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Petrarca, Ronsard, Shakespeare Poetas Metafísicos: Poéticas y Análisis




    Petrarca, Ronsard, Shakespeare
    Poetas Metafísicos: Poéticas y
    Análisis

     

    INTRODUCCIÓN

    En la presente elaboración se destacarán
    los elementos fundamentales que componen algunas de las obras
    vistas en el transcurso del área: autores como Petrarca,
    Ronsard, Shakespeare, y los Poetas Metafísicos guardan una
    serie de relaciones y diferencias entre sí que permite,
    mediante cierta profundización, extraer aspectos
    particulares de cada uno de ellos. La lectura de
    algunos de los estudiosos de estos referentes de la literatura universal nos
    permitirá esclarecer y encaminar el análisis hacia conclusiones relacionadas al
    tema de la imagen de
    la mujer, a la
    relación hombremujer y a la
    relación hombre-Dios.

    Creemos que con una especial atención puesta en los temas mencionados,
    pueden darse a conocer los rasgos más importantes, tanto
    estilísticos como temáticos, de los autores a
    analizar, así como también puede establecerse una
    relación (infaltable y, en algunos casos,
    prácticamente obligatoria) entre autor y época
    histórica. Esto nos será necesario para poder explicar
    un poco más claramente el por qué de las
    diferencias en la visión del mundo entre Petrarca, por
    ejemplo, y Donne, o también cuál es el punto de
    partida que hizo que surgiera en literatura el manierismo, la
    poesía
    argumentativa de los metafísicos o una visión
    más analítica, si se quiere, del amor, que la
    que veremos en Petrarca o en Ronsard. El acercamiento de estos
    temas particulares nos llevará inevitablemente hacia una
    aproximación general a esta gran parcela de literatura que
    hemos de ver.

     

    DESARROLLO

    Petrarca:

    Francesco Petrarca nació en Arezzo, en 1304,
    donde permaneció hasta los siete años junto a su
    madre. Su padre, que vivía exiliado en Pisa, los
    llamó y en un año terminaron viajando todos a
    Aviñón. Petrarca estudió gramática en Carpentras y más tarde
    leyes en
    Montpellier, y nuevamente en Italia, en
    Bolonia. Huérfano a los veinte años regresó
    a Aviñón, donde, libre de la presión de
    sus padres para que estudiara leyes, comenzó a dejar libre
    albedrío a sus reprimidos deseos de estudiar a los
    clásicos griegos y latinos, por lo que lo hizo con todo su
    empeño. Según su autobiografía en
    latín Epístola a la posteridad, Petrarca
    conoció a la inspiradora de toda su obra, Laura, el nueve
    de abril de 1327, en la Iglesia de
    Santa Clara de Aviñón.

    En 1374, un año antes que Boccaccio, muere
    Petrarca, con un legado de obras como Africa, Cancioneros
    y Triunfos; el primero, dirigido según algunas
    versiones a ser una especie de nueva Eneida. Entre los
    Cancioneros se encuentran las Rimas, dedicadas a su amada
    Laura.

    Petrarca es el inaugurador del Humanismo.
    Inaugurar etapas históricas, desafortunadamente para
    Petrarca, no es simplemente cortar la tira de lo fundado e
    ingresar luego de un aplauso a lo nuevo. Petrarca se hallaba en
    medio de una cosmovisión medieval de siglos de
    trayectoria, inamovible, y era fiel a ella. Pero, a su propio
    decir en una carta a Colono,
    Mis deseos entran en conflicto y su
    lucha me desgarra
    . ¿En conflicto con qué?
    ¿Qué deseos? Nuestro primer humanista está
    expresando algo que nadie puede decir mejor que
    Tagore:

     

