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Del elogio de la nada a la ontología del lenguaje




Enviado por Walter Beller



     

     

    La Nada en su
    dimensión conceptual

    La Nada en su
    dimensión existencialista

    La Nada en la
    dimensión ontológica del
    lenguaje

    Notas

     

    Como tema filosófico, la Nada se interpreta al
    menos bajo tres horizontes diferentes: (1) como concepto
    metafísico, cuando se distingue y opone el no-ser al ser;
    (2) como experiencia existencial, cuando se la concibe inscrita
    en la condición humana y fundamento de la libertad, y
    (3) como constituyente del lenguaje,
    cuando se discute su semántica (su referencia) y su
    aplicabilidad.

    En el caso de la filosofía occidental, (1) la
    concepción sobre la Nada se remonta a Parménides y
    su tesis
    canónica: el ser es y el no ser no es, de la cual
    se desprende el principio metafísico Nihil ex nihilo
    fit
    ("Nada surge de la nada"), que equivale a la
    proposición "Nada sucede sin una causa".

    Dicha tesis ha sido aceptada hasta cierto punto por el
    sentido común y es defendida por ese tipo de discurso
    filosófico ceñido a la bivalencia. Por otra parte,
    aunque el término metafísico ‘nada’ y
    la noción de ‘vacío’ no son exactamente
    equivalentes, hasta el Renacimiento
    se creía que ningún proceso
    físico podría ocurrir por efecto de la nada; por
    eso se aseveraba que "la naturaleza
    aborrece el vacío". Sin embargo, esa concepción
    entraña una serie de obstáculos
    epistemológicos y científicos.

    Por ejemplo, el número cero representa un
    concepto fundamental para la matemática, lo mismo que el de conjunto
    vacío
    en la teoría
    de conjuntos
    (¿no son estos conceptos expresión de la nada?).
    Igualmente, la mecánica
    cuántica ha descubierto que el vacío
    desempeña una función
    explicativa completamente contraria al principio
    metafísico que opone sin más el ser al no-ser. No
    obstante la importancia de esos desarrollos,(2) aquí nos
    circunscribiremos al terreno filosófico.

     

    La
    Nada en su dimensión conceptual

    En general, el concepto de Nada se refiere a lo que no
    tiene ser o realidad; también remite a la ausencia de ser.
    Es, literalmente, el no-ser. Y si la Nada no es ningún
    ser, por ende, no tendría sustancialidad alguna. Sin
    embargo, la versión hegeliana dará un giro
    inusitado al tema y terminará por subvertir el principio
    parmenídeo.

    Hegel afirmaba que, en el primer movimiento de
    la Ciencia de la lógica, el ser y la nada son lo
    mismo
    , unidad que prepara la síntesis
    del devenir.(3) Según Hegel, la
    lógica es un proceso que parte de la idea más
    abstracta y más vacía, es decir, comienza por la
    idea de Ser, entendido como ser puro, carente de cualquier
    determinación interna o externa, sin cualidad ni
    relación. Concebido así, el ser no es sino una
    forma vacía, una afirmación por la cual no se
    afirma nada.

    Contrario a la tesis parmenídea, Hegel sostiene
    que ser y nada coinciden pues se encuentran igualmente
    indeterminados, o son igualmente abstractos. En realidad,
    sólo se contraponen al "ser determinado", constituido a su
    vez por el ser y la nada, una vez que hayan perdido su carácter abstracto.

    La nada está, pero relativamente, en el ser mismo
    –en cada ser y en cada grado de ser– como
    su otro y su negación específica.
    Pensar la nada es pensar el ser en general, aislado, en
    sí, del cual se advierte inmediatamente la insuficiencia y
    el vacío. La tesis de Hegel será: el ser no es y
    el no-ser es
    . Por consiguiente, el verdadero ser no excluye
    la nada, sino que la admite en él: se afirma
    negándose y por su misma negación.

