- Análisis del
Einmalig-Keineswegs - Necesidad de la
irrupción del Irrepetible-Absoluto: Verbum caro factum
est - El Irrepetible-Absoluto y
su normatividad - El Irrepetible-Absoluto y
el Abba: la interrelación en Cristo entre su
singularidad, su libertad, su receptividad absolutas y "su
tiempo" - El
Irrepetible-Absoluto y la
Revelación - El Irrepetible-Absoluto
como camino hacia Dios - Conclusión
- Bibliografía
Considerando la propuesta de la materia, la
cuál permite una amplia gama de temas cuyo margen sea
Lo Cristiano; los temas que más se acercan a tal
iniciativa, o que, mejor dicho, lo expresan más
cabalmente, son los que giran entorno a la persona de
Jesucristo. De allí que he considerado abocarme en su
persona, la cual es la figura más representativa,
eminentemente, que abre, confirma y vivifica toda la realidad que
implica el término "cristiano".
El presente trabajo, si
bien no puede dejar de sumergirse en toda la riqueza que la
teología ha incorporado al contemplar la persona de
Cristo, tampoco pretende desarrollar un esquema puramente
cristológico; sino que intenta un abordaje a la
consideración de Jesucristo, que desarrolla el
teólogo suizo, Hans Urs Von Balthasar, en cuanto lo
considera el Irrepetible-Absoluto.
Tal visión es realizada desde la dinámica de la encarnación
acontecida en la Historia. De allí que los puntos a tratar
manifiesten tal dinámica que repercute en aquel sujeto
fáctico-histórico, el cual se ha convertido en el
"blanco" de la obra salvífica de Dios.
La exposición
mostrará un descensus, que va desde el tratamiento
de la segunda persona de la Trinidad, tanto en su dinámica
esencial (1-2-3) e intradivina (4), como en su relación
con el hombre
(5-6). Aunque ningún tema estará desligado del
factor "historia", ya que H. V. Balthasar quiso tratar el tema
desde la Teología de la Historia, integrará
líneas teológicas que marcan fuertemente la
cristología.
1. Análisis del
Einmalig-Keineswegs
"Quien emprende la consideración de lo
histórico en su conjunto, debe asignarle, si no quiere
caer en un mito gnóstico, un sujeto general que obre y se
manifieste en lo histórico, y que a la vez sea una esencia
universal normativa".
En la propuesta de esta densa consideración, en
la cuál el teólogo suizo, Hans Urs Von Bhaltasar,
manifiesta el estudio que realizará sobre una
visión teológica de la historia, es necesario
abordar el tema del Einmalig-Keineswegs
(Irrepetible-Absoluto) no para quedarnos en una mera
cristología que degrade toda la realidad que implica la
humanidad, sino más bien, todo lo contrario, para
comprender la misma realidad de modo pleno desde la excelsa obra
de la Encarnación del Verbo, ya que el cristianismo
es la "concentración de la realidad, historia y persona en
la humanidad de uno de nuestra raza de hombres".
En la propuesta del Einmalig (Irrepetible)
podemos realizar previamente una mirada desde la metafísica
del hombre en
general. Entendemos por irrepetible aquello único en su
realización que ha tenido un acontecer propio en el
tiempo
aportando una novedad. De allí que el hombre se realice en
su concreción "aquí y ahora" en la innovación que aporte a su existencia desde
su situación esencial de sujeto libre.
Pero en él esa irrepetibilidad es relativa ya que
esta ligado a la universalidad de su esencia humana que comparte
con otros, sin que esto sea negativo en su intensión, ya
que, "desde la historia, lleva al concepto
más misterioso de una comunicación y comunión de todas las
personas libres de idéntica esencia metafísica, en
esa esencia, de tal manera que si esa esencia se representa como
realizada históricamente, debe realizarse en una comunidad de
destino de las personas que la integran" (Vemos por ejemplo al
pueblo de Israel).
En todo caso, más allá de toda
conclusión de carácter social, es objetivo
considerar que hay una solidaridad que
conecta a todos los hombres, la cual debe ser asumida desde la
libertad, y
que por lo tanto, las decisiones de cada uno tienen su
repercusión en la humanidad, de allí que mi
realización incumba a todos en tal humanidad que fue, es y
será.
Vemos también, en el misterio de Dios la
irrepetibilidad, pero dándose en Él en sentido
eminentemente pleno, ya que Él es el ipsum esse per se
subsistens imparticipado, que en la realidad absoluta y
única de su esencia le es propia la originalidad plena de
su ser.
