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Prejuicios, discriminación y estereotipos en terapia



    1. Marco
      teórico

    FUNDAMENTACION

    Es sabido desde primer año de psicología que el
    terapeuta al momento de sentarse en su consulta debe ser como una
    tabula rasa, es decir, desprenderse de sus prejuicios e ideas
    preconcebidas, dejar atrás prototipos, estigmatizaciones,
    descalificaciones, y todo tipo de discriminación ya sea de tipo racial, de
    género,
    políticas, religiosas, etc.

    Sin embargo, en la práctica ¿Esto es
    realmente posible?, ¿Podemos realmente no etiquetar o
    estigmatizar a las personas?; esta es una pregunta crucial puesto
    que la mayoría de las corrientes teóricas nos
    incitan a evaluar y diagnosticar los comportamientos y/o
    síntomas con los cuales llega un sujeto a la consulta,
    siendo esto fundamental para iniciar la práctica
    terapéutica.

    La idea de normalidad – anormalidad dentro de las
    sociedades
    modernas ha develado un gran problema, no sólo a nivel
    productivo sino que también a nivel de relaciones. Es
    así como Fromm nos habla de carácter social, el cuál
    sería "el núcleo de la estructura del
    carácter, compartida por la mayoría de los
    individuos de un grupo o
    cultura,
    común denominador de personalidad y
    con una manera de ser que es mayoritaria, lo cual no significa
    que es normalidad"
    de esta definición se puede
    desprender que existen una serie de comportamientos dominantes,
    los cuales se han difundido y han sido aceptados y actuados por
    nosotros, por lo tanto los "normalizamos", creyendo que "lo
    individual es lo patológico".

    Cabe entonces cuestionarse si lo individual es realmente
    lo patológico, o es que estamos insertos claramente en una
    sociedad
    patológica que normaliza todo aquel comportamiento
    que le "sirve" y por lo tanto le es funcional. De esto podemos
    desprender la siguiente pregunta ¿Estamos los
    psicólogos dentro o fuera de la "normalidad" socialmente
    aceptada?, y si estamos dentro de lo que socialmente es normal,
    ¿Podemos actuar y trabajar en la consulta sin prejuicios y
    sin estigmatizaciones, pensamos que lo individual no es
    necesariamente patológico?.

    La cuestión es entonces, donde está
    verdaderamente la patología, en la sociedad que niega y
    castiga lo diferente o en la individualidad que intenta abrirse
    camino en esta sociedad estigmatizadora. Vivimos en un sistema vivo,
    dinámico, dentro del cual surgen las diferencias en las
    maneras de ser, en las opciones personales, en las marcas con las
    que uno debe vivir, que rompen con el modelo de
    normalidad esto es aplicable al tema en cuestión, puesto
    que claramente a pesar de la uniformidad existente en nuestra
    sociedad, también hay gente que escapa a ella, y nuestro
    deber no sólo como psicólogos sino que
    también como personas, es tolerar las opciones personales
    y no ponerlas en tela de juicio.

    Hablar de normalidad/anormalidad, es un tema muy largo y
    con muchas aristas, sin embargo hemos decidido abordar el tema de
    los prejuicios en psicoterapia
    puesto que si bien es un tema del cual se habla continuamente,
    consideramos que no existe control alguno
    con respecto al ejercicio profesional en este ámbito,
    siendo claramente los más perjudicados los pacientes. Cabe
    preguntarnos entonces, ¿Existen en nuestro país
    instancias legales y / o terapéuticas especializadas en
    atender a las personas que han sufrido algún tipo de
    discriminación o estigmatización no fundamentadas
    por parte de un profesional de la Salud
    Mental?.

    Tenemos un sinnúmero de interrogantes y es por
    eso que queremos explorar en este terreno porque creemos, es de
    suma importancia en el ejercicio profesional, asumiendo que al
    egresar, no vamos a estar preparados para atender a todas las
    personas que lleguen a nuestra consulta, independientemente de la
    experticia que tengamos, puesto que antes que psicólogos
    somos personas que también estamos marcadas por una
    historia
    familiar, política y social,
    por lo tanto tenemos, querámoslo o no, ideas, posturas,
    opiniones y creencias que las llevamos con nosotros.

