- El Edificio del Real Seminario
Conciliar - El proyecto del Real Seminario
Conciliar de Santa Marta elaborado por el director de las
reales obras, ingeniero militar Antonio Marchante,
1793 - El inicio de la
construcción del Real Seminario Conciliar durante la
gobernación de Andrés de
Samper - Otras intervenciones
arquitectónicas - Identidad y
representatividad - Vida intima del edificio del Real
Seminario Conciliar - El Real Seminario Conciliar
y sus hechos anecdóticos - El edificio del Real
Seminario Conciliar, hoy
Santa Marta (Colombia)
A Santa Marta se llamó La Perla de América. Sus calles son estrechas y
arenosas, pero rectas; su Catedral es bastante buena; son
también notables la casa de la aduana, el
cementerio y algunos edificios, tiene dos parroquias y dos
locales de extinguidos conventos de religiosos: el de Santo
Domingo, que fue habitado por San Luís Beltrán,
un Seminario Conciliar, una plaza de armas y otra de
carnicería, construida para mercado
sobre un lago seco; en sus inmediaciones corre el Gaira de
excelentes aguas. Hay un colegio, escuelas para ambos sexos,
oficina
telegráfica, estafeta nacional, dos imprentas, un buen
hospital y una biblioteca
pública.
Manuel Zamora, Guía de la
República, 1907
La educación de un
pueblo siempre ha sido factor determinante para su desarrollo,
desafortunadamente este aspecto tuvo poco fomento en la Provincia
de Santa Marta durante la dominación española, al
igual que otros temas claves para impulsar el progreso de tan
vasto territorio. La poca actividad educativa se acentuó
más durante el tiempo que
estuvieron los Habsburgo en el trono español
que coincidió con el fin del siglo XVII, durante esa
época la iniciativa estuvo a cargo de las
compañías religiosas enviadas desde España o
de los propios obispos en el siglo XVIII.
Las dos primeras iniciativas por institucionalizar
la
educación en Santa Marta curiosamente se promueven
después del cruel ataque incendiario del inglés
William Goodson en 1655, que deja la ciudad en completa ruina con
el primer proceso de
emigración de sus vecinos a otros lugares más
seguros. El
primer gestor por constituir una escuela fue el
obispo Francisco de la Trinidad y Arrieta (1662-1665) de la Orden
de Predicadores en el año de 1662, para ello le propuso al
monarca Felipe IV (1621-1665): "una cátedra de gramática para que los hijos de los vecinos
la aprendiesen".
El rey atendió tal solicitud y por la Real
Cédula del 8 de junio de 1663, mandó al gobernador
de Santa Marta que nombrase catedrático idóneo y a
los oficiales Reales, que le acudiesen con 300 pesos al
año de los novenos de diezmos de toda la provincia. Tal
escuela debería funcionar en unas de las casas
reconstruidas.
Años más tarde, hacia el año de
1671 el obispo Lucas Fernández de Piedrahita (1669-1677),
tuvo la iniciativa de materializar un edificio para Seminario y
luchar contra el analfabetismo
que postraba la provincia. Aún la ciudad no se
sobreponía del ataque referido, no había iglesia, ni
casa episcopal y el pánico
escénico persistía entre sus habitantes. El prelado
con algunos materiales que
había comprado, pidió a su venerable
capítulo uno de los solares vacíos que tenía
nuestra Catedral, las cuales eran de capellanías suyas
cuyo principales habían prescritos en el ataque,
otorgándole un solar avaluado en treinta pesos, una de las
casas destruidas del gobernador Juan de Mendoza.
El obispo con la ayuda de la comunidad
empezó a levantar la edificación, pero por falta de
recursos se vio
forzado a suspender la obra y de paso truncar el proyecto
educativo. Dos años después el Obispo Piedrahita
recibió una Real Cédula para:
Que ajustase con una de las tres religiones, Santo Domingo,
San Francisco o Compañía de Jesús, que
leyesen la cátedra de gramática que tenían
situada y otra de moral.
El inconcluso colegio le sirvió de
depósito o bodega para acopiar las maderas, ladrillos,
piedras y cal necesarios para reedificar la Catedral construida
por su antecesor obispo Sebastián de Ocando (1575-1623).
Luego la construcción que durante un tiempo
recibió el nombre de colegio, fue habilitada como Palacio
Episcopal en el primer cuarto del siglo XVIII.
La llegada de los Borbón al trono español
abriendo el siglo XVIII le imprime otra dinámica al gobierno
español, pero continúa el tema de la enseñanza en manos de los religiosos. El
obispo Antonio de Monroy y Meneses se destacó por su
abnegada dedicación en crear y sostener de su propio
patrimonio
algunas escuelas en esta ciudad, pero sólo a partir de la
segunda mitad del siglo XVIII con el proyecto transformador de
Carlos III (1758-1788), incluyeron un interés
por modernizar el aparato de la administración
pública, la tecnología, la ciencia y
la cultura. La
monarquía española y su grupo de
asesores signados por el despotismo ilustrado comenzaron a sacar
a España del marasmo decadente del gobierno de los
últimos Habsburgo, empezando por la economía y la
cultura.
Los seminarios como institución educativa para la
formación de aspirantes al sacerdocio de niños y
jóvenes, se habían creado en el Concilio de Trento
en su sesión XXIII de 1563. Aunque algunos años
antes, siguiendo las directrices dadas por el mismo Concilio en
su sesión V de 1546, San Ignacio de Loyola había
formado los colegios Romanos (1551) y Germánico (1552). El
período postridentino conoció la creación de
numerosos seminarios, muchos de los cuales fueron confiados a los
jesuitas. Con
la eliminación de las facultades de teología de las
universidades operada a lo largo del siglo XIX, los seminarios
ofrecieron un plan de estudio
estructurado en dos ciclos: uno de humanidades (seminario menor)
y otro de filosofía y teología (seminario
mayor).
La educación en estos territorios a cargo de las
compañías religiosas durante la segunda mitad del
siglo XVIII, fue fuertemente criticada por la "inútil
jerigonza" de la escolástica enseñada en colegios y
Seminarios, clamaban por la introducción de las ciencias
útiles, manifestaban que con gramáticas,
teólogos y juristas no podían adelantar la tarea de
modernización del Estado; pero
esta discusión resultó muy ambigua, ejemplo de esta
situación es la Universidad
Pública y la reforma de los estudios encomendados por el
virrey Manuel Guirior (1773-1776) al Fiscal Moreno
y Escandón en 1774. Este plan no tuvo aplicación
según por falta de fondos para proveer cátedras,
pero al parecer hubo reservas públicas por adoptar este
plan considerado demasiado novedoso.
Cinco años más tarde una junta de estudios
convocada por el Regente Gutiérrez de Piñeres para
un nuevo plan, procuraba "igualar en lo posible al que antes
servia de gobierno, para cautelar de este modo que con una
absoluta novedad se siente los efectos que este suele atraer",
según costa en una de las actas. De acuerdo a las palabras
textuales del Arzobispo Martínez
Compagnón:
No convenía instruir a los criollos por que
eran muy inteligentes y muy propensos a la
herejía.
Mientras tanto en Santa Marta, la cruzada por crear un
establecimiento de educación religiosa llamado "Seminario
Conciliar" surge con las solicitudes ante la monarquía por
parte del obispo Francisco Navarro (1776-1788) y posteriormente
con el persistente interés del obispo Anselmo José
de Fraga y Márquez (1790-1792), que dio sus frutos en el
siglo siguiente.
La gestión
del edificio se produce durante el renacimiento
urbano de Santa Marta bajo el reinado de los monarcas
españoles Carlos III (1758-1788) y Carlos IV (1788-1808),
cuyo mayor momento se vivió en los treinta años
comprendidos entre 1778 y 1808. Es la época de las
construcciones de obras militares como los refuerzos a los
fuertes de San Fernando, San Antonio e
isla del Morro, triangulo defensivo del puerto en las
postrimerías del siglo XVIII y la construcción del
Cuartel de Infantería Fija Veterana. Además de las
obras religiosas como la Catedral Basílica Menor, el
Seminario Conciliar y más adelante la construcción
del Cementerio San Miguel, que fueron las últimas obras
realizadas por la Corona española en Santa
Marta.
Pero la materialización de este edificio fue
difícil por todos los inconvenientes que se presentaron,
como en todo tipo de obra realizada por la Corona española
ya sea religiosa, militar o civil, aquellos que hoy día se
presentan como la falta de recursos, el incumplimiento de los
contratistas, mala calidad de los
materiales o problemas con
la mano de obra. Otro factor que retrasaba un proyecto era el
proceso de la aprobación de los planos y el presupuesto de su
construcción.
Desde la península ibérica la
monarquía española autorizaba las obras en sus
territorios de ultramar previo concepto
aprobatorio del Consejo de Indias, estos mandatos llegaban
a través de Reales Cédulas recibidas por las
autoridades civiles. La supervisión arquitectónica de estas
obras estaban a cargo de un Director de Obras
Reales, ellos generalmente eran ingenieros militares
formados en el Cuerpo de Ingenieros Militares, creado por
iniciativa de los franceses.
El oficio de estos ingenieros militares era proyectar,
construir y atender las obras defensivas en los puertos claves
para el comercio
ultramarino. Al mismo tiempo y ante la falta de personal
técnico especializado hicieron frente a las necesidades de
otros tipos de obras como la construcción de edificios
públicos, hospitales, embarcaderos, iglesias, trazados de
caminos, canales, puentes, alcantarillas y desagües.
Igualmente el aporte de nuevas técnicas
de extracción de reales minas, en las haciendas con
innovaciones en los procesos de
molienda, amalgamación o fundición. Idearon nuevas
máquinas hidráulicas y de
tracción animal, aparte de realizar visitas y
reconocimientos del estado de las ciudades.
La escala utilizada
en los planos era en la Vara del Marco de Castilla o Vara
Castellana, equivalente a 0.835 metro. Los proyectos eran
dibujados en papel verjurado, de arroz o de trapo de media o alta
consistencia y lavado en colores.
EL EDIFICIO DEL REAL
SEMINARIO CONCILIAR
El antiguo edificio del Seminario Conciliar está
ubicado en el corazón
del Centro Histórico de Santa Marta, esquina de la Calle
Grande (Calle 17) con el Callejón del Seminario (Carrera
2ª), por donde históricamente se encausaba las
"avenidas" o crecientes del río Manzanares en época
invernal; con un área construida de 1.586.25 M2 repartido
en dos pisos. Este edificio es una de las pocas obras de
importancia heredada por la ciudad durante la dominación
española, construido a finales del siglo XVIII y comienzos
del XIX cuando las horas del gobierno monárquico
español estaban contadas. Fue declarado Monumento Nacional
de Colombia.
