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Naturaleza de los ángeles




Enviado por MELENA.MONTERO



Partes: 1, 2

    1. Naturaleza de los
      ángeles
    2. La Creación
      de los ángeles ¿Se debe creer en la existencia de
      los ángeles?
    3. Los
      ángeles. El Ángel Custodio
    4. Angeles de
      las comunidades sociales.
    5. Valiosos
      consejeros celestes
    6. Bondad de Dios en
      enviar a sus ángeles como custodios
    7. Servicio que
      prestan al hombre. Nuestra correspondencia con los
      ángeles
    8. Oraciones a los
      ángeles
    9. Los "otros"
      ángeles
    10. La existencia
      de los ángeles revelada por Dios
    11. La misión
      de los ángeles
    12. Naturaleza de los
      ángeles
    13. La caída de los
      ángeles malos
    14. El pecado y la acción de
      Satanás
    15. La acción de
      Satanás y la victoria de Cristo
    16. Nombres de los
      ángeles
    17. Ángeles en las
      Sagradas Escrituras y el Catecismo
    18. Jerarquía de los
      ángeles
    19. Iglesia Católica y
      Ángeles
    20. Representaciones de los
      ángeles
    21. Bibliografía

    Naturaleza de los ángeles

    ¿Quiénes son los ángeles?
    ¿Para qué los creó Dios? ¿Cómo
    sabemos de su Existencia?

    La existencia de los Ángeles es
    una verdad de fe continuamente profesada por la Iglesia, que
    forma parte desde siempre del tesoro de piedad y de doctrina del
    pueblo cristiano. La iglesia los venera, los ama y son "motivo de
    dulzura y de ternura" (Juan XXIII, 9-VIII-1961).
    Es de fe, además, que muchos ángeles, abusando de
    su libertad,
    cayeron en pecado y se hicieron malos, quedando así
    perpetuamente constituidos enemigos de Dios y condenados a la
    pena eterna. Estos ángeles malos son llamados
    también demonios.
    Los ángeles son seres espirituales, personales y libres;
    dotados, por tanto, de inteligencia y
    voluntad, creados por Dios de la nada.
    Dios creó a los ángeles para que le alaben, le
    obedezcan y le sirvan; además, para hacerlos eternamente
    felices y para que ayuden y guíen a cada persona, a cada
    familia,
    nación,
    institución y muy especialmente a la Iglesia.

    Conocemos de su existencia porque Dios la reveló.
    Así en el Antiguo Testamento, se nos dice que:
    • Cerraron el paraiso terrestre después del pecado de
    Adán y Eva.
    • Protegieron a Lot en Sodoma.
    • Salvaron a Agar y a su hijo Ismael en el desierto.
    • Anunciaron a Abraham y aSara que tendrían un
    hijo.
    • Detuvieron la mano a Abraham cuando iba a sacrificar a su
    hijo Isaac.
    • Asistieron al profeta Elía.
    En el Nuevo Testamento, se nos dice que
    • Avisaron a Zacarías el nacimiento de San Juan el
    Bautista.
    • San Gabriel anunció a la Virgen
    María que sería la Madre dle Redentor.
    • Alabaron a Dios por el nacimiento de Cristo.
    • Revelaron a San José el misterio de la
    Encarnación.
    • Confortaron a Jesús en su agonía en el
    Huerto de Gethsemaní.
    • Aparecieron en la Resurrección de Cristo.
    Creer en la existencia de los ángeles es una verdad de fe.
    Así lo definió el Magisterio de la Iglesia: "Dios
    creó de la nada a una y a otra criatura, la espiritual y
    la corporal, es decir, la ángelica y la mundana (…)"
    (Concilio IV de Letrán y Concilio Vaticano I).
    Quien niegue su existencia con pertinacia, sabiendo que es dogma
    de fe, comete pecado mortal e incurre en excomunión (cfr.
    Código
    de Derecho Canónico, canon 1364).
    Durante la consagración como Papa de San Gregorio XV
    (1621), una terrible peste estaba devastando Roma San Gregorio
    organizó a su pueblo en torno de una gran
    procesión que estaba encabezada por una pintura de la
    "Virgen Gloriosa" (obra atribuida a San Lucas Apóstol).
    Estando la procesión en marcha, una densa nube de aire nauseabundo
    se detuvo ante la pintura. Los presentes escucharon, entonces, a
    un coro angélico cantar con alegría. "Regina Coeli,
    laetare, alleluja" El Papa San Gregorio relató luego la
    visión que tuvo de un enorme ángel parado sobre el
    castillo, cerca de allí. Desde ese día los romanos
    se refieren a él como Sant"Angelo en conmemoración
    de la rauda purgación de la peste de Roma. San Gregorio
    murió el 8 de julio de 1623. El relato de su vida se
    encuentra en "Vida de los Santos", de Edward Kinesman.
    Dotados de una naturaleza
    más perfecta que la humana, esos espíritus puros
    fueron creados para dar gloria a Dios, regir el mundo material y
    ser potentes auxiliares de los hombres en vista su
    salvación eterna. En un éxtasis, Santa María
    Magdalena de Pazzi vio a una religiosa de su Orden (carmelita)
    ser sacada del Purgatorio y llevada al Cielo por su Ángel
    de la Guarda. Y Santa Francisca Romana vio a su Ángel de
    la Guarda conducir al Purgatorio, para ser purificada, a un
    alma a ella
    confiada. El espíritu celeste permaneció fuera de
    aquel lugar de purgación, para presentar al Señor
    los sufragios ofrecidos por aquella alma. Y, al ser aceptados por
    Dios, esa alma era aliviada en sus penas. (1)

    Después de nacer, el hombre
    recibe de Dios uno de esos angélicos guardianes, que lo
    acompañará durante la vida, protegiéndolo y
    comunicándole buenas inspiraciones, Si la persona hubiese
    vivido según la Ley de Dios, al
    punto de santificarse e ir directamente al Cielo, el Ángel
    de la Guarda la conducirá a ese lugar bendito. Si, en otro
    caso, y lo que es más probable, ella precisa purificarse
    en el fuego del Purgatorio, el Ángel la conducirá
    después al Paraíso Celestial. O, en caso contrario,
    si hubiese rechazado sus inspiraciones y buenos movimientos,
    condenándose del todo para siempre, lo abandonará a
    las puertas del infierno.
    En nuestros días, a la par del materialismo y
    del ateísmo reinantes en tantas almas y en incontables
    ambientes, se percibe una saludable reacción – cada vez
    más intensa y generalizada – a esas llagas de la
    civilización contemporánea. El sentimiento
    religioso, la creencia en Dios y en el destino eterno ganan
    siempre más terreno, especialmente en el seno de la
    juventud
    actual.
    Un síntoma de este renacer de los valores
    espirituales es precisamente el interés
    por los Ángeles, el aumento de la devoción a los
    espíritus puros, así como los pedidos invocando su
    intercesión. Sin embargo tal resurgimiento, infelizmente,
    se manifiesta en algunos casos mezclada de supersticiones y hasta
    de manifestaciones de ocultismo. Para atender este saludable
    movimiento de
    alma, nos proponemos hoy presentar a nuestros lectores la
    atrayente y actualísima temática de los
    Ángeles.
    El Ángel sólo pasa a custodiar en nuevo ser
    después que este sale de las entrañas maternas.
    Esto porque, desde el momento de la concepción hasta el
    nacimiento del nuevo ser, el Ángel de la Guarda de la
    madre cuida también de la nueva criatura, así como
    quien guarda un árbol cargado de frutos, junto con el
    árbol cuida también lo frutos (2)
    Tenemos necesidad de la celestial protección
    angélica. Nuestra alma inmortal está destinada a
    ser, en el futuro, compañera de los Ángeles y de
    ocupar a su lado, en el Cielo, uno de los tronos que quedaron
    vacíos por la caída de aquellos ángeles
    puros que se rebelaron contra Dios, transformándose en
    demonios. Tal necesidad sobretodo proviene de la propia flaqueza
    humana para alcanzar este objetivo
    ¿Qué empeño no tendrá el demonio para
    que un recién nacido no reciba las aguas regeneradoras del
    Santo Bautismo? Muchas veces también procurará
    causarnos males físicos.

    "La función
    principal del Ángel de la Guarda es iluminarnos en
    relación a la verdad y a la buena doctrina. Pero su
    protección acarrea también muchos otros efectos,
    tales como reprimir los demonios e impedir que nos sean causados
    daños espirituales o corporales". Ellos "rezan por
    nosotros y ofrecen nuestras oraciones a Dios, tornándolas
    más eficaces por su intercesión (Apoc. 8, 3; Tob.
    12, 12), sugiriéndonos buenos pensamientos,
    incitándonos a hacer el bien (Act. 8, 26; 10, 3ss). Del
    mismo modo, cuando nos infligen penas medicinales para
    corregirnos (2 Sam. 24, 16): y – lo más importante de todo
    – cuando nos asisten en la hora de la muerte,
    fortaleciéndonos contra los supremos asaltos del demonio"
    (3).
    Algunas almas muy selectas, que conservaron intacta su inocencia
    y pureza bautismal a lo largo de la vida, por especial privilegio
    de Dios tuvieron la dicha de ver a su Ángel de la Guarda.
    Así sucedió con San Geraldo Magela, Santa Francisca
    Romana, Santa Gema Galgani y otros Santos.
    Veamos dos ejemplos:
    • Santa Francisca Romana: dama romana de la más
    ilustre estirpe, quería hacerse religiosa pero fue
    obligada por sus padres a casarse, habiendo procurado
    santificarse en el estado
    matrimonial. De ese casamiento nacieron varios hijos. Uno de
    ellos, Juan Evangelista, de extrema piedad, dotado con el don de
    la profecía, falleció angélicamente a los
    nueve años. Un año después de su muerte,
    apareció a Francisca, resplandeciente de luz,
    acompañado por un joven aún más brillante si
    es posible. Hizo conocer a la madre la gloria que gozaba en el
    Cielo; y le comunicó que venía a buscar a su
    hermanita Inés, de cinco años, para colocarla entre
    los Ángeles. Y que, por orden de Dios, dejaría
    aquel Ángel para – junto con su propio Ángel de la
    Guarda – asistirla en los que le restaba de vida terrena. Era un
    Ángel de categoría superior, un
    Arcángel.

