- El Cigarro.
Historia - Proceso de elaboración
del cigarro - Recolección y tipos de
tabaco - Variedades de
tabacos - Del campo a la
fábrica - Curación al
aire - Primera y Segunda
fermentación - Despalillo y
clasificación - Oreo y
enterciado - La elaboración de
tabacos torcidos - Tripa, capote y
capa - Preparación
- El
rezagado - La liga
- El
torcido - El torcido
manual - Los formatos (el
vitolario) - Las
variantes - El control de
calidad - El escaparate. La
escogida - El anillado, fileteado y
terminado - Saber de
Cigarros - Conservación
- Fumada. Corte.
Encendido - Bibliografía
El 28 de octubre de 1492 fue una fecha clave en la
historia del tabaco. Ese
día, Colón y sus naves llegaron a la bahía
de Bariay, cacicazgo de Maniabón, en la costa noreste de
la isla de Cuba, al
norte de la actual provincia de Holguín. "…Es aquella
isla la más hermosa que ojos hayan visto…"
escribiría luego Colón en su diario, impresionado
por el esplendor y la variedad de colores que le
ofrecía la tierra
que acaba de descubrir.
Unos días más tarde Colón, como
era su costumbre, mandó a dos de sus hombres, Luis de
Torres y Rodrigo de Xerez, a explorar la zona circundante y, si
era posible, contactar con los emisarios del Gran Kan.
Colón aún creía que había llegado a
las Indias, y su única obsesión era reunirse con
dichos emisarios para llevar a cabo la principal misión
que le habían encomendado los Reyes Católicos:
firmar un tratado comercial.
Entre los días 2 y 5 de noviembre, los dos
exploradores recorren la zona próxima al lugar de
desembarco y se encuentran con los habitantes de la isla, los
indios Taínos. Una de las cosas que más les llama
la atención es ver a hombres y mujeres
aspirando el humo de unos cilindros de hojas secas.
De regreso a Playa Blanca, en la bahía, relatan
a Colón lo que han visto y éste hace la siguiente
anotación en su diario el día 6 de noviembre de
1492:
"…Iban siempre los hombres con un tizón en
las manos (cuaba) y ciertas hierbas para tomar sus sahumerios,
que son unas hierbas secas (cojiba) metidas en una cierta hoja
seca también a manera de mosquete…, y encendido por
una parte del por la otra chupan o sorben, y reciben con el
resuello para adentro aquel humo, con el cual se adormecen las
carnes y cuasi emborracha, y así diz que no sienten el
cansancio. Estos mosquetes… llaman ellos tabacos".
Hay que destacar las palabras "cuaba", "cojiba" y
"tabaco" que utiliza Colón en su diario. Se cree que
"cojiba" (también cohiba, cohoba o cojoba) es la palabra
taína que designaba al mosquete o rollo de hojas secas
que fumaban, el primer nombre del cigarro. "Cuaba" hace
referencia a un arbusto del Caribe que aún hoy se
utiliza en el campo para transportar fuego de un lugar a otro y
para encender hogueras, debido a su extremada combustibilidad.
Y "tabaco" era el nombre del tubo en forma de "Y" con el que
los indios aspiraban tabaco en polvo, aunque hoy es la palabra
que se usa en Cuba y República Dominicana para decir
"cigarro".
Se cree que la planta de tabaco, la "Nicotiana
Tabacum", es originaria de la zona del altiplano andino y que
llegó al Caribe unos 2.000 ó 3.000 años
antes de Cristo. Cuando Colón llegó a América, la planta ya se había
extendido por todo el continente y casi todas las tribus y
naciones de América habían tenido contacto con el
tabaco y tenían con él una relación
más o menos intensa.
Lo utilizaban en sus ceremonias mágicas y
religiosas (los chamanes lo usaban para entrar en trance y
ponerse en contacto con el mundo de los espíritus), en
medicina
(hacían cataplasmas para curar afecciones de la piel) e
incluso había tribus que lo consumían como
alimento. Fruto de este intenso contacto de los indios con el
tabaco, los españoles se encontraron con un
sinfín de palabras que designaban al mismo, cada una en
una lengua o
dialecto diferente: yoli, petum, picietl, cumpai, tobago,
etc.
Los primeros tiempos del tabaco no fueron
impresionantes. La colonización, el establecimiento de
ciudades, puertos y bases comerciales eran prioritarios. Cuando
empezaron a crecer estos asentamientos debido al comercio y a
la afluencia de colonos, la principal preocupación de
las recién creadas "ciudades" fue la obtención de
alimentos
para mantener a su creciente población. No cabía el cultivo de
una planta que no era comestible. Pero poco a poco, las
colonias superaron la necesidad de una economía de
subsistencia y sus habitantes pudieron dedicarse a otras
actividades, entre ellas el comercio, especialmente el de los
excedentes agrícolas y el de los nuevos y
exóticos productos de
lujo provenientes del Nuevo Mundo.
Pero Colón y sus hombres ya habían
mostrado al mundo el tabaco y, poco a poco, este empezó
a ser conocido y apreciado en otros países. Walter
Raleigh, lo llevó a Inglaterra y
Jean Nicot, embajador de Francia en
Portugal (a él se debe el nombre de la Nicotiana
Tabacum), lo introdujo en la corte francesa
recomendándoselo a la reina como remedio para sus
jaquecas.
El uso del tabaco se puso de moda entre
las clases acomodadas debido a que durante esos primeros
tiempos se le atribuyeron infinidad de propiedades curativas,
casi milagrosas. Pero no era consumido en forma de cigarro,
sino en polvo, una de las formas sencillas en que lo
consumían los indios.
Surgieron los "molinos de tabaco" que se encargaban de
obtener el valioso polvo conocido como "rapé" (en
francés, raspado), raspando y moliendo la hoja de tabaco
que había sido tratada previamente. Esta fue la forma
más frecuente de consumir tabaco durante el s. XVI y
primera mitad del s. XVII.
En el Archivo
Histórico de la Real Fábrica de Tabacos de
Sevilla, se constata que los cigarros cigarros elaborados por
hombres, arrancan allí en la segunda mitad del siglo
XVII (1686), y en la Fábrica de Cádiz, algo
más tarde, empiezan a ser elaborados por mujeres, origen
de las célebres "cigarreras".
La manufactura
de estos primitivos cigarros manuales no era
muy diferente de la actual. Se fabricaban cigarros grandes en
los que la capa se sujetaba por sí misma gracias al
almidón en el que se humedecía, ganando rigidez y
facilitando la introducción de la tripa. Los cigarros
medianos de "hila colorada" (otro método
para sujetar la capa era atarla con un hilo), muy apreciados en
la época, eran conocidos como "papantes", y precisaban
de mayor destreza al no recibir almidón. Además,
se elaboraban otros cigarros pequeños, que alcanzaron
gran celebridad, atados con hila blanca, "a la moda de
Cádiz".
La primera aparición de las anillas se
relaciona con la necesidad de tapar el hilo que ataba la capa y
evitar que quedase colgando. Más adelante, las anillas
se hicieron algo más anchas para evitar que los
caballeros se mancharan los blancos guantes al sujetar el
cigarro.
De ahí a que se imprimiera en ellas la marca del
fabricante quedaba sólo un pequeño detalle: la
invención del sistema
litográfico de impresión. Los primeros cigarros
Habanos llegaron desde la Real Compañía de La
Habana en 1747, incrementándose su consumo en
las décadas siguientes.
Es a partir del s. XIX cuando realmente despega la
primera industria
tabaquera, la de Cuba. Surgen multitud de "chinchales"
(pequeños talleres de torcido de cigarros), de los
cuales sólo unos pocos conseguirán triunfar. Pero
es durante la segunda mitad del siglo cuando se va a empezar a
aclarar el panorama y, a pesar de que siguen surgiendo
chinchales, empiezan a consolidarse las grandes marcas
clásicas, marcas que han llegado con todo su prestigio
hasta nuestros días.
En 1819 se crea la marca Hija de Cabañas y
Carbajal; en 1834 Por Larrañaga; en 1840 Punch; en 1844
H. Upmann; en 1845 Partagás, Ramón
Allones y La Corona; en 1850 Sancho Panza; en 1865 Hoyo de
Monterrey; en 1875 Romeo y
Julieta; en 1882 El Rey del Mundo; en 1884 La Flor de Cano
y en 1885 La Gloria Cubana.
