)
El demonio puede atormentar a los hombres por medio de la
posesión y la obsesión diabólica.
La posesión diabólica consiste en que el demonio se
apodera del cuerpo de una persona para atormentarla. En el
cristianismo son raros los casos, gracias a la Redención
de Cristo.
La obsesión diabólica consiste en que el demoni
molesta externamente a las personas: con golpes u otras
manifestaciones.
La Iglesia Católica tiene poder, recibido de Cristo, de
arrojar al demonio de una persona posesa, de un lugar o de un
objeto, por medio del exorcismo.
Las tentaciones consisten en que el demonio o el mundo o la carne
influyen en el hombre despertando imágenes
en la memoria y
provodando sensaciones capaces de afectar su inteligencia y de
inclinar su voluntad hacia cualquier pecado, por ejemplo: el
robo, el homocidio, etc.
Tener tentaciones no es pecado. Llegan a ser pecado si existen la
advertencia y el consentimiento.
Los medios para vencer al demonio son:
• Rezar frecuentemente.
• Recurrir al Sacramento de la Penitencia
(confesión).
• Persignarse ante cualquier tentación.
• Besar un crucifijo con amor.
• Usar agua bendita,
especialmente antes de dormir. (Decía Santa Teresa de
Ávila que de ninguna cosa huyen más los demonios,
para no tornar, que del agua bendita).
• Invocar con devoción a la Santísima Virgen
María y a nuestro Ángel Custodio.
• Invocar con devoción a San Miguel
Arcángel.
• Rezar con devoción tres Ave María.
Todos los Angeles fueron creados buenos por Dios. Sin embargo
ellos, igual que los humanos fueron dotados de libre voluntad, y
podían elegir entre la obediencia a Dios y la
rebelión, entre el bien y el mal. Habiendo usado mal su
libertad, parte de los ángeles, encabezados por lucifer,
se separaron de Dios y formaron su reino.
Aquella rebelión de los ángeles contra Dios fue
-algo que no podemos imaginar, pero que el apóstol San
Juan nos describe en el Apocalipsis, hablando de "un gran
dragón rojo, con siete cabezas y diez cuernos, y sobre sus
cabezas siete diademas; arrastró con su cola a la tercera
parte de las estrellas del cielo y las arrojó a la tierra.
Hubo luego una gran batalla en el cielo: Miguel y sus
ángeles luchaban contra el dragón. También
el dragón y sus ángeles combatieron, pero no
vencieron, y no quedó ya lugar para ellos en el cielo. Y
fue arrojado aquel gran dragón, la antigua serpiente que
se llama diablo y Satanás, el seductor del mundo entero;
lanzado fue a la tierra , y sus ángeles con el.Ap.12,3-4,
7-9
Acerca del pecado de los ángeles, la Revelación se
limita a hacer algunas indicaciones. Si todo pecado comienza por
la soberbia (Ecle. 10, 12 y sig.), también el pecado de
los ángeles habrá tenido que comenzar por la
soberbia. Del "hijo de la perdición" se dice que se alza
contra Dios y todo lo santo (2 Thess. 2, 4). En concreto,
puede decirse sobre el pecado de Satanás que éste,
deslumbrado por su propia gloria, olvidó que
dependía de Dios y negó esa dependencia, que se
opuso a ser mera criatura o que rechazó el don de la
perfección sobrenatural que Dios le ofrecía porque
no quería deber nada al amor. Su lucha encarnizada con
Cristo y contra la obra de la Redención nos permite
colegir que Satanás se resistió a reconocer la
supremacía de Cristo, a reconocer que Cristo, el Hijo de
Dios encarnado, es el corazón y la cabeza de la
Creación.
El castigo que merecieron por su pecado es doble: la
obstinación de la voluntad en el mal, y el fuego eterno o
infierno Judas 6, 2Pe 2,4.
Desde los tiempos, cuando Ap. Pablo escribió su
epístola a los Corintios (2 Cor. 11:4) y casi hasta
nuestros días, en los escritos de la Iglesia se mencionan
casos cuando los ángeles caídos tomaban distintas
formas – y no solo de Angeles de la Luz, sino también de
los Santos, la Virgen María y hasta el mismo Jesús
Cristo! Por ejemplo San Juan Kassian, en sus escritos sobre un
cuidadoso reconocimiento de los espíritus de otro mundo,
cuenta como un monje se suicidó y otro hombre quiso
sacrificar a su hijo como siguiendo la obediencia del Patriarca
Abraham (Gen. Cap. 22).
En ambos casos estas conductas aberrantes fueron
provocados por los demonios, que se les aparecieron bajo la forma
de Angeles de la Luz (Amor al bien t. 1).