    A partir de entonces, Santa Francisca veía
    constantemente ese Arcángel que, según ella,
    brillaba más que el sol, de manera
    que no conseguía mirarlo. Si Francisca dejaba escapar
    alguna palabra poco necesaria, o acaso se preocupaba un poco de
    más con los problemas
    domésticos, el Ángel desaparecía, quedando
    oculto hasta que ella se recogiese de nuevo. Él, con sus
    luces, la auxiliaba muchas veces, defendiéndola contra los
    ataques del demonio, que constantemente la asaltaba (4).
    • Santa Mariana de Jesús: conocida como la Azucena de
    Quito,
    después del fallecimiento del padre, siendo aún una
    bebé, la madre se retiraba a una casa de campo
    llevándola abrazada, en el lomo de una mula. En el paso de
    un río de aguas muy tormentosas, la mula tropezó y
    la bebita cayó de los brazos maternos… Al mismo tiempo, la
    niña predestinada quedó sostenida en el aire por su
    Ángel de la Guarda, hasta que la presurosa madre la
    recogió (5).
    Valiosos consejeros celestes
    Los Ángeles de la Guarda son nuestros consejeros,
    inspirándonos santos deseos y buenos propósitos.
    Evidentemente, lo hacen en el interior de nuestras almas, si bien
    que, como vimos, hayan existido almas santas que merecieron de
    ellos recibir visiblemente celestiales consejos.
    Cuando Santa Juana De Arco, aún niña, guardaba su
    rebaño, oyó una voz que la llamaba: "Jeanne!
    Jeanne!" ¿Quien podría ser, en aquél lugar
    tan yermo? Ella se vio entonces envuelta en una luz
    brillantísima, en el medio de la cual estaba un
    Ángel de trazos nobles y apacibles, rodeado de otros seres
    angélicos que miraban a la niña con complacencia.
    "Jeanne", le dice al Ángel, "sé buena y piadosa,
    ama a Dios y visita frecuentemente sus santuarios". Y
    desapareció. Juana, inflamada de amor de Dios,
    hizo entonces el voto de virginidad perpetua. El Ángel se
    le apareció otras veces para aconsejarla, y cuando la
    dejaba, ella quedaba tan triste que lloraba (6).
    El desvelo de nuestro Ángel de la Guarda para con nosotros
    está bien expresado por el Profeta David en el Salmo 90:
    "El mal no vendrá sobre ti, y el flagelo no se
    aproximará a tu tienda. Porque mandó [Dios] a sus
    Ángeles en tu favor, para que te guarden en todos tus
    caminos. Ellos te elevarán en sus manos, para que tu
    pié no tropiece con alguna piedra" (Sl. 90, 10-12).
    Innumerables son los ejemplos del poderoso auxilio de los
    Ángeles en la vida de los Santos. Santa Hildegonde,
    alemana (+ 1186), habiendo ido en peregrinación a
    Jerusalén con su padre y falleciendo éste en el
    camino, fue frecuentemente socorrida por su Ángel. Cierto
    día, cuando viajaba camino a Roma, fue asaltada y
    abandonada como muerta. Apenas pudo lograr levantarse, y vio
    surgir a su Ángel en un caballo blanco. Éste
    ayudó cuidadosamente a su protegida a montar, y la condujo
    hasta Verona. Allá, se despidió de ella diciendo:
    "Yo seré tu defensor donde quiera que vayas" (7).
    Santa Hildegonde podría aplicar a sí misma el
    siguiente comentario de San Bernardo al Salmo arriba citado:
    "¡Cuán gran reverencia, devoción y confianza
    deben causar en tu pecho las palabras del profeta real! La
    reverencia por la presencia de los Ángeles, la
    devoción por su benevolencia, y la confianza por la guarda
    que tienen de ti. Mira vivir con recato donde están
    presentes los Ángeles, porque Dios los mandó para
    que te acompañen y asistan en todos tus caminos; en
    cualquier posada y en cualquier rincón, ten reverencia y
    respeto a tu
    Ángel, y no cometas delante de él lo que no
    osarías hacer estando yo en tu presencia" (8). San
    Buenaventura afirma: "El santo Ángel es un fiel paraninfo
    conocedor del amor recíproco existente entre Dios y el
    alma, y no tiene envidia, porque no busca su gloria, sino la de
    su Señor". Agrega que la cosa más importante y
    principal "es la obediencia que debemos tener a nuestros santos
    Ángeles, oyendo sus voces interiores y saludables
    consejos, como de tutores, curadores, maestros, guías,
    defensores y mediadores nuestros, así en el huir de la
    culpa del pecado, como en el abrazar la virtud y crecer en toda
    perfección y en el amor santo
    del Señor" (9).

    Intrépidos guerreros del Ejército
    Celestial
    En varias partes de los Libros
    Sagrados los Ángeles son mencionados como siendo la
    Milicia Celestial. Así, narra el Profeta Isaías
    haber visto que "Los Serafines … clamaban uno hacia el otro y
    decían: Santo, Santo, Santo es el Señor Dios de los
    Ejércitos". (Is. 6, 2-3). Y, en el Apocalipsis, comandados
    por el Arcángel San Miguel, trabaron en el Cielo una gran
    batalla derrotando a Satanás y a sus Ángeles
    rebeldes (Ap. 12, 7). En otros pasajes aparecen elles ejerciendo
    incluso funciones
    bélicas. Leemos, por ejemplo, en el II Libro des
    Crónicas que, habiendo Senaquerib invadido Judea,
    mandó una delegación a Jerusalén para
    disuadir a sus habitantes de la fidelidad a su rey
    Ezequías, blasfemando contra el Dios verdadero. El Rey de
    Judá y el Profeta Isaías se pusieron en
    oración

    implorando la protección divina contra las tropas
    enemigas. "Y el Señor envió un Ángel que
    exterminó todo el ejército del rey de Asiria en su
    propio campamento, con los jefes y los generales, y el rey
    volvió a su tierra
    completamente confuso" (II Cron. 32, 1 a 21).
    Guerreros angélicos – tanto en el Antiguo como en el Nuevo
    Testamento – a veces se unen también a los hombres contra
    los enemigos del Señor. Así, por ejemplo, ayudaron
    a Judas Macabeo en una batalla decisiva. Otras veces auxiliaron a
    los soldados de la Cruz contra los musulmanes, como ha sido
    narrado en las crónicas de las Cruzadas.
    En la Sagrada Escritura, el
    propio autor de los Hechos de los Apóstoles afirma: "El
    Señor Dios de los ejércitos frecuentemente
    envía también sus guerreros para librar a sus
    amigos de las manos de los impíos" (Hechos 5, 18-20; 12,
    1-11).

    Protectores de los hombre,
    mensajeros de Dios
    En el Libro de Daniel (10, 13-21), el
    Arcángel San Miguel defendió los intereses de los
    israelitas contra el Ángel protector de Persia. En el
    Apocalipsis, San Juan se refiere a la victoria de ese
    Arcángel contra el demonio y sus secuaces. Más
    recientemente, leemos en la autobiografía de San Antonio
    María Claret, que cierto día, estando él
    sólo en el coro del Monasterio del Escorial, vio a
    Satanás que pataleaba con gran rabia y despecho, por
    habérsele frustrado algunos de sus planes en
    relación a los estudiantes. Oyó entonces la voz del
    Arcángel San Miguel que le dice: "Antonio, no temas. Yo te
    defenderé". San Gabriel fue el gran mensajero y embajador
    de Dios no sólo en la Anunciación a Nuestra
    Señora, sino, según el parecer de muchos
    teólogos, también apareció junto a San
    Zacarías, para anunciarle el nacimiento de Juan Bautista.
    Y junto a San José, a quien apareció tres veces en
    sueños: para anunciar la concepción divina de
    María, recomendar la fuga a Egipto y el
    retorno de aquél, después de la muerte de
    Herodes.
    La misión de
    San Rafael junto al joven Tobías es detalladamente
    descrita en la Biblia.

    Ya en tiempos posteriores, se señalan
    también muchas de sus intervenciones, como la
    salvación eterna del tesorero de un rey de Polonia, por el
    hecho de que el protegido le tenía gran devoción; y
    el haber librado de las manos de asaltantes a un burgués
    de Orleans que a él se encomendaba, en una
    peregrinación a Santiago de Compostela (10). Se narra en
    la vida de la Beata Madre Humildad de Florencia (+1310) que,
    habiendo sido electa Abadesa de su monasterio, además de
    su Ángel de la Guarda, recibió uno más para
    ayudarla en el gobierno de la
    comunidad.
    Ella compuso para sus religiosas una sencilla oración,
    pidiendo la guarda de los sentidos,
    oración en que se nota mucho la influencia del
    espíritu de Caballería de la época:
    "Buenos Ángeles, mis constantes protectores: guardad todas
    mis vías y vigilad cuidadosamente la puerta de mi corazón,
    de manera que yo no sea sorprendida por mis enemigos.
    ¡Blandid ante mí vuestra espada protectora!
    ¡Guardad también la puerta de mi boca para que
    ninguna palabra inútil escape de mis labios! ¡Que mi
    lengua sea
    como una espada, cuando fuere el caso de combatir los vicios o de
    enseñar la virtud! Cerrad mis ojos con un doble sello
    cuando ellos quisieren ver con complacencia otra cosa que no sea
    Jesús. Pero tenedlos abiertos y despiertos cuando fuere
    para rezar y cantar las alabanzas del Señor. Vigilad
    también la puerta de mis oídos, a fin de que ellos
    repelan siempre con disgusto todo lo que viene de la vanidad o
    del espíritu del mal. Colocad cadenas a mis pies cuando
    ellos quisieran ir a pecar. Pero acelerad mis pasos cuando se
    trate de trabajar para la gloria de Dios o de la santa Virgen
    María, o de la salvación de las almas! Haced que
    mis manos sean siempre, como las vuestras, prontas a ejecutar las
    órdenes de Dios.

    Apagad en mí el olfato del cuerpo, a fin de que
    mi alma no aspire mas que el suave perfume de las flores
    celestes. En una palabra, guardad todos mis sentidos, de manera
    que mi alma se deleite constantemente en Dios y con las cosas
    celestes. Mis Ángeles bienamados: fui colocada bajo
    vuestra guarda por el dulce Jesús; yo os suplico que me
    guardéis siempre con cuidado, por el amor de Él.
    ¡Oh mis Ángeles bienamados, yo os pido que me
    conduzcan un día a la presencia de la Reina del Cielo, y
    de suplicarle que yo sea colocada en los brazos del divino
    Niño Jesús, su Hijo bienamado!" (11).
    ¿Cuál es la naturaleza de esos espíritus
    puros? Los Ángeles son seres puramente espirituales,
    dotados de inteligencia, voluntad y libre arbitrio, elevados por
    Dios al orden sobrenatural, esto es, llamados por la gracia a
    participar en la vida de Dios a través de la visión
    beatífica. Muchísimo más perfectos que los
    hombres, su inteligencia es inerrante y su voluntad inmensamente
    poderosa. Como no tienen dependencia alguna de la materia, su
    conocimiento
    es considerablemente más perfecto que el del hombre; para
    ellos, ver es ya conocer. Y conocer significa comprender la cosa
    en toda la profundidad de que son capaces, en su substancia, y
    sin posibilidad de error. Por eso, la prueba, para ellos, tuvo
    consecuencia inmediata e irremediable. Pues su querer es
    absoluto, sin vuelta atrás. Aquello que quieren, lo desean
    para todo y para siempre.
    De ahí el hecho de que, después de la prueba, hayan
    pasado inmediatamente a la eternidad del Infierno (los demonios),
    como a la del Cielo (los Ángeles buenos).
    Dios creó a los Ángeles para conocerlo, amarlo,
    servirlo y proclamar sus grandezas, ejecutar sus órdenes,
    gobernar este universo y cuidar
    de la conservación de las especies y de los individuos que
    él contiene.
    "Como príncipes y gobernadores de la gran Ciudad del Bien,
    la que se refiere a todo el sistema de la
    creación, los Ángeles presiden, en el orden
    material, el movimiento de los astros, la conservación de
    los elementos, y la realización de todos los
    fenómenos naturales que nos llenan de alegría o de
    terror.

