- Positivismo y sociedad. Las
ideas de Popper sobre el conflicto social - El conflicto social en
Marx - A modo de
conclusión
El presente trabajo se
propone revisar, en la obra de Karl Popper, y en algunas otras
que estudian el tema a partir de Popper y/o del marxismo,
aquellos elementos de su pensamiento
que permitan delinear sus ideas acerca del conflicto social,
confrontando las mismas con las de Karl Marx al
respecto, y la lucha de este último contra el reformismo,
en el cual se puede enmarcar el pensamiento
popperiano.
El positivismo,
en el cual se inscribe Popper, considera el conocimiento
de la vida social del hombre como
destinado a la preservación y al mejoramiento continuo del
organismo social. Pretende reemplazar las formas de pensamiento
tradicional por una práctica positivista de la ciencia
social que logre un conocimiento objetivo,
neutral y libre de valores,
confiando en el desarrollo de
la racionalidad como sustento del progreso ilimitado de la
sociedad.
El marxismo, por su parte, considera necesario llevar a
cabo una ruptura, una acción
transformadora de la sociedad; y propone sustituir la
filosofía especulativa en el campo de las ciencias
sociales, por un análisis científico de la moderna
sociedad industrial, con el ejercicio de una praxis que
modifique el orden socioeconómico.
El primero elabora una teoría
armonicista de la sociedad; el otro una teoría del
conflicto social.
El trabajo consta de tres partes, a saber:
- Positivismo y sociedad. Las ideas de Popper sobre el
conflicto social. - El conflicto social en Marx.
- A modo de conclusión.
Positivismo y sociedad. Las ideas de Popper
sobre el conflicto social
El positivismo fue, a mi entender, un discurso
justificador de la ideología de la moderna sociedad
industrial, presentando como leyes
científicas, universales, necesarias y objetivas, las
exigencias socioeconómicas y políticas
del nuevo orden social.
Entre sus fundamentos, se encuentra aquel según
el cual sólo la ciencia
fundada en la observación de los hechos es capaz de
inspirar aprobación y movilizar el consenso, anulando la
anarquía producto de la
libertad de
conciencia.
Los principios en los
que se apoya el positivismo como concepción de la sociedad
son:
- La sociedad está regida por leyes naturales,
independientes de la voluntad humana, invariables y que
manifiestan una armonía natural en la vida
social. - Los fenómenos sociales se deben observar y
explicar causalmente (con independencia de los juicios de valor
ideológicos, de los prejuicios y preconceptos)
lográndose así la neutralidad y objetividad que
tienen las ciencias
naturales. - El naturalismo positivista asegura la
asimilación epistemológica de la sociedad a la
naturaleza.
Este cuerpo de ideas cree, simplemente, que la sociedad
es justa, que está bien estructurada y que la gente vive
feliz; es decir, tiene una actitud
conformista y conservadora donde el conflicto y la ruptura
significan la destrucción de la sociedad.
La Escuela de Viena,
por su parte, intentó constituir una filosofía
científica opuesta a cualquier tipo de filosofía
especulativa, y cuyo fin era construir, una concepción
científica del mundo, mediante la reducción de las
ciencias
sociales a las ciencias naturales tanto en el aspecto legal
(leyes científicas) y terminológico como en lo que
respecta al método:
términos, leyes y método de las ciencias naturales
deben transportarse a las sociales.
Remontándonos uno poco hacia atrás, las
sociedades
griegas son las primeras a las que se puede calificar de
individualistas, son asimismo las primeras en las que se
reconocen institucionalmente los intereses individuales de los
ciudadanos que residen fuera del palacio y en las que se autoriza
la lucha abierta entre ellos, en el ágora, en el espacio
público y a la luz del
día; una lucha propiamente política en la ciudad
y no sólo palaciega; una lucha entre "animales
políticos", al decir de Aristóteles; una lucha entre individuos en
el mundo.
Hay que admitir, sin embargo, que los conflictos y
movimientos sociales son contemporáneos de la
política democrática tradicional y la sociedad
individualista. Sin embargo, dicha coincidencia en el tiempo no
significa mutua dependencia como la que existe entre esa
política y esa sociedad.