Ahora bien, en la consideración del
Keineswegs (Absoluto), vemos un término aplicado a
Dios desde su total infinitud, pero ¿de qué le
serviría al hombre si sólo queda relegado al plano
de lo "supra-trascendente" inalcanzable? ; si, desde la
perspectiva de la propuesta inicial, buscáramos la
respuesta en el mismo hombre ¿no nos
decepcionaríamos de que en el afán de comprender su
existencia y su historia, no es capaz de trascenderlas buscando
una síntesis
total de las mismas en él mismo?. Es clara la
problemática al ver que "ningún individuo
podría elevarse dominadoramente sobre los demás,
sin poner en peligro metafísicamente la humanidad de los
otros y sin destronarla de su dignidad".
Por otra parte Dios "no necesita "historia" para
llevarse como mediador hacia sí mismo". En consecuencia,
vemos dos peligros al abordar la temática desde una
polaridad que mira un extremo sin considerar al otro, donde
peligraría la autosuficiencia divina o la particularidad
humana.
Consecuentemente, el desarrollo
expuesto hasta ahora, no es para quedarnos en una abstracta
elaboración gnoseológica, donde el análisis
del Irrepetible-Absoluto sea para alcanzar una comprensión
sintética de la historia, sino, para que, desde su propia
realidad, podamos captar, desde nuestra pobre capacidad, toda la
riqueza que expresa en su accionar
salvífico-redentor.
2. Necesidad de la
irrupción del Irrepetible-Absoluto: Verbum caro
factum est.
"Después de la caída de estos (Hombres),
alentó (Dios) en ellos la esperanza de la salvación
(Gén., 3, 15) con la promesa de la
redención".
Podemos decir que se puede ver un "quiasmo" entre las
realidades de la salvación y de la redención, donde
"la esperanza de la salvación" esta propuesta desde "la
promesa de la redención. Ello supone que sería un
error identificar ambos puntos. La salvación no supone la
inserción del pecado del hombre (por la aceptación
libre del mismo por parte del hombre) sino el hecho de ser
creatura, con lo cual, en su situación limitada, no puede
alcanzar su plenitud sino desde aquello que lo trasciende, de
allí que siempre estuvo llamado a ella, aún en su
situación primordial (Adán-Eva, en sentido
figurativo). "Anunciar la salvación es anunciar la vida en
todas sus dimensiones". En cambio, la
redención sí supone la introducción del pecado en la historia, de
allí que es posterior al designio salvífico de
Dios. Por lo tanto, ambas deben darse en el hombre, el cual es
limitado y esta herido por el pecado; si acaso quiere
trascenderse en orden a su plenificación.
Para superar la finitud fáctica-histórica,
que supone la esencia humana (profundizada por la
situación de "caída"), es necesario que alguno,
lograra en sí, un enlace intrínseco con el polo de
lo esencial universal. "Para superar ese límite
hacía falta un milagro que para el pensamiento
filosófico resulta inhallable e inimaginable: la
unión entitativa de Dios y el hombre en un sujeto, que,
como tal, sólo podía ser algo irrepetible
absolutamente, porque su personalidad
humana, sin ser quebrantada ni violentada, sería asumida
en la persona divina que en ella se encarnaba y manifestaba". Tal
unión conlleva la realidad del centro óntico del
hombre en el centro óntico de Dios, sin ser desintegrado,
sino, plenificado. Y tal realidad, la vemos en la "unión
hipostática".
A lo largo de la historia se han visto diferentes
herejías con respecto a la consideración de este
punto. Tanto el arrianismo como el docetismo, y demás
concepciones erróneas que no vienen al caso, han sido
interpretaciones unilaterales de la realidad bi-dimensional de la
encarnación del Verbo, quitando lo propio de la
redención, que mira la naturaleza del
hombre, en su situación creada y normal, sin trasladarla a
un orden más alto de ser y sin considerar la persona del
redentor como mera apariencia de hombre.
Ahora bien, considerando que el Unigénito nos
permite el enlace con lo divino al ser a la vez el
Primogénito, vemos la prioridad de la acción
en Él mismo, en el hecho de interrelacionar su
irrepetibilidad con la multiplicada realidad humana, al realizar
el descensus a tal realidad, ya que "siendo de
condición divina, no codició el ser igual a Dios
sino que se despojó de sí mismo tomando la
condición de esclavo, asumiendo condición humana y
apareciendo en su porte como hombre" (Fil. 2, 6-7). Esto conlleva
la ascensio de la naturaleza
humana a Dios. "Solo entonces se hace comprensible… que en
la irrepetibilidad de Cristo pueda estar incluida la
redención de nuestra multiplicidad".
3. El
Irrepetible-Absoluto y su normatividad
Desde la vida de Jesús, sería reducida la
mirada sobre su acción como una simple liberación
del pecado. En Él se conjugan la realidad de la
salvación y de la redención en una integridad que
lo conforma como portador de plenitud para el hombre: Él
mismo es salvación. De allí que al "hacerse carne"
(Jn. 1, 14) asume la compleja finitud humana abriendo las puertas
al hombre a una nueva relación con Dios. Por lo tanto,
vemos que al hablar de salvación cristiana contemplamos
toda la situación del hombre, no sólo su
situación de pecado sino su misma esencia humana
necesitada.
