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tango
En este trabajo me
refiero a algunos de los inmigrantes y descendientes de
inmigrantes que, en la Argentina, compusieron letras y/o
músicas de tangos, los interpretan y los bailan. Incluyo,
asimismo, párrafos de testimonios, memorias,
biografías
y artículos periodísticos en los que se alude a la
presencia del tango en la vida
de los inmigrantes.
Transcribo pasajes de novelas y
cuentos en los
que aparecen inmigrantes ligados al tango, y algunas de las
letras de tango en las que aparecen inmigrantes.
Acerca de las letras de tango, cabe citar un concepto de
José Gobello: "Más de una vez se oye preguntar, con
tono de lamento o de reproche, por qué nuestros poetas no
escriben letras de tangos, o de canciones populares. Yo creo que
no hay que lamentarse tanto porque, cuando las escriben, les
salen bastante mal. Y no lo digo para denigrarlos: en realidad,
es inevitable que no les salgan bien.
La canción popular y, particularmente, la letra
de tango no tienen mucho que ver con la poesía
convencional. Creo que constituyen géneros distintos; creo
que para abordar la letra de tango es necesario cierto estado de
inocencia literaria, cierto grado de incultura, cierta mentalidad
silvestre sin los cuales no es posible poner en las letras ese
ingrediente de candor que les da sabor popular. Por supuesto, hay
excepciones. (…)".
La presencia del tango en la vida del inmigrante ha sido
reflejada en diversos textos, y algunos inmigrantes protagonizan
letras de tango, que a su vez originaron obras literarias.
Citamos fragmentos de algunos de estos textos y obras literarias,
y letras de tango completas.
Los italianos y sus descendientes compusieron letras y
músicas e interpretaron tangos. Entre ellos, recordamos a
Mario Batistella, Enrique Santos Discépolo, Luis
César Amadori, Feliciano Brunelli, Homero Manzi,
Roberto Maida, Nicolás Olivari, Julián Centella,
Pascual Contursi, Nelly Omar, Alberto Morán, Alberto
Marino, José Libertella, Astor Piazzola, Daniel Piazzola y
Graciela Pesce.
Entre los españoles y sus descendientes,
mencionamos a Luis Bayón Herrera, Tania, Eladia
Blázquez, María Nieves, Graciela Pereyra y Lorena
Lores.
Hubo muchos judíos
en la historia del
tango, entre ellos, Julio Jorge Nelson, Carlos Aguirre,
Simón Bajour, Raúl Kaplún e Ismael
Spitalnik.
Julia Zenko desciende de lituanos y letones. El padre
cantaba tangos; la hija es famosa en ese arte. La
bailarina Vanina Bilous desciende de ucranianos y
polacos.
Es cuestionado el nacimiento de Carlos Gardel: mientras
que unos investigadores afirman que vio la luz en Toulouse,
otros sostienen que en verdad nació en Uruguay.
De Uruguay vinieron José Razzano y Alfredo
Eusebio Gobbi, mientras que en Chile nació el violinista
Hernán Oliva.
Daniel Yarmolinski y Graciela Pesce relatan una
anécdota que tiene como personajes a Discépolo,
Tania y un gallego: "Nos cuenta Francisco García
Giménez que alguna vez escuchó junto con otras
personas, el siguiente relato de boca de don Enrique Santos
Discépolo (Discepolín): En los días que
nos llegaban mal barajados por la suerte contraria, un 24 de
diciembre estábamos en casa solos, secos y amargados. De
repente, llamaron a la puerta. Tania, mi mujer, fue a
abrir… ¡Era el gallego del almacén de
enfrente con una canasta repleta!… Desde la avellana al
turrón, desde las pasas de uva a la sidra: ‘como
ustedes no me hicieron ningún pedido, me atreví a
traerles esto. No se preocupen me lo pagarán cuando
puedan’. ¡Lo machuqué de un abrazo! Tania,
emocionada se puso a llorar" (1).
Oscar Mármol evoca a Batistella: "Año 1957
: La fama de la Orquesta de Varela se debía en mayor
medida a su cantor-estrella, Argentino Ledesma. (…) Nunca nadie
le habló como Edmundo Rivero, conocedor del ambiente y sus
miserias.
Ante la insistencia de Ledesma que lo ayude a elegir a
la persona adecuada,
y viendo Don Edmundo que este joven lo admiraba como a un padre,
Rivero le sugirió el nombre del poeta Mario Batistella,
hombre decente
a carta cabal, y
muy conocedor del medio artístico. (…) Bajo La tutela de
Batistella, comenzó su nuevo camino como solista, siendo
acompañado en la parte orquestal por el maestro Jorge
Dragone.
