- Fundamentos
epistemológicos del estudio personológico del
estilo de vida - La comprensión
personológica del estilo de vida. Referentes para su
estudio - Aplicaciones
prácticas. Resultados y
perspectivas - Algunas reflexiones
teóricas sobre el estudio del estilo de vida en
pacientes hipertensos - Referencias
Bibliográficas
INTRODUCCION
La Psicología,
interesada en el estudio del sujeto individual de modo
holístico, ha utilizado frecuentemente el término
estilo, (Sánchez, J. Sánchez, M P., 1994)
precisamente porque hace alusión a lo típicamente
individual. Así en la psicología cognitiva se ha
utilizado para estudiar el pensamiento
(estilo de pensamiento), el aprendizaje
(estilo de aprendizaje). La
psicología
social se ha apoyado en el mismo para el estudio del liderazgo y la
dirección (estilo de liderazgo y estilo de
dirección). Por su parte la psicología de la
salud lo ha
utilizado para estudiar el afrontamiento al estrés
(estilo de afrontamiento).
Desde finales de la década del 70 y hasta
principios de
la actual, el estilo de vida
se ha estudiado profusamente desde diversos ángulos. Se
estudió el estilo de vida en relación con la
orientación profesional (Cramer, S., 1987; Zunker, 1987;
Brouw, D., 1987 y Tweed, W. y otros, 1979), con el género
femenino (Tamgri, S. y Jenkis, S., 1987; Burnley, C 1979;
Rodenstsinn, J. y Glickauf-Hughes, C 1977; Willis, F., 1976),
así como el estilo de vida familiar (Hunt, J. y Hunt, L.,
1987; Mink, I. y Nihira, K., 1986).
Donochew, L. y otros (1987) clasificaron los estilos de
vida de acuerdo con el uso de los medios masivos
de información. Castro Felipe G. y otros
(1987) compararon el estilo de vida en drogadictos. Rosow, J.
(1978) estudió el cambio de las
actitudes
hacia el trabajo en
relación con el estilo de vida. Por su parte Barrison, B.
(1987) propuso algunas variables para
el estudio del estilo de vida de los hispanos en Estados
Unidos.
Se han desarrollado inventarios para
el estudio del estilo de vida (Cooks, Robert y otros, 1987;
Streppa Wheeler, M y otros, 1991). También se ha escrito
manuales para
la modificación del estilo de vida a través de
vías formales (Alklen, V y Hetherington, M, 1979; Dell. ,
1978).
Pensamos que la categoría estilo de vida puede
ser concebida con carácter transdiciplinario,
holístico, promoviendo una visión compleja de las
relaciones del sujeto con su contexto de actuación. Ello
tiene un valor
heurístico y metodológico ya que permite el
planteamiento de nuevos problemas
investigativos y prácticos así como ola
reconsideración de otros desde una nueva
perspectiva.
En la presente comunicación sometemos a
consideración los resultados alcanzados en el estudio
personológico del estilo de vida, entendido como la
expresión holística y configuracional de la
personalidad en el comportamiento
complejo. Hemos venido investigando la misma desde hace
algún tiempo
(Gutiérrez Álvarez, A. K., 1993; Mayo Parra, I. y
Gutiérrez Álvarez, 2000; 200a; Mayo Parra, I.,
1999; 2000 y 2004 a)
Para ello presentamos los fundamentos
epistemológicos de los cuales partimos así como los
referentes desde los que hemos caracterizado esta
categoría; incluimos finalmente algunos resultados
alcanzados en su estudio aplicado en la educación y la
salud, como evidencia de la actualidad de su investigación y su valor
práctic
1. Fundamentos
epistemológicos del estudio personológico del
estilo de vida
En las condiciones actuales, la Ciencia
Psicológica en Cuba
está llamada a elevar su aporte en la solución de
problemas en sus diversos campos de aplicación. Ello
supone –entre otras cosas– un mayor nivel de interacción entre la teoría
general de la personalidad y
las diferentes esferas de la Psicología Aplicada. Al
respecto Fernando González (1989) ha escrito:
"El desarrollo
de una teoría general de la personalidad, obligada por
los planteamientos de las distintas esferas de la
investigación aplicada… exige nuevas categorías
y nuevos niveles cualitativos de explicación de otras ya
existentes…" (pp. 153 y 154).
Una exigencia del estudio de la personalidad como
sistema superior
de regulación psíquica, lo constituye el estudio
sistémico e integral de sus relaciones con el medio. La
Psicología de la Personalidad precisa la búsqueda
del sistema de categorías que refleje estas relaciones
sistémicas y que al mismo tiempo, permita una salida
práctica a las diferentes esferas de la Psicología
Aplicada. Ello no sólo responde a la lógica
interna del desarrollo de la ciencia, sino
que es también una exigencia social.
Estudiar al sujeto individual en Psicología fue
un problema que desde su inicio polarizó las diferentes
escuelas en posiciones diametralmente opuestas: o se
partía de centrar el estudio en formaciones
energéticas, independientes con relación al medio
externo y que según ellos dominan el comportamiento
humano; o se partía de la hiperbolización de la
conducta como
unidad de análisis psicológico, donde se niega
de modo absoluto la subjetividad (conductismo).
Los intentos de solucionar el abismo teórico
entre ambas posiciones sólo conllevaron a la
funcionalización de lo psíquico
presentándolo en una inadecuada relación con el
medio.
Con el desarrollo del conocimiento
psicológico se introduce el enfoque de la personalidad en
la investigación debido a la necesidad del estudio de las
formas superiores de regulación e integración funcional y estructural de lo
psíquico.
El enfoque personológico parte de un
replanteamiento de la relación de lo interno y lo externo.
Con este enfoque queda en un primer plano el estudio de la
personalidad dinámica y reguladora de las relaciones con
el medio. Enfatizando en su papel como mediatizadora y a la vez
transformadora de las influencias externas.
En la realización de este enfoque mantienen
actualidad problemas metodológicos tales como el
relacionado con la unidad de lo cognitivo y lo afectivo; la
relación entre lo consciente y lo inconsciente, entre
otros. Existe consenso entre los estudiosos de la personalidad en
cuanto a su carácter holístico; sin embargo,
asumirlo consecuentemente presupone la determinación de
sus relaciones con el medio en su expresión
holística también, o sea revelar el contenido
psicológico de estas relaciones y su dinámica
funcional.
