- La ausencia de la
Pedagogía en los Estudios Culturales - Estudios Culturales y
pedagogía - Cultura de Masas y la
Representación del joven (y de la
juventud) - Encuadrando a la
Juventud - Juventud Blanca y la
política de Desesperanza - Juventud Negra y la
Violencia de Raza - Estudios Culturales y
Juventud: El Asunto Pedagógico - Conclusión
En nuestra sociedad, la
juventud está presente cuando es un problema, o es
considerada como un problema. Más precisamente, la
categoría "juventud" aparece en el discurso de
documentos
oficiales, en editoriales o publicaciones que expresan
preocupación, o en supuestos tratados
desinteresados emanados de las ciencias
sociales en aquellos tiempos donde la gente joven hace sentir
su presencia al irse "fuera de los límites":
resistiendo a través de rituales, vistiéndose de
forma extraña, tomando actitudes
bizarras, rompiendo reglas, botellas, ventanas, cabezas, haciendo
públicos desafíos retóricos a la ley.
En un artículo reciente en The Chronicle of
Higher Education se afirmó que el campo de los estudios
culturales es "acerca de las cosas más calientes en la
investigación actual de las ciencias
humanas y sociales, pero está habitado por eruditos en la
literatura,
filmes y medios,
comunicaciones
y filosofía" Dada la popularidad de un creciente
número de eruditos de estudios culturales, me pregunto a
menudo por qué tan pocos académicos han incorporado
estudios culturales en el lenguaje de
la reforma educativa. Si los educadores van a tomar seriamente el
desafío de los estudios culturales, particularmente en su
insistencia en generar preguntas, modelos, y
contextos en pos de proponer los dilemas centrales y más
urgentes de nuestro tiempo, deben
ser críticos acerca de las políticas
en su propio lugar. Esto significa entender no sólo los
caminos en los cuales las instituciones
de educación
superior, en parte, forman el trabajo que
hacemos con los estudiantes, sino también las formas en
que nuestra vocación como educadores desafía,
alienta, o subvierte las prácticas institucionales que
están reñidas con los procesos
democráticos y las esperanzas y oportunidades que
proveemos a la juventud de la nación.
En lo siguiente, quiero explorar no sólo por qué
los educadores se niegan a comprometerse con las posibilidades de
los estudios culturales sino también por qué los
eruditos trabajando en el marco de los estudios culturales
rechazan tomar seriamente el rol de la pedagogía y la escuela en la
formación de la vida pública
democrática.
Los teóricos educacionales demuestran tan poco
interés
en los estudios culturales como los dedicados a los estudios
culturales en las teorías
de escolarización y pedagogía. Para los pedagogos,
esta indiferencia puede ser explicada, en parte, por los
estrechos modelos tecnocráticos que enmarcan los esfuerzos
de la reforma y la estructura de
los programas de
educación.
Dentro de tal tradición, los temas de management se
convierten en más importantes que la comprensión y
refuerzo de la escuela como esfera pública de democracia.
Entonces, la regulación, certificación, y
estandarización de los comportamientos docentes es
enfatizado por sobre la creación de condiciones para que
los maestros tomen para sí la sensibilidad política y roles
éticos que deberían asumir como intelectuales
públicos que producen selectivamente y legitiman formas
particulares de conocimiento y
autoridad. De
manera similar, licenciar y asimilar las diferencias entre los
estudiantes es más significativo que tratar a los
estudiantes como portadores de diversas memorias
sociales con derecho a hablar y representarse en la
búsqueda del aprendizaje y la
propia determinación. Mientras otras disciplinas se han
apropiado, comprometido y producido nuevos lenguajes
teóricos de acuerdo con las condiciones históricas
cambiantes, los centros de educación han mantenido una
profunda sospecha sobre el diálogo
teórico e intelectual, y así no han sido receptivos
de la introducción de estudios
culturales.
Otras consideraciones en esta negativa intencionada por
conocer, incluiría una historia de la reforma
educativa que ha estado imbuida
de más en consideraciones prácticas que a menudo
apoyan una larga tradición de anti-intelectualismo.
Más aún, algunos educadores frecuentemente se
precian de ser profesionales, científicos y objetivos.
Los estudios culturales enfrentan la naturaleza
ideológica y política de tales afirmaciones al
argumentar que los maestros siempre trabajan y hablan dentro de
relaciones determinadas histórica y socialmente. Puesto de
otra manera, los educadores cuyo trabajo
está formado por los estudios culturales no ven a los
maestros y a los estudiantes como cronistas del cambio social
y la historia, sino como participantes activos en su
construcción.
La resistencia a los
estudios culturales puede deberse también al hecho de que
reafirma la importancia de comprender escolarización como
un mecanismo de cultura y
político, empotrados en relaciones de poder que
intentan regular y ordenar cómo los estudiantes piensan,
actúan y viven. Dado que los estudios culturales se
relacionan profundamente con la relación critica entre
cultura, conocimiento y poder, no sorprende que la mayoría
de los educadores a menudo desestimen los estudios culturales por
ser demasiado ideológicos, o simplemente ignoran su
criticismo respecto a cómo la educación genera
un espacio narrativo privilegiado para algunos grupos
sociales y un espacio de desigualdad y subordinación
para otros.
Históricamente las escuelas y colleges de
educación han sido organizados alrededor de materias
tradicionales basados en estudios (educación matemática) o en categorías
disciplinares / administrativas (currículo e instrucción). Dentro de
este tipo de división del trabajo, los estudiantes
generalmente han tenido pocas oportunidades para estudiar temas
sociales más amplios. Esta adhesión servil a
estructurar el currículo alrededor de materias
centralmente disciplinares está reñida con el campo
de los estudios culturales cuyas energías
teoréticas estás focalizadas en los asuntos
interdisciplinares, como la textualidad y representaciones
refractadas de la dinámica de los géneros, la sexualidad, la
subordinación de la juventud, la identidad
nacional, el colonialismo, la raza, el etnicismo, y la
cultura popular. Esto es, ofrecerle a los educadores un lenguaje
crítico a través del cual examinar los intereses
ideológicos y políticos que estructuran los
esfuerzos de la reforma en educación tales como la
evaluación nacional, el currículo
estandarizado, y modelos de eficiencia; los
estudios culturales se oponen con pasión a los educadores
de la corriente principal y conservadora que a menudo se
silencian acerca de la agenda política que oculta su
propio lenguaje y agenda de reforma.
Los estudios culturales también rechazan la
noción tradicional de la enseñanza como una técnica o como un
set de habilidades neutrales y afirma, que la enseñanza es
una práctica cultural que sólo puede ser entendida
a través de consideraciones históricas,
políticas, culturales y de poder. Dado su interés
en la vida diaria, la pluralización de comunidades
culturales, y su énfasis en el
conocimiento multidisciplinario, los estudios culturales se
interesan menos en los temas de evaluación y
certificación que en cómo el conocimiento, los
testos y los productos
culturales son producidos, circulan y son utilizados.
En esta perspectiva, la cultura es el terreno "en donde
el análisis reditúa , es objeto de
estudio, y el sitio de la intervención y crítica
política". Esto en parte explica por qué algunos
defensores de los estudios culturales están interesado en
"cómo y dónde el conocimiento necesita salir a la
superficie y emergen en orden de ser consecuentes" respecto a la
expansión de posibilidades para una democracia
radical.
En el próximo siglo, los educadores no
podrán ignorar la dura cuestión que las escuelas
tendrán que enfrentar respecto a temas de
multiculturalismo, raza, identidad,
poder, conocimiento, ética y
trabajo. Estos temas tendrán un mayor rol en definir el
significado de la escolarización, la relación entre
estudiantes y maestros, y el contenido crítico del
intercambio en término de cómo vivir en un mundo
que estará vastamente globalizado, altamente
tecnologizado, y será más racialmente diverso que
en otro momento de la historia. Los estudios culturales ofrecen
posibilidades enormes para los educadores de repensar la
naturaleza de la teoría
y práctica educacional, así como lo que significa
el educar a los futuros maestros del siglo veinte.
Al mismo tiempo, es importante enfatizar que la
indiferencia general por parte de muchos teóricos de
estudios culturales a la importancia de la pedagogía
crítica como una forma de práctica cultural, se
convierte en una injusticia a la políticamente cargada
historia de los estudios culturales, uno de cuyos puntos,
señala la necesidad de combinar el propio criticismo con
un compromiso de transformar la existencia social y las
problemáticas políticas. No es mi intención
volver a repetir el debate acerca
de lo que la historia real de los estudios culturales es, aunque
esto es un asunto importante. En cambio quiero focalizarme en la
importancia de la pedagogía crítica como un aspecto
central de los estudios culturales y trabajo cultural como
práctica pedagógica. Esto sugiere analizar los
estudios culturales por medio de sus penetraciones, que
acumuló por cómo se ha movido históricamente
desde sus intereses previos de clase y
lenguaje a sus análisis más recientes de la
política racial, de género,
identidad y étnica. Esto no significa que la historia de
los estudios culturales necesita ser mostrada en grandes detalles
como una suerte de exégesis fundacional; por el contrario,
los estudios culturales necesitan ser históricamente
aproximados como una mezcla de momentos fundantes, retos
transformativos, e interrogantes auto críticos. Y es
precisamente el espíritu de quiebre que da forma a sus
elementos (práctica interdisciplinaria, activismo social,
y conocimiento histórico), lo que incita mi interés
por las actuales lagunas en los estudios culturales atendiendo la
importancia teórica y política de la
pedagogía como momento fundante en su legado.
En lo que sigue, quiero tomar estos intereses más
concretamente, en función de
cómo cuajan en lo que Dick Hebdige llama "el problema de
la juventud" y la importancia necesaria de este tema para los
educadores y otros trabajadores sociales. En la
construcción de esta línea de pensamiento,
comienzo "presentando el caso" del convertir la pedagogía
en una noción principal en cualquier noción de
estudios culturales. Esta posición es desarrollada, en
parte, para expandir el significado y relevancia de la
pedagogía para aquellos que están comprometidos en
el trabajo cultural tanto dentro como fuera de la universidad.
Luego argumentaré en favor del uso pedagógico de
películas acerca de la juventud no solo como un objeto de
conocimiento social que ofrece representaciones en los cuales los
jóvenes puedan identificar sus deseos y sueños,
sino también el uso de textos pedagógicos que
jueguen un rol formativo en conformar identidades sociales de
juventud. A través de un análisis de cuatro
películas de Hollywood acerca de jóvenes, espero
demostrar cómo los elementos más progresistas del
trabajo de la crítica pedagógica pueden formar e
informarse por el énfasis de los estudios culturales en la
cultura popular como terreno de políticas significantes e
importancia pedagógica. Concluiré desarrollando las
implicaciones que los estudios culturales deben tener para
aquellos que están interesados en reformar las escuelas y
colleges de educación.
