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Literatura latina, literatura de la Roma antigua, y
de gran parte de Europa occidental
durante la edad media y
el renacimiento,
escrita en latín.
LA TRADICIÓN LATINA
Las primeras manifestaciones de la literatura
latina proceden del siglo III a.C. Después fue
evolucionando y transformándose, a través de
distintos géneros y formas. La desintegración del
Imperio romano y
el desarrollo
gradual de las lenguas románicas a partir del latín
vulgar (la lengua no
literaria del pueblo llano) no afectó durante siglos la
posición del latín como lengua literaria
predominante en Europa occidental. La literatura latina, en una
forma cristianizada, continuó desarrollándose
durante la edad media, cuando el latín era la lengua
oficial de la Iglesia
católica. Con la aparición del humanismo, en
el siglo XIV, y su énfasis por recuperar las formas
clásicas del mundo antiguo, se dio un nuevo impulso
creativo al latín, que se mantuvo hasta el siglo XVII.
Hasta no hace mucho tiempo, en la
cultura
occidental el
conocimiento de la literatura clásica latina
(así como de la griega) era considerado condición
necesaria de una sólida educación.
CARACTERÍSTICAS DE LA LITERATURA
LATINA
La literatura romana se modeló a
partir de la literatura
griega y sirvió a su vez como referencia
básica, especialmente en el renacimiento,
para el desarrollo de las literaturas europeas posteriores. Por
su estrecha dependencia formal de los modelos
griegos, los escritores latinos ensalzaron las cualidades
específicas de la cultura romana y, lo que es más
importante, casi todos los escritores romanos contribuyeron con
sus escritos a la misión
civilizadora de Roma en el mundo. Los logros más
importantes de la literatura latina se encuentran en la poesía
épica y lírica, en la retórica, la historia, el drama
cómico y la sátira, género
literario que los romanos inventaron.
PERIODO PRIMITIVO
La literatura latina se inicia con Livio
Andrónico, que llegó a Roma siendo un esclavo de
habla griega. Tradujo en verso el poema épico de Homero, la
Odisea, al latín, y escribió las primeras
piezas dramáticas en esta lengua, así como
traducciones de obras griegas. El primer escritor romano nativo
fue Gneo Nevio (270-201? a.C.), que siguió el ejemplo
de Livio Andrónico. Sus comedias tuvieron mucho éxito.
Compuso también el Bellum poenicum, un poema
épico sobre la primera de las guerras
púnicas entre Roma y su rival Cartago. Sin embargo, el
primer escritor romano verdaderamente importante fue Quinto
Ennio, famoso por sus Annales, un poema enérgico y
vigoroso que cuenta la historia de Roma y sus conquistas en
versos hexámetros adaptados con éxito del griego al
latín. El esfuerzo pionero de Ennio sirvió como
modelo para la
épica romana y fue muy imitado por poetas posteriores que
refinaron las asperezas de su estilo.
Sólo se conservan fragmentos
diseminados de estos primeros escritores, pero disponemos de 21
obras de teatro del primer
dramaturgo importante de la literatura romana, Plauto. La comedia
fue la más importante aportación romana al
desarrollo del drama; las obras ágiles de Plauto sirvieron
de modelo a la comedia europea posterior y han sido representadas
e imitadas hasta hoy. Su mundo de amos ignorantes, esclavos
astutos, doncellas inocentes y jóvenes sin esperanza que
se enamoran absurdamente, fue heredado por el segundo autor
romano de comedias, Terencio. Sus obras son quizá menos
divertidas pero más conmovedoras que las de su
predecesor.
Catón el Viejo, político
conservador y enemigo implacable de Cartago, fue el primer
maestro de la prosa romana. Orador hábil,
proporcionó los primeros modelos a la retórica
romana. Su tratado sobre agricultura,
De agri cultura, aún se conserva. El gran maestro
de la sátira, un género supuestamente inventado por
Ennio, fue Cayo Lucilio, que introdujo el uso de palabras
mordaces que ridiculizan despiadadamente una gran variedad de
locuras humanas, tanto en el terreno privado como en el
público. Sólo se conservan fragmentos de su
obra.
LA EDAD DE ORO:
POESÍA
El precursor de la época
más brillante de la poesía romana fue Lucrecio,
cuyo poema didáctico De rerum natura argumenta en
versos elocuentes que los dioses no intervienen en asuntos
humanos. Su finalidad era liberar a la gente de la
superstición y del miedo a la muerte.
Catulo, el primer gran poeta lírico en latín, se
inspiró en modelos griegos. Sus poemas largos
son complejos y eruditos, pero le caracterizan en mayor medida
los poemas líricos más cortos, algunos de los
cuales son puras declaraciones de amor a una
mujer llamada
Lesbia o están dedicados a su hermano muerto. En otros
saca a relucir la vena de su ingenio mordaz e hiriente contra sus
enemigos políticos. Su palabra rigurosa e intensa ha sido
una fuerza
impulsora en la historia de la lírica europea desde el
redescubrimiento de su obra a comienzos del
renacimiento.
Reconocido como el más grande de
los poetas latinos, tanto en vida como en tiempos posteriores,
Virgilio escribió al principio de su carrera las
Églogas, diez poemas pastorales que se convirtieron
en modelos permanentes en su género. A estas siguieron las
Geórgicas, poemas sobre la vida de los
agricultores. Sin embargo, la obra maestra de Virgilio es la
Eneida, un poema épico que narra cómo el
héroe troyano Eneas viajó a Italia para
encontrar el asentamiento donde se fundaría Roma. En este
complejo poema, inspirado en la obra de Homero, contrasta el
deseo de paz con la admiración tradicional de la virtud
militar.
El amigo de Virgilio, Horacio, se
convirtió en el maestro de la oda adaptando
hábilmente los metros griegos al latín. De su mejor
poesía se desprende también un elegante sentido del
humor. La tradición de la elegía de amor, que
empezó Catulo, fue continuada de una manera tierna y
melancólica por Alibio Tibulo (c. 48-19 a.C.).
El último de los tres libros que se
le atribuyen incluye poemas de amor directos y conmovedores
escritos por su contemporánea Sulpicia, los únicos
poemas que se conservan de una mujer romana.
Más dinámicas y complejas
son las elegías de amor escritas por Sexto Propercio,
registros
turbulentos de sus difíciles amoríos con Cintia. La
tradición elegíaca concluyó con la obra de
Ovidio, que cultivó el género de una manera
festiva. Prolífico poeta, es más conocido por su
Ars amatoria, y por su obra más importante, la
Metamorfosis, un largo poema que constituye una
recuperación de gran parte de los mitos
antiguos.
LA EDAD DE ORO: PROSA
La edad de oro de la poesía
romana se correspondió con la de la prosa. El autor
más destacado, Cicerón, fue un político y
orador cuya retórica se convirtió en un modelo para
la oratoria
europea posterior. Los discursos
más conocidos de Cicerón son los que
profirió contra el conspirador político Catilina,
pero otros muchos son igual de oportunos y certeros, por el
magistral uso que hace de los ritmos y cadencias de la lengua
latina, conjugados para alcanzar efectos persuasivos y
contundentes. Cicerón destacó también con
obras en prosa de un estilo más relajado, tratados sobre
retórica y filosofía tales como los famosos textos
sobre la amistad y los
tiempos pasados. También se conserva gran parte de su
reveladora y extensa correspondencia.
Igualmente famoso como escritor de prosa fue
el contemporáneo de Cicerón, Julio César.
Sus comentarios claros y enérgicos sobre La guerra
civil y Comentarios sobre la guerra de las Galias
(De bello civili y De bello gallico) también
se convirtieron en importantes modelos en su género. El
principal historiador romano fue Tito Livio, que escribió
la larga historia de Roma Ab urbe condita, también
conocida como Décadas, de la que sólo se
conserva cerca de una cuarta parte y que continúa siendo
una fuente básica de este periodo.
LA EDAD DE PLATA
A la edad de oro siguió
lo que a menudo se conoce como la edad de plata de la literatura
latina, en el siglo I d.C.; aunque sobrepasada por el brillo
del siglo anterior, durante este periodo se produjo un valioso
conjunto de obras importantes. La Eneida de Virgilio
pareció consumar hasta tal punto la perfección del
género épico que los poetas posteriores tuvieron
más dificultades que ayudas por su ejemplo. Sin embargo,
Lucano, cuya epopeya Farsalia narra incidentes de la
guerra civil romana con un estilo animado, y Publio Papinio
Estacio, un escritor muy admirado en la edad media, supieron
abordar eficazmente la tradición épica. La
Tebaida (91?), obra principal de Estacio, es una epopeya
vigorosa y poco organizada que lleva al límite las formas
del estilo virgiliano. Figura descollante de la edad de plata fue
Séneca, tutor del famoso emperador Nerón.
Séneca expuso las doctrinas de la filosofía estoica
en cartas y tratados
que tuvieron una gran influencia. Escribió varias
tragedias que exploraban el tema del mal y sus consecuencias, la
omnipresencia de la muerte, la
culpa voluntaria e involuntaria, la pasión y el abuso de
poder.