En Grecia, por
ejemplo, los movimientos sociales no eran necesariamente
políticos, desbordaban los cauces institucionales
–individualistas– de la política
democrática y en ciertas circunstancias se oponían
radicalmente a ella. Por su parte, los conflictos sociales,
aunque son favorecidos por la apertura de la
política democrática a diversos sectores de la
sociedad (Finley, 1975/1977: 202), también están
prohibidos por los códigos implícitos o
explícitos que protegen la vida pacífica de la
polis y el ejercicio convencional de la
política.
El conflicto social, no individual –no
individualista–, representaba en Grecia y sigue
representando en nuestros días una lucha política
en teoría y anti-política de hecho.
Para comenzar a rastrear las ideas de Popper acerca del
conflicto social, se hace necesario comenzar por la descripción que hace sobre lo que él
llama el historicismo. Según Aron, "Popper entiende
por historicismo:
- la afirmación de que hay leyes relativas al
devenir global: la totalidad social es planteada como una
realidad sui generis que emana de una realidad interior; se
supone que existen leyes que rigen el devenir de esa
totalidad; - en función
de esta visión total de la historia considerada como
objeto, los historicistas afirmarían que la historia
puede dividirse o subdividirse en una serie de periodos, en
sistemas
cerrados cuya propia originalidad solo es posible captar
intituivamente". (Aron, 1996: 243)
Dentro de esta concepción, Popper ataca a
Hegel y a
Marx, a quienes considera (especialmente al segundo) como
responsables de los "totalitarismos" del siglo XX.
Jiménez Perona, sobre el mismo tema, dice que "La
doctrina historicista de las ciencias sociales propone como
método de las mismas uno tal que, desde un punto de vista
esencialista, holista, determinista, tiene como tarea explicar y
predecir los cambios sociales mediante la formulación de
las leyes de desarrollo histórico.
Paralelamente, se da una doctrina historicista de la
política, cuya tarea es, hechas las predicciones sociales,
disminuir los dolores del parto de los
desarrollos políticos inminentes". (Jiménez Perona,
1996: 228)
Por su parte, el escritor peruano Mario Vargas
Llosa, en un artículo publicado en la revista
"Vuelta" de México, y
en su libro
"Desafíos a la libertad", hace una novedosa interpretación de las ideas de Popper
cuando dice que "éste presenta una visión de la
historia en la que el pasado va asociado con la sociedad cerrada
y el presente y futuro con la abierta.
En efecto, el desarrollo histórico comienza con
la sociedad cerrada donde reinaban la tribu, el espíritu
gregario, la vida de colmena y el hombre era
un ser irresponsable, un esclavo.
En lugar de la racionalidad imperaban los mitos, actos
de fe y la magia. Los griegos traspasaron este fase del
desarrollo al inaugurar, con los presocráticos, la
civilización, sometiendo las verdades religiosas al
escalpelo del análisis racional y al cotejo con la
experiencia práctica". (Vargas Llosa, 1992: 25)
"Mientras la sociedad cerrada se caracteriza por su
horror al cambio, la
sociedad abierta trae consigo la responsabilidad individual. La historia desde
entonces ha sido una lucha entre, por un lado, la racionalidad,
las verdades, el espíritu crítico asociadas con la
sociedad abierta y, por el otro, la tentación -por el
temor al cambio, a lo desconocido y asumir la responsabilidad
individual- de seguir el "llamado de la tribu",
refugiándose en la seguridad
entregada por los dogmas de la religión, la nación,
una doctrina o un caudillo". (Vargas Llosa, 1992: 26).
Siguiendo en la misma línea, Vargas Llosa recalca
la existencia de la verdad que aunque provisoria tiene una
existencia real. "A través del método del ensayo y el
error y las verdades alcanzadas mediante él, se ha logrado
el progreso científico, técnico, social y
político. La condición para alcanzar estas verdades
es la libertad, sobre todo la de cuestionar y criticar. La
combinación de método
científico y la libertad sólo se ha dado en las
sociedades abiertas y han tenido como resultado mejores
condiciones materiales y
culturales y mayor poder de
decisión".
"La adscripción a lo que Popper denominaba
historicismo esconde un temor a la libertad, es decir se cree en
una historia ya determinada por Dios, la naturaleza, o las
relaciones de producción y la lucha de clases. Lo opuesto
de esta actitud es el asumir la responsabilidad que significa
concebir la vida como permanente creación, como una
arcilla dócil a la que cada sociedad, cultura,
generación, pueden dar las formas que quieran" (Vargas
Llosa, 1992: 27).