En solo un mes actúa en 34 bailes (todo un
record), la Empresa
Palmolive lo contrata como artista exclusivo para su
audición de radio. Graba para
Odeón, el vals "Cantinera", le siguen "Nochera", "Cuartito
Azul", y muchísimos éxitos mas" (2).
No es muy amable la impresión que tenía
Carlos Gardel sobre el tango ejecutado por españoles, ya
que le dijo a Astor Piazzolla: "Mirá pibe, el
‘fueye’ lo tocás fenómeno, pero al
tango lo tocás como un gallego" (3).
Eladia Blázquez agradeció que sus padres
españoles hayan sido tan amplios de criterio, aunque su
formación terminó siendo autodidacta: "En mi casa
aprendí a ser libre.
Mis padres eran españoles, él obrero y
ella ama de casa. Podían haber sido muy cerrados pero no.
Vieron pronto que tenían una hija artista, desde que me
dieron el primer juguete musical: tuve mis xilofones, mis
pianitos, que venían con la escala completa y
afinada. Y no me obligaban a sentarme a comer si prefería
encerrarme a hacer música. (…) Mis
padres, dentro de sus humildes medios, me
pusieron profesores de música que al poco tiempo
aconsejaban: ‘Déjenla, déjenla cantar y tocar
sola, tiene algo innato’ " (4).
María Nieves, bailarina de tango, "proviene de
una familia humilde
–ella reafirma- ‘más que pobre’-. Fue
criada en el barrio de Saavedra. Sus padres eran de Lugo,
España
y aquí tuvieron cinco hijos. A los 8 ó 9
años María comenzó a ir a las milongas con
su hermana mayor y de tanto ir a ver bailar tango, un día
la invitaron a la pista y bailó.
De chica la humildad familiar no la marcó.
Asegura que eran muy felices y que eso es imborrable. (…) A
veces me dicen, ‘sos demasiado humilde, sos una
tonta’. Así me hizo mi mamá, eso me
legó. Me enseñó a andar derecha por la vida
y no hacerle daño a
nadie’. Esa misma mamá –‘la
gallega’- cuando era niña le cantaba tangos y
valsecitos en vez de una canción de cuna" (5).
Canta tangos Julia Zenko. "El abuelo de Julia cantaba en
los templos judíos y era actor aficionado. El papá
era carnicero y cantante de tangos. Ella jugaba a ser cantante
desde que aprendió a hablar (…) ‘Yo fui criada con
muchas músicas en mi cabeza’, reflexiona" (6). En
otra oportunidad, ella manifestó: "Un instante puede
mostrarte lo que pesan tus antepasados. Eso lo vi en esta
última gira: conocí Letonia y Lituania, y
también Estambul, donde vivió varios años
una de mis abuelas, y reconocí olores de las comidas de mi
casa, músicas, acentos. Es que soy una argentina tanguera
sin una gota de sangre criolla"
(7).
Acerca de Vanina Bilous, afirmó Irene
Amuchástegui: "Mujeres como esta Polaca suelen
suscitar una mezcla de respeto,
admiración y temor en las milongas. Todos saben de
quién se trata, su renombre las precede y un murmullo
apenas perceptible las escolta hasta su mesa cuando llegan al
salón. En el caso de Vanina Bilous, rubia descendiente de
ucranianos y polacos, es suficiente un dato: fue la bailarina de
tango favorita de uno de los directores de orquesta favoritos,
Osvaldo Pugliese.
No hay más que verla en la pista o en escena para
explicarse por qué: Vanina se desliza como aceite. Su
figura a la vez contundente y sutil se mueve con tal musicalidad,
proyecta tal gracia y dramatismo, que es difícil dejar de
observarla" (8).
Hoogetsu Shimanura es el seudónimo de Kazuomi
Takagi, redactor del periódico
La Plata Hochi y miembro del Consejo de Notables de la
Fundación Cultural Argentino Japonesa. (9). "Dice,
añoso, el japonés Kazuomi Takagi: "Yo soñaba
con el tango argentino. Llegué a Buenos Aires
apenas terminada la guerra, con 26
años. Lo escuchaba desde los 13. Sabía decir
riachuelo, conocía a los músicos, fue un
sueño cumplido llegar acá". (…) el japonés
aporteñado y tanguero— eterno periodista del diario
La Plata Hochi—, que fue a parar a una
tintorería en Suárez y Montes de Oca y hasta
conoció la casa de Juan de Dios Filiberto (…)".
(10).
