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El Cigarro. Historia y Cultura




Enviado por andresprovenzano



    1. El Cigarro.
      Historia
    2. Proceso de elaboración
      del cigarro
    3. Recolección y tipos de
      tabaco
    4. Variedades de
      tabacos
    5. Del campo a la
      fábrica
    6. Curación al
      aire
    7. Primera y Segunda
      fermentación
    8. Despalillo y
      clasificación
    9. Oreo y
      enterciado
    10. La elaboración de
      tabacos torcidos
    11. Tripa, capote y
      capa
    12. Preparación
    13. El
      rezagado
    14. La liga
    15. El
      torcido
    16. El torcido
      manual
    17. Los formatos (el
      vitolario)
    18. Las
      variantes
    19. El control de
      calidad
    20. El escaparate. La
      escogida
    21. El anillado, fileteado y
      terminado
    22. Saber de
      Cigarros
    23. Conservación
    24. Fumada. Corte.
      Encendido
    25. Bibliografía

    El Cigarro

    Historia del Cigarro

    Cristóbal Colón

    El 28 de octubre de 1492 fue una fecha clave en la
    historia del tabaco. Ese
    día, Colón y sus naves llegaron a la bahía
    de Bariay, cacicazgo de Maniabón, en la costa noreste de
    la isla de Cuba, al
    norte de la actual provincia de Holguín. "…Es aquella
    isla la más hermosa que ojos hayan visto…"
    escribiría luego Colón en su diario, impresionado
    por el esplendor y la variedad de colores que le
    ofrecía la tierra
    que acaba de descubrir.

    Unos días más tarde Colón, como
    era su costumbre, mandó a dos de sus hombres, Luis de
    Torres y Rodrigo de Xerez, a explorar la zona circundante y, si
    era posible, contactar con los emisarios del Gran Kan.
    Colón aún creía que había llegado a
    las Indias, y su única obsesión era reunirse con
    dichos emisarios para llevar a cabo la principal misión
    que le habían encomendado los Reyes Católicos:
    firmar un tratado comercial.

    Entre los días 2 y 5 de noviembre, los dos
    exploradores recorren la zona próxima al lugar de
    desembarco y se encuentran con los habitantes de la isla, los
    indios Taínos. Una de las cosas que más les llama
    la atención es ver a hombres y mujeres
    aspirando el humo de unos cilindros de hojas secas.

    De regreso a Playa Blanca, en la bahía, relatan
    a Colón lo que han visto y éste hace la siguiente
    anotación en su diario el día 6 de noviembre de
    1492:

    "…Iban siempre los hombres con un tizón en
    las manos (cuaba) y ciertas hierbas para tomar sus sahumerios,
    que son unas hierbas secas (cojiba) metidas en una cierta hoja
    seca también a manera de mosquete…, y encendido por
    una parte del por la otra chupan o sorben, y reciben con el
    resuello para adentro aquel humo, con el cual se adormecen las
    carnes y cuasi emborracha, y así diz que no sienten el
    cansancio. Estos mosquetes… llaman ellos tabacos".

    Hay que destacar las palabras "cuaba", "cojiba" y
    "tabaco" que utiliza Colón en su diario. Se cree que
    "cojiba" (también cohiba, cohoba o cojoba) es la palabra
    taína que designaba al mosquete o rollo de hojas secas
    que fumaban, el primer nombre del cigarro. "Cuaba" hace
    referencia a un arbusto del Caribe que aún hoy se
    utiliza en el campo para transportar fuego de un lugar a otro y
    para encender hogueras, debido a su extremada combustibilidad.
    Y "tabaco" era el nombre del tubo en forma de "Y" con el que
    los indios aspiraban tabaco en polvo, aunque hoy es la palabra
    que se usa en Cuba y República Dominicana para decir
    "cigarro".

    Se cree que la planta de tabaco, la "Nicotiana
    Tabacum", es originaria de la zona del altiplano andino y que
    llegó al Caribe unos 2.000 ó 3.000 años
    antes de Cristo. Cuando Colón llegó a América, la planta ya se había
    extendido por todo el continente y casi todas las tribus y
    naciones de América habían tenido contacto con el
    tabaco y tenían con él una relación
    más o menos intensa.

    Lo utilizaban en sus ceremonias mágicas y
    religiosas (los chamanes lo usaban para entrar en trance y
    ponerse en contacto con el mundo de los espíritus), en
    medicina
    (hacían cataplasmas para curar afecciones de la piel) e
    incluso había tribus que lo consumían como
    alimento. Fruto de este intenso contacto de los indios con el
    tabaco, los españoles se encontraron con un
    sinfín de palabras que designaban al mismo, cada una en
    una lengua o
    dialecto diferente: yoli, petum, picietl, cumpai, tobago,
    etc.

    Siglo XVI –
    XVIII

    Los primeros tiempos del tabaco no fueron
    impresionantes. La colonización, el establecimiento de
    ciudades, puertos y bases comerciales eran prioritarios. Cuando
    empezaron a crecer estos asentamientos debido al comercio y a
    la afluencia de colonos, la principal preocupación de
    las recién creadas "ciudades" fue la obtención de
    alimentos
    para mantener a su creciente población. No cabía el cultivo de
    una planta que no era comestible. Pero poco a poco, las
    colonias superaron la necesidad de una economía de
    subsistencia y sus habitantes pudieron dedicarse a otras
    actividades, entre ellas el comercio, especialmente el de los
    excedentes agrícolas y el de los nuevos y
    exóticos productos de
    lujo provenientes del Nuevo Mundo.

    Pero Colón y sus hombres ya habían
    mostrado al mundo el tabaco y, poco a poco, este empezó
    a ser conocido y apreciado en otros países. Walter
    Raleigh, lo llevó a Inglaterra y
    Jean Nicot, embajador de Francia en
    Portugal (a él se debe el nombre de la Nicotiana
    Tabacum), lo introdujo en la corte francesa
    recomendándoselo a la reina como remedio para sus
    jaquecas.

    El uso del tabaco se puso de moda entre
    las clases acomodadas debido a que durante esos primeros
    tiempos se le atribuyeron infinidad de propiedades curativas,
    casi milagrosas. Pero no era consumido en forma de cigarro,
    sino en polvo, una de las formas sencillas en que lo
    consumían los indios.

    Surgieron los "molinos de tabaco" que se encargaban de
    obtener el valioso polvo conocido como "rapé" (en
    francés, raspado), raspando y moliendo la hoja de tabaco
    que había sido tratada previamente. Esta fue la forma
    más frecuente de consumir tabaco durante el s. XVI y
    primera mitad del s. XVII.

    En el Archivo
    Histórico de la Real Fábrica de Tabacos de
    Sevilla, se constata que los cigarros cigarros elaborados por
    hombres, arrancan allí en la segunda mitad del siglo
    XVII (1686), y en la Fábrica de Cádiz, algo
    más tarde, empiezan a ser elaborados por mujeres, origen
    de las célebres "cigarreras".

    La manufactura
    de estos primitivos cigarros manuales no era
    muy diferente de la actual. Se fabricaban cigarros grandes en
    los que la capa se sujetaba por sí misma gracias al
    almidón en el que se humedecía, ganando rigidez y
    facilitando la introducción de la tripa. Los cigarros
    medianos de "hila colorada" (otro método
    para sujetar la capa era atarla con un hilo), muy apreciados en
    la época, eran conocidos como "papantes", y precisaban
    de mayor destreza al no recibir almidón. Además,
    se elaboraban otros cigarros pequeños, que alcanzaron
    gran celebridad, atados con hila blanca, "a la moda de
    Cádiz".

    La primera aparición de las anillas se
    relaciona con la necesidad de tapar el hilo que ataba la capa y
    evitar que quedase colgando. Más adelante, las anillas
    se hicieron algo más anchas para evitar que los
    caballeros se mancharan los blancos guantes al sujetar el
    cigarro.

    De ahí a que se imprimiera en ellas la marca del
    fabricante quedaba sólo un pequeño detalle: la
    invención del sistema
    litográfico de impresión. Los primeros cigarros
    Habanos llegaron desde la Real Compañía de La
    Habana en 1747, incrementándose su consumo en
    las décadas siguientes.

    Siglo XIX

    Es a partir del s. XIX cuando realmente despega la
    primera industria
    tabaquera, la de Cuba. Surgen multitud de "chinchales"
    (pequeños talleres de torcido de cigarros), de los
    cuales sólo unos pocos conseguirán triunfar. Pero
    es durante la segunda mitad del siglo cuando se va a empezar a
    aclarar el panorama y, a pesar de que siguen surgiendo
    chinchales, empiezan a consolidarse las grandes marcas
    clásicas, marcas que han llegado con todo su prestigio
    hasta nuestros días.