Durante este periodo se produjeron obras
de interés
en varios estilos satíricos. El esclavo Fedro, que se
convirtió en hombre libre
con el emperador Augusto, escribió en verso versiones
latinas de las populares fábulas
del griego Esopo. El escritor más original de su
época fue tal vez el galante Petronio, cuyo sorprendente
Satiricón (60?), una extensa obra en verso y prosa
de la que sólo se conserva parte, es una narración
enormemente entretenida que describe vivamente un amplio conjunto
de excesos humanos. La sátira en verso está
representada por el áspero y complejo Persio y el amargo,
pero entretenido, Juvenal. La más corta de las formas
poéticas, el epigrama, fue perfeccionada por Marcial,
cuyos versos socarrones e ingeniosos son un modelo en su
género.
La prosa del siglo I d.C.
incluye la obra de varios escritores didácticos notables.
Plinio el Viejo fue un autor prolífico cuya Historia
natural sirvió durante generaciones como modelo de
libro de
texto sobre
historia natural. La Institución oratoria (95?) del
retórico Quintiliano es también un estudio
importante dedicado a la teoría
y práctica de la oratoria, que incluye además
algunas de las críticas literarias romanas más
equilibradas. Varios destacados historiadores escribieron
también durante este periodo. Cornelio Tácito
relató dramáticamente los acontecimientos de su
época y la que lo precedió en sus Historias
y Anales; escribió asimismo una famosa descripción de Germania y sus habitantes,
Germania (98?). La vida de los Césares
(121?), de Suetonio, es famosa por sus animadas biografías de los
césares y su, a menudo, demoledora descripción de
lo que para los lectores actuales es el periodo más rico
de la historia romana.
ÚLTIMO PERIODO
Durante los siglos siguientes, la
literatura romana declinó al mismo tiempo que la fortuna
política
del Imperio, pero destacaron unas pocas figuras. La
Metamorfosis (también conocida con el título
El asno de oro) de Lucio Apuleyo es una narración
en prosa entretenida que incluye la historia, elegantemente
relatada, de Cupido y Psique. En el siglo IV sobrevino un
último impulso literario pagano con el sabio y perspicaz
Ambrosio Teodosio Macrobio, que escribió una especie de
sumario de la antigua cultura en su Saturnalia.
PRIMEROS ESCRITOS CRISTIANOS
Las primeras manifestaciones de escritura
cristiana en latín se superponen a la última
escritura pagana. El primer escritor cristiano importante fue
Tertuliano, un maestro de la prosa. Uno de los escritores
cristianos más influyentes de su época fue el padre
de la iglesia san Ambrosio, conocido sobre todo por su
correspondencia y por sus himnos. Aurelio Clemente Prudencio
inauguró una nueva tradición en la poesía
cristiana al emplear recursos de la
literatura pagana para propósitos cristianos. Su
Psychomachia, que presenta el alma como
campo de batalla donde luchan las virtudes y las vicios,
introdujo el uso de la alegoría en la poesía
cristiana.
La prosa cristiana estuvo dominada por
dos padres de la Iglesia: san Jerónimo y san
Agustín. La obra más importante de san
Jerónimo fue la traducción de la Biblia. Conocida como la
Vulgata, ha sido la versión modelo en latín desde
entonces, y ha influido enormemente en la prosa latina y
europea.
La figura de san Agustín fue
una de las más trascendentales en el pensamiento
europeo medieval y renacentista. Sus obras principales, La
ciudad de Dios (413-426) y las Confesiones (400?),
emplean el estilo clásico de la retórica
ciceroniana de manera conmovedora y personal para
expresar un sentimiento de convicción cristiana. Otras
obras de esta época, no especialmente cristianas en cuanto
a su orientación, tuvieron una gran repercusión en
el pensamiento cristiano posterior. De nuptiis Philologiae et
Mercurii (400?) es el título que se popularizó
de una curiosa obra de Marciano Minneo Félix Capella, que
proporcionó a la cultura cristiana europea un medio para
organizar el conocimiento
secular representado por las siete artes liberales, el
trivium y el quadrivium. De consolatione
philosophiae, del cónsul Boecio, describe con
maestría y sosiego cómo la vida espiritual puede
ser una fuente de paz interior en tiempos adversos.
LITERATURA LATINA DE LA EDAD MEDIA
La literatura latina medieval prosigue la
tradición de la literatura cristiana primitiva. San
Isidoro de Sevilla reunió un compendio de la cultura de su
época en los veinte libros de las
Etimologías (623), que sirvieron como obra de
referencia durante la edad media tardía. El género
histórico fue también importante durante este
periodo, con algunas obras interesantes desde el punto de vista
literario. En el 731, el inglés
Beda el Venerable escribió versos en latín,
además de concluir una inestimable historia de la Iglesia
en su país. La obra en prosa más admirada de su
época fue la biografía de
Carlomagno escrita por el erudito franco Einhard.
La corte de Carlomagno reunió a un
notable grupo de
poetas. Destacan entre ellos el erudito inglés Alcuino de
York y el sabio arzobispo de Maguncia Rabanus Maurus, que pudo
ser el autor del magnífico himno "Veni Creator Spiritus".
También fue esta una época de ejemplos notables en
poesía litúrgica. La forma conocida como secuencia,
cantos en latín para ser ejecutados durante la misa,
surgió en el siglo IX y está particularmente
asociada a Notker Balbulus, de la abadía de
Gall.
Diversas clases de poemas largos fueron
también característicos de la primera época
de la edad media. La historia de Reynard the Fox, una
fábula de animales,
apareció en versos latinos en el siglo X. También
se escribieron poemas épicos más serios.
Especialmente notable es el poema heroico Waltharius,
atribuido al monje suizo Ekkehard I el Viejo, basado en la vida
del rey Walter de Aquitania.
Gran parte de la mejor poesía
de la edad media fue anónima, en especial los versos
líricos de la literatura goliárdica, escritos por
estudiantes y monjes vagabundos, que cantaban los placeres de la
bebida y el amor
carnal, y ridiculizaban al clero y a la poesía devota
tradicional. Estos poemas anónimos se conservan en varios
manuscritos. Uno de los más conocidos es Carmina
Burana. Mientras tanto continuó escribiéndose
poesía religiosa, con ejemplos destacados como la
secuencia conmovedora, también usada como himno, "Stabat
Mater Dolorosa", de Jacopone da Todi, y el impresionante "Dies
Irae", del fraile italiano Tomás de Celano.
Se conserva un número considerable
de obras de teatro religiosas medievales que son antecesoras
directas del drama moderno. Desarrolladas en un contexto de
servicios
litúrgicos, incluyen las formas conocidas como misterios
(véase Autos). La monja germana Hrosvitha
adaptó las técnicas
dramáticas de Terencio a temas cristianos con resultados
curiosos. Sin embargo, al margen de su obra, estos dramas son, en
su mayor parte, anónimos.
La prosa de ficción fue
también cultivada dentro de la literatura en latín
popular, generalmente en forma de cuentos
cortos; ejemplos de ellas son las colecciones ampliamente
leídas del siglo XIII que se conocen por Gesta
romanorum. La Legenda aurea, una colección de
vidas de santos (véase Hagiografía) del
arzobispo de Génova Jacobo de Voragine, también fue
muy popular.
Durante este periodo el latín
sirvió como lengua de cultura en Europa y se conserva un
vasto conjunto de prosa especializada, como la filosofía
escolástica. Algunos filósofos, como el sabio francés
Abelardo, escribieron obras de mérito literario. Sus
poemas de amor y canciones seculares se han perdido, pero se
conservan sus himnos religiosos y la correspondencia intensa y
conmovedora con su querida Eloísa. Dos obras importantes
del poeta erudito Alain de Lille, Anticlaudianus y De
planctu naturae, son intentos alegóricos y
filosóficos por determinar el lugar de los seres humanos
en el universo
natural. Pese a que los escritores empezaron a emplear las
lenguas vernáculas cada vez más, los tratados
técnicos continuaron escribiéndose en latín.
El gran poeta italiano Dante Alighieri empleó la lengua
latina en tratados sobre el papel de la monarquía (De monarchia) y sobre los
usos de la lengua italiana (De vulgari
eloquentia).
LA LITERATURA LATINA DEL RENACIMIENTO
La última gran época de
creatividad en
latín, el renacimiento, se concretó en la obra del
humanista italiano Petrarca en el siglo XIV. El humanismo fue un
movimiento que
pretendía recrear la experiencia clásica reviviendo
el lenguaje,
el estilo y los géneros de la literatura latina. La obra
en latín más lograda de Petrarca incluye
Secretum (1343), donde el poeta monologa y se somete a
interrogatorio, así como su extensa correspondencia, en
prosa y verso. La tradición de la prosa humanista en
Italia fue continuada por escritores como Poggio, famoso por una
brillante crónica de la Florencia de la época y por
su Facetiae (1438-1452), una colección de
divertidos relatos.
Durante el renacimiento, el latín
continuó siendo la lengua técnica e intelectual en
Europa. Los estudios lingüísticos del humanista
italiano Lorenzo Valla abrieron el camino a eruditos futuros y
tuvieron una enorme trascendencia en el pensamiento y el estilo
literario de la época. En el campo literario destacan los
escritos filosóficos de Marsilio Ficino, que trató
de conciliar el platonismo con el cristianismo,
y los de Giovanni Pico della Mirandola, famoso por su De
hominis dignitate oratio (1486).
