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Historia del Real Seminario Conciliar de Santa Marta (Colombia)




Enviado por alospino



    1. El Edificio del Real Seminario
      Conciliar
    2. El proyecto del Real Seminario
      Conciliar de Santa Marta elaborado por el director de las
      reales obras, ingeniero militar Antonio Marchante,
      1793
    3. El inicio de la
      construcción del Real Seminario Conciliar durante la
      gobernación de Andrés de
      Samper
    4. Otras intervenciones
      arquitectónicas
    5. Identidad y
      representatividad
    6. Vida intima del edificio del Real
      Seminario Conciliar
    7. El Real Seminario Conciliar
      y sus hechos anecdóticos
    8. El edificio del Real
      Seminario Conciliar, hoy

    Santa Marta (Colombia)

    A Santa Marta se llamó La Perla de América. Sus calles son estrechas y
    arenosas, pero rectas; su Catedral es bastante buena; son
    también notables la casa de la aduana, el
    cementerio y algunos edificios, tiene dos parroquias y dos
    locales de extinguidos conventos de religiosos: el de Santo
    Domingo, que fue habitado por San Luís Beltrán,
    un Seminario Conciliar, una plaza de armas y otra de
    carnicería, construida para mercado
    sobre un lago seco; en sus inmediaciones corre el Gaira de
    excelentes aguas. Hay un colegio, escuelas para ambos sexos,
    oficina
    telegráfica, estafeta nacional, dos imprentas, un buen
    hospital y una biblioteca
    pública.

    Manuel Zamora, Guía de la
    República, 1907

    PRESENTACION

    La educación de un
    pueblo siempre ha sido factor determinante para su desarrollo,
    desafortunadamente este aspecto tuvo poco fomento en la Provincia
    de Santa Marta durante la dominación española, al
    igual que otros temas claves para impulsar el progreso de tan
    vasto territorio. La poca actividad educativa se acentuó
    más durante el tiempo que
    estuvieron los Habsburgo en el trono español
    que coincidió con el fin del siglo XVII, durante esa
    época la iniciativa estuvo a cargo de las
    compañías religiosas enviadas desde España o
    de los propios obispos en el siglo XVIII.

    Las dos primeras iniciativas por institucionalizar
    la
    educación en Santa Marta curiosamente se promueven
    después del cruel ataque incendiario del inglés
    William Goodson en 1655, que deja la ciudad en completa ruina con
    el primer proceso de
    emigración de sus vecinos a otros lugares más
    seguros. El
    primer gestor por constituir una escuela fue el
    obispo Francisco de la Trinidad y Arrieta (1662-1665) de la Orden
    de Predicadores en el año de 1662, para ello le propuso al
    monarca Felipe IV (1621-1665): "una cátedra de gramática para que los hijos de los vecinos
    la aprendiesen".

    El rey atendió tal solicitud y por la Real
    Cédula del 8 de junio de 1663, mandó al gobernador
    de Santa Marta que nombrase catedrático idóneo y a
    los oficiales Reales, que le acudiesen con 300 pesos al
    año de los novenos de diezmos de toda la provincia. Tal
    escuela debería funcionar en unas de las casas
    reconstruidas.

    Años más tarde, hacia el año de
    1671 el obispo Lucas Fernández de Piedrahita (1669-1677),
    tuvo la iniciativa de materializar un edificio para Seminario y
    luchar contra el analfabetismo
    que postraba la provincia. Aún la ciudad no se
    sobreponía del ataque referido, no había iglesia, ni
    casa episcopal y el pánico
    escénico persistía entre sus habitantes. El prelado
    con algunos materiales que
    había comprado, pidió a su venerable
    capítulo uno de los solares vacíos que tenía
    nuestra Catedral, las cuales eran de capellanías suyas
    cuyo principales habían prescritos en el ataque,
    otorgándole un solar avaluado en treinta pesos, una de las
    casas destruidas del gobernador Juan de Mendoza.

    El obispo con la ayuda de la comunidad
    empezó a levantar la edificación, pero por falta de
    recursos se vio
    forzado a suspender la obra y de paso truncar el proyecto
    educativo. Dos años después el Obispo Piedrahita
    recibió una Real Cédula para:

    Que ajustase con una de las tres religiones, Santo Domingo,
    San Francisco o Compañía de Jesús, que
    leyesen la cátedra de gramática que tenían
    situada y otra de moral.

    El inconcluso colegio le sirvió de
    depósito o bodega para acopiar las maderas, ladrillos,
    piedras y cal necesarios para reedificar la Catedral construida
    por su antecesor obispo Sebastián de Ocando (1575-1623).
    Luego la construcción que durante un tiempo
    recibió el nombre de colegio, fue habilitada como Palacio
    Episcopal en el primer cuarto del siglo XVIII.

    La llegada de los Borbón al trono español
    abriendo el siglo XVIII le imprime otra dinámica al gobierno
    español, pero continúa el tema de la enseñanza en manos de los religiosos. El
    obispo Antonio de Monroy y Meneses se destacó por su
    abnegada dedicación en crear y sostener de su propio
    patrimonio
    algunas escuelas en esta ciudad, pero sólo a partir de la
    segunda mitad del siglo XVIII con el proyecto transformador de
    Carlos III (1758-1788), incluyeron un interés
    por modernizar el aparato de la administración
    pública, la tecnología, la ciencia y
    la cultura. La
    monarquía española y su grupo de
    asesores signados por el despotismo ilustrado comenzaron a sacar
    a España del marasmo decadente del gobierno de los
    últimos Habsburgo, empezando por la economía y la
    cultura.

    Los seminarios como institución educativa para la
    formación de aspirantes al sacerdocio de niños y
    jóvenes, se habían creado en el Concilio de Trento
    en su sesión XXIII de 1563. Aunque algunos años
    antes, siguiendo las directrices dadas por el mismo Concilio en
    su sesión V de 1546, San Ignacio de Loyola había
    formado los colegios Romanos (1551) y Germánico (1552). El
    período postridentino conoció la creación de
    numerosos seminarios, muchos de los cuales fueron confiados a los
    jesuitas. Con
    la eliminación de las facultades de teología de las
    universidades operada a lo largo del siglo XIX, los seminarios
    ofrecieron un plan de estudio
    estructurado en dos ciclos: uno de humanidades (seminario menor)
    y otro de filosofía y teología (seminario
    mayor).

    La educación en estos territorios a cargo de las
    compañías religiosas durante la segunda mitad del
    siglo XVIII, fue fuertemente criticada por la "inútil
    jerigonza" de la escolástica enseñada en colegios y
    Seminarios, clamaban por la introducción de las ciencias
    útiles, manifestaban que con gramáticas,
    teólogos y juristas no podían adelantar la tarea de
    modernización del Estado; pero
    esta discusión resultó muy ambigua, ejemplo de esta
    situación es la Universidad
    Pública y la reforma de los estudios encomendados por el
    virrey Manuel Guirior (1773-1776) al Fiscal Moreno
    y Escandón en 1774. Este plan no tuvo aplicación
    según por falta de fondos para proveer cátedras,
    pero al parecer hubo reservas públicas por adoptar este
    plan considerado demasiado novedoso.

    Cinco años más tarde una junta de estudios
    convocada por el Regente Gutiérrez de Piñeres para
    un nuevo plan, procuraba "igualar en lo posible al que antes
    servia de gobierno, para cautelar de este modo que con una
    absoluta novedad se siente los efectos que este suele atraer",
    según costa en una de las actas. De acuerdo a las palabras
    textuales del Arzobispo Martínez
    Compagnón:

    No convenía instruir a los criollos por que
    eran muy inteligentes y muy propensos a la
    herejía
    .

    Mientras tanto en Santa Marta, la cruzada por crear un
    establecimiento de educación religiosa llamado "Seminario
    Conciliar" surge con las solicitudes ante la monarquía por
    parte del obispo Francisco Navarro (1776-1788) y posteriormente
    con el persistente interés del obispo Anselmo José
    de Fraga y Márquez (1790-1792), que dio sus frutos en el
    siglo siguiente.

    La gestión
    del edificio se produce durante el renacimiento
    urbano de Santa Marta bajo el reinado de los monarcas
    españoles Carlos III (1758-1788) y Carlos IV (1788-1808),
    cuyo mayor momento se vivió en los treinta años
    comprendidos entre 1778 y 1808. Es la época de las
    construcciones de obras militares como los refuerzos a los
    fuertes de San Fernando, San Antonio e
    isla del Morro, triangulo defensivo del puerto en las
    postrimerías del siglo XVIII y la construcción del
    Cuartel de Infantería Fija Veterana. Además de las
    obras religiosas como la Catedral Basílica Menor, el
    Seminario Conciliar y más adelante la construcción
    del Cementerio San Miguel, que fueron las últimas obras
    realizadas por la Corona española en Santa
    Marta.

    Pero la materialización de este edificio fue
    difícil por todos los inconvenientes que se presentaron,
    como en todo tipo de obra realizada por la Corona española
    ya sea religiosa, militar o civil, aquellos que hoy día se
    presentan como la falta de recursos, el incumplimiento de los
    contratistas, mala calidad de los
    materiales o problemas con
    la mano de obra. Otro factor que retrasaba un proyecto era el
    proceso de la aprobación de los planos y el presupuesto de su
    construcción.

    Desde la península ibérica la
    monarquía española autorizaba las obras en sus
    territorios de ultramar previo concepto
    aprobatorio del Consejo de Indias, estos mandatos llegaban
    a través de Reales Cédulas recibidas por las
    autoridades civiles. La supervisión arquitectónica de estas
    obras estaban a cargo de un Director de Obras
    Reales
    , ellos generalmente eran ingenieros militares
    formados en el Cuerpo de Ingenieros Militares, creado por
    iniciativa de los franceses.

    El oficio de estos ingenieros militares era proyectar,
    construir y atender las obras defensivas en los puertos claves
    para el comercio
    ultramarino. Al mismo tiempo y ante la falta de personal
    técnico especializado hicieron frente a las necesidades de
    otros tipos de obras como la construcción de edificios
    públicos, hospitales, embarcaderos, iglesias, trazados de
    caminos, canales, puentes, alcantarillas y desagües.
    Igualmente el aporte de nuevas técnicas
    de extracción de reales minas, en las haciendas con
    innovaciones en los procesos de
    molienda, amalgamación o fundición. Idearon nuevas
    máquinas hidráulicas y de
    tracción animal, aparte de realizar visitas y
    reconocimientos del estado de las ciudades.

    La escala utilizada
    en los planos era en la Vara del Marco de Castilla o Vara
    Castellana, equivalente a 0.835 metro. Los proyectos eran
    dibujados en papel verjurado, de arroz o de trapo de media o alta
    consistencia y lavado en colores.

    EL EDIFICIO DEL REAL
    SEMINARIO CONCILIAR

    El antiguo edificio del Seminario Conciliar está
    ubicado en el corazón
    del Centro Histórico de Santa Marta, esquina de la Calle
    Grande (Calle 17) con el Callejón del Seminario (Carrera
    2ª), por donde históricamente se encausaba las
    "avenidas" o crecientes del río Manzanares en época
    invernal; con un área construida de 1.586.25 M2 repartido
    en dos pisos. Este edificio es una de las pocas obras de
    importancia heredada por la ciudad durante la dominación
    española, construido a finales del siglo XVIII y comienzos
    del XIX cuando las horas del gobierno monárquico
    español estaban contadas. Fue declarado Monumento Nacional
    de Colombia.

