- A los
lectores - Introducción
- Pan y leche
- Los chicos de la
calle - Los chicos del
auto-aislamiento - Solos por el
mundo - El fantasma de la
muerte - La guerra, uno de
los males de todos los tiempos - Te amaré en
silencio - Asalto a la
inocencia - En el nombre
del padre - Callejón
sin salida - Temor a lo
diferente - Los chicos de
la paz - Conclusión
- Prensa
Al leer A través de los ojos de los
niños, constaté que la
valentía y calidez humana de Graciela Noemí Gestoso
Singer se ha convertido, por derecho propio, en un ejemplo que
trasciende las fronteras de Israel para
alcanzar una dimensión universal: porque transmite las
emociones
más diversas –desde la sonrisa tierna de un
niño hasta las atrocidades de la guerra y del
desamor cotidiano con todas sus terribles consecuencias; porque
lo hace con objetividad y a la vez con esperanza; con espanto y a
la vez con optimismo, con fe en el futuro; en suma, con ese
Amor a la
existencia en la cual, dolorosamente, la infancia
continúa en menor o mayor medida relegada por doquier,
atropellada, ignorada, considerada incluso como "personas
menores" no en sentido de tamaño, sino de inteligencia,
de principios, de
lucidez, de sensibilidad. ¡Disparate garrafal que, como
ocurre con el sol, no debe
ni puede seguir tapándose con un dedo!
Porque en cada una de estas páginas hay una
inquebrantable decisión de vivir. Pero de vivir con
dignidad, no
de "sobrevivir", que es en muchos casos sólo el anhelo de
llegar al día siguiente. Y al otro… en muchos casos
–repito— en condiciones infrahumanas, en
circunstancias desgarradoras y que, por ser reales, desbordan la
imaginación. De ahí que, como lectora y sobre todo
como ser humano, la lectura de
este libro me haya
hecho sentir la necesidad de repetir esa frase testimonial que
aprendí en él y que jamás se borrará
de mi memoria ni de mi
quehacer: "(…) que ella se cure, …que ella se cure,
… que ella se cure…" Ella, sí, la más
enferma, la verdaderamente enferma, la Tierra que
habitamos actualmente. Ella, la que, al sanar, seguramente nos
permita sanar a todos.
Gracias, pues, querida Graciela, por esta lección
de amor al prójimo, gracias por este Canto a la
Vida.
Julia Calzadilla Núñez
"Querida Graciela, Que vuestro
corazón
siga latiendo al ritmo de los niños
africanos. La admiramos y recordamos. Felicitaciones"
.
Este es un libro dedicado a los Niños, aunque
redactado para ser leído por adolescentes y
adultos. Luego de mi labor como voluntaria en Unicef, Unesco,
Amnistía Internacional y otros organismos durante
más de 10 años creí necesario poner por
escrito algunas de las experiencias vividas años
atrás. Son algunas historias, sueños y realidades;
en definitiva, cosas que le pasan a la gente en nuestra vida
cotidiana.
El primer capítulo –Pan y leche–
trata sobre el hambre en la gran ciudad y la indiferencia de la
sociedad.
Incluye la experiencia de una corresponsal, Esperanza, en Uganda
y Etiopía, y el testimonio de un niño africano
maltratado por el clima, el hambre
y el
hombre.
En el segundo capítulo –Los chicos de la
calle– se narra la vida cotidiana de los niños del
asfalto (como el pequeño Ioram).
El tercer capítulo se centra en Los chicos
del auto-aislamiento y narra experiencias vividas con
niños autistas e hipoacúsicos.
El cuarto capítulo –Solos por el
mundo– está dedicado a los huérfanos e
hijos adoptivos que han hallado un hogar o que, por el contrario,
como Luis salen adelante solos por el mundo.
El capítulo quinto –El fantasma de la
muerte– describe la lucha por la vida al superar el cáncer,
y es un tributo a los médicos que dedicaron horas de ardua
labor durante tantos años.
La Guerra, uno de los males de todos los
tiempos –el sexto capítulo- destaca el
perfil de la guerra a lo largo de la historia.
El séptimo capítulo –Te amaré
en silencio– relata la experiencia de una joven herida en
un atentado en Tel Aviv y la pérdida temporal de la
audición.
El octavo capítulo –Asalto a la
inocencia– es una reflexión frente al mundo de la
propaganda y
los efectos del elixir de la publicidad.
El noveno capítulo –En el nombre del
padre– describe el perfil agresivo de nuestra sociedad,
en donde cada día el número de mujeres,
niños y ancianos golpeados se acrecienta.
El décimo capítulo –Callejón
sin salida– es un canto al medioambiente y aire puro y un
llamado a la reflexión por una mejor calidad de
vida.
El capítulo undécimo –Temor a lo
diferente– trata sobre la discriminación, los errores, las
injusticias y los males irreparables cometidos por nuestra
sociedad actual. Asimismo, incluye reflexiones y severos juicios
sobre los actuales movimientos neonazis y sus medios de
difusión en España,
Inglaterra,
Argentina y Suecia.
El último capítulo –Los Chicos de la
Paz– es un canto al futuro y las generaciones venideras,
que incluye reflexiones de los niños entrevistados (de
México,
Argentina, Israel, Brasil, Estados Unidos,
España, Nicaragua, Líbano, Sudáfrica,
Egipto e
India, entre
otros países), sobre la guerra, la paz, el hambre, la
discriminación, el cáncer y la
violencia
familiar, entre otros temas.
A mis padres y esposo
Queridos niños:
"No me pregunten cómo y cuándo
surgió esta idea de contarles algunas de mis vivencias y
relatos que muchos grandes y chicos me han confiado a lo largo de
estos últimos diez años. Son algunas historias,
sueños y realidades; en definitiva, cosas que le pasan a
la gente en nuestra vida cotidiana. Relatos crueles, tiernos, sin
solución aparente y muchos de ellos plenos de esperanza,
pero todos tienen algo en común: valor, coraje,
ganas de seguir adelante, a pesar de todo y el ferviente deseo de
hacer realidad un sueño. El mío … trabajar duro,
desde mi pequeña labor cotidiana, por un mundo mejor para
nuestros niños, quienes son, en definitiva, nuestro mayor
legado: el futuro".
G.N.G
El anhelo de vivir en una sociedad libre, tolerante,
comprensiva, humana y con justicia
seguirá siendo el sueño de muchos. Tenemos sobrados
motivos de preocupación, que nos conducen a dar un alerta
sobre el riesgo que corren
nuestros niños: la brecha que día a día
separa a ricos y pobres, drogas y
alcohol,
violencia,
corrupción, discriminación,
fanatismo y racismo, falta de
diálogo,
pobreza y
hambre, guerra, abandono, crímenes y mala fe, entre otros
males.
Nuestro balance no debe ser negativo, sino por el
contrario un alerta para la reflexión individual y
colectiva en pro de una mejor calidad de vida
para todos sin distinción de credo, raza o posición
social.
