"La prensa debe ser
examen y la censura, nunca el odio ni la ira que no dejan
espacio a la libre emisión de las ideas. Nunca se acepta
lo que viene en forma de imposición injuriosa; se acepta
lo que viene en forma de razonado consejo".
José Martí
"Sólo quien sabe de periodismo, y de lo costoso
del desinterés, puede estimar de veras la energía,
la tenacidad, los sacrificios, la prudencia, la fuerza de
carácter que revela la aparición de
un diario honrado y libre".
Con estas palabras, José Martí
define lo que para él debe ser la ética de
un periodista. Con posterioridad, argumenta este pensamiento
cuando manifiesta: "El
periódico es una espada y su empuñadura la
razón. Solo deben esgrimirla los buenos, y no ha de ser
par para el exterminio de los hombres, sino para el triunfo
necesario sobre los que se oponen a su libertad y
progreso".
Y redunda la idea al exponer: "Odio la pluma que no vale
para clavar la verdad en los corazones y sirve para que los
hombres defiendan lo contrario de lo que les manda la verdadera
conciencia, que
está en el honor, y nunca fuera de él".
Para nadie constituye un secreto que el más
grande patriota, revolucionario e intelectual cubano del siglo
XIX, ejerce esa profesión y que puso su verbo encendido,
como látigo con cascabel, al servicio de la
libertad de la tierra que
lo vio nacer y por la dignidad y el
decoro del hombre.
Desde la niñez, Martí
se opone a todo tipo de opresión y esclavitud
humanas. Ejemplos miles se recogen en su amplia labor
periodística, labor que se extiende desde el lapso de
tiempo
correspondiente a su etapa estudiantil hasta la caída en
Dos Ríos, cuando era el organizador y jefe
ideológico de la gesta independentista de 1895.
Con su extraordinario talento y visión de futuro,
el Maestro dedica más de 25 años de su vida a
defender con su pluma ardiente y bella oratoria, la
causa libertadora de Cuba, de
luchar por un mundo mejor para todos los hombres, y de brindar
consejos útiles y observaciones que aun hoy conservan su
vigencia.
El periodismo constituye para el Héroe Nacional
Cubano, un órgano de información, que adopta función
educativa, de prédica y de orientación.
En el artículo "Sobre periodismo", publicado en
Patria en 1892, Martí define la misión del
periodista de la siguiente manera: "que no haya una
manifestación de la vida, cuyos diarios accidente no
sorprendan al diarista: eso es hacer un buen diario. Decir lo que
a todos conviene y no dejar de decir nada que a alguien pueda
convenir. Que todos encuentren en el diario lo que pueden
necesitar saberlo. Y decirlo con un lenguaje
especial para cada especie: escribiendo en todos los
géneros, menos en el fastidioso de Bibeau,
desdeñando lo inútil y atendiendo siempre lo
útil, elegantemente. Que un periódico
sea literario no depende de que se vierta en él mucha
literatura, sino
que se escriba literariamente todo. El periódico debe
estar siempre como los correos antiguos, con el caballo
enjaezado, la fusta en la mano, y la espuela en el tacón.
Al menor accidente, debe saltar sobre la silla, sacudir la fusta,
y echar a escape el caballo para salir pronto y para que nadie
llegue antes que él. Debe, extractando libros,
facilitar su lectura a los
pobres de tiempo. O de voluntad o de dinero. Hacer
asistir a los teatros, como sentados en cómoda butaca que
este efecto hace una alineada y juiciosa revista, a los
pobres y a los perezosos. Deber desobedecer los apetitos del bien
personal, y
atender imparcialmente al bien público. Debe ser
coqueta para seducir, catedrático para explicar,
filósofo para mejorar, pilluelo para penetrar, guerrero
para combatir. Debe ser útil, sano, elegante, oportuno,
saliente. En cada artículo debe verse la mano enguantada
que lo escribe, y los labios sin mancha que lo dicta. No hay
cetro mejor que un buen periódico".
Las primeras inquietudes de Martí como escritor,
lo llevan hacia el periodismo. En él está el mayor
volumen de su
obra. El grueso de sus trabajos en esta disciplina,
sobre los más variados temas y en casi todos los
géneros, son recogidos por los principales órganos
de prensa de la época.
Los artículos, crónicas, ensayos, y el
resto de la producción periodística martiana se
refieren, en primer lugar a Cuba, y, luego, dedicada a Estados Unidos,
España
y al resto de los países latinoamericanos y europeos.
¿Temas preferidos? Política y crítica
de arte y
literatura. Pero en ellos tenemos por norma el respeto a
la moral del
periodista y a su labor. Lo anterior se puede constatar cuando
Martí expresa: "De impresiones viven las letras,
más que de expresiones. ¡Escombros, escombros¡
todas esas frases rellenas, todos esos abalorios
históricos, todos esos parlamentos literarios,
¿qué dejan en quien lee, sino la presunción
de que el escritor es sabihondo? Narciso no se ha de ser en las
letras, sino misionero. No se ha de escribir para hacer muestra de
sí, y abanicar como el pavón la enorme cola; sino
para el bien del prójimo, y poner fuera de los labios,
como un depósito que se entrega, lo que la Naturaleza ha
puesto del lado adentro de ellos. Los motivos, los abominables y
ruidosos motivos, se han puesto de moda en la literatura como en
la música".
Ante las censura de su padre, el ex sargento de
artillería español
Mariano Martí, y los halagos de compañeros, entre
los que figuraba su maestro, Rafael María de Mendive,
Martí se inicia en esta ocupación en la adolescencia.
En el periódico manuscrito de los estudiantes del
Instituto de Segunda Enseñanza de La Habana, El Siboney,
compone su soneto ¡ Diez de octubre¡, en el que
exalta el gesto independentista de Carlos Manuel de
Céspedes.
El 9 de enero de 1869, el español Domingo Dulce,
Capitán General de la Isla, firma un decreto que propugna
la libertad de imprenta. Con
tan solo 16 años, Martí aprovecha esa ley real, nacida
de un programa de
reformas administrativas y políticas,
más aparentes que verdaderas, para sacar a la luz un
periódico en el que critica la difícil
situación que vive el país.
