La psicología ambiental, al ocuparse del estudio
de la conciencia
ambiental del ser humano, incluyendo los diferentes procesos que
conforman la misma, debe constituirse como instrumento clave en
la promoción de la formación de una
conciencia ambiental que permita a las personas, convivir con el
entorno, preservarlo, y transformarlo en función de
sus necesidades, sin comprometer con ello la posibilidad de las
generaciones futuras de satisfacer las suyas, de preservar y
desarrollar la riqueza cultural de la humanidad, de producir
bienes y
riquezas materiales,
incrementar el potencial productivo, asegurando oportunidades
equitativas para todos, sin que ello implique poner en peligro
nuestro ambiente,
incluidos sus diferentes sistemas del
mismo.
PALABRAS CLAVES: psicología
ambiental, procesos psicológicos, conocimiento,
actitudes,
percepciones, vivencias y comportamientos ambientales.
A partir de la década del ´70, en el mundo
en sentido general se comienza a tratar la cuestión
ambiental debido al creciente y evidente deterioro del entorno,
cuya causa fundamental ha sido la acción
del hombre.
El medio ambiente
se convierte en problema de investigación a consecuencias del deterioro
de los recursos
naturales, y al afectar la vida humana a grandes y
pequeñas escalas, centrándose la atención de la comunidad
científica internacional, en la búsqueda de la
concienciación de la necesidad apremiante de utilizar
responsablemente el saber de todos los campos de la ciencia
para darle respuesta a la creciente degradación ambiental,
que no solo pone en crisis las
condiciones de vida en el planeta, sino hasta la propia
sobrevivencia y perpetuación del hombre como especie
biológica.
Fundamentalmente la atención se ha centrado en
dos cuestiones esenciales: la influencia del ambiente y las
modificaciones que ha sufrido este sobre las personas, sus
conductas y actitudes; y la influencia de estas sobre el medio,
las sociedades,
las grandes potencialidades de impacto del factor humano sobre el
entorno, las conductas degradantes, las concepciones y modos de
vida en general. Los dos enfoques investigativos tienen un
denominador común: la relación ser humano –
medio ambiente.
Los problemas
ambientales, surgen de las incompatibilidades existentes
entre las cualidades biofísicas del entorno y las
relaciones socioculturales actuantes sobre él, por lo cual
un análisis adecuado de estas dificultades
deberá profundizar en una crítica
del tipo de relación del hombre con su medio
ambiente.
Les corresponde por tanto a las ciencias
sociales y en particular a la psicología, estudiar los
problemas
derivados del conflicto
sociedad
– naturaleza,
los cuales han cambiado las condiciones de vida del planeta,
originando efectos nocivos que afectan la calidad de la
vida en su conjunto. La psicología ambiental, se ocupa del
estudio de la conciencia ambiental del ser humano, incluyendo los
diferentes procesos que conforman la misma; en función
además, del carácter aplicado de la misma, esta se
constituye en un instrumento ideal para la promoción de la
formación de una conciencia ambiental adecuada en los
seres humanos, que les permita convivir con el entorno,
preservarlo, y transformarlo en función de sus
necesidades, sin comprometer con ello la posibilidad de las
generaciones futuras de satisfacer las suyas, de preservar y
desarrollar la riqueza cultural de la humanidad, de producir
bienes y riquezas materiales, incrementar el potencial
productivo, asegurando oportunidades equitativas para todos, sin
que ello implique poner en peligro nuestro ambiente, incluidos
sus diferentes sistemas del mismo.
La conciencia ambiental es definida por Febles,
María (2004), como "el sistema de
vivencias, conocimientos y experiencias que el individuo
utiliza activamente en su relación con el medio ambiente",
la misma posee varios indicadores,
consistentes en complejos procesos psicológicos, tales
como el
conocimiento, la sensibilización, las actitudes, las
percepciones y la conducta humana.
Respecto a los estos, se profundizará a
continuación.
3. PROCESOS
PSICOLÓGICOS EN LA RELACIÓN INDIVIDUO – MEDIO
AMBIENTE.
