- Árabes
- Armenios
- Belgas
- Bielorrusos
- Españoles
- Húngaros
- Ingleses
- Irlandeses
- Italianos
- Japoneses
- Polacos
- Rusos
- Varios
- Notas
En esta monografía me refiero a algunas de las
novelas,
escritas por inmigrantes o nativos, en las que se evoca la
inmigración que llegó a la Argentina
entre 1850 y 1950. Me ocupo sólo de algunas de aquellas
obras en las que se aborda detenidamente el motivo de
emigración, el viaje hacia la Argentina y la vida del
inmigrante en la nueva tierra. No
incluyo en este trabajo las
novelas que cuentan inmigrantes entre sus personajes, pero no
tratan específicamente la experiencia de la
inmigración.
La llegada de los inmigrantes a suelo argentino
significó una transformación de gran importancia.
El porteño se encontró conviviendo con extranjeros
de diversas nacionalidades y esa realidad se vio reflejada en la
literatura. Las novelas sobre la inmigración son una
constante en la literatura
argentina, y han sido objeto de serios estudios.
En La inmigración en la literatura argentina
(1880-1910) (1), Gladys Onega se propone "analizar el reflejo
del fenómeno inmigratorio en la literatura". En la
década del 80, "frente a la masa cosmopolita que poblaba
Buenos Aires,
Miguel Cané reaccionaba aconsejando a los de su clase cerrar
el círculo y velar las armas. El curso
de estas transformaciones y su incorporación a la
literatura son los que este libro
registra, a través de la narrativa y el ensayo
positivista (de Cambaceres a Martel y de Ramos Mejía a
Bunge), de la reacción nacionalista del Centenario (Rojas,
González y Lugones) y de la perspectiva más
comprensiva de hombres que, como Sánchez, Payró y
Fray Mocho, no sentían la amenaza extranjera de un
hipotético legado nacional".
Años más tarde, se publica Aspectos del
inmigrante en la narrativa argentina (2), de Hemilce
Cárrega, otra estudiosa de esta temática, quien
sostiene que nuestra literatura "tal vez como pocas, abunda en
páginas pobladas por figuras representativas de
inmigrantes.
Así como estos incorporaron rasgos peculiares en
nuestra sociedad, del
mismo modo lograron estampar –sin saberlo ellos mismos- un
sello distintivo en los temas, motivos, tipos y caracteres
presentes en obras de muchos escritores nuestros. Una singular
realidad de la vida vernácula pública tiene, de
esta manera, su versión en las letras, con mayores o
menores logros estético-literarios, según los
casos, pero casi siempre con una proyección documental
interesante" .
Me propongo en este trabajo reunir algunas de las
novelas que se escribieron sobre el tema, desde 1884
–año en que se publica ¿Inocentes o
culpables?, de Antonio Argerich- hasta 2004. Me ocupo
sólo de algunas de aquellas novelas que abordan
detenidamente el motivo de la emigración, el viaje hacia
la Argentina y la vida del inmigrante en la nueva tierra. No
incluyo en este trabajo las obras que cuentan inmigrantes entre
sus personajes, pero no tratan específicamente la
experiencia de la inmigración.
Algunas obras, como Hacer la Amèrica, de
Pedro Orgambide, reflejan a la inmigración de varios
países; en otras novelas, en cambio, la
evocación se restringe a una nacionalidad,
aunque se hacen inevitables referencias a otras
comunidades.
Jorge Isaac escribió Una ciudad junto al
río (Buenos Aires, Marymar,1986), En 1988, durante la
Feria del Libro, el doctor Renè Baròn le
entregò personalmente el premio que lleva su nombre,
distinguiendo a esa obra como la mejor novela editada
durante los años 1986 y 1987.
El jurado que lo otorgò -designado por la
Sociedad Argentina de Escritores- estuvo integrado por Luis
Ricardo Furlàn, Raùl Larra y Juan Josè
Manauta. El Gobierno de Entre
Rìos la declarò, por iniciativa del Consejo General
de Educaciòn, de lectura
complementaria en las escuelas superiores de la provincia, a
partir del sèptimo grado, recomendando su
utilizaciòn en la enseñanza.
La obra está dedicada "a los inmigrantes
árabes –sirios y libaneses- y, por natural
extensiòn, a españoles, italianos, alemanes,
judìos, suizos, rusos, polacos, yugoeslavos y de cuanto
otro origen y procedencia màs, que se lanzaron un
dìa por los riesgosos caminos del mar a la aventura de
‘hacer la Amèrica’ ".
Afirma el escritor que "tiene la novela la
misiòn fundamental de ir revelando aspectos poco conocidos
de la inmigraciòn àrabe, que ocupa el tercer lugar,
a continuaciòn de la española e italiana, entre las
que le han proporcionado el fundamento humano que hoy posee el
paìs. Destaca el individualismo de sus componentes, su
coraje para internarse solos en las regiones menos hospitalarias
y màs desoladas, y su decisiòn de insertarse en la
nueva tierra sin prevenciòn alguna" (3)..
Eduardo Bedrossian es el autor de una
trilogìa acerca de La Cuestiòn Armenia, integrada
por la novela Hayrig Detrás del silencio de un
millón y medio de voces (Buenos Aires, 1991)
–distinguida con la Faja Nacional de Honor 1993, por la
Asociación de Escritores Argentinos-, el ensayo
Hayrig II y la novela Memorias para no olvidar
(Buenos Aires, 1998).
En esta última novela, un inmigrante relata:
"-Estábamos en el barco. Sí… a los pocos
días comencé a sentirme mal. No eran solamente los
mareos. Sentía sobre mí una carga aplastante que
iba creciendo. Mis compañeros creían que se
debía a la alimentación y hasta
me daban parte de sus escasas raciones. Yo no tenía
apetito. Es sorprendente comprobar cómo las desventuras
nos quitan hasta las ganas de comer y qué corta es la
distancia entre el bienestar y las miserias.
Yo escapaba mientras los míos quizás
estaban muertos o muriendo, en el momento que más se
necesita la compañía de los seres queridos. Pues,
allí no estaba yo. Los muertos eran mejores que yo. Me di
muchas respuestas que no sirvieron para aliviarme. Nacía
en mí un sentimiento de culpa, pero la peor de todas, la
más difícil de soportar: la culpa de sobrevivir a
una tragedia familiar. Los otros polizones también
escapaban, pero ninguno con mis cargas".
En 2004, a ochenta y nueve años del genocidio
armenio, el autor dedica Morir en Marash (Buenos Aires,
2004. 448 pp.), su nueva novela, prologada por el Embajador
Leandro Despouy, "A los armenios de Marash. Al millón y
medio de niños,
mujeres y hombres masacrados en el primer genocidio del siglo XX.
A sus descendientes, a sus familias. A la Nación
Argentina y a todos los países que los acogieron con
generosidad. A cada hombre y a
cada mujer que lucha
honestamente para sobrevivir en un mundo envilecido por los
poderosos de turno".
Gabriel Báñez se refiere en Virgen
(Buenos Aires, Sudamericana, 1998), novela finalista del Concurso
Editorial Planeta 1997,.a la inmigración de un belga y su
hija, quienes llegan "a un país de tanos y gallegos y de
rusos y turcos, y todo lo que no entrara en el dos por cuatro de
esa conclusión elemental era una rareza de apellido pero
nunca de nacionalidad".