Al mismo tiempo que se desarrollaba
la prosa en latín en la Italia del renacimiento, hubo una
notable producción en verso. El mejor poeta fue
Giovanni Pontano, en cuya obra se conjugan el vigor
erótico y la exaltación de la vida familiar. Un
exiliado griego, Michael Marullus, escribió vehementes
himnos en latín dirigidos a los dioses paganos, y el
humanista florentino Poliziano escribió poesía
tanto en latín como en italiano. La obra de Marco Girolamo
Vida incluye un importante tratado en verso sobre el arte de la
poesía, Ars poetica, y su Christiad (1535)
es quizá lo más parecido a una epopeya renacentista
en latín. El tratado De arte dicendi (1556), del
español El
Brocense, es un ejemplo de las gramáticas prácticas
comunes en la época.
Otras latitudes de Europa también
fueron escenario de una obra excelente en latín que
continuó la tradición iniciada en Italia. Entre las
más significativas, destaca la del sabio humanista
holandés Erasmo, cuya amplia producción incluye el
divertido Elogio de la locura (1511). El estadista
inglés Tomás Moro, amigo de Erasmo, escribió
una obra visionaria en latín, Utopía (1516),
que continúa siendo significativa en el pensamiento
político occidental. La novela en
latín más conocida del Renacimiento es
Argenis (1621), del poeta y satírico escocés
John Barclay. Entre la poesía escrita en latín
más difundida en Europa se encuentra el apasionado
Basia, del escritor holandés Johannes Secundus. El
galés John Owen fue famoso por sus epigramas en
latín. La tradición de la poesía latina en
el norte de Europa continuó en el siglo XVII. Dos poetas
jesuitas,
Casimir Sarbiewski de Polonia y Jacob Balde de Alsacia,
escribieron una poesía horaciana admirable de tema
cristiano.
Literatura
griega, literatura de los pueblos de habla
griega desde finales del segundo milenio a.C. hasta la
actualidad. Se desarrolló como expresión nacional
con escasas influencias exteriores hasta el periodo
helenístico y tuvo un efecto formativo en toda la
literatura europea posterior. Véase también
Grecia.
EL PERIODO PRIMITIVO
Los escritos del periodo primitivo de la
literatura griega son, casi en su totalidad, textos en verso.
Para detalles sobre la métrica y otros elementos de la
estructura del
verso, véase Versificación. Para más
detalles sobre los dialectos griegos mencionados,
véase Lengua griega.
Poesía épica
Los primitivos habitantes de Grecia, los
pueblos de las civilizaciones egea y micénica, poseyeron
una literatura oral compuesta en su mayor parte por canciones que
hablaban de las guerras, las cosechas y los ritos funerarios. Los
helenos se apropiaron de estas canciones en el segundo milenio
a.C. y, aunque no se conserva ningún fragmento, los cantos
de los aedos dedicados a los héroes prefiguran la
poesía épica.
La épica griega alcanzó su
máximo esplendor con la Iliada y la Odisea
de Homero, aunque se cree que pueden ser obra de una
sucesión de poetas que vivieron a lo largo del
siglo IX a.C. (véase Poesía
épica; Poesía). Escritos en dialecto jónico
con mezclas
eólico, la perfección de sus versos
hexámetros dáctilos indica que los poemas son la
culminación, más que el principio, de una
tradición literaria. Los poemas épicos
homéricos se difundieron en las recitaciones de cantores
profesionales que, en sucesivas generaciones, alteraron el
original, actualizando el lenguaje. Esta
tradición oral se mantuvo durante más de cuatro
siglos.
Otros acontecimientos míticos y heroicos que
no se celebran en la obra homérica o que no se narran en
su totalidad, se convirtieron en el argumento de varios poemas
épicos posteriores, algunos de cuyos fragmentos se
conservan. Un grupo de estos poemas épicos, compuestos
entre 800-550 a.C., por un número indeterminado de
poetas conocidos como poetas cíclicos, tratan de la guerra
de Troya y la expedición de Los Siete contra Tebas. Entre
los poetas épicos conocidos, casi todos posteriores, se
cuentan Pisandro de Rodas, autor de la Heracleia, que
trata de las hazañas del héroe mitológico
Hércules; Paniasis de Halicarnaso, que escribió una
obra también llamada Heracleia, de la que
sólo se conservan algunos fragmentos, y Antímaco de Colofón o Claros, autor
de la Tebas y considerado fundador de la llamada escuela de
poesía épica. Antímaco influyó
poderosamente en los poetas épicos alejandrinos
posteriores (véase, más adelante, el periodo
helenístico).
La crítica textual contemporánea
ha establecido que varias de las obras atribuidas en un principio
a Homero son de autoría posterior. Las más
tempranas son, probablemente, los llamados 34 himnos
homéricos, fechados entre el 700 y el 400 a.C., una
magnífica serie de himnos a los dioses escritos en
hexámetros dactílicos. Entre otros poemas
semejantes destaca la burlesca
Batracomiomaquia.
Poco después de Homero, el poeta
Hesíodo escribió su obra principal, Los trabajos
y los días, compuesta también en dialecto
jónico con algunas mezclas de eólico. Es el primer
poema griego que abandona la leyenda o el mito para
centrarse en la vida cotidiana, las experiencias y pensamientos
de un granjero beocio. La Teogonía, normalmente
atribuida a Hesíodo, aunque algunos críticos la
consideran posterior, narra el nacimiento del orden a partir del
caos y el de los dioses.
El dístico elegíaco se
popularizó en toda Grecia durante el siglo VII a.C. y se
utilizó en composiciones de todas clases, desde canciones
fúnebres a canciones de amor. El primer autor conocido de
elegías fue Calino de Éfeso. Otros famosos poetas
elegíacos primitivos fueron Tirteo de Esparta, Mimnermo de
Colofón, Arquíloco de Paros, Solón —el
primer poeta ateniense— y Teognis de Megara.
Se cree que el creador del verso
yámbico fue Arquíloco, que lo utilizó
ampliamente en sátiras mordaces. Solón y muchos
otros poetas también lo usaron en poemas reflexivos.
Puesto que representa los ritmos de la antigua habla griega con
mayor fidelidad que ningún otro metro, el verso
yámbico empezó a emplearse también en el
diálogo de
las tragedias, en la forma de trímetro yámbico. Las
fábulas de Esopo se escribieron originalmente en
trímetros yámbicos, aunque los textos que han
llegado hasta nuestros días datan de mucho tiempo
después (véase Fábula).
Poesía lírica
La poesía lírica procede de
canciones acompañadas de la lira, y en la antigua Grecia
había dos tipos principales, la personal y la
coral.
La lírica personal se
desarrolló en la isla de Lesbos. El poeta y músico
Terpandro, que había nacido en Lesbos pero que
vivió casi toda su vida en Esparta, está
considerado como el primer poeta lírico griego porque fue
el que antes compuso música y
poesía. La mayor parte de sus poemas eran nomos o himnos
litúrgicos en honor de Apolo, y cantados por un solo
intérprete acompañado de la lira.
Después de Terpandro aparecieron
en el siglo VII a.C. los grandes poetas de Lesbos. Los
poemas líricos de Alceo, inventor de la estrofa alcea,
hablan de temas políticos, religiosos e intimistas. Safo,
la poetisa más importante de la antigua Grecia,
creó la estrofa sáfica aunque escribió
también en otras formas líricas. Sus poemas de amor
y amistad se encuentran entre los más apasionados y mejor
trabajados de la tradición occidental. Los poetas
lésbicos, así como varios poetas líricos
posteriores de otras ciudades griegas, compusieron en dialecto
eólico.
En el siglo VI a.C., el poeta
Anacreonte escribió alegres poemas sobre el vino y el amor
en varios metros líricos; sus obras posteriores, similares
en tono y tema, se conocen como anacreónticos.
También escribió dísticos (pareados)
elegíacos, epigramas y poemas en metros
yámbicos.
La lírica coral surgió en
el siglo VII a.C. obra de poetas que escribieron en
dialecto dórico, dominante en la región de Esparta,
y que se utilizó incluso en épocas posteriores
cuando los poetas de otros lugares de Grecia adoptaban este
género lírico. Los poetas espartanos fueron los
primeros en escribir de esta forma canciones para celebraciones
públicas religiosas. Más tarde lo hicieron para
celebrar triunfos personales, como, por ejemplo, una victoria en
los juegos
olímpicos.
Taletas, que viajó de Creta a
Esparta para sofocar una epidemia con himnos corales a Apolo, fue
probablemente el primer poeta lírico coral. Le siguieron
Terpandro, que escribió tanto poemas líricos
intimistas como corales; Alcmán, autor sobre todo de
partheneia, es decir, himnos procesionales corales
cantados por un coro de doncellas y de carácter parcialmente religioso, de tono
más ligero que los himnos a Apolo; y Arión, posible
creador del ditirambo (forma poética en honor a Dioniso) y
del estilo trágico, que se utilizó ampliamente en
el drama griego. Entre los grandes escritores posteriores de
poemas líricos corales se encuentran el poeta siciliano
Estesícoro, contemporáneo de Alceo, que introdujo
la forma ternaria de la oda coral, consistente en series de
grupos de tres
estrofas; Íbico de Reggio, autor de un largo fragmento que
se conserva de una oda coral ternaria y de poemas líricos
personales eróticos; Simónides de Ceos, cuya
lírica coral incluye epinicia, u odas corales en
honor de los vencedores en los juegos
olímpicos, encomia, o himnos corales en honor a
personas concretas, y cantos fúnebres, además de
poemas líricos personales que incluyen epigramas; y
Baquílides de Ceos, sobrino de Simónides, que
escribió epinicios, de los que se conservan trece, y
ditirambos, cinco de los cuales han llegado hasta la
actualidad.
