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Hamlet – Ofelia, ¿El duelo como una erótica?




Enviado por Susana Bercovich



    "Pues ¡Ved ahora qué indigna criatura
    hacéis de mí! Queréis tañerme;
    tratáis de aparentar que conocéis mis registros;
    intentáis arrancarme lo más íntimo de mis
    secretos, pretendéis sondearme, haciendo que emita desde
    la nota más grave hasta la más aguda de mi
    diapasón; y habiendo tanta abundancia de música y tan
    excelente voz en este pequeño órgano, vos, sin
    embargo, no podéis hacerle hablar. ¡Vive Dios!
    ¿Pensáis que soy más fácil de tocar
    que un caramillo? Tomadme por el instrumento que mejor os plazca,
    y por mucho que me trasteéis, os aseguro que no
    conseguiréis sacar de mí sonido
    alguno."

    Hamlet, Acto III, Escena 2 

    A lo largo de la historia Hamlet ha sido
    objeto de un sin número de interpretaciones de todo tipo:
    políticas, biográficas,
    psicológicas, literarias. Este hecho constituye en
    sí mismo el signo de la presencia de un enigma en la obra.
    Lacan señala un punto saliente; todas las interpretaciones
    coinciden en un lugar: aquello que hace al enigma de Hamlet es la
    postergación del acto de vengar al padre. [1]

    El drama comienza cuando el ghost del padre muerto se
    presenta para hacerle saber a Hamlet que arde en el infierno, que
    ha sido asesinado por su hermano, quien lo despojó de un
    golpe de la vida, la corona y la esposa. Hamlet es llamado a
    vengar esa muerte y su
    historia será la historia de cómo algo que debe ser
    realizado, no cesa de no efectuarse. El drama es el recorrido de
    tal postergación. El eje en torno al cual
    gira la obra es un vacío que enmarca la
    no-realización de un acto.

    Como en toda tragedia, junto al golpe dramático
    hay un efecto de absurdo-cómico. Lacan dirá de
    Hamlet que su historia es también la historia de un
    príncipe – payaso, uno que se hace el loco, que hace una
    masacre como si nada, pero que no puede matar a quien debe matar
    por derecho y por deber. "Y bien, Hamlet, en cierto sentido, debe
    ser contado al nivel de los payasos. El hecho de que Hamlet sea
    un personaje más angustiante que otros no debe ocultarnos
    que su tragedia es la que lleva a este loco, este hacedor de
    palabras, al nivel de cero. Sin esta dimensión, gran parte
    de la obra desaparece, como alguien lo subrayó".
    [2]

    Freud articula la muerte y el
    absurdo al introducir Hamlet en el terreno edípico y a
    propósito del absurdo en los sueños. El
    sueño en cuyo contexto aparece Hamlet comparte el
    nódulo del drama: se trata también del hijo en
    duelo y del encuentro con el padre muerto. [3] El texto del
    sueño del doliente es: "Soñé con mi padre,
    él no sabía que estaba muerto." Freud interpreta
    el sueño con categorías edípicas: el absurdo
    del muerto que no sabe que lo está, viene a encubrir algo
    horroroso: que esa muerte fue deseada por el soñante. El
    deseo edípico de matar al padre constituye el motor del
    sueño. El trabajo del
    sueño hace del deseo de muerte algo risible. Lo absurdo
    vela lo horroroso de un padre que no sabe que está muerto,
    más el horror suplementario que implica el hecho de que
    esa muerte, fue deseada.

    Lacan introduce este sueño para enmarcar desde
    allí, como Freud, su Hamlet. La diferencia entre Lacan y
    Freud en la interpretación del sueño queda
    ampliamente redoblada en la lectura del
    drama. La distinción con Freud estará dada por la
    composición de nuevas categorías que aparentemente
    incluyen algo de lo edípico, pero que van más
    allá del Edipo y la castración freudianas. El
    Hamlet de Lacan, tesis que
    atraviesa este texto, es el adiós al Edipo.

    Así interpreta Lacan el sueño del padre
    que no sabía que estaba muerto:

    "Si este sujeto está en análisis puede saber que ese deseo de
    muerte hacia el padre alguna vez fue suyo (hasta aquí
    Freud). Lo que el sujeto no puede saber es que su existencia como
    sujeto se sostiene de ese padre, otro rival… El deseo de
    castrar al padre con su retorno en el sujeto, no es un deseo
    justificable, es una necesidad estructurante." [4]

    Es la ocasión que Lacan comienza la construcción del llamado "grafo del deseo"
    introduciendo un elemento nuevo, nuevo con relación a
    Freud. La fórmula S <> a, que si bien acogerá
    diversas lecturas, Lacan no abandonará a lo largo de su
    enseñanza. [5]  

    Con relación al sueño, Lacan sitúa
    al padre muerto en la parte superior izquierda del grafo, S (A),
    fórmula de la castración en el Otro. Doblemente
    castrado pues muerto, el padre ignora que lo
    está.

