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La expulsión de los Jesuitas de Sonora




Enviado por nacho_lagarda



    1. El noroeste de la Nueva
      España y las reformas
      borbónicas
    2. Antecedentes de la
      expulsión
    3. Causas de la
      expulsión
    4. La intriga
    5. La expulsión de
      Sonora
    6. Significado de la
      Expulsión
    7. Decreto de
      expulsión
    8. San Ignacio de
      Loyola
    9. Jesuitas o
      compañía de Jesús
    10. Fuentes
      consultadas

    A finales del siglo XVIII, un decreto del
    rey cambió por completo las condiciones sociales, políticas
    y económicas de todas las provincias dominadas por el
    imperio español en
    América: La expulsión de los
    misioneros jesuitas que hasta entonces habían sido los
    responsables de la colonización espiritual de las tierras
    conquistadas, pero también habían sido ellos los
    que marcaron el rumbo social y político de las nuevas
    sociedades
    establecidas.

    La provincia de Sonora no podía
    ser la excepción y la decisión también
    afectó enormemente a nuestro estado.

    " El peor enemigo de una orden
    religiosa es otra orden religiosa"

    Julio Montané
    Martí

    Debido a las continuas guerras
    libradas durante todo el siglo XVII, el imperio español
    sufrió un agudo proceso de
    decadencia. Gobernaron durante ese siglo, los monarcas
    pertenecientes a la dinastía austriaca de los Habsburgo
    quienes además de relajar la política de
    concesiones, gastaban grandes cantidades de dinero en la
    vida dispendiosa que llevaban.

    La situación llegó a su clímax a
    finales del siglo, durante el reinado de Carlos II, apodado
    "El Hechicero". El período de este rey se
    caracterizó por el debilitamiento de las instituciones
    de gobierno, las
    rivalidades y enfrentamientos entre los grupos cortesanos
    y un gran crecimiento de la deuda
    pública.

    Carlos II no tuvo hijos y a la hora de su muerte y por
    influencia de Luis XIV; rey de Francia,
    nombró sucesor a su sobrino nieto, Felipe de Anjou,
    miembro de la estirpe de la Casa de Borbón, misma a la que
    pertenecían los reyes de Francia. Felipe de Anjou fue
    proclamado rey de España en
    mayo de 1701 con el nombre de Felipe V.

    La influencia política e ideológica de la
    monarquía francesa pronto se dejó
    sentir en España, de donde se adoptaron nuevas formas de
    concebir las funciones del
    estado.

    Entre otras medidas que se tomaron, una de ellas fue la
    de fortalecer el poder del
    estado, identificando al mismo con la figura del rey. Para
    lograrlo se tuvo que subordinar y someter al poder real a otros
    poderes como los de la nobleza y sobre todo los de la iglesia. Se
    instauró entonces lo que se conoce como absolutismo
    monárquico.

    Otro factor que se implantó en España fue
    de carácter ideológico, el movimiento
    renovador conocido como La Ilustración, que en
    Francia tuvo grandes exponentes como Juan Jacobo Rousseau,
    Voltaire y el
    Barón de Montesquieu.
    Este movimiento se caracterizó por su lucha contra el
    oscurantismo, la ignorancia y sobre todo las tradicionales
    concepciones religiosas mismas que se consideraban
    irracionales.

    El régimen de Felipe V se caracterizó por
    la aplicación de los principios
    políticos e ideológicos que mencionamos con
    anterioridad. Fernando VI su sucesor tuvo un actuar tibio en
    cuanto a este proceso de reformismo mientras que Carlos III su
    sucesor asumió una actitud
    dinámica y radical al respecto.

    A partir de la llegada al trono de Carlos III, se
    empezaron a llevar a la práctica las mas importantes
    reformas llevadas a cabo por los reyes borbones. Al
    período de este rey y el de su sucesor Carlos IV, se le
    conoce como la época de las reformas
    borbónicas.

    El noroeste de
    la Nueva España y las reformas
    borbónicas

    No obstante su distanciamiento del centro del
    virreinato, las provincias de Sonora y Sinaloa, pronto se vieron
    también afectadas por las reformas borbónicas. Una
    de las preocupaciones de la monarquía era el de fomentar
    el desarrollo
    económico de las provincias, que hasta entonces no
    habían rendido buenos dividendos al imperio por no haber
    sido atendidas con eficiencia por
    las autoridades coloniales.

    Se hablaba mucho de las riquezas mineras que estas
    provincias poseían, pero dicha riqueza no se reflejaba en
    las arcas de la autoridad.
    Para lograr el objetivo de
    que las provincias generaran riqueza, se hacía necesario
    resolver algunos problemas,
    entre ellos el de las invasiones de los apaches a las poblaciones
    y el antiguo y cada vez mas agudo conflicto
    entre el sistema misional
    establecido por los misioneros jesuitas y el de la
    colonización civil, que finalmente fue el problema mas
    apremiante por resolver.

