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Alquimia política. Hacia una teoría moderna del Discurso




Enviado por azonaim



    1. Orígenes del
      Discurso
    2. La estructura y
      composición del Discurso
    3. Análisis del
      Discurso
    4. Ideas finales
    5. Referencias bibliográficas
      generales

    El Discurso, en su sentido más amplio,
    es teoría y práctica de la elocuencia, sea hablada
    o escrita. El Discurso hablado es la oratoria; las
    reglas que rigen toda composición o discurso en prosa que
    se propone influir en la opinión o en los sentimientos de
    la gente y, en tal sentido, es una forma de la propaganda. Se
    ocupa, pues, de todos los asuntos relacionados con la belleza o
    vigor del estilo.

    El Discurso se ocupa de los principios
    fundamentales que tienen que ver con la composición y
    enunciación de la oratorio, teniendo como partes
    fundamentales: inventio (del verbo invenire,
    encontrar o definir el tema del que se va a hablar);
    dispositio (disposición de las partes);
    elocutio (elección de las palabras, ligada con el
    ornato y las figuras); memoria (memorización) y
    actio (relacionada con el acto de emisión del
    discurso, próxima a la representación teatral). Las
    tres primeras son las fundamentales desde el punto de vista de la
    obra escrita.

    Las Técnicas
    Discursivas, en su generalidad son: Narración, que
    consiste en contar sucesos, es dinámica; Descripción, que consiste en presentar
    hechos con una estrategia
    definida; y la Argumentación, que consiste en exponer una
    tesis y
    aportar pruebas o
    argumentos en beneficio de esa tesis. Esta claro que los datos expuestos
    en la exposición
    tienen un propósito que es ser estudiados y en ocasiones
    comparados con otros sucesos parecidos, así se facilita el
    entendimiento y se argumenta de la manera subjetiva que el orador
    estime conveniente.

    La descripción, es, tal como el nombre lo dice,
    lo que describe la situación, los hechos reales. Y eso es
    en gran parte en lo que se basa este discurso. Explicar cual era
    la situación del momento y dar a conocer cuales eran los
    sentimientos de quien pronunciaba el discurso.

    El discurso, en su origen, estructura y
    composición, lo estudiaremos en el presente ensayo,
    buscando analizar su razón de ser tanto en la
    expresión escrita como la hablada, en el denominado
    proceso de
    comunicación para lo cual nos valdremos de
    una revisión de documentos
    técnicos especializados, así como la consulta a
    personalidades autoridades en el área
    escritural.

    Orígenes del
    Discurso

    El Diccionario de
    la Lengua
    Española de la Real Academia (versión 2001) nos
    ayuda a entender que un discurso es la facultad de usar la mente
    (el razonamiento) para reflexionar o analizar los antecedentes,
    principios, indicios o señales
    de cualquier asunto con el fin de entenderlo. Cuando reflexionas,
    estás discursando, es decir, aplicando tu inteligencia,
    para entender un asunto y hasta para ser capaz de explicarlo
    inteligentemente a otras personas. Es una tarea que realizas en
    el interior de tu mente.

    Ahora bien, cuando se exponen los resultados de esas
    reflexiones, ya sea ante una o varias personas, se dice que se
    está presentando un discurso delante de estas personas, lo
    que significa que los que escuchan usan su inteligencia para
    entender lo que se dice. Cuando el discurso implica dialogar con
    el auditorio, se convierte en una conferencia,
    porque conferencia es una conversación entre dos o
    más personas.

    Pero el Discurso tiene una larga historia, llena de
    relevancia y pasión, puesto que constituyó uno de
    los instrumentos fundamentales para la transformación
    social y política del mundo
    contemporáneo.

    El poder de elocuencia que demuestran
    Néstor, Odiseo y Aquiles en la Iliada llevó
    a muchos griegos a considerar a Homero como el
    padre de la oratoria. El establecimiento de las instituciones
    democráticas en Atenas en el 510 a.C. volvió
    esencial para todos los ciudadanos el desarrollo de
    la habilidad oratoria; así fue como surgió un
    grupo de
    maestros, conocidos como sofistas, que se propusieron hacer que
    los hombres hablasen mejor según las reglas del arte.
    Protágoras, el primero de los sofistas, realizó un
    estudio de la lengua y enseñó a sus alumnos
    cómo hacer que la causa más débil se tornase
    más fuerte.

    El verdadero fundador de la retórica como
    ciencia fue
    Corax de Siracusa, quien la definió como "artífice
    de la persuasión" y escribió el primer manual sobre este
    arte. Otros maestros fueron Tisias, alumno de Corax,
    también de Siracusa; Gorgias de Leontium, que fue a Atenas
    en el 427 a.C.; y Trasímaco de Calcedón, quien
    también enseñó en Atenas. Antifón, el
    primero de los llamados Diez Oradores Áticos, fue el
    primero en combinar la teoría y la práctica de la
    retórica. Con Isócrates, el gran maestro de la
    oratoria en el siglo IV a.C., el arte de la retórica
    llegó a ser un estudio cultural, una filosofía con
    un propósito práctico.