Estas consideraciones sugieren, como una exigencia
metodológica, el estudio de las regularidades de la
expresión de la subjetividad en el comportamiento,
así como la dialéctica de "lo que soy" (lo que el
sujeto llega a hacer de sí mismo) y "lo que me sucede"
(circunstancias e interrelaciones en que se ve envuelto). Es
aquí donde el estilo de vida puede jugar una función
heurística relevante.
Un enfoque personológico sobre el estilo de vida
tiene importancia esencial para la Psicología en el
momento actual. Desde el punto de vista teórico
contribuiría a la integración,
sistematización y generalización del enorme
cúmulo de datos
empíricos existentes sobre unidades parciales del
comportamiento utilizadas en diversas esferas de la
psicología. Esto permitiría también una
representación más integral sobre las relaciones
individuo–sociedad.
2. La
comprensión personológica del estilo de vida.
Referentes para su estudio.
En un nivel integrativo superior centrado en la
totalidad, el estilo de vida debe trascender el nivel
factorialista que enfatiza en los comportamientos parciales y
aislados, de este modo desde la comprensión
personológica, para nosotros el estilo de vida se define
como la expresión externa de las cualidades del sujeto
individual, integrado por constituyentes estructurales externos e
indicadores
funcionales de la personalidad, que en su configuración,
constituyen la expresión psicológica,
subjetivamente determinada del modo de vida del
individuo.
Para una mejor compresión de nuestra propuesta,
resulta necesario caracterizar el estilo de vida desde al menos
tres referentes: su relación con el modo de vida, su
relación con el sujeto y sus constituyentes
personológicos, aspectos que presentamos a
continuación.
El estilo de vida y su relación con el modo de
vida.
Este aspecto señala el enfoque que los
diferentes autores dan a la relación del estilo de vida
con el modo de vida. Observándose aquí dos
tendencias fundamentales. La primera establece una
distinción entre modo y estilo, donde este último
se subordina al primero y es un subsistema de él.
Coincidimos con ella. La segunda es la que desde la
categoría modo de vida estudia aspectos propios del estilo
de vida relacionados con su determinación subjetiva y el
papel de lo psicológico (Predvechnni y Sherkovin, 1986; O.
Shorojova, 1987 B. F. Lomov, 1989). Los intentos de determinar el
aspecto psicológico del modo de vida señalan
elementos de valor, no obstante metodológicamente es
difícil estudiar el aspecto psicológico de la
personalidad y el sujeto de sus relaciones sociales desde la
categoría modo de vida.
El modo de vida debe ser enfocado al menos en dos
niveles de análisis. En el nivel general, donde el hombre
genérico es sujeto del modo de vida, y en tal sentido es
objeto de estudio de la sociología y la filosofía; y el
nivel particular, donde el individuo es sujeto, no del modo de
vida en general, sino de su estilo de vida, como componente
subjetivamente determinado del modo de vida.
En el ámbito individual, las relaciones del
modo de vida y el estilo de vida se dan a través de las
condiciones de vida. El análisis de las condiciones de
vida permite comprender como el modo de vida influye sobre los
individuos de modo heterogéneo. La determinación
social del individuo difiere de un sujeto a otro. Para cada
sujeto concreto se
configuran determinantes sociales muy específicos. Esto
puede apreciarse en los diferentes niveles de acción
de las condiciones de vida.
Existe un nivel en que las condiciones de vida
están dadas por el tiempo histórico y el escenario
natural, social, cultural, económico y político en
que se desarrolla el individuo. Son precisamente estas
condiciones las mas estudiadas, pero no las
únicas.
En otro nivel encontramos condiciones de vida,
determinadas por las primeras, pero con acción propia, de
carácter inmediatos, mas ligadas a los subjetivo y menos
consideradas por los estudiosos de esta categoría. Nos
referimos a aquellas que tienen que ver con la dinámica
familiar, la posición entre los hermanos, (hijo
único, mayor, menor, etc.), la constitución biológica (genotipo y
fenotipo). Ambos niveles tienen un denominador común: son
condiciones de vida dadas al sujeto. No son ni elegidas ni
construidas por él, actuando como determinantes objetivos de
la formación de su personalidad y su estilo de
vida.
Sin embargo, también encontramos un nivel
en que las condiciones de vida son el resultado del activismo del
sujeto, del carácter activo de su personalidad, de su
autodeterminación y elección individual, que el
individuo las alcanza a partir de su desempeño social, es decir que no son
condiciones de vidas dadas, sino creadas, pero que también
se constituyen en determinantes externos al sujeto resultantes de
su estilo de vida.
Con este enfoque de las condiciones de vida es
posible comprender el carácter de "subsistema funcional
dinámico" del estilo de vida en la relación
sujeto-modo de vida, así como acercar la categoría
condiciones de vida a la psicología, destacando la
significación que esta adquiere en sus diferentes niveles
de análisis en relación con el
sujeto.
Es en este plano en que se encuentra el contenido
genuinamente psicológico del modo de vida. Es en este
nivel donde el análisis de la expresión en el
estilo de vida de los constituyentes funcionales y
dinámicos de la personalidad es de importancia
metodológica.
El estilo de vida y su relación con el
sujeto.
La relación sujeto-estilo de vida, o sea el
lugar que se le asigna al estilo de vida en relación con
el sujeto constituye una problemática observada en la
literatura sobre
el tema. Aquí se manifiestan dos tendencias fundamentales.
La primera asume el estilo de vida como una cualidad subjetiva,
de existencia interna en el sujeto (A. Adler, 1948; G. W Allport,
1965).
La segunda tendencia, al no reconocer la
especificidad del estilo de vida identificándolo con el
modo de vida, lo concibe como una manifestación externa
del sujeto individual, (Sherkovin y Predvecnni, 1987; B. F.
Lomov, 1989; O. Shorojova, 1987; J. Potrony, 1989; R.