La
ausencia de la Pedagogía en los Estudios
Culturales
Se argumenta generalmente que los estudios culturales
están definidos a través de su análisis de
la cultura y el poder, particularmente en su relación con
su "cambio del terreno de la cultura hacía lo popular",
mientras simultáneamente expande su lectura
crítica de la producción, recepción, uso, y
efectos de textos populares. Los textos en este caso constituyen
un amplio rango de significantes visuales, de audio e impresos;
aún más, tales textos son tomados como parte de un
intento de analizar cómo las identidades individuales y
sociales son movilizadas, comprometidas, y transformadas dentro
de circuitos de
poder conformados por temas de raza, género, clase,
étnicos , y otras formaciones sociales. Todos estos
intereses apuntan a las fronteras intelectuales e institucionales
que producen, regulan, y lo significan como un sitio de lucha
social. Desafiando las formas en que las disciplinas
académicas han sido utilizadas para asegurar formas
particulares de autoridad, los estudios culturales han abierto la
posibilidad tanto de cuestionar cómo el poder opera en la
construcción de conocimiento, mientras al mismo tiempo
redefine los parámetros en la forma y contenido de lo que
se enseña en las instituciones de educación
superior. En este sentido, las luchas sobre el significado,
lenguaje y textualidad se convirtieron en sintomáticas de
una lucha más extensa sobre el sentido de autoridad
cultural, el rol de los intelectuales públicos, y el
significado de identidad nacional. Si los defensores de los
estudios culturales han brindado un servicio
teórico enorme en alzar la lucha sobre el conocimiento y
particularmente la autoridad, cuya consecuencia son los efectos
en la reestructuración en muchos colegios y universidades,
lo que a menudo es pasado por alto en tales luchas son algunos de
los mayores intereses que han sido discutidos por varios
teóricos en el interior de la diversa tradición de
la pedagogía crítica. Esto es especialmente
sorprendente dado que los estudios culturales dibujan su
inspiración teórico y política del feminismo, el
post- colonialismo, y es un receptor de otras áreas que
han como mínimo hecho una referencia en la importancia de
la pedagogía.
Quiero afirmar que los estudios culturales están
aún fuertemente atados a las estructuras
disciplinares académicas de la modernidad que
son a menudo criticadas. Esto no es para sugerir que no
están adecuadamente comprometidas al tema de las
disciplinas académicas. De hecho, está es una de
las características más salientes. Lo que resta
hacer es anotar críticamente un mayor oposición a
la disciplinaridad, como la noción de pedagogía de
vehículo aproblemático para la transmisión
de conocimiento. Se pierde en ella el intento de entender la
pedagogía como un modo de criticismo cultural para
cuestionar las condiciones bajo las cuales son producidas el
conocimiento y las identidades. Claro que teóricos como
Gayatri Spivak, Stanley Aronowitz, y otros, engarzan la
relación entre estudios culturales y pedagogía,
pero constituyen una minoría pequeña. La pregunta
ineludible aquí es: ¿qué de la
pedagogía hace que los teóricos de los estudios
culturales la ignoren?
Una respuesta puede residir en el rechazo de los
teóricos de los estudios culturales de tomar la
escolarización seriamente como un sitio de lucha o para
probar cómo la pedagogía tradicional produce
historias sociales particulares, cómo construye
identidades en los estudiantes a través de una gama de
posiciones subjetivas. Por supuesto, en el interior de la
teoría de la educación radical, hay una larga
tradición de desarrollar discursos
críticos del sujeto alrededor de temas
pedagógicos.
Otra razón es la poca atención dedicada por los teóricos
de los estudios culturales a la pedagogía puede deberse la
custodia disciplinaria que deja su marca en todas
las áreas de las humanidades y artes liberales. La
Pedagogía se siente a veces indigna de ser tomada como un
proyecto
serio, de hecho, aún la cultura popular tiene mayor
credibilidad que la pedagogía. Esto se puede observar no
sólo en la ausencia general de cualquier discusión
de la pedagogía en los textos de los estudios culturales,
sino también en aquellos estudios en las humanidades que
han comenzado a comprometerse con temas pedagógicos.
Incluso en esta tares hay un rechazo voluntario a rechazar
algunas de los avances teóricos importantes en la
pedagogía que se han dado en los últimos veinte
años. En el interior de ese silencio, acechan las
recompensas seductoras del control
disciplinarios, un rechazo a cruzar las fronteras
académicas, competitividad
y elitismo. Por supuesto, los estudios de composición ,
que es uno de los pocos campos en las humanidades que ha tomado a
la pedagogía seriamente, tiene un estatus tan despreciado
como la educación. Entonces, parece ser que el legado del
elitismo académico y el profesionalismo ejerce aún
una fuerza
influencia en el campo de los estudios culturales, en desmedro de
su alegada democratización del conocimiento
social.
Estudios
Culturales y pedagogía
En lo que sigue, quiero defender y afirmar la
importancia de la pedagogía como aspecto central de los
estudios culturales. Para hacerlo, quiero primero analizar el rol
jugado por la pedagogía en los estadios fundantes de la
"Birmingham Center for Cultural Studies". Quiero luego definir
más específicamente las dimensiones centrales de la
pedagogía como práctica cultural. Pero antes afirmo
esto es importante para definir estos dos importantes momentos de
la pedagogía crítica como forma de política
de práctica cultural, creo que es importante anotar que el
concepto de la
pedagogía debe ser utilizado con respeto y
cuidado.
No hay solo diferentes versiones de lo que constituye la
pedagogía crítica, sino que además no hay
una definición genérica que pueda ser aplicada a
este término. Al mismo tiempo, hay insights
teóricos y prácticas que tejen a través de
varias aproximaciones a la crítica pedagógica. Son
estos insights los que a menudo definen un set común de
problemas que
sirven para delinear la pedagogía crítica como un
set de condiciones articuladas en el interior de un contexto
cambiante de un tipo de proyecto particular político.
Estos problemas incluyen, pero no están limitados por la
relación entre el conocimiento y el poder, lenguaje y
experiencia, ética y autoridad, agencias de estudiantes y
políticos transformadores,
locaciones de formación de estudiantes y de maestros.
Richard Hoggart y Raymond Williams toman este tema en la
pedagogía de una forma similar en sus primeros estudios
por promover los estudios culturales en Gran Bretaña. Como
figuras fundadoras del "Birmingham Centre for Cultural Studies",
Hoggart and Williams, creen que la pedagogía ofrece la
oportunidad de unir las prácticas culturales con el
desarrollo de
teorías culturales radicales. No solo conectaron la
pedagogía con cuestiones de forma y contenido;
introdujeron también a la enseñanza, el aprendizaje,
los estudios textuales, y el conocimiento como temas
políticos que inscriben consideraciones acerca del poder y
como agentes sociales. Según Williams, el advenimiento de
los estudios culturales en los 30’ y 40` emerge del trabajo
pedagógico que se estaba llevando adelante en
Educación para Adultos. La especificidad del contenido y
el contexto de la educación para adultos proveyó a
los estudios culturales con un número de temas que
estuvieron directamente involucrados en su desarrollo
subsiguiente en Birmingham. Esto incluyó el rechazo para
aceptar las limitaciones de las fronteras de lo académico
establecida y las estructuras de poder, la demanda de
unir la literatura a las situaciones de vida de los aprendices
adultos, y el aviso de que la escuela estaba empobreciendo
más que humanizando.
Para Williams hay aquí más en juego que
recuperar la historia de los estudios culturales,
el está más obstinado en dejar claro que
el "impulso más profundo (conformando los estudios
culturales) fue el deseo de hacer del aprender parte del proceso del
cambio social mismo". Es precisamente este intento de ensanchar
la noción de lo político haciéndolo
más pedagógico, para que nos recuerde la
importancia de la misma como práctica cultural. En este
contexto, la pedagogía profundiza y extiende los estudios
de la cultura y poder afirmando no sólo cómo la
cultura es producida, circula, y es transformada sino
también cómo se negocia actualmente por los seres
humanos en el interior de circunstancias y situaciones
específicas. En esta instancia, la pedagogía se
convierte en un acto de producción cultural, un proceso a
través del cual el poder regula cuerpos y comportamientos
como "movidos a través del tiempo y el espacio". Mientras
la pedagogía está profundamente implicada en la
producción de relaciones de poder/conocimiento y la
construcción de valores y
deseos, su centro teórico comienza no con un reclamo
particular al nuevo conocimiento, sino con gente real articulando
y rescribiendo sus experiencias vividas en el interior de su
historia más que en el afuera. En este sentido
pedagógico, especialmente en sus variantes críticas
es acerca de entender cómo el poder trabaja en particular
en contextos históricos, sociales y culturales en orden de
comprometerse y de ser necesario cambiar tales
contextos.
La importancia de la pedagogía para contener y
contextualizar los estudios culturales descansa en la relevancia
que ha tenido para iluminar cómo el conocimiento y las
identidades sociales son producidas en una variedad de sitios
adicionados a las escuelas. Para Raymond Williams uno de los
conceptos fundantes de los estudios culturales fue que la
educación cultural era tan importante como el trabajo, lo
político, y los sindicatos de
educación. Más aún, Williams creyó
que limitando los estudios culturales a la educación
superior era ponerla en riesgo de
despolitizarla. Piensa que en el sentido amplio y político
está el sentido esencial, no sólo para el
compromiso, el desafío, y la transformación
política, sino también el referente necesario para
enfatizar la importancia pedagógica del trabajo compartido
por todos los trabajadores culturales comprometidos con la
producción de conocimiento. Esto queda claro en su
noción de Educación permanente;
escribió:
Esta idea (educación permanente) me parece
repetir, en un nuevo e importante idioma, los conceptos de
aprendizaje y de cultura democrática popular que subyacen
en este libro. Lo que
enfatiza valiosamente es la fuerza de la educación de toda
nuestra experiencia social y cultural. Concierne por tanto, no
sólo con la educación continuada, de manera formal
o informal, sino de todo el ambiente, sus
instituciones y relaciones, maestros activos y profundamente.
Considerar los problemas de las familias, o del planeamiento de
la ciudad, es entonces una empresa
educacional, es también, donde la enseñanza ocurre.
Y es entonces el campo de este libro, las comunicaciones
culturales que, bajo una vieja sombra, son todavía
llamadas comunicaciones de masas, pueden ser integradas, como
siempre he pensado, con toda la política
social. Para los que puedan tener dudas, no basta más
que mirar la
televisión o los diarios, o leer las revistas
femeninas, que aquí, centralmente, educan, y son
financiados y distribuidos en una manera más amplia que la
educación formal.