    Platón satirizó el tratamiento
    más técnico de la retórica, con su
    énfasis en la persuasión más que en la
    verdad, en el diálogo
    Gorgias, y en Fedro discutió los principios
    que conformaban la esencia del arte retórico. Aristóteles, en su Retórica,
    definió la función de
    la retórica basándola, más que en la
    persuasión, en el descubrimiento de "todos los medios
    disponibles de persuasión".

    En Roma fueron
    griegos los encargados de enseñar retórica formal,
    y los grandes maestros de la retórica teórica y
    práctica, Cicerón y Quintiliano, estuvieron
    influidos por los modelos
    griegos. Cicerón escribió varios tratados sobre la
    teoría y la práctica de la retórica, pero el
    más importante fue De inventione. El famoso De
    Institutione oratoria
    de Quintiliano todavía es
    válido por el amplio tratamiento que hace de los
    principios de la retórica y la naturaleza de
    la elocuencia ideal. Las disertaciones escolares del temprano
    imperio se encuentran en las suasoriae (disertaciones
    persuasivas) y en las controversias del retórico
    Séneca el Viejo, padre del filósofo, ambos nacidos
    en Córdoba (España).

    El Discurso constituyó, junto con la Gramática y la Dialéctica, el
    Trivium, es decir, las tres disciplinas preliminares de
    las siete artes liberales que se impartían en las
    universidades. Las principales autoridades medievales en discursos
    (entiéndase que algunos autores hablan de retórica)
    fueron tres estudiosos romanos de los siglos V, VI y VII:
    Marciano Capella, autor de las Bodas de Mercurio y
    Filología
    , tratado basado en una alegoría de
    las siete artes liberales (además del Trivium, el
    Quadrivium: Aritmética, Astronomía, Geometría y Música); Flavio
    Casiodoro, historiador y fundador de monasterios, célebre
    por sus Institutiones diuinarum et saecularium litterarum,
    cuyo segundo libro contiene
    una relación de las siete artes liberales; e Isidoro de
    Sevilla, arzobispo español
    autor de las Etimologías, una obra
    enciclopédica que reúne la erudición del
    mundo antiguo.

    Durante el renacimiento, el
    estudio del Discurso continuó basándose en las
    obras de escritores como Cicerón, Quintiliano y
    Aristóteles, cuya Poética se
    difundió, desde finales del siglo XV hasta el XVII,
    gracias a traducciones italianas.

    A pesar de su decadencia a partir de
    finales del siglo XVIII, el discurso siguió brindando
    recursos para su
    ejercicio en el terreno de la oratoria política y del
    debate de
    ideas. Desde una perspectiva más libre de manuales, autores
    como Víctor Hugo (a pesar de su grito de "muerte a la
    retórica"), Baudelaire, Valéry, van ofreciendo las
    normas
    modernas de una nueva retórica. Que la retórica
    haya sido reducida al ámbito del manual y del texto escolar,
    no quiere decir que en ellos resida su significado original.
    Gracias a Arnold Schering (1877-1941), es posible afirmar que el
    sistema
    didáctico musical era adaptación del
    retórico: hay también en la música un "arte
    de hallar" (la inventio), como lo demuestran las
    Invenciones de Bach. En el ámbito literario ha
    habido intentos de sustitución del término y de su
    propia estructura: de la poética a la estilística,
    de las artes poéticas a los manifiestos de las
    vanguardias. Está claro que la nueva retórica, a
    partir de investigadores como Roland Barthes, Roman Jakobson
    (retórica y lingüística), Tzvetan Todorov, el
    formalismo ruso, el new criticism angloamericano, Lacan y
    el psicoanálisis, el grupo de Agustín
    García Calvo, entre otros.

    Según nos dice Alfredo Elejalde F. (Lima, 1998),
    un discurso es un acto de habla, y por tanto consta de los
    elementos de todo acto de habla: en primer lugar, un acto
    locutivo o locucionario, es decir, el acto de decir un dicho con
    sentido y referencia; en segundo lugar, un acto ilocutivo o
    ilocucionario, o el conjunto de actos convencionalmente asociados
    al acto ilocutivo; finalmente, un acto perlocutivo o
    perlocucionario, o sea, los efectos en pensamientos, creencias,
    sentimientos o acciones del
    interlocutor (oyente).