    Dos sucesos marcaron una serie de cambios radicales en
    las tradicionales formas de organización social imperantes hasta
    entonces en Sonora: una de ellas fue la presencia del Visitador
    General de la Nueva España José de Gálvez y
    otra fue la expulsión de los misioneros
    jesuitas.

    Antecedentes de la
    expulsión.

    Los primeros misioneros jesuitas llegaron a México en
    el año de 1572 y para 1632 iniciaron su incursión
    en lo que hoy es el estado de
    Sonora. Desde su llegada iniciaron la
    organización de los indígenas que vivían
    dispersos en los que los españoles llamaron
    rancherías.

    Los jesuitas los organizaron bajo el sistema conocido
    como "de misión". Este sistema se basaba en el
    aprovechamiento de las mejores tierras agrícolas de los
    territorios conquistados, haciendo trabajar gratis a los indios
    cuatro días a la semana en esas tierras, dándoles
    derecho a trabajar dos días de la semana para ellos mismos
    en sus tierras.

    Este sistema de economía
    agrícola les dio la oportunidad a los jesuitas de
    controlar mas de las dos terceras partes de la producción agrícola de la
    misión, lo que les dio a su vez, recursos para
    financiar el crecimientos de otras misiones a medida que
    avanzaban hacia el noroeste. Además de trabajar la tierra, los
    misioneros jesuitas, instruían a los indios en la religión
    católica, haciendo esto los domingos, en que estaba
    prohibido trabajar.

    Además de la religión enseñaron a
    los indígenas el arte de la
    agricultura.
    tTajeron de España nuevas variedades de cereales y frutas,
    implementos y técnicas
    de labranza, etc. Por otra parte surtían de productos
    alimenticios e industriales como ganado, granos, cebo para las
    velas, a las minas, presidios y pueblos habitados por los colonos
    españoles.

    Los jesuitas también desempeñaron un
    importante papel en la educación del
    México colonial, ya que en esencia el espíritu de
    su orden es el de la educación. Su
    dependencia directa del Papa les dio siempre independencia
    de la jerarquía de la iglesia y de los gobiernos
    virreinales.

    El reconocimiento de los reyes españoles, por
    parte de la Santa Sede, como patronos de la iglesia en las
    indias, dio lugar a la institución del Real
    Patronato
    . Bajo esta institución, los reyes
    tenían como responsabilidad el que se cumpliera con exactitud
    el objetivo de la evangelización y apoyar la
    expansión de la iglesia en las posesiones del reinado en
    América.

    Como compensación la santa sede otorgó a
    los reyes el derecho a proponer candidatos a obispos en las
    mismas tierras y a cobrar los diezmos que pagaban los feligreses
    en las indias .Esta intervención de la monarquía en
    los asuntos de la iglesia no fue considerada por la misma como
    una concesión sino mas bien como una acción
    que se explicaba por la soberanía que tenía el rey sobre sus
    dominios territoriales. A esta política se le conoce como
    el regalismo.

    La implantación de un nuevo estado y la
    destrucción de las estructuras
    económicas feudales a través del regalismo
    chocó inmediatamente con los jesuitas, quienes
    tenían dependencia directa del papado lo que les daba a su
    vez una real independencia de la jerarquía católica
    y del rey. Esto no era posible que fuera admitido por el rey
    absolutista.

    Por lo tanto no tardaron en aparecer una secuencia de
    calumnias e intrigas contra ellos con el fin de hacerlos expulsar
    de las tierras del reino. Finalmente la motivo real de su
    expulsión nunca sería dado a conocer ya que el
    asunto sería tratado como un secreto de estado.

    Otras de las razones que se arguye para explicar las
    razones de la expulsión de los jesuitas, es la creencia de
    que eran inmensamente ricos; por su fama de trabajadores y buenos
    administradores, por lo que la expulsión y la consecuente
    incautación de sus bienes,
    ayudaría en mucho a resolver los problemas
    económicos que aquejaban al rey. Además de los
    ancestrales conflictos que
    habían tenido los jesuitas con las autoridades de la
    iglesia y virreinales y sobre todo con las otras ordenes
    religiosas y con las logias masónicas.

    Causas de la
    expulsión

    El éxito
    de los jesuitas en la educación, su supuesta riqueza y su
    independencia de las autoridades eclesiásticas, y los
    privilegios que solo ellos tenían, pronto despertó
    la envidia de las demás ordenes religiosas como los
    dominicos, y los franciscanos. Estas envidias tuvieron su mayor
    fuerza con el
    éxito obtenido por los jesuitas en su labor misional en
    China.