    El padre también aparece en su vertiente de rival
    en la letra "a" de la fórmula S<>a. Allí, la
    interpretación de Lacan apunta a la articulación
    del sujeto y la imagen del otro,
    i(a): atravesado por la muerte-castración del padre, el
    sujeto sostiene su existencia de la rivalidad. Es lo que indica
    la fórmula: S <> a, el sujeto en fading, barrado por
    la castración en el Otro; hace de la rivalidad con el
    padre el soporte de su ser.

    En un ardid propio del sueño, el sujeto mantiene
    vivo al padre al hacerle ignorar su muerte. Pero además, y
    este es el orden de lo fatídico que retorna en Hamlet, el
    sujeto necesita del padre en tanto que es de esa rivalidad que se
    requiere viviente, de donde el sujeto afirma su
    existencia.

    Tocado por el estilo Hamlet (Hamlet hace estilo), Lacan
    indica con relación a este soñante: "Asumiendo el
    dolor por la muerte del padre, el sujeto sostiene la ignorancia
    de saber que para afirmarse de allí habría sido
    mejor no haber nacido." [6]

    Para abordar a Hamlet por el sesgo que me interesa, es
    necesario una parada en la fórmula S <> a. En 1959
    la letra "a" de la fórmula indica al otro imaginario, el
    doble de donde se afirma el sujeto barrado por la
    castración del Otro. En 1962-63 durante el seminario La
    Angustia, la letra "a" operará un giro. Sin abandonar la
    dimensión imaginaria del fantasma, la letra "a" se perfila
    como objeto-causa del deseo. La lectura del
    algoritmo como
    la relación del sujeto con otro rival, articula la
    dimensión imaginaria del fantasma. Su lectura como la
    relación del sujeto con el objeto "a" constituye su
    dimensión real. Lacan no abandona la dimensión
    imaginaria del fantasma. Así, el 15 de diciembre de 1962
    señala: "El sujeto no acede a la castración en el
    Otro más que sustituyéndose a un doble."
    [7]

    La fórmula tiene su sitio específico en el
    grafo: a la altura del deseo y en una particular relación
    con S(A). Dos preciosos indicadores de
    lectura nos son proporcionados: Por un lado el fantasma es el
    cursor del deseo (el deseo cobra lugar por la vía del
    fantasma). [8] Por otro lado, es también por la vía
    del fantasma que el sujeto accede a la falta de un significante
    en el Otro.

    Si bien la fórmula se ajusta hacia lo real, no es
    a desdeñar la dimensión imaginaria del fantasma.
    Veremos operar en Hamlet las dos dimensiones de la pequeña
    "a". La letra "a" nombra en principio la imagen del otro, y sobre
    el final de la interpretación lacaniana de Hamlet, "a"
    nombra al objeto imposible. [9]

    La interpretación freudiana del sueño del
    padre que no sabía que estaba muerto, no es una
    interpretación aislada. El llamado "complejo paterno"
    cruza los casos de Freud en los que la muerte del padre tiene un
    lugar nodular. La muerte o enfermedad del padre constituye la
    fuente del estallido sintomático, grieta por donde se
    despliega el proceso
    neurótico en sus casos. La muerte del padre resignifica la
    ambivalencia edípica que entraña el hecho de que
    esa muerte fue deseada. El padre es el límite de lo
    decible (Dora, Elizabeth). Y más allá de lo decible
    como el padre que regresa de la muerte: El hombre de
    las ratas teme que le suceda algo malo al padre muerto; o el caso
    Cristoph Haizmann por quien en su neurosis
    demoníaca, el padre muerto sustituido por el demonio para
    proponer a su hijo comercios ilegítimos. Notemos que en
    Freud el niño entra al edipo entre el horror ante un deseo
    femenino hacia el padre y la culpa por asesinarlo.

    Como en el caso del sueño, también en
    Hamlet se tratará del padre que regresa de la muerte. Sin
    embargo, lo de Hamlet no es un caso clínico. Como Edipo,
    es una estructura.
    Ambos constituyen un particular que muestran coordenadas
    universales. Sin embargo, Lacan presentará a Hamlet como
    otra estructura, otra de la edípica. [10]

    Al interior de la diferencia Hamlet-Edipo se inscribe
    una diferencia Freud-Lacan. Diferencia cuyo itinerario J. Allouch
    sigue de cerca y que lo conduce a establecer una versión
    del duelo en la que Lacan se distingue de Freud. [11]

    El hecho de que Hamlet y Edipo comparten crimen e
    incesto da derecho a Freud para interpretar a Hamlet como un
    Edipo moderno, moldeado por la cultura.

