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objeciones-al-que-no-objeta



    1.-Consideraciones
    generales:
    Sábato
    y la distorsión definitiva de la construcción social del
    intelectual

    Ernesto Sábato es uno de los escritores que
    más ha hecho por posicionarse contra Borges en
    términos políticos. Lo hace en los ya citados
    Diálogos compaginados por Orlando Barone, en sus
    charlas públicas, en sus homenajes al propio Borges, en
    sus prólogos y en las fajas de sus libros. Cada
    vez que Sábato se distancia de Borges en política, la figura
    del comprometido se ratifica en él. Luego, los
    problemas en
    la representación social del intelectual comprometido en
    Argentina dejan de ser sutiles (indiferenciación entre
    Cortázar y Walsh) cuando se pasa a ubicar a Sábato
    en el lugar del sujeto crítico argentino, en el del
    hombre confiable.

    En su iracunda obra Sábato o la moral de
    los argentinos
    , publicada en 1997, María Pía
    López y Guillermo Korn hacen la genealogía de la
    legitimidad sabatiana y colocan en el centro de su análisis a medios
    gráficos como la revista Gente,
    a programas
    televisivos como el de Mariano Grondona o a los periodistas que
    más se han destacado en la divulgación de la
    falacia Sábato- compromiso. Los medios, algunos
    periodistas y los gobiernos se han apropiado de
    Sábato para legitimarse. Sábato les ha aportado,
    principalmente, con la equidistancia acrítica que
    señalan López y Korn y que señalaremos desde
    otro lugar más adelante aquí, y que consiste, sobre
    todo en los años 60, en defender una extraña
    concepción del hombre
    concreto
    (extraña, como se detallará, porque es,
    paradójicamente, abstracta) y en mostrarse izquierdista y
    derechista según la ocasión: "Los 60
    serán, para Sábato, años estremecidos y
    confusos: por momentos, y ante ciertas publicaciones
    (además de
    Che: El Escarabajo de Oro y Mundo
    Nuevo), hace gala de un compromiso revolucionario que
    desequilibra su habitual balanza de juicio; en otros momentos, y
    frente a otros grabadores, se recuesta en el desarrollismo
    frondizista o en la cómoda
    –cuando no alegre- aceptación del golpe militar. El
    intelectual atribulado se debate entre
    Ernesto Guevara y Mariano Grondona
    ."; "En el autor de Uno
    y el Universo la
    moral
    humanitaria es remozada y se presenta seductoramente. Esa moral,
    ha escrito Regis Debray, "tiene la enorme ventaja de no tener un
    enemigo designado. Se toma el partido de las víctimas, por
    lo tanto no se toma partido
    .", "reduce a todos los hombres
    a su mínimo común denominador: sus cuerpos y su
    sufrimiento", y "
    naturaliza la historia". Estas tres
    características están presentes en el planteo
    ideológico y filosófico de Ernesto
    Sábato
    " (LÓPEZ- KORN, 1997).

    Hemos llegado (o vale decir, Sábato ha llegado,
    desde esta lectura, con
    sus obras) a un punto en el que pueden analizarse las estrategias de su
    autoconstrucción como intelectual comprometido en forma
    inmanente, complementando de alguna manera aquello que
    piden López y Korn en 1997. En términos de
    Tinianov, ya no hay que salirse a la serie social y
    representarse al Sábato de carne y hueso para hallar sus
    puntos más objetables como intelectual comprometido: todo
    lo objetable en Sábato puede ubicarse en su textualidad,
    más específicamente, en el único género
    literario que siguió cultivando: el ensayístico
    (considerado aquí en tanto no ficcional). De paso,
    esta lectura de Sábato ensayista a la luz de sus
    últimos textos, que vuelven explícitas sus viejas
    estrategias implícitas de autoconstrucción como
    intelectual, según se verá, permite confeccionar
    otro tipo de trabajos sobre el devenir a- crítico del tipo
    de intelectual comprometido, fuerza a
    preguntarse por el destino final del intelectual sartreano que no
    se silencia a tiempo y, por
    último, obliga a preguntarse por las posibilidades
    objetivas de existencia del intelectual sartreano hoy, porque la
    autocaricaturización de uno de ellos no es un
    síntoma aislado cuando lo comparamos con la ausencia
    social de otros intelectuales
    como David Viñas y con el escaso interés de
    ocupar el lugar de intelectual sartreano en general. Dice
    José Pablo Feinmann en La sangre
    derramada
    : "Sartre, entre otras cosas, se ha transformado
    en el filósofo menos citado durante los días que
    corren
    " (FEINMANN, 1998). Para remarcar la pertinencia de
    esta cita, bastaría agregar que lo mismo ocurre, en
    términos de vigencia, con los intelectuales sartreanos
    aquí y ahora.

    2. Sábato: estrategias
    implícitas de autoconstrucción como
    intelectual

    3. Uno y el Universo:
    comentarios sobre un contraste y algunas consideraciones
    formales

    Lacónica advertencia:

    No debe extrañar que, en las páginas
    venideras, indaguemos, algo licenciosamente, sobre algunos
    procedimientos
    formales que a primera vista parecerán inútiles a
    los fines de la tesis, es
    decir: inútiles si se desea, en última instancia,
    analizar el caso Sábato como síntoma de la crisis del
    intelectual comprometido en la Argentina. Y esto no
    deberá extrañar, sobre todo, porque, al momento de
    analizar las estrategias de autolegitimación de un
    intelectual que escribe, se advierte que el lugar
    en donde sus estrategias se asientan es precisamente el de sus
    artificios
    . En las páginas sucesivas se
    ensayarán una serie de comentarios acerca, principalmente,
    de cómo funcionan, en Sábato, esos
    artificios desde los cuales crea, en una recepción
    muy particular, un efecto de intelectual comprometido.
    Específicamente, se intentará observar la
    relación entre el sujeto (el ensayista, el autor) y su
    objeto de análisis circunstancial, relación que es
    siempre de poder y que es
    siempre distinta entre el sujeto y su objeto. Y será
    importante porque, las más de las veces, el objeto del
    ensayista Sábato es el hombre, y entonces la
    pregunta por cómo el sujeto se posiciona frente a su
    objeto, desde dónde lo analiza o critica o comenta, se
    hace indispensable. El análisis de esa relación nos
    ayudará a leer más prolijamente qué
    significa que Sábato utilice ciertas herramientas
    con frecuencia y qué relación existe entre la
    predilección de éste por dichas herramientas y sus
    aspectos más objetables como intelectual crítico.
    El análisis, por momentos formal, al que se invita a
    continuación, es al mismo tiempo un análisis
    ideológico de los artificios discursivos que Sábato
    utiliza para cosechar su reconocimiento.

    * * *

    4. Acerca de posición de
    Sábato frente su objeto: un caso de
    absurdo

    En la obra Uno y el Universo, de 1945, se accede
    a un registro
    discursivo heterogéneo en procedimientos retóricos
    pero cuya predominancia la tienen los recursos
    relacionados habitualmente con el género
    humorístico. Aquí, Sábato, como dueño
    de ese yo- ensayístico, es irónico, absurdo,
    caricaturesco, para con la historia de la ciencia.
    Entre estos recursos relacionables al humor, nos son
    útiles por lo menos dos: el absurdo y la ironía,
    porque cada uno de ellos implicará una forma distinta de
    relación entre el ensayista y su objeto.

    Bastará señalar en principio, y demostrar
    después, un aspecto de la herramienta del absurdo: que
    quien la utiliza no posee un control estricto
    sobre sus alcances. El absurdo parece poner a su ejecutor en un
    marco de absurdo más general del que tampoco él
    suele salir. Así, en Uno y el Universo:
    "CONTINUIDAD DE LA CREACIÓN. Una catástrofe que
    sumiera a la humanidad en la miseria y en la ignorancia
    transmutaría el valor de todas
    las obras de arte,
    aniquilaría las riquezas de Leonardo, de los
    diálogos platónicos: nadie puede ver en una
    novela, en un
    cuadro, en un sistema de
    filosofía, más inteligencia,
    más matices de espíritu que los que él mismo
    tiene.