    Los dominicos los acusaron de permitir herejías
    en el culto, a lo que se unieron los capuchinos y los
    franciscanos de la India. Los
    grandes pensadores y escritores regalistas de la época,
    también consideraban que los jesuitas eran un
    obstáculo para la realización de sus
    fines.

    En 1766 en Madrid y
    algunas otras ciudades españolas, se produjeron disturbios
    populares originadas por la carestía de productos de
    primera necesidad y por ciertas disposiciones dictadas por el
    Marqués de Esquilache, ministro del rey Carlos III, mismos
    que trajeron como consecuencia la caída del ministro.
    Pedro Rodríguez Campomanes nombrado procurador , llega a
    la conclusión de que la responsabilidad de los
    amotinamientos está en los jesuitas, quienes ;
    según el, intentan sojuzgar al trono.

    Don Pedro Pablo Abarca de Bolea, Conde de Aranda,
    Presidente del Consejo de Castilla, llega a las siguientes
    conclusiones: Los jesuitas han monopolizado el cargo de
    confesores del rey, que en el pasado han defendido la legitimidad
    del regicidio, que habían tratado de constituir un estado
    teocrático en Paraguay, no
    sometido a la autoridad del rey, que tenían acumulada una
    gran riqueza, que se negaban a pagar el diezmo por sus tierras,
    que tenían varias imprentas que podrían haber sido
    utilizadas para la impresión de literatura sediciosa y su
    oposición a la beatificación de Palafox, una figura
    entrañable del padre Eleta, confesor del rey.

    Con todas las conclusiones anteriores solo faltaba a los
    enemigos de los jesuitas, armar la intriga necesario para que el
    soberano tomara la decisión de su
    expulsión

    La
    intriga

    Dos jesuitas miembros de la corte del rey viajaban a
    Roma y les
    pidieron que llevaran un sobre cerrado y lacrado con el sello del
    Nuncio Apostólico en España Monseñor
    Lázaro Opicio Pallavicini, para que se lo entregaran al
    Cardenal Torreggiani Secretario del Papa. En su camino a Roma los
    jesuitas fueron arrestados en Figueras y decomisadas sus
    pertenencias.

    El sobre lacrado fue llevado inmediatamente ante el rey.
    El sobre contenía documentos
    diversos y un libro en el
    que se demostraba el origen bastardo del monarca. El libro,
    firmado por un jesuita fue leído personalmente por el rey
    y en él se decía que dado su origen , éste
    debía ser destronado por la confabulación del
    Secretario de Estado su Santidad y el Padre General de la
    Compañía de Jesús Lorenzo Ricci y nombrar en
    su lugar a su hermano.

    La ira real no se hizo esperar, Campomanes fue
    comisionado para investigar el asunto y se
    llegó

    a la conclusión de que el único medio de
    deshacerse de tan nefastos elementos era desterrándolos.
    El 27 de febrero de 1767 el rey firmó el decreto de
    expulsión de los jesuitas de las doce provincias jesuitas
    españolas: Castilla, Aragón, Andalucía,
    Toledo, México, Nuevo Reino de Granada, Quito,
    Perú, Chile, Paraguay y Cerdeña.

    El Papa Clemente XIV; a quien los jesuitas habían
    jurado fidelidad, suprimió la existencia de la orden el 21
    de julio de 1773, seguramente presionado por el rey de quien
    había recibido apoyo para ser nombrado Papa. La orden fue
    restaurada en 1814 por el Papa Pío VII.

    La expulsión
    de Sonora

    Una vez expedido el decreto de expulsión, mismo
    que llevaba un anexo con 29 instrucciones de cómo llevar a
    cabo el proceso de expulsión, salieron correos especiales
    a todos los rincones llevando consigo tan preciados
    documentos.

    El 6 de junio de ese año partió de la
    Cd. De
    México un correo con destino a San Miguel de Horcacitas,
    llegando al Real de Los Álamos el 5 de julio, donde
    enfermó gravemente por lo que el Teniente Gobernador de la
    Provincia Judas Tadeo Padilla dispuso que los legajos fueran
    transportados con prontitud a su destino, llegando a San Miguel
    de Horcasitas el día 11 de julio, tres días
    después de lo programado.

    En el documento se establecía que el sobre
    debería ser abierto el día 8 de julio con el mayor
    recato y secreto y con el cuidado, celo y fidelidad que del
    gobernador se esperaba. Como el sobre había llegado con
    retraso, el gobernador se apresuró a informar a sus
    superiores del hecho y al mismo tiempo,
    juró por su honor y su conciencia
    cumplir y ejecutar las órdenes allí
    establecidas.