    El texto, en cambio, es lo
    dicho, el enunciado y su organización, que sin embargo, al igual que
    el hombre
    mismo, vive en sociedad. Un
    texto no puede existir aisladamente pues necesita ser insertado
    en contextos culturales determinados y en circunstancias
    específicas, de lo contrario carecería de sentido.
    Es decir, un texto sólo puede ser parte de un
    discurso que prevé las condiciones de
    producción
    del texto y las condiciones de su
    consumo
    : los discursos literarios y los no
    literarios
    requieren no sólo de dos modos distintos de
    ser escritos, sino que además están destinados a
    ser leídos de maneras diferentes.

    Estos modos, recalca Alfredo Elejalde F., previstos y
    convencionales de producir y de consumir un tipo
    específico de discurso constituyen los esquemas
    discursivos
    . Estos son, pues, moldes para producir/consumir
    discursos que, a su vez, se actualizan en textos. S. Reisz, al
    explicar su propuesta de teoría de los géneros
    literarios, cita la distinción de Stierle entre
    "texto" (lo lingüísticamente observable) y "discurso"
    (el acto de habla de un sujeto particular en una situación
    particular) para explicar su propuesta del antigénero
    lírico. Ella sostiene que el sentido y la identidad del
    discurso emanan de su relación con un esquema discursivo
    preexistente y de su vinculación con un sujeto que se
    manifiesta en la identidad de un rol. Este esquema orienta la
    producción y la recepción del
    discurso, pero no las determina totalmente, por lo que todo
    discurso tiene una identidad precaria y distinta de la identidad
    del esquema. El tránsito problemático del esquema a
    su realización particular produce innumerables puntos de
    fuga a partir de los cuales el sentido del discurso se ramifica
    abriendo nuevas e imprevisibles conexiones temáticas que
    explican el carácter siempre inconcluso del proceso de
    la recepción.

    El concepto de
    Discurso se define, a partir de Michael Focault, como " un
    conjunto de enunciados que dependen de una misma formación
    discursiva… está constituida por un número
    limitado de enunciados para los cuales puede definirse un
    conjunto de condiciones de existencia."

    El Discurso, desde el punto de vista de la
    comunicación, se ve como un espacio que posibilita la
    coexistencia de diversos enunciados a partir de la
    práctica comunicativa. Las Modalidades de
    enunciación de estos enunciados obedecen a unas relaciones
    descriptibles que obran en ellos y a partir de las cuales se
    puede determinar que una cartelera, un periódico
    barrial, una formulación de un estudio sobre el
    fenómeno comunicativo o una encuesta a los
    empleados de una institución publica, son enunciados del
    discurso de la comunicación en tanto hacen parte de una
    practica comunicativa.

    Pero antes de continuar, es conveniente hacer un
    paréntesis en el desarrollo que se viene siguiendo, y
    adelantar aquí lo que entendemos por discurso en el marco
    de las nuevas tendencias del pensamiento
    racional, entiéndase discurso de la modernidad y de
    la posmodernidad,
    y lo que para algunas escuelas positivistas y filosóficas
    significa el discurso antrópico:

    1. Discurso de la modernidad: mi
      centro como universal.

      La
      modernidad se ordena a través de un centro
      incuestionable, que se erige en paradigma
      de todo acto de significar y que se proyecta en
      imposición logocentrista: la verdad transciende su
      contexto y se presenta como algo transferible. Se puede
      así hablar de "proponer la verdad", como señala
      Feijoo en su Teatro crítico universal, para
      añadir: "Doy el nombre de errores a todas las
      opiniones que contradigo". El error y la verdad en el
      discurso de la modernidad son algo tangibles e independientes
      del sujeto conocedor, o sea indiferente a su
      contextualización: la modernidad impone
      significado.
    2. Discurso de la posmodernidad:
      deconstrucción de todo centro —mientras se
      busca el centro transcendente— con lo que se difiere su
      definición.
      La posmodernidad es la duda de la
      modernidad, es la perplejidad ante el descubrimiento de lo
      fatuo y quimérico de suponer la existencia de un
      centro cultural unívoco que se proyecte como referente
      de toda significación, pero se hace sin problematizar
      el concepto mismo de "centro". O sea, el blanco del proceso
      es la estructura, la narratividad del discurso de la
      modernidad, que ahora, sin el apoyo del centro transcendente
      que en un principio la hizo posible, se convierte en
      fácil blanco de una implacable crítica deconstruccionista proyectada
      en una orgía destructiva: la posmodernidad difiere el
      acto de significar, al anhelar y negar a la vez la
      posibilidad de un significar transcendente.
    3. Discurso antrópico:
      definición en la transformación. La
      antropocidad implica una abstracción del concepto de
      "centro cultural" que aporta la modernidad (de todo centro
      que se proyecte como transcendente), para colocar en primer
      plano la "estructura" misma. El centro antrópico es un
      centro dinámico, móvil, un centro sujeto a la
      continua transformación propia de todo discurso
      axiológico. Es un centro que sólo se concibe en
      el proceso dinámico de su contextualización y
      como núcleo de constante re-codificación de dicha
      contextualización.