Sobre la noción de Williams de educación
permanente, la pedagogía en este sentido, provee un
discurso teórico para entender cómo el poder y el
conocimiento mutualmente se conforman una a la otra en la
producción, recepción, y transformación de
identidades culturales, formas de ética, y "versiones
deseadas de la futura comunidad
humana". Al refutar la objetividad del conocimiento y afirmar la
parcialidad de todas las formas de autoridad pedagógica,
la pedagogía crítica inicia una indagación
entre las formas y contenidos de varios sitios pedagógicos
y la autoridad que legitiman en asegurar prácticas
culturales particulares.
Quiero ser más específico acerca de la
importancia de la pedagogía para los estudios culturales y
otras formas emergentes de trabajo interdisciplinario, analizando
cómo los jóvenes son cada vez más dirigidos
y posicionados por los medios de
comunicación populares, cambiando sus condiciones
económicas, en una escalada de violencia, y
el discurso de emergencia que Ruth Conniff ha llamado
correctamente la cultura de la crueldad. Seguiré mostrando
tanto de forma teórica como a través de ejemplos de
mi propia enseñanza, cómo la pedagogía
implícita en una cantidad creciente de películas de
Hollywood acerca de la juventud refuerzan estereotipos racistas y
culturales dominantes, pero al hacerlo también crear las
condiciones de rescribirlos a través de diversas estrategias de
pedagogía crítica.
Cultura de Masas y la Representación
del joven (y de la juventud) (Mass Culture and the
Representation of Youth(s)
La juventud una vez más se convierte en objeto de
análisis público. En los titulares proliferan
despachos de una zona de combate que frecuentemente une a la
juventud y a la violencia en el interés de promover una
nueva clase de relaciones casuales. Por ejemplo, el artista
rapero ganster, Snoop Doggy Dogg es presentado en la portada de
la reciente Newsweek; el mensaje es que la juventud negra
masculina está vendiendo violencia al público
masivo en su música. Pero de
acuerdo a Newsweek, la violencia no se ubica sólo en la
música, sino también en el estilo de vida
de los raperos que la producen. Las víctimas potenciales
son en este caso en mayor parte blancos de hombres y mujeres
jóvenes. Citando una ola de arrestos de raperos
prominentes, la historia refuerza la noción de que el
crimen es una palabra racialmente codificada para asociar la
juventud negra con la violencia.
Las estadísticas de violencia juvenil, que
apuntan a causas sociales y económicas, son mentirosas
más allá de los estereotipos sencillos que
promueven. La sociedad Americana es testigo de los efectos de una
cultura violenta donde "cerca de 12 niños
norteamericanos, de 19 años o menos, mueren de disparo de
armas cada
día". De acuerdo al National Center for Health Statistics
(Centro Nacional de Estadísticas de Salud): "El homicidio con
armas de fuego es la causa principal de muerte de
adolescentes
Afro-americanos y la segunda en los chicos en edad de High school
en los Estados Unidos".
Lo que deja a un lado este reporte es cualquier comentario
crítico acerca de las causas que yacen debajo producidas
por la representaciones de violencia que saturan los medios
masivos; ni tampoco hay alguna mención del alto costo que cada
año pagan los infantes y los niños asesinados a
través de malnutrición relacionada con la pobreza ni el
público Americano es informado del "alto costo en vidas
tomado por conductores borrachos que son en general Blancos".
Pero las malas noticias no
terminan con la violencia.
Las representaciones de la juventud blanca producidas
por los medios de
comunicación dominantes en los últimos
años los muestran cada vez más como perezosos,
hundidos en una niebla de auto indulgencia, y ajenos a la
ética de clase media de trabajo duro y salir adelante. Por
supuesto, lo que los medios dominantes no mencionan son las
condiciones sociales que están provocando una nueva
generación de juventud sumida en la desesperación,
la violencia, el crimen, la pobreza y la
apatía. Por ejemplo, hablar del crimen cometido por gente
negra sin mencionar que la taza de desempleo para
los jóvenes de color exceden el
40 por ciento en varios centros urbanos, sirve para hacer
más invisible una causa mayor de inquietud en la juventud.
O hablar de la apatía entre la juventud blanca sin
analizar la cultura "basura", la
pobreza, el desencanto social, las drogas, la
falta de oportunidades educativas, y cosificación que
conforman la vida diaria le quitan la responsabilidad a un sistema social
que a menudo observa la juventud como otro simple nicho de
mercado.
Una economía que falla
ofrece a la mayoría la promesa de trabajo en el sector de
servicios,
pobres perspectivas de futuro, un mundo de mensajes e imágenes
infinitas diseñadas para vender o para suministrar una
violencia sin sentido como otro espectáculo de TV, en
parte, constituyen las nuevas condiciones de la juventud. A la
luz de las
condiciones sociales y económicas radicalmente alteradas,
los educadores necesitan modelar alternativas de análisis
en orden de comprender lo que está ocurriendo a la
juventud de nuestra nación.
Tal proyecto parece vital a la vista de la rapidez en que
los valores de
mercado y una cultura comercial pública han reemplazado
los referentes éticos para el desarrollo de las esferas
públicas de la democracia. Por ejemplo, desde los setenta,
millones de trabajos se han perdido por la fuga de capitales, y
el cambio tecnológico ha dejado millones más
afuera. En los últimos veinte años, la
economía de los Estados Unidos perdió más de
cinco millones de puestos de trabajo en el sector de la
producción. Ante el limitado prospecto de crecimiento de
la economía para la próxima década, las
escuelas enfrentaran una identidad de crisis
respecto a la suposición tradicional de que las
credenciales escolares proveen la mejor ruta para la seguridad
económica y movilidad de clases para una proporción
grande de la juventud de nuestra nación. Como Stanley
Aronowitz y yo mismo hemos señalado por
doquier:
El mercado laboral
está cada vez más bifurcado: los cambios
organizacionales y técnicos están provocando un
número limitado de trabajos para gente que posee
educación superior y está entrenada para el
management, expertos científicos y tecnológicos, e
investigadores. En la otra mano, estamos siendo testigos de la
desaparición de muchas sub profesiones de nivel medio de
cuello blanco…Y ante tal dura competencia
algunos profesionales se han convertido en trabajadores
autónomos con pocos, o ningún beneficio
adicionales. Este desarrollo llama a prestar atención a la
cuestión de la eficacia de la
escolarización masiva para proveer la labor de fuerza
"bien entrenada" que los empleadores aún sostienen
requerir.
Antes que culpar a la juventud por la caída de la
economía, la cultura de violencia racial codificada, o la
desesperanza que parece ser endémica para las versiones
dominantes de futuro, parece tener más sentido para los
educadores reexaminar la misión de
la escuela y las condiciones de cambio de la juventud a la luz de
estos cambios pasmosos en la vida económica y
cultural.
Repensar las condiciones de la juventud es
también imperativo en orden de revertir el discurso de
espíritu malvado de la década del ochenta, un
discurso que le ha dado la espalda a las víctimas de la
sociedad americana y ha recurrido tanto a culpar como a
castigarlos por los problemas económicos y sociales. Esto
es evidente en estados como Michigan y Wisconsin que
subscribieron programas como el "Learnfare" donde se penaliza a
las madres solteras con una concesión más baja de
comida si sus hijos se ausentan de las escuelas. En otros
estados, los pagos de bienestar se reducen si las madres solteras
no se casan. Micky Kaus, un editor de " New Republic", afirma que
las madres asistidas deben ser forzadas a trabajar en ocupaciones
de servicio, y si se rehusan, Kaus sugiere quitarles los
niños. Las mujeres iletradas, argumenta, pueden trabajar
rastrillando hojas. Hay indiferencia e insensibilidad en este
tipo de lenguaje que ahora cubre el discurso acerca de la
juventud. En vez de proveer condiciones sociales y
económicas para proteger a la juventud de la
nación, especialmente aquellos que son pobres y viven en
los márgenes de la esperanza, sin comida, refugio, acceso
a una educación decente, y ambientes seguros,
conservadores como William Bennet, actual Secretario de
Educación, hablas de imponer standars nacionales sobre las
escuelas públicas, creando sistemas de
vouchers que beneficien a los padres de clase media, y dejan de
lado el concepto de totalidad pública. Hay más en
juego que simple ignorancia y negligencia.
Es en este discurso dominante sobre valores donde uno
puede vislumbrar la pedagogía al servicio de esta cultura
de espíritu malvado. Por ejemplo, Bennet en su nuevo
libro, El libro de las virtudes: Un tesoro de grandes historias
morales, encuentra esperanza en "Old Mr. Rabbit´s
Thanksgiving Dinner" ("El Viejo Sr. Conejo de la Cena de Acción
de Gracias"), en donde el conejo nos instruye en que hay
más alegría en ser solidario que en ser ayudado.
Este discurso de sustento moral puede
ser inspiración para aquellos niños que son
enviados por sus padres a escuelas privadas, establecen
fideicomisos anuales para su futuro, y los conectan con el mundo
del patrocinio político, pero no dice casi nada de la
cultura de sufrimiento humano comprimido y concentrado con el
muchos niños han tenido que lidiar a diario en este
país. En lo siguiente, quiero dibujar desde un
número de conceptos iluminadores del campo de los estudios
culturales, para marcar un mapa diferente que pueda ser
útil para los educadores para atender lo que puede ser
llamado: cambiar las condiciones de la juventud.
La inestabilidad y transitoriedad programadas que
atañe a una generación diversa de la juventud entre
los 18 y los 25 años está enraizada
inextricablemente en una gama más amplia de condiciones
culturales posmodernas conformadas por las siguientes
suposiciones: una perdida general en la fe de las narrativas
modernas de trabajo y emancipación; el reconocimiento de
la indeterminación de garantías futuras viviendo y
confrontando la inmediata experiencia; el reconocimiento de la
falta de vivienda como condición aleatoria ha remplazado,
si no tergiversado, al hogar como fuente de seguridad y confort;
una experiencia del tiempo y el espacio comprimido y fragmentado
en el interior de un mundo de imágenes que minan cada vez
más la dialéctica del universalismo y autenticidad.
Para muchos jóvenes, la pluralidad y la contingencia, por
medio de la Prensa o a
través de dislocaciones desdeñosas del sistema
económico, el crecimiento de nuevos movimientos sociales,
o la crisis de representación y autoridad han provocado un
mundo con pocas referencias psicológicas,
económicas, o intelectuales seguras. Este es un mundo
donde uno está condenado a vagar en el interior y entre
fronteras y espacios múltiples marcados por el exceso, la
alteridad, y la diferencia. Este es un mundo donde las viejas
certezas se rompen y el sentido se vuelve más contingente,
menos endeudado a los dictados de la verdad reverenciada y
establecida. Mientras las circunstancias de la juventud
varían a través y en el interior de los terrenos
marcados por las diferencias de clase y raza, el mundo de certeza
y orden que la modernidad ha tradicionalmente custodiado,
contenido, y aislado , ha dado lugar a una cultura postmoderna en
donde las fronteras representacionales colapsan en nuevas formas
culturales híbridas de identidad, presentación, y
agentes políticos. Mientras la autopista de información y MTV condensan el tiempo y el
espacio en lo que Paul Virilio llama "espacio veloz" ("speed
space") nuevos deseos, modas de asociación, y formas de
resistencia se inscriben en diversas esferas de cultura popular.