Pérez Lovelle, 1989). Es característico de estos
autores que sus elaboraciones teórica tengan
carácter general, sin una salida a la investigación
aplicada operacionalizando dicha
categoría.
En los últimos años se han venido
publicando interesantes ideas sobre la especificidad
psicológica de la categoría sujeto (F.
González, 1995, 1997; H. Arias, 1993; 1994; 1997, 1998).
Se ha trabajado en una diferenciación del sujeto y la
personalidad, en los atributos funcionales de cada uno,
así como en sus relaciones. Luego de una
diferenciación entre las cualidades del sujeto y de la
personalidad, así como la formulación de los
componentes del sujeto, H Arias (1998, p. 26 y 40) diferencia los
aportes de cada una de estas instancias en sus interacciones con
la realidad.
El análisis de la relación
sujeto-personalidad-estilo de vida constituye una alternativa
pertinente en la caracterización psicológica del
estilo de vida. Siendo el sujeto el individuo concreto, al hablar
de él no sólo se hace referencia a su mundo
interno, sino también al sistema de relaciones en que se
objetiviza su subjetividad.
Nosotros asumimos que el sujeto individual existe
en dos dimensiones: interna y externa. Las mismas se relacionan
dialécticamente como dos partes de un todo. La
personalidad constituye un componente de la subjetividad interna,
mientras que el estilo de vida es la subjetividad objetivada, o
sea la expresión comportamental externa de la personalidad
del sujeto. Todo comportamiento es una función del sujeto,
sin que necesariamente en él participe y se exprese la
personalidad. Aquel comportamiento nuevo, eventual, no forma
parte del estilo de vida y no es expresión de la
personalidad, aunque sí del sujeto. En cambio, lo que en
el individuo es típico, recurrente e identitario, es
decir, forma parte de su estilo de vida, es una función
que el sujeto ejerce a través de su personalidad. El
estilo de vida expresa el modo en que se objetiviza el activismo
del sujeto en relación con la sociedad y la construcción de su vida.
Los constituyentes del estilo de vida
Este aspecto da cuenta del nivel de
profundización alcanzado con respecto a la naturaleza
interna del estilo de vida, en cuanto a su estructura y
funcionamiento. Al respecto se aprecian tres tendencias. La
primera se caracteriza por el estudio fenomenológico del
estilo de vida sin entrar a detallar en su configuración
interna (A. Adler, 1948; G. W. Allport 1965; R. Pérez
Lovelle, 1989).
La segunda tendencia, fuertemente influenciada por
la concepción filosófica y sociológica,
reduce los componentes del estilo de vida a una sola
categoría: la actividad vital. En esta tendencia se
encuentran — como ya se ha visto– la mayoría de los
autores marxistas que abordan la problemática desde la
categoría modo de vida (B. F. Lomov 1989; O. Shorojova,
1989; J. Potrony, 1989; 1992).
La tercera, representada por Yu. Sherkovin, G.
Predevechnni, 1987 y J. Roman 1989a, proponen algunos
constituyentes que pudieran tomarse como elementos de su
estructura interna. No obstante en el primer caso, es poco
probable que los mismos permitan una comprensión
sistémica del estilo de vida, así como de sus
relaciones con la personalidad (también
sistémicas).
La no-determinación de los componentes de
la estructura interna del estilo de vida como categoría de
existencia e identidad
propia –característico en la mayoría de los
autores revisados–, es algo que limita considerablemente su
investigación teórica y aplicada y su consecuente
implementación en la práctica
profesional del psicólogo.
Los constituyentes personológicos son
aquellos componentes del estilo de vida en que se expresan los
contenidos de la personalidad. Son aquellas cualidades
comportamentales de carácter integrativas, subjetivamente
determinadas, gracias a lo cual permiten el
conocimiento de la personalidad a través de su estilo
de vida.
A continuación se abordan cada uno de los
constituyentes personológicos que hemos identificados (I.
Mayo 1999) para el estudio psicológico del estilo de
vida.
1. Sistema de actividades
vitales
Por sistema de actividades se entiende a la
organización jerárquica del conjunto de
actividades que realiza el sujeto y que expresa el sentido
subjetivo que la personalidad le confiere.
El sistema de actividades puede ser caracterizado
por el contenido de los nexos con el medio reflejados en el
sentido subjetivo que el individuo le confiere a cada una de las
actividades que lo integran. De acuerdo con esto, las mismas
pueden ubicarse en diferentes niveles, de modo tal que es posible
elaborar una tipología del sistema de
actividades.
2. Estilo comunicativo (sistema
comunicativo)
El estilo comunicativo, y particularmente la
calidad,
amplitud y durabilidad del sistema comunicativo que dentro de
él establezca el sujeto, puede ser estudiado como un
constituyente personológico del estilo de vida. El
término sistema comunicativo se utiliza aquí para
designar la organización jerárquica del conjunto
de contactos comunicativos (relaciones
interpersonales) del sujeto que expresa el sentido subjetivo
que la personalidad le confiere. En este sentido, el sistema
comunicativo es el componente comportamental y esencial del
estilo comunicativo del sujeto.
3. Sistema de roles.
Se considera como un aspecto funcional de la
relación individuo-sociedad que es síntesis
por un lado de los condicionantes sociales e individuales y por
otro de la actividad y la
comunicación. Es una unidad funcional porque tiene
identidad propia en relación con otras formas de
vínculo del individuo y la sociedad como el status, las
actitudes, los valores,
etc. El carácter sintético está dado porque
integra aspectos diversos como la actividad y la
comunicación –a través de los cuales se realiza
–, por un lado, y las expectativas sociales e individuales por
otro.
La expresión de los contenidos
personológicos a través del desempeño de un
rol es más marcada, auténtica y menos indirecta en
la medida en que el mismo está en la parte más alta
de la jerarquía, es decir, en la medida en que es
más significativo para el individuo y ocupa un lugar
central dentro del sistema, pudiendo expresar la existencia de
una unidad subjetiva de desarrollo o disfuncional según el
caso.
De este modo la personalidad toma una
posición activa con respecto a los roles que realiza,
expresando su grado de aporte a la sociedad, es decir, su
activismo social, marco en que tiene la oportunidad de
identificarse como sujeto en el desempeño de sus roles.