    Del Discurso deviene la oratoria, la elocuencia y el
    arte de la expresión humana; todo inmerso en la estética y lógica
    del pensamiento;
    es también el arte de persuadir con la verdad,
    según la definición de Sócrates;
    el arte de descubrir esa verdad de manera intuitiva, acercarnos a
    ella, desnudarla y hacerla visible a los oyentes por media de una
    tangencia inmediata y mística, como quiere José
    María Pemán.

    Fenelón, nos dice José Luis
    Gómez-Martínez
    , señalaba que el
    dominio del
    tema objeto del discurso era indispensable, y con cierta
    ironía fustigaba a los oradores de su tiempo
    indicando que algunos no hablaban porque estuvieran rellenos de
    verdades, sino que buscaban las verdades a medida que
    hablaban.

    Sentado el dominio del tema y la nitidez de los
    conceptos, el orador requiere memoria feliz,
    observando Pulido que casi todos los afamados oradores presentan
    igual rasgo de semejanza en su biografía: que se
    distinguieron en su niñez por una memoria
    extraordinaria.
    Imaginación y sensibilidad vivas, a fin de contagiar las
    ideas, las pasiones y los afectos; expresión vigorosa de
    unas y de otros y una dicción clara, rítmica,
    musical a veces, dotada de aquella melodía compuesta de
    inflexiones de voz y de timbres variados, necesaria para reflejar
    y traducir los estados diversos del espíritu.

    Pronunciación y ademán, hasta el punto de
    que la declamación y el gesto del actor trágico
    -con la notable diferencia que existe entre aquel que recita lo
    ajeno y el que pronuncia lo propio -se apunta como ejemplo que el
    orador ni debe ni puede despreciar.

    Cualidades de orden natural las unas; logradas con el
    ejercicio, la autocorrección y el estudio las otras; ni
    éstas sirven si aquéllas no existen, ni
    éstas pueden abandonarse para que crezcan y vivan en
    salvaje y ruda espontaneidad. Si Demóstenes era orador por
    naturaleza, tuvo que corregir y pulimentar defectos graves que se
    oponían a la externa proyección de su elocuencia.
    Con chinas en la boca y recitando trozos de autores notables a
    orillas del Pireo, combatió su tartamudez, y
    afeitándose la mitad de la cabeza y de la barba, para
    verse forzado por la vergüenza a no salir de la cueva de su
    casa, donde se ejercitó con voluntad muy firme en la
    práctica de ejercicios oratorios, logró tal dominio
    del arte que, durante quince años, pronunció los
    más grandes y bellos discursos de la humanidad, y entre
    los mismos las famosas «Filípicas» y la obra
    maestra que llamamos «La oración de
    Clesifonte».

    Ahora bien, suponiendo reunidas las cualidades
    indicadas: ¿dónde encontraremos al orador ideal?
    ¿En aquel que poniendo sus discursos por escrito procure
    aprenderlos y fijarlos con detalle? ¿O en aquel otro que,
    subido a la tribuna, improvisa sobre la marcha?

    Don Antonio Maura, en el discurso leído con
    ocasión de su ingreso en la Real Academia de la Lengua,
    aconseja que el discurso no debe en ningún caso de fijarse
    en la memoria;
    que, aun habiéndolo escrito, deben romperse las
    cuartillas; que nada hay semejante, a pesar de las incorrecciones
    del estilo, de la eufonía y de la sintaxis, a la frescura
    virginal de la elocuencia, al espectáculo de asistir al
    brote original de las palabras, y que la fijación del
    discurso en la memoria, aparte de exponer al orador a las
    quiebras y desventuras de sus faltas,
    lagunas y vacíos, le hace siervo en lugar de señor
    de su obra.

    De otro lado, Emilio Castelar, citado por José
    Edmundo Clemente sugería a sus discípulos, y los
    alentaba con su ejemplo, que el discurso mejor es el discurso que
    se escribe, se aprende, se ensaya y luego se pronuncia. En esta
    línea, sabido es que los grandes oradores griegos y
    romanos sostenían que la improvisación era un
    atrevimiento mercenario ajeno al noble arte de la oratoria, de
    tal manera que Demóstenes se negó a hablar, no
    obstante la excitación del pueblo, cuando no
    conocía de memoria su discurso.
    Una y otra tesis son conciliables. En efecto, cuando el orador
    tenga tiempo, fuerza
    retentiva, serenidad de ánimo y habilidad bastante para
    cubrir, improvisando, las lagunas inevitables de la memoria y
    enlazar con la hebra rota o perdida del discurso, es indiscutible
    que éste alcanzará el máximo de la
    perfección oratoria. Cuando esto no sea posible,
    construido el plan del
    discurso, que es preciso retener como un esqueleto o
    armazón de doctrina, puede dejarse libre a la
    improvisación seguro de que el
    pensamiento desembarazado y sin ligaduras puede confiar en la
    propia elocuencia y en los reflejos automáticos de la
    palabra.

