La independencia peruana, una polémica permanente. Reflexiones acerca de la historia y los historiadores
- La historia y los
historiadores - La polémica de la
independencia - Características
generales: historia tradicional e historia
crítica - Tesis
principales - Alternativa
- Bibliografía
Comprender nuestra realidad es importante, reflexionarla
y transformarla una necesidad vital. El ensayo que
a continuación desarrollamos gira en torno a esas
preocupaciones.
Diversos historiadores afirman que a lo largo de la
historia del Perú existen tres momentos fundamentales: la
invasión española al Tahuantinsuyo, la
independencia nacional y la guerra de
Chile contra el Perú. Aquellos períodos, se dice,
representan en la memoria
común del país, "un triángulo de discursos
históricos que han terminado por afianzar una suerte de
frustración colectiva, de ocasiones perdidas y de agravios
nacionales". Es decir, querrámoslo o no, estos
episodios influyeron y aún siguen afectándonos en
la actualidad. De ahí la trascendencia de razonar sobre
los mismos.
La inestabilidad política y social, la
ingobernabilidad, la amenazada soberanía, el autoritarismo y la incipiente
democracia
– las que en el tiempo actual
cobran una significativa relevancia – tienen su origen
paralelo al nacimiento del Estado peruano
autónomo.
Entonces, la independencia es una coyuntura
histórica de la que se derivan algunos de los principales
problemas del
Perú republicano. Así, han pasado más de
ciento ochenta años de la fecha en que San Martín
declarara la independencia y el congreso constituyente eligiera a
la república como forma de gobierno y, sin
embargo, las dificultades en el presente parecen ser
idénticas.
Recordemos, además, que el 28 de Julio sirve para
legitimar el sistema
político contemporáneo. Es la base del estado
de cosas en donde nos movemos. Por lo tanto, es indispensable su
estudio y comprensión. Sabemos, también, que la
descripción y narración de los
hechos, la historia de los personajes sobresalientes, las fechas
y datos claves son
en sí básicos y esenciales. No obstante, en esta
oportunidad, lo que se busca es el análisis, la interpretación y la reflexión de los
acontecimientos, en pocas palabras, el significado real de la
independencia peruana a partir de las dos posiciones
contrapuestas que subsisten sobre el tema.
Pero, antes de meternos de lleno en el trabajo,
dedicaremos unas líneas a explicar la relación
entre los historiadores y la historia que escriben. Todo con la
única finalidad de entender el por qué de las
diferencias en la interpretación de un proceso
histórico. Terminaremos ofreciendo una propuesta de
investigación.
LA HISTORIA Y LOS
HISTORIADORES
Edward H. Carr considera que antes de estudiar historia
se debe conocer al historiador, incluso agrega, antes de examinar
al historiador debemos indagar su ambiente
histórico y social . Aquí subyace la idea capital de
estudiar al historiador en el contexto en que escribe, pues,
él es producto de la
historia y de la sociedad en
que se desenvuelve.
Además, dentro de una sociedad encontramos varias
clases sociales y, necesariamente, el historiador pertenece a una
de ellas. Por lo que su análisis e interpretación
que haga de la historia, lo hará a partir de su clase social y
de los intereses y objetivos que
persigue. En apreciación de I.S.Kon: "la
concepción del mundo de los historiadores depende de sus
intereses filosóficos, políticos, etc., y, en
resumidas cuentas, de su
posición de clase. [en suma] los historiadores que
pertenecen a distintas clases
sociales explican de distinto modo las mismas
cuestiones". Entonces, los diferentes puntos de vista que hay
en la historia sería el resultado, de la teoría
o filosofía de la historia que maneja el historiador y los
intereses políticos y económicos que defiende.
Claro está dependiendo de la clase social en que se
encuentra.
Un historiador de clase baja va a comprender y difundir
el conocimiento
histórico de manera diametralmente discordante, a como lo
haría uno de condición social alta. Sin embargo,
aclaremos que no siempre sucede así.
Existen científicos sociales que, en su
afán por satisfacer sus ambiciones personales y de
comodidad, se transforman de intelectuales
orgánicos a intelectuales institucionalizados. Olvidan el
compromiso con su sociedad y, fundamentalmente, con su clase
social. Tiene mayor valor sus
intereses políticos y económicos que la objetividad
en la ciencia
histórica. "Cambian de ideas como de ropa
interior". Se someten y son dependientes del exterior o del
Estado, quienes van a financiar sus investigaciones.
Escriben la historia de tal modo que quien les paga esté
contento con su trabajo.