Existe aquí un paralelo entre los que pretenden
someter la historia -que es caos, improvisación e
inabarcable desorden a ciertas leyes- y los que intentan someter
la sociedad a la planificación. Esta última desemboca
frecuentemente en regímenes totalitarios que privan a los
ciudadanos de iniciativa y los someten a la uniformidad. Tanto el
historicismo como la planificación son enemigos de la
libertad. Las soluciones
holísticas y totalizantes a los problemas
sociales también lo son, mientras el reformismo es
compatible con la libertad.
Según Vargas Llosa, para el teórico
austríaco, el Estado es
un mal necesario, entre otras cosas para redistribuir la riqueza
y alcanzar una cierta justicia ya
que la libertad por sí misma (aquí libertad =
libertad económica) genera desequilibrios y desigualdades.
(Vargas Llosa, 1992: 208-209).
La libertad está asociada con la defensa del
individuo, de
la propiedad
privada y el progreso gradual, con la tolerancia
política, religiosa, cultural, el espíritu
crítico y las instituciones
liberales en general.
El mercado es
asociado con la libertad de comerciar y de producir y visto como
el mejor sistema
económico para satisfacer las necesidades humanas, pero
debe ir unido a un orden legal que garantice la propiedad privada
y a un poder judicial
independiente del poder político (Vargas Llosa, 1992:
105).
El mercado y la apertura al mundo son el único
camino hacia el progreso y la modernidad
(Vargas Llosa, 1994: 205).
Popper busca reducir el papel de las ideologías y
los puntos de vista de clase a meros
problemas
psicológicos del científico individual, es decir,
los prejuicios de los enemigos de la sociedad abierta.
Según Jiménez Perona, "la economía
política se basa, para Popper, en un método que
se denomina ‘método cero’ o de la
‘lógica
de la situación’. Consiste en analizar la
situación social de los individuos que actúan, para
explicar sus acciones a
partir de la situación misma y sin ayudas
psicológicas. Se trata de construir un modelo de la
situación social en base a la suposición de una
completa racionalidad por parte de todos los sujetos implicados".
(Jiménez Perona, 1986: 233-234)
Popper plantea una suerte de reformismo
sociológico opuesto a la existencia de conflictos,
rupturas, cambios bruscos y radicales. Toda revolución
que pretenda transformar las estructuras
políticas, sociales y económicas es necesariamente
irracional y enmarcada dentro de lo que Popper llama
historicismo. Por ellos, deben eliminarse los prejuicios
revolucionarios que pongan en peligro la sociedad abierta
racional, que él identifica con la sociedad liberal
angloamericana.
Es decir, según la óptica
popperiana, se puede trabajar en lo social sin necesidad de
cambiar todo, sino que se deben cambiar las partes.
Uno podría, por ejemplo, reformar la educación con la
esperanza de que ésto contribuya a reformar la sociedad.
En este sentido, Popper niega la actitud de decir: hasta tanto no
se pueda reformar la sociedad como un todo, no se puede hacer
nada. Para Popper, esta sería una ingeniería social totalitaria, que parte
del concepto de
totalidad.
El opone lo fragmentario a la totalidad. Deben
solucionarse problemas parciales. Debe avanzarse desde las
partes, manejando lógicas de situación
fragmentadas; porque no hay, para Popper, ni una teoría
total del tiempo, ni una teoría total de la historia, ni
leyes generales en lo social.
Popper piensa que los hacedores del mundo social son los
individuos. Los grupos siempre
tienen por detrás a individuos, y deben explicarse a
partir de ellos.
Esto no es más que la idea de sociedad abierta:
la sociedad esta indeterminada, puede ir hacia un lado o hacia
otro. Este tipo de sociedad no necesita de una concepción
del hombre para realizarse, sino que el hombre es lo que es, y
todo lo que tienen que hacer la institución es darse el
marco de libertad suficiente para que esos hombre expresen lo que
quieran realizar.
Popper ve como peligroso partir de una concepción
del hombre porque cuando éstos no se acomodan a esa
concepción, tratan de amoldarlo mediante instituciones
totalitarias.
No se deben buscar, entonces, leyes generales sino
ciertas leyes parciales que procedan más por ensayo y
error.
"Frente a los métodos
historicistas Popper propone un nuevo método para las
ciencias sociales. Se trata, como en las ciencias naturales, de
un método critico: el de la tecnología
fragmentaria". (Jiménez Perona, 1986: 228)
Popper, sin discusión, es un claro defensor del
orden social existente e intenta legitimar racionalmente el mundo
en que vivimos como un verdadero paraíso.