"La Ensenada mìtica de los años cuarenta
es el escenario de la historia de amor entre un
cura y una chica belga, judìa y milagrosa. Novela de la
Anunciaciòn y el Descenso y poderosa convergencia de
fuerzas narrativas, Virgen revela en un presente audaz –la
escritura de
las cartas que
intercambian el protagonista y su amada- una memoria negada
que nos avasalla y nos conmueve, vaticina el fin de los tiempos y
devela el estigma polìtico de un secreto y su
traiciòn: el del hijo del mariscal Tito de Yugoslavia y de
Evita Broz. Virgen, que es también ‘la parte
más rota y verdadera del lenguaje’, nos convierte en lectores plenos
del tiempo tatuado
sobre la letra. Gabriel Báñez, el autor de El
curandero del cuarto oscuro, celebra en Virgen
secretas nupcias entre lo real y lo imaginario y, haciendo gala
de enorme poder
evocativo y de una prosa a la vez precisa y mágica,
produce una novela maravillosa" (4).
Manuela Fingueret es la autora de Hija del
silencio (Buenos Aires, Planeta, 1999), obra en la que la
hija de una sobreviviente del Holocausto
recuerda, durante su prisión en la ESMA, el padecimiento
de su madre y de otros prisioneros en Terezín y Auschwitz,
la llegada a la Argentina de la madre y su vida en la nueva
tierra
"La protagonista asume las identidades de su madre y su
abuela -señala Alejandro Meter-, basándose en su
propia experiencia y su sufrimiento. Por primera vez, Rita es
capaz de comprender los actos y las actitudes de
su madre. Sus padecimientos las acercan en espíritu, y su
persistencia y su instinto de supervivencia frente a la
adversidad se convierten en su denominador común"
(5).
A la madre y los abuelos de la joven argentina les
advertían el peligro, en Minsk, en 1941: "a Tínkele
le asombra comprobar que gran parte de esos jóvenes
vestidos a la usanza gentil son los primeros en hablar de las
desgracias que sobrevendrán a los judíos
si no huyen a tiempo hacia Palestina o América.
Los religiosos oran y esperan pasivos el destino que
Dios les depara. Esto la subleva porque sus padres oscilan entre
ambos y ella, naturalmente opuesta a la generalidad, intuye que
los que están en contacto con el mundo exterior pueden
analizar mejor el futuro. Los padres de Leie también creen
que hay que emigrar, pero no les es fácil movilizarse con
una familia tan
grande y sin dinero".
En La historia de Pedro Antón (La novela semanal,
Año VII, N° 294, Buenos Aires, 2 de julio de 1923), de
Julián de Charras, el protagonista, un inmigrante
vasco, añora cuanto dejó: "Veía, allá
lejos, como en una neblina, las escarpadas pendientes de los
Pirineos, las casetas ruinosas de los montañeses, las
miserables veladas, con pan negro y escaso y luz humeante de
candil de aceite; el
padre, con su rostro anguloso y cetrino, en un rincón, con
la barba en la mano, mirando fijamente la pared, como pensando en
algo indefinido; la madre hilando, hilando en la penumbra,
diestros los dedos, aunque fatigada la vista…". Cuando regresa
a su tierra, el padre lo mata, confundiéndolo con un
ladrón.
María Rosa Lojo define a su novela
Canción perdida en Buenos Aires al oeste (Buenos
Aires, Torres Agüero Editor, 1987), como "la historia de una
familia narrada a través de siete personajes, de siete
voces: la voz central es la de Irene, que en sus treinta
años rescata ese nudo de vidas que conforma sus propios
orígenes, como quien canta una canción. Una
canción perdida porque es la de la infancia y la
adolescencia,
la de la vida vivida tramada por el amor, la
dicha, la desdicha, la enfermedad, la muerte, los
extravíos y las recuperaciones que constituyen el tiempo
irrestañable e incorruptible, como el agua
fluyente, que la palabra, por un momento, crea la ilusión
de retener" (6).
Después de muchos años de exiliados, los
padres de Irene sufrían el mismo desarraigo que los
acompañaría hasta el final de sus días. En
su hogar del oeste, "era el sol de la casa
nativa que iluminaba sus rostros. Los rasgos de mi madre,
silenciosos y bellos, como una estampa antigua; los ojos de mi
padre, tristes de mar, empañados de tiempo
recorrido.
La mesa del domingo, cuando comíamos callados y
mi padre, sólo mi padre recitaba, tácitamente, como
para sí: ‘Donde yo me he criado…’ Y ya no
escuchábamos; lo demás se perdía en la bruma
nebulosa de un mito siempre
repetido, desesperado y patético como una plegaria
inútil. La única plegaria que papá se
permitía decir".
Rubén Benítez escribió una
novela sobre la inmigración española, además
de una biografía y algunos
cuentos. En
esa novela, La pradera de los asfódelos
(Bahía Blanca, Siringa, 1989), plantea la pregunta acerca
de lo trascendente: ¿Cuàl es la pradera de los
asfòdelos? ¿Dònde podemos encontrarla? Algo
debe permanecer en este agitado mundo, en medio de tanto
caos.
Quizàs lo trascendente sea la memoria y
la misma sangre que,
evolucionada o involucionada, aparece de generaciòn en
generaciòn, en una aldeana española y en un
universitario patagònico. La sangre es, en definitiva, lo
que une a seres que ya no tienen nada en comùn, pues el
progreso mal entendido los ha distanciado.
Afirmó el escritor bahiense: "Lo sentì
como una necesidad. Tal vez por haber pertenecido a un
nùcleo de inmigrantes que desde la infancia me
transfirieron sus vivencias y sus nostalgias por la tierra
lejana. El tiempo, la muerte de casi
todos ellos, incorporò a ese sentimiento la idea de
caducidad que convierte a cada ser humano en un emigrante de la
vida, de este escenario que tambièn ama. Creo que ambas
perspectivas se mezclan y fluyen como temas paralelos"
(7).
En la obra, una madre exclama: "No, hermano. Prefiero
que lo manden a Marruecos antes de que escape a la Patagonia. De
Marruecos regresan todos, de la Patagonia no vuelve
ninguno".
Horacio Vázquez Rial es el autor de
Frontera sur (Barcelona, Ediciones B, 1998). "Prostitutas,
fantasmas,
jugadores, gallos de riña, socialistas primitivos,
héroes del trabajo, anarcosindicalistas o músicos
que se cruzan en la vida de tres generaciones de emigrantes
gallegos, van tejiendo la trama de Frontera sur y la
historia de Buenos Aires, entre 1880 y 1935. José
Díaz Ouro, que llega viudo y con un hijo a la capital
argentina, que se enamora de una prostituta de alto vuelo y que
recibe en su carrera ascendente la ayuda del espectro de un
compadrito degollado, es protagonista de este relato
épico, junto al alemán Hermann Frisch, portador de
un bandoneón y de los principios de
la
organización obrera" (8)..
En la novela, un personaje dice que a Sarmiento le
parecía mal que se abrieran escuelas italianas, o
alemanas, o inglesas". Otro interviene: ""Era lógico que
le pareciera mal. (…) No estaba loco. (…) Un Estado.