    El Gobernador Pineda se apresuró entonces a
    cumplir su cometido, no encontrando ninguna resistencia en la
    población por el decreto de
    expulsión. Primero les notificó la decisión
    a los padres visitadores.

    Se acordó entonces citar a todos los padres con
    cualquier pretexto en Mátape para lo cual nombró a
    un encargado por cada rectorado o río: Capitán
    Bernardo Urrea para el río Altar, Capitán Juan
    Bautista de Anza del Presidio de Tubac, Lorenzo Cancio del
    Presidio de Buenavista, capitán Juan José Bergosa
    de la compañía volante y al Justicia Mayor
    de Sinaloa Sebastián Ascárraga.

    Pineda los instruyó que actuaran con sigilo y
    prisa, y que en el citatorio a Mátape no se notara la
    verdadera intención de su concentración, que se
    hiciera un inventario de
    todo lo encontrado en las misiones, que recogieran papeles,
    archivos,
    libros;
    particularmente aquellos documentos donde se establecieran los
    bienes de la misión. Que se entregara a los padres
    solamente sus enseres personales y los de la liturgia y sobre
    todo les encargó que los padres fueran tratados con
    buena atención y decencia y sobre todo les
    dejó muy claro de que si algunos indios trataban de
    impedir la detención de los padres, no dudaran en usar la
    fuerza.

    Una vez reunidos en Mátape, los misioneros fueron
    encerrados en una casa que inmediatamente fue rodeada por los
    soldados del capitán José Vergara, quien les
    leyó el
    decreto real y los puso bajo arresto domiciliario. Se les
    prohibió toda comunicación entre ellos y el
    exterior.

    Al momento de la expulsión había en Sonora
    y Sinaloa, 52 misioneros, pero antes de ser reunidos para
    trasladarlos a Guaymas, murió Andrés Ignacio
    González en Bamoa, Sinaloa.

    El 25 de agosto de 1767 salieron de Mátape rumbo
    a Guaymas donde fueron encerrados en una cárcel
    improvisada que en realidad era un conjunto de barracas en la que
    también se encerraban animales.
    Llegaron a Guaymas el 2 de septiembre, en total eran 51
    misioneros, 31 de Sonora y 20 de Sinaloa, custodiados por 400
    soldados. Las condiciones insalubres en que se encontraban los
    padres pronto hizo mella en su salud, a los tres meses
    todos estaban enfermos de escorbuto. El primero que murió
    fue el padre José I. Palomino, quien ante el reclamo de
    sus compañeros, fue trasladado a Belén para ser
    sepultado.

    Después de casi nueve meses en Guaymas, los
    misioneros fueron embarcados el 20 de mayo de 1768, en el
    navío El Príncipe permaneciendo al garete en
    las aguas del Golfo de California hasta que el día 11 de
    junio , llegaron a Puerto Escondido en Baja
    California.

    En ese lugar las condiciones no eran mejores que en
    Guaymas. Un oficial español llamado Placius Zomera, que
    tenía un hermano jesuita, les regaló pollos, carne
    de res, maíz,
    limones y toronjas, los limones les sirvieron de medicina ya
    que les ayudaban a mitigar las molestias del
    escorbuto.

    El 18 de julio partieron rumbo a San Blas, llegando a
    Mazatlán el 2 de agosto y el 9 del mismo mes arribaron a
    su destino.

    El 12 de agosto reiniciaron su camino
    internándose por tierra hacia
    Guaristema; un pequeño pueblito miserable, a donde
    llegaron después de sufrir las inclemencias de las
    torrenciales lluvias de la temporada. El día 14 llegaron a
    Tepic, donde pudieron comer y vestir ropa seca. En Tepic
    permanecieron seis días, siendo tratados con benevolencia
    por los españoles, a pesar de la reticencia de los
    soldados que los custodiaban. En Aguacatlán se quedaron
    Enriquw Kürtzel, Sebastián Cava y Vicente Rubio
    quienes estaban ya moribundos, quedando bajo el cuidado del padre
    Francisco Navarro. Llegaron a Ixtlán el día 23
    donde murió Nicolás Perea. En los subsecuentes tres
    días murieron 22 jesuitas.

    A finales de octubre llegaron a Guadalajara, siendo
    alojados en el convento de los Betlemitas donde fueron cuidados y
    lograron restablecerse. El 16 de enero de 1769 reanudaron su
    viaje rumbo a México, en donde solo asistieron a la
    Basílica de Guadalupe para luego partir a Veracruz a donde
    llegaron el 14 de febrero de ese año. El 8 de abril
    partieron rumbo a la Habana, desde donde se embarcaron rumbo a
    España el 26 de mayo de 1769, desde donde se distribuyeron
    a diferentes lugares, para morir finalmente en paz.