    "Del mismo modo, en las épocas
    oscuras que preceden a la madurez, las pasiones se desconocen a
    sí mismas, ignoran la finalidad de sus caminos y
    frecuentan las regiones incultas del espíritu joven. Los
    dientes de leche, al
    intentar abrir las encías, causan fiebres y dolores hasta
    que aparecen y comienzan a ejercer su cometido. También
    nuestras pasiones nos atormentan como una enfermedad hasta que
    alcanzan su verdadera relación con el mundo ambiente.
    "
    (Pág. 6)

     

    No cito a Tagore para definir la juventud de
    Petrarca, sino la de él a través de la incipiente
    época humanista, que, como los dientes de leche, le
    están causando fiebre en su
    espíritu. Petrarca se encuentra en una época de
    crisis
    cosmovisional, como si hubiera sido destinado a enhebrar un
    universo en el
    otro. Y ahora podemos explicar su frase: sus florecientes
    pasiones hacia las cosas de este mundo, lo atormentan en una
    época en donde esta clase de
    afinidades es una herejía, ya que se debe amar a las cosas
    que van más allá de este mundo lleno de pecados. La
    lectura de los
    clásicos probablemente se le haya vuelto en contra. Esos
    antiguos que no había nacido con el peso ideológico
    de una iglesia encima, y que no tenían tabúes ni
    represiones de pensamiento,
    dedicándose indistintamente a cuestiones espirituales y
    terrenales. Y, así como a la muerte de
    sus padres Petrarca "aprovechó" para dedicarse de lleno a
    la lectura de los clásicos, ahora la agonía del
    fanatismo cristiano en su interior, lo tentaba a desecharlo para
    dedicarse, de lleno, a sus pasiones. Pero Petrarca nunca pudo
    matarlo: la muerte de
    personas carnales es mucho más veloz que la de una etapa
    histórica. El primer humanista no escribirá atisbos
    de humanismo sin remordimientos. Mas habrá abierto una
    puerta para que otros lo hagan.

    Ejemplo de su desconcertado espíritu es el
    siguiente:

    Los que, en mis rimas sueltas, el
    sonido

    oís del suspirar que
    alimentaba

    al joven corazón
    que desvariaba

    cuando era otro hombre del que luego
    he sido:

     

    del vario estilo con que me he
    dolido

    cuando a esperanzas vanas me
    entregaba,

    si alguno de saber de amor se
    alaba,

    tanta piedad como perdón le
    pido.

     

    Que anduve en boca de la gente
    siento

    mucho tiempo y,
    así, frecuentemente

    me advierto avergonzado y me
    confundo;

     

    y que es vergüenza, y loco
    sentimiento,

    el fruto de mi amor sé
    claramente,

    y breve sueño cuanto place al
    mundo.

    (Pág. 17)

     

    En los últimas dos estrofas se observa el
    avergonzamiento del yo lírico por su amor terrenal. Los
    tópicos que después se podrán ver en poetas
    renacentistas como Ronsard, todavía no se habían
    formado en Petrarca. Sin embargo, se observa en el último
    verso la comparación que se realiza entre el mundo y el
    sueño. Posteriormente, la idea del "mundo como
    sueño" se convertirá en tópico renacentista,
    y hasta Calderón de la Barca, ya en el Barroco,
    escribirá La vida es sueño, obra menos
    inmortalizada que la frase que aparece en su interior: "porque la
    vida es un sueño; y los sueños, sueños
    son".

    En lo relativo a la imagen de la mujer en
    Petrarca, podemos decir que Laura fue el motor de toda su
    obra amorosa. En el soneto a continuación, se verá
    la manera de tratar sus pasiones respecto de aquella
    musa:

    ,4

    "Mi loco afán está tan
    extraviado

    de seguir a la que huye tan
    resuelta,

    y delazos de Amor ligera y
    suelta

    vuela ante mi correr
    desalentado,

     

    que menos me oye cuanto más
    airado

    busco hacia el buen camino la
    revuelta:

    no me vale espolearlo, o darle
    vuelta,

    que, por su índole, Amor le
    hace obstinado.