La historia nos relata que Israel fue la Tierra
Prometida, la tierra de los profetas, donde los sueños de
muchos se harían realidad, donde reinaría la
igualdad y
justicia entre "todos" los hombres. Bueno, creo que es hora de
respetar la voluntad de nuestros antecesores, aquellos que se
sacrificaron por aquellos niños, que con el tiempo se
convirtieron en hombres, padres y abuelos; en definitiva los
mentores y pioneros del estado de
Israel. Vaya nuestro humilde homenaje a todos ellos y nuestro
sincero compromiso de recorrer el duro y largo camino de la
paz.
"DEFINICION"
Luisa Leiter Futer (Ashdod,
Israel)
"Soy como vos:
Hoja al viento montando
tempestades,
arroyo que busca un mar abierto donde
desagotar la monotonía.
Soy ave solitaria recorriendo
caminos,
tus sueños y tu
vigilia,
instrumento y objetivo.
Soy lápiz, pero también esa
hoja que incita mis ideas
en una noche cualquiera de soledad y de
nostalgias.
Soy mi tierra natal
y ésta que me aloja,
pan y vino, cuerpo y sangre,
pero también soy alma de
espaldas al tiempo.
Soy esa madre de pechos
vacíos
y ese niño que se muere lenta,
irremediablemente,
y el gordo aquél que se lamenta de
algún negocio perdido.
Soy el absurdo, lo cruel,
la paz, la guerra.
Tu emoción y tu
cansancio,
tu inspiración y vos la
mía.
Y también tu risa,
tu inolvidable alegría.
Camino y piedra, donde tropieza tu
vida.
Mujer, pero también la niña
de ojos tristes que te mira
desde una foto archivada.
Soy la sonrisa velada
y esa lágrima indefensa que
recorre tus mejillas,
cuando el nudo de un recuerdo
se acomoda en la garganta.
Soy la ansiedad de tus besos.
Placer, remanso, dolor y
frío.
Y tus manos, dulces manos acariciando mi
cuerpo.
El árbol, el hachazo y la savia,
que se entrega en la agonía suprema
de estallar, de derramarse.
Soy la ternura del gesto
y la furia desatada, que abofetea, que
hiere.
Soy, en fin, vos, yo, nosotros,
todos.
Tierra, sol. Canción y
luna.
Me iré un día cualquiera
-polvo de estrellas-
y te llevaré conmigo, adonde
vaya,
Amor eterno, amor sublime".
Agradecimientos
Es mi deseo destacar que sin el apoyo de toda mi
familia y
amigos este libro no sería una realidad. Asimismo,
agradezco la ayuda brindada por médicos,
científicos, políticos, obreros, maestros, vecinos,
familias y niños que sin demora ofrecieron sus
testimonios. Finalmente, mi gratitud eterna a mi esposo, Itamar,
y a Florencia, mi sobrina, a los cuales debo en gran parte estas
ganas de seguir viviendo y de ayudar a los
niños.
"A Florencia"
"Sos como una flor en la
infancia
que destella a su paso
alegrías.
Un pequeño capullo de
fragancia
que alimenta nuestros
días.
Sos como un mirasol en la
pradera
que irradia su luz hacia el
cielo.
Una pequeña esperanza
venidera
que irrumpió mi agonizante
desvelo.
Sos como una estrella en el
amanecer
que vibra oculta en su
cascarón.
Una hermosa perlita en mi
atardecer
que me iluminará el
corazón.
Sos como un juguete en este
día
que dibuja la sonrisa en un
niño.
Una esperanza de vida nos
guía
que mantendrá vivo nuestro
cariño".
Capítulo 1. "PAN Y LECHE"
"El que ara debería hacerlo
con la esperanza … de compartir la cosecha" (I
Corintios IX: 10).
El distanciamiento desproporcionado entre inteligencia e
irracionalidad provoca la crisis del
alma, nuestro yo, de nuestro propio ser. Pensé
rápidamente en el hambre, la que me produce
disgusto, temor y desesperación.
Recorrí el mar, la llanura, el océano, el
desierto y la ciudad. A través de estos paisajes, que para
los turistas sólo suelen ser lugares de paso y
distracción, tuve la suerte y la tragedia de vivir la
realidad.
Tuve la suerte de asistir a la vida en todas sus formas,
pude apreciar la aparición del sol y sentir el calor de sus
rayos. Sentí el futuro en la sonrisa de un niño;
sus ojos actuaron como un espejo que reflejaba mis
anhelos.
Sin embargo, todo esto se enfrentaba a la tan mencionada
cruel realidad: la polución de la ciudad, la falta de
agua en la
inmensidad del desierto, el llanto de un niño ante el
desarraigo, la falta de alimento y la aparición de la
desnutrición, hermana de la muerte; los
residuos nucleares y el
petróleo bañando océanos, ríos y
mares. La intolerancia y discrimación ante el que es
distinto. Y la indiferencia social ante el avance de los negocios
turbios.
Fue entonces cuando comencé a escribir en su
nombre. Ahora soy la vocera del "hambre". ¿Cómo
podría saber representarla si nunca tuve hambre? Tal vez,
deba dejarla hablar por sí misma …
"Irónicamente, la ciudad, a veces, sufre de
antropofagia. Se devora todo hasta a los hambrientos. Nadie me
elogia, no tengo fiestas en mi honor y una calle no lleva mi
nombre. Sólo recibo insultos y provoco que la luz de la
vida sea apagada.
Mis oídos se cansaron de escuchar los
mensajes mágicos, las señales
poco claras, las promesas ambiciosas, que sólo elevan el
yo de los inescrupulosos piratas de sueños
imposibles.
Me cansé también de aquellos que
aliviaron mi dolor sólo por un momento y por un interés
personal.
Me alimentaron sólo por hoy y qué
será de mí mañana. Pero, qué
será de ellos mañana. Hoy hicieron su obra de bien
y qué hay de sus mañanas. ¡Qué
dirá su conciencia!
Desagrado, insatisfacción y sensación
de olvido. Eso es lo que siento ante este alimento, que
debería ser mi bendición.
Siento que pierdo el presente, lloro el pasado y
temo el futuro.
No quiero el castigo del que tiene pan, sino la
sanción social que los haga reflexionar. En parte todos
somos culpables: tiramos más de lo que comemos; comemos
más por placer que por necesidad; compartimos porque
tenemos pan demás para dar; como tenemos pan creemos que
todos lo tienen; somos indiferentes ante el que no tiene lo que
nosotros tenemos.
Pero, no estoy sola, tengo muchos que me rodean:
soledad, ansiedad, angustia, desvelo, dolor, impotencia
…
Me siento satisfecha ante el débil, ya que le
devoro todo; le quito
insaciablemente sus fuerzas; pero ante el fuerte pierdo mis
fuerzas y mis intenciones de antropofagia son
derrotadas.