La lírica coral alcanzó su
apogeo hacia mediados del siglo V a.C. en las obras de
Píndaro, que escribió muchos poemas de este
género en todas las formas, incluyendo himnos, ditirambos
y epinicios. Se conserva cerca de la cuarta parte de su obra,
principalmente epinicios con la estructura trinaria creada por
Estesícoro. Las tragedias de la época incluyen
muchas odas corales importantes.
Otras formas
Otro género que se desarrolló
en el siglo VI a.C. fue un tipo de poema
filosófico relacionado con la épica y escrito por
filósofos griegos como Empédocles, Jenófanes
y Parménides. Los primeros textos en prosa que han llegado
hasta nuestros días datan de finales del
siglo V a.C.; los más interesantes, sin ninguna
duda, son los dedicados a la medicina
atribuidos al médico Hipócrates.
EL PERIODO ÁTICO, SIGLOS VI-IV
A.C.
El drama se desarrolló en Atenas
durante el siglo VI a.C. (véase Teatro y
arte dramático). En su forma primitiva, consistió
en un coro de hombres que cantaban y bailaban odas corales.
Más tarde, se añadió un actor que dialogaba
con el coro.
La tragedia
La tragedia, tal y como hoy se la
conoce, se cree que fue creada en el siglo VI a.C. por
el poeta ateniense Esquilo, que introdujo el papel de un segundo
actor, aparte del coro. Sus tragedias, cerca de 90, versan sobre
temas tan excelsos como la divinidad y las relaciones de los
seres humanos con los dioses. Únicamente siete de sus
obras han llegado hasta hoy, entre ellas Prometeo
encadenado, que narra el castigo de Zeus al titán
Prometeo, y la Orestiada, trilogía que retrata el
asesinato del héroe griego Agamenón por su mujer,
el de ésta por su hijo Orestes y el posterior destino de
Orestes.
El segundo de los grandes
trágicos griegos fue Sófocles. La admirable
construcción de sus tramas y la manera en
que sus temas y personajes despertaban al mismo tiempo piedad y
temor, llevaron a Aristóteles y a otros críticos
griegos a considerarle como el mejor autor de tragedias. Su
Edipo rey constituye un epítome del género
trágico. De las más de cien obras que
escribió Sófocles, sólo se conservan siete
tragedias, una obra satírica y más de mil
fragmentos. Fue el primero en introducir el tercer actor en la
escena, innovación que más tarde
adoptaría Esquilo.
Eurípides, coetáneo de
Sófocles, fue el tercer gran autor de teatro.
Escribió cerca de 92 obras, de las que se conservan 17
tragedias y una obra satírica completa, Los
cíclopes. Se le considera más realista que sus
predecesores, especialmente en la agudeza psicológica de
sus personajes, por lo que para algunos críticos es el
dramaturgo griego más moderno. Entre sus obras principales
sobresale Medea, cuyo argumento gira en torno a la
venganza llevada a cabo por la hechicera Medea contra su marido
Jasón; e Hipólito, que trata del amor de
Fedra por su hijastro Hipólito y su destino tras ser
rechazada.
La comedia
Uno de los más grandes poetas
cómicos fue Aristófanes, cuya primera comedia,
Daitaleis, hoy perdida, data del 427 a.C. Empleando
la sátira dramática, ridiculizó a
Eurípides en Las ranas y a Sócrates
en Las nubes. Estas obras representan la antigua comedia
de la literatura griega.
La comedia griega posterior se divide en
dos grupos, la comedia media (400-336 a.C.) y la comedia
nueva (336-250 a.C.). En la media, ejemplificada por las dos
últimas obras de Aristófanes, La asamblea de las
mujeres y Pluto, ambas escritas entre 392 y
388 a.C., la sátira personal y política se
reemplaza por la parodia, la ridiculización de los mitos y
la crítica
literaria y filosófica. Los principales autores de la
comedia media fueron Antífanes de Atenas y Alexis de
Thruil. Sólo se conservan fragmentos de sus
obras.
En la comedia nueva, la
sátira se sustituye por la comedia social, con tramas y
personajes cotidianos y familiares, y temas de amor
romántico. El principal autor de esta comedia nueva fue
Menandro, cuya influencia alcanzó a los dramaturgos
latinos de los siglos III y II a.C., sobre todo a
Plauto y Terencio. Se conservan una obra completa de Menandro,
El tacaño, y fragmentos de otras.
La historia
El primer historiador griego, Heródoto,
escribió una crónica de las guerras persas
(500-449 a.C.) en dialecto jónico. Su principal obra,
Historias, es apreciada por su rica información sobre la Grecia antigua,
así como por su estilo sugestivo. Tucídides fue el
primer gran escritor ático de prosa, y con su Historia
de la guerra del Peloponeso se ha ganado el título de
primer historiador crítico. Las principales obras
literarias del historiador y soldado Jenofonte fueron
Anábasis, un relato de los mercenarios griegos que
trataron de escapar de Persia; Memorabilia, una
refutación de los cargos aportados contra Sócrates,
junto con impresiones personales en forma de diálogo sobre
su carácter y su filosofía; y Hellenica, en
la que Jenofonte prosigue la historia de los griegos en el punto
en que Tucídides la dejó. Un historiador posterior,
Timeo, escribió una historia de Sicilia y se tiene noticia
de que inventó el método de
calcular el tiempo en las Olimpiadas.
La oratoria
La prosa ática alcanzó su
máxima expresión en las obras de los oradores
atenienses. Antifón, profesor de
retórica, es uno de los primeros cuyas obras se conservan.
El orador Lisias empleó un estilo sencillo y directo,
desprovisto de recursos retóricos. Se cree que
escribió un discurso para
que Sócrates lo utilizara en su proceso
(399 a.C.). Los discursos de Isócrates, por otra
parte, son obras literarias concebidas más para ser
leídas que habladas. Las obras de Demóstenes
suponen la rotunda perfección de la oratoria griega.
Empleando todos los recursos del lenguaje, creó discursos
que se convirtieron en modelos para los oradores
posteriores.
La filosofía
Los dos principales escritores de
filosofía del periodo ático fueron Platón
y Aristóteles. Platón
desarrolló ciertos aspectos de la filosofía de
Sócrates y expresó, en forma de diálogos
escritos, el pensamiento filosófico que más tarde
se denominó idealismo.
Véase también Filosofía
Griega.
Los Diálogos de Platón
no sólo son grandes obras filosóficas, sino
también obras maestras de la literatura, llenas de
poesía y dramatismo. El estilo de su prosa es uno de los
más clarividentes y bellos de la literatura griega.
Aristóteles, discípulo de Platón,
escribió un gran número de obras sobre lógica,
metafísica, ética,
retórica y política. Algunos eruditos
clásicos consideran que se trata de notas tomadas por los
estudiantes de las clases que Aristóteles daba en el
Liceo, su escuela de Atenas. De su crítica literaria
sólo se conservan fragmentos sobre la tragedia, la
poesía épica y la retórica.
EL PERIODO HELENÍSTICO,
323-146 A.C.
Tras las conquistas de Alejandro III el
Magno en el siglo IV a.C., la cultura griega
se expandió por un amplio imperio. La más destacada
entre las muchas escuelas de literatura que se crearon y la mayor
biblioteca de la
antigüedad se localizaron en la ciudad de Alejandría,
en Egipto
(véase Biblioteca de Alejandría).
La poesía
Una de las más admirables
poéticas alejandrinas pertenece a Calímaco de
Cirene, director de una escuela en Alejandría y su
principal bibliotecario. Calímaco está acreditado
como autor de más de 800 volúmenes, cada uno de
ellos con muchas obras de las que se conservan sólo seis
himnos, 64 epigramas y unas pocas elegías, además
de otros poemas. Junto con sus seguidores, perfeccionó el
empleo del
epilio, un poema corto en hexámetros con tema
épico narrativo. Además de perfeccionar el
epigrama, que más tarde adoptarían sus
discípulos romanos, desarrollaron el poema
didáctico literario y el pastoral.
El poeta siciliano Teócrito, que
escribió la mayor parte de su obra en Alejandría y
que está considerado por muchos críticos como el
más grande de los poetas alejandrinos, escribió
Idilios, una serie de poemas pastorales que fueron
imitados por sus sucesores, como Bión de Esmirna, entre
cuyos poemas conservados se encuentra el famoso Lamento por
Adonis, y el poeta también siciliano Mosco, que
escribió el poema épico Europa y
composiciones pastorales.
La prosa
Posiblemente, la obra más importante
del periodo helenístico fue realizada por sabios,
científicos y eruditos, en particular por el médico
Herófilo, el anatomista Erasístrato, los
astrónomos Hiparco de Nicea, Claudio Tolomeo y Aristarco
de Samos (el primero que sostuvo que la Tierra
giraba alrededor del Sol) y el matemático,
astrónomo y geógrafo Eratóstenes, que
midió la circunferencia de la Tierra.
EL PERIODO GRECORROMANO, SIGLO II-SIGLO IV
D.C.
Después de que los romanos
conquistaran Grecia en el 146 a.C., el historiador griego
Polibio escribió una crónica de la conquista y, un
siglo más tarde, el geógrafo Estrabón
recopiló su Geografía, un estudio
sistemático de lugares, animales y temas de
interés. A finales del siglo I y comienzos del II
d.C., Plutarco redactó sus famosas Vidas paralelas,
en las que se entremezclan biografías de griegos y romanos
famosos. Más adelante, en el siglo II d.C., Galeno,
el médico más importante de la antigüedad,
escribió obras que sentaron los fundamentos de la medicina
moderna.