    Hacia el lindero oeste o su parte posterior
    existió la iglesia y convento de Santo Domingo destruido
    por el terremoto de 1834, hoy en su sitio se levanta el Palacio
    Tayrona, sede de la Gobernación del Magdalena. Junto con
    la Catedral Basílica Menor forman dos extremos de
    tensión monumental en una zona considerada como el crisol
    de la arquitectura
    histórica de la ciudad, por la variedad de edificaciones
    que expresan un lenguaje
    arquitectónico de diferentes épocas. La historia de su
    construcción está muy ligada a la obra de la
    Catedral por los enfrentamientos entre obispos y gobernadores,
    las continúas cartas al monarca
    repletas de quejas de ambas partes y los intereses o afanes
    personales que abrigaban el apadrinamiento de ambas
    edificaciones.

    La historia de su ocupación ha estado vinculada
    con el uso educacional desde su construcción, excepto las
    ocasiones que sirvió de Palacio de Gobierno en la segunda
    mitad del siglo XIX y sede de la Corporación Nacional de
    Turismo,
    Seccional Magdalena en el último cuarto del siglo XX,
    cuando esta entidad lo recuperó al cederlo en
    concesión de parte de la Gobernación del Magdalena.
    El titulo de propiedad
    respectivo a nombre de la Diócesis de Santa Marta lo
    constituye la Sentencia ejecutoriada proferida por el Honorable
    Tribunal Superior de Santa Marta el 25 de mayo de 1934,
    debidamente protocolizada en Escritura
    Pública No. 200 de 22 de junio de 1934, otorgada ante la
    Notaria Primera de Santa Marta, debidamente registrada.

    El obispo Bernardo Botero Álvarez con el permiso
    de la Santa Sede procedió vender el edificio del Seminario
    Conciliar a la Gobernación del Magdalena durante la
    administración de Joaquín Campo Serrano,
    autorizado por la Asamblea del Departamento de acuerdo a la
    Ordenanza No. 72 de 1942 que le permitía adquirir bienes
    inmuebles con destino a locales para las oficinas departamentales
    como colecturías, estancos, inspecciones de renta y
    destacamentos de policía. La venta del
    edificio incluía los accesorios del edificio, anexidades y
    mejoras realizadas. La transacción se realizó por
    la suma de Ciento Cincuenta Mil Pesos ($150.000.oo), finiquitada
    mediante Escritura Publica No. 41 del 10 de abril de 1949 de la
    Notaria Primera del Circuito y realizada ante el Notario
    Público José Ariza, actuaron como testigos
    instrumentales los señores Juan Manuel Noguera y Eduardo
    Dávila.

    PRECISIONES SOBRE EL NOMBRE ORIGINAL
    DEL EDIFICIO DEL REAL SEMINARIO CONCILIAR

    No obstante de constituirse en el único ejemplo
    de la arquitectura religiosa educacional de época hispana
    existente en la ciudad, con una tipología
    arquitectónica excepcional en el marco del patrimonio
    inmueble de Santa Marta, no ha sido valorado. Más bien ha
    permanecido en un anonimato bautizado con nombres que no les
    corresponden, como "Casa de la Cultura" o "Claustro San Juan
    Nepomuceno", que refleja el poco interés o la indiferencia
    de los samarios por la historia de su ciudad. Esto puede obedecer
    a la vieja filosofía respecto a las obras de arquitectura
    –afortunadamente revalorada-, cuya importancia radicaba si
    en el inmueble habitó o pernotó algún
    prócer de la independencia
    o si fue residencia de algún oportunista español
    venido a más en tierras americanas.

    Ante la confusión generada en su nombre original
    producto de
    los innumerables usos a lo largo de su servicio a la
    ciudad, es preciso aclarar tomando como referencia la documentación histórica del
    edificio. Existe un documento de julio de 1806 en el Archivo
    Eclesiástico de la Diócesis de Santa Marta,
    indicado como folios No. 15 al 22 del tomo 11, firmado por el
    monarca Carlos IV y dirigido al gobernador de Santa Marta y al
    virrey de Santa fe de Bogotá, donde aparece
    señalado el edificio como Seminario Conciliar,
    folio No. 15. Mas adelante en el folio No. 17 el mismo documento
    lo reseña como Colegio Seminario, pero nuevamente
    en el folio No. 19 lo denomina como Seminario
    Conciliar
    .

    Otro documento del año de 1809 del mismo archivo,
    dirigido a los Señores de la Junta de Jurisdicciones
    Unidas, folios No. 13 y 14, referencia al edificio como la obra
    del Real Seminario, documento firmado por Manuel Conde a
    la sazón Mayordomo de Fábrica de la Iglesia
    Catedral de Santa Marta y encargado del gasto económico de
    la Casa del Real Seminario.

    No hay duda que el edificio se haya construido con
    recursos para las Reales Obras del monarca Carlos IV y que
    su esencia arquitectónica estuviera destinada para
    albergar a los alumnos del Seminario Conciliar de la
    Diócesis de Santa Marta. Generalmente en el proceso de
    construcción de estos proyectos se identificaban como
    "Obras Reales", como la Real Administración de Aguardientes de Santa
    Marta
    , construida en 1784 o los Reales Seminarios Conciliares
    en España como el de Zaragoza. Es justo y necesario
    identificar al edificio con el nombre de Real Seminario
    Conciliar
    de la Diócesis de Santa Marta, cuya
    recuperación es además un homenaje a la una ciudad
    que se identificó como realista hasta los últimos
    días de existencia del gobierno español en estas
    tierras. La recuperación arquitectónica del
    edificio y su nombre está sintonizada con la política de rescate
    de nuestro patrimonio y por ende de nuestra identidad
    cultural.

    EL PROCESO DE SU CONSTRUCCIÓN: LA GESTION DEL
    OBISPO ANSELMO FRAGA Y MARQUEZ ANTE EL MONARCA CARLOS
    III

    Desde el año de 1771 el obispo Agustín
    Manuel Camacho y Rojas (1765-1772), planteó la necesidad
    por contar con un Seminario en la Provincia de Santa Marta dada
    la insuficiencia de sacerdotes, prebendados y capellanes. La
    población se hallaba en un analfabetismo
    generalizado a pesar de sus esfuerzos no pudo sacar adelante su
    proyecto por falta de apoyo. Esta inquietud fue trasladada a la
    Corona española y por Cedula Real del 14 de enero de 1774,
    el monarca Carlos III concedió permiso para imponer medio
    real sobre cada frasco de aguardiente que se consumiese en la
    Provincia de Santa Marta, aplicando su recaudo para la
    conclusión de la Catedral y la iniciación del
    Seminario unido a ella o en sus inmediaciones:

    …..Su importe a la conclusión de aquella
    Catedral y a la fábrica del Seminario Conciliar,
    mandando que el virrey de Santa fe, el gobernador, Reverendo
    Obispo y oficiales reales de Santa Marta en común
    acuerdo pusiera en practica la contribución, priorizando
    para dichos fines el goce de los Dos reales Novenos que
    empezarán a correr luego que se concluyese la gracia de
    ellos, estaba hecho a aquel Cabildo para aumento y rentas mis
    prebendados extendiéndose ambas por solo el tiempo de
    diez años: quiere reservarse y disponer lo que dicho
    Novenos estaba aplicado por Ley para la
    contribución del Seminario, principiándose este
    para 8 colegiales limitadamente después de construirse
    la fábrica de la Catedral, a la que deberá estar
    unido dicho Seminario, o en
    inmediación…..

    Mediante esta orden real se propuso se sufragara el
    mantenimiento
    de la obra, colegios, catedráticos y maestros en esta
    ciudad; la cual fue reiterada en otra real orden del 15 de
    febrero de 1792 para el establecer provisionalmente un Seminario,
    la erección de escuelas y el nombramiento de
    maestros.

    El tiempo pasaba pero los trabajos de la Catedral
    marchaban lentamente o se interrumpían, lo que hacia
    más lejano el deseo de ver construido el edificio del
    Seminario Conciliar. Gracias a la Paz de París firmada por
    los monarcas Carlos III de España y Jorge III de Inglaterra, se
    acordó dar por terminada la segunda parte de la Guerra por el
    III Pacto de Familia
    (1779-1783), conflicto
    originado por la alianza entre España y Francia. Como
    consecuencia de esto las colonias americanas respiraron una
    relativa tranquilidad y al seno de la Corona española se
    propició un buen ambiente para
    atender otros asuntos, en especial lo que tenía que ver
    con la Real Hacienda. Finalizando el siglo XVIII, se advierte en
    la ciudad un progreso urbano nunca antes registrado, alternado
    con medidas económicas y militares instruidas desde
    España y ejecutadas por uno de los mandatarios más
    aplicados que tuvo la provincia de Santa Marta, el gobernador
    José de Astigárraga.

    La historia de la materialización del edificio
    para el Seminario Conciliar está sumergida en un mar de
    contrariedades y demostración de poder entre
    las autoridades civiles y eclesiásticas, hecho repetitivo
    desde la primera mitad del siglo XVIII con los enfrentamientos
    del obispo Antonio de Monroy y Meneses ante los gobernadores Juan
    Beltrán de Caicedo ( 1718–1726 ), José de
    Andía (1726-1733) y Juan de Vera Fajardo (1733-1743);
    reiterativamente el poder eclesiástico quiso imponerse
    ante el poder civil, inclusive contrariando las disposiciones
    reales.

    El proceso de gestión y planeación
    del edificio del Seminario Conciliar tuvo como actores al
    capitán de fragata de la Real Armada José de
    Astigárraga, gobernador de la Provincia de Santa Marta
    (1785-1792), fiel cumplidor de los reales decretos que lo
    convirtieron en uno de los mejores gobernantes, su visión
    y capacidad de trabajo
    contribuyó al empuje progresista de esta ciudad a finales
    del siglo XVIII. Y por otro parte el obispo Francisco Navarro
    (1776-1788), quien fuera el primero en liderar e impulsar la obra
    del actual edificio del Seminario Conciliar; y por último,
    el obispo Anselmo José Fraga y Márquez (1789-1792),
    arcediano de la Catedral de Cartagena de Indias, rector de aquel
    Seminario, electo el 30 de abril 1790 y consagrado en Cartagena
    el 12 de septiembre del mismo año.

    Con anterioridad un inmueble había sido destinado
    para Seminario a comienzos de la década de los 70´s,
    la propuesta no se cristalizó y como no se habían
    pagado los réditos fue abandonado, usufructuándolo
    algunas personas que no pagaban arriendo. El abandono de la obra,
    originó un lío jurídico entre los aportantes
    del proyecto, por tal motivo hubo una reunión entre los
    señores Salvador Del Real y Soto arcediano de la Catedral,
    Luis de Robles y Lucas Munive, diputados para la administración de las temporalidades del
    Colegio Seminario.