Notas
- Yarmolinski, Daniel y Pesce, Graciela:
Bulebú con soda: tangos para chicos. Con
prólogo de Horacio Ferrer. Buenos Aires, Corregidor,
2005. 256 pp. - Mármol, Oscar: "Homenaje Argentino Ledesma",
en www.elportaldeltango.com. - S/F: "Astor Piazzolla. Alma de
bandoneón", en La Capital, Mar del Plata, 25 de
mayo de 2000. - Madrazo, Cecilia: "Eladia Blázquez: 10 cosas
que sé", en La Nación Revista, 15 de septiembre de
2002. - Pacheco, Carlos: "María Nieves: la princesa
del Plata baila hoy", en La Nación, Buenos Aires,
7 de marzo de 2004. - Kiron: "El canto es magia", en La Nación Revista, Buenos Aires, 27 de
octubre de 2002. - en La Nación Revista, Buenos Aires, 11
de agosto de 2002. - Amuchástegui, Irene: "La más papa
milonguera", en Clarín Viva, Buenos Aires, 24 de
agosto de 2003. - S/F: Nota, en Hoogetsu Shimanura: "15 Aniversario La
Fundación Cultural Argentino Japonesa ha Celebrado Su
Propio ‘genpuku’ ", en Boletín
Informativo Jardín Japonés, Agosto 2004,
N° 3 - García, Fernando: "SE CELEBRA EL DIA DE LA
CULTURA
JAPONESA EN BUENOS AIRES De las tintorerías a la barra
de sushi", en Clarín, Buenos Aires, 2 de
noviembre de 2002).
En sus memorias, tituladas Rojos y Blancos,
Ucrania, Rosalía de Flichman recuerda que, agobiada
por la tristeza, pensaba en el padre, al que no veía desde
hacía años. Ese recuerdo está relacionado
con el tango: "Se fue antes de que empezara la guerra, se fue
lejos, más allá del cielo y las estrellas y la
luna. Por eso no tengo una muñeca. Pero mamá dice
que pronto me va a regalar una".
De esa tierra lejana
llega la muñeca, y también una canción:
"Aprendo a cantar en ruso un tango que llega de la Argentina,
‘El Choclo’. Por cierto, las señoras elegantes
usan vestidos color
‘tango’. Mi tía grande tiene un abrigo
precioso de ese color, un hermoso anaranjado" (1).
Notas
1 Flichman, Rosalía de: Rojos y blancos
Ucrania. Per Abbat, 1987.
Nora Ayala es la autora de la biografía Mis dos
abuelas 100 años de historias. En esa obra
relata que, en la Patagonia, los
Ayala –descendientes de criollos, italianos y alemanes-
escucharon en la radio una
noticia amarga. Recuerda Nora: "Por fin llegó papá
de vuelta a Sacanana, lleno de regalos y novedades: para
mí un triciclo y para Chichín una muñeca
negra, y para todos la última novedad de la ciencia que
era una radio en forma de capilla, que no se oía muy bien
pero transmitía música con mucha descarga y
estática y programas
chilenos. Allí escuchamos la noticia de la muerte de
Gardel, que entristeció mucho a los mayores"
(1).
En La Pampa –relata Hugo Chumbita-, el hijo de
piamonteses "Juancito Vairoleto iba a menudo al pueblo, donde
había funciones de
circo o de teatro,
proyectaban películas mudas o venían a actuar
diversos conjuntos
musicales. Entre las anécdotas de ese tiempo, nunca
olvidaría la vez que llegó Carlos Gardel en gira
artística, interpretando aquellos primeros tangos que lo
fascinaron, a él y a otros amigos con quienes
después aprendió a bailar sus compases con cortes y
quebradas. El artista se presentó en el teatro-cine
Colón, y aunque todavía no era tan famoso, el
recuerdo de su visita se iría agigantando con los
años" (2).
Notas
1 Ayala, Nora: Mis dos abuelas. 100 años de
historias. Buenos Aires, Vinciguerra, 1997.
2 Chumbita, Hugo: Ultima frontera.
Vairoleto: Vida y leyenda de un bandolero. Buenos Aires,
Planeta, 1999.
Abel Posse "cuenta la historia de Casimiro Aín,
que bailó ante Pío XI el Ave María,
de Canaro".
"(…) A las 9 de la mañana del 1° de febrero
de 1924, Casimiro Aín (el Vasco o el Lecherito),
pálido y seguramente un poco aterido (invierno), sale del
hotelito de la vía Torino que le reservó la
embajada y sube a un taxi.
Lleva una modesta valija con los elementos esenciales:
botines abotonados, pantalón de fantasía con
trencilla, chaqueta negra con vivos, pañuelo al cuello, o
lengue de seda japonesa y un puñal de madera que le
parecerá conveniente no agregar al atuendo. Lleva puesto
el invariable chambergo borsalino, el gacho gris arrabalero, de
cinta ancha y ribete negro en el ala. Símbolo del malevaje
ríoplatense" (1).
El tango aparece en una de las Aguafuertes
gallegas de Roberto Arlt,
referida a Betanzos, donde el escritor observa que "Si se
conversa con la gente os sorprende de hallaros en una de las
ciudades más argentinizadas de Galicia.