     

    Y cuando ya el bocado ha
    sacudido,

    yo quedo a su merced y, a mi
    pesar,

    hacia un trance de muerte me
    transporta:

     

    Por llegar al laurel donde es
    cogido

    fruto amargo que, dándolo a
    probar,

    la llaga ajena aflige y no
    conforta.
    "

    (Pág. 20)

     

    Petrarca debe referirse en este soneto a las vicisitudes
    y desencuentros amorosos que debe pasar en su amor hacia Laura,
    similar en algún sentido al de Dante con Beatriz
    (idealización, inaccesibilidad terrenal). La visión
    de Laura tiene características muy similares a las del
    amor cortés, en cuanto a que puede vislumbrarse un correr
    del yo lírico constante, incansable, hacia aquel
    inaccesible amor que parece siempre estar lejano, pero que le
    impele a escribir sus maravillosos sonetos. Laura es a Petrarca
    lo que la zanahoria a la mula: ambos caminan en dirección a ella: si la comieran,
    dejarían de caminar; si no la tuvieran, jamás
    habrían comenzado a hacerlo. Necesitan la meta, la
    utopía -diría Galeano-, que sirva de motor de sus
    pasiones y de sus más audaces y hermosas obras.

     

    Ronsard:

    Pierre de Ronsard nació en un castillo de
    Vendomois, Francia, en el
    año 1524. Su vida parecía estar destinada a la
    diplomacia o a las armas, pero una
    precoz sordera lo hizo renunciar a sus ambiciones.
    Estudió, como Petrarca, las lenguas y literatura antiguas,
    y en el colegio de Cogueret, donde junto a sus compañeros
    Baif y Du Bellay, construyeron las bases de la futura
    Pléyade, grupo de
    poetas que tenía el objetivo
    común de satisfacer el ideal renacentista y de produrir
    ern Francia obras dignas de rivalizar con las de Grecia y
    Roma. Ronsard
    escribió, entre sus obras más importantes,
    Amores, Odas, La Francíada,
    Eglogas, Elegías
    y
    Discursos.

    Tres fueron los amores que vivió intensamente
    Ronsard: Casandra, María y, por último y
    quizás el más significativo, Helena, a quien
    dedicó una gran parte de su poesía.

    Si dijimos que Petrarca se hallaba en la sacrificada
    transición entre Medioevo y Humanismo, y que le
    abriría las puertas a los renacentistas venideros, Ronsard
    será uno de ellos. Con un tratamiento más
    consolidado del amor por la mujer terrenal, el poeta
    francés ya no posee conflictos de
    cosmovisión: su época corresponde al pleno renacimiento.
    Dios ya ha pasado a otro plano, y ya no hay nada de qué
    avergonzarse respecto a amar a mujeres no divinizadas.
    Así, la Helena de Ronsard ya no es comparada a la Virgen
    María, como lo hizo Dante o como esbozaba hacerlo
    Petrarca con Laura, sino que lo es ahora con la Helena de la
    mitología. El remitirse a comparaciones con
    el mundo antiguo ya es un tópico conformado en Ronsard,
    cuando era una sugerencia estilística en Petrarca.
    También, con el advenimiento de las nuevas fuentes de
    conocimiento y
    de las nuevas disciplinas que se iban desprendiendo de la
    filosofía (Studia Humanitatis: Gramática,
    Filosofía moral,
    Retórica, Poética e Historia como nuevas
    disciplinas), surge también como tópico conformado
    ya en Ronsard la comparación constante de situaciones y
    sentimientos con la naturaleza,
    como vemos aquí:

    1

    "Hoy, primero de mayo, quiero, Helena,
    jurarte

    que, por Cástor y Pólux,
    tus hermanos gemelos,

    por la vid que se abraza rodeando los
    olmos,

    por los prados, los bosques erizados
    de verde,

     

    por la nueva estación que
    renace a la vida,

    por el blando cristal que los
    ríos se llevan

    y por ese milagro, ruiseñor, de
    los pájaros,

    sólo tú vas a ser mi
    postrera ventura.

