- El noroeste de la Nueva
España y las reformas
borbónicas - Antecedentes de la
expulsión - Causas de la
expulsión - La intriga
- La expulsión de
Sonora - Significado de la
Expulsión - Decreto de
expulsión - San Ignacio de
Loyola - Jesuitas o
compañía de Jesús - Fuentes
consultadas
A finales del siglo XVIII, un decreto del
rey cambió por completo las condiciones sociales, políticas
y económicas de todas las provincias dominadas por el
imperio español en
América: La expulsión de los
misioneros jesuitas que hasta entonces habían sido los
responsables de la colonización espiritual de las tierras
conquistadas, pero también habían sido ellos los
que marcaron el rumbo social y político de las nuevas
sociedades
establecidas.
La provincia de Sonora no podía
ser la excepción y la decisión también
afectó enormemente a nuestro estado.
" El peor enemigo de una orden
religiosa es otra orden religiosa"
Julio Montané
Martí
Debido a las continuas guerras
libradas durante todo el siglo XVII, el imperio español
sufrió un agudo proceso de
decadencia. Gobernaron durante ese siglo, los monarcas
pertenecientes a la dinastía austriaca de los Habsburgo
quienes además de relajar la política de
concesiones, gastaban grandes cantidades de dinero en la
vida dispendiosa que llevaban.
La situación llegó a su clímax a
finales del siglo, durante el reinado de Carlos II, apodado
"El Hechicero". El período de este rey se
caracterizó por el debilitamiento de las instituciones
de gobierno, las
rivalidades y enfrentamientos entre los grupos cortesanos
y un gran crecimiento de la deuda
pública.
Carlos II no tuvo hijos y a la hora de su muerte y por
influencia de Luis XIV; rey de Francia,
nombró sucesor a su sobrino nieto, Felipe de Anjou,
miembro de la estirpe de la Casa de Borbón, misma a la que
pertenecían los reyes de Francia. Felipe de Anjou fue
proclamado rey de España en
mayo de 1701 con el nombre de Felipe V.
La influencia política e ideológica de la
monarquía francesa pronto se dejó
sentir en España, de donde se adoptaron nuevas formas de
concebir las funciones del
estado.
Entre otras medidas que se tomaron, una de ellas fue la
de fortalecer el poder del
estado, identificando al mismo con la figura del rey. Para
lograrlo se tuvo que subordinar y someter al poder real a otros
poderes como los de la nobleza y sobre todo los de la iglesia. Se
instauró entonces lo que se conoce como absolutismo
monárquico.
Otro factor que se implantó en España fue
de carácter ideológico, el movimiento
renovador conocido como La Ilustración, que en
Francia tuvo grandes exponentes como Juan Jacobo Rousseau,
Voltaire y el
Barón de Montesquieu.
Este movimiento se caracterizó por su lucha contra el
oscurantismo, la ignorancia y sobre todo las tradicionales
concepciones religiosas mismas que se consideraban
irracionales.
El régimen de Felipe V se caracterizó por
la aplicación de los principios
políticos e ideológicos que mencionamos con
anterioridad. Fernando VI su sucesor tuvo un actuar tibio en
cuanto a este proceso de reformismo mientras que Carlos III su
sucesor asumió una actitud
dinámica y radical al respecto.
A partir de la llegada al trono de Carlos III, se
empezaron a llevar a la práctica las mas importantes
reformas llevadas a cabo por los reyes borbones. Al
período de este rey y el de su sucesor Carlos IV, se le
conoce como la época de las reformas
borbónicas.
El noroeste de
la Nueva España y las reformas
borbónicas
No obstante su distanciamiento del centro del
virreinato, las provincias de Sonora y Sinaloa, pronto se vieron
también afectadas por las reformas borbónicas. Una
de las preocupaciones de la monarquía era el de fomentar
el desarrollo
económico de las provincias, que hasta entonces no
habían rendido buenos dividendos al imperio por no haber
sido atendidas con eficiencia por
las autoridades coloniales.
Se hablaba mucho de las riquezas mineras que estas
provincias poseían, pero dicha riqueza no se reflejaba en
las arcas de la autoridad.