Se habla aquí de Buenos Aires como si fuera el
pueblo de enfrente –afirma. Circulan modismos argentinos:
‘no seas globero’, ‘macaneador’,
‘ché’. El tango para sorpresa mía,
además de bailarse se canta con la letra. No en balde,
cerca de tres mil habitantes de Betanzos trabajan en la
República Argentina" (2).
Notas
1 Posse, Abel: "Lejanas batallas del tango (I) 1924.
El vasco Aín en la Santa Sede", en La Nación
Revista, Buenos Aires, 5 de octubre de 2003.
2 Arlt, Roberto: Aguafuertes gallegas. Santa
Fe, Ameghino, 1997. Selecciòn, pròlogo y notas
por Rodolfo Alonso.
En novelas
Manuel Gálvez describe, en Historia de
arrabal, un baile en un inquilinato:
"(…) de la guitarra y el bandoneón
surgían las frases compadronas de un tango. Era una
música sensual, canallesca, arrabalera, mezcla de
insolencia y bajeza, de tiesura y voluptuosidad, de tristeza
secular y alegría burda de prostíbulo,
música que hablaba en lengua de
germanía y de prisiones, y que hacía pensar en
escenas de mala vida, en ambientes de bajo fondo poblados por
siluetas de crimen.
La melodía era de líneas desiguales, tan
pronto unida como cortada, recta como sinuosa. Se hacía
rígida para quebrarse en seguida. A veces se precipitaba
para interrumpirse de súbito, o marcaba golpes
rítmicos y duros para deslizarse al fin
oscuramente.
(…)
Linda sonreía mirando a algunas parejas –a
Saturnina que era abrazada por un conde lleno de plumas, y a la
encargada del inquilinato, una genovesa redonda como una bola,
que se zangoloteaba en los brazos de un Moreira feroz-, (…)"
(1).
En Hacer la América, Pedro Orgambide evoca
un carnaval de la década del 20:
"Sonaban las gaitas de los gallegos. Los vascos
(pantalón y camisa blanca, pañuelo al cuello,
boinas, alpargatas) bailaban golpeando sus palos, combatiendo en
una esgrima de pies que se lanzaban al aire y
volvían en un paso de danza.
Los cosacos desenvainaban sus sables, degollaban a
Israel Mitzer en
la puerta de la sinagoga y gritaban, sudados y coléricos,
fidelidad al zar y a la zarina. Bailaban los capoeiras del
Brasil y los
gitanos y los muchachos de Barracas. Bailaban los hombres
disfrazados de osos, de monos, de tigres, de gigantescos perros y
caballos. Bailaban los hombres disfrazados de mujeres y las
mujeres disfrazadas de hombre; bailaba el disfraz hermafrodita:
mitad hombre, mitad mujer, mitad novio, mitad novia; danzaba el
lanzador de dardos, el salvaje que besaba al explorador en la
boca; bailaban los enanitos, los viejos, los enclenques. En el
palco, las orquestitas de Retiro, de las viejas romerías,
tocaban los tanguitos de otro tiempo, puro flautín, pura
guitarra, pero ahora subía una orquesta típica
nacional que dirigía el maestro Arrieta" (2).
En Buenos Aires, "Ibamos mucho al cinematógrafo,
que era la moda más
impactante –recuerda uno de los personajes de Mempo
Giardinelli, en Santo Oficio de la Memoria, novela
distinguida con el Premio Rómulo Gallegos en 1993-.
Veíamos las cintas de Clár Gáble, que a
mí me volvía loca. Yo soñaba con
Clár. Blanquita, pobre, se enamoró de Rodolfo
Valentino la única vez que fue al cine, pobre. Me acuerdo
y me pongo toda. Y el amor de
Micaela era Yón Bárrimor. También
veíamos las películas argentinas con Alippi, Arata,
Rosita Quintana, las de Gardel las vimos todas…"
(3).
En Frontera Sur, Horacio Vázquez-Rial
describe la llegada a la Argentina de Carlos Gardel y su
madre:
"Adormilada por el traqueteo del carro y la
monotonía del paisaje, Berthe recordaba el agua espesa
del río. Charles dormía, envuelto en una manta no
muy limpia, encima de la carga informe del
vehículo". El hijo "era robusto, algo grueso, de piel muy
blanca y pelo recio, y tenía una voz clara y redonda.
Seguramente, era menor de lo que parecía".
Evoca asimismo a José Razzano: "En los primeros
años del siglo, Buenos Aires vivía sin sobresaltos.
Era noticia comentada el enfrentamiento, en 1903, en los carnavales de
Avellaneda, de la comparsa de ‘Los Leales’ con la de
‘Los Pampeanos’, en la que formaban José
Razzano, quien con el tiempo haría dúo con Gardel,
y el que muy pronto sería intendente municipal de su
ciudad, don Alberto Barceló, en compañía de
sus sobrinos y de su futuro secretario, Nicanor Salas
Chaves".