Quería un Estado, con mayúscula. Y eso se hace con
la escuela
pública. Esto no puede ser eternamente un
centón mal cosido. La gente que llegue tiene que
adaptarse, recomponerse, mezclarse para formar una raza
argentina".
Gloria Pampillo es la autora de Los
gallegos, una novela inédita en la que evoca la
inmigraciòn de sus mayores. En esa obra, Pampillo recuerda
la voluntad de unión de los emigrantes de esa
región: "Lo que van a hacer ahora es lo mismo que hizo mi
abuelo cuando llegó a la Argentina en 1870. Van a
agruparse en cofradías. Que esas cofradías formen
un ejército o una Sociedad de Socorros Mutuos, poco
importa. Lo que tienen en común es que lejos de la tierra,
"da mía terra", como dijo una mujer en el seminario con un
dolor que me volvió de barro el corazón,
van a buscarse entre ellos".
La casa de Myra (Buenos Aires, Fundación
El Libro, 2001), de Aurora Alonso de Rocha, fue
distinguida en 2001 con el Segundo Premio para Autores
Inéditos, en el "Concurso organizado por la
Fundación El Libro, en el marco de la 27ª Exposición
Feria Internacional de Buenos Aires ‘El libro del Autor al
Lector’ ". Integraron el Jurado Griselda Barros, Gloria
Bender y Duilio Ferraro.
"Dramáticas narraciones amorosas,
reivindicación respecto de lo propio del alma
indígena, su cultura, sus
vicisitudes frente a lo impío de la ‘acción
civilizadora’, se manifiestan en La casa de Myra",
destaca Ferraro, en la "Introducción" a la novela.
Protagoniza esa obra una gallega tomada cautiva por los
indígenas, que no quiere volver. De ella dice un
personaje: "Había que verla a Myra llamando a los porotos
con los nombres que les dan los indios y hablándose en
lenguas con Querima. Portaban unos monederos de buche y un poco
de pluma para pagar la provisión. Myra regateaba a la par
de la otra. Aproveché que Querima se probaba ropas frente
a un espejo y le dije: ‘¿Está usted
bien?’. ‘Muy bien’ repuso. ‘Si lo desea
apuro las gestiones para que pueda ir con las Hermanitas
francesas…’ No me dejó terminar. Me miró
como un basilisco y dijo: ‘¡Dios no lo
permita!’ ".
Guadalupe Henestrosa ganó en 2002 el V
Premio Clarín de novela, con Las ingratas (Buenos
Aires, Clarìn-Alfaguara, 2002), novela en la que evoca la
inmigración de cinco hermanas españolas y la hija
de una de ellas. Integraron el jurado Héctor Tizón,
Vlady Kociancich y Andrés Rivera.
Seis gallegas, recién bajadas del barco, llegan a
una pensión en la que la mayor se empleará como
cocinera. Allí las asalta la nostalgia: "Esa noche entre
esas paredes húmedas, escuchando las palabrotas que
venían desde el patio, las chicas extrañaron la
casa de piedra en las montañas. Por primera vez desde
aquella madrugada cuando dejaron a su padre, Vicente, solito
junto al fogón, se sintieron lejos de todo, perdidas, a
merced de unas gentes desconocidas, con quién sabe
qué costumbres. ¿Cómo encontrar el alma en
una tierra donde todas las cosas tenían otro
olor?".
Entrevistada por Raquel Garzón, afirmó:
"Desde hacía años venía pensando en el tema
del desarraigo. Me interesaba especialmente el caso de las
mujeres jóvenes, el testimonio personal, los
sentimientos que se tejen en un apuesta vital tan fuerte. En
parte se vincula con la experiencia de mis propias abuelas, ambas
inmigrantes españolas.
Una de ellas, Carmen Oliveros, cuyo nombre usé
como seudónimo para el Premio, llegó a los 19
años, sola, en el año 20. Hoy suena sencillo pero
en esa época cruzar el mar implicaba casi irse a otro
planeta, no volver a ver a la familia,
vivir a una carta por
año, en un contexto de gente prácticamente
analfabeta. Y tener que cargar además con la gran
pregunta: irse para qué. Al sentarme a escribir, todo eso
estaba sobre la mesa. (…) María Cruz, mi otra abuela,
llegó a la Argentina con sus hermanas. Ese recuerdo fue el
puntapié inicial." (9).
Dos tramas se enlazan en Las libres del Sur. Una
novela sobre Victoria Ocampo (Buenos Aires, Sudamericana,
2004), de María Rosa Lojo, en la figura de la
inmigrante gallega Carmen Brey Moure, quien a poco de terminar
sus estudios universitarios, viaja a la Argentina contratada para
servir de intérprete a Rabindranath Tagore, invitado
ilustre de Victoria Ocampo. A partir de este hecho,
surgirá la narración que tiene como ejes la vida
profesional de la joven, y su vida privada.
La vida profesional le permite a la gallega ser testigo
de la vida cultural de Buenos Aires, en la que se destaca la
figura avasallante de Victoria Ocampo, que se vincula con
Rabindranath Tagore, Ortega y Gasset, Keyserling, Drieu La
Rochelle y Waldo Frank, entre otros. Es este último quien
la anima a crear la revista
Sur, concebida como una expresión de los
americanos, "Una revista imprescindible. Que sea un puente entre
las dos Américas. Que revele nuestro destino común,
y también nuestras diferencias con respecto a Europa".
En Amor migrante (Buenos Aires, De los Cuatro
Vientos Editorial, 2004. 93 páginas), Stella Maris
Latorre cuenta la historia de una gallega de dieciséis
años que ve partir a su amado hacia América, adonde
dirige sus pasos agobiado por la miseria y la guerra. Ella,
sin decírselo, da a luz un hijo del emigrante, al que
crían en Galicia como si fuera un hermano de la
adolescente. Pasan muchos años. Cada uno de los
integrantes de esa pareja rehace su vida, pero ninguno puede
volver a sentir el amor que sintiera tiempo atrás. Luego
de la muerte de su mujer y su hija, el indiano vuelve a la aldea
a buscar a su prometida de la juventud.
Allí, se da cuenta de que tiene un hijo, que ignora su
verdadera identidad. Los
sucesos que se desencadenan a partir de ese momento, hacen que el
indiano vuelva a Buenos Aires, perdiendo definitivamente la
posibilidad de formar una familia.
Un empleado del Hotel de Inmigrantes agrede a un gallego:
"-Ya te oí, crees que soy sordo gallego sucio, muerto de
hambre’. Avelino, Manuel y todos cruzaron sus miradas:
‘Este era el recibimiento que le hacían los
habitantes de ese país que prometía tanto’,
todos apretaron los labios y endurecieron sus puños,
todos… para no responder a esa provocación; pero a todos
también se les partió el corazón y quisieron
estar en Galicia aunque no encontraran el oro tan
prometedor, pero ya era tarde, ahora había que ser fuerte,
apechugar ya estaban en el tablao, había que
zapatear".
Angela, una adolescente de dieciséis años,
protagoniza Lunas eléctricas para las noches sin
luna (Buenos Aires, Sudamericana, 2004. 160 pp.), de
Belén Gache. " "En 1890 mis abuelos llegaron a ese
puerto, provenientes también de Sevilla –relata-.