    En 1819 se crea la marca Hija de Cabañas y
    Carbajal; en 1834 Por Larrañaga; en 1840 Punch; en 1844
    H. Upmann; en 1845 Partagás, Ramón
    Allones y La Corona; en 1850 Sancho Panza; en 1865 Hoyo de
    Monterrey; en 1875 Romeo y
    Julieta; en 1882 El Rey del Mundo; en 1884 La Flor de Cano
    y en 1885 La Gloria Cubana.

    Casi todas estas marcas, además, fueron
    fundadas por españoles emigrados a la isla
    caribeña y, hasta 1898, año en que se
    desencadenó la guerra
    hispano-americana en la que se perdió Cuba, la industria
    tabaquera estuvo en manos españolas.

    Tras la interferencia norteamericana en la Guerra de
    Independencia Cubana, que los "mambises" (los
    patriotas cubanos) llevaban luchando desde hacía
    más de una década, la industria tabaquera
    empezó a ser controlada por empresas
    norteamericanas.

    También es el s. XIX el momento en el que se
    desarrollan los vitolarios clásicos, tal y como hoy los
    conocemos. Destacan las primeras vitolas, la "Corona" y la
    "Media Corona" (posiblemente dos de las más antiguas),
    que eran ofrecidos como obsequio a la Corona Española,
    junto con otras no tan conocidas en la actualidad, como las
    "Regalías", las "Medias Regalías", los
    "Imperiales", los "Monarcas", los "Cetros", las "Reinas" y los
    "Príncipes".

    Al mismo tiempo se
    desarrollaron las vitolas genéricas tales como las
    "Conchas", las "Conchitas", los "Elegantes" y los "Trabucos"
    (de elegante cañón ahuevado o "figurado").
    También son dignos de mención los "Vegueros"
    (sinónimo de cigarro grande de calidad), los
    "Millares" (de fina punta), las populares "Brevas" y los
    más pequeños, que tomaron su denominación
    del mundo de la farándula, los "Entreactos".

    A partir de 1889 comienza la fabricación de los
    cigarros de forma mecánica, introducida por el nuevo
    "sistema de prensado Farias de tripa corta". Esto supuso el
    declive de la elaboración manual por las
    tradicionales torcedoras o cigarreras. Se empezó por
    producir un tipo de cigarros medianos, denominados "Especiales
    Superiores" y "Especiales Finos", que con el comienzo del siglo
    XX se llamaron genéricamente Farias, alcanzando pronto
    el reconocimiento popular, dada su alta calidad y precio
    asequible.

    Siglo XX

    La primera mitad del s. XX es una continuación
    de la tendencia de finales del s. XIX, casi como un renacimiento
    del ímpetu de la industria tabaquera, que había
    sido cortado en seco por la guerra y por la intervención
    americana. Se crean nuevas marcas y, así, nacen Fonseca
    y La Belinda en 1907; Bolívar en 1927; Quintero y Hno. entre
    1924 y 1940 (la fecha es imprecisa); Troya en 1932; Montecristo
    en 1935; Flor de Rafael González Márquez en 1936
    y Saint Luis Rey en 1940.

    La evolución de las marcas es continuo, y
    siguen surgiendo marcas nuevas y desapareciendo otras antiguas
    hasta que llega el año 1959 y, con él, el triunfo
    de la Revolución.

    El nuevo gobierno
    reorganiza la industria tabaquera y se suma al progreso de las
    marcas y la calidad de los cigarros. En 1966 nace Cohiba
    (considerado el mejor habano del mundo); en 1969 Trinidad, el
    regalo de protocolo
    del gobierno de la República de Cuba; en la
    década de los 70, con el apoyo de SEITA (hoy, parte de
    Altadis), Quai d'Orsay; en 1996 Cuaba; en 1997 Vegas Robaina y
    en 1999 San Cristóbal de La Habana. Este resurgir de
    nuevas marcas es una clara muestra de que
    la industria está en pleno periodo de expansión y
    de que el mercado
    responde y crece de año en año.

    A partir de los años cincuenta de este siglo,
    se venden en España
    alrededor de 200 millones de cigarros, que llegan a su
    máxima expansión en 1975, superando los 1.000
    millones de cigarros, tanto peninsulares, como importados desde
    Cuba, República Dominicana, Canarias, Filipinas,
    Centroamérica y Brasil.

    En estos momentos, el crecimiento anual del consumo de
    cigarros ronda el 10% y se ha complementado con la llegada de
    nuevos tipos de cigarros o "cigarritos": los minis, los puritos
    y los midis o chicos. Esta nueva moda tiene unos crecimientos
    espectaculares, llegando al 30 ó 40 % anual, y se
    destaca como la nueva tendencia en el mundo del
    cigarro.

    Proceso de
    elaboración del cigarro.

    Introducción

    Se cree que la planta del tabaco es originaria de
    América del Sur, de la zona del altiplano andino, y que
    llegó al Caribe unos 2.000 ó 3.000 años
    a.C. Siempre estuvo relacionada con las prácticas
    mágicas, religiosas y médicas de los
    indios.

    Durante los siglos XVII y XVIII, cuando el tabaco
    empieza a circular entre el Nuevo y el Viejo Continente y el
    tabaco proveniente de Cuba empieza a ser reconocido como el de
    mejor calidad, comerciantes y contrabandistas empiezan a
    comerciar con tabaco y semillas de contrabando
    (debido al "Estanco del Tabaco", serie de leyes de 1636),
    que intentan plantar en otras zonas para obtener un tabaco de
    igual o similar calidad. El cultivo de esas semillas en otras
    zonas hizo que las especies se hibridaran de forma natural, por
    lo que hoy se considera que casi todas las variedades
    descienden de una u otra forma de la planta cubana original o
    "Criollo".

    El
    cultivo

    El cultivo del tabaco es una labor ardua y delicada
    que requiere de mucha experiencia y trabajo en
    unas condiciones muy duras.

    Altas temperaturas y humedad, cuidados muy
    específicos y exigentes (riego, desbotone, deshijado,
    abono, pesticida, etc.) y escasos beneficios y reconocimientos,
    no impiden que el campesino se
    entregue al cultivo del tabaco con toda su alma y un
    íntimo conocimiento
    del producto.

    Todo esto, fruto, en la mayoría de los casos,
    de una larga tradición familiar y de la forma en que se
    vive el mundo del tabaco: como parte intrínseca de la
    cultura
    popular, surgida de las raíces taínas y la
    tradición española y entrelazada con el
    misticismo llegado de África.

    Así se refiere el escritor norteamericano
    Samuel Hazard a la dedicación del veguero:
    "…guiado por los resultados de una larga experiencia
    transmitida por sus antecesores, el agricultor conoce sin que
    lo sepa explicar científicamente, la manera de aumentar
    o disminuir la fortaleza o la suavidad del tabaco. Su mano
    derecha, como si fuera guiada por un instinto, sabe qué
    brotes hay que arrancar para poner un límite al desarrollo o
    crecimiento de la planta o que poda es necesario hacer para
    dejarle sólo las hojas de la mejor calidad.

    Pero el principal cuidado, al que dedican la mayor
    parte de sus horas de vida, es al exterminio de los voraces
    insectos que atacan la planta… El veguero pasa noches
    enteras provisto de luces, librando los brotes que comienzan a
    abrirse de los destructores insectos. Todavía tiene que
    librar una más dura batalla contra sus peores
    enemigos…"

    El
    semillero

    Durante el verano, Diciembre, Enero y Febrero se
    empiezan a preparar tanto las vegas como los semilleros,
    eligiendo terrenos sueltos y bien drenados, preferiblemente
    cerca de una fuente de agua.

    Debido a que las raíces de la planta del tabaco
    son muy delicadas, es necesario que los suelos
    estén muy sueltos, por lo que el veguero debe roturar
    los campos repetidas veces, consiguiendo al mismo tiempo que el
    suelo quede
    suelto y que la vegetación presente (usualmente plantas de
    tabaco del año anterior) se convierta en abono
    natural.

    Primero se preparan los semilleros, aplicando
    fungicidas y herbicidas para evitar el crecimiento de malas
    hierbas y plantas parasitarias y, en septiembre, se procede a
    la tirada de semillas. Debido a su diminuto tamaño, la
    semilla de tabaco se mezcla con arena o ceniza, para que a
    medida que se va lanzando la semilla el terreno quede marcado.
    Si la semilla utilizada es buena puede brotar alrededor del 95
    ó 98 % de la misma.

    La semilla debe ser regada dos veces al día,
    tras lo cual se procede a tapar el semillero con paja de arroz
    para proteger las semillas del sol directo, del viento y de una
    excesiva perdida de humedad. Tras 45 días de riego, las
    "posturas" o plántulas tienen unos 15 ó 20 cm. de
    altura y están listas para ser transplantadas o
    sembradas en las vegas.