Acerca del alemán Frisch, escribe: "Todos vieron
alejarse al hombre alto y rubio que durante la travesía de
Montevideo a Buenos Aires había tocado aires tristes en
ese instrumento nuevo, el bandoneón. Ni le mareaba el
barco, ni deslucían su aspecto las infames acrobacias del
traslado a la costa. Había plantado cara a las autoridades
de inmigración, y eludido la barraca en que
los más aceptaban asilo provisional. Llevaba sus bienes
–prendas escasas, libros, y
aún su rara caja de música- atados a una
improvisada carretilla: dos varas de madera nudosa clavadas a un
travesaño, que iban a dar a los lados del eje de una
única rueda" (4).
Al tango se refiere, en El árbol de la
gitana, Alicia Dujovne Ortiz: En 1943, su padre está
preso en la cárcel de Neuquén:
"Carlos permaneció dos años en esa
célebre prisión centenaria de la que parecía
haber guardado los mejores recuerdos. Sus relatos eran tan
seductores que provocaban la nostalgia de la gente libre: si era
así la cárcel, para qué estar
afuera.
Según él, los comunistas encarcelados en
1943 se habían organizado con su proverbial disciplina,
habían hecho gimnasia,
habían dejado de fumar y se habían dado los unos a
los otros cursos de ruso y de historia
argentina. Un camarada ucraniano dirigía un coro. En
ese entonces a nadie se le ocurría cantar el folclore de
las provincias y, entre los presos políticos, más
impensable aún hubiera sido un tango" (5).
En La noche que me quieras, de Jorge Torres
Zavaleta, un protagonista de edad avanzada recuerda, en 1988,
episodios sucedidos sesenta años atrás. La juventud de
ese hombre, tan lejana ya, está unida indisolublemente a
una figura mítica: Carlos Gardel, quien lo trata
afectuosamente. Las páginas en que el protagonista se
entrevista con
El Zorzal para ofrecerle las letras de tango que escribió
brindan al lector una imagen
vívida del cantor, al que Torres Zavaleta evoca como una
persona sencilla, cordial, amante de los caballos.
Un personaje lo describe así, recordando lo
comentado por uno de los peones: "Gardel le hablaba en lunfardo y
como este muchacho era del interior y recién había
llegado a Buenos Aires, no le entendía ni medio. Dijo que
siempre le hacía preguntas sobre su trabajo: si los
yobacas dormían bien, cómo habían trabajado.
Carlitos se interesaba por la gente, por eso lo adoraban"
(6).
Notas
- Gálvez, Manuel: Historia de arrabal.
Buenos Aires, CEAL, 1980. (Capítulo). - Orgambide, Pedro: Hacer la América.
Buenos Aires, Bruguera, 1984, pág. 237. - Giardinelli, Mempo: Santo Oficio de la
Memoria. Buenos Aires, Seix Barral, 1991. - Vázquez-Rial, Horacio: Frontera Sur.
Barcelona, Ediciones B, 1998. - Dujovne Ortiz, Alicia: El árbol de la
gitana. Buenos Aires, Alfaguara, 1997. - Torres Zavaleta, Jorge: La noche que me
quieras. Buenos Aires, Emecé, 2000.
En cuentos
Giusseppe el zapatero protagoniza un tango de Guillermo
Del Ciancio (1). En un cuento de
Horacio Vaccari, el hijo médico escribe una carta a
Giuseppe. Le dice:
"Hoy me duele decir todo esto, pero necesito torturarme
con la verdad, con mi triste verdad y he de asumirla hasta el
fin.
Cumplí con la voluntad que usted me impuso desde
la cuna. Estudié Medicina, fui
uno más en el montón, aunque sacaba buenas notas.
Tenía que hacerme perdonar mi origen, si bien mis
compañeros me respetaban porque era callado y
estudioso.
Pasé por la Facultad sin pena ni gloria.
Allí aprendí a ver el cuerpo y no el lama de la
gente. Deformación profesional le llaman ahora a esta
cobardía. Pero esas anteojeras eran cómodas. Lo que
estaba más allá, simplemente no existía"
(2).
"Unico testigo", de Jorge Alberto Reale, se inspira en
‘Griseta’ (3), tango con letra de José
González Castillo:
"Manón, Griseta, La Francesita, eran los nombres
de la misma mujer. Su aspecto absurdo, de melena recortada y la
cruz de su boca bien roja, acompañaban la soledad de aquel
lugar. Aquel lugar era el rincón del Bar 103.