Junto con ellos traían a sus dos jóvenes hijas, que
se habían pasado todo el viaje encerradas en sus camarotes
vomitando. Venían a Buenos Aires porque mi abuelo, que
trabajaba en el Banco de España,
había sido transferido a esta sucursal del fin del
mundo".
A través de sus ojos, asombrados e intensos,
vemos la Buenos Aires que se prepara para los festejos del
Centenario. Una Buenos Aires cosmopolita, que evidencia un
marcado rechazo hacia los extranjeros, quienes son vistos como
una fuerza nociva
que es necesario devolver a su tierra de origen. La visita de la
Infanta exacerbará los sentimientos patrióticos de
los hispanos afincados en la Argentina, y los sentimientos
xenófobos de quienes se agrupan en la misteriosa Brigada
del Nandú".
José Martín Weisz relata en
…mientras los violines tocaban csárdás. Un
viaje a Hungría (Buenos Aires, Milà, 2002), la
historia de un judío húngaro que debió dejar
su tierra, y el viaje que él realiza con su hijo, muchos
años después.
Martín "ha viajado con frecuencia a Europa debido
a su trabajo, y en esos viajes siempre
ha pensado en acercarse a Hungría, pero lo ha detenido el
temor a enfrentarse por sí solo con el pasado de su
familia. Lo ha asediado una irracional fantasía de que los
nazis lo apresarían y lo harían jabón. (…)
Quería ir a Hungría a visitar la tierra de sus
ancestros, pero había llegado a la conclusión de
que no podía hacer ese viaje solo, necesitaría de
la compañía de su padre para realizarlo. No tanto
la de su madre, que también era húngara, sino
sólo la de su padre. Quería que fuese un viaje de
hombres, de amigos, de compañeros, en esta
excursión a ese pasado. (…) El paso siguiente era
cómo convencer a este hombre de ochenta y cuatro
años, que siempre había expresado su desprecio por
ese país que no había dudado en apoyar al invasor
nazi y que había colaborado para mandar tantos
judíos a la muerte. No iba a ser fácil".
"Acompañado por su hijo y con la ilusión
de recuperar las tierras de su familia, regresa a un país
ahora muy diferente al de su infancia. En un viaje lleno de
dificultades y emociones, una
Hungría devastada por los sucesivos invasores sólo
tiene un amargo reencuentro para ofrecerle. Sin embargo,
inesperadamente, el sabor de la satisfacción lo alcanza en
algún lugar" (10)
El inglés se titula la novela de Susana
Cella referida a Jimmy –"nacido James Radburne"-, quien
en 1892 llegó a la Patagonia, "huyendo de la pobreza y los
prejuicios ingleses, y pasó toda una vida improvisando
oficios para sobrevivir y métodos
para huir de las policías argentina y chilena". Se
dirigió a esa región pensándola "como
garantía de anonimato para pasados difíciles"
(11).
Es ésta –afirma Carlos Juárez
Aldazábal- "una novela de tono épico que
apareció hace muy poco en las vidrieras de las
librerías. El manejo de la prosa (lindante en muchos
tramos con lo poético) hace pensar en un autor que viene
publicando con regularidad. Cuando se leen los datos
biográficos de Susana Cella esto parece confirmarse. Sin
embargo, si se presta atención a los títulos de los
libros
anteriores, lo que se termina por descubrir es que "El inglés"
es su primera novela, porque antes se estuvo ocupando de otro
género:
la crítica
literaria" (12).
Juan José Delaney evoca la
inmigración irlandesa a partir de la protagonista de su
novela, Moira Sullivan (Buenos Aires, Corregidor, 1999).
En esa obra, el lenguaje,
tan importante como factor sociabilizador, encarna una actitud de la
protagonista. Ella nunca se interesó por aprender a
comunicarse en castellano y esa
negativa suya determina su relación con quienes la
rodean.
La anciana vive en su mundo y no quiere tener contacto
con quien no pertenezca a él. Rechaza evidentemente toda
forma de integración, y se repudio se patentiza en
el aislamiento en el que se refugia. Aun cuando quisieran
integrarse, el idioma era un serio problema para colectividades
como la irlandesa; Delaney presenta dos paliativos para la
incomunicación de los extranjeros: el cine mudo y el
tango, por los
que sienten gran afición .
"Lo importante era el silencio. Todas las noches lo
buscaba, especialmente los domingos cuando las otras
recibían visitas y ella más sentía el acoso
de la soledad. En rigor, a nadie tenía pese a haber estado
en la vida de muchos y a que, por esa acción secreta y
persistente del arte, continuaba
gravitando sobre gentes extrañas y lejanas. El silencio de
ese anochecer dominical le permitiría entregarse
serenamente al ensueño en el que resucitarían
vivencias y pensamientos provenientes de zonas postergadas por su
memoria, y también secretas conexiones que su
visión de la vida, del mundo y de los hombres concertaba
con cierta independencia"
Algunas de las novelas relacionadas con la
inmigraciòn de fin de siglo se destacan por la agresividad
del autor y por el encono que manifiesta hacia los extranjeros.
En ¿Inocentes o culpables? (Madrid,
Hyspamérica, 1984) Antonio Argerich fundamenta su
aversiòn, basàndose en supuestos provenientes de
las ciencias
mèdicas, refutados oportunamente por un sacerdote.
Esgrimiendo razones de ìndole cientìfica, a todas
luces discutibles, Argerich se opone a la llegada de los
extranjeros, reflejando la posiciòn de muchos argentinos
de la època. "¿Inocentes o culpables? es una
de las pocas obras que registran abiertamente aquel sentimiento,
tan comùn en los habitantes de esa Argentina que se
veìa invadida por otras razas y otras costumbres. Por eso
su testimonio es valioso" (13).
En esa obra, al nacer el primer hijo de los inmigrantes
italianos, Argerich habla de la influencia que "la raza, el medio
y el momento" ejercerían en él, tal como afirmaba
Hipólito Taine. Le resta toda capacidad de
decisión, pues "todo estaba preestablecido. Todo lo
habían ordenado voluntades y cerebros
anteriores".
En la novela En la sangre (Buenos Aires, Plus
Ultra, 1968), Eugenio Cambaceres presenta al inmigrante
como un ser ignorante e inmoral; el escritor no disimula lo que
siente ante quienes llegaron a tentar suerte en nuestro
paìs.
Alude al italiano, padre del protagonista, con estas
palabras: "Arrojado a tierra desde la cubierta del vapor sin otro
capital que su codicia y sus dos brazos, y ahorrando asì
sobre el techo, el vestido, el alimento, viviendo apenas para no
morirse de hambre, como esos perros sin
dueño que merodean de puerta en puerta en las basuras de
las casas, llegò el tachero a redondear una corta
cantidad".
El desdèn por el extranjero se evidencia con gran
claridad en este libro. La sangre es el medio por el que las
lacras sociales se transmiten de generaciòn en
generaciòn. No obstante haber nacido en la Argentina, el
protagonista tiene las caracterìsticas del inmigrante, de
acuerdo con los postulados del naturalismo, corriente en la que
encontramos al autor.