De esa forma, el 14 de enero de ese mismo año
sale El Diablo Cojuelo, publicación que
deviene bautizo de fuego como revolucionario y periodista para el
impetuoso joven. Junto a su amigo Fermín Valdés
Domínguez, Martí esgrime sus primeras armas como hombre
de letras y, con una prosa irónica, entre burlona y
mordaz, a veces con cierta nota festiva, ataca al gobierno
colonialista.
En "O Yara o Madrid", se
revela el futuro periodista comprometido con la libertad de Cuba.
En ese primer periódico del Apóstol aparece un
editorial que, escrito por él, dice: "nunca supe yo lo
que era público, ni lo que era escribir para él,
mas a fe de diablo honrado, aseguro que ahora como antes, nunca
tuve tampoco miedo de hacerlo".
O sea, a pesar de su corta edad, Martí ya adopta
la actitud del
periodista ético, valiente y osado que siempre fue.
Más tarde, mientras vive en los Estados Unidos, demuestra
que la pureza deviene en conducta que
marcaría su vida tras escribir: "Una tormenta de
injurias fue la prensa, y lo es aún ahora. Cuando se
ensalza aquí, el mundo entero lo oye, pero cuando
acá se lapida, las piedras son montañas: y se
visten de tal dignidad los periódicos comprados, que da
grima creer que pueda haber criaturas con luz en la frente y
canas en la barba que por dinero abran a las paseantes, como
la mujer de la
biblia, esta arca santa de los pueblos, que debe ser la prensa.
No hay monarca como un periodista honrado".
Lamentablemente, no puede darle continuidad al
empeño de proseguir sacando a la luz a El Diablo
Cojuelo.
El 23 de enero de 1869, desde la imprenta El Iris,
situada en la calle Obispo, en La Habana Vieja, se edita La
Patria Libre, que se autotitula "semanario
democrático-cosmopolita". Posee mayor formato y cantidad
de páginas, tiene forma de tabloide y mejor calidad de papel.
Martí y Fermín intervienen como redactores, pues
este órgano es confeccionado por Mendive y el abogado
Cristóbal Madan.
La Patria Libre disfruta de la extraordinaria
importancia de que en su único número ocupa sus
páginas el drama patriótico-simbólico
Abdala.
Martí utiliza además el periodismo para
divulgar sus ideas políticas a través de la
poesía:
"El amor,
madre, a la Patria no es el amor
ridículo a la tierra, ni a
la yerba que pisan nuestras plantas; es el
odio invencible a quien la oprime, es el rencor eterno a quien la
ataca (…)
En esta obra el Apóstol vaticina, en conmovedoras
estrofas, su propia caída, 26 años más
tarde, cuando el guerrero nubio anuncia: ¡Oh, qué
dulce es morir cuando se muere luchando audaz por defender la
patria¡
Estos primeros trabajos periodísticos contribuyen
a su condena por infidencia. En las Canteras de San
Lázaro, el Héroe Nacional conoce en carne propia el
horror del colonialismo español. De los sufrimientos y
atropellos que padecen los cubanos encarcelados en esas minas,
Martí deja viril constancia en su acusador "El presidio
político en Cuba", folleto publicado en Madrid, en 1871,
durante su primera deportación.
Si bien no de modo regular, y conocedor de que
"criticar es el ejercicio del criterio", en ese
país también redacta artículos en los que
polemiza con aquellos cronistas ibéricos que manipulan la
realidad cubana, y denuncia la cruel coyuntura política,
económica y social por la que atraviesa su amada nación.
Algunos de ellos se recogen en los periódicos La
Soberanía Nacional, de Cádiz; La
discusión, El Jurado Federal, y Diario de
Aviso, de Madrid; y, aunque esporádicamente, colabora
de forma militante en La Cuestión Cubana,
publicación que editan en Sevilla los emigrados
criollos.
Tras recorrer algunas ciudades europeas, llega a
México
en 1875. Pasa a ocupar un puesto en la redacción del gubernamental diario
Revista Universal, gracias a las gestiones de varios
amigos: de ese país, Manuel Mercado, y los
cubanos Pedro Santacilia y Antenor Lezcano. No es hasta este
momento en que el Apóstol considera que actúa, por
primera vez, como todo un periodista. Él mismo lo reconoce
en uno de sus apuntes: "yo apenas había escrito para el
público antes de ir a México, fuera de lo que
requería el servicio de mi patria, y esto naturalmente
había sido muy poco, porque la patria quiere más
actos que palabras".
La colaboración con esa gaceta se inicia el 7 de
marzo de ese año, con una sentida poesía a su
recién difunta hermana Ana. Luego, le seguirían su
traducción de la novela "Mis
hijos", del francés Víctor Hugo; y algunos
artículos en los que aborda la situación de Cuba.
Además, redacta crónicas parlamentarias,
editoriales, críticas de teatro y de arte,
noticias sobre
la vida cotidiana de la tierra en la que vive y hasta corrige
pruebas.
Un acontecimiento político trae el cierre de la
Revista Universal y un paréntesis en la
producción periodística de Martí: la
caída del gobierno de Sebastián Lerdo de Tejeda por
el golpe de Porfirio Díaz.
El Maestro considera este suceso como nocivo y
perjudicial para la tierra de Benito Juárez, y lo
cuestiona en dos artículos que escribe en El
Federalista.
Como el logro más significativo de esta etapa
tenemos la elaboración de sus Boletines en los que,
firmados con el seudónimo Orestes, narra con mucho acierto
y singular estilo diversos aspectos de la sociedad
azteca.
La gran importancia de esta publicación es que en
ella Martí deja constancia de su opinión sobre
cuál debe ser la misión de la prensa y cuál
la del periodista, y nos ofrece la dimensión humana del
Héroe Nacional al preocuparse por los problemas del
pueblo mexicano y de Nuestra América.
"Así nuestros obreros se levantan de masa
generada a clase
consciente: saben ahora lo que son, y de ellos mismos les viene
su influencia salvadora". En el artículo
"Función de los meseros", Martí defiende los
intereses de los desposeídos y participa en las luchas
revolucionarias de los trabajadores.
En El Socialista, órgano oficial de los
socialistas utópicos mexicanos, también se insertan
algunos trabajos periodísticos en los que Martí
confirma su posición junto a estos en sus
batallas.
A pesar de que cartas y otros
documentos
reconocen que el Apóstol escribe para medios
informativos de Guatemala, no
se han encontrado evidencias de
su intervención en periódicos de esa nación
centroamericana, desde su partida de México, en
1877.