(…)
Llegó a nuestro país engañada por
un paisano suyo, con la ilusión de casarse, formar un
hogar, tener hijos. Duval parecía un buen hombre. En
Francia, se
habían conocido. Ella vivía pobremente con la
esperanza de un buen matrimonio y
cambiar de rumbo.
La inestabilidad social cada vez más aguda y el
rumor de una posible guerra con Alemania, la
impulsaron apresurar su viaje a Sudamérica. Cuando
llegó, comprobó su error tardíamente. (…)"
(4).
Anna Kazumi Stahl es la autora de "Sueño tanguero
de un japonés" (5), cuento en el que relata:
"Toshiuri Matsushiro arribó a Buenos Aires en
1947 a bordo de un enorme barco vacío. Había
viajado –a buen precio– en las
apagadas cámaras frigoríficas de la Estrella
Austral que proveía al mayor país exportador de
carne vacuna en todo el mundo.
(…)
Durante los tres meses de viaje por mar, con el glosario de su
libro de
español,
Toshiuri logró una tenue pero sincera comprensión
de la canción. A veces probaba cantar una u otra
línea. ‘Cien puertos nos regalan la música
del mar’., murmuraba en las cámaras vacías
con un olor acre, luego: ‘Cien puertos’,
‘Riachuelo, Riachuelo’ y ‘El tango es puerto
amigo donde ancla la ilusión’. Y algo en él
cobraba sentido, y algo en él esperaba con optimismo la
llegada".
En "Carroza y reina", escribe Isidoro
Blaisten:
"Ya se ven las guirnaldas en la laca restallante, las
guardas, las cenefas y las volutas de color de fuego, las letras
en alegre novecientos en la madera calada, y los lises, las
rosas, los
tréboles, las fustas con diamantes, los escudos
argentinos, las amapolas de cinco pétalos, las guitarras
encintadas, los facones con chispitas y el bandoneón
desplegado que el maestro filetero León Untroib ha pintado
en las cuatro barandas de la carroza, en seis días desde
el alba al
crepúsculo" (6).
Notas
- Del Ciancio, Guillermo: "Giuseppe el zapatero", en
www.argentina.informatik uni-muenchen.de. - Vaccari, Horacio: "Final de juego", en
Cuentos elegidos. Buenos Aires, Troquel, 1978. 138
págs. - González Castillo, José: "Griseta",
en www.todotango.com. - Reale, Jorge Alberto: "Unico testigo", en el
grillo, Buenos Aires, N° 37, Mayo-Junio de
2004. - Kazumi Stahl, Anna: "Sueño tanguero de un
japonés", en Catástrofes naturales. Buenos
Aires, Sudamericana, 1997. Pp. 200-206. - Blaisten, Isidoro: "Carroza y reina", en Carroza y
reina. Buenos Aires, Emecé, 1986. 219
pp.
En cuentos infantiles
Carlos Gardel protagoniza una historia infantil de
Graciela Beatriz Cabal, quien relata:
"A Carlitos le gustaban las diversiones.
En el conventillo había un patio grande, con
macetas de tres patas y muchos chicos para jugar.
Pero él prefería la calle. Y siempre se le
andaba escapando a la madre, que tenía que salir a
buscarlo con el Jesús en la boca.
(…)
Cuando aparecía de vuelta en el conventillo, la
madre lo corría por el patio, con la chancleta en lo alto,
las peinetas a medio salir y los pelos tapándole los ojos.
-¿Dónde anduviste metido, desgraciado?- parece que
quería decirle. Pero como estaba muy enojada se lo
decía en francés (idioma rarísimo pero que
era el de ella)" (1).
Un nieto de rusos intenta tocar bandoneón, en el
cuento "Historia con tango y misterio", de Oche
Califa:
"(…) Primero consiguió un cajón de
manzanas (vacío, por supuesto); después trajo un
banquito de la cocina. Se sentó en el medio del patio y
comenzó a llevar y traer el cajón,
meciéndolo sobre sus rodillas. En eso oyó la
música que El Loco tocaba del otro lado: un tema
conocidísimo llamado El choclo.
Entonces Emilio empezó a seguir los compases con
el cajón, como si tocara él. Debido a que
conocía bastante la composición, entró
justito en la segunda parte, en la que El Loco pasaba el
bandoneón de una pierna a la otra. Era como si la
música no viniera ya de afuera, sino que la tuviera
dentro. (…)" (2).
Notas
- Cabal, Graciela Beatriz: Carlitos Gardel.
Ilustraciones de Delia Contarbio, Buenos Aires, Libros del
Quirquincho, 1991. - Califa, Oche: "Historia con tango y misterio", en
Un bandoneón vivo. Buenos Aires, Sudamericana,
2002.
Inmigrantes en letras de tango
Italianos
En "Canzoneta" (1), tango de 1951, con letra de Enrique
Lary y música de Ema Suárez, se evoca la nostalgia
de Genaro:
¡La Boca!…
¡Callejón!…
¡Vuelta de Rocha!