Ordenan el pasado a los intereses del presente.
Para Jean Chesneaux: "el saber histórico
está acaparado por una minoría que, en connivencia
con la clase dirigente, acepta sus valores
ideológicos y lleva en líneas generales la misma
vida confortable". Más adelante, afirma con
contundencia: "en las sociedades de
clases, la historia forma parte de los instrumentos por medio de
los cuales la clase dirigente mantiene su poder […].
El Estado, el
poder, organizan el tiempo pasado y conforman su imagen en
función
de sus intereses políticos e
ideológicos".
En conclusión, la historia y los historiadores
vienen a representar, muchas veces, uno de los medios que
utiliza la clase dominante para legitimar el orden establecido
por sus integrantes. Lo que lleva, obligatoriamente, a tener una
visión de la historia al servicio del
poder y alejada de la realidad. Todo historiador maneja una
teoría o filosofía de la historia de acuerdo a sus
intereses y objetivos. Por ejemplo: el marxismo
reconoce que la historia de todas las sociedades es la historia
de la lucha de clases, es decir, el desarrollo de
la humanidad es una permanente pugna, una enorme
contradicción entre los que dominan y los
dominados.
Los historiadores marxistas insisten en el estudio
analítico y crítico de todo, en una visión
total de la historia. Los hechos particulares son útiles,
únicamente, si lo relacionamos a la totalidad. La verdad,
la generalización y la objetividad presente en la historia
ciencia, si es posible para el marxismo. En cambio, la
teoría postmoderna proclama que ya no existe el conflicto
social al que aluden los marxistas. Para la postmodernidad
la historia ha llegado a su fin, la gran meta es una realidad. La
evolución social y económica ha
finalizado y es el capitalismo la
última etapa de la historia. En síntesis,
el hombre es
un ser libre y se encuentra disfrutando de su libertad.
También, podemos agregar, que el rompimiento con la
historia total y el privilegio excesivo por lo particular, es una
característica más de esta filosofía. Se
llega al extremo de decir que no existe la verdad sino mi verdad,
lo que equivale, a tantas verdades como historiadores existan.
Por lo tanto, no puede haber una generalización ni mucho
menos objetividad.
El discurso
postmoderno es altamente subjetivo, se asemeja a una novela
histórica. El historiador postmoderno crea el hecho
histórico, éste existe cuando es pensado por
él. En suma, la historia es un cuento no una
ciencia.
Con los argumentos del marxismo y postmodernismo que son
totalmente distintos, queda explícito como la
filosofía o teoría que el historiador maneje, va a
reflejar la interpretación que haga de la historia que
escribe. Así, es posible entender el por qué de las
diferentes visiones o puntos de vista en la historia.
LA POLÉMICA DE
LA INDEPENDENCIA
Con la celebración del sesquicentenario de la
independencia peruana en 1971, se iniciaron las publicaciones de
numerosos textos sobre este proceso histórico. La
mayoría de los libros iban a
repetir las mismas tesis ya
enunciadas por la historiografía oficial. Incluso el
gobierno militar de turno, nombró una comisión
especial para recopilar y publicar una inmensa colección
documental sobre la emancipación. El resultado final fue
más de cien volúmenes de documentos
impresos, todos con una definida visión
nacionalista.
Es en esa coyuntura que, el instituto de estudios
peruanos, editó "La independencia en el Perú,
las palabras y los hechos" de Heraclio Bonilla y Karen
Spalding. La finalidad: poner al descubierto lo que la historia
oficial con tanto ahínco quería ocultar; que la
"independencia fue concedida más que obtenida".
Aquella afirmación causaría revuelo en el ambiente
nacional y es a partir de aquel instante que la polémica
se mantendrá hasta nuestros días. Recordemos, que
el debate
marcó la confrontación de dos maneras de comprender
e interpretar la época de la independencia, "una suerte
de combate: historia contra historia".
CARACTERÍSTICAS GENERALES: HISTORIA
TRADICIONAL E HISTORIA
CRÍTICA
La historia que todos conocemos es historia oficial,
transmitida por el Estado a través de las asignaturas de
historia en los colegios, las conmemoraciones y días
festivos plasmado en el calendario cívico, los
filmes y la
televisión, la numismática, los monumentos, el
nombre de calles, parques, plazas y avenidas.
Es historia que busca la creación de conciencia
colectiva en concordancia con los ideales nacionales.