El Maestro reconoce, en correspondencia enviada a
Joaquín Macal, ministro de Relaciones Exteriores de
Guatemala, el 11 de abril de 1877, que está muy ligado a
la carrera periodística y que es consecuente con la
ética que conlleva esa profesión: "Mi oficio,
cariñoso amigo mío, es cantar todo lo bello,
encender el entusiasmo por todo lo noble, admirar y hacer admirar
todo lo grande. Escribo cada día sobre lo que cada
día veo (…) los naturales temores de escribir donde no
se es conocido, (…)de algunos renglones, (…) y no han de ser
ellos los últimos que sobre tan noble y bien entendida
materia
escriba mi pluma apasionada, apasionada de la grandeza y de mi
deber; por eso, (…) nunca turbaré con actos, ni
palabras, ni escritos míos la paz del pueblo que me acoja.
Vengo a comunicar lo poco que sé y a aprender mucho que no
sé todavía. Vengo a ahogar mi dolor por no estar
luchando en los campos de mi patria, en los consuelos de un
trabajo
honrado, y en las preparaciones para un combate vigoroso. No me
anuncie a nadie como escritor, que tendré que decir que no
lo soy. Amo el periódico como misión, y, lo odio…
no, que odiar no es bueno, lo repelo como disturbio
(…)".
Su regreso a Cuba, en 1878, tras la firma del Pacto del
Zanjón, impide que naciera en la tierra del quetzal la
anunciada Revista Guatemalteca.
La persecución imperante en la Isla contra los
independentista y las publicaciones que estos elaboran,
así como las secretas acciones
conspirativas que lleva a cabo Martí, impiden que pueda
realizar en su patria la labor periodística.
De esa época sólo escribe una
crónica sobre una velada en el Liceo de Guanabacoa, y que
firmada X aparece en el periódico El Progreso, de
Regla y la propia villa de Pepe Antonio.
La etapa más fecunda e intensa de su actividad
como periodista ocurre tras su llegada a Nueva York, en enero de
1880, después de su segunda deportación a
España. En la revista de arte The Hour, ven la luz
sus bellas crónicas, en las que se destacan las que
reseñan la vida norteamericana, intituladas Impressions of
America, bajo el seudónimo A very fresh Spaniard.
También redacta artículos sobre los pintores
impresionistas, que llegan a causar admiración. En estas
páginas Martí muestra un amplio conocimiento
artístico, así como sensibilidad y capacidad
crítica.
El periódico The Sun, de Charles Anderson
Dana, comienza a contar con la colaboración del Maestro,
quien recibe grandes elogios de ese reportero estadounidense por
el soberbio estilo y gran dominio de temas
artísticos y literarios que inserta en ese
rotativo.
Luego de su partida de la ciudad norteña, la
faena periodística de Martí prosigue en la tierra
de Simón Bolívar,
en 1881, donde edita dos números de Revista
Venezolana. Aquí, al intentar explicar su estilo
literario, sin proponérselo, hace el primer manifiesto del
movimiento
modernista, siete años antes de que surgiera el libro de
poesía Azul, de Rubén
Darío, considerado por muchos el iniciador de esta
tendencia en la literatura.
Mas, tiene que suspender su impresión al ser
obligado a abandonar esta nación sudamericana:
¿motivos? Escribir una valiente apología a Cecilio
Acosta, y desencadenar la ira del tirano Guzmán Blanco,
quien no acepta el homenaje a este intelectual progresista y
cumbre del pensamiento democrático-burgués
venezolano del momento.
Al valorar su notable desempeño como periodista, Fausto Teodoro
de Aldrey, director y propietario de La Opinión
Nacional, le propone que sea corresponsal de ese diario, en
los Estados Unidos. O sea, Martí regresa a Nueva York y
reanuda su labor periodística, a partir del 20 de agosto
de 1881, pero ahora en una faceta distinta.
Sus trabajos comienzan a salir con el seudónimo
M. de Z., pero al despertar la curiosidad entre los lectores por
saber quién es el autor de tan encendidos trabajos, Aldrey
reconoce públicamente que no es otro que José
Martí y, a partir de ese entonces, empieza a firmar con su
nombre.
En La Opinión Nacional también
ocupa una columna fija de comentarios de actualidad llamada
"Sección constante". El 10 de junio de 1882 culmina el
Apóstol su etapa como colaborador de esta
publicación, al no admitir que Aldrey le ponga freno a sus
criterios.
A partir de este momento se incrementa el quehacer
literario y periodístico del Héroe Nacional Cubano,
quien al propio tiempo se entrega en cuerpo y alma a
organizar la nueva gesta independentista. Se aferra aún
más a la idea de que el periodista "es soldado de la
palabra" y mantiene su pluma al servicio de la
patria.
Por eso, vuelca todo su pensamiento e ideología en lo artículos que
escribe, pues prevé cuáles son las verdaderas
intenciones del gobierno norteamericano al querer extenderse por
el continente y, al reseñar estas actividades, ofrece su
visión sobre los peligros que deben evitarse en nuestra
América y qué hacer para lograr el desarrollo
definitivo de los pueblos latinoamericanos.
Con posterioridad, comienza a colaborar, el 13 de
septiembre de 1882, con La Nación. Su paso por este
diario argentino culmina el 26 de marzo de 1891, lo que confirma
el estrecho nexo que existe entre ambos. Inigualables
crónicas suyas, que narran la vida norteamericana e
importantes sucesos acaecidos en ese país, vieron la luz
en esta publicación, en la sección titulada
Carta de Nueva
York o Cartas de Martí.
"Viví en el monstruo y le conozco sus
entrañas". No tuvo frase mejor para ejemplificar el
Maestro lo que significa los Estados Unidos, al prever su
ambición desmedida e intenciones de dominar a los pueblos
del continente.
En sus Obras Completas aparecen editados todos
estos trabajos periodísticos, bajo la denominación
Escenas Norteamericanas. En La Nación
también encuentran cabida sus crónicas sobre la
Conferencia
Interamericana, así como lo que escribe de reconocidas
figuras estadounidenses, como Whitman, Grant, Sheridan, Arthur, y
otras.
Paralelamente, inicia su colaboración con el
órgano informativo La América, de Nueva
York, desde marzo de 1883.