Partiendo de esta comprensión, el sistema de roles se
entiende como la configuración jerárquica y
subjetivamente determinada del aspecto funcional de la
relación individuo-sociedad, que es síntesis de
condicionantes sociales e individuales y de las actividades y
contactos comunicativos en el sujeto.
4. Orientación en el
tiempo.
La problemática del tiempo ha sido ampliamente
tratada en la psicología, destacándose los estudios
sobre la perspectiva temporal (J. Nuttin, D.
González), la anticipación (B. Lomov, F.
González, H. Arias) y los proyectos de vida
futura (O. D´Angelo).
La orientación temporal impregnada al
comportamiento es un indicador del nivel de desarrollo de la
personalidad que se expresa en la construcción del estilo
de vida, señalado el carácter contradictorio o
armónico de los nexos de la personalidad con su medio. Por
orientación temporal del estilo de vida se entiende la
expresión en el comportamiento de las dimensiones
temporales que participan en la regulación psíquica
del sujeto.
5. La autorrealización personal.
La autorrealización supone dos facetas
indisolublemente unidas: la apropiación y la
objetivación (O. D´Angelo, 1983).
Ambas facetas de la autorrealización se
expresan en el estilo de vida, pudiéndose considerar como
elementos caracterizadores del mismo desde el punto de vista
funcional de sus nexos con la personalidad que lo regula; pero
que a la vez está condicionada por él para su
autorrealización. De este modo el estilo de vida es
premisa y resultado del proceso de
autorrealización de la personalidad, constituyendo un
elemento de contenido, que califica moral,
cultural y políticamente al sujeto del estilo de
vida.
Dada la complejidad de la autorrealización como
proceso, se tomó su expresión externa, entendiendo
por tal a las formas de comportamiento del sujeto que expresan la
amplitud, selectividad y nivel de satisfacción del sujeto
con la apropiación de la realidad objetiva y la
objetivación de la subjetividad individual.
Como producto del
activismo de la personalidad y como resultado de su
autorrealización, el estilo de vida se convierte en
premisa de su propio desarrollo. Las circunstancias de la vida
actúan sobre la personalidad a través de su estilo
de vida, a la vez que la personalidad actúa y modifica las
propias circunstancias a través del estilo de
vida.
3.
Aplicaciones prácticas. Resultados y
perspectivas.
3.1 Estilo de vida y
educación
Los sistemas
educativos contemporáneos no se han planteado la educación del estilo
de vida desde una perspectiva holística e integradora. Una
revisión somera de las publicaciones sobre las teorías
y políticas educativas (Bello Arellano, M.
E., 1998; Montalvo, J. L., 2003; Llorent, V. et al, 2000; De
Puelles, M. et al, 2000), nos revela que la problemática
del estilo de vida no ha sido planteada como un objeto de
investigación o de intervención educativa desde los
sistemas escolares
El abordaje educativo del estilo de vida solo se formula
desde la educación y promoción de salud, con una perspectiva
epidemiológica de corte positivista y factorialista. En el
actual sistema
educativo cubano, si bien se ha caracterizado por definir y
promover activamente una educación de carácter
integral en todas las etapas de la vida, también se limita
en el tema del estilo de vida, a su dimensión
salutogénica, dejando fuera otros aspectos constitutivos
del mismo.
Lo anterior está condicionado por el
carácter polisémico de la categoría de
estilo de vida y justamente porque su estudio se ha circunscrito
a las problemáticas de salud, enfatizando en aquellos
comportamientos de riesgo. Sin
embargo, desde un enfoque personológico e integrador, el
estilo de vida, como expresión comportamental de la
subjetividad individual, puede revelar aspectos esenciales para
poder
enfrentar desde la educación problemas de gran actualidad
como la educación valoral, ecológica y para la vida
en general.
Por otra parte, una práctica educativa
comprometida con el progreso social, no puede dejar de abordar
tendencias nocivas al ser humano de carácter crecientes
como el individualismo, el hedonismo, el consumismo, entre otras
que reproducen la lógica del poder hegemónico
dominante. Una de las mayores contribuciones de la
educación a la salvación de la humanidad y la
construcción de un mundo mejor, sería la
educación de un estilo de vida más racional y
ético, que permita al individuo situarse fuera de ese
poder simbólico y virtual que a diario se legitima
mediante los medios masivos de difusión. Es por ello que
las teorías educativas y las prácticas que de ellas
se deriven, tienen en la categoría de estilo de vida una
importante alternativa
Estilo de vida del maestro
Los estudios sobre la profesión de maestro
han abordado los problemas que la afectan, destacando el malestar
personal y familiar como una seria preocupación en el
ámbito internacional (Carbonell, J., 1993; García
de Dios, 1996; Hidalgo, M, 1996).
En sus apuntes sobre el profesorado en España, J.
Carbonell (1993) señala como causas de la crisis de la
profesión docente: (1) la intensificación y
sobrecarga de conocimientos, tareas, responsabilidades y funciones,
caracterizadas por varios elementos, entre los que se destacan
"la multitud de roles y funciones" (p. 7); (2) conflictos en
las relaciones del profesorado con alumnos, padres los propios
colegas y la
administración; (3) la pérdida del protagonismo
de la escuela y su
imagen social;
(4) autonomía restringida y descalificación
profesional; (5) dificultades con la carrera docente:
promoción, control y
evaluación. D. Suárez (1994)
señala como la formación docente se ha movido entre
dos polos: la tendencia a concebir un modelo ideal
de maestro con cualidades "apostólicas" (normalismo) y la
tendencia a la formación de un maestro eficiente con un
marcado perfil tecnocrático
(profesionista).
Refiriéndose al primer polo M. Videla
(1991) ha escrito: "cuando se habla de ‘trabajo por
vocación’, se supone una especie de
‘función apostólica’, santificada,
altruista y otros tantos valores de
nuestra cultura
ligados al sufrimiento. Las necesidades del docente como persona
permanecen borrados de este esquema" (p. 224).
