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Popper y Marx. Positivismo, historicismo y conflicto social




Enviado por jorge_zappino



    1. Positivismo y sociedad. Las
      ideas de Popper sobre el conflicto social
    2. El conflicto social en
      Marx
    3. A modo de
      conclusión

    El presente trabajo se
    propone revisar, en la obra de Karl Popper, y en algunas otras
    que estudian el tema a partir de Popper y/o del marxismo,
    aquellos elementos de su pensamiento
    que permitan delinear sus ideas acerca del conflicto social,
    confrontando las mismas con las de Karl Marx al
    respecto, y la lucha de este último contra el reformismo,
    en el cual se puede enmarcar el pensamiento
    popperiano.

    El positivismo,
    en el cual se inscribe Popper, considera el conocimiento
    de la vida social del hombre como
    destinado a la preservación y al mejoramiento continuo del
    organismo social. Pretende reemplazar las formas de pensamiento
    tradicional por una práctica positivista de la ciencia
    social que logre un conocimiento objetivo,
    neutral y libre de valores,
    confiando en el desarrollo de
    la racionalidad como sustento del progreso ilimitado de la
    sociedad.

    El marxismo, por su parte, considera necesario llevar a
    cabo una ruptura, una acción
    transformadora de la sociedad; y propone sustituir la
    filosofía especulativa en el campo de las ciencias
    sociales, por un análisis científico de la moderna
    sociedad industrial, con el ejercicio de una praxis que
    modifique el orden socioeconómico.

    El primero elabora una teoría
    armonicista de la sociedad; el otro una teoría del
    conflicto social.

    El trabajo consta de tres partes, a saber:

    • Positivismo y sociedad. Las ideas de Popper sobre el
      conflicto social.
    • El conflicto social en Marx.
    • A modo de conclusión.

    Positivismo y sociedad. Las ideas de Popper
    sobre el conflicto social

    El positivismo fue, a mi entender, un discurso
    justificador de la ideología de la moderna sociedad
    industrial, presentando como leyes
    científicas, universales, necesarias y objetivas, las
    exigencias socioeconómicas y políticas
    del nuevo orden social.

    Entre sus fundamentos, se encuentra aquel según
    el cual sólo la ciencia
    fundada en la observación de los hechos es capaz de
    inspirar aprobación y movilizar el consenso, anulando la
    anarquía producto de la
    libertad de
    conciencia.

    Los principios en los
    que se apoya el positivismo como concepción de la sociedad
    son:

    • La sociedad está regida por leyes naturales,
      independientes de la voluntad humana, invariables y que
      manifiestan una armonía natural en la vida
      social.
    • Los fenómenos sociales se deben observar y
      explicar causalmente (con independencia de los juicios de valor
      ideológicos, de los prejuicios y preconceptos)
      lográndose así la neutralidad y objetividad que
      tienen las ciencias
      naturales.
    • El naturalismo positivista asegura la
      asimilación epistemológica de la sociedad a la
      naturaleza.

    Este cuerpo de ideas cree, simplemente, que la sociedad
    es justa, que está bien estructurada y que la gente vive
    feliz; es decir, tiene una actitud
    conformista y conservadora donde el conflicto y la ruptura
    significan la destrucción de la sociedad.

    La Escuela de Viena,
    por su parte, intentó constituir una filosofía
    científica opuesta a cualquier tipo de filosofía
    especulativa, y cuyo fin era construir, una concepción
    científica del mundo, mediante la reducción de las
    ciencias
    sociales a las ciencias naturales tanto en el aspecto legal
    (leyes científicas) y terminológico como en lo que
    respecta al método:
    términos, leyes y método de las ciencias naturales
    deben transportarse a las sociales.