(…) ¿Con qué se escribe bien en prosa
o verso, sino con la sangre? El que no
la ha perdido, ni sabe escribir ni sabe leer. Lo que escribe el
dolor es lo único que queda grabado en la memoria de
los hombres", manifiesta Martí en El Economista
Americano, de Nueva York, en 1888.
En otro de sus tantos documentos en los que revela su
pasión al expresar y reflejar con la pluma lo que siente,
Martí manifiesta: "¿Qué habré
escrito sin sangrar, ni pintado sin haberlo visto antes con mis
ojos?".
Martí deja una medular huella de su cultura e
ideas independentistas en las más renombradas
publicaciones de la época: La Habana, El
Elegante, El Almendares, La Revista de Cuba, de
la Mayor de las Antillas; La Juventud, El Avisador
Cubano, El Avisador Hispano-Americano, El
Porvenir, La Revista Ilustrada y El
Latinoamericano, de Nueva York; La Opinión
Pública, de Montevideo; La Pluma, de
Bogotá; La Nación y El Sudamericano,
de Buenos Aires;
La República, de Honduras; La Revista Azul y
El Partido Liberal, de México, y La
Opinión Nacional, de Caracas, son claros ejemplos de
ello.
De esta forma refuerza su opinión de que "En
las redacciones de periódicos es donde hierve ahora el
genio, que antes hervía en cortes, en conventos y en
campos de batalla".
En La Edad de Oro, ese valioso mensuario "de
recreo e instrucción", el Héroe Nacional vierte
toda su ternura y amor por los niños,
y también muestra toda su doctrina como maestro y
periodista.
En esta excepcional publicación, que solamente
vive entre los meses de julio y octubre de 1889, vuelca
Martí toda su ternura y comprensión hacia la
infancia, e
inculca a los pequeños su ideario anticolonialista y
antimperialista, su amor por la gran patria latinoamericana, su
devoción por la justicia, la
verdad y la belleza.
"Cada número contiene, en lectura que interesa
como un cuento,
artículos que son verdaderos resúmenes de ciencias,
industrias,
artes, historia y
literatura, junto con artículos de viajes,
biografías, descripciones de juegos y de
costumbres, fábulas y
versos. Los temas escogidos serán siempre tales que, mucha
doctrina que lleven en sí, no parezca que la llevan, ni
alarmen al lector de pocos años con el título
científico ni con el lenguaje
aparatoso".
Referencias a libros, a la historia del
arte, a los héroes hispanoamericanos; y, asimismo,
cuentos y
poemas,
aparecen en cada número. Estos van acompañados
también de un editorial, en el que se comenta todos los
materiales que
aparecen en el magazine, y donde el Apóstol comenta el
contenido ideológico de los mismos. Así infunde
ideas a los infantes.
En esta revista, como en la neoyorquina La Ofrenda de
Oro, Martí brinda sus nociones respecto a una
publicación consagrada a la niñez y dicta en ellas
normas
ejemplares para el periodista que quiere dedicarse a escribir
sobre este dificilísimo género.
Lo que significa para el Apóstol la
concepción de La Edad de Oro, la
podemos encontrar en carta enviada a Manuel Mercado, el 3 de
agosto de 1889: "una empresa en
que he consentido entrar, porque, mientras me llega la hora de
morir en otra mayor, como deseo ardientemente, en esta puedo al
menos, a la vez que ayudar al sustento con decoro, poner de
manera que sea perdurable y útil todo lo que a pura sangre
me ha ido madurando en el alma. Yo no quiero que esta empresa se venga
a tierra. Veo por acá que ha caído en los corazones
(…) Los que esperaban, con la excusable malignidad del hombre,
verme por esta tentativa infantil, por debajo de lo que se
creían obligados a ver en mí, han venido a decirme,
con su sorpresa más que con sus palabras, que se puede
publicar un periódico de niños sin caer de la
majestad a que ha de procurar alzarse todo
hombre".
En la misma misiva, tras aclarar que La Edad de
Oro pertenece al editor A. Da Costa Gómez,
añade: "Verá por la circular que lleva
pensamiento hondo y ya que me la echo a cuestas, que no es poco
peso, ha de ser para que ayude a lo que quisiera yo ayudar, que
es a llenar nuestras tierras de hombres originales, criados para
ser felices en la tierra en que viven, y vivir conforme a ella,
sin divorciarse de ella, ni vivir infecundamente en ella, como
ciudadanos retóricos, o extranjeros desdeñosos
nacidos por castigo en esta otra parte del mundo. El abono se
puede traer de otras partes; pero el cultivo se ha de hacer
conforme al suelo. A nuestros
niños los hemos de criar para niños de su tiempo, y
hombres de América. Si no hubiera tenido a mis ojos esta
dignidad, yo no habría entrado en esta
empresa".
El empeño de inculcar ideales y hacer pensar a
los menores, trae como consecuencia que el encargado de la
edición
de La Edad de Oro, le crítica al Maestro su
actitud, y le plantea que en su revista nunca se les daba a los
menores orientación religiosa, y que este era el tema
fundamental a tratarse en la misma. Al no aceptar Martí
transformar el mensuario, quiebra la empresa. Gran
frustración sufre el Apóstol por esta causa, pero
con dignidad antepone sus convicciones propias a la conveniencia
económica.
Con dolor, Martí comunica a Manuel Mercado, en
carta del 26 de noviembre de 1886, desde Nueva York, que
"La Edad de Oro (…) ha salido de mis manos- a pesar
del amor con que la comencé, porque, por creencia o por
miedo de comercio,
quería el editor que yo hablase del "temor de Dios", y que
el nombre de Dios, y no la tolerancia y el
espíritu divino, estuvieran en todos los artículos
e historias. ¿Qué se ha de fundar así en
tierras tan trabajadas por la intransigencia religiosa como las
nuestras?. Ni ofender de propósito el credo dominante,
porque fuera abuso de confianza y falta de educación, ni
propagar de propósito un credo exclusivo. Lo humilde del
trabajo sólo tenía a mis ojos la excusa de estas
ideas fundamentales. La precaución del programa, y el
singular éxito
de crítica del periódico, no me han valido para
evitar este choque con las ideas, ocultas hasta ahora, o el
interés
alarmado del dueño de La Edad de
Oro".