Los primitivos escritores cristianos que
transcribieron y reunieron el Nuevo Testamento utilizaron una
variedad de la koiné (‘común’,
en griego), la lengua cortesana y literaria de la Grecia
helenística. El dialecto koiné es distinto del que
emplearon los escritores griegos clásicos y sus
continuadores, los llamados aticistas, el mejor de los cuales fue
el satírico Luciano, autor de Diálogos de los
muertos, Diálogos de los dioses y sus
cómicas Historias verdaderas.
Según los eruditos modernos, el
prototipo de la novela se
desarrolló probablemente en Grecia antes del
siglo II d.C. Se cree que los fragmentos más
importantes que se conservan de una primitiva novela griega, los
de la llamada Romance de Ninos, y que tratan del amor de
Ninos, fundador legendario de Ninevoli, son del
siglo I a.C. Se conservan cinco novelas griegas
completas que se escribieron después del año
100 d.C. y antes del 300 d.C.: Caritón,
considerada como la primera de las cinco; Etiópicas o
Teágenes y Cariclea (de principios del
siglo III d.C.), del hábil escritor Heliodoro de
Emesa; Dafnis y Cloe, de Longo, el más conocido y
probablemente el mejor de estos novelistas;
Efesíacas (o Antea y
Habrócomes, sus protagonistas), de Jenofonte de
Éfeso, el menos dotado; y Leucipa y Clitofonte
(anterior al año 300 d.C.) de Aquiles Tacio,
considerada la última de las cinco. Todas narran historias
de amor y aventura en las que matrimonios o amantes virtuosos son
separados y, tras afrontar múltiples peligros, acaban por
reunirse.
La filosofía estoica (véase
Estoicismo) estuvo representada por los escritos de Epicteto y
Marco Aurelio Antonino; los neoplatónicos
(véase Neoplatonismo) tuvieron su mejor
representante en Plotino.
Algunos de los mejores versos de este
periodo son los epigramas anónimos de la
Antología griega, recopilación de
poesía y prosa griegas que cubre casi 2.000 años;
se compone de dos libros reunidos en los siglos X y XIV
d.C., que se conocen, respectivamente, como la
Antología Palatina y la Antología
Planudean.
EL PERIODO BIZANTINO, DE MEDIADOS DEL SIGLO IV AL
XV
Desde el comienzo del reinado de
Constantino en el año 323 d.C., hasta la caída
del imperio Oriental en 1453, la literatura griega careció
del carácter homogéneo de los periodos primitivos y
estuvo muy influenciada por elementos tanto latinos como
orientales. La mayor parte de los escritos de esta época
son teológicos y atacan las diversas herejías que
surgieron durante el primer milenio de la era cristiana.
Así, san Atanasio arremetió en el siglo IV
contra el arrianismo y, más tarde, Anastasio de
Antioquía y León de Bizancio (siglo VI)
atacaron a los monofisitas. Los padres capadocios (san Basilio de
Cesarea, san Gregorio de Nisa y san Gregorio de Nacianceno)
fueron importantes escritores y teólogos, y sus ideas
tuvieron una gran repercusión. En el siglo VIII, el
último de los grandes teólogos griegos, san Juan de
Damasco, escribió obras polémicas contra los
iconoclastas (véase Iconoclasia), así como
uno de los primeros libros del dogma cristiano, La
fundación del conocimiento. Simeón Metafrastes
destaca como editor de los Hechos de los mártires,
en los que revisa y compara relatos anteriores de la vida de los
santos. Romanus Melodus y los primeros padres de la Iglesia
compusieron numerosos himnos, sobre todo san Gregorio de Nicianzo
y Cosmas de Jerusalén.
La influencia eclesiástica hizo que
decayera la literatura secular. Sin embargo, hubo un importante
poema histórico y legendario, la notable epopeya popular
Digenes Akritas (siglos X-XI), que fue difundido por
transmisión oral hasta que se escribió (se
conservan textos de los siglos XV y XVI).
También son importantes desde un punto
de vista literario los historiadores, críticos y
filósofos bizantinos. Cabe destacar entre los
historiadores a Procopio, el emperador Constantino VII
Porfirogéneta, Miguel Pselo, Ana Comneno, Georgius
Pachymeres y Juan VI Cantacuzene. El más
significativo de los críticos fue Focio, cuyos
epítomes de 280 obras clásicas, que todavía
existían en el siglo IX, nos han permitido conocer lo
que de otra forma podría haberse perdido para siempre. En
el siglo XII, Eustaquio de Tesalónica escribió
un comentario sobre las obras de autores clásicos, entre
los que se encontraban Hesíodo, Píndaro y los
trágicos griegos. Entre los filósofos bizantinos
destaca Georgio Gemisto Pletho, que introdujo la filosofía
platónica en el renacimiento italiano.
EL PERIODO MODERNO
La cuarta Cruzada, emprendida en 1204,
provocó una horda de invasores francos que se
establecieron en el centro y sur de Grecia adoptando
títulos como duques de Atenas o barones de Tebas
(véase Cruzadas). Como resultado de esta
ocupación, apareció una importante obra literaria,
La crónica de los Morea (siglo XIV), un largo
poema épico en verso griego, que probablemente fue escrito
por un francés de habla griega. El poema es importante por
la belleza de su poesía, su fuerza dramática y el
fácil fluir de un idioma coloquial vivamente
descriptivo.
A mediados del siglo XV, los turcos
otomanos conquistaron el Imperio
bizantino y el resto de las colonias francas en Grecia, por
lo que la literatura griega se eclipsó. Hasta el final del
siglo XVIII sólo siguió cultivándose en
la periferia del mundo griego, lejos del Imperio
otomano.
Escritos cretenses
Creta, dominada por los venecianos, fue
el centro literario de Grecia durante los siglos XVI y XVII.
Los dramas que se escribieron en este periodo, como
Erofili, de Yeoryos Jortatsis, imitaron ampliamente los
modelos italianos. Dos de las obras cretenses más
importantes aparecieron en este periodo, ambas en griego
demótico o coloquial: el poema romántico
Erotócritos, de Vitsentzos Cornaros, hoy elevado
por algunos a poema épico nacional, y el Sacrificio de
Abraham (1635), un drama psicológico de relaciones
familiares, de autor desconocido, quizá Cornaros. En esta
época se escribió un gran número de
canciones populares, incluyendo el poema pastoril La bella
pastora, del que se publicó una famosa versión
en 1627. La composición de este tipo de canciones fue
abundante en Chipre y en las islas egeas.
La floreciente escuela cretense se
extinguió en el siglo XVII con la conquista de la
isla por los turcos. Las baladas de los cleftes, sin
embargo, sobrevivieron hasta el siglo XVIII; se trata de las
canciones de los combatientes griegos de las montañas que
sostuvieron una guerrilla contra los turcos.
Griego clásico frente a
demótico
Hacia finales del siglo XVIII, los
sueños de libertad se
convirtieron en un objetivo para
el pueblo griego. Los patriotas y los poetas escribían
copiosamente, en medio de un problema lingüístico que
afectó a la literatura griega durante décadas. Bajo
la dominación turca, la Iglesia se encargó de
la
educación. La enseñanza era conservadora y el lenguaje
utilizado mantuvo formas antiguas del griego bizantino. Muchos de
los patriotas griegos que escribían en el extranjero,
pensando que la antigua Hellas estaba a punto de alzarse de sus
cenizas, obligaron al idioma moderno a adoptar modelos antiguos.
Adamantios Coraís, un experto clasicista que vivía
en París, propuso el uso de una lengua combinada que no
fuera ni antigua ni moderna.
La dicotomía de la lengua se
puede seguir fácilmente a través de la
poesía. Desde la edad media floreció una rica
poesía popular que se transmitió oralmente. Estaba
escrita en griego demótico, lengua natural para la
narrativa y el verso lírico. Sin embargo, en el
siglo XVIII, algunos poetas retomaron la tradición
clásica. Entre ellos se encontraban Constantinos Rigas y
Iacovakis Risos Nerulos. En el siglo XIX varios poetas
continuaron la tradición clásica, como
Aléxandros Risos Rangavis, poeta, historiador y novelista.
En el siglo XIX los poetas tendieron cada vez más a
emplear el griego demótico, más expresivo, y
durante décadas se vivió una feroz controversia.
Actualmente se emplea el griego demótico en la literatura,
mientras que para la escritura técnica y científica
se utiliza otra forma de griego más
clásico.
La literatura del movimiento de
liberación
En las primeras décadas del siglo
XIX la literatura, sobre todo la poesía, fue en su mayor
parte patriótica. Los versos entusiastas del líder
de la escuela jónica de poesía, Dionisios
Solomós, animaron a la nación
a liberarse del cautiverio turco. Su admirable Himno a la
libertad (1823) se ha convertido en el himno nacional griego.
Posiblemente, el mejor poeta de la escuela jónica fue
Andreas Calvos, un gran erudito clásico, autor de
emocionantes poemas, escritos en una lengua original, mezcla de
demótico y de arcaísmos, en cuya armoniosa textura
resuenan los antiguos himnos griegos.
Cuando Grecia alcanzó la independencia
en 1832, la literatura cobró un renovado vigor, expresando
el espíritu de un pueblo muy cohesionado. Entre los
narradores del siglo XIX más importantes destacan
Emmanuel Roídis, satírico, crítico literario
e importante traductor de autores ingleses y franceses, cuya
primera obra fue la novela Pápisa Ioana (1865).