Entre el individuo y el entorno existe una
relación dialéctica, y en la compleja
interdependencia que se establece entre ellos, intervienen
procesos psicológicos, que reflejan esta interacción sujeto – medio ambiente y
regulan a través de la unidad de lo cognitivo y lo
afectivo, la conducta del
individuo con relación a este. A continuación
serán objeto de análisis algunos de estos
procesos.
Conocimiento ambiental.
Los procesos cognitivos en sentido general poseen la
función de producir un reflejo cognoscitivo de la realidad
por parte del sujeto, los mismos "…reproducen
internamente, en el plano psíquico y subjetivo, las
relaciones y propiedades objetivas de la realidad."
Gonzáles Serra, Diego. 1977.
El conocimiento es uno de los aspectos más
estudiados desde la psicología ambiental y, por supuesto,
dentro de los cuales se han producido múltiples
líneas de investigación y abundante literatura
científica; la mayoría de los estudios acerca de
este proceso, han
sido desarrollados a partir de enfoques cognitivistas, mediante
el estudio de los mapas cognitivos
que se representan los individuos acerca del entorno.
Los mapas cognitivos son personales y únicos; los
mismos no constituyen una reproducción fiel sino personalizada de la
realidad objetiva; están mediatizados por la subjetividad
del sujeto, resultando esta imagen una
construcción cargada de significado
personal; por
estas razones, se encuentran frecuentemente diferencias
considerables en la estructura de
los mapas de los individuos. Con el estudio de los mismos,
podemos acercarnos de manera más precisa a la forma en que
los individuos conocen y actúan sobre el medio ambiente a
un nivel personal.
"El conocimiento ambiental es un proceso complejo, que
incluye la obtención, análisis y
sistematización por parte del individuo de la información proveniente de su entorno,
social por naturaleza, este constituye un paso importante para su
comprensión a través de acciones
concretas, que a su vez, influyen en el desarrollo de
estos conocimientos" Febles, María, 1999.
Por otra parte, Holahan, 1991 (citado por Ramos,
Damián, 2001), señala la existencia de diferentes
funciones del
conocimiento ambiental:
- Orientación de las acciones de los
individuos.
Toma de decisiones sobre donde satisfacer las
necesidades cotidianas que al individuo se le presentan.
Constantemente el ser humano se enfrenta a
diferentes problemas de orientación en la vida cotidiana,
sin esta posibilidad para localizar los recursos sociales
que se necesitan, sería imposible actuar, incluso en
tareas muy simples. El conocer donde se localizan los recursos
sociales o materiales necesarios para llevar a cabo las acciones
que se emprenden a diario, así como cuáles son los
atributos o características esenciales de los recursos o
personas localizadas.
- Desarrollo de la
comunicación.
Otra de las funciones psicológicas del
conocimiento ambiental que se contempla, consiste en proporcionar
una base para la comunicación entre las personas en
determinado ambiente, la cual surgió precisamente cuando
el ser humano se vio precisado de cierta organización social que le permitiera
adaptarse con mayor eficacia a su
medio natural, surgiendo esta como mediadora de su
actividad.
"El conocimiento ambiental presenta ante todo una
naturaleza sociohistórica, por cuanto implica
necesariamente la apropiación de los conocimientos
adquiridos en el transcurso de la historia humana, reflejados
también en el entorno, fuente del desarrollo del mismo y
de otras funciones psicológicas específicamente
humanas, fundamentalmente por el lenguaje,
el cual mediatiza el conocimiento y el pensamiento
humanos" Febles, María, 1999.
El término de actitud se
introduce en la psicología
social en la década del 20 del pasado siglo en los
Estados
Unidos, debido a la ocurrencia de cambios sociales y
políticos en esta sociedad, que originaron un marcado
interés
en el análisis de los mecanismos reguladores del comportamiento
humano. Desde entonces se han desarrollado numerosas investigaciones
desde diferentes enfoques teóricos acerca de este complejo
y multifacético proceso psicológico.
Según Allport (1935), citado por Casales, J. C.
(1989), la actitud consiste en: "un estado mental
y neural de disposición, organizado a través de la
experiencia, que ejerce una influencia directiva o dinámica sobre la conducta del individuo
ante todos los objetos y situaciones con los que se
relaciona".