La música, el rap, la moda, el estilo,
el lenguaje, la política y la resistencia cultural no
están ya confinadas a sus lugares originales de clase y
raza.
Niños blancos de clase media toman el lenguaje
del gangsta rap que nació en barrios lejos de los propios.
Los jóvenes negros en los centros urbanos producen un
bricolage de estilos combinando zapatillas, gorras de
béisbol, y ropa de talles más grande de los
necesarios, e integran así formas de resistencia y estilo
que luego serán apropiadas por niños suburbanos
cuyos deseos e identidades resuenan con la energía y la
vibración del nuevo funk urbano.
La música desplaza formas antiguas de textualidad
y refieren a terrenos de producción cultural que marcan al
cuerpo como sitio de placer, resistencia, dominación y
peligro. En el interior de esta cultura postmoderna de juventud,
las identidades se mezclan y cambian en vez de hacerse más
uniforme y estática.
No perteneciendo más a ningún sitio o lugar, la
juventud habita cada vez más culturas cambiantes y esferas
sociales marcadas por una pluralidad de lenguajes y
culturas.
Las comunidades han sido refiguradas como el tiempo y el
espacio mutaron en múltiples y superpuestas redes en el ciberespacio. La
juventud bohemia y de clase media se habla en boletines
electrónicos en coffee houses en North Beach, California.
Los cafés y otros lugares públicos, que alguna vez
fueron el refugio de los beatniks, los hippies, y otros radicales
culturales han dejado su lugar a los miembros de la cultura
hacker. Reordenan
sus imaginaciones a través de conexiones a
tecnologías de realidad
virtual, y producen formas de intercambio a través de
textos e imágenes que tienen la potencia de
sostener una guerra en el
sentido tradicional, pero también corren el riesgo de
reducir la comprensión crítica al interminable
juego de acceso aleatorio a los espectáculos.
Esto no significa remover nociones de cultura popular de
la Escuela de Frankfurt en la posmodernidad.
Por el contrario, creo que las nuevas
tecnologías electrónicas con su
proliferación de historias múltiples y finales
abiertos de interacción han alterado no sólo los
el contexto pedagógico de producción de
subjetividades, sino también cómo la gente "obtiene
la información y el entretenimiento". Producido desde los
centros de poder, la cultura de masas ha esparcido en nombre de
beneficio y el entretenimiento un nuevo nivel de cultura
instrumental y comercial. Por otra parte, la cultura popular
ofrece resistencia a la noción de que la cultura
útil puede ser solo producida en el interior de
regímenes dominantes de poder. Esta distinción
entre cultura de masas y popular no intenta sugerir que la
cultura popular es estrictamente un terreno de resistencia. La
cultura popular no escapa de la mercantilización, el
racismo, el
sexismo y otras formas de opresión, pero está
marcada por defecto por líneas que rechazan la
división de cultura alta / baja mientras intenta al mismo
tiempo afirmar una multitud de historias, experiencias, formas
culturales y de lugar. En el interior de las condiciones los
valores de la cultura posmoderna no emergen más
aproblemáticamente de la pedagogía moderna del
fundacionalismo y las verdades universales, o de las narrativas
tradicionales basadas en identidades fijas con sus requisitos de
estructura de cierre. Para muchos jóvenes, el sentido
está perdido, los medios se convirtieron en susbtitutos de
la experiencia, y lo que constituye la comprensión
está basado en un mundo descentrado y de diáspora, mundo de diferencia,
desplazamiento y cambios.
La intersección entre estudios culturales y
pedagogía pueden ser más evidentes a través
del análisis de cómo la pedagogía de
Hollywood ha intentado en algunos films recientes mostrar el
apuro de la gente joven dentro de las condiciones de la cultura
posmoderna. Me voy a focalizar en cuatro filmes: River's
Edge(1986), My Own Private Idaho(1991), Slacker(1991), y
Juice(1992). Estas películas son importantes por sus
argumentos y por sus dispositivos que en diversos modos intentan
proveer una representación pedagógica de la
juventud. Apuntan sobre algunas condiciones económicas y
sociales en el trabajo en la formación de diferentes
estratos raciales y económicos de la juventud, pero lo
hacen en el interior de una narrativa que combina una
política de desesperanza con una sofisticada descripción de las supuestas sensibilidades
y humores de la juventud creciendo en las condiciones amenazantes
de la cultura posmoderna. El desafío para los educadores
progresistas es cuestionar cómo puede la pedagogía
crítica ser empleada para apropiarse de los aspectos
más radicales y útiles de los estudios culturales
en crear un contexto social, político, y económico
nuevo y diferente al que está produciendo la
generación de los veinte y tantos. Al mismo tiempo,
está el tema de cómo una política y proyecto
de pedagogía puede ser construido para crear condiciones
para agentes sociales y cambio institucionalizado entre los
diversos sectores.
Juventud
Blanca y la política de Desesperanza
Para muchos jóvenes, llegar a la adultez
significa dejar atrás la esperanza y tratar abandonar el
futuro antes que aceptar el desafío moderno de formarlo.
La crítica cultural popular ha capturado mucho del
aburrimiento entre los jóvenes y ha dejado claro que "Lo
que solía ser pesimismo de una franja minoritaria es hoy
la suposición compartida de una generación". Los
estudios culturales han ayudado tanto a temperar esta
generalización sobre los jóvenes en orden de
investigar las más complejas representaciones al trabajar
en la construcción de una nueva generación de
jóvenes que no pueden ser simplemente abstraídos de
las especificaciones de raza, clase, o género. Los
teóricos de los estudios culturales han apuntado
también a la resistencia creciente de la generación
de veinte y tantos que tampoco parecen motivados por la nostalgia
de una visión conservadora de América
que se ha perdido ni por el Nuevo Orden Mundial pavimentada por
la promesa de la expansión de la autopista informática.
Mientras la "juventud" como construcción social
ha sido mediatizada, en parte, como un problema social, muchos
críticos culturales creen que la juventud posmoderna es
proverbialmente "alienada", "extraña" y desconectada del
mundo real. Por ejemplo, en la película de Gus Van Sant,
My Own Private Idaho, el personaje principal Mike, que cambia
sexo por
dinero, es un
soñador perdido en memorias fracturadas de una madre que
lo abandonó cuando niño. Atrapado entre recuerdos
de su madre en 8 mm, videos multicolores, buscavidas y sus
clientes, Mike se
mueve a través de su existencia durmiendo en situaciones
de stress y
sólo para despertarse en distintos espacios
geográficos y espaciales. Lo que sostiene los viajes
psíquicos y geográficos es la metáfora del
sueño, el sueño del escape, y la toma de conciencia final
de que incluso las memorias no pueden alimentar la esperanza en
el futuro. Se convierte en una metáfora de una
generación entera de jóvenes de clase media y baja
forzados a venderse en un mundo sin esperanza, una
generación que no aspira a nada, que tiene denigrantes
McJobs (Mc Trabajos), y vive en un mundo de devenir y
aleatoriedad en vez de que la lucha, la idea de comunidad y
solidaridad
conduzcan su fe.
Un cuadro más pertubador de la juventud de clase
trabajadora blanca puede verse en River´s Edge. La anomia
adolescente y apatía de drogadicción son la expresión
dolorosa de la descripción un grupo de
jóvenes de clase trabajadora que se enteran por propia
boca de John, uno de sus amigos, que ha estrangulado a su novia,
otra de los miembros del grupo, y ha dejado su cuerpo desnudo en
la ribera. En diferentes momentos el grupo visita el sitio para
ver el cadáver y comprobar la muerte de
la chica. Aparentemente incapaz de entender el significado del
evento, los jóvenes no avisan a nadie de la muerte y en
diferentes grados de compromiso tratan inicialmente de proteger a
John, el adolescente sociópata, de ser capturado por la
policía. En River´s Edge, los jóvenes navegan
a la deriva en un mundo de familias quebradas, gritando
música de rock,
convirtiendo su tiempo de escuela en tiempo muerto, y en general
con indiferencia por la vida. Descentrados, fragmentados, ven la
muerte como un mero espectáculo, un estilo más que
algo substancial. En un sentido, estos jóvenes comparten
la cualidad de "estar dormidos" como la descripta en My Own
Private Idaho. Pero lo más pertubador es que la perdida de
la inocencia no provoca meramente miopia en los adolescentes,
sino que los coloca en una cultura donde la vida es experienciada
con seducción voyeurística, un video juego,
bueno para pasar el tiempo y que desvía el dolor del
momento. La desesperación y la indiferencia anulan el
lenguaje de la discriminación ética y responsabilidad
social mientras elevan la inmediatez del placer que definen
el momento. En River's Edge, la historia social es reensamblada a
través de viñetas de los sesenta y son mostrados
como ciclistas quemados o como maestros que fueron radicales que
cambiaron el barato simple oportunismo en desmedro de su
función política. Los intercambios entre la gente
joven aparece como proyecciones de una generación
esperando caer dormida o suicidarse. Después de hablar
acerca de cómo asesinó a su novia, Jonh dice:
"Hacés cagadas, está hecho, y entonces te mueres".
Otro personaje responde: "Podría ser más
fácil estar muerto". A lo que su novio, del tipo del mundo
de Wayne , responde: "Es mentira, no podrás endurecerte
(drogarte) más". En este escenario, la vida imita al
arte cuando al
cometer un asesinato y drogarse dan el mismo peso moral en la
forma del espectáculo de Hollywod, un espectáculo
donde se termina por aplastar las complejas representaciones de
la juventud mientras se construyen sus identidades a
través de porciones amplias de placer, muerte y
violencia.
River´s Edge y My Own Private Idaho, revelan el
lado oscuro de una cultura de la juventud, mezclando la mixtura
de horror y fascinación de Hollywood para exacerbar las
audiencias. Empleando la estética postmoderna de repulsión,
localidad, aleatoriedad y sin sentido, la juventud en estos
filmes aparece construida fuera de un más ancho paisaje
cultural y económico. En cambio, sólo se hacen ver
a través de expresiones viscerales de comportamientos
sicóticos o en la experiencia de auto impuesta
alineación comatosa.