    Significado de la
    Expulsión

    La expulsión de los jesuitas marcó un
    parteaguas en la historia regional de Sonora.
    El trabajo
    realizado por ellos en todos los sentidos,
    marcó el rumbo político, económico y social
    del noroeste de México. Su sustitución por otros
    religiosos y la aplicación de otras políticas
    oficiales, iniciaron un nuevo período de cambios radicales
    en la forma de vida de los sonorenses.

    Las autoridades borbónicas pudieron entonces
    llevar a cabo sus reformas., Los grupos de colonos pudieron al
    fin llevar a cabo los cambios a favor de sus interese sin que
    hubiera nadie que se opusiera, dando origen así a las
    oligarquías locales. Después de los jesuitas, la
    vida ya no sería igual.

    DECRETO DE EXPULSIÓN

    Habiéndome conformado con el parecer de los de
    mi Consejo Real… y de lo que me han expuesto personas del
    más elevado carácter, estimulado de
    gravísimas causas relativas a la obligación en que
    me hallo constituido de mantener en subordinación,
    tranquilidad y justicia mis pueblos, y [de] otras urgentes,
    justas y necesarias que reservo en mi real ánimo; usando
    de la suprema autoridad económica que el Todopoderoso ha
    depositado en mis manos para la protección de mis vasallos
    y respeto de mi
    corona, he venido a mandar se extrañen de todos mis
    dominios de España e Indias, Islas Filipinas y
    demás adyacentes, a los religiosos de la
    Compañía, así sacerdotes, como coadjutores y
    legos que hayan hecho la primera profesión, y a los
    novicios que quisieren seguirles, y que se ocupen todas las
    temporalidades de la Compañía de mis dominios. Y
    para su ejecución uniforme en todos ellos os doy plena y
    privativa autoridad, y para que forméis las instrucciones
    y órdenes necesarias, según lo tenéis
    entendido y estimareis para el más efectivo, pronto y
    tranquilo cumplimiento. Y quiero que no sólo las justicias
    y tribunales superiores de estos reinos ejecuten
    puntualmente vuestros mandatos, sino que lo mismo se entienda con
    los que dirigiereis a los virreyes, presidentes, audiencias,
    gobernadores, corregidores, alcaldes mayores y otras cualesquiera
    justicias de aquellos reinos y provincias, y que, en virtud de
    sus respectivos requerimientos, cualesquiera tropas, milicias o
    paisanaje den el auxilio necesario sin retardo ni
    tergiversación alguna, so pena de caer, el que fuere
    omiso, en mi real indignación. Y encargo a los padres
    provinciales, prepósitos, rectores y demás
    superiores de la Compañía de Jesús se
    conformen de su parte a lo que se les prevenga puntualmente, y
    que se les tratará en la ejecución con la mayor
    decencia, atención, humanidad y asistencia, de modo que en
    todo se proceda conforme a mis soberanas
    intenciones….

    Yo, el rey

    El Pardo, 27 de febrero de 1767.

    Fuente: Historia de Sonora, Tomo II. Pag.
    203

    N o m b r e

    Misión

    O r i g e n

    Alejandro Rapicani

    Batuc

    Bremen, Alemania.

    Alonso Espinosa

    San Javier del Bac

    Islas Canarias.

    Andrés Michel

    Ures

    Bohemia.

    Antonio Castro

    Onapa

    Córdova, España.

    Antonio Ventura

    Mochicahui

    Cádiz, España.

    Bartolomé Sáenz

    Sahuaripa

    Córdoba, España.

    Benito Antonio Romeo

    Cumuripa

    Navarra, España.

    Bernando Middendorf

    Movas

    Westfalia, Alemania

    Carlos de Rojas

    Arizpe

    Ciudad de México.

    Custodio Ximeno

    Caborca

    Valdelinares, España.

    Diego José Barreda

    Santa María de Soanaca

    Puebla, México

    Enrique Kürtzel

    Onavas

    Wanglia, Alemania

    Fernando Berra

    Bacubirito

    Guanajuato, México.

    Francisco Halawa

    Mocorito

    Praga, Bohemia, Checoslovaquia.

    Francisco Ita

    Batacosa

    Puebla, México.

    Francisco Javier Anaya

     

    Jiquilpan, Michoacán,
    México

    Francisco Javier González

    Tecoripa

    Puebla, México.

    Francisco Javier Pascua

    Bavispe

    Oaxaca, México.

    Francisco Javier Paver

    San Ignacio

    Coruña, España.