"Pretende ser una visión de consenso, aceptada por
todos, pese a las diferencias de clase y de filiación
regional". Esta historia divulgada en los textos escolares
"es una historia oficial, es un hecho más
político que científico […] por tanto, es
necesariamente partidario y subjetivo". El pasado es
manipulado en función de las exigencias del momento, en
donde lo más importante es la valoración de los
hechos y héroes, próceres e ideólogos,
así se deje de lado la verdad de los acontecimientos
históricos. La historia tradicional quiere lograr una
total armonía social, sin que para ello importe que se
logre mediante la alienación. Historia impuesta y
difundida por la clase social dominante.
Por otro lado, tenemos a una historia crítica
que llamaremos no tradicional. En comparación con la
historia oficial – que llega a un público más
amplio- la no tradicional tiene un espacio de circulación
muy limitado. Esto se explica por ser una historia que no
comparte las ideas ni las tesis de la historia oficial. No
intenta fundar, inapropiadamente, las bases históricas de
la nacionalidad,
ni mucho menos, impedir la crítica histórica de los
problemas del presente.
En mi opinión, representa un intento de romper
con la imagen oficial y tradicional creada sobre la
independencia. Sin embargo, no basta con las intenciones y las
críticas. Debemos buscar y realizar una historia
desenvolvente y desalienante. Historia ligada a una educación verdadera
que – en palabras de Paulo Freire,
pedagogo brasileño – sea diálogo,
praxis;
reflexión y acción
del hombre sobre
el mundo para transformarlo. En resumida cuenta, eminentemente
problematizadora, fundamentalmente crítica, virtualmente
liberadora. Historia comprometida pero no con el poder sino con
una real concientización de los hombres sobre la realidad
social en que existen. Todo con el único objetivo de
ser "un ser en sí y para sí", y realizar la
construcción de una sociedad
diferente.
Para la historiografía oficial la independencia
es un proceso nacional, es el resultado de una toma de conciencia
colectiva. Lo cual demostraría la unidad y uniformidad de
la población peruana, es decir, el Perú
mestizo como el protagonista principal de la lucha emancipadora.
Es un proceso nacional, nos dicen los tradicionalistas, porque
abarca un período de tiempo en donde se inicia – con
la rebelión de Túpac Amaru en 1780-, desarrolla,
consolida y consigue nuestra liberación de España,
que se extiende a lo largo del virreynato peruano. Así,
queda implícito que todas las regiones del Perú
buscaron la ruptura con el régimen colonial.
Además, la toma de conciencia colectiva lleva a
entender que tanto los criollos, mestizos, indígenas,
negros y demás castas, hicieron suya la idea común
de lograr su independencia. Los grandes desequilibrios sociales
dejaron de existir y todos unidos -en la sociedad mestiza- con
una sola meta, obtuvieron el triunfo.
La historia no oficial va a refutar aquellas tesis. La
independencia fue un proceso pero no nacional. Las diferentes
regiones del virreynato no tenían los mismos intereses ni
deseaban la separación definitiva. Igualmente, es
erróneo hablar de una toma de conciencia colectiva por la
mayoría de peruanos así como la formación de
un Perú mestizo. Porque no existió una unidad en la
sociedad colonial. Ésta fue "altamente estratificada y
diferenciada y sus líneas de separación y de
oposición fueron trazadas a partir de criterios
económicos, racionales, culturales y legales". Es una
sociedad heterogénea con un gran abismo social, en donde
no es apropiado sustentar la existencia de una sociedad
mestiza.
Aquí, podemos darnos cuenta, claramente, la
manipulación del pasado a las exigencias del presente.
Para la historia oficial no es nada bueno difundir el
conocimiento de las grandes fisuras sociales. Lo útil
es su ocultación y dar la imagen de una sociedad
armónica y cohesionada, cuando en verdad no fue
así.
Por otra parte, la historia tradicional se equivoca al
afirmar que la emancipación se inicia con la
sublevación de Túpac Amaru en 1780. "Esta
rebelión, a pesar de lo que corrientemente se afirma, no
tuvo vinculación directa con la independencia [….] se
produjo cuatro décadas antes y fracasó".
Incluso, la rebelión en vez de causar una
propagación del descontento popular y la búsqueda
de libertades, ocasionó la consolidación del orden
colonial.
Debido a que el gobierno virreinal llevó a cabo
una represión brutal contra todos aquellos que
habían participado en la insurgencia. Los criollos, que en
un primer momento apoyaron la lucha del cacique de Tungasuca,
pronto le dieron la espalda al ver la peligrosidad que causaba la
movilización indígena. El mencionado hecho
histórico demuestra, según la historia no oficial,
la incesante persistencia en encontrar causas netamente internas
en el proceso independentista. El contexto internacional en que
estuvo inmersa la corona española es tomado como simples
influencias.
