Cuando hace un año se señaló a tres
judíos como impulsores de la economía global (Alan
Greenspan, Lawrence Summers y Abby Joseph Cohen) resurgió
el polémico tema de la conexión entre
judaísmo y economía.
Unos quince años atrás, la tapa de la
revista
argentina Carta Política, de Mariano Grondona,
salió con el destacado título "Los judíos".
Los dibujos que
ilustraban el texto eran
candelabros rodeados de signos
monetarios, y muchos repararon en la agresión de que se
hubiera elegido justamente ese símbolo para representar a
nuestro pueblo.
Precisamente para alejarse de esa frecuente mala
intención, el mundo académico no se dedica
suficientemente a hurgar en el vínculo entre los
judíos y la economía. Al rector de la Universidad
Hebrea de Jerusalem, Menajem Ben Sasson, le preocupa que ese tipo
de estudio haya tendido a ser apologético, debido a una
especie de reacción ante el abuso con el que los
judeófobos de todas las épocas manipularon los
datos al
respecto.
El humor acerca de los judíos contribuyó
ostensiblemente a consolidar el prejuicio que
los ve como un factor omnímodo de poder. El
prejuicioso nunca parece conmoverse ante el hecho irrefutable de
que el poder que detentan los judíos como grupo debe de
haber sido muy escaso, puesto que no les sirvió siquiera
para evitar hace medio siglo que uno de cada tres fuera
asesinado.
Así, bajo el mito del
judío ocultamente poderoso nació la judeofobia
moderna en Latinoamérica, en la novela La
Bolsa (1890). Aun cuando por esa época virtualmente no
había judíos en la región, se los presentaba
como dueños de la Bolsa de Comercio de
Buenos Aires,
que acababa de cerrar en medio de un caos. Medio siglo
después, novelas del
otrora prolífico ministro de Educación, Gustavo
Martínez Zuviría ("Hugo Wast") tuvieron como
leit motiv la aleación del dinero con el
judío, que era siempre mezquino, materialista y
subversivo, dueño de las principales fuentes de
riqueza.
En la actualidad, los estereotipos judeofóbicos
volvieron a asomar aun en los casos en los que la coyuntura
económica jugara decididamente en contra de los
judíos, como cuando quebraron los dos bancos
comunitarios en Buenos Aires. Una atmósfera hostil
volvía a especular acerca del "control
judío". Similar experiencia vivió el Perú
hace unos meses.
La larga historia de prejuicios traba
el análisis equilibrado acerca del rol de los
judíos en la economía. Acecharán siempre las
paranoias acerca de la "dominación judía mundial" y
otras absurdidades. Ergo, a fin de abordar responsablemente el
asunto, es necesario desestimar los argumentos más
reiterados del arsenal judeofóbico. El primero, el del
"poder oculto", trasciende las posibilidades de este
artículo, y nos contentamos con la alusión ya hecha
en los párrafos anteriores.
Segundamente, digamos que los factores económicos
no crearon ni crean la judeofobia; sólo la
exacerban. Los judíos fueron perseguidos en los estados
económicos más diversos, y no necesariamente cuando
fueran ricos.
En tercer y último lugar, puntualicemos que la
posición socioeconómica de los judíos fue
consecuencia (y no causa) de la judeofobia. Cuando
judíos se dedicaron a prestar dinero, fue porque tanto la
posesión de tierras como otras profesiones les estaban
vedadas por corporaciones que sólo aceptaban cristianos.
En palabras de Ernest Renan: "La Edad Media le
reprochó al israelita la misma profesión a la cual
lo condenó".
También la literatura difundió
la imagen del
judío medieval dedicado al préstamo de dinero.