    Francisco Javier Villarroya

    Banámichi

    Zaragoza, España.

    Ignacio Pffefferkorn

    Cucurpe

    Mannheim, Colonia, Alemania.

    Jacobo Sedelmayer

    Mátape

    Inhausen, Baviera, Alemania.

    Jorge Freideneg

    Santa Cruz del Río Mayo

    Grants, Alemania.

    José Garfías

    Villa de Sinaloa

    Ciudad de México.

    José Garrucho

    Oposura

    Cerdeña, Italia.

    José Liébana

    Bacadéhuachi

    Andalucía, España.

    José Lorenzo García

    Tórim

    Ciudad de México.

    José Neve

     

    Calpulalpan, Tlaxcala, México.

    José Pío Laguna

    Bacerac

    Chiapas, Audiencia de Guatemala.

    José Roldán

    Arivechi

    Oaxaca, México.

    José Rondero

    Camoa

    Puebla, México.

    José Wazet

    Yécora

    Sadek, Bohemia.

    Juan Antonio Sedano

    Chicorato

    Jalisco, México.

    Juan Francisco Acuña

    Toro

    Tlalpujahua, Michoacán,
    México.

    Juan Lorenzo Salgado

    Huírivis

    Sinaloa, México.

    Juan Mariano Blanco

    Rahum

    Ciudad de México.

    Juan Nentvig

    Huásabas

    Glatz, Bohemia.

    Julián Salazar

    Bácum

    Tabasco, México.

    Lucas Atanasio Merino

    Navojoa

    Lugo, España.

    Luis Vivas

    Tubutama

    Noguerela, España.

    Manuel de Aguirre

    Bacadéhuachi

    Pamplona, España

    Maximiliano LeRoy

    Belem

    Cambray, Francia.

    Miguel de Almeda

    Opodepe

    Castellón de la Plana,
    España.

    Miguel Fernández Somera

    Ocoroni

    Tlalpujahua, Michoacán,
    México.

    Miguel Gestner

    Sáric

    Würzburg, Alemania.

    Nicolás Perea

    Aconchi

    Zacatlán, Puebla, México

    Pedro Rafael Díez

    Güevavi

    Ciudad de México.

    Ramón Sánchez

    Huásabas

    Navarra, España.

    Sebastián Cava

     

    Valladolid, España

    Vicente Rubio

    Conicarit

    Zaragoza, España.

    Fuente de la Tabla: Almada (1990) Pág. 235 y
    Del Río (1985) Pág. 206

    SAN IGNACIO DE LOYOLA

    (1491-1556)

    Sacerdote español fundador de la
    Compañía de Jesús, orden religiosa de la
    Iglesia católica más conocida por el nombre de
    jesuitas que reciben sus miembros.

    Íñigo de Óñez y Loyola (a
    veces llamado por error Íñigo López de
    Recalde) nació en el castillo ancestral que su familia
    tenía en Azpeitia (Guipúzcoa) y de joven fue paje
    en la corte de Fernando el Católico. Hizo la milicia a
    las órdenes de Antonio Manrique de Lara, duque de
    Nájera, y participó en la represión de la
    revuelta de las Comunidades, resultando herido en una pierna,
    en 1521, durante la defensa de Pamplona ante los ataques
    franceses. Mientras se recuperaba leyó varios libros
    religiosos que le llevaron a consagrarse a la vida espiritual.
    Después de hacer confesión en el monasterio de
    Montserrat, en 1522, se retiró a una cueva cerca de
    Manresa, donde vivió y rezó durante 10 meses con
    una gran austeridad, tras lo cual emprendió un viaje de
    peregrinación a Jerusalén.

    Regresó a España en 1524 y
    estudió en las universidades de Barcelona, Alcalá
    de Henares y Salamanca. En 1528 marchó a París,
    en cuya universidad
    se licenció en artes y, al año siguiente,
    fundó una fraternidad piadosa que, más tarde,
    terminaría por convertirse en la Compañía
    de Jesús. En 1537 los miembros de la fraternidad se
    dirigieron a Roma, donde Loyola fue ordenado sacerdote (1538),
    y recibieron el permiso oral del papa Pablo III, quien
    emitió la confirmación oficial de la orden en
    1540. Por la bula Mare magnum, la Compañía fue
    declarada exenta de jurisdicción episcopal, de
    tributación y de tener a su cuidado la dirección espiritual de religiosas. Un
    año después, Loyola fue elegido primer general de
    la orden y, además de administrar los asuntos de la
    Compañía, se dedicó a completar la
    redacción de sus Ejercicios espirituales
    (manual para las
    necesarias meditaciones sobre el sentido de la vida y sobre el
    perfeccionamiento de una forma de vivir, divididas en cuatro
    periodos o semanas) y a escribir las Constituciones de la
    orden, terminadas después de su muerte, el 31 de julio
    de 1556, que, en lo sustancial, nunca han sido modificadas. En
    Roma fundó los colegios Romano y
    Germánico.