    Pero aún sin catástrofe, la humanidad
    cambia constantemente y, con ella, las creaciones del pasado y
    los personajes históricos: el presente engendra el pasado;
    el Cervantes que
    escribió el Quijote no es el mismo que el Cervantes de
    hoy; aquél era aventurero, lleno de vida y despreocupado
    humor; el de hoy es académico, envejecido, escolar,
    antológico. Lo mismo pasa con Don Quijote,
    oscilando entre la ridiculez y la sublimidad, según la
    época, la edad de los lectores y su talento. No hay tal
    abismo entre la realidad y la ficción. Hoy es tan real
    –o tan ficticio- Cervantes como Don Quijote. Al fin de
    cuentas, nosotros
    no hemos conocido a ninguno de los dos y no nos consta su
    existencia o inexistencia efectiva, de carne y hueso; de ambos
    tenemos una noticia literaria, llena de creencias y suposiciones.
    En rigor, Don Quijote es menos ficticio, porque su historia
    está relatada en un libro, en
    forma coherente, lo que no sucede con la historia de
    Cervantes."
    (SÁBATO, 1945)

    Esta particular definición sabatiana de la
    percepción que puede tenerse del pasado
    desde el presente está llevada con una lógica
    que desemboca en una conclusión absurda como la que supone
    que Don Quijote es más real que Cervantes.
    El absurdo trabaja dos planos simultáneamente, uno de los
    cuales está contenido en el otro. El primer plano
    está en el texto, en su
    marco conceptual, en este caso en la premisa: "Don Quijote es
    más real que Cervantes". Pero existe otro plano donde,
    simultáneamente, trabaja el absurdo; un plano ciertamente
    más velado por estar contenido, se dijo, en el primero, e
    involucra la pregunta por el ensayista mismo y no por su objeto.
    Este es el plano en el cual el absurdo ha trascendido al objeto y
    ha llegado al propio ensayista: si el ensayista razona, en este
    caso, sobre un nivel de existencia menos ficticio en el
    texto que en la realidad, como se presenta entre Don Quijote y
    Cervantes, la realidad material del propio Sábato en tanto
    ensayista se desvanece en el mismo razonamiento absurdo que
    él plantea sobre Cervantes. Este efecto intrínseco
    del absurdo pone al que lo utiliza en relación de igualdad
    respecto de su objeto, porque el ejecutor del procedimiento se
    convierte, a su vez, en objeto del mismo absurdo que plantea.
    Sábato (sujeto) es tan absurdo como Cervantes (objeto), y
    por lo tanto queda atrapado en el absurdo que suelta sobre la no
    existencia de Cervantes. Sábato habla de Cervantes, pero
    el absurdo de ese razonar hace que aquél se vuelva de tan
    dudosa existencia como éste. En el absurdo, en fin, tal y
    como se lo ejemplifica aquí, el que lo ejecuta lo padece.
    Esta herramienta lo pone a todo en su mismo plano, incluido al
    que lo disparó por primera vez. Es en este sentido que
    sostenemos que este recurso dispara a la vez para adelante y para
    atrás, al ejecutado y a su ejecutor, y así, la
    relación entre el sujeto y su objeto es de igualdad, a-
    jerárquica.

    5. Un caso de
    ironía

    El absurdo puede ser o no ser irónico, esto no es
    objeto de nuestro análisis. No obstante, la ironía
    es susceptible de ser analizada en forma independiente del
    absurdo en el marco de las relaciones de poder entre el sujeto
    (ensayista) y su objeto. La ironía, en términos de
    ejercicio del poder por parte del yo- ensayístico,
    empieza, a diferencia del absurdo, a plantear jerarquías.
    Mientras que el absurdo, como se dijo y como ha quedado
    demostrado en el ejemplo anterior, pone ejecutor y objeto en un
    mismo plano, la ironía parte del yo- ensayístico
    y pretende que no vuelva a él. Constituye, por eso,
    una relación más claramente jerárquica y
    vertical que la horizontalidad y a- jerárquica del
    absurdo. Veamos este otro ejemplo de la misma obra de
    Sábato: "ANTEOJO ASTRONÓMICO. Combinación
    de dos lentes que sirve para ver objetos lejanos y para refutar a
    Aristóteles.

    "El firmamento es eterno, inmutable y sin origen",
    había decretado el sabio de Estagira. Galileo se
    limitó a dar tres conferencias ante mil personas sobre la
    estrella nueva aparecida en la constelación de la
    Serpiente. La disputa se exacerbó cuando empezó a
    escrutar el cielo con su anteojo y a encontrar cosas
    raras.

    (…)

    El matemático y astrónomo Clavius, de
    Roma,
    expresó con sobriedad su opinión sobre el
    descubrimiento: "Me río de los pretendidos
    acompañantes de Júpiter". Otros
    peripatéticos, más conciliadores, afirmaron que
    quizá el instrumento mismo producía los satélites;
    Galileo ofreció diez mil escudos al que fabricara un
    anteojo tan astuto. La mayoría de los
    aristotélicos, sin embargo, se negó en redondo a
    mirar por el tubo, asegurando que no valía la pena buscar
    semejantes objetos celestes, ya que Aristóteles no los
    había mencionado en ninguno de sus
    volúmenes.

    En una carta a Kepler
    decía Galileo: "Habrías reído
    estrepitosamente si hubiers oído las
    cosas que el primer filósofo de la facultad de Pisa dijo
    en mi contra delante del Gran Duque, y cómo se esforzaba,
    mediante la ayuda de la lógica y de conjuros
    mágicos, en discutir la existencia de las nuevas
    estrellas
    " (SÁBATO, 1945).

    Queda claro cómo, ahora, el ensayista dirige un
    arsenal discursivo hacia su objeto: la testarudez de los
    discípulos de Aristóteles frente al objeto
    irrefutable de Galileo. En este caso, Sábato se
    ríe de
    dicha testarudez, y cita a Galileo, que
    también se ríe de lo mismo, que a su vez
    conjetura cómo se reiría Kepler de lo mismo.
    Tres casos de la misma dinámica discursiva: la de la
    ironía: la ironía que se ríe de lo
    otro
    , y en esto radica nuestro interés por ella y su
    diferencia principal respecto del absurdo. En el absurdo, el yo-
    discursivo está envuelto en lo mismo que plantea; en la
    ironía, el yo- discursivo se ríe de un planteo y
    parte de su efectividad radica en que su fundamento para
    reír no habilite que se rían de su propio planteo.
    La relación (de poder) entre el yo- ensayístico y
    su objeto, en la ironía, no es recíproca, sino
    vertical y sin retorno al primero: es de ida, no de ida
    y vuelta
    , como ocurre con el absurdo.

    En la ironía, el ataque es velado pero a la vez
    abierto y manifiesto, alcance los grados de sutileza que alcance.
    La ironía es un ataque, en última instancia,
    franco, por parte del yo- discursivo, y su efectividad
    depende de que ello, en algún punto, se
    perciba.

    La ironía y el absurdo, en síntesis,
    son dos recursos utilizados con frecuencia para el ataque por
    Sábato en esta su primera obra ensayística
    publicada en forma de libro. Cada uno de ellos ataca en forma
    distinta y ejerce el poder sobre su objeto de manera diferente:
    mientras que la ironía conduce a un ataque particular (a
    su objeto de ironización) y ejerce, abiertamente, el poder
    sobre su blanco, el absurdo es siempre un ataque total (el yo-
    ensayístico ve absurdo a su objeto, pero también, y
    con el mismo movimiento,
    aparece él mismo como absurdo, según se vio),
    generándose así una nulidad en el ejercicio del
    poder entre el yo- ensayístico y su objeto, porque ese
    objeto se vuelve sobre el yo- ensayístico gracias a esa
    especie de totalidad de alcance que es constitutiva del
    absurdo.

    6.-Primeras digresiones sobre el
    registro de la piedad en Sábato

    Existe, y es también identificable en el primer
    trabajo
    ensayístico de Sábato, un tercer registro
    destacable, a saber el registro que aquí llamaremos de
    la piedad
    . Aquí, las cosas se dan de manera muy
    distinta respecto de los otros dos registros vistos.
    El registro de la piedad, en primer lugar, no manifiesta ni
    connota un ataque directo, sino al revés: se presenta en
    forma de una estoica (no irónica) solidaridad
    para con lo que elige defender. El final de la
    Advertencia que en 1945 anota Sábato en Uno y el
    Universo
    es especialmente revelador de este registro:
    "Montaigne mira con ironía a los hombres porque son
    capaces de morir por conjeturas. No veo nada que merezca la
    ironía: en eso reside la grandeza de estos pobres
    seres
    ." (SÁBATO, 1945).

    Aquí, en 1945, en la Advertencia a su
    primera obra deliberadamente alejada de la física, aparece, ya,
    una manifestación clara de lo que más adelante
    será el tono sacerdotal sabatiano: y ese comienzo
    es el del registro de la piedad. El registro de la piedad
    coloca al yo- ensayístico en un lugar
    jerárquicamente superior tanto respecto del caso del
    absurdo, donde no existen jerarquías entre el yo-
    ensayístico y su objeto, como respecto del de la
    ironía, donde sí las hay, pero abiertamente y, por
    tanto, en algún punto, éticamente. El tono
    de la piedad coloca al yo- ensayístico en condiciones de
    ser paternalista con su objeto. Y para que esté en
    esas condiciones, debe haberse asumido superior a lo que
    defiende. Ese registro se ve, en Sábato, materializado
    como de apañamiento o de defensa dotado además de
    un alto plus de emotividad. Un plus emotivo que
    lleva implícita, en realidad, la debilidad de aquello a lo
    que se está defendiendo, o, más exactamente, la
    superioridad del yo- ensayístico respecto de lo que
    está defendiendo. Y Sábato, como en un anticipo de
    lo que luego sería mucho más explícito
    (según se verá), dice: "en eso reside la
    grandeza de estos pobres seres
    ", refiriéndose a la
    humanidad entera. Y lo dice excluyéndose del género
    humano al que defiende (la grandeza de estos pobres
    seres
    ), como si estuviera más allá de
    él
    , o, para ser claros: más arriba de
    él.

    Creerse en condiciones de defender algo utilizando el
    registro de la piedad es, en términos de relaciones de
    poder en el discurso,
    someter lo defendido al plano de la inferioridad respecto del
    defensor. Y al defender, se habla de lo defendido. Con
    esto se logra configurar totalitariamente aquello a lo que se
    defiende, porque se está hablando por ello, sin
    dejar hablar a lo que realmente tiene que (y puede)
    hablar. Este registro, lejos de las no- jerarquías del
    absurdo o del abierto ataque de la ironía, pone al yo-
    ensayístico en control total de lo que defiende,
    dominándolo más que si ironizara y mucho más
    que si se valiera del absurdo. Y lo hace de la manera menos
    abierta y más velada, y presumiblemente más
    perversa, que un registro puede utilizar si el yo-
    ensayístico desea representar (manipular) lo que (en
    realidad no) defiende.