Es necesario ver que la unión del Verbo con la
naturaleza humana es de por sí salvífica, siendo
norma de todo hombre, debido a que obra en la historia.
Así, "la irrepetibilidad absoluta de Dios, que se une con
la humanidad de Jesús, se sirve, para tener lugar, de la
irrepetibilidad relativa de esta personalidad histórica,
dada por el ser humano". Por lo tanto, el Redentor es
único por su participación en la irrepetibilidad
divina. Además, en Él se integra la irrepetibilidad
con las leyes normativas
de la naturaleza humana, las cuales a él se someten y
ordenan sin ser eliminadas.
Ahora bien, tal normatividad,
histórica-salvífica, no se da sino por su
irrepetibilidad, ya que radica en ella "la revelación de
la libre y concreta voluntad de Dios sobre el mundo" que obra en
la historia por la irrepetibilidad de la unión
hipostática de la irrepetibilidad de Jesús de
Nazaret, el Verbo de Dios. Asombrosa realidad de la
"conexión" del polo de lo humano y lo divino manifestada
en la persona de Jesucristo.
"Jesucristo prueba que ha de ser, en cuanto el
irrepetible, el Señor de todas las normas de la
creación, tanto en el dominio de lo
esencial cuanto en el de la historia".
Su generalidad está en lo particular. Podemos
decir que Él mismo es historia, punto central y originario
de lo histórico desde donde emana toda la historia,
después y antes de él mismo y en donde conserva su
centralidad. "Cristo se hace así, para la comunidad
primitiva, el criterio según el cual todas las vicisitudes
humanas pueden ser releídas y valoradas: este singular es
la norma de la historia".
Verdaderamente la luz de Cristo nos
muestra la
verdad novedosa, que estuvo desde siempre, de que "todo fue
creado por Él y para Él" (1 Col. 1, 16).
Además, Él está engendrado en el eterno hoy
y por tanto consuma su obra en el tiempo de una sola vez y para
siempre, lo que esto da lugar a tratar el tema de su
singularidad, tanto en la dimensión operativa, como en la
dimensión esencial de su persona.
4. El
Irrepetible-Absoluto y el Abba: la interrelación en
Cristo entre su singularidad, su libertad, su receptividad
absolutas y "su tiempo".
Cuatro consideraciones claves convienen remarcar en la
relación entre Jesús y su Padre; consideraciones
que no permiten que la cristología se quede en un sutil
"cristomonismo barthiano" sino que expresan la trascendencia de
Cristo en sí y por su absoluta apertura al
Padre.
Persona difícilmente entendida a lo largo
de la historia ha sido Jesucristo. "Signo de
contradicción" (Lc. 2, 34) por su doctrina, sus
obras y su persona. Considerando a Olegario González
de Cardedal, podríamos demarcar tal singularidad en
torno a
"su autoridad personal, derivada de la forma
concreta de su existencia, de su predicación, de su
libertad para estar ante Dios y ante los hombres, de la
manera de su vivir y de su morir; el hecho de su
resurrección, sentida e interpretada por los
apóstoles como la respuesta de Dios a la
acción de los hombres, glorificando a Jesús y
constituyendo Señor del mundo a quién ellos
habían humillado y desterrado del mundo
dándole muerte;
su dimensión divina, por la cual
él vive la común humanidad en un nivel tal de
plenitud, que nos vemos obligados a confesar que es Dios
mismo quién está presente en Él,
operando desde Él y viviendo en Él; por lo
cual podemos al tiempo decir que Él esta en Dios,
opera desde Dios, es < Dios
con nosotros> ".En último termino "la singularidad de
Jesús emerge de aquella ultimidad personal", que se da por el hecho de ser
irrepetible absoluto, segunda persona de la Trinidad que
realiza la salvación humana. De allí que la
singularidad de Cristo adquiere y posee una soberanía absoluta e inalcanzable por
parte del hombre, siendo propia la obra de Él, y de
nadie más.- Singularidad
- Libertad, Receptividad y "el tiempo" de
Cristo.
Por otra parte, si quisiéramos mantenernos en un
desarrollo que siga expresando la ilimitada riqueza de la obra
del Verbo en su encarnación, podrían encontrarse
ciertos riesgos de
caer en una visión mecanicista del mismo donde no se lo
vería más que desde la pura funcionalidad e
instrumentalidad. De allí que podemos deducir la necesidad
de referirnos a la libertad absoluta de la acción de
Jesucristo. "La autodeterminación fundamental viene a
traducirse así en el nivel de las múltiples
decisiones de todo momento, más o menos conscientemente
poseídas: es el nivel de la libertad < situada> o
< empeñada> , o sea, de la libertad vista en la
tensión dentro de la amplitud trascendental de la
opción fundamental y la finitud de la posibilidad presente
de la situación concreta".