    Se empieza con las posturas más grandes y
    vigorosas, a las que seguirán las demás a medida
    que vayan teniendo el tamaño suficiente, pero siempre de
    forma uniforme, ya que interesa que cada plantación
    pueda ser manejada en bloque. Es importante regar de forma que
    la tierra
    esté blanda y no se dañen las raíces de
    las posturas al desarraigarlas. Las plántulas se
    trasladan a las vegas en cajas de transporte.

    Siembra y crecimiento

    La siembra se realiza a partir de octubre en etapas, a
    medida que las posturas van alcanzando el tamaño
    adecuado y, además, para dosificar el esfuerzo que
    representa esta labor y, posteriormente, escalonar los
    diferentes procesos.
    Las posturas se van plantando con una separación de 40
    cm. entre ellas.

    En esta época empiezan las lluvias, aunque dada
    la importancia del riego abundante durante esta fase,
    también se continúa regando para obtener una
    buena cosecha. Durante esta fase se llevarán a cabo dos
    o tres deshierbes para eliminar las malas hierbas.

    Los próximos 45 ó 50 días las
    plantas los dedicarán a alcanzar su pleno desarrollo,
    pero mientras tanto, serán visitadas regularmente para
    realizar labores de azada y control de
    plagas pero, básicamente, para ir eliminando sus yemas
    terminales (desbotone) y sus yemas axilares
    (deshijado).

    Estas dos tareas son sumamente importantes y tienen
    como objeto eliminar el nacimiento de las flores, tanto las de
    la corona como las que nacen a lo largo del tallo, bajo las
    hojas, ya que estas consumen una gran cantidad de nutrientes
    durante su desarrollo, en perjuicio de las partes útiles
    de la planta, las hojas. De todas formas, siempre suelen
    dejarse algunas plantas grandes y fuertes con flores para la
    obtención de buenas semillas.

    En esta fase es donde las plantas de una u otra
    variedad (Corojo o Criollo) empiezan a seguir procesos bastante
    diferentes. El tabaco de tripa y de capote, el Criollo, se
    transplanta a las llamadas vegas de sol. En las vegas se
    cultiva todo el tabaco de exportación (en forma de habanos), y lo
    único que cambia es la vega de procedencia. Todo el
    tabaco es de vega de sol, y las vegas se definen por su
    calidad, pudiendo ser vegas finas de sol, vegas de primera, de
    segunda, etc.

    La vega fina se define como aquella que, por las
    particulares características de su suelo, clima, etc.,
    produce tabaco que, incluso al cabo de cuatro o cinco
    años de enterciado (almacenamiento en tercios o pacas), mantiene
    intactas sus propiedades organolépticas, a veces incluso
    mejorando en calidad con el paso del tiempo. Si la vega es de
    segunda, el tabaco ya no es tan resistente al paso del tiempo,
    lo cual no quiere decir que no sea bueno, que lo es, sino que
    no aguanta tan bien el paso del tiempo y es más
    difícil añejarlo.

    El tabaco para capa, el Corojo, se lleva a las vegas
    de tabaco tapado. La hoja para capa se cultiva principalmente
    en vegas seleccionadas de la zona.

    El resultado es una capa muy aromática, de
    sabor algo dulzón (típico del tabaco cubano),
    textura suave y fina y que tiende a los colores claros del
    centro de mesa de escogida. Las vegas de tabaco tapado son
    campos normales que se recubren con unas telas blancas y finas
    de algodón semitransparente a unos tres m.
    del suelo, para que la planta de tabaco pueda crecer bajo su
    sombra y, al mismo tiempo, no se torne áspera, gruesa y
    de color poco
    parejo por efecto del sol.

    Recolección
    y tipos de tabaco

    Pasados unos 50 días desde que las posturas
    fueron transplantadas, comienza la recolección, un
    trabajo pesado, lento y delicado. Hay que recoger las hojas una
    a una, a mano, y en cada visita a una planta sólo se
    pueden coger dos o tres hojas.

    La recolección se hace por cortes, es decir,
    por pisos foliares (las hojas que están a una misma
    altura), ya que la planta va madurando de abajo hacia arriba.
    Las hojas se separan por cortes, ya que su composición
    química
    y, por tanto, las cualidades organolépticas que
    tendrán al final del proceso,
    varían en función
    de la altura a la que crecen.

    Suele realizarse un corte por semana aunque,
    más que por fechas fijas, depende del estado de
    madurez de la hoja: la hoja empieza a ponerse de color verde
    claro, se pone horizontal (se acuesta), los bordes se curvan,
    la vena central se pone amarilla y, lo más importante,
    al intentar cortarla se quiebra
    fácilmente, sin oponer resistencia. A
    medida que las hojas van siendo recolectadas, son llevadas a
    las Casas de Tabaco.

    Aquí empieza la diferenciación de los
    tipos de tabaco. La variedad Criollo, destinada a tabaco de
    tripa y capote, proporciona 4 de los 5 tipos de hoja que se
    utilizan en la elaboración de un cigarro. El tabaco
    "volado" o "fortaleza 1" es el que proviene de la parte baja o
    pie de la planta. Se caracteriza por tener muy buena
    combustibilidad, pocas resinas, bajo contenido en nicotina,
    poco aroma y muy poca fortaleza (fortaleza 1).

    El tabaco seco, o fortaleza 2, proviene de la parte
    central de la planta (centro), y se caracteriza por tener mayor
    contenido en resinas y nicotina, más fortaleza
    (fortaleza 2) y menos combustibilidad que el volado y por ser
    las hojas que más aroma tienen de toda la planta. De
    esta parte de la planta también suele proceder el
    capote, seleccionado más adelante de entre las hojas
    más gruesas y resistentes.

    El tabaco ligero, o fortaleza 3, proviene de la parte
    superior de la planta (corona), y se caracteriza por tener
    más nicotina, resinas y fortaleza (fortaleza 3) que
    ninguna otra hoja de la planta, pero, por otro lado, tiene
    menos aroma que el seco y es la hoja de menos combustibilidad
    de toda la planta. De la otra variedad, Corojo, proviene la
    capa, que se clasifica en función del tamaño
    (según necesidades de las vitolas), color (según
    necesidades de la marca) y textura.

    Variedades de
    tabacos.

    En general existen dos variedades principales de
    tabaco, el "Criollo", descendiente de la variedad
    autóctona original, que produce tabaco para tripa; y el
    "Corojo", exclusivo para capa, que es un híbrido
    conseguido por un genetista holandés en 1948 en la finca
    "El Corojo", de la que tomó el nombre.

    En los Centros Experimentales, constantemente se
    llevan a cabo cruces controlados para obtener plantas
    más resistentes (especialmente a las enfermedades más
    devastadoras del tabaco, como son el moho azul, la pata prieta
    y el mosaico del tabaco), de mayor tamaño y mejor
    productividad.

    Gracias a esta labor se han logrado variedades de
    tabaco para capa, derivadas de
    la variedad Corojo, como son la "Habana 2000", que se utilizan
    en Cuba, Nicaragua, Honduras, Ecuador y
    República Dominicana (con muy escasa producción, ya que la capa no se da bien
    en esa isla), la Corojo '92, la Corojo '98 y la Corojo '99,
    cepas diferentes que han ido mejorando su rendimiento y su
    resistencia; y variedades de tabaco para tripa como el Criollo
    '98 o Criollo '99, y todo lo llamado "Piloto Cubano" o "Semilla
    Cubana" por los fabricantes de otros países.

    Evidentemente, el Piloto Cubano nada tiene que ver con
    el tabaco cubano ya que el suelo es determinante a la hora de
    proporcionar al tabaco sus cualidades. Estas variedades se
    cultivan en República Dominicana, en el Caribe,
    Honduras, Nicaragua, Ecuador y otros países de la
    zona.

    En Cuba se obtiene el mejor tabaco del mundo,
    especialmente en las zonas de Vuelta Abajo y Semi Vuelta, donde
    el tabaco de tripa tiene gran fortaleza (el tabaco cubano no se
    puede medir como los demás, ya que su fortaleza es mucho
    mayor y cualquier tabaco será suave o medio siempre que
    lo comparemos con el cubano), un intenso aroma "en caliente" y
    un característico sabor dulzón (debido a su alto
    contenido en azúcares), frecuentemente ligado con toques
    especiados (a pimienta) y una cierta sensación "terrosa"
    (como si dejara tierra en la boca).