El Cid Campeador tomó un préstamo de un par
de judíos de Burgos para financiar su expedición a
Valencia; El Mercader de Venecia tomó de Shylock, y
otras obras literarias se las ingeniaron para incluir al
judío usurero. Lo cierto es que muchos cristianos
(especialmente lombardos) se dedicaron a la usura con mucha mayor
apetencia que los judíos, y a diferencia de éstos
no lo hicieron por falta de otras alternativas permitidas. Es
notable como el episodio shakesperiano de la libra de carne tiene
origen en una historia real del siglo XVI, en la que el
judío (Shimshon Cesena) fue la víctima y el
cristiano (Paolo Secchi) el victimario. Pero en aras de
satisfacer la fantasía popular sobre los afanes
malévolos del judío, pareció legítimo
invertir a los protagonistas.
Además de las restricciones para ejercer otras
profesiones, hubo otros cuatro motivos por los que el
judío se dedicó al préstamo. Uno:
después de la Primera Cruzada (1096), el mercader
judío ya no tenía ninguna seguridad
física
para viajar y comerciar, por lo que debió optar por una
profesión más sedentaria. Dos: la
prohibición canónica de que los cristianos cobraran
interés, hizo del préstamo una
profesión mayormente judía. (Los rabinos
permitieron el uso del interés por medio de un procedimiento
denominado heter iská). Tres: la estrategia de
muchos monarcas fue concentrar las riquezas en ciertos
judíos para ulteriormente despojarlos. En su edicto de
1253, Enrique prohibía "que ningún judío
permanezca en Inglaterra si no
es para servir al rey". Cuatro: las persecuciones que obligaron
al judío a emigraciones constantes, lo obligaron a
invertir en lo más portátil que pudiera (el
efectivo constituyó la segunda mejor inversión del judío, la más
transportable. La primera, fueron los estudios. Siempre
podían llevarse su aprendizaje a
donde los llevara la historia).
Las observaciones precedentes nos permiten mayor soltura
para abordar el tema.
Entre Moisés y Milton
Friedman
Desde la Biblia hebrea hay expresiones muy claras acerca
de la administración de recursos humanos. La
primera fue probablemente los consejos del suegro de
Moisés previos a la entrega de la Torá
(Éxodo 18) que se transformaron en pilar de la
organización. La palabra recursos
משאבים es un hapax
legomeno que aparece por única vez en el poema
épico de Débora (Jueces 5), el canto de los que
"cruzan por los recursos", que vendría a ser los
pozos de agua.
En la Mishná (siglo II) hay un intento exitoso de
dar explicaciones económicas detalladas dentro del marco
de su sistema. Estos
logros no tienen paralelo en la filosofía y
teología de la antigüedad, con la posible
excepción de Aristóteles, quien también
creó un sistema que incluía lo
económico.
Durante la Edad Media los judíos, gracias a los
contactos entre las diversas comunidades dispersas, fueron el
grupo más capaz para introducir la idea del comercio
internacional. Desde el siglo VI, los llamados "Radanitas"
judíos fueron intermediarios entre el imperio
musulmán y la europa cristiana
e incorporaron nociones precapitalistas en la sociedad
feudal.
Hasta el siglo X, judíos comerciaban desde
España
hasta la China, antes
de que Marco Polo se aventurara hacia el Este. Políglotas,
hablaban las lenguas necesarias para las travesías y,
junto con los sabios judíos de diversas disciplinas, su
presencia era alentada por reyes que los creyeron un factor
importante en el desarrollo
económico. En efecto, en muchas épocas hubo
gobiernos creyeron que un modo de estimular el comercio y la
industria era
precisamente, importar judíos. Así lo hicieron, en
orden cronológico, Bayasid II en Turquía, Boleslao
V en Polonia, Gustavo III en Suecia, Julio A. Roca en la
Argentina.
Desde el siglo X, judíos eran banqueros de los
califas de Bagdad, y desde allí influían en el
comercio internacional. Posteriormente tuvieron roles similares
en las cortes de España y otros reinos europeos.
En el siglo XI predominaron en la importación y exportación de los califatos
fatimíes, y transformaron la región de Túnez
en el centro comercial del Mediterráneo por
excelencia.
Los vínculos que desarrollaron se basaron en el
sistema de que se podían transferir deudas y
órdenes de pago. Con ello dieron un impulso formidable al
crédito
y el comercio. A diferencia del derecho
romano, la ley judía
aceptaba la transmisión de deudas de una persona a otra.