Aléxandros Papadiamandis, novelista y autor de cuentos,
trazó retratos líricos de la vida de los pueblos y
escenarios isleños. Su obra carece por completo de
influencias foráneas. En 1913, se publicó una
recopilación de sus mejores historias, Orillas rosas. Otro
autor de inspiración griega pura es el escritor
jónico de cuentos Aryiris Eftaliotis. Su obra más
conocida es Historias isleñas, 1897.
Entre los poetas del siglo XIX
del periodo posterior a la liberación destacó
Aristotelis Valaoritis, famoso por el vigor de sus imágenes
descriptivas en griego demótico. Otro importante autor de
este periodo, el poeta simbolista Ioannes
Papadiamandópulos, escribió en francés con
el nombre de Jean Moréas y ejerció una influencia
considerable en poetas jóvenes, como Constandinos
Hadsópulos, también un gran escritor de
ficción, y Miltiades Malacasis, que empezó su
carrera escribiendo en francés pero pronto volvió
al griego. También destaca Yeoryos Suris, un gran
satírico político en la mejor tradición de
Aristófanes. Suris publicó en verso un diario
semanal que constituye un vivo y cáustico comentario de
los asuntos públicos.
Los primeros dramaturgos griegos importantes
del siglo XIX, Dimetrios Vernadakis y Spiridon Vasiliadis,
escribieron a la manera clásica. Ioannis Cambisis
escribió en lengua vernácula dramas realistas y
satíricos sobre la vida ateniense. Influenciado por el
realismo ruso,
el novelista y autor de teatro Spiros Melas escribió los
dramas Hijo de la sombra (1907) y La casa en ruinas
(1908). Las obras de Grigorios Xenópulos, especialmente
Stella Violanti (1909), denotan la influencia del
dramaturgo noruego Henrik Ibsen.
Poesía moderna
Uno de los poetas más
populares de la primera parte del siglo XX fue Yeoryos
Drosinis. Drosinis empezó escribiendo en dialectos
literarios, pero más tarde adoptó y propugnó
el empleo de la lengua vernácula. Entre sus libros de
poemas destacan Tinieblas luminosas (1915) y
Párpados cerrados (1917).
Coetáneo de Drosinis, Kostís
Palamás está catalogado por los críticos
como uno de los poetas más importantes de Europa; algunos
de sus mejores poemas están en el libro Vida
inamovible (1904). Su largo poema La flauta del rey
(1910) relata episodios de la historia bizantina. Su obra
maestra, el poema épico El dodecálogo del
zíngaro (1907) expresa las esperanzas y aspiraciones
del pueblo griego.
En general, los críticos
están de acuerdo en que Constandinos Cavafis es la gran
figura literaria de la Grecia moderna. Su obra cuenta con el
reconocimiento mundial. Nació y vivió la mayor
parte de su vida en Alejandría (Egipto). A comienzos del
siglo XX, antes de la ocupación inglesa, la ciudad
era el centro de la cultura griega, y este ambiente
conforma el escenario de sus nostálgicos poemas
históricos. Tanto sus poemas eróticos como los que
evocan las conmovedoras tragedias humanas de la antigüedad
están henchidos de una melancolía que recuerda a
Charles Baudelaire. "Voces", (anterior a 1911), por ejemplo, es
un impresionante poema sobre el emperador romano Nerón,
que yace dormido mientras las furias se acercan acosando al
malvado. Cavafis escribe sus versos en una armoniosa y
lírica mezcla de griego demótico y
literario.
También es digno de mención
Ánguelos Sikelianós, cuya poesía muestra
influencias de Píndaro. Fue uno de los primeros poetas
griegos en escribir en verso libre demótico, que recuerda
mucho el estilo de los antiguos poemas líricos y odas
corales. Entre sus mejores obras cabe citar Aphierosi
(1922), el drama poético Cristo en Roma (1946),
Muerte de Diyenís Acritas (1948) y Vida
lírica (3 vols., 1947), una recopilación de
poemas líricos. Junto con su esposa de origen
estadounidense, Eva Palmer (1885-1952), Sikelianós
organizó el Festival Délfico en Atenas y la
impresionante producción y dirección de las obras de Esquilo en el
santuario de Apolo en el monte Parnaso.
Prosa moderna
Uno de los escritores griegos del
siglo XX más conocidos internacionalmente fue Nicos
Kazantzakis, novelista y poeta de Creta, cuya obra, escrita en su
mayor parte con su propia adaptación del dialecto
cretense, ha sido traducida a varios idiomas. La más
famosa es Odisea (1938), largo poema épico que
comienza donde termina la Odisea de Homero. Entre sus
novelas más populares y traducidas, están Zorba
el griego (1943), que más tarde inspiró una
película (Michael Cacoyannis, 1964) y un musical, y La
última tentación de Cristo (1948),
también llevada al cine por
Martin Scorsese en 1988.
Otro de los escritores que también
contribuyeron a elevar la literatura de este periodo es
Ilías Venesis, un maestro del estilo y de la
descripción realista, autor de Calma (1939) y
Tierra de Eolia (1943). Stratis Mirivilis, novelista de un
gran encanto romántico, escribió Maestra de ojos
dorados (1932), sobre la I Guerra Mundial,
Llamas pequeñas (1942) y La virgen de la
sirena (1955). Pandelis Prevelakis, dramaturgo, novelista,
ensayista, poeta y antiguo seguidor de Kazantzakis,
escribió obras dramáticas como En las manos de
un Dios vivo (1955) y Dos dramas cretenses (1971); su
poesía completa se publicó en 1969. Cosmás
Politis, un consumado estilista que combina el romanticismo del
siglo XIX con la realidad del siglo XX, ha demostrado
ser un idealista con una honda perspicacia sobre los personajes
femeninos. Entre sus novelas más importantes se encuentran
El limonar (1928), Hekate (1933) y Eroica
(1938). Yorgos Zeotocás, novelista y dramaturgo, fue
durante un tiempo director del Teatro Nacional de Grecia. Entre
sus obras destacan El demonio (1938), un análisis del temperamento griego moderno,
la novela Leonís (1940) y dos volúmenes en
los que recopila sus obras de teatro (1944 y 1947). Uno de los
escritores griegos contemporáneos más importantes
es I. M. Panayotópulos, poeta, novelista, ensayista,
crítico de literatura y arte, y cronista de sus viajes. Entre
sus más de treinta libros publicados destaca
Cautivo (1951), una historia que transcurre entre los
días anteriores a la guerra y la ocupación alemana
en Grecia.
Tendencias posteriores a la II Guerra
Mundial
Durante la II Guerra Mundial y toda
la posguerra, muchos escritores reflejaron la
participación del pueblo griego en la lucha por su
supervivencia. Zemos Cornarós describe en Haidari
(1946) los intentos de los soldados alemanes durante la
II Guerra Mundial por romper la moral de
los prisioneros griegos. Se escribieron otras obras documentales
de gran valor
literario sobre la resistencia
griega, así como varios poemas patrióticos sobre la
guerra civil.
Entre los novelistas que continuaron la
obra de Nicos Kazantzakis después de su muerte en 1957, se
encuentran Vassilis Vasilicós, autor de más de
veinte novelas. La más conocida es Z (1966),
traducida a muchos idiomas y llevada al cine por Costa-Gavras,
con guión de Jorge Semprún. La obra trata del
asesinato del senador izquierdista Lambrakis y es una condena de
las tácticas violentas de políticos y militares que
propiciaron el golpe de Estado
de los coroneles en Grecia en 1967, promovido por Georgios
Papadopoulos.
En la década de 1950 varios
novelistas comenzaron a alejarse del tema de la guerra y sus
consecuencias. Stratis Tsírcas describió la vida de
los griegos exiliados en Egipto en su trilogía Ciudades
a la deriva, que incluye El Club (1960),
Ariagni (1962) y El murciélago (1965).
Antonis Samarakis escribió sobre individuos atrapados bajo
la presión de
la sociedad
moderna, como en El fallo (1965). Galatia Sarandi se
enfrenta a la angustia psicológica actual de las mujeres y
Nestoras Matsas ha escrito sobre los judíos
griegos durante la guerra.
Terminada la guerra surgió en
Grecia un vigoroso grupo de poetas. Su modernismo no
perjudicó, sino que más bien enriqueció y
continuó la antigua tradición de sentimiento
nostálgico, que se expresa en renovadas formas. Yeoryos
Seferis, cuyo simbolismo evocador, serena sugerencia y pincelada
nostálgica despiertan el pensamiento y las emociones,
ganó el Premio Nobel en 1963. El zorzal (1914) es
una de sus obras más significativas. La primera obra de
Yannis Ritsos, Tractor, data de 1934, y en 1961
reunió en dos volúmenes sus obras. Más
recientes son sus poemas Dieciocho canciones llanas de la
patria amarga (1974). Odiseas Elitis, nacido en Creta, pintor
y traductor además de poeta, es uno de los pocos
surrealistas de la literatura griega. Su tema principal es la
redención de los seres humanos a pesar de todos los
obstáculos; su obra transmite la luz especial y
los aspectos arquitectónicos del paisaje griego. Sus obras
principales incluyen El sol primero (1943) y Dignum
est (1959), título sacado de las primeras palabras de
un salmo. En 1979 le fue concedido el Premio Nobel.