Uno de los más celebrados films sobre la juventud
blanca es Slacker de Richard Linklater del año 1990. Una
película decididamente de bajo presupuesto, en
ella Linklater intenta tanto en su forma como en su contenido
capturar los sentimientos de la generación de veinte y
tantos de clase media. La clase media que rechaza la
mayoría de los valores de la era Reagan/Bush, pero tienen
el problema de visualizar una alternativa para cambiar la forma
de ser por estar en un tiempo difícil para imaginarlo. No
lineal en su formato, transcurre en veinticuatro horas en una
escuela de Austin, Texas. Construida sobre una estructura anti
narrativa, está organizada en breves episodios en las
vidas de una variedad de personajes, ninguno de ellos conectados
a los otros excepto que cada uno provee el pretexto de llevar al
próximo personaje en la película. Paseando por
librerías, cafeterías, venta de
repuestos de auto, habitaciones, y clubs de rock, se focaliza en
un disparatado grupo de gente joven que posee una pequeña
esperanza en el futuro y va de trabajo en trabajo hablando en un
argot híbrido de intensidad bohemia y un lenguaje de
cultura pop nueva.
La película muestra un grupo
de gente joven que aleatoriamente se mueve de un sitio al
siguiente, cruzando fronteras sin sentido de desde dónde
vienen y hacía dónde van. En este mundo de
múltiples realidades, los jóvenes trabajan en una
banda, "Ultimate Loser" (Él último perdedor),
hablan de ser puestos en hospitales a la fuerza por sus padres, y
un neo punk intenta vender mancha de papilla de Madonna a dos que
conoce en la calle. "Mirá esto, sé que es algo un
poco desagradable, pero es como tirarse a la Madonna real" Este
es el mundo en donde el lenguaje se une en una mezcla rara de
nostalgia, filosofía de pochoclo, y murmullo de MTV. El
diálogo está organizado alrededor de comentarios
como: "No sé…He viajado…y cuando vuelves no puedes
decir si realmente te pasó o sólo lo viste por
TV."
Inmersa en la alineación aparece en comentarios
como "me siento atascado". La ironía oscurece levemente un
rechazo para imaginar cualquier tipo de lucha colectiva. La
realidad parece demasiado desesperanzadora para preocuparse por
ella. Esto es captado con humor en un momento cuando un joven
blanco sugiere: "¿Sabés cómo dice la frase?
Trabajadores del mundo, ¿unidos?" Nosotros decimos,
trabajadores del mundo relajarse. La gente habla, pero aparece
desconectada de los otros y de ellos mismos, viven atravesados,
pero sin sentido de comunidad o conexión. Hay un
sentimiento pronunciado en Slacker de una juventud cautiva en el
medio de las nuevas tecnologías de información que
contienen al mismo tiempo sus aspiraciones y sostienen de alguna
manera la promesa de algún tipo de agencia.
Durante algunos raros momentos, la parálisis
política de formas narcisistas de negación es
dejada de lado por instancias en donde algunos personajes
reconoces la importancia de la imagen como
vehículo para la producción cultural, como un
aparato representacional que no puede hacer sólo aparecer
experiencias ciertas sino que además puede ser utilizada
para producir realidades alternativas y prácticas
sociales. El poder de la imagen está presente en la manera
en que la cámara sigue a los personajes a través
del film, acosándolos al mismo tiempo que los confina a
una mirada forzosa e incidental. En una escena, un joven aparece
en un departamento rodeado por televisores que dice ha tenido por
años. Señala que ha inventado un juego, "Video
Virus", en
donde a través del uso de tecnología el puede
tocando un botón insertarse en el interior de cualquier
pantalla y desarrollar cualquier número de acciones.
Cuando otro personaje le pregunta de qué se trata,
contesta: "Bueno, conocemos los poderes psíquicos de la
imagen televisada. Pero necesitamos capitalizarla y hacerla
trabajar en nuestro beneficio en lugar de trabajar para ella".
Este tema aparece en otras dos escenas. En una corta, un
estudiante graduado de historia tira la cámara que
está usando para filmarse indicando una propia conciencia
acerca del poder de la imagen y la habilidad de controlarla al
mismo tiempo. En otra escena, en donde la película
termina, un grupo de gente en una camioneta, equipados cada uno
con sus cámaras Super 8, conducen a lo alto de una colina
y lanzan sus filmadoras a un precipicio. El film termina con
imágenes siendo grabadas por las cámaras cayendo al
fin de la colina en lo que sugiere un momento de
liberación.
En muchos aspectos, estas películas están
fuertemente enfocadas en una cultura de jóvenes blancos
que están fascinados y con terror por los medios, que
aparecen sobrepasados por "el peligro y las maravillas de las
futuras tecnologías, la banalidad del consumo, la
seducción por las marcas (y) la
dificultad de relaciones
sexuales alienadas". El significado de estos films queda, en
parte, en su intento de capturar el sentimiento de no-poder que
afecta a la juventud blanca de clase media trabajadora. Pero lo
que pierden de vista estas películas y los varios libros,
artículos y notas acerca de lo usualmente llamado La
generación de Ninguna parte, La Generación X,
Gen13, o Slackers es cualquier sentimiento de mayores condiciones
políticas, raciales, y sociales en que la juventud
está enmarcada, como así también las
múltiples formas de resistencia y diversidad racial que
existe entre las diversas formaciones juveniles. Lo que
debería verse como un comentario social acerca "del fin de
camino capitalista", aparece simplemente como un rechazo por
medio de la vestimenta en una retórica estética,
estilo, moda, y protestas solipsistas. Dentro de este tipo de
comentarios, el criticismo post moderno es útil, pero
limitado por su frecuente inhabilidad teórica para tomar
las relaciones entre identidad y poder, biografía y
cosificación de la vida diaria, o los límites de
agencia en una economía cada vez más globalizada
como parte de un proyecto mayor de posibilidades unidas a temas
históricos, de lucha y transformación.
A pesar de la imagen totalizante de dominación
que estructuran River's Edge y My Own Private Idaho, y la
desesperanza letal de Slacker, estas proveen oportunidades para
examinar el contexto social y cultural a los que se refieren en
orden de acrecentar la gama de estrategias y comprensiones que
los estudiantes pueden alcanzar para crear un sentido de
resistencia y transformación. Por ejemplo, muchos
estudiantes que vieron Slacker no se desesperaron a causa del
film, pero la interpretaron para significar el "devenir
perezoso(slack)" como el momento en la vida de los jóvenes
cuando, con los propios recursos, que se
les ofrece un período en donde pensar, moverse alrededor
del país, y tranquilizarse acerca de algunas decisiones
importantes acerca de sus vidas. Volverse perezoso se vuelva
más opresivo cuando se convierte en tiempo sin posibilidad
de controlarlo o terminar con él. Los estudiantes
apuntaron también que el film estaba hehco por Linklater
con sus amigos con un gasto de energía y gusto que ofrece
de por sí, un modelo
pedagógico para llevar a la gente joven a desarrollar sus
propias narrativas.
Juventud
Negra y la Violencia de Raza
Con la explosión de la música de rap y su
ingreso en la cultura de la popular y los intensos debates acerca
de la crisis de la masculinidad negra, el tema del nacionalismo
negro, y las políticas de la cultura urbana negra, no
sorprende que el cine negro
haya producido una serie de películas acerca la
próxima época de la juventud negra en los Estados
Unidos urbanos. Lo particular de estos es que a diferencia de la
explotación de la películas de los setenta,
producidas por blancos para gente negra, la nueva ola de cine
negro es producida por directores negros y dirigida al
público negro. Con el advenimiento de la década del
noventa, Hollywood invirtió en un número de
jóvenes y talentosos directores negros como Spike Lee,
Allen y Albert Hughes, Julie Dash, Ernest Dickerson, y Jonh
Singleton. Estas películas acerca de la juventud negra se
convirtieron en grandes negocios, como
ejemplo, en 1991 "New Jack City" y "Boys N the Hood" obtuvieron
entre ambas más de 100 millones de dólares.
Involucradas profundamente con las inequidades, la
opresión, la violencia diaria, y la disminución de
la esperanza que plaga las comunidades negras en la zona de
guerra urbana, esta nueva ola de films negros intentó
acentuar las condiciones económicas y sociales que han
contribuido a la construcción de "masculinidad negra y sus
relaciones con la cultura del ghetto en donde los ideales de
masculinidad se nutren y asimilan".
A diferencia de los recientes films acerca de la
juventud blanca cuyas narrativas de la época se
desarrollan en el interior de categorías
sociológicas tradicionales como alineación, no
combatividad, y anomia, las producciones negras como Juice, de
1992 pintan una cultura nihilista enraizada directamente en una
violencia cuyos principios de
definición son el homicidio, suicidio
cultural, guerras de
mutua destrucción, y decaimiento social. Es interesante
anotar que tanto como la prensa popular ha racializado el crimen,
las drogas, y la
violencia como un problema de los negros, algunos de los
más interesantes films que han aparecido recientemente
acerca de la juventud negra han dado la impronta de excelencia de
Hollywood y se han instalado en las audiencias blancas con
suceso. En lo siguiente, quiero probar brevemente el tratamiento
acerca de la juventud negra y las representaciones de
masculinidad y resistencia en el ejemplar filme negro,
Juice.
Juice (slang callejero para respeto) es la historia de
cuatro jóvenes Afro-americanos de Harlem que son mostrados
primero como participes de las usuales "travesuras" de faltar a
clase sin permiso, pelear con otros niños del vecindario,
chocar con los padres acerca las tareas escolares, y discutir con
sus hermanos por el uso del baño en la mañana. Si
este retrato de inocencia infantil es usada para lograr una
identificación confortable con la audiencia general con
estos cuatro niños negros, es pronto quebrada como el
grupo, cautivos de una ola de pobreza y falta de oportunidades,
se convierten al crimen y a la violencia como un camino tanto
para construir su hombría como para resolver sus problemas
más inmediatos. Determinados a dar a sus vidas
algún sentido de agencia, el grupo se mueve desde atacar
una tienda de discos a robar un negocio de verduras hasta la
despiadada muerte del dueño de la tienda y eventualmente
de ellos mismos. Cautivos en un mundo donde la ética de
las calles se refleja en un espectáculo de violencia
televisiva, Bishop, Quincy, Raheem, y Steel (Tupac Shakur, Omar
Epps, Kahalil Kain y Jermaine Hopkins), deciden luego de ver a
James Cagney glorificarse en White Heat, tomar el control de sus
vidas al comprar un arma y atacar a un comercio del
vecindario que los echó una vez de su comercio. Quincy
duda si tomar parte del ataque, porque es un talentoso disc
jockey y está decidido a ingresar en un concurso local de
deejay y aprovechar su amor por la
música de rap y encontrar un sitio propio en el
mundo.