    Edipo es la tragedia de la realización del deseo.
    A lo que Lacan dice: "Pero el hombre no
    está simplemente poseído por el deseo sino que
    tiene que encontrarlo a su costo y con el
    mayor esfuerzo. Hamlet es la conquista del deseo".
    [12]

    El deseo es un punto de llegada, Hamlet muestra su
    conquista a partir de una pérdida. El drama está
    trazado por las vías por las cuales tal pérdida se
    produce. Con la pérdida como condición del deseo,
    Lacan se desliza hacia el terreno del duelo. Es uno de los
    motivos por los cuales Allouch desarrolla la
    interpretación lacaniana de Hamlet como una versión
    del duelo, en tanto presenta el duelo como consitutivo del deseo
    y de la existencia misma.

    La diferencia entre Freud y Lacan respecto de Hamlet
    consiste en el hecho de que para Freud, Hamlet es un Edipo
    moderno: Hamlet no puede matar a Claudio porque él mismo
    está identificado al asesino de su padre. El 20 de marzo
    de 1959 [13] Lacan cuestiona con genial sencillez la
    interpretación freudiana por tantos años admitida.
    Si Hamlet fuera Edipo no habría motivo para no matar a
    Claudio. Por el contrario, matar a quien mató a su padre
    sería una resolución impecable: sustituir a su
    rival, ocupar su lugar junto a la madre y cumplir con la consigna
    del padre, quedando además, libre de culpa.

    Con tal puesta en cuestión, Lacan deslinda Hamlet
    de Edipo al tiempo que en
    este punto se deslinda de Freud.

    Hamlet es presentado como otra estructura, otra de la
    edípica.

    Lacan lee a Hamlet con su aparato de escritura. El
    grafo, homólogo al drama, también presenta el
    trayecto por el cual el sujeto hace sitio al deseo en el campo
    del Otro. [14]

    A diferencia de Freud, para Lacan no es suficiente el
    encuentro con la muerte del padre, es necesario una
    pérdida suplementaria.

    La renuncia al falo constituye la declinación del
    Edipo freudiano. Lacan irá más allá, pues la
    condición de la castración es el de un
    agujereamiento suplementario. Pérdida que Lacan metaforiza
    como "una libra de carne" en el 59 y que en el 62, al volver a
    referirse a Hamlet, ya no tendrá metáfora alguna,
    sólo la letra "a". [15]

     

    A diferencia del padre del sueño, el de Hamlet
    sabe que está muerto. Muerto en deuda, (arde en el
    infierno) regresa de la muerte para anunciar que él, el
    rey, ha sido atravesado por el desorden. El ghost es el mensaje
    de que el rey no reina, no hay Otro del Otro.

    Edipo no se pregunta si to be or not to be, él no
    sabe y hace sin saber. Hamlet, contrasta Lacan, sabe lo que tiene
    que hacer pero no puede hacerlo. Deslindándose de toda
    psicopatología, Lacan indica: "Se dice que no quiere,
    él, dice que no puede, de lo que se trata es de que no
    puede querer". [16] Estamos en el hilo del sitio del
    deseo.

    Hamlet sabe que el suicidio no es
    resolución pues aún en el not to be, no
    podrá escapar de la tarea encomendada. A propósito
    del no-suicidio de Hamlet, no carece de interés el
    comentario de Lacan: "El suicidio, eso no es sencillo. Aún
    sin soñar con el más allá, el ser difunto
    sigue siendo idéntico a todo lo que articulaba a
    través del discurso de su
    vida. El to be queda eterno". [17]

    Hamlet es la historia del encuentro con este orden –
    desorden de cosas: no hay garantías, el padre muerto, arde
    en el infierno. Se trata del encuentro del sujeto con la
    castración en el Otro (S(A)).

    A partir del mensaje del padre comienza la
    postergación. La historia de Hamlet es la de uno que debe
    hacer algo y cómo y por qué avatares no cesa de no
    hacerlo.

    Así, Hamlet contrasta con Edipo también en
    el punto del oráculo. En Edipo hay un destino que el
    héroe realiza sin saber. En Hamlet se trata de que el
    héroe sabe que no hay destino que nos antecede ni ley que funcione.
    El héroe dramático, a diferencia del
    trágico, es uno arrojado al oleaje del azar y la fortuna,
    sin dioses y sin destinos.

    Y sin embargo Hamlet debe llevar una respuesta al padre.
    Lacan dirá que Hamlet debe situar su deseo en el mensaje
    que proviene del ghost. [18] El nódulo de su trayecto es
    que Hamlet no podrá situar su deseo sino a costa de una
    pérdida y de un sacrificio. No basta con recibir la
    castración del campo del Otro (simbólico); tal
    operación requiere, decíamos, de un duelo. Es bajo
    condiciones muy precisas que Hamlet podrá matar a
    Claudio.

