La Nada en su
dimensión conceptual
La Nada en su
dimensión existencialista
La Nada en la
dimensión ontológica del
lenguaje
Como tema filosófico, la Nada se interpreta al
menos bajo tres horizontes diferentes: (1) como concepto
metafísico, cuando se distingue y opone el no-ser al ser;
(2) como experiencia existencial, cuando se la concibe inscrita
en la condición humana y fundamento de la libertad, y
(3) como constituyente del lenguaje,
cuando se discute su semántica (su referencia) y su
aplicabilidad.
En el caso de la filosofía occidental, (1) la
concepción sobre la Nada se remonta a Parménides y
su tesis
canónica: el ser es y el no ser no es, de la cual
se desprende el principio metafísico Nihil ex nihilo
fit ("Nada surge de la nada"), que equivale a la
proposición "Nada sucede sin una causa".
Dicha tesis ha sido aceptada hasta cierto punto por el
sentido común y es defendida por ese tipo de discurso
filosófico ceñido a la bivalencia. Por otra parte,
aunque el término metafísico ‘nada’ y
la noción de ‘vacío’ no son exactamente
equivalentes, hasta el Renacimiento
se creía que ningún proceso
físico podría ocurrir por efecto de la nada; por
eso se aseveraba que "la naturaleza
aborrece el vacío". Sin embargo, esa concepción
entraña una serie de obstáculos
epistemológicos y científicos.
Por ejemplo, el número cero representa un
concepto fundamental para la matemática, lo mismo que el de conjunto
vacío en la teoría
de conjuntos
(¿no son estos conceptos expresión de la nada?).
Igualmente, la mecánica
cuántica ha descubierto que el vacío
desempeña una función
explicativa completamente contraria al principio
metafísico que opone sin más el ser al no-ser. No
obstante la importancia de esos desarrollos,(2) aquí nos
circunscribiremos al terreno filosófico.
La
Nada en su dimensión conceptual
En general, el concepto de Nada se refiere a lo que no
tiene ser o realidad; también remite a la ausencia de ser.
Es, literalmente, el no-ser. Y si la Nada no es ningún
ser, por ende, no tendría sustancialidad alguna. Sin
embargo, la versión hegeliana dará un giro
inusitado al tema y terminará por subvertir el principio
parmenídeo.
Hegel afirmaba que, en el primer movimiento de
la Ciencia de la lógica, el ser y la nada son lo
mismo, unidad que prepara la síntesis
del devenir.(3) Según Hegel, la
lógica es un proceso que parte de la idea más
abstracta y más vacía, es decir, comienza por la
idea de Ser, entendido como ser puro, carente de cualquier
determinación interna o externa, sin cualidad ni
relación. Concebido así, el ser no es sino una
forma vacía, una afirmación por la cual no se
afirma nada.
Contrario a la tesis parmenídea, Hegel sostiene
que ser y nada coinciden pues se encuentran igualmente
indeterminados, o son igualmente abstractos. En realidad,
sólo se contraponen al "ser determinado", constituido a su
vez por el ser y la nada, una vez que hayan perdido su carácter abstracto.
La nada está, pero relativamente, en el ser mismo
–en cada ser y en cada grado de ser– como
su otro y su negación específica.
Pensar la nada es pensar el ser en general, aislado, en
sí, del cual se advierte inmediatamente la insuficiencia y
el vacío. La tesis de Hegel será: el ser no es y
el no-ser es. Por consiguiente, el verdadero ser no excluye
la nada, sino que la admite en él: se afirma
negándose y por su misma negación.
Por otro lado, Hegel rechaza la tautología que
enuncia: "la nada es la nada". (4) Esta objeción
supone que siempre hay algo del ser en la nada y hay
algo de la nada en el ser, según el principio de
interpenetración de los opuestos, que a su vez nos indica
la existencia de una relación de gradualidad entre
ambos. Así pues, la nada no sería estrictamente
nada, no sería la total y absoluta ausencia de ser, puesto
que al determinarse deviene en algo
(determinado).
El devenir conceptual resulta del constante paso
del ser a la nada y de la nada al ser. Cada nueva
determinación conceptual repite y amplía el
proceso: lo indeterminado se determina desde un punto de vista,
pero al mismo tiempo queda
indeterminado respecto a una nueva y posterior
determinación, bajo la figura de un espiral infinito. El
no-ser es negación del ser y por ello Hegel reafirma la
tesis de Spinoza: "toda determinación es una
negación" con respecto a la totalidad del ser.