Por lo tanto, vemos que la autoposeción absoluta
de su persona y de su obra le permiten la absoluta
soberanía, donde "el rango del mandato y de la obediencia,
de la entrega y de la aceptación, depende de la libertad
del que actúa. Puede mandar en la medida en que es una
cosa con su voluntad; lo que presupone, claro está, que su
voluntad sea una misma cosa con la norma del justo querer. Puede
darse a otro en la medida en que se posee. Puede recibir a los
demás en la medida en que está en sí mismo.
Eso significa: puede cumplir todos esos actos en la medida en que
es persona y realiza su personalidad".
"He bajado del cielo no para hacer mi voluntad, sino la
voluntad del Padre que me ha enviado" (Jn. 6, 38). En
Jesús, la negatividad ("no hacer mí voluntad)
fundamenta una mayor positividad ("hacer la voluntad del Padre").
"Su esencia, en cuanto Hijo del Padre, consiste en recibir de
otro, del Padre" todo, y recibirlo de forma que todo lo posea
en sí haciendo uso de todo como propio, "pero no en
una superación del recibir, sino como su
confirmación perdurable, eterna, que le funda a Él
mismo".
En consecuencia, esto le otorga su Yo, su interioridad y
su novedad personal absolutas; donde vuelve a confirmarse su
total irrepetibilidad, siendo sólo Él "imagen, palabra y
respuesta". En el acto de la receptividad también adquiere
toda la voluntad soberana de Dios, sobre el mundo asumiendo todo
propiamente.
En su eterna conciencia de
Hijo, al encarnarse no pierde tal apertura, sino que
progresivamente la va asumiendo, siendo un hombre abierto
a Dios, en definitiva "El Hombre". Pero en Jesús se da una
superación del hombre, denotándose en la
relación entre Él y el tiempo, ya que "la
receptabilidad para todo lo que viene del Padre es lo que para el
Hijo se llama tiempo en su forma de existir como criatura, y
funda temporalidad".
Por ello, vemos que se abre un nuevo panorama de la
encarnación del Verbo. Al ser el Hijo eterno, asume en su
encarnación la temporalidad, debido a que la transforma en
manifestación de su absoluta y eterna filialidad. Tal
filialidad no significa apropiación de lo dado sino
posesión en y por Dios, y a Él ofrecido, para ser
devuelto en la eterna reciprocidad, de allí que buscar
diferencias entre su existencia temporal y la celestial,
sería mirarlo desde una "esquizofrenia
existencial".
El Hijo siempre fue, es y será Hijo, y es lo
propio de Él el serlo.
Al decir que Jesús posee tiempo significa que
asume totalmente la voluntad del Padre, y esto no es una simple
reseña, sino un punto que ilumina las raíces y
consecuencias más profundas del alejamiento del hombre de
Dios. El mismo hombre salta el tiempo creado, ordenado,
providenciado y predestinado de Dios, o sea que no asume la
verdad que Dios le dio sobre su libertad la cual debe ir
descubriendo la senda que Aquél puso en su existencia.
Dios ha determinado desde siempre todo bien para el hombre, pero
éste, debe encontrarlo a su debido tiempo. Por lo
tanto, la obra del Hijo, como Salvador, es la reordenación
de ese erróneo apresuramiento del hombre (no
sólo el pecado original) el cuál ha considerado la
búsqueda de su felicidad en algo que no era
Dios.
Cristo es la verdadera existencia que debe ser seguida,
asumida y aceptada. De aquí, que el testimonio
neotestamentario acentúe su paciencia, su humildad, su
permanencia, su sometimiento, su obediencia, su docilidad, etc.
Por ejemplo, la relación entre Jesús y "su hora"
(Jn. 2,4) expresa aquello que llega a su debido momento, sin
poder ser
atrasado o apresurado, ni siquiera con su conocimiento
(Mc. 13, 32), y esto, porque "el Hijo quiere recibir del Padre su
hora tan nueva, tan inmediatamente nacida del amor
originario y de la eternidad, que en ella no esté visible
ninguna huella ni marca de dedos
sino en cuanto de la Voluntad del Padre". En cuanto Dios
podría conocerla, pero se guarda el derecho por ser Hijo.
"Su perfección es su obediencia que no se anticipa… y
decir < sí> al Espíritu
Santo, que transmite como mediador la voluntad del Padre para
cada instante", el cual es acogido desde la absoluta libertad.