El gringo (Buenos Aires, Tor, 1935) que
protagoniza la novela de Fausto Burgos, se enorgullece de
su sangre: "yo soy gringo, gringo puro, más gringo que
todos lo gringo que hanno formato la colonia italiana en San
Rafael", dirá. Para la familia del protagonista, en
cambio, ser inmigrante es una vergüenza que se debe ocultar:
‘Usted no es un gringo –afirma el yerno que vive a
expensas del italiano-; usted ya puede llamarse criollo; ya tiene
títulos para ello’ ".
Burgos reitera a lo largo de la novela la
acusación que los nativos hacen a los extranjeros:
"’¿No son ustedes los que nos vienen a quitar la
tierra y el vino y el pan y todo? Los peones inmigrantes miran
con lástima a quien esto dice y comentan: ‘Povero
nero’, ‘povero chino’, ‘é una
bestia’".
En el año 1961, Gente conmigo (Buenos
Aires, Losada, 1962) de Syria Poletti, fue distinguida con
el Premio Internacional de Novela convocado por la Editorial
Losada. Al año siguiente, dicha obra mereció el
Segundo Premio Municipal de Buenos Aires y fue seleccionada entre
las diez mejores novelas sudamericanas por la editorial Alan
Williams de Nueva York. Fue traducida al inglés,
alemán y ruso, y se realizó una adaptación
cinematográfica y otra televisiva.
En esa obra, un médico niega a la protagonista el
permiso para emigrar, a causa de una malformación en la
espalda: "Entramos a un salón vasto y desnudo. Era el
lugar reservado a la revisión sanitaria. Junto a unas
mesas, los médicos revisaban a mujeres y chicos con
ráoida indiferencia. Pase usted, pase usted, adelante,
otra, rápido. Y las mujeres esperaban pacientemente, con
la ropa a medio quitar y los críos berreando". Comienza
entonces el peregrinar de la hermana mayor, que debió
emigrar sola, y no se resigna a que Nora quede en Italia, cuando ya
están todos en América.
En 1971 apareció Extraño oficio
(Buenos Aires, Losada, 1971), novela por la cual Poletti fue
nominada para el Premio Nacional de Literatura.
Atilio Betti escribió La noche
lombarda (Buenos Aires, Plus Ultra, 1984), libro en el que se
narra el viaje del hijo de un italiano a la tierra de sus
mayores. "La noche lombarda es el encuentro de un hombre
con las fuentes
originarias y es, también, a través de la
emoción y el lirismo, un documento humano de hondo
contenido" (14).
A Italia viaja Atilio Betti en 1967; también lo
hace el protagonista de su novela, premiado por el Gobierno de la
península. El personaje vive su premio como una revancha:
"Mi padre me había negado la educación. Me
había condenado, por no querer trabajar bajo su mando, en
su fabrica, a una juventud de lucha. A defenderme a
puñetazos por las calles y las oficinas, con tal de salir
con la mía. Y ahora me hallaba allí, en viaje hacia
Italia, en calidad de
invitado y futuro huésped de su patria. Libre y solo.
Solo, sí, pero libre y triunfante".
Mempo Giardinelli fue distinguido con el Premio
Rómulo Gallegos en 1993, por Santo Oficio de la Memoria
(Buenos Aires, Seix Barral, 1991), novela a la que Carlos Fuentes
se refiere como a una "saga migratoria tan hermosa, tan
conmovedora, tan importante para estos tiempos de odio, racismo y
xenofobia".
La obra cuenta un siglo de historia privada, argentina y
mundial, desde la llegada a nuestro país de Antonio
Domeniconelle, su esposa y su primogénito, a fines del
siglo XIX, quienes emigran porque eran "muy pobres. Muy pobres.
Más pobres que toda la pobreza que hayas
visto".
Relata el hijo mayor, refiriéndose al padre:
"Llegaron casados, ya. Conmigo. El decidió que Vincenzo y
Nicola se quedaran allá. Luego los buscaría, dijo.
No atendió el llanto de Angela. No escuchó las
razones de nadie. Nunca. (…) El sabía cuanto
sufría ella por los hijos que dejaron en Italia, pero
jamás hizo nada por traerlos. Cómo un hombre puede
ser así, es algo que yo no me explico. Fue terrible, eso".
Otro personaje relata que el hombre
también pensaba en i bambini: soñaba que en
la nueva casa "habría rosas en los
floreros y comerían bien, tres veces al día, o
cuatro, con todos los chicos, porque iban a traer a Vincenzo y a
Nicola de Italia. El país progresaba a pesar de todo, y
él también", pero murió antes de concretar
su proyecto.
Entrevistado por Mona Moncalvillo, Giardinelli habla
sobre su novela. "Es una novela histórica, sobre la
inmigración, y a lo largo de varias generaciones viene
recorriendo los distintos cruces históricos, que son los
cruces dramáticos de nuestra historia: memoria versus
olvido, vida-muerte, noche-día,
pacificación-violencia,
intolerancia-democracia.
Hay una serie de dicotomías, es una cosa muy doble, una
especie de gran esquizofrenia que
va recorriendo la historia
argentina. Al mismo tiempo hice una novela en la que quise
meterme con un montón de temas que para mí
tenían que ver. Es una discusión sobre la
literatura argentina, y también quise hacerla ahí
porque la literatura argentina acompaña y se contrapone
con la historia. Los epígonos literarios de la Argentina,
son en general gente que pertenece a élites que
difícilmente llegan a ser valores
populares" (15).
Antonio Dal Masetto es autor de Oscuramente
fuerte es la vida (Buenos Aires, Sudamericana 2003),
distinguida con el Primer Premio Municipal y el Premio Club de
los XIII. En el trance de abandonar su tierra, una italiana se
cuestiona en esa obra: "Hasta último momento, yo
seguía formulándome preguntas que no encontraban
respuesta. Teníamos lo que habíamos querido
siempre: la casa, el terreno, la posibilidad de trabajar.
Habíamos defendido esas cosas, las habíamos
mantenido durante esos años difíciles. Ahora,
cuando aparentemente todo tendía a normalizarse,
¿por qué debíamos dejarlas?"
La tierra incomparable (Buenos Aires,
Sudamericana, 2003) fue distinguida con el Premio Planeta
Biblioteca del
Sur 1994., en la que narra la visita de la emigrante a su pueblo,
cuarenta años después. En una entrevista,
aclara quién viajó: "En realidad, fui yo el que
regresó. Allí se dio algo interesante desde el
punto de vista del oficio: me propuse contarlo desde la
visión de Agata y mi esfuerzo fue tratar de ver todo con
los ojos de ella. Ese cambio de personalidad
me obligaba a cierto tipo de asombro. Mi mamá -por
ejemplo- nunca subió a un avión. Al terminar el
libro se lo mandé, ella tenía entonces 80
años. Después la llamé por teléfono y al preguntarle si lo
había leído, me respondió tan sólo:
Sí, está bien. Hoy tiene 86 años, es
un personaje obcecado, sin violencia, pero duro como un roble"
(16) .