    Las capas cubanas descendientes de la variedad Corojo,
    que se considera la mejor capa del mundo, sólo la
    utilizan los cubanos para sus labores, ya que no la venden. Son
    capas finas y elásticas, de mucho sabor (dulzonas, por
    lo que combinan perfectamente con el sabor del tabaco para
    tripa cubano) y con gran variedad de colores, que pueden ir de
    los claros a los colorados y maduros.

    Del campo a la
    fábrica

    Todas las hojas de tabaco recién cosechadas
    deben sufrir una serie de procesos naturales antes de poder ser
    utilizadas para hacer cigarros o, incluso, ser fumadas. Durante
    estos procesos de preparación tienen lugar una serie de
    transformaciones químicas en la hoja que
    modificarán sus propiedades químicas y
    físicas y, a su vez, sus propiedades
    organolépticas.

    El proceso empieza en las Casas de Tabaco,
    construcciones de madera de
    techo alto de guano (hoja de palma real), orientadas de este a
    oeste de manera que el sol
    sólo pueda dar directamente en sus dos fachadas durante
    el amanecer y el ocaso, para evitar un calentamiento
    excesivo.

    Aquí tendrá lugar el secado o
    curación al aire, al que
    seguirán la primera fermentación, el despalillo, la
    clasificación, la segunda fermentación, el oreo,
    el enterciado o empacado y el añejamiento antes de que
    las hojas de tabaco abandonen el campo para ir a la
    fábrica.

    Curación al aire

    Todo el tabaco cubano se cura o se seca de forma
    natural. Existen otros sistemas
    más rápidos que utilizan calefactores u otros
    medios, pero
    en cuba todo el sacado es natural, con lo cual el tabaco gana
    en calidad.

    El secado natural es un proceso largo, que exige
    atención constante, para asegurar que la temperatura
    y la humedad del interior de la casa de tabaco permanecen bajo
    control. Si la humedad es demasiado baja, el guajiro
    rociará el suelo y las paredes con agua para elevar el
    nivel de humedad y, si ésta es demasiado alta,
    encenderá hogueras para eliminar el exceso.

    Las hojas recién cortadas se llevan a las casas
    de tabaco donde se realiza el amarre, atado de las hojas en
    grupos de dos o
    tres, que luego se ensartan en una gran barra de madera llamada
    cuje.

    Los cujes se van colgado en la parte inferior de la
    casa de tabaco y se van subiendo hacia el techo a medida que
    avanza el proceso de secado, proceso natural de la hoja al ir
    deshidratándose, que le dará el color
    dorado-rojizo característico de la primera parte del
    proceso de curación. La curación al aire necesita
    alrededor de 50 días para culminar y, durante el
    proceso, las hojas llegan a perder un 85 % de su contenido en
    agua.

    Primera
    fermentación

    Una vez curadas, las hojas de cada cuje se sueltan y
    se atan en un mazo llamado gavilla, formado por unas 40
    ó 50 hojas, y se llevan a las casas de
    fermentación. Aquí se colocan en unas pilas o pilones
    de unos 0,5 m. de alto.

    La humedad aún presente en las hojas es
    suficiente para desencadenar la primera fermentación,
    que puede durar unos 30 días. Este proceso reduce la
    presencia de resinas en las hojas que, además, van
    tomando un color más uniforme antes de pasar al
    despalillo y a la clasificación.

    Durante la fermentación debe ser controlada muy
    cuidadosamente la temperatura, ya que si llega a superar los
    35º C, el pilón debe deshacerse para sacudir y
    airear las hojas antes de volver a ser apilado.

    Segunda
    fermentación

    Se vuelve a amontonar las hojas pero, esta vez,
    formando un pilón mucho mayor. La humedad recogida
    durante la moja, junto con la presión
    causada por el peso de las hojas, disparan la segunda
    fermentación, que puede durar hasta 60
    días.

    Para controlar este proceso se insertan
    termómetros en los pilones (también llamados
    burros) y las temperaturas se controlan diariamente, para que
    no sobrepasen los valores
    determinados para cada tipo de tabaco, aunque según el
    tipo pueden llegar a alcanzar los 50 ó 60º
    C.

    Este proceso se repite varias veces, cambiando la
    posición de las hojas en el pilote, de arriba a abajo o
    al centro, hasta que la temperatura ya no sigue subiendo, lo
    que indica que la fermentación ha concluido.

    Durante este proceso, el tabaco sufre una
    transformación química que refina aun más
    su aroma y su sabor pero, básicamente, elimina el
    amoníaco y las otras impurezas que contiene.

    Despalillo y clasificación

    En esta parte del proceso se clasifica la hoja por
    clases y grados. Para facilitar su
    manipulación, las hojas se someten a un proceso de
    humectación llamado "moja" o "embetunado".

    Las hojas destinadas a tripa y capote se rocían
    con el líquido resultante de la maceración de los
    palillos de la hoja de tabaco en agua, denominado
    "betún".

    Luego se les retira la parte más gruesa del
    nervio, dos tercios en el caso de las hojas destinadas a tripa,
    ya que deben mantener cierta consistencia, y tres cuartas
    partes en el caso de los capotes, y se clasifican en
    función del color, la textura, el tipo de hoja, la
    clase y el
    grado.

    La textura puede ser mas o menos gruesa, según
    el tipo de tabaco extraído. El tipo de hoja se clasifica
    según la clase y el grado.

    La clase se diferencia según su
    condición, grado de rotura y tamaño, que
    serán procesados para obtener el capote o
    tripa.

    El grado, por su parte, se separan según piso
    foliar del que provienen en secos, son tabacos de
    fortaleza media que necesitan una fermentación
    menor; ligeros, tabacos de gran fortaleza que necesitan
    un grado de fermentación mayor; y volados,
    tabacos muy suaves que necesitan la fermentación mas
    corta.

    Las capas se rocían con agua pura y no con
    betún para evitar que se manchen, pero deben ser
    igualmente humectadas para que permanezcan intactas (sin
    romperse por estar secas) tras su clasificación
    preliminar.

    Su despalillo y clasificación tendrán
    lugar más tarde, en las fábricas, lo que
    garantiza que llegarán allí intactas.

    Oreo y
    enterciado

    Tras los rigores de esta segunda fermentación,
    las hojas deben reposar en parrilleras (oreo) durante unos
    días.

    Una vez recuperadas, se envasan en pacas de yute
    (sacos de arpillera) si se trata de hojas para capote o tripa,
    y en tercios de yagua (una especie de paquetes cúbicos
    de hechos con la parte de la hoja de la palma real que se
    sujeta al tronco) si se trata de hojas para capa.

    La yagua, al secarse, tiene la consistencia del
    plástico
    duro, y ofrece la mejor protección para las preciadas
    capas.

    Añejamiento

    Ahora, las pacas y los tercios se trasladan a almacenes donde
    reposarán de uno a dos años, tiempo durante el
    cual se produce un proceso de envejecimiento que sirve para que
    el tabaco se vaya asentando y alcance las condiciones ideales
    para ser utilizado.

    Periódicamente, se fumigan los almacenes para
    evitar la proliferación de insectos (especialmente la
    temida carcoma del tabaco) y otras plagas. En el almacén
    el tabaco está identificado por su variedad, su corte
    (piso foliar), la vega de procedencia, el año de la
    cosecha y el tiempo de fermentación, todo lo cual es de
    suma importancia para garantizar la consistencia de las
    ligas.

    Ahora, las hojas de tabaco ya están listas para
    abandonar definitivamente las vegas y emprender el viaje hacia
    las fábricas y convertirse en cigarros
    habanos.

    La
    elaboración de tabacos torcidos.

    Introducción

    La elaboración de los cigarros, cigarros o
    tabacos (como llaman al cigarro en Cuba y República
    Dominicana) sigue haciéndose como se hacía a
    mediados del siglo pasado.

    Han podido cambiar los formatos que están en
    boga, los sistemas de fumigado, los cajones (cajas) y los
    sistemas de conservación, pero la elaboración
    cubana sigue basándose en lo mismo: el torcedor, la
    tabla de rolar, la chaveta, la guillotina y el molde. Y decimos
    "elaboración artesanal" porque es la única que
    sigue haciéndose de forma totalmente artesanal, como
    hace 150 años.

    Aquí, haremos un recorrido por las diferentes
    etapas de la elaboración de un tabaco torcido (cigarro),
    pero es muy complicado describir el torcido. Se tiene que ver
    y, aún así, es difícil creer que se pueda
    hacer de una forma aparentemente tan sencilla una
    operación tan complicada.

    Tripa, capote y
    capa

    La tripa

    La tripa es el alma del cigarro, el núcleo del
    que surgen el aroma, el sabor y la fortaleza. La tripa es donde
    se combinan hojas diferentes, cada una con una serie de
    propiedades distintas, para formar la liga o ligada
    (mezcla).