Por lo tanto, podemos decir que "Dios no tiene otro tiempo para
el mundo sino en el Hijo, pero en Él tiene todo
tiempo". De allí que el tiempo verdadero es y debe ser
aquel en el que el hombre se encuentre con Dios, y no el irreal,
el cual es el perdido en la proyección hacia la
nada.
Ahora bien, cabe proponer un nuevo punto que emana de
todo lo tratado hasta ahora pero que a la vez completa y expresa
una relación de estrechez entre la existencia de
Jesucristo y su obra. Ambas dimensiones se identifican en
Él y revelan el porque de su caminar en este
mundo.
5.
El Irrepetible-Absoluto y la Revelación
"En Jesús, Dios ha sido un alguien con quien los
humanos han podido convivir, o quizá, mejor,
pudiéramos decir que Jesús es la necesaria
humanidad de Dios para poder Él ser connatural y solidario
con sus criaturas. Condescendencia, cercanía, oferta y
presencia de Dios acontecen para los humanos en Jesús en
una radicalidad tal para Él y para nosotros, que Él
se define a sí mismo como humanidad, palabra, Hijo de
Dios".
Con Olegario G. De Cardedal se podría ver muy
solapadamente lo que se viene desarrollando. Pero es necesario
tratar el tema por el cual todo lo anterior tiene su
dasein: La Revelación; ya que sin ella
difícil hubiese sido al hombre llegar a los postulados
mencionados. Pero, la Revelación no es algo, sino alguien,
"Jesús de Nazaret [el cual] se convirtió… para
los cristianos en la potenciación suprema del
hombre".
De allí que hay que mirarla desde dos aspectos:
Desde la dinámica divina (Jesucristo en cuanto Revelador y
Revelación) y desde la dinámica humana
(Correspondencia del hombre: la Fe).
"Dios sólo establece su relación con
el mundo allí donde Jesucristo es Él mismo el
centro de esa relación, el contenido y cumplimiento
de la eterna Alianza". Tres características de
Jesucristo que claramente denota H. U. Von Balthasar; de
allí que Dios al revelarse a los hombres lo hace de
una manera insuperable en su Hijo. Por tanto esto hace
suponer que Jesucristo es el Revelador del Padre, pero no
de manera extrínseca sino
intrínseca.El punto central para la intrinsicidad de la
revelación en la persona de Jesús se debe a
la unión hipostática. "Debido a ella "no hay
nada en Él que no sirva a la autorrevelación
de Dios". La relación con el Padre en lo
intratrinitario es tan absoluta que el Verbo en cuanto Hijo
"nunca entiende y aplica su modo de ser persona como algo
excluyente, sino sólo como el lugar de recibir y de
la respuesta", acarreando que su autoconciencia no se
objetiva en Él, al encarnarse, sino que "la tiene
sólo para regalarla al Padre y a los hombres"; por
lo tanto Él puede ser la Palabra y el Verbo de Dios.
"Cristo es la luz como vida, gracia, verdad. La
vida, la gracia, la verdad habitan en
el Hijo, que en cuanto verbo de Dios está
en Dios y es Dios, y vienen al mundo a
través del Hijo".Un conflicto que la Iglesia
ha tenido que superar ha sido el de la aparición del
gnosticismo el cual miraba a un Dios, considerado puramente
como trascendencia espiritual, que en su total
superación de lo fáctico, solo podía
ser alcanzado por el pensamiento que lo hallaba sólo
como espíritu. Pero, ésta, a la vez que
muchas otras líneas heréticas de matiz
espiritualista o racionalista, no han sido absolutamente
contraproducentes para la misma Iglesia, sino motivo de una
fructífera superación donde, en este punto,
ha reafirmado siempre la necesidad de relacionar la
revelación con el "lugar" donde se lleva a cabo, la
Historia, ya que eso señala la
Encarnación."No puede ser simplemente Dios como el actor que
obra en el mundo; debe ser un trozo del cosmos, un momento
de su historia y, además, en su punto cumbre. Y esto
es lo que afirma también el dogma
cristológico: Jesús es verdaderamente hombre,
verdaderamente un trozo de la
tierra, verdaderamente un momento en el devenir
biológico de este mundo, un momento en la historia
natural humana, pues nació de mujer
(Gál. 4, 4)". Con estas palabras Karl Rahner expresa
bellamente la radicalidad que implica afirmar la
historicidad del Verbo Incarnatio.Ahora bien, Cristo, concentración de los
misterios de encarnación, salvación,
redención y revelación, ¿podría
tan solo trocar la conciencia del hombre en su
"afán" de levantarlo de la situación que
empecinadamente está?; ¿podría
"amarrarle", aunque sea un momento, la libertad para
arriarla hacia Él?.Su amor lo impide, el amor
de Dios por la creación lo impide desde su soberana
y absoluta libertad y potestad. Quizás muchos
piensen que el gran error de Dios fue haber creado al
hombre con un "pedacito" de sí, o sea haberlo hecho
a su semejanza, por tanto, haberlo hecho
persona.Pero, qué alegría la del hombre que
descubre esto; que ensancha la mirada limitada sobre
sí en pos de una superación que está a
su alcance, si es que camina a su fin verdadero, donde
redescubrirá la plenitud vital que implica ser
persona, a la luz de la "Persona". Todo quedará en
el misterio de lo que implica ser persona, y en los que
estén implicados en tal situación
existencial. Pero dejando de lado todo análisis
subjetivo conviene abocarnos a la objetividad de la
relación entre la salida al encuentro de Dios y la
decisión del hombre de responder a ello.- Jesucristo en cuanto Revelador y
Revelación - Correspondencia del hombre: La
Fe
"Comunicación de Dios mismo es, por tanto,
comunicación a la libertad e intercomunicación a la
libertad e intercomunicación de los sujetos
cósmicos plurales. Esta autocomunicación de Dios se
dirige necesariamente a una historia libre de la humanidad,
sólo puede acontecer en una aceptación libre
por parte de los sujetos libres y, por supuesto, en una historia
común.