    Por otro lado, Hegel rechaza la tautología que
    enuncia: "la nada es la nada". (4) Esta objeción
    supone que siempre hay algo del ser en la nada y hay
    algo de la nada en el ser, según el principio de
    interpenetración de los opuestos, que a su vez nos indica
    la existencia de una relación de gradualidad entre
    ambos. Así pues, la nada no sería estrictamente
    nada, no sería la total y absoluta ausencia de ser, puesto
    que al determinarse deviene en algo
    (determinado).

    El devenir conceptual resulta del constante paso
    del ser a la nada y de la nada al ser. Cada nueva
    determinación conceptual repite y amplía el
    proceso: lo indeterminado se determina desde un punto de vista,
    pero al mismo tiempo queda
    indeterminado respecto a una nueva y posterior
    determinación, bajo la figura de un espiral infinito. El
    no-ser es negación del ser y por ello Hegel reafirma la
    tesis de Spinoza: "toda determinación es una
    negación" con respecto a la totalidad del ser.

    Ahora bien, de acuerdo con la lógica formal, la
    negación surge de la no atribución de un
    predicado a un objeto. Por ejemplo, decimos "esto no es un
    libro", o bien
    "esto no es un lápiz", lo cual significa que "esto
    es todo lo demás, únicamente no es un
    libro", o "es un no-lápiz". ¿Qué es,
    entonces, "todo lo demás"?

    La expresión "todo lo demás,
    excepto…" implica una cierta determinación que
    divide –según el principio del tercer excluido de la
    lógica formal clásica– en dos y sólo
    dos posibilidades: O esto tiene la propiedad A o
    no tiene la propiedad A, es decir, es A o no-A, sin que haya otra
    posibilidad. Hegel rechaza esta visión dicotómica y
    señala que el término ‘no A’ no se
    plantea más que para desaparecer. De modo que al
    aseverar "esto no es un libro", dividiendo en libro y no libro
    el universo
    del discurso, el término no-libro implica cualquier
    otra cosa, con tal que no sea libro. Podría, entonces,
    decirse: "un escritor no es un libro", fórmula que es
    correcta, sí, pero no habría libro sin un escritor
    que lo hubiera escrito. Esta es la respuesta de Hegel. Y aclara:
    toda negación es siempre una negación determinada o
    específica; es decir, se enuncia sólo de aquello
    con lo cual puede tener alguna compatibilidad, respecto de una
    síntesis superior que comprenda A y no-A, el ser y el
    no-ser.

    La expresión ‘lo que no es A’ es una
    negación y constituye una forma o expresión de la
    Nada. Así, la solución hegeliana modifica la
    problemática largamente mantenida por la vigencia de la
    tesis de Parménides, pero su respuesta permanece en el
    campo de la metafísica. Será Heidegger quien
    dará un paso más con el examen ontológico de
    la Nada, vista ahora no desde el ángulo meramente
    conceptual sino con relación al ser humano. La Nada
    será ahora concernida a lo humano. Esa también
    será la perspectiva de Sartre.

     

    La
    Nada en su dimensión existencialista

    Lo que para Parménides y para Hegel eran
    conceptos, para Sartre serán experiencias al
    límite, vivencias, subjetividad, angustia, náusea,
    libertad. Los términos, ser y nada, son los mismos, pero
    su interpretación adquirirá otros
    acentos y matices diferentes. En El Ser y la Nada, Sartre
    escribe: "el hombre es
    el ser por el cual la nada adviene al mundo".(5) Y a
    continuación se interroga por cuál es la
    condición del hombre para
    que, por él, la Nada advenga al mundo.

    La sorpresa es que Sartre retoma la tesis de
    Parménides y advierte: "Aquello que hay que recordar
    contra Hegel, es que el ser es y la nada no
    es
    ".(6)

    Sin embargo, Sartre no quiere retroceder a la
    metafísica. Por eso interpretará la
    distinción entre ser y nada dentro de la oposición,
    elaborada por el, del en-sí y el para-sí,
    términos que hacen referencia a una particular forma de
    ser-en-el-mundo.