    La planta del tabaco se divide en tres partes: el pie,
    el centro y la corona. Cada zona da un tipo de tabaco. De la
    base vienen las hojas más viejas, que dan tabaco
    "volado" o "fortaleza 1", caracterizado por ser de poca
    fortaleza, tener poco contenido de nicotina, gran
    combustibilidad y poco aroma. Aporta, por encima de todo,
    combustibilidad a la ligada; del centro de la planta se obtiene
    el tabaco "seco" o "fortaleza 2", más fino, con mayor
    contenido de nicotina y resinas, más fortaleza, menos
    combustibilidad (debido a las resinas) y mucho
    aroma.

    Su principal cometido es ese, aportar aroma; y la
    corona produce tabaco "ligero" o "fortaleza 3", que son las
    hojas más nuevas, las de mayor fortaleza (contienen
    más nicotina), más sabor, menor aroma y poca
    combustibilidad (tienen muchas resinas). Proporcionan la
    fortaleza.

    Combinando estos tres tipos de tabaco, los maestros
    tabaqueros, crean ligas nuevas o dotan a las diferentes marcas
    de una continuidad y de un estilo propio, de manera similar a
    la del "coupage" en los vinos. Puesto que las hojas de tabaco
    son diferentes cada año (la temporada puede haber sido
    más seca, más húmeda, más
    cálida, etc.), ellos deben encontrar las ligadas que
    garanticen continuidad en cada marca y en cada
    vitola.

    El capote o capillo

    El origen del capote es intrascendente a efectos
    prácticos, ya que influye poco en el aroma, sabor y
    fortaleza del cigarro (entre el 3 y el 5%). Lo que se busca en
    el capote es que sea resistente y sujete bien la tripa y, si es
    posible, que añada algo de aroma y combustibilidad al
    cigarro, para redondear la ligada.

    Si esto no es factible, se intenta que sea muy neutro
    (en cuanto a sabor, aroma y fortaleza) para que no interfiera
    con las características del cigarro, por esto suele ser
    hoja de la misma procedencia que la tripa, aunque de pisos
    foliares concretos, de la zona limítrofe entre el centro
    (seco) y el pie (volado).

    La capa

    El caso de la capa es diferente, ya que, de alguna
    manera, sí influye en el sabor. La capa es la hoja que
    está en contacto directo con la boca, por lo que su
    sabor nos acompaña durante toda la fumada, dejando un
    regusto, que no debe confundirse con el sabor de la
    fumada.

    Pero lo que más llama la atención, lo
    primero que nos entra por los ojos, es su aspecto. De
    ahí que se intente que la capa tenga el mejor aspecto
    posible: color uniforme, textura suave y sedosa, pocas venas y,
    además, poco marcadas, etc.

    Tres son las variedades de capa con más
    renombre. La variedad Connecticut, muy fina, de color claro y
    muy parejo, de sabor amargo, que viene de EE.UU. y,
    últimamente, de Ecuador, donde es más oscura y
    menos amarga, es la más utilizada a pesar de su elevado
    coste.

    La variedad Corojo, un híbrido desarrollado en
    Cuba en 1948, muy fina y flexible, algo más oscura y con
    más variaciones de color que la Connecticut, pero de un
    sabor dulzón que combina perfectamente con el tabaco
    cubano.

    Y la variedad la variedad Sumatra, derivada de las
    plantas que los holandeses llevaron de América y
    Asia hace
    siglos.

    Es la variedad de capa más importante del mundo
    en cuanto a cantidades producidas, destacando las
    "subvariedades" Java Besuki NO
    (NO son las siglas de una contracción de origen
    holandés que quiere decir "cosecha lluviosa"), que se
    cultiva en Java, la Vorstenlanden y, últimamente, la
    T.B.N., que es una mezcla de Sumatra, Java y
    Vorstenlanden.

    El sabor y el aroma de la capa son muy importantes
    para el fumador. En cuanto al aroma la capa suele ser una hoja
    muy aromática y/o de buena combustibilidad (volado o
    seco), y proporciona un regusto que se mantiene a lo largo de
    la fumada, ya que está en contacto directo con la
    saliva, donde se disuelven las sustancias que transmiten el
    sabor.

    Preparación

    Preparación de la tripa, el capote y la
    capa

    El primer paso en la fábrica es la
    recepción y acondicionamiento de las hojas de tabaco a
    medida que llegan las pacas y los tercios tras su
    añejamiento. El añejamiento es diferente
    según el tipo de hoja: un año para los tabacos
    volados, hasta dos años para los tabacos secos y el
    capote y dos o más años para los tabacos ligeros.
    Se abren las pacas y los tercios y se separan las hojas unas de
    otras, ya que llevan alrededor de dos años prensadas y
    añejándose.

    En el caso de las capas, el trato es muy cuidadoso, ya
    que la apariencia y calidad es lo que da la primera
    impresión del cigarro. La delicadeza de estas hojas
    requiere cuidados extremos para poder restaurar su flexibilidad
    y sedosidad antes de someterlas al despalillo, escogida y
    clasificación, por lo que son sometidas a una moja
    especial durante las primeras horas de la mañana (cuando
    están más húmedas debido a la humedad
    captada durante la noche). Primero, las hojas agrupadas en
    fajos se llevan a la sala de zafado, donde son despegadas unas
    de otras (zafado) y son humedecidas con agua finamente
    pulverizada para que recobren la elasticidad.

    Tras la moja, el sacudidor sacude los fajos para
    eliminar el agua
    sobrante. Luego se llevan a la sala de oreo, una sala
    especialmente acondicionada a 32º C y 92 % de humedad,
    donde se cuelgan los fajos 3 ó 4 horas para que la
    humedad se distribuya uniformemente. De aquí pasan a las
    cajas de reposo de capa, cajas especiales forradas con
    níquel o plástico, para que adquieran toda la
    elasticidad y suavidad que necesitarán durante el
    despalillo y el torcido.

    Tras este reposo van a las despalilladoras, que
    retiran la vena central o "palillo", dividiendo la hoja en dos
    mitades. Luego van a la sala de rezagado.

    La tripa y el capote, que no dependen de su aspecto
    para llevar a cabo la función que se espera de ellos (no
    importa si están rotos o si su color no es uniforme), no
    requieren de una moja adicional, así que son llevados a
    una sala de zafado, donde las hojas se despegan unas de
    otras.

    La
    fumigación.

    El tabaco es fumigado con una sustancia totalmente
    inocua, que no altera ni el sabor ni el aroma, para evitar el
    desarrollo de hongos e
    insectos. Esta operación se lleva a cabo cuando llega el
    tabaco desde las vegas y se repite para todo el tabaco que
    permanece más de 45 días en la fábrica, ya
    que ese es el ciclo normal de fumigación en las
    fábricas.

    El
    rezagado

    En la sala de rezagado empieza ahora el proceso de
    selección y control de
    calidad de la hoja, por tamaño, por tipo y, en el
    caso de la capa, por color o por roturas (si una hoja grande de
    capa está rota y ya no puede ser utilizada en una vitola
    de gran formato, es separada y se utiliza en el torcido de
    vitolas más pequeñas).

    La
    liga

    Liga o Ligada

    Se llama ligada a la mezcla de 2 ó 3 tipos de
    tabaco, volado, seco y ligero, que componen la tripa de los
    cigarros. Se combinan estos tipos de tabaco de manera que cada
    vitola de cada marca tenga unas características
    específicas y distintivas.

    Los encargados de hacer las mezclas son
    los llamados maestros tabaqueros y la composición de la
    ligada es uno de los secretos más bien guardados de las
    fábricas, donde se preparan en la famosa "sala de
    ligas". El tema parece sencillo, pero se trata de que las ligas
    tengan una continuidad en el tiempo, es decir, que con el
    tabaco cosechado cada año se consigan los mismo sabores,
    aromas, etc. , año tras año, en cada
    vitola.

    Y aquí empiezan las dificultades. Cada
    año la cosecha es distinta, más seca o más
    húmeda, debe ser fermentada y añejada en
    función de las condiciones ambientales reinantes en la
    época de la recolección y, por tanto, las hojas
    tienen características distintas de un año a
    otro.

    El maestro tabaquero debe ir probando el tabaco de que
    dispone cada año y hacer la misma liga (modificando los
    porcentajes de cada tipo de tabaco si es preciso) que da a cada
    vitola sus características esenciales. Es un proceso muy
    similar al del "coupage" en el mundo de los vinos. Es casi
    imposible hacer que sean iguales, pero el maestro tabaquero
    debe hacer que sean lo más parecidas posible.