     

    Sólo tú me enamoras y
    este amor es mi obra,

    no fue azar el prendarme de tus
    jóvenes años;

    para mí solamente tal
    pasión reivindico.

     

    Me confieso hacedor de mi propia
    fortuna.

    La virtud que te ofrezco es
    señal de constancia,

    si me engaña virtud,
    adiós, bella señora.
    "

    (Pág. 21)

     

    Vemos claramente, si comprendemos que Cástor y
    Pólux eran hermanos de la Helena de la mitología,
    que Ronsard se remite, como se dijo, a temas de la
    antigüedad. Además, también se observa en lo
    que resta de los dos cuartetos, la antedicha comparación
    con la naturaleza y sus apreciadas características: en
    el Renacimiento,
    de hecho, se tenía otro tópico literario que se
    basaba en la pretensión de un paraíso, a la muerte
    de los hombres, similar al mundo terrenal pero imperecedero
    (Locus Amoenus).

    Ronsard culmina el soneto citado afirmando que la
    situación que está viviendo (similar en cuanto a la
    relación Homnre-Mujer a la de Petrarca) con Helena, ha
    sido elegida valientemente por él, y será
    valientemente por él afrontada hasta el final ("Me
    confieso hacedor de mi propia fortuna"). Respecto a este tema, el
    de su fortaleza inicial que acarrea una decisión
    inamovible de persistir en el objetivo del amor de Helena, valga
    la comparación con otro de sus propios sonetos, que
    muestra otra
    actitud del yo
    lírico para con su amada:

     

    61

    "Ay, señora, me muero, ya no
    tengo esperanza;

    quedo herido hasta el tuétano,
    ya no soy lo que era

    hace sólo unos días,
    tanto puede el dolor

    extremado que vence y sujeta a su
    imperio.

     

    Ya no puedo tocar ni gustar, ver ni
    oír,

    soy del todo insensible, una
    pálida sombra,

    un sepulcro es mi cuerpo. Desdichado
    el amante,

    desdichado el que deja que le burle
    el
    Amor.

     

    Sed Aquiles, curad las heridas que
    hicisteis,

    soy un Télefo que anda su
    camino de muerte,

    por piedad, obrad en mí vuestro
    inmenso poder,

     

    acudid a traerme vuestro pronto
    remedio.

    Si cruel destruís al que es
    vuestro siervo

    no tendréis el laurel por
    hacerme morir.
    "

    (Pág. 277)

     

    Como es frecuente, también aquí existen
    comparaciones con aquél mundo mitológico
    (véase comparación con Aquiles en el verso noveno,
    por ejemplo). Lo que se observa con mayor claridad es el cambio de
    actitud en el yo lírico entre el primer soneto citado y
    este segundo, en el que aquellos bríos iniciales parecen
    haber sido vencidos por la desesperanza reinante en este soneto,
    como se ve desde sus primeras palabras ("…ya no tengo
    esperanza…").

    Ronsard es uno de los ejemplos más trascendentes
    de la puerta que ha abierto Petrarca: el amor hacia la mujer y el
    sufrimiento es más notorio y descriptivo en el
    renacentista que en el primer humanista:

     

    "CANCION

    Cuando converso aquí cerca de
    vos

    mi corazón se
    agita;

    tiemblan todos mis nervios, mis
    rodillas

    y hasta el pulso me
    falla.

    La sangre y el
    espíritu, el aliento,

    todo se desbarata ante mi
    Helena,

    mi penar caro y dulce
    (…)"

    (Pág 33)

    Pero, indudablemente y en los mismos términos, el
    renacentista le debe las características literarias al
    primer humanista.