    Luego del encuentro con el padre muerto, Hamlet se
    despide enigmáticamente de su amada Ofelia.

    El lugar de Ofelia va variando en el trayecto de Hamlet.
    En principio, Ofelia, otro del amor, otro
    falicizado; cobrará un estatuto diferente una vez
    muerta.

    Por su triple estatuto en el drama (amada, rechazada y
    muerta), Ofelia será para Lacan el punto pivote de pasaje
    del pequeño "a" como otro, al pequeño "a" como
    objeto – causa.

    Hasta antes del mensaje del ghost, el soporte del mundo
    de Hamlet es Ofelia (S <> a). El mensaje de la
    castración en el Otro desarticula los términos del
    fantasma. El encuentro con la incompletud del Otro produce un
    desorden tal que el soporte imaginario del fantasma ya no
    opera.

    Como efecto directo del encuentro con el padre muerto,
    Hamlet declara su adiós a Ofelia . Se trata de un
    extrañamiento respecto de su amada que no es sino el modo
    en que se traduce un extrañamiento respecto de él
    mismo. Tocado por la castración en el padre, Hamlet no es
    el mismo. Lacan sitúa el adiós a Ofelia como la
    renuncia al falo. Ofelia, soporte fantasmático, es
    rechazada por Hamlet cuyo deseo entonces yerra hasta la escena
    final. [19] La errancia del sitio del deseo no es más que
    el trayecto de la postergación del acto de matar a
    Claudio. Vale señalar que tanto el grafo como el drama
    comparten el trayecto, de allí su homología: en
    ambos se trata de hacer sitio al deseo y el sacrificio que ello
    conlleva. (Tal sacrificio se pone en marcha en el grafo del
    amourir en el seminario La Angustia). [20]

    Si el fantasma es el cursor del deseo, sin soporte en
    Ofelia, el deseo se desvanece y pierde sitio. Será
    necesario una recomposición del fantasma, un soporte en el
    lugar de la pequeña "a".

    Hamlet está en duelo por la muerte del padre,
    quien además le anuncia que él mismo ha sido
    atravesado por el desorden. El universo de
    Hamlet se desvanece, Ofelia no es lo que era porque él ya
    no es el mismo. A partir de entonces, Hamlet se aloca.

    Barrado por la castración en el Otro y sin
    soporte fantasmático, Hamlet hace locuras. He aquí
    su procastinación: en el lugar de hacer lo que debe hacer,
    hace exactamente cualquier cosa.

    En un principio juega a hacerse el loco, según
    él "para despistar". Despliega ante Polonio una
    retórica delirante con mucho método y
    adquiere un comportamiento
    extraño. En su intención por mostrarse loco, Hamlet
    enloquece un poco. En la medida que el acto no se realiza, su
    locura crece. Desata una furia sin consecuencias hacia su madre,
    mata a Polonio sin titubeos; y lo más increíble,
    obedeciendo al que debe matar se presta para ir a Inglaterra en un
    viaje sin ton ni son donde envía a la muerte a sus dos
    compañeros de la infancia; para
    finalmente volver a obedecer a Claudio al prestarse, alquilarse
    en un duelo absurdo contra su amigo Laertes quien, retengamos,
    sí está dispuesto a vengar la muerte de su
    padre.

    Un detalle a señalar: la primera aparición
    del padre es constatada por su amigo Horacio y por los guardias,
    quienes ven al ghost antes de Hamlet, pero en la segunda
    aparición sólo Hamlet lo ve. ¿Se hace el
    loco o está loco? En todo caso la descomposición
    del fantasma deja al sujeto en ascuas. Asistimos a un
    fenómeno de despersonalización, una especie de
    desestructuración subjetiva que se comparte con la
    psicosis y que
    constatamos en la locura de Hamlet. [21]

    Dos puntos emparentados son dignos de
    señalar:

    Por un lado el enloquecimiento, y por el otro, el hecho
    de alquilarse a otro, trabajar y prestarse a otro (Claudio) en el
    lugar de asesinarlo, es lo que Lacan llama una "huída
    hacia delante" [22] .