Ahora bien, de acuerdo con la lógica formal, la
negación surge de la no atribución de un
predicado a un objeto. Por ejemplo, decimos "esto no es un
libro", o bien
"esto no es un lápiz", lo cual significa que "esto
es todo lo demás, únicamente no es un
libro", o "es un no-lápiz". ¿Qué es,
entonces, "todo lo demás"?
La expresión "todo lo demás,
excepto…" implica una cierta determinación que
divide –según el principio del tercer excluido de la
lógica formal clásica– en dos y sólo
dos posibilidades: O esto tiene la propiedad A o
no tiene la propiedad A, es decir, es A o no-A, sin que haya otra
posibilidad. Hegel rechaza esta visión dicotómica y
señala que el término ‘no A’ no se
plantea más que para desaparecer. De modo que al
aseverar "esto no es un libro", dividiendo en libro y no libro
el universo
del discurso, el término no-libro implica cualquier
otra cosa, con tal que no sea libro. Podría, entonces,
decirse: "un escritor no es un libro", fórmula que es
correcta, sí, pero no habría libro sin un escritor
que lo hubiera escrito. Esta es la respuesta de Hegel. Y aclara:
toda negación es siempre una negación determinada o
específica; es decir, se enuncia sólo de aquello
con lo cual puede tener alguna compatibilidad, respecto de una
síntesis superior que comprenda A y no-A, el ser y el
no-ser.
La expresión ‘lo que no es A’ es una
negación y constituye una forma o expresión de la
Nada. Así, la solución hegeliana modifica la
problemática largamente mantenida por la vigencia de la
tesis de Parménides, pero su respuesta permanece en el
campo de la metafísica. Será Heidegger quien
dará un paso más con el examen ontológico de
la Nada, vista ahora no desde el ángulo meramente
conceptual sino con relación al ser humano. La Nada
será ahora concernida a lo humano. Esa también
será la perspectiva de Sartre.
La
Nada en su dimensión existencialista
Lo que para Parménides y para Hegel eran
conceptos, para Sartre serán experiencias al
límite, vivencias, subjetividad, angustia, náusea,
libertad. Los términos, ser y nada, son los mismos, pero
su interpretación adquirirá otros
acentos y matices diferentes. En El Ser y la Nada, Sartre
escribe: "el hombre es
el ser por el cual la nada adviene al mundo".(5) Y a
continuación se interroga por cuál es la
condición del hombre para
que, por él, la Nada advenga al mundo.
La sorpresa es que Sartre retoma la tesis de
Parménides y advierte: "Aquello que hay que recordar
contra Hegel, es que el ser es y la nada no
es".(6)
Sin embargo, Sartre no quiere retroceder a la
metafísica. Por eso interpretará la
distinción entre ser y nada dentro de la oposición,
elaborada por el, del en-sí y el para-sí,
términos que hacen referencia a una particular forma de
ser-en-el-mundo.
El en-sí designa la realidad, lo que es, el mundo
lleno de sí mismo; en suma, comprende la plenitud del ser.
En el otro extremo, Sartre coloca a la conciencia, lo
indeterminado e indeterminable que, sin embargo, determina, pues
da sentido al en-si. Por eso el para-sí se define
–señala Sartre– "como lo que no es y el que no
es lo que es". En otras palabras: el para-sí tiene una
presencia paradójica porque ni es ni deja de ser. Su
especificidad –como lo advirtió Heidegger– se
refiere al ser que cuestiona al ser, y sólo lo puede
cuestionar si es diferente al ser.
Sartre dice en El Ser y la Nada: "[el
para-sí es] un ser para el cual en su ser es
cuestión de su ser, en tanto que este ser es esencialmente
una determinada manera de no ser un ser que se opone a la
vez como otro que él". (7)
Por tanto, la nada se origina en el para-sí y
será "ese agujero del ser […] La nada es el acto
por el cual el ser pone en cuestión al ser, es
decir, justamente, la conciencia o para-sí".(8) Por
eso, ser y nada no coinciden. El en-sí es lo que es,
mientras que el para-sí es lo que puede ser de otro
modo, negando y negándose al ser en-si. El para-sí
comprende, pues, la conciencia de la libertad y la libertad de
la conciencia. Si todo fuera ser, no habría espacio
para la interrogación ni para la
negación.
Pero la cuestión es que si hay ser por todas
partes, ¿de dónde podría derivar la nada? Si
el en-sí es mera afirmación de lo que es, la nada,
razona Sartre, sólo puede provenir de la negación,
una prerrogativa de lo humano, según el
filósofo existencialista. De ahí que la
negación sea constituyente del para-si. De este modo, la
negación o la Nada anteceden al juicio de la
lógica, y éste sería una
manifestación del no-ser en el hombre.