Esta autora señala como distintos
especialistas describen la profesión de la enseñanza como proveedora de
características que la hacen generadora de estrés y
capaz de producir patologías de la conducta. Ella cita la
investigación desarrollada en la Universidad de
Valencia, donde se identificaron un 70,44% de los casos de una
muestra de
maestros en que las causas incidentes en el conflicto
corresponden al ámbito profesional, destacándose
los conflictos con los alumnos, con los padres, las autoridades
locales y educativas, y con los métodos y
medios didácticos.
También se hace referencia a los altos
índices de enfermedades
psiquiátricas reportadas en España, Francia e
Inglaterra, y al
informe de la
Organización Mundial de la Salud donde se plantea que los
docentes
ocupan un lugar elevado en enfermedades relacionadas con la
maternidad, la fertilidad y la salud genital, lo cual es
particularmente evidente en Latinoamérica.
En la Psicología Pedagógica de
orientación marxista, el problema de la personalidad del
maestro ocupó un lugar importante, no obstante, el
problema se abordó desde posiciones teóricas
tradicionalistas, rezagadas en relación con el desarrollo
de nuevos modelos
explicativos de la personalidad. N. V. Kuzminá (1987), se
planteó el estudio de la actividad del maestro, pero se
limitó a lo estrictamente docente, dejando fuera aspectos
extralaborales que inciden en la actividad profesional y que
caracterizan de modo más integral la personalidad del
maestro.
Como se habrá podido observar, tampoco en
la psicología pedagógica se ha planteado el
problema del estudio del estilo de vida del maestro. Las investigaciones y
publicaciones abordan problemáticas relacionadas con este
objeto, sin embargo falta un enfoque integral y holístico
del mismo.
Estos resultados coinciden con otros estudios. O
Kraftchenko constató deficiencias en la
comunicación profesor-alumno, tanto en su contenido,
frecuencia, funciones y percepciones mutuas. Investigaciones
dirigidas por E. Ortiz detectaron la existencia de un predominio
del nivel funcional de la comunicación en la
relación maestro-alumno, condicionada por la percepción
interpersonal. También investigadores del ICCP encontraron
que la figura del maestro no se destaca, ni en los modelos a
imitar, ni en las preferencias en la comunicación,
provocando barreras en la comunicación y limitaciones en
la eficiencia
comunicativa del profesor (E. Ortiz, 1996, pp. 40 y 41). A
diferencia de estos estudios, en este trabajo, al considerarse el
estilo comunicativo en relación con otros indicadores se
aporta una visión más amplia de esta
problemática.
Llama la atención que en trabajos realizados bajo
nuestra dirección, más de la mitad de la muestra
estudiada se ubique en el GRUPO III,
caracterizado como de bajo nivel de desarrollo del estilo de
vida. Este hallazgo es consistente con los datos reportados por
la literatura. Los estudios sobre el síndrome del bournout
son una muestra de ello. Oliver Hernández (1994) reporta
como un antecedente de este síndrome en los maestros, la
ambigüedad de rol. Este autor cita estudios
sistemáticos donde se encontró que el bournout
ocasiona un descenso en la realización personal del 25% de
los maestros estudiados. Este autor identifica como factores de
riesgos
elementos constituyentes del estilo de vida, tales como el tener
o no pareja, hijos.
Puede preciarse en los referidos estudios que no
se dispone de una representación integral del sujeto que
padece el síndrome. Esto podría evitarse si se
valora la incidencia del estilo de vida del docente en la
problemática de su salud
ocupacional.
Estos hallazgos tienen una connotación
particular en relación con la labor profesional de los
maestros. En las publicaciones sobre la psicología
educativa y en particular las referidas a la personalidad del
maestro, son unánimes al destacar la importancia de la
comunicación de éste con sus estudiantes. Este
aspecto ha sido estudiado a través de diferentes
categorías, tales como estilo docente, competencia
comunicativa del maestro, estilo comunicativo, etc. En todos los
casos la atención se dirige hacia la comunicación
del maestro con sus estudiantes que se produce en los marcos de
la clase y la
escuela. Sin embargo el contenido y la función educativa
de la comunicación del maestro trascienden los límites
del aula y la escuela y compromete su actuación en todos
los contextos en que vive.
Al mismo tiempo, el estudio de la capacidad
educativa de la comunicación del maestro presupone su
vinculación con otras esferas de su vida que de alguna
manera actúan a través de esta. En otras palabras,
los resultados constatados evidencian que en la
comunicación maestro-alumno y su contenido educativo
intervienen aspectos que provienen de otros contextos de su
actuación como sujeto. Cuando el rol de maestro no resulta
predominante y el nivel de autorrealización es bajo, por
ejemplo, la comunicación tenderá a ser formal y de
un contenido educativo insuficiente.
Estos resultados evidencian las interrelaciones
existentes entre el estilo de trabajo educativo y las
particularidades del estilo de vida, donde este último, en
dependencia de sus particularidades puede facilitar o frenar el
desarrollo de un estilo de trabajo educativo óptimo. Al
mismo tiempo se aprecia cómo las deficiencias en el estilo
de trabajo educativo tienen una repercusión negativa en el
estilo de vida.
Los datos de la evidencian la existencia de
relaciones estadísticamente significativas entre el
empleo del
tiempo y el estilo de trabajo Resulta interesante observar como
los maestros estudiados por nosotros, que hicieron uso optimo y
adecuado del tiempo, poseen un estilo de trabajo evaluado de
regular en su desempeño, por el contrario, los maestros
con estilos de trabajo evaluados de bien, empleaban el tiempo de
modo inadecuado.
Puede comprenderse entonces la importancia no
sólo del diagnóstico de las particularidades del
estilo de vida, sino también de su modificación de
modo tal que permita el empleo pedagógico de las
cualidades personales expresadas en el estilo de
vida.
Los resultados alcanzados contribuyen a demostrar
la importancia práctica del estudio del estilo de vida del
maestro para la Psicología Pedagógica. La misma se
concreta en las siguientes direcciones de
trabajo:
- Diagnóstico de los factores de la actividad
pedagógica que influyen negativamente en las diferentes
esferas del estilo de vida y viceversa. - Determinación de las particularidades del
estilo de vida idóneas para el desempeño de la
profesión de maestro. - Perfeccionamiento de las particularidades del estilo
de vida del maestro que actúan como factores de
influencia educativa, y corrección de aquellas que
inciden negativamente.