Casales, J. C, (1989) señala varias
características esenciales de las actitudes:
"1- son estructuras
psicológicas, procesos derivados del aprendizaje y la
experiencia del individuo, que constituyen el resultado de su
actividad. Es decir, las actitudes se forman y desarrollan a lo
largo de toda la vida del individuo, condicionadas por el
contexto social al cual están expuestos, en dependencia de
los grupos a los que
pertenecen, los cuales se estructuran de acuerdo con el sistema
de valores
imperantes en la sociedad…
2- Aunque son el resultado de la actividad del
individuo, son modificadas por esta, las actitudes condicionan y
modifican las actividades subsiguientes…
3- Tienen la propiedad de
reflejarse en el comportamiento
del individuo, de orientarlo, de regularlo y guiarlo en
determinado sentido.
4- En toda actitud puede distinguirse su objeto,
dirección e intensidad…"
A partir de una investigación realizada por La
Piere, se demostró que las relaciones entre actitudes y
comportamiento no siempre son lineales, por lo cual no podemos
interpretarlas de manera simplista, ni mecánica. No en todas las situaciones las
actitudes cumplen una función predictiva de la conducta
humana; el hecho de que esta constituya una disposición a
la reacción, no significa que siempre va a ser
correspondiente con ella, ya que las mismas no constituyen el
único factor determinante del comportamiento, en el cual,
además de las actitudes, pueden influir la
situación específica en la que se encuentra el
sujeto a la hora de actuar, el aprendizaje de
conductas, normas grupales,
características individuales, o las consecuencias
previsibles de la conducta.
No obstante, es innegable que las actitudes juegan un
papel fundamental en el proceso de toma de
decisiones y en las acciones concretas de los seres humanos,
es por ello que el estudio de las actitudes ambientales ha sido
preocupación de muchos psicólogos sociales desde
que el saber ambiental comenzó a tener relevancia para los
científicos.
Para Febles, María (1999) las actitudes
ambientales deben definirse como una "predisposición del
pensamiento humano a actuar a favor o en contra del entorno
social, teniendo como base las vivencias, los conocimientos y
los valores
del individuo con respecto a su entorno; estas no solo se
proyectan en una dirección determinada, también
poseen un nivel de intensidad (fuerte o débil)"
De acuerdo con Holahan, 1991 (citado por Ramos,
Damián, 2001), las actitudes ambientales cumplen
diferentes funciones:
- Elección de ambientes: Ayudan a
seleccionar el ambiente donde se desea vivir, estudiar,
trabajar o divertirse. Dicha elección conlleva un
proceso de reflexión, análisis y
predicción de futuras consecuencias de su
comportamiento, esta elección estará determinada
por el nivel de satisfacción –
insatisfacción de las necesidades individuales en dicho
espacio. - Protección del entorno natural: Las
actitudes ambientales también ayudan a los individuos en
la toma de decisiones en el uso y preservación del medio
ambiente, por ejemplo, crear o formar parte de un grupo
ecologista, o simplemente dejar de fumar, son expresiones
favorables hacia el medio ambiente. Aunque como ya
habíamos dicho las actitudes no poseen la capacidad de
determinar de manera directa los comportamientos ambientales,
sí en tanto mejoren las actitudes hacia el entorno,
aumentarán y se harán más consistentes las
conductas de las personas con respecto al mismo.
Vivencia.
Mientras los procesos cognitivos poseen como
función fundamental reflejar los diferentes objetos y
fenómenos componentes del medio ambiente, los procesos
afectivos de manera primordial se encargan de significar como
influyen estos elementos de la realidad, sobre los seres
humanos.
"Los procesos afectivos expresan como afectan los
objetos y situaciones de la realidad a las necesidades del
sujeto, y modifican su disposición para la acción
correspondiente" González Serra, Diego. 1977.
Ahora bien, todos los elementos y procesos que integran
la
personalidad humana, poseen una naturaleza cognitivo –
afectiva; el ser humano se apoya en este principio de la unidad
cognitiva y afectiva de los procesos psicológicos, para
regular y orientar las diferentes esferas de su
comportamiento.