    Remontándonos uno poco hacia atrás, las
    sociedades
    griegas son las primeras a las que se puede calificar de
    individualistas, son asimismo las primeras en las que se
    reconocen institucionalmente los intereses individuales de los
    ciudadanos que residen fuera del palacio y en las que se autoriza
    la lucha abierta entre ellos, en el ágora, en el espacio
    público y a la luz del
    día; una lucha propiamente política en la ciudad
    y no sólo palaciega; una lucha entre "animales
    políticos", al decir de Aristóteles; una lucha entre individuos en
    el mundo.

    Hay que admitir, sin embargo, que los conflictos y
    movimientos sociales son contemporáneos de la
    política democrática tradicional y la sociedad
    individualista. Sin embargo, dicha coincidencia en el tiempo no
    significa mutua dependencia como la que existe entre esa
    política y esa sociedad.

    En Grecia, por
    ejemplo, los movimientos sociales no eran necesariamente
    políticos, desbordaban los cauces institucionales
    –individualistas– de la política
    democrática y en ciertas circunstancias se oponían
    radicalmente a ella. Por su parte, los conflictos sociales,
    aunque son favorecidos por la apertura de la
    política democrática a diversos sectores de la
    sociedad (Finley, 1975/1977: 202), también están
    prohibidos por los códigos implícitos o
    explícitos que protegen la vida pacífica de la
    polis y el ejercicio convencional de la
    política.

    El conflicto social, no individual –no
    individualista–, representaba en Grecia y sigue
    representando en nuestros días una lucha política
    en teoría y anti-política de hecho.

    Para comenzar a rastrear las ideas de Popper acerca del
    conflicto social, se hace necesario comenzar por la descripción que hace sobre lo que él
    llama el historicismo. Según Aron, "Popper entiende
    por historicismo:

    1. la afirmación de que hay leyes relativas al
      devenir global: la totalidad social es planteada como una
      realidad sui generis que emana de una realidad interior; se
      supone que existen leyes que rigen el devenir de esa
      totalidad;
    2. en función
      de esta visión total de la historia considerada como
      objeto, los historicistas afirmarían que la historia
      puede dividirse o subdividirse en una serie de periodos, en
      sistemas
      cerrados cuya propia originalidad solo es posible captar
      intituivamente". (Aron, 1996: 243)

    Dentro de esta concepción, Popper ataca a
    Hegel y a
    Marx, a quienes considera (especialmente al segundo) como
    responsables de los "totalitarismos" del siglo XX.

    Jiménez Perona, sobre el mismo tema, dice que "La
    doctrina historicista de las ciencias sociales propone como
    método de las mismas uno tal que, desde un punto de vista
    esencialista, holista, determinista, tiene como tarea explicar y
    predecir los cambios sociales mediante la formulación de
    las leyes de desarrollo histórico.

    Paralelamente, se da una doctrina historicista de la
    política, cuya tarea es, hechas las predicciones sociales,
    disminuir los dolores del parto de los
    desarrollos políticos inminentes". (Jiménez Perona,
    1996: 228)

    Por su parte, el escritor peruano Mario Vargas
    Llosa, en un artículo publicado en la revista
    "Vuelta" de México, y
    en su libro
    "Desafíos a la libertad", hace una novedosa interpretación de las ideas de Popper
    cuando dice que "éste presenta una visión de la
    historia en la que el pasado va asociado con la sociedad cerrada
    y el presente y futuro con la abierta.

    En efecto, el desarrollo histórico comienza con
    la sociedad cerrada donde reinaban la tribu, el espíritu
    gregario, la vida de colmena y el hombre era
    un ser irresponsable, un esclavo.