Para lograr el objetivo de
que las provincias generaran riqueza, se hacía necesario
resolver algunos problemas,
entre ellos el de las invasiones de los apaches a las poblaciones
y el antiguo y cada vez mas agudo conflicto
entre el sistema misional
establecido por los misioneros jesuitas y el de la
colonización civil, que finalmente fue el problema mas
apremiante por resolver.
Dos sucesos marcaron una serie de cambios radicales en
las tradicionales formas de organización social imperantes hasta
entonces en Sonora: una de ellas fue la presencia del Visitador
General de la Nueva España José de Gálvez y
otra fue la expulsión de los misioneros
jesuitas.
Los primeros misioneros jesuitas llegaron a México en
el año de 1572 y para 1632 iniciaron su incursión
en lo que hoy es el estado de
Sonora. Desde su llegada iniciaron la
organización de los indígenas que vivían
dispersos en los que los españoles llamaron
rancherías.
Los jesuitas los organizaron bajo el sistema conocido
como "de misión". Este sistema se basaba en el
aprovechamiento de las mejores tierras agrícolas de los
territorios conquistados, haciendo trabajar gratis a los indios
cuatro días a la semana en esas tierras, dándoles
derecho a trabajar dos días de la semana para ellos mismos
en sus tierras.
Este sistema de economía
agrícola les dio la oportunidad a los jesuitas de
controlar mas de las dos terceras partes de la producción agrícola de la
misión, lo que les dio a su vez, recursos para
financiar el crecimientos de otras misiones a medida que
avanzaban hacia el noroeste. Además de trabajar la tierra, los
misioneros jesuitas, instruían a los indios en la religión
católica, haciendo esto los domingos, en que estaba
prohibido trabajar.
Además de la religión enseñaron a
los indígenas el arte de la
agricultura.
tTajeron de España nuevas variedades de cereales y frutas,
implementos y técnicas
de labranza, etc. Por otra parte surtían de productos
alimenticios e industriales como ganado, granos, cebo para las
velas, a las minas, presidios y pueblos habitados por los colonos
españoles.
Los jesuitas también desempeñaron un
importante papel en la educación del
México colonial, ya que en esencia el espíritu de
su orden es el de la educación. Su
dependencia directa del Papa les dio siempre independencia
de la jerarquía de la iglesia y de los gobiernos
virreinales.
El reconocimiento de los reyes españoles, por
parte de la Santa Sede, como patronos de la iglesia en las
indias, dio lugar a la institución del Real
Patronato. Bajo esta institución, los reyes
tenían como responsabilidad el que se cumpliera con exactitud
el objetivo de la evangelización y apoyar la
expansión de la iglesia en las posesiones del reinado en
América.
Como compensación la santa sede otorgó a
los reyes el derecho a proponer candidatos a obispos en las
mismas tierras y a cobrar los diezmos que pagaban los feligreses
en las indias .Esta intervención de la monarquía en
los asuntos de la iglesia no fue considerada por la misma como
una concesión sino mas bien como una acción
que se explicaba por la soberanía que tenía el rey sobre sus
dominios territoriales. A esta política se le conoce como
el regalismo.
La implantación de un nuevo estado y la
destrucción de las estructuras
económicas feudales a través del regalismo
chocó inmediatamente con los jesuitas, quienes
tenían dependencia directa del papado lo que les daba a su
vez una real independencia de la jerarquía católica
y del rey. Esto no era posible que fuera admitido por el rey
absolutista.
Por lo tanto no tardaron en aparecer una secuencia de
calumnias e intrigas contra ellos con el fin de hacerlos expulsar
de las tierras del reino. Finalmente la motivo real de su
expulsión nunca sería dado a conocer ya que el
asunto sería tratado como un secreto de estado.
Otras de las razones que se arguye para explicar las
razones de la expulsión de los jesuitas, es la creencia de
que eran inmensamente ricos; por su fama de trabajadores y buenos
administradores, por lo que la expulsión y la consecuente
incautación de sus bienes,
ayudaría en mucho a resolver los problemas
económicos que aquejaban al rey. Además de los
ancestrales conflictos que
habían tenido los jesuitas con las autoridades de la
iglesia y virreinales y sobre todo con las otras ordenes
religiosas y con las logias masónicas.