No arbitrariamente escribe Montesquieu en
El Espíritu de las Leyes (1748) que los
judíos inventaron la letra de
cambio. Claro que con frecuencia se abusó del sistema
para castigarlos. Las persecuciones constantes, por ejemplo
durante la época de la "Muerte Negra",
dieron a los gobernantes la excusa para expropiar a los
judíos y reintegrar las letras de crédito a los
deudores. A fines del siglo XIV, un buen ejemplo de la rapacidad
real fue la anulación de las deudas del rey Wenceslao IV
de Bohemia.
En la época moderna de globalización, el judío tiende a
revalidar su rol positivo en la economía, como miembro de
un pueblo global. Que ese rol fue siempre protagónico, fue
alegado por varios académicos que trataron la
cuestión.
Medio siglo después de que Carlos Marx
sentenciara en su primer libro que
"el dinero es
el único dios de los judíos" y viera en ellos la
más pura expresión del "enemigo" (la
burguesía), el historiador económico belga Henri
Pirenne, con menos pasión y hostilidad, pero no menos
generalizaciones, consideró que la modernidad en su
conjunto derivaba de los judíos.
Pero quien definitivamente sentó las bases para
la exploración del rol de los judíos fue el otrora
prestigioso sociólogo Werner Sombart. Su singular teoría
rastreó los orígenes del capitalismo
hasta la Edad Media tardía, y encontró en la labor
globalizadora de los judíos la causa del nuevo sistema
económico. Su obra Los judíos y el capitalismo
moderno (1911) atribuyó el desarrollo del
nuevo sistema a cuatro características de los
judíos: 1) su confrontación con el ineficiente
sistema corporativo; 2) su habilidad para modernizarse; 3) la
naturaleza
práctica de su religión, y 4) el
desarraigo que se les impuso. Así, los judíos
serían los pioneros del comercio internacional.
El problema con Sombart es que el nazismo
manipuló su teoría, y en una muestra de
oportunismo repelente en un intelectual, Sombart "se dejó
usar". Su libro más tardío, El socialismo
alemán ya es abiertamente judeofóbico. Pero si
pudiéramos abstraernos de la etapa posterior de Sombart
(muerto en 1941) notaríamos que su teoría inicial
contiene aspectos considerables (cabe mencionar que quien se
dedicó a traducirlo al hebreo fue nada menos que David Ben
Gurión).
El historiador Paul Johnson, después de refutar
alguna exageración de Sombart, muestra que la
contribución de los judíos a una economía
eficiente, se dio en su rol la creación de las bolsas de
comercio (método
rápido para reunir capital), y de
nuevos métodos de
comercialización, ventas y
publicidad.
Los judíos fueron prominentes recipiendiarios de
los Premios Nobel de economía. El primero de ellos, Paus
Samuelson, sigue siendo texto básico para todo estudiante
de la disciplina.
Cabe aquí mencionar a otros dos Nobel famosos: el pionero
de la
globalización, Milton Friedman, quien fue asesor de
gobiernos de Israel y de los
EE.UU., y Simon Kuznets, quien planteó un modelo sobre
el desarrollo del judío en la economía,
especialmente referido a que los judíos son un pueblo
eminentemente urbano (casi todos residen en las grandes
ciudades). En términos generales, tal vez una de las
causas de la positiva reconsideración que los
judíos tienen en el mundo hoy en día, es el
resultado de la revaloración del capitalismo.
Difícil es desentrañar la
asociación judíos-economía en sus muchos y
complicados aspectos, sobre todo cuando no se desea generalizar.
Pero lo que decididamente caracterizó a los judíos
en su devenir único fue la "kehilá", la comunidad
organizada, y su componente indispensable de "guemilut jasadim"
que se ocupaba de sostener a los sectores más
desprotegidos para que pudieran estudiar Torá, celebrar
con decoro las festividades y vivir dignamente. En la nueva y
vertiginosa era económica que nos toca protagonizar, la
vieja responsabilidad cobra una dimensión
gigantesca.
Gustavo D. Perednik