    En lugar de la racionalidad imperaban los mitos, actos
    de fe y la magia. Los griegos traspasaron este fase del
    desarrollo al inaugurar, con los presocráticos, la
    civilización, sometiendo las verdades religiosas al
    escalpelo del análisis racional y al cotejo con la
    experiencia práctica". (Vargas Llosa, 1992: 25)

    "Mientras la sociedad cerrada se caracteriza por su
    horror al cambio, la
    sociedad abierta trae consigo la responsabilidad individual. La historia desde
    entonces ha sido una lucha entre, por un lado, la racionalidad,
    las verdades, el espíritu crítico asociadas con la
    sociedad abierta y, por el otro, la tentación -por el
    temor al cambio, a lo desconocido y asumir la responsabilidad
    individual- de seguir el "llamado de la tribu",
    refugiándose en la seguridad
    entregada por los dogmas de la religión, la nación,
    una doctrina o un caudillo". (Vargas Llosa, 1992: 26).

    Siguiendo en la misma línea, Vargas Llosa recalca
    la existencia de la verdad que aunque provisoria tiene una
    existencia real. "A través del método del ensayo y el
    error y las verdades alcanzadas mediante él, se ha logrado
    el progreso científico, técnico, social y
    político. La condición para alcanzar estas verdades
    es la libertad, sobre todo la de cuestionar y criticar. La
    combinación de método
    científico y la libertad sólo se ha dado en las
    sociedades abiertas y han tenido como resultado mejores
    condiciones materiales y
    culturales y mayor poder de
    decisión".

    "La adscripción a lo que Popper denominaba
    historicismo esconde un temor a la libertad, es decir se cree en
    una historia ya determinada por Dios, la naturaleza, o las
    relaciones de producción y la lucha de clases. Lo opuesto
    de esta actitud es el asumir la responsabilidad que significa
    concebir la vida como permanente creación, como una
    arcilla dócil a la que cada sociedad, cultura,
    generación, pueden dar las formas que quieran" (Vargas
    Llosa, 1992: 27).

    Existe aquí un paralelo entre los que pretenden
    someter la historia -que es caos, improvisación e
    inabarcable desorden a ciertas leyes- y los que intentan someter
    la sociedad a la planificación. Esta última desemboca
    frecuentemente en regímenes totalitarios que privan a los
    ciudadanos de iniciativa y los someten a la uniformidad. Tanto el
    historicismo como la planificación son enemigos de la
    libertad. Las soluciones
    holísticas y totalizantes a los problemas
    sociales también lo son, mientras el reformismo es
    compatible con la libertad.

    Según Vargas Llosa, para el teórico
    austríaco, el Estado es
    un mal necesario, entre otras cosas para redistribuir la riqueza
    y alcanzar una cierta justicia ya
    que la libertad por sí misma (aquí libertad =
    libertad económica) genera desequilibrios y desigualdades.
    (Vargas Llosa, 1992: 208-209).

    La libertad está asociada con la defensa del
    individuo, de
    la propiedad
    privada y el progreso gradual, con la tolerancia
    política, religiosa, cultural, el espíritu
    crítico y las instituciones
    liberales en general.

    El mercado es
    asociado con la libertad de comerciar y de producir y visto como
    el mejor sistema
    económico para satisfacer las necesidades humanas, pero
    debe ir unido a un orden legal que garantice la propiedad privada
    y a un poder judicial
    independiente del poder político (Vargas Llosa, 1992:
    105).

    El mercado y la apertura al mundo son el único
    camino hacia el progreso y la modernidad
    (Vargas Llosa, 1994: 205).

    Popper busca reducir el papel de las ideologías y
    los puntos de vista de clase a meros
    problemas
    psicológicos del científico individual, es decir,
    los prejuicios de los enemigos de la sociedad abierta.