Las personas intercambiamos constantemente
información con el medio ambiente, la cual es
personalizada por el mismo, es decir, cargada o dotada de un
significado personal, que dependerá en gran medida de la
relación existente entre esta información, con los
contenidos afectivos, motivacionales y las necesidades de las
personas, y que influirá notablemente en la
regulación y orientación de la conducta humana
hacia los diferentes objetos y fenómenos del
medio.
Las peculiaridades y características de la
actualización y configuración personalizada e
individualizada de la información que intercambian las
personas con el medio ambiente, dependen, según
González Rey, Fernando y Mitjans Martínez,
Albertina, 1989, "del nivel de desarrollo de la personalidad,
y del desarrollo motivacional que esta logra en las diferentes
áreas de su expresión individual".
La vivencia como proceso afectivo, resulta de gran
relevancia al entender la relación hombre – medio
ambiente; la misma expresa la relación afectiva del
individuo con el medio, y constituye, tal como lo entendió
Vigostky (citado por Bozhovish, 1976) una "unidad", en la que
están representados en un todo indivisible, por un lado el
medio, y por otro, lo que el propio individuo aporta a esta
vivencia; la unidad dialéctica de lo interno y lo
externo.
Febles María, 1999, plantea que por estas
razones, es justamente la vivencia el punto de partida para la
transformación del entorno, ya que la misma representa la
unidad indivisible de las características personales y las
características ambientales, por lo cual, la influencia
del entorno sobre el individuo, va a depender no solo de la
naturaleza de la situación, sino también de la
manera en que este la percibe y la vive.
Percepción Ambiental.
Una parte considerable de nuestro desempeño diario depende de la
capacidad para percibir adecuadamente los diferentes elementos
que conforman el medio en el cual nos desenvolvemos, nuestras
percepciones ambientales condicionan las actitudes,
sensibilidades, e influyen considerablemente en la
orientación y regulación de nuestras acciones hacia
el entorno; es por ello que resulta importante el estudio de este
proceso, a manera de contribuir a que el desenvolvimiento humano
sea adecuado y armonioso, de acuerdo a las características
del entorno que contextualice la conducta.
Existe una larga tradición en la
psicología en el estudio de las percepciones, en sus
inicios y debido a la complejidad de este proceso, se
trató de simplificar el mismo con el objetivo de
analizar aspectos específicos de este. Por tanto el
enfoque tradicional en el estudio de la percepción
parte de la fragmentación del proceso, centrándose
en el análisis de las reacciones de las personas ante
estímulos específicos, convenientemente aislados
del resto de los aspectos que conforman la realidad objetiva, en
situación de laboratorio.
A diferencia de este enfoque tradicional, los
psicólogos ambientales han estudiado el proceso perceptivo
desde una perspectiva holística, tomando en
consideración toda la complejidad del ambiente como unidad
perceptiva, y analizando los procesos globales que permiten a una
persona captar
adecuadamente el entorno, incluyendo la propia persona dentro del
proceso de definición y configuración del
mismo.
Los diferentes enfoques teóricos que han abordado
la percepción desde esta perspectiva, entre los que se
incluyen la
aportación de Berlyne, el funcionalismo
probabilístico de Brunswik,
La perspectiva ecológica de Gibson y la
perspectiva transaccional de Ames, contienen según
Valera Sergui, Pol Enriq, y Vidal Tomeu (2002), ciertos principios
comunes, como son:
- La consideración de la persona como un agente
activo, orientado y participativo dentro del proceso
perceptivo. - El entorno como una unidad global sobre la cual se
estructuran los procesos perceptivos. - La incorporación, en mayor o menor grado, de
los aspectos cognitivos, interpretativos y valorativos dentro
de las teorías sobre la percepción
ambiental. - La percepción ambiental como un proceso
global, más allá de la simple captación y
estructuración estimular.
La percepción "consiste en el reflejo en la
conciencia del hombre de los objetos o fenómenos, al
actuar directamente sobre los sentidos,
durante cuyo proceso ocurren la regulación (ordenamiento)
y la unificación de las sensaciones aisladas en reflejos
integrales de
cosas y acontecimientos". Petrovski, 1970.