En realidad, según Aron, "lo que Popper intenta
defender e ilustrar con una argumentación lógica es
una actitud reformista contra la actitud revolucionaria, que
él imagina basada en cierta filosofía de la
historia". (Aron, 1996: 244)
Popper mismo, en su "Miseria del Historicismo", aclara
este punto cuando dice que "una de las diferencias entre la
actitud utópica u holistica y la actitud fragmentaria
podría ser expuesta de esta forma: mientras que el
ingeniero fragmentario puede atacar su problema con perfecta
disponibilidad en cuanto al alcance de la reforma, el holista no
puede hacer esto, pues ha decidido de antemano que una
reconstrucción completa es posible y necesaria". (Popper,
1973: 83)
En realidad, el objetivo de esta concepción es
legitimar el orden capitalista, presentándolo como
racional, neutral, objetivo y libre de valores. La función
racional y liberadora que encarnó el precursor positivismo
utópico-revolucionario del siglo XVIII dejó su
lugar, a partir del siglo XIX a otro positivismo que pasó
de ser crítico de la ideología del antiguo
régimen a ser representante de la ideología
legitimadora de la moderna sociedad industrial.
Ahondando un poco más el análisis, se
pueden encontrar al menos tres factores que configuran el
liberalismo
popperiano:
- No hay fines dados. Cada político es libre
para fijar los fines a partir de sus valores. De un
análisis de la historia no puedo extraer cuales son los
fines hacia los cuales hay que ir. Hay libertad de
afirmación de los fines. Esto tiene que ver con la
lógica liberal, en el sentido de que los valores,
los fines, las religiones, forman parte
de la elección existencial del individuo. Donde existe
necesidad es en la elección de los medios. - No hay un patrón de desarrollo historicista.
No hay una necesidad histórica. En el individualismo
metodológico los individuos no dependen de totalidades
que los trascienden, sino que siempre tienen un margen de
decisión individual. La explicación tiene que
partir del individuo. - La concepción instrumental de la
política: la política no es más que un
recurso para alcanzar fines que son
extrapolíticos.
Con la expansión del industrialismo, el
análisis de Marx se opone al positivista-armonicista del
progreso social ilimitado en virtud de los conflictos que la
sociedad moderna genera. Estas contradicciones son irresolubles
dentro del capitalismo,
por lo que al análisis debe sumársele una
acción transformadora de la sociedad.
Marx plantea que la ideología es una forma de
falsa conciencia determinada por los intereses de clase.
Representa el conjunto de puntos de vista especulativos que los
hombres se forman por medio de la moral, la
metafísica, la religión y las
doctrinas políticas y económicas.
Las concepciones de la sociedad, de esta manera, se
corresponden con los intereses materiales de los grupos
sociales y con la situación que ellos ocupan en la
pirámide social.
Se trata, entonces, de evitar tanto el reduccionismo
ideológico que no ve enfrentamientos teóricos y
científicos sino en términos de los intereses de
los grupos en pugna, como el neutralismo positivista que separa
el estudio científico de la realidad social de los
conflictos políticos-ideológicos.
Marx afirma que en la medida en que se considera el
capitalismo como figura absoluta y definitiva de la
producción social, la economía
política sólo puede seguir siendo una ciencia
mientras la lucha de clase se mantenga latente o se manifieste
sólo episódicamente, cuando esta lucha reviste
formas más acentuadas y amenazadoras.
La visión marxista parte metodológicamente
de la necesidad de diferenciar entre lo aparente y lo real,
buscando una explicación objetiva de los social desde el
punto de vista del proletariado.
Según Marx, el orden capitalista es
históricamente transitorio, se basa en relaciones sociales
que estructuran el funcionamiento de la sociedad. Ésta
expresa la suma de relaciones y condiciones en las que individuos
se encuentran recíprocamente situados. Y se generan en la
producción material donde las relaciones sociales de
producción e intercambio son entre individuos formalmente
iguales, pero que ocultan relaciones de dominación y de
explotación y son transitorias, por lo que su estudio debe
realizarse desde una perspectiva histórica y
política.
Hay una aceptación del conflicto dada la
existencia de intereses contradictorios entre los grupos sociales
que participan en el proceso
productivo. Quien posee la propiedad y el control de los
medios de producción y cómo se distribuye el
excedente remite al enfrentamiento entre las clases. La que
ejerce, en un momento el poder material, también ejerce el
poder político.