Casi todas estas marcas, además, fueron
fundadas por españoles emigrados a la isla
caribeña y, hasta 1898, año en que se
desencadenó la guerra
hispano-americana en la que se perdió Cuba, la industria
tabaquera estuvo en manos españolas.
Tras la interferencia norteamericana en la Guerra de
Independencia Cubana, que los "mambises" (los
patriotas cubanos) llevaban luchando desde hacía
más de una década, la industria tabaquera
empezó a ser controlada por empresas
norteamericanas.
También es el s. XIX el momento en el que se
desarrollan los vitolarios clásicos, tal y como hoy los
conocemos. Destacan las primeras vitolas, la "Corona" y la
"Media Corona" (posiblemente dos de las más antiguas),
que eran ofrecidos como obsequio a la Corona Española,
junto con otras no tan conocidas en la actualidad, como las
"Regalías", las "Medias Regalías", los
"Imperiales", los "Monarcas", los "Cetros", las "Reinas" y los
"Príncipes".
Al mismo tiempo se
desarrollaron las vitolas genéricas tales como las
"Conchas", las "Conchitas", los "Elegantes" y los "Trabucos"
(de elegante cañón ahuevado o "figurado").
También son dignos de mención los "Vegueros"
(sinónimo de cigarro grande de calidad), los
"Millares" (de fina punta), las populares "Brevas" y los
más pequeños, que tomaron su denominación
del mundo de la farándula, los "Entreactos".
A partir de 1889 comienza la fabricación de los
cigarros de forma mecánica, introducida por el nuevo
"sistema de prensado Farias de tripa corta". Esto supuso el
declive de la elaboración manual por las
tradicionales torcedoras o cigarreras. Se empezó por
producir un tipo de cigarros medianos, denominados "Especiales
Superiores" y "Especiales Finos", que con el comienzo del siglo
XX se llamaron genéricamente Farias, alcanzando pronto
el reconocimiento popular, dada su alta calidad y precio
asequible.
La primera mitad del s. XX es una continuación
de la tendencia de finales del s. XIX, casi como un renacimiento
del ímpetu de la industria tabaquera, que había
sido cortado en seco por la guerra y por la intervención
americana. Se crean nuevas marcas y, así, nacen Fonseca
y La Belinda en 1907; Bolívar en 1927; Quintero y Hno. entre
1924 y 1940 (la fecha es imprecisa); Troya en 1932; Montecristo
en 1935; Flor de Rafael González Márquez en 1936
y Saint Luis Rey en 1940.
La evolución de las marcas es continuo, y
siguen surgiendo marcas nuevas y desapareciendo otras antiguas
hasta que llega el año 1959 y, con él, el triunfo
de la Revolución.
El nuevo gobierno
reorganiza la industria tabaquera y se suma al progreso de las
marcas y la calidad de los cigarros. En 1966 nace Cohiba
(considerado el mejor habano del mundo); en 1969 Trinidad, el
regalo de protocolo
del gobierno de la República de Cuba; en la
década de los 70, con el apoyo de SEITA (hoy, parte de
Altadis), Quai d'Orsay; en 1996 Cuaba; en 1997 Vegas Robaina y
en 1999 San Cristóbal de La Habana. Este resurgir de
nuevas marcas es una clara muestra de que
la industria está en pleno periodo de expansión y
de que el mercado
responde y crece de año en año.
A partir de los años cincuenta de este siglo,
se venden en España
alrededor de 200 millones de cigarros, que llegan a su
máxima expansión en 1975, superando los 1.000
millones de cigarros, tanto peninsulares, como importados desde
Cuba, República Dominicana, Canarias, Filipinas,
Centroamérica y Brasil.
En estos momentos, el crecimiento anual del consumo de
cigarros ronda el 10% y se ha complementado con la llegada de
nuevos tipos de cigarros o "cigarritos": los minis, los puritos
y los midis o chicos. Esta nueva moda tiene unos crecimientos
espectaculares, llegando al 30 ó 40 % anual, y se
destaca como la nueva tendencia en el mundo del
cigarro.
Proceso de
elaboración del cigarro.
Se cree que la planta del tabaco es originaria de
América del Sur, de la zona del altiplano andino, y que
llegó al Caribe unos 2.000 ó 3.000 años
a.C. Siempre estuvo relacionada con las prácticas
mágicas, religiosas y médicas de los
indios.
Durante los siglos XVII y XVIII, cuando el tabaco
empieza a circular entre el Nuevo y el Viejo Continente y el
tabaco proveniente de Cuba empieza a ser reconocido como el de
mejor calidad, comerciantes y contrabandistas empiezan a
comerciar con tabaco y semillas de contrabando
(debido al "Estanco del Tabaco", serie de leyes de 1636),
que intentan plantar en otras zonas para obtener un tabaco de
igual o similar calidad. El cultivo de esas semillas en otras
zonas hizo que las especies se hibridaran de forma natural, por
lo que hoy se considera que casi todas las variedades
descienden de una u otra forma de la planta cubana original o
"Criollo".
El cultivo del tabaco es una labor ardua y delicada
que requiere de mucha experiencia y trabajo en
unas condiciones muy duras.
Altas temperaturas y humedad, cuidados muy
específicos y exigentes (riego, desbotone, deshijado,
abono, pesticida, etc.) y escasos beneficios y reconocimientos,
no impiden que el campesino se
entregue al cultivo del tabaco con toda su alma y un
íntimo conocimiento
del producto.
Todo esto, fruto, en la mayoría de los casos,
de una larga tradición familiar y de la forma en que se
vive el mundo del tabaco: como parte intrínseca de la
cultura
popular, surgida de las raíces taínas y la
tradición española y entrelazada con el
misticismo llegado de África.
Así se refiere el escritor norteamericano
Samuel Hazard a la dedicación del veguero:
"…guiado por los resultados de una larga experiencia
transmitida por sus antecesores, el agricultor conoce sin que
lo sepa explicar científicamente, la manera de aumentar
o disminuir la fortaleza o la suavidad del tabaco. Su mano
derecha, como si fuera guiada por un instinto, sabe qué
brotes hay que arrancar para poner un límite al desarrollo o
crecimiento de la planta o que poda es necesario hacer para
dejarle sólo las hojas de la mejor calidad.
Pero el principal cuidado, al que dedican la mayor
parte de sus horas de vida, es al exterminio de los voraces
insectos que atacan la planta… El veguero pasa noches
enteras provisto de luces, librando los brotes que comienzan a
abrirse de los destructores insectos. Todavía tiene que
librar una más dura batalla contra sus peores
enemigos…"
Durante el verano, Diciembre, Enero y Febrero se
empiezan a preparar tanto las vegas como los semilleros,
eligiendo terrenos sueltos y bien drenados, preferiblemente
cerca de una fuente de agua.
Debido a que las raíces de la planta del tabaco
son muy delicadas, es necesario que los suelos
estén muy sueltos, por lo que el veguero debe roturar
los campos repetidas veces, consiguiendo al mismo tiempo que el
suelo quede
suelto y que la vegetación presente (usualmente plantas de
tabaco del año anterior) se convierta en abono
natural.
Primero se preparan los semilleros, aplicando
fungicidas y herbicidas para evitar el crecimiento de malas
hierbas y plantas parasitarias y, en septiembre, se procede a
la tirada de semillas. Debido a su diminuto tamaño, la
semilla de tabaco se mezcla con arena o ceniza, para que a
medida que se va lanzando la semilla el terreno quede marcado.
Si la semilla utilizada es buena puede brotar alrededor del 95
ó 98 % de la misma.
La semilla debe ser regada dos veces al día,
tras lo cual se procede a tapar el semillero con paja de arroz
para proteger las semillas del sol directo, del viento y de una
excesiva perdida de humedad. Tras 45 días de riego, las
"posturas" o plántulas tienen unos 15 ó 20 cm. de
altura y están listas para ser transplantadas o
sembradas en las vegas.
Se empieza con las posturas más grandes y
vigorosas, a las que seguirán las demás a medida
que vayan teniendo el tamaño suficiente, pero siempre de
forma uniforme, ya que interesa que cada plantación
pueda ser manejada en bloque. Es importante regar de forma que
la tierra
esté blanda y no se dañen las raíces de
las posturas al desarraigarlas. Las plántulas se
trasladan a las vegas en cajas de transporte.