    En todo caso, el plan o el discurso postulan antes que
    nada un sondeo del auditorio, de las circunstancias que lo
    convocan y de la oportunidad de aquello que en esa ocasión
    concreta piensa exponerse. Sin variar el asunto ni variar los
    espectadores, la oportunidad requiere planes y métodos
    distintos.

    El plan exige de su parte un encadenamiento
    lógico y sucesivo de las ideas, un descanso en las
    transiciones para afirmar el nervio del discurso y para aliviar
    la atención, pasando de la gravedad a la
    sonrisa, e iniciar suavemente el declive hacia el epílogo
    o la conclusión, cerrando con un broche que lo mismo puede
    ser síntesis
    que apóstrofe, pero que en todo caso requiere la frase y
    el gesto propicios para que el auditorio, al disolverse,
    continúe meditando y resuelto.

    Sabemos ya lo que es la oratoria; la hemos catalogado en
    la esfera del arte y de la literatura. Hemos definido
    al orador, hemos señalado sus cualidades e incluso
    acabamos de discutir la conveniencia o inconveniencia de que,
    trazado un plan o esquema de doctrina, se aprenda el discurso
    fijándolo por escrito o se entregue al soplo de la
    improvisación al pronunciarlo.

    Hay un estilo propio del discurso, como hay un estilo
    propio de la tragedia. De aquí que, a pesar de que sin
    representación no hay obra dramática, la mayor
    parte de las obras dramáticas son juzgadas por la simple
    lectura. El
    Discurso es, sin lugar a dudas, el instrumento fundamental para
    entender el lugar que los hombres ocupan en el
    universo.

    La estructura y
    composición del Discurso

    Como se dijo en el capítulo anterior, el Discurso
    es una vía de comunicación estructurada y definida
    en razón de un mensaje, el cual es ordenado y orientado en
    función a intereses propios del orador o expositor del
    Discurso. Para hacer efectiva la acción
    del Discurso se hace necesario cubrir ciertas etapas, todas ellas
    encaminadas a plantear un modelo ideal
    de lo que a través de palabras escritas y orales se desea
    expresar en un momento determinado. Influye mucho en la
    ejecutoria del Discurso las condiciones en que se dará y,
    por supuesto, el cómo el orador enfrentara esa ejecutoria
    discursiva. Para ello hay reglas básicas que bien las ha
    expuesto Teun A. Van Dijk. Dice el autor: "Antes de exponer el
    Discurso hay que Relajarse: para ello inspirar y expirar diez
    veces, llevando aire al abdomen;
    Concentrarse: pensar firmemente en las ideas; Articular y
    vocalizar las palabras; y tener control sobre el
    Silencio: tener en cuenta el inicial y el previo al cierre del
    discurso.

    El Discurso ha de estar estructurado en razón
    de:

    Partes del discurso

    (A)Introducción o exordio

    • De impacto: cuando el auditorio está en un
      estado de
      expectativa frente a un hecho conmocionante y una palabra o
      frase del orador logra desencadenar un fenómeno de
      shock que incidirá en el ánimo
      colectivo.
    • Progresivo: se aplica cuando el orador se
      insinúa al público que desconoce, lentamente
      trata de establecer el "rapport" (de meterse en el alma de
      quien escucha).
    • Directo: es cuando se anuncia el tema que se
      tratará y se pasa rápidamente al
      desarrollo.
    • Ampuloso: se lo usa cuando ocurre un hecho
      excepcional (muerte de una gran figura) y se usan
      excesivamente los adjetivos grandilocuentes.

    (B)Desarrollo, cuerpo o medio

    Las ideas se concatenan una con otras, esto
    evitará que se pierda el hilo conductor. Si el desarrollo
    es extenso se lo puede estructurar en dos o tres
    partes.

    (C)Conclusión o
    peroración

    La peroración debe ser meticulosamente armada,
    estudiada, y su duración no debe ser mayor a dos minutos.
    Si bien no se recomienda la memorización en la palabra
    hablada, se la debería usar en el exordio y la
    peroración. Se pueden apelar a citas, anécdotas,
    parábolas

    (D)Confección – redacción: palabras claves y
    redacción completa.

    1. Palabras claves: consiste en escribir en un papel los
      puntos principales y "vestirlos" mientras se expone.
      Sólo con bajar la vista un instante se podrá
      seguir el hilo del discurso.