    Entre ellos está compartida y repartida la
    administración de este vasto imperio. Unos cuidan de
    los cuerpos celestes, otros de la tierra y de
    sus elementos, otros de sus producciones, árboles, plantas, flores y
    frutos. A éstos, está confiado el gobierno de los
    vientos y mares, de los ríos y fuentes; a
    aquellos, la conservación de los animales. No hay
    una criatura visible, ni grande ni pequeña, que no tenga
    una potencia
    angélica encargada de velar por ella" (12).
    Algunas veces los Ángeles, cuando son enviados por Dios a
    los hombres para alguna misión, utilizan la forma humana,
    a fin de acomodarse a nuestra naturaleza. Sin embargo, en esos
    cuerpos etéreos y ligeros con los cuales en general
    aparecen, no están como el alma humana está en el
    cuerpo, dándole vida y tornándolo capaz de operaciones
    vegetales y animales. Por el contrario, allí están
    como un operador está en su máquina, de la cual
    cual se sirve para ejecutar las obras de su arte. fuera del
    horario de trabajo, no
    tiene con ella ninguna ligazón.
    "Según los más doctos intérpretes, las
    apariciones accidentales de los Ángeles en el mundo no son
    más que el preludio de su aparición habitual en el
    Cielo. Así, es probable que en el Cielo los Ángeles
    asumiránmagníficos cuerpos aéreos para
    regocijar la vista de los elegidos y conversar con ellos cara a
    cara" (13).
    Conclusión: devoción y fidelidad a los
    ángeles
    Evidentemente, todas esas maravillas del mundo angélico
    deberían llevarnos a un profundo amor, reverencia y
    gratitud especialmente para con nuestro Ángel de la
    Guarda, evitando todo aquello que pueda apenarlo, como son
    nuestros pecados.
    "¿Como te atreverías a hacer en la presencia de los
    Ángeles aquello que no harías estando yo delante
    tuyo?", nos interpela el gran San Bernardo. Y deberíamos
    hacer todo lo que sabemos puede alegrar al Ángel de la
    Guarda, pues sólo así estaremos trabajando
    efectivamente para nuestra propia santificación y
    salvación.
    La reverencia a su Ángel de la Guarda llevaba a San
    Estanislao Kostka, que lo veía constantemente, a esta
    exquisita delicadeza: cuando ambos debían entrar por una
    puerta, él le pedía al Ángel que pasara
    antes. Y como éste, a veces, lo rechazase, insistía
    con él hasta que cediese (15).
    ¡Ojalá tantos y tan bellos ejemplos nos sirvan tanto
    para corregir nuestra idea y visión de los seres puros
    como para reverenciar y aumentar nuestra devoción a esos
    bienaventurados espíritus angélicos que Dios, en su
    misericordia, nos concedió como guardianes, consejeros,
    protectores y mensajeros – especialmente valiosos en el mundo
    neopagano en que vivimos -, con vistas a la obtención de
    la vida celeste!

    Notas
    1 – Cfr. Deharde, apud P. Ramón J.
    de Muñana, Verdad y Vida, Editorial El Mensajero del
    Corazón de Jesús, Bilbao, 1947, tomo I, p. 233.
    2 – Cfr. Dr. Eduardo María Vilarrasa, La Leyenda de
    Oro, L.
    González y Compañía – Editores, 5a
    edição, tomo I, p. 497.
    3 – Plinio Maria Solimeo, Os Santos Ángels, Nossos
    Celestes Protetores, Coleção Catolicismo nº 2,
    1997, pp. 63, 64.
    4 – Les Petits Bollandistes, Vies des Saints, d"après le
    Père Giry, Bloud et Barral, Libraires-Éditeurs,
    Paris, 1882, tomo III, p. 311.
    5 – Cfr. Id., ib., tomo VI, p. 230.
    6 – Cfr. Debout, Vie de Saint Jeanne D"Arc, apud Pe.
    Muñana, op. cit., p. 230.
    7 – Cfr. Les Petits Bollandistes, t. IV, p. 529; Deharbe, apud
    Pe. Muñana, op. cit. p. 232.
    8 – Cfr. Eduardo Vilarrasa, op. cit., p. 499.
    9 – Pedro de Ribadaneira, Flos Sanctorum, apud Eduardo Vilarrasa,
    op. cit., p. 499.
    10 – Cfr. Les Petits Bollandistes, op. cit., t. XI, pp.
    501-502.
    11 – Id. Ib., tomo VI, pp. 109, 110.
    12 – Mons. Gaume, Tratado del Espíritu
    Santo, traducción española de D. Joaquin
    Torres Asensio, Imp. Y Lib. Española de D. José
    López de Guevara, Granada, 1877, t. 1, p. 116.
    13 – Id. Ib. p. 116.
    14 – Cfr. Les Petits Bollandistes, op. cit., t. XI, 501-502.
    15 – Cfr. V. Agustín, Vida de San Estanislao de Kostka, p.
    308, apud, Pe. Muñana, op. cit., p. 230.

    La Creación de los
    ángeles ¿Se debe creer en la existencia de los
    ángeles? ¿Son un
    invento del cristianismo?
    Conoce la enseñanza de la fe católica al
    respecto. Por Ricardo Sada Fernández
    En el lenguaje
    común decimos que tal pintura es una gran creación
    artística, o que la modista famosa presentará sus
    "creaciones" del verano. Emplear aquí tal concepto es
    hacerlo de modo impropio, pues "crear" es, estrictamente "hacer
    algo de la nada", sin tener antes ninguna clase de
    elemento previo.
    Esta definición de creación puede prestarse a
    equívocos. La "nada" no es "algo" de lo que se sacan las
    cosas. La creación consiste en producir un efecto con
    independencia
    de cualquier sujeto pre-existente, es decir, en producir todo el
    ser de una cosa. Y para ello se requiere un poder
    infinito: sólo Dios es capaz de crear.
    Que para crear se requiere poder infinito puede verse en el
    siguiente ejemplo. Un mal cocinero (quizá el que esto lee)
    necesitará de muchos ingredientes para hacer una comida
    aceptable.

    Una cocinera con saber culinario -por ejemplo, una madre
    experimentada- quizá prepare ricos platillos con muy pocos
    medios. Pero
    nadie podrá jamás hacer algo comestible si no
    cuenta con nada para hacerlo. El más famoso Chef no
    podrá complacernos en el desierto del Sahara. De
    ahí que para sacar algo de la nada -y eso es crear- es
    preciso el poder infinito de Dios.
    Por otra parte Dios, al crear, no sólo llama las cosas a
    la existencia y acto seguido las abandona a su suerte. No. Si eso
    aconteciera, aunque fuera por un segundo, todo
    desaparecería, volvería a la nada de donde
    salió. Dios conserva a todo lo creado en la existencia, lo
    mantiene en el ser. A esta acción
    de Dios los teólogos la llaman, y con razón,
    creación continuada. Dios está al lado, y del modo
    más íntimo que nos podamos imaginar, de todas y
    cada una de sus criaturas.

    Los ángeles

    Lo primero que Dios creó fue lo más perfecto y
    parecido a Él: los ángeles. Un ángel es un
    espíritu como lo es Dios, es decir, un ser con
    inteligencia y voluntad, pero sin cuerpo, sin dependencia alguna
    de la materia.
    El hombre moderno no afirma la existencia de los ángeles.
    Tampoco la niega. Simplemente la ignora. No se atreve a hablar de
    su existencia por miedo a que los demás lo consideren como
    niño que cree en la cigûeña o en Santa Claus.
    En el fondo piensa que los demás pueden sospechar que, si
    afirma creer en los ángeles, no se comporta como adulto,
    no es del todo razonable y serio.
    Sin embargo, por extraño que pueda parecer, sólo
    recientemente ha ocurrido esto. Los descubrimientos
    antropológicos muestran que la existencia de los
    ángeles se daba por supuesta desde la más remota
    prehistoria,
    en los albores de la vida humana en la Tierra.

    La creencia en seres espirituales superiores al hombre e
    inferiores a Dios era entonces universal. A veces, esos
    espíritus eran buenos y otros malos, y se les unía
    a distintas cosas que ellos vivificaban -los ríos, los
    bosques, los animales, las montañas…-, pero sus
    características eran constantes: inmaterialidad, poder,
    mediación entre el hombre y la divinidad…
    Cuando el hombre comenzó a escribir la historia en ese libro
    todavía inacabado, lo llenó de seres que
    tenían esas mismas características, fueran
    ángeles, espíritus o semidioses. Las
    mitologías griega y romana, por ejemplo, muestran que el
    pueblo creía en su existencia. Pero no era sólo el
    pueblo ignorante el que creía en ellos; los filósofos no eran ajenos a esa creencia
    universal. Tales de Mileto y
    Pitágoras los colocaban en los umbrales del ámbito
    divino, Sócrates
    conversaba familiarmente con uno de ellos y Platón
    y sus discípulos llenaron el mundo con inteligencias puras
    o dioses secundarios.

    Aristóteles, por su parte, creía que eran
    quienes movían los cuerpos celestes. Otro tanto podemos
    decir de las civilizaciones y literaturas nórdica, eslava,
    maya u oriental. Todo lo anterior indica que los ángeles
    no constituyen un invento del cristianismo.
    Prescindiendo de los relatos populares, de la mitología y de la filosofía, y
    volviendo a la Historia, nos encontramos con que el libro de la
    antigüedad cuya autenticidad ha sido más ampliamente
    corroborada, la Biblia, habla de los ángeles en casi todas
    sus páginas. Ángeles fueron los que detuvieron la
    mano de Abraham cuando iba a sacrificar a su hijo, los que
    mataron a los primogénitos de los egipcios, los que
    condujeron a la victoria a los Macabeos…

    Y en el Nuevo Testamento, un ángel fue quien se
    apareció a Zacarías, y a una doncella de Nazareth
    en Galilea, y a su esposo en sueños… Jesús mismo,
    el Hijo de Dios, fue servido por los ángeles en el
    desierto y confortado por uno de ellos en el Huerto de los
    Olivos, durante su agonía. Y luego, a lo largo de los
    siglos, los ángeles aparecen innumerables veces en la vida
    de los santos, incluso hasta nuestros días.
    Una creencia tan duradera y universal merece algo más que
    desprecio. Es algo muy importante como para tratar de
    quitárselo de encima como un engorroso abrigo. Lo menos
    que se puede hacer es tratar de explicarlo.
    Desde el punto de vista de la fe católica, la
    explicación está en la revelación divina, la
    cual encuentra su confirmación en datos de
    razón que nos sería muy largo examinar. Baste decir
    que la revelación es, desde luego, la mejor manera de
    saber algo de los ángeles, ya que es la misma palabra de
    Dios, El cual no puede engañarse ni engañarnos y
    que es, además, la primera causa de todo.
    Así pues, existen esas sustancias espirituales superiores
    que llamamos ángeles. Ahora bien, ¿como son?
    ¿Qué forma tienen?… Lo único que puede
    hacer la razón, en este caso, es proceder por
    eliminación. Está claro que no son seres
    gigantescos cuya fortaleza haría que los hombres
    parecieran alfeñiques; no, no hay tamaño en los
    ángeles, porque no tienen nada material. Tampoco tienen
    una forma determinada, porque la forma está definida por
    la materia.
    Por ello nos resulta difícil concebirlos –y más
    aún imaginarlos–, ya que nuestra mente está
    íntimamente unida a lo material. Si decimos que son
    sustancias espirituales o formas subsistentes, enseguida nos
    imaginamos un fantasma, un vago perfume o una brisa suave. Pero
    no, no son "imaginables".