La libertad, añade Sartre, coincide en el fondo
con la nada que habita en la condición humana. "Para la
realidad humana, ser es elegir: nada le viene de afuera, ni de
dentro tampoco, que pueda recibir o aceptar. Está
completamente abandonado, sin ayuda de ningún tipo, a la
insostenible necesidad de hacerse hasta el mínimo detalle.
De esta forma, la libertad no es un ser: es el ser del hombre, es
decir, su vacío de ser. Si se concibiese al ser humano
como un ser pleno, sería absurdo buscar después en
él momentos o regiones psíquicas donde fuese
libre." (9)
El ser humano, el para-sí, no está hecho,
bajo ningún aspecto, sino que tiene que hacerse a cada
momento a sí mismo. La realidad humana se reduce a
hacer. Mi hacer, el hacerme a mí mismo, aquí
y ahora, sólo es contingencia pura, ya que nada determina
el empeño de hacerme a sí mismo. La elección
y el proyecto son
completamente libres, sin justificación ni fundamento. Se
apoyan en la nada.
No sólo soy el arquitecto de mi propio destino,
sino que no puedo dejar de serlo y hacerlo. No puedo quedarme
expectante a que surjan tales o cuales posibilidades desde fuera
de mí o incluso dentro de mí. Pero también
estoy sometido a las leyes naturales y
los hechos del mundo, y sobre ellos no tengo libertad, es decir,
en la facticidad no puede haber posibilidades mías. En
cambio, si
siento miedo ante un acontecimiento, el miedo, que supone
una "captación de mí mismo", es una realidad de y
en mi conciencia, y en ésta reconozco mis posibilidades.
¿Cómo reacciono ante mi miedo? La conducta que
acometa (huyo, lo enfrento, me paralizo) serán
posibilidades mías. (10)
La libertad es lo contrario a la necesidad: porque es
azar y contingencia. No sé ni puedo saber por anticipado
cómo voy a reaccionar ante mi miedo. Y sin embargo, tengo
que elegir en el momento preciso. Incluso, no elegir es elegir.
La elección es presente, aquí y ahora, en ausencia
de cualquier determinación, justificación o apoyo.
De ahí la angustia y la operación para
ocultármela: la mala fe. Porque "el hombre es angustia"
(11) y es responsable ante sus elecciones. Negarse a aceptarlas
implica mentirse a sí mismo.
"El ser humano –dice Sartre– no es
sólo el ser por medio del cual aparecen en el mundo
negatividades, es también el ser que puede tomar actitudes
negativas respecto de sí mismo." (12) Cuando la
negación, en vez de dirigirse a lo exterior, es dirigida a
uno mismo nos encontramos ante la mala fe, intento de
autoengaño dentro de la conciencia para evitar o soslayar
la angustia.
En suma, para Sartre, la Nada es la condición de
existencia del ser humano. Ya no es más un concepto
metafísico sino una vivencia, con toda su carga de
negatividad, libertad, angustia y desesperación, en la
búsqueda de encontrar un sentido al sin sentido de la
existencia.
La
Nada en la dimensión ontológica del
lenguaje
A mediados del siglo XX se produjo un corte en la
filosofía: "el giro lingüístico" es el cambio
radical que lleva a reconocer que las nociones filosóficas
deben plantearse analizando las estructuras
del lenguaje. De esta manera, las discusiones sobre el Ser y la
Nada se subordinan al examen del lenguaje. En general, el lenguaje
será la clave para comprender los fenómenos
humanos, en lugar de recurrir a los conceptos, las vivencias o la
conciencia.
Con la "era del lenguaje" se inaugura una nueva
ontología al sustentar que todo lo que soy, hasta el
núcleo de mi ser, me ha sido impuesto por el
lenguaje (Heidegger, Wittgenstein, Lacan). La experiencia humana
y lo que representa en la experiencia de la existencia, se
realizan desde el lenguaje.
Ahora bien, en sus inicios el análisis del lenguaje estuvo dominado por
el positivismo
lógico; en ese momento se buscaba "superar" o
"eliminar" la metafísica, haciéndola ver como un
discurso insostenible. El programa-tesis de
Carnap se presenta en el texto La
superación de la metafísica por medio del
análisis lógico del lenguaje, donde el
filósofo positivista objeta la pertinencia del
término ‘nada’, considerándola un
auténtico sinsentido que viola en forma grave la sintaxis
lógica.