Hacia el lindero oeste o su parte posterior
existió la iglesia y convento de Santo Domingo destruido
por el terremoto de 1834, hoy en su sitio se levanta el Palacio
Tayrona, sede de la Gobernación del Magdalena. Junto con
la Catedral Basílica Menor forman dos extremos de
tensión monumental en una zona considerada como el crisol
de la arquitectura
histórica de la ciudad, por la variedad de edificaciones
que expresan un lenguaje
arquitectónico de diferentes épocas. La historia de su
construcción está muy ligada a la obra de la
Catedral por los enfrentamientos entre obispos y gobernadores,
las continúas cartas al monarca
repletas de quejas de ambas partes y los intereses o afanes
personales que abrigaban el apadrinamiento de ambas
edificaciones.
La historia de su ocupación ha estado vinculada
con el uso educacional desde su construcción, excepto las
ocasiones que sirvió de Palacio de Gobierno en la segunda
mitad del siglo XIX y sede de la Corporación Nacional de
Turismo,
Seccional Magdalena en el último cuarto del siglo XX,
cuando esta entidad lo recuperó al cederlo en
concesión de parte de la Gobernación del Magdalena.
El titulo de propiedad
respectivo a nombre de la Diócesis de Santa Marta lo
constituye la Sentencia ejecutoriada proferida por el Honorable
Tribunal Superior de Santa Marta el 25 de mayo de 1934,
debidamente protocolizada en Escritura
Pública No. 200 de 22 de junio de 1934, otorgada ante la
Notaria Primera de Santa Marta, debidamente registrada.
El obispo Bernardo Botero Álvarez con el permiso
de la Santa Sede procedió vender el edificio del Seminario
Conciliar a la Gobernación del Magdalena durante la
administración de Joaquín Campo Serrano,
autorizado por la Asamblea del Departamento de acuerdo a la
Ordenanza No. 72 de 1942 que le permitía adquirir bienes
inmuebles con destino a locales para las oficinas departamentales
como colecturías, estancos, inspecciones de renta y
destacamentos de policía. La venta del
edificio incluía los accesorios del edificio, anexidades y
mejoras realizadas. La transacción se realizó por
la suma de Ciento Cincuenta Mil Pesos ($150.000.oo), finiquitada
mediante Escritura Publica No. 41 del 10 de abril de 1949 de la
Notaria Primera del Circuito y realizada ante el Notario
Público José Ariza, actuaron como testigos
instrumentales los señores Juan Manuel Noguera y Eduardo
Dávila.
PRECISIONES SOBRE EL NOMBRE ORIGINAL
DEL EDIFICIO DEL REAL SEMINARIO CONCILIAR
No obstante de constituirse en el único ejemplo
de la arquitectura religiosa educacional de época hispana
existente en la ciudad, con una tipología
arquitectónica excepcional en el marco del patrimonio
inmueble de Santa Marta, no ha sido valorado. Más bien ha
permanecido en un anonimato bautizado con nombres que no les
corresponden, como "Casa de la Cultura" o "Claustro San Juan
Nepomuceno", que refleja el poco interés o la indiferencia
de los samarios por la historia de su ciudad. Esto puede obedecer
a la vieja filosofía respecto a las obras de arquitectura
–afortunadamente revalorada-, cuya importancia radicaba si
en el inmueble habitó o pernotó algún
prócer de la independencia
o si fue residencia de algún oportunista español
venido a más en tierras americanas.
Ante la confusión generada en su nombre original
producto de
los innumerables usos a lo largo de su servicio a la
ciudad, es preciso aclarar tomando como referencia la documentación histórica del
edificio. Existe un documento de julio de 1806 en el Archivo
Eclesiástico de la Diócesis de Santa Marta,
indicado como folios No. 15 al 22 del tomo 11, firmado por el
monarca Carlos IV y dirigido al gobernador de Santa Marta y al
virrey de Santa fe de Bogotá, donde aparece
señalado el edificio como Seminario Conciliar,
folio No. 15. Mas adelante en el folio No. 17 el mismo documento
lo reseña como Colegio Seminario, pero nuevamente
en el folio No. 19 lo denomina como Seminario
Conciliar.
Otro documento del año de 1809 del mismo archivo,
dirigido a los Señores de la Junta de Jurisdicciones
Unidas, folios No. 13 y 14, referencia al edificio como la obra
del Real Seminario, documento firmado por Manuel Conde a
la sazón Mayordomo de Fábrica de la Iglesia
Catedral de Santa Marta y encargado del gasto económico de
la Casa del Real Seminario.
No hay duda que el edificio se haya construido con
recursos para las Reales Obras del monarca Carlos IV y que
su esencia arquitectónica estuviera destinada para
albergar a los alumnos del Seminario Conciliar de la
Diócesis de Santa Marta. Generalmente en el proceso de
construcción de estos proyectos se identificaban como
"Obras Reales", como la Real Administración de Aguardientes de Santa
Marta, construida en 1784 o los Reales Seminarios Conciliares
en España como el de Zaragoza. Es justo y necesario
identificar al edificio con el nombre de Real Seminario
Conciliar de la Diócesis de Santa Marta, cuya
recuperación es además un homenaje a la una ciudad
que se identificó como realista hasta los últimos
días de existencia del gobierno español en estas
tierras. La recuperación arquitectónica del
edificio y su nombre está sintonizada con la política de rescate
de nuestro patrimonio y por ende de nuestra identidad
cultural.
EL PROCESO DE SU CONSTRUCCIÓN: LA GESTION DEL
OBISPO ANSELMO FRAGA Y MARQUEZ ANTE EL MONARCA CARLOS
III
Desde el año de 1771 el obispo Agustín
Manuel Camacho y Rojas (1765-1772), planteó la necesidad
por contar con un Seminario en la Provincia de Santa Marta dada
la insuficiencia de sacerdotes, prebendados y capellanes. La
población se hallaba en un analfabetismo
generalizado a pesar de sus esfuerzos no pudo sacar adelante su
proyecto por falta de apoyo. Esta inquietud fue trasladada a la
Corona española y por Cedula Real del 14 de enero de 1774,
el monarca Carlos III concedió permiso para imponer medio
real sobre cada frasco de aguardiente que se consumiese en la
Provincia de Santa Marta, aplicando su recaudo para la
conclusión de la Catedral y la iniciación del
Seminario unido a ella o en sus inmediaciones:
…..Su importe a la conclusión de aquella
Catedral y a la fábrica del Seminario Conciliar,
mandando que el virrey de Santa fe, el gobernador, Reverendo
Obispo y oficiales reales de Santa Marta en común
acuerdo pusiera en practica la contribución, priorizando
para dichos fines el goce de los Dos reales Novenos que
empezarán a correr luego que se concluyese la gracia de
ellos, estaba hecho a aquel Cabildo para aumento y rentas mis
prebendados extendiéndose ambas por solo el tiempo de
diez años: quiere reservarse y disponer lo que dicho
Novenos estaba aplicado por Ley para la
contribución del Seminario, principiándose este
para 8 colegiales limitadamente después de construirse
la fábrica de la Catedral, a la que deberá estar
unido dicho Seminario, o en
inmediación…..
Mediante esta orden real se propuso se sufragara el
mantenimiento
de la obra, colegios, catedráticos y maestros en esta
ciudad; la cual fue reiterada en otra real orden del 15 de
febrero de 1792 para el establecer provisionalmente un Seminario,
la erección de escuelas y el nombramiento de
maestros.
El tiempo pasaba pero los trabajos de la Catedral
marchaban lentamente o se interrumpían, lo que hacia
más lejano el deseo de ver construido el edificio del
Seminario Conciliar. Gracias a la Paz de París firmada por
los monarcas Carlos III de España y Jorge III de Inglaterra, se
acordó dar por terminada la segunda parte de la Guerra por el
III Pacto de Familia
(1779-1783), conflicto
originado por la alianza entre España y Francia. Como
consecuencia de esto las colonias americanas respiraron una
relativa tranquilidad y al seno de la Corona española se
propició un buen ambiente para
atender otros asuntos, en especial lo que tenía que ver
con la Real Hacienda. Finalizando el siglo XVIII, se advierte en
la ciudad un progreso urbano nunca antes registrado, alternado
con medidas económicas y militares instruidas desde
España y ejecutadas por uno de los mandatarios más
aplicados que tuvo la provincia de Santa Marta, el gobernador
José de Astigárraga.
La historia de la materialización del edificio
para el Seminario Conciliar está sumergida en un mar de
contrariedades y demostración de poder entre
las autoridades civiles y eclesiásticas, hecho repetitivo
desde la primera mitad del siglo XVIII con los enfrentamientos
del obispo Antonio de Monroy y Meneses ante los gobernadores Juan
Beltrán de Caicedo ( 1718–1726 ), José de
Andía (1726-1733) y Juan de Vera Fajardo (1733-1743);
reiterativamente el poder eclesiástico quiso imponerse
ante el poder civil, inclusive contrariando las disposiciones
reales.
El proceso de gestión y planeación
del edificio del Seminario Conciliar tuvo como actores al
capitán de fragata de la Real Armada José de
Astigárraga, gobernador de la Provincia de Santa Marta
(1785-1792), fiel cumplidor de los reales decretos que lo
convirtieron en uno de los mejores gobernantes, su visión
y capacidad de trabajo
contribuyó al empuje progresista de esta ciudad a finales
del siglo XVIII. Y por otro parte el obispo Francisco Navarro
(1776-1788), quien fuera el primero en liderar e impulsar la obra
del actual edificio del Seminario Conciliar; y por último,
el obispo Anselmo José Fraga y Márquez (1789-1792),
arcediano de la Catedral de Cartagena de Indias, rector de aquel
Seminario, electo el 30 de abril 1790 y consagrado en Cartagena
el 12 de septiembre del mismo año.
Con anterioridad un inmueble había sido destinado
para Seminario a comienzos de la década de los 70´s,
la propuesta no se cristalizó y como no se habían
pagado los réditos fue abandonado, usufructuándolo
algunas personas que no pagaban arriendo. El abandono de la obra,
originó un lío jurídico entre los aportantes
del proyecto, por tal motivo hubo una reunión entre los
señores Salvador Del Real y Soto arcediano de la Catedral,
Luis de Robles y Lucas Munive, diputados para la administración de las temporalidades del
Colegio Seminario.
