La primera referencia sobre la existencia de los
germanos aparece durante las campañas del emperador romano
Julio César en Galia (al norte de los Alpes y al oeste del
Rhin), del año 58 al 51 a.C. No obstante, el origen de los
germanos se remonta a los teutónicos y los cimbrios,
descendientes de los daneses. Estos pueblos invadieron las
regiones mediterráneas entre los años 113 y 101
a.C.
En el año 9 de la era actual, Arminio, jefe de
los queruscos -considerado luego el primer héroe nacional-
dirigió una rebelión que derrotó a tres
legiones romanas en Teutoburgo. A mediados del siglo III, las
tribus originarias se habían fusionado en unidades
políticas mayores: los sajones, los francos
y los alamanes.
En el siglo IV, después del retiro gradual de los
romanos, la invasión de los hunos de Atila provocó
la Gran Migración
en el continente europeo. El Imperio Mongol fue destruido tras la
derrota sufrida ante los germanos en el año 455. Germanos
y sajones a su vez, fueron sometidos por Clovis y Carlomagno al
Imperio Franco.
De la división del Imperio Carolingio, en el
año 843, por el Tratado de Verdún, surgió el
primer reino exclusivamente germánico, bajo Luis el
Germánico. Durante el reinado de Otón I, coronado
en Roma, en 936,
Germania se convirtió por dos siglos, en el más
poderoso reino europeo.
Durante los siglos XII y XIII Alemania
experimentó una continua expansión y
colonización territorial, estimulada por el crecimiento de
la población.
En ese período, la inestabilidad de las
dinastías reales ayudó al fortalecimiento de los
principados seculares y religiosos. Los príncipes
tenían libertad para
construir fortalezas, explotar los recursos
naturales y ejercer la justicia en
sus dominios.
En 1356, la autoridad real
frente al Papado se afirmó jurídicamente a
través de la Bula de Oro de Carlos
IV (1346-1378). Esta consagró el derecho de designar el
rey sin la sanción de Roma y fortaleció la
posición de los principados, de cuyo apoyo
dependía.
En los siglos XV y XVI se mantuvo la inestabilidad
interna. El movimiento de
la Reforma protestante, iniciado en 1517 con la discusión
de las tesis de
Martín Lutero, se mezcló con las rivalidades
políticas.
La Reforma canalizó las críticas cada vez
más amplias a la creciente secularización y
corrupción de la Iglesia
alemana, que se había convertido en una próspera
institución económica y financiera, cuyas tierras
ocupaban un tercio del total en algunos distritos, pero el
escándalo se desató por la venta de
indulgencias. Al final de una sucesión de guerras
internas, incluyendo levantamientos campesinos violentamente
reprimidos, en 1555 se llegó a la Paz de Augsburgo, que
consagró la división político-religiosa
entre católicos y luteranos.
Las diferencias partidarias coincidían con las
religiosas; en 1608 se creó la Unión (protestante)
y un año después la Liga (católica). La
rebelión de Bohemia dio inicio a la Guerra de los
Treinta Años (1618-1648), que envolvió a todo el
continente y redujo la población de Europa central en
alrededor de 30%. Terminó en 1648 con la Paz de
Westfalia.
En el siglo XVIII, el reino de Prusia emergió
como una unidad económica y política de gran
dinamismo, creando tensiones crecientes entre los estados
alemanes. Los triunfos de Napoleón contra Prusia, en 1806, y la
formación de la Confederación del Rin pusieron fin
al sistema
político multipolar del Sacro Imperio Romano
Germánico.
En la Europa central del siglo XVIII, la cultura fue
una vía de escape para las energías intelectuales
que no podían volcarse en la política, dominada por
la autocracia de los príncipes. Éste es el marco
del idealismo y el
espiritualismo que caracterizaron el arte y la
literatura
alemanas, expresado por filósofos como Kant y Herder, y
los escritores Goethe y Schiller.