    Entonces, ¿por qué aparecen con cuerpos en
    la Sagrada Escritura? Uno estuvo a las puertas del Paraíso
    espada en mano, otros fueron huéspedes de Abraham, el
    arcángel Rafael apareció como compañero de
    viaje de Tobías. Tenían, pues, cuerpos.
    ¿Cómo se hicieron con ellos?… Evidentemente no
    eran suyos, y por tanto tuvieron que tomarlos, asumirlos de
    alguna manera, como un hombre que alquila un smoking para asistir
    a una fiesta. Ahora bien, en cuanto a cómo lo obtuvieron
    es un misterio. Lo único que se puede apuntar es que tal
    vez fueran una mera apariencia, no cuerpos auténticos,
    pues, dado su poder, no necesitaban robarlos ni pedirlos
    prestados. Santo Tomás insinúa que tal vez
    utilizaran como material aire comprimido, pero es posible
    cualquier otra explicación.
    La belleza de las criaturas es una imagen imperfecta
    de la belleza de Dios quien, al crearlas, quiso que la renegaran
    de alguna manera. Cuanto más perfectas sean esas
    criaturas, mejor reflejarán la belleza divina; y tos
    ángeles, los seres creados más perfectos que
    existen, la reflejan mejor que nadie. Por ello, quien se dedica a
    la búsqueda de la bondad y belleza de Dios, nunca
    dejará de considerar y de amar a estas criaturas que, como
    ninguna otra, son los más perfectos espejos de esa belleza
    y de esa bondad.

    El
    Ángel Custodio

    ¿Quién es el Ángel Custodio?
    ¿Realmente existe? La existencia de los Angeles Custodios
    es una verdad, continuamente profesada por la Iglesia, que forma
    parte desde siempre del tesoro de piedad y de doctrina del pueblo
    cristiano.

    Estos Angeles, explica el citado Catecismo, "no han sido
    enviados solamente en algún caso particular, sino que han
    sido designados desde nuestro nacimiento para nuestro cuidado, y
    constituidos para defensa de la salvación de cada uno de
    los hombres" (n. 6).

    Jesucristo mismo dijo a sus discípulos: "Mirad
    que no despreciéis a alguno de estos pequeñuelos,
    porque os hago saber que sus Angeles en los cielos están
    siempre viendo el rostro de mi Padre celestial» (Mat. 18,
    10).

    Es preciso
    invocarlos

    A pesar de la gran perfeción de su
    naturaleza espiritual elevada perfectisimamente al orden de la
    gracia, los Angeles no tienen el poder de Dios ni su
    sabiduría infinita. Como explica Santo Tomás, no
    pueden leer en el interior de las conciencias(Summa Theologica,
    1, 57, 4 ad 31). Es preciso, por tanto que les demos a conocer de
    algún modo nuestras necesidades. Como su permanencia a
    nuestro lado es continua y con su inteligencla penetra de modo
    agudísimo en lo que expresamos, ni siquiera es preciso
    articular palabras: basta que mentalmente le hablemos para que
    nos entienda, e incluso para que llegue a deducir de nuestro
    interior más de lo que nosotros mismos somos capaces.
    Por eso es tan recomendable tener un trato de amistad con el
    Angel de la guarda. "Ten confianza con tu Angel
    Custodio.-Trátalo como un entrañable amigo-lo es- y
    él sabrá hacerte mil servicios en
    los asuntos ordinarios cada día". (Camino, n. 562).
    También podemos relacionarnos con los Angeles Custodios de
    los demás, para ayudarles en su tarea de conducir al Cielo
    a esas almas. "Gánate al Angel Custodio de aquel a quien
    quieras traer a tu apostolado. -Es siempre un gran
    "cómplice" (Camino, n. 563).
    Esa complicidad-ordenada y querida por Dios-se extiende a todas
    las acciones con
    que hemos de ganar el Cielo para nosotros y para otras almas.

    Angeles de las
    comunidades sociales.

    « Dios mandará a
    sus ángeles, para que protejan al justo en todos sus
    caminos», leemos en el Antiguo Testamento (Ps.90,11) Es
    opinión común de los teólogos,
    sólidamente fundada en Sagrada Escritura, en los escritos
    de los Santos Padres y en liturgia de la Iglesia, la creencia de
    que los Angeles Custodios no sólo cuidan de cada alma en
    particular, sino que extienden su patrocinio a los cuerpos
    sociales-paises, corporaciones, ciudades, personas morales,
    etc.-, velando para que los lazos que unen a sus miembros no les
    aparten de la felicidad eterna, y para que los fines corporativos
    de las distintas comunidades sociales, aun de aquellas nacidas
    para la consecución de un bien natural se encaminen en
    último término al fin sobrenatural común a
    todos, que es Dios. Los Angeles y la Sagrada Eucaristía.
    La piedad cristiana considera desde antiguo que allí donde
    se encuentra reservada la Santísima Eucaristía hay
    Angeles adorando constantemente a Jesucristo Sacramentado.
    La tradición cristiana describe a los Angeles Custodios
    como a unos grandes amigos, puestos por Dios al lado de cada
    hombre, para que le acompañen en sus caminos. Y por eso
    nos invita a tratarlos, a acudir a ellos. Los cristianos hemos de
    practicar y difundir la devoción a los Santos Angeles
    Custodios, de tanta raigambre en la Iglesia: para que el Angel
    Custodio, que nos acompaña siempre, contribuya a mantener
    en todas nuestras acciones la unidad de vida, nos proteja,
    interceda por nosotros, y sea siempre el más poderoso
    aliado en la tarea de nuestra santificaclón personal y en el
    apostolado. Como reza la oración dirigida a San Miguel, en
    las fiestas litúrgicas que le dedica el Misal romano,
    Santos Angeles Custodios: defendednos en la batalla, para que no
    perezcamos en el tremendo Juicio.

    Valiosos consejeros
    celestes

    Los Ángeles de la Guarda son nuestros
    consejeros, inspirándonos santos deseos y buenos
    propósitos. Evidentemente, lo hacen en el interior de
    nuestras almas, si bien que, como vimos, hayan existido almas
    santas que merecieron de ellos recibir visiblemente celestiales
    consejos.
    Cuando Santa Juana De Arco, aún niña, guardaba su
    rebaño, oyó una voz que la llamaba: "Jeanne!
    Jeanne!" ¿Quien podría ser, en aquél lugar
    tan yermo? Ella se vio entonces envuelta en una luz
    brillantísima, en el medio de la cual estaba un
    Ángel de trazos nobles y apacibles, rodeado de otros seres
    angélicos que miraban a la niña con complacencia.
    "Jeanne", le dice al Ángel, "sé buena y piadosa,
    ama a Dios y visita frecuentemente sus santuarios". Y
    desapareció. Juana, inflamada de amor de Dios, hizo
    entonces el voto de virginidad perpetua. El Ángel se le
    apareció otras veces para aconsejarla, y cuando la dejaba,
    ella quedaba tan triste que lloraba .
    El desvelo de nuestro Ángel de la Guarda para con nosotros
    está bien expresado por el Profeta David en el Salmo 90:
    "El mal no vendrá sobre ti, y el flagelo no se
    aproximará a tu tienda. Porque mandó [Dios] a sus
    Ángeles en tu favor, para que te guarden en todos tus
    caminos. Ellos te elevarán en sus manos, para que tu
    pié no tropiece con alguna piedra" (Sl. 90, 10-12).
    Innumerables son los ejemplos del poderoso auxilio de los
    Ángeles en la vida de los Santos. Santa Hildegonde,
    alemana (+ 1186), habiendo ido en peregrinación a
    Jerusalén con su padre y falleciendo éste en el
    camino, fue frecuentemente socorrida por su Ángel. Cierto
    día, cuando viajaba camino a Roma, fue asaltada y
    abandonada como muerta. Apenas pudo lograr levantarse, y vio
    surgir a su Ángel en un caballo blanco. Éste
    ayudó cuidadosamente a su protegida a montar, y la condujo
    hasta Verona. Allá, se despidió de ella diciendo:
    "Yo seré tu defensor donde quiera que vayas".
    Santa Hildegonde podría aplicar a sí misma el
    siguiente comentario de San Bernardo al Salmo arriba citado:
    "¡Cuán gran reverencia, devoción y confianza
    deben causar en tu pecho las palabras del profeta real! La
    reverencia por la presencia de los Ángeles, la
    devoción por su benevolencia, y la confianza por la guarda
    que tienen de ti. Mira vivir con recato donde están
    presentes los Ángeles, porque Dios los mandó para
    que te acompañen y asistan en todos tus caminos; en
    cualquier posada y en cualquier rincón, ten reverencia y
    respeto a tu Ángel, y no cometas delante de él lo
    que no osarías hacer estando yo en tu presencia". San
    Buenaventura afirma: "El santo Ángel es un fiel paraninfo
    conocedor del amor recíproco existente entre Dios y el
    alma, y no tiene envidia, porque no busca su gloria, sino la de
    su Señor".

    Agrega que la cosa más importante y principal "es
    la obediencia que debemos tener a nuestros santos Ángeles,
    oyendo sus voces interiores y saludables consejos, como de
    tutores, curadores, maestros, guías, defensores y
    mediadores nuestros, así en el huir de la culpa del
    pecado, como en el abrazar la virtud y crecer en toda
    perfección y en el amor santo del Señor".
    Bienaventurado Augustin escribe: "Los Angeles con gran
    dedicación y diligencia, permanecen con nosotros a toda
    hora y en todo lugar, nos ayudan, piensan en nuestras
    necesidades, sirven de intermediarios entre nosotros y Dios,
    elevando a El nuestras quejas y suspiros… Nos acompañan
    en todos nuestros caminos, entran y salen con nosotros,
    observando como nos comportamos entre ese genero
    engañoso y con que empeño deseamos y buscamos al
    Reino de Dios." Un pensamiento
    semejante tiene San Basilio el Grande: "Con cada fiel hay un
    Angel, quien como niñera o pastor dirige su vida" y para
    demostración cita las palabras de David, el cantor de los
    Salmos: "A sus Angeles dirá sobre ti – que te protegen en
    todos caminos tuyos…" "Angel del Señor hará
    guardia alrededor de los que Le temen y los ayudará" (Sal.
    90:11, 33:8).
    El Obispo Feofan el Ermitaño enseña: "Hay que
    recordar, que tenemos a un Angel Guardián y dirigirse a El
    con pensamiento y corazón – en nuestra vida normal y
    especialmente cuando ésta se agita. Si no nos dirigimos a
    El, el Angel no puede aconsejarnos. Cuando alguien se dirige a un
    abismo ó pantano con ojos cerrados y los oídos
    tapados – como es posible de ayudarle?"
    Así el cristiano debe recordar a su buen Angel, que
    durante toda su vida se preocupa por él, se regocija con
    sus éxitos espirituales, se acongoja con sus
    caídas. Cuando el hombre muere, el Angel lleva su alma a
    Dios. Según muchos testimonios, el Alma reconoce a su
    Angel Guardián, cuando llega al mundo espiritual.
    San Bernardo explicó durante una Cuaresma, en 17 sermones,
    el salmo 90. Ya en la Introducción nos dice que hace la
    explicación de este salmo, "de donde el enemigo
    tomó ocasión para tentar al Señor, a fin de
    que sean quebrantadas y deshechas las armas del Maligno
    con lo mismo que él maliciosamente quería
    formarlas" (cf. BAC Obras selectas p.358). Damos la síntesis
    del sermón 12, en el que el Santo explica el
    versículo 11 aducido por el tentador en el desierto:
    Porque El mandó a sus ángeles cuidasen de ti y te
    guardasen en todos tus caminos (cf. Serm. 12 sobre el salmo 90 en
    Obras selectas p.413 ss. [BAC, Madrid I947].
    El texto latino
    puede verse en PL 183,221 ss).

