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El devenir de la autogestión




Enviado por casd67



    1. Marco
      Teórico
    2. Desde el origen de la
      civilización occidental hasta la víspera de la
      revolución industrial
    3. Teoría autogestionaria:
      de la ideología a la ciencia
    4. Conclusiones
    5. Bibliografía

    1.
    Presentación.

    Quiero partir aclarando que este estudio no pretende
    situarse en una postura "objetiva" o neutra; sólo intenta
    ser honesto. Este trabajo se
    basa en una crítica
    radical a los sistemas de
    dominación, y su autor se cuenta entre aquellos que aman
    el cooperativismo, la mutualidad, la
    autogestión y otras expresiones de la economía solidaria y
    democrática. De todos modos, se intentó una
    investigación coherente, fundada en
    fuentes
    verificables y que evitara cualquier tipo de
    tergiversación.

    No debe asustarse el lector con el barroquismo de este
    documento; es un reflejo de la
    personalidad de su autor y del momento histórico en
    que vivimos. Los analistas del desarrollo de
    las artes dicen que los estilos fluctúan u oscilan entre
    lo clásico y lo barroco,
    siendo estos últimos períodos los que presagian
    importantes transformaciones. Es lo que sucedió en la
    primera mitad del siglo XVIII con el Rococó, época
    en que se estaban fraguando trascendentales cambios que se
    concretarían en la segunda mitad de esa
    centuria.

    Los temas vinculados a la autogestión en Chile
    han ocupado a unas cuantas personas desde fines de la
    década del sesenta. Nuestro país no fue una
    excepción a la moda que se
    originó en torno a este
    concepto, a
    nivel mundial, a comienzos de los años setenta. Por aquel
    tiempo, muchos
    actores sociales vieron en la autogestión casi una panacea
    para terminar con los males e injusticias de la sociedad
    capitalista, y, prácticamente, se "enamoraron" de una idea
    colmada de valores y
    principios
    humanistas y libertarios. Es así como hoy, después
    de alrededor de tres décadas, podemos encontrar a una
    buena cantidad de hombres y mujeres que participaron de ese
    sueño de construir, a través de los intentos
    autogestionarios, un sistema social
    donde cada persona pudiera
    desarrollar sus capacidades, colaborando, al mismo tiempo, a la
    realización de los demás. Sus emociones, al
    evocar ese período, están mezcladas con
    frustración, desesperanza, decepción y tristeza,
    porque la experiencia demostró que la tarea era mucho
    más difícil de lo que se pensaba, y que el camino
    estaba lleno de obstáculos, problemas y
    reveses, tanto en la dinámica interna de los ensayos, como
    en el entorno (basta con recordar que la dictadura militar
    comenzó en 1973, en pleno auge del movimiento
    autogestionario mundial). No obstante, no es antojadizo afirmar
    que casi toda esa generación de chilenos (as) que fueron
    protagonistas de esos experimentos
    sociales, quedaron marcados por lo que ha constituido uno de los
    episodios más significativos de sus vidas. No quedan
    indiferentes cuando se les trae a colación el tema, y
    muchos (as) de ellos (as) han aplicado algún aspecto de la
    autogestión en sus actividades habituales. Tal es el caso,
    por ejemplo, del ingeniero Andrés Navarro, que
    implementó un innovador modelo de
    administración en la exitosa empresa
    computacional Sonda, o del sociólogo Darío
    Rodríguez
    , que ha desarrollado un vasto trabajo de
    asesoría empresarial en el tema de la gestión
    organizacional.

    A diferencia de una Tesis, que
    intenta demostrar la validez -o el error- de una hipótesis, la Monografía es una descripción de un fenómeno que
    sólo deja planteadas algunos asuntos que pueden servir de
    hipótesis para futuras investigaciones.

    El objetivo de la
    presente monografía
    es describir el proceso de
    desarrollo histórico del concepto que hoy se conoce como
    autogestión. La génesis del concepto, la
    aparición y universalización del término, el
    devenir de su conceptualización y amplitud.
    También, este estudio pretende mostrar el contexto o
    ambiente de
    ese devenir, el estado de
    ánimo o clima social que
    se vivía.

    Cuando tenía 13 años, en 1980, en momentos
    en que Chile llevaba siete años sin democracia,
    comenzó mi cuestionamiento acerca del tema social. No me
    parecía que hubiese justificaciones válidas para
    que un sector de la población viviera con todas las comodidades
    -grupo en el
    cual se encontraba mi familia (clase media
    "acomodada", pequeña y mediana burguesía)- mientras
    otra porción, mayoritaria, tuviera que sobrevivir a duras
    penas. ¿Por qué no podíamos todos tener las
    mismas posibilidades para desarrollarnos
    íntegramente?

    "El adolescente moderno –comenta el
    biólogo Humberto Maturana– aprende valores,
    virtudes que debe respetar, pero vive en un mundo adulto que se
    las niega. […] Se les enseña a desear la justicia
    pero los adultos vivimos en el engaño. La tragedia de
    los adolescentes
    es que comienzan a vivir un mundo que niega los valores
    que se les enseñó".

    El tema organizacional comenzó a interesarme
    desde que estaba en el Colegio San Pedro Nolasco, en Las Condes.
    Ya en esa época intuía que la pobreza, las
    injusticias sociales y muchos conflictos
    humanos tenían relación con la forma en que se
    organizaba la sociedad. Recuerdo haber sido todavía un
    niño cuando rechacé una invitación para
    ingresar a los Boys Scouts, pues no me parecía correcto
    que los jefes fueran designados por los superiores y no elegidos
    por los miembros. Cuando, en enseñanza media, fui elegido durante dos
    años como presidente de curso, tomé conciencia de las
    "tentaciones" del poder. En
    primero medio (1981) me entretuve durante largas horas estudiando
    textos nazis y fascistas, con la idea que quizás el
    problema estaba en que los sujetos que dominaban a la
    mayoría no eran los adecuados. Al año siguiente me
    convencí de que la cuestión de fondo se encontraba
    en el fenómeno mismo de la dominación; ¿por
    qué ésta debía tomarse como un asunto
    "natural" si era la causa de tantos problemas y conflictos? En
    consecuencia, decidí que las doctrinas nacionalistas no
    eran mi camino.

    En 1983, primer año de las protestas nacionales
    contra la dictadura
    militar, el consejo de presidentes de curso me escogió
    para ocupar el cargo de presidente del Centro de Alumnos del
    colegio. La Dirección del establecimiento se
    mostró muy reacia a nuestras demandas de mayor
    participación en los asuntos que tenían que ver con
    los alumnos. Logramos difundir el tema de los derechos humanos,
    y organizamos las primeras votaciones universales para elegir a
    la directiva del año siguiente, luego de diez años
    en que habían estado
    suspendidas. Las clases de religión y
    filosofía eran el único espacio académico
    para debatir acerca de la democracia, los derechos humanos, etc.
    Recuerdo cuando, con el apoyo del profesor
    Fernando Longás -licenciado en filosofía de
    la UC- expusimos con un grupo de mi curso acerca de la
    ilegitimidad de la Constitución del 80, nada menos que frente
    al consejo de profesores en pleno. A esas alturas me identificaba
    en mayor medida con las doctrinas del humanismo
    cristiano.

    El primer año y medio en la Universidad
    Católica participé en la formación de la
    Asamblea de Estudiantes Democráticos de Ingeniería
    Civil-que integrábamos sólo 60 de los 360
    estudiantes de primer año-, en las movilizaciones
    estudiantiles convocadas por la recién redemocratizada
    federación de estudiantes (Feuc), y en trabajos
    voluntarios en la zona mapuche y en poblaciones populares de
    Santiago. Para alguien que había pasado toda su vida en el
    "barrio alto" de la capital, el
    contacto directo con el mundo de la gente "sencilla" me hizo
    confirmar mi intuición de la insanidad que significa la
    división clasista de la sociedad, y verificar el abismo
    entre la opulencia de la minoría y la vida precaria y
    esforzada de un gran porcentaje de la población.
    Todavía me "patea" el recuerdo de la opinión de
    algunos estudiantes de ingeniería que consideraban que el poseer
    una inteligencia
    privilegiada implicaba que su voto no podía valer lo mismo
    que el de los seres "normales".

    Mi "flechazo" con la idea autogestionaria se produjo en
    1986, cuando, ya decepcionado y "traumado" con mi carrera de
    Ingeniería, entré a participar en una
    agrupación estudiantil de tendencia autónoma y
    libertaria llamada RIA. Una de las ideas fuerza de ese
    conglomerado era la crítica al manejo cupular que las
    juventudes políticas
    hacían de la Feuc. A partir de esa instancia tuve la
    oportunidad de conocer a alumnos de distintas carreras que se
    identificaban con lo que, en esos momentos, comenzaba a llamarse
    "movimiento alternativo". Esa fue la primera vez que
    escuché hablar acerca de las investigaciones de personajes
    como Luis Razeto, Manfred Max Neef y Humberto
    Maturana
    . Desde esos días, empecé a vincularme
    con ecologistas, promotores de tecnologías apropiadas,
    activistas de derechos humanos, feministas, humanistas,
    marxistas, socialistas autogestionarios, anarquistas, cristianos
    próximos a la Teología de la Liberación,
    indigenistas y estudiosos de las filosofías orientales y
    de las distintas escuelas sicoterapéuticas. Todos estos,
    componentes del citado movimiento. Un contacto que me
    marcaría profundamente fue el que establecí con los
    miembros de la Coordinadora de Estudios Hombre y
    Sociedad, un grupo de "jubilados" de gremios del cuero y
    calzado, estucadores, tipógrafos, etc.,
    anarcosindicalistas y anarquistas "específicos", y con
    Clotario Blest.

    Por esa misma época, a través de un
    cursillo de socialismo, me di
    cuenta que el principio del "centralismo
    democrático" que propugnaba el leninismo era una burla y
    una estafa. Aunque nunca milité en un partido
    político, aproveché todas las invitaciones que me
    hacían las juventudes de izquierda para participar en
    charlas y exposiciones.

    Totalmente empapado por estas ideas, cada vez que
    podía, aprovechaba algún ramo de mi nueva carrera
    (Periodismo)
    para compenetrarme más con el tema. En el transcurso de
    los cinco años que estuve en esa Escuela, pude
    realizar los siguientes trabajos:

    -Biografía y perfil
    humano de Clotario Blest.

    -Entrevista a
    Mario Radrigán, cientista social de la
    Confederación de Cooperativas
    de Chile (Confecoop), acerca de la comparación entre el
    Capitalismo
    Popular y el Cooperativismo.

    – "Autogestionar los medios de
    comunicación". Este trabajo fue inspirado por las
    clases de José María Desantes sobre las
    Sociedades de
    Redactores en Europa.

    -Exposición: "Sector de Economía
    Social y Desarrollo a Escala Humana",
    en el ramo de Pensamiento
    Económico Contemporáneo.

    -Invitación a Ignacio Larraechea,
    investigador del Programa de
    Economía del Trabajo (PET), para exponer los conceptos de
    Organizaciones
    Económicas Populares (OEP) y Economía Popular de
    Solidaridad.

    -"Desarrollo de la autogestión en Yugoslavia".
    Ramo: Sistemas Políticos Comparados. (También de
    esta época fue una discusión con el profesor
    Gustavo Martínez, ya que cuestioné el
    principio jerárquico en ciencias
    políticas. Puse como ejemplo el funcionamiento de una
    tribu africana que no tenía jefes y que ni siquiera
    poseía el concepto de autoridad.
    Lamentablemente la fuente era un documental que ví en la
    TV, por lo que no puede retener el nombre ni la ubicación
    geográfica de dicho pueblo).

    -Proyecto de
    revista y
    video para la
    Federación de Empresas,
    Cooperativas y Talleres Asociados (Fecot). Ramo: Periodismo
    Institucional.

    -Análisis del libro
    Caminos de la libertad, de Bertrand Russell, con el
    profesor Matías Tagle.

    -"Esbozo para una historia de la
    autogestión en Chile" (1967-1982). Ramo: Procesamiento de
    la Información.

    En 1988 participé en la Campaña del NO, y
    fui apoderado de mesa por el PPD. Celebré la victoria,
    pero con un dejo amargo; de alguna forma presentía que los
    cambios serían muy lentos y difíciles.
    Además, se vivía la caída de los
    "socialismos reales", el "fin de las ideologías y de la
    historia", etc.

    También durante mi época de estudiante de
    Periodismo, participé en un comité de la
    Federación Nacional de Cooperativas de Vivienda
    (Fenacovi), con el objeto de crear un boletín informativo,
    proyecto que no llegó a concretarse. Como miembro del
    Movimiento de Integración Latinoamericana, asistí
    a una charla del profesor Gastón Soublette respecto
    a la necesidad de un cambio de
    Paradigma, en
    donde comentaba las experiencias de las redes de granjas
    agro-ecológicas que existen en algunas zonas del mundo.
    Por esos años, llegaban a mis manos, de vez en cuando,
    ejemplares de la revista Comunidad, elaborada por la
    Comunidad del
    Sur (Montevideo-Uruguay), en
    donde aparecieron interesantes artículos sobre la
    autogestión.

    Consciente del derroche de recursos que
    implicaba que todos los años las nuevas promociones de
    estudiantes pagaran las mismas fotocopias que los de la
    generación anterior ya habían sacado,
    elaboré una propuesta para la creación de una
    Central de Apuntes administrada por los mismos alumnos. La idea
    era formar una cooperativa o
    mutual de estudiantes de Periodismo que otorgara ese servicio. Para
    asesorarme en la materia fui al
    PET, ocasión en que conversé por primera vez con
    Luis Razeto. Ante la crisis de
    participación y la apatía que afectaba al Centro de
    Alumnos de Periodismo (Caper) me ofrecí a elaborar un
    proyecto de nuevos Estatutos, que contenía principios
    autogestionarios. Paradojalmente, ambas iniciativas, aunque no
    llegaron a concretarse en mi Escuela, sí fueron puestas en
    práctica en otras.

    Desde 1989 hasta 1992 integré un Colectivo
    Libertario de Comunicación, al cual llegaron dos
    "retornados" de Francia. Con
    ellos elaboramos algunos programas para
    la radio
    Libertaria de París, confeccionamos material de
    difusión y editamos un par de números de un
    periódico llamado Acción
    Directa
    . Durante esos cuatro años, el tema de la
    autogestión siempre estuvo presente, y tuve oportunidad de
    leer clásicos de Proudhon, Bakunin,
    Kropotkin y Malatesta.

    En 1991, cuando tuve que escoger un tema para mi
    Memoria,
    tenía interés en
    investigar los motivos por los cuales, hasta ese momento, no se
    había podido constituir un sector de economía
    social, solidaria y de trabajadores, con identidad
    propia, en Chile. El profesor guía, Oscar Saavedra,
    me hizo ver que era una cuestión demasiado amplia para ser
    tratada en esa instancia. Por lo tanto, decidí que iba a
    estudiar los procesos de
    comunicación organizacional en una empresa
    de trabajadores. Para tal efecto, seleccioné a Metalgas
    S.A., una fábrica de cocinas y calefactores a gas ubicada en la
    comuna de Quinta Normal. Junto con averiguar su historia y modo
    de funcionamiento, entrevisté a 15 trabajadores (as), para
    conocer las formas y problemas de comunicación que
    tenían en la
    empresa.

    La práctica
    profesional la realicé a comienzos de 1992 en El
    Diario
    , periódico dedicado a temas financieros,
    económicos y comerciales. Allí escogí
    dedicarme a cubrir el sector de la micro y pequeña
    empresa, artesanos, cooperativas y campesinos.

    Mi primer trabajo como periodista fue en la revista
    El Canelo, publicación destinada a fomentar el
    desarrollo de una sociedad ecológica (su editor era
    Marcelo Mendoza, también ex alumno de periodismo de
    la UC). En ese espacio, pude hacer reportajes relacionados con el
    cooperativismo y la autogestión, y conocer más
    sobre el tema, como, por ejemplo, a través de la charla
    que Antonio Colomer, director de la Revista
    Iberoamericana de Autogestión y Acción
    Comunal
    , dio en la Universidad Bolivariana. También
    supe de Félix Guattari, Julius Nyerere y
    Fernando Savater. Al integrar un grupo que tenía
    por objetivo crear una Fundación Clotario Blest, tuve la
    oportunidad de conocer a varias personas que vivieron de cerca el
    proceso de los Cordones Industriales, en Santiago, entre 1972 y
    1973.

    Al fundar con otras personas el Comité por el fin
    del Servicio Militar Obligatorio (Cosmo), establecí
    contactos con el movimiento ecologista, feminista y
    lésbico-homosexual, y me enteré de los fundamentos
    de la filosofía gandhiana de la no-violencia
    activa.