Carnap señalaba que el término
‘nada’ es usado, equivocadamente, en el discurso
metafísico como un sustantivo, cuando en realidad
–en una buena sintaxis– es la negación de
cualquier objeto. Asumía que el término
‘nada’ sólo debería usarse para
formular una proposición existencial negativa ("no existe
el objeto que…"). Por ende, la definición de
‘nada’ negaría su existencia. Desde el punto
de vista gramatical, querer hablar de la Nada implica emplear
"pseudoproposiciones", que son inconciliables con el "lenguaje
lógicamente perfecto".
En una etapa posterior, el análisis
lingüístico-filosófico amplió
extraordinariamente sus horizontes en al menos tres aspectos: 1)
pasó a examinar el lenguaje ordinario, lo cual
posibilitó encarar fenómenos antes rechazados como
la vaguedad y los conceptos borrosos o difusos del
lenguaje (dando paso a la consideración de la
gradualidad y así poder hablar,
con fundamento, de grados del ser y de la nada)(13); 2) la
construcción de las lógicas
heterodoxas y dentro de ellas los sistemas
contradictoriales (que hacen posible elaborar verdaderas
inferencias en las cuales intervienen proposiciones de la forma:
‘[un objeto] es y no es a la vez’),(14) y 3) la
formulación de una ontología del lenguaje que
sustituye el tradicional "lenguaje del ser" por un nuevo
"lenguaje del devenir" (y para ello introduce como principio
fundamental la noción de nada).(15)
El nuevo análisis del lenguaje empezó a
revelar que hay varios problemas con
la partícula "es" cuando se incluye en frases como "el ser
es" y, correlativamente, en "la nada no es".
¿Quiere decirse que el ser es el ser y el no-ser
no es ser? Se concluye que esas frases están
constituidas por una interpretación apoyada en los
principios
lógico-formales de identidad,
no-contradicción y tercero excluido. Entonces, la tesis de
Parménides es en realidad una interpretación, una
versión, y como tal hay que tomarla.
(Interpretación presente todavía en Carnap.) Cuando
las lógicas no clásicas abandonan esos principios
formales y los sustituye por otros, los resultados son
otros.
Desde esta otra perspectiva del análisis del
lenguaje se puede abordar la cuestión de la Nada y el Ser
y advertir que la interpretación parmenídea hace
equivalente la partícula "es" a "existente" (‘el ser
es’, equivale a: ‘el ser existe’) y,
correlativamente, la partícula "no es", la nada, a
"inexistente" (‘la nada no es’, equivale a: ‘la
nada no existe’). Pero el problema radica en las
estructuras mismas del lenguaje, porque el lenguaje crea y
designa todo tipo de entes: existentes, relacionados con alguna
realidad externa al lenguaje, e inexistentes, no relacionados con
la realidad extralingüística (gnomos, hadas, duendes,
cronopios, personajes de ficción). Don Quijote no
existe, pero ¿diríamos que "es nada"?
Pensar es pensar algo; imaginar es imaginar algo.(16) Si
el Quijote fuera nada, uno no podría ni siquiera pensar en
él, ni imaginarlo, ni concebirlo, pero tampoco
podría amarlo, admirarlo o criticarlo. Platón,
en El Sofista, ya se había ocupado de los entes de
ficción y aseveraba que deben tener algún grado
de realidad o existencia. Y donde hay gradualidad, hay grados
de existencia, y donde éstos se dan, surgen
contradicciones.
Por supuesto que es contradictorio aseverar que
exista la inexistencia (ser el no-ser), porque una
propiedad sólo puede existir si está ejemplificada.
Si existen los inexistentes es que hay entes inexistentes. Pero
existen los inexistentes porque hay entes que sólo son
existentes hasta cierto punto. Su existir no existiendo (o su no
existir aun existiendo) –como señala Lorenzo
Peña– estriba en su existir sólo hasta cierto
grado.(17)
Por consiguiente, el renovado análisis del
lenguaje nos ha conducido a aceptar la contradicción y
afirmar el ser del no-ser, afirmación que sólo
resulta formal y ontológicamente admisible en un sistema de
lógica paraconsistente y gradualista, aquel que cuestiona
la vigencia incondicional de los principios
lógico-formales clásicos.
Por otra parte, además de los entes de
ficción, hay otros asuntos relativos a la existencia de lo
inexistente: las carencias, las fallas, las omisiones y, en
general, lo correspondiente a la falta. ¿Podemos
legítimamente decir que el problema principal de México es
la falta de igualdad
social? Si es así, ¿qué estatuto tiene esta
falta? No es un problema de imaginación, sino de que esa
falta existe en nuestro lenguaje y nos permite pensar algo de la
realidad social. Lo mismo se puede decir de las omisiones: hay
delitos por
omisión (opuestos a los de comisión). Son
ausencias: describen un no-existente que existe.