El Patericon de Kievo-Pechersk cuenta el caso de un joven monje
Nikita quien se le apareció un "ángel de luz." Este
"ángel" ordenó a Nikita no perder tiempo en
oraciones y dedicarse al estudio de Sagradas Escrituras, y le
prometió a Nikita que orará por el. Después
que el demonio, tomando la forma de un ángel,
comenzó a orar en la celda de Nikita, éste
recibió el don de clarividencia.
Pronto se hablo del nuevo "clarividente" y la gente
comenzó a venir a él para recibir su consejo y
dirección. Pero pronto se notó una rareza – Nikita
no queria ni hablar del Evangelio – él estudiaba y citaba
solamente el Antiguo Testamento. Por fin los monjes se dieron
cuenta que Nikita cayó en las garras del demonio, al que
expulsaron con sus oraciones. Volviendo en sí, Nikita hizo
una profunda penitencia y se transformó en un monje
ejemplar y esforzado. Con el tiempo fue consagrado como Obispo de
Novgorod. El fue un buen pastor, se distinguía por su
sabiduría y el don de milagros. Nosotros lo conocemos con
el nombre de San Nikita el Ermitaño.
Nuestro Señor nos prevenía: "Tengan cuidado con los
falsos profetas, que vienen a vosotros en la piel de la
oveja, pero son lobos feroces. Por sus frutos los
reconoceréis: Es posible cosechar uvas del endrino o higos
de un cardo?" (Mat. 7:15-16). El Ap. Pablo nos enseña: "El
fruto del espíritu es amor, alegría, paz,
paciencia, benevolencia, misericordia, fe, dulzura,
contención. Sobre éstos no hay ley… Aquellos, que
son de Cristo, crucificaron su carne con pasiones y deseos" (Gal.
5:22-24).
Seguir en la vida las palabras de Cristo y de Ap. Pablo – no es
fácil, debido a nuestra imperfección, pecado,
ligereza (y falta de conocimientos), e ignorancia y
también debido a la prac-tica de muchos siglos que poseen
los espíritus de mal en su lucha contra Dios y los
hombres. Hay que recordar, que hasta los hombres consagrados a
Cristo, como los monjes que citamos mas arriba, no están
asegurados contra la seducción demoniaca y pueden ser
burlados por ella.
Por eso, si ante nosotros aparece alguien como ángel o
tenemos una visión, hay que tener un gran cuidado de no
confundir a un ángel caído con uno bueno. Los
Santos Padres, inspirados por el Espíritu Santo y su
experiencia espiritual, nos exhortan con amor de orar con
humildad y no tratar de tener visiones y experiencias exaltadas.
En el caso que veamos a alguien o algo extraordinario, ser muy
circumpuestos y contar, lo mas pronto posible, el hecho a un
experimentado padre espiritual.
Los Santos Padres nos enseñan, que si tenemos la
mínima duda sobre la naturaleza de nuestra
aparición, interrumpir todo contacto con esta y dirigirnos
a Dios con una intensa oración, pidiendo Su ayuda. Si este
espíritu es en efecto un enviado celestial, un Angel
bueno, el se alegrará de nuestro vigilante cuidado.
San Atanasio también nos advierte que la soberbia
perdió al demonio, y por ello debemos practicar la
humildad. " Un gran remedio para la salud es la humildad, ya que
Satanás fue arrojado del cielo no por libertinaje o
adulterio o
robo, sino que fue la soberbia lo que le precipitó a las
partes inferiores del abismo".
San
Agustín, respecto a la salvación o
pérdida de los ángeles, y su persistencia en el
bien o en el mal, dice que " los unos permanecen
inquebrantablemente fieles en el Bien común a todos, que
es Dios mismo, y en su eternidad, bondad y amor. Los otros, al
contrario, orgullosos de su poder, como si fueran por si mismos
el propio bien, se han apartado del Bien supremo común y
beatificante, y se han vuelto hacia sí mismos;
impertinente soberbia por sublime eternidad, su artificioso
engaño por seguísima verdad, y sus deseos
particulares por amor puro" Tenemos aquí una breve
descripción de cómo una mala
elección puede hacer tanto daño a
una criatura.
La existencia de los demonios y su acción maligna es una
verdad de fe. No se trata, pues, del modo de hablar de un pueblo
primitivo que personificaba al mal en unos seres superiores pero
inexistentes. La mayor diablura del diablo es: hacernos creer que
no existe.