Mas imprimir una revista como esta deviene en
sueño largamente acariciado por Martí. En carta
enviada al abogado Miguel Viondi, fechada en Nueva York el 8 de
enero de 1880, el Maestro expresa por primera vez su
propósito de desarrollar una empresa editorial de este
tipo. Al camarada revela que ese boletín debe contener una
serie de volúmenes que fueran: "biográficos,
históricos y artísticas, para todos interesantes,
por todos entendibles,- libros pequeños, amenos,
cómodos y baratos". Por desdicha, no pudo llevar a
cabo este anhelo, que de haberlo puesto en práctica
habría enriquecido nuestra literatura histórica con
monografías valiosísimas.
La América, revista que dirige, recibe en
sus páginas, en 1889, el artículo firmado por
Martí "Reformas educacionales en Estados Unidos", el que
logra resonado impacto en la opinión
pública norteamericana. También en ella salen
otros sobre maestros ambulantes, educación y
enseñanzas en el campo.
Martí no desaprovecha ninguna coyuntura para
defender la causa de los cubanos. Ejemplo de esto lo podemos
encontrar en la Carta Abierta
que envía al The Evening Post, de Nueva York, en
respuesta al hiriente ataque que contra sus coterráneos
hiciera The Manufacturer, de Filadelfia.
Para apreciar la labor periodística de
Martí en los últimos quince años de su vida,
basta con leer su quehacer como corresponsal sobre los
acontecimientos de aquella época en los Estados Unidos, y
sus artículos en Patria.
En carta a Bartolomé Mitre y Vedia, director de
La Nación, con fecha 15 de septiembre de 1882,
Martí dice: "La prensa no puede ser, en estos tiempos
de creación, mero vehículo de noticias, ni mera
sierva de intereses, ni mero desahogo de la exuberante y hojosa
imaginación. La prensa es Vinci y Angelo, creadora del
nuevo templo magno e invisible, del que es el hombre puro
y trabajador el bravo sacerdote. Aquí hierven, junto con
los modernos problemas humanos, los problemas concretos de
América, y ambiciones que alarman y grandezas reales que
deslumbran. ¿Qué mucho que, movida del ansia de
cumplir estos grandes deberes, la pluma, a riesgo de parecer
cansada, se abandone a considerarlos?".
Otra de las virtudes de Martí radica en el amplio
conocimiento de los temas que de su pluma nacen. En misiva
remitida a Mitre, fechada en Nueva York el 24 de abril de 1885,
el Apóstol reconoce el elevado dominio de materias
posibles, que debe lucir el profesional que se dedique al
periodismo: "Ya el periodista ha de abarcar, si quiere poner
bien su nombre, no solamente aquellos truismos
escolásticos, amartillados en el yunque latino, y
dispuestos con providencial prosopopeya, que bastaban antes, con
algún tintillo de cosas extranjeras, para dar a un
escritor fama de lucero de la prensa, sino de moderna vida
múltiple, en todas sus formas, como rige en las fraguas,
como se transforma en el comercio y viaja, como se ideifica en la
literatura y en la política, como se sublima y colorea en
las artes. El periodista ha de saber, desde la nube hasta el
microbio. A Omar-Khairjam y a Pasteur. La literatura del
espíritu y la de la materia. Ambas ha de enseñar,
si quiere dar buenos hombres de ideas, o preparar bien a los
hombres de actos, el colegio moderno".
El periodismo no resulta para Martí un mero medio
de subsistencia, sino un oficio que ama y ejerce con verdadero
placer, convirtiéndose para él en un arma
revolucionaria. Por eso, sostiene, ante el director de La
Nación, el 10 de junio de 1887: "Tiene tanto el
periodista de soldado", y a continuación consigna que:
"el arte de escribir ¿no es reducir? La verba mata sin
duda la elocuencia. Hay tanto que decir, que ha de decirse en el
menor número de palabras posibles: eso sí, que cada
palabra lleve ala y color".
El periódico azteca El Partido Liberal,
acoge, en enero de 1891, uno
de los artículos más brillantez y
profundos de los escritos por él: "Nuestra
América", considerado una joya periodística y en el
que defiende la independencia
y la libertad de Cuba y de los pueblos
latinoamericanos.
En definitiva, hay en nuestro Héroe Nacional el
mejor juez de la vida norteamericana, al hacer una
radiografía del naciente capitalismo
estadounidense. Llega incluso a denunciar, en sus crónicas
sobre la Conferencia Monetaria Americana, los intentos de
penetración económica y política de la
nación norteña en los pueblos
latinoamericanos.
Constantemente recibe la censura de los propietarios de
estos rotativos, pues Martí no pierde la oportunidad de
criticar la realidad norteamericana (problema de los
católicos, crimen cometido contra los anarquistas de
Chicago, la lucha entre el capital y los
obreros, los juegos y rejuegos electorales y de los
políticos estadounidenses, la vida de los emigrantes
extranjeros…) cada vez que puede. Ante estos censores siempre
responde sobre la necesidad de comunicar también lo
negativo, pues "los pueblos latinoamericanos tienen que
conocer la verdad".
Asegura Martí que: "No hay tormento mayor que
escribir contra el alma, o sin ella"; y con dolorosa
resignación acepta con dignidad las trabas que los
propietarios de La Nación y La Opinión
Nacional le imponen a su labor periodística, por
primar para ellos "los intereses del negocio
editorial".
En misiva a Mitre, con fecha del 19 de diciembre de
1892, sobre este asunto, refiere: "Es mal mío no
poder concebir
nada en retazos, y querer cargar de esencias los pequeños
moldes y hacer los artículos de diario como si fueran
libros, por lo cual no escribo con sosiego, ni con mi verdadero
modo de escribir, sino cuando siento que escribo para gentes que
han de amarme, y cuando puedo, en pequeñas obras
sucesivas, ir contorneando insensiblemente en lo exterior la obra
previa hecha ya en mi. (…) Para mi la crítica no ha sido
nunca más que el mero ejercicio del criterio. (…) El
método
para las cartas de Nueva York, que durante un año he
venido escribiendo, (…) ha sido poner los ojos limpios de
prejuicios en todos los campos, y el oído a los
diversos vientos, y luego de bien henchido el juicio de pareceres
distintos e impresiones, dejarlos hervir y dar de sí la
esencia,– cuidando no adelantar juicio enemigo sin que haya
sido antes pronunciado por boca de la tierra, porque no parezca
mi boca temeraria-; y de no adelantar suposición que los
diarios debates del Congreso y conversaciones corrientes, no
hayan de antemano adelantado. De mi no pongo más que el
amor a la expansión –y mi horror al encarcelamiento
del espíritu humano. Sobre este eje todo aquello
gira".