    La obra construida en ladrillo, piedra y cubierta de
    teja estaba ubicada en la Calle del Río (Carrera 2ª),
    cuyos linderos eran: Norte, herederos de Joaquín de
    Robles; Sur, Eduardo de la Guerra y Calle Real en medio; Oeste,
    Convento de Santo Domingo y por Este, Juan Cerdeño. Se
    hallaban impuesto 2.820
    pesos, 2.000 pesos de ellos procedente de Juan Claros y ejecutado
    por su albacea y heredera Gabriela Antonia Núñez
    para beneficio de su alma y sus
    ascendientes. Los otros 820 pesos correspondían a la
    Cofradía de Nuestra Señora de la Concepción
    cuyo mayordomo era el coronel de milicias Pascual Díaz
    Granados, habían pasado muchos años sin iniciarse
    el proyecto, deduciendo uno réditos
    considerables.

    El obispo Fraga y Márquez consiguió
    gestionar su devolución pagando 75 pesos, sin incluir el
    pago de los años trascurridos, alquiló una casa
    contigua para su vivienda y otros salones para las clases. El
    incomodo inmueble estaba compuesto de una alcoba, una cocina y
    tres salas donde difícilmente se dictaban clases de
    latinidad a cargo de la compañía dominica con 20
    alumnos, teología moral para 3 alumnos porque no
    había los educandos con aptitud para recibir clases, canto
    eclesiástico dirigido a los pensionados al servicio de la
    Catedral; por último, liturgia y teología moral a
    cargo del obispo.

    Mientras tanto una disposición de la
    monarquía española prorrogó por cinco
    años más y se ordenó que el 3% de dichas
    rentas se acumulara para la obra del Seminario. Por otra parte,
    iniciando su administración el gobernador
    Astigárraga, solicitó autorización para
    fundar dos escuelas de niños en Santa Marta y en los
    pueblos de los indios, la cual fue concedida y deducida del
    impuesto de aguardiente cobrado para la Catedral,
    otorgándole una suma de 120 pesos anuales para cada una de
    ellas, la cual consideró demasiado ínfima. Por tal
    motivo le propuso al monarca Carlos IV nuevos arbitrios para
    aumentarlas. No obstante de estos logros, el obispo Fraga y
    Márquez retomó la vieja idea de su antecesor y
    emprendió la titánica tarea de fundar un Colegio
    Seminario en esta ciudad encontrando la oposición del
    gobernador Astigárraga, que enseñándole una
    Real Cédula de 1788, hacia saber que no se comenzara dicha
    obra sin antes terminar la Catedral Basílica Menor
    iniciada desde 1766, bajo un ritmo lento e interrumpido de
    labores por las dificultades económicas.

    EL PROYECTO DEL
    REAL SEMINARIO CONCILIAR DE SANTA MARTA ELABORADO POR EL DIRECTOR
    DE LAS REALES OBRAS, INGENIERO MILITAR ANTONIO MARCHANTE,
    1793

    En virtud del gran interés del rey Carlos IV por
    tener concluida la Catedral en la que se habían invertido
    cuantiosas sumas de dinero entre
    tropiezos y desavenencias a través de un largo tiempo, el
    virrey José de Ezpeleta y Galdeano (1789-1797), dispuso el
    envío del ingeniero militar y Director de la Reales Obras,
    Antonio Marchante que en ese entonces prestaba su servicio en
    Santa fe de Bogotá para que se pusiera al frente de dicha
    obra, llegando a Santa Marta a finales de 1789, ofreciendo
    tenerla acabada en el termino de tres años. Una Cedula
    Real del 7 de diciembre de 1792, le reiteraba al gobernador
    Antonio de Samper poner en práctica el plan adoptado para
    la reedificación de la Catedral:

    …..siempre que lo construido se hallare solidez y
    comodidades precisas con la aprobación del Director de
    las Reales Obras, Antonio Marchante…..

    Con el propósito de acelerar los trabajos se
    conformó una junta compuesta por el gobernador José
    de Astigárraga, el obispo Anselmo José de Fraga y
    Márquez, dos oficiales Reales y dos miembros del cabildo
    con pleno poder decisorio. Sin embargo desde la Diócesis
    de Santa Marta el obispo Fraga y Márquez insistía
    en la necesidad de comenzar a construir el Seminario Conciliar,
    pero el gobernador Astigárraga muy diplomáticamente
    se escudaba en las reales órdenes que fueron reiterativas
    entre 1791 y 1792, señalando que "bajo ninguna
    circunstancia se debía bajar el ritmo de la
    construcción de la Catedral".

    Muy a pesar de ello, eran continuas las cartas dirigidas
    por el obispo Fraga y Márquez y el gobernador
    Astigárraga al monarca Carlos IV en las que mutuamente se
    quejaban de la actitud del
    otro; el prelado exponía los impedimentos al gobernador y
    este ponía en manifiesto el desobedecimiento de las reales
    disposiciones.

    Antes de terminar su mandato Astigárraga se
    reunió con el obispo que insistía en la necesidad
    de comenzar la obra del Seminario Conciliar, con la finalidad de
    señalar el sitio para cuando llegara el momento de su
    construcción, el terreno apropiado debería estar en
    los alrededores de la Catedral o la Iglesia San de Francisco.
    Este prelado tuvo los mismos intenciones de su antecesor, para
    tal efecto dio instrucción para que todos los
    administradores de renta eclesiástica que diesen
    relación jurada de sus productos
    destinados al 39%, como lo mandaban las leyes para esa
    obra.

    Tercamente el obispo Fraga y Márquez desafiando
    la investidura del gobernador y pasando por encima de la orden
    del Rey, comenzó una construcción bajo su cuenta y
    riesgo, sin
    proyecto alguno y con una mano de obra de mala calidad,
    según manifestó para las habitaciones episcopales
    de sus sucesores, pero su plan quedó al descubierto porque
    se supo que era para Seminario. Delegaron al ingeniero Antonio
    Marchante examinara lo construido, dictaminando la obra como de
    mala factura,
    procediendo a elaborar un diseño
    técnicamente especificado del edificio para el Seminario
    Conciliar, estimando el costo de su
    construcción en unos 30.000 pesos, que el gobernador
    notificó a Su Majestad.

    El plano está firmado por Antonio Marchante y
    tiene la siguiente explicación:

    Seminario Santa Marta 1793

    Plano de las paredes construidas en la obra del
    edificio, colegio seminario, que se desea establecer en la
    ciudad de Santa Marta.

    Explicación:

    Las paredes de color
    carmín numeros 1 y 2 se hallan executadas a
    elevación de 11 varas.

    Las de traviesa 3-4-5-6-7 por su medio contienen la
    misma altura de 11 varas y enmaderado el primer
    piso.

    Las 8 y 9 se elevan a 9 varas.

    Las 12-13-14 y 15 de los arcos rebajados de sus
    corredores a 5 varas de alto con 4 varas de luz por bajo de
    dichos arcos, y enmaderadas las lineas 13-14 y 15.

    La pared numero 4 conviene demoler y fabricar (con las
    demas sus correspondientes) la 16 y 17 de color amarillo
    contrarrestar el empuxo de los arcos rebajados de sus
    corredores altos y bajos.

    En la pieza numero 18 se debe colocarse la escalera
    principal.

    Las paredes color sombra, de los edificios contiguos
    precisa demoler según indica la obra; como se demolieron
    las que ocupaban el lugar de las 1-2-8 y otras.

    NOTA: No puede explicarse en este lugar toda la
    reforma que en su plantage y demas necesita dicha obra para la
    perfeccion y beneficio de uno y otro, le resultará
    según considere el arquitecto que la dirija.

    Santa Marta 29 de enero de 1793. Antonio
    Marchante (firmado)

    En carmín amarillo en las paredes
    números 15, 16 y 17 y gris, el color sombra del texto, en la
    gran crujía inferior, en el número vertical
    aislado de la derecha y en el extremo del muro numero
    2.

    El Consejo ordenó la suspensión de la obra
    de manera inmediata, para iniciarla una vez se terminara la
    Catedral en un sitio adecuado y que las casas que en efecto se
    habían destinado se sacasen a remate. El obispo
    había mal invertido 8000 pesos en esa obra y Su Majestad
    coincidió con la opinión del Real Consejo en
    venderla, orden dada de acuerdo a la Cedula Real del 19 de
    septiembre de 1798. Al morir el prelado Fraga y Márquez
    dejó al Seminario como el único heredero de todos
    sus bienes.

    Mientras tanto las rentas para la construcción de
    la Catedral provenían del cobro de medio real por azumbre
    de aguardiente recaudadas durante 10 años, conforme a la
    Cedula Real del 21 de febrero de 1792. Al expirar el tiempo
    estipulado para su recaudo, el gobernador y el director general
    de rentas consultaron al virrey José de Ezpeleta si
    podían seguir cobrando de acuerdo a una cedula real del 1
    de noviembre de 1786 que los autorizaba, la respuesta fue
    positiva con la condición que debían depositarlas
    mientras elevaban consulta al Rey.

    EL INICIO DE LA
    CONSTRUCCIÓN DEL REAL SEMINARIO CONCILIAR DURANTE LA
    GOBERNACIÓN DE ANDRES DE SAMPER.

    El gobernador José de Astigárraga
    entregó su cargo en 1792, sucediéndole en el cargo
    el coronel de los Reales Ejércitos y Caballero de la Orden
    de Santiago, Antonio de Samper (1793-1804) a quien
    correspondió entregar la obra blanca de la Catedral al
    deán José Díaz Granados en julio de 1796.
    Era un gran alivio para los interesados en hacer realidad el
    proyecto del Seminario Conciliar principalmente al obispado;
    aunque ello no significara que la Catedral no necesitaría
    más recursos como efectivamente aconteció cuando el
    gobernador le reiteraba al monarca Carlos IV, los dos reales
    novenos de los diezmos durante diez años para dotarla de
    ornamentos y enseres necesarios de que carecía. El cabildo
    de Santa Marta estuvo de acuerdo con la solicitud de utilizar los
    recursos remanentes para la construcción del Seminario
    Conciliar.

    Al morir el obispo Fraga y Márquez, el obispado
    de Santa Marta le fue ofrecido a Juan José González
    Batres que no aceptó, sucedieron en el obispado
    José Alejandro de Egües y Villamizar (1794-1796),
    Diego de Santa Marta Cevallos y Escobedo (1779), Juan Francisco
    de Alendano y Eugenio Cecé (1803); estos prelados murieron
    a los pocos meses de consagrarse en la Diócesis de Santa
    Marta, muy poco se sabe de sus labores en beneficio de la obra
    del Seminario Conciliar.

    No creemos que la obra inconclusa de Lucas
    Fernández de Piedrahita que data de 1671, haya sido
    utilizada 120 años después para sobreedificar el
    nuevo Seminario diseñado por Marchante; tampoco hay la
    demostración documental o planimétrica que revelen
    contundentemente una conexión histórica que
    relacione dos obras de diferentes momentos históricos. Es
    una realidad que lo proyectado por Marchante se trata de un
    rediseño sobre una obra comenzada y complicada para su
    adaptación al nuevo uso. Tanto que en su nota del plano
    dice:

    No puede explicarse en este lugar toda la reforma
    que en su plantage y demas necesita dicha obra para la
    perfeccion y beneficio de uno y otro, le resultará
    según considere el arquitecto que la
    dirija.