    Tal la capacidad del registro de la piedad para
    ocultar la dinámica con la que subyuga de lo que simula
    proteger.

    Es discutible, sin embargo, que un registro, en
    sí mismo
    , pueda ser o no perjudicial. Podría
    discutirse sobre la posibilidad de que existan defensores-
    usuarios de este registro que estén configurando
    correctamente aquello a lo que defienden. Podríamos
    discutir, en fin, si existe, independientemente de lo que nos
    parezca ese registro, la posibilidad de que no deje de ser
    falto de ética. Pero el problema principal es que,
    aún presuponiendo que esa posibilidad exista, ocurre que
    donde la lucidez ensayística flaquee, este registro
    será visto no como el síntoma de un error
    teórico, sino como el de una falla ética, de
    la misma manera en la que defender algo en forma paternalista
    sólo es admisible si ese paternalismo es lo
    suficientemente astuto como para plantear su defensa con
    exquisita lucidez.

    En los textos ensayísticos de Sábato se
    articulan fatídicamente, como se citará más
    adelante, el registro paternalista de la piedad y los errores
    teóricos.

    7.-Digresiones avanzadas sobre
    el registro de la piedad

    La edición
    de Seix Barral que compila gran parte de los ensayos de
    Ernesto
    Sábato, incluye, para la obra Uno y el
    Universo
    , un Prólogo de 1968, vale decir, 23
    años posterior a esa obra. Sábato, en esos 23
    años, ya había publicado, entre otros textos: El
    Túnel
    (1948), Hombres y engranajes (1951),
    Heterodoxia (1953), El otro rostro del peronismo
    (1956), Sobre Héroes y tumbas (1961), El
    escritor y sus fantasmas
    (1963), y Tres aproximaciones a
    la literatura de
    nuestro tiempo: Robbe- Grillet, Borges, Sartre
    (1968). El
    contraste existente entre ese prólogo y Uno y el
    Universo
    se nos vuelve, entonces, bastante sintomático
    respecto del cambio de
    registro que fue experimentando Sábato con el correr del
    tiempo. Ya que Uno y el Universo, esa obra burlona, esa
    sátira epistemológica hecha ensayo, esa
    especie de Bouvard y Pècuchet sin personajes, no
    tiene demasiado que ver con el registro lastimoso del
    Prólogo de 1968: "VALORES. En la historia del pensamiento
    nos encontramos a menudo con la ingenuidad de atribuir a Dios
    nuestros prejuicios éticos o estéticos. Cuando
    encontramos alguna ley natural que
    nos halaga o satisface, nos sentimos inclinados a pensar que es
    una prueba de la existencia de Dios; vanidosamente, el hombre
    piensa que sólo una divinidad puede conformar sus gustos.
    Cuando Maupertuis descubrió el principio de la
    Mínima Acción,
    sostuvo que era la mejor prueba de la existencia de un
    Espíritu Ordenador. No veo por qué –sin
    embargo- algo que satisface la pobre y limitada mente del hombre
    ha de ser forzosamente obra de dioses. Vanidad semejante a la que
    experimentamos cuando un autor nos parece inteligente porque
    piensa como nosotros."
    (SÁBATO, 1945; Uno y el
    Universo
    ).

    Refiriéndose a esta obra, Sábato anota, en
    el Prólogo de 1968, lo que sigue: "¡Qué
    devastación ha traído el tiempo sobre aquella
    sonrisa y aquel resto de frescura o de espíritu
    juguetón! ¡Qué abismos se han abierto entre
    el muchacho de la fotografía
    y el hombre de ahora! ¡Cuántas ilusiones se
    advierten allí que han sido agostadas por el frío
    de las tormentas, por los desengaños y las muertes de
    tantas doctrinas y seres que queríamos!

    (…)

    No imaginaba, por ejemplo, que también por la
    izquierda se podían llegar a cometer los crímenes
    que se cometieron en la tiranía stalinista y en las que
    todavía ahora la imitan; no tenía aún
    suficiente (y amarga) experiencia histórica para admitir
    que nada vale luchar por la justicia
    social si no es al propio tiempo una lucha por la libertad del
    ser humano y por la dignidad que
    le corresponde."
    (SÁBATO, Prólogo de 1968 a
    Uno y el Universo).

    La diferencia entre registros no es, de acuerdo a lo que
    se viene sugiriendo, meramente formal. De la ironía y la
    comicidad de la obra de 1945 se pasa al tono de
    lamentación y de nostalgia de 1968. Sábato, en este
    prólogo, es condescendiente, paternalista, consigo mismo,
    y he aquí el registro de la piedad actuando en toda su
    forma; pero también, Sábato es condescendiente
    con su ingenuidad juguetona de 1945. El Prólogo de
    1968 y su registro en apariencia emotivo y por eso difícil
    de refutar en una primera lectura (ahí reside gran parte
    de su potencial), corrige al Sábato del 45. Y lo
    hace sosteniendo, según se vuelve a citar, que nada
    vale luchar por la justicia social si no es al propio tiempo una
    lucha por la libertad del ser humano y por la dignidad que le
    corresponde
    . Es decir que el Sábato de 1968 subestima
    el registro burlesco de 1945 y se propone hablar en serio.
    Y cuando lo hace, manifiesta una jerarquía
    implícita según la cual en primera instancia
    está la dignidad que le corresponde al ser humano y
    su libertad, y en segunda instancia, la lucha por la
    justicia social
    : de nada vale esto último si no se
    atiende a los primeros dos términos, según
    Sábato. El primer rasgo de un Sábato abstracto y
    esencialista nos da detalles a la vez del efecto corrosivo del
    registro de la piedad: la emotividad sabatiana, posibilitada por
    ese registro, no se hace cargo, en este prólogo de Uno
    y el Universo
    , de aclarar a qué tipo de
    libertad se refiere y qué es la dignidad
    humana
    para él. Donde Sábato no aclara,
    universaliza. La lamentación de ese registro genera gran
    parte de su deficiencia, y que Sábato incurra en el error
    de universalizar sobre la condición humana que se propone
    como problema nuclear implica, perversidad (buscada o no) del
    registro de la piedad de por medio, antes un error ético
    que un error teórico.

    El contraste de registros analizado entre el
    Prólogo de 1968 a Uno y el Universo y la
    propia obra es un contraste formal que acarrea uno de carácter ideológico: parece ser,
    visto desde Sábato, que cuando éste es absurdo e
    irónico, a su ensayo sólo se le puede pedir lucidez
    retórica y simpatía argumentativa. Cuando
    Sábato pretende hablar en serio, subestimando a ese
    Sábato del 45, la relación de poder es ya no
    solamente con su objeto (en este caso, él mismo, joven e
    ignoto), sino también (y aquí, el registro
    también es responsable, en tanto es de confesión,
    de intimidad, de gravedad) con el propio lector: se le pide al
    lector que se ponga serio
    como él. Y utiliza la
    complicidad del lector para intentar convencerlo de que es mejor
    tomar en serio al Sábato del Prólogo de 1968 y no
    al de 1945, al que trata como a un joven ingenuo (aunque
    tenía 33 años a la hora de la publicación de
    Uno y el Universo). Ya preparado este terreno en el orden
    de los registros, el Sábato que habla en serio y
    emotivamente
    es el que esencializa (y, nunca se olvide, el
    que pide que se tome en serio su esencialización; el que
    pide que se comparta con él, por su tono de
    lamentación, esa esencialización); el que no
    resuelve lo que es la dignidad humana, el que deja sin
    límites
    ni aclaraciones nada menos que a la noción de
    libertad. El Sábato al que hay que tomar en serio
    es, en fin, el Sábato piadoso y grave, pero abstracto. Eso
    es todo lo que podemos arriesgar, hasta ahora, de Sábato
    ensayista.

    8.- Hombres y engranajes:
    fin del absurdo, fin de lo burlesco y aumento del registro de la
    piedad

    Sería excesivamente meticuloso, si no injusto,
    hablar de un Sábato abstracto por el modesto
    prólogo que le dedicara, en 1968, a su obra de 1945. Lo
    que ocurre es que ese prólogo encarna todo un cambio en
    Sábato que tuvo, según la cita del
    Prólogo de 1945 incluida más arriba, sus
    gérmenes en el propio Uno y el Universo, y que se
    va volviendo cada vez más nítido a medida que vamos
    leyendo sus obras posteriores. El Prólogo de 1968
    es interesante porque Sábato mismo se encarga, sin
    saberlo, de mostrar el contraste de registro (e
    ideológico, tampoco se olvide nunca) que hay entre su 1945
    y su 1968.