    Respecto de la locura en Hamlet, Lacan desliza una
    suerte de correlación entre el fenómeno de la
    psicosis y el del duelo [23] (recordemos que Hamlet es en
    principio un doliente). Frecuentemente encontramos en la
    clínica y en la vida este orden de cosas: ante la
    pérdida o la muerte de un ser querido, esto es, de aquello
    que hacía de soporte de nuestra existencia, el sujeto se
    torna otro, hay un extrañamiento respecto de él
    mismo, experiencia que linda también con el
    fenómeno de lo ominoso: el sujeto ya no se reconoce en lo
    que antes se reconocía. La realidad que lo sostenía
    se desvanece, pues la realidad misma ha cobrado otro estatuto. Un
    sin sentido tiñe el mundo, asistimos a una suerte de
    alocamiento temporario. Allouch dirá que la locura del
    doliente no es simplemente una manifestación del duelo,
    sino que es el duelo mismo [24] . Mientras que en la psicosis lo
    que no fue simbolizado retorna en el real; en el duelo se produce
    algo homólogo. Una pérdida, un agujero real al que
    sólo se puede responder por dos vías: por un lado
    asistimos también a un pulular imaginario que se comparte
    con la fenomenología de la psicosis, y por otro
    lado, el aparato significante es llamado en su totalidad a
    responder al agujero real. [25] Es la función
    del ritual, que como aparato simbólico viene al lugar de
    acompañar socialmente al doliente en su pérdida.
    (La desaparición de rituales en occidente no sería
    sin consecuencias).

    Es notable, señalado por Lacan [26] y retomado
    por Allouch, que en el drama los entierros son a medias y los
    rituales mortuorios tienen algo que no encaja: el cadáver
    de Polonio es arrastrado de un pie por las escaleras para ser
    escondido; Ofelia no tiene derecho a un entierro con los rituales
    acostumbrados por haberse quitado la vida. Algo absurdo en cuanto
    a los rituales no encaja.

    El otro aspecto clínico, a mi modo de ver, digno
    de ser destacado: hay en la locura de Hamlet una huída
    hacia delante que va acompañada de "alquilarse" a otro,
    aunque no a cualquiera. Hamlet se alquila a Claudio cuando
    literalmente se presta para partir de viaje a Inglaterra y acepta
    un duelo sin sentido contra su amigo Laertes, duelo en el cual
    -notemos la agudeza de Shakespeare
    Claudio apuesta una perla a Hamlet siendo Laertes un
    espadachín inigualable. La fuga hacia delante indica que
    en el lugar de lo que debe ser hecho y al no poder-querer
    realizarlo, Hamlet hace cualquier cosa. Las locuras de Hamlet no
    son sino el recorrido de la postergación del acto.
    Encontramos tal fuga hacia delante en la clínica y en la
    vida como los mil disparates que podemos hacer para eludir
    aquello que, desde el momento en que se plantea la
    elusión, es ya un ineludible. Contra toda teoría
    adapatativa y normativizante, que las hay y muy sutiles, el
    psicoanálisis nos enseña que nada
    hay más disparatado, inadaptado y anormal que la vida de
    cualquiera. También en este hecho encuentro que Hamlet no
    es un caso, es todos los casos. Hamlet es nuestro
    contemporáneo.

     

    En la huida hacia delante y sin soporte, Hamlet se
    presta para todo. El sitio del deseo pierde fuerza y cede.
    Fundamentalmente cede al deseo de la madre. Lacan interpreta la
    relación con Gertrudis como un "consentimiento al deseo de
    la madre" [27] . Hamlet entra a la recámara de su madre
    dispuesto al matricidio mismo y en lugar de matar a la reina,
    asesina a Polonio y sale, nos dice Lacan, hecho un "pollito" [28]
    . Gertrudis viene al lugar de un gran Otro no barrado (en el
    grafo, en el piso de abajo, a la derecha, A, donde decae d). Ella
    no conoce de duelos ni de pérdidas. Muerto el rey se casa
    con el hermano. En la figura de la reina podemos situar lo que
    sería la posibilidad de sustituir el objeto de duelo en un
    duelo sin pérdida. (A diferencia de la versión que
    Allouch desprende de Lacan y que indica una "pérdida
    seca", irrecuperable, el objeto, insustituible).

    La sustituibilidad del objeto del duelo y su reemplazo
    son magistralmente puestos en boca de Hamlet cuando en la fiesta
    de bodas de su madre ironiza: "¡Economía, Horacio,
    economía! Los restos del banquete del funeral han servido
    para el banquete de bodas". [29]

    Hamlet podrá situar su deseo cuando sitúe
    su cursor. Se requiere de una recomposición del fantasma,
    un soporte en el lugar de "a". Así, intenta dar curso a su
    deseo por la vía de lo imaginario, en una
    identificación a los dobles.

    Si algo muestra el insólito recorrido del
    príncipe Hamlet es justamente al fantasma como cursor del
    deseo. Cada vez que Hamlet actúa es a propósito de
    un doble y en una identificación imaginaria a otro,
    ideal.