Su amor por Cuba lleva a soñar a Martí con
crear un órgano que inspire y prepare la lucha por la
independencia nacional. En carta enviada desde Nueva York, el 16
de noviembre de 1889 a Gonzalo de Quesada Aróstegui, le
expresa: "Yo sé lo que yo haría, y lo que puedo
hacer, y cuán pronto lo haría. Y lo que pueda, lo
haré. Ya estaría el periódico publicado, y
por Cuba y por nuestra América, que son unas en mi
previsión y mi cariño, si pudiese decidirme yo a
aceptar ayuda de los que, en público o en secreto, no
comparten por entero mi modo de pensar. Y lo que me detiene es
que ideas de esta dignidad no deben aparecer con pobreza ante el
público, porque es dañarlas más que
defenderlas, y no veo claro el modo de sacar el periódico
a la luz con la frecuencia y la holgura que en estos meses de
combate son necesarias. Lo haré como pueda, porque es
preciso".
Pocas semanas después, el 13 de diciembre,
escribe nuevamente a este amigo para confirmarle su
intención de sacar esa publicación: "La verdad
no se ha de quedar sin decir; vamos a ver los que piensan como
nosotros; y lo que ordena y se atrae el periódico. Si
existe la determinación que supongo a resistir estas
tendencias, vamos a darle voz, y forma (…) ya poco falta para
tener el periódico en pie".
Ese órgano nace el 14 de marzo de 1892, con el
nombre de Patria. Creado en Nueva York, tiene como
objetivo
impulsar la guerra
libertadora y unir a los cubanos para ello. No solamente cuenta
con la misión de informar sobre el proceso de
lucha que se prepara contra España, sino como medio de
formación de la ideología
independentista.
Mas, esto no es óbice para que en él
aparezcan a menudo en un solo número vibrantes y medulares
artículos de fondo, junto a bellas crónicas
artísticas, semblanzas de algún patriota y las
sugestivas e íntimas notas suyas que llevan por
título "En casa", lo que testimonia la
extraordinaria laboriosidad y capacidad polifacética de
Martí.
Con mucho celo, Martí cuida de la
publicación, y pretende a cada instante que este medio de
divulgación ideológica del Partido Revolucionario
Cubano sea fiel exponente de su pensamiento y doctrina
independentista y filosófica.
"Nace este periódico, por la voluntad de los
cubano y puertorriqueños independientes de Nueva York,
para contribuir sin premura y sin descanso, a la
organización de los hombres libres de Cuba y Puerto Rico…
Para juntar y amar, y para vivir en la pasión de la
verdad, nace este periódico. Pero este periódico
viene a mantener la guerra que anhelan juntos los héroes
de mañana, que aconsejan del juicio su fervor, y los
héroes de ayer, que sacaron ilesa de la lección de
los diez años su fe en el triunfo, la única guerra
que el cubano libre y reflexivo, por naturaleza, pide y apoya, y
es la que, en acuerdo con la voluntad y necesidades del
país, y con las enseñanzas de los esfuerzos
anteriores, junte en sí, en la proporción natural,
los factores todos, deseables o irremediables, de la lucha
inminente; y los conduzca, con esfuerzo grandioso y ordenado, a
una victoria que no hayan de deslucir un día
después los conatos del vencedor o la aspiración de
las parcialidades descontentas, ni estorbe con la política
verbosa y femenil el empleo de la
fuerza nacional en las labores urgentes del trabajo", expresa
el brillante editorial del Maestro al surgir
Patria.
Sostiene Martí en varias oportunidades la
necesidad de que el periódico dé a conocer la
realidad norteamericana. Un ejemplo de ello lo confirma el
artículo "La verdad sobre los Estados Unidos", el 23 de
marzo de 1894: "Es preciso que se sepa en nuestra
América la verdad de los Estados Unidos (…) Y para
ayudar al conocimiento de la realidad política de
América, y acompañar o corregir, con la fuerza
serena del hecho, el encomio inconsulto -y, en lo excesivo,
pernicioso- de la vida política y el carácter
norteamericanos, Patria inaugura, en el número de
hoy, una sección permanente de "Apuntes sobre los Estados
Unidos", donde, estrictamente traducidos de los primeros diarios
del país, y sin comentario ni mudanza de la
redacción, se publiquen aquellos sucesos por donde se
revelen, no el crimen o la falta accidental -y en todos los
pueblos posibles- en que sólo el espíritu mezquino
halla cebo y contento, sino aquellas cualidades de constitución que, por su constancia y
autoridad,
demuestran las dos verdades útiles a nuestra
América: el carácter crudo, desigual y decadente de
los Estados Unidos, y la existencia, en ellos continua, de todas
las violencias, discordias, inmoralidades y desórdenes de
que se culpa a los pueblos hispanoamericanos".
Constantemente mantiene estrecha correspondencia con
Gonzalo de Quesada Aróstegui y Benjamín Guerra. En
sus cartas a estos amigos les indica cómo debe aparecer
las informaciones en su amado periódico, y les recomienda
constantemente que los trabajos que en él se publiquen
deben fortalecer los ideales revolucionarios y libertadores. Fe
de ello se encuentra en sus palabras: "A Patria
téngamela a la capa, en cuanto a ideas, totalmente
silenciosa en cuanto transpire a debate o
réplica, sobre todo en lo referente a autonomistas,
martillando muy recio en el pecado, pero sin decir jamás
el nombre de los pecadores. Ya ve cómo así vamos
ganando la batalla (…) Que queden tendidos por nuestra
razón serena, y obligados a nuestra magnanimidad.
Patria hágamela de asuntos pintorescos, y en cada
número algo brillante y nuevo (…) Heroísmos
desconocidos y breves: relaciones pujantes (…): poca biografía larga
(…)".