El éxito
de los jesuitas en la educación, su supuesta riqueza y su
independencia de las autoridades eclesiásticas, y los
privilegios que solo ellos tenían, pronto despertó
la envidia de las demás ordenes religiosas como los
dominicos, y los franciscanos. Estas envidias tuvieron su mayor
fuerza con el
éxito obtenido por los jesuitas en su labor misional en
China.
Los dominicos los acusaron de permitir herejías
en el culto, a lo que se unieron los capuchinos y los
franciscanos de la India. Los
grandes pensadores y escritores regalistas de la época,
también consideraban que los jesuitas eran un
obstáculo para la realización de sus
fines.
En 1766 en Madrid y
algunas otras ciudades españolas, se produjeron disturbios
populares originadas por la carestía de productos de
primera necesidad y por ciertas disposiciones dictadas por el
Marqués de Esquilache, ministro del rey Carlos III, mismos
que trajeron como consecuencia la caída del ministro.
Pedro Rodríguez Campomanes nombrado procurador , llega a
la conclusión de que la responsabilidad de los
amotinamientos está en los jesuitas, quienes ;
según el, intentan sojuzgar al trono.
Don Pedro Pablo Abarca de Bolea, Conde de Aranda,
Presidente del Consejo de Castilla, llega a las siguientes
conclusiones: Los jesuitas han monopolizado el cargo de
confesores del rey, que en el pasado han defendido la legitimidad
del regicidio, que habían tratado de constituir un estado
teocrático en Paraguay, no
sometido a la autoridad del rey, que tenían acumulada una
gran riqueza, que se negaban a pagar el diezmo por sus tierras,
que tenían varias imprentas que podrían haber sido
utilizadas para la impresión de literatura sediciosa y su
oposición a la beatificación de Palafox, una figura
entrañable del padre Eleta, confesor del rey.
Con todas las conclusiones anteriores solo faltaba a los
enemigos de los jesuitas, armar la intriga necesario para que el
soberano tomara la decisión de su
expulsión
Dos jesuitas miembros de la corte del rey viajaban a
Roma y les
pidieron que llevaran un sobre cerrado y lacrado con el sello del
Nuncio Apostólico en España Monseñor
Lázaro Opicio Pallavicini, para que se lo entregaran al
Cardenal Torreggiani Secretario del Papa. En su camino a Roma los
jesuitas fueron arrestados en Figueras y decomisadas sus
pertenencias.
El sobre lacrado fue llevado inmediatamente ante el rey.
El sobre contenía documentos
diversos y un libro en el
que se demostraba el origen bastardo del monarca. El libro,
firmado por un jesuita fue leído personalmente por el rey
y en él se decía que dado su origen , éste
debía ser destronado por la confabulación del
Secretario de Estado su Santidad y el Padre General de la
Compañía de Jesús Lorenzo Ricci y nombrar en
su lugar a su hermano.
La ira real no se hizo esperar, Campomanes fue
comisionado para investigar el asunto y se
llegó
a la conclusión de que el único medio de
deshacerse de tan nefastos elementos era desterrándolos.
El 27 de febrero de 1767 el rey firmó el decreto de
expulsión de los jesuitas de las doce provincias jesuitas
españolas: Castilla, Aragón, Andalucía,
Toledo, México, Nuevo Reino de Granada, Quito,
Perú, Chile, Paraguay y Cerdeña.
El Papa Clemente XIV; a quien los jesuitas habían
jurado fidelidad, suprimió la existencia de la orden el 21
de julio de 1773, seguramente presionado por el rey de quien
había recibido apoyo para ser nombrado Papa. La orden fue
restaurada en 1814 por el Papa Pío VII.
Una vez expedido el decreto de expulsión, mismo
que llevaba un anexo con 29 instrucciones de cómo llevar a
cabo el proceso de expulsión, salieron correos especiales
a todos los rincones llevando consigo tan preciados
documentos.
El 6 de junio de ese año partió de la
Cd. De
México un correo con destino a San Miguel de Horcacitas,
llegando al Real de Los Álamos el 5 de julio, donde
enfermó gravemente por lo que el Teniente Gobernador de la
Provincia Judas Tadeo Padilla dispuso que los legajos fueran
transportados con prontitud a su destino, llegando a San Miguel
de Horcasitas el día 11 de julio, tres días
después de lo programado.