    Según Jiménez Perona, "la economía
    política se basa, para Popper, en un método que
    se denomina ‘método cero’ o de la
    lógica
    de la situación’. Consiste en analizar la
    situación social de los individuos que actúan, para
    explicar sus acciones a
    partir de la situación misma y sin ayudas
    psicológicas. Se trata de construir un modelo de la
    situación social en base a la suposición de una
    completa racionalidad por parte de todos los sujetos implicados".
    (Jiménez Perona, 1986: 233-234)

    Popper plantea una suerte de reformismo
    sociológico opuesto a la existencia de conflictos,
    rupturas, cambios bruscos y radicales. Toda revolución
    que pretenda transformar las estructuras
    políticas, sociales y económicas es necesariamente
    irracional y enmarcada dentro de lo que Popper llama
    historicismo. Por ellos, deben eliminarse los prejuicios
    revolucionarios que pongan en peligro la sociedad abierta
    racional, que él identifica con la sociedad liberal
    angloamericana.

    Es decir, según la óptica
    popperiana, se puede trabajar en lo social sin necesidad de
    cambiar todo, sino que se deben cambiar las partes.

    Uno podría, por ejemplo, reformar la educación con la
    esperanza de que ésto contribuya a reformar la sociedad.
    En este sentido, Popper niega la actitud de decir: hasta tanto no
    se pueda reformar la sociedad como un todo, no se puede hacer
    nada. Para Popper, esta sería una ingeniería social totalitaria, que parte
    del concepto de
    totalidad.

    El opone lo fragmentario a la totalidad. Deben
    solucionarse problemas parciales. Debe avanzarse desde las
    partes, manejando lógicas de situación
    fragmentadas; porque no hay, para Popper, ni una teoría
    total del tiempo, ni una teoría total de la historia, ni
    leyes generales en lo social.

    Popper piensa que los hacedores del mundo social son los
    individuos. Los grupos siempre
    tienen por detrás a individuos, y deben explicarse a
    partir de ellos.

    Esto no es más que la idea de sociedad abierta:
    la sociedad esta indeterminada, puede ir hacia un lado o hacia
    otro. Este tipo de sociedad no necesita de una concepción
    del hombre para realizarse, sino que el hombre es lo que es, y
    todo lo que tienen que hacer la institución es darse el
    marco de libertad suficiente para que esos hombre expresen lo que
    quieran realizar.

    Popper ve como peligroso partir de una concepción
    del hombre porque cuando éstos no se acomodan a esa
    concepción, tratan de amoldarlo mediante instituciones
    totalitarias.

    No se deben buscar, entonces, leyes generales sino
    ciertas leyes parciales que procedan más por ensayo y
    error.

    "Frente a los métodos
    historicistas Popper propone un nuevo método para las
    ciencias sociales. Se trata, como en las ciencias naturales, de
    un método critico: el de la tecnología
    fragmentaria". (Jiménez Perona, 1986: 228)

    Popper, sin discusión, es un claro defensor del
    orden social existente e intenta legitimar racionalmente el mundo
    en que vivimos como un verdadero paraíso.

    En realidad, según Aron, "lo que Popper intenta
    defender e ilustrar con una argumentación lógica es
    una actitud reformista contra la actitud revolucionaria, que
    él imagina basada en cierta filosofía de la
    historia". (Aron, 1996: 244)

    Popper mismo, en su "Miseria del Historicismo", aclara
    este punto cuando dice que "una de las diferencias entre la
    actitud utópica u holistica y la actitud fragmentaria
    podría ser expuesta de esta forma: mientras que el
    ingeniero fragmentario puede atacar su problema con perfecta
    disponibilidad en cuanto al alcance de la reforma, el holista no
    puede hacer esto, pues ha decidido de antemano que una
    reconstrucción completa es posible y necesaria". (Popper,
    1973: 83)

    En realidad, el objetivo de esta concepción es
    legitimar el orden capitalista, presentándolo como
    racional, neutral, objetivo y libre de valores. La función
    racional y liberadora que encarnó el precursor positivismo
    utópico-revolucionario del siglo XVIII dejó su
    lugar, a partir del siglo XIX a otro positivismo que pasó
    de ser crítico de la ideología del antiguo
    régimen a ser representante de la ideología
    legitimadora de la moderna sociedad industrial.