    En las anotaciones del plano también se refiere a
    muros ejecutados o por demoler. Suponemos que se trate de la obra
    iniciada por el obispo Fraga y Márquez e inspeccionada por
    el mismo Marchante. La información documental encontrada no
    ofrecen la fecha precisa del inicio de la obra actual, pero de
    acuerdo a las instrucciones reales que ordenaban iniciar su
    construcción después de terminar la Catedral, esta
    podemos establecerla entre los años de 1798 a 1802. Las
    informaciones referentes al proceso de su construcción son
    escasas, no hay registros ni
    actas en nuestros archivos que
    permitan establecer el desarrollo de la obra, como si existen
    datos acerca
    de asuntos de peticiones de presupuesto, órdenes de
    recaudos o datos sueltos de gastos durante su
    ejecución entre 1806 y 1810.

    No habiendo podido cobrar la crecida suma que le
    debían a la Real Hacienda, el 17 de abril de 1809 se
    reunieron en la Casa de Gobierno, el señor Víctor
    de Salcedo y Somodevilla (1805-1810), coronel de
    infantería, gobernador Comandante General de esta Plaza y
    Provincia; por su Majestad Vicepatrono Real, el obispo Miguel
    Sánchez Cerrudo y los señores Pedro
    Rodríguez tesorero oficial Real y José Eulalio
    Lioni tesorero de la Catedral para tratar el estado de
    la obra y el pago de materiales y jornales que ascendían a
    3.634 pesos cuarto y medio reales, líquidos de los dos
    reales novenos a marzo de 1808, cedidos por el rey a la Catedral
    y lo sobrante, como hemos dicho de manera ínfima para la
    obra del Seminario, disponiendo entregar 250 pesos semanales para
    el pago de jornales a los oficiales de las reales
    obras.

    Sin embargo podemos establecer que los recursos
    recaudados del impuesto del aguardiente en el primer lustro del
    siglo XIX, se invirtieron en el mobiliario interior de la
    Catedral, faltándole dos altares y los vitrales para las
    claraboyas; por lo tanto, fue muy poco lo que se pudo adelantar
    en la obra del Seminario Conciliar. El periodo de mayor
    intensidad constructiva del Seminario Conciliar se precisa entre
    1806 y 1810 por los reportes y peticiones de presupuesto. Por
    ejemplo, Miguel Conde, mayordomo de la fábrica de la
    Catedral y encargado de los gastos de la obra del "Real
    Seminario" se dirige a la Junta de Jurisdicciones Unidas,
    deduciendo que de acuerdo a las cuentas
    presentadas a 30 de junio de 1809, no quedaban intereses en ese
    ramo para contribuir a los gastos de dicha obra. Solicita
    arbitrios, pues se hallaba moroso en los pagos y agotados los
    recursos podría suspenderse la construcción; por lo
    tanto requería urgentemente un préstamo o
    suplemento de los cuatro reales novenos.

    La petición es delegada a Juan Elías
    López quien le manifiesta la imposibilidad de su
    petición de suplemento o préstamo por no faltar a
    las Leyes, cuyos sobrante se ordenan depositar en una arca de
    tres claves, según la Real Cedula del 23 de agosto de 1786
    y le recuerda el 3% de todas las rentas eclesiásticas,
    recomendándole presionar a los deudores. El mismo
    documento está refrendado por el gobernador Salcedo y por
    José León Godoy, reconociendo estar de acuerdo con
    el dictamen de López, fechado el 7 de agosto de
    1809.

    Posesionado el obispo Miguel Sánchez Cerrudo
    (1808-1810), procuró profesar en sus sermones el amor a la
    religión y
    al Rey, como si tuviera un presagio de lo que la historia se
    encargaría de revelar poco tiempo después con el
    derrumbe del dominio del
    imperio español en estos territorios. Su
    señoría quedó impresionado con la ignorancia
    del clero y el deterioro de las costumbres. Las clases en el
    hospicio hacia mucho tiempo no se dictaban porque los dominicos
    lo habían abandonado; por tal motivo dio apertura a las
    clases de teología y filosofía, latín y
    teología moral.

    La construcción del Seminario se seguía
    impulsando desde la Diócesis de Santa Marta de la mano de
    dicho obispo su último gran gestor, no obstante las
    dificultades económicas, contando sólo con el apoyo
    del vecindario, que fue benéfico. Aunque la Catedral
    contaba con el mobiliario interior y el gran reloj en una de sus
    torres, le faltaba solo los ornamentos y vasos sagrados, por lo
    que hubo necesidad de invertir urgentemente los reales novenos
    cedidos por la Corona a la obra del Seminario, debido al peligro
    que representaba la época invernal del año de 1810,
    que podía deteriorar lo realizado.

    El obispo solicitó con urgencia depositar 10.000
    pesos para la obra del Seminario y 5.000 pesos restantes para la
    guerra, dinero que se hallaba en las cajas reales producto de los
    sobrantes de novenos benefíciales diezmos. Con el remate
    de los bienes de doña Francisca Martínez, que en su
    testamento había deseado se invirtiera en beneficio de su
    alma, se fundó un Canonicato, además que se
    obligase en algunas cátedras para la enseñanza en
    el Seminario, siendo nombrado su responsable, Juan
    Fernández de Sotomayor. Paralelo a las obras del
    Seminario, Su Señoría trabajó por la
    construcción del cementerio en las afueras de la
    ciudad.

    No obstante que el edificio no estaba terminado, el 30
    de mayo de 1810 (día de San Fernando) se realizó un
    acto solemne y honorífico de fijación de las armas
    del monarca Fernando VII en la puerta del Seminario, presidido
    por el gobernador Víctor de Salcedo y Somodevilla, con la
    asistencia de los dos cabildos y todo el vecindario. La fecha
    oficial de la terminación de la obra fue el 4 de enero de
    1811, según el testimonio sentado en una comunicación del 2 de febrero del mismo
    año firmado por el vicario capitular Plácido
    Hernández Domínguez. Hasta ese año se
    habían invertido 16.154 pesos más que habían
    producidos los novenos y otros recursos por parte del prelado,
    sobre los cuales se debían 11.471 pesos, para cancelarlos
    y seguir invirtiendo en los gastos de la Catedral, como dotar de
    cátedras al Seminario. El obispo y el gobernador
    Tomás de Acosta (1810–1813), pidieron que les
    otorgaran la reales novenos por diez años más, el
    Consejo Real autorizó su recaudo.

    El obispo Sánchez Cerrudo murió en 1810 a
    causa de la epidemia del vomito negro que azotó la ciudad,
    sucediéndole su mano derecha el obispo Manuel Redondo
    (1811-1819). Este prelado continuó el trabajo
    para establecer escuelas en idioma castellano,
    recogió las contribuciones ordenadas por virreyes y
    audiencias. Igualmente impulsó la creación de una
    escuela para niños huérfanos de la guerra en 1816,
    solicitando apoyo al Ayuntamiento para que ofrecieran un lote,
    poniendo el gobernador Pedro Ruiz de Porras (1813–1820) a
    disposición 100 varas de terreno al oriente del Seminario.
    Unidos bajo un mismo propósito las autoridades civiles y
    eclesiásticas, se dirigieron al Rey solicitando le
    cedieran los sobrantes del impuesto del aguardiente destinado al
    Seminario, cuyo producto para la fecha era de 1000
    pesos.

    Una vez concluido el Seminario Conciliar el paso
    siguiente era colocarlo a disposición de la
    educación de la juventud
    samaria, pero la confusión generada por el conflicto
    armado interno por establecer un nuevo gobierno de principio
    republicano, involucró a este edificio en una de las
    grandes ironías de la historia de Santa Marta, porque la
    apertura no se realizó como institución educativa
    sino como cárcel de manera provisional donde encerraron a
    los pocos samarios que se atrevieron a declararse libres de
    España, entre ellos el religioso Santiago Paerez Mazenett,
    su futuro rector que luego fuera trasladado al fuerte de la isla
    del Morro convertido en prisión de donde se fugó en
    1813.

    Mientras tanto el monarca Fernando VII (1808-1833),
    seguía empeñado en la creación de nuevos
    Seminarios en territorios bajo el poder
    político-administrativo de España. Para tal fin,
    publicó en 1817 "acerca de la satisfacción del 3%,
    señalando para su subsistencia sobre los sínodos de
    los curas, se le ha tenido presente lo que en particular se halle
    dispuesto por las Leyes octava y novena, Titulo 24, libro I del
    nuevo Código
    de Indias, al tenor dice lo siguiente":

     

    Ley Octava: Se contribuía al Colegio
    Seminarios con el 3%. Debiendo contribuir con arreglos al
    Concilio del Trento con el tres por ciento para el Colegio
    Seminario todos los prebendados, curas, clérigos,
    religiosos, doctrineros y cofradía mandamos se haga esta
    deducción de su respectivas cuotas y que
    se invierta su producto en los fines de su concesión
    …….Ley Novena: No se inviertan en otros fines la cuota
    señalada a los seminarios. Para que los Seminarios
    conciliares se conserven cuando estuviesen establecidos, y se
    funden y establezcan de nuevo donde no los
    habían.

    A lo largo del siglo XIX, el edificio del Seminario
    Conciliar se constituyó en un hito arquitectónico,
    escenario de las actividades culturales de la ciudad, involucrado
    en conflictos
    políticos y desastres naturales como el "terremoto de
    1834" que a decir del viajero francés Elisée Reclus
    (1855), "destruyó más de cien casas".
    Después de este fenómeno natural la imagen urbana de
    Santa Marta quedó deteriorada por la imposibilidad de los
    samarios de recuperarse de esta catástrofe por
    inconvenientes económicos, en medio de la ruina se
    destacaba el firme edificio del Seminario Conciliar. Se
    reportó la considerable avería del convento de
    Santo Domingo que quedaba en la parte posterior del Seminario, al
    poco tiempo el convento estaba en completa ruina, no
    existió interés por su recuperación y muchos
    de los restos de los materiales de construcción fueron
    utilizados para la reconstrucción de varias casas, tanto
    que fue subastado incluyendo el terreno por la suma de $ 467,20
    adquirida por el señor Manuel Abello en 1851.

    El edificio ha estado ajeno a otros desastres
    naturales como el pavoroso incendio del 1 de mayo de 1892 que
    acabó con muchas edificaciones en la ciudad, y la
    inundación del río Manzanares cuando se
    desbordó inundando a Santa Marta, recordado como el
    "ciclón del 94" .

     OTRAS
    INTERVENCIONES ARQUITECTONICAS

    Toda obra de arquitectura requiere de un mantenimiento
    anual para su conservación, más aquellas que como
    el edificio del Seminario Conciliar por sus
    características constructivas y ambientales necesitan un
    cuidado constante para frenar el deterioro. Sobretodo de las
    eflorescencias tan marcada en las edificaciones de época
    hispánica, producidas por el alto nivel freático de
    Santa Marta. Seguramente a lo largo del siglo XIX, el edificio
    mantuvo un nivel alto de conservación por el esmero de la
    Diócesis, anualmente hubo que hacerle trabajos de
    mantenimiento, aunque teniendo en cuenta el estado lamentable de
    pobreza,
    dudamos que esos trabajos se realizaran rigurosamente cada
    año. Por documentos de la
    propia Diócesis de Santa Marta, tenemos una
    relación de gastos de una seria intervención
    realizada en 1905, cuando su rector era Eloy Maria de
    Orihuela.