En el documento se establecía que el sobre
debería ser abierto el día 8 de julio con el mayor
recato y secreto y con el cuidado, celo y fidelidad que del
gobernador se esperaba. Como el sobre había llegado con
retraso, el gobernador se apresuró a informar a sus
superiores del hecho y al mismo tiempo,
juró por su honor y su conciencia
cumplir y ejecutar las órdenes allí
establecidas.
El Gobernador Pineda se apresuró entonces a
cumplir su cometido, no encontrando ninguna resistencia en la
población por el decreto de
expulsión. Primero les notificó la decisión
a los padres visitadores.
Se acordó entonces citar a todos los padres con
cualquier pretexto en Mátape para lo cual nombró a
un encargado por cada rectorado o río: Capitán
Bernardo Urrea para el río Altar, Capitán Juan
Bautista de Anza del Presidio de Tubac, Lorenzo Cancio del
Presidio de Buenavista, capitán Juan José Bergosa
de la compañía volante y al Justicia Mayor
de Sinaloa Sebastián Ascárraga.
Pineda los instruyó que actuaran con sigilo y
prisa, y que en el citatorio a Mátape no se notara la
verdadera intención de su concentración, que se
hiciera un inventario de
todo lo encontrado en las misiones, que recogieran papeles,
archivos,
libros;
particularmente aquellos documentos donde se establecieran los
bienes de la misión. Que se entregara a los padres
solamente sus enseres personales y los de la liturgia y sobre
todo les encargó que los padres fueran tratados con
buena atención y decencia y sobre todo les
dejó muy claro de que si algunos indios trataban de
impedir la detención de los padres, no dudaran en usar la
fuerza.
Una vez reunidos en Mátape, los misioneros fueron
encerrados en una casa que inmediatamente fue rodeada por los
soldados del capitán José Vergara, quien les
leyó el
decreto real y los puso bajo arresto domiciliario. Se les
prohibió toda comunicación entre ellos y el
exterior.
Al momento de la expulsión había en Sonora
y Sinaloa, 52 misioneros, pero antes de ser reunidos para
trasladarlos a Guaymas, murió Andrés Ignacio
González en Bamoa, Sinaloa.
El 25 de agosto de 1767 salieron de Mátape rumbo
a Guaymas donde fueron encerrados en una cárcel
improvisada que en realidad era un conjunto de barracas en la que
también se encerraban animales.
Llegaron a Guaymas el 2 de septiembre, en total eran 51
misioneros, 31 de Sonora y 20 de Sinaloa, custodiados por 400
soldados. Las condiciones insalubres en que se encontraban los
padres pronto hizo mella en su salud, a los tres meses
todos estaban enfermos de escorbuto. El primero que murió
fue el padre José I. Palomino, quien ante el reclamo de
sus compañeros, fue trasladado a Belén para ser
sepultado.
Después de casi nueve meses en Guaymas, los
misioneros fueron embarcados el 20 de mayo de 1768, en el
navío El Príncipe permaneciendo al garete en
las aguas del Golfo de California hasta que el día 11 de
junio , llegaron a Puerto Escondido en Baja
California.
En ese lugar las condiciones no eran mejores que en
Guaymas. Un oficial español llamado Placius Zomera, que
tenía un hermano jesuita, les regaló pollos, carne
de res, maíz,
limones y toronjas, los limones les sirvieron de medicina ya
que les ayudaban a mitigar las molestias del
escorbuto.
El 18 de julio partieron rumbo a San Blas, llegando a
Mazatlán el 2 de agosto y el 9 del mismo mes arribaron a
su destino.
El 12 de agosto reiniciaron su camino
internándose por tierra hacia
Guaristema; un pequeño pueblito miserable, a donde
llegaron después de sufrir las inclemencias de las
torrenciales lluvias de la temporada. El día 14 llegaron a
Tepic, donde pudieron comer y vestir ropa seca. En Tepic
permanecieron seis días, siendo tratados con benevolencia
por los españoles, a pesar de la reticencia de los
soldados que los custodiaban. En Aguacatlán se quedaron
Enriquw Kürtzel, Sebastián Cava y Vicente Rubio
quienes estaban ya moribundos, quedando bajo el cuidado del padre
Francisco Navarro. Llegaron a Ixtlán el día 23
donde murió Nicolás Perea. En los subsecuentes tres
días murieron 22 jesuitas.