    Ahondando un poco más el análisis, se
    pueden encontrar al menos tres factores que configuran el
    liberalismo
    popperiano:

    • No hay fines dados. Cada político es libre
      para fijar los fines a partir de sus valores. De un
      análisis de la historia no puedo extraer cuales son los
      fines hacia los cuales hay que ir. Hay libertad de
      afirmación de los fines. Esto tiene que ver con la
      lógica liberal, en el sentido de que los valores,
      los fines, las religiones, forman parte
      de la elección existencial del individuo. Donde existe
      necesidad es en la elección de los medios.
    • No hay un patrón de desarrollo historicista.
      No hay una necesidad histórica. En el individualismo
      metodológico los individuos no dependen de totalidades
      que los trascienden, sino que siempre tienen un margen de
      decisión individual. La explicación tiene que
      partir del individuo.
    • La concepción instrumental de la
      política: la política no es más que un
      recurso para alcanzar fines que son
      extrapolíticos.

    El conflicto social en
    Marx

    Con la expansión del industrialismo, el
    análisis de Marx se opone al positivista-armonicista del
    progreso social ilimitado en virtud de los conflictos que la
    sociedad moderna genera. Estas contradicciones son irresolubles
    dentro del capitalismo,
    por lo que al análisis debe sumársele una
    acción transformadora de la sociedad.

    Marx plantea que la ideología es una forma de
    falsa conciencia determinada por los intereses de clase.
    Representa el conjunto de puntos de vista especulativos que los
    hombres se forman por medio de la moral, la
    metafísica, la religión y las
    doctrinas políticas y económicas.

    Las concepciones de la sociedad, de esta manera, se
    corresponden con los intereses materiales de los grupos
    sociales y con la situación que ellos ocupan en la
    pirámide social.

    Se trata, entonces, de evitar tanto el reduccionismo
    ideológico que no ve enfrentamientos teóricos y
    científicos sino en términos de los intereses de
    los grupos en pugna, como el neutralismo positivista que separa
    el estudio científico de la realidad social de los
    conflictos políticos-ideológicos.

    Marx afirma que en la medida en que se considera el
    capitalismo como figura absoluta y definitiva de la
    producción social, la economía
    política sólo puede seguir siendo una ciencia
    mientras la lucha de clase se mantenga latente o se manifieste
    sólo episódicamente, cuando esta lucha reviste
    formas más acentuadas y amenazadoras.

    La visión marxista parte metodológicamente
    de la necesidad de diferenciar entre lo aparente y lo real,
    buscando una explicación objetiva de los social desde el
    punto de vista del proletariado.

    Según Marx, el orden capitalista es
    históricamente transitorio, se basa en relaciones sociales
    que estructuran el funcionamiento de la sociedad. Ésta
    expresa la suma de relaciones y condiciones en las que individuos
    se encuentran recíprocamente situados. Y se generan en la
    producción material donde las relaciones sociales de
    producción e intercambio son entre individuos formalmente
    iguales, pero que ocultan relaciones de dominación y de
    explotación y son transitorias, por lo que su estudio debe
    realizarse desde una perspectiva histórica y
    política.

    Hay una aceptación del conflicto dada la
    existencia de intereses contradictorios entre los grupos sociales
    que participan en el proceso
    productivo. Quien posee la propiedad y el control de los
    medios de producción y cómo se distribuye el
    excedente remite al enfrentamiento entre las clases. La que
    ejerce, en un momento el poder material, también ejerce el
    poder político.

    Esta concepción, como teoría del conflicto
    social, parte de que la sociedad es un conjunto formado por
    clases
    sociales con fines e intereses antagónicos.
    Éstos provocan enfrentamientos irreconciliables. Encaran
    los conflictos en función de su experiencia, de su
    situación social, deseos, aspiraciones y
    temores.