    Luego no tenemos más que comprobarlo analizando
    su texto ensayístico inmediatamente posterior: Hombres
    y engranajes
    . El registro discursivo de que se vale este
    texto no es otro que el del Prólogo de 1968.
    Sábato, como ensayista, adopta el registro de la piedad,
    de la gravedad, habla en serio, como en aquél
    prólogo. Aquí, también, se observa el
    registro de la piedad por primera vez ya no en germen,
    sino expuesto en cuanto emprendemos una lectura en esta clave.
    Con la aparición más abundante que en su primera
    obra del registro de la piedad, aparece un Sábato
    que habla en serio y al que hay que leer con seriedad.
    Porque ya no es un Sábato absurdo e irónico como el
    de Uno y el Universo, en donde el registro,
    independientemente de que pueda o no ser crítico o
    polémico, no pretende más (ni menos) que poner en
    ridículo algunas cuestiones epistemológicas de la
    filosofía y de la ciencia: "CASUALIDAD. Barbarismo,
    ¿por
    causalidad? (…); MÉTODO
    CIENTÍFICO. La escuela de
    Aristóteles hacía ciencia de la
    siguiente manera:

    Los planetas son
    eternos.

    Su movimiento debe ser, por lo tanto,
    eterno.

    El único movimiento eterno es el
    circular.

    Por consiguiente, los planetas se mueven en
    círculos.

    Esto parece irreprochable. No se ve, sin embargo, por
    qué no aceptar directamente la conclusión, en vez
    de partir de una proposición que es bastante dudosa
    .
    (…); etc. (SÁBATO, 1945).

    Este registro, y por lo tanto este Sábato, se
    extingue casi con su aparición, y da paso a otro registro,
    a otro Sábato, uno más pretencioso, que sintetiza,
    en Hombres y engranajes (1951), las razones por las que la
    humanidad deviene tecnolátrica y maquinista. Algo
    influenciado por la Dialéctica del Iluminismo, de
    Adorno y
    Horkheimer, según sospechan López y Korn en
    Sábato o la moral de los argentinos (LÓPEZ-
    KORN, 1997), este Sábato hace una lectura histórica
    desde el Renacimiento
    hasta mediados del siglo XX. Casi toda la obra está
    cimentada por el registro de la piedad, algo teñido ya por
    un campo semántico bíblico: "Que los adoradores
    de la Abstracción se queden arrodillados ante ella.
    Mientras llegan sus ángeles de exterminio, en la forma de
    los aviones atómicos, que sigan arrodillados ante esa
    divinidad laica, ante ese ente cuyo culto suele calificarse de
    Amor a la
    Humanidad, pero que a la larga viene unido al odio más
    desenfrenado por el hombre con minúscula
    "
    (SÁBATO, 1951).

    Pasajes como estos nos dejan leer una línea de
    razonamiento apocalíptica sobre el destino de la modernidad; sin
    embargo, las conclusiones que Sábato extrae, cuando es
    apocalíptico, resultan algo reduccionistas pese a su
    esfuerzo dialéctico; porque todo el tiempo se plantea, en
    esta obra, y con este registro, el devenir del hombre. La
    humanidad, dice Sábato, se ha masificado (odio
    desenfrenado por el hombre con minúscula
    ), se ha
    extraviado en su propia tecnología
    (ángeles de exterminio, en forma de los aviones
    atómicos
    ) y en sus superestados de izquierda y de
    derecha. El esquema de Sábato es tan maniqueo como el que
    sigue: los hombres son víctimas de: los superestados de
    izquierda y de derecha, la civilización
    tecnolátrica, que atraviesa transversalmente la izquierda
    y la derecha, y la masificación, a la que también
    le es indistinto el costado político en que se encuentre.
    El registro sabatiano, y el lugar desde el que Sábato
    interviene en esa lectura, es el de la piedad; piedad por la
    humanidad constituida por hombres con minúscula,
    apañamiento a esas víctimas, los hombres. El
    registro de la piedad es ideal en este caso; es ideal para el
    tono de gravedad que Sábato necesita, pero es ideal
    también para esconder, con ese paternalismo para con los
    hombres y con esa protección que esconde una
    relación de poder porque se extiende, en Sábato,
    desde el intelectual hasta el hombre por él protegido-
    subestimado, la falta absoluta de la posibilidad de un
    cuestionamiento real de esos hombres y su responsabilidad histórica, así como
    también esconde una abstracción inútil en
    términos de crítica
    que escinde, como conclusión más o menos general, a
    los hombres por un lado y a sus enemigos por el otro, sin
    advertir que los enemigos del hombre, esos entes que
    Sábato piensa de manera abstracta, son, en última
    instancia, el hombre: superestados, máquinas,
    masificación. Sábato parece no querer ver, en esa
    esencia no explicada a la que el hombre debe volver, que
    ese hombre, en todo caso, convive permanentemente, aunque no lo
    quiera, con su esencia; porque es más productivo
    leer la esencia del hombre como un devenir histórico que
    como algo que se ha perdido y que habría que recuperar,
    sobre todo si ese algo a recuperar no se especifica:
    "(…) tengo la convicción de entrever ya con
    mayor crueldad los contornos de Uno- Mismo en medio de la
    confusión del Universo
    ." (SÁBATO, 1951;
    Prólogo a la obra);

    "Son tiempos en que se ha borrado una imagen del
    Universo,
    desapareciendo con ella la sensación de seguridad que se
    tiene ante lo familiar: el hombre se siente a la intemperie, sin
    hogar. Entonces, se pregunta nuevamente por sí mismo"

    (SÁBATO, 1951; Introducción a la obra) .

    Sábato pide volver a, como él dice,
    recuperar lo humano del hombre. Toda vez que en la historia de la
    filosofía se ha pedido esto, la definición de
    lo "humano" siempre ha corrido por cuenta del filósofo.
    Nietzsche se
    debatía entre lo apolíneo y lo dionisíaco
    para dar con esa humanidad que quería recuperar en el
    Origen de la tragedia; Sartre ha
    esbozado, con su concepto de la
    mirada de los otros como aquello que constituye a los hombres, o
    con la categoría de proyecto, esa
    combinación entre la libertad y el compromiso que definen
    la humanidad del hombre; en Sábato se da que pretende
    retornar a lo que de humano quede en el hombre, pero no define
    claramente a qué se refiere con esa condición
    humana
    , y por lo tanto, tampoco resuelve las cuestiones de la
    libertad o la dignidad, según se vio y se verá. El
    resultado es interesante y sintetiza lo que sobre Sábato
    tenemos para decir hasta ahora: en él, no hay más
    que piedad para con ese hombre mortificado por la
    masificación, la tecnolatría y el superestado.
    Piedad en el registro, piedad en su aporte como intelectual.
    Piedad, entonces, en el contenido de su forma y en la forma de su
    contenido. Esta inconsistencia sabatiana que lo conduce a la
    piedad sacerdotal en lugar de a una reflexión como
    intelectual comprometido o al menos crítico, se puede
    observar claramente en el momento en que Sábato debe
    ensayar soluciones o
    balances finales a la catástrofe de la modernidad que
    analiza. Las conclusiones, en esta obra, son tan abstractas, que
    vienen a demostrar lo que se ha venido marcando: que
    Sábato no está aportando nada más que una
    lectura inconsistente del hombre moderno desde su piedad
    como ensayista, y que, al enfocar en su trabajo (y por su piedad,
    precisamente) a las víctimas de todos los males de la
    humanidad, no tiene más que maldecir al hombre que viene
    del positivismo y
    de la ciencia, el que creó los males de la actualidad. La
    explicación de Sábato por la cual en la actualidad
    el hombre está en vías de extinción es una
    explicación que no aporta soluciones porque no aporta
    problemas: sólo hay una buena capacidad de síntesis
    histórica y piedad para con las víctimas. Veamos,
    ahora mismo, algunas reflexiones finales de un Sábato que,
    por no haber leído en forma polémica la historia y
    el presente, no puede, a la hora de las conclusiones, más
    que aportar conclusiones de la misma inconsistencia que en el
    resto de su trabajo: "Un atardecer de 1947, mientras iba
    caminando de una aldea de Italia a otra, vi
    a un hombrecito inclinado sobre su tierra,
    trabajando todavía afanosamente, casi sin luz. Su tierra
    labrada renacía a la vida. Al borde del camino se
    veía todavía un tanque retorcido y arrumbrado.
    Pensé qué admirable es a pesar de todo el hombre,
    esa cosa tan pequeña y transitoria, tan reiteradamente
    aplastada por terremotos y
    guerras, tan
    cruelmente puesta a prueba por los incendios y
    naufragios y pestes y muertes de hijos y padres
    ."
    (SÁBATO, 1951).

    Esta es, sin más, una de las conclusiones de
    Sábato: que el hombre sigue y sigue, a pesar de
    todo
    . Pero Sábato juega a pensar constantemente dos
    hombres distintos dentro de un mismo hombre, uno de los cuales es
    despreciable y el otro admirable: porque, al decir qué
    admirable es a pesar de todo el hombre
    , está diciendo
    algo parecido a qué admirable es a pesar del hombre el
    hombre
    , ya que ese todo remite especialmente a las
    guerras y a los tanques retorcidos. Tanques producidos por el
    hombre, masificación y fetichismo de la máquina
    ejercidas por el hombre: ¿Cómo podemos saber a
    cuál de los dos hombres se refiere Sábato si nunca
    define lo humano, la libertad, la dignidad humana a la que con
    tanto ahínco quiere que retornemos? Un día, ese
    hombrecito italiano que se inclinaba sobre la tierra
    puede convertirse en un explotador: ¿y entonces, ya no
    será admirable? ¿pertenecerá todavía
    a lo que, en este caso, Sábato llama el
    hombre cuando lo admira? Todo lo cual nos hace confluir en
    esta pregunta simple; ¿a qué se refiere cuando dice
    el hombre? Sábato sabe que el hombre es perverso y
    bondadoso al mismo tiempo, pero sólo lo admira cuando es
    bondadoso, como al hombrecito inclinado sobre la tierra. Porque
    cuando ese hombrecito se convierta en un explotador,
    Sábato ya no lo reclutará entre sus
    ejemplos.