    Estos trabajos consistieron en la recuperación de
    la cubierta de azotea, resanes de muros, reparación de la
    carpintería en madera,
    dotación de cerraduras, arreglos de pisos y
    aplicación de pintura
    general en ocre amarillo, que nos revela su color tradicional.
    Trabajaron como contratista de la mano de obra el maestro de
    construcción Julián Padilla, además de los
    señores Francisco Castrillo, Carlos Perea, Pedro Tache,
    Julio Medina, Rafael López y Luis Maiguel en la
    carpintería. Además de estos trabajos hay pagos de
    unos arreglos de camas a Clímaco
    Hernández.

    De esa fecha en adelante son pocos los datos sobre
    intervenciones arquitectónicas de importancia realizadas
    al edificio, la más importante fueron las obras de
    recuperación realizadas entre los años de 1972 a
    1975, cuando la Corporación Nacional de Turismo recibe el
    edificio en comodato a 30 años de la Gobernación
    del Magdalena; luego que el edificio estuviera abandonado por
    mucho tiempo, cuando la Universidad Tecnológica del
    Magdalena lo desocupó para instalarse en sus actuales
    predios.

    IDENTIDAD Y REPRESENTATIVIDAD

    EL NEOCLASICISMO
    RELIGIOSO

    La arquitectura religiosa colonial nace con las
    fundaciones de las primeras ciudades colombianas, a lo largo de
    la dominación político-administrativa de
    España se destacaron esas obras como supremo
    símbolo cultural de la monarquía. Testigos de estos
    majestuosos legados se
    levantan ejemplos principalmente en ciudades como Cartagena,
    Mompox, Bogotá, Tunja y Popayán, que tuvieron la
    fortuna de estar dentro de la dinámica comercial y
    administrativa de la Corona española. Así mismo en
    otros lugares del territorio neogranadino en los siglos XVI y
    XVII, se erigieron centros de evangelización para propagar
    la fe a través de iglesias, templos doctrineros, capillas
    posas y ermitas.

    La arquitectura religiosa colonial de Santa Marta
    durante los siglos XV, XVII y primera mitad del XVIII, se
    caracterizó por su pobreza arquitectónica y su mala
    factura constructiva, ello agravado a las continuas destrucciones
    a que estuvo sometida por parte de los enemigos de España
    en especial los ingleses. Las iglesias se convertían en su
    primer objetivo
    militar a las que saqueaban y arruinaban. Sólo en la
    segunda mitad del siglo XVIII, durante el momento de
    resurrección urbana de Santa Marta se construyeron obras
    de envergadura, que hoy se constituyen en símbolos de la arquitectura hispana,
    gracias al interés del monarca Carlos III y su hijo Carlos
    IV. Eminentes historiadores del Arte
    Hispanoamericano han disertado sobre la sencillez de la
    arquitectura religiosa colonial, dilucidando el uso repetitivo de
    ciertos modelos
    peninsulares con una notoria variación ornamental y
    proporcional. Esto es explicable por el vínculo con la
    Madre Patria, persistieron el aporte de hombres e ideas que
    nutrieron las Bellas
    Artes.

    Desde la arquitectura se estaba trazando un eje
    ideológico que buscaba sustentar el poderío de la
    Corona española y acentuar los procesos religiosos. A
    través de la arquitectura religiosa en especial las
    iglesias, España maneja la conciencia
    colectiva desde los pulpitos para afianzar el amor al rey y
    a la religión católica.

    EL LENGUAJE ARQUITECTONICO DEL REAL SEMINARIO
    CONCILIAR

    El Seminario Conciliar guarda el patrón
    tradicional conventual europeo, con una vida social volcada hacia
    su interior, desarrollada en una tipología organizacional
    de patio rodeado de espacios habitables, impronta de la herencia
    castellana y mudéjar a la vez. Presenta un criterio claro
    de distribución espacial resuelto en dos
    plantas, cuyo
    primer piso se desenvuelve inicialmente con un espacioso
    vestíbulo donde se articula una gran escalera de dos
    tramos en dirección opuesta y con un rellano a la
    mitad de altura que conduce a otro vestíbulo en la segunda
    planta. Además el vestíbulo de entrada del primer
    piso enmarca el antiguo salón para oratorio en el extremo
    izquierdo. El patio interior está rodeado por una arcada
    que cierra su perímetro a manera de galería y los
    accesos a los espacios circundantes.

    La planta alta repite el mismo esquema de la planta baja
    con distribución a través de la galería
    abalaustrada y con dos tramos de escalera en madera que conduce a
    la azotea, que facilitaba el repique de las dos campanas de la
    espadaña ubicada en el ángulo superior izquierdo de
    la fachada principal. No ha sido posible hallar los nombres
    originales de los espacios, pero de acuerdo a varios documentos
    examinados encontramos referencia de algunos de ellos, como el
    salón de actos literarios, el oratorio o capilla, la sala
    rectoral, los dormitorios, la cocina, etc.

    La fachada es inspiración del neoclasicismo
    religioso, llevado por los Borbon de extirpe francesa a la
    cultura española, luego que asumieran el trono
    española a comienzos del siglo XVIII. Los principios
    estéticos y formales corresponden a la sencillez de sus
    líneas y superficies, resultado de la modulación
    de sus vanos imponentes influenciado por el clima. Los
    principios renacentistas del eje de simetría con la
    colocación central de la puerta de visual axial, no tienen
    aplicación válida en este diseño, más
    si se encuentran tendencias claras de academicismo, como el
    diseño de su portada de acceso, el oculo superior y las
    cornisas.

    UN HITO ARQUITECTÓNICO EN LA ÉPOCA DE
    LA RESURRECCIÓN URBANA DE SANTA MARTA DURANTE LA
    GOBERNACIÓN DE JOSÉ DE ASTIGÁRRAGA: EL
    SIGNIFICADO PARA LA CIUDAD.

    A lo largo de su historia española Santa Marta no
    tuvo edificaciones monumentales, el escaso dinamismo portuario y
    agrícola por ende comercial, la condujeron a una extrema
    pobreza económica reflejada en su perfil urbano. La
    calidad constructiva de las edificaciones de Santa Marta fueron
    generalmente de mala calidad, la mano de obra era muy escasa y el
    personal calificado ocasionalmente lo enviaban desde Cartagena
    comisionado por el virrey; prueba de esto es que el ingeniero
    militar Antonio Marchante fue enviado desde Santa fe de
    Bogotá para hacerse cargo de la obra de la
    Catedral.

    La mayor parte de los edificios religiosos eran los
    más importantes en las ciudades hispanas por sus
    características monumentales. De acuerdo a la imagen
    urbana más antigua que conocemos de Santa Marta
    correspondiente a una acuarela del vice-cónsul
    inglés Edward Mark de 1848, la Catedral, una vivienda de
    dos plantas hoy denominada como Casa de la Aduana y el edificio
    del Seminario Conciliar son los más desatacados en el
    conjunto urbano visto desde las abras de Santa Ana. Esto
    posibilitado por la tradicional tipología de las viviendas
    en Santa Marta resueltas en una sola planta, que según al
    alférez De la Rosa, eran bajas por temor a la recia
    brisa.

    VIDA
    INTIMA DEL EDIFICIO DEL REAL SEMINARIO
    CONCILIAR

    El siglo XIX comenzó con la puesta en marcha de
    la construcción del edificio del Seminario Conciliar, las
    dificultades económicas hicieron pasar una década
    para su finalización constructiva. Luego los asuntos
    políticos con el cambio de
    gobierno dejaron a un lado el tema de la educación durante
    otra década.

    La aparente normalidad institucional en medio de la
    anarquía del nuevo gobierno republicano permitió al
    Congreso de la República expedir la Ley de 28 julio de
    1821 por lo cual se suprimían los conventos de religiosos
    que el día de la sanción no tuviesen por lo menos
    ocho religiosos, disponiendo que sus rentas quedaran a beneficio
    de la enseñanza primaria; pero muy pocas escuelas pudieron
    abrirse, por carecer fondos para pagar los maestros. En Santa
    Marta se suprimieron los conventos de Santo Domingo y el de San
    Francisco, hasta entonces en esta ciudad podrían existir
    dos antipedagógicas escuelas y el edificio del Seminario
    Conciliar terminado en su aspecto constructivo.

    Otro hito educativo en la ciudad de Santa Marta
    ocurrió el 23 de noviembre 1824, siendo gobernador
    José Sardá (1823-1824), cuando recibe unos
    ejemplares del Método
    Lancasteriano (Método de Enseñanza Medio y
    Simultánea) enviado por fray José Maria Gerardino
    desde Bogotá, una gran novedad en el mundo. Ante tal
    motivo solicita un permiso para abrir en la provincia una escuela
    con este sistema. Para
    esta época, la enseñanza el país se
    había ensanchado aboliendo el sistema colonial que le
    limitaba a clases.

    Durante la presidencia del general Tomás Cipriano
    de Mosquera (1845-1849), gracias al monopolio del
    tabaco que con el
    20% de la venta permitió destinar recursos al fondo para
    abrir y sostener escuelas provistas de todos los mobiliarios,
    textos y útiles y pago a preceptores. El Departamento del
    Magdalena obtenía grandes ingresos en los
    rendimientos de Aduana, que sirvieron para aumentos de sueldo a
    funcionarios y engrosar la burocracia en
    detrimento del presupuesto de la educación, durante la
    segunda mitad del siglo XIX, época de revoluciones que
    empezaban por cerrar las instalaciones educativas.

    Muy poco interés hubo en el fomento para abrir
    instituciones
    educativas en el Departamento del Magdalena durante este siglo,
    tenemos conocimiento
    de dos planteles creados por la Cámara Provincial que
    tuvieron una efímera existencia: el Colegio de la
    Concepción para niñas formado de acuerdo a la
    Ordenanza de 29 de septiembre de 1849 y el Colegio Provincial
    Santander por Ordenanza de 19 de octubre de 1850.

    Otros intentos por aportar enseñanza a la
    juventud de Santa Marta fueron el Colegio particular para ambos
    sexos de Pedro Diegues y la señora Manuela Mutis (1842);
    el Colegio de la Concordia (1866) poca existencia a cargo de
    Carmen de Lozada; el Colegio Núñez (1869) fundado
    por Miguel Núñez; la Escuela Normal para Varones y
    Escuela Normal de Señoritas (1871) y la Escuela Normal de
    Institutores (1874) cuyo director era Carlos Meisel. En la
    última década de este siglo el gobernador Ramón
    Goenaga, fundó el Colegio Magdalena y la Escuela de Artes
    y Oficios en Santa Marta y el Instituto de Música con los
    alumnos de la Escuela Normal.

    El edificio del Seminario Conciliar a través de
    su existencia siempre ha conservado su esencia educativa y eje de
    la actividad cultural de Santa Marta. Veamos los usos que ha
    tenido desde su apertura.