A la caída de Napoleón, en 1815, los
príncipes alemanes crearon una confederación de 39
estados independientes, salvo en el campo de la política
exterior. La oposición de las monarquías de Austria
y Prusia a formas más amplias de representación
contribuyó a aumentar el malestar popular, que se tradujo
en las rebeliones de 1830. La respuesta generalizada fue la
represión.
En 1834 Prusia plasmó su creciente peso
económico en el ámbito político, al
instaurar la Unión Aduanera Alemana de la cual Austria
quedó excluida. Tuvo como efecto la duplicación del
comercio entre
sus socios en un plazo de diez años, y la formación
de algunos centros de industrialización, donde
emergió una clase obrera.
Debido al rápido crecimiento de la población
urbana, la oferta de mano
de obra superó ampliamente la demanda. El
resultante empobrecimiento de trabajadores manufactureros y de
artesanos sirvió de caldo de cultivo para las rebeliones
de los años posteriores, cuya culminación fue la
ola revolucionaria de 1848/1849.
Por primera vez se logró la elección de
una Asamblea Nacional, con sede en Francfort, cuyos
representantes pertenecieron mayoritariamente al campo liberal y
demócrata. Exigieron la unidad alemana y paralelamente, la
garantía de libertades políticas. Sin embargo, su
división interna facilitó la recomposición
de fuerzas del antiguo régimen, que culminó con la
disolución del parlamento en junio de 1849 y la
represión de las organizaciones de
oposición.
Aplastadas las tendencias revolucionarias, la disputa de
Austria y Prusia por la hegemonía de la unificación
alemana se resolvió en 1866, con la victoria de la segunda
en la Guerra de las Siete Semanas. La unión se dio en
torno de la
Confederación Alemana del Norte, ideada por el canciller
prusiano, Otto von Bismarck, también como forma de
contener el liberalismo.
El Parlamento (Reichstag) fue inaugurado en febrero de
1867.
Tres años más tarde estalló la
guerra con Francia. La
victoria de Prusia en 1871 fue el paso final en el proyecto de
Bismarck, de unificar Alemania sobre una base monárquica y
bajo dominio de
Prusia. El imperio enfrentó dos fuerzas internas
contrapuestas, la Iglesia Católica y la socialdemocracia. Bismarck dictó las
Leyes de Mayo,
por las que se secularizaban la educación y otras
actividades civiles, pero retrocedió después, para
contar a la Iglesia como aliado en contra del socialismo.
Alarmado por el crecimiento de la socialdemocracia, el
régimen aplicó una combinación de
represión y reformas sociales, con el fin de neutralizar
su potencial.
El gobierno de
Bismarck utilizó el proteccionismo comercial para aumentar
el ingreso interno y fomentar la industria
nacional. La economía alemana dio
un nuevo salto, sobre todo en la industria pesada, la química, la
electrotécnica y la de medios de
producción. La formación de la
Triple Alianza, con Austria e Italia,
así como el establecimiento de colonias en África y
Asia a partir
de 1884, evidenciaron la aspiración de convertir al
Imperio Alemán en una potencia
mundial.
La rivalidad de Alemania con Francia e Inglaterra, por
un lado, y con Rusia y
Serbia, por otro, desencadenó la guerra en 1914. La
capitulación de sus aliados (el Imperio
Austro-Húngaro y Turquía), en noviembre de 1918,
hizo inevitable la derrota de Alemania. La crisis fue
acelerada por la revolución
interna, que hizo abdicar al emperador. El gobierno fue entregado
al socialista Friedrich Ebert, para convocar a una asamblea
constituyente. La socialdemocracia alemana se había
dividido entre una corriente moderada, partidaria de una evolución gradual hacia el socialismo, y la
que propugnaba el cambio
revolucionario. El grupo
Espartaco, encabezado por Carlos Liebknecht y Rosa Luxemburgo, se
identificaba con la Revolución
Rusa de octubre de 1917 y quería instaurar un
régimen similar al soviético. Los líderes de
Espartaco fracasaron al promover un golpe de Estado
en enero 1919, y fueron ejecutados sumariamente. Pocos
días después, en las elecciones de la
Constituyente, los electores dieron una amplia mayoría a
los socialistas moderados.