     

    Shakespeare y los
    Poetas Metafísicos:

    Shakespeare podría hallarse en la
    transición literaria entre el escritor renacentista y el
    poeta metafísico. Históricamente, es un gran
    dramaturgo del siglo isabelino, llamado por Curtius incluso "el
    mejor dramaturgo de la era cristiana". La producción poética de William
    Shakespeare tiene algunos rasgos de la "desautomatización
    metafísica" -como diría Sklovski-
    que se verá luego. Tal puede ser el ejemplo del siguiente
    soneto:

     

    SONETO CXXX

    "Los ojos de mi dama al sol no se
    parecen;

    el coral es más rojo que el
    rojo de su boca;

    la blancura en sus pechos, junto a la
    nieve es poca,

    y si el cabello es hebras, en su
    cabeza crecen.

     

    He visto rosas rojas o
    rosas cual la aurora,

    más creo que sus mejillas de
    rosa no se visten,

    y en algunos perfumes más
    aromas existen

    que hay en el aliento que exhala mi
    señora.

     

    Me agrada cuando habla, aunque saber
    yo suelo

    que en la música existe placer
    más grande,

    y admito que no he visto a una diosa
    que ande:

    cuando anda mi señora, camina
    sobre el suelo.

     

    Y así y todo, por Dios, mi amor
    es tan valioso

    cual otro que compare y adule
    mentiroso."

    (Pág. 119)

     

    Como respondiendo a las comparaciones mitológicas
    del recientemente analizado Ronsard, Shakespeare desmistifica las
    pretensiones de autores como aquél de creer a la mujer
    similar a acontecimientos y personajes sublimes. La respuesta de
    Shakespeare es paródica. Esto proyectará a los
    metafísicos. La mujer es vista por el poeta inglés
    como alguien ya despojado de todo intento de divinización
    petrarquista y, ahora, alejada también de las
    comparaciones casi hiperbólicas de Ronsard. En actitud
    inédita y extraordinariamente visionaria, Shakespeare
    quiere a su lado (y TIENE a su lado, a diferencia también
    de Petrarca y Ronsard, que parecen regocijarse en el no tener) a
    una mujer definitivamente terrenal, con los defectos y la
    inferioridad respecto de paisajes y mitologías propios de
    un ser auténticamente humano. En el pareado, dice
    Shakespeare "y así y todo, mi amor es tan valioso como
    otro que compare y adule mentiroso". Ese "otro mentiroso que
    compare y adule" podría ser sin inconveniente algún
    Ronsard. La relación Hombre-Dios que se observa en el
    poeta inglés podría ser similar, por las
    características de la época, a la de el poeta
    francés; no olvidemos que en el pareado del soneto citado,
    el yo lírico jura por Dios lo que dice para finalizar. Si
    hay que dejar algo aclarado estrictamente, es que Dios
    jamás deja de estar presente a lo largo de toda esta
    poesía analizada y por analizar; lo que se modifica es la
    forma de contemplarlo y de vivirlo.

     

    Jorge Luis Borges dice de
    John Donne, en la página 46 de su Introducción a
    la Literatura Inglesa, que en todas sus composiciones fue
    barroco. Es natural en el más grande escritor argentino de
    todos los tiempos el ser compacto y certero en sus conceptos.
    Tiene en su lenguaje
    español el
    monosilabismo inglés. Pero, ¿qué quiso decir
    con esa aparentemente simple definición de "barroco" al
    referirse a Donne?.

    Caracciolo-Trejo, como desglosando en varios conceptos
    la simple conclusión de Borges, nos sitúa en el
    tiempo a los metafísicos, o mejor aún, nos ubica en
    el modelo de
    pensamiento de aquel siglo XVII, en donde hombres de una
    sensibilidad privilegiada como la de John Donne marcaron para
    siempre la visión poética de ese mundo.