    La cuestión es, ¿Estamos los
    psicólogos preparados para enfrentar casos sin
    dañar aún más al paciente?. Sabemos que de
    una u otra forma se buscan resquicios para que las personas
    tengan un tipo de conciencia
    generalizada, esta conciencia generalizada actúa como una
    suerte de efecto controlador para adaptarnos a la norma y
    catalogar como desviado o anormal a todo lo diferente; existe una
    mirada categorizadora y prejuiciosa con respecto a diferentes
    situaciones, especialmente las que se extrapolan con nuestra
    escala de
    valores y
    creencias.

    En estas interrogantes que, claramente cruzan la
    línea ética es
    que queremos profundizar, con el fin de abrir nuestra mirada y
    detenernos a pensar la gran responsabilidad que conlleva ser un profesional de
    la salud mental,
    puesto que trabajaremos con personas, que la diferencia mas
    marcada que tienen con nosotros es que tenemos la teoría
    y un poco de herramientas
    para dar paso a un trabajo a
    través del lenguaje, de
    la palabra.

    La invitación es, a reflexionar en torno a este
    tema, la consecuencia de prejuicios y sesgos arbitrarios, por
    parte de los terapeutas. En definitiva, queremos que sea un
    llamado a tolerar al otro con su complejidad y diversidad, es
    decir, contemplar al ser humano como único y
    múltiple, ampliando nuestra mirada, y profundizar en el
    tema ético que conllevan los prejuicios y
    estigmatizaciones.

    MARCO TEÓRICO

    "La ética es la parte de la filosofía
    que estudia los fundamentos de la moralidad de
    los actos humanos, es decir aquello en virtud de lo cual
    éstos pueden ser considerados buenos o malos"
    , de esta
    afirmación podemos desprender que ética y
    moral van de la mano, la moral
    vendría a ser la manifestación social de los
    principios
    éticos, estableciendo los criterios para decidir lo que es
    bueno y lo que es malo. Sin embargo también es posible
    afirmar que la moral es un
    elemento cambiante, varía en cada sociedad, por lo tanto,
    lo que es considerado bueno o malo para una construcción cultural puede no serlo para
    otra.

    Ahora bien, existen normas
    éticas universales, y que en el caso de la
    psicología están plasmadas en el código
    ético, y además son constantemente difundidas en
    algunas cátedras universitarias, tal es el caso de los
    prejuicios, estereotipos y discriminación.

    Si nos sustentamos en la tan nombrada tabula rasa,
    sacaremos en limpio que el psicólogo debe ser un
    profesional despojado de cualquier tipo de discriminación,
    prejuicios, ideas preconcebidas y estereotipos, por otro lado, si
    nos sustentamos sobre la base de la "moralidad" socialmente
    establecida a la cual estamos adscritos gran parte los seres
    humanos, resultaría francamente imposible ser como una
    tabula rasa. Si damos solo una mirada a nuestro entorno vemos que
    cualquier ser humano que raye en la diferencia, a saber,
    homosexuales, lesbianas, madres adolescentes,
    prostitutas, etc. son ferozmente discriminados por su
    condición, y esto no pasa sólo por las opiniones y
    posturas personales sino por una construcción
    cultural.

    Hemos sido criados con una mirada categorizadora y
    determinista de la cual es difícil escapar, nuestro
    cuestionamiento pasa principalmente en como nosotros, estudiantes
    de último año de la carrera de Psicología,
    empezamos a desprendernos de los prejuicios con los cuales hemos
    sido formados, para dar paso a un nuevo ser, menos categorizador
    y mas dispuesto a tolerar y comprender la diferencia puesto que
    creemos que si este proceso de
    transformación no ocurre, se ve en riesgo la
    práctica
    profesional, siendo los pacientes, claramente los mas
    perjudicados.