    El en-sí designa la realidad, lo que es, el mundo
    lleno de sí mismo; en suma, comprende la plenitud del ser.
    En el otro extremo, Sartre coloca a la conciencia, lo
    indeterminado e indeterminable que, sin embargo, determina, pues
    da sentido al en-si. Por eso el para-sí se define
    –señala Sartre– "como lo que no es y el que no
    es lo que es". En otras palabras: el para-sí tiene una
    presencia paradójica porque ni es ni deja de ser. Su
    especificidad –como lo advirtió Heidegger– se
    refiere al ser que cuestiona al ser, y sólo lo puede
    cuestionar si es diferente al ser.

    Sartre dice en El Ser y la Nada: "[el
    para-sí es] un ser para el cual en su ser es
    cuestión de su ser, en tanto que este ser es esencialmente
    una determinada manera de no ser un ser que se opone a la
    vez como otro que él". (7)

    Por tanto, la nada se origina en el para-sí y
    será "ese agujero del ser […] La nada es el acto
    por el cual el ser pone en cuestión al ser, es
    decir, justamente, la conciencia o para-sí".(8) Por
    eso, ser y nada no coinciden. El en-sí es lo que es,
    mientras que el para-sí es lo que puede ser de otro
    modo, negando y negándose al ser en-si. El para-sí
    comprende, pues, la conciencia de la libertad y la libertad de
    la conciencia
    . Si todo fuera ser, no habría espacio
    para la interrogación ni para la
    negación.

    Pero la cuestión es que si hay ser por todas
    partes, ¿de dónde podría derivar la nada? Si
    el en-sí es mera afirmación de lo que es, la nada,
    razona Sartre, sólo puede provenir de la negación,
    una prerrogativa de lo humano, según el
    filósofo existencialista. De ahí que la
    negación sea constituyente del para-si. De este modo, la
    negación o la Nada anteceden al juicio de la
    lógica, y éste sería una
    manifestación del no-ser en el hombre.

    La libertad, añade Sartre, coincide en el fondo
    con la nada que habita en la condición humana. "Para la
    realidad humana, ser es elegir: nada le viene de afuera, ni de
    dentro tampoco, que pueda recibir o aceptar. Está
    completamente abandonado, sin ayuda de ningún tipo, a la
    insostenible necesidad de hacerse hasta el mínimo detalle.
    De esta forma, la libertad no es un ser: es el ser del hombre, es
    decir, su vacío de ser. Si se concibiese al ser humano
    como un ser pleno, sería absurdo buscar después en
    él momentos o regiones psíquicas donde fuese
    libre." (9)

    El ser humano, el para-sí, no está hecho,
    bajo ningún aspecto, sino que tiene que hacerse a cada
    momento a sí mismo. La realidad humana se reduce a
    hacer. Mi hacer, el hacerme a mí mismo, aquí
    y ahora, sólo es contingencia pura, ya que nada determina
    el empeño de hacerme a sí mismo. La elección
    y el proyecto son
    completamente libres, sin justificación ni fundamento. Se
    apoyan en la nada.

    No sólo soy el arquitecto de mi propio destino,
    sino que no puedo dejar de serlo y hacerlo. No puedo quedarme
    expectante a que surjan tales o cuales posibilidades desde fuera
    de mí o incluso dentro de mí. Pero también
    estoy sometido a las leyes naturales y
    los hechos del mundo, y sobre ellos no tengo libertad, es decir,
    en la facticidad no puede haber posibilidades mías. En
    cambio, si
    siento miedo ante un acontecimiento, el miedo, que supone
    una "captación de mí mismo", es una realidad de y
    en mi conciencia, y en ésta reconozco mis posibilidades.
    ¿Cómo reacciono ante mi miedo? La conducta que
    acometa (huyo, lo enfrento, me paralizo) serán
    posibilidades mías. (10)

    La libertad es lo contrario a la necesidad: porque es
    azar y contingencia. No sé ni puedo saber por anticipado
    cómo voy a reaccionar ante mi miedo. Y sin embargo, tengo
    que elegir en el momento preciso. Incluso, no elegir es elegir.
    La elección es presente, aquí y ahora, en ausencia
    de cualquier determinación, justificación o apoyo.
    De ahí la angustia y la operación para
    ocultármela: la mala fe. Porque "el hombre es angustia"
    (11) y es responsable ante sus elecciones. Negarse a aceptarlas
    implica mentirse a sí mismo.