    A continuación, fui nombrado editor del
    boletín La Hoja de las Organizaciones Económicas
    Populares
    . El comité editorial estaba compuesto por
    representantes de varias ONGs dedicadas al tema (PET, Trabajo
    para un Hermano, Contigo, Red Integrando). Junto con
    efectuar reportajes, artículos y entrevistas
    relacionados con la autogestión, intentamos crear un
    consejo editorial amplio, para lo cual llevamos a cabo algunos
    encuentros con delegados de organizaciones de artesanos,
    microempresarios, campesinos, cooperativas, mutuales, sindicatos,
    etc. Tanto El Canelo como La Hoja, finalmente,
    dejaron de producirse, afectadas por la reducción del
    aporte financiero que hacían las agencias internacionales
    de cooperación.

    En función de
    retomar mi Memoria, le llevé mis informes de
    avance al profesor Gustavo Martínez, a quien le
    interesa bastante el tema de la autogestión. El me hizo
    algunas indicaciones, siendo una de ellas que me preocupara de
    realizar un más completo marco teórico. De
    ahí, tomé la decisión de replantear la
    investigación y hacerla específicamente acerca del
    vínculo entre comunicación y autogestión.
    Para ello contaba con una primera aproximación gracias a
    un documento que en 1979 elaboró la periodista Myriam
    Sáa
    , y con la experiencia de haber sido colaborador de
    Integrando. Esta fue una Red de
    Información de la Economía de Solidaridad, creada
    por el PET y Luis Razeto, y formada por un núcleo
    impulsor de jóvenes profesionales del área informática y de ciencias
    sociales. Mi aporte fue en la diagramación del
    boletín de la Red. El supuesto que orientaba esa
    iniciativa era que para constituir un sector solidario de
    economía era fundamental la
    comunicación entre los potenciales sujetos o actores
    de dicho sector.

    En 1993 participé en las primeras acciones de la
    campaña presidencial de Max-Neef, cuando era el
    anti-candidato; me retiré cuando oficializó su
    candidatura.

    A través de estas iniciativas he conocido a
    algunos (as) retornados (as), a los cuales les tocó pasar
    su exilio en Europa, en donde, desde 1968, la autogestión
    es un concepto que está presente en los debates
    económicos, políticos y sociales.

    A partir de 1994, y por cuatro años,
    participé en un proyecto que pretendía crear una
    imprenta
    autogestionada que apoyara el accionar de otras organizaciones
    sociales. Las maquinarias las trajo un retornado de Holanda, y el
    taller funcionó los tres primeros años en Santiago
    y el último en el puerto de San Antonio.
    El fracaso de la iniciativa se debió, en parte, al
    crónico déficit del recurso financiero y en la
    escasa "visión comercial" de sus integrantes (yo
    incluido). En forma paralela, con otros dos periodistas, nos
    propusimos organizarnos de tal manera de apuntar hacia la
    creación de una cooperativa de trabajo, intención
    que también quedó en el camino.

    Depresión
    desde 1995. Crisis de proyecto… Período de
    desencanto, frustración, desesperanza, desasosiego,
    impotencia; vuelco hacia el interior. Sincronía con el
    estado de ánimo de la llamada "crisis de utopías",
    descrito claramente por Martín Hopenhayn en su
    libro Ni apocalipticos ni integrados (1993).

    Por último, desde 1998 integro un proyecto de
    pesca
    artesanal en calidad de
    asistente administrativo. El propietario de la embarcación
    tiene el deseo de llegar a formar una empresa en
    donde los trabajadores tengan participación. Como era de
    esperar, también esta iniciativa se ha topado con una
    cantidad enorme de problemas. A comienzos de este año,
    entrevisté a Hopenhayn acerca del concepto del
    trabajo hoy en Chile.

    Haber trabajado durante un año y medio dentro de
    una clínica siquiátrica de escasos recursos en La
    Pintana, por un año en un taller de jóvenes con
    discapacidad
    mental en San Antonio, y durante seis meses con la gente
    vinculada a la pesca artesanal, ha reforzado mis convicciones.
    ¿Por qué uno de los trabajos más
    útiles para la sociedad, como es la extracción de
    recursos
    naturales, tiene que significar la degradación
    física, la
    restricción intelectual de aquellos que lo realizan? Cada
    sujeto (individual o colectico) necesita de contingencias de
    refuerzo, de sentirse capaz, con fuerza, elevar su autoestima,
    generar confianza en sí mismos, de amor propio;
    todos y cada una de las personas merece condiciones de trabajo
    dignas e igualdad de
    oportunidades para autorrealizarse, y compartir proyectos con
    sentido comunitario, que los haga trascender y enfrentar la
    angustia de la separatidad. Lo contrario produce el embotamiento
    de las facultades, el embrutecimiento, la muerte en
    vida. Un sistema basado en el abuso, en el aprovechamiento, en el
    dominio y la
    explotación de unos por otros, no puede llevar al pleno
    desarrollo de las capacidades humanas. Solamente las relaciones
    cooperativas, solidarias, de ayuda mutua y democráticas
    son capaces de generar una verdadera evolución de la humanidad.

    Con la aparición, a fines de 1997, del libro
    Los cordones industriales y el socialismo desde abajo, de
    Miguel Silva, opté nuevamente por reformular el
    tema de mi Memoria. Ahora quería hacer la historia de los
    intentos de índole autogestionario que se habían
    hecho en Chile entre 1967 y 1989. A poco andar, me percaté
    de que era un trabajo demasiado extenso para los efectos de una
    Memoria, por lo que reduje el período a la etapa
    comprendida entre 1967 y 1973, pues en aquel momento se
    vivió un proceso general de democratización en la
    sociedad chilena. Cuando ya tenía escrito la "obra gruesa"
    de ese desarrollo, llegué a la conclusión de que si
    a ese escrito le sumaba el marco teórico -que
    también ya tenía avanzado- el resultado
    sería un texto
    tremendamente largo. Por lo tanto, finalmente, decidí
    convertir dicho marco
    teórico en el cuerpo principal de la
    monografía, y transformar el desarrollo del período
    1967-1973 en un pequeño resumen para incluirlo dentro del
    devenir de la autogestión.

    El proceso de esta memoria ha sido como un embarazo de
    casi nueve años. Al decidirme a retomar definitivamente su
    elaboración a comienzos de este año,
    coincidió con una crisis de angustia, de ansiedad y
    pánico,
    pues la sumatoria de fracasos me hizo dudar de mi capacidad para
    terminarla (parece que el síndrome de fin de siglo no es
    un invento de los sicólogos).

    Esta investigación está inserta en la
    corriente del denominado Movimiento Alternativo, que, como ya se
    dijo, integra variadas tendencias del desarrollo histórico
    de la humanidad. Aunque la autogestión se considera como
    un método de
    transformación radical de la sociedad, no se desecha ni se
    impugnan las tentativas pequeñas, parciales o aisladas que
    se dan en el marco del capitalismo, ni las experiencias
    impulsadas desde los Estados (ya sea democráticos o de
    partido único). De todas estas experimentaciones es
    posible obtener conocimientos que aumenten el caudal
    teórico de la autogestión. De cada fracaso se puede
    generar aprendizaje. Otra
    característica de esta línea de análisis, es
    que, sin ignorar los aportes doctrinarios de los pioneros en el
    tema -desde fines del siglo XVIII hasta mediados de este siglo-
    se pretende despojar a la teoría
    autogestionaria de todo dogmatismo, y confrontarla y nutrirla con
    la práctica y con los avances del conocimiento
    científico mundial.

    A toda monografía se le pide una
    justificación, en términos del interés
    social que pudiera tener. Cuando en estos ocho años que he
    demorado en hacer este trabajo las personas me preguntan acerca
    del tema de mi Memoria, la mayoría no sabe lo que
    significa "autogestión" o, si conocen el concepto, sus
    comentarios son como si se tratara de una investigación
    arqueológica. Lo cierto es que prácticamente los
    únicos que entienden el alcance que pudiera tener un
    estudio sobre el fenómeno en cuestión, es la gente
    que está vinculada a la labor social, en ONGs u organismos
    públicos dedicados al desarrollo
    comunitario. Creo que esta situación se podría
    explicar por varios motivos:

    a) Antes del golpe de Estado
    de 1973, el término autogestión fue usado como
    bandera de lucha por el partido Demócrata Cristiano, lo
    que dado el ambiente de sectarismo de esos momentos,
    derivó en que fuera un concepto mirado con recelo por los
    otros actores políticos. Junto con el hecho de que el
    modelo autogestionario propugnado por la DC era muy
    rígido, por su parte la izquierda chilena todavía
    no vivía la ola renovadora que impulsó el Mayo 68
    francés. Por esto, su estatismo y la gran influencia de la
    doctrina marxista-leninista, les hacía tomar distancia con
    respecto a la idea de autogestión. Esto se verá
    claramente en el desarrollo de esta monografía.

    b) Después de la intervención militar de
    1973, un sector de la DC con el apoyo del cardenal Raúl
    Silva Henríquez
    ayudó a configurar un sector de
    empresas de trabajadores, con el cual se pretendía, entre
    otras cosas, dar trabajo a muchos dirigentes sindicales que
    quedaron cesantes después del Golpe. Estas empresas
    sobrevivieron con el apoyo de un Instituto de la
    Autogestión que canalizó recursos provenientes del
    extranjero. Pero, con las crisis económicas de 1975-77 y
    1982, más las adversas condiciones del contexto
    político, social y económico, esa experiencia
    terminó con la desaparición de la mayoría de
    las empresas. Paralelamente, la izquierda en el exilio
    conoció las nuevas tendencias que comenzaron a
    desarrollarse luego del Mayo Francés del 68. Un importante
    número de sus militantes empezó a trabajar en ONGs
    y organismos internacionales, en donde las ideas autogestionarias
    tuvieron amplia difusión. Como veremos más
    adelante, el apogeo de la "moda" autogestionaria se dio en Europa
    aproximadamente en 1977.

    c) En Chile y en otros países del mundo, a partir
    de 1978 se impusieron políticas económicas de tipo
    neoliberal y adquirió mucha fuerza el movimiento
    neoconservador, cuyas figuras emblemáticas fueron
    Ronald Reagan y Margaret Tatcher. Dado el gran
    costo social que
    implicaron dichas medidas, se produjo un proceso en que
    confluyeron las iniciativas espontáneamente solidarias de
    los sectores populares, con el apoyo de organizaciones de
    técnicos y profesionales inspirados con ideas
    autogestionarias. En nuestro país ese fenómeno fue
    definido como Economía Popular de Solidaridad, cuyos
    protagonistas eran las Organizaciones Económicas Populares
    (OEP). En Europa, la retirada del Estado benefactor, abrió
    la puerta a la aparición de muchas experiencias
    autónomas de solidaridad democrática, que
    levantaron el discurso de la
    emergencia de la sociedad
    civil.

    d) A nivel mundial, con la moda autogestionaria, muchos
    gobiernos habían impulsado reformas inspiradas en ideas de
    autogestión, las cuales, después de algunos
    años, se vio que se topaban con grandes obstáculos,
    por lo que no satisfacían las altas expectativas que se
    habían creado. Simultáneamente, la ola neoliberal,
    respaldada por organismos como el FMI y el Banco Mundial,
    hizo que los Estados abandonaran las experimentaciones en busca
    de democratizar la economía y se concentraran en procesos
    privatizadores y de reducción de los gastos
    públicos. Con esta tendencia hegemónica, las
    experiencias autogestionarias quedaron relegadas a iniciativas
    particulares y autónomas de la sociedad civil. En Chile, a
    raíz de la reactivación económica de 1984,
    que significó 15 años de crecimiento sostenido, una
    baja ostensible de la inflación y la sanidad en las
    cuentas
    macroeconómicas, el discurso neoliberal alcanzó
    legitimidad. El triunfo del NO en el plebiscito de 1988 y el
    comienzo de la transición a la democracia en 1989
    coincidió con el desmoronamiento de los "socialismos
    reales" de Europa oriental. Se habló del fin de las
    ideologías y de la historia; parecía que la gente
    ya no quería saber más de experimentos
    sociales.

    e) La Concertación de partidos por la Democracia,
    en el gobierno desde
    1989, legitimó aún más el modelo neoliberal,
    al desligarlo de su pasado dictatorial y envolverlo en un
    Estado de
    Derecho y de instituciones
    democrático-liberales. No obstante, se mantuvieron varios
    "enclaves autoritarios" que hicieron muy difícil intentar
    reformas estructurales. Estos diez años de democracia
    "protegida" sirvieron para consolidar un modelo y una "manera de
    ver las cosas" que, indudablemente, ha generado numerosas
    contradicciones. No por nada prácticamente todos los (as)
    candidatos (as) para las elecciones de 1999 se publicitan
    representando un ansia de cambios. Ahora bien, esto no significa
    necesariamente una posibilidad importante para el movimiento
    alternativo o autogestionario. Veamos por
    qué…

    f) Si bien el socialismo autogestionario encuentra
    adhesiones entre las filas de tendencias como la ecologista,
    humanista, personalista comunitaria, demócrata-cristiana,
    socialista libertaria, etc., son corrientes claramente
    minoritarias. Las líneas políticas más
    fuertes en este momento en Chile podría decirse que
    son:

    – La izquierda se halla dividida mayoritariamente entre
    quienes se mantienen anclados en la doctrina marxista-leninista,
    y los que optaron por lo que se ha llamado "tercera vía",
    es decir, una social-democracia con tintes más
    liberales.

    – El centro podría diferenciarse entre aquellos
    que mezclan el social-cristianismo
    con lo que anotamos como "tercera-vía", y los que se
    identifican más con postulados
    neoliberales-neoconservadores.

    – La derecha está mutando hacia una compleja
    combinación de tendencias: mantiene su eje
    neoliberal-neoconservador, pero adosándole cada vez
    más ingredientes populistas y, en menor medida,
    componentes de liberalismo
    clásico.

    En el plano social, aunque existe una central sindical
    que propugna la autogestión de vertiente humanista
    cristiana (Central Autónoma de Trabajadores – CAT) es una
    organización pequeña. Por su parte,
    el movimiento mutualista sobrevive en la misma situación
    de estancamiento que le provocaran las leyes de 1924-25,
    y el cooperativismo se encuentra lentamente recuperándose
    de sus problemas derivados de su larga dependencia respecto a las
    políticas del Estado (falta de autonomía). En
    tanto, las ONGs tuvieron que reconvertirse, pues pasaron de
    depender del financiamiento
    internacional al del Estado chileno, con lo cual debieron reducir
    al mínimo su ideología "alternativa".

    Por lo visto, no son muy alentadoras las cosas para la
    difusión de las ideas autogestionarias. A esto se suma
    que, a nivel mundial, el desconcierto es mayúsculo y
    pareciera que la humanidad se halla impotente ante el rumbo que
    toman los acontecimientos. Ahora es oportuno volver a la
    interrogante de por qué puede ser "útil" gastar
    tanto tiempo en investigar sobre el devenir de la
    autogestión; qué es lo que inspira a una persona
    joven a pasar más de ocho años dándole
    vueltas a un asunto que pareciera ya superado. Basta con dar una
    ojeada a los informes de los organismos vinculados a las Naciones Unidas
    para darse cuenta de que el panorama es desolador. Aquí
    van algunos datos como
    botón de muestra:

    – El Dr. Otto Dorr, en mayo de 1991 daba el
    siguiente resumen:

    "Cada minuto, los países del mundo gastan dos
    mil millones de dólares en armamentos. Cada hora, en el
    mundo mueren 1.500 niños
    de hambre. Cada día, desaparece del planeta una especie
    animal o vegetal. Cada mes, aumenta la deuda externa
    de los países subdesarrollados en siete mil millones de
    dólares. Cada mes, aumenta el desierto en el equivalente
    a tres cuartos de la superficie de Corea".

    – En 1999, el médico Phillip M. Harter, de
    la Universidad de Stanford, dio a conocer estas estadísticas mundiales:

    El 80% de los habitantes de la Tierra
    vivirían en niveles por debajo del estándar de
    una vivienda normal. El 70% serían incapaces de leer.
    50% sufrirían desnutrición. Sólo 1%
    tendría educación universitaria, y también
    1% poseería un computador.

    Esta misma investigación nos indica, en cambio,
    que el 6% de las personas poseerían el 59% de la riqueza
    mundial y todas ellas serían de EUA.

    – De acuerdo con el economista Ravi
    Batra
    ,

    "el 1% de la población mundial posee el 34% de
    la riqueza mundial. Cada año los norteamericanos
    consumen el equivalente a más de seis Brasil. Hacia
    1979, en el grupo de los países pobres había unos
    tres mil millones de personas, con 400 dólares de
    promedio de ingreso por habitante; y, por el otro, unos mil
    millones de personas ricas con más de seis mil
    dólares por persona. Y, hacia 1999, cada una de las 100
    mayores empresas transnacionales vende más que
    cualquiera de los 120 países más pobres; 23
    empresas controlan el 70% del comercio
    mundial".