Soy victimario y víctima a la vez. A veces me
pregunto cómo me veo. Trato de verme en el espejo y que es
lo que se me aparece: el horror, la soledad, la flaqueza, rasgos
alargados, ojos y párpados negros, bocas caídas y
expresiones abúlicas, miradas perdidas que parecen no
hallar el camino, mejillas pálidas, labios partidos,
piel seca y
arrugas que se multiplican. Pero, no tengo forma, parezco una
ameba, sin formas claras, cambiantes, ágil en movimientos
y sobre todo estoy perdida en el interior de los seres. A veces
siento arrepentimiento y quiero salir, pero no hallo la salida,
ya que estoy instalada en el cuerpo y el afán de devorarlo
todo ya es mi vicio. Siempre soy más terrible con aquellas
personas que más indefensas están. Toco a las
puertas de sus casas sin que me llamen. Provoco molestias sin ser
esperada. Ahí está el secreto de mi éxito.
Ataco al indefenso, al sin escudo, al falto de alimento, al
carente de todo …
Soy como el ácido que corroe los metales a pasos
acelerados; soy como el cáncer que corroe el cuerpo humano.
Soy como un fantasma, que acecha cuando menos se lo
espera.
Pero, esto no es todo. Hay quienes me representan
como una burbuja, que aumenta de peso constantemente; pero otros
no me otorgan forma, como si fuera invisible y no
existiera.
Sin embargo, me sienten: recorro venas, perforo
huesos,
bloqueo órganos, aprieto músculos, causo dolor
cuando emprendo mis viajes.
¿Qué les sucede a todos? No me oyen, ni me ven,
sólo sienten mi paso. Algunos me ocultan, otros prefieren
ignorarme; mientras que también están los que ni
siquiera me sienten cuando duermen.
Los primeros pretenden cubrir mis huellas con
maquillaje, hábil táctica que sólo perdura
por un día. Otros prefieren no verme y siguen adelante
pretendiendo que no existo; hasta que me hago sentir y ya es
tarde. Deplorable. Los últimos van perdiendo fuerzas, se
tornan nerviosos y torpes al caminar; ignorantes de mi acción
se dejan morir, sin ser protagonistas de la muerte.
Lamentablemente, como pueden ver, mi combate es duro
y constante. Doblegar al hombre no es
fácil; pero vencerme es difícil".
© Dibujo realizado por Graciela
Inés Pietryszyn de Gestoso
¿Cómo paliar el hambre de un niño;
cómo evitar por adelantado sus padecimientos; cómo
nutrirlo desde el vientre materno; en definitiva cómo le
podemos dar una esperanza de vida …? Muchas preguntas que
encierran sólo una respuesta: "compartir". Sin embargo, la
acción del ser humano es, a veces, muy lenta o
tardía. Es por eso que debemos reflexionar ahora, sin
pensarlo, sin detenernos ni un sólo minuto. Es suficiente
con conocer las estadísticas, leer los periódicos,
ver televisión
o escuchar una de las tantas historias que tiene nuestra vida,
como ésta … narrada a una corresponsal de televisión, hace ya un largo
tiempo.
Esperanza (Montevideo, Uruguay) nos
relata: "Hace muchos años tuve la oportunidad de
recorrer Africa,
concretamente Etiopía, Rwanda y Uganda, y ver
lamentablemente un sin fin de problemas
ancestrales en lo que hace a alimentación,
vivienda, asistencia social y educación. Sin
embargo, pude observar la ardua labor desempeñada por
estudiantes, doctores, asistentes sociales y religiosos, muchos
de ellos voluntarios, que luchan día a día, a fin
de paliar, al menos, algunos de estos problemas. El hermoso
paisaje, la sabana africana, la selva tropical y el sonido
inalcanzable de la abrumadora naturaleza
contrastaban con los rostros de adultos y niños, marcados
por años de sufrimiento y dolor.
Todos mis sentidos fueron afectados y agudizados tan
sólo por la mirada de esa gente, que intentaba vivir
día a día a pesar de todo.
Recordé rápidamente todas mis
vivencias, comparé éste con otros viajes de
trabajo y de
placer. Mis recuerdos afloraron y pronto me abrumaron.
Llegué a la conclusión de que en diversos lugares
de nuestro mundo existen lamentablemente cosas malas en
común: indiferencia, hambre, muerte, terror, guerra,
miedo, discriminación, desocupación y otras tantas cosas
…
En esa oportunidad conocí a un joven llamado
Nikolo, castigado por el tiempo, el clima, el hambre y el
hombre. Trabajaba día y noche en una hacienda o rancho,
como en esa zona de Africa denominan a las casas y extensiones de
tierras en posesión de los terratenientes extranjeros.
Para él, el día y la noche eran una misma cosa, no
existía distinción y sus jornadas tenían 24
horas. Diferenciaba uno del otro sólo por la temperatura;
el sol quemaba su rostro de día y de noche el frío
se hacía sentir en sus huesos. Sus días se
hacían eternos, su trabajo era una rutina, sus
perspectivas de vida no eran muy buenas y, a veces, creía
que la muerte rondaba muy cerca.
Los castigos corporales se hicieron frecuentes y los
buenos momentos junto a su familia se tornaron escasos. Desde muy
temprano tenía muy claro que su futuro estaba marcado por
el dolor y la desesperanza. Sin embargo, seguía adelante
sólo por una cosa: su familia. Su base de afectos estaba
tan bien cimentada, sus lazos familiares muy bien arraigados y
sus esperanzas se centraban sólo en la posibilidad de ver
crecer a sus hijos sanos y a salvo. Pedía poco comparado a
los deseos que muchas personas tenemos o pedimos en la vida, sin
embargo en su mundo, su rutina y su vida diaria eso era mucho
pedir. Sus momentos felices eran muy pocos, la angustia lo
acechaba, pero él seguía adelante sólo por
"amor a los suyos". Sus rudas tareas no lo inquietaban, sus
maltratos físicos no eran un impedimento, sus
lágrimas se secaban rápidamente y sus sueños
intentaban hacerse realidad algún día
…".
© G.N. Gestoso. Huérfano en Uganda; Padre
e Hijo en Rwanda.
Para los economistas, la "pobreza" es una variable
más dentro de un conjunto de datos necesarios
a fin de analizar situaciones; mientras que para el hombre del
común, que la padece, significa un dilema cotidiano que
afecta a su familia. Sin embargo, para el resto de la sociedad,
la pobreza, el
hambre y la tragedia son problemas que afectan sólo a
algunos, aunque pasan al lado de todos los miembros de la
comunidad.
Finalmente, para el Gobierno es una
variable que refleja en gran medida sus éxitos y
fracasos.
Ser pobre no significa tan sólo tener "hambre",
sino también estar falto de vestimenta, capacidad
adquisitiva, educación y de oportunidades de salir
adelante en la sociedad.
El pequeño Dan, de tan sólo
7 años de edad e hijo de familia numerosa, nos revela
qué es "ser pobre" para él: "A veces me levanto
y quiero un chocolate o dulces y no sólo un pedazo de pan
con mermelada y en la escuela veo que
mis cosas son pocas al lado de los útiles de mis amigos.
Mi ropa es escasa, pero luce bien y limpia y mis juguetes son
viejos y compartidos con mis hermanos. No veo a papá hasta
la noche y mamá siempre hace la misma comida. Pero se que
algún día mi padre me traerá dulces y
cuadernos al regresar a casa desde su trabajo. Mis sueños:
ser futbolista, viajar y ganar mucho dinero" (Dan,
Haifa. Israel).