La obra construida en ladrillo, piedra y cubierta de
teja estaba ubicada en la Calle del Río (Carrera 2ª),
cuyos linderos eran: Norte, herederos de Joaquín de
Robles; Sur, Eduardo de la Guerra y Calle Real en medio; Oeste,
Convento de Santo Domingo y por Este, Juan Cerdeño. Se
hallaban impuesto 2.820
pesos, 2.000 pesos de ellos procedente de Juan Claros y ejecutado
por su albacea y heredera Gabriela Antonia Núñez
para beneficio de su alma y sus
ascendientes. Los otros 820 pesos correspondían a la
Cofradía de Nuestra Señora de la Concepción
cuyo mayordomo era el coronel de milicias Pascual Díaz
Granados, habían pasado muchos años sin iniciarse
el proyecto, deduciendo uno réditos
considerables.
El obispo Fraga y Márquez consiguió
gestionar su devolución pagando 75 pesos, sin incluir el
pago de los años trascurridos, alquiló una casa
contigua para su vivienda y otros salones para las clases. El
incomodo inmueble estaba compuesto de una alcoba, una cocina y
tres salas donde difícilmente se dictaban clases de
latinidad a cargo de la compañía dominica con 20
alumnos, teología moral para 3 alumnos porque no
había los educandos con aptitud para recibir clases, canto
eclesiástico dirigido a los pensionados al servicio de la
Catedral; por último, liturgia y teología moral a
cargo del obispo.
Mientras tanto una disposición de la
monarquía española prorrogó por cinco
años más y se ordenó que el 3% de dichas
rentas se acumulara para la obra del Seminario. Por otra parte,
iniciando su administración el gobernador
Astigárraga, solicitó autorización para
fundar dos escuelas de niños en Santa Marta y en los
pueblos de los indios, la cual fue concedida y deducida del
impuesto de aguardiente cobrado para la Catedral,
otorgándole una suma de 120 pesos anuales para cada una de
ellas, la cual consideró demasiado ínfima. Por tal
motivo le propuso al monarca Carlos IV nuevos arbitrios para
aumentarlas. No obstante de estos logros, el obispo Fraga y
Márquez retomó la vieja idea de su antecesor y
emprendió la titánica tarea de fundar un Colegio
Seminario en esta ciudad encontrando la oposición del
gobernador Astigárraga, que enseñándole una
Real Cédula de 1788, hacia saber que no se comenzara dicha
obra sin antes terminar la Catedral Basílica Menor
iniciada desde 1766, bajo un ritmo lento e interrumpido de
labores por las dificultades económicas.
EL PROYECTO DEL
REAL SEMINARIO CONCILIAR DE SANTA MARTA ELABORADO POR EL DIRECTOR
DE LAS REALES OBRAS, INGENIERO MILITAR ANTONIO MARCHANTE,
1793
En virtud del gran interés del rey Carlos IV por
tener concluida la Catedral en la que se habían invertido
cuantiosas sumas de dinero entre
tropiezos y desavenencias a través de un largo tiempo, el
virrey José de Ezpeleta y Galdeano (1789-1797), dispuso el
envío del ingeniero militar y Director de la Reales Obras,
Antonio Marchante que en ese entonces prestaba su servicio en
Santa fe de Bogotá para que se pusiera al frente de dicha
obra, llegando a Santa Marta a finales de 1789, ofreciendo
tenerla acabada en el termino de tres años. Una Cedula
Real del 7 de diciembre de 1792, le reiteraba al gobernador
Antonio de Samper poner en práctica el plan adoptado para
la reedificación de la Catedral:
…..siempre que lo construido se hallare solidez y
comodidades precisas con la aprobación del Director de
las Reales Obras, Antonio Marchante…..
Con el propósito de acelerar los trabajos se
conformó una junta compuesta por el gobernador José
de Astigárraga, el obispo Anselmo José de Fraga y
Márquez, dos oficiales Reales y dos miembros del cabildo
con pleno poder decisorio. Sin embargo desde la Diócesis
de Santa Marta el obispo Fraga y Márquez insistía
en la necesidad de comenzar a construir el Seminario Conciliar,
pero el gobernador Astigárraga muy diplomáticamente
se escudaba en las reales órdenes que fueron reiterativas
entre 1791 y 1792, señalando que "bajo ninguna
circunstancia se debía bajar el ritmo de la
construcción de la Catedral".
Muy a pesar de ello, eran continuas las cartas dirigidas
por el obispo Fraga y Márquez y el gobernador
Astigárraga al monarca Carlos IV en las que mutuamente se
quejaban de la actitud del
otro; el prelado exponía los impedimentos al gobernador y
este ponía en manifiesto el desobedecimiento de las reales
disposiciones.
Antes de terminar su mandato Astigárraga se
reunió con el obispo que insistía en la necesidad
de comenzar la obra del Seminario Conciliar, con la finalidad de
señalar el sitio para cuando llegara el momento de su
construcción, el terreno apropiado debería estar en
los alrededores de la Catedral o la Iglesia San de Francisco.
Este prelado tuvo los mismos intenciones de su antecesor, para
tal efecto dio instrucción para que todos los
administradores de renta eclesiástica que diesen
relación jurada de sus productos
destinados al 39%, como lo mandaban las leyes para esa
obra.
Tercamente el obispo Fraga y Márquez desafiando
la investidura del gobernador y pasando por encima de la orden
del Rey, comenzó una construcción bajo su cuenta y
riesgo, sin
proyecto alguno y con una mano de obra de mala calidad,
según manifestó para las habitaciones episcopales
de sus sucesores, pero su plan quedó al descubierto porque
se supo que era para Seminario. Delegaron al ingeniero Antonio
Marchante examinara lo construido, dictaminando la obra como de
mala factura,
procediendo a elaborar un diseño
técnicamente especificado del edificio para el Seminario
Conciliar, estimando el costo de su
construcción en unos 30.000 pesos, que el gobernador
notificó a Su Majestad.
El plano está firmado por Antonio Marchante y
tiene la siguiente explicación:
Seminario Santa Marta 1793
Plano de las paredes construidas en la obra del
edificio, colegio seminario, que se desea establecer en la
ciudad de Santa Marta.
Explicación:
Las paredes de color
carmín numeros 1 y 2 se hallan executadas a
elevación de 11 varas.
Las de traviesa 3-4-5-6-7 por su medio contienen la
misma altura de 11 varas y enmaderado el primer
piso.
Las 8 y 9 se elevan a 9 varas.
Las 12-13-14 y 15 de los arcos rebajados de sus
corredores a 5 varas de alto con 4 varas de luz por bajo de
dichos arcos, y enmaderadas las lineas 13-14 y 15.
La pared numero 4 conviene demoler y fabricar (con las
demas sus correspondientes) la 16 y 17 de color amarillo
contrarrestar el empuxo de los arcos rebajados de sus
corredores altos y bajos.
En la pieza numero 18 se debe colocarse la escalera
principal.
Las paredes color sombra, de los edificios contiguos
precisa demoler según indica la obra; como se demolieron
las que ocupaban el lugar de las 1-2-8 y otras.
NOTA: No puede explicarse en este lugar toda la
reforma que en su plantage y demas necesita dicha obra para la
perfeccion y beneficio de uno y otro, le resultará
según considere el arquitecto que la dirija.
Santa Marta 29 de enero de 1793. Antonio
Marchante (firmado)
En carmín amarillo en las paredes
números 15, 16 y 17 y gris, el color sombra del texto, en la
gran crujía inferior, en el número vertical
aislado de la derecha y en el extremo del muro numero
2.
El Consejo ordenó la suspensión de la obra
de manera inmediata, para iniciarla una vez se terminara la
Catedral en un sitio adecuado y que las casas que en efecto se
habían destinado se sacasen a remate. El obispo
había mal invertido 8000 pesos en esa obra y Su Majestad
coincidió con la opinión del Real Consejo en
venderla, orden dada de acuerdo a la Cedula Real del 19 de
septiembre de 1798. Al morir el prelado Fraga y Márquez
dejó al Seminario como el único heredero de todos
sus bienes.
Mientras tanto las rentas para la construcción de
la Catedral provenían del cobro de medio real por azumbre
de aguardiente recaudadas durante 10 años, conforme a la
Cedula Real del 21 de febrero de 1792. Al expirar el tiempo
estipulado para su recaudo, el gobernador y el director general
de rentas consultaron al virrey José de Ezpeleta si
podían seguir cobrando de acuerdo a una cedula real del 1
de noviembre de 1786 que los autorizaba, la respuesta fue
positiva con la condición que debían depositarlas
mientras elevaban consulta al Rey.
EL INICIO DE LA
CONSTRUCCIÓN DEL REAL SEMINARIO CONCILIAR DURANTE LA
GOBERNACIÓN DE ANDRES DE SAMPER.
El gobernador José de Astigárraga
entregó su cargo en 1792, sucediéndole en el cargo
el coronel de los Reales Ejércitos y Caballero de la Orden
de Santiago, Antonio de Samper (1793-1804) a quien
correspondió entregar la obra blanca de la Catedral al
deán José Díaz Granados en julio de 1796.
Era un gran alivio para los interesados en hacer realidad el
proyecto del Seminario Conciliar principalmente al obispado;
aunque ello no significara que la Catedral no necesitaría
más recursos como efectivamente aconteció cuando el
gobernador le reiteraba al monarca Carlos IV, los dos reales
novenos de los diezmos durante diez años para dotarla de
ornamentos y enseres necesarios de que carecía. El cabildo
de Santa Marta estuvo de acuerdo con la solicitud de utilizar los
recursos remanentes para la construcción del Seminario
Conciliar.
Al morir el obispo Fraga y Márquez, el obispado
de Santa Marta le fue ofrecido a Juan José González
Batres que no aceptó, sucedieron en el obispado
José Alejandro de Egües y Villamizar (1794-1796),
Diego de Santa Marta Cevallos y Escobedo (1779), Juan Francisco
de Alendano y Eugenio Cecé (1803); estos prelados murieron
a los pocos meses de consagrarse en la Diócesis de Santa
Marta, muy poco se sabe de sus labores en beneficio de la obra
del Seminario Conciliar.
No creemos que la obra inconclusa de Lucas
Fernández de Piedrahita que data de 1671, haya sido
utilizada 120 años después para sobreedificar el
nuevo Seminario diseñado por Marchante; tampoco hay la
demostración documental o planimétrica que revelen
contundentemente una conexión histórica que
relacione dos obras de diferentes momentos históricos. Es
una realidad que lo proyectado por Marchante se trata de un
rediseño sobre una obra comenzada y complicada para su
adaptación al nuevo uso. Tanto que en su nota del plano
dice:
No puede explicarse en este lugar toda la reforma
que en su plantage y demas necesita dicha obra para la
perfeccion y beneficio de uno y otro, le resultará
según considere el arquitecto que la
dirija.