    Dada esta apabullante realidad, no deja de tener sentido
    cuando alguien como Alejandro Rojas, ex presidente de la
    Fech durante la Unidad Popular y ahora investigador
    medioambiental en Canadá afirma:

    "El mundo industrializado se ha convertido en una
    inmensa aspiradora que succiona los recursos energéticos
    y arrasa con la vida, en un proceso acelerado de
    cementificación y plastificación del mundo, que
    incidentalmente provoca la explosión demográfica
    del Tercer Mundo. Este proceso está en el origen del
    hambre y la pobreza de la
    gente, y cuenta con la activa colaboración de las
    élites transnacionales del Tercer Mundo".

    Pero el problema es tan grave, que incluso en los
    países "desarrollados", la calidad de
    vida deja mucho que desear. En palabras del prestigioso
    sicólogo Viktor Frankl,

    "en la sociedad de la abundancia, el estado de
    bienestar social prácticamente satisface todas las
    necesidades del hombre; hasta algunas necesidades en realidad
    son creadas por la misma sociedad de consumo.
    Sólo hay una necesidad que no encuentra
    satisfacción y ésa es la necesidad de sentido en
    el hombre,
    ésta es su ‘voluntad de sentido’, como yo la
    llamo".

    Este autor desenmascara también la cultura
    hedonista
    , cuyo mapa de referencias son el placer, el dinero, el
    éxito y
    el tener, engañoso camino que no hace más que
    reforzar finalmente el "vacío existencial". Para
    Frankl, el ser humano, en último término,
    puede realizarse sólo en la medida en que logra la
    plenitud de un sentido fuera, en el mundo y no dentro de
    sí mismo.

    "El hombre apunta por encima de sí mismo, hacia
    algo que no es él mismo, hacia algo o alguien, hacia un
    sentido cuya plenitud hay que lograr o hacia un semejante con
    quien uno se encuentre".

    Por lo tanto, no es una solución aspirar a que
    todos los países del planeta lleguen a ser "desarrollados"
    a la manera de las naciones industrializadas. Es más, tal
    como lo ha explicado en varios artículos el actual rector
    de la Universidad de Valdivia, Manfred Max-Neef, si todas
    las regiones de la Tierra
    pudieran alcanzar el nivel de consumo y producción de las zonas del "Primer Mundo",
    simplemente el planeta colapsaría, porque se
    arrasaría con los recursos naturales y porque el aumento
    de la energía artificial generada por el hombre
    provocaría imprevisibles catástrofes.

    Este mundo es tan paradojal, absurdo. Theodor
    Adorno
    , uno de los intelectuales
    más destacados de la Escuela de Frankfurt, lo
    planteó de la siguiente forma:

    "Podemos percibir la demencia consistente en
    que una humanidad, cuyos medios
    técnicos bastarían para transformar hoy
    día este mundo en un paraíso (me
    conformaría con que fuera un mundo digno) en el cual
    ningún niño y ningún anciano debieran
    padecer y morir de hambre, que una tal humanidad invierta la
    mayor parte de su producto
    social en la fabricación de instrumentos de
    destrucción. Para percibir esta demencia no se necesita
    ni de una idea abstracta ni de una imagen política de lo que
    debiera ser la sociedad. De ninguna manera me intimida el
    reproche de negativista. Lo positivo consiste hoy en día
    en intentar, en la medida de nuestras fuerzas, poner fin a este
    estado de deshumanización espiritual que ya hemos
    alcanzado y que amenaza transformarse en una
    deshumanización total del hombre".

    Pese al desencanto, a la crisis de las utopías,
    al desasosiego, a la apatía, a la desazón, a la
    sensación de impotencia, a las crisis de pánico y
    angustia, pienso que, a fines de este siglo XX podemos tener,
    como cree el historiador Eric Hobsbawn, un modesto
    optimismo. Esto, por los siguientes motivos:

    – Merced a la revolución
    de las comunicaciones
    electrónicas, la Tierra se está convirtiendo
    progresivamente en lo que Mc Luhan denominó la
    "aldea global". En virtud de una "lógica
    cognitiva", como dice Carlos Cousiño, la
    unificación mundial se estaría logrando a
    través de las instancias de la ciencia, la
    tecnología
    y el mercado. La
    posibilidad de un desastre nuclear primero, y el peligro de una
    catástrofe ecológica, después, han provocado
    que se tome conciencia de la unificación del planeta, de
    la interdependencia de todos sus integrantes y que se cuestionara
    la idolatría del progreso ilimitado. Tanto la
    globalización como la unificación del mundo
    ponen en entredicho las dicotomías
    civilización-barbarie, amigo-enemigo, así como las
    divisiones nacionales, las fronteras artificiales, los
    antagonismos religiosos. Al mismo tiempo, revitaliza las
    identidades locales, la diversidad cultural y pone en evidencia
    los contrastes. En la medida que la humanidad, el planeta, puede
    mirarse a sí misma como una unidad, se abren insospechadas
    posibilidades de reflexión y cambio.

    – La búsqueda de nuevos paradigmas a
    través del acercamiento entre la ciencia
    occidental y la mística de oriente. El cuestionamiento y
    revisión de la racionalidad cartesiana, de la
    Ilustración, del positivismo,
    etc. en busca de un "reencantamiento del mundo". La
    investigación acerca del cristianismo primitivo
    (pre-Constantino), del budismo, del
    islamismo sufi, del taoismo y el replanteamiento de las ciencias
    (Paracelso, Maturana, etc.), están en la
    base de lo que se ha llamado Nueva Era. Un destacado exponente de
    esta tendencia es el científico chileno Francisco
    Varela
    .

    -Desde la última postguerra mundial se
    venían conociendo los horrores del terror
    bolchevique-stalinista, con crímenes que sumaban millones
    de seres, y que tendría su figura más
    terrorífera-caricaturesca en la persona de Pol Pot,
    el dictador camboyano responsable de la muerte de
    millones de sus compatriotas en 1975. Este proceso de
    desenmascaramiento del "jacobinismo rojo" tuvo su momento
    culminante con la caída de la cortina de hierro y con
    la matanza de la plaza Tiananmen en 1989. Esta verdad ha
    provocado una grave crisis en el seno de las corrientes
    políticas de emancipación, en especial en el
    socialismo, un movimiento que, como dijo Von Misses
    (economista neoliberal) en 1947, ha sido el mayor agrupamiento
    humano en torno a ideas y principios, que ha unido a personas por
    encima de religiones, razas o nacionalidad.
    Cornelius Castoriadis señaló en 1996, que la
    actual situación

    "es como alguien que ha recibido un gran golpe en la
    cabeza, y esto se agrava por el hecho de toda una propaganda
    neoliberal que dice que no podemos hacer nada más que
    aquello que se hace, y que si usted quiere hacer otra cosa
    usted culminará en el ‘gulag’, lo que es un
    sofisma infame".

    Es cierto que, al parecer, la gente no desea más
    experimentos sociales, pero no es menos verídico el
    panorama "escalofriante" que, como vimos, presenta el mundo
    hoy.

    Las crisis o quiebres -tal como dice el ingeniero
    Fernando Flores– son buenas oportunidades para innovar. En
    este sentido, comparto la idea de que este período sirve
    para re-examinar todo el horizonte del pensamiento en el que se
    ha situado, desde hace dos siglos, el movimiento socialista.
    Allí encontraremos, como podrá verse en el
    desarrollo de esta monografía, una vertiente profundamente
    humanista, antiautoritaria, no patriarcal, libertaria y
    "holística", que fue permanentemente reprimida y
    "ocultada" por la vertiente jacobino-bolchevique. Tal como
    señaló Castoriadis al visitar nuestro
    país en 1996, poco tiempo antes de morir, para que la
    humanidad pueda habitar una casa digna, "humana", el único
    sistema
    político que es capaz de hacerlo es

    "un régimen de autonomía, es decir, de
    autogobierno colectivo, que trata de educar a los individuos
    también para que sean individuos
    autónomos".

    Y de esto se trata la autogestión, que se
    convierte en un concepto fundamental para un nuevo y reformulado
    movimiento político, social, cultural y económico
    de emancipación, basado en la libertad, los
    derechos humanos, la responsabilidad ecológica y la igualdad en
    la diversidad.

    Vivimos en un mundo, en una sociedad sustentada en
    organizaciones. El problema, siguiendo a Humberto
    Maturana
    , es que en el sistema capitalista-estatal, las
    organizaciones están constituidas de tal manera que "ser
    persona es una impertinencia", y las relaciones de trabajo no son
    sociales sino productivas, donde hay explotación de unos
    sobre otros para satisfacer los fines de los primeros. La gran
    apuesta de la autogestión apunta a que es posible crear
    organizaciones y sistemas organizaciones realmente sociales, en
    donde las personas puedan relacionarse "humanamente".

    Esta Memoria retoma lo que Antonio Colomer
    declarara en 1983:

    "Un clamor universal se escucha en el mundo. La
    exigencia de una sociedad diferente que reemplace la avidez, la
    agresión, la competitividad, la obsesión consumista;
    un mundo en el que podamos autoorganizarnos y decidir por
    nosotros mismos; en donde la visión del otro como
    competidor y objeto de lucro, se sustituya por la del
    compañero con el que establecemos relaciones solidarias
    en un esfuerzo común. […] Queremos, al mismo tiempo,
    rastrear en nosotros y en nuestra memoria colectiva los
    gérmenes ya enraizados de ese futuro liberador,
    coincidimos en una búsqueda universal en donde tantos
    hombres y pueblos del planeta, por diversos campos, convergen.
    De ahí el incluir -pese a su peligro mítico- la
    palabra AUTOGESTION en nuestro título ya que se ha
    convertido en lugar de encuentro e identidad, de experiencias y
    teorías muy variadas".

    Otro elemento que suele pedírsele a una tesina
    como esta es el de la originalidad. Después de haber
    estudiado varios textos sobre autogestión, me da la
    impresión que lo "nuevo" de esta investigación
    podría ser, por un lado, el intento de contextualizar, de
    entregar la atmósfera en que se
    ha desarrollado el desenvolvimiento teórico y
    práctico de la autogestión. De esta manera, se ha
    buscado un análisis no aislado de los procesos sociales,
    lo que en términos modernos se conoce como
    "historiografía social". El
    conocimiento del ambiente cultural, económico,
    científico, político, y artístico, da
    mayores elementos para entender el devenir de fenómenos
    sociales. En segundo lugar, me parece que otra
    característica peculiar de este trabajo es su
    visión ecléctica, barroca o sincrética, en
    cuanto a destacar la confluencia de varias corrientes que han
    alimentado o adherido a las ideas autogestionarias. Existen
    muchos libros que
    hacen aparecer a la autogestión como patrimonio
    exclusivo de tal o cual doctrina o ideología. Por el
    contrario, esta Memoria se inscribe en el ejemplo situacionista
    de fines de los sesentas y del movimiento alternativo de los
    ochentas. Por lo tanto, este proyecto se ubica en la línea
    seguida por pensadores que han hecho grandes esfuerzos por
    "liberar" a la autogestión de sus ataduras
    ideológicas, para vincularla más a los
    descubrimientos y avances de las ciencias. Por nombrar a los
    más recientes, estarían: Pierre Rosanvallon,
    Rene Lourau, Georges Lapassade, Fernando
    Savater
    , Murray Bookchin, Iván Ilich,
    Pierre Clastres, Félix Guattari,
    Cornelius Castoriadis, Amadeo Bertolo, Roberto
    Guiducci
    , Tomás Ibañez, Antonio
    Colomer
    , Cristian Ferrer, Franz Mintz, Luis
    Razeto
    , Manfred Max-Neef, Juan Espinosa,
    Martín Hopenhayn, Luis Weinstein, entre
    otros.

    Por último, lo que corresponde ahora es presentar
    la estructura de
    esta monografía. A continuación tenemos el marco
    teórico, que es muy simple, ya que gran parte del
    desarrollo se refiere a la dimensión teórica de la
    autogestión. Sólo tomé un texto de Luis
    Razeto
    en que explica muy claramente la importancia de la
    relación teoría-práctica en el devenir de la
    autogestión. Después, en el desarrollo, nos
    encontraremos con una cronología de sucesos, casi un
    "pegoteo" de hechos y discursos que
    van configurando un proceso social. Los últimos 200
    años fueron dividos en siete períodos de
    aproximadamente 30 años cada uno, separados por hitos de
    inspiración autogestionaria. Evidentemente, aparecen como
    datos muy en bruto, faltándoles procesamiento de la
    información y trabajo de edición; el resultado es una
    narración bastante caótica y, a veces,
    aparentemente inconexa. Más parece un video clip que un
    relato lineal, pero siempre hay ideas-eje que hacen las veces de
    columna vertebral del conjunto. La idea era realizar una
    crónica periodística, pero esa labor quedará
    para otra oportunidad, pues mi objetivo es que este sea el
    primero de una serie de estudios sobre este tema. Finalmente, en
    la conclusión se entregan algunas hipótesis que
    servirían, eventualmente, para futuras
    investigaciones.

    En cuanto a la metodología utilizada, sólo puedo
    decir que este trabajo es fruto de mucha lectura, de
    algunos apuntes y de una "pasión".

    2. Marco
    Teórico.

    La muerte –como dijo von Bertalanffy– es el
    acontecimiento que nos hace tomar conciencia de que cada uno de
    nosotros es parte de un "organismo" llamado humanidad. Este
    organismo social es -metafóricamente hablando- como una
    esfera cuyo centro se halla en todas partes. En el desarrollo
    histórico de la humanidad, ésta adquiere
    paulatinamente conciencia de sí misma, a través de
    la invención y difusión de los medios de comunicación
    social. El lenguaje,
    la escritura, el
    alfabeto fonético, la imprenta, posibilitaron la
    formación del Periodismo a fines del siglo XVI. El
    Periodismo se convirtió en el espejo en que la humanidad
    se ve reflejada. Esta "crónica" de la humanidad
    influyó en la aparición del Enciclopedismo,
    compendio de los conocimientos acumulados por la humanidad. Con
    este fenómeno -ubicado en la segunda mitad del siglo
    XVIII- se propició la reflexión en torno a las
    relaciones sociales y al sentido del sistema social. A fines de
    ese siglo y principios del s. XIX apareció el Socialismo,
    conjunto doctrinal que consagra la concepción
    "organiscista" de la humanidad (paralelamente apareció la
    Sociología). La aparición de los
    medios
    electrónicos de comunicación social, las
    imágenes visuales de la Tierra captadas
    desde las naves espaciales, hicieron que la humanidad tomara
    conciencia de que no sólo es un organismo, sino que es
    parte de otro mayor que se llama Naturaleza.
    Esta nueva reflexión se expresa en la teoría general
    de sistemas y en el ecologismo, que confirman lo que Carl
    Gustav Jung
    llamaba sincronía.

    "Lo que ocurre y explica este fenómeno de
    sincronía, es lo siguiente: todos los seres vivos somos
    parte de un proceso integrado de transformaciones de la corteza
    terrestre, de modo que todos los seres vivos están
    históricamente interconectados en una red de relaciones
    que se va transformando en un presente cambiante. Si miramos
    ese presente cambiante en cada instante, los distintos
    elementos de ese presente aparecen desconectados, pero si los
    miramos en su historia, vemos que se encuentran conectados en
    su origen". (Maturana, 1991).

    En este proceso de reflexión, la
    autogestión cumple un papel importante en el desarrollo
    histórico de la humanidad, pues, como dijo Martin
    Buber, une destino e imagen, condiciones objetivas y
    voluntad subjetiva de superación.

    A continuación dejo a Luis Razeto, con una
    excelente exposición al respecto:

    «Se dice a menudo que la cooperación (y
    la autogestión) tiene orígenes prácticos,
    en el sentido de que es una respuesta de los trabajadores y
    marginados frente a la necesidad económica y social;
    pero ha sido también subrayado el rol esencial que han
    cumplido desde los inicios mismos del fenómeno las
    elaboraciones intelectuales de teóricos políticos
    y pensadores como Owen, Fourier, Campbell,
    King y otros, los cuales han postulado el cooperativismo
    como un proyecto de reforma y transición social. Pues
    bien, no se trata de ver en estas afirmaciones dos
    explicaciones alternativas del surgimiento del fenómeno,
    ni es tampoco suficiente sostener una doble simultánea
    fundación -teórica y práctica- del
    cooperativismo. (…) Una primera observación que debe hacerse se refiere
    al hecho que la cooperación como proceso organizativo
    específico estuvo acompañada desde sus comienzos
    por un fuerte componente ideal y doctrinario, esto es, por
    teorizaciones globales realizadas por intelectuales y
    pensadores políticos que se planteaban frente al
    problema social y proyectaron el cooperativismo (o formas de
    empresa económica alternativas respecto a las
    capitalistas) como una respuesta organizativa y como una
    vía de reforma social, económica y
    política. Pero se ha de subrayar, al mismo tiempo, que
    las tentativas de aplicación sistemática de tales
    elaboraciones teóricas en la práctica
    organizativa, no lograron nunca un resultado satisfactorio y
    estable, y a poco andar se disolvieron o mutaron de
    significado, incorporándose a veces a movimientos que
    tenían características diferentes.