    Caracciolo-trejo comienza su edición
    de las obras completas de John Donne diciendo:

     

    "Cualquier estudio sobre John Donne debe tomar en
    cuenta su situación excepcional que tanto en el sentido
    histórico como en el afectivo sitúa la vertiente
    que separa el mundo isabelino y el moderno".

    (Pág.9)

     

    La época histórica que le tocará
    vivir estará llena de nuevas vertientes de conocimiento,
    de teorías
    revolucionarias como las de Galileo en Ciencia o
    Descartes en
    Filosofía. A tal punto llegarán los estrepitosos
    avances de las ciencias, que
    modificarán incluso la cosmovisión
    filosófica del hombre: Giordano Bruno es a principios del
    XVII quemado en la hoguera por la Inquisición Romana por
    su "trayectoria herejística", Descartes publica con
    timidez pensamientos sobre el nuevo antropocentrismo y Galileo es
    obligado a retractarse en sus afirmaciones astronómicas
    sobre los movimientos de todos los cuerpos celestes. El hombre
    ingresa a este ritmo en una época esencialmente de crisis
    de cosmovision, de violentas sacudidas a pensamientos impuestos y
    afianzados por largos ocho siglos de Edad Media. La
    canalización de las características de esta
    época es en filosofía el racionalismo
    cartesiano, en ciencia la revolución
    de Galileo y en literatura el conceptismo, traducido en Inglaterra como
    manierismo. Específicamente, Inglaterra vuelca en poetas
    metafísicos la crisis del barroco. Por eso la frase de
    Borges. Por eso este poema de Herbert:

     

    ALAS DE PÁJARO

    Señor, tú que al hombre
    creaste en riqueza y abundancia

    Aunque él todo perdiera
    neciamente,

    Más y más
    decayendo,

    Hasta que se tornara

    Pobrísimo:

    Contigo

    Déjame elevarme

    Igual que las alondras
    armoniosas,

    Y cantar ese día tus
    victorias.

    Entonces mi vuelo, vencerá a mi
    caída.

     

    Mi tierna edad comenzó en
    congoja:

    Y con enfermedades y
    vergüenza

    Castigaste la falta de tal
    modo

    Que me torné

    Más débil.

    A tí

    Deja que me una

    Y que sienta esta día tiu
    victoria:

    Porque si rozo en tí mi
    ala

    La aflicción apurará mi
    vuelo.

    El Barroco pare en Inglaterra una legión de
    poetas llamados Metafísicos por sus características
    particulares. Una de ellas puede relacionarse estrechamente con
    lo reseñado: el argumento, la poesía argumentativa,
    que llega incluso a presentarnos un yo lírico imprecando
    con semejante discurso
    "racionalista" a Dios, como en "Alas de Pájaro". El nuevo
    yo lírico analiza racionalmente las situaciones que
    atraviesa; las transforma en exploraciones, en búsquedas
    de hombre que sigue amando a Dios, "aunque ya no represente el
    suelo que pisamos, sino el horizonte al que queremos alcanzar",
    parafraseando a Descartes. Además, el antropocentrismo los
    hace hablar, cuando se trata el tema del amor, sobre mujeres
    reales, verdaderas, sin "teologismos". El poema Constancia de
    Mujer
    , de John Donne, no habla a ninguna Laura, es decir, no
    se dirige a una mujer de características divinizadas ni la
    llena de una atmósfera sagrada: el
    yo lírico habla, argumenta y saca conclusiones
    constantemente acerca de su situación:

     

    CONSTANCIA DE MUJER

    Ahora que has amado un día
    entero,

    mañana cuando partas
    ¿Qué dirás?

    ¿Acaso habrás de antedatar
    algún voto reciente?

    ¿O dirás que
    ahora

    no somos las mismas personas que ayer
    éramos?

    ¿O es que tal vez de juramentos
    hechos de temos reverente

    del Amor y su ira, cualquiera puede
    abjurar?