El teatro, que no se cultivó
hasta el final de la II Guerra Mundial, empezó a
revalorizarse a partir de la década de 1950. En contraste
con las tragedias de Sikelianós y Kazantzakis, inspiradas
en la antigüedad y en la época bizantina, las obras
de los jóvenes escritores abordan los problemas de
la actualidad.
Literatura hebrea, literatura escrita por
judíos en hebreo, y por extensión, algunas obras
teológicas y científicas traducidas del hebreo por
eruditos judíos. Existe desde el siglo XII a.C.
El hebreo era la lengua literaria
principal de los judíos hasta el siglo XIX, momento en que
empezaron a utilizar las lenguas europeas para escribir obras de
erudición judía, y el yidish se convirtió en
vehículo de expresión literaria. Para los escritos
de los autores en yidish, véase Literatura yidish.
Desde que el hebreo se convirtió en lengua oficial de
Israel, en 1948,
se han escrito en este idioma muchas obras tanto de
ficción como de no ficción.
LAS ESCRITURAS
La literatura hebrea se puede dividir
cronológicamente en doce periodos. La literatura hebrea
antigua está formada principalmente por el Antiguo
Testamento y los tres primeros periodos de la literatura
estuvieron dedicados a la redacción de varias partes del Antiguo
Testamento. En el primer periodo, que se extiende desde los
primeros tiempos hasta el año 950 a.C., se
escribió casi toda la parte poética del Antiguo
Testamento. Entre los siglos X y VI a.C. se pusieron por escrito
los libros que integran el Pentateuco o Torá, quedando
así fijados unos textos que —al igual que en el
resto del Antiguo Testamento— se habían venido
trasmitiendo oralmente de generación en generación.
Conviene recordar, no obstante, que los manuscritos más
antiguos conservados son de época muy posterior. Al
segundo periodo (c. 950-586 a.C.) pertenecen la mayor
parte de narraciones históricas relativas a los reinos de Israel
y Judá, algunos de los Salmos, y los oráculos de
algunos profetas. Durante el tercer periodo (586-165 a.C.)
se escribieron los libros conocidos en la biblia hebrea como
ketubim (hagiógrafos),
específicamente Eclesiastés, Job, Proverbios, y
gran parte de los Salmos. Muchos escritos apócrifos
(deuterocanónicos según la denominación en
las biblias católicas) también pertenecen a esta
época y gran parte del Antiguo Testamento fue traducido
del hebreo al griego por eruditos judíos residentes en
Egipto (véase Biblia).
En el cuarto periodo (165 a.C.-135 d.C.),
el Midras, que se había empezado a escribir durante la
cautividad de Babilonia, se dividió en dos partes, la
Halajá y la Hagadá, por medio de las cuales se
trataron temas teológicos y éticos, utilizando
historias y anécdotas. Entre otras obras de esta
época hay que citar los Escritos apocalípticos del
Antiguo Testamento, incluidos los atribuidos a Moisés, al
profeta Daniel, al patriarca Enoch, y al predicador y reformista
Esdras; los Manuscritos del Mar Muerto, atribuidos a la comunidad
monástica de los esenios; y los escritos del historiador
Flavio Josefo. A este periodo pertenecen los targumim o
versiones del Antiguo Testamento al arameo, idioma de uso
común entre los judíos de esa época.
Véase también Targum.
EL TALMUD
El mayor logro durante el quinto periodo
(135-475) fue el Talmud. Se terminó la versión
conocida como el Talmud de Palestina y comenzó a
elaborarse la versión más importante del llamado
Talmud babilónico. En el sexto periodo (470-740) se
terminó el Talmud babilónico, se reunieron las
primeras narraciones denominadas Haggadot (plural de
Hagadá) y se creó la Masora, es decir, las
anotaciones realizadas por ciertos rabinos al texto hebreo de las
Escrituras.
En el séptimo periodo (740-1040),
se recopilaron los primeros libros hebreos de oraciones
(c. 880), y se escribió el primer diccionario
del Talmud (c. 900). En esta época apareció el
Séfer ha-Mitzwot (El libro de los Preceptos), que
pregonaba la vuelta a las Escrituras, escrito aproximadamente en
el 770 por Anán ben David, fundador de la secta
judía de los caraítas. Otro escritor importante del
noveno periodo fue Saadia ben Josef ha-Gaón, autor de
importantes obras teológicas y de una versión de
gran parte de la Biblia hebrea al árabe, así como
de diversas obras poéticas. Los grandes centros de la
cultura judía estuvieron, a principios de este periodo, en
el Norte de África y posteriormente se desplazaron hacia
occidente, alcanzándose en la España
medieval la edad de oro de la literatura poética,
científica y religiosa de los judíos.
En el décimo periodo (1492-1755)
teólogos, filósofos, como Baruch Spinoza,
historiadores, matemáticos, poetas, comentaristas de la
Biblia y lexicógrafos judíos escribieron muchas
obras en hebreo y en lenguas europeas.
El undécimo periodo (1755-1880)
destaca por la obra de Mosé Mendelssohn, que con sus
esfuerzos por dar a conocer la cultura occidental a los
judíos de Europa Central, inició un movimiento
conocido por la Haskalá (Ilustración). Retractor del uso del yidish,
Mendelssohn y sus seguidores fomentaron el uso del hebreo,
así como el de las lenguas europeas de los países
donde residían sus correligionarios. Una de las primeras
revistas literarias modernas en hebreo, Meassef (El
Coleccionista) fue publicada por el círculo de
Mendelssohn. Entre otros eruditos hebreos de esta época
cabe destacar al filósofo nacido en Ucrania Nachman
Krochmal, cuya obra principal fue, Moré Nevujé
ha-Zman (1851, Guía para los perplejos de nuestro
tiempo).
ESCRITORES JUDÍOS EN LA ESPAÑA
MEDIEVAL
Entre el séptimo periodo y el
octavo (1040-1204) destacaron tanto en los reinos cristianos como
en al-Andalus muchos escritores judíos. En este ambiente
cultural, el más elevado del mundo occidental de esos
siglos, se sientan las bases de la poesía hebrea
moderna.
Menahem ben Sarug (910-970), nacido en
Tortosa, y Dunas ibn Labrit, poeta andalusí, fueron los
máximos representantes de sendas escuelas gramaticales.
Discípulo del segundo fue Samuel ibn Nagrella (993-1055),
notable poeta que llegó a ser visir de Granada.
Filósofo y poeta notabilísimo fue Selomó ibn
Gabirol (1020-1058), que desarrolló su actividad en
Zaragoza. Allí vivió también el
filósofo y poeta Bahya ibn Paguda (1040-1110).
Coetáneos suyos fueron los dos grandes poetas Moshé
ibn Ezra (1055-1135) y Yehuda ha-Leví. Grandes
polígrafos fueron Abraham ben Meir ibn Ezra (1092-1167) y
Maimónides, quienes dejaron muestras de su
erudición en el campo del derecho, la filosofía,
las matemáticas o la medicina. A
Maimónides se debe una obra capital en el
campo de la filosofía y la religión
judías, la Guía de los perplejos, escrita
inicialmente en árabe y más tarde traducida al
hebreo.
OTROS ESCRITORES EUROPEOS
El noveno periodo (1204-1492)
también incluye destacados estudiosos en España,
aunque el centro cultural se desplaza hacia Portugal, Provenza,
Italia y Alemania. Los
tratados filosóficos y éticos fueron sustituidos
por escritos místicos, entre los cuales destacó la
gran obra cabalística del siglo XIII, el Zohar (el
nombre completo es Séfer ha-zohar, "Libro del
esplendor"), obra capital de la Cábala, formada por una
amplia serie de estudios esotéricos sobre la Biblia. Se
atribuye al doctor español Mois de León
(1250-1306). Los primeros libros que se imprimieron en hebreo,
fueron publicados en Italia; Joshua Soncino, miembro de una gran
familia de
editores judíos nacidos en Italia, imprimió la
primera Biblia hebrea completa en (1488). Unos veinte años
después, el editor holandés cristiano Daniel
Bomberg fundó una editorial hebrea en Venecia y
publicó las primeras ediciones completas tanto del Talmud
palestino como del babilónico. A partir de la
expulsión de los judíos de España (1492), la
brillante cultura sefardí verá el ocaso de su
esplendor, siendo sustituido por el florecimiento
asquenazí centroeuropeo, especialmente en el campo
jurídico-religioso.
ESCRITORES MODERNOS
El periodo duodécimo (1880 hasta
el presente), se ve marcado, al principio, por la continuidad de
la Haskalá y la vuelta al uso de temas profanos, y por
último por la literatura hebrea de Israel. El sionismo,
que surgió a finales del siglo XIX, fomentó un
interés renovado por el hebreo hablado y escrito, en
especial entre los judíos de Europa Oriental. El primer
periódico hebreo, ha-Yom (El
Día), apareció en 1886; entre varias
publicaciones periódicas estuvo ha-Sahar (La
Aurora), una revista
literaria fundada en Viena en 1868 y editada por el escritor de
origen ruso Peretz Smolenskin. En esta revista apareció,
por primera vez, en entregas, la gran novela
semi-autobiográfica de Smolenskin ha-To’eh
Be-Darjei ha-Hayyim (3 volúmenes, 1868-1870, El
caminante por los senderos de la vida). El principal poeta de
la Haskalá fue Judah Leib Gordon, nacido en la actual
Lituania. Su obra, escrita en ocasiones en hebreo bíblico
y otras en un hebreo más actual, aportó un nuevo
estilo poético. Algunos escritores de ficción,
influidos por la Haskalá, pasaron del uso del yidish al
hebreo; uno de ellos fue Mendele Mokher Sefarim (seudónimo
de Shalom Jacob Abramowitz). Las novelas del ‘Abuelo
Mendele’, que describían la vida cotidiana en el
gueto, han mantenido su popularidad en el siglo XX.