La siembra se realiza a partir de octubre en etapas, a
medida que las posturas van alcanzando el tamaño
adecuado y, además, para dosificar el esfuerzo que
representa esta labor y, posteriormente, escalonar los
diferentes procesos.
Las posturas se van plantando con una separación de 40
cm. entre ellas.
En esta época empiezan las lluvias, aunque dada
la importancia del riego abundante durante esta fase,
también se continúa regando para obtener una
buena cosecha. Durante esta fase se llevarán a cabo dos
o tres deshierbes para eliminar las malas hierbas.
Los próximos 45 ó 50 días las
plantas los dedicarán a alcanzar su pleno desarrollo,
pero mientras tanto, serán visitadas regularmente para
realizar labores de azada y control de
plagas pero, básicamente, para ir eliminando sus yemas
terminales (desbotone) y sus yemas axilares
(deshijado).
Estas dos tareas son sumamente importantes y tienen
como objeto eliminar el nacimiento de las flores, tanto las de
la corona como las que nacen a lo largo del tallo, bajo las
hojas, ya que estas consumen una gran cantidad de nutrientes
durante su desarrollo, en perjuicio de las partes útiles
de la planta, las hojas. De todas formas, siempre suelen
dejarse algunas plantas grandes y fuertes con flores para la
obtención de buenas semillas.
En esta fase es donde las plantas de una u otra
variedad (Corojo o Criollo) empiezan a seguir procesos bastante
diferentes. El tabaco de tripa y de capote, el Criollo, se
transplanta a las llamadas vegas de sol. En las vegas se
cultiva todo el tabaco de exportación (en forma de habanos), y lo
único que cambia es la vega de procedencia. Todo el
tabaco es de vega de sol, y las vegas se definen por su
calidad, pudiendo ser vegas finas de sol, vegas de primera, de
segunda, etc.
La vega fina se define como aquella que, por las
particulares características de su suelo, clima, etc.,
produce tabaco que, incluso al cabo de cuatro o cinco
años de enterciado (almacenamiento en tercios o pacas), mantiene
intactas sus propiedades organolépticas, a veces incluso
mejorando en calidad con el paso del tiempo. Si la vega es de
segunda, el tabaco ya no es tan resistente al paso del tiempo,
lo cual no quiere decir que no sea bueno, que lo es, sino que
no aguanta tan bien el paso del tiempo y es más
difícil añejarlo.
El tabaco para capa, el Corojo, se lleva a las vegas
de tabaco tapado. La hoja para capa se cultiva principalmente
en vegas seleccionadas de la zona.
El resultado es una capa muy aromática, de
sabor algo dulzón (típico del tabaco cubano),
textura suave y fina y que tiende a los colores claros del
centro de mesa de escogida. Las vegas de tabaco tapado son
campos normales que se recubren con unas telas blancas y finas
de algodón semitransparente a unos tres m.
del suelo, para que la planta de tabaco pueda crecer bajo su
sombra y, al mismo tiempo, no se torne áspera, gruesa y
de color poco
parejo por efecto del sol.
Pasados unos 50 días desde que las posturas
fueron transplantadas, comienza la recolección, un
trabajo pesado, lento y delicado. Hay que recoger las hojas una
a una, a mano, y en cada visita a una planta sólo se
pueden coger dos o tres hojas.
La recolección se hace por cortes, es decir,
por pisos foliares (las hojas que están a una misma
altura), ya que la planta va madurando de abajo hacia arriba.
Las hojas se separan por cortes, ya que su composición
química
y, por tanto, las cualidades organolépticas que
tendrán al final del proceso,
varían en función
de la altura a la que crecen.
Suele realizarse un corte por semana aunque,
más que por fechas fijas, depende del estado de
madurez de la hoja: la hoja empieza a ponerse de color verde
claro, se pone horizontal (se acuesta), los bordes se curvan,
la vena central se pone amarilla y, lo más importante,
al intentar cortarla se quiebra
fácilmente, sin oponer resistencia. A
medida que las hojas van siendo recolectadas, son llevadas a
las Casas de Tabaco.
Aquí empieza la diferenciación de los
tipos de tabaco. La variedad Criollo, destinada a tabaco de
tripa y capote, proporciona 4 de los 5 tipos de hoja que se
utilizan en la elaboración de un cigarro. El tabaco
"volado" o "fortaleza 1" es el que proviene de la parte baja o
pie de la planta. Se caracteriza por tener muy buena
combustibilidad, pocas resinas, bajo contenido en nicotina,
poco aroma y muy poca fortaleza (fortaleza 1).
El tabaco seco, o fortaleza 2, proviene de la parte
central de la planta (centro), y se caracteriza por tener mayor
contenido en resinas y nicotina, más fortaleza
(fortaleza 2) y menos combustibilidad que el volado y por ser
las hojas que más aroma tienen de toda la planta. De
esta parte de la planta también suele proceder el
capote, seleccionado más adelante de entre las hojas
más gruesas y resistentes.
El tabaco ligero, o fortaleza 3, proviene de la parte
superior de la planta (corona), y se caracteriza por tener
más nicotina, resinas y fortaleza (fortaleza 3) que
ninguna otra hoja de la planta, pero, por otro lado, tiene
menos aroma que el seco y es la hoja de menos combustibilidad
de toda la planta. De la otra variedad, Corojo, proviene la
capa, que se clasifica en función del tamaño
(según necesidades de las vitolas), color (según
necesidades de la marca) y textura.
En general existen dos variedades principales de
tabaco, el "Criollo", descendiente de la variedad
autóctona original, que produce tabaco para tripa; y el
"Corojo", exclusivo para capa, que es un híbrido
conseguido por un genetista holandés en 1948 en la finca
"El Corojo", de la que tomó el nombre.
En los Centros Experimentales, constantemente se
llevan a cabo cruces controlados para obtener plantas
más resistentes (especialmente a las enfermedades más
devastadoras del tabaco, como son el moho azul, la pata prieta
y el mosaico del tabaco), de mayor tamaño y mejor
productividad.
Gracias a esta labor se han logrado variedades de
tabaco para capa, derivadas de
la variedad Corojo, como son la "Habana 2000", que se utilizan
en Cuba, Nicaragua, Honduras, Ecuador y
República Dominicana (con muy escasa producción, ya que la capa no se da bien
en esa isla), la Corojo '92, la Corojo '98 y la Corojo '99,
cepas diferentes que han ido mejorando su rendimiento y su
resistencia; y variedades de tabaco para tripa como el Criollo
'98 o Criollo '99, y todo lo llamado "Piloto Cubano" o "Semilla
Cubana" por los fabricantes de otros países.
Evidentemente, el Piloto Cubano nada tiene que ver con
el tabaco cubano ya que el suelo es determinante a la hora de
proporcionar al tabaco sus cualidades. Estas variedades se
cultivan en República Dominicana, en el Caribe,
Honduras, Nicaragua, Ecuador y otros países de la
zona.
En Cuba se obtiene el mejor tabaco del mundo,
especialmente en las zonas de Vuelta Abajo y Semi Vuelta, donde
el tabaco de tripa tiene gran fortaleza (el tabaco cubano no se
puede medir como los demás, ya que su fortaleza es mucho
mayor y cualquier tabaco será suave o medio siempre que
lo comparemos con el cubano), un intenso aroma "en caliente" y
un característico sabor dulzón (debido a su alto
contenido en azúcares), frecuentemente ligado con toques
especiados (a pimienta) y una cierta sensación "terrosa"
(como si dejara tierra en la boca).
Las capas cubanas descendientes de la variedad Corojo,
que se considera la mejor capa del mundo, sólo la
utilizan los cubanos para sus labores, ya que no la venden. Son
capas finas y elásticas, de mucho sabor (dulzonas, por
lo que combinan perfectamente con el sabor del tabaco para
tripa cubano) y con gran variedad de colores, que pueden ir de
los claros a los colorados y maduros.
Todas las hojas de tabaco recién cosechadas
deben sufrir una serie de procesos naturales antes de poder ser
utilizadas para hacer cigarros o, incluso, ser fumadas. Durante
estos procesos de preparación tienen lugar una serie de
transformaciones químicas en la hoja que
modificarán sus propiedades químicas y
físicas y, a su vez, sus propiedades
organolépticas.