    La conclusión de Sábato es, en los propios
    términos por momentos burlones y lúcidos del
    Sábato en Uno y el Universo, la que sigue: que
    el hombre es admirable sólo cuando es
    admirable
    .

    Más conclusiones de Sábato: "El poder
    físico de los Estados es hoy tan tremendo que parece
    inútil plantearse soluciones teóricas al problema
    del hombre. Sin embargo es lo primero que debemos hacer,
    cualquiera sea la posibilidad de su
    realización.

    (…)

    El hombre debe luchar hoy por una nueva
    síntesis: no una mera resurrección de
    individualismo, sino una conciliación del individuo con
    la comunidad; no el
    destierro de la razón y de la máquina, sino su
    relegamiento a los estrictos territorios que le
    corresponden."
    (SÁBATO, 1951).

    Luego dedica algunos párrafos a proponer que la
    relación entre el hombre y la máquina tienda a lo
    fraternal. Y nos preguntamos nuevamente:
    ¿qué hombre es el que debe luchar por
    todo ello? ¿Cómo luchar? Y finalmente: ¿no
    es todo esto bastante obvio, aunque el texto sea de 1951?:
    "Será menester, ahora, recuperar aquel sentido humano
    de la técnica y de ciencia, fijar sus límites,
    concluir su religión
    . (…) Si no somos
    destruidos por las fuerzas atómicas, será necesario
    acometer una vasta síntesis de elementos contrarios.

    (…) Ni el individualismo ni el colectivismo son
    soluciones humanas: como dice Matin Buber, el primero no ve a la
    sociedad y el
    segundo se niega a ver al hombre.
    (…) Pero la
    verdadera posición no es ni una ni otra sino el
    reconocimiento del otro, del interlocutor, del semejante.

    (…) El hecho fundamental es el hombre con el
    hombre. El reino del hombre no es el estrecho y angustioso
    territorio de su propio yo, ni el abstracto dominio de su
    colectividad, sino esa tierra intermedia en la que suelen
    acontecer el amor, la
    amistad, la
    comprensión, la piedad
    ." (SÁBATO,
    1951).

    Las soluciones de Sábato, las soluciones que
    Sábato exige de sí mismo según una de las
    citas anteriores, son, entonces: 1) recuperar el sentido humano
    de la técnica y de la ciencia, con lo cual pide otra
    humanidad a lo humano
    , y no ésta, a la que llama,
    implícitamente, inhumana. 2) Trabajar en una
    síntesis de elementos contrarios, por ejemplo, entre el
    individualismo y el colectivismo: Sábato propone el
    reconocimiento del otro
    . 3) Sábato describe
    cuál sería el reino, el Paraíso, del hombre:
    un lugar donde haya amor, amistad, comprensión y
    piedad.

    Finalmente, incluiremos la conclusión-
    solución que el Sábato piadoso en su registro y en
    sus contenidos deja para el final de su trabajo: "¿Por
    qué buscar lo absoluto fuera del tiempo y no en esos
    instantes fugaces pero poderosos en que, al escuchar algunas
    notas musicales o al oír la voz de un semejante, sentimos
    que la vida tiene un sentido absoluto?

    Ése es el sentido de la esperanza para
    mí y lo que, a pesar de mi sombría visión de
    la realidad, me levanta una y otra vez para luchar
    ."
    (SÁBATO, 1951)

    Con que, entonces, 4) Sábato sugiere que sintamos
    más seguido el poder del instante, el poder extraordinario
    de la propia existencia, de la vida. Eso lleva a la
    conclusión- solución 5), que es la de tener
    esperanzas y fuerzas. Las esperanzas de que el mundo
    estará mejor
    y las fuerzas para seguir. Es
    decir que ambas soluciones parecen resignación, no lucha.
    Se lucha, en Sábato, para resistir todo lo que
    Sábato, en términos teóricos, no puede
    ofrecer cambiar por carecer de una intención
    crítica real y por convivir permanentemente en la
    abstracción y en el esencialismo: retornar a lo humano
    (que no se define) y sugerir obviedades o abstracciones a las que
    él llama utopías.

    La piedad, en el registro pero y por tanto en el
    contenido de ese registro, no soluciona: sólo soporta,
    resiste y sufre, mientras se mantiene más
    allá
    . Tal la piedad de Sábato, que, en las
    últimas líneas de este volumen, empalma,
    quizás, con lo que David Viñas llamó un
    tono sacerdotal: "Y que, si es cierto que
    Satanás es el amo de la tierra, en alguna parte del cielo
    o en algún rincón de nuestro ser reside un
    Espíritu Divino que incesantemente lucha contra él,
    para levantarnos una y otra vez sobre el barro de nuestra
    desesperación"
    (SÁBATO, 1951).

    9.- Apologías y
    rechazos
    , 1979: una caza de brujas y un
    sobreviviente

    Si en Uno y el Universo ya estaban en germen las
    características del registro sabatiano que aquí
    hemos denominado de la piedad, y si en Hombres y
    engranajes
    ese registro y sus características se
    veían con mayor claridad, será la obra
    Apologías y rechazos la que, en plena dictadura militar
    argentina, evidenciará el momento en el que más
    claramente se manifiesta el carácter acrítico de su
    registro y de lo que ese registro dice.

    Ya habíamos dicho que algunas de las
    características con que cuenta el registro de la piedad
    son la abstracción, la nulidad intelectual al momento de
    tomar partido, en la medida en que tomar partido por las
    víctimas, siempre, es no hacerlo (ya citamos a Debray), la
    abstracción en su lectura (a) histórica del devenir
    humano y en sus "soluciones", y el esencialismo como
    práctica permanente en ese registro, la inconsistencia
    crítica. Esta inconsistencia crítica que se esconde
    detrás de este registro de la piedad sabatiano no
    puede verse más nítidamente, para nosotros, que
    analizando, como se hará a continuación, su
    armónica convivencia con un contexto de represión,
    persecución, permisos estratégicamente enclavados y
    censura hábil y hasta sutilmente planificada por los
    golpistas que intervinieron la Argentina entre 1976 y 1983.
    Partiremos de la base de que Sábato no ha sido,
    mayormente, molestado por las autoridades dictatoriales en todo
    el período que duró el Proceso.
    Luego, deberemos preguntar qué clase de
    compromiso social ejerce el autor de un libro al que ni siquiera
    la dictadura, con
    su ejército de censores, creyó pertinente sacar de
    circulación como lo había hecho con tantos otros
    libros y autores.

    10.-Dos pruebas de la
    inoperancia del registro sabatiano

    Primera prueba: la autorreproducción sabatiana
    no censurada como coherencia acrítica

    Sábato, como lo advirtieron María
    Pía López y Guillermo Korn, y como lo advierte
    también él mismo, suele repetir sus conceptos
    según una metodología a la que él llama de
    "machacamiento". No discutiremos este énfasis por parte de
    Sábato de "machacar" con la repetición de ideas y
    conceptos, pero sí utilizaremos su recurso como una de las
    más contundentes demostraciones de que todo
    Sábato, toda su línea ideológica y no sus
    últimas producciones como podría pensarse,
    está constituido por un acriticismo político y, en
    términos sartreanos, por una abstención
    política que siempre termina convirtiéndose en
    adhesión acomodaticia.

    Si Sábato fuera un autor cuyo registro e ideas
    hubieran cambiado, atenuando su caudal crítico durante la
    última dictadura, la crítica dirigida a él
    como intelectual no sería, quizás, de fondo, sino,
    a fin de cuentas, una gigantesca objeción: por
    qué Sábato se silenció cuando tenía
    que hablar
    . Pero la discusión sobre el modelo de
    intelectual Sábato es una discusión de fondo: por
    qué es que Sábato nunca habló como
    hablan los intelectuales genuinos, o, en términos de
    Gramsci, por qué Sábato, con sus vaivenes
    ideológicos, según se verá, siempre
    termina siendo un intelectual orgánico a la clase
    dirigente. Es significativo que la Dictadura no sólo le
    haya permitido publicar todo lo que él ha querido
    escribir, sino que tampoco le censurara su obra
    ensayística anterior al golpe de estado. El
    gobierno de
    facto más intolerante de la Argentina, así, se
    convierte en un lúcido lector de Sábato: es el
    que con mayor énfasis demuestra que su obra completa
    ensayística es acrítica y que no es un intelectual
    auténtico
    . Es significativo, en este sentido y como
    demostración de lo antedicho, que Sábato pueda
    trasladar, casi textualmente, párrafos enteros de su obra
    Hombres y engranajes, de 1951, a su obra
    Apologías y rechazos, de 1979. No hablamos, en
    principio, de una moderación del discurso (lo que
    también sería discutible pero que permitiría
    hablar, al menos, de una etapa crítica y de una
    moderada, esto es, de una etapa decente y de una poco
    ética) en Sábato: éste es firme y coherente
    en su registro:

    En Hombres y engranajes:

    "Si no somos destruidos por las fuerzas
    atómicas, será necesario acometer una vasta
    síntesis de elementos contrarios. Ya la filosofía
    existencial- fenomenológica intenta una
    conciliación entre lo objetivo y lo
    subjetivo, de la esencia y la existencia, de lo absoluto y lo
    relativo, de lo intemporal y lo histórico
    .