    "El estereotipo es una estrategia
    perceptiva que implica el reconocimiento de atributos que tienen
    las personas por el solo hecho de pertenecer – o de suponer
    que pertenecen – a grupos, a los que
    se les atribuyen características específicas"
    .
    Tales características o atributos son a menudo muy
    simplificadas y generalizadas, e implícita o
    explícitamente representan un conjunto de valores, juicios
    y suposiciones acerca de la conducta de tales
    categorías grupales, de sus características o de
    sus historia. Los estereotipos funcionan para definir e
    identificar grupos de personas que se suponen parecidos en
    ciertos aspectos; comprometidos por ciertos valores o motivados
    por objetivos
    semejantes. Los estereotipos fomentan una creencia o pre –
    noción fundada en suposiciones que sirven de fundamento y
    cumplen una función
    central en la
    organización del discurso del
    sentido común. "Los estereotipos generan expectativas
    que no se modifican a pesar de disponer mas información"
    . Así es que de una
    u otra forma están arraigadas en nuestra cotidianeidad
    frases como "todos los homosexuales son degenerados" , "Todos los
    pobres son flojos", etc.

    Si bien el estereotipo puede acompañar actitudes
    positivas o negativas, en nuestro tema, nos preocupa como un
    factor de cognición que acompañe los
    comportamientos de rechazo de los objetos sociales.

    El prejuicio por su parte, es "una estrategia
    perceptiva que predispone a adoptar un comportamiento
    negativo hacia personas o miembros de este grupo, cuyo
    contenido descansa sobre una generalización errónea
    y rígida respecto de ese objeto y que prescinde de
    datos de
    realidad"
    . Por esta razón acompaña
    fenómenos personales, interactivos y sociales que son
    difíciles de erradicar. Es así como se tiende a
    catalogar a las personas sin conocerlas, por su vestimenta por
    ejemplo.

    La discriminación la entenderemos como
    "toda forma de comportamiento observable que implique
    menosprecio, rechazo, indiferencia, segregación,
    exclusión o preferencia por persona, grupo o
    institución en detrimento de otra"
    . Es la consecuencia
    observable de la presencia de estrategias
    perceptivas de contenido negativo, tales como el prejuicio o el
    estereotipo.

    La discriminación se basa en criterios de orden
    ideológico, de raza, color, sexo, religión, edad,
    origen étnico, orientación sexual o de cualquier
    característica que menoscabe o anule el reconocimiento,
    goce o ejercicio en condiciones de igualdad de
    los derechos humanos
    de las personas y los grupos, como así también del
    reconocimiento igualitario de las libertades fundamentales que
    les competen, tanto en las esferas políticas, sociales,
    económicas, culturales, como en cualquier otra.

    Aquí, y a partir de las definiciones expuestas,
    cabe reflexionar si la formación del psicólogo
    depende solo de la absorción de información y de su
    capacidad intelectual y no del entrenamiento en
    la ética y la aceptación de que la complejidad y la
    diferencia están presentes en todo orden de cosas,
    especialmente en lo que se refiere a su campo de acción;
    el ser humano. Es así que si aceptamos que existe
    diversidad, la cual no podemos cuestionar castigadora ni
    categorizadoramente, creemos que podemos estar en el camino de la
    tolerancia, lo
    cual es importante puesto que nuestra función debe estar
    muy lejos de juzgar comportamientos y estilos de vida.

    Uno de los temas éticos en los que sin duda el
    psicólogo debe explorar, es ver cuales pueden ser las
    consecuencias que conlleva su trabajo, ser capaces por lo tanto
    de pararse y ver si es posible o no iniciar una terapia con un
    paciente que de alguna manera trastoque sus valores, plantearse
    las consecuencias de sus actos, de sus palabras, de sus
    actitudes, definir cuando es necesario solicitar supervisión, cuando es necesario derivar a
    un paciente, esto en beneficio del propio terapeuta y por
    supuesto del paciente.

    Es claro que no siempre las reglas éticas dan
    respuestas o soluciones a
    los problemas,
    puesto que como ya se mencionó antes, los problemas
    éticos no siempre tienen una solución única
    y universal, es por eso la importancia de sensibilizarnos por los
    posibles problemas e implicaciones que puede tener nuestra
    actividad.