El proceso empieza en las Casas de Tabaco,
construcciones de madera de
techo alto de guano (hoja de palma real), orientadas de este a
oeste de manera que el sol
sólo pueda dar directamente en sus dos fachadas durante
el amanecer y el ocaso, para evitar un calentamiento
excesivo.
Aquí tendrá lugar el secado o
curación al aire, al que
seguirán la primera fermentación, el despalillo, la
clasificación, la segunda fermentación, el oreo,
el enterciado o empacado y el añejamiento antes de que
las hojas de tabaco abandonen el campo para ir a la
fábrica.
Todo el tabaco cubano se cura o se seca de forma
natural. Existen otros sistemas
más rápidos que utilizan calefactores u otros
medios, pero
en cuba todo el sacado es natural, con lo cual el tabaco gana
en calidad.
El secado natural es un proceso largo, que exige
atención constante, para asegurar que la temperatura
y la humedad del interior de la casa de tabaco permanecen bajo
control. Si la humedad es demasiado baja, el guajiro
rociará el suelo y las paredes con agua para elevar el
nivel de humedad y, si ésta es demasiado alta,
encenderá hogueras para eliminar el exceso.
Las hojas recién cortadas se llevan a las casas
de tabaco donde se realiza el amarre, atado de las hojas en
grupos de dos o
tres, que luego se ensartan en una gran barra de madera llamada
cuje.
Los cujes se van colgado en la parte inferior de la
casa de tabaco y se van subiendo hacia el techo a medida que
avanza el proceso de secado, proceso natural de la hoja al ir
deshidratándose, que le dará el color
dorado-rojizo característico de la primera parte del
proceso de curación. La curación al aire necesita
alrededor de 50 días para culminar y, durante el
proceso, las hojas llegan a perder un 85 % de su contenido en
agua.
Una vez curadas, las hojas de cada cuje se sueltan y
se atan en un mazo llamado gavilla, formado por unas 40
ó 50 hojas, y se llevan a las casas de
fermentación. Aquí se colocan en unas pilas o pilones
de unos 0,5 m. de alto.
La humedad aún presente en las hojas es
suficiente para desencadenar la primera fermentación,
que puede durar unos 30 días. Este proceso reduce la
presencia de resinas en las hojas que, además, van
tomando un color más uniforme antes de pasar al
despalillo y a la clasificación.
Durante la fermentación debe ser controlada muy
cuidadosamente la temperatura, ya que si llega a superar los
35º C, el pilón debe deshacerse para sacudir y
airear las hojas antes de volver a ser apilado.
Se vuelve a amontonar las hojas pero, esta vez,
formando un pilón mucho mayor. La humedad recogida
durante la moja, junto con la presión
causada por el peso de las hojas, disparan la segunda
fermentación, que puede durar hasta 60
días.
Para controlar este proceso se insertan
termómetros en los pilones (también llamados
burros) y las temperaturas se controlan diariamente, para que
no sobrepasen los valores
determinados para cada tipo de tabaco, aunque según el
tipo pueden llegar a alcanzar los 50 ó 60º
C.
Este proceso se repite varias veces, cambiando la
posición de las hojas en el pilote, de arriba a abajo o
al centro, hasta que la temperatura ya no sigue subiendo, lo
que indica que la fermentación ha concluido.
Durante este proceso, el tabaco sufre una
transformación química que refina aun más
su aroma y su sabor pero, básicamente, elimina el
amoníaco y las otras impurezas que contiene.
En esta parte del proceso se clasifica la hoja por
clases y grados. Para facilitar su
manipulación, las hojas se someten a un proceso de
humectación llamado "moja" o "embetunado".
Las hojas destinadas a tripa y capote se rocían
con el líquido resultante de la maceración de los
palillos de la hoja de tabaco en agua, denominado
"betún".
Luego se les retira la parte más gruesa del
nervio, dos tercios en el caso de las hojas destinadas a tripa,
ya que deben mantener cierta consistencia, y tres cuartas
partes en el caso de los capotes, y se clasifican en
función del color, la textura, el tipo de hoja, la
clase y el
grado.
La textura puede ser mas o menos gruesa, según
el tipo de tabaco extraído. El tipo de hoja se clasifica
según la clase y el grado.
La clase se diferencia según su
condición, grado de rotura y tamaño, que
serán procesados para obtener el capote o
tripa.
El grado, por su parte, se separan según piso
foliar del que provienen en secos, son tabacos de
fortaleza media que necesitan una fermentación
menor; ligeros, tabacos de gran fortaleza que necesitan
un grado de fermentación mayor; y volados,
tabacos muy suaves que necesitan la fermentación mas
corta.
Las capas se rocían con agua pura y no con
betún para evitar que se manchen, pero deben ser
igualmente humectadas para que permanezcan intactas (sin
romperse por estar secas) tras su clasificación
preliminar.
Su despalillo y clasificación tendrán
lugar más tarde, en las fábricas, lo que
garantiza que llegarán allí intactas.
Tras los rigores de esta segunda fermentación,
las hojas deben reposar en parrilleras (oreo) durante unos
días.
Una vez recuperadas, se envasan en pacas de yute
(sacos de arpillera) si se trata de hojas para capote o tripa,
y en tercios de yagua (una especie de paquetes cúbicos
de hechos con la parte de la hoja de la palma real que se
sujeta al tronco) si se trata de hojas para capa.
La yagua, al secarse, tiene la consistencia del
plástico
duro, y ofrece la mejor protección para las preciadas
capas.
Ahora, las pacas y los tercios se trasladan a almacenes donde
reposarán de uno a dos años, tiempo durante el
cual se produce un proceso de envejecimiento que sirve para que
el tabaco se vaya asentando y alcance las condiciones ideales
para ser utilizado.
Periódicamente, se fumigan los almacenes para
evitar la proliferación de insectos (especialmente la
temida carcoma del tabaco) y otras plagas. En el almacén
el tabaco está identificado por su variedad, su corte
(piso foliar), la vega de procedencia, el año de la
cosecha y el tiempo de fermentación, todo lo cual es de
suma importancia para garantizar la consistencia de las
ligas.
Ahora, las hojas de tabaco ya están listas para
abandonar definitivamente las vegas y emprender el viaje hacia
las fábricas y convertirse en cigarros
habanos.
La
elaboración de tabacos torcidos.
La elaboración de los cigarros, cigarros o
tabacos (como llaman al cigarro en Cuba y República
Dominicana) sigue haciéndose como se hacía a
mediados del siglo pasado.
Han podido cambiar los formatos que están en
boga, los sistemas de fumigado, los cajones (cajas) y los
sistemas de conservación, pero la elaboración
cubana sigue basándose en lo mismo: el torcedor, la
tabla de rolar, la chaveta, la guillotina y el molde. Y decimos
"elaboración artesanal" porque es la única que
sigue haciéndose de forma totalmente artesanal, como
hace 150 años.
Aquí, haremos un recorrido por las diferentes
etapas de la elaboración de un tabaco torcido (cigarro),
pero es muy complicado describir el torcido. Se tiene que ver
y, aún así, es difícil creer que se pueda
hacer de una forma aparentemente tan sencilla una
operación tan complicada.
La tripa
La tripa es el alma del cigarro, el núcleo del
que surgen el aroma, el sabor y la fortaleza. La tripa es donde
se combinan hojas diferentes, cada una con una serie de
propiedades distintas, para formar la liga o ligada
(mezcla).
La planta del tabaco se divide en tres partes: el pie,
el centro y la corona. Cada zona da un tipo de tabaco. De la
base vienen las hojas más viejas, que dan tabaco
"volado" o "fortaleza 1", caracterizado por ser de poca
fortaleza, tener poco contenido de nicotina, gran
combustibilidad y poco aroma. Aporta, por encima de todo,
combustibilidad a la ligada; del centro de la planta se obtiene
el tabaco "seco" o "fortaleza 2", más fino, con mayor
contenido de nicotina y resinas, más fortaleza, menos
combustibilidad (debido a las resinas) y mucho
aroma.
Su principal cometido es ese, aportar aroma; y la
corona produce tabaco "ligero" o "fortaleza 3", que son las
hojas más nuevas, las de mayor fortaleza (contienen
más nicotina), más sabor, menor aroma y poca
combustibilidad (tienen muchas resinas). Proporcionan la
fortaleza.