    A esta actitud
    filosófica debería corresponder una síntesis
    social del hombre y la comunidad. Ni el individualismo ni el
    colectivismo son soluciones humanas; como dice Martin Buber, el
    primero no ve a la sociedad y el segundo se niega a ver al
    hombre
    . (…)

    Pero la verdadera posición no es ni una ni
    otra sino el reconocimiento del otro, del interlocutor, del
    semejante.
    (…) El hecho fundamental es el
    hombre con el hombre. El reino del hombre no es el estrecho y
    angustioso territorio de su propio yo, ni el abstracto dominio de
    su colectividad, sino esa tierra intermedia en la que suelen
    acontecer el amor, la amistad, la comprensión, la
    piedad
    ." (SÁBATO, 1951);

    En Apologías y rechazos:

    "Si no somos destruidos por la hecatombe
    atómica, será necesario ir buscando la forma de
    rectificar rumbos hasta hoy imperantes dentro de la imperfecta
    democracia
    . (…) Será indispensable ir
    buscando la síntesis de una realidad que los Tiempos
    Modernos escindieron en opuestos aparentemente inconciliables: la
    ciencia y el hombre, el individuo y la colectividad, lo objetivo
    y lo subjetivo. Debería realizarse en el orden social lo
    que la nueva filosofía logró en el pensamiento: la
    síntesis dialéctica del hombre y el mundo. Ni el
    individualismo ni el colectivismo son soluciones verdaderamente
    humanas, pues el primero no ve la sociedad, el segundo no ve al
    hombre; ambos son abstracciones, y abstracciones esencialmente
    perniciosas para el ser humano
    ". (SÁBATO,
    1979)

    Y, unas veinte páginas más adelante,
    agrega: "Si no somos destruidos por la hecatombe
    atómica, será necesario ir buscando la forma de
    rectificar rumbos dentro de la imperfecta democracia,
    será necesario ir buscando la síntesis de una
    realidad que los Tiempos Modernos escindieron en opuestos: la
    ciencia y el hombre, el individuo y la colectividad, lo objetivo
    y lo subjetivo. Debería realizarse en el orden social lo
    que la nueva filosofía logró en el pensamiento: la
    síntesis del hombre y el mundo.

    Ni el individualismo ni el colectivismo son
    soluciones verdaderamente humanas, pues el primero no ve la
    sociedad y el segundo no ve al hombre; ambas son abstracciones, y
    abstracciones esencialmente perniciosas para el ser humano. Pues
    el reino de este ser no es el estrecho y angustioso territorio de
    su yo, ni el abstracto dominio de la colectividad, sino esa
    región intermedia en que acontecen el amor y el arte, la
    camaradería y el diálogo,
    la comprensión y el trabajo en
    común
    ." (SÁBATO, 1979)

    Procediendo de manera análoga a la del propio
    machacar sabatiano, se había incluido en este
    trabajo ya la cita primera cuando se habló de la obra
    Hombres y engranajes. Y se había hecho una lectura
    de sus falsas soluciones. Aquí, nuevamente publicadas en
    1979 estas soluciones, falsas por abstractas, no utópicas
    sino facilistas, el efecto del registro sabatiano de la piedad se
    torna más violento por las condiciones históricas
    en las que la Argentina se encuentra, condiciones que,
    también queda patente aquí, a Sábato no
    parecen interesarles en el momento en que rigen. El débil
    contenido crítico que se aloja en una obra de 1951 de
    Sábato, Hombres y engranajes, se ve entonces
    demostrado por la falta de objeciones que la Dictadura más
    objetadora de la historia
    argentina manifiesta cuando varios de sus párrafos, en
    especial los de las soluciones de Sábato, son
    transcriptos a un texto de 1979 como Apologías y
    rechazos
    .

    Segunda prueba: qué tiene Sábato para
    decir en 1979 con el registro de la piedad

    Además de haber dejado sentado en nuestra
    Primera prueba que la coherencia de Sábato consiste
    precisamente en mantener a lo largo de su obra, de los
    años y de los procesos
    históricos el mismo discurso abstracto, bajo el fundamento
    de que un régimen represor y censor no ha ejercido su
    censura ni con la obra anterior al Proceso ni con las
    traslaciones que Sábato ha efectuado de dicha obra a su
    ensayo de 1979 Apologías y rechazos ni con el
    material inédito que esta última obra guardaba
    entremezclado con esas traslaciones, será menester releer
    ahora a la luz de la radicalización histórica de
    nuestro país en 1979, las sospechas que anotamos al
    analizar Uno y el Universo y Hombres y
    engranajes.

    Del discurso de la piedad hemos dicho en un principio
    que posee sus dos caras: la formal y la de contenido, y que la
    formal ya implicaba, de antemano y en su propia forma, poseer,
    constituir,
    a aquello que necesita piedad. El piadoso,
    el que utiliza ese registro, es un acobijador de su
    objeto, al que define todo el tiempo y del que se hace cargo. La
    relación de poder existente entre protector y protegido es
    paternalista, y sólo puede ser admitida en caso de que el
    yo- discursivo piadoso acobije su objeto de piedad de una forma
    efectiva si no quiere ponerse de manifiesto en su paternalismo.
    Es decir: cuando un defensor que ha elegido acobijar con
    el soberbio registro de la piedad no lo hace conceptualmente
    bien, se convierte en alguien que ha fallado, y que lo ha hecho,
    muy posiblemente, de una forma irreversible, porque tal registro
    resulta tan contundente, que no parece permitir retractaciones de
    fondo. Y no es posible retractarse por las propias limitaciones
    de ese registro de la piedad, entre las que se encuentra como la
    principal la de su estilo afectivo y emocional, según lo
    demostraremos ahora mismo: "¡Qué
    devastación ha traído el tiempo sobre aquella
    sonrisa y aquel resto de frescura o de espíritu
    juguetón! ¡Qué abismos se han abierto entre
    el muchacho de la fotografía y el hombre de ahora!
    ¡Cuántas ilusiones se advierten allí que han
    sido agostadas por el frío de las tormentas, por los
    desengaños y las muertes de tantas doctrinas y seres que
    queríamos! "
    (SÁBATO, 1979)

    ¿Cómo volver atrás en algo que fue
    dicho tan afectivamente? El engaño (y la
    limitación, a la vez) de este registro es que mezcla lo
    afectivo con lo conceptual, lo emocional con lo
    filosófico, la calidad de una
    teoría
    con el arrebato de un impulso. Esto, según se dijo,
    provoca que Sábato sea en principio difícil de leer
    críticamente, porque pareciera, en ese registro, estar
    expresando todo el dolor que le confiere la humanidad. Sin
    embargo, lo cierto es que Sábato, recubierto de un
    irrefutable efecto de afecto o
    verosímil del afecto, desliza un caudaloso torrente
    de conceptos, categorías, presuposiciones, prejuicios,
    errores conceptuales y errores éticos, o errores
    conceptuales que devienen éticos. Y, según se
    sospechó al principio, pero según se confirma en el
    radicalizado período 1976- 1983, uno de los peores errores
    conceptuales- éticos de Sábato es que no se molesta
    en definir lo que defiende. Al no hacerlo, según se
    demostró, se produce su famoso efecto de pensador
    cuya justificación real es muy difícil.
    Apologías y rechazos termina de hacer notar su
    abstracción en el hecho de que, y a eso se dirige esta
    Segunda prueba, no necesita ser censurado ya que su
    registro, aunque lo parezca por los mecanismos señalados,
    no es crítico. "La madurez comienza cuando las
    conciencias más lúcidas comprenden que las
    infinitas perfecciones con que creían dotada a su patria
    –como a la madre- no son ni infinitas ni perfecciones; y
    que, como en otros pueblos, como en todos, sus virtudes
    están triste pero humanamente unidas a sus taras, taras de
    las que los seres honestos no pueden sino acusarse y
    avergonzarse. Motivo por el cual pienso que empezamos por fin a
    tener una nación
    madura
    ." (SÁBATO, 1979).

    Baste, quizás, la cita para comprobar cómo
    un error conceptual se convierte en error ético cuando no
    hay una retractación de parte del ensayista. Ya hemos
    hablado sobre la dificultad de volver atrás que este
    registro de la piedad, tan omnipotentemente paternal, aunque esto
    no justifica de ninguna manera el comentario de Sábato. Es
    difícil, requiere distinguir entre lo dicho con
    pasión y lo soltado como un error intelectual
    grave: pero no es imposible retractarse. Frecuentemente, los
    intelectuales señalan los errores de sus
    contemporáneos. Sábato casi no ha respondido a los
    errores que intelectuales contemporáneos suyos como
    Osvaldo Bayer o David Viñas, o intelectuales de
    generaciones posteriores como Guillermo Korn y María
    Pía López le vienen formulando desde hace
    décadas.