    El tomar conciencia de la ética, no es
    sólo un tema que se debe abordar con los futuros
    profesionales, sino que debe ser abordado y masificado
    también en los que ya ejercen la profesión, no es
    nada raro ver o escuchar testimonios de personas que, al asistir
    a una terapia, se sienten estigmatizados, discriminados o
    descalificados, sintiendo que sus terapeutas han sostenido una
    postura de superioridad y de verdad única intentando
    imponer disciplinamientos aleccionadores. Es así como
    podemos ver que este tipo de transgresión es generada por
    una mirada estrecha frente a lo diverso categorizando conductas o
    comportamientos como anormales, desviadas o enfermas.

    Casos de descalificaciones o discriminaciones por parte
    de psicólogos son mas frecuentes de lo que
    quisiéramos, y es en esta negación del otro, en
    este no reconocimiento que el otro pueda expresar
    legítimamente su diferencia, donde se pone en tela de
    juicio el tema de la libertad y de
    la tolerancia.

    Benjamín Arditi nos plantea que una de sus
    grandes preocupaciones es la subjetividad que cada uno aporta al
    problema de la intolerancia desde un referente que define lo que
    es patológico y lo que es normal. Suele ser el producto de
    una normatividad internalizada absoluta y excluyente de las
    diferencias, considerando además que se trata de un
    parámetro que no es técnico sino arbitrario, el
    cual no tiene que ver con la naturaleza del
    ser humano sino que tiene que ver con la modalidad de poder
    reduccionista. Es así que estamos "acostumbrados" a
    separar y estigmatizar al diferente.

    El tema es entonces, revisar nuestra mirada de futuros
    psicólogos, reeducar nuestra capacidad de escucha,
    reflexionar en torno a que contenidos estamos sujetos en nuestra
    subjetividad para que podamos contribuir a legitimizar la
    expresión de las diferencias y de esta manera poder dar
    paso a ampliar los parámetros de normalidad, dando cabida
    al pluralismo de opciones de lo diferente como una
    expresión de autonomía de las opciones
    individuales.

    Poder ampliar nuestra mirada poniéndonos en un
    sector mas tolerante y aceptar la diferencia en vez de excluirla
    y controlarla represivamente.

    Ahora bien, todo esto puede ser posible, podemos cambiar
    y ampliar nuestra mirada, podemos quizá desprendernos de
    prejuicios y estigmatizaciones, pero aún así
    estamos en un laberinto del cual nos costará salir, puesto
    que la mayoría de la corrientes teóricas nos
    incitan a catalogar de una u otra forma a los pacientes. Sabemos
    que si existe lo sano, existe su contraste que es lo enfermo. El
    punto es que si bien podemos no estigmatizar con respecto a temas
    valóricos, como lo hacemos para no estigmatizar cuando
    sabemos que existe una enfermedad.

    Por lo tanto creemos necesario, que más que
    segregar al sujeto o invisibilizarlo con nuestra asertividad,
    seria prudente detenerse a revisar nuestra mirada de terapeutas y
    reconocer las sujeciones de nuestra propia subjetividad, para que
    desde nuestra propia sombra como diría Jung,
    contribuyamos a rediseñar una tolerancia más justa
    y mas expresiva a las diferencias, ampliando los espacios de
    moderación, dando cabida a la práctica concreta de
    un mayor pluralismo de opciones de lo diferente, como una
    enunciado de la autonomía de las opciones
    individuales.

    Ser conscientes del "carácter discutible"
    de nuestros valores debería hacernos cautos sobre el
    obligar a los demás a adoptar nuestra sana
    normalidad
    , es así, que cuando tenemos a una persona
    con sus dificultades, y mientras mayor es la
    contaminación de motivos oscuros, nosotros desde un
    poder protector, las acciones a
    tomar se hacen ostensiblemente mas dogmáticas, como si no
    hubiera mas que una solución correcta al
    problema.

    Adolf Guggenbuhl-Graig comenta, todos los que cultivan
    alguna profesión social, todos los que trabajan para
    "ayudar a la humanidad", tienen motivos psicológicos
    altamente ambiguos. Para bien de su propia conciencia y de sus
    relacione con el mundo, el trabajador social se siente obligado a
    considerar el deseo de ayuda como su motivación
    primaria.

    Pero en las profundidades de su alma lo
    opuesto se halla simultáneamente constelizado, no el deseo
    de ayudar sino el ansia de poder y el placer de rebajar al
    "paciente"; por lo general este impulso se mueve con mayor
    libertad bajo el manto de una rectitud objetiva y moral. Se es
    más cruel cuando se utiliza la crueldad para hacer cumplir
    "el bien".