Combinando estos tres tipos de tabaco, los maestros
tabaqueros, crean ligas nuevas o dotan a las diferentes marcas
de una continuidad y de un estilo propio, de manera similar a
la del "coupage" en los vinos. Puesto que las hojas de tabaco
son diferentes cada año (la temporada puede haber sido
más seca, más húmeda, más
cálida, etc.), ellos deben encontrar las ligadas que
garanticen continuidad en cada marca y en cada
vitola.
El capote o capillo
El origen del capote es intrascendente a efectos
prácticos, ya que influye poco en el aroma, sabor y
fortaleza del cigarro (entre el 3 y el 5%). Lo que se busca en
el capote es que sea resistente y sujete bien la tripa y, si es
posible, que añada algo de aroma y combustibilidad al
cigarro, para redondear la ligada.
Si esto no es factible, se intenta que sea muy neutro
(en cuanto a sabor, aroma y fortaleza) para que no interfiera
con las características del cigarro, por esto suele ser
hoja de la misma procedencia que la tripa, aunque de pisos
foliares concretos, de la zona limítrofe entre el centro
(seco) y el pie (volado).
La capa
El caso de la capa es diferente, ya que, de alguna
manera, sí influye en el sabor. La capa es la hoja que
está en contacto directo con la boca, por lo que su
sabor nos acompaña durante toda la fumada, dejando un
regusto, que no debe confundirse con el sabor de la
fumada.
Pero lo que más llama la atención, lo
primero que nos entra por los ojos, es su aspecto. De
ahí que se intente que la capa tenga el mejor aspecto
posible: color uniforme, textura suave y sedosa, pocas venas y,
además, poco marcadas, etc.
Tres son las variedades de capa con más
renombre. La variedad Connecticut, muy fina, de color claro y
muy parejo, de sabor amargo, que viene de EE.UU. y,
últimamente, de Ecuador, donde es más oscura y
menos amarga, es la más utilizada a pesar de su elevado
coste.
La variedad Corojo, un híbrido desarrollado en
Cuba en 1948, muy fina y flexible, algo más oscura y con
más variaciones de color que la Connecticut, pero de un
sabor dulzón que combina perfectamente con el tabaco
cubano.
Y la variedad la variedad Sumatra, derivada de las
plantas que los holandeses llevaron de América y
Asia hace
siglos.
Es la variedad de capa más importante del mundo
en cuanto a cantidades producidas, destacando las
"subvariedades" Java Besuki NO
(NO son las siglas de una contracción de origen
holandés que quiere decir "cosecha lluviosa"), que se
cultiva en Java, la Vorstenlanden y, últimamente, la
T.B.N., que es una mezcla de Sumatra, Java y
Vorstenlanden.
El sabor y el aroma de la capa son muy importantes
para el fumador. En cuanto al aroma la capa suele ser una hoja
muy aromática y/o de buena combustibilidad (volado o
seco), y proporciona un regusto que se mantiene a lo largo de
la fumada, ya que está en contacto directo con la
saliva, donde se disuelven las sustancias que transmiten el
sabor.
Preparación de la tripa, el capote y la
capa
El primer paso en la fábrica es la
recepción y acondicionamiento de las hojas de tabaco a
medida que llegan las pacas y los tercios tras su
añejamiento. El añejamiento es diferente
según el tipo de hoja: un año para los tabacos
volados, hasta dos años para los tabacos secos y el
capote y dos o más años para los tabacos ligeros.
Se abren las pacas y los tercios y se separan las hojas unas de
otras, ya que llevan alrededor de dos años prensadas y
añejándose.
En el caso de las capas, el trato es muy cuidadoso, ya
que la apariencia y calidad es lo que da la primera
impresión del cigarro. La delicadeza de estas hojas
requiere cuidados extremos para poder restaurar su flexibilidad
y sedosidad antes de someterlas al despalillo, escogida y
clasificación, por lo que son sometidas a una moja
especial durante las primeras horas de la mañana (cuando
están más húmedas debido a la humedad
captada durante la noche). Primero, las hojas agrupadas en
fajos se llevan a la sala de zafado, donde son despegadas unas
de otras (zafado) y son humedecidas con agua finamente
pulverizada para que recobren la elasticidad.
Tras la moja, el sacudidor sacude los fajos para
eliminar el agua
sobrante. Luego se llevan a la sala de oreo, una sala
especialmente acondicionada a 32º C y 92 % de humedad,
donde se cuelgan los fajos 3 ó 4 horas para que la
humedad se distribuya uniformemente. De aquí pasan a las
cajas de reposo de capa, cajas especiales forradas con
níquel o plástico, para que adquieran toda la
elasticidad y suavidad que necesitarán durante el
despalillo y el torcido.
Tras este reposo van a las despalilladoras, que
retiran la vena central o "palillo", dividiendo la hoja en dos
mitades. Luego van a la sala de rezagado.
La tripa y el capote, que no dependen de su aspecto
para llevar a cabo la función que se espera de ellos (no
importa si están rotos o si su color no es uniforme), no
requieren de una moja adicional, así que son llevados a
una sala de zafado, donde las hojas se despegan unas de
otras.
El tabaco es fumigado con una sustancia totalmente
inocua, que no altera ni el sabor ni el aroma, para evitar el
desarrollo de hongos e
insectos. Esta operación se lleva a cabo cuando llega el
tabaco desde las vegas y se repite para todo el tabaco que
permanece más de 45 días en la fábrica, ya
que ese es el ciclo normal de fumigación en las
fábricas.
En la sala de rezagado empieza ahora el proceso de
selección y control de
calidad de la hoja, por tamaño, por tipo y, en el
caso de la capa, por color o por roturas (si una hoja grande de
capa está rota y ya no puede ser utilizada en una vitola
de gran formato, es separada y se utiliza en el torcido de
vitolas más pequeñas).
Liga o Ligada
Se llama ligada a la mezcla de 2 ó 3 tipos de
tabaco, volado, seco y ligero, que componen la tripa de los
cigarros. Se combinan estos tipos de tabaco de manera que cada
vitola de cada marca tenga unas características
específicas y distintivas.
Los encargados de hacer las mezclas son
los llamados maestros tabaqueros y la composición de la
ligada es uno de los secretos más bien guardados de las
fábricas, donde se preparan en la famosa "sala de
ligas". El tema parece sencillo, pero se trata de que las ligas
tengan una continuidad en el tiempo, es decir, que con el
tabaco cosechado cada año se consigan los mismo sabores,
aromas, etc. , año tras año, en cada
vitola.
Y aquí empiezan las dificultades. Cada
año la cosecha es distinta, más seca o más
húmeda, debe ser fermentada y añejada en
función de las condiciones ambientales reinantes en la
época de la recolección y, por tanto, las hojas
tienen características distintas de un año a
otro.
El maestro tabaquero debe ir probando el tabaco de que
dispone cada año y hacer la misma liga (modificando los
porcentajes de cada tipo de tabaco si es preciso) que da a cada
vitola sus características esenciales. Es un proceso muy
similar al del "coupage" en el mundo de los vinos. Es casi
imposible hacer que sean iguales, pero el maestro tabaquero
debe hacer que sean lo más parecidas posible.
El maestro tabaquero es el encargado de controlar el
progreso de cada tipo de hoja, y solamente cuando alcanzan la
perfección las acepta en el departamento de ligas. En
esta sala reina una seguridad
absoluta, ya que es aquí donde se guardan las ligas o
ligadas (mezcla de tabaco de uno, dos o tres tipos que forma la
tripa del cigarro), verdaderas recetas secretas de las marcas
de Habanos.
El maestro tabaquero es una de las personas más
importante a la hora de hacer una ligada. Es un experto en el
tema del tabaco, un hombre con
muchos años de experiencia y con un conocimiento
profundo de la hoja. Su misión es elaborar las ligas
cada año para mantener una continuidad en cuanto al
aroma y sabor de cada vitola concreta en cada marca
específica.
Debe combinar las hojas que recibe en el año
para que las características de la vitola se mantengan,
si no constantes, lo más parecidas posible de un
año al otro. La dificultad estriba en que las hojas no
son iguales cada año, y sus cualidades pueden variar
ligeramente, por lo que los porcentajes y cantidades deben ser
modificados con cada nueva cosecha.