Entre las contribuciones más
importantes del renacimiento hebreo cabe destacar la obra de tres
escritores de origen ruso, de la misma generación, Hayyim
Nahmán Bialik, Saul Tchernjovski, y Zalman Shneur. Bialik,
poeta, ensayista e intérprete del legado judío, fue
también traductor de clásicos europeos, como por
ejemplo de Don Quijote. A pesar de que buena parte de la
poesía de Tchernjovski habla de los dioses de la
antigüedad en términos casi paganos, otras obras
suyas hacen un retrato idílico de la vida popular
judía. Shneur hace, en su poesía y su prosa, un
llamamiento a su pueblo para que vuelva a los valores
espirituales.
El establecimiento de los judíos en
Palestina dio un gran ímpetu y actuó como una nueva
guía para la literatura hebrea. Sin embargo, la prosa de
los primeros inmigrantes seguía emocionalmente ligada al
pasado. Joseph Hayyim Brenner, novelista, autor de relatos cortos
y crítico literario, que se asentó en Palestina en
1908, hacía hincapié en el sentido trágico
de la vida y en la búsqueda de una fe capaz de ofrecer
alivio frente a la desesperación. Las primeras obras de
Shmuel Yosef Agnon describen la vida judía en los
shtetls, o asentamientos en la Europa Oriental; pero a
partir de 1948, escribió sobre la vida de los pioneros de
las comunidades en Palestina. Hayyim Hazaz fue a Palestina en
1931; sus obras incluyen historias del periodo bíblico,
así con la novela Ha-Yoshevet ba-Gannim (1944) que
narra la vida de los judíos yemeníes en la tierra
de Israel. Al contrario que en la prosa, la poesía de esta
primera generación trató temas más
relacionados con la vida moderna. Los versos de Rachel Bluwstein,
nacida en Ucrania, cantan su amor por Palestina; la mayor parte
de su obra se ha musicalizado. La poesía de Uri Zvi
Greenberg trata temas cotidianos. Nathan Alterman, nacido en
Varsovia, llegó a Palestina en 1925. En un principio
siguió la corriente del simbolismo francés y
pasó del abundante uso de imágenes y rimas
disonantes a un lenguaje y estilo más sencillos en obras
tales como Ir Hayoná, (La ciudad de la
paloma, 1957), además de abordar temas
políticos.
Las obras de los primeros escritores
ya nacidos en Israel, siguieron mostrando la dualidad de sus
inquietudes. Inspirados en su pasado judío, escribieron
también sobre las promesas y problemas de la nueva tierra
y sobre la identidad
judía. Entre estos escritores se cuenta Moshe Shamir,
novelista y dramaturgo, entre cuyas novelas se incluyen Un rey
de carne y hueso (1954) y Atravesó los campos
(1969).
A partir de 1950 la literatura
israelí, al igual que la de Occidente, se preocupó
más por el individuo y
sus problemas de soledad y alienación. El famoso novelista
Amos Oz describió en Mi marido Mikhael (1968) la
depresión de una joven ama de casa. Como
consecuencia de la guerra de los Seis Días acaecida en
1967, volvieron a cobrar importancia en la literatura
israelí los temas nacionales. De esta manera, en La
colina del mal consejo (1976) Oz mezcla la realidad y la
ficción en una historia sobre los ideales que llevaron a
la revolución israelí. Una obra
anterior, Tocar el agua, tocar
el viento (1973) aborda, simbólicamente, el tema de la
huida del personaje central, primero del Holocausto
europeo y luego de la guerra de 1967. Tranquilidad
perfecta (1982), describe el conflicto
generacional en una familia residente en un kibutz, a mediados de
los años 60. La obra histórica Las voces de
Israel (1982) aporta un estudio compasivo, pero al mismo
tiempo objetivo de su país.
La obra de Aharon Appelfeld, que
llegó a Israel en 1947, evoca el Holocausto y sus propias
experiencias infantiles en Europa Central. Huir, intentar
esconderse y esforzarse por borrar el pasado son los temas
principales de sus relatos breves y de varias de sus novelas.
Entre estas últimas se cuentan, Badenheim 1939
(1980), Tzili: Historia de una vida (1982), y La
piel y la
camisa (1971), obras de gran éxito.
En la poesía israelí contemporánea
cabe destacar la poesía de Yehuda Amichai, en sus obras
Ahora y antes (1955), El jardín
público o Amen (1977). Su novela Ni de
aquí ni de ahora (1964) relata la vida de un
arqueólogo israelí que debe reconciliar su pasado
judeoalemán con sus actuales crisis tanto
personales como políticas.
Son también notables sus relatos breves. Otros dos poetas
notables son Amir Gilboa y T. Carmi. Gilboa se trasladó de
Ucrania a Palestina en 1937. Utilizando motivos bíblicos y
simbólicos, describe uno de sus temas más
repetidos: la destrucción del mundo judío europeo.
Carmi (seudónimo de Carmi Charney) nació en Nueva
York y se estableció en Israel en 1947. Su poesía,
perfectamente estructurada y rítmica, mezcla frases
coloquiales hebreas con citas bíblicas.
Literatura india, literatura escrita en las
distintas lenguas de la India, así como en las de
Pakistán (véase Lenguas indias). Para
más información sobre literatura escrita en la
lengua clásica (véase Literatura
sánscrita).
La tradición literaria india es
principalmente poética y esencialmente oral. Las primeras
obras se concibieron para ser cantadas o recitadas y de este modo
se transmitieron de generación en generación antes
de ser escritas. Así, los textos conservados pueden ser
varios siglos posteriores a su fecha de composición. Por
otro lado, habida cuenta de que gran parte de la literatura india
es de carácter religioso, o se trata de una recreación
de historias extraídas de las dos grandes epopeyas
escritas en sánscrito el Ramayana y el
Mahabharata y los textos mitológicos conocidos como
Purana, sus autores son a menudo desconocidos. Los detalles
biográficos de las vidas de los primeros escritores indios
sólo aparecen en historias y leyendas muy
posteriores, por lo que cualquier intento de establecer una
historia de la literatura india suscita más preguntas que
respuestas. Por lo general se sabe mucho menos de un poeta indio
que murió a principios del siglo XIX que del poeta
medieval español Jorge Manrique o el poeta latino
Virgilio.
INFLUENCIAS LINGÜÍSTICAS Y
CULTURALES
Gran parte de la literatura india
tradicional se inspira en cuanto a su forma y su temática
no sólo en la tradición sánscrita, sino
también en los textos budistas y jainíes escritos
en pali y otras lenguas prácritas (dialectos medievales
del sánscrito). Esto es válido tanto para la
literatura dravídica del sur como para la literatura
escrita en las lenguas indoeuropeas del norte. Las sucesivas
invasiones persas y turcas, que comenzaron en el siglo XIV,
provocaron que, alrededor de 1700, la mayor parte de la India
estuviese gobernada por los musulmanes. La influencia de las
culturas islámica y persa (véase Literatura
persa) es mayor en la literatura escrita en urdu, si bien en
otras literaturas se aprecian importantes tendencias
islámicas, especialmente en los textos escritos en
bengalí, gujarāti y cachemir. A partir de 1817,
cuando casi todo el país quedó bajo control
británico, se establecieron nuevos valores
literarios que siguen prevaleciendo en la actualidad.
LA TRADICIÓN TAMIL
Los únicos textos indios
claramente anteriores a la influencia del sánscrito
clásico son los escritos en lengua tamil. Durante cierto
tiempo se pensó que las antologías de poesía
profana sobre el amor y la guerra, así como el estudio de
gramática y estilística
Tolkappiyam (composición antigua), eran muy
antiguos. Hoy se cree, sin embargo, que datan como mucho de los
siglos I-V d. C. Posteriormente, entre los siglos VI y XIX, se
compusieron poemas religiosos en tamil, considerados a menudo
como los primeros ejemplos de la tradición bhakti
(véase más abajo). En algún momento sin
precisar, entre los siglos II y V, se escribieron dos largos
romances en verso (también llamados epopeyas) en lengua
tamil: Cilappatikaram (La ajorca de oro), de Ilanko
Atikal; y su secuela Manimekalai (El cinturón de
piedras preciosas), una obra budista escrita por
Cattanar.
LITERATURA INDIA MEDIEVAL
Las primeras obras literarias compuestas
en las principales lenguas de la India datan por lo general de
1200. Todas las obras anteriores a esta fecha son creaciones en
las lenguas literarias: el sánscrito o algún
prácrito del norte, o en tamil, en el sur
dravídico.
Influencia de la épica
sánscrita
A lo largo de este primer
periodo, que concluyó en torno a 1500, la mayor parte de
la producción literaria en todas las lenguas de la India
estaba formada por versiones de historias extraídas de las
epopeyas en sánscrito y los Purana. Muchas de las
versiones del Ramayana, el Mahabharata y el
Bhagavata-Purana, escritas en las distintas lenguas
vernáculas y aún presentes en la formación
de los lectores indios, datan de este periodo. Por ejemplo, la
primera obra literaria en malayalam, una versión del
Ramayana, data de alrededor del siglo XIII.
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