Formalmente promulgada en agosto de ese año, la
Constitución de Weimar fue saludada como la
más democrática de su época. El presidente
electo tenía poder para
nombrar al canciller, cuyo gobierno requería la confianza
de la cámara baja del parlamento, o Reichstag.
También proveía la constitución de una
cámara alta o Länder, formada por delegados
designados por los gobiernos de los estados
liberales.
La llamada República de Weimar tendría una
vida breve y azarosa. No obstante las virtudes atribuidas a la
constitución, diversos factores se conjugaron para que
sucumbiera. Uno de los principales elementos que desestabilizaron
a la república fueron las condiciones impuestas al
país en Versailles por las potencias vencedoras. Las
mismas afectaron no sólo la economía sino
también la moral de la
población, que no admitía que Alemania fuera
considerada "culpable" de provocar la guerra del 1914 y que no
lograba aceptar que las estipulaciones del tratado permitieran
juzgar a cualquier alemán, comenzando por el rey, como
criminal de guerra.
Si bien el gobierno republicano logró superar
serias crisis económicas, como la de 1920-23 y la que
sucedió a la caída de la bolsa de Wall Street en
1929, la acción
desestabilizadora de los comunistas y del Partido Nacional
Socialista, liderado por Adolf Hitler
habrían de precipitar su derrumbe. El Partido Nacional
Socialista (nazi) había promovido un fallido golpe de
Estado en
1923, pero, no obstante esta derrota, tuvo a lo largo de la
década un crecimiento sostenido de votos como de
membresía, que luego de la crisis de 1929 aumentó
dramáticamente. Si en 1929 sus miembros sumaban apenas
170.000, para 1932 ya casi habían decuplicado su
número, llevándolo a 1.378.000.
El mariscal Paul von Hindemburg, quien fuera electo
presidente en 1925, disolvió el parlamento en 1930 y, en
las elecciones de ese año, comunistas y
nacional-socialistas obtuvieron un gran incremento de votos,
convirtiéndose estos últimos en la segunda fuerza
política después de la socialdemocracia. Los
réditos de la promesa del nazismo de
reconstruir la Gran Alemania, humillada por los tratados de
posguerra, y la campaña en la que se responsabilizaba a
judíos
y comunistas por la crisis económica se ratificaron
cuando, en las elecciones de 1932, el Partido Nazi duplicó
su votación, llegando a 37% del total.
El ascenso de Hitler y el
Nacionalsocialismo se verificó irrefrenable. A pesar de
que en principio no se había aceptado la exigencia de
Hitler de ocupar la jefatura de gobierno, en enero de 1933, fecha
en que Alemania había seis millones de desocupados,
Hindemburg terminó entregándole el poder. Hitler
disolvió el Parlamento y llamó a elecciónes
donde resultó vencedor su Partido Nacional Socialista. En
Postdam, en marzo de 1933, el nuevo Parlamento cedió a
Hitler, por un período de cuatro años, las
facultades para implantar leyes al margen de la
Constitución y sin la aprobación del Legislativo o
del presidente. Podía fijar el presupuesto
anual, hacer empréstitos y establecer acuerdos con otros
países, reorganizar el gabinete y el mando supremo de las
fuerzas armadas y proclamar la ley marcial. En
julio, Hitler abolió el sistema federal de Alemania e
instauró un poder central absoluto, disolvió todos
los partidos excepto el suyo, ilegalizó los sindicatos y
las huelgas. En el exterior, Alemania se retiró de la
Conferencia
del Desarme y de la Sociedad de
Naciones. Los nazis designaron a su gobierno, que habría
de durar hasta 1945, con el nombre de Tercer Reich (tercer
imperio).