A finales de octubre llegaron a Guadalajara, siendo
alojados en el convento de los Betlemitas donde fueron cuidados y
lograron restablecerse. El 16 de enero de 1769 reanudaron su
viaje rumbo a México, en donde solo asistieron a la
Basílica de Guadalupe para luego partir a Veracruz a donde
llegaron el 14 de febrero de ese año. El 8 de abril
partieron rumbo a la Habana, desde donde se embarcaron rumbo a
España el 26 de mayo de 1769, desde donde se distribuyeron
a diferentes lugares, para morir finalmente en paz.
La expulsión de los jesuitas marcó un
parteaguas en la historia regional de Sonora.
El trabajo
realizado por ellos en todos los sentidos,
marcó el rumbo político, económico y social
del noroeste de México. Su sustitución por otros
religiosos y la aplicación de otras políticas
oficiales, iniciaron un nuevo período de cambios radicales
en la forma de vida de los sonorenses.
Las autoridades borbónicas pudieron entonces
llevar a cabo sus reformas., Los grupos de colonos pudieron al
fin llevar a cabo los cambios a favor de sus interese sin que
hubiera nadie que se opusiera, dando origen así a las
oligarquías locales. Después de los jesuitas, la
vida ya no sería igual.
Habiéndome conformado con el parecer de los de
mi Consejo Real… y de lo que me han expuesto personas del
más elevado carácter, estimulado de
gravísimas causas relativas a la obligación en que
me hallo constituido de mantener en subordinación,
tranquilidad y justicia mis pueblos, y [de] otras urgentes,
justas y necesarias que reservo en mi real ánimo; usando
de la suprema autoridad económica que el Todopoderoso ha
depositado en mis manos para la protección de mis vasallos
y respeto de mi
corona, he venido a mandar se extrañen de todos mis
dominios de España e Indias, Islas Filipinas y
demás adyacentes, a los religiosos de la
Compañía, así sacerdotes, como coadjutores y
legos que hayan hecho la primera profesión, y a los
novicios que quisieren seguirles, y que se ocupen todas las
temporalidades de la Compañía de mis dominios. Y
para su ejecución uniforme en todos ellos os doy plena y
privativa autoridad, y para que forméis las instrucciones
y órdenes necesarias, según lo tenéis
entendido y estimareis para el más efectivo, pronto y
tranquilo cumplimiento. Y quiero que no sólo las justicias
y tribunales superiores de estos reinos ejecuten
puntualmente vuestros mandatos, sino que lo mismo se entienda con
los que dirigiereis a los virreyes, presidentes, audiencias,
gobernadores, corregidores, alcaldes mayores y otras cualesquiera
justicias de aquellos reinos y provincias, y que, en virtud de
sus respectivos requerimientos, cualesquiera tropas, milicias o
paisanaje den el auxilio necesario sin retardo ni
tergiversación alguna, so pena de caer, el que fuere
omiso, en mi real indignación. Y encargo a los padres
provinciales, prepósitos, rectores y demás
superiores de la Compañía de Jesús se
conformen de su parte a lo que se les prevenga puntualmente, y
que se les tratará en la ejecución con la mayor
decencia, atención, humanidad y asistencia, de modo que en
todo se proceda conforme a mis soberanas
intenciones….
Yo, el rey
El Pardo, 27 de febrero de 1767.
Fuente: Historia de Sonora, Tomo II. Pag.