En las anotaciones del plano también se refiere a
muros ejecutados o por demoler. Suponemos que se trate de la obra
iniciada por el obispo Fraga y Márquez e inspeccionada por
el mismo Marchante. La información documental encontrada no
ofrecen la fecha precisa del inicio de la obra actual, pero de
acuerdo a las instrucciones reales que ordenaban iniciar su
construcción después de terminar la Catedral, esta
podemos establecerla entre los años de 1798 a 1802. Las
informaciones referentes al proceso de su construcción son
escasas, no hay registros ni
actas en nuestros archivos que
permitan establecer el desarrollo de la obra, como si existen
datos acerca
de asuntos de peticiones de presupuesto, órdenes de
recaudos o datos sueltos de gastos durante su
ejecución entre 1806 y 1810.
No habiendo podido cobrar la crecida suma que le
debían a la Real Hacienda, el 17 de abril de 1809 se
reunieron en la Casa de Gobierno, el señor Víctor
de Salcedo y Somodevilla (1805-1810), coronel de
infantería, gobernador Comandante General de esta Plaza y
Provincia; por su Majestad Vicepatrono Real, el obispo Miguel
Sánchez Cerrudo y los señores Pedro
Rodríguez tesorero oficial Real y José Eulalio
Lioni tesorero de la Catedral para tratar el estado de
la obra y el pago de materiales y jornales que ascendían a
3.634 pesos cuarto y medio reales, líquidos de los dos
reales novenos a marzo de 1808, cedidos por el rey a la Catedral
y lo sobrante, como hemos dicho de manera ínfima para la
obra del Seminario, disponiendo entregar 250 pesos semanales para
el pago de jornales a los oficiales de las reales
obras.
Sin embargo podemos establecer que los recursos
recaudados del impuesto del aguardiente en el primer lustro del
siglo XIX, se invirtieron en el mobiliario interior de la
Catedral, faltándole dos altares y los vitrales para las
claraboyas; por lo tanto, fue muy poco lo que se pudo adelantar
en la obra del Seminario Conciliar. El periodo de mayor
intensidad constructiva del Seminario Conciliar se precisa entre
1806 y 1810 por los reportes y peticiones de presupuesto. Por
ejemplo, Miguel Conde, mayordomo de la fábrica de la
Catedral y encargado de los gastos de la obra del "Real
Seminario" se dirige a la Junta de Jurisdicciones Unidas,
deduciendo que de acuerdo a las cuentas
presentadas a 30 de junio de 1809, no quedaban intereses en ese
ramo para contribuir a los gastos de dicha obra. Solicita
arbitrios, pues se hallaba moroso en los pagos y agotados los
recursos podría suspenderse la construcción; por lo
tanto requería urgentemente un préstamo o
suplemento de los cuatro reales novenos.
La petición es delegada a Juan Elías
López quien le manifiesta la imposibilidad de su
petición de suplemento o préstamo por no faltar a
las Leyes, cuyos sobrante se ordenan depositar en una arca de
tres claves, según la Real Cedula del 23 de agosto de 1786
y le recuerda el 3% de todas las rentas eclesiásticas,
recomendándole presionar a los deudores. El mismo
documento está refrendado por el gobernador Salcedo y por
José León Godoy, reconociendo estar de acuerdo con
el dictamen de López, fechado el 7 de agosto de
1809.
Posesionado el obispo Miguel Sánchez Cerrudo
(1808-1810), procuró profesar en sus sermones el amor a la
religión y
al Rey, como si tuviera un presagio de lo que la historia se
encargaría de revelar poco tiempo después con el
derrumbe del dominio del
imperio español en estos territorios. Su
señoría quedó impresionado con la ignorancia
del clero y el deterioro de las costumbres. Las clases en el
hospicio hacia mucho tiempo no se dictaban porque los dominicos
lo habían abandonado; por tal motivo dio apertura a las
clases de teología y filosofía, latín y
teología moral.
La construcción del Seminario se seguía
impulsando desde la Diócesis de Santa Marta de la mano de
dicho obispo su último gran gestor, no obstante las
dificultades económicas, contando sólo con el apoyo
del vecindario, que fue benéfico. Aunque la Catedral
contaba con el mobiliario interior y el gran reloj en una de sus
torres, le faltaba solo los ornamentos y vasos sagrados, por lo
que hubo necesidad de invertir urgentemente los reales novenos
cedidos por la Corona a la obra del Seminario, debido al peligro
que representaba la época invernal del año de 1810,
que podía deteriorar lo realizado.
El obispo solicitó con urgencia depositar 10.000
pesos para la obra del Seminario y 5.000 pesos restantes para la
guerra, dinero que se hallaba en las cajas reales producto de los
sobrantes de novenos benefíciales diezmos. Con el remate
de los bienes de doña Francisca Martínez, que en su
testamento había deseado se invirtiera en beneficio de su
alma, se fundó un Canonicato, además que se
obligase en algunas cátedras para la enseñanza en
el Seminario, siendo nombrado su responsable, Juan
Fernández de Sotomayor. Paralelo a las obras del
Seminario, Su Señoría trabajó por la
construcción del cementerio en las afueras de la
ciudad.
No obstante que el edificio no estaba terminado, el 30
de mayo de 1810 (día de San Fernando) se realizó un
acto solemne y honorífico de fijación de las armas
del monarca Fernando VII en la puerta del Seminario, presidido
por el gobernador Víctor de Salcedo y Somodevilla, con la
asistencia de los dos cabildos y todo el vecindario. La fecha
oficial de la terminación de la obra fue el 4 de enero de
1811, según el testimonio sentado en una comunicación del 2 de febrero del mismo
año firmado por el vicario capitular Plácido
Hernández Domínguez. Hasta ese año se
habían invertido 16.154 pesos más que habían
producidos los novenos y otros recursos por parte del prelado,
sobre los cuales se debían 11.471 pesos, para cancelarlos
y seguir invirtiendo en los gastos de la Catedral, como dotar de
cátedras al Seminario. El obispo y el gobernador
Tomás de Acosta (1810–1813), pidieron que les
otorgaran la reales novenos por diez años más, el
Consejo Real autorizó su recaudo.
El obispo Sánchez Cerrudo murió en 1810 a
causa de la epidemia del vomito negro que azotó la ciudad,
sucediéndole su mano derecha el obispo Manuel Redondo
(1811-1819). Este prelado continuó el trabajo
para establecer escuelas en idioma castellano,
recogió las contribuciones ordenadas por virreyes y
audiencias. Igualmente impulsó la creación de una
escuela para niños huérfanos de la guerra en 1816,
solicitando apoyo al Ayuntamiento para que ofrecieran un lote,
poniendo el gobernador Pedro Ruiz de Porras (1813–1820) a
disposición 100 varas de terreno al oriente del Seminario.
Unidos bajo un mismo propósito las autoridades civiles y
eclesiásticas, se dirigieron al Rey solicitando le
cedieran los sobrantes del impuesto del aguardiente destinado al
Seminario, cuyo producto para la fecha era de 1000
pesos.
Una vez concluido el Seminario Conciliar el paso
siguiente era colocarlo a disposición de la
educación de la juventud
samaria, pero la confusión generada por el conflicto
armado interno por establecer un nuevo gobierno de principio
republicano, involucró a este edificio en una de las
grandes ironías de la historia de Santa Marta, porque la
apertura no se realizó como institución educativa
sino como cárcel de manera provisional donde encerraron a
los pocos samarios que se atrevieron a declararse libres de
España, entre ellos el religioso Santiago Paerez Mazenett,
su futuro rector que luego fuera trasladado al fuerte de la isla
del Morro convertido en prisión de donde se fugó en
1813.
Mientras tanto el monarca Fernando VII (1808-1833),
seguía empeñado en la creación de nuevos
Seminarios en territorios bajo el poder
político-administrativo de España. Para tal fin,
publicó en 1817 "acerca de la satisfacción del 3%,
señalando para su subsistencia sobre los sínodos de
los curas, se le ha tenido presente lo que en particular se halle
dispuesto por las Leyes octava y novena, Titulo 24, libro I del
nuevo Código
de Indias, al tenor dice lo siguiente":
Ley Octava: Se contribuía al Colegio
Seminarios con el 3%. Debiendo contribuir con arreglos al
Concilio del Trento con el tres por ciento para el Colegio
Seminario todos los prebendados, curas, clérigos,
religiosos, doctrineros y cofradía mandamos se haga esta
deducción de su respectivas cuotas y que
se invierta su producto en los fines de su concesión
…….Ley Novena: No se inviertan en otros fines la cuota
señalada a los seminarios. Para que los Seminarios
conciliares se conserven cuando estuviesen establecidos, y se
funden y establezcan de nuevo donde no los
habían.
A lo largo del siglo XIX, el edificio del Seminario
Conciliar se constituyó en un hito arquitectónico,
escenario de las actividades culturales de la ciudad, involucrado
en conflictos
políticos y desastres naturales como el "terremoto de
1834" que a decir del viajero francés Elisée Reclus
(1855), "destruyó más de cien casas".
Después de este fenómeno natural la imagen urbana de
Santa Marta quedó deteriorada por la imposibilidad de los
samarios de recuperarse de esta catástrofe por
inconvenientes económicos, en medio de la ruina se
destacaba el firme edificio del Seminario Conciliar. Se
reportó la considerable avería del convento de
Santo Domingo que quedaba en la parte posterior del Seminario, al
poco tiempo el convento estaba en completa ruina, no
existió interés por su recuperación y muchos
de los restos de los materiales de construcción fueron
utilizados para la reconstrucción de varias casas, tanto
que fue subastado incluyendo el terreno por la suma de $ 467,20
adquirida por el señor Manuel Abello en 1851.
El edificio ha estado ajeno a otros desastres
naturales como el pavoroso incendio del 1 de mayo de 1892 que
acabó con muchas edificaciones en la ciudad, y la
inundación del río Manzanares cuando se
desbordó inundando a Santa Marta, recordado como el
"ciclón del 94" .
OTRAS
INTERVENCIONES ARQUITECTONICAS
Toda obra de arquitectura requiere de un mantenimiento
anual para su conservación, más aquellas que como
el edificio del Seminario Conciliar por sus
características constructivas y ambientales necesitan un
cuidado constante para frenar el deterioro. Sobretodo de las
eflorescencias tan marcada en las edificaciones de época
hispánica, producidas por el alto nivel freático de
Santa Marta. Seguramente a lo largo del siglo XIX, el edificio
mantuvo un nivel alto de conservación por el esmero de la
Diócesis, anualmente hubo que hacerle trabajos de
mantenimiento, aunque teniendo en cuenta el estado lamentable de
pobreza,
dudamos que esos trabajos se realizaran rigurosamente cada
año. Por documentos de la
propia Diócesis de Santa Marta, tenemos una
relación de gastos de una seria intervención
realizada en 1905, cuando su rector era Eloy Maria de
Orihuela.