    Al lado –y por así decir- por debajo de
    estos intentos "teorizados", surgieron y se desarrollaron
    inicialmente asociaciones cooperativas
    ‘espontáneas’ como respuesta de los
    interesados directos –aquellos que sufrían los
    problemas
    sociales y la marginación- a las necesidades
    económicas y prácticas.

    Tales procesos emergentes desde la base, a menudo
    encontraron un punto de referencia intelectual y moral en las
    elaboraciones intelectuales de los teóricos
    reformadores, llegando a adoptar sus contenidos como
    ideología propia del movimiento. De este modo las
    teorizaciones cumplieron la función específica de
    toda ideología, a saber, cohesionar internamente
    la
    organización y hacerla coherente mediante la
    definición de una perspectiva ética y
    política.

    Así, el movimiento práctico emergente
    desde la base, resultó potenciado intelectualmente, al
    mismo tiempo que el movimiento teórico
    ‘descendente’ se agotaba. La relación entre
    la teoría y la práctica se estabilizó
    cuando el movimiento cooperativo definió una propia
    fisonomía específica y unitaria en torno a los
    conocidos ‘principios rochdalianos’.

    Así constituido, el movimiento cooperativo
    resulta compuesto de lo que podríamos denominar
    ‘dos almas’, la de ser un movimiento mutualista y
    solidario que se forma en el terreno específicamente
    económico para enfrentar necesidades y problemas
    sociales inmediatos, y la de ser un movimiento reformador y
    ético-social orientado a enfrentar las injusticias
    generales del sistema económico-político y a
    fundar un nuevo tipo de sociedad.

    Este ‘dualismo’ estructurante –y
    persistente hasta nuestros días- no significa que el
    movimiento cooperativo esté escindido internamente, sino
    que denota la complejidad y riqueza de un fenómeno
    complejo, en el cual, sin embargo, la unidad entre
    teoría y práctica no ha sido jamás
    perfeccionada.

    Podemos representarnos esta conformación
    particular del fenómeno cooperativo como la de un
    movimiento colectivo que se constituye sustancialmente en la
    dirección de la relación práctica –
    teoría, mientras un movimiento convergente del tipo
    teoría – práctica que en lo inmediato
    fracasa, se incorpora a él constituyéndose como
    su momento ideológico particular.

    Este singular modo de ser de la cooperación ha
    marcado no sólo el desarrollo concreto del
    fenómeno, con sus potencialidades y limitaciones, sino
    que ha condicionado también el despliegue de las mismas
    teorizaciones que se le refieren. Éstas, en efecto, han
    tenido un carácter prevalentemente
    ideológico: tanto las conceptualizaciones tendientes a
    demostrar las fuerzas de transformación
    económico-social contenidas por ella, como las que se
    han orientado en el sentido opuesto de criticar su validez
    revolucionaria. Desde Marx, que ha considerado el
    cooperativismo como una demostración práctica de
    la posibilidad de una economía sin patrones, a
    Lenin, que en un momento vio en él un modo
    conveniente de distribución de las mercancías, a
    los marxistas leninistas ‘ortodoxos’ que han, por
    el contrario, criticado el cooperativismo en cuanto
    sería una forma económica que no elimina la
    explotación de los trabajadores y no supera la
    dominación política burguesa. Desde los
    católicos, que desde las primeras preocupaciones por la
    ‘cuestión social’ vieron en la
    cooperación un método adecuado y concreto para
    enfrentar los más agudos problemas sociales, y de vivir
    los principios y valores del cristianismo en el terreno
    económico, hasta los conservadores y liberales que han
    subrayado de ella el ser una forma de socialismo y que por
    tanto la rechazan.

    (…)

    El revelamiento del carácter predominantemente
    ideológico de las teorizaciones sobre la
    cooperación, no implica negar que exista un cuerpo de
    conocimientos válidos sobre el fenómeno. Por un
    lado, porque las mismas elaboraciones ideológicas no
    están desprovistas de todo valor
    cognoscitivo, contribuyendo de hecho con la proposición
    de conceptos y de modelos que
    pueden asumir el carácter de iluminantes
    hipótesis de investigación. Por otro lado, porque
    junto a las teorizaciones existentes, se han venido acumulando
    masas inmensas de información empírica que
    proporcionan una imagen y un perfil concreto de la experiencia
    cooperativa. En fin, porque existen trabajos
    sistemáticos de investigación de los problemas
    del movimiento cooperativo tanto en la perspectiva de la
    ciencia del derecho como de la ciencia económica. La
    primera ha contribuido especialmente a la producción de
    un ordenamiento normativo de la constitución y actividad
    de las cooperativas, consorcios y asociaciones de
    integración, mientras el aporte principal de los
    estudios económicos ha consistido en definir
    conceptualmente los modelos de organización y el
    funcionamiento de las unidades cooperativas en el
    mercado.

    Todo ello constituye un vasto conjunto de materiales
    empíricos y conceptuales sobre los cuales toda nueva
    elaboración científica debe apoyarse, si bien
    distinguiendo críticamente los contenidos cognoscitivos
    de lo que es sólo ideología desviante, recogiendo
    selectivamente los materiales de información acumulados,
    y elaborando creativamente una estructura cognoscitiva
    superior.

    La elaboración de una teoría
    científica del fenómeno cooperativo (y
    autogestionario), a la cual este trabajo pretende contribuir,
    puede tener importantes consecuencias para el desarrollo futuro
    del cooperativismo. Si a través de ella el
    fenómeno cooperativo instaura nuevas y más
    unitarias relaciones entre la teoría y la
    práctica, podría esperarse un nuevo impulso
    dinamizador y renovador del proceso organizativo y una
    más eficaz capacidad transformadora del
    movimiento.

    Ahora bien, la elaboración científica
    persigue sus propios objetivos a
    través de procedimientos
    que le son específicos, y no pretende proponerse a
    priori como guía de los procesos prácticos; en
    ello precisamente reside su autonomía y su
    distinción respecto de las ideologías. La
    teoría científica no es una elaboración
    ideológica que inaugura desde sí misma una
    relación conforme a la dirección teoría
    – práctica, porque la ciencia no puede sino partir
    de la experiencia histórica concreta para acceder por
    abstracción al nivel teórico, y sólo
    después de este recorrido puede iniciar un
    ‘movimiento descendente’ hacia la práctica,
    la que resultará ser una práctica y una
    experiencia nueva porque nueva será la teoría que
    la guíe y estructure. La ciencia manifiesta así
    su esencia propia como modo específico, diferente y
    superior de recomposición de las relaciones entre la
    conciencia y la experiencia."

    (Empresa de Trabajadores y Economía de
    Mercado
    . 1991. pp. 320 a 328)

    3. Desarrollo

    3.1. Desde
    el origen de la civilización occidental hasta la
    víspera de la revolución
    industrial.

    La explicación tradicional acerca del desarrollo
    histórico de la humanidad, nos dice que luego de una etapa
    muy extensa de vida en sociedades tribales –que eran
    igualitarias-, se pasó a estadios "superiores" de
    sociedades jerárquicas, primero, que luego se
    transformaron en sociedades-Estados, para, finalmente, llegar al
    modelo europeo de las naciones-Estado. Este proceso se presenta a
    menudo como algo "natural", y podríamos agregar "fatal" o
    incluso "teleológico". La transformación de
    sociedades igualitarias en jerárquicas se asocia,
    comúnmente, con la llamada revolución
    neolítica, es decir, con la aparición de la
    agricultura
    (entre el 9.000 y 8.000 a.C.), con el aumento de la complejidad
    social y con la generación de excedentes alimentarios. Al
    final de esta monografía veremos una crítica a esta
    explicación, y un replanteamiento de estos procesos,
    haciéndolos más acordes con la teoría
    "autogestionaria".

    La actividad del hombre de pintar sonidos y representar
    ideas en forma gráfica comenzó hace seis o cuatro
    mil años atrás. Con la invención de la
    escritura (jeroglíficos-ideogramas) partió lo que
    conocemos como Historia. Ésta nos ha mostrado
    civilizaciones que comparten ciertas
    características:

    Los textos de las civilizaciones antiguas se centran en
    las actividades de reyes y emperadores, sacerdotes y filósofos, artesanos y habitantes de las
    ciudades. Sin embargo, la mayor parte del pueblo eran campesinos,
    cuyas vidas sólo ligeramente podrían ser afectadas
    por los desarrollos políticos a largo plazo, pero cuyos
    excedentes de producción constituían la base del
    trabajo de los especialistas no agrícolas. A cambio de
    beneficios tales como el regadío organizado por el Estado
    y sistemas de
    control de las inundaciones, defensa militar y,
    quizás, ayuda del gobierno en épocas de penuria, el
    campesino
    entregaba gran parte de su tierra y de su trabajo para el
    sostenimiento de los demás. Además, tanto él
    como sus hijos podían ser reclutados por el
    ejército . En las sociedades antiguas el poder era una
    fuente de riqueza. Poder y clase social estaban determinados por
    la afiliación política. La sociedad estaba dividida
    en clase gobernante (soberano, familia real, oficiales del
    Estado, aristócratas terratenientes, sacerdotes,
    comerciantes y militares) y sus subordinados, que eran en su
    mayor parte campesinos. Tampoco deben olvidarse los esclavos,
    generalmente obtenidos de la población sometida en la
    guerra y, por
    lo tanto, también en su mayoría de origen
    campesino. En suma, tanto de la actividad como de la
    condición de campesinos y esclavos es de donde surge, en
    parte, el concepto del trabajo , como labor económica de
    aquel sometido por la fuerza.

    La introducción del alfabeto fonético
    en el mundo clásico del Mediterráneo (600 a.C.) es
    considerada, por algunos autores, como un elemento directamente
    responsable del surgimiento de la ciencia occidental. Los
    fenicios
    habrían sido sus inventores, por requerimientos para
    facilitar las transacciones, graficarlas y comunicarse en forma
    expedita. Según Mc Luhan, hubo un principio de
    economía, en el sentido de que se pudo expresar cualquier
    cosa con sólo 22 signos. Con
    este invento, fue posible transmitir ideas en forma lineal, como
    una sucesión secuencial. Se habría producido la
    primera gran división entre occidente y oriente; en esta
    última, continuaría el ideograma, con su
    expresividad elíptica, circular y metafórica. En
    contraste, el alfabeto fonético es despersonalizado,
    descomprometido, permitiendo la generación de un
    pensamiento lógico y abstracto. Esta característica
    es utilizada por los griegos para originar la filosofía,
    las matemáticas y la física (cumbre del
    pensamiento lineal). Es entre este pueblo que surgió la
    Democracia (Atenas, s. V a.C.); un espacio de respeto mutuo y
    debate
    racional entre los hombres que, aunque significaba una isla
    rodeada de monarquías despóticas y guerreras,
    excluía a la mayor parte de la población: mujeres y
    esclavos (mundo del trabajo). Pero no se crea que la esclavitud era
    siempre aceptada pasivamente; basta recordar la rebelión
    de Espartaco contra el poder romano, para darse cuenta de
    la resistencia a ese
    sistema, así como de la violencia con que éste
    reprimía tales sublevaciones.

    Fuera de las ciudades, el campesinado proseguía
    su existencia "marginal", muchas veces subyugado por grandes
    imperios. El modo de vida del campesino, en cuanto a
    niveles materiales y rutina diaria, no se diferenciaba mucho del
    de los agricultores tribales que le precedieron. No obstante, el
    campesino sería una creación del Estado antiguo.
    Con campos permanentes, regadío y arados tirados por
    animales,
    laboraba en un sistema agrícola más avanzado que
    requería un trabajo más disciplinado. A diferencia
    del miembro de una tribu, producía alimento y
    géneros para vender en mercados locales
    y a su vez adquiría productos
    exóticos y servicios
    especializados. A través de los funcionarios estatales y
    de los sacerdotes, y mediante sus contribuciones de trabajo y de
    una parte de sus cosechas al erario del Estado, estaba ligado a
    un sistema económico mayor que la comunidad de su poblado.
    En cierto grado, compartía la "alta" cultura que
    surgía de los centros urbanos, debida a los sacerdotes,
    filósofos y escritores.

    Con la caída del imperio romano de
    occidente, Europa conoció un largo período que es
    denominado por algunos autores como La Cristiandad. Durante
    alrededor de mil años, la Iglesia
    Católica fue el referente aglutinador de los restos del
    romanismo y la cultura de los pueblos "bárbaros". En este
    contexto se originó el Feudalismo,
    sistema de dominación que sucedió al anterior, que
    había estado basado en gran parte en la esclavitud. Este
    cambio de estructura significó la aparición del
    vasallaje: vínculo que obligaba a una persona a guardar
    fidelidad a otra y a estar bajo su dependencia. No obstante, el
    campesinado continuó su posición de servidumbre,
    debiendo traspasar una parte de sus productos así como un
    segmento de su tiempo de labor a su señor feudal. No se
    crea que esto era privativo de occidente; en las civilizaciones
    asiáticas también hubo períodos feudales y
    burocracias despóticas. En ambos casos, el poder estatal,
    ya estuviese encarnado en rey o emperador, tuvo que ceder
    atribuciones a los Señores locales. Al amparo de
    éstos, se desarrollaron las ciudades conocidas como
    burgos, desde las cuales se generó una nueva clase social:
    la burguesía, íntimamente relacionada con el
    comercio interurbano, la manufactura
    artesanal y, posteriormente, la banca.
    Progresivamente independizados de la autoridad feudal, este
    segmento fue protegido por los reyes, quienes vieron en ese apoyo
    una manera de subyugar a la aristocracia feudal terrateniente.
    Este fenómeno se vio impulsado, según varios
    autores, con la invención de la imprenta de tipos
    móviles (J. Gutenberg 1440-1450). Esta
    máquina permitió una producción
    rápida, homogénea y masiva de textos impresos,
    mediante una tecnología de bajo costo. La difusión
    de estos escritos transformó la cultura: de oral, verbal,
    que involucra los cinco sentidos, integral, a una escrita en la
    cual se utiliza un solo sentido, y que fragmenta al ser humano
    (el sujeto completa el mensaje con imágenes mentales, con
    lo que se produce una mezcla de realidad y fantasía). Con
    la masificación de textos en lenguas vernáculas -y
    ya no sólo en latín- se favoreció el renacer
    de los nacionalismos. Innis y McLuhan son
    sólo dos de los numerosos autores que han señalado
    que la imprenta contribuyó también a la
    estabilización de los hábitos
    lingüísticos y ayudó de ese modo a sentar las
    bases del estado-nación.
    A partir de esa época, el mundo se estratificó en
    alfabetos y analfabetos. La educación y la
    transmisión cultural ya no necesitaron de la
    relación cara a cara del diálogo,
    con lo cual se propició el individualismo. El medio
    escrito representó una vivencia personal-individualista, requisito esencial para
    el surgimiento del capitalismo (el hombre solo frente a su
    destino) y de la revolución industrial. Según
    Elizabeth Eisenstein, la imprenta es responsable de la
    difusión de la investigación científica
    organizada. Se ha explorado la relación entre la imprenta
    y la Reforma Protestante, que, como nos dio a conocer Max
    Weber
    , tuvo gran importancia en la consolidación del
    capitalismo en occidente. De igual manera, aquel cisma de la
    cristiandad estuvo vinculado a una etapa de grandes revueltas
    campesinas, en las que Lutero, finalmente, optó por
    apoyar a los príncipes estatales.

    El espíritu de conquista de esta cultura
    cristiano-occidental se manifestó a, partir de esta
    época, en los viajes que
    buscaban nuevos mundos: África, América, Asia;
    "descubrimientos" que fueron posibles gracias a los avances
    efectuados en las técnicas
    de navegación, y que fomentaron el progreso de los medios
    de transporte en
    general.

    Paralelo a estos inventos y
    ampliación de los conocimientos, se vivió un
    reencuentro con la cultura clásica de Grecia y
    Roma. El
    Humanismo renacentista (s. XV y XVI) recuperó la
    inspiración democrática e impulsó, con su
    enfoque antropocéntrico, las corrientes que
    exaltarían el ansia humana por la libertad (anticipo del
    liberalismo).