Con lo expuesto hasta el momento se trata de demostrar
la interrelación del estilo de vida y el desempeño
de determinadas profesiones, en las que este actúa como
una vía a través de la cual la personalidad
interviene como factor de influencia en la actividad profesional.
En estos casos se estudia el estilo de vida como expresión
objetivada de la personalidad.
El estilo de vida del
educando
En el caso del educando, el estudio del estilo de vida
comienza con la adolescencia,
pues es aquí, donde consideramos que el sujeto comienza a
ejercer su autodeterminación, lo que presupone la
configuración de su estilo de vida. El análisis del
estilo de vida del adolescente, constituye una alternativa en la
caracterización de su situación social de
desarrollo.
Vigotsky denominó situación social del
desarrollo a "aquella combinación especial de los procesos
internos del desarrollo y de las condiciones externas que es
típica en cada etapa y que condicionan la dinámica
del desarrollo psíquico durante el correspondiente
período evolutivo y las nuevas formaciones
psicológicas cualitativamente peculiares que surgen al
final de dicho período" (Bozhovich, 1976; p.
99)
La situación social del desarrollo posee gran
valor metodológico por cuanto parte de las relaciones
dialécticas de lo interno y lo externo en los diferentes
períodos del desarrollo individual. Pensamos que el
comportamiento típico y estable del sujeto es una
expresión particular de la misma que en gran medida
determina su presente y su futuro. Es precisamente esta idea la
que la relaciona con el estilo de vida.
Siendo el resultado de la autodeterminación
subjetiva interna del individuo, el estilo de vida deviene en
determinante externo del propio sujeto adolescente. El sujeto
elige su pareja, su futura profesión, el consumo de la
información y la cultura, etc., pero al mismo tiempo se
está incluyendo en un sistema de relaciones e influencias
que determinarán su desarrollo ulterior. Es justamente
esto lo que le confiere al estilo de vida su condición de
componente de la situación social del desarrollo del
sujeto.
Tal condición, permite individualizar el
análisis de la situación social del desarrollo del
adolescente, centrando la atención en dos aspectos
esenciales:
Primero: La situación social del desarrollo es
social por su contenido, pero individual por su
configuración, lo que significa que no es estándar,
sino específica de cada sujeto; que en ella se da la
unidad de lo general, lo particular y lo singular. Para cada
adolescente se configuran determinantes externos muy
propios.
Segundo: En estrecha relación con lo anterior, el
estilo de vida pone de manifiesto que la historia individual
también forma parte de la determinación individual
en la adolescencia. Es en este sentido en que cobra mayor valor
la idea de Vigotsky
según la cual los cambios ocurridos internamente
condicionan el carácter de l influencia del medio sobre el
desarrollo psíquico posterior.
Al mismo tiempo, el estilo de vida, en tanto
objetivación de la personalidad, se constituye en un
espacio diagnóstico de gran valor para la
educación. En última instancia, el nivel de
educación alcanzado se objetivará en el estilo de
vida que construya el sujeto. Es en este sentido en que las
potencialidades diagnósticas del estilo de vida de
adolescentes y
jóvenes se constituyen en una importante dirección
de la investigación educativa del estilo de
vida.
El estudio del estilo de vida de los educandos puede
revelar en qué medida se han logrado los objetivos
educativos del currículo.
En consecuencia con lo anterior, resulta necesario
identificar las vías para la educación del estilo
de vida. La experiencia de la práctica de la
psicología de la salud revela cómo en un grupo
significativo de enfermedades actúan como riesgos estilos
de vida inadecuados, que de haber sido educados convenientemente,
actuarían como oportunidades de salud para los
sujetos.
Ya desde una visión más general, la
educación del estilo de vida tiene connotaciones
sociopolíticas de mayor impacto. Los grandes cambios
sociales, se producen con ayuda de pequeños cambios,
siendo la educación del estilo de vida de los individuos
una muestra de ello. E. Pérez (2002) ha captado esto de
modo muy agudo cuando escribió: "solo el análisis
de su manera de vivir por parte de la gente nos permitirá
la visualización de que es posible vivir de otra manera;
de que nadie da su vida, su tiempo, sus afectos por consignas
abstractas, sino que las consignas sirven para condensar y
recordarnos el compromiso que hemos hecho desde los afectos y de
la razón" (p.44)
La educación de un estilo de vida diferente,
construido racionalmente, con una proyección ética,
humanista y ecologista, es una tarea que rebasa los marcos de la
escuela y compromete todas las etapas del desarrollo individual.
En ellas se requiere de la participación no solo de la
escuela como institución fundamental, sino también
de la sociedad civil y
en particular de aquellas organizaciones e
instituciones
de la comunidad que han
hecho consciente la necesidad de la independencia
ideológica en relación con las estructuras
dominantes del poder hegemónico.
3.2 Estilo de vida y
salud
En las décadas del 70 y el 80 del pasado siglo,
los estudios sobre el estilo de vida resultaron recurrentes en
las publicaciones sobre la psicología de la salud. Movidos
por la intención de identificar los factores psicosociales
asociados al proceso de salud-enfermedad, los estudios en esta
dirección se apoyaron en los hallazgos de la
epidemiología y con ello importaron el enfoque que esta
ciencia utilizó en la investigación del estilo de
vida.
Predominaron los estudios factorialista, que
identificaron unidades parciales del comportamiento asociados a
la aparición de enfermedades específicas, como
modulador del estrés, hábitos de fumar y
cáncer, disturbios del sueño, (Phillips, B. A. Y
Danner, F. J. 1995); abusos de sustancias, estresores
interpersonales y suicidio
(Duberstein, P. R. , 1993); hábitos sexuales, estilo de
vida y síntomas del período menopáusico
(Huerta, R. 1995); ejercicios físicos, hábitos
alimenticios, tabaquismo y
muerte celular
(Kusaka, Y. Et. Al, 1992).
Los estudios encaminados a los cambios de
comportamientos de riesgo y la promoción de salud, con
mucha frecuencia hacen alusión al estilo de vida de los
sujetos, reduciéndolo a los hábitos alimentarios,
el ejercicio físico, la conducta sexual, el consumo de
alcohol, etc.