    El maestro tabaquero es el encargado de controlar el
    progreso de cada tipo de hoja, y solamente cuando alcanzan la
    perfección las acepta en el departamento de ligas. En
    esta sala reina una seguridad
    absoluta, ya que es aquí donde se guardan las ligas o
    ligadas (mezcla de tabaco de uno, dos o tres tipos que forma la
    tripa del cigarro), verdaderas recetas secretas de las marcas
    de Habanos.

    El maestro tabaquero es una de las personas más
    importante a la hora de hacer una ligada. Es un experto en el
    tema del tabaco, un hombre con
    muchos años de experiencia y con un conocimiento
    profundo de la hoja. Su misión es elaborar las ligas
    cada año para mantener una continuidad en cuanto al
    aroma y sabor de cada vitola concreta en cada marca
    específica.

    Debe combinar las hojas que recibe en el año
    para que las características de la vitola se mantengan,
    si no constantes, lo más parecidas posible de un
    año al otro. La dificultad estriba en que las hojas no
    son iguales cada año, y sus cualidades pueden variar
    ligeramente, por lo que los porcentajes y cantidades deben ser
    modificados con cada nueva cosecha.

    También es el principal artífice de las
    nuevas ligadas para las nuevas vitolas. Él se encarga de
    adaptar una liga al formato que le han pedido que
    diseñe, teniendo en cuenta la ligada en relación
    al formato requerido (la longitud y el cepo).

    Una vez el tabaco se ha clasificado, pasa a la sala de
    pesaje, donde se miden con total exactitud las cantidades de
    cada tipo de tabaco (volado, seco, ligero, capa y capote), que
    conformarán la liga para cada vitola que debe
    producirse.

    Las ligas se componen usando uno o más de los
    tres tipos de tabaco con que se hace la tripa,
    combinándolos para que cada vitola tenga sus propias
    peculiaridades y cualidades.

    Las cantidades y tipos de tabaco que compongan la liga
    determinarán las características del habano, ya
    que el tabaco volado se utiliza para dar combustibilidad al
    cigarro, el seco para dar aroma y el ligero, para dar
    fortaleza.

    El capote, que sirve para mantener la tripa unida, y
    la capa, que sirve para dar esa presencia y ese acabado
    perfecto que necesita el cigarro, prácticamente no
    afectan al sabor y al aroma del cigarro.

    Las cantidades de cada tipo de tabaco necesario para
    la manufactura de una vitola específica son pesadas
    exactamente y entregadas a cada "torcedor" (el que enrolla los
    tabacos o los "tuerce") para la elaboración de una
    cantidad predeterminada de cigarros de esa vitola, generalmente
    50 cigarros o "media rueda" (también se les llama
    "mazos", pero los mazos pueden ser de 25 ó 50 cigarros
    indistintamente).

    El
    torcido

    La galera es el corazón
    de cualquier fábrica de tabacos. Es aquí donde
    los torcedores, clasificados de acuerdo con su destreza, crean
    las diferentes vitolas de los habanos.

    Sus únicas herramientas
    son una tabla de rolar (sobre la que se enrolla el cigarro),
    una cuchilla con forma de media luna llamada chaveta (para
    recortar las hojas), una guillotina (para cortar el largo del
    cigarro a medida), un pote de goma vegetal (goma de tragacanto,
    insabora e inodora, con la que se pega la perilla), una
    prensa, los
    moldes y, sobre todo, sus manos y su habilidad y experiencia.
    Además, se le entrega la cantidad de hoja necesaria para
    torcer 50 tabacos.

    La producción media diaria de estos artesanos
    es de unos 120 cigarros, aunque para las vitolas más
    difíciles (Gran Corona, Prominente y Julieta) no suelen
    superarse los 60 cigarros diarios en el caso de los mejores
    torcedores.

    Con las hojas en sus manos, los torcedores empiezan a
    torcer o enrollar los cigarros. Primero, deben colocar las
    hojas adecuadamente en la palma o palmearlas, para que se
    distribuyan correctamente y se puedan empezar a
    torcer.

    El torcido debe ser llevado a cabo con gran cuidado y
    coordinación entre las dos manos, pues si
    las hojas quedan retorcidas (se enrollan más por un lado
    que por el otro) se puede estropear el tiro del cigarro, y si
    se reempalman (no quedan agrupadas correctamente y se va cada
    una por un lado) puede afectar la correcta combustión del cigarro, pues unas hojas
    arderán más rápidamente que otras y el
    puro quemará mal.

    Una vez torcida la tripa, se recubre con el capote y
    se introduce en un molde para que el cigarro vaya adquiriendo
    forma. Esta especie de cigarro compuesto por la tripa y el
    capote que la envuelve se denomina tirulo (España) y
    bunche o bonche (Cuba, Dominicana, América Central, del
    ingles "bunch", manojo, puñado).

    Los moldes se cierran y se colocan unos encima de
    otros en una prensa durante unos 15 minutos por lado. Esto
    tiene como objetivo que
    el cigarro quede prensado y las hojas sujetas antes de empezar
    a colocarle la capa, la operación más delicada de
    todo el proceso. Ahora sólo tiene que colocar la capa
    perfectamente, recortando la hoja a medida con la chaveta y
    terminando con el recorte y colocación de la perilla
    (una prolongación de la capa que recubre la cabeza del
    cigarro o que termina en una especie de rabito), que se fija
    con la goma de tragacanto.

    Las Julietas (Churchills), los Prominentes (Doble
    Coronas) y los Gran Corona (Montecristo A), sólo son
    elaborados por los más hábiles y experimentados
    torcedores debido a que, por su longitud (entre 178 y 235 mm.),
    al torcerlo se ha de mantener el mismo ancho a lo largo de todo
    el cigarro sin estropear ni su tiro ni su
    combustibilidad.

    Además, suelen llevar capotes montados, lo que
    añade dificultad al torcido, y el torcedor debe mantener
    la sincronización de las manos y el equilibrio
    en la distribución de las hojas de tripa
    durante todo el cuerpo. Entre los tabaqueros cubanos a un
    torcedor puntero, muy hábil y experimentado, se le llama
    "julietero", ya que es el que hace los cigarros más
    difíciles, es decir, los de alta
    regalía.

    Como todo este proceso se hace a mano y está
    controlado sólo por el torcedor, los controles de
    calidad suelen ser muy rigurosos y metódicos, y los
    cigarros que se rechazan no se pagan.

    El
    torcido manual

    El torcido, el arte de
    "enrollar" o torcer las hojas de tabaco hasta convertirlas en
    magníficos cigarros, lo aprendieron los españoles
    de los indios, junto con los tratamientos que debían
    darse a estas hojas para que fueran aptas para el consumo. Esos
    primeros cigarros eran toscos y bastos, pero con el tiempo, los
    españoles los fueron perfeccionando, los hicieron
    más estilizados, les dieron mejor aspecto (a saber en
    que momento se les puso capa para hacerlos más
    atractivos a la vista) y, finalmente, los cubanos (cuando ya
    fueron cubanos), acabaron de perfeccionar y pulir la
    técnica del torcido y acabado de los tabacos (así
    se llama a los cigarros en el Caribe).

    Cuba sigue manteniendo viva la tradición del
    verdadero torcido, el torcido tal como se hizo en siglos
    pasados, con las manos, con habilidad, con atención y
    con la experiencia y el cariño por el cigarro heredado
    de generaciones de genuinos tabaqueros.

    En Cuba se sigue torciendo a mano, sin bonchera,
    enrollando las hojas con las manos y con la única ayuda
    de una cuchilla semicircular (chaveta), una guillotina para
    cortar el cigarro a medida y un toque de cola para mantener
    sujeta la capa.

    El sistema es sencillo de explicar: se cogen las hojas
    de seco y se ponen en la palma de la mano (empalmar); sobre
    estas se coloca el ligero y sobre este, el volado, para que
    ayude a quemar; la tripa se envuelve con el capote para formar
    el bonche (tirulo); el bonche se colocan en el molde y se
    prensan (para darles forma circular); se sacan del molde y se
    encapan; para finalizar, se corta el cigarro a medida y ya
    está.

    Parece sencillo, pero es una operación
    importantísima, de la que depende el resultado final del
    cigarro: su tiro, su combustibilidad, su aspecto…

    Se tarda años en formar un buen torcedor
    (sólo tres meses con la bonchera) y muchos más en
    conseguir que sea lo suficiente diestro como para que pueda
    confiársele la elaboración de los grandes
    cigarros, los Prominentes, las Julietas, los Laguito Nº 1,
    las Pirámides… A estos torcedores se les suele llamar
    "julieteros" porque ya pueden torcer una Julieta con
    garantías.