203
N o m b r e | Misión | O r i g e n |
Alejandro Rapicani | Batuc | Bremen, Alemania. |
Alonso Espinosa | San Javier del Bac | Islas Canarias. |
Andrés Michel | Ures | Bohemia. |
Antonio Castro | Onapa | Córdova, España. |
Antonio Ventura | Mochicahui | Cádiz, España. |
Bartolomé Sáenz | Sahuaripa | Córdoba, España. |
Benito Antonio Romeo | Cumuripa | Navarra, España. |
Bernando Middendorf | Movas | Westfalia, Alemania |
Carlos de Rojas | Arizpe | Ciudad de México. |
Custodio Ximeno | Caborca | Valdelinares, España. |
Diego José Barreda | Santa María de Soanaca | Puebla, México |
Enrique Kürtzel | Onavas | Wanglia, Alemania |
Fernando Berra | Bacubirito | Guanajuato, México. |
Francisco Halawa | Mocorito | Praga, Bohemia, Checoslovaquia. |
Francisco Ita | Batacosa | Puebla, México. |
Francisco Javier Anaya | Jiquilpan, Michoacán, | |
Francisco Javier González | Tecoripa | Puebla, México. |
Francisco Javier Pascua | Bavispe | Oaxaca, México. |
Francisco Javier Paver | San Ignacio | Coruña, España. |
Francisco Javier Villarroya | Banámichi | Zaragoza, España. |
Ignacio Pffefferkorn | Cucurpe | Mannheim, Colonia, Alemania. |
Jacobo Sedelmayer | Mátape | Inhausen, Baviera, Alemania. |
Jorge Freideneg | Santa Cruz del Río Mayo | Grants, Alemania. |
José Garfías | Villa de Sinaloa | Ciudad de México. |
José Garrucho | Oposura | Cerdeña, Italia. |
José Liébana | Bacadéhuachi | Andalucía, España. |
José Lorenzo García | Tórim | Ciudad de México. |
José Neve | Calpulalpan, Tlaxcala, México. | |
José Pío Laguna | Bacerac | Chiapas, Audiencia de Guatemala. |
José Roldán | Arivechi | Oaxaca, México. |
José Rondero | Camoa | Puebla, México. |
José Wazet | Yécora | Sadek, Bohemia. |
Juan Antonio Sedano | Chicorato | Jalisco, México. |
Juan Francisco Acuña | Toro | Tlalpujahua, Michoacán, |
Juan Lorenzo Salgado | Huírivis | Sinaloa, México. |
Juan Mariano Blanco | Rahum | Ciudad de México. |
Juan Nentvig | Huásabas | Glatz, Bohemia. |
Julián Salazar | Bácum | Tabasco, México. |
Lucas Atanasio Merino | Navojoa | Lugo, España. |
Luis Vivas | Tubutama | Noguerela, España. |
Manuel de Aguirre | Bacadéhuachi | Pamplona, España |
Maximiliano LeRoy | Belem | Cambray, Francia. |
Miguel de Almeda | Opodepe | Castellón de la Plana, |
Miguel Fernández Somera | Ocoroni | Tlalpujahua, Michoacán, |
Miguel Gestner | Sáric | Würzburg, Alemania. |
Nicolás Perea | Aconchi | Zacatlán, Puebla, México |
Pedro Rafael Díez | Güevavi | Ciudad de México. |
Ramón Sánchez | Huásabas | Navarra, España. |
Sebastián Cava | Valladolid, España | |
Vicente Rubio | Conicarit | Zaragoza, España. |
Fuente de la Tabla: Almada (1990) Pág. 235 y
Del Río (1985) Pág. 206
(1491-1556)
Sacerdote español fundador de la
Compañía de Jesús, orden religiosa de la
Iglesia católica más conocida por el nombre de
jesuitas que reciben sus miembros.
Íñigo de Óñez y Loyola (a
veces llamado por error Íñigo López de
Recalde) nació en el castillo ancestral que su familia
tenía en Azpeitia (Guipúzcoa) y de joven fue paje
en la corte de Fernando el Católico. Hizo la milicia a
las órdenes de Antonio Manrique de Lara, duque de
Nájera, y participó en la represión de la
revuelta de las Comunidades, resultando herido en una pierna,
en 1521, durante la defensa de Pamplona ante los ataques
franceses. Mientras se recuperaba leyó varios libros
religiosos que le llevaron a consagrarse a la vida espiritual.
Después de hacer confesión en el monasterio de
Montserrat, en 1522, se retiró a una cueva cerca de
Manresa, donde vivió y rezó durante 10 meses con
una gran austeridad, tras lo cual emprendió un viaje de
peregrinación a Jerusalén.