Estos trabajos consistieron en la recuperación de
la cubierta de azotea, resanes de muros, reparación de la
carpintería en madera,
dotación de cerraduras, arreglos de pisos y
aplicación de pintura
general en ocre amarillo, que nos revela su color tradicional.
Trabajaron como contratista de la mano de obra el maestro de
construcción Julián Padilla, además de los
señores Francisco Castrillo, Carlos Perea, Pedro Tache,
Julio Medina, Rafael López y Luis Maiguel en la
carpintería. Además de estos trabajos hay pagos de
unos arreglos de camas a Clímaco
Hernández.
De esa fecha en adelante son pocos los datos sobre
intervenciones arquitectónicas de importancia realizadas
al edificio, la más importante fueron las obras de
recuperación realizadas entre los años de 1972 a
1975, cuando la Corporación Nacional de Turismo recibe el
edificio en comodato a 30 años de la Gobernación
del Magdalena; luego que el edificio estuviera abandonado por
mucho tiempo, cuando la Universidad Tecnológica del
Magdalena lo desocupó para instalarse en sus actuales
predios.
EL NEOCLASICISMO
RELIGIOSO
La arquitectura religiosa colonial nace con las
fundaciones de las primeras ciudades colombianas, a lo largo de
la dominación político-administrativa de
España se destacaron esas obras como supremo
símbolo cultural de la monarquía. Testigos de estos
majestuosos legados se
levantan ejemplos principalmente en ciudades como Cartagena,
Mompox, Bogotá, Tunja y Popayán, que tuvieron la
fortuna de estar dentro de la dinámica comercial y
administrativa de la Corona española. Así mismo en
otros lugares del territorio neogranadino en los siglos XVI y
XVII, se erigieron centros de evangelización para propagar
la fe a través de iglesias, templos doctrineros, capillas
posas y ermitas.
La arquitectura religiosa colonial de Santa Marta
durante los siglos XV, XVII y primera mitad del XVIII, se
caracterizó por su pobreza arquitectónica y su mala
factura constructiva, ello agravado a las continuas destrucciones
a que estuvo sometida por parte de los enemigos de España
en especial los ingleses. Las iglesias se convertían en su
primer objetivo
militar a las que saqueaban y arruinaban. Sólo en la
segunda mitad del siglo XVIII, durante el momento de
resurrección urbana de Santa Marta se construyeron obras
de envergadura, que hoy se constituyen en símbolos de la arquitectura hispana,
gracias al interés del monarca Carlos III y su hijo Carlos
IV. Eminentes historiadores del Arte
Hispanoamericano han disertado sobre la sencillez de la
arquitectura religiosa colonial, dilucidando el uso repetitivo de
ciertos modelos
peninsulares con una notoria variación ornamental y
proporcional. Esto es explicable por el vínculo con la
Madre Patria, persistieron el aporte de hombres e ideas que
nutrieron las Bellas
Artes.
Desde la arquitectura se estaba trazando un eje
ideológico que buscaba sustentar el poderío de la
Corona española y acentuar los procesos religiosos. A
través de la arquitectura religiosa en especial las
iglesias, España maneja la conciencia
colectiva desde los pulpitos para afianzar el amor al rey y
a la religión católica.
EL LENGUAJE ARQUITECTONICO DEL REAL SEMINARIO
CONCILIAR
El Seminario Conciliar guarda el patrón
tradicional conventual europeo, con una vida social volcada hacia
su interior, desarrollada en una tipología organizacional
de patio rodeado de espacios habitables, impronta de la herencia
castellana y mudéjar a la vez. Presenta un criterio claro
de distribución espacial resuelto en dos
plantas, cuyo
primer piso se desenvuelve inicialmente con un espacioso
vestíbulo donde se articula una gran escalera de dos
tramos en dirección opuesta y con un rellano a la
mitad de altura que conduce a otro vestíbulo en la segunda
planta. Además el vestíbulo de entrada del primer
piso enmarca el antiguo salón para oratorio en el extremo
izquierdo. El patio interior está rodeado por una arcada
que cierra su perímetro a manera de galería y los
accesos a los espacios circundantes.
La planta alta repite el mismo esquema de la planta baja
con distribución a través de la galería
abalaustrada y con dos tramos de escalera en madera que conduce a
la azotea, que facilitaba el repique de las dos campanas de la
espadaña ubicada en el ángulo superior izquierdo de
la fachada principal. No ha sido posible hallar los nombres
originales de los espacios, pero de acuerdo a varios documentos
examinados encontramos referencia de algunos de ellos, como el
salón de actos literarios, el oratorio o capilla, la sala
rectoral, los dormitorios, la cocina, etc.
La fachada es inspiración del neoclasicismo
religioso, llevado por los Borbon de extirpe francesa a la
cultura española, luego que asumieran el trono
española a comienzos del siglo XVIII. Los principios
estéticos y formales corresponden a la sencillez de sus
líneas y superficies, resultado de la modulación
de sus vanos imponentes influenciado por el clima. Los
principios renacentistas del eje de simetría con la
colocación central de la puerta de visual axial, no tienen
aplicación válida en este diseño, más
si se encuentran tendencias claras de academicismo, como el
diseño de su portada de acceso, el oculo superior y las
cornisas.
UN HITO ARQUITECTÓNICO EN LA ÉPOCA DE
LA RESURRECCIÓN URBANA DE SANTA MARTA DURANTE LA
GOBERNACIÓN DE JOSÉ DE ASTIGÁRRAGA: EL
SIGNIFICADO PARA LA CIUDAD.
A lo largo de su historia española Santa Marta no
tuvo edificaciones monumentales, el escaso dinamismo portuario y
agrícola por ende comercial, la condujeron a una extrema
pobreza económica reflejada en su perfil urbano. La
calidad constructiva de las edificaciones de Santa Marta fueron
generalmente de mala calidad, la mano de obra era muy escasa y el
personal calificado ocasionalmente lo enviaban desde Cartagena
comisionado por el virrey; prueba de esto es que el ingeniero
militar Antonio Marchante fue enviado desde Santa fe de
Bogotá para hacerse cargo de la obra de la
Catedral.
La mayor parte de los edificios religiosos eran los
más importantes en las ciudades hispanas por sus
características monumentales. De acuerdo a la imagen
urbana más antigua que conocemos de Santa Marta
correspondiente a una acuarela del vice-cónsul
inglés Edward Mark de 1848, la Catedral, una vivienda de
dos plantas hoy denominada como Casa de la Aduana y el edificio
del Seminario Conciliar son los más desatacados en el
conjunto urbano visto desde las abras de Santa Ana. Esto
posibilitado por la tradicional tipología de las viviendas
en Santa Marta resueltas en una sola planta, que según al
alférez De la Rosa, eran bajas por temor a la recia
brisa.
VIDA
INTIMA DEL EDIFICIO DEL REAL SEMINARIO
CONCILIAR
El siglo XIX comenzó con la puesta en marcha de
la construcción del edificio del Seminario Conciliar, las
dificultades económicas hicieron pasar una década
para su finalización constructiva. Luego los asuntos
políticos con el cambio de
gobierno dejaron a un lado el tema de la educación durante
otra década.
La aparente normalidad institucional en medio de la
anarquía del nuevo gobierno republicano permitió al
Congreso de la República expedir la Ley de 28 julio de
1821 por lo cual se suprimían los conventos de religiosos
que el día de la sanción no tuviesen por lo menos
ocho religiosos, disponiendo que sus rentas quedaran a beneficio
de la enseñanza primaria; pero muy pocas escuelas pudieron
abrirse, por carecer fondos para pagar los maestros. En Santa
Marta se suprimieron los conventos de Santo Domingo y el de San
Francisco, hasta entonces en esta ciudad podrían existir
dos antipedagógicas escuelas y el edificio del Seminario
Conciliar terminado en su aspecto constructivo.
Otro hito educativo en la ciudad de Santa Marta
ocurrió el 23 de noviembre 1824, siendo gobernador
José Sardá (1823-1824), cuando recibe unos
ejemplares del Método
Lancasteriano (Método de Enseñanza Medio y
Simultánea) enviado por fray José Maria Gerardino
desde Bogotá, una gran novedad en el mundo. Ante tal
motivo solicita un permiso para abrir en la provincia una escuela
con este sistema. Para
esta época, la enseñanza el país se
había ensanchado aboliendo el sistema colonial que le
limitaba a clases.
Durante la presidencia del general Tomás Cipriano
de Mosquera (1845-1849), gracias al monopolio del
tabaco que con el
20% de la venta permitió destinar recursos al fondo para
abrir y sostener escuelas provistas de todos los mobiliarios,
textos y útiles y pago a preceptores. El Departamento del
Magdalena obtenía grandes ingresos en los
rendimientos de Aduana, que sirvieron para aumentos de sueldo a
funcionarios y engrosar la burocracia en
detrimento del presupuesto de la educación, durante la
segunda mitad del siglo XIX, época de revoluciones que
empezaban por cerrar las instalaciones educativas.
Muy poco interés hubo en el fomento para abrir
instituciones
educativas en el Departamento del Magdalena durante este siglo,
tenemos conocimiento
de dos planteles creados por la Cámara Provincial que
tuvieron una efímera existencia: el Colegio de la
Concepción para niñas formado de acuerdo a la
Ordenanza de 29 de septiembre de 1849 y el Colegio Provincial
Santander por Ordenanza de 19 de octubre de 1850.
Otros intentos por aportar enseñanza a la
juventud de Santa Marta fueron el Colegio particular para ambos
sexos de Pedro Diegues y la señora Manuela Mutis (1842);
el Colegio de la Concordia (1866) poca existencia a cargo de
Carmen de Lozada; el Colegio Núñez (1869) fundado
por Miguel Núñez; la Escuela Normal para Varones y
Escuela Normal de Señoritas (1871) y la Escuela Normal de
Institutores (1874) cuyo director era Carlos Meisel. En la
última década de este siglo el gobernador Ramón
Goenaga, fundó el Colegio Magdalena y la Escuela de Artes
y Oficios en Santa Marta y el Instituto de Música con los
alumnos de la Escuela Normal.
El edificio del Seminario Conciliar a través de
su existencia siempre ha conservado su esencia educativa y eje de
la actividad cultural de Santa Marta. Veamos los usos que ha
tenido desde su apertura.
SEMINARIO CONCILIAR, 1811
La historia se encargó de relacionar al edificio
del Seminario Conciliar con los primeros brotes insurgentes por
la independencia del dominio español. En enero de 1811 se
declaró oficialmente terminada su obra, pero fue utilizado
provisionalmente como cárcel a los contados samarios que
osaron por alterar la tranquila cotidianidad samaria con sus
ideas libertarias.