    ¿O es que así como muertes
    verdaderas desatan verdaderos

    matrimonios,

    los contratos de los
    amantes, imágenes
    de aquéllos,

    unen sólo hasta que el
    sueño -imagen de la muerte- los libera?

    ¿O bien, para justificar tus
    propios fines

    por haber cambiado tu propósito, y
    también tu falsedad,

    no tienes otro modo de verdad que la
    falsía?

    Vano y loco, contra esas huídas
    podría yo

    luchar y vencer, si lo
    quisiera,

    pero de actuar me abstengo,

    pues antes de mañana,
    podría tener idéntica opinión.

    (Pág. 139)

     

    Las preguntas son pensamientos provisionales que el yo
    lírico va conjeturando a lo largo del poema. He decidido
    citarlo todo, ya que todo él me parece un ejemplo claro de
    las características mencionadas, a las que se le suma la
    provisionalidad de los conceptos, componente que se hermana con
    el de la exploración y el de la argumentación.
    Línea a línea, el yo lírico va avanzando
    hacia lo más cercano a lo definitivo. En los primeros dos
    versos presenta la situación: ella partirá
    "mañana". Esta especulación, esta conclusión
    provisional será, en términos científicos,
    el "objeto de estudio" del yo lírico. En los versos que
    siguen, hasta el decimocuarto, conjetura las excusas que le
    podría responder su amada cuando se vaya de él,
    explicándolas y combatiéndolas provisionalmente
    hasta llegar, en los últimos cuatro versos, que
    también él "podría tener idéntica
    opinión" a la que supone de ella. Y de hecho, que
    podría tenerla incluso antes que ella misma la tenga, si
    observamos que él supone que su amada se irá
    mañana (verso 2), y concluye en que probablemente
    él mismo, antes de mañana (último verso),
    podría tener idéntica opinión. La
    argumentación y provisionalidad de "Constancia de Mujer"
    es tal, que parte desde el supuesto y llega al opuesto. Esto es:
    el yo lírico achaca a su amada las futuras culpas que
    tendrá "mañana cuando parta", y termina concluyendo
    en que él podría ser portador de esas mismas culpas
    "antes de mañana", antes que ella.

    Caracciolo-Trejo menciona que este discurso
    argumentativo y racional se proyecta en ironía. La
    constante provisionalidad explicada líneas arriba muestra
    claramente este rasgo irónico, al terminar el yo
    lírico, de algún modo, criticándose
    severamente a sí mismo con su verso final "pues antes de
    mañana, podría tener idéntica
    opinión". Además sostiene Trejo que

     

    "El amor, pues, tal vez no es ni memorable ni digno
    de una permanencia como aquella de la historia o como las
    inscripciones lapidarias. Aceptar esa posibilidad es ya
    distanciarse del sentimiento para observarlo con objetividad,
    como si fuera algo ajeno".
    (Págs. 14 y 15).

     

    En este aspecto, Donne se opone a la idealización
    de Petrarca y sus seguidores con respecto a la mujer amada.
    Aún más claramente que en el poema Constancia de
    mujer
    , tenemos en Comunidad, de John Donne, un ejemplo
    notable de oposición entre el amor petrarquista y el que
    en representación de los metafísicos trata Donne.
    Además encontramos aquí dos más de las
    características que componen el "juego
    literario" que caracteriza, como se está viendo, a los
    desautomatizadores metafísicos: por un lado, las
    conclusiones sorprendentes que parten de premisas equilibradas, y
    por el otro, la reflexión sobre temas que trascienden al
    particular del poema. Se verá como ejemplo de la primera,
    que en la segunda estrofa del poema, entre los primeros cinco
    versos y el último, se produce un brusco cambio entre la
    serenidad con que el yo lírico contempla la vida y la
    conclusión llena de frialdad que se desprende
    irónicamente de los primeros versos. Como ejemplo de la
    segunda, en cambio, podremos ver que, a través del tema
    particular de la reflexión sobre las mujeres, se
    llegará por momentos a aplicar estos pensamientos a mucho
    más que la mujer. Esto sucede claramente en la primera
    estrofa, en donde comienza el poema hablando de la generalidad de
    las cosas. Más adelante, en el segundo verso de la segunda
    estrofa, se menciona expresamente a la mujer.