Desde la muerte de
Hindemburg, en agosto de 1934, el gabinete fue obligado a prestar
juramento de lealtad personal al
canciller. En 1935, Hitler inició el rearme alemán,
en abierta violación del Tratado de Versalles. Las
potencias europeas protestaron, pero no pusieron mayores
obstáculos. Con las "leyes de Nuremberg" de 1935 el
régimen formalizó jurídicamente su ideología racista, creando la base para su
posterior política de exterminio de minorías
étnicas y religiosas.
En octubre de 1936, Alemania e Italia firmaron un
acuerdo de cooperación, que incluyó la
intervención en la Guerra Civil Española en apoyo
al general Franco. En noviembre, Alemania y Japón
formalizaron un acuerdo de intercambio militar. Un año
después, Alemania, Italia y Japón (las tres
potencias del Eje) firmaron, en Roma, el Pacto
Anticomunista.
En marzo de 1938, tropas alemanas invadieron Austria y
Hitler proclamó su anexión. Ese mismo año,
por presiones de Hitler y de nacionalistas alemanes, en el
Acuerdo de Munich las potencias europeas cedieron los Sudetes
checoeslovacos a Alemania. En la llamada "noche de cristales" del
9 al 10 de noviembre de 1938, el gobierno instrumentó la
destrucción sistemática de comercios e instituciones
religiosas y culturales judíos.
En 1939, aprovechando las contradicciones entre checos y
eslovacos, las tropas alemanas avanzaron sobre Praga. Bohemia,
Moravia y Eslovaquia fueron convertidas en
protectorados.
Inglaterra dio garantías a Polonia, Rumania,
Grecia y
Turquía de preservar su independencia.
A la vez, junto con Francia, intentó una alianza con la
URSS. En agosto de 1939, Alemania y la URSS firmaron un pacto de
no agresión, y el 1º de setiembre, Alemania
invadió Polonia. En respuesta, Inglaterra y Francia dieron
un ultimátum a Hitler. Había comenzado la Segunda Guerra
Mundial.
En 1940, Alemania había sometido a Noruega,
Dinamarca, Bélgica, Holanda, Luxemburgo y Francia. En
junio de 1941, Hitler decidió el ataque contra la URSS,
pero las tropas fueron detenidas a pocos kilómetros de
Moscú y derrotadas en el sitio de Stalingrado
(Volgogrado), en 1943.
Desde el inicio, la agresión de las tropas
alemanas a los países vecinos fue acompañada de una
sistemática política de exterminio de la
población judía en campos de concentración,
ubicados mayoritariamente en Polonia. El número de
víctimas superó los seis millones, a los que hay
que agregar alrededor de un millón de personas
pertenecientes a otros grupos
étnicos.
El avance del Ejército Rojo, que culminó
en la toma de Berlín, por un lado, y el desembarco aliado
en Normandía en 1944, precedieron la rendición de
Alemania, que finalmente se produjo en mayo de 1945.
Cuatro millones de alemanes, de las naciones vecinas y
de los territorios anexados por Polonia y la URSS, se tuvieron
que trasladar a una de las cuatro zonas en que fue dividida
Alemania, mientras permaneció ocupada por Estados Unidos,
Francia, Inglaterra y la URSS. El desacuerdo entre los ex aliados
sobre el futuro gobierno determinó la creación, en
1949, de la República Federal de Alemania (RFA), en el
Oeste, y la República Democrática Alemana (RDA), en
el Este. Ambas Alemanias fueron punto neurálgico de las
tensiones de posguerra entre Estados Unidos y la URSS.