Sin embargo, hay que recordarles a los tradicionalistas,
que la independencia del Perú y Sudamérica fue
posible gracias a la crisis del
Estado metropolitano. La invasión francesa a la
península en 1808, motivó que el imperio español
estuviera más preocupado en lograr su propia
liberación, que en dedicarse a resolver los problemas de
sus colonias en América. Entonces, si preguntamos por el
inicio de la emancipación, el año de 1808 es el
establecido.
La interrogante fundamental que debemos hacernos, en
nuestras indagaciones, es sobre el significado histórico
de la independencia peruana. El 28 de julio de 1821 y los hechos
que suceden hasta la capitulación de Ayacucho, marcan el
nacimiento del Estado Peruano independiente, la separación
definitiva de España. Es, también, "la esperanza
en una vida más justa y mejor, en la afirmación de
la libertad del hombre […] es el principio de la
conducción del Perú por cabezas y manos nacidas en
esta tierra […] y
es igualmente el principio de una promesa". Pero, en palabras
de Basadre, "lo tremendo es que aquí esa promesa no ha
sido cumplida del todo". En consecuencia, de qué clase
de independencia estamos hablando.
Para la historiografía tradicional la
emancipación no es solamente una independencia
política sino "es el paso de una era que concluye a
un mundo que se contempla y se espera mejor". En
síntesis, "es un tránsito, un cambio, una
transformación" en todo ámbito, pero "dentro
de una continuidad de la vida peruana". Por eso afirman que,
"la independencia asume, incorpora a sus nuevos ideales e
ilusiones al hombre virreinal y a la sociedad creada en ese
tiempo". Desde una perspectiva distinta, la historia no
oficial sustenta la tesis de una ruptura política mas no
económica ni social.
En lo político, la metrópoli
española dejó de tener ingerencia en el
Perú, los virreyes desaparecieron. El mando del Estado
quedó a cargo de los ciudadanos peruanos. No obstante,
aclaremos, que fue un grupo reducido
quienes se convirtieron en la clase social dominante. De
ahí que la independencia se considere eminentemente
criolla.
En el aspecto económico, pasamos del dominio colonial
español a la supremacía comercial inglesa;
subordinados exclusivamente a la nueva potencia del
mundo. Socialmente siguió existiendo una sociedad
heterogénea con un gran abismo social. Aquello se
demostró con la exclusión de los indígenas-
como seres inútiles e incapaces que no podían
manejar los destinos del país- y el predominio de los
criollos. Realidad que pone en evidencia las grandes
desigualdades sociales presentes en la época. "La
estructura
social queda efectivamente intacta", más
aún, nos dice Basadre, la condición de las masas
populares "empeoró durante la república".
Recordemos, por ejemplo, el mantenimiento
de la esclavitud y el
tributo indígena hasta 1854, año de su
abolición, el tardío reconocimiento de la
existencia legal de las comunidades indígenas en 1920; y
la presencia popular en el sistema electoral
en 1980, después de 159 años de lograda nuestra
liberación.
En suma, la independencia "no significó en
manera alguno la quiebra del
ordenamiento económico y social de carácter colonial que continuó
vigente hasta el ocaso del siglo
XIX".
Si profundizamos un poco más, tendríamos
que preguntarnos ¿Quiénes consiguen la ruptura
política con España? Para la historia no oficial,
fue lograda "por la decidida y eficaz intervención de
los ejércitos del sur (San Martín) y del norte
(Bolívar)". Se trataría de una
independencia traída de fuera y no conseguida por los
peruanos. Es decir, "una independencia concedida más
que obtenida". En cambio, la historiografía
tradicional está convencida que la emancipación
"es un proceso que se manifiesta y madura lentamente",
resultado de una serie de conspiraciones y rebeliones nacidas en
nuestro territorio que sólo para la victoria final
necesitó el apoyo de regiones vecinas. Es una
independencia peruana y no imposición de
extraños.
Todo lo expresado, anteriormente, conduce a indagar el
papel de los actores históricos – la clase social
dominante y los sectores populares – en el período
independentista.
La historiografía no oficial es contundente al
afirmar que la clase dominante no deseaba la separación
definitiva de España, sólo buscaba reformas dentro
del mismo sistema colonial. "La elite prefería la
seguridad al
cambio y no estaba preparada para poner en peligro su predominio
social por amor a la
independencia".