Regresó a España en 1524 y
estudió en las universidades de Barcelona, Alcalá
de Henares y Salamanca. En 1528 marchó a París,
en cuya universidad
se licenció en artes y, al año siguiente,
fundó una fraternidad piadosa que, más tarde,
terminaría por convertirse en la Compañía
de Jesús. En 1537 los miembros de la fraternidad se
dirigieron a Roma, donde Loyola fue ordenado sacerdote (1538),
y recibieron el permiso oral del papa Pablo III, quien
emitió la confirmación oficial de la orden en
1540. Por la bula Mare magnum, la Compañía fue
declarada exenta de jurisdicción episcopal, de
tributación y de tener a su cuidado la dirección espiritual de religiosas. Un
año después, Loyola fue elegido primer general de
la orden y, además de administrar los asuntos de la
Compañía, se dedicó a completar la
redacción de sus Ejercicios espirituales
(manual para las
necesarias meditaciones sobre el sentido de la vida y sobre el
perfeccionamiento de una forma de vivir, divididas en cuatro
periodos o semanas) y a escribir las Constituciones de la
orden, terminadas después de su muerte, el 31 de julio
de 1556, que, en lo sustancial, nunca han sido modificadas. En
Roma fundó los colegios Romano y
Germánico.
Ignacio de Loyola fue canonizado por el papa Gregorio
XV en 1622 y, debido a su obra Ejercicios espirituales, que ha
servido como modelo para
la mayoría de las misiones y retiros católicos,
es patrón de los retiros espirituales. Su festividad se
conmemora el 31 de julio.
"Loyola, San Ignacio de," Enciclopedia Microsoft® Encarta® 2000. ©
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derechos.
Este grabado retrata a san Ignacio de Loyola,
religioso español que pasó a la historia por
fundar una de las órdenes religiosas cuyo apostolado
alcanzó mayor implantación en España y
América, la Compañía de Jesús. Su
espíritu quedaba bien claro en su emblema: "Ad majorem
Dei gloriam" ("A la mayor gloria de Dios").
Goursat/RAPHO
1. INTRODUCCIÓN Instituto religioso de
clérigos regulares de la Iglesia católica. Fundada
por san Ignacio de Loyola en 1534, la Compañía de
Jesús fue confirmada oficialmente por el Papa Pablo III en
1540. La frase emblemática de la orden es Ad majorem Dei
gloriam (en latín, ‘A la mayor gloria de
Dios’) y su objetivo es el de difundir la fe
católica por medio de la predicación y la
educación, así como trabajar en lugares y momentos
en que así lo requiera con urgencia la Iglesia. Desde los
primeros momentos de su historia, la enseñanza ha sido la principal actividad de
la orden. En este campo, sus aportaciones han sido notables,
tanto en el ámbito de la teología como en el de
distintas disciplinas seculares.
2. CONDICIONES DE INGRESO
La preparación que requiere todo aspirante a la orden,
especialmente si quiere ser sacerdote más que hermano
(coadjutor), es bastante más larga que la necesitada para
el sacerdocio secular o para ingresar en otra orden religiosa.
Después de permanecer dos años como novicio,
alejado del mundo y dedicado a la oración, el candidato
emite los votos simples de pobreza, castidad
y obediencia, y se convierte en escolástico.
Posteriormente, debe estudiar materias clásicas (durante
dos años) y filosofía, matemáticas y ciencias
físicas (durante tres). Terminado dicho ciclo, debe
dedicar varios años a la enseñanza, seguidos por
otros tres años de estudios teológicos, tras los
cuales puede ser finalmente ordenado sacerdote. Después de
cuatro años más de estudios teológicos, y de
un año de retiro y oración, el candidato recibe su
titulación, convirtiéndose en coadjutor o en
profeso perpetuo. Los últimos votos de los coadjutores son
simples, de pobreza, castidad y obediencia, pero para los
profesos estos votos son solemnes, a los que agregan uno
más, que es el aceptar ir al lugar que decida el papa.
Más tarde, los profesos emiten cinco votos simples, entre
los que se incluye la renuncia a todo oficio eclesiástico
ajeno a su orden, a menos que lo determine la autoridad de la
Compañía.
3. ORGANIZACIÓN Y ESTRUCTURA
La Compañía de Jesús se estructura en
provincias (agrupadas en asistencias). En la actualidad, existen
65 provincias en el mundo, cada una de las cuales está
bajo el mando de un padre provincial. La máxima autoridad
de la orden recae en un superior general, cargo que tiene
carácter vitalicio. El superior general, residente en
Roma, es elegido por la Congregación General (integrada
por la totalidad de los provinciales y dos diputados por
provincia) y asesorado por los asistentes.