Dios es el que hace "sacar el pan de la tierra; el
pan que sustenta la vida del hombre" (Salmos CIV:
14-15).
En Israel, existen sistemas de
instituciones
estatales que brindan ciertas soluciones a
los aspectos vinculados con la pobreza. En los últimos
años, los sectores más afectados por la pobreza
fueron las familias árabes, obreros y familias numerosas.
En lo que hace a los niños, las variables
establecidas por la Asociación para la Protección
del Menor (APM) reflejan que ya en 1995 un 24% de los
niños vivían por debajo de la denominada
línea de pobreza. Las estadísticas revelan que en
Jerusalén el 37% de los niños son pobres; mientras
que en Tel Aviv el porcentaje llegó al 16,9% y en Bnei
Brak al 46, 2%.
Dos de los peligros que más afectan a las
familias por debajo de la línea de pobreza, como
así también al resto de la comunidad, son los
recortes presupuestarios y el desempleo. Los
recortes presupuestarios se traducen en la reducción de
subsidios y de servicios;
mientras que éstos, a su vez, afectan seriamente a los
niveles de desempleo. Si bien las estadísticas pueden ser
manejables a favor o en contra de un sistema de
gobierno o plan de
acción social, a fin de brindar una imagen
distorcionada de la realidad, éstas parecen reflejar un
aumento en la tasa de desocupación, la línea de
pobreza y un leve ascenso en la curva de recesión
económica.
La política
económica de los últimos años (desde
1996 en adelante) y su tendencia de futuro demuestran que la
economía
israelí va en camino de un enlentecimiento deliberado por
parte de las autoridades al igual que a comienzos de la
década del cincuenta y mediados de la década del
sesenta (Ioram Gabai, Presidente del directorio de Peilim,
Compañía de Administración de Inversiones
del Grupo Bank
Hapoalim, Israel, 1997). En los últimos años, la
sociedad israelí ha pasado por un período de
revolución
económica interna e integración en el mercado
internacional, que le otorgaron tasas de crecimiento
económico similares a las de las naciones del sudeste
asiático. El gran desafío a que se enfrenta Israel
desde el 2000 es mantener esas tendencias. Sin embargo,
deberá mantener una valiente economía, a fin de
avanzar hacia un nivel de vida como el de Europa occidental
(competitividad
interna, inversores extranjeros, turismo, depósito de
divisas en
Israel, tasas de
interés, presupuesto y
tasas de cambio, entre
otras variables).
Sin embargo, las estadísticas sólo
reflejan en parte la real situación económica y
social de nuestra comunidad, aunque brindan un alerta a las
autoridades, si éstas llegan a percibirlo, acerca de los
riesgos que
corren algunos sectores de la sociedad. Entre esos riesgos se
halla el hambre, uno de los males de nuestro mundo de ayer y de
hoy, aquél que corre lenta, aunque profundamente por
nuestro ser, y que devasta todo a su paso, sin realizar
distinciones: viejos y jóvenes; mujeres y hombres. Es
tiempo de actuar y no de hablar; es hora de ser activos y no
pasivos; ha llegado el momento de ser solidarios y por sobretodo
de "compartir".
Israel es la "tierra en la cual no comerás
el pan con escasez"
(Deuteronomio VIII: 9).
Capítulo 2. "LOS CHICOS DE LA
CALLE"
"Los pasos de la gente no me
asustan; me mantienen vivo cada día" (Ioram, Iafo.
Israel).
Como en un sueño muy pesado mi mente recorre un
camino tenebroso, muy oscuro, no directo, con piedras en medio de
mis pies y un sin fin de miradas que ignoran todo a vuestro paso.
Sí, el túnel oscuro y rudo es la ciudad misma y lo
que es más irónico el centro mismo de ésta.
A sólo unos pasos de ese lugar, un sin fin de luces
irradia el acelerado ritmo de los ciudadanos y turistas que
apresurados buscan realizar sus compras y
dirigirse a sus trabajos o casas.
Parecen no advertir la presencia de pequeños
seres que extienden sus manos en busca de pan, monedas y hasta de
una mirada atenta.
Algunos de ellos abatidos por el frío de la noche
o el calor del asfalto diurno parecen descansar cubiertos por un
montón de diarios y en algunos de los mejores casos de una
manta.
Mi sueño fue bruscamente cortado al ver
cómo uno de esos apresurados transeuntes, sin darse cuenta
o compenetrado con sus problemas, se lleva por delante a un
pequeño que yacía en la entrada del paso a nivel en
la principal avenida de la ciudad.
No tuve la oportunidad de oir una disculpa.
Evidentemente, su vida y sus problemas iban primero y, en
consecuencia, llevaban prioridad.
El llanto de aquel niño fue en vano, ya que nadie
se detuvo a ver si él estaba bien, si lo habían
lastimado o si necesitaba un cariño. No pude contenerme y
me detuve a pesar de mi prisa cotidiana. Bastó una sola
mirada para comprender que nos ibamos a conocer y el lenguaje no
era un problema. Pronto comprendí que sus ojitos
pequeños y muy oscuros buscaban algo más que una
moneda. No pude entender cómo podía vivir en ese
lugar -según me confesó- desde hacía un
mes.
La calle era su lugar de residencia, de día y de
noche, con frío y calor, con lluvia o sol; la vereda era
su hogar, su cama un cartón y su brazo una
almohada.
Su estado de desnutrición era evidente; sus
piernitas débiles y flaquitas, al igual que sus brazos. En
cambio, su vientre lucía desproporcionado y abultado como
aquellos de algunos niños de Uganda o Etiopía que
nos muestra la
televisión. Sus ojos brillosos y sobresaltados. Su
mirada triste y perdida, casi sin horizonte.
Me dijo que tenía seis hermanos, padre y madre;
pero que debía reunir dinero para
comer. El tenía nueve años y era el mayor de todos
ellos, y quien debía, junto a su padre, salir a pedir a
las calles. Noté que su estadía en ese sitio no era
temporal, ni por horas, así como tampoco casual. Me
confesó que desde hacía un tiempo "vivía"
allí, ya que su casa estaba lejos y no tenía dinero
ni fuerzas para viajar. Inmediatamente, pensé en mi
pequeña sobrina de nueve años (en ese entonces) y
no pude soportar la angustia. Ioram -así se
llama- sacrificaba su vida -ya que el final no está lejos
para él y otros menores que viven en la calle- en pos de
sus hermanos.
© Informe
presentado ante la
Organización Internacional del Trabajo, 2004.
Niño de 5 años de edad (República
Dominicana).
¿Cuántas veces pasamos por una esquina y
arrojamos una moneda desde lejos como si jugáramos a
embocarla en su latita o pequeña caja?
Pocas veces he visto a un "ser" detenerse y preguntarles
si han comido, si desean un plato de comida caliente, o, tal vez,
una taza de leche.
Aún hoy, a mis 44 años, no resisto ver las
calles llenas de residuos, donde la mayor parte de ella es comida
desperdiciada. No soporto ver en un restaurante a un fumador
cuando apaga su cigarrillo en un plato de comida, no finalizado.