    Ignacio de Loyola fue canonizado por el papa Gregorio
    XV en 1622 y, debido a su obra Ejercicios espirituales, que ha
    servido como modelo para
    la mayoría de las misiones y retiros católicos,
    es patrón de los retiros espirituales. Su festividad se
    conmemora el 31 de julio.

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    derechos.

    Este grabado retrata a san Ignacio de Loyola,
    religioso español que pasó a la historia por
    fundar una de las órdenes religiosas cuyo apostolado
    alcanzó mayor implantación en España y
    América, la Compañía de Jesús. Su
    espíritu quedaba bien claro en su emblema: "Ad majorem
    Dei gloriam" ("A la mayor gloria de Dios").

    Goursat/RAPHO

    JESUITAS O COMPAÑÍA
    DE JESÚS
    ,

    1. INTRODUCCIÓN Instituto religioso de
    clérigos regulares de la Iglesia católica. Fundada
    por san Ignacio de Loyola en 1534, la Compañía de
    Jesús fue confirmada oficialmente por el Papa Pablo III en
    1540. La frase emblemática de la orden es Ad majorem Dei
    gloriam (en latín, ‘A la mayor gloria de
    Dios’) y su objetivo es el de difundir la fe
    católica por medio de la predicación y la
    educación, así como trabajar en lugares y momentos
    en que así lo requiera con urgencia la Iglesia. Desde los
    primeros momentos de su historia, la enseñanza ha sido la principal actividad de
    la orden. En este campo, sus aportaciones han sido notables,
    tanto en el ámbito de la teología como en el de
    distintas disciplinas seculares.

    2. CONDICIONES DE INGRESO  
    La preparación que requiere todo aspirante a la orden,
    especialmente si quiere ser sacerdote más que hermano
    (coadjutor), es bastante más larga que la necesitada para
    el sacerdocio secular o para ingresar en otra orden religiosa.
    Después de permanecer dos años como novicio,
    alejado del mundo y dedicado a la oración, el candidato
    emite los votos simples de pobreza, castidad
    y obediencia, y se convierte en escolástico.
    Posteriormente, debe estudiar materias clásicas (durante
    dos años) y filosofía, matemáticas y ciencias
    físicas (durante tres). Terminado dicho ciclo, debe
    dedicar varios años a la enseñanza, seguidos por
    otros tres años de estudios teológicos, tras los
    cuales puede ser finalmente ordenado sacerdote. Después de
    cuatro años más de estudios teológicos, y de
    un año de retiro y oración, el candidato recibe su
    titulación, convirtiéndose en coadjutor o en
    profeso perpetuo. Los últimos votos de los coadjutores son
    simples, de pobreza, castidad y obediencia, pero para los
    profesos estos votos son solemnes, a los que agregan uno
    más, que es el aceptar ir al lugar que decida el papa.
    Más tarde, los profesos emiten cinco votos simples, entre
    los que se incluye la renuncia a todo oficio eclesiástico
    ajeno a su orden, a menos que lo determine la autoridad de la
    Compañía.

    3. ORGANIZACIÓN Y ESTRUCTURA
     
    La Compañía de Jesús se estructura en
    provincias (agrupadas en asistencias). En la actualidad, existen
    65 provincias en el mundo, cada una de las cuales está
    bajo el mando de un padre provincial. La máxima autoridad
    de la orden recae en un superior general, cargo que tiene
    carácter vitalicio. El superior general, residente en
    Roma, es elegido por la Congregación General (integrada
    por la totalidad de los provinciales y dos diputados por
    provincia) y asesorado por los asistentes.

    4. HISTORIA  
    Cuando fundó la Compañía, Ignacio de Loyola
    pretendía organizar peregrinaciones a Tierra Santa para
    convertir a los musulmanes. Sin embargo, con el estallido de la
    guerra contra
    los turcos otomanos, todos los planes para la
    peregrinación a Tierra Santa se desvanecieron. En cambio, los
    jesuitas solicitaron al Papa una constitución que les permitiera realizar
    misiones a lugares que él mismo decidiera. Una vez
    aprobada la constitución, eligieron a Ignacio de Loyola
    como primer superior general.