Obviamente estas unidades parciales del comportamiento forman
parte del estilo de vida, pero no lo agotan.
Todos estos trabajos si bien ilustran el interés
suscitado por este fenómeno, también reflejan las
insuficiencias teóricas que caracterizan el estudio de
este objeto. No rebasan la mera descripción de rasgos y variables aislados
entre sí. No se profundiza en los aspectos teóricos
y conceptuales del estilo de vida y sus relaciones con la
personalidad, tomándose como una categoría auxiliar
para dirigir la atención sobre otros fenómenos. Son
pocos los trabajos que profundizan en su naturaleza interna, y
hasta ahora no ha sido el centro de las elaboraciones
teóricas de los autores que han utilizado esta
categoría.
Para la Psicología de la Salud, resulta necesario
trascender este nivel analítico y factorialista del estilo
de vida. Ello no solo responde a una exigencia del desarrollo del
conocimiento y de su tendencia a la integración intra e
interdisciplinaria, sino también a una necesidad
práctica. Un enfoque holístico del estilo de vida,
puede revelar que determinados comportamientos no reconocidos
como factores de riesgo, pueden resultar disfuncionales para el
sujeto por el modo en que se interrelacionan con
otros.
En nuestro medio el estilo de vida ha sido tratado por
otros autores (I. Mayo, 1999 y M. Rodríguez y D.
Zaldívar, 2001), que si bien difieren en sus
planteamientos teóricos, coinciden en señalar la
necesidad de tener en cuenta los constituyentes e indicadores del
estilo de vida.
Algunas
reflexiones teóricas sobre el estudio del estilo de vida
en pacientes hipertensos.
El modelo de los constituyentes personológicos
del estilo d vida, permitió abordar a profundidad la
relación del comportamiento individual con la hipertensión arterial, sin embargo, en el
curso del análisis e integración de los casos se
fueron perfilando algunas precisiones con respecto a
ellos.
Los sujetos estudiados que en la etapa actual
privilegian los roles sociales y laborales, ya desde la infancia y la
adolescencia se va gestando con la referencia positiva a la vida
estudiantil, por el contrario, los sujetos que privilegian los
roles familiares y de pareja, en la niñez y adolescencia,
recurrentemente, se nota la ausencia de los roles estudiantiles o
dificultades en su desempeño, focalizando los roles de
la
familia.
Encontramos que en algunos sujetos, el elemento
fundamental de las configuraciones que funcionan como protectoras
de la salud, es precisamente el afrontamiento que se emplea, de
modo análogo, en las configuraciones de riesgo de otros
sujetos, el elemento rector lo constituyen los afrontamientos
inadecuados.
Esto hace suponer, que en el estilo de vida actúa
como constituyente funcional el estilo de afrontamiento, o sea,
aquellos afrontamientos que de modo recurrente y estable son
empleados por el sujeto en diferentes contextos y por tanto se
convierten en un elemento distintivo de su conducta.
Los afrontamientos son comportamientos complejos que
expresan la síntesis de la actividad y la
comunicación características del sujeto, se
realizan a través de ellas, por lo que permiten
identificar al sujeto en su desempeño cotidiano.
Están subjetivamente determinados por la personalidad y
son una forma de manifestación de ella.
El afrontamiento inadecuado devenido estable en el
comportamiento complejo de un sujeto es una forma de objetivizar
su subjetividad, más propenso a la observación y descripción, el
afrontamiento, aunque no se asocia de manera lineal con lo
personológico, sí puede considerarse una
expresión de desorganización o falta de objetivos;
lo que se señala con no poca frecuencia como
característica psicológica de los
hipertensos.
Son los afrontamientos que se pongan en práctica,
de forma frecuente y reiterada, ante los conflictos que aparecen
en la vida, los que acercan o alejan a los sujetos del control de
la situación y las fuentes
generadoras de estrés. De ahí que la
relación que se establece entre el estilo de vida y el
estrés no sea fortuita, la estructura del estilo de vida
condiciona el despliegue de afrontamientos coherentes a ella y
proporciona posibilidades al sujeto de atenuar las consecuencias
de sus afrontamientos o por el contrario, de
potenciarlas.
De esta forma, un sujeto que presente un estilo de vida
estructuralmente amplio y maneje de manera adecuada para
él sus conflictos y situaciones de estrés,
tenderá a conservar su salud con mayor calidad que
aquellos con un estilo de vida estructuralmente estrecho, e
ineficaces afrontamientos ante conflictos que exijan mayor
complejidad para solucionarlos. Es a lo que Arlene Oramas se
refiere como estilo de vida potenciador de estrés.
(20)
La orientación temporal, constituyente igualmente
funcional del estilo de vida, se ha vinculado a sujetos sanos,
sin embargo en nuestra investigación encontramos que tiene
repercusión negativa para la salud en tanto plantee una
contradicción al sujeto con respecto a su desempeño
cotidiano, con esto nos referimos fundamentalmente a la
orientación hacia el futuro. La visión de futuro en
sujetos con estilo de vida estructuralmente estrecho, en los que
el sistema de actividad se concrete a niveles funcionales de
realización, a menudo no es suficiente para alcanzar las
expectativas propuestas y con ello aparece más
frecuentemente los estados de frustración e
insatisfacción con la vida presente, sobre todo si
además aparece una pobre
autorrealización.
La autorrealización personal, constituyente
funcional del estilo de vida, tiene un gran valor para el
mantenimiento
de la salud. Los sujetos capaces de sentirse plenos en
algún contexto de su vida y obtener gratificaciones desde
distintos roles, son más saludables que aquellos que
condicionan la obtención de autorrealización a un
solo contexto de la vida.
En la medida en que este estudio avanzó
resultó más notable que para caracterizar el estilo
de vida de un sujeto en cuanto a la autorrealización no
bastaba concretarse a los niveles de apropiación u
objetivación de la personalidad, sino que fue necesario
llegar a un nivel más heurístico de su
definición, identificando los contextos de los cuales el
sujeto obtiene las mayores y mejores satisfacciones de su vida.
Este constituyente merece un abordaje más profundo desde
el punto de vista teórico.