Desde Cabo Haitiano, el 10 de abril de 1895, dicta
normas a seguir por los responsables en Nueva York del
órgano noticioso: "Patria ha de ser ahora un
periódico alto y hermoso. Antes pudimos descuidarla o
levantarla a brazadas; ahora no. Ha de ser continuo sobre las
mismas líneas, afirmando con majestad lo contrario de lo
que se afirma de nosotros; mostrando en el silencio
inquebrantable sobre las personas- el poco influjo real que les
concedemos. A lengua sinuosa
nos están batiendo; cerrémosles el camino a mejor
lengua, la hermosa, – por ejemplo- del artículo sobre las
proclamas de Masó (…). Y siempre los mismos puntos
principales: capacidad de Cuba para su buen gobierno; razones de
esta capacidad; incapacidad de España para resolver en
Cuba capacidades mayores; decadencia fatal de Cuba y alejamiento
de su destino bajo la continuación del dominio
español, diferencias patentes sobre las condiciones
actuales de Cuba y de las repúblicas americanas cuando la
emancipación; moderación y patriotismo del cubano
negro, y certeza probada de su colaboración
pacífica y útil, – afecto leal al español
respetuoso- concepto claro y
democrático de nuestra realidad política; y de la
guerra culta con que se ha de asegurar. Eso cada día , y
en formas varias y en el periódico todo. ¿Por
qué no un artículo sobre cada uno de esos puntos?
?O un número donde estuvieran todos ellos tratados
explícitamente? Esa es buena idea. Un número para
eso, sobre esos temas, que ustedes escriban, como de la casa, o
que escriban y firmen varios".
Y desde los campos cubanos: "Lúzcase en
Patria con un buen artículo sobre el
espíritu uno, desinteresado, hermoso, casi religioso de
las emigraciones. Corríjame bien a Patria.
Hágamelos de asuntos pintorescos y, en cada número,
algo brillante y nuevo. Heroísmos desconocidos y breves.
Embellezcan y regularicen a Patria: mucha noticia, ahora. Estrada
escriba. Un fondo con la idea fijada, vuelta y revuelta; todo lo
de Cuba; y siempre, una amenidad revolucionaria, biografía
o leyenda".
En estas instrucciones, claras y concretas, se
patentizan la dimensión y capacidad de Martí como
director de un periódico.
Por tal motivo, el escritor guatemalteco Rafael
Spíndola llega a decir que Patria ofrece el
espíritu de lucha del Apóstol, al afirmar:
"más que un periódico, parece esa hoja la
disección de un alma viva: aquí el ¡ay¡
quejumbroso del dolor; más allá el himno de la
esperanza que renace; pero todas sus líneas empapadas
siempre en profundísimas nostalgias. A más de esto,
el acento de convicción vibra y queda como repercutiendo
en cada uno de los renglones que brotan de aquel apóstol
mártir."
Martí manifiesta que un periódico deber
ser: "extraño a todo género de prejuicios,
enamorado de todo mérito verdadero, afligido de toda tarea
inútil, pagado de toda obra grandiosa. Donde todo sereno
pensamiento y pensador e hidalgo tenga casa".
Cuando da su criterio sobre la variedad de estilos de
una gaceta, el Apóstol expone: "uno es el lenguaje de
gabinete; otro el del agitado parlamento. Una lengua habla la
áspera polémica; otra la reposada biografía.
De aquí que un mismo hombre hable distintas lenguas cuando
vuelve los ojos ahondadores a las épocas muertas, y
cuando, con las angustias y las iras del soldado en batalla,
esgrime el arma nueva en la colérica lid del presente. No
hay porqué invalidar vocablos útiles, ni porque
cejar en la faena de dar palabras nuevas a ideas
nuevas".
Al valorar toda la trayectoria periodística de
Martí, a su muerte,
Charles Anderson Dana escribe: "de tales héroes no hay
muchos en el mundo, y su sepulcro de guerrero prueba plenamente
que, en época como esta, material y positivista, hay
espíritus que lo saben sacrificar todo por sus principios sin
recibir nada por ello."
Sus teorías
y doctrina en este campo las deja explícitas en diferentes
oportunidades.
El 8 de julio de 1875, en Revista Universal,
ofrece sus consideraciones con respecto al objeto de la prensa:
"No es el oficio de la prensa periódica informar ligera
y frívolamente sobre los hechos que acaecen, o censurarlos
con mayor suma de afecto o de adhesión. Toca a la prensa
encaminar, explicar, enseñar, guiar, dirigir;
tócale examinar los conflictos, no
irritarlos con un juicio apasionado; no encarnizarlos con un
alarde de adhesión tal vez extemporánea;
tócale proponer soluciones,
madurarlas hacerlas fáciles, someterlas a consulta y
reformarlas según ella; tócale, en fin, establecer
y fundamentar enseñanzas, si pretende que el país
la respete, y que conforme a sus servicios y
merecimientos, la proteja y la honre. Tiene la prensa
periódica altísimas misiones: es la una explicar en
la paz, y en la lucha, fortalecer y aconsejar; es en la otra
hacer estudio de las graves necesidades del país, fundir
sus mejoras, facilitar así la obra a la
administración que rige, y ya que tantas graves
cuestiones preocupan en una nación que asciende de una
situación vacilante y anómala, a la de tierra
dueña y libre, ayude la prensa periódica a los que
gobiernan, señalando, y presentando estudiadas las
cuestiones que han menester más seria y urgente
reforma".
En estas palabras se destaca cómo para
Martí la prensa tiene valor
ideológico y deviene en un instrumento formador,
además de jugar su papel como medio de
información.
El Apóstol también consigna su
concepción de cómo debe ser un escritor de diario:
"el escritor diario no puede pretender ser sublime. Semejante
pujo para en extravagancia. Lo sublime es esencia de la vida; la
montaña remata en pico; lo sublime es como pico de
montaña. Es como quien quisiera andar a pasos naturales
por sobre picos de montaña. Los empedrados no son
cúspides sino pedrezuelas. Esa suprema altitud quede para
los que son dueños de sí mismos y pueden esperar la
hora de la inspiración. Pero el que no es dueño de
sí, y no puede esperar la hora, ha de aprovecharla si le
sorprende, pero no ha de forzarla. Que la inspiración es
dama, huye de quién la busca. El escritor diario, que
puede ser sublime a las veces, ha de contentarse con ser
agradable".