La guerra por la independencia impidió el normal
desarrollo de las actividades educativas del Seminario por muchos
años. Una vez normalizado el orden público del
provisor del obispado de la diócesis plantea la necesidad
de dar apertura al Colegio un 5 de julio de 1824. Carlos
Soublette resuelve que se restablezca el Colegio Seminario como
lo prevé el Art. 1 del Decreto del 17 de mayo y
que:
"Se ponga el edificio en la posibilidad de abrir sus
clases para más tarde el 18 de octubre".
El provisor entusiasmado con la idea de reabrir el
plantel se ofreció para encargarse de la cátedra de
filosofía, por su gran interés fue premiado
nombrándolo rector del Colegio y ordenándole elegir
un vicerrector; además de buscar quienes se encargara de
la cátedras de lectura,
gramática y castellano. La marcha académica del
Seminario Conciliar en sus primeros años estuvo signada
por altibajos administrativos y económicos, producto de la
inestabilidad política del país, época de
ilusos visionarios que trataban de darle un orden administrativo
al país entre una maraña de reformas legislativas.
Fue así como en 1827, funcionó en el edificio una
dependencia de la Universidad del Magdalena e Istmo, fundada por
el presidente Bolívar y
el vicepresidente Santander, más con sentido
preuniversitario o secundario, que universitario.
Para 1832 era rector de la institución el
canónico penitenciario Santiago Pérez Mazenet que
reclama intereses del Colegio Seminario.
SEMINARIO PROVINCIAL, 1834
En 1834 el Seminario Conciliar fue declarado Seminario
Provincial, aunque años más tarde por decreto del
Poder
Ejecutivo volvió a ser Seminario Conciliar. Ese mismo
año el Congreso de la República resuelve otorgarle
una ayuda con una renta anual de $2.000. Para esta década
se consolidan las actividades educativas, al igual que mejoran la
situación de sus finanzas. La
institución recibe bienes inmuebles a través de
capellanías y donaciones.
La Diócesis de Santa Marta emprendió la
tarea de dotar de todos los elementos necesarios para poner en
funcionamiento tan anhelado proyecto, para lo cual se
conformó un asiento de las donaciones que hicieron al
Seminario para la librería en especie y para materiales y
jornales en efectivo. Fueron donantes los señores:
Andrés Linero, Rafael Zúñiga, Apolinar de la
Torre, José León, Francisco Hernández,
Andrés Bravo, Fernando Granados, Basilio García,
Andrés González, Juan José de Ujueta,
Mariano Toledo, Josefa María, Francisco
Rodríguez.
COLEGIO SAN JUAN NEPOMUCENO, 1842
De vuelta a Seminario en 1842, adopta el nombre de
Seminario de San Juan Nepomuceno de Santa Marta,
aún dependiente de la Diócesis, su rector era
Esteban Díaz Granados y era catedrático de
teología y derecho canónico. Como
catedráticos figuraban José Antonio Díaz
Granados en la cátedra de legislación universal,
Eduardo Salazar en la cátedra de filosofía,
Faustino de Duque en la cátedra de gramática y
castellano y Agustín Díaz Granados en la clase de
Jurisprudencia. Como alumnos el Seminario San Juan
Nepomuceno contaban con Miguel Vengochea, José Antonio
Obregón, Félix Díaz Granados, Gregorio
Obregón, José Antonio Castro, Antonio Mier,
Ramón Araujo, Francisco Noguera, Manuel Avendaño,
Eloy Llanos, Francisco Márquez, Joaquín
Zúñiga, Manuel Cervera, Gabriel Vengochea,
José Faustino de Luque y José Concepción
Núñez; además de los presbiterianos
José Maria Noriega, Juan Antonio Araujo y Tomás
Santo Domingo.
Era Obispo Luis José Serrano cuando
falleció el rector Esteban Díaz Granados, cuyos
restos actualmente yacen en la sepultura del antiguo oratorio del
Seminario Conciliar. Una lápida de mármol en todo
el centro del recinto señala el sitio. Para esa
época decoraron el salón de actos literarios del
edificio con las imágenes
de los obispos fundadores Antonio José Fraga y
Márquez y Manuel Sánchez Cerrudo.
Antonio Locarno editor del semanario EL SAMARIO,
reflexionaba críticamente sobre el papel de la
institución preparando profesionales en el campo del
derecho en una ciudad tan pequeña, habiendo más
perspectiva en otros campos como crear una escuela náutica
o un astillero, vieja idea de los samarios de los siglos pasados.
Perplejo pensaba:
"Pásala al Colegio, a este lugar de donde
nuestros padres calcularan con razón, que saldría
floreciente e ilustrada la presente generación, y no
puedo menos de llenarme de sentimiento al contemplar la
equivocación que padecieron -¡Sensible decirlo!-
nada hay, salido de él, que pueda enorgullecer a sus
fundadores con un feliz resultado. Me devano los sesos
calculando que pueda motivarlo y no veo otra cosa que la mala
elección que ha habido en los objetos de
enseñanza, como algunos de sus catedráticos.
¿Que adelanto pueden dar a la población la
partida de abogados que por fin ha logrado culminar su
carrera?
Defenderán o perderán los pleitos;
-paremos de contar-. ¿Nos sería mejor
enseñar otros ramos útiles en que se aprovechase
la población?
El nombre de Seminario San Juan Nepomuceno fue
efímero, porque para 1847 toma nuevamente el nombre de
Colegio Seminario de la Diócesis de Santa Marta, con un
programa de
seis años para la facultad de literatura y
filosofía bajo la rectoría de Antonio de Real. Era
catedrático en moral el presbítero José
María López Pardo. Coincide esta época con
la epidemia de cólera
que azotó el mundo, Santa Marta no fue la excepción
el primer caso se registró en Taganga en julio de 1849,
que disminuyó la población samaria a sus 2/3
partes.
Ante tal situación el rector del Seminario
solicita en carta al Obispo
Serrano fechada el 27 julio, la orden sobre la inversión de 4 pesos en medicinas para el
caso de que sean atacados de la cólera los Seminaristas y
reclusos. Posteriormente a los seis días del mes noviembre
le envía otra misiva, exponiéndole el gran atraso
sufrido a raíz de la epidemia del cólera,
proponiendo los exámenes a finales del mismo
mes.
Vale la pena recordar curiosa la historia de este
mártir que no tiene devoción en esta ciudad. Era
confesor de la Reina Juana, mujer de
Wenceslao, rey de Bohemia. El rey tenía celos de la reina
y quería que el Santo le manifestase los pecados que la
reina habla confesado. Naturalmente, él se negó.
Todas las amenazas fueron inútiles. El rey enfurecido le
cortó la lengua y
ordenó que le arrojasen al río Danubio atado a una
gran piedra. Cuando, casi 400 años después, en
1.792, fue proclamado Santo, se observó que su lengua
permanecía incorrupta. Desde entonces San Juan Nepomuceno
es llamado el mártir del secreto de la
confesión.
COLEGIO PROVINCIAL SANTANDER, 1850
A solicitud del gobierno del Magdalena, la Cámara
Provincial manifiesta su impedimento para declarar como Seminario
Provincial al Colegio Seminario y pasa esa solicitud a la
Cámara de Representantes. La Secretaria del Estado del
Despacho de Gobierno expresa esa negativa en carta dirigida al
obispo el 4 de abril de 1850. Al mes siguiente se sancionó
la Ley 15 de mayo de 1850 que suprime las universidades a cuyo
régimen estaba sujeto el Colegio Seminario. Conforme al
artículo 1° quedaron derogadas las Leyes anteriores
sobre institución pública y se dispuso los
reglamentos necesarios para la
organización del Seminario.
Ese mismo año a través de la Ordenanza
Departamental No. 7 del 7 de octubre fue creado oficialmente
Colegio Provincial Santander como una dependencia del
Seminario, cuya primera promoción graduó en enero de 1853.
Entre ellos estuvieron el presbítero José Romero,
los señores Andrés Bermúdez, Pedro
Ramón Monsalve, Juan Bautista Hernández y Antonio
Figueroa. En la rectoría de la institución
continuaba el Dr. Antonio Del Real.
Ese año se realizan muchas gestiones para
conseguir recursos para la buena marcha de la institución
como las diligencias para la imposición de un censo sobre
el capital de 300
pesos a favor del Colegio Seminario y el cobro a los
señores curas que hasta la fecha no habían pagado
el derecho de Seminario.
El Colegio Provincial Santander fue trasladado a la
calle de San Francisco y la institución quedó
nuevamente funcionando como Seminario Conciliar con
cátedras de derecho canónico, filosofía,
gramática latina, gramática española y
platería.
Las autoridades del plantel en cabeza de su rector
José Romero organizaban como actividades académicas
y religiosas, el vía crucis, el culto de Nuestra
Señora del los Dolores y el octavario de Nuestra
Señora del Rosario.
OTROS USOS INSTITUCIONALES
Las rentas para el sostenimiento del Seminario Conciliar
pasan una época difíciles, los religiosos obligados
a aportar el "impuesto del derecho de Seminario" incumplen sus
contribuciones, llegando al extremo que en 1856 el párroco
de Tenerife Juan Senegal, solicitara cuotas de
contribución a las demás diócesis para abrir
el Colegio Seminario. Ese mismo año, el recién
posesionado sindico Manuel Ordóñez renuncia ante el
provisor vicario general por el mal estado de las rentas,
remplazándolo Julián Ujueta.
Entre los años de 1849 y 1875, el edificio del
Seminario Conciliar funcionaba alternadamente como sede de
diferentes y efímeras instituciones como la Escuela de
Música dirigida por Tomás Caballero en 1850, el
Instituto Magdalena en 1864, la Universidad del Estado Soberano
del Magdalena en 1867 y Gobernación del Magdalena en
1875.
En 1871 el presbiteriano Rafael Celedón es
nombrado rector del Seminario Conciliar, aún el plantel
pasaba por dificultades económicas. Probablemente hubo una
suspensión de las actividades por un par de años,
porque el presbítero José Antonio Cuello manifiesta
en una carta la necesidad de contribuir a la apertura del
Seminario Conciliar. En 1877 el gobierno eclesiástico
establece nuevamente el Seminario Conciliar de la Diócesis
y reforma administrativamente la institución dictando un
nuevo plan de estudios y reglamento para su
funcionamiento.
"Establece en la ciudad de Santa Marta el Seminario
Conciliar de la Diócesis.
En este Seminario se empiezan las tareas escolares el
día 1 de enero del año 1878.