    "El ser humano –dice Sartre– no es
    sólo el ser por medio del cual aparecen en el mundo
    negatividades, es también el ser que puede tomar actitudes
    negativas respecto de sí mismo." (12) Cuando la
    negación, en vez de dirigirse a lo exterior, es dirigida a
    uno mismo nos encontramos ante la mala fe, intento de
    autoengaño dentro de la conciencia para evitar o soslayar
    la angustia.

    En suma, para Sartre, la Nada es la condición de
    existencia del ser humano. Ya no es más un concepto
    metafísico sino una vivencia, con toda su carga de
    negatividad, libertad, angustia y desesperación, en la
    búsqueda de encontrar un sentido al sin sentido de la
    existencia.

     

    La
    Nada en la dimensión ontológica del
    lenguaje

    A mediados del siglo XX se produjo un corte en la
    filosofía: "el giro lingüístico" es el cambio
    radical que lleva a reconocer que las nociones filosóficas
    deben plantearse analizando las estructuras
    del lenguaje. De esta manera, las discusiones sobre el Ser y la
    Nada se subordinan al examen del lenguaje. En general, el lenguaje
    será la clave para comprender los fenómenos
    humanos, en lugar de recurrir a los conceptos, las vivencias o la
    conciencia.

    Con la "era del lenguaje" se inaugura una nueva
    ontología al sustentar que todo lo que soy, hasta el
    núcleo de mi ser, me ha sido impuesto por el
    lenguaje (Heidegger, Wittgenstein, Lacan). La experiencia humana
    y lo que representa en la experiencia de la existencia, se
    realizan desde el lenguaje.

    Ahora bien, en sus inicios el análisis del lenguaje estuvo dominado por
    el positivismo
    lógico; en ese momento se buscaba "superar" o
    "eliminar" la metafísica, haciéndola ver como un
    discurso insostenible. El programa-tesis de
    Carnap se presenta en el texto La
    superación de la metafísica por medio del
    análisis lógico del lenguaje
    , donde el
    filósofo positivista objeta la pertinencia del
    término ‘nada’, considerándola un
    auténtico sinsentido que viola en forma grave la sintaxis
    lógica.

    Carnap señalaba que el término
    ‘nada’ es usado, equivocadamente, en el discurso
    metafísico como un sustantivo, cuando en realidad
    –en una buena sintaxis– es la negación de
    cualquier objeto. Asumía que el término
    ‘nada’ sólo debería usarse para
    formular una proposición existencial negativa ("no existe
    el objeto que…"). Por ende, la definición de
    ‘nada’ negaría su existencia. Desde el punto
    de vista gramatical, querer hablar de la Nada implica emplear
    "pseudoproposiciones", que son inconciliables con el "lenguaje
    lógicamente perfecto".

    En una etapa posterior, el análisis
    lingüístico-filosófico amplió
    extraordinariamente sus horizontes en al menos tres aspectos: 1)
    pasó a examinar el lenguaje ordinario, lo cual
    posibilitó encarar fenómenos antes rechazados como
    la vaguedad y los conceptos borrosos o difusos del
    lenguaje (dando paso a la consideración de la
    gradualidad y así poder hablar,
    con fundamento, de grados del ser y de la nada)(13); 2) la
    construcción de las lógicas
    heterodoxas y dentro de ellas los sistemas
    contradictoriales (que hacen posible elaborar verdaderas
    inferencias en las cuales intervienen proposiciones de la forma:
    ‘[un objeto] es y no es a la vez’),(14) y 3) la
    formulación de una ontología del lenguaje que
    sustituye el tradicional "lenguaje del ser" por un nuevo
    "lenguaje del devenir" (y para ello introduce como principio
    fundamental la noción de nada).(15)

    El nuevo análisis del lenguaje empezó a
    revelar que hay varios problemas con
    la partícula "es" cuando se incluye en frases como "el ser
    es" y, correlativamente, en "la nada no es".
    ¿Quiere decirse que el ser es el ser y el no-ser
    no es ser? Se concluye que esas frases están
    constituidas por una interpretación apoyada en los
    principios
    lógico-formales de identidad,
    no-contradicción y tercero excluido. Entonces, la tesis de
    Parménides es en realidad una interpretación, una
    versión, y como tal hay que tomarla.
    (Interpretación presente todavía en Carnap.) Cuando
    las lógicas no clásicas abandonan esos principios
    formales y los sustituye por otros, los resultados son
    otros.