La comunicación de Dios mismo no se hace de
pronto acósmica, dirigida solamente a una subjetividad
aislada. Es histórica de cara a la humanidad y se dirige a
la intercomunicación de los hombres, pues sólo en
esto y a través de esto puede acontecer
históricamente la aceptación de la
comunicación de Dios mismo"
Con K. Rahner vemos, por tanto, que la revelación
de Dios interpela a la libertad del hombre; y, eminentemente,
Cristo, Salvador y Revelador irrepetible absoluto,
interpela, por la irrepetibilidad de su persona, de sus obras y
de su mensaje, totalmente, al hombre; así, su vida lo
confirma, donde fue objeto de rechazo y de aceptación
radicales. De allí, que el término Salvador,
indique "aquella subjetividad histórica en la que el
suceso de la comunicación absoluta de Dios mismo al mundo
espiritual está ahí como irrevocable en
conjunto".
Pero, es consecuente, proponer la aceptación
humana de lo desarrollado ya que "la simple luz de la
razón no basta para iluminar esta obra y se puede
comprobar de un modo irrefutable que todo aquel que intente
dominarla mediante esa luz no le hace justicia"
.
La fe, en cambió, "ve esa forma [lo revelado que
transforma] tal como es, y de un modo tan palpable que la
evidencia de la verdad de la cosa brilla en la cosa misma y a
partir de ella". Ella posee una "velocidad de
intuición", en cuanto capta desde la inmediatez. La fe es
don de Dios; y más allá de toda mirada puramente
antropológica del hombre que naturalmente posee un grado
de "creencia", el cual le permite elegir, decidir y por tanto
caminar, aquélla accede a un plano que hace trascender la
mera mirada humana de lo fáctico en una "credibilidad" que
confía en un postulado sobrenatural.
Pero hay que aclarar que, al ser un don de Dios ofrecido
al hombre, éste, en su recepción, como naturaleza
racional, no puede basarse en una pura captación intuitiva
de lo que lo trasciende, sino que su racionalidad, que
está en la temporalidad, se mueve discursivamente en la
búsqueda de toda verdad. De allí todos los
esfuerzos que manifiesta la historia acerca del diálogo
entre la fe y la razón.
En la correspondencia entre la revelación y su
acogida la luz interior, en su disposición, necesita
totalmente de la forma objetiva de la revelación para
encontrar su propio contenido, contenido que es acogido no
sólo en la fides quae, siendo lo revelado una pura
objetividad, si no también, a través de la fides
qua, donde, por tanto, lo objetivo de lo revelado transforme
la subjetividad del que lo acoja, sin que el contenido quede en
una pura inmanentización (encerrándose en una pura
lógica
humana) ya que sigue conservando su objetividad.
Vemos por tanto, sin querer desarrollar un
análisis gnosceológico de la fe, que Dios otorga
aquello por lo cual quiere que se lo busque, pero ¿ de
qué le valdría un mero acercamiento a lo que quiere
que sea conocido si en concreto el
hombre sigue su rumbo sin horizonte?. ¿ Cuál es el
contenido de la revelación que transforma al
hombre?
El Irrepetible-Absoluto, en su persona, su obra y su
palabra, obran en la revelación ya que todo Él es
la revelación. Por ello en la acogida por la fe de lo
revelado se acoge al mismo Jesucristo, no sólo en cuanto
Redentor, sino también, en cuanto Salvación; "en
Jesús [se recibe] de Dios el don de la vida, del
conocimiento, de la inmortalidad y de la santidad, porque
Jesús no [es] un mensajero más en la
sucesión veterotestamentaria de los profetas o sapiencial
de las filosofías, sino que en Él Dios mismo
está visitando a su pueblo". Por lo tanto, el misterio de
Cristo, no se queda en una simple manifestación sino que
es transformación de toda la persona en su integridad, de
allí que el punto siguiente proclama a Cristo como el
camino perfectísimo hacia Dios y una clara
dilucidación de las virtudes teologales, que corrigen su
visión errónea y expresan tres grandes dones que
Dios le dió al hombre para, por Cristo, ir hacia
Él.