Dicho Seminario estará a cargo de un rector
síndico de libre nombramiento del Prelado
Diocesano.
Por Decreto separado, y de acuerdo con el plan de
estados expedidos por el ilustrísimo señor
metropolitano, se dictará los reglamentos necesarios
para la marcha del establecimiento".
El documento tiene la firma de José Romero,
Obispo de Santa Marta y Pedro Espejo, provisor Secretario,
fechado en Santa Marta a los 24 de noviembre 1877.
PALACIO MUNICIPAL, 1878
De acuerdo a los testimonios de Manuel José Del
Real, el edificio del Seminario Conciliar además de
institución educativa era Palacio de Gobierno en 1875,
donde funcionaban todas las oficinas del Estado. El 15 de mayo de
1882 el obispo José Romero felicita a Rafael
Núñez por su ascenso a la presidencia. Esta
amistad con el
presidente genera un apoyo importante para la institución,
hace que Núñez establezca la enseñanza
primaria en Seminario Conciliar para Guajiros y
Motilones.
El Delegado Apóstol desde Bogotá en agosto
de 1882, solicitó un informe de los
Seminarios establecidos en el país, cuyas sedes eran las
ciudades de Cartagena, Santa Marta, Medellín, Pamplona,
Panamá,
Pasto, Popayán y Tunja. Mientras que el Seminario de
Cartagena se hallaba cerrado, el de Medellín estaba
destruido por la revolución
de 1876, en Pamplona el local era reducido con muchos estudiantes
externos, en Panamá se hallaba arruinado por un incendio y
el de Tunja era uno de los mejores.
En el Seminario de Santa Marta había 66 alumnos,
entre ellos 15 ordinarios que se sostenían con la cuota a
los curas y la pensión de los alumnos laicos. Los
ordinarios recibían todo gratis y los empleados no
tenían remuneración, solo 10 alumnos se dedicaban
al sacerdocio. La relación solicitada nos revela como
funcionaba la planta de personal, demasiado insuficiente en
comparación con los años anteriores: un rector para
las clases superiores, para las demás cátedras un
diacono, un sub-diacono y un clérigo de
menores.
El obispo reporta además la escuela para
indígenas ofrecida el gobierno de Núñez con
un aporte de 30 pesos, que a la fecha no se habían girado.
Como observación manifestaban que "reinaba un
buen espíritu y se trabajaba en serio". En la misma
solicitud se requería de una relación sobre la
contribución de los curas del 3% de las rentas
eclesiásticas, las fabricas de las parroquias y los pocos
intereses capitales aportados por el impuesto al
censo.
El Seminario Conciliar se sostenía sin rentas en
1885, desde la Diócesis de Santa Marta les recababan a los
curas lo que ellos adeudaban, había dificultades para la
obtención de dineros para su funcionamiento. Sólo
hasta 1888 pudo el Seminario disfrutar de las pensiones para los
indígenas ofrecidas por el gobierno.
El obispo Romero se dirige al gobernador Ramón
Goenaga con el fin de exponerle la necesidad que tenía la
Diócesis de Santa Marta de un local adecuado para el
Seminario Conciliar, porque aún siendo el edificio de
propiedad de la Diócesis, allí funcionaban las
oficinas del Gobierno, queriendo reestablecerse en él. El
edificio estaba arrendado a la Gobernación del Magdalena,
Goenaga esgrime que el traslado de las oficinas en forma
inmediata trastornaría las funciones
públicas, le solicita diferir la rescisión del
contrato un
tiempo más para terminar su periodo y esperar el nuevo
gobierno para su traslado con el menor "perjuicio
posible".
En 1902 el Delegado Apostólico en carta desde
Bogotá, se dirige al obispo Rafael Celedón
reiterándole las medidas indispensables para el bien de la
Diócesis, la organización del Seminario y la
multiplicación de las casas de capuchinos. En Santa Marta
no había personal apto para la organización de esa
institución educativa:
"…..el padre santo, que no quiere que ese
Diócesis quede privada por más tiempo de tan
indispensable beneficio, ha juzgado que por ahora sea el
Seminario Metropolitano de Cartagena el que reciba a los
alumnos de la Diócesis de Santa Marta"
También exhorta el envío de dos
clérigos para que se ordenen después de permanecer
varios años en su nueva institución y estimule a
los párrocos mediante circular a favorecer las vocaciones
eclesiásticas a Cartagena. También le solicita
pasar 400 pesos que da el gobierno para el Seminario de Santa
Marta, según la convención de 1898.
En 1905 el rector era Presbítero Pedro Gabriel
Mitjano y su vicerrector Cosme Abad y Prefecto general Antonio
Pérez, había una escuela preparatoria anexa al
Seminario Conciliar.
NORMAL DE SEÑORITAS, 1930
No hemos podido hallar la fecha del cierre definitivo de
la institución a cargo de la Diócesis de Santa
Marta, ni tampoco las circunstancias de clausura, pero el
edificio conservó su vocación educativa y religiosa
al albergar a instituciones como la Normal de Señoritas en
1930 y el Colegio de la Presentación en 1932.
COLEGIO DE LA PRESENTACIÓN,
1932
El edificio del Seminario Conciliar se hallaba
sub-utilizado, ante tal situación Monseñor
Joaquín García Benítez le ofrece a la
Superiora del Colegio de la Presentación las instalaciones
del edificio, trasladándose un 24 de febrero 1932. El
número de alumnas del colegio fue aumentando y las
localidades de la edificación resultaban cada vez
más incómodas e insuficientes, tanto que hubo la
necesidad de pensar en construir un colegio que pudiera resolver
el problema de espacio locativo. Trece años más
tarde, la comunidad religiosa adquiere un lote de terreno y para
el mes de julio se coloca la primera piedra de la obra en
ceremonia presidida por Monseñor Bernardo Botero
Álvarez. Mientras se construía la nueva sede el
Colegio de la Presentación continuó funcionando en
la edificación del antiguo Seminario Conciliar hasta que
la obra estuviera concluida.
UNIVERSIDAD DEL MAGDALENA, 1962
El edificio del Seminario Conciliar fue adquirido por la
Gobernación del magdalena a la Diócesis de Santa
Marta en el año de 1949, por mucho tiempo estuvo
sub-utilizado. Durante la dictadura del
general Rojas Pinilla (1953-1957), sirvió de cuartel para
concentrar un contingente de efectivos de la Armada Nacional por
casi un año. La idea era establecer una base naval en esta
ciudad, pero el proyecto no fue continuado.
Luego en 1962, el viejo edificio pasa a ser la sede de
la recién creada Universidad Tecnológica del
Magdalena. Allí funcionó casi una década
hasta que trasladaron su planta física a las
inmediaciones de la Florida de San Pedro Alejandrino debido a que
sus programas de
estudios estaban orientados hacia el agro.
CORPORACIÓN NACIONAL DE TURISMO,
1975
Abandonado, deteriorado y albergue de indigentes, la
Corporación Nacional de Turismo, Seccional Magdalena le
propone a la Gobernación del Magdalena que se lo ceda a
través de un contrato de comodato a treinta años,
efectivamente el contrato se realizó y esta entidad
nacional empezó un proceso de recuperación de su
parte física en 1972, hasta su inauguración oficial
en 1975 cuando Santa Marta celebró su trisesquicentenario
de su fundación.
En la década de los 80´s del siglo pasado
las oficinas de la Corporación Nacional de Turismo no
lograban ocupar todo el edificio, lo que permitió que
funcionaran alternadamente en su primera planta: la Academia de
Historia del Magdalena y la Asociación de Periodistas del
Magdalena; en la segunda planta funcionaban el Instituto de
Cultura del Magdalena y la Biblioteca Departamental.
INSTITUTO DE CULTURA DEL MAGDALENA,
1985
La Asamblea Departamental mediante la Ordenanza No. 018
del 25 de noviembre de 1985, autoriza al gobernador del
departamento Jacobo Pérez Escobar ceder a titulo gratuito
el edificio del Seminario Conciliar al Instituto de Cultura del
Magdalena, cuya directora era Anita Sánchez de
Dávila.
Con la modernización del Estado durante la
presidencia de César Gaviria (1990-1994), la
Corporación Nacional de Turismo empieza reducirse hasta su
desaparición en 1996. Esta entidad había adquirido
el inmueble conocido como Madame Agustine, trasladando sus
oficinas en 1991. Para ese entonces el instituto de Cultura y la
Biblioteca Departamental ocupaban la segunda planta del edificio,
con los nuevos espacios, el edificio dio cabida al Archivo
Histórico del Magdalena Grande que luego se
trasladaría al Centro Cultural San Juan de Dios a
principios de 2002.
La supresión del Instituto de Cultura en 1998,
permitió el funcionamiento de organizaciones
culturales en el edificio como Poetas al Exilio y la Biblioteca
Oscar Delgado a cargo de Hernán Vargascarreño,
Fundación Teatro Juvenil de
Santa Marta dirigida por Margarita Stornelli, "Chedami es Aluna"
de Carlos Miliani, Escuela de Música "Atulaa" de Javier
Jiménez, la Escuela de Artes Plásticas de Hubert
Guardiola y Juan Carlos Torres, la Escuela de Piano de Rafael
Ramírez y Guitarra de Janeth Díaz. Igualmente el
Área Cultural de la Gobernación, la Biblioteca
Departamental, el Programa de Juventudes del Distrito de Santa
Marta.
EL REAL SEMINARIO CONCILIAR Y SUS HECHOS
ANECDOTICOS
Como toda vieja edificación del centro
histórico de Santa Marta, el Seminario Conciliar guarda
entre sus muros y espacios historias ocultas con personajes.
Hemos recogido algunos de estos hechos anecdóticos que hoy
recrean misteriosamente la imagen del edificio.
PEDRO DE LABATUT Y LAS ARMAS REALES
El 6 de enero de 1813 Pedro de Labatut apoyando la causa
patriota se tomó por sorpresa a Santa Marta, para
oficializar este acto y que todo el vecindario tuviera obediencia
con el gobierno de Cartagena, acudió a ante el obispo
Redondo para cantar un Te Deum Laudamus. El prelado se
negó, Labatut como represalia le hizo llamar para que
quitara las reales armas de SU majestad Fernando VII que se
habían fijado en las puertas de la Catedral y del
Seminario Conciliar para reemplazarlas por las republicanas. Pero
el obispo desconocía el gobierno republicano e
insistía su fidelidad a la Corona española, tal
desafío le representó su confinamiento a una
cárcel en Cartagena. Labatut terminó arrancando las
reales armas en un acto de rabia a oscuras cuando la ciudad
descansaba.