    Desde esta otra perspectiva del análisis del
    lenguaje se puede abordar la cuestión de la Nada y el Ser
    y advertir que la interpretación parmenídea hace
    equivalente la partícula "es" a "existente" (‘el ser
    es’, equivale a: ‘el ser existe’) y,
    correlativamente, la partícula "no es", la nada, a
    "inexistente" (‘la nada no es’, equivale a: ‘la
    nada no existe’). Pero el problema radica en las
    estructuras mismas del lenguaje, porque el lenguaje crea y
    designa todo tipo de entes: existentes, relacionados con alguna
    realidad externa al lenguaje, e inexistentes, no relacionados con
    la realidad extralingüística (gnomos, hadas, duendes,
    cronopios, personajes de ficción). Don Quijote no
    existe, pero ¿diríamos que "es nada"?

    Pensar es pensar algo; imaginar es imaginar algo.(16) Si
    el Quijote fuera nada, uno no podría ni siquiera pensar en
    él, ni imaginarlo, ni concebirlo, pero tampoco
    podría amarlo, admirarlo o criticarlo. Platón,
    en El Sofista, ya se había ocupado de los entes de
    ficción y aseveraba que deben tener algún grado
    de realidad o existencia
    . Y donde hay gradualidad, hay grados
    de existencia, y donde éstos se dan, surgen
    contradicciones.

    Por supuesto que es contradictorio aseverar que
    exista la inexistencia (ser el no-ser), porque una
    propiedad sólo puede existir si está ejemplificada.
    Si existen los inexistentes es que hay entes inexistentes. Pero
    existen los inexistentes porque hay entes que sólo son
    existentes hasta cierto punto. Su existir no existiendo (o su no
    existir aun existiendo) –como señala Lorenzo
    Peña– estriba en su existir sólo hasta cierto
    grado.(17)

    Por consiguiente, el renovado análisis del
    lenguaje nos ha conducido a aceptar la contradicción y
    afirmar el ser del no-ser, afirmación que sólo
    resulta formal y ontológicamente admisible en un sistema de
    lógica paraconsistente y gradualista, aquel que cuestiona
    la vigencia incondicional de los principios
    lógico-formales clásicos.

    Por otra parte, además de los entes de
    ficción, hay otros asuntos relativos a la existencia de lo
    inexistente: las carencias, las fallas, las omisiones y, en
    general, lo correspondiente a la falta. ¿Podemos
    legítimamente decir que el problema principal de México es
    la falta de igualdad
    social? Si es así, ¿qué estatuto tiene esta
    falta? No es un problema de imaginación, sino de que esa
    falta existe en nuestro lenguaje y nos permite pensar algo de la
    realidad social. Lo mismo se puede decir de las omisiones: hay
    delitos por
    omisión (opuestos a los de comisión). Son
    ausencias: describen un no-existente que existe.

    Cuando se declara que no se respeta la dignidad de
    las mujeres, el no-respeto
    ¿existe? Hablamos de algo que se puede concebir, y si se
    puede concebir, existe; es algo inexistente que existe, aunque
    ese algo sea una ausencia.

    La metafísica no dialéctica y la
    ontología sartreana no admiten que el ser tenga
    grados: el ser es al 100% y, de la misma manera, la nada
    sería al 0%, habiendo un abismo insalvable entre uno y
    otra. En cambio, el principio borroso o difuso sostiene que "todo
    es cuestión de grado" y este principio resulta de una
    interpretación diferente a la lectura
    bivalente de los hechos.