    La productividad por torcedor es mucho menor, pero hay
    que tener en cuenta la componente artesanal del torcido. Se
    dice que la bonchera aprieta demasiado el cigarro, que no es
    posible controlar la tensión del cigarro, que se le mete
    demasiado tabaco, pero el sistema de torcido a mano depende del
    torcedor, de su estado de ánimo, de su profesionalidad y
    su destreza.

    Cuba es el único país donde se sigue
    utilizando este sistema. Y sólo se puede apreciar la
    habilidad y la dificultad que requiere este sistema viendo como
    se lleva a cabo, en vivo.

    El
    torcido manual en el resto del mundo

    El torcido es una parte fundamental del proceso de
    elaboración de los cigarros manuales, ya que de
    él depende que el esfuerzo del productor o "veguero"
    pueda convertirse en un artículo codiciado y apreciado
    por los buenos fumadores. Es una operación más
    dentro del proceso fabril, aunque sea una de las más
    importantes, y en el resto de países productores se
    lleva a cabo de forma muy diferente a la cubana. En
    líneas generales, el torcido cubano es, probablemente,
    el más artesanal y clásico que se lleva a
    cabo.

    En países de una importancia indudable en
    cuanto a producción cigarrera como pueden ser
    República Dominicana, Jamaica, Honduras o Nicaragua, en
    la "galera de torcedores" se trabaja de distinta manera pero
    con la misma finalidad: elaborar cigarros manuales de la mejor
    factura
    posible.

    En todos los países advertimos diferencias
    menores respecto al torcido cubano, pero hay una , sobre todo,
    que es fundamental: el uso de la "bonchera".

    La bonchera es el aparato que se utiliza para preparar
    el tirulo de los cigarros (llamado en el Caribe bonche o
    bunche, palabras derivadas de "bunch", la palabra inglesa que
    quiere decir manojo o montón, para, posteriormente,
    enrollar adecuadamente la capa sobre el mismo. Esta
    herramienta, utilizada por el "bonchero", permite hacer con
    mayor rapidez y precisión los tirulos o bunches, lo que
    repercute en el torcido a la hora de conseguir mayor
    homogeneidad en la construcción de los cigarros.

    Los torcedores trabajan en "teams", equipos formados
    por dos personas con objetivos
    bien distintos. Uno de los torcedores, llamado "bonchero", se
    encarga de elaborar el tirulo, bunche o bonche del cigarro, que
    no es mas que la tripa del cigarro envuelta en el capote, y el
    otro, llamado "encapador", es el torcedor que se encarga de
    ponerle la capa al puro. Con este sistema, la productividad
    aumenta y la labor del torcedor se simplifica
    bastante.

    El resto de las operaciones que
    se llevan a cabo en una fábrica de cigarros manuales en
    el resto del mundo se mantiene prácticamente igual a las
    que se realizan en Cuba.

    Los formatos
    (el vitolario)

    Los formatos "clásicos"

    El vitolario que podemos llamar "clásico" se
    corresponde con las medidas de las vitolas elaboradas en Cuba
    desde el s. XIX, ya que las marcas de esta procedencia fueron
    las que primero alcanzaron fama y renombre mundial. Casi todas
    las vitolas actuales se basan en las elaboradas por los
    fabricantes españoles asentados en Cuba que, a su vez,
    se basaron en las que habían empezado a elaborar en el
    s. XVIII las fábricas de Sevilla y
    Cádiz.

    Aún hoy se mantienen los nombres de muchas de
    esas primeras vitolas, aunque sus medidas se han modificado con
    el transcurso del tiempo, las modas y las preferencias de los
    fumadores.

    El vitolario el "clásico", se fue completando y
    definiendo durante la última mitad del siglo pasado y
    primer cuarto de este, épocas que se corresponden con el
    auge de la industria tabaquera de la colonia española y
    con su resurgir tras la independencia de Cuba a raíz de
    la guerra del 98.

    Algunas de las vitolas más famosas y apreciadas
    en la actualidad no nacieron hasta bien entrado este siglo,
    como es el caso de las Julietas (o "Churchills"), creados en
    honor de Sir Winston Churchill o los Laguito No. 1 (o
    Lanceros), elaborados inicialmente para el consumo personal de
    Fidel
    Castro.

    Y fue, precisamente, el triunfo de la
    Revolución de Fidel Castro, en 1959, la que origino este
    pequeño cisma en el vitolario. El autoexilio de los
    grandes tabaqueros cubanos, su asentamiento en otros
    países productores de tabaco y el bloqueo norteamericano
    de Cuba, se conjugaron para crear una situación que
    favoreció la aparición de nuevas marcas en
    países que hasta entonces tenían muy poca o
    ninguna tradición tabaquera.

    A medida que estas nuevas marcas empezaron a ser
    conocidas, especialmente en EE.UU., fueron alejándose de
    sus orígenes y adquiriendo características que
    las diferenciaran de las mucho más famosas marcas
    cubanas.

    En la actualidad, las vitolas no cubanas mantienen los
    mismos nombres que tenían antes, pero han ido
    modificando sus medidas para convertirse en productos bien
    diferenciados y con personalidad
    propia. Pero como estas variaciones son mínimas, se
    considera que siguen siendo las mismas vitolas.

    En este momento, una de las clasificaciones de
    formatos más empleada en todo el mundo tiene que ver con
    el grosor o cepo de los cigarros. Precisamente es el grosor lo
    que interviene decisivamente en muchas de las
    características más importantes del cigarro
    durante la fumada, como son el tiro, la combustibilidad o la
    fortaleza. Esta clasificación agrupa a los cigarros en
    tres categorías: calibre grueso, calibre medio y calibre
    fino.

    Las
    variantes

    Todos los formatos que existen en el mundo, tienen su
    origen en el vitolario cubano "clásico" que, a su vez,
    se basa en el primer vitolario creado por los españoles.
    Desde finales del siglo pasado, pero con mayor intensidad a
    partir de 1959, año del triunfo de la revolución,
    muchos cubanos se marcharon de Cuba, entre ellos las grandes
    familias tabaqueras, y se establecieron en países que
    contaban con buenas zonas tabaqueras.

    Así, países como República
    Dominicana, Honduras, Nicaragua o EE.UU., con poca
    tradición tabaquera hasta la fecha, vieron como una
    serie de profesionales del tabaco empezaban a levantar de nuevo
    sus antiguos negocios.

    Aunque no fueron los primeros en hacer cigarros a mano
    fuera de Cuba, ya se hacían en Canarias, Filipinas,
    Miami, etc., (por españoles y exiliados cubanos), los
    exiliados cubanos han sido los primeros y máximos
    promotores de los cambios hechos en el vitolario
    clásico. Hoy, la mayoría de marcas no cubanas de
    cigarros premium tienen medidas que se diferencian de las de
    Cuba. Así, podemos encontrar cambios, pequeños
    pero significativos, en medidas tan importantes como el cepo,
    la longitud o incluso la forma del puro.

    De todas formas estos cambios no complican mucho al
    consumidor,
    que ya habituado al vitolario clásico, encasilla el puro
    que se va a fumar en el mismo, sin darle demasiada importancia
    a la "nueva medida" que, a lo mejor sólo se diferencia
    en unos milímetros de largo o de cepo.

    Sobre las razones que han llevado a estos empresarios
    a cambiar las medidas en las marcas no cubanas, simplemente
    puede ser debido al deseo de diferenciar sus cigarros de los
    habanos, un producto demasiado establecido, con el que no
    pueden evitar las continuas comparaciones.

    Tal vez es su manera de decir que su producto es
    diferente, que tiene alguna distinción especial y que,
    por lo tanto, no debe ser comparado con los habanos.

    El control de
    calidad

    Muestras de la tarea de cada torcedor, varias medias
    ruedas de las que ha ido elaborando, son seleccionados por el
    equipo de control de calidad para comprobar tamaño,
    figura, apariencia, grosor y torcido. Si los cigarros no
    cumplen las estrictas normas
    establecidas, son rechazados y no le son pagados al
    torcedor.

    El control de calidad empieza por la selección
    al azar de medias ruedas o mazos de 50, atados con una tarjeta
    que identifica al torcedor, para medirlos. Se mide la longitud,
    el peso y el diámetro o cepo para cada vitola (los
    encargados del control de calidad, aunque utilizan cepos en
    pulgadas para medir los diámetros de forma
    rápida, recurren al pie de rey milimetrado cuando
    necesitan hacer una comprobación precisa y siempre se
    refieren a los diámetros en
    milímetros).

    Si las medidas no son correctas en un determinado
    número de cigarros en cada rueda, se descarta el mazo
    entero y es devuelto a la galera para que las hojas sean
    reutilizadas en la confección de otras
    labores.