    También el siglo XVI fue el período del
    surgimiento, relativamente simultáneo, de la ciencia
    moderna y de la filosofía idealista. Sus figuras fueron
    Galileo Galilei y Renato Descartes (1596-1650).
    Ambos fueron bastante decisivos para el replanteo de los
    conceptos de verdad, certaza, razón. El primero tuvo su
    impacto en el espacio de las ciencias, y fue el primero en
    articular dos esferas del hacer que se encontraban desvinculadas
    y que son integradas para dar origen a la ciencia moderna: el
    área de la ingeniería (técnica) y el
    área de la reflexión (relegada a los espacios
    universitarios). Se deja ver esta integración en el libro
    de Galileo La caída de los cuerpos, cuyo
    objetivo fue resolver la eficiencia de la
    artillería. En la segunda parte del texto, escrita en
    latín, se expone el problema teórico de la
    caída de los cuerpos. La ciencia moderna es teórica
    y experimental, es ciencia empírica, de la experiencia. En
    ese análisis, la ciencia se deja llevar por un
    método determinado; la búsqueda de la verdad se
    hace de acuerdo con un método. Descartes abre su
    propuesta con un discurso sobre el método. Lo que estaba
    enunciado por Galileo se asume en la filosofía
    idealista cartesiana. Basado en la búsqueda de ideas
    claras y definidas, Descartes busca aquella certeza
    original y única, a partir de la cual se pueda iniciar el
    recorrido. Esa certeza la encuentra en el sujeto que conoce:
    "pienso, luego, existo". La razón ontológica
    objetiva se fracciona con el concepto de la razón
    subjetiva. El sujeto sólo tiene certeza de sí
    mismo, no tiene certeza absoluta ni del mundo ni de los
    otros.

    Sin duda, todos estos cambios hicieron del siglo XVI uno
    de los más conflictivos. En sus postrimerías
    nació el Periodismo, que, de ser un medio circunscrito a
    las ferias comerciales, pasó a dar cuenta de la gran
    discusión de ideas que se vivía en ese
    tiempo.

    Consecuencia de estos procesos, y fomentado por las
    exploraciones de los nuevos territorios, Europa
    experimentó el auge de los movimientos científicos
    y racionalistas del s. XVII.

    La centralización del poder político en
    las monarquías absolutas, y la penetración de
    enormes cantidades de metales preciosos
    procedentes de América, benefició sobre todo a la
    burguesía, cuyo enriquecimiento entre los siglos XVI y
    XVIII constituyó de hecho el nacimiento del capitalismo
    moderno.

    La primera participación revolucionaria de la
    burguesía (primera revolución moderna) se vio en la
    Revolución inglesa de 1640-1660, y de 1688, en las cuales
    se reafirmaron los principios del sistema parlamentario y se
    estableció la ideología liberal: el triunfo de las
    libertades políticas frente al absolutismo
    real. El broche de este período lo puso en 1701 la
    invensión de la sembradora Jethro Tull. Con ella se
    inició la mecanización de la agricultura, primera
    manifestación de lo que más tarde sería
    conocido con el nombre de maquinismo.

    Entre la segunda revolución inglesa (1688) y la
    francesa de 1789, se desarrolló en Europa un movimiento
    intelectual, caracterizado por su racionalismo y
    enfoque utilitarista. Las raíces de la Ilustración podemos encontrarlas en los
    esfuerzos cada vez más amplios de las capas burguesas por
    acceder al poder y por imponer la hegemonía estructural
    del modo de producción capitalista dentro del sistema
    económico general. Surgida en principio en Inglaterra, la
    Ilustración encontró un gran eco en Francia, donde
    las circunstancias socioeconómicas eran muy similares,
    originando el Enciclopedismo (1751-1772). Tras extenderse por
    toda Europa, se convirtió en base de nuevas corrientes de
    pensamiento que afectaron a numerosos campos (filosofía,
    psicología, religión,
    política, economía, etc.), conformando de hecho una
    nueva ideología dominante. Entre los exponentes de este
    movimiento, encontramos a John Locke (1632-1704),
    Montesquieu (1689-1755), Voltaire (1694-1778), y
    Jean-Jacques Rousseau (1712-78).

    En forma paralela, en Europa se asistió al
    fenómeno conocido como Revolución industrial, que
    implicó un conjunto de transformaciones económicas
    y sociales, que caracterizaron los inicios del proceso de
    industrialización mundial, y que tuvieron lugar entre 1760
    y 1820 en Gran Bretaña. A pesar de que tanto Francia como
    Alemania se
    encontraban en situación privilegiada en cuanto a
    conocimientos técnicos y científicos, la
    revolución industrial surgió en Gran Bretaña
    debido a que allí se conjugaban una serie de factores
    posibilitantes del cambio: la burguesía comenzaba a
    dominar el aparato estatal; su producción por habitante
    era la más elevada de Europa, el imperio británico
    monopolizaba el mercado mundial, poseía un industria con
    la capacidad de producir gran cantidad de bienes con
    mejoras sencillas, y existía abundante mano de obra y una
    agricultura excedentaria. La industria textil algodonera fue el
    punto de partida del despegue industrial. Recibió su
    impulso del comercio colonial a la vez que lo favorecía;
    el mercado exterior británico se afirmó en
    África, América y Asia a raíz de una
    política imperialista implacable. La materia prima era
    cultivada en el exterior a través de mano de obra esclava,
    en tanto que el campesino británico se transformaba en
    obrero industrial bajo un régimen de miseria y hambre. La
    gran acumulación de capital, fue lo que permitió el
    paso a la segunda fase de la revolución industrial: el
    ferrocarril y con él la creación de una industria
    de base.

    Como ya hemos visto, cada cierto tiempo, los sectores
    sociales oprimidos se sublevaban; es así como en 1773-74,
    aconteció una gran revuelta de campesinos rusos. Ellos,
    como era lógico, protestaban contra los impuestos que
    iban destinados a la burocracia
    estatal, al clero y a los terratenientes.

    Por su parte, en América se conjugarían
    los intereses de la burguesía criolla con las ideas
    liberales de democracia y con el ímpetu nacionalista. La
    Independencia
    de EUA (1776-1783) fue sin duda un símbolo de esta
    conjunción; este país llegaría a ser el
    centro del capitalismo mundial. Coincidentemente, en 1776 se
    publicó el libro La Riqueza de las naciones, de
    Adam Smith, en el cual ya se expresaba el carácter
    enajenante del trabajo fabril:

    "Un hombre que gasta la mayor parte de su vida en la
    ejecución de unas pocas operaciones muy
    sencillas […] no tiene ocasión de ejercitar su
    entendimiento o adiestrar su capacidad inventiva en la
    búsqueda de varios expedientes que sirvan para remover
    dificultades […] y se hace todo lo estúpido e
    ignorante que puede ser una criatura humana (y cuando el trabajo
    fabril se generaliza) […] A pesar de las grandes aptitudes de
    un reducido número de personas, pueden extinguirse y
    embotarse los aspectos más nobles del carácter
    humano en la gran masa del pueblo" .

    En 1781 apareció el libro Crítica de la
    razón pura
    , de Emanuel Kant. Este
    filósofo separa el ser de la cosa ("ser en cuanto tal"), y
    el ser conoce la cosa sin dominación de ésta sobre
    aquel. El ser humano le da sentido y significado a la realidad de
    acuerdo a parámetros o categorías subjetivas:
    tiempo y espacio. No existiría la posibilidad de la
    objetividad del conocimiento;
    el seleccionar las variables
    implica una acción subjetiva. Las obras valen tanto como
    el valor que le otorgan las personas. Al año siguiente
    hizo su aparición la máquina a vapor, que dio
    nuevos bríos a la revolución industrial.

    A estas alturas, nos encontramos con que el grueso del
    trabajo era realizado por esclavos, campesinos, artesanos y
    obreros, siendo estos últimos los que aumentaban con mayor
    rapidez, en detrimento de los otros tres. Esta supremacía
    del trabajo asalariado se fue consolidando en la medida que se
    expandió la industrialización a nivel mundial. Este
    proceso hizo que a las antiguas formas de defensa y resistencia
    de los trabajadores (rebeliones, sublevaciones, revueltas), se
    agregara la huelga y la
    organización en el lugar de trabajo. Junto con esto,
    derivado del ancestral modo de vida campesino y artesano
    (comunidades aldeanas, gildas, arteles y gremios), los sectores
    sencillos de la sociedad, en vistas a satisfacer sus necesidades
    económico-sociales, formaron agrupaciones en que
    practicaron el apoyo mutuo y la solidaridad, enmarcados en
    principios igualitarios y democráticos. Esta
    situación de facto, unida a la proliferación de las
    ideas emancipatorias y de cambio social, desembocó en lo
    que se conocería como movimiento obrero-campesino, y su
    dimensión ideológica: el movimiento socialista o
    comunista. En este componente, este movimiento tendría
    diversos enfoques: anarquista, cristiano, marxista, radical
    (social demócrata); y, en su componente
    práctico-organizativo, se manifestaría en el
    sindicalismo,
    mutualismo, cooperativismo, consejismo, autogestión, etc.
    Entre ambos, encontramos a las agrupaciones o partidos
    político-doctrinarios. El presente estudio trata acerca de
    las formas organizativas que se ha dado este pluralista
    movimiento emancipador, como método de cambio de la
    sociedad mediante la transformación de su "tejido
    celular". En otras palabras, frente a la tendencia mayoritaria de
    afirmar la "primacía de la política", entendida
    como lucha por la conquista del Estado, este trabajo pretende
    mostrar el camino de la transformación y
    reorganización social, de la democratización de la
    economía y de la política, en vistas a la
    recuperación, por parte de todos y cada uno de los seres
    humanos, del control sobre las
    condiciones de su propia existencia.

    3.2 Teoría
    autogestionaria: de la ideología a la
    ciencia

    A continuación, los últimos 200
    años de la historia de la humanidad se han dividido en
    siete partes, cada una de las cuales de aproximadamente 30
    años. Esta separación está referida a hitos
    importantes dentro del movimiento que ya anunciamos.

    3.2.1. La revolución
    francesa (1789-1799)

    Hasta el siglo XVIII la burguesía se había
    presentado como portavoz del pueblo llano (tercer estado), aunque
    había respetado los privilegios de los otros dos (nobles y
    clero). Pero las exigencias mercantiles (libre cambio) y
    económicas (maquinismo, industrialización) apoyadas
    por las ideas reformistas e igualitarias del Enciclopedismo y la
    Ilustración, llevaron forzosamente a la burguesía a
    enfrentarse con la sociedad estamental del Antiguo
    Régimen. Así surgieron las llamadas revoluciones
    burguesas, que provocaron en toda Europa la caída de las
    monarquías absolutas y dieron origen a Estados de
    régimen constitucional parlamentario, inspirados en los
    principios de "igualdad, libertad y fraternidad".

    Como ya se explicó, las ideas emancipatorias
    también se asociaron al resto del pueblo llano, que
    pasaría a identificarse como "cuarto estado", lo que
    provocaría las primeras disputas con la burguesía
    emergente. Ya, en 1792, los republicanos burgueses denunciaban a
    los «anarquistas» de París que querían
    que los diputados y obreros tuviesen el mismo sueldo; que
    decían que había dos clases «la de los que
    tienen y la de los que no tienen, los sansculottes y los
    propietarios».

    Comenzaba así una crítica permanente a los
    sistemas de dominación. Ese mismo año, en
    Inglaterra, Mary Wollstonecraft (1759-1797), publicaba su
    libro Reivindicación de los derechos de la mujer,
    en donde exigía igualdad de oportunidades para que
    la mujer
    pudiera desarrollar su talento . Esa obra fue una de las
    precursoras del movimiento feminista internacional. Su marido,
    William Godwin (1756-1836), sostuvo en su Estudio sobre
    la justicia política
    (1793), obra próxima al
    anarquismo, que el poder del gobierno sobre los ciudadanos genera
    inevitablemente la corrupción.

    En ese año, Jacques Roux
    afirmaba:

    «la libertad sólo es un fantasma
    baladí cuando una clase de hombres puede impunemente
    dejar hambrienta a otra».

    Y en el Manifiesto de los Iguales, de la conjura de
    Graco Babeuf se leía:

    «Desaparezcan, por fin, odiosas distinciones
    entre ricos y pobres, grandes y pequeños, amos y
    criados, gobernantes y gobernados».

    Éste y su compañero Darthe fueron
    acusados de "conspiración" y guillotinados por la naciente
    burguesía. Ambos, al ser condenados a muerte por el
    tribunal, se apuñalaron recíprocamente ante sus
    jueces-verdugos.

    Al percatarse que el Estado jacobino había
    establecido una nueva estructura de dominación encabezada
    por la burguesía, y que, mediante el Terror, sojuzgaba a
    la mayoría del pueblo, en 1794, Varlet
    escribió:

    «para cualquiera con capacidad de razonamiento,
    Gobierno y revolución son
    incompatibles».

    Con el golpe de Estado de Napoleón en
    1799, se puso fin al proceso revolucionario, y comenzó la
    consolidación del capitalismo en Francia. Sin embargo, la
    situación de las clases trabajadoras seguía siendo
    penosa, por lo que algunos intelectuales idearon formas para
    cambiar la organización social.

    3.2.2. Los primeros socialistas (1814)

    La revolución industrial que se desarrolló
    en Europa occidental en la primera mitad del siglo XIX
    llevó a la burguesía a la cúspide del poder
    económico y político. Los burgueses se convirtieron
    en banqueros o capitalistas. En cambio, se preocuparon muy poco
    de que los derechos políticos, tan liberalmente
    proclamados en sus retóricas Constituciones, se aplicaran
    de hecho a todos los ciudadanos, prescindiendo de la
    cuantía de su fortuna.

    A principios del siglo XIX, apareció la primera
    obra de Henri de Saint-Simon (1760-1825), donde se
    anunció ya la crisis inminente de la humanidad. Se
    publicó, también, un artículo de Charles
    Fourier
    (1772-1837) sobre la armonía universal, que
    puede considerarse como primer esbozo de su doctrina.

    Al propio tiempo, encontramos a Robert Owen
    (1771-1858) en actividades de carácter puramente
    práctico, como director de la hilandería de New
    Lanark, en la que creó instituciones sociales ejemplares.
    Su doctrina, a diferencia de las de Saint-Simon y
    Fourier, es resultado de esos ensayos y experiencias
    prácticas.

    Hacia 1808 apareció la obra La théorie
    des quatre mouvements et des destinées
    générales
    , de Charles Fourier, la cual
    contenía ya su sistema en embrión. Un par de
    año más tarde, al otro lado del océano, las
    Independencias Latinoamericanas (desde 1810) darían nuevos
    bríos al ideal democrático-reformista.

    Entre 1813 y 1814 se publicó la
    fundamentación teórica de los planes de
    Owen, en A New View of Society; y, en este
    último año, entró en circulación el
    libro De la réorganisation de la société
    européenne
    de Saint-Simon.

    Es preciso tener presente que desde esta época
    tendría gran influencia en el mundo de las ideas el
    hegelianismo. Este sistema filosófico fue fundado por el
    alemán Georg Wilhelm Friedrich Hegel (1770-1831), y
    es considerado como el último gran sistema del saber de la
    filosofía occidental. En su obra Enciclopedia de las
    ciencias filosóficas
    (1817) está contenido todo
    su sistema. Completa el idealismo
    poskantiano, así que, para Hegel, lo absoluto no es
    trascendente a la realidad, sino inmanente. Su filosofía
    es la ciencia de lo absoluto que se desarrolla por el simple
    proceso de tesis, antítesis y síntesis.
    Está basado en una concepción dialéctica del
    mundo, opuesta a la causalidad, y llega a la conclusión
    que lo Absoluto (Idea) se manifiesta y desarrolla bajo el impulso
    de dos formas contrarias de la existencia: la naturaleza y el
    espíritu. Revela el carácter ilusorio de los
    juicios trascendentales que van más allá de la
    experiencia y pone de manifiesto sus contradicciones internas
    mediante la categorización de los opuestos
    (afirmación-negación). Así, toda
    afirmación contiene en su seno la propia negación.
    Por el camino de este reconocimiento, la conciencia llega al
    saber absoluto. Trasladado el supuesto metafísico al campo
    de la historia, sirvió a Hegel para deducir el
    carácter absoluto (ideal) del Estado prusiano.

    En el terreno político, la obra de Hegel
    ha dado lugar a todo tipo de interpretaciones, desde aquellas que
    señalan que propugna un Estado totalitario hasta las
    más liberales. También existe un comunitarismo
    hegeliano, que se apoya básicamente en dos argumentos del
    filósofo. El primero se relaciona con la afirmación
    de que la sociedad es natural al hombre, que Hegel
    utilizó para refutar la idea del pacto social y el estado
    de naturaleza planteado por Hobbes y Locke.
    Además, toman el planteamiento hegeliano de que la
    sociedad es un repositorio de instituciones que han sido
    inventadas por los hombres para humanizar el mundo. Así
    fundamentan la idea de que toda sociedad ya tiene un concepto
    previo de lo que es bueno o malo.