¡Bodegón!… Genaro y su
acordeón.
Canzonetta gris de ausencia,
cruel malón de penas viejas
escondidas en las sombras del figón.
¡Dolor de vida!
¡Oh' mamma mía!
Tengo blanca la cabeza
y yo siempre en esta mesa
aferrado a la tristeza del alcohol.
Cuando escucho "¡Oh sole mío!
Senza mamma e senza amore"
Siento un frío acá en el
cuore
que me llena de ansiedad.
Será el alma de mi mamma,
que dejé cuando era niño.
¡Llora!… ¡Llora! ¡Oh sole
mío!
¡Yo también quiero llorar!
¡La Boca!…
¡Callejón!…
¡Vuelta de Rocha!
Ya se van… Genaro y su acordeón.
¿De mi ropa? ¡Qué me
importa
si me mancha con las copas
que derramo en mi frenético temblor!
Soñé a Tarento en mil
regresos,
pero sigo aquí en la Boca
donde lloro mis congojas
con el alma triste, rota,
sin perdón.
"Giuseppe el zapatero" protagoniza un tango (2) de
Guillermo Del Ciancio, compuesto en 1930:
E tique, taque, tuque,
se pasa todo el día
Giuseppe el zapatero,
alegre remendón;
masticando el toscano
y haciendo economía,
pues quiere que su hijo
estudie de doctor.
El hombre en su alegría
no teme al sacrificio,
así pasa la vida
contento y bonachón.
Ay, si estuviera, hijo,
tu madrecita buena!
El recuerdo lo apena
y rueda un lagrimón.
Tarareando la violeta
don Giuseppe está contento;
ha dejado la trincheta,
el hijo se recibió.
Con el dinero
juntado
ha puesto chapa en la puerta,
el vestíbulo arreglado,
consultorio con confort.
E tique, taque, tuque,
don Giuseppe trabaja.
Hace ya una semana
el hijo se casó:
la novia tiene estancia
y dicen que es muy rica,
el hijo necesita
hacerse posición.
E tique, taque, tuque,
ha vuelto don Giuseppe,
otra vez todo el día
trabaja sin parar.
Y dicen los paisanos
vecinos de su tierra:
Giuseppe tiene pena
y la quiere ocultar.
En "La violeta" (3), tango con letra de Nicolás
Olivari y música de Cátulo Castillo compuesto en
1929, aparece el italiano nostálgico:
Con el codo en la mesa mugrienta
y la vista clavada en un sueño,
piensa el tano Domingo Polenta
en el drama de su inmigración.
Y en la sucia cantina que canta
la nostalgia del viejo paese
desafina su ronca garganta
ya curtida de vino carlon.
E…! La Violeta, la va, la va, la va…
La va sul campo che lei si sognaba
ch'era su gigin, que guardandola staba…
El también busca su soñado
bien
desde aquel día, tan lejano ya,
que con su carga de ilusión saliera
como La Violeta que la va…la va…
Canzoneta de pago lejano
que idealiza la sucia taberna
y que brilla en los ojos del tano
con la perla de algun lagrimón…
La aprendió cuando vino con otros
encerrado en la panza de un buque,
y es con ella, metiendo batuque,
que consuela su desilusión.
"Oro muerto"
(4), tango de 1926 con letra de Julio P. Navarrine y
música de Juan Raggi, "Fue premiado en el certamen
organizado en 1926 por la Compañía Rioplatense de
Revistas en el teatro "18 de julio" de Montevideo. Carlos Gardel
lo grabó aquel mismo año. A raíz de la
censura impuesta en la radiofonía entre 1943 y 1946 se lo
denominó ‘Jirón porteño’
".
El conventillo luce su traje de etiqueta.
Las paicas van llegando, dispuestas a
mostrar
que hay pilchas domingueras, que hay porte y hay
silueta,
a los garabos reos deseosos de tanguear.
La orquesta mistonguera musita un tango
fulo.
Los reos se desgranan buscando, entre el
montón,
la princesita rosa de ensortijado rulo
que espera a su Romeo como una
bendición.
El dueño de la casa
atiende a las visitas;
los pibes del convento
gritan en derredor
jugando a la rayuela,
al salto, a las bolitas,
mientras un gringo curda
maldice al Redentor. (1)
El fuelle melodioso termina un tango papa.
Una pebeta hermosa saca del corazón
un ramo de violetas, que pone en la solapa
del garabito guapo, dueño de su
ilusión.
Termina la milonga. Las minas retrecheras
salen con sus bacanes, henchidas de
emoción,
llevando de esperanzas un cielo en sus
ojeras
y un mundo de cariño dentro del corazón.
(1) Gardel canta: "las va de payador".