Esta concepción, como teoría del conflicto
social, parte de que la sociedad es un conjunto formado por
clases
sociales con fines e intereses antagónicos.
Éstos provocan enfrentamientos irreconciliables. Encaran
los conflictos en función de su experiencia, de su
situación social, deseos, aspiraciones y
temores.
En realidad, podrían argumentar los marxistas, no
hay movimiento
social cuya lucha no muestre implicaciones culturales más
o menos explícitas, no intente mudar la sociedad entera en
una dirección prescrita por ciertos valores y
no busque eliminar una tensión estructural
La concepción positivista de la sociedad entiende
que los fenómenos sociales pueden considerarse como cosas,
como hechos puros que permiten ser aprehendidos y expresados de
manera objetiva y que no pueden ser modificados por la
acción de los hombres. Se pretende separar así a
las ciencias sociales de sus condiciones
histórico-políticas de producción. Y con
ello, se intenta convertirla en teorías
armonicistas de la sociedad que legitimen como natural un orden
económico, social y político
determinado.
En cambio, desde la concepción marxista, la
objetividad de las ciencias sociales no pude constituirse
según el estrecho marco del modelo científico
natural positivista. Los fenómenos sociales y humanos son
producidos y reproducidos por la intervención de los
hombres.
El conocimiento
científico de la realidad social está
necesariamente condicionado por una concepción de la
sociedad que, implícita o explícitamente, cumple
una función rectora en el proceso de la producción
científica.
Desde esta perspectiva el conflicto es valorado como
instrumento de mejora de la humanidad hasta llegar a una sociedad
más justa y racional.
Lo que se desprende del análisis popperiano es
que allí se trata al conflicto social desde la
óptica de una lógica situacional, es decir, por
ejemplo, si hay un actor que tiene intereses "A" y un actor que
tiene intereses "B", ambos actores chocarán en esos
intereses.
Lo que no hay, diría Popper, es un conflicto
histórico, por ejemplo, la lucha de clases como motor de la
historia.
Es una configuración contextual de intereses y
preferencia contradictorias, pero que está siempre
enmarcada en una situación determinada.
Lo que hay que destacar es que en Popper hay claramente
marcado un individualismo metodológico; es decir, que
siempre los actores que explico o comprendo son, en ultima
instancia, los individuos.
El marxismo, por otra parte, representa una
utopía transformadora, una crítica
de la moderna sociedad industrial: una teoría del
conflicto social caracterizada por la historicidad, la crisis y la
coacción. Se diferencia de otras teorías, en que el
énfasis está en el conflicto social entre clases
con intereses materiales opuestos e irreconciliables. El
análisis pretende ser global, totalizador y no fragmentado
o micro, como en la ingeniería fragmentaria
popperiana.
El positivismo pretende ignorar cualquier
condicionamiento histórico-social del conocimiento y
así lograr una objetividad libre de cualquier perspectiva
globalmente condicionada.
A diferencia del positivismo, en la teoría
marxista no puede existir una visión neutral de los
fenómenos sociales.
Frente al reformismo e individualismo popperiano, el
marxismo como concepción materialista de la sociedad parte
necesariamente del conflicto social derivado de la
contradicción fundamental del orden social existente, esto
es, del antagonismo entre el trabajo y
el capital, entre
el proletariado y la burguesía. Es decir, percibe, analiza
y denuncia el carácter histórico y transitorio del
capitalismo.
De esta manera, es posible "hacer historia", y no caer
en el argumento, ya por demás desmentido por la realidad,
del supuesto "fin de la historia" y el consiguiente triunfo del
liberalismo.
Aron, Raymond. Lecciones sobre la historia. Cursos
del Collège de Francia,
FCE. México 1996.
Bunge, Mario. The Seven Pillars of Popper’s
Social Philosophy, Philosophy of the Social Sciences, Vol. 26
Nº 4, Sage Publications, December 1996.
Chevallier, Jean-Jacques. Los grandes textos
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Vargas Llosa, Mario. Karl Popper al día,
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Vargas Llosa, Mario. Desafíos a la
libertad, El País, Aguilar. Madrid
1994
Jorge S. Zappino
Licenciado en Ciencia Política (Universidad de
Buenos Aires)
Magister en Historia Económica y de las
Políticas Económicas (Universidad de Buenos
Aires)