    SEMINARIO CONCILIAR, 1811

    La historia se encargó de relacionar al edificio
    del Seminario Conciliar con los primeros brotes insurgentes por
    la independencia del dominio español. En enero de 1811 se
    declaró oficialmente terminada su obra, pero fue utilizado
    provisionalmente como cárcel a los contados samarios que
    osaron por alterar la tranquila cotidianidad samaria con sus
    ideas libertarias.

    La guerra por la independencia impidió el normal
    desarrollo de las actividades educativas del Seminario por muchos
    años. Una vez normalizado el orden público del
    provisor del obispado de la diócesis plantea la necesidad
    de dar apertura al Colegio un 5 de julio de 1824. Carlos
    Soublette resuelve que se restablezca el Colegio Seminario como
    lo prevé el Art. 1 del Decreto del 17 de mayo y
    que:

    "Se ponga el edificio en la posibilidad de abrir sus
    clases para más tarde el 18 de octubre".

    El provisor entusiasmado con la idea de reabrir el
    plantel se ofreció para encargarse de la cátedra de
    filosofía, por su gran interés fue premiado
    nombrándolo rector del Colegio y ordenándole elegir
    un vicerrector; además de buscar quienes se encargara de
    la cátedras de lectura,
    gramática y castellano. La marcha académica del
    Seminario Conciliar en sus primeros años estuvo signada
    por altibajos administrativos y económicos, producto de la
    inestabilidad política del país, época de
    ilusos visionarios que trataban de darle un orden administrativo
    al país entre una maraña de reformas legislativas.
    Fue así como en 1827, funcionó en el edificio una
    dependencia de la Universidad del Magdalena e Istmo, fundada por
    el presidente Bolívar y
    el vicepresidente Santander, más con sentido
    preuniversitario o secundario, que universitario.

    Para 1832 era rector de la institución el
    canónico penitenciario Santiago Pérez Mazenet que
    reclama intereses del Colegio Seminario.

    SEMINARIO PROVINCIAL, 1834

    En 1834 el Seminario Conciliar fue declarado Seminario
    Provincial, aunque años más tarde por decreto del
    Poder
    Ejecutivo volvió a ser Seminario Conciliar. Ese mismo
    año el Congreso de la República resuelve otorgarle
    una ayuda con una renta anual de $2.000. Para esta década
    se consolidan las actividades educativas, al igual que mejoran la
    situación de sus finanzas. La
    institución recibe bienes inmuebles a través de
    capellanías y donaciones.

    La Diócesis de Santa Marta emprendió la
    tarea de dotar de todos los elementos necesarios para poner en
    funcionamiento tan anhelado proyecto, para lo cual se
    conformó un asiento de las donaciones que hicieron al
    Seminario para la librería en especie y para materiales y
    jornales en efectivo. Fueron donantes los señores:
    Andrés Linero, Rafael Zúñiga, Apolinar de la
    Torre, José León, Francisco Hernández,
    Andrés Bravo, Fernando Granados, Basilio García,
    Andrés González, Juan José de Ujueta,
    Mariano Toledo, Josefa María, Francisco
    Rodríguez.

    COLEGIO SAN JUAN NEPOMUCENO, 1842

    De vuelta a Seminario en 1842, adopta el nombre de
    Seminario de San Juan Nepomuceno de Santa Marta,
    aún dependiente de la Diócesis, su rector era
    Esteban Díaz Granados y era catedrático de
    teología y derecho canónico. Como
    catedráticos figuraban José Antonio Díaz
    Granados en la cátedra de legislación universal,
    Eduardo Salazar en la cátedra de filosofía,
    Faustino de Duque en la cátedra de gramática y
    castellano y Agustín Díaz Granados en la clase de
    Jurisprudencia. Como alumnos el Seminario San Juan
    Nepomuceno contaban con Miguel Vengochea, José Antonio
    Obregón, Félix Díaz Granados, Gregorio
    Obregón, José Antonio Castro, Antonio Mier,
    Ramón Araujo, Francisco Noguera, Manuel Avendaño,
    Eloy Llanos, Francisco Márquez, Joaquín
    Zúñiga, Manuel Cervera, Gabriel Vengochea,
    José Faustino de Luque y José Concepción
    Núñez; además de los presbiterianos
    José Maria Noriega, Juan Antonio Araujo y Tomás
    Santo Domingo.

    Era Obispo Luis José Serrano cuando
    falleció el rector Esteban Díaz Granados, cuyos
    restos actualmente yacen en la sepultura del antiguo oratorio del
    Seminario Conciliar. Una lápida de mármol en todo
    el centro del recinto señala el sitio. Para esa
    época decoraron el salón de actos literarios del
    edificio con las imágenes
    de los obispos fundadores Antonio José Fraga y
    Márquez y Manuel Sánchez Cerrudo.

    Antonio Locarno editor del semanario EL SAMARIO,
    reflexionaba críticamente sobre el papel de la
    institución preparando profesionales en el campo del
    derecho en una ciudad tan pequeña, habiendo más
    perspectiva en otros campos como crear una escuela náutica
    o un astillero, vieja idea de los samarios de los siglos pasados.
    Perplejo pensaba:

    "Pásala al Colegio, a este lugar de donde
    nuestros padres calcularan con razón, que saldría
    floreciente e ilustrada la presente generación, y no
    puedo menos de llenarme de sentimiento al contemplar la
    equivocación que padecieron -¡Sensible decirlo!-
    nada hay, salido de él, que pueda enorgullecer a sus
    fundadores con un feliz resultado. Me devano los sesos
    calculando que pueda motivarlo y no veo otra cosa que la mala
    elección que ha habido en los objetos de
    enseñanza, como algunos de sus catedráticos.
    ¿Que adelanto pueden dar a la población la
    partida de abogados que por fin ha logrado culminar su
    carrera?

    Defenderán o perderán los pleitos;
    -paremos de contar-. ¿Nos sería mejor
    enseñar otros ramos útiles en que se aprovechase
    la población?

    El nombre de Seminario San Juan Nepomuceno fue
    efímero, porque para 1847 toma nuevamente el nombre de
    Colegio Seminario de la Diócesis de Santa Marta, con un
    programa de
    seis años para la facultad de literatura y
    filosofía bajo la rectoría de Antonio de Real. Era
    catedrático en moral el presbítero José
    María López Pardo. Coincide esta época con
    la epidemia de cólera
    que azotó el mundo, Santa Marta no fue la excepción
    el primer caso se registró en Taganga en julio de 1849,
    que disminuyó la población samaria a sus 2/3
    partes.

    Ante tal situación el rector del Seminario
    solicita en carta al Obispo
    Serrano fechada el 27 julio, la orden sobre la inversión de 4 pesos en medicinas para el
    caso de que sean atacados de la cólera los Seminaristas y
    reclusos. Posteriormente a los seis días del mes noviembre
    le envía otra misiva, exponiéndole el gran atraso
    sufrido a raíz de la epidemia del cólera,
    proponiendo los exámenes a finales del mismo
    mes.

    Vale la pena recordar curiosa la historia de este
    mártir que no tiene devoción en esta ciudad. Era
    confesor de la Reina Juana, mujer de
    Wenceslao, rey de Bohemia. El rey tenía celos de la reina
    y quería que el Santo le manifestase los pecados que la
    reina habla confesado. Naturalmente, él se negó.
    Todas las amenazas fueron inútiles. El rey enfurecido le
    cortó la lengua y
    ordenó que le arrojasen al río Danubio atado a una
    gran piedra. Cuando, casi 400 años después, en
    1.792, fue proclamado Santo, se observó que su lengua
    permanecía incorrupta. Desde entonces San Juan Nepomuceno
    es llamado el mártir del secreto de la
    confesión.

    COLEGIO PROVINCIAL SANTANDER, 1850

    A solicitud del gobierno del Magdalena, la Cámara
    Provincial manifiesta su impedimento para declarar como Seminario
    Provincial al Colegio Seminario y pasa esa solicitud a la
    Cámara de Representantes. La Secretaria del Estado del
    Despacho de Gobierno expresa esa negativa en carta dirigida al
    obispo el 4 de abril de 1850. Al mes siguiente se sancionó
    la Ley 15 de mayo de 1850 que suprime las universidades a cuyo
    régimen estaba sujeto el Colegio Seminario. Conforme al
    artículo 1° quedaron derogadas las Leyes anteriores
    sobre institución pública y se dispuso los
    reglamentos necesarios para la
    organización del Seminario.

    Ese mismo año a través de la Ordenanza
    Departamental No. 7 del 7 de octubre fue creado oficialmente
    Colegio Provincial Santander como una dependencia del
    Seminario, cuya primera promoción graduó en enero de 1853.
    Entre ellos estuvieron el presbítero José Romero,
    los señores Andrés Bermúdez, Pedro
    Ramón Monsalve, Juan Bautista Hernández y Antonio
    Figueroa. En la rectoría de la institución
    continuaba el Dr. Antonio Del Real.

    Ese año se realizan muchas gestiones para
    conseguir recursos para la buena marcha de la institución
    como las diligencias para la imposición de un censo sobre
    el capital de 300
    pesos a favor del Colegio Seminario y el cobro a los
    señores curas que hasta la fecha no habían pagado
    el derecho de Seminario.

    El Colegio Provincial Santander fue trasladado a la
    calle de San Francisco y la institución quedó
    nuevamente funcionando como Seminario Conciliar con
    cátedras de derecho canónico, filosofía,
    gramática latina, gramática española y
    platería.

    Las autoridades del plantel en cabeza de su rector
    José Romero organizaban como actividades académicas
    y religiosas, el vía crucis, el culto de Nuestra
    Señora del los Dolores y el octavario de Nuestra
    Señora del Rosario.

    OTROS USOS INSTITUCIONALES

    Las rentas para el sostenimiento del Seminario Conciliar
    pasan una época difíciles, los religiosos obligados
    a aportar el "impuesto del derecho de Seminario" incumplen sus
    contribuciones, llegando al extremo que en 1856 el párroco
    de Tenerife Juan Senegal, solicitara cuotas de
    contribución a las demás diócesis para abrir
    el Colegio Seminario. Ese mismo año, el recién
    posesionado sindico Manuel Ordóñez renuncia ante el
    provisor vicario general por el mal estado de las rentas,
    remplazándolo Julián Ujueta.

    Entre los años de 1849 y 1875, el edificio del
    Seminario Conciliar funcionaba alternadamente como sede de
    diferentes y efímeras instituciones como la Escuela de
    Música dirigida por Tomás Caballero en 1850, el
    Instituto Magdalena en 1864, la Universidad del Estado Soberano
    del Magdalena en 1867 y Gobernación del Magdalena en
    1875.

    En 1871 el presbiteriano Rafael Celedón es
    nombrado rector del Seminario Conciliar, aún el plantel
    pasaba por dificultades económicas. Probablemente hubo una
    suspensión de las actividades por un par de años,
    porque el presbítero José Antonio Cuello manifiesta
    en una carta la necesidad de contribuir a la apertura del
    Seminario Conciliar. En 1877 el gobierno eclesiástico
    establece nuevamente el Seminario Conciliar de la Diócesis
    y reforma administrativamente la institución dictando un
    nuevo plan de estudios y reglamento para su
    funcionamiento.

    "Establece en la ciudad de Santa Marta el Seminario
    Conciliar de la Diócesis.

    En este Seminario se empiezan las tareas escolares el
    día 1 de enero del año 1878.