4. HISTORIA
Cuando fundó la Compañía, Ignacio de Loyola
pretendía organizar peregrinaciones a Tierra Santa para
convertir a los musulmanes. Sin embargo, con el estallido de la
guerra contra
los turcos otomanos, todos los planes para la
peregrinación a Tierra Santa se desvanecieron. En cambio, los
jesuitas solicitaron al Papa una constitución que les permitiera realizar
misiones a lugares que él mismo decidiera. Una vez
aprobada la constitución, eligieron a Ignacio de Loyola
como primer superior general.
La Compañía creció
rápidamente y sus miembros tuvieron una actividad decisiva
durante la Contrarreforma, especialmente en el transcurso del
Concilio de Trento, así como fundando escuelas y centros
de estudios superiores en toda Europa. Durante
150 años dirigieron los más importantes centros
educativos europeos y, hacia 1640, contaban con más de 500
centros de estudios superiores repartidos por todo el continente.
Aproximadamente un siglo después, esta cifra alcanzaba ya
los 650; además, la orden tenía a su cargo, en
forma total o parcial, la dirección de 24 universidades.
También establecieron más de 200 seminarios y casas
de estudios para sus miembros. Durante el periodo de la
Contrarreforma, la educación jesuítica se
enfocó principalmente a fortalecer la fe católica
frente a la expansión del protestantismo. Si bien la
educación jesuítica para laicos estaba dirigida
principalmente a la nobleza europea y a estudiantes pudientes,
también tenían a su cargo escuelas profesionales y,
en los territorios donde trabajaban en misiones, escuelas para
los pobres.
Por lo que respecta a su aspecto misionero, la actividad
de los jesuitas en este sentido tuvo también mucho
éxito. Especialmente importante fue la emprendida por san
Francisco Javier en India y Japón.
La Compañía de Jesús se expandió
más tarde por el interior de China y por las costas de
África. Las cartas que
escribieron los misioneros jesuitas que trabajaban en
Canadá, en las que enviaban información de tipo etnológico,
histórico y científico, fueron publicadas con el
nombre de Relaciones Jesuíticas, formando una única
y muy valiosa fuente de información referente a los
nativos de ese país. Sin embargo, el trabajo de las
misiones jesuíticas más conocido del Nuevo Mundo
fue la fundación de las reducciones, siendo las más
famosas las de Paraguay. Eran comunidades de indígenas,
gobernadas por los jesuitas. Allí, y durante casi 200
años, los jesuitas dirigieron un enorme grupo de
indígenas, logrando fundar 32 poblados, con una
población de aproximadamente 160.000 personas.
Enseñaban métodos
agrícolas siguiendo las tradiciones autóctonas,
artes mecánicas y favorecían el desarrollo del
comercio.
La historia de la Compañía de Jesús
estuvo marcada por una constante oposición a su labor,
especialmente en los países católicos. La
devoción que los jesuitas tenían por el Papado les
costó una fuerte oposición por parte de los
dirigentes de diversos estados. Igualmente, y debido al gran
entusiasmo que ponían los jesuitas en todo lo que
significaran reformas eclesiásticas, se ganaron la
enemistad del clero. La Compañía fue expulsada de
diferentes países europeos (en España, por Carlos
III, en 1767) hasta que, el 21 de julio de 1773, el Papa Clemente
XIV publicó la bula Dominus ac Redemptor en la que
ordenaba la supresión de la Compañía. El rey
de Prusia, Federico II el Grande, y la emperatriz de Rusia,
Catalina II la Grande, grandes admiradores de la labor educativa
y del conocimiento
de los jesuitas, se negaron a aceptar el documento y hacer
efectiva la publicación del mismo. En estos países
la orden se mantuvo hasta 1814, año en el que el Papa
Pío VII restauró canónicamente la
Compañía. Ante este hecho, también volvieron
a cobrar fuerza los grupos religiosos y políticos que
estaban en su contra.
"Jesuitas," Enciclopedia Microsoft® Encarta®
2000. © 1993-1999 Microsoft Corporation. Reservados todos
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Histórica Mexicana de Obras Inéditas # 24. Antigua
Librería Robledo de José Porrúa e Hijos,
Sucs.
Por:
Ignacio Lagarda Lagarda