Quincy es el único joven negro en la
película que presenta un sentido de agencia que no
está completamente cautivo en la confusión y la
desesperación exhibida por sus tres amigos. Atrapado al
interior de códigos de lealtad de la calle y la
protección que provee, Quincy acepta con cierto desagrado
participar en el asalto. Las malas decisiones tienen mayores
consecuencias en este ghetto típico de una gran ciudad, y
el sentido de esperanza e independencia
de Quincy se quiebra cuando
Bishop, el más violento del grupo, mata al dueño
del comercio y luego asesina a Raheem y colocan a Steele y a
él mismo como potenciales presas cuando no lo ven
más como un miembro respetable del grupo. Eventualmente
compra un arma para protegerse y en la escena final se enfrenta
en una terraza a Bishop y lo mata. Cuando termina el film, un
testigo le dice a Quincy "Tienes el juice (respeto)", pero
rechaza el elogio que le atribuye poder y prestigio y se
marcha.
Juice reafirma la importancia de la música rap
como la expresión cultural de posibilidades imaginables en
la vida diaria de la juventud negra. No es sólo el marco
musical del film, juega también un rol central proveyendo
un contexto social para los deseos, la rabia, y las expresiones
independientes de los artistas varones negros. Para Quincy, la
música de rap le da la oportunidad de reclamar algo de
"juice" entre sus pares, mientras simultáneamente le da el
contexto para construir una identidad donde afirmarse junto con
la chance de una real oportunidad de trabajo. La música en
este contexto se convierte en un referente importante para la
comprensión de cómo las identidades y los cuerpos
van juntos en una cultura de hip-hop que es mayormente una
oposición y una prueba a los límites del
sueño Americano. Pero en Juice también se sugiere,
a través de la dirección de Ernest Dickerson, que si la
violencia es endémica en el ghetto negro, sus
raíces residen en una cultura de violencia que es
transmitida a diario por la televisión. Esto aparece en una poderosa
escena en donde el grupo mira televisión tanto el famoso final violento
de White Heat de James Cagney, y el boletín de noticias
anunciando la muerte de un vecino del barrio al intentar robar en
un bar local. En esta escena, Dickerson dibuja una
relación poderosa entre lo que los cuatro jóvenes
ven en la televisión y su impaciencia sobre su propia
falta de agencia y la necesidad de tomar el control de sus vidas.
Como apunta Michael Dyson:
El objetivo de
Dickerson es transparente: iluminar la conexión entre
violencia y criminalidad fomentadas en el imaginario colectivo
Americano por la televisión, la consumación de
imágenes a través de los medios que ha remplazado
la Constitución y la Declaración de la
Independencia como la ficción unificadora de la ciudadanía nacional y la identidad. Es
también, la ocupación diaria y exclusiva del
lánguido padre de Bishop, un recuerdo de que la
genealogía de influencia de la televisión produce
efectos de creación de deseos letales de una
generación a la siguiente, estrategias de
destrucción cuando se aplican al ghetto masculino
negro.
Mientras Dyson acierta al apuntar la critica a los
medios de Dickerson, sobrestima la importancia dada en Juice a la
relación entre la violencia negra y aquellos grandes
determinantes sociales que la vida urbana negra tanto refleja
como ayuda a producir. De hecho, se puede argumentar que la
violencia mostrada en Juice y películas similares como
Boys N' the Hood, New Jack City, y especialmente Menace II
Society, "alimenta la obsesión racista nacional de que los
hombres negros y sus comunidades son centrales en la escena de
violencia americana."
Aunque la violencia en estos films es traumatizante como
parte de su esfuerzo por promover un mensaje anti
–violencia, es también una violencia
hermética, saturada y sellada en el interior de los muros
del ghetto urbano negro. La contraparte de este tipo de violencia
en controversiales películas blancas como Reservoir Dogs
es tomada por la mayoría de los críticos como una
estética de vanguardia,
pero la violencia en la reciente ola de filmes sobre la juventud
negra, refuerzan a menudo en las plateas de clase media la idea
de que tal violencia es endémica a la comunidad negra y el
único beneficio de mostrar la desesperanza del interior de
las ciudad es que puede detenerse su expansión como una
enfermedad en los suburbios y zonas de negocios que forman un
colonizante anillo alrededor de los ghettos negros.
Películas como Juice al no romper de forma auto consciente
las presunciones de los estereotipos dominantes que hacen del
crimen y la raza sinónimos, sugieren una clase de nihilismo que
Cornel West describe como "la experiencia vivida de copiar con
una vida de horror, falta de sentido, desesperanza y (lo
más importante) carencia de amor."
Desafortunadamente, la noción de nihilismo de
West, no es lo extensa que debiera y mientras clama para prestar
atención a la perdida de esperanza y sentido entre la
juventud negra, falla al conectar la especificidad del nihilismo
negro con el del de desigualdad sistemática, injusticia
calculada e indeferencia moral que operan diariamente como un
régimen de brutalización y opresión para
tantos jóvenes por su color y su clase en este
país. Itabari Njeri captura con fuerza la falla en tal
análisis y los problemas de películas como Juice, a
pesar de las buenas intenciones de sus directores, a menudo
producen. Comentando otro film de juventud negra, Menace II
Society, escribió:
La nación no puede permitir que cerca del 50% de
los hombres blancos estén desempleados, como es el caso de
muchas comunidades Afro-americanas. No puede dejar que las
escuelas sistemáticamente marquen a niños normales
negros como no educables por razones de raza, o permitir la
continua brutalización por parte de la policía, o
tener adultos negros sacar sus frustraciones sociales entre ellos
y sus pequeños y no atender la desesperación y la
disfuncionalidad. Esta clase de desesperación es la fuente
del nihilismo que Cornel West describe. Desafortunadamente, el
ver en estos films al varón Negro como una amenaza se
falla al atar este nihilismo con sus envenenadas raíces en
el sistema de desigualdad Americano. Y esto traduce en su falla
al ver estas fuerzas tóxicas como causa en vez de
efecto.
En términos tanto pedagógicos como
políticos, los filmes reinantes sobre la juventud negra
que han aparecido desde 1990 pueden haber ido demasiado lejos en
su producción de narrativas que emplean estrategias
comerciales de reproducir la violencia gráfica y luego
moralizar acerca de sus efectos. La violencia en estos
está atada a una auto destructividad y falta de sentido
que shockea pero falla al informar a las audiencias acerca de sus
amplios alcances o de la posible complicidad de las audiencias en
tal violencia. Los efectos de estas películas tienden a
reforzar para los blancos de clase media Americana la
reconfortante creencia de que el nihilismo es tanto un estado
mental y un sitio de relaciones socales siempre situado en otro
lado- esa extrañamente homogeneizada formación
social conocida como "juventud negra".
Por supuesto, es importante notar que Juice reniega de
romantizar la violencia, tal como sugiere su final cuando Quincy
no quiere el respeto si esto significa una vida donde la
violencia sea el único capital que
tenga algún valor de
intercambio en las sociedades
Afro-americanas; pero estos sentimientos aparecen tarde y no
tienen un tiempo de desarrollo. Uno de los desafíos
pedagógicos presentados por estos filmes es que los
educadores y estudiantes teoricen el por qué Hollywood
invierte en películas sobre la juventud negra que pasan
por alto las represntaciones complejas que estructuran las
comunidades Afro – americanas. Tal cuestión puede
ser tomada observando el trabajo de las feministas negras que
hacen películas, como Julie Dash y las complejas
representaciones que ofrece sobre las mujeres negras en Daughters
of the Dust, o el trabajo de Leslie Harris, cuyo film Just
Another Girl on the IRT, desafía la misoginia que
estructura los actuales filmes sobre jóvenes varones
negros. Otro desafío se encuentra en tratar de entender
por qué una gran cantidad de los varones negros
jóvenes urbanos se identifican pronto con las más
amplias representaciones de sexismo, homofobia, misoginia, y
ganar respeto a tan alto costo para ellos mismos y las
comunidades en que viven.
Las películas sobre la juventud negra son
importantes para comprometerse para entender las
pedagogías que silenciosamente estructuran sus
representaciones, así como de qué manera tales
representaciones trabajan pedagógicamente para educar a
las audiencias blancas. Pero lo más importante, estas
películas no deben ser desestimadas porque son
reduccionistas, sexistas, o unidimensionales en su retrato del
rito de pasaje de la juventud masculina negra; como
mínimo, se convierten en una marca para entender de
qué manera compleja las representaciones de la juventud
negra se pierden en raciales y codificados filmes que apuntan a
los serios problemas en los centros urbanos, pero lo hacen en
maneras que erosionan cualquier sentido de esperanza viable,
posibilidad, resistencia, y lucha.
Los filmes contemporáneos sobre la juventud negra
dejan vislumbrar en la especificidad de la alteridad, esto es,
cruzan una frontera
cultural y racial, y al hacerlo dan un servicio teórico al
hacer visible lo que a menudo es dejado fuera en las
representaciones políticas dominantes. Y es en esta luz
donde se encuentra una posibilidad para los educadores y otros
trabajadores culturales para tomar la relación entre
cultura, poder, e identidad de maneras que confrontan con la
complejidad de la juventud y su intersección con la raza,
clase y formaciones de género.
El combinar los estudios culturales con la teoría
pedagógica sugeriría que los estudiantes tomen
estos filmes como formas legítimas de conocimiento social
que revelan diferentes espacios de lucha entre jóvenes en
el interior de diversos sitios culturales. Para la juventud
blanca, estas películas imitan una edad narrativa que
indica la falta de rumbo y de sentido producidos en el interior
de una más extensa cultura de cosificación
cultural; por otro lado, los filmes sobre la juventud negra
muestra la falta de esa edad narrativa que sirve como un poderoso
indicador del autogenocidio entre los jóvenes Afro-
americanos. Claramente, los educadores pueden aprender de estos
filmes y al hacerlo traer estas diferentes formas de
producción cultural de juventud junto con un proyecto
común que anote la relación entre pedagogía
y justicia
social por un lado, y democracia y la lucha por la igualdad por
otra. Claramente estos filmes sugieren que los educadores
necesitan hacerse preguntas nuevas, desarrollar nuevos modelos, y
nuevos caminos de producción que sea capaz de comprender
los diferentes contextos sociales, económicos y
políticos que producen variadas formas y relaciones de
poder entre los jóvenes.
Otro desafío pedagógico ofrecido por estos
filmes culturales es acerca de cómo los maestros pueden
notar los deseos que los diferentes estudiantes traen a estos
textos populares de cultura. En otras palabras, lo que significa
movilizar los deseos de los estudiantes al usar conocimientos
sociales que constituyen el campo contradictorio de cultura
popular. En parte, significa reconocer que mientras a los
estudiantes les son familiares esos textos, ellos traen
diferentes creencias, comprensiones políticas e inversiones
afectivas para tal proceso de aprendizaje.