    Por ejemplo, los valientes soldados dirigidos por
    Fortinbras, el
    príncipe que como Hamlet, debe vengar al padre,
    conmueven su deseo:

    "¿Qué papel estoy pues haciendo yo que
    tengo un padre asesinado y dejo que todo duerma en paz? Mientras
    que para vergüenza mía estoy viendo la muerte
    inminente de estos veinte mil hombres… que pelean por un trozo
    de tierra tan
    reducido que no ofrece espacio a los combatientes para sostener
    la lucha, ni siquiera es un osario capaz para enterrar a los
    muertos". [30]

    Ante el espejo de los valientes guerreros, la
    postergación de la venganza se torna mezquina y miserable.
    El sitio del deseo de llevar una respuesta al padre es convocado
    en Hamlet en el punto en que la posición de los otros
    (dobles) le concierne.

    Pero será la escena dentro de la escena el
    paradigma de
    la imagen del otro -i(a)- como soporte del sujeto en el
    fantasma.

    Hamlet se sirve de los actores para construir la escena
    del asesinato del padre, según él para atrapar la
    conciencia del
    rey. En verdad Hamlet monta la escena para atrapar su deseo. En
    la identificación a la imagen de otro i(a), el deseo
    titila, se conmueve y cobra sitio. Hamlet se ve interpelado por
    el actor representando la tragedia:

    "¿Y qué es Hécuba para
    él o él para Hécuba que así tenga que
    llorar sus infortunios? ¿Qué haría él
    (el actor) si tuviera los motivos que yo tengo?
    ¿Inundaría de lágrimas el teatro
    desgarrando los oídos del público …? Y sin
    embargo, yo, torpe y vacilante, pícaro me quedo hecho un
    Juan de los sueños, indiferente a mi propia causa".
    [31]

    Es como espectador de su propio drama y por medio de ese
    doble por excelencia que es el actor, como Hamlet encuentra
    motivos para actuar. Pero la identificación imaginaria no
    es suficiente para recomponer el fantasma: el resultado de la
    expectación de la escena es un pasaje al acto. No siendo
    suficiente para vengar al padre, el encuentro con su madre y el
    asesinato de Polonio constituyen el efecto de la puesta en escena
    de los actores.

    Laertes es el personaje que da cuerpo a la
    función de rival-ideal. Hamlet se enfurece ante el duelo
    desplegado por Laertes frente a Ofelia muerta.

    He aquí la dimensión del doble que signa
    la posición de Hamlet en el nivel imaginario del
    fantasma:

    "Yo amaba a Ofelia: cuarenta mil hermanos que tuviera no
    podrían, con todo su amor junto, superar el mío.
    ¿Qué estás dispuesto a hacer por ella?
    ¿Quieres llorar?, ¿Quieres luchar?, ¿Quieres
    ayunar?, ¿Quieres desgarrarte?, ¿Quieres tragar
    vinagre o comerte un cocodrilo? Pues todo esto haré yo.
    ¿Vienes aquí para lloriquear o para provocarme,
    saltando en la tumba de Ofelia? Hazte sepultar vivo con ella, que
    esto quiero yo… Y si te empeñas en gritar, rugiré
    tanto como tú". [32]

    A través del duelo de otro es viable para Hamlet
    su duelo por Ofelia. Si sólo experimentamos la muerte como
    muerte del otro, es como otro que, en este caso Hamlet, realiza
    el hecho de que también para él Ofelia está
    perdida. [33]

    Laertes en duelo por Ofelia es una de las condiciones
    bajo las cuales se produce la recomposición del fantasma
    que da curso al deseo y al desenlace del drama.

    El imaginario en el fantasma entraña la escena y
    la dimensión del doble que abren la perspectiva del "verse
    visto". Sin duda un buen Hamlet en el teatro nos conmueve por el
    mismo motivo que Hamlet se ve conmovido por ejemplo, por la
    escena dentro de la escena. Hamlet mira al público, su
    historia nos concierne pues hace de soporte del fantasma del
    espectador.

    Sin embargo la identificación imaginaria con
    Laertes no es suficiente para poner fin a la postergación.
    Se requiere de una pérdida para hacer sitio al
    deseo.

    En el drama es el cadáver de Ofelia aquello que
    da cuerpo al objeto perdido. El hoyo de la tumba donde yace,
    enmarca el lugar de un vacío. Ofelia muerta adquiere otro
    estatuto diferente al fálico. Su cadáver, hace de
    ella el objeto imposible, causa del deseo.

    La interpretación lacaniana de Hamlet comienza en
    el 59, cuando "a" es la imagen del otro, y termina en el 63
    cuando "a" es el objeto.

    Se había señalado que entre el 59 y el 63
    la letra pequeña "a" de la fórmula del fantasma,
    esto es, de aquello que hace de soporte al sujeto en fading,
    opera un giro del pequeño otro – i(a)- al objeto como
    causa del deseo.