EL CONSPIRADOR SEPTEMBRINO REFUGIADO EN EL REAL
SEMINARIO CONCILIAR
Ezequiel Rojas enemigo del Libertador, había
participado en la conspiración septembrina de 1828 que
intentó asesinar al Libertador. En París se
enteró que la dictadura había llegado a su fin,
asumiendo la presidencia Joaquín Mosquera; se
embarcó en Burdeos y luego de tres meses de
travesía llegó a puerto Samario teniendo nuevas
noticias como
la caída de Mosquera y el ascenso dictatorial del general
Rafael Urdaneta, además de la estancia en la ciudad de
Simón Bolívar y su sequito de generales. Lleno de
pánico por aquella noticia, pensó en socorrerse en
el Palacio Episcopal que funcionaba en el Seminario Conciliar
donde vivía el obispo José María
Estévez, quien había sido su rector en el Colegio
San Bartolomé de Bogotá donde había
adelantado estudios.
El rumor de su presencia corrió veloz mente y al
cabo de poco tiempo una tropa Bolivariana al mando del coronel
Luis Perú de Lacroix había rodeado la manzana donde
quedaba el edificio del Seminario Conciliar. El temeroso Rojas
permaneció el día y la noche hasta que se
entregó a la mañana siguiente y confinado de
inmediato a una prisión de Cartagena, para evitar
alteraciones del orden público, era una época que
se le atribuían a los conspiradores los males que
padecían la República. Este suceso le trajo
incomodidades al obispo cuando visitaba al moribundo Libertador
en la Florida de San Pedro Alejandrino y sus desavenencias con un
miembro de la guardia libertadora, que contribuyen a la
decisión del obispo Estévez a no asistir al
entierro del Libertador.
EL RECTOR SEPULTADO EN EL ORATORIO
De antaño se acostumbraba en las ciudades
española sepultar a las personas en las iglesias,
más si era una persona poderosa
que podría comprar una sepultura en una de las naves de la
iglesia. Los religiosos en especial los obispos también
tenían su lugar preferencial. El 10 febrero de 1846, Santa
Marta se vistió de pesar al morir el rector del Seminario
San Juan Nepomuceno, Esteban Díaz Granados, su sepultura
está en todo el centro del antiguo oratorio ubicado en la
planta baja del edificio; una lápida de mármol
señala el sitio.
LA SOCIEDAD
FILARMÓNICA DE SANTA MARTA
La aparición de un ilustre alemán a
finales de 1848, alegró la escasa actividad cultural de
Santa Marta. El maestro Carlos Haussman profesor y
pianista, desembarca en el último vapor inglés
recibido en el puerto cuando hacía tránsito hacia
Medellín. Con un puñado de entusiastas samarios
realiza una presentación gratuita al público en una
época en que los jóvenes mostraban empeño de
instrucción y deseo de saber de los hombres cultos de
otros países, viendo con malos ojos las tradiciones y
hábitos de la colonia. Hubo mucho entusiasmo y en la
nochebuena de ese año se celebró una reunión
para conformar una agrupación musical bautizada
Sociedad Filarmónica de Santa Marta, que
tendría como propósito difundir y proteger los
progresos de la música. La junta quedó conformada
por Pedro Díaz Granados como presidente; José
Cataño, vicepresidente; Luis Armenta, secretario y
Tomás Abello, tesorero.
En un lapso de seis meses –entre febrero y julio
de 1849-, la Sociedad Filarmónica de Santa Marta
ofreció seis magistrales conciertos, los cinco primeros en
la Sala Municipal y el último en el Seminario Conciliar.
Las boletas estaban a cargo del tesorero y se podían
adquirir en su casa, donde se remitían las sillas con tres
horas de antelación; comenzando la función a
las siete de la noche. Entre sus miembros fundadores había
temor por la suerte que podía correr con la propuesta
cultural para Santa Marta, pero la epidemia del cólera de
1849, acabó con el sueño de un puñado de
amantes de la buena música.
EL PROFESOR ABURRIDOR
A mediados del siglo XIX sucedió un hecho
curioso, José Tomás Santodomingo presbítero
y catedrático de teología moral del Seminario, se
quejó porque sus alumnos no asisten a sus clases
pretextando que él no tenía esmero en la
enseñanza. Bien aburridoras eran las clases de este
religioso que los rebeldes alumnos preferían dedicarse a
otros menesteres.
LOS CARNAVALES EN
EL REAL SEMINARIO CONCILIAR
En el último cuarto del siglo XIX, el edificio
del Seminario Conciliar se convertía en el epicentro
nocturno de los carnavales samarios, porque durante el día
ofrecían sus fiestas en sus casas. Para iluminar el patio
interior del edificio se levantaba una columna en su centro de
donde partían hilos de cable a manera de radios, amarrado
en diferentes puntos de las barandas. La columna se adornaba con
pintura alegórica y estrofas escritas. Del Real recuerda
haber leído una del poeta samario Manuel María
Herrera Epalza:
Venid, venid a gozar
de la danza
apetecida
del salón que os convida
a las fiestas del Carnaval!
LOS COMBATES DESDE EL EDIFICIO DURANTE LAS REVUELTAS
DE 1871
En 1879 se presentaron enfrentamientos entre las fuerzas
de la revolución contra las legítimas del gobierno.
La defensa de Santa Marta estaba a cargo del Presidente del
Estado Soberano del Magdalena Dr. Luis Antonio Robles, entre los
puntos estratégicos se encontraban las azoteas de las
pocas casas altas con que contaba la ciudad para aquella fecha,
entre ellos el Seminario Conciliar, la Casa de la Aduana, la
Compañía del Ferrocarril, la Casa Madame Agustine y
la torre de la Catedral. Igualmente el Cerro del Cundí,
plaza de Bolívar y las entradas de la calle de la
Cárcel, calle de la Acequia, calle del Pozo, calle de la
Cruz y calle Cangrejal.
Durante los enfrentamientos sucedió un hecho
curioso, dos cienagueros que se odiaban a muerte
integraban las fuerzas oficialistas del gobierno, uno de ellos
estaba apostado en la azotea del Seminario Conciliar y el otro en
una cubierta más baja donde tiempo después
funcionaría la desaparecida sede de la
Compañía del Ferrocarril. Este le manifestaba a sus
compañeros su intranquilidad, porque temía
más a su enemigo personal que a las fuerzas que
combatía; no había acabado de pronunciar esas
palabras cuando se asomó un rifle disparándole
desde la cornisa superior del edificio del Seminario Conciliar,
afortunadamente el tiro no dio en el blanco.
EL CENTINELA ASESINO
Hubo un suceso trágico en la puerta del edificio
del Seminario Conciliar ocurrió el primero de enero de
1867, cuando se iba a celebrar una función
dramática. El señor Dionisio Pérez fue
asesinado con una bayoneta por parte de un soldado de la Guardia
Colombiana perteneciente al Batallón Granadero
después de acalorada discusión. El centinela
asesino hacía guardia en la puerta del Seminario
Conciliar, luego de este hecho huyó de la
ciudad.
EL EDIFICIO DEL REAL SEMINARIO CONCILIAR,
HOY
EL RETORNO AL USO EDUCATIVO
El edificio del Real Seminario Conciliar se
materializó a partir de la necesidad de contar esta ciudad
con un establecimiento educativo de estas magnitudes. Ese
espíritu no se diluyó durante los casi dos siglos
de existencia, no obstante que su nombre evolucionó
diferentemente, pero su esencia se mantuvo intacta. En las dos
últimas décadas prestó sus espacios para el
proyecto cultural de la administración departamental,
donde existió la escuela de música y pintura; se
celebraban exposiciones de arte, lanzamiento de libros,
recitales de poesía,
conferencias, etc.
Por otra parte para reafirmar la identidad del Real
Seminario Conciliar, como un hecho significativo de su historia y
como un ejemplo de admonición para las generaciones
futuras, se restituirá las armas reales de Su Majestad el
monarca Fernando VII, recordando a Santa Marta como ciudad
realista, fiel a la Corona española; es decir el edificio
por si solo es una lección de historia para propio y
extraños. De la misma manera se restituirán las
campanas de la espadaña como elemento de alto grado de
significado simbólico en el conjunto
arquitectónico.
Recuperación del edificio y puesta en valor por la
Universidad del Magdalena, 2002
El edificio ha pasado a integrar el patrimonio activo de
la Universidad del Magdalena, mediante la negociación __________ cuyo costo asciende
a $ _______, legalizado de acuerdo a
__________________
Hoy la Universidad del Magdalena puso en marcha un
ambicioso de recuperación integral del edificio, tanto en
la parte física como en su carácter. Su puesta en valor se
inició con la intervención arquitectónica
con una inversión de $_______________ .
Proyecciones de la Universidad del
Magdalena
Esta Puesta en Valor entendida como un proceso de
revalorización del monumento, viene a colocar este bien
inmueble a prestar una nueva función social en nuestra
época a partir de los programas educativos y proyectos
culturales algunos en marcha, otros en proceso de
estructuración, que contribuye a reafirmar la razón
legislativa de nuestra ciudad en el turismo, la historia y la
cultura, como:
- Librería de la Universidad del
Magdalena: Ofreciendo a la venta a los estudiantes de los
centros educativos de la región y a la ciudadanía en general, todas aquellas
obras científicas y culturales de
importancia. - Emisora Cultural de la Universidad del
Magdalena: Contamos con la frecuencia de la emisora, se
pretende difundir los valores
culturales de nuestro departamento y convertirla en herramienta
de expresión de nuestros personajes en el medio
científico, intelectual, folclórico y
artístico. Además irrigar los avances de los
programas de nuestro centro educativo - Sede Alterna de Rectoría: Su
implementación reafirma la importancia de la
edificación, refleja el interés por los planes en
marcha del centro educativo. - Oficina de Extensión Cultural:
Liderará todos los proyectos culturales, buscando la
proyección de la Universidad del Magdalena en la
comunidad. - Sede de la Sinfónica de la Universidad del
Magdalena; Este es uno de los proyectos más
interesante de nuestra institución, cuyo
propósito es explotar musicalmente el gran potencial
humano y la vocación en nuestro
departamento. - Museo de Arte Contemporáneo: Para
exponer las obras pictóricas y artísticas de los
autores de nuestro departamento y artista nacionales e
internacionales. - Epicentro de Eventos
Culturales: Salón Madre Margot:
Periódicamente se programaran citas con expertos,
personajes y autores de talla nacional. También se
realizarán conversatorios sobre temas de actualidad. En
general el edificio pone en manifiesto su vocación
tradicional hacia la educación y la cultura,
contribuyendo a la construcción y reafirmación de
nuestra identidad magdalenense.
Alvaro Ospino Valiente
Santa Marta, septiembre de 2002