    Además, se abren dos cigarros de cada media
    rueda, tomados al azar, y se comprueba la torsión
    interior de las hojas. Si uno de los dos cigarros está
    mal torcido, se abre un tercero del mismo mazo, que es el que
    decide. Si el tercero está bien se acepta todo el mazo,
    pero si está mal se rechaza entero.

    Esto es algo que preocupa mucho a los torcedores, pues
    cualquier cigarro rechazado no se cobra, y tampoco se
    contabiliza en la norma (la producción diaria obligada),
    por lo que están obligados a concentrarse y a poner todo
    su saber en cada cigarro. Generalmente, los rechazos son
    mínimos.

    El
    escaparate

    De las mesas de los torcedores, los cigarros se
    trasladan al escaparate, o cuarto de reacondicionamiento. Este
    es un gigantesco humidor, una habitación entera forrada
    de anaqueles de cedro y mantenida a la temperatura y humedad
    ideales para la conservación de los cigarros: entre 16 y
    18º C de temperatura y del 65 al 70 % de humedad
    relativa.

    Aquí, los cigarros reposan un mínimo de
    tres semanas y, en ocasiones, durante meses, pues es importante
    que pierdan toda la humedad que han ido ganando durante el
    proceso del torcido. Cuando ya han recuperado sus condiciones
    ideales y están listos para ser empacados, se mandan a
    la escogida o mesas de escogida.

    La
    escogida

    Los procesos finales en la fábrica están
    destinados a lograr una presentación impecable del
    producto. Los tabacos que han superado todos los controles de
    calidad y han sido aclimatados en el escaparate, son enviados a
    las mesas de escogida de la sala de escogida, grandes mesas
    situadas bajo luces blancas que caen verticalmente sobre ellas
    (para que no haya sombras y no se desvirtúen los
    colores), donde se procede a clasificar los cigarros por
    colores y tonos.

    Desde el claro claro o doble claro (verdoso, o
    "candela", como se dice en Cuba), hasta los que tienden al
    amarillo, al rojo (colorado), al marrón (carmelita) o al
    marrón muy oscuro (denominado oscuro o negro), los
    escogedores clasifican a ojo unas 67 tonalidades distintas. Un
    segundo escogedor los coloca en un cajón (caja),
    parcialmente decorado o transitorio, de forma tal que las
    tonalidades de los cigarros aparezcan de más oscuro a
    más claro, de izquierda a derecha.

    Al mismo tiempo, selecciona la cara frontal de cada
    cigarro, la que se verá al abrir la caja, y esos
    cigarros no podrán ser cambiados de posición
    durante las etapas finales del proceso en la
    fábrica.

    Hay que destacar la importancia que se le da a la
    escogida y a la correcta colocación de los cigarros en
    la caja, y el mejor ejemplo de esto es el hecho de que los
    escogedores son los trabajadores mejor pagados de toda la
    fábrica.

    El anillado, fileteado y terminado

    Desde la colocación en los diferentes envases
    hasta el anillado (colocación de la anilla) y la
    colocación de las habilitaciones (decoraciones y sellos
    de las cajas), en Cuba todo se hace manualmente.

    Los escogedores mandan los cajones en los que han
    colocado los cigarros a las anilladoras que, bajo ningún
    concepto,
    pueden alterar el orden de los cigarros o la cara frontal
    seleccionada por estos. La anilladora retira el cigarro que
    tiene que anillar, coloca la anilla en la cara frontal
    seleccionada, y vuelve a colocarlo exactamente en la
    posición determinada por el escogedor.

    Una vez terminada esta operación, los cajones
    van a la sección de fileteado y terminado, donde se les
    colocan las diferentes habilitaciones que tienen que llevar en
    función de la marca y la vitola.

    Aquí se colocan: la cubierta (la hoja decorada
    que va en la parte superior de la tapa del cajón); la
    vista (la decoración de la parte interna de la tapa del
    cajón); el bofetón (la hoja que va suelta sobre
    la primera camada o hilera de cigarros, lo primero que aparece
    al abrir el cajón); los largueros (la decoración
    que va colocada sobre la parte frontal y posterior del
    cajón); los laterales o costeros (la decoración
    que va colocada a los lados del cajón); los filetes (la
    decoración que recorre las aristas del cajón); el
    tapaclavos (la pequeña decoración circular que
    tapa el clavo que cierra el cajón) y el sello de
    garantía (la etiqueta verde de garantía que
    precinta el cajón.

    Han transcurrido algunos años en la
    elaboración pero, finalmente, otro cajón de
    habanos, hecho con madera de cedro para que los cigarros puedan
    seguir su proceso de añejamiento, está lista para
    que la puedan disfrutar los amantes del buen tabaco.

    Saber de
    Cigarros

    El tiempo del que dispongamos nos permite elegir una
    vitola que requiera más o menos tiempo para ser fumada
    e, incluso, el tipo de vitola que se puede fumar en ese tiempo.
    Saber catar/degustar un puro es básico para poder
    disfrutar plenamente de sus características
    organolépticas (sabor, aroma, etc.).

    El placer que obtengamos dependerá mucho de su
    conservación y de cómo lo cortemos, encendamos y
    fumemos.

    Siempre decimos que catar/degustar un puro es algo
    personal, subjetivo. Aquí vamos a tratar de explicar lo
    que se "debe" hacer y nunca lo que se "puede" hacer con un
    cigarro para apreciarlo como se merece. Luego, cada cual
    disfrutara el cigarro como mejor quiera.

    Conservación

    Las condiciones en que tienen que estar acondicionados
    los cigarros, son fundamentales para su disfrute: 65% – 75% de
    humedad relativa del aire, de forma constante, sin entrar en
    contacto con productos o sustancias, que aun estando envasados
    emitan olores.

    Hay que recordar que el tabaco es
    "higroscópico", es decir, que absorbe los olores que lo
    rodean. También la temperatura es importante, siendo la
    idónea en torno a
    18º y evitando las superiores a 23º, por el mayor
    desarrollo de las colonias de moho, que alteran su
    aspecto.

    Fumada

    Comencemos diciendo que el humo del cigarro no se
    inhala, a diferencia de los cigarrillos, el puro te satisface
    plenamente mientras paladeas su tabaco en boca y son las
    papilas gustativas las que a lo largo de la lengua nos
    transmiten su abanico de sensaciones; dulces, saladas, amargas,
    etc.

    También hay que decir que por vía
    retronasal (conducto boca/nariz) apreciamos, además de
    por las fosas nasales, una gran cantidad de notas y matices del
    aroma del puro.

    Corte

    Siempre que corte el cigarro utilice una
    pequeña guillotina o tijera para cortar la perilla del
    cigarro, de forma tal que la parte inferior de la misma quede
    intacta, para evitar que la capa comience a
    desenrollarse.

    Debe recordar dos cosas al cortar la perilla: cuanto
    más grande el corte, mayor fortaleza y tiro
    obtendrá de su cigarro; los cortes oblicuos
    añaden área de absorción, aumentando la
    fortaleza y el tiro, pero también distorsionan el tiro,
    ya que se absorbe más por un lado que por el otro, lo
    que puede hacer que el puro no arda parejo. Nunca perfore la
    perilla con una cerilla o un palillo, ya que esto comprime el
    tabaco, afectando su tiro correcto.

    Si desea retirar la anilla del cigarro, espere un
    tiempo después de encenderlo y, luego, retírela
    con mucho cuidado, ya que de lo contrario podría
    dañar la capa.

    Encendido

    Llegado el momento de encender el cigarro es
    recomendable emplear un encendedor de gas inodoro o
    una cerilla de madera, una vez la cabeza haya ardido del todo,
    pero lo más adecuado son las varillas o láminas
    estrechas de cedro.

    Nunca debe usarse un encendedor de gasolina, la llama
    de una vela, la llama de un quemador de alcohol o
    gasolina o una cerilla de cera, ya que todas estas sustancias
    pueden impregnar con su fuerte olor el cigarro, malogrando su
    aroma y sabor (por eso la cabeza de fósforo de la
    cerilla debe arder completamente antes de acercarla al
    puro).

    Cómo se enciende un cigarro tiene mucha
    importancia, ya que si se enciende incorrectamente podemos
    encontrarnos con que no arde de forma pareja. Primero acerque
    la llama al pie, mientras va rotando el cigarro hasta que se
    empiece a arder, intentando siempre que no se ahume demasiado
    la capa. A medida que se forme la brasa, siga rotando el
    cigarro, para que vaya prendiendo toda la circunferencia
    (corona) del cigarro al mismo tiempo y no arda más por
    un lado que por otro.

    Bibliografía.

     

    Lic. Andrés Gonzalo Provenzano


    andres_provenzano[arroba]yahoo.com.ar

    Lic. Javier José Hernando
    Lobrauco


    javierlobrauco[arroba]hotmail.com

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