Por el contrario, estos seres reales, personales, espirituales,
aunque han sido ya vencidos por Jesucristo, tienen como un
ejército derrotado, en huida, gran capacidad de hacernos
daño:
a) Porque no han perdido su naturaleza de ángeles, y
así su conocimiento y su poder son muy superiores a los
nuestros.
b) Porque su experiencia de tantos siglos les ha enseñado
el mejor modo de engañarnos.
c) Porque su voluntad perversa está siempre inclinada a
toda maldad. Los demonios procuran nuestro mal:
d) Por odio a Dios cuya imagen ven en nosotros.
e) Por odio a Cristo, cuya muerte nos rescató de su
poder.
f) Por envidia a nosotros pues Dios nos destinó a ocupar
los puestos que ellos perdieron en el cielo.
El Señor llama al diablo "el asesino de la humanidad desde
el principio," refiriéndose al momento cuando él,
tomando la forma de una serpiente, sedujo a nuestros antepasados
Adán y Eva, que quebraron la ley de Dios y con esto
privaron a la humanidad de su inmortalidad (Gen. 3:1-6). Desde
entonces, teniendo la posibilidad de influir sobre los
pensamientos y sentimientos humanos, el diablo y sus demonios,
tratan de hundir a la humanidad cada vez mas profundamente en el
pecado, donde se encuentran ellos: "Quien peca es de Diablo, ya
que éste fue el primero que pecó… Cada uno
que peca es esclavo del pecado" (1 Juan 3:8, Juan 8:3-4).
Recordemos que el diablo es un mentiroso profesional,
calumniador, sembrador de confusión y discordias;
él y sus ángeles caídos, con todas sus
fuerzas tratan de perdernos y para esto usan no solo la
insinuación, sino muchas otras astucias, incluyendo su
camuflaje en otro seres. Por eso todos los fenómenos, que
nos causan admiración, confusión ó miedo,
pueden fácilmente ser resultado de su trabajo infame
contra nosotros.
La presencia de los espíritus del mal entre los hombres
constituye un constante peligro para nosotros. Por eso Ap. Pedro
nos recuerda: "Sean atentos y vigilantes porque nuestro enemigo,
el diablo, es como un león rugiente, que busca a quien
tragar" (1 Ped. 5:8). Semejante llamado de atención nos
dice el Ap. Pablo: "Hermanos míos, confortaos en el
Señor, y en la potencia de su fortaleza. Vestíos de
toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes
contra las asechanzas del diablo. Porque no tenemos lucha contra
sangre y carne; sino contra principados, contra potestades,
contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra
huestes espirituales de maldad en las regiones celestas" (Ef.
6:11-12). De estas palabras de las Escrituras vemos que la vida
humana es una intensa y constante lucha, para defender su
alma.
Hay que considerar que, no obstante el gran daño que
ocasionaron a sí mismos los demonios, y aún estando
despojados de la gracia divina, conservan todo el poder que les
corresponde por su naturaleza en cuanto a la inteligencia y
voluntad. Obviamente están sujetos al querer y al poder de
Dios; pero por esa fuerza natural que conservan como seres
espirituales, dada su malicia, continúan siendo criaturas
peligrosas y muy de temer de nuestra parte, por que se ocupan de
hacer y desear toda clase de males posibles.
De hecho, en el Cielo la guerra esta
terminó con la derrota total del mal. Pero la batalla se
trasladó del Cielo a nuestro mundo y al corazón de
los hombres. En esta batalla contra el mal nos ayudan activamente
los Angeles buenos.
La
existencia de los ángeles revelada por
Dios
1. Nuestras catequesis sobre Dios, Creador del
mundo, no podían concluirse sin dedicar una
atención adecuada a un contenido concreto de la
revelación divina: la creación de los seres
puramente espirituales, que la Sagrada Escritura llama
"ángeles". Tal creación aparece claramente en los
Símbolos de la Fe, especialmente en el
Símbolo niceno- constantinopolitano: Creo en un solo Dios,
Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, de todas
las cosas (esto es, entes o seres) "visibles e invisibles".
Sabemos que el hombre goza, dentro de la creación, de una
posición singular: gracias a su cuerpo pertenece al mundo
visible, mientras que, por el alma espiritual, que vivifica el
cuerpo, se halla casi en el confín entre la
creación visible y la invisible. A esta última,
según el Credo que la Iglesia profesa a la luz de la
Revelación, pertenecen otros seres, puramente
espirituales, por consiguiente no propios del mundo visible,
aunque están presentes y actuantes en él. Ellos
constituyen un mundo específico.
2. Hoy, igual que en tiempos pasados, se discute
con mayor o menor sabiduría acerca de estos seres
espirituales. Es preciso reconocer que, a veces, la
confusión es grande, con el consiguiente riesgo de hacer
pasar como fe de la Iglesia respecto a los ángeles cosas
que no pertenecen a la fe o, viceversa, de dejar de lado
algún aspecto importante de la verdad revelada.