Cuando se declara que no se respeta la dignidad de
las mujeres, el no-respeto
¿existe? Hablamos de algo que se puede concebir, y si se
puede concebir, existe; es algo inexistente que existe, aunque
ese algo sea una ausencia.
La metafísica no dialéctica y la
ontología sartreana no admiten que el ser tenga
grados: el ser es al 100% y, de la misma manera, la nada
sería al 0%, habiendo un abismo insalvable entre uno y
otra. En cambio, el principio borroso o difuso sostiene que "todo
es cuestión de grado" y este principio resulta de una
interpretación diferente a la lectura
bivalente de los hechos.
La ontología del lenguaje establece que hagamos
lo que hagamos, digamos lo que digamos, en ello se revela siempre
una cierta comprensión de lo que es posible para los seres
humanos. De modo que cualquier aseveración que hagamos
sobre "el ser en general", estará basada en esa
compresión de las posibilidades, de acción
o reflexión, que subyacen a la estructura
humana, determinada por el lenguaje. Y lo propio cabe decir de
cualquier afirmación sobre el no-ser existente, existente
de alguna manera, en cierto grado.
Lo existente como lo inexistente, el ser y la nada, son
construcciones lingüísticas, interpretaciones que
varían según la comprensión de lo que es
posible para los seres humanos. Asumir que sólo hay ser,
plenitud, completud, tiene consecuencias para mis posibilidades
de actuar. En eso tiene razón Sartre. Pero no la tiene
cuando piensa que la Nada es absoluta, sin grados, sin
excepciones. Él mismo se dio cuenta de ello e
intentó rectificar en su Crítica de la
razón dialéctica, advirtiendo que en el obrar
humano siempre hay condicionantes (históricos,
ideológicos, sociales y familiares) que el sujeto no
controla ni puede modificar.
La libertad absoluta, derivada de una Nada absoluta, es
una ilusión que no sirve para las posibilidades reales del
actuar.
La ontología del lenguaje se alimenta de una
interpretación contradictualista y gradualista del ser y
la nada, la verdad y la falsedad, y señala que el ser
sólo es un momento en el proceso del devenir, sólo
una cara –contradictoria– de este mismo proceso. La
otra cara enfrenta al ser con su disolución, y con
las posibilidades de transformación. Esto es lo que
llamamos nada. Como el ser es precario –el ser es falta de
ser– la noción de nada permite crear un procedimiento
para coloca a la noción de ser en tensión y desde
el cual emerge la prioridad del proceso de devenir.
Ser otro es devenir, es dejar de ser uno para ser otro,
y sólo puede haber devenir si el ser es concebido como
gradualmente incompleto: es y no es a la vez. Por eso, ser y nada
son términos fundamentales para una ontología del
lenguaje.
- Sobre la riqueza de interpretaciones en la filosofía
Oriental habría mucho que comentar. Una buena
referencia histórica y contemporánea es: James W.
Heising, Filósofos de la Nada. Un ensayo
sobre la Escuela de
Kioto. Herder, Barcelona, 2002. - Véase John Barrow, El libro de la nada,
Crítica, Barcelona, 2001. - Ver G. W. F. Hegel, Ciencia de la
lógica, Hachette, Buenos Aires
(t. Augusta y Rodolfo Mondolfo), 1968, p. 77. - Idem. p. 78, Nota 1.
- Jean-Paul Sartre, L´Etre et le
Néant,
Librairie Gallimard, París, 1943, p.60. - Idem. p. 50.
- Idem. 236 s.
- Idem, p. 129.
- Ídem. p. 516.
- Ver idem. Primera parte, capítulo V, "El
origen de la Nada" - Jean Paul Sartre, El existencialismo es un humanismo. Losada,
Buenos Aires, p. 16. - Jean Paul Sartre, L’ Etre et le Néant,
loc. cit. p. 88. - Véase Bart Kosko, Pensamiento borroso,
Crítica, Barcelona, 1995. Igualmente, véase Bas
Aarts y otros, Fuzzy Grammar: A reader, Oxford
University Press, Nueva York, 2004. - Una presentación sistemática se
encuentra en: Lorenzo Peña, Rudimientos de
lógica matemática, Consejo Superior de
Investigaciones
Científicas, Madrid,
1991. - Cfr. Rafael Echeverría, Ontología
del lenguaje, Granica, Buenos Aires, 2005. - Lorenzo Peña, Fundamentos de
ontología dialéctica, Siglo XXI, Madrid,
1987, p. 120s. - Idem. p. 140.
Walter Beller