Me disgusta ver los cestos de residuos llenos de comida, arrojada
sin miramientos.
¡Qué nos cuesta un vaso de leche, un pan, o
un plato de arroz! Un peso, tal vez un dólar
…
Pensémos en el otro y más si es un
bebé, que desde ya tiene sus días contados y no
llegará como Ud. a poder darse el
lujo de derrochar pan y/o leche.
Ah, … no les conté el final de esta linda
historia; compartí la mejor hamburguesa con mi nuevo
amigo, Ioram, hoy en una casa albergue bajo el cuidado de una
familia, que lo apadrina y lo lleva cada semana a visitar a su
familia.
No hay que perder nunca la esperanza de hallar una
familia con un corazón muy grande.
Ioram me dijo: "los pasos de la gente no me
asustan; me mantienen vivo cada día".
© Dibujo realizado por Graciela
Inés Pietryszyn de Gestoso
Dibujo pintado
por Verónica (11 años, Perú)
Ya en 1996, el índice de pobreza en Israel
superaba el 10 %, afectando a unas 694.000 familias y, en ellas,
a 300.000 niños, que viven en situación de
indigencia. Si bien hasta ese año los sectores más
afectados eran las familias árabes, las familias numerosas
y de obreros, hacia 1997 los índices sufrirían
cambios y reflejan que los mayores niveles de pobreza castigan a
la comunidad religiosa ultraortodoxa, la población no judía y los nuevos
inmigrantes de la ex-Unión Soviética. A esto se
suma el flagelo de la desocupación, que a fines de 1997
afectó a unas 160.000 personas (Oficina Central
de Estadísticas).
Muchos expertos en la materia y
algunos sectores de la comunidad atribuyen este fenómeno a
la mano de obra barata, producto -en
parte- de la cantidad de trabajadores palestinos y extranjeros en
Israel. No obstante, debemos aclarar que esos mismos sectores
reconocen ampliamente que estos trabajadores se desempeñan
en labores que el israelí no acepta realizar por razones
de status social. Sin embargo, existe otro factor por muchos
negados como el de la inmigración masiva, que superó las
cifras manejas por el Estado o
que no contó con la capacitación laboral que se
esperaba o no pudo insertarse regularmente en un mundo laboral
sofisticado o de alta tecnología como el
israelí. En el futuro, las medidas a implementarse
deberán ser bien pensadas, oportunas, responsables y
productivas a largo plazo, sino serán sólo medidas
de emergencia o provisorias, sin efectos positivos en un futuro
mediato.
La pobreza, la desocupación, el maltrato social,
el desprecio y el hambre no serán nunca erradicados con la
limosna, el subsidio o soluciones mágicas de algún
trasnochado. Estos son sólo paliativos de un día,
una semana o un mes, que afrentan a la dignidad humana y, en
general, están legitimados por ciertas instituciones, que
pretenden lograr el descanso eterno o un sueño tranquilo.
La solución no reside en el hecho de sacarle al que
más tiene para darle al que menos tiene; esto sería
tratar de poner un "parche" a una sociedad que requiere una
cirugía mayor. Lo correcto sería lograr que
aquellos que menos tienen puedan lograr un nivel de vida digno.
Lo ideal sería poder trabajar y no esperar recibir la
solución mágica caída desde el
cielo.
© G.N. Gestoso. Niña en las calles de
México.
Un recorrido por las calles de Calcuta o Nueva Delhi es
la mejor prueba de lo mal repartido que está todo en este
mundo cruel …
En esta oportunidad, Esperanza nos comenta sus vivencias
en las calles de la India: "Como relatar algo tan
difícil. Como seguir viviendo plenamente después de
ver tantos horrores. Un día de trabajo rutinario en estas
calles. La noche se acerca, los niños y mayores buscan un
rincón en el cual refugiarse, un cartón, una
almohada, una manta, el cruel asfalto, una madera en
donde descansar (…). La noche se avecina, el miedo reina,
hambre, drogas, sed, violencia, qué más (…).
Luego de lograr conciliar el sueño por sólo algunas
horas, con el estómago vacío, el día se
asoma por entre los cestos de basura, los
carros abandonados y los edificios en ruinas. Se escucha ese
ruido mundano
y abrumador de tachos, metales y camiones. Son los recolectores
de residuos. Uno de los trabajadores recorre las calles y con su
pie va pateando las cajas, como buscando algo. Qué hace?
No entiendo. Vamos a ver. El camarógrafo me
acompaña y se detiene ante algo aberrante. Algunas cajas
de cartón se mueven, otras no. Algunas tienen habitantes
vivos, otras no. Qué horror! Son niños! No, por
favor, esperen! Qué hacen!, gritamos ambos horrorizados.
Lo inesperado sucedió, vimos a los famosos "niños
paquetes", así los llaman, a aquellos que duermen en cajas
y por las mañanas se mueven o no según su
condición de vivos o muertos (…). Torres enormes de
cajas pequeñas se asoman en las esquinas de calles
solitarias, cajas que ya no se mueven, con habitantes, aunque
muertos (…)".
© G.N. Gestoso. Niños pidiendo en las
calles de Calcuta, India.
Capítulo 3. "LOS CHICOS DEL
AUTO-AISLAMIENTO"
"Nadie puede retornar a la primavera del pasado.
Sólo la vida permite el reencuentro".
Como por casualidad, a lo largo de mi vida, tuve el
placer de encontrarme con un grupo de "niños especiales",
aquellos que viven en su "pequeño-gran mundo". La ciencia los
ha denominado "autistas", ya que se hallan auto-absorbidos en su
mundo; se interesan en objetos, pero no en personas, y,
frecuentemente, son incapaces de comunicarse mediante un
diálogo normal. Estos comportamientos se manifiestan como
consecuencia de un serio desorden en las funciones
principales del cerebro. La
sociedad los describe comúnmente y erróneamente
como "absortos" o "huraños".
Ya hace unos 10 años, por esas cosas de la vida,
conocí a niños autistas en un hospital, donde me
desempeñaba como "voluntaria" en el área de
oncología. En los pasillos, mientras ambos
esperábamos nuestros horarios para ingresar al
Departamento correspondiente, nos mirábamos con asombro.
Dos de esos niños buscaban algo desesperadamente en el
pasillo y caminaban de una punta a la otra. Pero, no dejaba de
llamarme la atención cómo me observaban
discretamente. Por mi parte, trataba de mirarlos disimuladamente
para no asustarlos, pero deseaba que se acercaran, a fin de
comunicarme con ellos.
Afortunadamente, hallaron su pequeña pelota de
plástico
debajo de mi silla. Traté de tomarla, pero uno de ellos se
puso a gritar, mientras que el otro se acercó y me
acarició la mano, en señal de agradecimiento.
Pronto, me di cuenta del problema y traté de consolar al
otro pequeño, quien, rápidamente, dejó de
llorar.