    En la vida diría sufrimos frecuentes
    remordimientos de conciencia al reconocernos excesivamente
    motivados por el impulso de poder; pero tales sentimientos de
    culpabilidad
    desaparecen por completo cuando podemos justificar nuestras
    acciones apelando al alegato de lo justo lo ético y lo
    bueno.

    El problema que plantea esta posibilidad, el problema de
    la sombra de poder, es por lo tanto de máxima
    importancia para todo tipo de trabajadores sociales, quienes a
    veces se ven obligados a tomar decisiones vitales sin el
    asentimiento de las personas interesadas.

    Para develar algún malentendido, es evidente que
    nadie puede actuar por motivos exclusivamente puros, aún
    en los hechos más nobles están basados en
    motivaciones puras e impuras, luminosas y oscuras; Asimismo un
    terapeuta fuertemente incitado por motivos de poder puede sin
    embargo tomar decisiones provechosas para su cliente. Pero hay
    un grave peligro: mientras más pretenda estar obrando por
    motivos desinteresados, más influyente se hará en
    el terapeuta su sombra de poder, la que finalmente lo traicionara
    determinándolo a tomar decisiones muy
    cuestionables.

    Es así, que en el deseo del analista se
    desprenden grandes dificultades, quiere servir a los analizados,
    quiere auxiliarlos en sus padecimientos neuróticos, quiere
    estimular en ellos una mayor conciencia. De acuerdo con su leal
    saber y habilidad, desea ayudar a sus analizados
    desinteresadamente. Pero semejante deseo consciente,
    indispensable al escoger esta profesión, consteliza el
    polo opuesto del inconsciente, conjurando al charlatán,
    analista que trabaja no para sus analizados sino en beneficio de
    sí mismo.

    Esta es una parte del fenómeno psicológico
    que Jung designo frecuentemente como la sombra. Dicho termino no
    se puede confundir con el inconsciente per se. Con la palabra
    sombra, Jung se refirió al reverso de los ideales
    personales y colectivos. En este sentido la sombra es siempre, de
    alguna manera, destructiva; y obra negativamente sobre personas
    que no tiene claro su actuar, o sujetos que excesivamente tienden
    a tener coloreados su camino de moralidad y justo mirar en el
    ámbito de lo social.

    Desde este punto de vista las profesiones
    asistenciales adquieren presencia y justificación
    con la
    ilustración, supone que la gente puede y debe ser
    adaptada como socialmente normal
    , es decir, corregir estructuras
    sociales no satisfactorias y ajustar a los inadaptados, hacer
    cumplir lo que se cree correcto, aun cuando la otra parte rechace
    esta ayuda, ya que el poder no reconoce la posibilidad de aceptar
    el derecho a la enfermedad, a las relaciones familiares
    anómalas, se trata de forzar a nuestros semejantes incluso
    contra sus voluntades o sus propias almas, incluso teniendo en
    cuenta que los valores de
    la autoridad que
    ejerce el poder no son los únicos, los últimos o
    universales.

    A partir de esta reflexión, podríamos
    desprender la pregunta ¿cual e la verdadera motivación de quien ejerce el poder
    profesional en el oficio terapéutico
    asistencial?

    ¿Cuáles son las emociones
    subterráneas e inconscientes que nos empujan a esta
    opción de trabajar con el sufrimiento del otro?, son
    verdaderas motivaciones del deseo de ayudar, estamos sanos de
    prejuicios, discriminación o estereotipos, somos capaces
    como estudiantes de experimentar la enfermedad como una
    posibilidad existencial y además somos capaces de
    integrarla, ahí es donde nos convertiríamos en
    verdaderos curadores, sin tener la necesidad de hacer uso del
    poder.

    Mas allá de que seamos buenos técnicos lo
    que realmente buscamos es esforzarnos por hacer aparecer el
    factor curativo y comprensivo de cada paciente, que solo se logra
    una vez que somos capaces de soportar en nuestro interior la
    posibilidad existencial de la enfermedad.