    La abstracción del discurso de la piedad de
    Sábato manifiesta en 1979 su vacuidad crítica:
    "¿De qué censores estamos hablando si es la
    justicia independiente la que debe ejercerla
    [Sábato
    se refiere a la censura, o, mejor dicho, a los que censuran en la
    Argentina]? Y si el terrorismo
    totalitario quiere echar abajo estas nobles instituciones
    tal como salvajemente están ahora intentándolo en
    España
    e Italia, habrá que encontrar la forma de actualizar
    nuestras leyes para que
    los enemigos de la República no puedan derribarla
    aprovechándose de su benignidad y su inoperancia
    ."
    (SÁBATO, 1979)

    Para este entonces, 1979, según un intelectual
    comprometido socialmente no puede ignorarlo, no
    habría que haber ido a buscar los ejemplos de censura
    desde el Estado a
    Italia ni a España. Sin embargo, y como quizás se
    haya advertido en la cita, en Sábato se da algo bastante
    más grave aún que la abstracción ya
    mencionada, que es, ya de por sí, objetable en un escritor
    que utiliza este registro discursivo, a saber: que atenúa,
    aún más, su discurso ya de por sí atenuado.
    Sin la necesidad, muy posiblemente, de bajar el tenor
    crítico en su discurso
    precisamente por no ser
    crítico, Sábato, de todas formas, lo hace. Y donde
    antes encontraba, en forma maniqueamente pareja, aberraciones
    históricas tanto en Estados Unidos
    como en la Unión Soviética, ahora, en 1979,
    tenderá a omitir considerablemente los comentarios
    despreciativos para con el primer polo, según se compara a
    continuación, sólo como una prueba entre tantas
    otras que podrá hallar quien lea los ensayos sabatianos en
    esta clave: "EL PARAÍSO MECANIZADO

    Los Estados Unidos son el resultado directo y puro de
    la expansión europea, que pudo realizarse sin trabas
    espaciales ni tradicionales en el vasto territorio virgen de la
    América
    septentrional. Allí surgieron
    de la nada ciudades,
    que desde su mismo origen tuvieron el sello de la cantidad y del
    funcionalismo.
    Así se convirtió en el país de las
    fabricaciones en serie, de las diversiones en serie, de los
    asesinatos en serie: hasta las románticas bandas de
    forajidos sicilianos se convertían en sindicatos
    capitalistas.

    Hombres que habitaban en "máquinas de vivir"
    construidas en ciudades dominadas por los tubos
    electrónicos han inventado esa extraña ciencia que
    se llama
    cibernética, que rige la fisiología de los "cerebros
    electrónicos" y que, en días próximos,
    servirá para controlar los ejércitos de robots. En
    ese país no sólo se ha llegado a medir los colores y olores
    sino los sentimientos y emociones. Y esas
    medidas, convenientemente tabuladas, han sido puestas al servicio de
    las empresas
    mercantiles. En un libro titulado
    Cómo anunciar para
    vender, de W. B. Dygert, aparece una tabla en la que se
    clasifica de 0 a 10 el poder de atracción de los anuncios,
    según los sentimientos que utilizan:

    Hambre: 9,2

    Amor a los hijos: 9,1

    Atracción sexual: 8,9

    Afecto a los padres: 8,9

    Respeto a Dios: 7,1

    Cordialidad: 6,5

    Temor: 6,2" (SÁBATO, 1951)

    La crítica que Sábato, en 1951 y en la
    obra Hombres y engranajes, dedicara al sistema de vida
    estadounidense, es traducida, en Apologías y
    rechazos
    , en una cierta admiración: "DERECHO AL
    DISENTIMIENTO

    (…) Si los Estados Unidos dejaron de ser un
    jactancioso adolescente fue porque sus mejores espíritus
    tuvieron el coraje de escuchar los bajos fondos de su alma y
    exponerlos a la vergüenza pública en sus novelas, en su
    teatro, en su
    cine. Es muy
    frecuente, en nuestros países latinoamericanos –tan
    propensos a regímenes despóticos- criticar el
    famoso materialismo
    yanqui, mientras nos envanecemos de nuestra presunta
    inclinación a los valores
    espirituales.
    (…) Como todo gran imperio, ha
    cometido innumerables tropelías a lo largo y a lo ancho
    del mundo. Pero nadie ha dicho palabras tan duras contra los
    Estados Unidos como sus propios hijos"
    (SÁBATO,
    1979).

    Podríamos analizar incansablemente estos dos
    fragmentos de distintas épocas citados aquí:
    podríamos preguntarnos de dónde proviene esa
    justificación de las tropelías cometidas por
    el país al que Sábato otorga sumisamente, no
    crítica ni despectivamente, el mote de Imperio.
    Podríamos discutir la vacuidad crítica de un
    Sábato que no advierte, en textos de estas épocas,
    que ese derecho al disentimiento que tanto celebra de los
    Estados Unidos y que no desea para nuestros países
    latinoamericanos tan propensos a regímenes
    despóticos
    , no es censurada precisamente porque no
    puede hacer lo suficiente por el espíritu crítico
    de su pueblo. Podríamos alegar, también respecto de
    esta última cita, que es muy dudoso, aún si el
    lector es optimista en su defensa a Sábato como
    intelectual, considerar que éste incluye a nuestro
    país y a la dictadura que Sábato habita cuando dice
    que nuestros países latinoamericanos son tan propensos
    a regímenes despóticos
    , sobre todo teniendo en
    cuenta, según ya se ha citado, que Sábato
    considera, unas páginas antes, que empezamos por fin a
    tener una nación
    madura.
    Todo esto podría extenderse en un
    análisis que ya hemos atendido, no agotado, en esta la
    Segunda prueba. No obstante, sólo se hace
    estrictamente necesario preguntarnos cuál es la
    razón de esta actitud más bien elogiosa para con
    los Estados Unidos en 1979 y no en 1952, de cuya obra Hombres
    y engranajes
    , esta vez, Sábato no traslada ninguno de
    sus comentarios a Apologías y rechazos. Lo que
    ocurre es lo que habíamos sospechado unas líneas
    atrás: el registro sabatiano al que hemos denominado de la
    piedad, ese registro confesional, portavoz con un adicional de
    tono afectivo del que difícilmente se puede salir o
    retractarse después por sus propias limitaciones; ese
    registro, en fin y como ya se ha visto, acrítico y
    abstracto, se ve aún más atenuado en este ensayo. Y
    la manera que Sábato encuentra para atenuar aún
    más este discurso ya atenuado per se es previsible:
    elimina o adormece la crítica del polo que le es menos
    molesto al régimen despótico a cuyo servicio
    Sábato, lo quiera o no, está: el que enfrenta a la
    Unión Soviética: Estados Unidos. Luego, para
    terminar el movimiento, lo que había ahorrado en
    críticas a Estados Unidos lo despilfarra en objeciones de
    fondo, en ironías, en ataques directos a todo lo inherente
    a la Unión Soviética: "LOS FINES Y LOS
    MEDIOS

    La prohibición del disentimiento, la
    instauración del Partido Unico, la abolición de la
    justicia independiente y de la prensa libre, el
    reemplazo de un Parlamento por el de un circo como el que
    periódicamente se reúne en los países
    comunistas, son los rasgos esenciales de la sociedad totalitaria
    y los recursos mediante los cuales el hombre es conducido a la
    condición de engranaje."
    (SÁBATO,
    1979)

    El ejemplo del hombre reducido a engranaje,
    contrariamente a lo que su obra homónima de 1951
    sostenía, es ahora sólo de la Unión
    Soviética. Pero la monopolización de la figura
    demoníaca en la U.R.S.S. es objeto de una enorme y
    llamativa mayoría en esta obra de 1979: "En 1917, la
    Rusia zarista
    fue conmovida por una gigantesca revolución
    que exigía pan y libertad. ¿Qué hombre
    generoso y, sobre todo, qué joven idealista no
    habría de inclinarse a juzgar como una gran esperanza
    aquel acontecimiento histórico? Los años revelaron
    que mediante ese género de revolución podía
    darse pan a los hambrientos, pero en modo alguno esa libertad sin
    la cual no vale la pena vivir. Porque, como dijo Saint-
    Exupéry, una tiranía totalitaria puede satisfacer
    nuestras necesidades materiales,
    pero los hombres no forman un rebaño que meramente debe
    ser engordado.

    Realizar una sangrienta revolución, sacrificar
    generaciones enteras, encerrar, torturar y matar a millones de
    disidentes para un día estar en condiciones de fabricar
    automóviles y heladeras tan buenos como los
    estadounidenses no puede construir el gran ideal de nadie."

    (SÁBATO, 1979).

    Es claro, luego de las citas presentadas, que
    Sábato tiene un interés especial cuando exalta a
    los Estados Unidos, cuando llama a Inglaterra y a
    Estados Unidos naciones genuinamente civilizadas
    (SÁBATO, 1979). Su razonamiento es siempre
    improcedentemente maniqueo, tanto en su notorio aporte a la
    elaboración de la teoría de los dos demonios en la
    Argentina, según se verá en el próximo
    apartado, y como aquí mismo: pensar rígidamente en
    dos polos implica, por lo menos, tres cosas: neutralidad cuando
    se toma partido por las víctimas de uno y otro bando;
    posibilidad de conservar un espíritu crítico,
    utilizando como praxis el
    mirar siempre desde la perspectiva contraria a la del bando
    "oficial"; capacidad acomodaticia, sin un bando fijo, o
    más bien supeditado al momento en el que uno u otro se
    vuelve oficial. Sábato, en el fondo de su
    abstracción un pensador maniqueo, practica entonces el
    deslizamiento entre la primera y la tercera implicancia de esta
    tipología. Su abstracción sirvió siempre
    para identificar dos polos y no posicionarse sobre ninguno, a
    menos que los regímenes despóticos se lo sugirieran
    para legitimarse en él.