    La ontología del lenguaje establece que hagamos
    lo que hagamos, digamos lo que digamos, en ello se revela siempre
    una cierta comprensión de lo que es posible para los seres
    humanos. De modo que cualquier aseveración que hagamos
    sobre "el ser en general", estará basada en esa
    compresión de las posibilidades, de acción
    o reflexión, que subyacen a la estructura
    humana, determinada por el lenguaje. Y lo propio cabe decir de
    cualquier afirmación sobre el no-ser existente, existente
    de alguna manera, en cierto grado.

    Lo existente como lo inexistente, el ser y la nada, son
    construcciones lingüísticas, interpretaciones que
    varían según la comprensión de lo que es
    posible para los seres humanos. Asumir que sólo hay ser,
    plenitud, completud, tiene consecuencias para mis posibilidades
    de actuar. En eso tiene razón Sartre. Pero no la tiene
    cuando piensa que la Nada es absoluta, sin grados, sin
    excepciones. Él mismo se dio cuenta de ello e
    intentó rectificar en su Crítica de la
    razón dialéctica
    , advirtiendo que en el obrar
    humano siempre hay condicionantes (históricos,
    ideológicos, sociales y familiares) que el sujeto no
    controla ni puede modificar.

    La libertad absoluta, derivada de una Nada absoluta, es
    una ilusión que no sirve para las posibilidades reales del
    actuar.

    La ontología del lenguaje se alimenta de una
    interpretación contradictualista y gradualista del ser y
    la nada, la verdad y la falsedad, y señala que el ser
    sólo es un momento en el proceso del devenir, sólo
    una cara –contradictoria– de este mismo proceso. La
    otra cara enfrenta al ser con su disolución, y con
    las posibilidades de transformación. Esto es lo que
    llamamos nada. Como el ser es precario –el ser es falta de
    ser– la noción de nada permite crear un procedimiento
    para coloca a la noción de ser en tensión y desde
    el cual emerge la prioridad del proceso de devenir.

    Ser otro es devenir, es dejar de ser uno para ser otro,
    y sólo puede haber devenir si el ser es concebido como
    gradualmente incompleto: es y no es a la vez. Por eso, ser y nada
    son términos fundamentales para una ontología del
    lenguaje.

     

    Notas

    1. Sobre la riqueza de interpretaciones en la filosofía
      Oriental habría mucho que comentar. Una buena
      referencia histórica y contemporánea es: James W.
      Heising, Filósofos de la Nada. Un ensayo
      sobre la Escuela de
      Kioto
      . Herder, Barcelona, 2002.
    2. Véase John Barrow, El libro de la nada,
      Crítica, Barcelona, 2001.
    3. Ver G. W. F. Hegel, Ciencia de la
      lógica
      , Hachette, Buenos Aires
      (t. Augusta y Rodolfo Mondolfo), 1968, p. 77.
    4. Idem. p. 78, Nota 1.
    5. Jean-Paul Sartre, L´Etre et le
      ant,
      Librairie Gallimard, París, 1943, p.60.
    6. Idem. p. 50.
    7. Idem. 236 s.
    8. Idem, p. 129.
    9. Ídem. p. 516.
    10. Ver idem. Primera parte, capítulo V, "El
      origen de la Nada"
    11. Jean Paul Sartre, El existencialismo es un humanismo. Losada,
      Buenos Aires, p. 16.
    12. Jean Paul Sartre, L’ Etre et le Néant,
      loc. cit. p. 88.
    13. Véase Bart Kosko, Pensamiento borroso,
      Crítica, Barcelona, 1995. Igualmente, véase Bas
      Aarts y otros, Fuzzy Grammar: A reader, Oxford
      University Press, Nueva York, 2004.
    14. Una presentación sistemática se
      encuentra en: Lorenzo Peña, Rudimientos de
      lógica matemática
      , Consejo Superior de
      Investigaciones
      Científicas, Madrid,
      1991.
    15. Cfr. Rafael Echeverría, Ontología
      del lenguaje
      , Granica, Buenos Aires, 2005.
    16. Lorenzo Peña, Fundamentos de
      ontología dialéctica
      , Siglo XXI, Madrid,
      1987, p. 120s.
    17. Idem. p. 140.

     

    Walter Beller

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