Comenzó a mirarme, como buscando consuelo. Me
miró atentamente y empezó a tocar mi rostro
lentamente. Comprendí que quería comunicarse, pero
no podía. Yo no sabía cómo tratarlo, pero
creo que fue suficiente con nuestras miradas. Como temiendo
cometer un error, empecé a hablarle, pero él no me
contestaba, aunque iba cambiando las facciones de su rostro. No
puedo explicar cómo, pero nos entendíamos, nos
comprendíamos. Usábamos los mismos
códigos.
De pronto me miró a los ojos y empezó a
usar las manos. No era autista! Usaba lo que llamamos
"dactilología". Por supuesto, yo no entendía nada,
ni el sentido exacto de cada movimiento;
pero las ideas estaban ahí presentes. De alguna forma nos
comunicábamos. El comenzó a enseñarme el
"lenguaje de
las manos".
¡Qué iba a pensar yo que, después de
muchos años, utilizaría las señales
básicas que ese niño me enseñara, al tratar
de comunicarme, luego de reiteradas operaciones de
laringe!
© Dibujo realizado por Graciela
Inés Pietryszyn de Gestoso
Pintado por Irene (7 años,
España)
Regresa a mi mente mi encuentro con un grupo de
niños de una comunidad aborígen del norte
argentino, tratados durante
años como "sordos", "discapacitados", o "anormales".
Finalmente, el problema se definió: eran "autistas" en su
mayor parte; mientras que los otros (pocos de ellos) no hablaban
porque no escuchaban (eran "sordos" o
"hipoacúsicos").
El niño autista se concentra en su propia
intimidad, se desinteresa por el mundo exterior. Al margen de su
incomunicación con los demás, se caracterizan por
una ansiedad o tensión ante cualquier cambio a su
alrededor, un desarrollo
lento de su capacidad intelectual y arrebatos de enfado sin
razón aparente.
El autismo es uno de
los síndromes más difíciles de diagnosticar
y está incluido en la categoría de "discapacidad en
el desarrollo de un niño".
A través de los dibujos
podemos observar que hay una lucha interna por comunicarse y, a
la vez, por encerrarse en sí mismos. Su mundo está
inmerso en un complejo de extrañas sensaciones, como si
nos sumergiéramos en un túnel sin tiempo, sin
salida, sin luz; algo así como un "viaje sin
retorno".
Alguien me dijo una vez que son como un niño
dentro de una "burbuja". Esa burbuja es como una cárcel
para el mundo exterior; pero para el niño es su "refugio",
le brinda tranquilidad y concentración, aunque ese mismo
"microcosmos" lo encierra, aisla y torna agresivo.
"Cómo contarles cómo me siento. Soy una
pequeña burbuja que rueda, rueda y cae, golpeándose
contra todo y en todo momento. Pero, a pesar de esos golpes,
siempre vuelvo a mi estado anterior, como si fuera una ameba, o
una porción de gelatina. Todo se me hace confuso, veo todo
negro y los sonidos se unen a un compás que no logro
comprender. Trato de salir, pero no puedo. Mi burbuja me lo
impide, su capa resistente a mi llanto y reclamos no me deja
escapar. Sin embargo, mi pequeño mundo es cómodo,
tranquilo y silencioso. ¿Por qué debo dejarlo?
¿Qué hay allí afuera? ¿A qué
le temo? ¿O, de qué huyo? ¿Por qué me
refugio en mi burbuja?
Probablemente, mi burbuja es inteligente y
allá afuera no haya nada interesante. A través de
ella, puedo observar el "mundo real", pero sólo en parte.
Todo se mueve aceleradamente, todos corren y nadie se
detiene.
Pero, en medio de ese mundo avasallador, puedo
divisar un espacio verde, como un gran pulmón, que
mantiene viva a la ciudad, que la hace respirar, latir, sentir
… , y en él un sin fin de sonidos se hacen sentir entre
aquellos árboles
que parecen florecer. Comienzo a sentir el canto de los
pájaros, que vuelan alrededor de su pequeño
árbol. El sonido de su canto parece atraerme como un
imán, que me acerca, me moviliza, pero lentamente. Mi ser
parece dormido, pero, sin embargo, avanzo lentamente hacia ese
espacio verde. Me resisto a salir de mi mundo, pero allí
existe algo que me llama y atrae.
Evidentemente, mi mundo me encierra y proteje; pero
allá afuera hay algo que vale la pena intentar, ver,
sentir o vivir. Siento como que alguien me expulsa a un nuevo
mundo, extraño y ajeno; obligándome a abandonar mi
pequeño mundo, mi "burbuja", lo conocido. lo seguro. Pienso
para mi mismo, que es un desafío, con riesgos y, tal vez,
mi propio fin.
Sin embargo, para mi familia y gente amiga
éste no es el fin, sino el comienzo de una nueva
posibilidad y de una nueva vida.
En verdad, mi "burbuja" me da calor, me proteje del
frío, me da seguridad, me
mantiene con vida. Pero, se que en este paso no estoy solo, sino
que me esperan los brazos de mis padres, dispuestos a
ayudarme.
Hasta ahora recibí y no lo comprendí;
ahora llega una nueva etapa: la de compartir, de luchar por la
vida, de dar y recibir, de sentir, comunicarse y, en definitiva,
la de "vivir la vida" a pleno.
Vale la pena intentarlo …".
Hoy en día, el autismo no es considerado como un
"mal incurable" o un "fantasma", ya que muchos niños
realizan tratamientos especiales, junto a sus familias, que los
conducen al logro de ciertas mejorías y, en algunos casos,
a la recuperación de su mundo afectivo y social. He
participado en tres proyectos
especiales en Guatemala,
Brasil, Argentina y Bolivia, en
los que se combinan la música
clásica, los juegos con
balones y pelotas, la pintura mural
y el contacto con animales
(principalmente con conejos y gatos); actividades que ayudan
considerablemente a estos niños.
Capítulo 4. "SOLOS POR EL
MUNDO"
"Al comienzo mi vida parecía
un sueño, pero mis sueños espero le cambien la vida
a muchos niños" (Juan. Buenos Aires.
Argentina).
"En mi adultez, me sorprendió la noticia de
que era "hijo adoptivo", ya que mis padres habían muerto
en un accidente, cuando era un niño, o mejor dicho tan
sólo un bebé. Mi realidad fue diferente a la de
otros niños huérfanos, que viven en un orfanato o
son derivados a diferentes familias adoptivas por una asistente
social hasta que los reinsertan en la sociedad. Fui adoptado
desde el vamos, sin saberlo; fui protegido desde mi niñez
por una familia, que me dió todo su amor,
comprensión, compañía y protección.
Crecí sin mayores problemas y llegué a ser un
hombre, como cualquier otro.
Fui afortunado y hoy puedo expresar mi gratitud y
alegría de haber hallado un "hogar", pleno de amor y
vida.
No voy a negar que me lo comunicaron de grande y, en
consecuencia, fue un golpe duro en un primer momento. Lentamente,
comprendí que lo hicieron para protegerme, para evitarme
el dolor y las miradas sutiles de muchos, que aún hoy
señalan con su dedo acusador y justiciero al "diferente",
al que no es como ellos.
Por otra parte, en general, se recomienda decir al
niño que es adoptivo desde muy pequeño, desde el
momento en que se cree que es capaz de comprender su
situación.