    El personaje de Ofelia se presta especialmente para
    encarnar el viraje pues la misma que da cuerpo al otro falicizado
    del amorodio encarna el objeto imposible. Ofelia amada y luego
    rechazada cobra otro estatuto una vez muerta: objeto cuya
    pérdida hace posible en Hamlet la inscripción de la
    imposibilidad que da cauce al deseo. [34]

    La muerte de Ofelia constituye la condición
    previa para un cese de la postergación.

    Si Laertes opera como soporte fantasmático en el
    nivel imaginario, Ofelia como objeto imposible hace agujero en el
    real. La fórmula S <> a sitúa la
    relación del sujeto; o bien a la imagen del otro (lo cual
    inscribe el imaginario en el inconsciente), o bien al objeto
    imposible causa del deseo.

    Es cuando Hamlet pierde a Ofelia, cuando la recupera
    como perdida. Es marcado por la imposibilidad, que el objeto
    inaugura el sitio del deseo. Tal sería un duelo primero,
    el duelo por un tal objeto, parte de sí, objeto separtito,
    que opera la renuncia y el sacrificio del falo y con él la
    posibilidad misma del duelo. [35]

    La muerte de Ofelia constituye la condición
    necesaria y suficiente para hacer, al deseo, lugar. Hamlet
    muestra que el duelo, como señala Allouch, no constituye
    simplemente una etapa por la que atravesamos cuando perdemos un
    ser querido. El duelo es constitutivo de la
    existencia.

    "El duelo, en Lacan se presentará como teniendo
    un alcance que, provisoriamente y torpemente, podemos calificar
    de creador, de instaurador de una posición subjetiva hasta
    aquí no efectuada… Se trata de un vuelco en la
    relación de objeto, de la producción de una nueva figura de la
    relación de objeto." [36]

    El ser de Hamlet se perfila sobre un fondo de no-ser.
    Muestra el not to-be como el soporte último del to-be.
    Muerte y duelo, condición del ser.

     

    No basta con la renuncia al falo (declinación del
    edipo Freudiano), es necesario perder algo de sí como
    condición de acceso al orden fálico. La libra de
    carne falicizada es Ofelia.

    Si nos detenemos en la posición subjetiva de
    Ofelia, notamos que ella está en posición
    hamletiana. Ofelia es Hamlet. La muerte del padre y la
    pérdida del amor de Hamlet sitúan también a
    Ofelia entre el to-be y el not to-be. La diferencia con Hamlet es
    que Ofelia se deja caer enteramente en eso que pierde, no hay
    subjetivación de la pérdida. No hay duelo. El duelo
    de Ofelia es su locura y su muerte.

    El 18 de marzo de 1959, Lacan refiere al duelo en los
    siguientes términos:

    "Si el duelo tiene lugar, y se nos dice (Freud) que es
    en razón de una introyección del objeto perdido,
    para que él sea introyectado, tal vez hay una
    condición anterior, es a saber, que él sea
    constituido en tanto que objeto." [37]

    Hamlet muestra que no hay objeto sino a condición
    de un duelo desde el momento en que el objeto se constituye como
    perdido.

    El 23 de enero de 1963 Lacan retorna a la
    temática del duelo. Luego de señalar que la
    identificación al objeto planteada por Freud en el duelo
    como expresando una venganza, no es suficiente, afirma: "Nosotros
    portamos el duelo y resentimos los efectos de devaluación del duelo en tanto que del
    objeto del cual portamos el duelo hemos hecho el soporte de
    nuestra castración." [38]

    He aquí el soporte de la castración: el
    objeto del duelo, libra de carne, pedazo de sí,
    Ofelia-falo, de la cual Hamlet porta duelo.

    Freud sitúa el límite del análisis
    en la falta, el falo y la castración, esto es en una
    dimensión simbólica. Con el objeto "a" Lacan
    introduce el real a través de la dimensión de la
    privación, el sacrificio, el duelo. El Hamlet de Lacan es
    el adiós al Edipo.

     

    ¿El duelo como una erótica? Sin duda no se
    trata del romántico lazo que uniría a Hamlet y
    Ofelia. La de Hamlet no es -al menos no sólo- una historia
    de amor. Vimos que se trata de cómo la falicización
    y pérdida de un objeto requiere de haber sido constituido
    como perdido. La muerte no escapa a eros. No sólo no
    escapa sino que además el duelo es su condición de
    posibilidad.

    Resulta difícil pasar por alto la
    asociación de Jean Allouch quien en su tejido textual
    sitúa el duelo como una erótica y el
    análisis como una erotología [39] . Excluida la
    relación sexual, en un análisis se trataría
    de poner logos a eros.