    El escenario terapéutico, al igual que las
    relaciones diádicas siempre existen fantasmas que
    quieren ser protagonistas de su propio tema de su propia verdad,
    es decir, en el caso del terapeuta- paciente siempre en ambas
    partes, hay un tercero que pulsa, llamase dogmas, asociaciones
    libres atadas, discriminación etc, no obstante, las
    relaciones en todo ámbito son opresoras y
    discriminatorias, tanto por representaciones sociales, de la
    influencia recibida por las instituciones
    educativas, de los prejuicios familiares, del contenido
    ideologizado de los medios de
    comunicación, que se concentra en un tipo e conciencia
    generalizada, de efecto controlador que no permiten que lo
    diferente no se le considere normal, sino desviado o enfermo,
    esto nos hace recordar al poeta mexicano Rosario de la
    Peña que al ser discriminado por su homosexualidad
    e/y Impugnado por el amor de su
    vida decide suicidarse y escribir a sus amores, dolores su moral
    y por último a la opresión, la ley:

    A veces pienso en darte mi eterna despedida

    Borrarte en mis recuerdos y hundirte en mi
    pasión;

    Mas si es en vano todo y el alma no te
    olvida,

    ¿Que quieres tu que yo haga pedazo de mi
    vida,

    que quieres que yo haga con este corazón?…

    ¡Que hermoso hubiera sido vivir bajo aquel
    techo,

    los dos siempre y amándonos los dos;

    tu siempre enamorado, yo siempre satisfecho,

    los dos una sola alma, los dos un solo pecho

    y en medio de nosotros, mi madre como un
    dios
    !

    Con este poema queremos reflejar las ataduras que
    existen en todos los espacios tanto en el escenario asistencial
    terapéutico, como en la vida a diario; por lo tanto
    creemos necesario, entender y comprender las diferencias desde la
    propia sensibilidad del otro, entendiendo la libertad, igualdad y
    fraternidad no dejándonos abrumar por nuestro propio
    narcisismo y a veces arbitrario saber.

    Ignacio Martín Baró entiende la salud
    mental en la actualidad, como una pobre concepción del ser
    humano reducido a un organismo individual cuyo funcionamiento
    podría entenderse en base a sus propias
    características y rasgos, y no como un ser
    histórico cuya existencia se elabora y se realiza en la
    telaraña de las relaciones socio históricas
    humanas.

    La mirada de la salud humana en la actualidad es
    entendida como la ausencia de trastornos psíquicos o buen
    funcionamiento del organismo humano. Desde esta perspectiva la
    salud mental constituiría una característica
    individual en principio a aquellas personas que no muestran
    alteraciones significativas de su pensar, sentir, o actuar en los
    proceso de adaptarse a su medio, dejando en un sitio privilegiado
    al otro en sus diferentes roles como fuera de ese dolor, un
    ejemplo de esto es la discriminación en la terapia que se
    hace al no entender que la óptica
    debe ser cambiada y ver al otro a la salud mental al trastorno no
    desde afuera, sino de afuera hacia adentro.

    Desde esta perspectiva nosotros como terapeutas, tenemos
    que entender al sujeto no como un excluyente que esta fuera de la
    norma sino más bien como un sistema vivo que siente y vive
    las diferencias con otros reflejos y otras verdades.

    Y que no necesariamente sé allá en un
    estado de
    falencias, lo cual seria común en nuestra
    concepción como hombres. Sería necesario pensar que
    las relaciones
    humanas definen la posibilidad de humanización, que se
    habré a los miembros de una sociedad y cada grupo e
    individuo, es
    decir en términos más directos la salud mental
    constituye una dimensión de las relaciones entre las
    personas mas que un estado.

    A partir de lo terapéutico nosotros somos
    los buenos ya que las personas con dolores se contemplan en un
    espejo ético, que invierten las mismas
    características y las mismas valoraciones, hasta el punto
    que se les reprocha a ellos como defecto se alaba en nosotros
    como virtud.

    Las cosa ya no se miden por lo que son en sí,
    sino por si son nuestras o de ellos y por lo que representan a
    favor o en contra en la confrontación
    terapéutica.

    Rodnie Gallean

    Cátedra: Etica Profesional

    Santiago, Noviembre del 2003

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