La soberanía de ambas Alemanias fue reconocida
en 1955 por sus ocupantes respectivos. En el contexto de la
Guerra
Fría, la RFA se integró a la OTAN (Organización del Tratado del
Atlántico Norte) y la RDA al Pacto de Varsovia. Tropas
extranjeras continuaron en el territorio de las dos
repúblicas, sujetas todavía a limitaciones en sus
fuerzas armadas y con prohibición de poseer armamento
nuclear.
El Partido Socialista Unificado (PSUA), surgido en 1946
de la unión de comunistas y socialdemócratas,
asumió el gobierno de la RDA e implantó un
régimen similar al soviético. La URSS
compensó pérdidas de guerra con dinero,
equipos y ganado de la zona alemana oriental. En 1953, la
situación económica y política de la RDA
provocó protestas, que fueron reprimidas por las tropas
soviéticas. Al mismo tiempo se
incrementó la emigración hacia la RFA.
Entre 1949 y 1961, unos 3 millones de alemanes
orientales emigraron hacia la RFA. En agosto de 1961, la RDA
prohibió la emigración a Occidente. Para hacer
efectiva la decisión, cerró sus fronteras y
construyó un muro en Berlín, entre la parte
oriental y la occidental. El Muro de Berlín se
convirtió en símbolo de la división alemana
y europea, y fue a menudo escenario de tensiones
políticas. En 1971 Erich Honecker sucedió a Walter
Ulbricht en la dirección del partido y más tarde la
jefatura del gobierno.
Entre 1949 y 1963, el canciller Konrad Adenauer,
demócrata cristiano conservador, dirigió la
reconstrucción de la RFA, bajo el lema de establecer una
"economía social de mercado". Con el
apoyo de Estados Unidos (Plan Marshall) y
de grandes inversiones
extranjeras, la RFA se convirtió en una de las
economías capitalistas más desarrolladas y
contribuyó a fundar la Comunidad
Económica Europea (CEE).
Con la victoria del Partido Socialdemócrata (SPD)
en las elecciones de 1969, el gobierno del nuevo canciller, Willy
Brandt, inauguró una política de deshielo hacia
Europa Oriental y la RDA. En 1970 se iniciaron las primeras
conversaciones formales entre la RFA y la RDA, y en 1971 las
potencias ocupantes acordaron el libre acceso de ciudadanos de la
RFA a la RDA. Un tratado básico de relaciones bilaterales
fue firmado por ambas Alemanias en 1973. En setiembre fueron
admitidas como miembros de la ONU.
En los años setenta, en la RFA se
intensificó el uso de la tecnología nuclear
para la generación de energía. En respuesta se
formó un fuerte movimiento ecologista basado en cientos de
grupos a lo largo del país.
En 1974, al descubrirse que su secretario particular era
espía de la RDA, Brandt renunció a la jefatura del
gobierno, y fue reemplazado por Helmut Schmidt. La
modernización de cohetes nucleares soviéticos de
mediano alcance en la RDA y la discusión previa a la
decisión de la OTAN de diciembre de 1979, de hacer lo
mismo con su arsenal en la RFA, dieron un fuerte impulso al
movimiento antinuclear en ambos estados.
El SPD dejó el gobierno en 1982, cuando,
después de 13 años, el Partido Liberal se
retiró de la alianza de gobierno. Lo sucedió el
gobierno de coalición liberal-conservador (CDU/CSU, FDP),
encabezado por el canciller Helmut Kohl (CDU).
A mediados de 1989, Hungría liberó el
tránsito a través de su frontera con
Austria y, en pocas semanas, unos 350.000 alemanes de la RDA
emigraron a la RFA. Al mismo tiempo, las manifestaciones en las
calles reclamando cambios desencadenaron la crisis en la RDA. En
agosto, Honecker renunció y fue sustituido por Egon Krenz.
El 9 de noviembre la RDA abrió la frontera y cayó
el Muro de
Berlín. De inmediato, Kohl propuso crear una
confederación.