    Bondad de Dios en enviar a sus
    ángeles como custodios

    "¡Qué
    lección, hermanos, qué amonestación,
    qué consolación tan grande nos ofrecen estas
    palabras de la Escritura! ¿Qué salmo, entre todos
    los demás, esfuerza tan magníficamente a los
    pusilánimes, despierta a los negligentes, enseña a
    los ignorantes? Por eso dispuso la Providencia divina que
    especialmente en este tiempo de la Cuaresma tuviesen sus fieles
    de continuo en su boca los versículos de este salmo. No
    parece haberse tomado pie para ello sino del abuso que de este
    salmo hizo el diablo, para que en esto mismo aquel malicioso
    siervo sirva a los hijos de Dios, aunque a pesar suyo"…
    Esta preocupación de Dios por el hombre manifiesta de modo
    extraordinario su misericordia. San Bernardo habla así a
    Dios: "Aplicas a él (al hombre) tu corazón y
    solícito lo cuidas. En fin, le envias tu Unigénito,
    diriges a él tu Espiritu, le prometes tu gloria. Y para
    que nada haya en el cielo que deje participar en nuestro cuidado,
    envías a aquellos bienaventurados espiritus a ejercer su
    ministerio para bien nuestro, los destinas a nuestra guarda, les
    mandas sean nuestros ayos. Poco era para ti haber hecho
    ángeles tuyos a los espiritus; háceslos
    también ángeles de los pequeñuelos, pues
    escrito está: Los ángeles de éstos
    están viendo siempre la cara del Padre (Mt 18,10). A estos
    espíritus tan bienaventurados háceslos
    ángeles tuyos para con nosotros y nuestros para
    contigo".
    Para considerar mejor la bondad de Dios, conviene pensar:
    QUIÉN MANDA A LOS ÁNGELES
    "La suma majestad mandó a los ángeles, y
    mandó a los ángeles suyos, a aquellos espiritus tan
    sublimes, tan dichosos, tan próximos, tan inmediatos a El,
    tan familiarmente allegados a El y verdaderamente de su
    casa".
    PARA QUIÉNES LOS MANDÓ
    "Mandólos a ti ¿Quién eres tú,
    Señor, y quien es el hombre para que pongas en él
    tu corazón o el hijo del hombre para que tanto le
    aprecies? ¡Como si el hombre no fuera corrupción
    y él hijo del hombre un gusano!"
    QUÉ LES MANDÓ
    "¿Quizás escribió contra ti amarguras?
    ¿Acaso les mandó que muestren su poder contra esta
    hoja que arrebata el viento, y que persigan esta paja seca?
    ¿O que quiten de delante al impío, para que no vea
    la gloria de Dios? Esto se ha de mandar algún día,
    pero no está todavía mandado"…
    "Por donde vemos en el Evangelio que, disponiéndose los
    criados a recoger al punto la cizaña sembrada
    después del trigo, el providente Padre de familia les
    dice: Dejad que ambos crezcan hasta la siega…, no sea que, al
    querer arrancar la cizaña, arranquéis con ella el
    trigo (Mt. 13, 29-30). Mas ¿cómo el buen grano se
    podrá conservar hasta el tiempo de la recolección?
    Este es precisamente el objeto del mandato que Dios ha impuesto a sus
    ángeles para mientras vivamos en la tierra"…

    Servicio que prestan al
    hombre

    "A sus ángeles les mandó te
    guarden. ¡Oh tú, que eres trigo entre cizaña,
    grano entre paja, lirio entre espinas! Demos gracias a Dios,
    hermanos míos, démosle gracias por mí y por
    vosotros. Un precioso depósito me había
    encomendado, que es el fruto de su cruz y el precio de su
    sangre. Mas no
    se contentó con esta custodia tan poco segura, tan poco
    eficaz, tan frágil, tan deficiente; por lo cual puso de
    guardianes a los ángeles custodios sobre los muros del
    alma. Y cierto, aun aquellos que parecen muros inexpugnables
    necesitan de estas defensas"

    Nuestra correspondencia con los
    ángeles

    "A sus ángeles mandóles
    guardarte en todos tus caminos. ¡Cuánta reverencia
    debe infundirte, cuánta confianza debe darte! Reverencia
    por su presencia, devoción por su benevolencia, confianza
    por su custodia".
    REVERENCIA
    "Anda siempre con toda circunspección, como quien tiene
    presente a los ángeles en todos tus caminos. En cualquier
    parte, en cualquier lugar, aun el más oculto, ten
    reverencia al ángel de tu guarda. Y ¿cómo te
    atreverías a hacer en su presencia lo que no harías
    estando yo delante?"."
    DEVOCIÓN
    Aunque Dios tiene mandado que a El se dé todo honor y toda
    gloria, sin embargo, "no debemos ser ingratos con aquellos que le
    obedecen con tanto amor y nos amparan en tanta indigencia.
    Seamos, pues, devotos, seamos agradecidos a su amor,
    honrémosles cuanto podamos, cuanto debemos. Mas todo amor
    y honor deben ir dirigidos a aquel Señor de cuya mano,
    así ellos como nosotros, recibimos el poderle amar y
    honrar y merecer ser amados y honrados .
    Este amor a los ángeles no está prohibido, ni es en
    detrimento del amor de Dios; los dos se compaginan perfectamente.
    Dios, que exige el amor a El con toda la mente, y con todo el
    corazón, y con todas las fuerzas, nos manda amar a todas
    las cosas para que en ellas le honremos y amemos a El. "En El,
    pues, hermanos míos, amemos afectuosamente a sus
    ángeles como a quienes han de ser un día
    coherederos nuestros, siendo por ahora abogados y tutores puestos
    por el Padre y colocados por El sobre nosotros. Ahora somos hijos
    de Dios, aunque todavía no se manifiesta lo que seremos;
    por cuanto, siendo todavía párvulos, estamos bajo
    abogados y tutores, sin diferir ahora en nada de los
    siervos".
    CONFIANZA
    "Mas aunque somos tan pequeños y nos queda aún tan
    largo, y no sólo tan largo, sino tan peligroso camino,
    ¿qué temeremos teniendo tales custodios? Ni pueden
    ser vencidos ni engañados, y mucho menos pueden
    engañar los que nos guardan en todos nuestros caminos.
    Fieles son, prudentes son, poderosos son. ¿De qué
    temblamos? Solamente sigámosles, juntémonos a
    ellos, y perseveraremos bajo la protección del Dios del
    cielo…"
    "No permitirán que seas tentado por encima de tus fuerzas,
    sino que te llevarán en sus manos para que evites los
    tropiezos…"
    "Siempre, pues, que vieres levantarse alguna tentación o
    amenazar alguna tribulación, invoca a tu guarda, a tu
    conductor, al protector que Dios te asignó para el tiempo
    de la necesidad y de la tribulación. Dale voces y dile:
    ¡Sálvanos, Señor, que perecemos! (Mt. 8,25).
    No duerme ni dormita, aunque por breve tiempo disimule alguna
    vez; no sea que con mayor peligro te precipites de sus manos, si
    ignoras que ellas te sustentan. Espirituales son estas manos,
    como también lo son los auxilios que a cada uno de los
    elegidos prestan, según sea el peligro y la dificultad que
    han de superar más o menos grande".

    Ángeles custodios en la vida
    diaria

    El conocido "angelito de la guarda" puede ser más
    útil de lo que te imaginas…

    Nunca será sencillo comprender en su totalidad,
    cómo es que un ser de naturaleza espiritual pueda
    interactuar con nosotros en el mundo material, pero ciertamente
    nos acompañan, ayudan, aconsejan, inspiran, día a
    día, a cada momento, cuando dormimos, sin pedirlo, sin
    darnos cuenta y aún olvidando su presencia… nunca un
    buen amigo ha estado junto a
    nosotros con tal disposición.
    Como ya sabemos, en la Sagrada Escritura se hace referencia a la
    intervención de los Ángeles Custodios, pero
    ¿qué hay de nosotros, los hombres y mujeres del
    tercer milenio, los que vivimos en un mundo donde lo que cuenta
    es lo que se ve y se toca?, ¿Es posible pensar en llevar
    una relación estrecha con ese Mensajero de Dios en el
    hogar, la oficina, el
    taller, la escuela, el
    consultorio del médico y en todo lugar y circunstancia? La
    respuesta es si.
    Primero debemos ser conscientes -con ayuda de la Fe y la Gracia-
    de su presencia, comenzar a platicar con él mentalmente o
    en voz alta, como lo haríamos con una persona que
    está a nuestro lado y nos ha inspirado confianza.
    Algunas personas, con el ánimo de lograr un mejor
    acercamiento con su Ángel le han puesto nombre, su propio
    nombre, tomado algún nombre de la Escritura, el que
    más les gusta, el de uno de sus hijos… como no tienen
    género
    no importa si es propio de mujer o de
    hombre, también puede ser un mote cariñoso.
    Con el trato diario a nuestro Ángel, pronto comenzaremos a
    descubrir cosas que aparentemente son producto de la
    casualidad o de la suerte: el encontrar estacionamiento donde
    normalmente no hay lugar, la reacción comprensiva de
    nuestro jefe ante una

    situación inesperada, encontrar el consejo
    adecuado para dar a nuestros hijos o a aquella persona que lo
    necesita, y así, tantas y tantas situaciones que parecen
    surgir de la nada. Y todo esto no es otra cosa sino su
    intervención delicada y dedicada en multitud de asuntos
    cotidianos.
    Nuestro ángel custodio se convierte en una ayuda
    valiosísima, pues además de las oraciones que
    habitualmente le dirigimos, podemos entablar un diálogo
    frecuente, que se traduce en peticiones concretas y sencillas, a
    título de ejemplo: nos inspire para acudir con mejores
    disposiciones a la Eucaristía, la Confesión y
    nuestra oración personal; ayuda para recordar dónde
    dejamos aquel objeto aparentemente perdido; encontrar las
    palabras adecuadas para decir aquello que es delicado; antes de
    salir de casa pedirle que aparte un lugar para estacionarse;
    localizar con prontitud una dirección hacia la cual nos dirigimos;
    también es conveniente pedirle que "hable" con el
    Ángel de aquella persona con la que particularmente se es
    difícil tratar, para lograr un verdadero diálogo;
    ayuda para iniciar o terminar con prontitud esmero y cuidado
    aquella tarea que es particularmente tediosa; saber cómo
    corregir con cariño a los hijos; el encontrar la manera
    más adecuada de procurar el cuidado atención y tratamiento a un enfermo; saber
    qué decirle a aquella persona tan cercana a nosotros pero
    muy alejada de Dios; y así podríamos enumerar
    múltiples situaciones en las cuales su presencia se hace
    indispensable.
    Debemos ser conscientes de que nuestro Ángel en
    ningún momento substituirá nuestro esfuerzo
    personal, nunca hará que se obtenga una buena
    calificación sin estudiar;

    conseguir un mejor empleo sin
    tener la preparación adecuada y necesaria; mostrar como
    bueno algo que hicimos mal; coaccionar a las personas para que
    reaccionen a nuestra conveniencia; conseguir un aumento de sueldo
    haciendo un trabajo de mala calidad; mantener
    la amistad con Dios sin confesarnos; pedir que una comida sea
    excelente sin haber puesto el cuidado necesario en todo el
    proceso de
    preparación; que los hijos sean buenos sin dedicarles
    tiempo para conversar con ellos y orientarlos.
    De esta forma vemos que las cosas no son, ni serán,
    producto del azar, ya que nuestro Ángel Custodio es otro
    de los medios que Dios ha puesto a nuestro alcance como ayuda
    esencialmente espiritual , ya que detrás de todo aquello
    que podamos ver, está la Gracia y bondad
    Divina.