Roberto Raschella hace decir, en Diálogos
en los patios rojos (Buenos Aires, Paradiso Ediciones, 1994. 202
pp.), a uno de los personajes: "alguno me recuerda la efigie de
los paisanos que retornaban al país desde
América… y nosotros éramos niños… y no
sabíamos si estaban animados o disperados… y cuál
era la ambición que los dominaba, hacia atrás,
hacia delante… de sí mismos, de los otros seres
queridos… ¿Y qué traían debajo? Una turbia
enfermedad asemejante a la malaria, una galera vivida… Y
recogían los dichos sobre sus mujeres, y apenas
querían oír… Por que no hay humano que soporte
años de abandono sin covar la venganza que te pone en
igualdad………. Todo es el poder
también, ¿comprendes? Es el poder si te hacen
viajar y estacionarte, sospechar y medir… Un día
estás aquí en buena compañía… al
otro día te encuentras distante, isolado… y golpeas y te
golpean, envueltos todos en boca de tormentos… Y no es un
hombre, no son hombres que golpean, es una fuerza
exterminada………. Pero sientes un progreso,, un bien…
quieres subir, quieres abrazarte a los giros del caso… Y si
eres vencedor, persigues a los inútiles… a los
melancólicos… a los pícaros… a las levadoras…
Persigues, persigues, como un jacobino…".
En 1998, fue distinguido con el Premio Nacional de
Literatura, por Si hubiéramos vivido aquí
(Buenos Aires, Losada, 1999). Reporteado por Pablo Ingberg, el
escritor afirma: "Hasta pasados los treinta años, me
dediqué al cine y también a la política. En 1964
abandoné las dos cosas. Viajé a Italia, el pueblo
de mis antepasados, y al volver empecé a escribir la que
fue mi segunda novela. La época anterior y posterior al
viaje va a ser la base de mi tercera novela" (17).
María Teresa Andruetto es la autora de
Stefano (Buenos Aires, Sudamericana, 2001), novela juvenil en la
que relata la vida de un inmigrante, desde la extrema pobreza que
vivía en su tierra, hasta que se establece en la Argentina
y espera la llegada de su primer hijo. Stèfano se despide
de su madre, viuda y sin màs hijos, quien no quiso
acompañarlo en la aventura por el nuevo mundo. La partida
es desgarradora para ambos, no obstante haber sido anunciada con
años de anticipaciòn por el muchacho.
"Soy hija de un partisano que llegó desde el
norte de Italia a la Argentina, en 1948 –escribió-,
y por una sucesión de circunstancias más o menos
azarosas, se instaló en un pueblo de la pampa
húmeda, donde nací, y ahí vivió toda
su vida. También mi mamá es hija de inmigrantes
italianos que llegaron al país hacia finales del mil
ochocientos. El agradecimiento a la tierra de llegada que le
había permitido trabajar y formar una familia, fue la otra
cara de la tristeza que le causaba a mi padre el desarraigo. A
poco de venir, murió su madre y luego otros y otros, hasta
que cada vez se hizo más fuerte la idea de ya no regresar"
(18).
Griselda Gambaro escribió El mar que nos
trajo (Buenos Aires, Norma, 2001) remitiéndose a sus
vivencias: "La historia familiar relatada en El mar que nos
trajo transcurre alternativamente en Argentina e Italia.
Comienza en el año 1889 y concluye poco después de
la Segunda Guerra
Mundial, en la época del peronismo.
En la Argentina e Italia pasaron en ese lapso muchas
cosas. Pero la historia de ambos países sólo es un
fondo para la novela, aunque a veces determine muertes,
expulsiones y alejamientos. Sólo recurrí a material
de investigación histórica para
corroborar algunas fechas, algunos datos como los que se
referían, por ejemplo, a las condiciones sociales y
laborales a fines del siglo XIX y principios del XX. En otro
orden, me fue muy útil un libro hoy agotado de Edmundo
D’Amicis que me prestó Leopoldo Brizuela.
D’Amicis había viajado a Buenos Aires precisamente
en 1889, fecha en la que por coincidencia comienza la novela, y
lo había hecho en primera clase, pero, observador sagaz,
proporciona en su libro En el océano. Viaje a la
Argentina, enriquecedores aportes sobre la vida y la
navegación de los inmigrantes que viajaban en tercera. En
lo que respecta a Italia, acudí a mis propios recuerdos de
los lugares que se mencionan: la isla de Elba, un pueblo de la
Calabria, Bonifati, y otro innombrado que fue Pizzo, la cuna de
mi abuelo materno, también en Calabria. Recordaba
particularmente la isla de Elba, donde sucede el relato cuando se
traslada a Italia. La había visitado hacía muchos
años, conocido a los descendientes de Agostino, quienes me
acompañaron al pueblo bajo cercano a la playa y al alto,
sobre la cumbre de una colina, a ‘la playa de arena y
piedras romas’ " (19).
En la novela, Agostino "Cada atardecer, salvo que el
tiempo lo impidiera, salía en barca bajo patrón en
jornadas que, según la pesca,
concluían al amanecer o al mediodía siguiente. Se
trabajaba mucho y se ganaba poco. (…) Ellos estarían
condenados al mismo ritmo de trabajo toda la vida: la pesca, la
venta a precios viles
y el ocio destinado al arreglo de las redes".
Andrés Rivera es el autor de Guido
(en Rivera, Andrés: Para ellos, el Paraìso y
otras novelas, Buenos Aires, Alfaguara, 2002), protagonizada
por un italiano a quien se le aplica la Ley de
Residencia. Reflexiona el inmigrante: "Estoy aquí, en un
camarote o calabozo, de dos por dos y medio, tirado en una
roñosa cucheta, vestido, el cigarrillo en la mano, roja la
brasa del cigarrillo, y sobre mí, encendida, una
lámpara que ellos rodearon con tiras de metal.
Idiotas, creen que trasladan a suicidas. Sé quién
soy. Soy un tipo que llegó, joven, y tan tierno que,
ahora, hoy, no me reconozco en esa estampa de víctima de
algún estrago arrasador de la Naturaleza que
pisa las maderas y piedras del puerto de Buenos
Aires"."
Rivera conoció a Guido: "Alrededor de esa mesa se
sentaban los responsables sindicales del Partido Comunista
argentino, el más incondicionalmente estalinista de
América del Sur. Entre ellos estaban Guido Fioravanti,
Secretario General de la FONC (Federación Nacional de
Obreros de la Construcción), y mi padre. Guido Fioravanti
era bajo y flaco. Músculo puro. Una cara pequeña,
de piel, huesos y una
barba rubia de dos días. Ojos verdes y furiosos. Manos
encaladas. Guido Fioravanti bajaba del andamio para atender,
hasta las primeras horas de la madrugada, sus tareas gremiales. Y
yo, un chico de diez años o algo así,
asistía, mudo, a esas citas vehementes, y después,
cuando ingresaron a mi recuerdo, épicas. Mi madre,
silenciosa. Repartía sándwiches de milanesa y vasos
de vino. Aquellos hombres duros y sanos siempre tenían
hambre" (20).
En Flores de un solo día (Buenos Aires,
Seix Barral, 2002. 336 pp.), Anna Kazumi Stahl evoca a una
inmigrante que llega a la Argentina: "Se paralizó un
instante antes de lanzarse al mundo externo: desde chica
sufría tanto miedo a la calle. Se debía a que,
japonesa de origen y nacida en 1937, había visto la
Segunda Guerra
Mundial hacer su tremenda carrera y terminar en derrota antes
de cumplir los nueve años de edad. Peores eran sus
circunstancias, porque a causa de una enfermedad infantil
había quedado sin habla, con daños en el centro del
habla del cerebro, y no
podía entender las explicaciones que le daban la empleada
doméstica y el coronel mismo, su padre".