En febrero de 1990, el gobierno de la RDA aprobó
la unión alemana y el retiro de las tropas extranjeras de
su territorio. La fusión se
consagró en agosto de 1990, con el nombre de
República Federal Alemana. La unión política
fue posible cuando la ex URSS aceptó el ingreso de la ex
RDA en la OTAN. La única disposición de importancia
mantenida en el Este, sólo por dos años, fue la ley
del aborto,
más liberal que en el resto del país.
En las primeras elecciones parlamentarias de la nueva
RFA, en diciembre de 1990, la coalición gobernante de
demócrata-cristianos alcanzó 54% de los votos y se
mantuvo en el poder. A partir de 1991, la extrema derecha obtuvo
avances importantes en todo el país, como en Brema
(Bremen), donde superó el 7% de los votos. Durante 1992,
se produjeron 2.280 atentados contra extranjeros y monumentos
judíos, que dejaron un saldo de 17 muertos. Tras un ataque
que causó la muerte de una
mujer y dos
niñas turcas, el gobierno ilegalizó a tres
organizaciones neonazis.
A lo largo del año siguiente, el cierre de gran
parte de la industria en el este del país y la
recesión económica -la más fuerte desde
1945- causaron un aumento constante del desempleo. En
mayo de 1994, el conservador Roman Herzog, apoyado por Kohl, fue
designado presidente de Alemania por una asamblea electoral
especial, tras derrotar al socialdemócrata Johannes Rau.
En el segundo semestre, se inició un ciclo de
expansión económica, lo que permitió llegar
a un crecimiento de 2,8% en todo el ejercicio 1994. En los
comicios generales de octubre, Kohl volvió a triunfar,
aunque su mayoría legislativa se redujo a 10 bancas sobre
un total de 672 en juego.
En 1995, el constante debilitamiento del FDP en diversas
elecciones locales provocó la renuncia del ministro de
Relaciones Exteriores, Klaus Kinkel. En el plano social, el
parlamento, adoptó una nueva ley que autorizaba nuevamente
el aborto
durante las 12 primeras semanas de embarazo. La
norma heredada de la RDA había sido abolida por la Corte
Suprema en 1993, por considerarla anticonstitucional.
El descontento de muchos extranjeros residentes en
Alemania llevó a la formación del Partido
Democrático de Alemania, el cual defiende un mayor acceso
de los descendientes de inmigrantes a los padrones electorales y
a la ciudadanía alemana, en muchos casos
limitada a las personas de origen germano.
En 1996, cinco años después de la
unificación y tres años después de que
cayeran las fronteras para los trabajadores de la Unión
Europea, el desempleo se situaba en 10,6% a nivel nacional y
hasta 16% para los estados de la ex Alemania comunista. En otras
palabras, cinco millones de personas estaban
desocupadas.
El racismo y el
antisemitismo
seguían siendo cuestiones pendientes para el gobierno de
Kohl. En octubre de 1997, la
televisión mostró a un batallón del
ejército haciendo saludos nazis y gritando consignas
antisemitas y antiestadounidenses. La
organización Amnistía Internacional
indicó, en su informe de 1997
que, por su repetición sistemática, los abusos
policiales a extranjeros no podían constituir casos
aislados.
A principios de
1998, el Deutsche Bank entregó a organizaciones
judías el dinero
obtenido por la venta de oro que se sospechaba había sido
robado a los judíos por los nazis. Paralelamente, una
fundación suiza comenzó a resarcir
económicamente -aunque con sumas de dinero
"simbólicas"- a gitanos residentes en Alemania que
sobrevivieron al holocausto
nazi.
Las elecciones de setiembre de 1998 le dieron una
victoria arrolladora a los socialdemócratas y Gerhard
Schöeder fue nombrado como canciller federal. El líder
del PSD Oskar Lafontaine quedó encargado del ministerio de
Finanzas. Los
ex comunistas de la antigua Alemania Oriental, con una muy buena
votación, obtuvieron una bancada de 36 legisladores en el
parlamento federal.