    La transferencia, ya planteada por Freud y en sus
    términos, como una erótica más logos, parece
    situar el psicoanálisis en el umbral del arte
    erótico al tiempo que lo distingue de toda ciencia
    sexual.

     

    Susana Bercovich

    Revista Carta
    Psicoanalítica ISSN: 1665 – 7845

    Número 2. Enero de 2003

     

    Notas

     [1] Lacan. Le Désir et son Interpretation.
    Versión de la Association Freudienne Internationale,
    clase del
    4-3-59.

    [2] Lacan. Le Désir…clase del
    22-4-59.

    [3] Freud. La interpretación de los
    sueños. 1900 en obras completas, t v, Buenos Aires,
    Amorrortu, pp 426-430.

    [4] Lacan. Le Désir…clase del 7-1-59 (los
    paréntesis son míos).

    [5] Guy Le Gaufey. Comment l´objet "a" et
    pourquoi. Inédito. Clase del 13-1-1994.

    [6] Lacan. Le Désir…clase del
    10-12-58.

    [7] Lacan. Seminario X. La Angustia.
    Inédito.

    [8] Lacan. Le Désir…clase del
    8-4-59.

    [9] Jean Allouch. L´érotique du deuil au
    temps de la mort seche. EPEL, Paris, 1995. Para lo que
    continúa del presente texto remito al lector al Etude b:
    Le deuil selon Lacan interprete d´ Hamlet, pues constituye
    una referencia nodular.

    [10] Lacan. Le désir…clase del 11-3-59: "Hamlet
    no es Edipo, es algo en relación con Edipo."

    [11] Allouch. Op.cit.

    [12] Lacan. El deseo… clase del 11-3-59.

    [13] Lacan. Op.cit.

    [14] Allouch. Op.cit. El autor plantea la
    articulación entre el drama y el grafo: "Hamlet es una
    realización del grama… Muchas otras veces antes, Lacan
    había hecho intervenir el escrito de esta misma manera que
    no sería metafórica. Mas bien sería
    "matéphorique", la escritura matemática, haciéndose, en su
    franqueamiento mismo, como portadora de un agujero… La
    composición del grama tiene el mismo logos que la tragedia
    de Hamlet, dicho de otro modo, que el levantamiento de la
    procastinación." Pp. 202-205. Y luego: "La
    articulación del deseo, es decir, la castración, es
    homóloga al franqueamiento del grama, tal es la hipótesis de lectura." Pp. 217.

    [15] Lacan. Seminario X. L´angoisse. Clase del
    28-11-62

    [17] Lacan. Le Désir… Clase del
    11-3-59.

    [16] Lacan. Le Désir… Clase del
    18-3-59.

    [18] Lacan. Le Désir… Clase del
    4-3-59.

    [19] Lacan. Le Désir… Clase del
    15-4-59.

    [20] Lacan. Seminario X. L´Angoisse. Clase del
    5-6-63.

    [21] Lacan. Le Désir… Clase del
    15-4-59.

    [22] Lacan. Le Désir… Clase del
    22-4-59.

    [23] Lacan. Le Désir… Clase del 22-4-59. Ver
    también Allouch: L´Erotique du deuil…
    pp.248-49-50-51.

    [24] Allouch. L´Erotique du deuil…
    pp.16.

    [25] Lacan. Le Désir… Clase del
    22-4-59.

    [26] Lacan. Op. Cit.

    [27] Lacan. Le Désir… Clase del
    18-3-59.

    [28] Lacan. Le Désir… op.cit.

    [29] Shakespeare, Hamlet, Acto I, escena 2.

    [30] Op.cit. Acto IV, escena 4.

    [31] Op.cit. Acto II, escena 2.

    [32] Op.cit. Acto V, escena 1.

    [33] Allouch, op.cit. "El duelo es a otro duelo lo que
    el yo es al otro". Pp. 236

    [34] Op.cit. pp. 240 a 256. El autor recorre el trayecto
    y los posibles trayectos de Ofelia en el drama.

    [35] Op.cit. "El duelo no es solamente perder a alguien
    (agujero en el real), sino convocar a ese lugar algún ser
    fálico para poder sacrificarlo allí. Hay duelo
    efectuado si y sólo si ha sido efectivo este sacrificio.
    El sujeto entonces habría perdido no sólo a alguien
    sino….como suplemento, un pequeño pedazo de sí.
    Nosotros escribimos esto: S= – (1+a)". Pp. 257.

    [36] O.cit. pp. 174.

    [37] Lacan. Le Désir…

    [38] Lacan. Seminario X. L´Angoisse.

    [39] Allouch. La Psychanalyse: une érotologie du
    passage. Cahiers de l´Unebévue. E.P.E.L. Junio
    1998.

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