Acerca de la escritora y su obra, expresa Martín
Kohan: "la riqueza narrativa y la intensidad de los climas que
logra la novela responden a la manera en que todo eso se potencia con los
enigmas de un viaje inexplicado, con el dramatismo ajustado de
una historia que proviene de la Segunda Guerra Mundial,
con la sutil manera en que se deja ver el pasado en el presente,
con la complejidad sin rebuscamientos de un personaje como Hanako
(y su expresividad sin palabras) o como Aimée (oscilando
entre su deseo de saber y su deseo de no saber qué es lo
que se aloja exactamente en el pasado de su historia familiar)"
(21).
Con Gaijin. La aventura de emigrar a la Argentina
(Buenos Aires, Alfaguara, 2002.), Maximiliano Matayoshi
ganó el Premio Primera Novela UNAM-Alfaguara, otorgado por
el Jurado integrado por Mario Bellatin, Sandra Lorenzano, Jorge
F. Hernández, Mónica Mansour y Alberto
Vital.
En esa obra, relata un adolescente, poco antes de dejar
Okinawa: "Quiero que vayamos todos juntos, dije. Mamá me
miró y me tomó de las manos. No podemos ir todos,
no tenemos el dinero,
además Yumie es chica para viajar y yo debo quedarme a
cuidarla. Irás solo. Si tu papá estuviera
sería diferente, dijo".
Entrevistado por Flavia Costa, él
señaló: "—La novela combina dos realidades.
Es la historia de mi padre en los itinerarios —Hong Kong,
Singapur, Ciudad del Cabo, Buenos Aires, Mendoza—, pero los
personajes y sus relaciones son escenas de mi vida. Siempre
escribo a partir de experiencias reales. (…) Los personajes
pueden ser inventados, porque son siempre aspectos del propio
escritor, pero si uno quiere escribir algo intenso, hay que
respirar el clima, el
ambiente donde
ocurrió la historia" (22).
El libro de los recuerdos (Buenos Aires,
Sudamericana, 1994), de Ana María Shua, "es la
novela de una familia argentina, con sus abuelos inmigrantes,
hijos comerciantes y nietos atorrantes. Una sucesión de
afectos y de envidias, de nacimientos y de penas, de matrimonios
públicos y de amores prohibidos. Sin grandes
escándalos, sin secretos horrendos ni crímenes
brutales: con la cuota de humor, de fracaso y ternura que
corresponde al país que, vaya uno a saber por qué,
eligieron nuestros abuelos o sus padres para sufrir y gozar"
(23).
Es el patriarca de esta familia el abuelo que
esperó escondido que falleciera algún paisano
más o menos parecido para heredar su identidad, y poder
así emigrar. "Murió Gedalia Rimetka, medianamente
joven, de bigotes. Con su documento fue el abuelo al consulado de
América, la verdadera, la del Norte, y le dijeron que no.
No lo bastante joven murió Gedalia, no lo bastante joven
como para pasar por el abuelo. En Polonia siempre hacía
frío, siempre había nieve.
Cuando se derretía la nieve, había mucho
barro. El barro también era frío. El barro de
Tomachevo cruzó el abuelo, que quería cruzar el
mar. Y llegó al consulado de esta pobre América.
Allí, le habían dicho, no se fijan mucho, no
entienden nada, les da lo mismo. Allí también es
América, aunque no tanto. Lo que vale es salir de Europa,
lo que vale es cruzar el mar. Desde una América ya
será posible llegar a la otra. Y no se fijaron, o no les
importó, o no entendían nada, y el abuelo pudo
ponerse en camino para cruzar el mar".
Mario, el protagonista de Hermana y Sombra
(Buenos Aires, Editorial Planeta Argentina, 1977), de Bernardo
Verbitsky, es hijo de inmigrantes rusos. El se refiere a la
pobreza que los agobiaba: "Dejamos en Bahía Blanca varias
cuentas impagas,
pero la que realmente nos preocupaba era la del lechero, (…).
Teóricamente, le pagábamos mensualmente los cinco
litros que nos dejaba cada día pero siempre fue tolerante
para el cobro, aceptando los pretextos con que
explicábamos nuestra condición de deudores morosos.
En los últimos meses no pudimos darle un centavo sin que
él suspendiera el suministro de nuestro principal
alimento. Nuestra convicción, reafirmada más de una
vez por mamá, era que a ese pequeño español
bondadoso debíamos el no haber muerto de hambre, sobre
todo nuestra hermanita a quien no le faltaron nunca varias
mamaderas diarias para suplir los pechos casi secos de
mamá".
A criterio de Pedro Orgambide, Verbitsky "es, de manera
bien explícita, el novelista del alud inmigratorio de la
Argentina, de los inmigrantes y de sus hijos, porque en estos
prevalece todavía, por imperio de la sangre, la vital
intimidad de los padres" " (24)
En Donde sopla la nostalgia (Buenos Aires,
Grupo Editor
Latinoamericano, 1985), novela de Mauricio Goldberg, Max
Gurovitz, su esposa Fany y su hijo David emigran de Polonia
–donde habían emigrado anteriormente- porque "Otra
vez los gritos de ‘yid’ atronaban la calle. El viaje
había sido inútil. Se culpó por haberla
dejado sola mientras él iba al mercado.
Aún tenía el uniforme ruso de inválido, si
no ya estaría hecho pedazos. Para ellos la guerra
había terminado pero no su odio por los
judíos".
Señala Reiner Kornberger: "Tanto el protagonista
de Donde sopla la nostalgia como también su autor,
Mauricio Goldberg, adelantan su aliá para prestarle
servicios a
una Israel agredida
por los países árabes en junio de 1967. Los 114
párrafos de la novela narran alternativamente las
vivencias del protagonista Mario en Israel desde su llegada hasta
su retorno a Buenos Aires (capítulos pares) y la historia
de sus padres en Polonia/Rusia antes de
la Segunda Guerra Mundial hasta su emigración a la
Argentina (capítulos impares)" (25).
Ricardo Feierstein es el autor de La logia del
umbral (Buenos Aires, Galerna, 2001), novela sobre la
inmigración judía a lo largo de cien años.
En ella cuenta el proyecto de cuatro generaciones de una familia,
que se propone llegar a caballo desde Moisesville, provincia de
Santa Fe, mediante postas de dos jinetes por vez, con una caja de
madera de
cerezo que contiene tierra de la primera colonia judìa en
la Argentina y ‘una mezuzà, estuche de hueso con un
trozo de papel escrito con letras hebreas’, hasta la Plaza
de Mayo, donde la enterraràn bajo la
Piràmide.
Cuando el miembro màs joven de este grupo
està por concretar la iniciativa de su familia y de
èl mismo, al pasar frente a la AMIA, una terrible
explosiòn lo "revolea por el aire. Todo se
vuelve negro –rememora-, el rugido ensordecedor parece
indicar que, con la oscuridad de un eclipse gigante, ha llegado
el fin del mundo. En ese instante, cien años de vida
familiar y comunitaria se atropellan para desfilar ante los ojos
desorbitados de mi conciencia en
fuga".