En marzo del siguiente año, Lafontaine
renunció a ambos puestos por discrepancias con la
línea política del jefe del gobierno, en lo que se
convirtió en una crisis partidaria. Una serie de derrotas
en las elecciones locales de la segunda mitad de 1999 pusieron al
PSD en aprietos y pareció que la opinión
pública se volcaba a apoyar a los Cristiano
demócratas nuevamente.
Pero un escándalo de corrupción sacudió a la CDU a partir
de noviembre de 1999. El ex canciller fue acusado primero de
autorizar la venta de blindados a países en guerra sin
conocimiento
del parlamento, pero muy pocas semanas después se
denunció que Kohl aceptó una serie de aportes
ilegales de donantes privados. Kohl tuvo que renunciar a la
presidencia de honor de la CDU y fue declarado culpable de manejo
ilegal de fondos. En todo momento el ex canciller se negó
a entregar la lista de los donantes, con el fin de
protegerlos.
A mediados de junio de 2000, se produjo una
histórica fusión de cooperativas
de consumo del
este y del oeste, poniendo fin a una antigua división,
previa a la Guerra Fría. El 27 de ese mes se
celebró la unión de la nueva cooperativa,
que centraliza todas las sociedades
cooperativas de consumo de Alemania.
El desempleo creció y, en noviembre de 2001, los
desocupados llegaron a 3.789.000, el 9.2% de la población
económicamente activa.
En marzo de 2002, la cámara de diputados
inició el proceso de
ratificación del Protocolo de
Kioto, aprobando por unanimidad la conversión de dicho
tratado en ley. Esto compromete al país a reducir sus
emisiones de dióxido de carbono en un
quinto para el año 2012.
El ministro de defensa Rudolf Scharping descartó
la participación de Alemania en un ataque a Irak, en el
marco de la lucha contra el terrorismo.
Esta decisión pone límites al
apoyo "incondicional" que Alemania había ofrecido a EE.UU.
luego del ataque a las torres gemelas de Nueva York.
Durante la campaña electoral de setiembre del
2002, el canciller Gerhard Schröeder hizo pública su
decidida oposición a cualquier ataque preventivo de
Estados Unidos a Irak, lo cual jugó a su favor entre los
votantes pero erosionó su relación con el gobierno
de George W. Bush.
En 2003, Alemania mantuvo su postura opositora a la
guerra de Irak. Al igual que en otros países, se
sucedieron manifestaciones populares multitudinarias contra la
guerra. Antes del comienzo de los ataques a Irak más del
80% de los alemanes estaban en contra de la guerra. Pese a esto,
existió apoyo del gobierno alemán a Estados Unidos,
cuando, por ejemplo, se permitió que naves de la marina
estadounidense navegaran y permanecieran en mares alemanes para
abastecer a los aviones que realizaban bombardeos sobre Irak.
Luego de la ocupación de Irak por parte de tropas
anglo-estadounidenses, Alemania fue convocada para participar en
la reconstrucción iraquí; pese a no rechazar la
convocatoria, puso condiciones para beneficiarse de su
participación.
Durante 2003 ocurrieron cambios estructurales en la seguridad
social. El SPD, partido gobernante, implementó
recortes en el gasto
público, la seguridad social,
la salud
pública; entre los cambios más notorios se
destacó la reducción de beneficios a los
desempleados y a la asistencia social. Los trabajadores de la
industria deberían, de acuerdo a esta política,
aumentar su semana laboral de 35 a
40 horas y retrasar las jubilaciones un lustro (la edad de retiro
establecida fue de 65 años).
Durante los meses de noviembre y diciembre de 2003 se sucedieron
protestas estudiantiles –con corte de calles y
carreteras– en contra de la implementación del cobro
de matricula universitaria y de la política de recortes
presupuestales del gobierno.
Antonio Manning Martin del Campo