    Para sintetizar: Sábato, en 1951, abstracto,
    compasivo con la criatura humana en general, piadoso,
    equidistante; Sábato, en 1979: compasivo con la criatura
    humana en general, aunque de una equidistancia atenuada por una
    sutil predilección por los países contrarios a la
    Unión Soviética, sobre la que no se ahorra
    críticas, y optimista respecto del país
    maduro
    que cree que por fin hemos llegado a tener.
    Sábato, en 1984: compasivo con la criatura humana en
    general, aunque de una equidistancia atenuada hacia el otro lado:
    repudio de los timoneles de ese país maduro. Desde
    un registro piadoso y compasivo, desde un maniqueísmo
    acomodaticio que le ha permitido, pasados más de una
    docena de regímenes despóticos, salir airoso de
    todos.

    11.- El Prólogo de
    la CoNaDeP y la legitimidad mediante el registro de la
    piedad

    Nos hemos preguntado a lo largo de este trabajo, ya
    muchas veces, por qué Sábato se había ganado
    la simpatía de la sociedad argentina y el mote
    social de comprometido en ella, pese a sus lúcidos
    detractores también citados. Habíamos esbozado una
    primera conjetura al hablar de la oficialidad de la
    representación que ha logrado tejer sobre sí mismo,
    y que lo coloca en contraposición con Borges. Ahora
    diremos, luego de haber analizado cuestiones cruciales del
    registro de Sábato a lo largo de varias de sus obras, que
    es este registro de la piedad el que da la prueba final de
    la efectividad en términos de reconocimiento social de
    Sábato, y a la vez, según se vio, la de su nulidad
    crítica.

    El registro de la piedad y sus cualidades terminan de
    demostrar su versatilidad ideológica y su carisma frente a
    una recepción poco crítica como la de la clase
    media nacional en el prólogo del denominado "Informe
    Sábato": el de la CoNaDeP. Y, siguiendo una línea
    como la que se propuso de lectura de la discursividad sabatiana,
    se demuestra objetivamente que el registro de la piedad es a tal
    punto abstracto, que Sábato no tiene que acudir a otro
    para escribir dicho prólogo: el registro, como sus
    contenidos, como la abstracción acrítica, son, en
    el peor sentido de la palabra, universales: "Durante la
    década del 70 la Argentina fue convulsionada por un terror
    que provenía tanto desde la extrema derecha como de la
    extrema izquierda, fenómeno que ha ocurrido en muchos
    otros países". (CONADEP, Prólogo atribuido a
    Sábato, 1984. El subrayado es mío),
    maniqueíza Sábato, para repudiar con mayor
    énfasis, esta vez, el horror de la extrema derecha del
    mismo modo en que, durante el régimen dictatorial de 1976-
    1983 había mostrado mayor énfasis, según
    también se demostró, en repudiar a la extrema
    izquierda. Esta era, se dijo, una ventaja del registro de la
    piedad
    : la capacidad acomodaticia que se oculta bajo su
    paternalismo defensor y emotivo. En su abstracción reside
    su triunfo constante y universal. Luego, la teoría de los
    dos demonios que figura en este prólogo se vuelve
    inevitable en un ensayista que, como Sábato, siempre ha
    pensado en forma bipolar y maniquea cuando el maniqueísmo
    no era pertinente. En la cita de más arriba, se nos narra
    la historia de dos grupos en pugna:
    el terrorismo de la extrema izquierda y el de la
    extrema derecha. La lucha no puede ser leída de
    manera distinta a la que Sábato lee las cosas: de manera
    abstracta. Dos grupos en pugna y una sociedad compuesta por
    ciudadanos inocentes. Demonizar a los dos grupos en
    pugna implica angelizar a un tercero: la sociedad: "En
    cuanto a la sociedad, iba arraigándose la idea de la
    desprotección, el oscuro temor de que cualquiera, por
    inocente que fuese, pudiera caer en aquella infinita caza de
    brujas
    (…) Todos, en su mayoría inocentes de
    terrorismo o siquiera de pertenecer a los cuadros combatientes de
    la guerrilla, porque éstos presentaban batalla y
    morían en el enfrentamiento o se suicidaban antes de
    entregarse, y pocos llegaban vivos a manos de los represores
    "
    (SABATO, 1984). Marcelo Tinelli, en ocasión del atentado a
    la embajada de Israel, se
    lamentaba en su programa porque,
    además de judío, habían muerto muchos
    inocentes. Luego, Tinelli se disculpó públicamente
    por esta especie de acto fallido, que recupera la lectura de
    los dos demonios sobre la que Sábato, estando comprometido
    explícitamente en el plano político y siendo, o
    queriendo ser, un intelectual, admirando a Sartre, no se
    retracta. Sábato lleva gran parte de su legitimidad, para
    atisbar respuestas a esta pregunta insistente sobre su
    representatividad, porque plantea, y oficialmente (en el
    Informe de la CoNaDeP entregado al entonces presidente
    Raúl Alfonsín) una lectura que absuelve de culpa y
    cargo a la sociedad que había pedido ese golpe, a la
    sociedad que había aplaudido esos partidos distractores
    del mundial de 1978 y a la sociedad que había festejado la
    decisión política de la guerra de
    Malvinas.

    Corren, como conclusión de todo lo visto hasta
    ahora sobre Sábato y sus trabajos, dos cosas en paralelo:
    primero, que el grado de disociación respecto de la
    realidad histórica inmediata de este registro se congela
    para analizar siempre, en distintas épocas y
    circunstancias históricas, las cosas de manera
    congelada. El registro de la piedad (y valga a modo
    de repaso) se lamenta por las víctimas, siempre es
    abstracto y esencialista a la hora de referirse al hombre, es
    ahistórico, apolítico, y maniqueo. Estos atributos
    hacen que el ensayista Sábato pueda hablar casi de
    cualquier cosa y volcarse por el lado que, en su
    maniqueísmo, más le convenga (ya vimos que, en sus
    ensayos, lo ha hecho, y, para más detalles, remito a la
    bibliografía citada).
    Al mismo tiempo el efecto de compromiso de este registro le
    valió, siempre, el aplauso universal por parte de una
    recepción que no gusta ser acusada por su evasión
    de la complicidad histórica que durante el régimen
    de 1976- 1983 han tenido a raíz, muy posiblemente, de un
    rasgo que mucho tiene que ver con Sábato: la nulidad
    crítica.

    Existen en Sábato por lo menos tres aspectos a
    tener en cuenta en el momento en que lo analizamos como
    intelectual: primero, el registro de la piedad y su falta
    de alcances críticos (visto en la Segunda Prueba).
    Segundo, la coherencia acrítica (vista en la Primera
    Prueba
    ) que Sábato ha mantenido desde sus primeros
    trabajos ensayísticos, comprobada al momento de la
    extraña permisividad por parte de los golpistas del
    Proceso de 1976- 1983 (permisividad que ya no debería
    resultarnos extraña, y, de paso, se dirá que en
    esto último radica el éxito o
    el fracaso de este apartado), lo que anula la posibilidad de
    considerar a Sábato, como suele hacérselo, un
    intelectual que devino decadente; y en tercer lugar,
    diremos, una nueva cualidad del sistema de pensamiento que no le
    pertenece exclusivamente a Sábato sino que forma parte de
    las contraindicaciones de una perspectiva maniquea en el
    intelectual: la posibilidad de ser, en un descuido, un
    intelectual acomodaticio o abstracto. Las citas con que hemos
    intentado discernir las zonas desde las cuales el discurso
    sabatiano ha resultado efectivo para su recepción,
    constituida por la clase media, pueden y deben implicar una
    traslación a la problemática del auténtico
    intelectual comprometido. Que el discurso sabatiano haya sido,
    aquí, objetado, nos debe ubicar en una perspectiva
    paranoica que nos fuerce a mirar alrededor de él y
    preguntar: ¿en dónde reside, entonces, el triunfo
    de Sábato en el mapa social del intelectual
    crítico? Ya vimos que una respuesta puede ser su "triunfo"
    sobre Borges en términos políticos. ¿Por
    qué Sábato y no Viñas, Bayer, José
    Pablo Feinmann, ocupa el lugar de la masiva admiración?
    ¿Por qué los intelectuales de corte sartreano
    más genuino y menos objetable tienen una influencia
    más escasa que la de Sábato, el personaje
    más ovacionado en el último Congreso de la Lengua
    celebrado en Rosario en 2004 y considerado uno de los eventos
    culturales más importantes de los últimos tiempos
    celebrado en nuestro país?

    Sábato preocupa. Pero preocupa como
    síntoma del intelectual sartreano, influyente, hoy.
    Preocupa porque encarna la pregunta sobre las posibilidades de
    existencia de un intelectual sartreano genuino. Y preocupa,
    principalmente, porque sí hay un lugar para él pero
    no lo hay para los que lo deberían ocupar.

    En 1979, Sábato no desafía a la censura
    impuesta por la dictadura militar en la Argentina
    , como lo
    dice la edición de la Obra Completa: Ensayos de
    Seix Barral editada en 1996; tampoco se ha planteado problemas
    cuyas soluciones lo irguieran al plano de pensador, donde,
    sin embargo, ha terminado estando. El problema es por qué
    Sábato está ahí.

    Ahí donde no está el verdadero
    intelectual
    .

    Fernán Tazo

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