6. El
Irrepetible-Absoluto como camino hacia Dios
"La descripción del Hombre-Dios… no
debe suscitar la impresión de que la au-toconciencia de Jesús es absorbida por la
conciencia del Logos. Nada puede ser más
plenificador y regalador, para la naturaleza y la
personalidad del hombre, que este supremo prototipo
[hecho ejemplar] de un hombre en general que se hace
arquetipo [idea ejemplar] para todos los demás
precisamente porque su mismidad no se convierte en tema…,
sino, de modo radical en oración".Con estas palabras, cargadas fuertemente de
contenido teológico, H. U. V. Balthasar expresa
claramente la mediación de Jesucristo como el
más vivo y verdadero camino hacia el
Padre. Por ello podemos decir con él que Jesucristo
mismo es oración; sólo Él cumple la
identificación entre la apertura al Padre en su
eterno sí y la receptividad de su ser. Y por
ello, nos acoge en el ofrecimiento santo y total a su
Padre. Él es el Hombre que ofrece todo y se ofrece
todo al que todo le ha dado, de allí que es el
prototipo de todo hombre para Dios.En su inserción en la historia "Cristo no
se puede poner en el mismo plano que la de Adán ni
la de los redimidos… [Él], como idea
prístina del hombre ante Dios…, ha subordinado
tanto lo modal como lo categorial a su irrepetibilidad…
[Su tiempo] es plenificación del tiempo de
Adán, puesto que, yendo más allá de la
gracia de éste, es acceso a Dios, esto es, apertura
para el mundo de la eterna interrelación personal de
Padre e Hijo en el Espíritu". Por ello, el tiempo de
la historia, el cual está marcado por el pecado, es
reconocido y asumido para que con su tiempo lo llene a
aquél otro de sentido."Jesús, al acoger en sí mismo el
sí, el amén de Dios al mundo,
devolviéndole con un amén al que nos podemos
unir todos los creyentes…, se ha constituido en canon
personal de la fidelidad y en fuente de fidelidad". ¡
Que gran regalo Jesús nos dejo a través de su
persona mediante la fidelidad, la cual no es sólo
ejemplo, sino una realidad intrínseca que le compete
a todo creyente y que debe ser descubierta y asumida!. En
ello radicará la realización de uno como
persona y como creyente.Visto el camino, sólo queda andarlo, vista
la señal sólo queda ponerse en pie y acudir
en pos de responderle dejándose iluminar. Caminar
con fe, confiar con esperanza y vivir en el
amor.Si el hombre pudiera armonizar estas tres
características fundamentales de todo cristiano,
viviría en un constante y progresivo ordenamiento
hacia Dios. Fe, Esperanza y Caridad (amor), son tres
virtudes que la Iglesia llama teologales por su origen
directo en Dios, las cuales como don, o sea gracia
objetivada, son ofrecidas al hombre. Las mismas son
valiosas "herramientas" en la peregrinación
hacia Dios mismo.Sería edificante, expresar a
continuación, con San Pablo, el cual "aparece como
difícil amigo…, y como inignorable guía",
la relación y lugar propio de las mismas
virtudes.- Arquetipo y Prototipo
- Fe, Esperanza y Amor
La existencia histórica cristiana se desarrolla
mediante la "fe, esperanza y amor (1 Cor. 13, 13). Pero hay
consideraciones negativas que afectan a la realidad de las dos
primeras virtudes, ya que se piensa, que en el pasaje de lo
temporal la fe y la esperanza dejarán de tener sentido
funcional. El pasaje paulino muestra otra concepción muy
diferente: "El amor lo disculpa todo, todo lo cree, todo lo
espera, todo lo soporta" (1 Cor. 13, 7); . Vemos, por tanto la
integralidad del amor que supera la fe y la esperanza, pero no
descartándolas sino integrándolas.
En la plenitud "la esperanza… sería la
disposición del amor que queda abierto a lo infinito…
sabiendo que Dios para él es el siempre mejor; la fe…
sería la actitud de la
criatura que se ofrece y entrega, con ello ofrece y entrega
también toda verdad y evidencia propias, prefiriendo en
amor la verdad de Dios, siempre mayor y más verdadera, a
la propia".