     

    COMUNIDAD

    Debemos amar lo bueno y odiar lo
    malo,

    porque lo malo es malo, y lo bueno,
    bueno permanece,

    pero hay cosas anodinas
    Ejemplo 2

    que no podemos odiar ni
    amar,

    pero debemos probar

    hasta encontrar la inclinación
    de nuestro gusto.

     

    Si, entonces, al comienzo sabia Natura
    hubiera hecho

    a las mujeres buenas o malas,

    podríamos odiar algunas y escoger
    otras;

    pero como de tal manera las
    creara

    que no las podemos amar ni
    odiar,

    sólo hay una posible
    conclusión: podemos usar todas
    Ejemplo 1

     

    Si fueran buenas se
    vería,

    la bondad es tan visible como el
    verde

    y ante todos los ojos se
    traiciona;

    si fueran malas no podrían
    durar,

    lo malo se consume a sí mismo y a
    los otros:

    entonces, no merecen ni culpas ni
    elogios.

     

    Mas ellas son nuestras cual son los
    frutos,

    aquél que sólo prueba como
    aquél que devora,

    o el que lo deja todo, participa
    también:

    amores cambiados son como cambiados
    platos de carne;

    y cuando se ha comido la
    semilla

    ¿quién no tira la
    cáscara?

    (Pág. 45)

     

    Esta forma de abordar el amor, la manera de contemplar
    racional de los metafísicos, como se vio en Constancia
    de Mujer
    , o las satirizaciones de Petrarca en estos
    versos,

     

    Ay, ¿quién es el
    dañado por mi amor?

    ¿Qué barcos mercaderes mis
    suspiros hundieron?

    ¿Quién dice que mis
    lágrimas inundaron el suelo?

    ¿Cuándo quemó mi
    frío la primavera nueva?…

    (Pág. 175)

     

    correspondientes al poema de John Donne La
    Canonización
    , constituyen un alejamiento total del
    fundador del Renacimiento y (cambia hasta satirizar a la
    poesía anterior) la manera de sentir las diversas cosas
    que se relacionan con la relación hombre-mujer y con la
    mujer misma. Pues si ha cambiado en el siglo XVII la
    Cosmovisión del hombre en relación a Dios y al
    Universo… ¿la literatura no iba a cambiar?

     

    BIBLIOGRAFÍA

    Borges, Jorge Luis, Historia de la literatura
    inglesa. Emecé editores S.A., Buenos Aires,
    1997.

    Donne, John, Poesía completa. Traducción e Introducción de E.
    Caracciolo-Trejo.

    Minuchín de Breyter, Perla, Grandes figuras de
    la Humanidad: Escritores Célebres Universales, Central
    peruana de publicaciones S. A., Lima, Perú,
    1955.

    Petrarca, Francesco, Cancionero, Buenos Aires,
    1982.

    Ronsard, Pierre de, Sonetos para Helena, Bruguera,
    España,1982.

    Shakespeare, William, Sonetos, Editorial Losada, Buenos
    Aires, 1997.

    V.V.A.A., La poesía inglesa. De los primitivos
    a los neoclásicos. Selección,
    traducción y prólogo de M. Manent. Talleres
    gráfdicos Agustín Núñez, París
    208, Barcelona, Abril de 1947 (primera
    edición).

    V.V.A.A., El Siglo de Oro de la
    Lírica Inglesa (De los isabelinos a los
    metafísicos). Selección, introducción, y
    traducción de Francisco Núñez
    Roldán.

     

    Serafín Campaña

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