      No sólo debe decirse la verdad, sino
      también lo que se expresa debe parecer cierto.
      Téngase en cuenta las siguientes sugerencias y
      precauciones:

    2. Redacción completa: es apropiado cuando se dan
      a conocer datos muy precisos sobre un tema. Hay que marcar el
      discurso, sobre todo los adjetivos calificativos, silencios,
      verbos que destaquen hechos o situaciones que convengan al
      orador.
    3. Sonreír (para que el público tenga una
      buena impresión).
    4. Salvo que sea necesario, prescindir de
      apuntes.
    5. Tener un buen uso del lenguaje, lo
      que permite más vocabulario.
    6. No contener nunca la emoción, pero
      evítese hablar durante la misma.

      Los discursos más frecuentes son:

    7. No ingerir alimentos
      previamente al discurso.
    8. Fúnebres: palabras de pesar frente al
      féretro donde se enumeran los aportes del fallecido (si
      los hubo) para la comunidad. La
      elocución se hará de manera lenta y con varios
      silencios.
    9. Conmemorativos: en el recuerdo de personalidades o
      acontecimientos históricos o hechos importantes, se
      evocan las situaciones previas y consecuencias del suceso o se
      recuerdan las acciones más importantes del individuo y
      el beneficio que aportó a la comunidad. La
      exposición debe atenderse al tipo de auditorio y la
      ocasión.
    10. Bienvenida y despedida: (sinceridad y cordialidad) en
      el primer caso hablar del placer de recibir a la nueva persona y el
      deseo de buenaventura en las nuevas actividades. En el segundo,
      contar una anécdota.
    11. Inaugural: Se elogia a quienes participaron en
      la
      organización (conferencia), planificación (curso) y construcción (edificio),
      reconociéndose el esfuerzo de los
      participantes.
    12. Sobremesa: comer liviano para evitar la pesadez
      postprandial.
    13. Específico (técnico científico):
      evítese el uso de matices, pero no de tonos.
    14. Inductivo: si se tiene que influir sobre un auditorio
      para que se lleve a cabo una acción, la
      dramatización en estos casos es
      imprescindible.

    Si bien lo expresado por Teun A. Van Dijk, tiende a ser
    extremadamente práctico, es ese pragmatismo lo
    que hace que el Discurso pueda tener cuerpo y significado a la
    hora de ser emitido. Hay que recordar en todo momento que la
    razón de ser de un Discurso es transmitir un mensaje y ese
    mensaje tiene que ser claro, sencillo y directo, para alcanzar el
    máximo objetivo que
    es comunicar.

    Para otros autores (destaca María del Rosario
    GARCÍA ARANCE: La imagen literaria.
    Valladolid: Universidad de
    Valladolid, 1983), la elaboración del discurso, aún
    siendo determinante, constituye tan sólo una primera etapa
    de la preparación del acto (y puede que no la más
    complicada).

    Cuando se prepara un discurso hay que tener muy claro
    cuál es su objetivo, qué es lo que se pretende
    conseguir (informar, motivar, divertir, advertir, etc.). En
    primer lugar hay que definir el tema de la exposición.
    Esto puede venir ya indicado por los organizadores del acto
    (aunque uno siempre podrá darle su propia
    orientación) o puede que uno tenga libertad para
    elegirlo.

    Definido el tema, hay que determinar la idea clave que
    se quiere transmitir y sobre la que va a girar toda la
    argumentación. Por ejemplo, se va a hablar sobre el sector
    educativo en Venezuela y se
    quiere transmitir la idea de la ausencia de formación en
    historia y geografía
    regional.

    Una vez seleccionada la idea clave, hay que buscar
    argumentos en los que apoyarla. Para ello lo mejor es dar rienda
    suelta a la imaginación ("lluvia de ideas") e irlas
    anotando a medida que vayan surgiendo. Este proceso puede durar
    algunos días (hay que dar tiempo a la imaginación;
    las ideas surgen inesperadamente). Una vez que se dispone de una
    lista de posibles argumentos hay que seleccionar los 4 o 5
    más relevantes (y no más). Hay que tener presente
    que en un discurso la capacidad de retención que tiene el
    público es limitada y que difícilmente va a ser
    capaz de asimilar más de 4 o 5 conceptos.

    Tratar de apoyar la idea clave con muchos argumentos a
    lo único que lleva es a que el público termine sin
    captar lo esencial. Una vez que se han seleccionado esos pocos
    argumentos que se van a utilizar hay que desarrollarlos en
    profundidad. Se utilizarán conceptos, datos, ejemplos,
    citas, anécdotas, notas de humor. El discurso se
    estructura en tres partes muy definidas:

    • Introducción (plantea el tema que se va
      a abordar y la idea que se quiere transmitir).
    • Desarrollo (se presentan los distintos
      argumentos que sustentan la idea).
    • Conclusión (se resalta nuevamente la
      idea y se enumeran someramente los argumentos
      utilizados).