Sin embargo, es curioso, mi mejor amiga es adoptiva
y se lo dijeron desde pequeña y recuerdo nuestras largas
charlas, sus conflictos,
sus caprichos y mis consejos. Cada vida es un mundo y, realmente,
no sabría decir qué es mejor. No existen reglas,
pero si yo debiera elegir, hoy, como adulto y padre, se lo
diría desde pequeño. Me esforzaría junto a
mi esposa para que el pequeño entendiera y si fuera
necesario recurriría a la ayuda de un
profesional.
La vida siempre encerrará misterios,
sueños y realidades".
© Dibujo realizado por Graciela
Inés Pietryszyn de Gestoso
Sí, la vida será siempre un misterio,
aunque real y presente en todas nuestras etapas de crecimiento.
Pero también, la vida está inundada de
sueños, propios de cada ciclo vital. Hay un viejo dicho
que dice que hay historias personales, vivencias, que parecen
sueños, y sueños que llegaron a cambiar la
historia.
Sin embargo, la vida tiene realidades, crueles, lindas,
agradables y deplorables. Todo un sin fin de posibilidades que
hay que aceptar o rechazar, pero que ahí están …
Todo ser vivo conserva en su memoria colectiva y/o ancestral las
huellas de sus antepasados, que reflejan el paso a otra etapa y a
otra … Es necesario que un ciclo termine para abrir paso al
siguiente y así hasta el final.
Creo que aquel pequeño huérfano, hecho
hombre a los golpes o adulto por amor, hoy puede decir que la
"vida no se nos quita, sino que somos participados a elegir el
camino y a decir si apostamos a vivirla".
Y realmente Juan apostó no
sólo a su propia vida y a la de su familia, sino
también a la de muchos niños que estaban "solos por
el mundo" y ya no lo estarán más, gracias a Juan y
otros voluntarios de UNICEF y tantas otras organizaciones y
familias.
La vida de Juan parecía un sueño, pero sus
sueños le cambiaron la vida a muchos
niños.
Capítulo 5. "EL FANTASMA DE LA
MUERTE"
Noé bendijo al fénix al
exclamar: "¡Quiera Dios que nunca mueras!" (B.
Sanhedrin 108 b).
"Después de leer varias veces en mi vida el
libro del Génesis y otros de la Biblia, advertí que
mi vida reflejaba, en parte, el mito del
fénix. No me refiero precisamente a la inmortalidad, sino
a que renací luego de casi diez años de fuerza, coraje
y perseverancia.
Pero no me considero una heroína, sino por el
contrario una "sobreviviente".
Pensé muchas veces si realmente era
importante o significativo contarles mi pequeña historia.
Sin embargo, luego de muchos años decidí hacerlo
sin ocultamientos y narrando toda la "verdad".
Mi sostén fue mi familia, mis amigos y
alumnos. Aún hoy me escriben extensas cartas o
cariñosos mensajes por medio de la computadora
para saber cómo está su joven "profe", como ellos
me llaman. Fueron mi mejor remedio, mi antídoto contra la muerte.
Asimismo, el bastón en el cual me sostuve fue
mi madre, que pasó cada noche, cada día, cada fin
de semana junto a mí, y fue mis ojos, cuando no
podía ver debido a la medicación, y mi voz, cuando
no podía hablar a raíz de tantas operaciones.
Aún hoy, estando tan lejos, la siento junto a
mí.
Recuerdo cada día a mis doctores, su
tenacidad, entereza, cariño y paciencia.
Mis caprichos, soberbia y omnipotencia molestaron a
muchos, que quisieron acercarse y no pudieron. Sin embargo, a
veces pienso que esa fortaleza desmedida, esos arrebatos
sorprendentes y esa omnipotencia increíble, fueron los que
me mantuvieron con vida" (Noemí, Buenos Aires.
Argentina).
Así me describía mi hermana "por
elección" (Graciela Inés, Buenos
Aires, Argentina) … en sus -por ella titulados- "Tres
deseos":
"Igual que los chicos … pedía tres deseos:
al apagar las velitas de la torta: ‘Que Ella se cure, que
Ella se cure, que Ella se cure’, al pararme debajo del
Viaducto, cuando pasa el tren: ‘Que Ella se cure, que Ella
se cure, que Ella se cure’, al ver caer una estrella:
‘Que Ella se cure, que Ella se cure, que Ella se
cure’ …
Igual que los chicos, que no saben que la fe permite
creer que lo imposible pasará, porque para ellos no hay
imposibles porque su inocencia les permite creer que lo imposible
no existe.
Esa misma inocencia infantil que aún
conservaba escondida, era la que me hacía repetir una y
otra vez: ‘Que Ella se cure, que Ella se cure, que Ella se
cure’.
Necesitaba confiar desesperadamente en algo, en
Alguien, no importaba si tenía que relegar mis propios
deseos, el renunciamiento valía la pena, no quería
nada para mí … ‘Que Ella se
cure…’.
A veces, muchas veces, la realidad de su dolor, sus
ojos extraviados mirando no sabía a qué o a
quién, sus escapadas a la niñez, sus caprichos o
sus sombríos reclamos, me hacían dudar de la
eficacia de la
magia de mis deseos. El encanto de las estrellas fugaces y la
letanía de mis oraciones no alcanzaban para producir el
milagro … ‘Que Ella se cure’…
Se necesitaron algunas cosas más, no
demasiadas, pero sí las esenciales: la callada
abnegación maternal, la firme decisión de vivir,
el amor dado
más que el exigido, la voluntad de seguir parada y
adelante, la presencia incondicional de los seres más
queridos, en suma: el amor, el de Ella y el de los
demás.
Después de tantos años de esperar y de
desesperar, de marchas y contramarchas, avanzando y
retrocediendo, ganando y perdiendo batallas frente al enemigo,
finalmente El Deseo se cumplió. Se que que es infantil, y
hasta inmaduro el pensamiento,
pero me gusta fantasear y soñar con que dentro de aquella
mezcla de coraje, decisión, amor, voluntad y fe que fueron
necesarias para lograrlo, una pizca de mis deseos de velitas de
cumpleaños, de trenes y estrellas perdidas, se
entremezclan con el brillo de tus enormes ojos negros al decirme:
‘Estoy curada’".
Se ha hablado mucho del cáncer, su tratamiento y
sus posibles orígenes, pero, ¿Quién puede
decir cuál es el comportamiento
correcto, la actitud
medida, si uno se está muriendo?
Sí, muchos opinaban y creían saber
más que los doctores. Todos eran médicos,
psicólogos o justicieros. Pero, la mayor parte de ellos no
hacía nada … sólo hablar o criticar o juzgar
durante tanto tiempo. Otros se lamentaban o indirectamente
reprochaban sobre lo que podrían haber hecho o estudiado o
visitado si no hubiesen perdido aquellas horas al visitarme en mi
lecho de enferma. Espero hoy en día esas mismas personas
sepan aprovechar mejor las horas y recuperen el tiempo
"perdido".