    A fines del siglo XVIII había surgido en Alemania
    un movimiento cultural que propugnaba la libre subjetividad del
    espíritu, con la fantasía como motor
    fundamental, la sencillez y la simplicidad formales: el Romanticismo.
    Desde entonces, se convertiría en una implacable
    crítica del orden capitalista y burgués. Una de sus
    obras más trascendentales fue escrita por la hija de
    Mary Wollstonecraft y William Godwin, llamada igual
    que su madre, y que, además de ser amiga de Lord
    Byron
    fue el gran amor de Percy Bysshe Shelley, dos
    destacados exponentes de esa corriente artística . En
    Frankenstein, que se publicó por primera vez en
    1818 -cuando su autora tenía sólo 21 años-,
    se cuestiona la obsesión de la cultura hegemónica
    occidental por dominar a la Naturaleza; actitud que,
    al no basarse en el respeto y la convivencia armónica,
    llevaría al ser humano a originar su propio desastre. Otro
    elemento del romanticismo fue su nostalgia por la vida en la
    Edad Media y
    su exaltación de las aldeas rurales.

    Es en esta atmósfera de crítica al sistema
    imperante en Europa, que fue publicado en 1821 el Informe al
    condado de Lanark
    , en donde Robert Owen realizó
    la exposición definitiva de su «Plan».
    Entre 1821 y 1822, Saint-Simon entregó su libro
    Le systeme industriel; y Fourier presentó su
    principal obra: Tratado de la asociación
    agrícola doméstica
    .

    El aporte histórico de estos pensadores, queda
    muy bien resumido por Martin Buber, cuando afirma
    que:

    "La trayectoria evolutiva que va de Saint-Simon
    a Fourier y hasta Owen no es un proceso
    cronológico; esos tres personajes, a quienes
    Engels denominó los fundadores del socialismo,
    actuaron más o menos al mismo tiempo; podría
    decirse que constituyen en ese desarrollo fases de
    superación simultáneas. Saint-Simon
    empezó: la sociedad debe pasar de un orden dual a otro
    unitario, la dirección del conjunto debe hacerse a base
    de las funciones
    sociales mismas, sin que se le sobreponga el orden
    político (Estado) como estrato aparte y diferente en
    esencia. A esto contestaron tanto Fourier como
    Owen diciendo que eso sólo es posible y
    permisible partiendo de una sociedad que coordine la
    producción y el consumo, es decir, que esté
    compuesta de unidades en las que ambos se relacionen
    directamente y de comunidades menores que en vastas
    proporciones trabajen para el propio consumo. La respuesta de
    Fourier dice que cada una de esas unidades debe ser
    constituída como la sociedad actual en lo que toca a
    bienes y necesidades de los individuos, pero pasando del
    antagonismo a la armonía por el acordamiento de los
    instintos y de las actividades. La respuesta de Owen
    dice, por el contrario, que la transformación de la
    sociedad tiene que operarse tanto en su estructura total como
    en cada una de sus células:
    sólo un orden justo en cada unidad puede servir de
    fundamento a un orden justo total. En esto consiste la
    fundación del socialismo" .

    A partir de 1825 y hasta 1830, Owen y sus
    partidarios emprendieron experimentos de colonización (New
    Harmony) en el estado de Indiana, en los EUA. Aunque no
    resultaron como estaban planeadas, por lo menos no fueron un
    fiasco tan grande como las "Icarias" instauradas por
    Cabet, en que el despotismo de su fundador terminó
    por generar una serie de rebeliones y escisiones.

    Simultáneamente al trabajo práctico de
    Owen -para el cual la lucha contra la religión era
    una de las misiones principales de su vida- los socialistas
    cristianos también intentaban dar forma a sus ideales
    liberadores. Hacia 1827 se fundó la primera cooperativa de
    consumo inglesa en el sentido moderno, bajo la influencia de las
    ideas del Dr. William King. Éste era un socialista
    cristiano-protestante, considerado uno de los fundadores del
    cooperativismo. Entre 1828 y 1830 King editó 24
    pequeños cuadernos de su revista The Cooperator,
    desde donde difundía sus propuestas. Cuando
    suspendió su publicación, habían nacido bajo
    la influencia de sus doctrinas 300 sociedades, pero en su
    mayoría no tuvieron larga vida. De ahí que se diga
    que fue en 1830 que se inició la primera gran ola del
    movimiento cooperativista.

    "El cooperativismo -comenta Luis Razeto– fue
    una primera respuesta organizativa de quienes iban siendo
    desplazados por el avance de la avasalladora racionalidad del
    capital. Muchos trabajadores, artesanos, desocupados,
    pequeños propietarios de tierras (campesinos) y de
    negocios, y
    pequeñas empresas familiares, se asociaron entre
    sí y encontraron en el mutualismo y en la ayuda
    recíproca un modo concreto de acceder al mercado y de
    alcanzar en éste una fuerza de contratación y de
    participación mayor. Pero esta respuesta era muy
    débil, y carecía del dinamismo y coherencia de la
    racionalidad capitalista, que continuó su obra
    asimiladora y simultáneamente marginadora, con respecto
    a esta misma respuesta organizativa".

    Otro socialista cristiano -católico esta vez- fue
    un hombre de apellido Buchez, el cual también es
    indicado como fundador del cooperativismo. Poco después de
    King planeó y estimuló en Francia la
    fundación de cooperativas de producción. «La
    reforma comunista que se impone -escribió en 1831 en su
    revista L’Européen– ha de efectuarse mediante
    la asociación de los obreros».

    De acuerdo con los planes de Buchez, entre 1832 y
    1834 cuatro obreros fundaron en París la primera
    cooperativa de producción, con el nombre de Association
    chrétienne des Bijoutiers en doré. Mientras tanto,
    en Inglaterra se llevaba a cabo un Congreso de cooperativas de
    ese país. Allí se concluyó que éstas
    no tuvieron larga vida «por falta de unidad y
    cooperación activa entre los miembros», y por el
    «espíritu de egoísmo» imperante en
    ellas.

    A todo esto, en 1831 se había producido una
    verdadera "comuna" en Lyon, en donde, durante más de dos
    semanas, los jefes de secciones de las fábricas rigieron
    la ciudad.

    De regreso en Inglaterra, Owen se integró
    de lleno al trabajo con el movimiento obrero, inspirando a los
    sindicatos, mutuales y cooperativas. La grande y única
    "sociedad Cooperativa", que Owen y sus discípulos
    habían creído factible en 1833, cuando la National
    Regeneration Society proponía las ocho horas laborales y
    la huelga general para obtenerlo, fracasó, por el
    contrario -como otros muchos sueños de Owen-, en el
    curso de los acontecimientos sucesivos a la crisis de la Grand
    National Consolidated Trades Union. Inspirado también por
    Owen se creó en 1835 la Asociación de todas
    las clases de todas las naciones, que más tarde
    sería conocida como "Los socialistas".

    Por el lado del liberalismo, encontramos un aporte a
    estas ideas de parte de Alexis de Tocqueville (1805-59),
    quien en su obra La democracia en América,
    aparecida en 1835 instó a prestar la máxima
    atención a la autonomía personal y a
    los peligros que le acechan en forma de dictadura de las
    mayorías, así como a la contradicción entre
    la igualdad política y la desigualdad económica. Al
    visitar los Estados Unidos en
    1831, Alexis de Tocqueville escribió lo
    siguiente:

    "Cuando un artesano se entrega de un modo exclusivo y
    constante a la fabricación de un solo objeto […]
    pierde al mismo tiempo la facultad general de aplicar su
    espíritu a la dirección del trabajo […] el
    hombre se degrada en él a medida que el obrero se
    perfecciona […] al mismo tiempo que la ciencia industrial
    rebaja incesantemente a la clase obrera, eleva la de los
    maestros y directores […] La aristocracia industrial que
    vemos surgir ante nuestros ojos es una de las más duras
    que haya podido aparecer sobre la Tierra" .

    En una carta a John
    Stuart Mill
    , en junio de 1835, le confiesa que juzga mejor a
    los demócratas ingleses al haber comprendido que su
    objetivo final es, en realidad, poner a la mayoría de los
    ciudadanos en estado de gobernar y de capacitarla para
    gobernar.

    "Fieles a sus principios, no pretenden forzar al
    pueblo a ser dichoso de la forma que juzgan más
    conveniente, sino que quieren hacer que él mismo sea
    capaz de discernirla: y discerniéndola, de identificarse
    con ella. Yo mismo soy demócrata en ese sentido.
    Conducir gradualmente las sociedades modernas a este punto me
    parece el único medio de salvarlas de la barbarie o la
    esclavitud".

    Tocqueville contrasta esta actitud con la
    negativa de los demócratas franceses, hombres que quieren
    colocar la dirección exclusiva de la sociedad no en todo
    el pueblo, sino en una cierta porción del pueblo, y que,
    para alcanzar este resultado, no comprenden claramente más
    que el empleo de la
    fuerza material.

    El sistema de autogestión cooperativa que
    está descrito en el evangelio del owenismo (The book of
    the New Moral Word
    ), publicado en Londres entre 1836 y 1844,
    corresponde a un ideal de sociedad directa de los trabajadores,
    respecto a la cual el "plan" debe constituir solamente la fase
    "preparatoria". En el sistema oweniano -que asume ahora el mundo
    de la máxima racionalidad- ya no existe la diferencia de
    clases, y la colaboración económica, fundada sobre
    el respecto recíproco de las diversas autonomías,
    será extendida al conjunto de la organización
    productiva. En lugar del Estado, deberá existir la
    asociación de la comunidad compuesta por los delegados del
    sector externo de las unidades comunitarias.

    La importancia de Robert Owen en relación
    al tema de este estudio, queda bien expresada en las palabras de
    Roberto Massari:

    "No tener presente el alcance y la influencia ejercida
    por Owen en el desarrollo de las concepciones
    libertarias y autogestionarias en el interior del movimiento
    socialista europeo significa no comprender la historia vivida
    en la primera mitad del siglo XIX por la clase obrera inglesa y
    francesa; significa también no comprender plenamente el
    proceso a través del cual el proletariado de Inglaterra
    pasaba de la autoconmiseración y de la utopía
    preindustrial a la formación de una conciencia de clase,
    inspirada en los principios de la autoemancipación
    conflictiva y de la gestión alternativa, en primera
    persona, del proceso de producción".

    En opinión de Henri Arvon,

    "La innovación aportada por la
    cooperación reside sobre todo en la
    experimentación de diferentes medios capaces de sacar a
    los trabajadores del salariado y reunirlos en una
    asociación de productores ‘libres e
    iguales’. En este sentido, la cooperación
    representa la primera tentativa de traducir la
    autogestión a los hechos. La participación obrera
    en la gestión, el interés colectivo en la
    productividad, la elección directa de los
    órganos de gestión sobre la base cooperacional,
    la perfecta igualdad entre todos los votantes en virtud del
    principio según el cual ‘un hombre, un
    voto’, la definición de objetivos colectivos para
    el conjunto de la empresa común, la rotación de
    las responsabilidades, son algunos de los instrumentos
    inventados por la cooperación y continuados por los
    autogestionarios de nuestro tiempo".

    Durante la década del 1840 se produjo un debate
    que reviste especial trascendencia para el tema. Se trata de la
    polémica entre los socialistas Louis Blanc
    (1811-1882) y Pierre-Joseph Proudhon; el primero
    sería reconocido como uno de los pioneros de la tendencia
    radical-socialdemócrata, y el segundo como uno de los
    fundadores del anarquismo. El primero, en su libro
    Organización del trabajo (1839), propuso la
    creación de "talleres sociales" que tanto en la industria
    como en la agricultura serían fundados, financiados y
    fiscalizados por el Estado. Además, pretendía que
    toda gran industria se constituyera en asociación
    única agrupada en torno a un taller central, es decir, la
    creación de un organismo centralizado con miras
    monopolizadoras, pues quería atacar en sus raíces
    la competencia
    ilimitada, "ese principio cobarde y brutal" como lo
    calificó en una ocasión en la Asamblea
    Nacional.

    Pierre-Joseph Proudhon (1809-1865), que es
    señalado por algunos como el «padre» de la
    autogestión, escribió en su libro
    ¿Qué es la propiedad?
    (1840):

    «La propiedad y la autoridad están
    amenazadas de ruina desde el principio del mundo, y así
    como el hombre busca la justicia en la igualdad, la sociedad
    aspira al orden en la anarquía».

    A pesar de que Proudhon afirma que "la propiedad
    es un robo", su verdadera intención no es negar el derecho
    de uso que implica la propiedad, sino que restaurarlo sobre
    nuevas bases. Condena a la propiedad privada, que "recibe
    diferentes nombres según las cosas que la producen:
    arriendo, alquiler, renta, interés, beneficio, ganancia,
    provecho", en la medida en que ésta es contraria a la
    justicia. La propiedad es la medida en que ésta es, como
    lo precisa en su Carta a Blanqui (1841), "la suma de los
    abusos" de la propiedad. Pero Proudhon no pretende
    reemplazar la propiedad privada por una colectiva, ya que, desde
    su punto de vista, esta última contradice otro tanto la
    justicia. "La comunidad -afirma- es opresión y
    servidumbre". Por lo tanto, en su opinión, el
    régimen social que deberá suceder a la propiedad
    será el de la posesión, término medio
    entre estos dos absolutos igualmente opresores que son la
    propiedad y la comunidad. Contra el derecho de usar y abusar que
    caracteriza a la propiedad, Proudhon subraya las ventajas
    que resultan de una propiedad relativa que, sumisa al control
    juicioso de la sociedad, quedaría al amparo de todo abuso.
    Si la propiedad es un robo, la posesión, por el contrario,
    es indispensable para el mantenimiento
    y el desarrollo de un trabajo libre y creador.

    "Es necesario -precisa Proudhon-, que quede en
    el corazón
    del hombre como el estimulante perpetuo del trabajo, como el
    antagonista cuya ausencia haría caer al trabajo en la
    inercia y la muerte".

    Por estas mismas razones, Proudhon cree
    conveniente mantener una economía de mercado competitivo;
    el dinamismo de su sociedad pluralista tiene ese precio. La
    competencia desempeña aquí un papel incitativo; es
    "la expresión de la espontaneidad social", el precio de la
    "libertad" de las asociaciones. Contra Louis Blanc, quien
    declaraba como socialista de Estado convencido que "injertar la
    asociación sobre la competencia es una pobre idea: es
    reemplazar los eunucos por los hermafroditas", Proudhon
    exaltó la función de elemento motor que la
    competencia detenta en el mecanismo social:

    "Suprimid la competencia […], y la sociedad, privada
    de fuerza motriz, se detendrá como un péndulo en
    el que el resorte está flojo".

    Paralelo a esta discusión, aparecían
    pensadores socialistas de diversas posiciones que reflexionaron
    sobre la capacidad del emergente movimiento obrero.

    El principal inspirador de la Liga de los Justos fue
    Wilhelm Weitling, artesano y teórico autodidacta
    que publicó en 1842 su obra Garanzie dell’armonia
    e della liberta
    . Si bien había expresado
    explícitamente la necesidad de superar los límites
    angustiosos de la reivindicación política, para
    encaminarse a un proceso de "revolución social", no
    había comprendido todavía la posibilidad de un
    desarrollo autónomo del movimiento de clase. Aún
    dejaba la dirección de éste a los intelectuales
    "iluminados" o directamente a la capacidad de una personalidad
    superior.

    Es poco después, en el mismo período (mayo
    de 1843), cuando aparece en Francia L’Union
    Ouvriére
    de Flora Tristán, donde, bajo
    la influencia del cartismo y del movimiento owenista inglés,
    se formula la necesidad se superar el viejo asociacionismo
    artesanal, muy amenazado por peligros corporativos, con el
    propósito de abocar a la creación de una gran
    Unión obrera, en la cual la "clase" de los trabajadores
    pueda elevarse por encima de los propios contrastes internos y
    unificarse ("constituirse") como auténtica fuerza social
    organizada. Fue la primera vez que se expresó de manera
    orgánica el tema de la unificación del
    proletariado, y, en forma implícita, su asunto
    central:

    "el de la autoorganización obrera entendida
    como momento positivo de la iniciativa de los trabajadores en
    el interior de un proceso histórico que parecía,
    por el contrario, limitado al momento del rechazo y de la pura
    negatividad en las oposiciones al sistema
    burgués"

    En 1842 terminó la publicación de Cours
    de philosophie positive
    , la obra más destacada de
    Auguste Comte (1798-1857). Este filósofo y
    sociólogo francés fue el fundador de la Escuela
    positivista moderna. Con el avance del liberalismo más
    conservador ("orden y progreso"), apareció el positivismo,
    exaltador de la ciencia verificable y utilitaria, que "positiva"
    esta ideología y le da su expresión
    filosófica. Comte, en su sistema de las ciencias,
    influye en la difusión de la ideología positivista
    con la doctrina de la historia llamada "ley de los tres
    estadios". Se positivizan así la astronomía, la mecánica, la física y, finalmente,
    la sociología como estudio positivo de los hechos
    sociales. En Francia la sociología fue desarrollada por
    E. Durkheim y Levy-Bruhl, en Italia
    encabezó la corriente R. Ardigó, en Gran
    Bretaña J. Stuart Mill y H. Spencer y en
    Alemania R. Avenarius.