    La Compañía creció
    rápidamente y sus miembros tuvieron una actividad decisiva
    durante la Contrarreforma, especialmente en el transcurso del
    Concilio de Trento, así como fundando escuelas y centros
    de estudios superiores en toda Europa. Durante
    150 años dirigieron los más importantes centros
    educativos europeos y, hacia 1640, contaban con más de 500
    centros de estudios superiores repartidos por todo el continente.
    Aproximadamente un siglo después, esta cifra alcanzaba ya
    los 650; además, la orden tenía a su cargo, en
    forma total o parcial, la dirección de 24 universidades.
    También establecieron más de 200 seminarios y casas
    de estudios para sus miembros. Durante el periodo de la
    Contrarreforma, la educación jesuítica se
    enfocó principalmente a fortalecer la fe católica
    frente a la expansión del protestantismo. Si bien la
    educación jesuítica para laicos estaba dirigida
    principalmente a la nobleza europea y a estudiantes pudientes,
    también tenían a su cargo escuelas profesionales y,
    en los territorios donde trabajaban en misiones, escuelas para
    los pobres.

    Por lo que respecta a su aspecto misionero, la actividad
    de los jesuitas en este sentido tuvo también mucho
    éxito. Especialmente importante fue la emprendida por san
    Francisco Javier en India y Japón.
    La Compañía de Jesús se expandió
    más tarde por el interior de China y por las costas de
    África. Las cartas que
    escribieron los misioneros jesuitas que trabajaban en
    Canadá, en las que enviaban información de tipo etnológico,
    histórico y científico, fueron publicadas con el
    nombre de Relaciones Jesuíticas, formando una única
    y muy valiosa fuente de información referente a los
    nativos de ese país. Sin embargo, el trabajo de las
    misiones jesuíticas más conocido del Nuevo Mundo
    fue la fundación de las reducciones, siendo las más
    famosas las de Paraguay. Eran comunidades de indígenas,
    gobernadas por los jesuitas. Allí, y durante casi 200
    años, los jesuitas dirigieron un enorme grupo de
    indígenas, logrando fundar 32 poblados, con una
    población de aproximadamente 160.000 personas.
    Enseñaban métodos
    agrícolas siguiendo las tradiciones autóctonas,
    artes mecánicas y favorecían el desarrollo del
    comercio.

    La historia de la Compañía de Jesús
    estuvo marcada por una constante oposición a su labor,
    especialmente en los países católicos. La
    devoción que los jesuitas tenían por el Papado les
    costó una fuerte oposición por parte de los
    dirigentes de diversos estados. Igualmente, y debido al gran
    entusiasmo que ponían los jesuitas en todo lo que
    significaran reformas eclesiásticas, se ganaron la
    enemistad del clero. La Compañía fue expulsada de
    diferentes países europeos (en España, por Carlos
    III, en 1767) hasta que, el 21 de julio de 1773, el Papa Clemente
    XIV publicó la bula Dominus ac Redemptor en la que
    ordenaba la supresión de la Compañía. El rey
    de Prusia, Federico II el Grande, y la emperatriz de Rusia,
    Catalina II la Grande, grandes admiradores de la labor educativa
    y del conocimiento
    de los jesuitas, se negaron a aceptar el documento y hacer
    efectiva la publicación del mismo. En estos países
    la orden se mantuvo hasta 1814, año en el que el Papa
    Pío VII restauró canónicamente la
    Compañía. Ante este hecho, también volvieron
    a cobrar fuerza los grupos religiosos y políticos que
    estaban en su contra.

    "Jesuitas," Enciclopedia Microsoft® Encarta®
    2000. © 1993-1999 Microsoft Corporation. Reservados todos
    los derechos.

    FUENTES CONSULTADAS

    Almada, R. Francisco (1990) Diccionario de Historia,
    Geografía
    y Biografía
    Sonorenses. Hermosillo, Sonora, México. Instituto
    Sonorense de Cultura.
    Gobierno del Estado de Sonora. Págs. 233 – 235

    Del Río, Ignacio (1985) El Noroeste Novo
    hispano y la Nueva Política Imperial Española.
    Hermosillo, Sonora México. Historia General de Sonora.
    Tomo II. De la conquista al estado libre y soberano de Sonora.
    Gobierno del Estado de Sonora Págs. 193 –
    208

    Montané Martí,
    Julio César (1999) La Expulsión de los Jesuitas
    de Sonora. Colección Sonorense Letras de Arena.
    Hermosillo Sonora México. Ediciones, Promociones y
    distribuciones Contrapunto Catorce.

    Pradeau, Francisco Alberto. (1959) La
    expulsión de los Jesuitas de las Provincias de Sonora,
    Ostimuri y Sinaloa en 1767. México D.F. Biblioteca
    Histórica Mexicana de Obras Inéditas # 24. Antigua
    Librería Robledo de José Porrúa e Hijos,
    Sucs.

    Por:

    Ignacio Lagarda Lagarda

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