De ahí, la pedagogía debe proceder
reconociendo el conflicto que
emergerá cuidando la forma y contenidos de tales
películas y cómo los estudiantes aprenderán
tales temas. Para tal pedagogía funcione, Fabienne Worth
señala que "los estudiantes deben convertirse visibles
para si mismos y para cada uno de los demás y valorados en
sus diferencias." Esto sugiere dar a los estudiantes la
posibilidad de descentrar el curriculum, al
estructurarlo, en parte, para ver el cómo la clase debe
ser organizada y cómo tales filmes pueden ser anotados sin
poner ninguna de las identidades de los estudiantes en ella. Esto
significa, reconocer la complejidad de intentar movilizar los
deseos de los estudiantes como parte de proyectos
pedagógicos donde reflejen directamente representaciones
que afecten ciertas partes de sus vidas, y reconocer los
problemas emocionales que puedan emerger en tal modo de
enseñar. Al mismo tiempo, tal pedagogía debe
revertir el ciclo de desesperanza que a menudo da forma estos
tiempos y señalar cómo las diferentes condiciones
postmodernas y los contextos de la juventud pueden ser cambiados
en función de expandir y profundizar la promesa de una
democracia sustantiva. En parte, esto puede significar utilizar
películas sobre la juventud que capturen la complejidad,
el sentido de lucha, y la diversidad que marca los diferentes
segmentos de la actual generación de gente joven. En este
caso, los estudios culturales y las prácticas
pedagógicas pueden informarse mutuamente al utilizar
textos de cultura popular como objetos serios de estudio que
puedan ser usados para marcar los límites y posibilidades
que la juventud enfrenta en los diferentes contextos sociales,
culturales y económicos; igualmente importante es la
necesidad de leer textos populares como parte de un más
amplio contexto de desarrollar un sentido de agencia basado en un
compromiso para cambiar contextos opresivos al comprender las
relaciones de poder que los informan.
El desafío pedagógico representado por la
emergencia de una generación postmoderna de jóvenes
no ha sido descuidada por anunciantes y analistas de mercado. De
acuerdo con un estudio de 1992 de Roper Organization, Inc., la
actual generación de 18-29 tiene un poder de compra de 125
billones de dólares. Tomando en cuenta los intereses y
gustos de esta generación, Mac Donald´s, por
ejemplo, ha introducido música hip hop e imágenes
para promover sus hamburguesas, lo mismo que Coca-Cola, con
sus frenéticos comerciales con Cola Cola Classic."
Benetton, Esprit, The Gap, y otras compañías han
seguido dichos intentos para identificar los deseos, identidades,
y patrones de consumo de esta nueva generación de
jóvenes. Lo que aparece como expresión de
desesperación de la condición postmoderna para
algunos teóricos, se convierte para otros en un
desafío para inventar nuevas estrategias para los
intereses corporativos. En este escenario, la juventud puede
estar experimentando la indeterminación, la falta de
sentido, y las múltiples condiciones de postmodernismo,
pero los anunciantes corporativos intentan teorizar sobre una
pedagogía del consumo como parte de un nuevo camino de
apropiación de las diferencias entre jóvenes de
distintos sitios y locaciones. La lección aquí es
que las diferencias entre jóvenes importa política
y pedagógicamente, pero no de una manera que genere nuevos
mercados o
registre la diferencia simplemente como un nicho de la
moda.
Lo que los educadores necesitan hacer es crear una
pedagogía más política al tomar en cuenta
tanto las condiciones a través de las cuales
enseñan y qué significa aprender para una
generación que vive de una manera muy diferente a las
representaciones ofrecidas por las versiones modernistas de
escolarización. Esto no sugiere que la escuela moderna no
alcance a la cultura popular, pero lo hace en términos muy
problemáticos, que a menudo confinan la cuestión a
los márgenes del diseño
curricular. Más aún, no se puede rechazar de plano
a las escuelas modernas. Como lo he mostrado en otros espacios,
la cultura moderna con su énfasis en la igualdad social,
justicia, libertad y
agencia humana necesitan ser refiguradas en el interior
más que fuera del discurso postmoderno
emergente.
La aparición de los medios
electrónicos acompañado de una
disminución en la creencia del poder del agente humano ha
minado las visiones tradicionales de la escolarización y
el significado de la pedagogía. El lenguaje de los planes
y movilidad social y las formas de la autoridad docente en que se
basaba ha sido radicalmente deslegitimada por el reconocimiento
de que el poder y la cultura son centrales para la
relación entre autoridad y conocimiento. La fe en el
pasado acerca de la modernidad ha dado paso a un futuro donde los
marcadores tradicionales no tienen más sentido.
Estudios
Culturales y Juventud: El Asunto Pedagógico
Los Educadores y Críticos culturales necesitan
tomar en cuenta los efectos de las condiciones emergentes
postmodernas en la actual generación de jóvenes que
aparece prisionera de las vicisitudes del orden del cambio
económico con su legado de disminución de la
esperanza por una parte, y un mundo de imágenes
esquizoide, proliferando en los espacios públicos y una
fragmentación creciente, falta de certezas, y aleatoriedad
que estructura la vida diaria postmoderna por otra. Es central en
este tema la manera en que los educadores lidian con una nueva
clase de estudiante engañado en el interior de los
principios organizadores en la intersección de la imagen
electrónica, cultura popular y un sentido
terrible de indeterminación. Lo que ofrecen los estudios
culturales a los educadores es un marco
teórico donde aprovechar las aptitudes,
representaciones y deseos de una nueva generación de
jóvenes producidos en el interior esta coyuntura
histórica, económica y cultural. Pero hace
más que simplemente brindar una lente para volver a situar
la construcción de la juventud en el interior de un
paisaje social, tecnológico y económico
radicalmente alterado, provee también elementos para
repensar la relación entre cultura y poder, conocimiento y
autoridad, aprendizaje y experiencia, y el rol de los maestros
como intelectuales públicos. En lo que sigue, quiero dejar
sentados algunos de los elementos teóricos que unen los
estudios culturales con la pedagogía crítica y
hablar brevemente de sus implicancias para el trabajo
cultural.
Primero, los estudios culturales se basan en la creencia
de que hemos ingresado en un período donde las
distinciones tradicionales que separaban y enmarcaban las
disciplinas académicas establecidas no pueden ser tomadas
en cuenta para la gran diversidad del fenómeno cultural y
social que ha venido a caracterizar un mundo post industrial cada
vez más híbrido. La Universidad ha sido muy unida a
la noción de identidad nacional largamente comprometida
con la transmisión de la cultura de la cultura y
tradición Occidental. Tradicionalmente, esta ha sido una
cultura de exclusión, que ha ignorado las múltiples
narrativas, voces, e historias de los grupos
subordinados cultural y políticamente. La actual
proliferación de diversos movimientos sociales luchando
por una genuina sociedad multicultural y multirracial han
desafiado a las escuelas que usaban el conocimiento
académico para ordenar las diferencias culturales en
función de regular y definir quiénes son y
cómo deben narrarse a sí mismos. Más
aún, la expansión de la cultura electrónica
a todas las esferas de la vida intelectual y artística
diarias ha construido un campo alejado de las disciplinas
alejadas para preservar una "cultura común" a los
más híbridos campos de literatura comparativa y
mundial, estudios de medios, ecología, sociedad y
tecnología, y cultura popular.
Segundo, los defensores de los estudios culturales han
defendido con fuerza el rol de la cultura, incluyendo el poder de
los medios masivos de comunicación y su aparato masivo de
representaciones y su regulación de sentido, esto es
central para entender cómo la dinámica del poder,
los privilegios, y el deseo social estructuran la vida diaria de
una sociedad. Este interés por la cultura y sus conexiones
con el poder han requerido una interrogación
crítica de las relaciones entre conocimiento y autoridad,
el sentido de los cánones, y los contextos sociales e
históricos que deliberadamente forman la
comprensión de los estudiantes acerca del pasado, presente
y futuro. Pero si existe un cambio en el desarrollo y
recepción de lo que cuenta como un conocimiento, ha sido
acompañado por la comprensión de cómo
definimos y aprehendemos el rango de textos que están
abiertos a análisis e interrogantes críticos. Por
ejemplo, en lugar de conectar la cultura exclusivamente con la
tecnología de la impresión y el libro como el
único artefacto legítimo académico, hay un
gran trabajo académico siendo llevado adelante a
través de una variedad de formas culturales como los
medios de comunicación, cultura popular, películas,
publicidad,
comunicación masiva, y otros modos de
producción cultural.
Aquí entra en juego el intento de producir un
nuevo modelo teórico y metodologías para anotar al
producción, las estructuras y el intercambio de
conocimiento. Esta aproximación a los estudios Inter/post
disciplinarios tiene mucho valor porque presenta el tema
pedagógico de organizar el diálogo a través
y fuera de las disciplinas, para promover aproximaciones
alternativas para la investigación y la enseñanza
acerca de la cultura y las nuevas tecnologías emergentes y
formas de conocimiento. Por ejemplo, antes que organizar cursos
alrededor de intereses disciplinarios estrictos devenidos de los
estudios de estudios sociales y de Inglés,
puede ser más útil y relevante para los colegios de
educación organizar cursos que permitan a los estudiantes
comprenderse a sí mismos y a los otros examinando eventos que
evoquen sentido de responsabilidad social y compromiso moral. Un
curso de "Inmigración y Política en
América de Fin de Siglo" puede proveer una perspectiva
histórica acerca de los cambios demográficos
confrontando América y cómo tales cambios son
sentidos en el interior de la dinámica educativa,
económica, de identidad cultural, y desarrollo urbano. Un
curso en Los Angeles puede incorporar temas relacionados con la
raza, política, economía y educación para
determinar las condiciones múltiples que hay bajo la
violencia y la desesperanza que producen tales eventos
trágicos.
Tercero, en suma, para ampliar los términos y
parámetros del aprendizaje, los estudios culturales
rechazan la profesionalización de educadores y la
alienante y a menudo elitista discurso de profesional y "sano"
experto. En cambio, defiende y lucha por educadores como
intelectuales públicos. Stuart Hall es instructivo en este
tema cuando argumenta que los estudios culturales proveen dos
puntos de tensión que los intelectuales necesitan
agenciarse:
Primero, los estudios culturales constituyen uno de los
puntos de tensión y cambio en las fronteras de la vida
intelectual y académica, empujando por nuevas cuestiones,
nuevos modelos, y nuevas formas de estudio, testeando las finas
líneas entre el rigor intelectual y la relevancia
social…Pero, segundo…los estudios culturales insisten en lo
que quiero llamar la vocación de la vida intelectual. Esto
es para decir, que los estudios culturales insisten en la
necesidad de tomar para sí las cuestiones centrales,
urgentes e incómodas de una sociedad y una cultura en el
más riguroso modo intelectual que tenemos a
disposición.
En esta visión, los intelectuales deben tener en
cuenta en su enseñanza los modos en que responden a los
problemas de la historia, agencia humana, y la renovación
de la vida cívica democrática. Los estudios
culturales rechazan con fuerza la idea de que los maestros son
simples transmisores de configuraciones existentes de
conocimiento. Como intelectuales públicos, los
académicos estás siempre implicados en la
dinámica del poder social a través de experiencias
que organizan y provocan en sus clases. En esta perspectiva, el
trabajo intelectual es incompleto a menos que de forma auto
consciente asuma la responsabilidad de sus efectos en un marco
más amplio de cultura pública mientras
simultáneamente anota los más profundos problemas
de deshumanización en las sociedades en que vivimos.