    Dicho Seminario estará a cargo de un rector
    síndico de libre nombramiento del Prelado
    Diocesano.

    Por Decreto separado, y de acuerdo con el plan de
    estados expedidos por el ilustrísimo señor
    metropolitano, se dictará los reglamentos necesarios
    para la marcha del establecimiento".

    El documento tiene la firma de José Romero,
    Obispo de Santa Marta y Pedro Espejo, provisor Secretario,
    fechado en Santa Marta a los 24 de noviembre 1877.

    PALACIO MUNICIPAL, 1878

    De acuerdo a los testimonios de Manuel José Del
    Real, el edificio del Seminario Conciliar además de
    institución educativa era Palacio de Gobierno en 1875,
    donde funcionaban todas las oficinas del Estado. El 15 de mayo de
    1882 el obispo José Romero felicita a Rafael
    Núñez por su ascenso a la presidencia. Esta
    amistad con el
    presidente genera un apoyo importante para la institución,
    hace que Núñez establezca la enseñanza
    primaria en Seminario Conciliar para Guajiros y
    Motilones.

    El Delegado Apóstol desde Bogotá en agosto
    de 1882, solicitó un informe de los
    Seminarios establecidos en el país, cuyas sedes eran las
    ciudades de Cartagena, Santa Marta, Medellín, Pamplona,
    Panamá,
    Pasto, Popayán y Tunja. Mientras que el Seminario de
    Cartagena se hallaba cerrado, el de Medellín estaba
    destruido por la revolución
    de 1876, en Pamplona el local era reducido con muchos estudiantes
    externos, en Panamá se hallaba arruinado por un incendio y
    el de Tunja era uno de los mejores.

    En el Seminario de Santa Marta había 66 alumnos,
    entre ellos 15 ordinarios que se sostenían con la cuota a
    los curas y la pensión de los alumnos laicos. Los
    ordinarios recibían todo gratis y los empleados no
    tenían remuneración, solo 10 alumnos se dedicaban
    al sacerdocio. La relación solicitada nos revela como
    funcionaba la planta de personal, demasiado insuficiente en
    comparación con los años anteriores: un rector para
    las clases superiores, para las demás cátedras un
    diacono, un sub-diacono y un clérigo de
    menores.

    El obispo reporta además la escuela para
    indígenas ofrecida el gobierno de Núñez con
    un aporte de 30 pesos, que a la fecha no se habían girado.
    Como observación manifestaban que "reinaba un
    buen espíritu y se trabajaba en serio". En la misma
    solicitud se requería de una relación sobre la
    contribución de los curas del 3% de las rentas
    eclesiásticas, las fabricas de las parroquias y los pocos
    intereses capitales aportados por el impuesto al
    censo.

    El Seminario Conciliar se sostenía sin rentas en
    1885, desde la Diócesis de Santa Marta les recababan a los
    curas lo que ellos adeudaban, había dificultades para la
    obtención de dineros para su funcionamiento. Sólo
    hasta 1888 pudo el Seminario disfrutar de las pensiones para los
    indígenas ofrecidas por el gobierno.

    El obispo Romero se dirige al gobernador Ramón
    Goenaga con el fin de exponerle la necesidad que tenía la
    Diócesis de Santa Marta de un local adecuado para el
    Seminario Conciliar, porque aún siendo el edificio de
    propiedad de la Diócesis, allí funcionaban las
    oficinas del Gobierno, queriendo reestablecerse en él. El
    edificio estaba arrendado a la Gobernación del Magdalena,
    Goenaga esgrime que el traslado de las oficinas en forma
    inmediata trastornaría las funciones
    públicas, le solicita diferir la rescisión del
    contrato un
    tiempo más para terminar su periodo y esperar el nuevo
    gobierno para su traslado con el menor "perjuicio
    posible".

    En 1902 el Delegado Apostólico en carta desde
    Bogotá, se dirige al obispo Rafael Celedón
    reiterándole las medidas indispensables para el bien de la
    Diócesis, la organización del Seminario y la
    multiplicación de las casas de capuchinos. En Santa Marta
    no había personal apto para la organización de esa
    institución educativa:

    "…..el padre santo, que no quiere que ese
    Diócesis quede privada por más tiempo de tan
    indispensable beneficio, ha juzgado que por ahora sea el
    Seminario Metropolitano de Cartagena el que reciba a los
    alumnos de la Diócesis de Santa Marta"

    También exhorta el envío de dos
    clérigos para que se ordenen después de permanecer
    varios años en su nueva institución y estimule a
    los párrocos mediante circular a favorecer las vocaciones
    eclesiásticas a Cartagena. También le solicita
    pasar 400 pesos que da el gobierno para el Seminario de Santa
    Marta, según la convención de 1898.

    En 1905 el rector era Presbítero Pedro Gabriel
    Mitjano y su vicerrector Cosme Abad y Prefecto general Antonio
    Pérez, había una escuela preparatoria anexa al
    Seminario Conciliar.

    NORMAL DE SEÑORITAS, 1930

    No hemos podido hallar la fecha del cierre definitivo de
    la institución a cargo de la Diócesis de Santa
    Marta, ni tampoco las circunstancias de clausura, pero el
    edificio conservó su vocación educativa y religiosa
    al albergar a instituciones como la Normal de Señoritas en
    1930 y el Colegio de la Presentación en 1932.

    COLEGIO DE LA PRESENTACIÓN,
    1932

    El edificio del Seminario Conciliar se hallaba
    sub-utilizado, ante tal situación Monseñor
    Joaquín García Benítez le ofrece a la
    Superiora del Colegio de la Presentación las instalaciones
    del edificio, trasladándose un 24 de febrero 1932. El
    número de alumnas del colegio fue aumentando y las
    localidades de la edificación resultaban cada vez
    más incómodas e insuficientes, tanto que hubo la
    necesidad de pensar en construir un colegio que pudiera resolver
    el problema de espacio locativo. Trece años más
    tarde, la comunidad religiosa adquiere un lote de terreno y para
    el mes de julio se coloca la primera piedra de la obra en
    ceremonia presidida por Monseñor Bernardo Botero
    Álvarez. Mientras se construía la nueva sede el
    Colegio de la Presentación continuó funcionando en
    la edificación del antiguo Seminario Conciliar hasta que
    la obra estuviera concluida.

    UNIVERSIDAD DEL MAGDALENA, 1962

    El edificio del Seminario Conciliar fue adquirido por la
    Gobernación del magdalena a la Diócesis de Santa
    Marta en el año de 1949, por mucho tiempo estuvo
    sub-utilizado. Durante la dictadura del
    general Rojas Pinilla (1953-1957), sirvió de cuartel para
    concentrar un contingente de efectivos de la Armada Nacional por
    casi un año. La idea era establecer una base naval en esta
    ciudad, pero el proyecto no fue continuado.

    Luego en 1962, el viejo edificio pasa a ser la sede de
    la recién creada Universidad Tecnológica del
    Magdalena. Allí funcionó casi una década
    hasta que trasladaron su planta física a las
    inmediaciones de la Florida de San Pedro Alejandrino debido a que
    sus programas de
    estudios estaban orientados hacia el agro.

    CORPORACIÓN NACIONAL DE TURISMO,
    1975

    Abandonado, deteriorado y albergue de indigentes, la
    Corporación Nacional de Turismo, Seccional Magdalena le
    propone a la Gobernación del Magdalena que se lo ceda a
    través de un contrato de comodato a treinta años,
    efectivamente el contrato se realizó y esta entidad
    nacional empezó un proceso de recuperación de su
    parte física en 1972, hasta su inauguración oficial
    en 1975 cuando Santa Marta celebró su trisesquicentenario
    de su fundación.

    En la década de los 80´s del siglo pasado
    las oficinas de la Corporación Nacional de Turismo no
    lograban ocupar todo el edificio, lo que permitió que
    funcionaran alternadamente en su primera planta: la Academia de
    Historia del Magdalena y la Asociación de Periodistas del
    Magdalena; en la segunda planta funcionaban el Instituto de
    Cultura del Magdalena y la Biblioteca Departamental.

    INSTITUTO DE CULTURA DEL MAGDALENA,
    1985

    La Asamblea Departamental mediante la Ordenanza No. 018
    del 25 de noviembre de 1985, autoriza al gobernador del
    departamento Jacobo Pérez Escobar ceder a titulo gratuito
    el edificio del Seminario Conciliar al Instituto de Cultura del
    Magdalena, cuya directora era Anita Sánchez de
    Dávila.

    Con la modernización del Estado durante la
    presidencia de César Gaviria (1990-1994), la
    Corporación Nacional de Turismo empieza reducirse hasta su
    desaparición en 1996. Esta entidad había adquirido
    el inmueble conocido como Madame Agustine, trasladando sus
    oficinas en 1991. Para ese entonces el instituto de Cultura y la
    Biblioteca Departamental ocupaban la segunda planta del edificio,
    con los nuevos espacios, el edificio dio cabida al Archivo
    Histórico del Magdalena Grande que luego se
    trasladaría al Centro Cultural San Juan de Dios a
    principios de 2002.

    La supresión del Instituto de Cultura en 1998,
    permitió el funcionamiento de organizaciones
    culturales en el edificio como Poetas al Exilio y la Biblioteca
    Oscar Delgado a cargo de Hernán Vargascarreño,
    Fundación Teatro Juvenil de
    Santa Marta dirigida por Margarita Stornelli, "Chedami es Aluna"
    de Carlos Miliani, Escuela de Música "Atulaa" de Javier
    Jiménez, la Escuela de Artes Plásticas de Hubert
    Guardiola y Juan Carlos Torres, la Escuela de Piano de Rafael
    Ramírez y Guitarra de Janeth Díaz. Igualmente el
    Área Cultural de la Gobernación, la Biblioteca
    Departamental, el Programa de Juventudes del Distrito de Santa
    Marta.

    EL REAL SEMINARIO CONCILIAR Y SUS HECHOS
    ANECDOTICOS

    Como toda vieja edificación del centro
    histórico de Santa Marta, el Seminario Conciliar guarda
    entre sus muros y espacios historias ocultas con personajes.
    Hemos recogido algunos de estos hechos anecdóticos que hoy
    recrean misteriosamente la imagen del edificio.

    PEDRO DE LABATUT Y LAS ARMAS REALES

    El 6 de enero de 1813 Pedro de Labatut apoyando la causa
    patriota se tomó por sorpresa a Santa Marta, para
    oficializar este acto y que todo el vecindario tuviera obediencia
    con el gobierno de Cartagena, acudió a ante el obispo
    Redondo para cantar un Te Deum Laudamus. El prelado se
    negó, Labatut como represalia le hizo llamar para que
    quitara las reales armas de SU majestad Fernando VII que se
    habían fijado en las puertas de la Catedral y del
    Seminario Conciliar para reemplazarlas por las republicanas. Pero
    el obispo desconocía el gobierno republicano e
    insistía su fidelidad a la Corona española, tal
    desafío le representó su confinamiento a una
    cárcel en Cartagena. Labatut terminó arrancando las
    reales armas en un acto de rabia a oscuras cuando la ciudad
    descansaba.