También es el principal artífice de las
nuevas ligadas para las nuevas vitolas. Él se encarga de
adaptar una liga al formato que le han pedido que
diseñe, teniendo en cuenta la ligada en relación
al formato requerido (la longitud y el cepo).
Una vez el tabaco se ha clasificado, pasa a la sala de
pesaje, donde se miden con total exactitud las cantidades de
cada tipo de tabaco (volado, seco, ligero, capa y capote), que
conformarán la liga para cada vitola que debe
producirse.
Las ligas se componen usando uno o más de los
tres tipos de tabaco con que se hace la tripa,
combinándolos para que cada vitola tenga sus propias
peculiaridades y cualidades.
Las cantidades y tipos de tabaco que compongan la liga
determinarán las características del habano, ya
que el tabaco volado se utiliza para dar combustibilidad al
cigarro, el seco para dar aroma y el ligero, para dar
fortaleza.
El capote, que sirve para mantener la tripa unida, y
la capa, que sirve para dar esa presencia y ese acabado
perfecto que necesita el cigarro, prácticamente no
afectan al sabor y al aroma del cigarro.
Las cantidades de cada tipo de tabaco necesario para
la manufactura de una vitola específica son pesadas
exactamente y entregadas a cada "torcedor" (el que enrolla los
tabacos o los "tuerce") para la elaboración de una
cantidad predeterminada de cigarros de esa vitola, generalmente
50 cigarros o "media rueda" (también se les llama
"mazos", pero los mazos pueden ser de 25 ó 50 cigarros
indistintamente).
La galera es el corazón
de cualquier fábrica de tabacos. Es aquí donde
los torcedores, clasificados de acuerdo con su destreza, crean
las diferentes vitolas de los habanos.
Sus únicas herramientas
son una tabla de rolar (sobre la que se enrolla el cigarro),
una cuchilla con forma de media luna llamada chaveta (para
recortar las hojas), una guillotina (para cortar el largo del
cigarro a medida), un pote de goma vegetal (goma de tragacanto,
insabora e inodora, con la que se pega la perilla), una
prensa, los
moldes y, sobre todo, sus manos y su habilidad y experiencia.
Además, se le entrega la cantidad de hoja necesaria para
torcer 50 tabacos.
La producción media diaria de estos artesanos
es de unos 120 cigarros, aunque para las vitolas más
difíciles (Gran Corona, Prominente y Julieta) no suelen
superarse los 60 cigarros diarios en el caso de los mejores
torcedores.
Con las hojas en sus manos, los torcedores empiezan a
torcer o enrollar los cigarros. Primero, deben colocar las
hojas adecuadamente en la palma o palmearlas, para que se
distribuyan correctamente y se puedan empezar a
torcer.
El torcido debe ser llevado a cabo con gran cuidado y
coordinación entre las dos manos, pues si
las hojas quedan retorcidas (se enrollan más por un lado
que por el otro) se puede estropear el tiro del cigarro, y si
se reempalman (no quedan agrupadas correctamente y se va cada
una por un lado) puede afectar la correcta combustión del cigarro, pues unas hojas
arderán más rápidamente que otras y el
puro quemará mal.
Una vez torcida la tripa, se recubre con el capote y
se introduce en un molde para que el cigarro vaya adquiriendo
forma. Esta especie de cigarro compuesto por la tripa y el
capote que la envuelve se denomina tirulo (España) y
bunche o bonche (Cuba, Dominicana, América Central, del
ingles "bunch", manojo, puñado).
Los moldes se cierran y se colocan unos encima de
otros en una prensa durante unos 15 minutos por lado. Esto
tiene como objetivo que
el cigarro quede prensado y las hojas sujetas antes de empezar
a colocarle la capa, la operación más delicada de
todo el proceso. Ahora sólo tiene que colocar la capa
perfectamente, recortando la hoja a medida con la chaveta y
terminando con el recorte y colocación de la perilla
(una prolongación de la capa que recubre la cabeza del
cigarro o que termina en una especie de rabito), que se fija
con la goma de tragacanto.
Las Julietas (Churchills), los Prominentes (Doble
Coronas) y los Gran Corona (Montecristo A), sólo son
elaborados por los más hábiles y experimentados
torcedores debido a que, por su longitud (entre 178 y 235 mm.),
al torcerlo se ha de mantener el mismo ancho a lo largo de todo
el cigarro sin estropear ni su tiro ni su
combustibilidad.
Además, suelen llevar capotes montados, lo que
añade dificultad al torcido, y el torcedor debe mantener
la sincronización de las manos y el equilibrio
en la distribución de las hojas de tripa
durante todo el cuerpo. Entre los tabaqueros cubanos a un
torcedor puntero, muy hábil y experimentado, se le llama
"julietero", ya que es el que hace los cigarros más
difíciles, es decir, los de alta
regalía.
Como todo este proceso se hace a mano y está
controlado sólo por el torcedor, los controles de
calidad suelen ser muy rigurosos y metódicos, y los
cigarros que se rechazan no se pagan.
El torcido, el arte de
"enrollar" o torcer las hojas de tabaco hasta convertirlas en
magníficos cigarros, lo aprendieron los españoles
de los indios, junto con los tratamientos que debían
darse a estas hojas para que fueran aptas para el consumo. Esos
primeros cigarros eran toscos y bastos, pero con el tiempo, los
españoles los fueron perfeccionando, los hicieron
más estilizados, les dieron mejor aspecto (a saber en
que momento se les puso capa para hacerlos más
atractivos a la vista) y, finalmente, los cubanos (cuando ya
fueron cubanos), acabaron de perfeccionar y pulir la
técnica del torcido y acabado de los tabacos (así
se llama a los cigarros en el Caribe).
Cuba sigue manteniendo viva la tradición del
verdadero torcido, el torcido tal como se hizo en siglos
pasados, con las manos, con habilidad, con atención y
con la experiencia y el cariño por el cigarro heredado
de generaciones de genuinos tabaqueros.
En Cuba se sigue torciendo a mano, sin bonchera,
enrollando las hojas con las manos y con la única ayuda
de una cuchilla semicircular (chaveta), una guillotina para
cortar el cigarro a medida y un toque de cola para mantener
sujeta la capa.
El sistema es sencillo de explicar: se cogen las hojas
de seco y se ponen en la palma de la mano (empalmar); sobre
estas se coloca el ligero y sobre este, el volado, para que
ayude a quemar; la tripa se envuelve con el capote para formar
el bonche (tirulo); el bonche se colocan en el molde y se
prensan (para darles forma circular); se sacan del molde y se
encapan; para finalizar, se corta el cigarro a medida y ya
está.
Parece sencillo, pero es una operación
importantísima, de la que depende el resultado final del
cigarro: su tiro, su combustibilidad, su aspecto…
Se tarda años en formar un buen torcedor
(sólo tres meses con la bonchera) y muchos más en
conseguir que sea lo suficiente diestro como para que pueda
confiársele la elaboración de los grandes
cigarros, los Prominentes, las Julietas, los Laguito Nº 1,
las Pirámides… A estos torcedores se les suele llamar
"julieteros" porque ya pueden torcer una Julieta con
garantías.
La productividad por torcedor es mucho menor, pero hay
que tener en cuenta la componente artesanal del torcido. Se
dice que la bonchera aprieta demasiado el cigarro, que no es
posible controlar la tensión del cigarro, que se le mete
demasiado tabaco, pero el sistema de torcido a mano depende del
torcedor, de su estado de ánimo, de su profesionalidad y
su destreza.
Cuba es el único país donde se sigue
utilizando este sistema. Y sólo se puede apreciar la
habilidad y la dificultad que requiere este sistema viendo como
se lleva a cabo, en vivo.
El
torcido manual en el resto del mundo
El torcido es una parte fundamental del proceso de
elaboración de los cigarros manuales, ya que de
él depende que el esfuerzo del productor o "veguero"
pueda convertirse en un artículo codiciado y apreciado
por los buenos fumadores. Es una operación más
dentro del proceso fabril, aunque sea una de las más
importantes, y en el resto de países productores se
lleva a cabo de forma muy diferente a la cubana. En
líneas generales, el torcido cubano es, probablemente,
el más artesanal y clásico que se lleva a
cabo.