Entonces, los estudios culturales dan lugar a cuestiones sobre
qué conocimiento es producido en la universidad y
cómo es consecuente en extender y profundizar las
posibilidades de una vida democrática. Igualmente
importante es el tema de cómo para democratizar las
escuelas tanto como para permitir que aquellos grupos que en gran
medida estás divorciados o no representados en el
curriculum pueden producir sus propias representaciones,
narrativas de sus propias historias, y engarzarse en un
diálogo respetuosos con los otros. En esta instancia, los
estudios culturales deben anotar cómo el diálogo es
construido en el salón de clases acerca de otras culturas
y voces al anotar críticamente tanto la posición de
sus teóricos y sus instituciones en donde tales
diálogos son producidos. Peter Hitchcock defiende con
fuerza que los principios de cualquier intercambio
dialógico de este tipo debe incluir algunos de los
siguientes elementos:
1)Atención al ámbito específico
institucional en dónde la actividad toma lugar; 2) auto –
reflexividad cuidando las identidades particulares de los
maestros y los estudiantes que colectivamente toman esta
actividad; 3) reconocimiento de que las identidades en juego en
"otras" culturas están en proceso de entrar en
interacción dialógica y como sujetos no
están estáticos; pero 4) el conocimiento producido
a través de esta actividad es siempre contestable y por
definición no es el conocimiento del otro como el otro se
conocerá a sí mismo.
Cuarto, otra importante contribución de los
estudios culturales es su énfasis en estudiar la
producción, recepción, y uso de textos variados, y
cómo son usados para definir relaciones sociales, valores,
nociones particulares de comunidad, el futuro, y las diversas
definiciones del yo. En este sentido, los textos no se refieren
meramente a la cultura de la impresión o tecnología
del libro, sino a toda forma mediatizada de conocimiento visual,
de audio y electrónica que han incitado un cambio radical
en la construcción de conocimiento en las formas en que el
conocimiento es leído, recibido y consumido. Vale la pena
reiterar que la juventud contemporánea confía menos
en la tecnología y la cultura del libro para construir y
afirmar sus identidades; en lugar de eso, enfrentan la tarea de
encontrar su propio camino a través de un escenario
cultural descentrado ya no cautivo en la tecnología de
impresión, estructuras narrativas cerradas, o la
certidumbre de una seguridad económica futura. Las nuevas
tecnologías emergentes que constituyen y posicionan la
juventud representan terrenos interactivos que cruzan "lenguaje y
cultura, sin requerimientos narrativos, con complejidad de
caracteres…La complejidad narrativa (ha dado) el camino para
diseñar la complejidad; la historia (ha dado) una manera
para un ambiente sensorio." Los estudios culturales son
profundamente importantes para los educadores al focalizarse en
los medios no sólo en términos de cómo
distorsionan y representan mal la realidad, sino también
de cómo los medios juegan "parte en la formación,
en la constitución, de las cosas que reflejan." No es que
haya un mundo ahí fuera, "ahí", donde existen
libertad de discurso de representación. Lo que hay
"ahí" es, en parte, constituido por cómo es
representado."
No creo que los educadores y las escuelas de
educación puedan asumir las actitudes de cambio, las
representaciones, y deseos de esta nueva generación al
interior de las configuraciones disciplinarias dominantes de
conocimiento y práctica. Por el contrario, como la
juventud se constituye en el interior de nuevas formas de
lenguaje y cultura que cruzan de manera diferente intereses de
raza, clase, género, y diferencias sexuales, las
condiciones a través de las cuales los jóvenes
tratan de narrarse debe ser entendida tanto en términos
del contexto de su lucha y del lenguaje compartido de agencia que
apunte a un proyecto de esperanza y posibilidad. Es precisamente
ese lenguaje de diferencia, especificidad, y posibilidad el que
falta en la mayoría de los intentos de reforma
educacional.
Quinto, es importante enfatizar que cuando la
pedagogía crítica se establece como uno de los
principios definidores de los estudios culturales, es posible
generar un nuevo discurso para moverse más allá del
limitado énfasis en materia de
técnicas y metodologías. La
pedagogía crítica representa una forma de
producción cultural implicada en un intento crítico
de cómo el poder y el significado son empleados en la
construcción y organización de conocimiento, deseos,
valores e identidades. La pedagogía crítica en este
sentido no se reduce a dominar habilidades o técnicas,
sino que definido como una práctica cultural que debe ser
tomada en cuenta ética y políticamente para las
historias que produce, los reclamos que hace en las memorias
sociales, y las imágenes de futuro que creen
legítimo. Tanto como un objeto de crítica como un
método de
producción cultural, rechaza esconderse detrás de
los reclamos de objetividad, y trabaja con fuerza para unir la
teoría con la práctica para dar lugar a las
posibilidades de humana agente en un mundo de pocos beneficios.
Es importante hacer una distinción que enfrenta el
criticismo liberal y conservador que desde la pedagogía
crítica intenta tanto politizar la enseñanza y
enseñar políticas que representa una especie de
indoctrinación. Al afirmar que toda enseñanza es
profundamente política y que los trabajadores culturales y
de la educación deben operar un proyecto de
transformación social, defiendo que los educadores
necesitan hacer una distinción entre Peter Euben llama
educación política y politizante.
La educación política, central para la
pedagogía crítica, se refiere a la enseñanza
"de cómo los estudiantes pueden pensar en formas que
cultiven la capacidad para un juicio esencial para el ejercicio
de poder y responsabilidad de una ciudadanía
democrática…Educación Política, distinta
de Politizante debe dar coraje a los estudiantes para convertirse
en mejores estudiantes para enfrentar aquellos con poder
político y cultural tanto como para honrar las tradiciones
críticas en el interior de culturas dominantes que han
hecho tal crítica posible e intelegible " Una
educación política significa descentrar el poder en
las clases y otros sitios pedagógicos, así como las
dinámicas de esas inequidades institucionales y culturales
que marginan algunos grupos, reprimen algunos tipos de
conocimiento, y suprimen el diálogo crítico pueden
ser tomados. Por otra parte, la educación politizante es
una forma de terrorismo
pedagógico en donde el tema de qué es pensado, por
quién, y bajo qué condiciones es determinado por
una agenda política doctrinaria que rechaza examinar sus
valores, creencias y construcciones
ideológicas.
Mientras rechaza reconocer su carácter social e histórico de su
propio reclamos a la historia, el conocimiento, y valores, una
educación politizante silencia en el nombre de un
sospechoso universalismo y denuncia toda práctica
transformativa a través de apelar una atemporal
noción de verdad y belleza. Para aquellos que practican
una educación politizante, la democracia y la
ciudadanía se convierten en peligros en eso que es la
precondición para realizar sus demandas críticas,
la toma de riesgos, y la
responsabilidad de resistir y de decir no en la cara de las
formas de poder dominantes.
Dado este desafío a la noción tradicional
de maestros como meros transmisores de información y su
insistencia en que los maestros son productores implicados
profundamente en asuntos públicos, los estudios culturales
proveen un Nuevo lenguaje transformativo para la educación
de maestros y educadores alrededor de liderazgo
cívico y
servicio público. En esta perspectiva, la educación
de maestros es modelada no alrededor de un dogma particular, sino
a través de prácticas que se comprometen con el
cambio de contextos y condiciones para los estudiantes para ser
críticos de las construcciones naturalmente construidas
históricas y sociales de los lugares que ocupan en el
interior de un mundo de representaciones y valores. Los estudios
culturales requieren que los maestros sean educados como
productores culturales, para tratar como una actividad la
cultura, sin terminar e incompleta. Esto sugiere que deben estar
atentos críticamente a las operaciones de
poder y sus implicancias en la producción de conocimiento
y autoridad en particular y contextos de cambio.
Las condiciones y problemas de los jóvenes
contemporáneos deben estar comprometidos a través
del deseo de interrogar el mundo de políticas
públicas mientras al mismo tiempo se apropian del llamado
de la modernidad para un mundo mejor mientras abandonan las
líneas narrativas de Historia Occidental, cultura
unificada, orden disciplinar, y progreso tecnológico. En
este caso la importancia pedagógica de incertidumbre e
indeterminación puede ser repensada a través de la
noción modernista de mundo soñado donde los
jóvenes y otros se puedan aferrar, sin los beneficios de
las narrativas dominantes, las condiciones de producir nuevas
formas de aprendizaje, comprometiéndose, y depositando las
posibilidades para la lucha social y la solidaridad. Los
educadores críticos no pueden subscribirse tampoco a un
vacío apocalíptico ni a una política de
rechazo que celebra el abandono de la autoridad y la inmediatez
de la experiencia por sobre la más profunda
dinámica de la memoria
social y moral en el interior y contra condiciones de
explotación, opresión y abuso de poder.
El cruce de los estudios culturales y la
pedagogía crítica ofrece posibilidades a los
educadores para confrontar la historia como más que un
simulacro y la ética como algo más que una
casualidad de un inconmensurable juego de lenguajes. Los
educadores necesitan afirmar una política que relacione la
autoridad, ética y el poder central con una
pedagogía que expanda antes que cierra las posibilidades
de una sociedad democrática radical. En el interior de
este discurso, las imágenes no disuelven la realidad en
otro texto simple,
por el contrario, las representaciones se convierten en centrales
para revelar las estructuras de relaciones de poder que trabajan
en lo público, las escuelas, la sociedad, y el orden
global más amplio. Así, la pedagogía no
sucumbe a los caprichos del mercado ni a las últimas
formas de educación chic (elegancia); en cambio, la
pedagogía crítica engarza los estudios culturales
como parte de un movimiento
creciente hacia una concepción compartida de justicia y
radicalización del orden social. Esta es la tarea que no
solo reconoce las múltiples relaciones entre cultura y
poder, sino que se convierte en uno de los principios que definen
la pedagogía crítica.
Nota:
Los filmes mencionados han sido editados en Argentina.
El siguiente es su detalle:
- River´s Edge (1986) De Tim Hunter; con Keanu
Reeves. En Castellano :
Instinto Sádico. - My Private Idaho (1991) De Gus Van Sant; con Keanu
Reeves. En Castellano: Mi Idaho privado. - Slacker (1991) De Richard Linklater. En Castellano
con el mismo nombre. - Juice (1992) De Ernest Dickerson. Con Samuel L
Jackson – Omar Epp. En Castellano con el mismo
título.
Henry Giroux /
Translated by: Pablo Aiello
(Harvard Educational Review 64:3 –Fall 1994- pp
278 – 308)