Entre los personajes se encuentran los fundadores de
Moisésville. No acompañó la suerte a los
pioneros. Cuando fueron al campo, pasaron "Días y
días sin masticar. Los niños enfermaban…". Se
refiere el escritor a la colonia santafesina a la que se
trasladaron desde el Hotel. Allí comprobaron que no
tenían alimento ni dónde guarecerse: "Nada hay
donde todo debiera estar: ni carpas, ni elementos de labranza, ni
semillas. Ni siquiera un hombre del lugar, en
representación del propietario, para entregar esas tierras
tan laboriosamente adquiridas a través del cónsul
comercial argentino en París, que actuaba en nombre del
terrateniente".
Eugenio Juan Zappietro es el autor de la novela
De aquì hasta el alba
(Barcelona, Hyspamèrica, 1971), en la que narra lo
acontecido a colonos, soldados e indios durante la Conquista del
Desierto, en el año 1879.
Uno de los inmigrantes, Hubert Leroy, es un cirujano
belga que ha debido huir de Francia, pues
durante una intervención quirúrgica dio muerte
intencionalmente a un ministro asesino: "Decidiò matar a
Desquerres cuando extirpò las tres cuartas partes de su
hìgado. (…) Cuando Francia descubriò el crimen,
Hubert Leroy estaba ya en Amèrica". El flamenco Roger
Bary, era "mercader en aquella esquina del infierno" y entra en
tratativas con los indìgenas, aùn a costa de la
vida de sus hijas, sòlo para salvar el pellejo.
Bonhomìa y vileza aparecen confrontadas –al igual
que en Leroy y Bary- en otra dupla de inmigrantes. Son ellos un
irlandès, que llegò al desierto en 1866, y el socio
granadino que lo traicionò. En el desierto viven
tambièn un estadounidense y un portuguès que se
ofrece como voluntario para defender el fuerte 36 del
Ejèrcito Nacional Argentino.
Pedro Orgambide escribió la
trilogía integrada por El arrabal del mundo,
Hacer la América y Pura memoria (1984-1985).
En Hacer la América (Bruguera, 1984) evoca a los
inmigrantes que llegaban a nuestro puerto, alentados por la
consigna que da tìtulo a la obra. Españoles,
italianos, judìos, griegos, son los protagonistas de este
relato que muestra la faceta
màs cruda del fenòmeno social que conmoviò
al paìs al iniciarse el siglo XX.
La novela narra sucesos acaecidos en las
postrimerìas del siglo XIX y en los primeros años
de la centuria siguiente; sin embargo, mediante un recurso de
ficciòn, el autor avanza en el tiempo hasta la
dècada del 50. Los vaticinios de uno de los personajes
permiten al novelista señalar una perspectiva, un desarrollo
ulterior de los hechos que està describiendo como
presente.
"¿Qué es lo que uno cuenta cuando
está contando? –se pregunta Orgambide- Seguramente,
algo más que una historia, una anécdota, un hecho,
una realidad imaginada en algún momento de nuestra vida.
Lo que uno cuenta, casi siempre tiene que ver con nuestra
‘novela Familiar’, con nuestro origen, con nuestra
identidad, al Fin" (26).
María Angélica Scotti evoca, en
Diario de ilusiones y naufragios (Buenos Aires,
Emecé, 1996), la vida de una inmigrante española,
desde que viaja con su madre catalana y la pareja de la mujer, un
italiano que conoce a bordo. "El primer recuerdo que me aparece
es el viaje", dice la protagonista de la novela que
mereció el premio Emecé 1995/6, el Primer Premio
Municipal de Buenos Aires "Eduardo Mallea" l999 y Segundo Premio
Regional de la Secretaría de Cultura de la Nación.
. "En verdad, es más lo que me contaron que lo
que vi con mis propios ojos –continúa. No
sólo porque era muy pequeña sino también
porque hice la travesía encerrada en un camarote muy
especial: viajé oculta bajo las faldas de mamita", porque
"apenas zarpamos de Barcelona, mamita notó que yo
tenía el cuerpo y las mejillas repletos de manchuelas
coloradas. Ella ya había oído decir
que a los enfermos los obligaban a bajar en el primer puerto, y
por eso resolvió esconderme".
…..
El deseo de dar a conocer la gesta propia o de un
antepasado, el afán de homenajear o de denostar, motivan
estas novelas, en las que se refleja un proceso social
que cambiaría a la Argentina. Son testimonios de un tiempo
que marcó definitivamente nuestra historia.
- Onega, Gladys: La inmigraciòn en la literatura
argentina (1880-1910) (Santa Fe, Universidad
del Litoral, 1965). - Cárrega, Hemilce: Aspectos del inmigrante en
la narrativa argentina (Buenos Aires, El Francotirador,
1997). - González Rouco, María: "Jorge Isaac,
novelista de la inmigración árabe", en La
Capital, Rosario, 24 de julio de 1988. - S/F: en Báñez, Gabriel: Virgen.
Buenos Aires, Sudamericana, 1998. - Meter, Alejandro: "El rol de la ficción en la
narrativa después de la dictadura",
en Feierstein, Ricardo y Sadow, Stephen A. (comp.):
Recreando la cultura judeoargentina/2 Literatura y artes
plásticas Tomo 2. Buenos Aires, AMIA/ Editorial
Milá, 2004. - González Rouco, María: "María
Rosa Lojo: la novela como testimonio", en La Capital,
Rosario, 14 de febrero de 1988. - González Rouco, María: "Rubén
Benítez; el regreso a la entrañable tierra", en
El Tiempo, Azul. - S/F: en Vázquez-Rial, Horacio: Frontera
sur. Barcelona, Ediciones B, 1998. - Garzón, Raquel: "Entrevista con María
Guadalupe Henestrosa Bajo el signo del folletín". (Foto:
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…mientras los violines tocaban csárdás. Un
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Milá. - Cristoff, María Sonia: "Inglés en
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2001. - S/F: en Argerich, Antonio: ¿Inocentes o
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Buenos Aires, Sudamericana, 2004. (La pluma del
gato). - Gambaro, Griselda: "Crónica de una familia",
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2001. - Rivera, Andrés: "El hombre que nadie pudo
comprar", en La Nación, Buenos Aires, 3 de marzo
de 2002. - Kohan, Martín: "RELATOS La encarnadura de los
recuerdos", en Clarín, Buenos Aires, 11 de enero
de 2003 - Costa, Flavia: "GAIJIN. De nombre extranjero Un
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Feierstein, Ricardo y Sadow, Stephen A. (comp.): Recreando
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plásticas Tomo 2. Buenos Aires, AMIA/ Editorial
Milá, 2004. - Orgambide, Pedro: "La literatura en tiempos de
intolerancia, identidad y narración", en Feierstein,
Ricardo y Sadow, Stephen A. (comp.): Recreando la cultura
judeoargentina/2 Literatura y artes plásticas Tomo
1. Buenos Aires, AMIA/ Editorial Milá, 2004.
Trabajo enviado por
María González Rouco
Lic. en Letras UNBA, Periodista