El impase político y militar entre 1821 y 1824,
constituye una de las pruebas de que
los peruanos no habían optado por ser independientes. Al
final, "la elite peruana no luchó por la independencia.
Se conformó y se acomodó" a las circunstancias
del tiempo. Aquí apreciamos el carácter dubitativo
de aquella clase social. La historia oficial va a entender aquel
suceso, en un primer momento, como algo natural debido al
ambiente cambiante de la época. Posteriormente, esa
incertidumbre, según los tradicionalistas, terminó
y se pasó de una fidelidad inicial a la corona al
inevitable reconocimiento de separación.
Ahora, ¿Cuál es el punto de vista de la
historia tradicional sobre las clases populares? Al revisar los
textos podemos advertir la mayor importancia que se le da a los
próceres, ideólogos y personajes ligados a la vida
política. El pueblo es nombrado pero no con el verdadero
valor que merece. No obstante, las oficialistas creen en la
decidida participación del hombre peruano en la lucha por
su liberación.
En forma contraria, la historia no oficial, declara que
existió una limitada colaboración popular que
estuvo presente en ambos bandos en conflicto. Tanto patriotas
como realistas utilizaron diversos mecanismos (por la fuerza o el
engaño) para conseguir su adhesión. Aun así
las grandes mayorías no acudieron en forma masiva, pues,
no veían que mejoraría sus condiciones de vida. Era
una independencia "hecho por –y para- las capas altas de
la sociedad colonial". De ahí ese "gran silencio de
las masas populares del Perú" . En opinión
personal,
discrepo con ambas historiografías que se van al extremo
de decir que fue una acción de todos o ausencia casi
total. El problema radica en el no conocimiento cabal de la
naturaleza de
su colaboración. Consecuencia de la falta de
investigaciones exhaustivas e integrales.
Finalmente, la idea de Lynch de que "las masas fueron
organizadas reclutadas, manipuladas, pero no fueron politizadas
ni incluidas en la nación", me lleva a recordar la tesis
de Jean Chesneaux en donde "los excluidos del proceso de
decisión política son por ello mismo excluidos de
la historia". En el Perú aquel argumento encaja
perfectamente. La historia del país es la historia de los
de arriba, es historia de los que tienen el poder
político. Es historia construida con el objetivo de
ocultar la verdadera realidad peruana; plagada de constantes
exclusiones y marginaciones de las clases populares. Historia
envolvente que busca la justificación del orden social
existente.
Hasta el momento, mi intención no ha sido
repensar la independencia para caer en un pesimismo del cual no
podamos levantarnos. Por el contrario, este ensayo quiere
aportar y animar la realización de inmediatas
investigaciones. En ese sentido presentamos a continuación
una propuesta de trabajo.
Los historiadores y otros especialistas que se han
ocupado de la emancipación, lo han hecho a partir de los
acontecimientos sucedidos en la ciudad de Lima. La base de
aquellos estudios ha servido para crear una visión general
de la independencia del Perú. Aquí encontramos una
primera dificultad. Si bien es cierto que la "Ciudad de Los
Reyes" fue la capital más importante de donde se
controlaba todo, con una burocracia
colonial extensa. Es también significativo que la elite y
las clases populares provincianas discrepaban y tenían
intereses contrapuestos a las de Lima. Entonces, hacer una
generalización sin tomar en cuenta estas peculiaridades y
diferencias, sin estudiar a cabalidad cada espacio regional, no
es nada serio.
La verdadera naturaleza del proceso independentista
podrá ser esclarecido cuando nosotros, los
científicos sociales, propongamos nuevas alternativas de
comprender e interpretar los hechos históricos.
Alternativas que nos lleve a una mayor profundización en
las investigaciones y, por lo tanto, a un conocimiento más
coherente de nuestra realidad.
Así, es imprescindible para lograr aquel
propósito, la propuesta de dedicarnos a la
investigación de historias regionales para luego
relacionarlas a la totalidad. En otras palabras, entender la
singularidad de los aportes regionales, las repercusiones que
causaron en la capital y conectarlo en un todo inteligible que es
Hispanoamérica.
Antes de finalizar, quiero evocar una idea que subyace
en la propuesta. Se trata del acceso, manejo y conocimiento de
una documentación más amplia. Los
archivos
regionales guardan fuentes
manuscritas de gran valor histórico. Su
utilización, conservación, análisis e
interpretación queda en manos de nosotros que estudiamos
las ciencias
sociales en el Perú. Realmente el panorama de la historia
peruana se vería enriquecida por esas contribuciones. En
suma, empecemos a trabajar con ese fin, hagamos realidad la
alternativa.
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