La existencia de los seres espirituales que la Sagrada Escritura,
habitualmente, llama "ángeles", era negada ya en tiempos
de Cristo por los saduceos (Cfr. Hech 23, 8). La niegan
también los materialistas y racionalistas de todos los
tiempos. Y sin embargo, como agudamente observa un teólogo
moderno, "si quisiéramos desembarazarnos de los
ángeles, se debería revisar radicalmente la misma
Sagrada Escritura y con ella toda la historia de la
salvación" (.). Toda la Tradición es unánime
sobre esta cuestión. El Credo de la Iglesia, en el fondo,
es un eco de cuanto Pablo escribe a los Colosenses: "Porque en El
(Cristo) fueron creadas todas las cosas del cielo y de la tierra,
las visibles y las invisibles, los tronos, las dominaciones, los
principados, las potestades; todo fue creado por El y para El"
(Col 1, 16). O sea, Cristo que, como Hijo-Verbo eterno y
consubstancial al Padre, es "primogénito de toda criatura"
(Col 1, 15), está en el centro del universo como
razón y quicio de toda la creación, como ya hemos
visto en las catequesis precedentes y como todavía veremos
cuando hablemos más directamente de El.
3. La referencia al primado de Cristo nos ayuda a
comprender que la verdad acerca de la existencia y acción
de los ángeles (buenos y malos) no constituyen el
contenido central de la Palabra de Dios.
En la Revelación, Dios habla en primer lugar "a los
hombres. y pasa con ellos el tiempo para invitarlos y admitirlos
a la comunión con El", según leemos en la Cons.
"Dei Verbum" del Conc. Vaticano II (n.2). De este modo "las
profunda verdad, tanto de Dios como de la salvación de los
hombres", es el contenido central de la Revelación que
"resplandece " más plenamente en la persona de Cristo
(Cfr. Dei Verbum 2).
La verdad sobre los ángeles es, en cierto sentido,
"colateral", y, no obstante, inseparable de la Revelación
central que es la existencia, la majestad y la gloria del Creador
que brillan en toda la creación ("visible" e "invisible")
y en la acción salvífica de Dios en la historia del
hombre. Los ángeles no son, criaturas de primer plano en
la realidad de la Revelación, y, sin embargo, pertenecen a
ella plenamente, tanto que en algunos momentos les vemos cumplir
misiones fundamentales en nombre del mismo Dios.
4. Todo esto que pertenece a la creación entra,
según la Revelación, en el misterio de la
Providencia Divina.
Lo afirma de modo ejemplarmente conciso el Vaticano I,
que hemos citado ya muchas veces: "Todo lo creado Dios lo
conserva y lo dirige con su Providencia extendiéndose de
un confín al otro con fuerza y gobernando con bondad todas
las cosas. "Todas las cosas están desnudas y manifiestas a
sus ojos", hasta aquello que tendrá lugar por libre
iniciativa de las criaturas". La Providencia abraza, por tanto,
también el mundo de los espíritus puros, que aun
más plenamente que los hombres son seres racionales y
libres. En la Sagrada Escritura encontramos preciosas
indicaciones que les conciernen.
Hay la revelación de un drama misterioso, pero real, que
afectó a estas criaturas angélicas, sin que nada
escapase a la eterna Sabiduría, la cual con fuerza
(fortiter) y al mismo tiempo con bondad (suaviter) todo lo lleva
al cumplimiento en el reino del Padre, del Hijo y del
Espíritu Santo.
5. Reconozcamos ante todo que la Providencia, como amorosa
Sabiduría de Dios, se ha manifestado precisamente al crear
seres puramente espirituales, por los cuales se expresa mejor la
semejanza de Dios en ellos, que supera en mucho todo lo que ha
sido creado en el mundo visible junto con el hombre,
también él, imborrable imagen de Dios. Dios, que es
Espíritu absolutamente perfecto, se refleja sobre todo en
los seres espirituales que, por naturaleza, esto es, a causa de
su espiritualidad, están mucho más cerca de El que
las criaturas materiales y que constituyen casi el "ambiente"
más cercano al Creador.
La Sagrada Escritura ofrece un testimonio bastante
explícito de esta máxima cercanía a Dios de
los ángeles, de los cuales habla, con lenguaje
figurado, como del "trono" de Dios, de sus "ejércitos", de
su "cielo". Ella ha inspirado la poesía
y el arte de los siglos cristianos que nos presentan a los
ángeles como la "corte de Dios".
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