El proceso de sensaciones es relativamente simple y
automático, en el mismo los receptores sensoriales se
activan en función de la presencia o no de
estímulos provenientes del entorno. La percepción
en cambio,
constituye un proceso mucho más activo y complejo desde el
punto de vista psicológico; en el cual las personas
resultan agentes activos,
implicando diversos procesos cognitivos y afectivos, mediante la
interpretación, valoración y
reorganización de los diferentes estímulos
sensoriales que provienen del medio, para formarse una imagen
coherente e íntegra del mismo, logrando así el
reflejo integral de la realidad objetiva.
El proceso perceptivo posee un carácter global y
unitario, y sobre este, los mismos autores Valera Sergui, Pol
Enriq, Vidal Tomeu (2002), señalan la influencia que
ejercen algunas variables
entre las cuales podemos citar: las personales, como la edad, la
actividad habitual o determinadas características de los
órganos perceptivos; el género (
algunos estudios sugieren que existen diferencias significativas
entre hombres y mujeres en la manera de percibir las distancias);
la experiencia (se considera que la experiencia en un entorno o
la familiaridad puede afectar percepción sobre
éste); los juicios estéticos; la cultura; la
profesión y las características del propio entorno
físico.
Ahora bien, la percepción ambiental nos interesa
tanto por su importancia en la obtención por parte de
individuo de información necesaria para el intercambio con
el medio, en la dirección y regulación de las
acciones del individuo, en la génesis de fenómenos
culturales, en la interpretación del simbolismo del
entorno humano; como para la estimulación de las
habilidades en este sentido. Frecuentemente las personas
presentan dificultades en la percepción de muchos recursos
como el paisaje y los valores emocionales asociados al mismo, por
ello los esfuerzos de los cientistas sociales, y de la educación
ambiental, deben dirigirse hacia la estimulación de
estilos de percepción que ganen en correspondencia con el
contexto en el que las personas se desenvuelven habitualmente,
así como con las diversas problemáticas y valores
del medio ambiente que los rodea, lo cual favorecerá la
comprensión y gestión
de los procesos naturales y el patrimonio que
ellos representan, así como el desarrollo de determinados
patrones de comportamiento, adecuados respecto al entorno, y
coherentes con el modelo de la
sustentabilidad.
Comportamiento ambiental.
Bajo este concepto se puede
agrupar las diferentes acciones del sujeto, dirigidas a modificar
aspectos del entorno o de la relación con el mismo, y que
influyen a su vez en las concepciones, percepciones, y
sensibilidades que posee el individuo del medio. Esto puede darse
en dos sentidos: positivo o negativo, en dependencia precisamente
del grado de compromiso del sujeto con su medio
ambiente.
A pesar de que el conocimiento, las percepciones,
actitudes, sensibilidades, valores y comportamientos ambientales
se han analizado mucho desde la psicología, los resultados
de numerosos estudios de las relaciones entre estos procesos son
aparentemente contradictorios, surgiendo, según Nieto,
Luz
María (2003), ciertas interrogantes: ¿cómo
se convierten el conocimiento y la preocupación ambiental
en conductas y acciones proambientales?, ¿por qué
pueden las personas estar supuestamente preocupados, tener
conocimientos adecuados sobre medio ambiente, sin que esto se
traduzca necesariamente e comportamientos a favor del mismo?,
¿en que consiste la brecha existente entre pensamientos,
emociones,
actitudes, percepciones con respecto a la conducta del individuo?
El resultado de estas interrogantes en la comunidad
científica ha sido un debate
intenso, complejo, en el cual no se ha alcanzado un
consenso.
Los primeros modelos
explicativos de estas relaciones, desarrollados en los ´70
y los ´80, fueron lineales, suponían una cadena de
causas y efectos automáticos y directos, es decir, se
pensaba que los conocimientos ambientales generan actitudes
ambientales que a su vez generan comportamientos a favor del
medio ambiente. Estos modelos parten de una premisa racional,
Teoría
de la Acción Razonada, Fishbein y Ajzen (1975), y suponen
que las personas hacemos un uso sistemático de la
información que poseemos para dirigir nuestras acciones,
desconociendo las motivaciones inconscientes o no reconocidas.