Sin embargo, debo destacar la perseverancia y apoyo de
un grupo de familiares y amigos, que estuvieron conmigo en las
buenas y en las malas.
¡Qué decirles de la amistad!:
"La amistad acrece la felicidad y abate la angustia,
doblando nuestra alegría y menguando nuestro
dolor" (Graciela Inés, Buenos Aires,
Argentina).
Pero, no es tiempo de reproches, ni de amarguras, sino
de disfrutar de la vida.
No, no me olvidé de la carta de un
amigo –Luis (Buenos Aires, Argentina)- que me
acompañó también en las buenas y en las
malas …
"Es difícil referirse a una persona afectada
por una enfermedad terminal, en especial cuando el que escribe no
ha pasado por ese trance. La dificultad mayor estriba en la
imposibildad de ubicarse en el lugar del enfermo, por eso
intentaré expresarme de la mejor manera posible, evitando
torpezas.
Te conocí en la Sala de Profesores de una
conocida Universidad
privada, en la que te desempeñabas como profesora;
mientras que yo sólo era un simple empleado. Me llamaron
la atención tu aspecto enfermizo y, a la vez, tu belleza:
morena, de aire exótico, podría suponerse que sos
árabe o sefaradí, por tus grandes ojos oscuros y
tus afiladas facciones orientales.
Frecuentemente, llegabas al trabajo con vendajes en
el cuello o un brazo en cabestrillo. No recuerdo exactamente
cómo o a través de quién, pero me
enteré que tenías cáncer y que
únicamente te levantabas de la cama para dictar clases,
debido a tu estado de debilidad. Pronto noté la gravedad
del caso al verte con un gorro de lana, que no llevabas debido a
las bajas temperaturas de Buenos Aires, sino a la caída de
tu cabello por causa de la quimioterapia.
Hablabas de tu enfermedad con una naturalidad
valiente y no te autocompadecías. El mal no era el centro
de tu vida; tu mayor preocupación, tu pasión, era
seguir dictando clases. Los alumnos se contagiaban de tu
entusiasmo y te demoraban después de hora para seguir
aprendiendo algo más sobre los cretenses, los
súmeros, el misterioso faraón Akhenaton y otras
tantas cosas fascinantes de la historia de aquellos países
remotos …
Al regresar de cada clase, tu
rostro era otro y tu andar se tornaba mucho más
ágil.
Finalmente, una tarde llegaste exultante; tus
doctores habían ubicado el foco de tu enfermedad y
suponían que mejorarías notablemente. Y así
sucedió … No pude soportar la emoción y te
abracé.
Hoy, pasados muchos meses, supongo que te salvaron
dos grandes virtudes: tu fe y las ganas de salir adelante. En
otras palabras tomaste una gran decisión: la de vivir, en
definitiva la de cumplir con tu misión.
Una reflexión de café
…
Lo que es imposible para la mayoría de los
hombres, sólo unos pocos lo pueden hacer, pero con un
esfuerzo sobrehumano, con la desesperada decisión de
querer hacerlo.
En tu caso ocurrió de esta misma forma:
querías vivir y nada más …".
Recuerdo a mi doctor, cuando me preguntó
"¿Qué quiere hacer con su vida?" Yo le
respondí: "Seguir ayudando a los niños,
enseñando, investigando …". El volvió a
preguntar: "¿Qué quiere hacer para
‘Usted’?". Me paralizó con una pregunta muy
sencilla, pero que encerraba todos los "No", que me había
impuesto en la
vida, en mi vida. Hasta entonces había vivido la vida para
otros, ayudado, sufrido …, pero para el otro.
Y ¿qué hay de mí … ? Mi doctor
tenía razón.
Hice lo que me vino en gana y comencé a escribir
este libro, a viajar por Medio Oriente y me propuse vivir la
"vida". Tan sólo así de simple. Tomé a la
vida como una larga escalera, donde cada escalón era un
día, un desafío más.
Recuerdo al pequeño Damián,
abandonado por su familia, no por razones económicas, sino
porque tenía cáncer. Con tan sólo cinco
años y cara de bebé me dió una
lección de vida. Esperaba ansioso los jueves y
sábados, días de visita y salidas. Ibamos al parque
más cercano al hospital y compartíamos un gran
helado. A veces buscábamos desesperadamente un copo de
nieve; sí, de esos que se pegotean en todo el rostro y a
veces en el cabello de alguien que pasa distraído o muy
cerca.
Recuerdo sus ojitos celestes, su sonrisa, su boca grande
y llena de chocolate, su cabello rubio, casi dorado como un rayo
de sol. ¡Qué decirles del pequeño
Damián … ! Me fascinó tanto ese niño, que
hasta pensé en adoptarlo; pero los doctores me dijeron que
no teníamos tiempo. El pequeño se moría y mi
vida futura no estaba garantizada tampoco.
Comenzamos con madres, doctores y voluntarios a realizar
una sala de juegos para los niños hospitalizados.
Empecé a llamar a cuanta compañía
había en la guía y solicité donaciones de
leche, pañales y juegos didácticos.
No recuerdo haber estado tan feliz como aquél
"Día del niño" de 1993. Los juguetes nos
invadieron. Las enfermeras y voluntarios no dabamos a vasto con
los juguetes. No quiero acordarme de la cara de algunos doctores,
que debieron envolver los regalitos y hacer moños. Lindos
tiempos aquellos …!
Pero, todo no era dicha y alegría, ver morir a un
niño no es nada nuevo en un hospital y menos para los
doctores. Sin embargo, para los voluntarios y sobre todo para los
más jóvenes es todo un proceso.
Cuántas veces llegaba por la mañana del jueves con
una amplia sonrisa y caramelos, y mi rostro cambiaba al ver los
ojos tristes de las enfermeras, que con pretextos me enviaban a
ver a otros niños nuevos.
Rápidamente, comprendía que algo malo
había pasado, alguien faltaba, uno de "mis bebés"
había partido para siempre. La angustia invadía mi
cuerpo y alma, y debía resistir, ya que otros
pequeños necesitaban ayuda, una mamadera, un pañal
nuevo o el canto diario para dormirse.
Vi morir a muchos y algunos de ellos se durmieron para
siempre en mis brazos en los lugares más remotos de Rwanda
y Uganda, o en el mismo centro metropolitano de Buenos Aires.
Todos ellos bebés; niños que nunca llegarían
a crecer.
Por un tiempo, tuve que alejarme, ya que afectaba a mi
propia recuperación.
Me concentré en mis estudios, mis investigaciones,
mi familia, amigos y estudiantes. No obstante, nunca dejé
de colaborar en esta lucha contra el cáncer, que es una
enfermedad considerada terminal, pero que no es imposible de
vencer. El cáncer se cura y no contagia, como aún
muchos creen después del 2000.
Hago votos para que los científicos y
médicos sigan desarrollando sus proyectos e
investigaciones y dejen discípulos, que son su mejor
inversión y capital.
¡Qué la luz de la antorcha no se apague y
siga iluminando a las generaciones venideras! A todos esos
doctores y científicos vaya nuestro homenaje y respeto:
"Gracias, por darnos una esperanza
de vida".
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