Ambas están en una apertura hacia lo absoluta, la
esperanza hacia el Dios siempre mejor y la fe, hacia el Dios como
dador infinito. Por ello se ve que en tal apertura a lo total
"ambas cosas son en su núcleo modos auténticos del
amor", el cual, tanto en la vida eterna como, en la vida terrena,
sigue y seguirá siendo el normador de todo hombre, ya que,
él mismo a imagen del Hijo, que recibe el amor del Padre y
corresponde a ese amor en el ordenamiento de todas las cosas como
Irrepetible–Absoluto, también ordena a Dios toda la
realidad del hombre.
Fe, Esperanza y Amor; tres términos que
podrían caer en mera conceptualización si no se los
considera como potencializaciones de la realidad humana.
Sólo el misterio de la libertad de cada uno podrá
adherir o no, a ellos y por ende a Jesucristo. Pero adherir a
Él significa, principalmente, reconocerlo como el
Irrepetible-Absoluto, el cual enlaza la eternidad y el
tiempo. "Si el acto de existir del hombre Cristo se funda
centralmente en una visión temporal…, entonces el
imitador no logra realizar nada de ese acto, y su carácter
prototípico y arquetípico se vuelve dudoso por ello
mismo…. Si de Cristo se dice que es fundador… y
perfeccionador… de la fe, eso no puede entenderse en sentido de
una mera causalidad práctica, sino que debe querer
expresar una causa ejemplar operante".
En la imitación de la fidelidad obediencial y de
la paciente renuncia de Jesús, características que
permiten a Jesús estrechar la mano de Dios con la del
hombre; se ve en total profundidad lo que significa cree, esperar
y amar. "Solo así se abre la verdadera intimidad de la
imitación, en la participación de una
análoga vida espiritual" a la que invitan la persona, la
obra y los hechos del Irrepetible-Absoluto, Jesús de
Nazaret, Verbo e Hijo del Dios eterno.
La visión de Cristo como el Irrepetible, que a la
vez es el Absoluto, permite una gran interacción de temas
que ayudan a su vez a expresar la realidad de este Dios que se
encarna. ¡Cuanta riqueza hay en este sublime misterio!,
misterio del "universal concreto, irreductible a una
universalidad vaga y abstracta", y que expresa el punto
más fecundo del diálogo entre la fe y la
razón.
Sería provechoso que se vean trabajos de investigación desde la
puntualización teológica-histórica sobre la
Cristología de la historia, la cual depurada de toda
visión errónea barthiana exprese la absoluta
belleza de la obra de Cristo. Muchas puertas se podrían
abrir en este intrincado mundo, surgiendo fervorosos personajes
que, así como H. U. V. Balthasar, sueñen, piensen y
desarrollen una teología que ilumine toda la realidad
humana. Es posible hacerlo, así como para este
teólogo suizo, fue posible una nueva mirada de lo
teológico matizado desde lo estético, en donde en
el culmen de lo bello en sí se cobija el rostro de
Dios.
Ayudar al hombre de hoy es compromiso urgente e
imprescindible, mucho más en el cristiano. Desde el
enfoque tratado se puede dar mucho sentido a la existencia
humana, la cuál muchas veces no reconoce su propia
dignidad y a lo que está llamada.
El Irrepetible-Absoluto abre sus brazos como firme faro
que orienta a lo propio, a lo esencial, a lo
salvífico-redentor que es descubrir que "todo fue creado
por Él y para Él" (1 Col. 1, 16). De aquí,
que el hombre asume el lugar que le corresponde en la
creación y entra a participar en la dinámica del
Hijo eterno, de su total receptividad al Padre.
- Hans Urs Von Balthasar. Teología de la
Historia. Ed. Guadarrama. Madrid.
1959. - Hans Urs Von Balthasar. Gloria. La Percepción de la Forma. Vol. I. Ed.
Encuentro. Madrid. 1985. - Olegario González de Cardedal. Jesús
de Nazaret. B.A.C. Madrid. 1978. - Olegario González de Cardedal. Elogio de la
Encina. B.A.C.. Madrid. 1978. - Karl Rahner. Curso Fundamental sobre la Fe.
Ed. Herder. Barcelona. 1979. - Romano Guardini. Realidad Humana del
Señor. Ed. Guadarrama. Madrid. 1960. - Bruno Forte. Gesu de Nazaret, storia di Dio, Dio
della storia. Ed. Paoline. Roma.
1982. - Francisco de Mier. Salvados y Salvadores. Ed.
San Pablo. Madrid. 1998. - Ricardo Ferrara. El Misterio de Dios. Ed.
Sígueme. Salamanca. 2005.
Presentado por:
Pablo Balario
Pontificia Universidad
Católica Argentina
"Santa María de los Buenos
Aires"
Facultad de Teología
Carrera: Bachillerato + Profesorado en
Teología
Materia: Teología Fundamental III
Revelación