Esta concepción fue muy utilizada en esa época en
el diseño
de programas de
educación
ambiental. No obstante, muy pronto se demostró que esas
concepciones eran equivocadas e incompletas en varios
sentidos.
"También se desarrollan los Modelos de Altruismo,
Empatía y Comportamiento Prosocial, a finales de los
´70, ’80 y principios de los ’90. Algunos de
ellos partían de la premisa de que la gente que ha
satisfecho sus necesidades básicas tiende a tener
más motivación
y actuar más ecológicamente porque tienen
más recursos y viceversa". Nieto, Luz María,
2003.
Evidentemente pronto se demostró que no es
así, de manera que los modelos se volvieron más
complejos, en tanto se produjeron más aportes al
entendimiento de las relaciones entre estos procesos y
categorías psicológicas.
"Un tercer tipo de modelos desarrollados desde los
´80, son los llamados sociológicos. Desde esta
perspectiva, aunque también se incluyen factores
psicológicos, se cuestionan los modelos descritos antes,
porque fallan en comprender las restricciones individuales,
sociales e institucionales, y porque asumen que los humanos somos
solo racionales. De acuerdo con los modelos sociológicos,
no se trata tampoco de que seamos solo irracionales, sino de que
las actitudes y valores de las personas son negociados,
transitorios, y algunas veces contradictorios. La
dimensión social es importante porque el poder de toma
de decisiones en cuanto a los problemas
ambientales locales o globales está irregularmente
distribuido". Nieto, Luz María, 2003.
Según la propia autora, el modelo de
Comportamiento pro Ambiental, de Kollmus y Agyeman (1985),
intenta explicar como interactúan dos tipos fundamentales
de factores que influyen en el comportamiento ambiental, los
internos, entre los que se incluyen el conocimiento, los
sentimientos, las motivaciones, el grado de
concienciación, los valores, las actitudes, las
percepciones; y los externos, como los demográficos,
institucionales, políticos, sociales, culturales,
económicos, etc. Este modelo intenta determinar como y
bajo que circunstancias estos potencian u obstaculizan las
acciones humanas a favor del medio ambiente.
Aunque es evidente que entre estos procesos
psicológicos no existe una relación
automática, mecánica o directa, es decir, entre
conocimiento, conciencia, sensibilización y
preocupación ambiental por una parte, y conductas o
comportamientos ambientales por el otro; los mismos se relacionan
de manera dialéctica, y no existen independientemente unos
de otros, sino que se encuentran interrelacionados genética,
estructural y funcionalmente; ellos van formando un complejo
sistema de motivos orientados a la regulación de la
relación entre el individuo y su entorno. La labor de los
científicos sociales que se dedican al estudio de la
problemática ambiental debe encaminarse precisamente hacia
la optimización de estos procesos y de sus mutuas
dependencias, partiendo del diagnóstico, la intervención y
evaluación de los mismos, y encaminando los
esfuerzos de la ciencia al
logro del aumento de los conocimientos de las personas con
relación al entorno, del grado de compromiso con
éste, así como a la implementación de
conductas a su favor.
En este sentido, se considera muy acertado, el enfoque
que propone la Dra. María Febles, que parte de entender la
"educación ambiental como un proceso, en el que existe una
distancia entre su nivel de desarrollo real y el nivel de
desarrollo potencial. El primero de ellos está determinado
por el conjunto de acciones concretas del individuo en
relación con su entorno, avalado por el nivel de
desarrollo alcanzado hasta ese momento en su propia
búsqueda de conocimientos con respecto a este, mientras
que el otro encierra estas mismas acciones, las cuales surgen no
solo a partir de una búsqueda activa por parte del propio
sujeto, sino también a partir de la información que
pueda obtener de otros, a través de las acciones de estos
o de la influencia de los medios de
comunicación. En ambos casos estas acciones
están dirigidas a lograr una actitud más
responsable por parte del sujeto con relación a su medio
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Alina Alea García
Estudios realizados:
- Licenciatura en psicología.
- Máster en Desarrollo
Social.
Ubicación laboral:
- Profesora de la Universidad de Pinar del Río,
Cuba.
Fecha de realización del
artículo: Marzo, 2005.
CATEGORÍA: Psicología
Ambiental.