En países de una importancia indudable en
cuanto a producción cigarrera como pueden ser
República Dominicana, Jamaica, Honduras o Nicaragua, en
la "galera de torcedores" se trabaja de distinta manera pero
con la misma finalidad: elaborar cigarros manuales de la mejor
factura
posible.
En todos los países advertimos diferencias
menores respecto al torcido cubano, pero hay una , sobre todo,
que es fundamental: el uso de la "bonchera".
La bonchera es el aparato que se utiliza para preparar
el tirulo de los cigarros (llamado en el Caribe bonche o
bunche, palabras derivadas de "bunch", la palabra inglesa que
quiere decir manojo o montón, para, posteriormente,
enrollar adecuadamente la capa sobre el mismo. Esta
herramienta, utilizada por el "bonchero", permite hacer con
mayor rapidez y precisión los tirulos o bunches, lo que
repercute en el torcido a la hora de conseguir mayor
homogeneidad en la construcción de los cigarros.
Los torcedores trabajan en "teams", equipos formados
por dos personas con objetivos
bien distintos. Uno de los torcedores, llamado "bonchero", se
encarga de elaborar el tirulo, bunche o bonche del cigarro, que
no es mas que la tripa del cigarro envuelta en el capote, y el
otro, llamado "encapador", es el torcedor que se encarga de
ponerle la capa al puro. Con este sistema, la productividad
aumenta y la labor del torcedor se simplifica
bastante.
El resto de las operaciones que
se llevan a cabo en una fábrica de cigarros manuales en
el resto del mundo se mantiene prácticamente igual a las
que se realizan en Cuba.
El vitolario que podemos llamar "clásico" se
corresponde con las medidas de las vitolas elaboradas en Cuba
desde el s. XIX, ya que las marcas de esta procedencia fueron
las que primero alcanzaron fama y renombre mundial. Casi todas
las vitolas actuales se basan en las elaboradas por los
fabricantes españoles asentados en Cuba que, a su vez,
se basaron en las que habían empezado a elaborar en el
s. XVIII las fábricas de Sevilla y
Cádiz.
Aún hoy se mantienen los nombres de muchas de
esas primeras vitolas, aunque sus medidas se han modificado con
el transcurso del tiempo, las modas y las preferencias de los
fumadores.
El vitolario el "clásico", se fue completando y
definiendo durante la última mitad del siglo pasado y
primer cuarto de este, épocas que se corresponden con el
auge de la industria tabaquera de la colonia española y
con su resurgir tras la independencia de Cuba a raíz de
la guerra del 98.
Algunas de las vitolas más famosas y apreciadas
en la actualidad no nacieron hasta bien entrado este siglo,
como es el caso de las Julietas (o "Churchills"), creados en
honor de Sir Winston Churchill o los Laguito No. 1 (o
Lanceros), elaborados inicialmente para el consumo personal de
Fidel
Castro.
Y fue, precisamente, el triunfo de la
Revolución de Fidel Castro, en 1959, la que origino este
pequeño cisma en el vitolario. El autoexilio de los
grandes tabaqueros cubanos, su asentamiento en otros
países productores de tabaco y el bloqueo norteamericano
de Cuba, se conjugaron para crear una situación que
favoreció la aparición de nuevas marcas en
países que hasta entonces tenían muy poca o
ninguna tradición tabaquera.
A medida que estas nuevas marcas empezaron a ser
conocidas, especialmente en EE.UU., fueron alejándose de
sus orígenes y adquiriendo características que
las diferenciaran de las mucho más famosas marcas
cubanas.
En la actualidad, las vitolas no cubanas mantienen los
mismos nombres que tenían antes, pero han ido
modificando sus medidas para convertirse en productos bien
diferenciados y con personalidad
propia. Pero como estas variaciones son mínimas, se
considera que siguen siendo las mismas vitolas.
En este momento, una de las clasificaciones de
formatos más empleada en todo el mundo tiene que ver con
el grosor o cepo de los cigarros. Precisamente es el grosor lo
que interviene decisivamente en muchas de las
características más importantes del cigarro
durante la fumada, como son el tiro, la combustibilidad o la
fortaleza. Esta clasificación agrupa a los cigarros en
tres categorías: calibre grueso, calibre medio y calibre
fino.
Todos los formatos que existen en el mundo, tienen su
origen en el vitolario cubano "clásico" que, a su vez,
se basa en el primer vitolario creado por los españoles.
Desde finales del siglo pasado, pero con mayor intensidad a
partir de 1959, año del triunfo de la revolución,
muchos cubanos se marcharon de Cuba, entre ellos las grandes
familias tabaqueras, y se establecieron en países que
contaban con buenas zonas tabaqueras.
Así, países como República
Dominicana, Honduras, Nicaragua o EE.UU., con poca
tradición tabaquera hasta la fecha, vieron como una
serie de profesionales del tabaco empezaban a levantar de nuevo
sus antiguos negocios.
Aunque no fueron los primeros en hacer cigarros a mano
fuera de Cuba, ya se hacían en Canarias, Filipinas,
Miami, etc., (por españoles y exiliados cubanos), los
exiliados cubanos han sido los primeros y máximos
promotores de los cambios hechos en el vitolario
clásico. Hoy, la mayoría de marcas no cubanas de
cigarros premium tienen medidas que se diferencian de las de
Cuba. Así, podemos encontrar cambios, pequeños
pero significativos, en medidas tan importantes como el cepo,
la longitud o incluso la forma del puro.
De todas formas estos cambios no complican mucho al
consumidor,
que ya habituado al vitolario clásico, encasilla el puro
que se va a fumar en el mismo, sin darle demasiada importancia
a la "nueva medida" que, a lo mejor sólo se diferencia
en unos milímetros de largo o de cepo.
Sobre las razones que han llevado a estos empresarios
a cambiar las medidas en las marcas no cubanas, simplemente
puede ser debido al deseo de diferenciar sus cigarros de los
habanos, un producto demasiado establecido, con el que no
pueden evitar las continuas comparaciones.
Tal vez es su manera de decir que su producto es
diferente, que tiene alguna distinción especial y que,
por lo tanto, no debe ser comparado con los habanos.
Muestras de la tarea de cada torcedor, varias medias
ruedas de las que ha ido elaborando, son seleccionados por el
equipo de control de calidad para comprobar tamaño,
figura, apariencia, grosor y torcido. Si los cigarros no
cumplen las estrictas normas
establecidas, son rechazados y no le son pagados al
torcedor.
El control de calidad empieza por la selección
al azar de medias ruedas o mazos de 50, atados con una tarjeta
que identifica al torcedor, para medirlos. Se mide la longitud,
el peso y el diámetro o cepo para cada vitola (los
encargados del control de calidad, aunque utilizan cepos en
pulgadas para medir los diámetros de forma
rápida, recurren al pie de rey milimetrado cuando
necesitan hacer una comprobación precisa y siempre se
refieren a los diámetros en
milímetros).
Si las medidas no son correctas en un determinado
número de cigarros en cada rueda, se descarta el mazo
entero y es devuelto a la galera para que las hojas sean
reutilizadas en la confección de otras
labores.
Además, se abren dos cigarros de cada media
rueda, tomados al azar, y se comprueba la torsión
interior de las hojas. Si uno de los dos cigarros está
mal torcido, se abre un tercero del mismo mazo, que es el que
decide. Si el tercero está bien se acepta todo el mazo,
pero si está mal se rechaza entero.
Esto es algo que preocupa mucho a los torcedores, pues
cualquier cigarro rechazado no se cobra, y tampoco se
contabiliza en la norma (la producción diaria obligada),
por lo que están obligados a concentrarse y a poner todo
su saber en cada cigarro. Generalmente, los rechazos son
mínimos.
De las mesas de los torcedores, los cigarros se
trasladan al escaparate, o cuarto de reacondicionamiento. Este
es un gigantesco humidor, una habitación entera forrada
de anaqueles de cedro y mantenida a la temperatura y humedad
ideales para la conservación de los cigarros: entre 16 y
18º C de temperatura y del 65 al 70 % de humedad
relativa.
Aquí, los cigarros reposan un mínimo de
tres semanas y, en ocasiones, durante meses, pues es importante
que pierdan toda la humedad que han ido ganando durante el
proceso del torcido. Cuando ya han recuperado sus condiciones
ideales y están listos para ser empacados, se mandan a
la escogida o mesas de escogida.