    Oraciones a
    los ángeles

    ¿Puedo rezarle a mi ángel custodio?
    ¿Puedo rezar a otros ángeles? Al Ángel
    Custodio
    Ángel de mi Guarda, mi dulce compañía, no me
    desampares ni de noche ni de día, hasta que me entregues
    en los brazos de María. No me dejes solo, que me
    perdería.

    Ángel de Dios,
    Ángel de mi guarda,
    ilumíname, guárdame,
    y gobiérname este día.
    Amén

    A San Miguel Arcángel
    San Miguel Arcángel,
    defiéndenos en la batalla,
    sé nuestro amparo contra la
    persversidad y asechanzas del demonio.
    Reprímale Dios, pedimos suplicantes;
    y tú, Príncipe de la milicia celestial,
    arroja al infierno, con el divino poder,
    a Satanás y a los demás espíritus
    malignos,
    que vagan por el mundo
    para la perdición de las almas.
    Amén

    Bendición para el Viaje
    Por la intercesión de Santa María,
    que tenga (tengamos, etc.)
    un buen viaje:
    que el Señor esté en mi (nuestro) camino,
    y su Ángel me acompañe (y sus Ángeles nos
    acompañen).
    En el nombre dle Padre y del Hijo y del Espíritu
    Santo.
    Amén

    Oración a los Santos Ángeles Custodios de los
    Sagrarios
    "Oh Espíritus Angélicos que custodiáis
    nuestros Tabernáculos, donde reposa la prenda adorable de
    la Sagrada Eucaristía, defendedla de las profanaciones y
    conservadla a nuestro amor".
    "Dios, Padre misericordioso, que en tu providencia inefable te
    has dignado enviar para nuestra guarda a tus Santos
    Ángeles; concede a quienes te suplican ser siempre
    defendidos por su protección y gozar eternamente de su
    compañía.
    Por nuestro Señor Jesucristo…"
    (Colecta de la Misa de los Santos Ángeles Custodios)

    Petición a Dios
    "Dios, Padre del Cielo, que con admirable sabiduría,
    distribuyes los ministerios de
    los Ángeles y de los hombres; te pedimos que nuestra vida
    sea protegida en la tierra, por quienes te asisten siempre en el
    Cielo.
    Por nuestro Señor Jesucristo…"
    (Colecta de la Misa de los Santos Arcángeles Miguel,
    Gabriel y Rafael)

    Los "otros"
    ángeles

    Tan reales como nuestro ángeles custodios,
    aquellos que desobedecieron a Dios también influyen en
    nuestras vidas. Ya hemos tratado anteriormente el tema de los
    ángeles, su existencia y nuestra influencia en la vida
    diaria. Hoy toca el momento de hablar de "los otros
    ángeles"…
    Hablar de ángeles caídos, demonio y temas similares
    no es fácil, pues actualmente así como hay gente
    que se aparta ante todo lo que "huela" a religión,
    también tiende a pensarse en fanatismo e intolerancia
    cuando se trata cualquier asunto relacionado con la
    demonología.
    Por otra parte el tema mismo puede despertar el morbo de la
    gente. Basta ver todas las películas que explotan este
    tópico. Es evidente que hoy en día hay más
    películas como "El Exorcista", "El Abogado del Diablo" o
    "La Profecía" que de vidas de Santos o narrativas del
    Evangelio.
    Es fácil pensar en el demonio como un ser de ciencia
    ficción o de historias de terror, y esto no es casualidad.
    Uno de los grande éxitos de los ángeles
    caídos en sus propósitos es el lograr que no se
    crea en su existencia ni en su influencia en nuestras vidas.
    Así como nuestros ángeles custodios tienen un papel
    importante en nuestra vida diaria, así también
    ocurre con los "otros" ángeles también dotados de
    inteligencia, de libertad y que forman parte de ese "mundo
    invisible" que recitamos al rezar el Credo: "Creo en lo visible y
    lo invisible."
    Para el católico es muy importante conocer este tema que
    afecta directamente nuestra vida espiritual, que es real y que es
    una verdad de Fe profesada contínuamente por la Iglesia
    Católica.