    También en aquella época floreció
    la investigación acerca del carácter del trabajo
    humano. A la anterior denuncia sobre las condiciones inhumanas
    del trabajo industrial, se sumó ahora una
    definición más "ontológica" de esa
    actividad, y un proyecto de rehumanización de la misma. A
    los ojos de Proudhon, no bastaba con arrancar el trabajo
    al despotismo de una voluntad extraña, sino que
    había que dotarlo de significación propia. Ambas
    condiciones serían las únicas que podrían
    devolverle su esencial papel creador. Reconstruir la sociedad
    desde la actividad productiva equivale a hacer del trabajo la
    fuente misma de la autonomía personal. Para esto, es
    necesario que el trabajador, reconvertido en soberano de sus
    actos y de sus decisiones, pueda reconocerse en un trabajo que, a
    su vez, habrá encontrado su plena significación.
    También el valor humano del trabajo fue
    enérgicamente puesto de relieve por
    Proudhon. La definición que da de él en la
    Creación del orden en la humanidad (1843) se ha
    vuelto clásica:

    "El trabajo es la acción inteligente del hombre
    sobre la materia. El trabajo es lo que distingue, a los ojos
    del economista, al hombre de los animales: aprender a trabajar,
    tal es nuestro fin sobre la tierra".

    Contra la atomización de las tareas, inherente a
    la sociedad industrial, Proudhon recomienda hacer recorrer
    al obrero toda la serie de operaciones de la industria a la cual
    está ligado:

    "De este modo -escribe en la Idea general de la
    revolución en el siglo XIX
    (1851)-, la
    división del trabajo ya no podrá ser para el
    obrero causa de degradación; por el contrario,
    será el instrumento de su educación y el precio
    de su seguridad".

    Saliendo de su tarea inmediata, el obrero adquiere una
    vista sintética del proceso laboral, tomando
    conciencia del carácter creador del trabajo. El
    enriquecimiento de las tareas pondrá fin al sentimiento de
    frustración que oprime al trabajador, condenado a lo largo
    de toda una jornada de trabajo a cumplir un gesto desprovisto de
    toda significación. Una vez que el trabajo rehabilitado se
    haya convertido nuevamente en el garante más seguro del valor
    personal, la desalienación del trabajador se
    obtendrá en el trabajo mismo.

    "El más modesto de los oficios -asegura
    Proudhon-, siempre y cuando haya en él
    especialidad y serie, encierra en sustancia toda la metafísica".

    El tema de la angustia existencial del ser humano hizo
    su aparición en esos años: O lo uno, o lo
    otro
    (1843), y El concepto de la angustia (1844), de
    Soren Kierkegaard. Este filósofo danés fue
    iniciador de la filosofía existencial del siglo XX.
    Sostuvo que la razón no es el elemento sustancial en el
    hombre, sino la angustia de su propia existencia; la verdad
    esencial es la subjetiva, la sentida por el hombre. Según
    Kierkegaard, la existencia atraviesa tres
    estadios:

    a) el estético, en que se goza del
    presente,

    b) el ético, en que el hombre vive en el tiempo y
    resuelve su desesperación en la responsabilidad de sus
    actos y en la angustia religiosa,

    c) el religioso, en que se relaciona con lo absoluto y
    acepta el dolor.

    3.2.3. Los Pioneros de Rochdale (1844)

    La primera cooperativa de consumo que tuvo éxito
    salió a la luz en Rochdale,
    arrabal de Manchester, en 1844, cuando 28 obreros tejedores
    fundaron la Sociedad de Pioneros Igualitarios de Rochdale. He
    aquí las cuatro célebres reglas de Rochdale
    establecidas para defender la autenticidad
    cooperativa:

    1) Puerta abierta, es decir, toda persona que lo desee
    es libre de unirse a la cooperativa;

    2) Poder democrático, es decir, un hombre
    equivale a un voto;

    3) Repartición de los beneficios entre los
    miembros a prorrata de sus operaciones;

    4) Limitación de la tasa de
    interés.

    Por aquel año, la reflexión en torno al
    trabajo humano subiría un nuevo peldaño. En los
    Manuscritos económico-filosóficos (1844) de
    Karl Marx, éste distingue tres formas principales
    de alienación, derivadas, en su
    opinión, de la propiedad privada:

    a) La alienación o enajenación frente al producto, porque el
    trabajador no es el dueño del bien producido ni se
    identifica con él ni decide sobre su uso final;

    b) La alienación frente al proceso, porque el
    trabajador no controla el proceso de producción;
    y

    c) La enajenación frente a la "especie", frente a
    sí mismo y frente a los compañeros de trabajo, que
    veía como consecuencia de la propiedad privada y de la
    aliención frente al producto y al proceso, lo cual impide
    a la especie la realización de su potencialidad
    humana.

    Marx escribió en los manuscritos de 1844
    que estas formas de alienación se volverían
    más intensas a medida que avanzara la acumulación
    capitalista:

    "La miseria del trabajador se encuentra en
    proporción inversa al poder y la magnitud de su
    producción".

    Esto ocurre porque

    "El trabajo no produce sólo bienes; se produce
    a sí mismo y al trabajador como un bien; y lo hace en la
    misma proporción general en que produce
    bienes".

    En sus escritos de juventud,
    Carlos Marx fue profundamente antiestatal; aplicaba al
    poder político el esquema feuerbachiano de la
    alienación religiosa. El Estado, según el joven
    Marx, es para la sociedad lo que Dios, según
    Feuerbach, es para el hombre, es decir, una
    proyección alienante; es necesaria una toma de conciencia
    para desembarazarse de ella.

    Aunque abandonado más tarde, el antiestatismo
    afloró intermitentemente en Marx en los juicios que
    expresa sobre ciertos sucesos históricos de que fue
    testigo.

    La primera línea telegráfica puesta en uso
    (1844) estaba equipada con aparatos Morse,
    constituídos por un transmisor mecánico manual y un
    receptor registrador. Con este invento comenzaba la
    comunicación "instantánea" a través de
    grandes distancias.

    Dos años después de este avance
    tecnológico, Proudhon publicó su obra
    Systeme des contradictions économiques ou Philosophie
    de la misere
    (1846). En ésta, el autor intenta
    demostrar que las leyes del "orden social" no son las de la
    inmanencia o las de la continuidad omnipresente (fieles a la
    tradición metafísica a la que Proudhon
    había declarado la guerra desde los primeros años
    de su propia actividad teórica), sino las del conflicto y de
    la oposición de los principios, considerados en el
    interior de un sistema global. La crítica del
    régimen de la propiedad, por ejemplo, debe asumir la serie
    de dicotomías sobre las cuales se articula la estructura
    despótica del capitalismo concurrencial si quiere llegar a
    comprender cuáles son las contradicciones de fondo que ha
    permitido la instauración de semejante régimen.
    Maquinismo y división del trabajo, monopolio y
    concurrencia, riqueza y pobreza son sólo algunas de las
    antinomias que están en la base de un sistema de
    producción caracterizado por la injusticia, el beneficio,
    el "robo", la alienación y, sobre todo, la
    separación entre razón y práctica social.
    Veremos, en fin, cómo la concepción autogestionaria
    de Proudhon tiende, en efecto, a eliminar en el conjunto
    la última de tales dicotomías, desde el momento en
    que ella se individualiza la fuente principal de la
    alienación.

    Ese mismo año, se dio una de las primeras
    definiciones -y la más famosa- de lo que sería una
    eventual sociedad comunista. La ideología alemana
    (1846) de Karl Marx y Federico Engels, aborda
    nuevamente el tema de la alienación y propone la
    gestión de la sociedad por parte de sí misma.
    Aquí, sobre la organización de la sociedad
    comunista, ésta se configura como mundo de la
    emancipación real, como superación de la
    alienación deshumanizante y, después, como
    abolición de la división social del
    trabajo:

    "En la sociedad comunista, en la que cada uno tiene
    una esfera de actividad exclusiva, pero puede perfeccionarse en
    cualquier sector a voluntad, la sociedad regula la
    producción general y, por consiguiente, me ofrece la
    posibilidad de hacer hoy esta cosa, mañana la otra, por
    la mañana ir de caza, a mediodía ir a pescar, por
    la tarde abrevar a los animales, después ejercer la
    crítica, como me parezca, sin por ello convertirme en
    cazador, ni pescador, ni pastor, ni crítico".

    En la descripción de la sociedad que "regula",
    que dirige, controla y ordena la producción ya se contiene
    la primera afirmación moderna clara (deducida a partir de
    una reflexión sobre las características principales
    del sistema moderno) de la concepción autogestionaria de
    Marx. Éste entiende por "sociedad" (sin atributos)
    la futura reunificación entre sociedad civil y Estado
    político, es decir, el momento en que llega la
    emancipación general de las clases subalternas; rechaza,
    por otra parte, la idea de que haya de ser la superestructura
    política quien "regule" lo que aparece a nivel social como
    el producto de esta reunificación, emancipación;
    postula, en fin, la destrucción de "la represión
    del interés general ilusorio bajo forma de Estado",
    sosteniendo que son los "individuos, reales, concretos", los que,
    gracias a un pleno desarrollo de las capacidades físicas,
    intelectuales y psicológicas propias, adquieren de este
    modo la capacidad de regular múltiples aspectos de la vida
    social y de "perfeccionarse" en algunos de aquellos, sin que esto
    llegue aún a ser una especialización o una
    participación impuesta desde fuera. De hecho se propone,
    en este bellísimo pasaje de La ideología
    alemana
    , la gestión de la sociedad por parte de
    sí misma.

    Como se verá durante toda su actividad
    teórica, Marx y Engels fueron "tironeados"
    entre la espontaneidad del proletariado, que tiende a tomar las
    riendas de su propio destino y la conciencia de clase, que le es
    aportada del exterior. El Manifiesto comunista (1848)
    proclama una total confianza en el movimiento revolucionario
    espontáneo de la clase obrera, precisando que los
    designios del comunismo "no son
    sino la expresión general de las condiciones efectivas de
    una lucha de clases que existe, de un movimiento que opera ante
    nuestros ojos". Sin embargo, en el mismo texto, la conciencia de
    clase parece prevalecer sobre la espontaneidad, por el hecho de
    que los comunistas son los encargados de guiar a todo el
    proletariado.

    "Prácticamente -escribe Marx-, los
    comunistas son […] la fracción más decidida de
    los partidos obreros […], la que empuja siempre hacia
    adelante; teóricamente, tiene sobre el resto de la masa
    proletaria la ventaja de comprender las condiciones, la marcha
    y los resultados generales del movimiento
    proletario".

    También en 1848 el Gobierno provisional en
    Francia, de mayoría antisocialista, sustituyó el
    plan de "talleres sociales" de Blanc por una caricatura,
    con lo que esas cooperativas fueron un fracaso. En todo caso, se
    asistió a una segunda gran oleada del movimiento
    cooperativista. La revolución de 1848 provocó una
    explosión de asociaciones obreras de producción. La
    voluntad de los obreros de organizarse por sus propios medios
    constituyó para Proudhon el "hecho revolucionario"
    por excelencia. Pero como estas asociaciones se inspiraron en
    La organización del trabajo (1839) de Louis
    Blanc
    , la gestión fue asegurada por el Estado. Hubo
    allí, para Proudhon, un vicio que anuló el
    fenómeno: el autoritarismo estatal le parecía
    incompatible con una gestión libre; en nombre de la
    autonomía de las personas, se opuso a cualquier
    organización social impuesta y venida de lo
    alto.

    "Nosotros, productores asociados o en vías de
    asociación -escribió en su Manifiesto electoral
    (noviembre de 1848)-, no necesitamos al Estado […]. La
    explotación por el Estado sigue siendo la monarquía, el salariado […]. Ya no
    queremos el gobierno del hombre por el hombre, ni la
    explotación del hombre por el hombre. El socialismo es
    lo contrario del gubernamentalismo […]. Queremos que las
    asociaciones sean […] el primer núcleo de esta vasta
    federación de compañías y sociedades,
    reunidas en el espacio común que será la
    República democrática y social".

    La oposición entre un socialismo de Estado y un
    socialismo que sería llamado más adelante
    "autogestionario", se encuentra netamente prefigurada en la
    manera en que Proudhon se esforzó por diferenciarse
    de su émulo y adversario político Louis
    Blanc
    , a quien tildaba de "sombra canija de
    Robespierre" a causa de su jacobinismo, que
    Proudhon detestaba:

    "Louis Blanc -expresó en las
    Confesiones de un revolucionario (1849)- representa al
    socialismo gubernamental, la revolución desde el poder,
    como yo represento al socialismo democrático, la
    revolución por el pueblo".

    Según Proudhon, el fracaso del
    asociacionismo de 1848 se debió al mantenimiento de las
    realciones de dominación y sumisión entre el Estado
    y la sociedad. Reflexionando sobre este asunto, Proudhon
    elaboró las líneas maestras de una futura
    organización federalista, cuya ventaja esencial
    residiría en equilibrar autoridad y libertad.
    Proudhon no aceptaba la autoridad de derecho divino ni la
    ficción del contrato social
    roussoniano, por lo que recomendaba un sistema contractual y
    mutualista, simultáneamente aplicable al campo
    político y a la vida económica. La
    edificación simultánea de estas dos construcciones,
    implica sus respectivas autonomías como condición
    del dinamismo de un conjunto pluralista. La sociedad de
    producción es distinta de la sociedad de relaciones
    políticas, pero no es menos complementaria una de la otra.
    Esta adaptación recíproca se deriva necesariamente
    del hecho de que ambas estarían organizadas no a partir de
    la cima, sino de la base, y ya no de arriba hacia abajo, sino de
    abajo hacia arriba. Para Proudhon, la sociedad de
    producción descansaría en "compañías
    obreras". A partir de esta noción general, él
    previó la organización, a un tiempo separada y
    conexa, de la agricultura y la industria, elementos constitutivos
    de una "federación agrícola-industrial". Ampliada,
    por una parte, gracias a la adjunción al conjunto de los
    productores de los agrupamientos de unión de consumidores
    y, por otra, a la extensión del principio federativo a
    otros países, ella desembocaría, en el plano
    internacional, en la creación de una "confederación
    mutualista". La gestión general de la sociedad
    económica que, por los acuerdos de reciprocidad,
    podría regular ora las relaciones entre productores, ora
    las relaciones entre productores y consumidores, no solamente en
    el marco nacional sino también en el internacional, se
    realizaría independientemente del Estado.

    En el pensamiento de Proudhon, la democracia
    política federativa es el complemento indispensable de la
    democracia económica mutualista. Enfrentándose a
    los gobiernos centralizados, a las exigencias desmesuradas cuyo
    poder absoluto genera guerras hacia
    el exterior y opresión hacia los propios ciudadanos,
    él recomendó llevarlos a dimensiones más
    restringidas: regiones que se autoadministren, se conjuguen en
    repúblicas federales, las que, en su momento,
    constituirían confederaciones.

    En sus Principios de economía
    política
    (1848), John Stuart Mill (1806-1873),
    teórico del liberalismo, pensaba que las cooperativas de
    trabajadores podían llegar a ser un modo económico
    alternativo del modo capitalista corriente, dirigido éste
    por y para el beneficio de una minoría codiciosa. Stuar
    Mill
    fue uno de los pensadores que dieron vida a una
    corriente que denominaremos liberalismo humanista, para
    los cuales el tema de la propiedad privada de los medios de
    producción es un asunto contingente más que
    doctrinalmente esencial, y que se aproximan a principios
    igualitarios.

    La decepción de la clase obrera cristalizó
    en la revolución de 1848 y en la formación de
    movimientos obreristas de ideología socialista, que fueron
    duramente reprimidos por las fuerzas burguesas desde sus
    plataformas firmemente establecidas en el poder
    político.

    Luego del fracaso de su iniciativa de "talleres
    sociales", Blanc cambió de opinión y
    pasó del plan de iniciativa estatal al de las cooperativas
    libres. Para llegar a ellas no ve otro camino que el de la
    federación, comenzando con las cooperativas ya existentes;
    éstas tendrían que ponerse de acuerdo y nombrar un
    comité central que organizara en todo el país "la
    más importante de todas las suscripciones: la
    suscripción para abolir el proletariado". Y, a fines de
    1849, Blanc aprobó la Union des associations
    fraternelles, la federación formada por más de 100
    cooperativas con el propósito de realizar la
    "mutualité du travail" de su adversario
    Proudhon.