    El discurso no tiene por qué ser una pieza
    literaria, lo que sí debe primar es la claridad. Al ser
    escuchado el receptor, es decir las personas a quien se le lee el
    Discurso, no tiene tiempo de analizar detenidamente el lenguaje
    utilizado, la estructura de las frases, etc. Además, en el
    supuesto de no entender una frase no va a tener la posibilidad de
    volver sobre ella.

    Todo ello lleva, expresa María del Rosario
    García Arance, y es un aspecto que ya tocamos
    anteriormente, a que en el discurso deba emplearse un lenguaje
    claro y directo, frases sencillas y cortas. Hay que facilitarle
    al público su comprensión.

    Ahora bien, independientemente del tema que se vaya a
    tratar, hay que procurar que el discurso resulte atractivo,
    novedoso, ágil, con gancho, bien fundamentado,
    interesante. Debe primar siempre la idea de la brevedad; la
    brevedad no implica que el discurso tenga que ser necesariamente
    corto, sino que no debe extenderse más allá de lo
    estrictamente necesario.

    Análisis
    del Discurso

    Alfredo Elejalde, expresa que siempre que se escribe se
    escribe para algo. El autor, en el discurso práctico que
    busca imponer opiniones o conductas, dispone la información y los argumentos de manera que
    el lector sea persuadido pues aquél busca un fin ajeno al
    texto mismo. La consecuencia es que este discurso utilitario y
    manipulador se estructura sobre dos ejes: la lógica de
    la demostración
    y la retórica de la
    argumentación
    . Por otro lado, ahonda Elejalde, en una
    novela tal vez
    no haya estructura demostrativa, pero sí hay estructura de
    relaciones entre eventos,
    personajes y estrategias para
    suspender la incredulidad del lector por el tiempo que dure
    la lectura de
    la ficción. Así, escribir, sea un relato factual o
    uno ficcional, se convierte en un juego de
    estrategias cuya finalidad está en el lector, en su
    conducta, sus
    emociones y
    sus creencias. Si estrategia e inteligencia son entonces
    copartícipes en la creación del discurso, lo son
    también de su lectura. Leer se hace, pues, en el
    reconocimiento de las estructuras
    lógicas y retóricas de la argumentación, en
    el goce de la ilógica razonada de la poesía,
    en la comparación de nuestra noción de realidad con
    la del mundo posible de tal novela o de tal teoría de la
    física, o
    en la auto evaluación
    de la capacidad para leer ese discurso.

    Una de las etapas básicas una vez creado y
    expuesto un Discurso, es su Análisis e Interpretación por parte no sólo de
    quienes lo oyeron o leyeron, sino de quien lo hizo. La auto
    evaluación es prioritaria para modelare una pieza
    discursiva que sea trascendente y metódica. Para ello, los
    especialistas han remarcados ciertos aspectos que se tienen que
    apreciar a la hora de encarar un Discurso; a continuación
    expondremos un tanto acerca de ello, valiéndonos de la
    exposición teórica que Teun A. Van Dijk ha hecho al
    respecto.

    Un primer elemento de consideración es el trabajo
    sobre el "análisis textual" que trata con la estructura
    más abstracta del discurso escrito como un objeto fijo en
    la perspectiva de la "lingüística". El otro es el
    relacionado con el "estudio del habla" (discurso oral) que se
    centra en aquellos aspectos más dinámicos de la
    interacción espontánea en la
    perspectivas de las "ciencias
    sociales".

    A pesar de las diferencias de enfoques, ambos
    están comprometidos con el descubrimiento de "ordenes",
    "reglas", y "regularidades" en el trabajo de
    análisis de "estrategias" y "estructuras"; tienen una
    orientación descriptiva y su tendencia es a ignorar
    contextos mayores como por ejemplo lo "cognitivo" y lo
    "social".

    De la misma forma también existe la
    distinción entre estudios más "formales" o
    abstractos como en la inteligencia
    artificial y gramática, y estudios más
    "concretos" de textos reales o formas de habla en contextos
    específicos o socio-históricos, es decir, de la
    formas reales en que los usuarios de una lengua se manejan como
    "actores sociales", hablando, significando, y haciendo cosas con
    palabras.

    En la literatura consultada, resaltan las orientaciones
    de tipo teórico y descriptivo y los aplicados y
    críticos con un fuerte‚ énfasis en lo social,
    el último. También se puede distinguir una
    diferencia en los "estilos" o diseños de investigación; aquí se sitúan
    los estudios "empíricos" que trabajan con
    información concreta o corpus, y los de orientación
    "filosófica" que son más bien especulativos y
    utilizan formas impresionísticas para referirse al
    discurso.