Los conceptos de configuraciones comportamentales de
riesgo a los que arribamos con la realización de este
estudio, sugieren algunas consideraciones:
En la confluencia crítica
no es suficiente que converjan las situaciones de conflictos y
generadoras de estrés en el contexto significativo, sino
que debe confluir en aquel contexto, del que se reciben mayores
gratificaciones, en tanto se ha tenido un desempeño
exitoso, por lo que existen menos experiencias anteriores de
referencia para desarrollar afrontamiento efectivos, por lo que
el sujeto es menos eficiente en el autocontrol del estrés
y por la connotación interna que tiene el evento, se
desencadena la enfermedad.
Los elementos de protección a la salud en los
sujetos enfermos están pobremente definidos y
actúan aisladamente. No se integran en comportamientos
complejos, ni se identifican con claridad como configuraciones
comportamentales, en los sujetos sanos, sin embargo, pueden
definirse con mayor claridad los elementos que hacen a los
sujetos vulnerables a enfermar.
Desde un estilo de vida estructuralmente amplio o
estrecho, pueden generarse configuraciones de riesgo y de
protección a la salud a esto le llamamos la paradoja de la
oportunidad de salud. Inicialmente se pensó que
existían comportamientos de protección a la salud
diferente de los de riesgo, sin embargo, se apreció que
los comportamientos que protegen la salud en contextos poco
relevantes para el sujeto, son potencialmente perjudiciales
cuando se afecta el contexto de la vida que contiene los roles
jerárquicos y las fuentes de autorrealización,
convirtiéndose en riesgo. En parte teníamos alguna
referencia al respecto, Arroyo Benito plantea que el estilo de
vida del hipertenso no genera una actividad cotidiana diferente
de la de los normotensos. (27)
Un elemento importante dentro de las configuraciones de
riesgo y de protección a la salud, resultó el
cuidado del rol personal
El estudio de los casos reveló que los factores
de riesgo clásicos (falta de ejercicio físico, no
cuidado de la dieta, fumar, ingerir alcohol, etc.) no
actúan de manera aislada, integrándose a otros
comportamientos como el abandono de la apariencia física, la
privación en la satisfacción de necesidades
personales (de recreación, autocomplacencia) que se
integran de manera particular en cada caso, lo que fue denominado
como abandono personal, para hacer referencia a una
configuración comportamental que rebasa el mantenimiento
del equilibrio
orgánico con el medio e involucra también el nivel
personológico del sujeto.
Lo que F. González llama desplazamiento del
interés hacia los hijos, es una expresión
más del abandono del rol personal, característico
de los sujetos hipertensos. (25)
Es necesario decir que si bien el estilo de vida,
expresado en configuraciones comportamentales de riesgo a la
hipertensión arterial en un sujeto concreto, es un
indicador de vulnerabilidad a enfermar, por sí mismo, ello
no determina el estado de
salud, sino que la interacción de estas configuraciones
con las particularidades hemodinámicas, genéticas y
fisiológicas, tendrán una influencia vital en la
aparición de la enfermedad.
El estudio de las configuraciones de riesgo puede
trascender el marco del comportamiento e incluir estos otros
aspectos, los perfiles de riesgo obtenidos de esta manera
trascenderán el manejo tradicional de los factores de
riesgo y pueden reflejar más objetivamente al sujeto en
riesgo de enfermar.
De acuerdo a los resultados descritos anteriormente
podemos enunciar direcciones investigativas que aporten nuevas
perspectivas a la Psicología de la Salud.
Resultan de actualidad para la Psicología de la
Salud la investigación del apoyo social como un elemento
determinante del proceso de enfermar. Se estudian las redes de apoyo social, los
tipos de apoyo, su estabilidad y su influencia en el
mantenimiento de la salud o de modo inverso, su incidencia en la
vulnerabilidad del sujeto ante la enfermedad.
Un enfoque personológico del apoyo social
podría destacar el papel del sujeto en la
construcción de su apoyo social, su amplitud, estabilidad
y consistencia. Estos aspectos pueden ser investigados como
constituyentes del estilo de vida.
Los estilos de afrontamiento también han sido
objeto de atención en las investigaciones, llegando a
determinarse su nexo con la aparición, curso, evolución y rehabilitación de las
enfermedades, según el caso. Por ejemplo, se sabe que las
personas con patrón A, son vulnerables a las enfermedades
cardiovasculares, las de patrón C, tiene más
probabilidades de contraer enfermedades neoformativas. Se han
descrito otros estilos de afrontamiento. Sin embargo, la
identificación de los comportamientos holísticos y
estables en que los mismos se objetivizan, resultan de
interés para la profundización en las
potencialidades del sujeto para el manejo de la enfermedad. Todo
ello resulta posible a través del estudio del estilo e
vida. En tal sentido la investigación de los
constituyentes del estilo de vida que actúan como estilos
de afrontamiento resulta una alternativa
investigativa.
Tomado de la Epidemiología, la
investigación de los factores de riesgo, ha sido otra
dirección de las investigaciones en la Psicología
de la Salud. Se dice que los factores de riesgo permiten un
abordaje preventivo de la salud. Si embargo, las investigaciones
en esta temática han estado
marcadas por el positivismo.
Su propia denominación (factor), así como la
metodología de su investigación, son
ilustrativas del nivel analítico y factorialista que
caracterizan a estos estudios. Se puede afirmar que este modelo
está agotado, pues se han establecido las correlaciones
estadísticas entre los comportamientos de
riesgos y las enfermedades con bastante
precisión.
No obstante, en un nivel más integrativo, los
nexos funcionales entre comportamientos complejos pueden
revelarnos particularidades disfuncionales en los sujetos, que en
un estudio clásico de factores de riesgo, serían
obviados. En tal sentido, los hallazgos de I. Mayo, si bien
aportan evidencias de
la pertinencia de la investigación en esta
dirección desde el estilo de vida, requieren de una
continuidad de estudio para poder identificar otras
configuraciones de riesgo, así como la expresión de
éstas en otras enfermedades. La categoría
configuración de riesgo, introducida por él, a la
que se hizo alusión más arriba, así lo
infiere.
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