Españoles
Alfredo Plácido Navarrine, escribió la
letra de "Galleguita" (5), tango de 1925, con música de
Horacio Pettorossi:
Galleguita
la divina
la que a la playa argentina
llegó una tarde de abril
sin más prendas
ni tesoros
que tus bellos ojos moros
y tu cuerpo tan gentil.
Siendo buena
eras honrada
pero no te valió nada
que otras cayeron igual.
Eras linda galleguita
y tras la primera cita
fuiste a parar a Pigall.
Sola y en tierras extrañas
tu caída fue tan breve
que como bola de nieve.
tu virtud se disipó.
Tu obsesión era la idea
de juntar mucha platita
para tu pobre viejita
que en la aldea quedo.
Pero un paisano malvado
loco por no haber logrado
tus caricias y tu amor
ya perdida la esperanza
volvió a tu pueblo el traidor
y envenenando la vida
de tu viejita querida
le contó tu perdición,
y así fue que el mes pasado
te llegó un sobre enlutado
que enlutó tu corazón.
Y ahora te veo
Galleguita
sentada triste y solita
en un rincón de Pigall
y la pena que me mata
claramente se retrata
en tu palidez mortal.
Tu tristeza es infinita.
Ya no sos la Galleguita
que llegó un día de abril
‘sin más prendas
ni tesoros
que tus bellos ojos moros
y tu cuerpito gentil’ "
Franceses
En ‘Griseta’ (6), tango de 1924, con
música de Enrique Delfino y letra de José
González Castillo, se evoca a la inmigrante de ese
origen:
Mezcla rara de Museta y de Mimí
con caricias de Rodolfo y de Schaunard,
era la flor de París
que un sueño de novela trajo al
arrabal…
Y en el loco divagar del cabaret,
al arrullo de algún tango
compadrón,
alentaba una ilusión:
soñaba con Des Grieux,
quería ser Manon.
Francesita,
que trajiste, pizpireta,
sentimental y coqueta
la poesía del quartier,
¿quién diría
que tu poema de griseta
sólo una estrofa tendría:
la silenciosa agonía
de Margarita Gauthier?
Mas la fría sordidez del arrabal.
agostando la pureza de su fe,
sin hallar a su Duval,
secó su corazón lo mismo que un
muguet.
Y una noche de champán y de
cocó,
al arrullo funeral de un bandoneón,
pobrecita, se durmió,
lo mismo que Mimí,
lo mismo que Manón.
Otra francesa aparece en el tango "Madame Ivonne" (7),
musicalizado por Eduardo Pereira, con letra de Enrique
Cadícamo:
Mamuasel Ivonne era una pebeta
que, en el barrio posta del viejo
Montmartre,
con su pinta brava de alegre griseta
animó las fiestas de Les Quatre
Arts.
Era la papusa del Barrio Latino
que supo a los puntos del verso inspirar…
pero fue que un día llegó un
argentino
y a la francesita la hizo suspirar.
Madam Ivonne,
la cruz del sur fue como un signo…
Madam Ivonne,
fue como el sino de tu suerte…
Alondra gris,
tu dolor me conmueve;
tu pena es de nieve,
Madam Ivonne.
Han pasao diez años que zarpó de
Francia..
Mamuasel Ivone hoy es sólo Madam;
la que al ver que hoy todo quedó en la
distancia
con ojos muy tristes bebe su
champán…
Ya no es la papusa del Barrio Latino.
Ya no es la mistonga florcita de lis.
Ya nada le queda… ni aquel argentino
que entre tango y mate la alzó de
París.
Notas
1 Lary, Enrique: "Canzoneta", en
www.abctango.com.
2 Del Ciancio, Guillermo: "Giuseppe el zapatero", en
www.argentina.informatik uni-muenchen.de.
3 Olivari, Nicolás: "La Violeta" en
www.argentina.informatik uni-muenchen.de.
4 Navarrine, Julio: "Oro muerto", en
www.todotango.com.
5 Navarrine, Alfredo: "Galleguita", en
www.argentina.informatik uni-muenchen.de.
- González Castillo, José: "Griseta",
en www.todotango.com. - Cadícamo, Enrique: "Madame Ivonne", en F.
García Jiménez, H. Manzi, C. Castillo y otros:
Tangos antología. Volumen 2.
Selección, prólogo y notas por
Idea Vilariño. Buenos Aires, CEAL, 1981.
(Capítulo, vol.121).
…..
El tango unió y contuvo a los inmigrantes, que
encontraron en él el reflejo de la nostalgia y la
frustración que muchos sintieron en la nueva tierra. Tanta
fue su importancia, para ellos y para los nativos, que aparece en
la literatura
como un tema recurrente.
Trabajo enviado por
María González Rouco
Licenciada en Letras UNBA, Periodista