    Otro criterio de diferenciación de enfoques se
    basa en tipos de discurso en cuanto a "género".
    Aquí las preferencias apuntan hacia las conversaciones,
    las noticias, la
    publicidad, la
    narrativa, la argumentación, el discurso político,
    entre otros. Ahora bien, cada uno de estos enfoques ha
    desarrollado sus propios conceptos, métodos y
    técnicas de análisis; una integración de los mismos pueden circular
    en forma paralela a la variación y especialización
    interdisciplinaria van Dijk distingue tres: a) los que se centran
    en el discurso mismo o en la estructura, b) los que consideran el
    discurso como comunicación en el ámbito de la
    "cognición", y c) aquellos que se centran en la estructura
    socio-cultural. Todos conforman una trilogía (discurso,
    cognición, sociedad) la que se vislumbra como el
    ámbito propicio para es establecimiento de una empresa
    multidisciplinaria en el Análisis del Discurso.

    Sea cual fuere el punto por donde podamos ingresar a
    este triángulo descubriremos que no se necesitan de los
    otros lados o aspectos; cualquier exclusión, entonces,
    década de los años 60 el interés
    emergió simultáneamente tanto en el campo de las
    "humanidades" como en el de las "ciencias
    sociales". Ya, como discurso escrito y oral, venía siendo
    abordado o tratado en el análisis literario, la historia,
    la comunicación de masas, y desde la Grecia Antigua
    en la retórica o como las propiedades de "hablar en
    público".

    Ideas
    finales

    Un discurso es un campo de cultivo, cuyas ventajas
    podemos resumir en la forma siguiente: le otorga al expositor la
    primera opción para hacerlo bien, puesto que éste
    puede escoger de la forma más libérrima imaginable
    el tema (o por lo menos el tono y el enfoque) de su
    exposición. Y esto es una lucrativa ventaja
    psicológica. 

    En segundo lugar, le facilita la vida a quien pronuncia
    el discurso toda vez que no son de suponer interrupciones
    frecuentes en el desarrollo del discurso; antes bien, podemos
    prever que el auditorio esté ansioso por escuchar nuestra
    disertación y que dejará para el final cualquier
    objeción, lo que no ocurre en el caso de una
    conversación de venta, por
    ejemplo, en la cual lo más fácilmente esperable es
    la interrupción, el contra-argumento y aun la pregunta
    recusativa, que aplicados con maña podrían echarnos
    a perder el hilo conductor de nuestra
    alocución.

    La tercera cuestión de la que es obligatorio que
    saquemos ventaja, es la preparación. El discurso nos da la
    chance de prepararnos. Una vez definido el tema del discurso, hay
    que explorar todos los afluentes de información del cual
    se nutre el Discurso, por ello el espíritu crítico
    y creativo, es fundamental para quienes producen un Discurso, es
    en donde está la raíz de la excelencia de lo que se
    quiere expresar y de lo es fundamentar para hacer efectiva
    la meta u
    objetivo de comunicar.

    Expresar un Discurso, en todas sus partes, como hemos
    visto a lo largo del presente trabajo, es hacer efectivo el
    proceso emisor-receptor, en donde el mensaje fluya claramente y
    se inserte, por palabras o frases, en la mente de quienes lo leen
    o escuchan.

    En este breve recorrido que hemos realizado por el
    pensamiento teórico y metodológico del Discurso, se
    ha querido ser fiel expresión del sentido práctico
    del mismo, es decir, expresar con claridad y brevedad un marco de
    ideas que definan el Discurso en la justa proporción de
    instrumento comunicador y transmisor de cultura y
    civilidad. El Discurso es una pieza literaria y académica
    de primer orden, cuya razón de ser está inscrita en
    el espacio y tiempo en que los hombres decidieron cambiar las
    armas por el
    bolígrafo y el papel, porque en ese espacio limitado del
    escrito se dan las más inmensas y sangrientas batallas
    para imponer ideas y pensamientos.

    Referencias
    bibliográficas generales

    CLEMENTE, José Edmundo. Descubrimiento de
    la metáfora
    . Caracas: Monte Ávila,
    1977.

    CORTÉS MORATÓ, Jordi y Antoni
    Martínez Riu. Diccionario de
    Filosofía
    (En CD-ROM).
    Empresa
    Editorial Herder S.A., Barcelona., 1998.

    GARCÍA ARANCE, María del Rosario. La
    imagen literaria
    . Valladolid: Universidad de Valladolid,
    1983.

    KRISTEVA, Julia y otros. El trabajo de la
    metáfora
    .
    Identificación/interpretación. Traducción de Margarita Mizraji. Barcelona:
    Gedisa, 1985.

    Van Dijk, Teun A. El discurso como estructura y
    proceso
    . Barcelona, España, Editorial Gedisa,
    2000.

    Ramón E. Azócar A.

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