Los procesos finales en la fábrica están
destinados a lograr una presentación impecable del
producto. Los tabacos que han superado todos los controles de
calidad y han sido aclimatados en el escaparate, son enviados a
las mesas de escogida de la sala de escogida, grandes mesas
situadas bajo luces blancas que caen verticalmente sobre ellas
(para que no haya sombras y no se desvirtúen los
colores), donde se procede a clasificar los cigarros por
colores y tonos.
Desde el claro claro o doble claro (verdoso, o
"candela", como se dice en Cuba), hasta los que tienden al
amarillo, al rojo (colorado), al marrón (carmelita) o al
marrón muy oscuro (denominado oscuro o negro), los
escogedores clasifican a ojo unas 67 tonalidades distintas. Un
segundo escogedor los coloca en un cajón (caja),
parcialmente decorado o transitorio, de forma tal que las
tonalidades de los cigarros aparezcan de más oscuro a
más claro, de izquierda a derecha.
Al mismo tiempo, selecciona la cara frontal de cada
cigarro, la que se verá al abrir la caja, y esos
cigarros no podrán ser cambiados de posición
durante las etapas finales del proceso en la
fábrica.
Hay que destacar la importancia que se le da a la
escogida y a la correcta colocación de los cigarros en
la caja, y el mejor ejemplo de esto es el hecho de que los
escogedores son los trabajadores mejor pagados de toda la
fábrica.
El anillado, fileteado y terminado
Desde la colocación en los diferentes envases
hasta el anillado (colocación de la anilla) y la
colocación de las habilitaciones (decoraciones y sellos
de las cajas), en Cuba todo se hace manualmente.
Los escogedores mandan los cajones en los que han
colocado los cigarros a las anilladoras que, bajo ningún
concepto,
pueden alterar el orden de los cigarros o la cara frontal
seleccionada por estos. La anilladora retira el cigarro que
tiene que anillar, coloca la anilla en la cara frontal
seleccionada, y vuelve a colocarlo exactamente en la
posición determinada por el escogedor.
Una vez terminada esta operación, los cajones
van a la sección de fileteado y terminado, donde se les
colocan las diferentes habilitaciones que tienen que llevar en
función de la marca y la vitola.
Aquí se colocan: la cubierta (la hoja decorada
que va en la parte superior de la tapa del cajón); la
vista (la decoración de la parte interna de la tapa del
cajón); el bofetón (la hoja que va suelta sobre
la primera camada o hilera de cigarros, lo primero que aparece
al abrir el cajón); los largueros (la decoración
que va colocada sobre la parte frontal y posterior del
cajón); los laterales o costeros (la decoración
que va colocada a los lados del cajón); los filetes (la
decoración que recorre las aristas del cajón); el
tapaclavos (la pequeña decoración circular que
tapa el clavo que cierra el cajón) y el sello de
garantía (la etiqueta verde de garantía que
precinta el cajón.
Han transcurrido algunos años en la
elaboración pero, finalmente, otro cajón de
habanos, hecho con madera de cedro para que los cigarros puedan
seguir su proceso de añejamiento, está lista para
que la puedan disfrutar los amantes del buen tabaco.
El tiempo del que dispongamos nos permite elegir una
vitola que requiera más o menos tiempo para ser fumada
e, incluso, el tipo de vitola que se puede fumar en ese tiempo.
Saber catar/degustar un puro es básico para poder
disfrutar plenamente de sus características
organolépticas (sabor, aroma, etc.).
El placer que obtengamos dependerá mucho de su
conservación y de cómo lo cortemos, encendamos y
fumemos.
Siempre decimos que catar/degustar un puro es algo
personal, subjetivo. Aquí vamos a tratar de explicar lo
que se "debe" hacer y nunca lo que se "puede" hacer con un
cigarro para apreciarlo como se merece. Luego, cada cual
disfrutara el cigarro como mejor quiera.
Las condiciones en que tienen que estar acondicionados
los cigarros, son fundamentales para su disfrute: 65% – 75% de
humedad relativa del aire, de forma constante, sin entrar en
contacto con productos o sustancias, que aun estando envasados
emitan olores.
Hay que recordar que el tabaco es
"higroscópico", es decir, que absorbe los olores que lo
rodean. También la temperatura es importante, siendo la
idónea en torno a
18º y evitando las superiores a 23º, por el mayor
desarrollo de las colonias de moho, que alteran su
aspecto.
Comencemos diciendo que el humo del cigarro no se
inhala, a diferencia de los cigarrillos, el puro te satisface
plenamente mientras paladeas su tabaco en boca y son las
papilas gustativas las que a lo largo de la lengua nos
transmiten su abanico de sensaciones; dulces, saladas, amargas,
etc.
También hay que decir que por vía
retronasal (conducto boca/nariz) apreciamos, además de
por las fosas nasales, una gran cantidad de notas y matices del
aroma del puro.
Siempre que corte el cigarro utilice una
pequeña guillotina o tijera para cortar la perilla del
cigarro, de forma tal que la parte inferior de la misma quede
intacta, para evitar que la capa comience a
desenrollarse.
Debe recordar dos cosas al cortar la perilla: cuanto
más grande el corte, mayor fortaleza y tiro
obtendrá de su cigarro; los cortes oblicuos
añaden área de absorción, aumentando la
fortaleza y el tiro, pero también distorsionan el tiro,
ya que se absorbe más por un lado que por el otro, lo
que puede hacer que el puro no arda parejo. Nunca perfore la
perilla con una cerilla o un palillo, ya que esto comprime el
tabaco, afectando su tiro correcto.
Si desea retirar la anilla del cigarro, espere un
tiempo después de encenderlo y, luego, retírela
con mucho cuidado, ya que de lo contrario podría
dañar la capa.
Llegado el momento de encender el cigarro es
recomendable emplear un encendedor de gas inodoro o
una cerilla de madera, una vez la cabeza haya ardido del todo,
pero lo más adecuado son las varillas o láminas
estrechas de cedro.
Nunca debe usarse un encendedor de gasolina, la llama
de una vela, la llama de un quemador de alcohol o
gasolina o una cerilla de cera, ya que todas estas sustancias
pueden impregnar con su fuerte olor el cigarro, malogrando su
aroma y sabor (por eso la cabeza de fósforo de la
cerilla debe arder completamente antes de acercarla al
puro).
Cómo se enciende un cigarro tiene mucha
importancia, ya que si se enciende incorrectamente podemos
encontrarnos con que no arde de forma pareja. Primero acerque
la llama al pie, mientras va rotando el cigarro hasta que se
empiece a arder, intentando siempre que no se ahume demasiado
la capa. A medida que se forme la brasa, siga rotando el
cigarro, para que vaya prendiendo toda la circunferencia
(corona) del cigarro al mismo tiempo y no arda más por
un lado que por otro.
- "La hora de los cigarros Argentinos" (en
línea) Lunes, 03 de marzo de 2003. Buenos Aires,
Argentina. Host News. www.hostnews.com.ar
Consulta 15 de Septiembre de 2004. - "La Mítica del Cigarro" (en línea)
Lunes, 03 de marzo de 2003. Buenos Aires, Argentina. Host
News. www.hostnews.com.ar
Consulta 15 de Septiembre de 2004. - Clarín Digital. Supl. Sociedad
Sábado 20 de Junio de 1998. http://old.clarin.com/diario/1998/06/20/e-05801d.htm
Consulta 31 de Octubre de 2004. - Clarín Digital. Supl. Sociedad Sábado
20 de Junio de 1998. http://old.clarin.com/diario/1998/06/20/e-05802d.htm
Consulta 31 de Octubre de 2004. - My Cigar Site. (en línea) Marzo 15 de
2003. www.mycigarsite.com
Consulta 10 de Octubre de 2004. - Dawcr.com (en línea) Julio de 2003.
www.dawcr.com
Consulta 26 de Septiembre de 2004. - Hacia una Nicaragua Competitiva. Septiembre de
1997. www.agenda21.org.ri
Consulta 12 de Septiembre de 2004.
Lic. Andrés Gonzalo Provenzano
andres_provenzano[arroba]yahoo.com.ar
Lic. Javier José Hernando
Lobrauco