    Las impresiones que Marx recibió de la
    problemática revolución de 1848 acentuaron su
    actitud crítica frente a los ensayos de
    reestructuración. Si ya en el Manifiesto se
    censuraban los "pequeños experimentos, naturalmente
    destinados al fracaso", luego (en la reseña Las luchas
    de clases en Francia
    , de 1850) se decía del
    "socialismo doctrinario" que "escamotea por medio de
    pequeños trucos o grandes sentimentalismos la lucha de
    clases con todas sus necesidades", y luego (en El 18 de
    Brumario de Luis Bonaparte
    , de 1852) reprochaba al
    proletariado francés que se haya lanzado en parte
    a

    "experimentos doctrinarios, bancos de
    trueque y asociaciones obreras", "o sea, a un movimiento que
    renuncia a subvertir el antiguo mundo con sus propios y
    poderosos medios totales, antes bien, que trata de lograr su
    redención a espaldas de la sociedad, de modo privado,
    dentro de sus limitadas condiciones de existencia, y que
    tendrá que fracasar necesariamente".

    En 1850 se vivió un apogeo del capitalismo en
    Europa, y fue enunciada la segunda Ley de termodinámica (pérdida de
    energía útil o entropía). Ese
    año, "socialistas cristianos" ingleses se esforzaron para
    crear una gran red de cooperativas de producción, con el
    objeto de que

    "poco a poco toda la producción de bienes se
    efectuara en formas cooperativas y para que, eliminando la
    mutua competencia, se fijaran los precios por
    acuerdo común".

    Al cabo de 20 años, en las cooperativas fundadas
    bajo la influencia de Buchez, el principio del capital
    indivisible era tan discutido que sus adeptos tuvieron que
    sostener una lucha difícil y en lo esencial infructuosa en
    defensa del principio que debía "transformar la propiedad"
    y colocar "al capital bajo el dominio del trabajo", y para que se
    conservara ese principio con el objeto de que la
    institución de cooperativa beneficiara a toda la clase
    obrera "y no solamente a algunos miembros afortunados que gracias
    a ella se convirtieron de asalariados en rentistas". Y
    precisamente hacia la misma época, en 1852, en un informe de la
    Society for Promoting Working Men Associations (Sociedad para el
    fomento de las asociaciones de obreros), leemos que en Inglaterra
    ocurría más o menos lo mismo.

    Para demostrar la irradiación del movimiento
    mutualista, se puede mencionar la creación de la primera
    Sociedad de Socorros Mutuos en Chile (1853): Unión de los
    Tipógrafos, fundada en Santiago por el peruano
    Victorino Laínez, y que todavía
    existe.

    Algunos movimientos artísticos de esa
    época nos dejan ver una crítica al sistema y un
    ansia por un modo de vida distinto:

    En Walden, o la vida en los bosques (1854),
    Henry Thoreau (1817-62) describió su tentativa de
    llevar a la práctica la filosofía
    trascendentalista, es decir, una vida simple en contacto con la
    naturaleza. Su obra está caracterizada por el contenido
    simbólico, el naturalismo y los temas filosóficos y
    morales sobre los que trata. Al año siguiente
    apareció Hojas de hierba (1855), de Walt
    Whitman
    (1819-1892). Propugna en él el ideal de una
    nueva literatura, un
    canto a la democracia y la exaltación de las fuerzas
    naturales. No menos conocido es Charles Baudelaire
    (1821-1867), quien hacia 1855 empezó a publicar sus
    poemas en
    prosa, reunidos póstumamente bajo el título Le
    spleen de Paris
    (1869). Baudelaire fue el primer poeta
    moderno de Occidente. Su obra, a caballo entre el romanticismo,
    al que la atan la violencia e intensidad de los sentimientos, y
    el parnasianismo, con el que la relaciona su perfección
    formal, es la fuente de la que emanó el movimiento
    simbolista
    . Sus valores fundamentales quizá radiquen
    en la reivindicación de una completa autonomía para
    el mundo poético, concebido éste como un acto
    supremo de embriaguez y arrebato. El pintor francés
    Gustave Courbet (1819-1877) -amigo de Proudhon y
    Baudelaire– provocó el escándolo de los
    medios académicos del siglo XIX con sus obras, crudamente
    inspiradas en la realidad. Entre sus pinturas más famosas
    se encuentran El entierro de Ornans (1850) y
    L’Atelier, que no fue admitida en la
    Exposición Universal de 1855. Courbet
    organizó entonces una muestra particular de sus cuadros
    que tituló Le Réalisme y en cuyo
    catálogo publicó el Manifiesto Realista (1855).
    Otras obras suyas de gran valor fueron: La mujer del
    papagayo
    (1866), La remise des chevreulis (1866),
    El Halalí (1867), etc.

    Aleksandr Herzen (1812-70), en El pueblo ruso
    y el socialismo
    (1855), escribió que la comunidad
    campesina podía ser la base de una organización
    económica socialista, con lo cual entusiasmó a
    muchos jóvenes revolucionarios y provocó un amplio
    debate.

    Mijail Bakunin (1814-1876) también
    creía en su juventud poder contar con el mir,
    comunidad agraria eslava; adepto del paneslavismo revolucionario,
    soñaba con una democracia campesina modelada a imagen del
    mir. Pero, instruido por la experiencia de la
    Revolución de 1848, en la cual las masas campesinas
    eslavas no titubearon en ponerse al servicio de la
    reacción, sostuvo más tarde que, antes de confiar
    el destino de la revolución al mir, cuya
    descomposición moral advirtió, convenía
    purgarlo del autoritarismo que corroía tanto su interior,
    donde reinaba un paternalismo absoluto, como el exterior, ya que
    la ciega sumisión al jefe de familia encontraba su
    extensión natural en el culto al zar, considerado como el
    padre del pueblo. Ya debilitado por el paternalismo, el
    mir acababa siendo irremediablemente corrompido por el
    Estado; era, según gráfica expresión de
    Bakunin, "un sepulcro blanqueado".

    En las Confesiones de un revolucionario (1849),
    Proudhon había ya hablado de la
    "participación de todos los asociados en la
    dirección de la empresa y en los beneficios". Pero
    después de haber visitado las sociedades obreras
    existentes en 1856 que habían tenido suficiente fuerza y
    decisión para resistir el reflujo revolucionario
    consecutivo a la derrota de 1848, quiso estudiar a fondo su
    "orgánica", es decir, su disciplina
    interior y los principios que las animaban. Ahora bien, se vio
    obligado a verificar que a pesar de su supervivencia, en
    numerosas sociedades eran "atormentadas por las
    habladurías, la discordia, las rivalidades, las
    deserciones, las traiciones". Sin embargo, creyó discernir
    allí el germen de la transformación social que
    podría englobar a toda Francia.

    Con la obra Origen de las especies (1859) de
    Charles Darwin, se desencadenó un gran debate al
    extrapolar sus conclusiones al ámbito social. Uno de sus
    discípulos, Herbert Spencer (1820-1903),
    declaró que la base del proceso de desarrollo de la
    sociedad era la lucha por la existencia, y estableció el
    principio de la "supervivencia de los más áptos".
    Aplicando los principios del evolucionismo escribió, entre
    otros, Los primeros principios (1862) y Principios de
    sociología
    (1876-96). Muchos socialistas intentaron
    posteriormente discutir las ideas de Spencer, entre ellos
    Kropotkin.

    Inspirado en las ideas de Proudhon, se
    redactó el Manifiesto de los Sesenta (1861), que
    constituyó el cuarto manifiesto socialista y el primero
    que salió de las filas del propio proletariado. En esa
    declaración, en la que Proudhon saludaba un
    "despertar del socialismo" en Francia y una "revelación de
    la conciencia corporativa" en la clase obrera, se pide, entre
    otras cosas, la institución de una Cámara sindical;
    pero no compuesta de patronos y obreros (concepción de
    Saint-Simon), sino que

    "lo que pedimos es una cámara compuesta
    exclusivamente por obreros elegidos mediante el sufragio
    universal, una Cámara del Trabajo".

    Esa exigencia acredita claramente la evolución
    operada en el pensamiento social desde Saint-Simon a
    Proudhon. En El principio federativo (1863), la
    adopción
    del ideal federativo entra perfectamente en la concepción
    del pluralismo social que Proudhon había elaborado
    sobre la base de una crítica del Estado, de las
    instituciones burguesas y de la subordinación de la
    sociedad económica a la política. Tal idea
    representa de hecho la salida lógica de una dilatada
    investigación acerca de la naturaleza del Estado liberal,
    en torno a la posibilidad de reunificar a nivel social lo que
    aparece irremediablemente dividido en el plano político y
    en torno a la relación instituciones-desarrollo
    productivo. El federalismo,
    según Proudhon, garantiza la autonomía de
    los centros de producción y sobre todo la posibilidad de
    una gestión directa por parte de los trabajadores, al
    mismo tiempo que crea el cuadro institucional de una posible
    recomposición y en la cobertura que ésta ofrece a
    una descentralización autoritaria -existente de
    hecho si no de derecho- Proudhon opone la libre
    expresión de la unidad federativa; ésta, más
    bien, es la única respuesta eficaz a la "tendencia fatal a
    la absorción burocrática y a la omnipotencia del
    centro" que se verifica en todas partes donde "desaparezca el
    equilibrio de
    los intereses".

    Bakunin -"discípulo" de Proudhon
    en su Catecismo revolucionario (1863) valora de manera
    optimista el alcance del movimiento cooperativo, viendo en
    éste las formas de la nueva sociedad y no más
    modestamente una "escuela del comunismo", como se vio
    después en las filas de la Asociación Internacional
    de los Trabajadores (AIT) o Primera Internacional. En el
    preámbulo de sus estatutos elaborados en 1864 se
    lee:

    "La emancipación de los trabajadores debe ser
    obra de los trabajadores mismos; los esfuerzos de los
    trabajadores por conquistar su emancipación no deben
    tender a constituir nuevos privilegios, sino establecer para
    todos los mismos derechos y los mismos deberes".

    En 1864 en Heddendorf (Renania), el burgomaestre
    Raiffeisen creó la primera cooperativa de crédito, para liberar a los campesinos de
    la usura. Ese año, Proudhon, a quien debe
    reconocerse su cualidad de visionario, profetizó lo que
    sería el comunismo centralista:

    "Una democracia compacta, en apariencia fundada en la
    dictadura de las masas, pero en que éstas no tienen
    más poder que el necesario para asegurar el
    avasallamiento general, de acuerdo con las siguientes
    fórmulas y principios tomados del antiguo absolutismo:
    indivisibilidad del poder público, centralización
    absorbente, destrucción sistemática de todo
    pensamiento individual, ya sea corporativo o local,
    considerándolo agente destructivo, policía
    inquisitorial".

    Al año siguiente, en De la capacidad
    política de las clases obreras
    (1865), Proudhon
    -quien murió poco tiempo después- hizo de la
    mutualidad y la reciprocidad la base de la nueva "democracia". En
    cuanto al Estado, él no rechazó su injerencia, pero
    únicamente para "velar por la educación
    económica y social de la clase obrera".

    El favorable juicio que Proudhon concedió
    a las cooperativas obreras impregnó parcialmente el texto
    presentado a propósito de la cooperación al
    Congreso de la I Internacional en Ginebra, en 1866. Sin embargo,
    conviene recordar que los autores de este texto consideraban que
    la cooperación era capaz de provocar una
    transformación social en profundidad, pero que ésta
    debía ir acompañada de una toma del poder
    político.

    He aquí el juicio de la Primera Internacional
    sobre el movimiento cooperativo:

    a) Nosotros reconocemos el movimiento cooperativo como
    una de las fuerzas transformadoras de la sociedad presente,
    basada en el antagonismo de clases. Su gran mérito
    está en mostrar prácticamente que el sistema
    actual de subordinación del trabajo al capital,
    despótico y depauperante, puede ser sustituido por el
    sistema republicano de la asociación de productores
    libres e iguales.

    b) Pero el movimiento cooperativo limitado a las
    formas microscópicas de desarrollo, que pueden producir
    por sus combinaciones esclavos asalariados individuales, es
    impotente para transformar él mismo la sociedad
    capitalista. Para convertir la producción social en un
    vasto y armonioso sistema de trabajo cooperativo, no
    serán jamás realizados cambios de las condiciones
    generales de la sociedad sin el empleo de las fuerzas
    organizadas de ésta.

    Entonces el poder gubernamental, arrancado de manos de
    los capitalistas y terratenientes, debe ser manejado por las
    clases obreras mismas.

    c) Recomendamos a los obreros alentar la cooperativa
    de producción antes que la de consumo. Ésta toca
    solamente la superficie del sistema económico actual;
    aquélla ataca su base.

    d) Recomendamos a todas las sociedades
    cooperativas consagrar una parte de sus fondos a la
    propaganda de sus principios, tomar la iniciativa de crear
    nuevas sociedades cooperativas de producción y hacer
    esta propaganda tanto por la palabra como por la prensa.

    e) Con el fin de impedir que las sociedades
    cooperativas degeneren en sociedades ordinarias burguesas
    (sociedades en comandita), todo obrero empleado debe recibir el
    mismo salario,
    asociado o no. Como compromiso, puramente temporal, nosotros
    consentimos en admitir un beneficio mínimo a los
    socios.

    Aquel año fue publicado Crimen y Castigo
    (1866), de Fedor Dostoievski. Éste, por sus ideas
    socialistas, estuvo desterrado en Siberia desde 1849, en donde
    pasó cuatro años en trabajos forzados. Testigo de
    un momento histórico convulsionado, dejó una
    radiografía psicosocial de ese tiempo en varias de sus
    obras, entre las que destaca Los hermanos Karamazov
    (1880).

    En El Capital (1867) de Karl Marx, puede
    encontrarse otra fuente particularmente buena de las concepciones
    de este autor sobre el efecto de la división
    técnica del trabajo en las fábricas capitalistas.
    En la sección que trata acerca del carácter
    capitalista de la manufactura, distingue Marx entre la
    división social del trabajo, existente en cualquier
    sociedad en que ocurra el intercambio, y la división
    técnica del trabajo o la división del trabajo en
    detalle, como la llama Marx, que es peculiar del
    capitalismo. La división del trabajo en detalle, o la
    división del trabajo entre empleos dentro de un taller,
    sólo ocurre después de que:

    a) El capitalista ha monopolizado los instrumentos del
    trabajo, y

    b) Existe un mercado de mano de obra.

    Mediante este proceso, el trabajador se convierte en un
    jornalero al detalle, y como tal depende de la función
    organizadora del capitalista en el proceso de
    producción.

    Un año después (1868), apareció la
    obra de Gierke, quien resaltó la forma de vida
    medieval, en contraposición a la capitalista. Lo que
    Gierke dice del movimiento de unión gremial de la
    Edad Media, puede decirse de toda sociedad de estructura
    rica:

    "se caracteriza por una inclinación a ampliar y
    extender las asociaciones, a formar otras que comprendan a los
    gremios más estrechos, a formar federaciones de
    asociaciones aisladas, y vastas federaciones de conjunto que
    comprenden las federaciones particulares". "Sólo la
    asociación libre -dice Gierke– crea comunidades
    en las cuales subsiste la libertad económica, puesto que
    los organismos que surgen de la iniciativa y
    estructuración de sus propios miembros elevan a la vez
    que la vida comunal reconstituída la vida individual de
    los miembros".

    Por la misma época en que Hernst Haeckel
    acuñaba (1869) el término Ecología,
    se produjo una revuelta de los campesinos rusos. Paralelamente,
    Mijael Bakunin escribió en
    L’egalité, de Ginebra, en 1869:

    "También nosotros queremos la
    cooperación; también nosotros estamos convencidos
    de que la cooperación en todas las ramas del trabajo y
    de la ciencia será la forma predominante de la
    organización social en el porvenir. Pero, al mismo
    tiempo, sabemos que solamente podrá prosperar,
    desarrollarse plenamente, libremente y abrazar toda la
    industria humana, cuando esté fundada sobre la equidad,
    cuando todos los capitales, todos los instrumentos de trabajo,
    comprendido el suelo, sean
    restituidos a los trabajadores a título de propiedad
    colectiva. Nosotros consideramos esta reivindicación
    como el presupuesto, y
    la organización de la potencia
    internacional de los trabajadores de todos los países
    como la misión
    principal de nuestra gran asociación. Una vez admitido
    esto, lejos de ser adversarios de las iniciativas actuales de
    cooperación, las encontramos más bien necesarias
    bajo muchos aspectos. Ante todo, y es esto a nuestros ojos por
    el momento su principal ventaja, habitúan a los obreros
    a organizar, a hacer, a dirigir por ellos mismos sus asuntos,
    sin ninguna intervención ni del capital ni de la
    dirección burguesa".

    3.2.4. La Comuna de París (1871)
    (*)

    3.2.5. Los primeros soviets o consejos obreros
    (1905) (*)

    3.2.6. La revolución española
    (1936-1939) (*)

    3.2.7. Mayo Francés y Primavera de Praga
    (1968) (*)

    4.
    Conclusiones (*)

    Bibliografía (*)

     (*)Para ver el
    texto seleccione la opción "Descargar" del menú
    superior

    Cristian Andrés Sotomayor
    Demuth

    Monografía para optar a la Licenciatura en
    Información Social

    Pontificia Universidad Católica de
    Chile

    Facultad de Comunicación

    Escuela de Periodismo

    Noviembre de 1999

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