También, para destacar la moral que debe
acompañar al periodista, el Apóstol asegura que:
"ni aún para captarse la simpatía que ha
menester en una tierra culta el cronista desconocido que llega a
sus puertas, deben emplearse en expresiones meramente personales
la atención y el espacio que han de darse
enteros al mejoramiento de la patria y al estudio leal de los
problemas industriales y políticos, que pueden ayudar a
extraer oro de sus entrañas generosas o a ir poniendo en
su aire ese otro
oro sutil, y de más precio, que
viene con la práctica entendida y sincera de las
libertades".
Y con la misma ética asegura que: "El
desinterés del periodista es esencial. Aflige cobrar por
lo que se piensa: y más si, cuando se piensa, se ama. Un
periódico sin generosidad, es un azote. Un
periódico generoso, es una columna".
Su honestidad para
con esta profesión le lleva a decir: "Periodismo magno el
de quienes en papeles condenados a desaparecer en horas o
días, escriben para años".
Queda una pregunta por hacer: ¿qué hubiera
hecho Martí como periodista, si llega a tener libertad
total para realizar su obra de la forma que él
deseaba?
"…Una revista mensual, toda escrita de mi mano, y
completa en cada número; que venga a ser como la historia
corriente y resumen, a la vez expositivo y crítico, de
todo lo culminante y esencial en política alta, teatro,
movimiento de pueblos, ciencias contemporáneas, libros,
que pase acá y allá, donde quiera que, de veras,
viva el mundo".
De seguro, si el
Héroe Nacional Cubano hubiera realizado este proyecto,
habría legado la más completa y bella revista en
idioma español de su época.
"Para Martí, no hubo preocupación
más honda que la de su ideal patriótico.
Reiteradamente opone a la gloria literaria y periodística,
la de servir a Cuba, a la que solo iguala la de lograr la
perfección del hombre y la de acrecer el bienestar del
mundo", opina el intelectual Isidro
Méndez.
Sabedor de que "la prensa no es aprobación
bondadosa o ira insultante; es proposición,
estudio, examen y consejo", la labor periodística de
Martí consolida la conciencia nacional, independentista y
antimperialista, cohesiona esfuerzos del pueblo cubano, y une
voluntades para luchar por la libertad del suelo
patrio.
Dispersa en múltiples publicaciones, la obra
periodística del Héroe Nacional Cubano refleja uno
de los aspectos más interesantes y profundos de su vida.
En las crónicas, artículos, reseñas,
críticas artísticas y literarias y correspondencias
para la prensa de diversos países, se encuentran el sentir
de ese corazón
puro y digno, de esa alma bella y diáfana, las más
límpidas esencias de su espíritu y cabal
concepción de la vida. Pero también, demuestran su
don crítico, extraordinario talento, capacidad abarcadora,
magistral estilo, admirable penetración en el pensamiento
humano y poder de síntesis
que debe acompañar al periodista.
La producción periodística del
Apóstol, además de enseñar, deleita e
ilustra, por su profundidad, originalidad, variedad, honestidad
intelectual y amplitud.
Todos los problemas de los pueblos latinoamericanos, ya
sean económicos, culturales, religiosos,
históricos, políticos, sociales, agrarios,
educacionales, étnicos, migratorios, y demás, el
Maestro los estudia a fondo; analiza minuciosamente sus causas,
las contrasta, y brinda soluciones prácticas y concretas,
lo que evidencia su elevada cultura y amor por los países
de nuestra América. Y estas dificultades americanas las
plasma en los periódicos y revistas de la época y
plantea la necesidad de que estos sirvan de exponentes y
defensores de la verdad y el logro de la soberanía de cada uno de esos
países, lo que se puede observar cuando sintetiza esta
idea con la frase: "La prensa es el can guardador de la casa
propia"
La maestría, seriedad y rigor con que exalta a
figuras hispanoamericanas, como Simón Bolívar, San
Martín, Cecilio Acosta, Federico Proaño, Eloy
Escobar, Juan Carlos Gómez, Santiago Pérez Triana,
Olegario Andrade, Miguel Peña, entre otros, exponen su
admiración por todos aquellos hombres que, por su valor,
talento o virtud, pusieron en alto el nombre del
continente.
La pedagoga Camila Henríquez Ureña
manifiesta que: "dentro de las circunstancias reinantes en la
época, la obra de Martí hecha para publicarse
impresa –es decir, dejando aparte los discursos y
las cartas privadas- es, casi en su totalidad, periodismo", y
la martiana Fina García Marruz alega: "No sólo
publica principalmente en el periódico la mayor parte de
su obra, sino que ella es, en gran parte, auténtica
crónica periodística, que no sólo recoge lo
más importante de la actualidad literaria o
política sino aun el pequeño suceso
diario".
Mientras la poetisa chilena Gabriela Mistral asegura que
el Apóstol cubano es: "un hombre de tribuna y
redacción", el intelectual villaclareño Juan
Marinello expresa: "Parece innegable que fue el periodismo -un
periodismo distinto, en que se vuelcan el gran escritor, el gran
revolucionario y el gran artista-, el campo donde alcanza su
más alto nivel".
Estas definiciones sobre la labor periodística de
Martí no terminan aquí. Para Ramón
Becali, su periodismo es "tribuna, confesionario y trinchera
de ideas".
La labor periodística deviene en arma
revolucionaria en manos de Martí, y la esgrime en defensa
de su querida tierra, como para denunciar las injusticias y
opresión cometidas en cualquier lugar del mundo. De esta
forma, se convierte en uno de los más grandes periodistas
del mundo en su época, y un gigante revolucionario que
supo dar su vida por la libertad. Mas esa arma revolucionaria es
empleada por él con total dominio de la ética, y
por tal razón dice: "El periodismo ha de ser un culto, que
lo sea la virtud. No debe hacerse de la pluma arma de
satírico, sino espada de caballero".
Y esa misma moral lo conduce a afirmar: "No merece
escribir para los hombres, quien no sabe amarlos".
No cabe duda que Martí desempeña esta
apasionante profesión con mucho acierto, al tener en
él a un creador de extraordinaria dimensión. No
cabe duda que la obra periodística de Martí sigue
vigente, pues todas sus creaciones, desvelos y esfuerzos en este
campo son ejemplo y paradigma
hacia el logro del bien social.
Por
Ariel Lemes Batista
El autor es periodista, investigador, historiador y
profesor
universitario cubano.