    Hechas las consideraciones anteriores, es momento de entrar en
    materia:
    En algunos momentos podemos olvidar que el demonio actúa
    de manera efectiva y real de nuestra vida, creyendo que
    sólo se manifestará en una posesión o en
    algún evento extraordinario.
    Al igual que en algunas películas, el villano aparece como
    un personaje bien parecido o elegante; del mismo modo, el demonio
    se oculta tras las cosas aparentemente buenas o a nuestro juicio
    inofensivas, y no sólo eso, nos hace creer que no existe.
    Si pudiéramos verlo, seguramente nos causaría
    horror y como consecuencia acudiríamos inmediatamente al
    auxilio divino, lo cual seria contrario a su plan: alejarnos
    de Dios y crear enemistad con Él mediante el pecado. El
    demonio en este sentido es increíblemente sutil, y por
    tanto peligrosamente efectivo.
    El demonio y los ángeles que le acompañaron en
    desobedecer a Dios no pueden leer nuestra mente, pero son capaces
    de conocer nuestras intenciones e influir en nosotros deseos,
    recuerdos y tentaciones.
    Podemos caer bajo su influencia de distintas maneras,
    según el momento y las circunstancias; debemos recordar
    que Dios permite las tentaciones y estas nunca serán
    desproporcionadas a nuestras fuerzas, es decir, en todo momento
    contamos con la ayuda de la gracia para superar los
    obstáculos y acercarnos más a Dios. No olvidemos
    que aún en nuestras caídas podemos comprender
    nuestra naturaleza debilitada, y crecer en la humildad.
    Las tentaciones que se nos presentan, son dirigidas a nuestra
    naturaleza caída, abusando de nuestras debilidades
    humanas: tendencia al placer, la comodidad, la grandeza; cuando
    nuestro corazón lo ponemos en nosotros mismos o en las
    cosas, es fácil desviar nuestra atención de
    Dios.
    Claro esta que en algunas ocasiones nosotros "ponemos de nuestra
    parte" para caer en pecado por imprudencia:
    – Asistir a un espectáculo que excite nuestra
    imaginación o nuestros sentidos de tal modo que obtengamos
    un placer que nos aleja de Dios.
    – Detenernos a ver revistas o películas en los estantes,
    que si bien no son pornográficas, estimulan la
    imaginación. Todos sabemos que "no es lo que se ve, si no
    lo que se oculta" lo que provoca que la imaginación
    complete el cuadro.
    – Por curiosidad o ignorancia asistir a un lugar donde se
    practica la lectura de
    cartas, la
    mano, el café o
    cualquier otra forma de "adivinación" la cual está
    severamente condenada desde el Antiguo Testamento y hasta
    nuestros días por el Magisterio de la Iglesia. No
    debería ser extraño que lo que se dice sea cierto o
    se cumpla en un futuro, es un medio para alejarnos de Dios por
    desconfiar de la Providencia Divina. ¿Para qué
    necesitamos como católicos saber el futuro, si nos
    abandonamos diariamente en el Padre al que le rogamos
    constantemente "Danos hoy nuestro pan de cada día"?
    ¿No fue Jesús quien nos dijo que no
    habríamos de preocuparnos del futuro pues cada día
    trae su propio afán? Jesucristo nos ha mostrado a un Dios
    Padre bondadoso que si viste a los lirios del campo mejor que al
    Rey Salomón ¿Qué no hará por nosotros
    que somos sus hijos? Al tratar de "adivinar" el futuro
    desconfiamos de este Padre amoroso.
    – El trato con alguien del sexo opuesto,
    que por su condición (o la nuestra) no debemos llegar a
    cierta intimidad o familiaridad: por estar casado, la
    relación de trabajo, la amistad familiar…
    Otra manera en la que el demonio ejerce su influencia es mediante
    los recuerdos:
    – Revive los disgustos que hemos tenido con las personas.
    – Nos trae a la mente recuerdos de actos realizados contra la
    pureza, con peligro de recrear la imaginación y reavivar
    malos deseos.
    – Traernos remordimientos sobre nuestras faltas:
    maltrato a los hijos, amigos o conocidos; alguna trampa en el
    negocio o en el estudio; falta de atención a un enfermo;
    no haber pedido perdón a aquella persona que
    estimábamos…
    Todo esto, aún habiéndolo confesado y reparado las
    faltas cometidas. No olvidemos que una tentación
    típica de muchos Santos ha sido el sentir que están
    en pecado mortal aún cuando hayan hecho un examen de
    conciencia pleno
    y una confesión completa.
    También podemos advertir la influencia negativa en nuestra
    pereza o desgano:
    – No ir a confesarse pretextando pena por los pecados
    cometidos
    – Creer que no vale la pena confesarse porque volveremos a pecar
    o sentimos que siempre decimos los mismos pecados
    – Faltando al precepto de la Misa dominical por pereza u otras
    actividades
    – No cumplir nuestro deber familiar, de trabajo o estudio
    poniendo como pretexto cansancio, enfermedad, aburrimiento…
    Otras tentaciones que podemos considerar son las relativas a la
    soberbia:
    – Sentir que Dios puede perdonarnos en cualquier momento
    – No ceder en nuestros gustos, ideas y opiniones, aunque se nos
    demuestre que estamos en un error
    – Considerarnos mas importantes, aptos o inteligentes que los
    demás
    La imaginación también tiene un papel importante,
    ya que nos hace elaborar fantasías que si en el momento no
    son reales, pueden llevarnos a cometer faltas graves por un
    desordenado deseo:
    – Observar a alguien del sexo opuesto que vemos por la calle y
    faltarle el respeto con el pensamiento.
    – Creer que por el trato amable que tiene una persona, busca algo
    más de nosotros desconfiando de ella.
    – Pensar en qué tenemos que hacer para que una persona que
    ocupa un mejor puesto de trabajo que el nuestro caiga y podamos
    ascender nosotros.
    – Encadenar una serie de mentiras para justificarnos o conseguir
    un beneficio.
    Los detalles que consideramos poco importantes van endureciendo
    nuestra conciencia, tomándolos como "actitudes
    naturales", y así poco a poco hasta caer con más
    facilidad en pecados graves, con peligro de no tener la fuerza
    interior necesaria para buscar la reconciliación con
    Dios.
    Meditar en lo anterior debe ponernos en guardia y no ser ingenuos
    pensando que el Demonio no existe. Una vez que estamos alertados
    de esto, debemos fortalecer nuestra debilidad acudiendo con
    regularidad al sacramento de la Reconciliación
    (Confesión), hacer oración aún si estamos en
    pecado mortal, pedir ayuda a la Santísima Virgen y a
    nuestro Angel Custodio, serán los medios habituales para
    evitar las tentaciones, las ocasiones de pecado y el pecado
    mismo, pues con su ayuda alejaremos de nosotros la influencia de
    los ángeles caídos, o mejor dicho: el demonio.
    Los demonios son aquellos ángeles que desobedecieron a
    Dios y fueron condenados eternamente al infierno. Conocemos su
    existencia porque la enseña la Sagrada Escritura y la
    Tradición. Jesucristo dijo: "Yo vi a satanás caer
    del Cielo como un rayo" (San Lucas 10, 18).
    "El Diablo es homicida desde el principio y no se mantuvo en la
    verdad, porque la verdad no estaba en él" (San Juan 8,
    44)
    Es un dogma de fe definido por la Iglesia Católica la
    existencia de los demonios.
    "El diablo y demás demonios, por Dios ciertamente fueron
    creados buenos por naturaleza; mas ellos, por sí mismo, se
    hicieron malos" (Concilio IV de Letrán).
    El jefe de los demonios es lucifer o stanás o diablo.
    Recibe, además otros nombres: luzbel, beelcebú,
    belial, el maligno, príncipe de este mundo.
    Se le compara a un león, a un dragón y a una
    serpiente.
    La palabra diablo procede del griego y significa "instigador"; el
    que casua la destrucción y la división ; el
    murmurador, el engañador.
    La palabra satanás procede del hebreo, significa
    "adversario".
    No sabemos el número de demonios, pero son muchos. En el
    Nuevo Testamento aparece un endemoniado que dijo a Jesucristo "mi
    nombre es legión, pues somos muchos" (San Marcos 5,
    9).
    El demonio tiene poder sobre los humanos porque su conocimiento y
    su influencia es superior al de éstos. El demonio no
    tiene, sin embargo, poder directamente sobre nuestrainteligencia
    pues no conoce nuestros pensamientos íntimos; tampoco
    sobre nuestra voluntad pues nunca puede obligarnos a pecar.
    La actividad del demonio se manifiesta en los humanos al:
    • Inducir a desobedecer los Mandamientos Divinos y a
    rebelarse contra Dios.
    • Propagar el error y la mala doctrina.
    • Inducir al hombre a la mentira y a la corrupción.
    • Provocar la rebeldía en el hombre que sufre
    penalidades.
    • Influier sobre el cuerpo, los sentidos y la
    imaginación.
    • Influir sobre los bienes
    materiales.
    • Producir hechos extraordinarios que tienen la
    aparición de milagro, con el fin de hacer adeptos.
    • Llenar de temor, angustia y tristeza al hombre para
    alejarlo de Dios.
    • Inducir a la brujería, las "limpias", a las
    supersticiones, al espiritismo y a la magia negra.
    • Promover el culto demoniaco.
    Su actividad durará hasta el final de los tiempos. La
    Iglesia enseña que "toda la historia humana está
    invadida por una tremenda lucha contra el poder de las tinieblas,
    que iniciada desde el principio del mundo durará hasta el
    último día, como dice el Señor" (Concilio
    Vaticano II, Const Gaudium et Spes, n. 37)
    El demonio puede atormentar a los hombres por medio de la
    posesión y la obsesión diabólica.
    La posesión diabólica consiste en que el demonio se
    apodera del cuerpo de una persona para atormentarla. En el
    cristianismo son raros los casos, gracias a la Redención
    de Cristo.
    La obsesión diabólica consiste en que el demoni
    molesta externamente a las personas: con golpes u otras
    manifestaciones.
    La Iglesia Católica tiene poder, recibido de Cristo, de
    arrojar al demonio de una persona posesa, de un lugar o de un
    objeto, por medio del exorcismo.
    Las tentaciones consisten en que el demonio o el mundo o la carne
    influyen en el hombre despertando imágenes
    en la memoria y
    provodando sensaciones capaces de afectar su inteligencia y de
    inclinar su voluntad hacia cualquier pecado, por ejemplo: el
    robo, el homocidio, etc.
    Tener tentaciones no es pecado. Llegan a ser pecado si existen la
    advertencia y el consentimiento.
    Los medios para vencer al demonio son:
    • Rezar frecuentemente.
    • Recurrir al Sacramento de la Penitencia
    (confesión).
    • Persignarse ante cualquier tentación.
    • Besar un crucifijo con amor.
    • Usar agua bendita,
    especialmente antes de dormir. (Decía Santa Teresa de
    Ávila que de ninguna cosa huyen más los demonios,
    para no tornar, que del agua bendita).
    • Invocar con devoción a la Santísima Virgen
    María y a nuestro Ángel Custodio.
    • Invocar con devoción a San Miguel
    Arcángel.
    • Rezar con devoción tres Ave María.
    Todos los Angeles fueron creados buenos por Dios. Sin embargo
    ellos, igual que los humanos fueron dotados de libre voluntad, y
    podían elegir entre la obediencia a Dios y la
    rebelión, entre el bien y el mal. Habiendo usado mal su
    libertad, parte de los ángeles, encabezados por lucifer,
    se separaron de Dios y formaron su reino.
    Aquella rebelión de los ángeles contra Dios fue
    -algo que no podemos imaginar, pero que el apóstol San
    Juan nos describe en el Apocalipsis, hablando de "un gran
    dragón rojo, con siete cabezas y diez cuernos, y sobre sus
    cabezas siete diademas; arrastró con su cola a la tercera
    parte de las estrellas del cielo y las arrojó a la tierra.
    Hubo luego una gran batalla en el cielo: Miguel y sus
    ángeles luchaban contra el dragón. También
    el dragón y sus ángeles combatieron, pero no
    vencieron, y no quedó ya lugar para ellos en el cielo. Y
    fue arrojado aquel gran dragón, la antigua serpiente que
    se llama diablo y Satanás, el seductor del mundo entero;
    lanzado fue a la tierra , y sus ángeles con el.Ap.12,3-4,
    7-9
    Acerca del pecado de los ángeles, la Revelación se
    limita a hacer algunas indicaciones. Si todo pecado comienza por
    la soberbia (Ecle. 10, 12 y sig.), también el pecado de
    los ángeles habrá tenido que comenzar por la
    soberbia. Del "hijo de la perdición" se dice que se alza
    contra Dios y todo lo santo (2 Thess. 2, 4). En concreto,
    puede decirse sobre el pecado de Satanás que éste,
    deslumbrado por su propia gloria, olvidó que
    dependía de Dios y negó esa dependencia, que se
    opuso a ser mera criatura o que rechazó el don de la
    perfección sobrenatural que Dios le ofrecía porque
    no quería deber nada al amor. Su lucha encarnizada con
    Cristo y contra la obra de la Redención nos permite
    colegir que Satanás se resistió a reconocer la
    supremacía de Cristo, a reconocer que Cristo, el Hijo de
    Dios encarnado, es el corazón y la cabeza de la
    Creación.
    El castigo que merecieron por su pecado es doble: la
    obstinación de la voluntad en el mal, y el fuego eterno o
    infierno Judas 6, 2Pe 2,4.
    Desde los tiempos, cuando Ap. Pablo escribió su
    epístola a los Corintios (2 Cor. 11:4) y casi hasta
    nuestros días, en los escritos de la Iglesia se mencionan
    casos cuando los ángeles caídos tomaban distintas
    formas – y no solo de Angeles de la Luz, sino también de
    los Santos, la Virgen María y hasta el mismo Jesús
    Cristo! Por ejemplo San Juan Kassian, en sus escritos sobre un
    cuidadoso reconocimiento de los espíritus de otro mundo,
    cuenta como un monje se suicidó y otro hombre quiso
    sacrificar a su hijo como siguiendo la obediencia del Patriarca
    Abraham (Gen. Cap. 22).

    En ambos casos estas conductas aberrantes fueron
    provocados por los demonios, que se les aparecieron bajo la forma
    de Angeles de la Luz (Amor al bien t. 1).
    El Patericon de Kievo-Pechersk cuenta el caso de un joven monje
    Nikita quien se le apareció un "ángel de luz." Este
    "ángel" ordenó a Nikita no perder tiempo en
    oraciones y dedicarse al estudio de Sagradas Escrituras, y le
    prometió a Nikita que orará por el. Después
    que el demonio, tomando la forma de un ángel,
    comenzó a orar en la celda de Nikita, éste
    recibió el don de clarividencia.