    En realidad, podrían argumentar los marxistas, no
    hay movimiento
    social cuya lucha no muestre implicaciones culturales más
    o menos explícitas, no intente mudar la sociedad entera en
    una dirección prescrita por ciertos valores y
    no busque eliminar una tensión estructural

    A modo de
    conclusión

    La concepción positivista de la sociedad entiende
    que los fenómenos sociales pueden considerarse como cosas,
    como hechos puros que permiten ser aprehendidos y expresados de
    manera objetiva y que no pueden ser modificados por la
    acción de los hombres. Se pretende separar así a
    las ciencias sociales de sus condiciones
    histórico-políticas de producción. Y con
    ello, se intenta convertirla en teorías
    armonicistas de la sociedad que legitimen como natural un orden
    económico, social y político
    determinado.

    En cambio, desde la concepción marxista, la
    objetividad de las ciencias sociales no pude constituirse
    según el estrecho marco del modelo científico
    natural positivista. Los fenómenos sociales y humanos son
    producidos y reproducidos por la intervención de los
    hombres.

    El conocimiento
    científico de la realidad social está
    necesariamente condicionado por una concepción de la
    sociedad que, implícita o explícitamente, cumple
    una función rectora en el proceso de la producción
    científica.

    Desde esta perspectiva el conflicto es valorado como
    instrumento de mejora de la humanidad hasta llegar a una sociedad
    más justa y racional.

    Lo que se desprende del análisis popperiano es
    que allí se trata al conflicto social desde la
    óptica de una lógica situacional, es decir, por
    ejemplo, si hay un actor que tiene intereses "A" y un actor que
    tiene intereses "B", ambos actores chocarán en esos
    intereses.

    Lo que no hay, diría Popper, es un conflicto
    histórico, por ejemplo, la lucha de clases como motor de la
    historia.

    Es una configuración contextual de intereses y
    preferencia contradictorias, pero que está siempre
    enmarcada en una situación determinada.

    Lo que hay que destacar es que en Popper hay claramente
    marcado un individualismo metodológico; es decir, que
    siempre los actores que explico o comprendo son, en ultima
    instancia, los individuos.

    El marxismo, por otra parte, representa una
    utopía transformadora, una crítica
    de la moderna sociedad industrial: una teoría del
    conflicto social caracterizada por la historicidad, la crisis y la
    coacción. Se diferencia de otras teorías, en que el
    énfasis está en el conflicto social entre clases
    con intereses materiales opuestos e irreconciliables. El
    análisis pretende ser global, totalizador y no fragmentado
    o micro, como en la ingeniería fragmentaria
    popperiana.

    El positivismo pretende ignorar cualquier
    condicionamiento histórico-social del conocimiento y
    así lograr una objetividad libre de cualquier perspectiva
    globalmente condicionada.

    A diferencia del positivismo, en la teoría
    marxista no puede existir una visión neutral de los
    fenómenos sociales.

    Frente al reformismo e individualismo popperiano, el
    marxismo como concepción materialista de la sociedad parte
    necesariamente del conflicto social derivado de la
    contradicción fundamental del orden social existente, esto
    es, del antagonismo entre el trabajo y
    el capital, entre
    el proletariado y la burguesía. Es decir, percibe, analiza
    y denuncia el carácter histórico y transitorio del
    capitalismo.

    De esta manera, es posible "hacer historia", y no caer
    en el argumento, ya por demás desmentido por la realidad,
    del supuesto "fin de la historia" y el consiguiente triunfo del
    liberalismo.

    BIBLIOGRAFIA

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    Vargas Llosa, Mario. Karl Popper al día,
    Vuelta Nº. 184. México 1992.

    Vargas Llosa, Mario. Desafíos a la
    libertad,
    El País, Aguilar. Madrid
    1994

    Jorge S. Zappino

    Licenciado en Ciencia Política (Universidad de
    Buenos Aires)

    Magister en Historia Económica y de las
    Políticas Económicas (Universidad de Buenos
    Aires)

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