    EL CONSPIRADOR SEPTEMBRINO REFUGIADO EN EL REAL
    SEMINARIO CONCILIAR

    Ezequiel Rojas enemigo del Libertador, había
    participado en la conspiración septembrina de 1828 que
    intentó asesinar al Libertador. En París se
    enteró que la dictadura había llegado a su fin,
    asumiendo la presidencia Joaquín Mosquera; se
    embarcó en Burdeos y luego de tres meses de
    travesía llegó a puerto Samario teniendo nuevas
    noticias como
    la caída de Mosquera y el ascenso dictatorial del general
    Rafael Urdaneta, además de la estancia en la ciudad de
    Simón Bolívar y su sequito de generales. Lleno de
    pánico por aquella noticia, pensó en socorrerse en
    el Palacio Episcopal que funcionaba en el Seminario Conciliar
    donde vivía el obispo José María
    Estévez, quien había sido su rector en el Colegio
    San Bartolomé de Bogotá donde había
    adelantado estudios.

    El rumor de su presencia corrió veloz mente y al
    cabo de poco tiempo una tropa Bolivariana al mando del coronel
    Luis Perú de Lacroix había rodeado la manzana donde
    quedaba el edificio del Seminario Conciliar. El temeroso Rojas
    permaneció el día y la noche hasta que se
    entregó a la mañana siguiente y confinado de
    inmediato a una prisión de Cartagena, para evitar
    alteraciones del orden público, era una época que
    se le atribuían a los conspiradores los males que
    padecían la República. Este suceso le trajo
    incomodidades al obispo cuando visitaba al moribundo Libertador
    en la Florida de San Pedro Alejandrino y sus desavenencias con un
    miembro de la guardia libertadora, que contribuyen a la
    decisión del obispo Estévez a no asistir al
    entierro del Libertador.

    EL RECTOR SEPULTADO EN EL ORATORIO

    De antaño se acostumbraba en las ciudades
    española sepultar a las personas en las iglesias,
    más si era una persona poderosa
    que podría comprar una sepultura en una de las naves de la
    iglesia. Los religiosos en especial los obispos también
    tenían su lugar preferencial. El 10 febrero de 1846, Santa
    Marta se vistió de pesar al morir el rector del Seminario
    San Juan Nepomuceno, Esteban Díaz Granados, su sepultura
    está en todo el centro del antiguo oratorio ubicado en la
    planta baja del edificio; una lápida de mármol
    señala el sitio.

    LA SOCIEDAD
    FILARMÓNICA DE SANTA MARTA

    La aparición de un ilustre alemán a
    finales de 1848, alegró la escasa actividad cultural de
    Santa Marta. El maestro Carlos Haussman profesor y
    pianista, desembarca en el último vapor inglés
    recibido en el puerto cuando hacía tránsito hacia
    Medellín. Con un puñado de entusiastas samarios
    realiza una presentación gratuita al público en una
    época en que los jóvenes mostraban empeño de
    instrucción y deseo de saber de los hombres cultos de
    otros países, viendo con malos ojos las tradiciones y
    hábitos de la colonia. Hubo mucho entusiasmo y en la
    nochebuena de ese año se celebró una reunión
    para conformar una agrupación musical bautizada
    Sociedad Filarmónica de Santa Marta, que
    tendría como propósito difundir y proteger los
    progresos de la música. La junta quedó conformada
    por Pedro Díaz Granados como presidente; José
    Cataño, vicepresidente; Luis Armenta, secretario y
    Tomás Abello, tesorero.

    En un lapso de seis meses –entre febrero y julio
    de 1849-, la Sociedad Filarmónica de Santa Marta
    ofreció seis magistrales conciertos, los cinco primeros en
    la Sala Municipal y el último en el Seminario Conciliar.
    Las boletas estaban a cargo del tesorero y se podían
    adquirir en su casa, donde se remitían las sillas con tres
    horas de antelación; comenzando la función a
    las siete de la noche. Entre sus miembros fundadores había
    temor por la suerte que podía correr con la propuesta
    cultural para Santa Marta, pero la epidemia del cólera de
    1849, acabó con el sueño de un puñado de
    amantes de la buena música.

     EL PROFESOR ABURRIDOR

    A mediados del siglo XIX sucedió un hecho
    curioso, José Tomás Santodomingo presbítero
    y catedrático de teología moral del Seminario, se
    quejó porque sus alumnos no asisten a sus clases
    pretextando que él no tenía esmero en la
    enseñanza. Bien aburridoras eran las clases de este
    religioso que los rebeldes alumnos preferían dedicarse a
    otros menesteres.

    LOS CARNAVALES EN
    EL REAL SEMINARIO CONCILIAR

    En el último cuarto del siglo XIX, el edificio
    del Seminario Conciliar se convertía en el epicentro
    nocturno de los carnavales samarios, porque durante el día
    ofrecían sus fiestas en sus casas. Para iluminar el patio
    interior del edificio se levantaba una columna en su centro de
    donde partían hilos de cable a manera de radios, amarrado
    en diferentes puntos de las barandas. La columna se adornaba con
    pintura alegórica y estrofas escritas. Del Real recuerda
    haber leído una del poeta samario Manuel María
    Herrera Epalza:

    Venid, venid a gozar

    de la danza
    apetecida

    del salón que os convida

    a las fiestas del Carnaval!

    LOS COMBATES DESDE EL EDIFICIO DURANTE LAS REVUELTAS
    DE 1871

    En 1879 se presentaron enfrentamientos entre las fuerzas
    de la revolución contra las legítimas del gobierno.
    La defensa de Santa Marta estaba a cargo del Presidente del
    Estado Soberano del Magdalena Dr. Luis Antonio Robles, entre los
    puntos estratégicos se encontraban las azoteas de las
    pocas casas altas con que contaba la ciudad para aquella fecha,
    entre ellos el Seminario Conciliar, la Casa de la Aduana, la
    Compañía del Ferrocarril, la Casa Madame Agustine y
    la torre de la Catedral. Igualmente el Cerro del Cundí,
    plaza de Bolívar y las entradas de la calle de la
    Cárcel, calle de la Acequia, calle del Pozo, calle de la
    Cruz y calle Cangrejal.

    Durante los enfrentamientos sucedió un hecho
    curioso, dos cienagueros que se odiaban a muerte
    integraban las fuerzas oficialistas del gobierno, uno de ellos
    estaba apostado en la azotea del Seminario Conciliar y el otro en
    una cubierta más baja donde tiempo después
    funcionaría la desaparecida sede de la
    Compañía del Ferrocarril. Este le manifestaba a sus
    compañeros su intranquilidad, porque temía
    más a su enemigo personal que a las fuerzas que
    combatía; no había acabado de pronunciar esas
    palabras cuando se asomó un rifle disparándole
    desde la cornisa superior del edificio del Seminario Conciliar,
    afortunadamente el tiro no dio en el blanco.

    EL CENTINELA ASESINO

    Hubo un suceso trágico en la puerta del edificio
    del Seminario Conciliar ocurrió el primero de enero de
    1867, cuando se iba a celebrar una función
    dramática. El señor Dionisio Pérez fue
    asesinado con una bayoneta por parte de un soldado de la Guardia
    Colombiana perteneciente al Batallón Granadero
    después de acalorada discusión. El centinela
    asesino hacía guardia en la puerta del Seminario
    Conciliar, luego de este hecho huyó de la
    ciudad.

    EL EDIFICIO DEL REAL SEMINARIO CONCILIAR,
    HOY

    EL RETORNO AL USO EDUCATIVO

    El edificio del Real Seminario Conciliar se
    materializó a partir de la necesidad de contar esta ciudad
    con un establecimiento educativo de estas magnitudes. Ese
    espíritu no se diluyó durante los casi dos siglos
    de existencia, no obstante que su nombre evolucionó
    diferentemente, pero su esencia se mantuvo intacta. En las dos
    últimas décadas prestó sus espacios para el
    proyecto cultural de la administración departamental,
    donde existió la escuela de música y pintura; se
    celebraban exposiciones de arte, lanzamiento de libros,
    recitales de poesía,
    conferencias, etc.

    Por otra parte para reafirmar la identidad del Real
    Seminario Conciliar, como un hecho significativo de su historia y
    como un ejemplo de admonición para las generaciones
    futuras, se restituirá las armas reales de Su Majestad el
    monarca Fernando VII, recordando a Santa Marta como ciudad
    realista, fiel a la Corona española; es decir el edificio
    por si solo es una lección de historia para propio y
    extraños. De la misma manera se restituirán las
    campanas de la espadaña como elemento de alto grado de
    significado simbólico en el conjunto
    arquitectónico.

    Recuperación del edificio y puesta en valor por la
    Universidad del Magdalena, 2002

    El edificio ha pasado a integrar el patrimonio activo de
    la Universidad del Magdalena, mediante la negociación __________ cuyo costo asciende
    a $ _______, legalizado de acuerdo a
    __________________

    Hoy la Universidad del Magdalena puso en marcha un
    ambicioso de recuperación integral del edificio, tanto en
    la parte física como en su carácter. Su puesta en valor se
    inició con la intervención arquitectónica
    con una inversión de $_______________ .

    Proyecciones de la Universidad del
    Magdalena

    Esta Puesta en Valor entendida como un proceso de
    revalorización del monumento, viene a colocar este bien
    inmueble a prestar una nueva función social en nuestra
    época a partir de los programas educativos y proyectos
    culturales algunos en marcha, otros en proceso de
    estructuración, que contribuye a reafirmar la razón
    legislativa de nuestra ciudad en el turismo, la historia y la
    cultura, como:

    • Librería de la Universidad del
      Magdalena
      : Ofreciendo a la venta a los estudiantes de los
      centros educativos de la región y a la ciudadanía en general, todas aquellas
      obras científicas y culturales de
      importancia.
    • Emisora Cultural de la Universidad del
      Magdalena
      : Contamos con la frecuencia de la emisora, se
      pretende difundir los valores
      culturales de nuestro departamento y convertirla en herramienta
      de expresión de nuestros personajes en el medio
      científico, intelectual, folclórico y
      artístico. Además irrigar los avances de los
      programas de nuestro centro educativo
    • Sede Alterna de Rectoría: Su
      implementación reafirma la importancia de la
      edificación, refleja el interés por los planes en
      marcha del centro educativo.
    • Oficina de Extensión Cultural:
      Liderará todos los proyectos culturales, buscando la
      proyección de la Universidad del Magdalena en la
      comunidad.
    • Sede de la Sinfónica de la Universidad del
      Magdalena
      ; Este es uno de los proyectos más
      interesante de nuestra institución, cuyo
      propósito es explotar musicalmente el gran potencial
      humano y la vocación en nuestro
      departamento.
    • Museo de Arte Contemporáneo: Para
      exponer las obras pictóricas y artísticas de los
      autores de nuestro departamento y artista nacionales e
      internacionales.
    • Epicentro de Eventos
      Culturales
      : Salón Madre Margot:
      Periódicamente se programaran citas con expertos,
      personajes y autores de talla nacional. También se
      realizarán conversatorios sobre temas de actualidad. En
      general el edificio pone en manifiesto su vocación
      tradicional hacia la educación y la cultura,
      contribuyendo a la construcción y reafirmación de
      nuestra identidad magdalenense.

    Alvaro Ospino Valiente

    Santa Marta, septiembre de 2002

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