    Pronto se hablo del nuevo "clarividente" y la gente
    comenzó a venir a él para recibir su consejo y
    dirección. Pero pronto se notó una rareza – Nikita
    no queria ni hablar del Evangelio – él estudiaba y citaba
    solamente el Antiguo Testamento. Por fin los monjes se dieron
    cuenta que Nikita cayó en las garras del demonio, al que
    expulsaron con sus oraciones. Volviendo en sí, Nikita hizo
    una profunda penitencia y se transformó en un monje
    ejemplar y esforzado. Con el tiempo fue consagrado como Obispo de
    Novgorod. El fue un buen pastor, se distinguía por su
    sabiduría y el don de milagros. Nosotros lo conocemos con
    el nombre de San Nikita el Ermitaño.
    Nuestro Señor nos prevenía: "Tengan cuidado con los
    falsos profetas, que vienen a vosotros en la piel de la
    oveja, pero son lobos feroces. Por sus frutos los
    reconoceréis: Es posible cosechar uvas del endrino o higos
    de un cardo?" (Mat. 7:15-16). El Ap. Pablo nos enseña: "El
    fruto del espíritu es amor, alegría, paz,
    paciencia, benevolencia, misericordia, fe, dulzura,
    contención. Sobre éstos no hay ley… Aquellos, que
    son de Cristo, crucificaron su carne con pasiones y deseos" (Gal.
    5:22-24).
    Seguir en la vida las palabras de Cristo y de Ap. Pablo – no es
    fácil, debido a nuestra imperfección, pecado,
    ligereza (y falta de conocimientos), e ignorancia y
    también debido a la prac-tica de muchos siglos que poseen
    los espíritus de mal en su lucha contra Dios y los
    hombres. Hay que recordar, que hasta los hombres consagrados a
    Cristo, como los monjes que citamos mas arriba, no están
    asegurados contra la seducción demoniaca y pueden ser
    burlados por ella.
    Por eso, si ante nosotros aparece alguien como ángel o
    tenemos una visión, hay que tener un gran cuidado de no
    confundir a un ángel caído con uno bueno. Los
    Santos Padres, inspirados por el Espíritu Santo y su
    experiencia espiritual, nos exhortan con amor de orar con
    humildad y no tratar de tener visiones y experiencias exaltadas.
    En el caso que veamos a alguien o algo extraordinario, ser muy
    circumpuestos y contar, lo mas pronto posible, el hecho a un
    experimentado padre espiritual.
    Los Santos Padres nos enseñan, que si tenemos la
    mínima duda sobre la naturaleza de nuestra
    aparición, interrumpir todo contacto con esta y dirigirnos
    a Dios con una intensa oración, pidiendo Su ayuda. Si este
    espíritu es en efecto un enviado celestial, un Angel
    bueno, el se alegrará de nuestro vigilante cuidado.
    San Atanasio también nos advierte que la soberbia
    perdió al demonio, y por ello debemos practicar la
    humildad. " Un gran remedio para la salud es la humildad, ya que
    Satanás fue arrojado del cielo no por libertinaje o
    adulterio o
    robo, sino que fue la soberbia lo que le precipitó a las
    partes inferiores del abismo".
    San
    Agustín, respecto a la salvación o
    pérdida de los ángeles, y su persistencia en el
    bien o en el mal, dice que " los unos permanecen
    inquebrantablemente fieles en el Bien común a todos, que
    es Dios mismo, y en su eternidad, bondad y amor. Los otros, al
    contrario, orgullosos de su poder, como si fueran por si mismos
    el propio bien, se han apartado del Bien supremo común y
    beatificante, y se han vuelto hacia sí mismos;
    impertinente soberbia por sublime eternidad, su artificioso
    engaño por seguísima verdad, y sus deseos
    particulares por amor puro" Tenemos aquí una breve
    descripción de cómo una mala
    elección puede hacer tanto daño a
    una criatura.
    La existencia de los demonios y su acción maligna es una
    verdad de fe. No se trata, pues, del modo de hablar de un pueblo
    primitivo que personificaba al mal en unos seres superiores pero
    inexistentes. La mayor diablura del diablo es: hacernos creer que
    no existe.
    Por el contrario, estos seres reales, personales, espirituales,
    aunque han sido ya vencidos por Jesucristo, tienen como un
    ejército derrotado, en huida, gran capacidad de hacernos
    daño:
    a) Porque no han perdido su naturaleza de ángeles, y
    así su conocimiento y su poder son muy superiores a los
    nuestros.
    b) Porque su experiencia de tantos siglos les ha enseñado
    el mejor modo de engañarnos.
    c) Porque su voluntad perversa está siempre inclinada a
    toda maldad. Los demonios procuran nuestro mal:
    d) Por odio a Dios cuya imagen ven en nosotros.
    e) Por odio a Cristo, cuya muerte nos rescató de su
    poder.
    f) Por envidia a nosotros pues Dios nos destinó a ocupar
    los puestos que ellos perdieron en el cielo.
    El Señor llama al diablo "el asesino de la humanidad desde
    el principio," refiriéndose al momento cuando él,
    tomando la forma de una serpiente, sedujo a nuestros antepasados
    Adán y Eva, que quebraron la ley de Dios y con esto
    privaron a la humanidad de su inmortalidad (Gen. 3:1-6). Desde
    entonces, teniendo la posibilidad de influir sobre los
    pensamientos y sentimientos humanos, el diablo y sus demonios,
    tratan de hundir a la humanidad cada vez mas profundamente en el
    pecado, donde se encuentran ellos: "Quien peca es de Diablo, ya
    que éste fue el primero que pecó… Cada uno
    que peca es esclavo del pecado" (1 Juan 3:8, Juan 8:3-4).
    Recordemos que el diablo es un mentiroso profesional,
    calumniador, sembrador de confusión y discordias;
    él y sus ángeles caídos, con todas sus
    fuerzas tratan de perdernos y para esto usan no solo la
    insinuación, sino muchas otras astucias, incluyendo su
    camuflaje en otro seres. Por eso todos los fenómenos, que
    nos causan admiración, confusión ó miedo,
    pueden fácilmente ser resultado de su trabajo infame
    contra nosotros.
    La presencia de los espíritus del mal entre los hombres
    constituye un constante peligro para nosotros. Por eso Ap. Pedro
    nos recuerda: "Sean atentos y vigilantes porque nuestro enemigo,
    el diablo, es como un león rugiente, que busca a quien
    tragar" (1 Ped. 5:8). Semejante llamado de atención nos
    dice el Ap. Pablo: "Hermanos míos, confortaos en el
    Señor, y en la potencia de su fortaleza. Vestíos de
    toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes
    contra las asechanzas del diablo. Porque no tenemos lucha contra
    sangre y carne; sino contra principados, contra potestades,
    contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra
    huestes espirituales de maldad en las regiones celestas" (Ef.
    6:11-12). De estas palabras de las Escrituras vemos que la vida
    humana es una intensa y constante lucha, para defender su
    alma.
    Hay que considerar que, no obstante el gran daño que
    ocasionaron a sí mismos los demonios, y aún estando
    despojados de la gracia divina, conservan todo el poder que les
    corresponde por su naturaleza en cuanto a la inteligencia y
    voluntad. Obviamente están sujetos al querer y al poder de
    Dios; pero por esa fuerza natural que conservan como seres
    espirituales, dada su malicia, continúan siendo criaturas
    peligrosas y muy de temer de nuestra parte, por que se ocupan de
    hacer y desear toda clase de males posibles.
    De hecho, en el Cielo la guerra esta
    terminó con la derrota total del mal. Pero la batalla se
    trasladó del Cielo a nuestro mundo y al corazón de
    los hombres. En esta batalla contra el mal nos ayudan activamente
    los Angeles buenos.

    La
    existencia de los ángeles revelada por
    Dios

    1. Nuestras catequesis sobre Dios, Creador del
    mundo, no podían concluirse sin dedicar una
    atención adecuada a un contenido concreto de la
    revelación divina: la creación de los seres
    puramente espirituales, que la Sagrada Escritura llama
    "ángeles". Tal creación aparece claramente en los
    Símbolos de la Fe, especialmente en el
    Símbolo niceno- constantinopolitano: Creo en un solo Dios,
    Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, de todas
    las cosas (esto es, entes o seres) "visibles e invisibles".
    Sabemos que el hombre goza, dentro de la creación, de una
    posición singular: gracias a su cuerpo pertenece al mundo
    visible, mientras que, por el alma espiritual, que vivifica el
    cuerpo, se halla casi en el confín entre la
    creación visible y la invisible. A esta última,
    según el Credo que la Iglesia profesa a la luz de la
    Revelación, pertenecen otros seres, puramente
    espirituales, por consiguiente no propios del mundo visible,
    aunque están presentes y actuantes en él. Ellos
    constituyen un mundo específico.

    2. Hoy, igual que en tiempos pasados, se discute
    con mayor o menor sabiduría acerca de estos seres
    espirituales. Es preciso reconocer que, a veces, la
    confusión es grande, con el consiguiente riesgo de hacer
    pasar como fe de la Iglesia respecto a los ángeles cosas
    que no pertenecen a la fe o, viceversa, de dejar de lado
    algún aspecto importante de la verdad revelada.
    La existencia de los seres espirituales que la Sagrada Escritura,
    habitualmente, llama "ángeles", era negada ya en tiempos
    de Cristo por los saduceos (Cfr. Hech 23, 8). La niegan
    también los materialistas y racionalistas de todos los
    tiempos. Y sin embargo, como agudamente observa un teólogo
    moderno, "si quisiéramos desembarazarnos de los
    ángeles, se debería revisar radicalmente la misma
    Sagrada Escritura y con ella toda la historia de la
    salvación" (.). Toda la Tradición es unánime
    sobre esta cuestión. El Credo de la Iglesia, en el fondo,
    es un eco de cuanto Pablo escribe a los Colosenses: "Porque en El
    (Cristo) fueron creadas todas las cosas del cielo y de la tierra,
    las visibles y las invisibles, los tronos, las dominaciones, los
    principados, las potestades; todo fue creado por El y para El"
    (Col 1, 16). O sea, Cristo que, como Hijo-Verbo eterno y
    consubstancial al Padre, es "primogénito de toda criatura"
    (Col 1, 15), está en el centro del universo como
    razón y quicio de toda la creación, como ya hemos
    visto en las catequesis precedentes y como todavía veremos
    cuando hablemos más directamente de El.

    3. La referencia al primado de Cristo nos ayuda a
    comprender que la verdad acerca de la existencia y acción
    de los ángeles (buenos y malos) no constituyen el
    contenido central de la Palabra de Dios.
    En la Revelación, Dios habla en primer lugar "a los
    hombres. y pasa con ellos el tiempo para invitarlos y admitirlos
    a la comunión con El", según leemos en la Cons.
    "Dei Verbum" del Conc. Vaticano II (n.2). De este modo "las
    profunda verdad, tanto de Dios como de la salvación de los
    hombres", es el contenido central de la Revelación que
    "resplandece " más plenamente en la persona de Cristo
    (Cfr. Dei Verbum 2).
    La verdad sobre los ángeles es, en cierto sentido,
    "colateral", y, no obstante, inseparable de la Revelación
    central que es la existencia, la majestad y la gloria del Creador
    que brillan en toda la creación ("visible" e "invisible")
    y en la acción salvífica de Dios en la historia del
    hombre. Los ángeles no son, criaturas de primer plano en
    la realidad de la Revelación, y, sin embargo, pertenecen a
    ella plenamente, tanto que en algunos momentos les vemos cumplir
    misiones fundamentales en nombre del mismo Dios.

    4. Todo esto que pertenece a la creación entra,
    según la Revelación, en el misterio de la
    Providencia Divina.

    Lo afirma de modo ejemplarmente conciso el Vaticano I,
    que hemos citado ya muchas veces: "Todo lo creado Dios lo
    conserva y lo dirige con su Providencia extendiéndose de
    un confín al otro con fuerza y gobernando con bondad todas
    las cosas. "Todas las cosas están desnudas y manifiestas a
    sus ojos", hasta aquello que tendrá lugar por libre
    iniciativa de las criaturas". La Providencia abraza, por tanto,
    también el mundo de los espíritus puros, que aun
    más plenamente que los hombres son seres racionales y
    libres. En la Sagrada Escritura encontramos preciosas
    indicaciones que les conciernen.
    Hay la revelación de un drama misterioso, pero real, que
    afectó a estas criaturas angélicas, sin que nada
    escapase a la eterna Sabiduría, la cual con fuerza
    (fortiter) y al mismo tiempo con bondad (suaviter) todo lo lleva
    al cumplimiento en el reino del Padre, del Hijo y del
    Espíritu Santo.

    5. Reconozcamos ante todo que la Providencia, como amorosa
    Sabiduría de Dios, se ha manifestado precisamente al crear
    seres puramente espirituales, por los cuales se expresa mejor la
    semejanza de Dios en ellos, que supera en mucho todo lo que ha
    sido creado en el mundo visible junto con el hombre,
    también él, imborrable imagen de Dios. Dios, que es
    Espíritu absolutamente perfecto, se refleja sobre todo en
    los seres espirituales que, por naturaleza, esto es, a causa de
    su espiritualidad, están mucho más cerca de El que
    las criaturas materiales y que constituyen casi el "ambiente"
    más cercano al Creador.
    La Sagrada Escritura ofrece un testimonio bastante
    explícito de esta máxima cercanía a Dios de
    los ángeles, de los cuales habla, con lenguaje
    figurado, como del "trono" de Dios, de sus "ejércitos", de
    su "cielo". Ella ha inspirado la poesía
    y el arte de los siglos cristianos que nos presentan a los
    ángeles como la "corte de Dios".

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