En el mundo de la religión permanecen
latentes misterios milenarios que aún no se pueden
responder. Existen y han existido en todas las culturas cultos y
creencias oscuras que intentan develar verdades del más
allá. ¿Cómo se dieron en Egipto y
Grecia los
mitos que
originaron cultos que intentaron sobrepasar los límites de
la
muerte?
He querido tomar dos mitos, el de Osiris en Egipto y el
de Orfeo en Grecia, con la finalidad de determinar similitudes
entre ambos, aunque son historias diferentes, para establecer
luego un nexo posible entre la creencia en estos personajes
míticos y los cultos mistéricos o chamánicos
que se perpetuaron junto a la religión oficial en estas
dos civilizaciones primigenias.
Los cultos mistéricos que me ocupan son los que
dan una connotación especial al tema de la muerte y la
vida eterna, tema esencial en los mitos de Osiris y
Orfeo.
Ambos mitos provienen de tiempos antiguos, aunque me
detendré en analizar a grandes rasgos la manera en que se
dieron durante la aparición de los cultos osiriacos y
órficos, durante el Imperio Medio y Nuevo en Egipto y la
época Arcaica, Clásica e incluso
Helenística, en Grecia.
El Mito y la
Muerte
El buen dios, el
príncipe, el héroe que lucha por un fin noble,
es una figura recurrente en la mitología antigua. Son a ellos a quienes la
naturaleza y
los misterios de la existencia les son revelados, son ellos que
siguen las leyes superiores
de la rectitud y que, a pesar de ello caen en las trampas del
destino o de sus duros adversarios.
Tengo la certidumbre de que todo mito fundamental que
sostiene determinada creencia o culto se origina de una realidad
pasada. No es extraño notar esto, pues es evidente y
reconocible que los hombres primitivos nominaron y entrelazaron
sucesos naturales de tal modo de que nada en el mundo pasara
inadvertido y que por medio de simbolismos, la importancia de la
vida, la muerte y los procesos
naturales fueran recordados por generaciones de un modo
específico, poniendo como protagonistas a seres
sobrenaturales, seguramente sacados de la mistificación y
mitificación de personajes absolutamente de carne y hueso
que vivieron en algún pasado remoto, para así
buscar una explicación a lo inexplicable o en
última instancia, para emitir una enseñanza moral.
Los antiguos griegos, y hasta muy entrada la
época clásica, tendieron a heroizar a personajes
que supuestamente vivieron en una época pretérita,
personajes que habitaron la Tierra en
el tiempo que
aún los hombres se mezclaban con los dioses, y
también a "…los primeros fundadores de colonias o a los
personajes que han adquirido un valor
simbólico ejemplar a los ojos de una
ciudad…".
Muchos de estos dioses o semidioses que protagonizan los
mitos, comienzan el relato siendo reyes en la Tierra, y que
luego de algún suceso, principalmente la muerte, si su
conducta lo
amerita, llegan a personificar la idea de divinidad.
Esta divinización (más que
heroización) está presente en Egipto, como vemos en
el mito de Osiris, que aunque siendo hijo de dioses era "…
heredero de un imperio que abarcaba la Tierra entera. Al tomar
posesión de su heredad la gobernó como un monarca
bienhechor".
Y, a pesar de su linaje divino, gobernó en la
Tierra como hombre, fue
victorioso, ensanchó las fronteras de Egipto e hizo reinar
la justicia y la
paz en el interior del estado. Las
características asignadas posteriormente son evidentemente
la mitificación de este rey, que tal vez pudo ser
así, pero a mi parecer un ser tan perfecto sólo
obedece a la leyenda. Así el Osiris hombre, pasó a
ser Osiris dios diciéndose, en principio que "…
había hecho pasar a los egipcios de la barbarie a la
civilización, uniéndolos en una sociedad,
enseñándoles a construir ciudades,
instruyéndolos en todas las industrias y en
todas las artes, y que, para hacer aprovechar de esos beneficios
a toda la tierra, había realizado la conquista
pacífica por medio de la persuasión y de la
música…"
Este último aspecto lo podemos encontrar
personificado en el mítico Orfeo, el príncipe, hijo
del rey de Tracia y la musa Calíope, que según el
mito era poeta y músico, y era capaz de persuadir incluso
a las bestias salvajes con su arte; era un
hombre que por sobre todo amaba la paz y la
armonía.
Esta idea civilizadora del arte es bastante
significativa, pues el hombre
eleva su espíritu y su mente a través de las
expresiones refinadas y armoniosas de las artes, como en este
caso la poesía
y la música. Esta importancia del espíritu por
sobre la carne unida a la armonía con la naturaleza, es
una idea ampliamente difundida en las zonas nórdicas de
Europa en los
cultos chamánicos, cuya influencia fue recibida por los
griegos, donde la relación mundo-expreso y mundo-oculto va
más de la mano de prácticas rituales tendientes a
un abandono del cuerpo que a cultos sociales, como es el caso de
lo religioso.
Así como se puede separar en Osiris humano y
Osiris dios (este último según la leyenda, se hace
propiamente tal luego de morir y resucitar), Orfeo posee un
aspecto humano, el chamán, profeta, poeta, mago y maestro
religioso y de oráculos, aspecto poco expresado en el mito
mismo, pero que posiblemente en un pasado remoto existió;
y un aspecto heroizado, que se dice que siendo él hijo de
divinidad y casado con Eurídice, esta muere y él
desafiando al destino viaja al Hades en su búsqueda, pero
por una debilidad humana no logra rescatarla.
Este pasaje nos puede indicar dos ideas: una es que el
mito nos deja una lección moral de que el hombre es un ser
limitado, que no conoce mucho de lo que hay en el mundo, y que la
muerte, una de esas cosas, es algo que un simple ser humano no
puede quebrantar (incluso si este ser humano viene de una estirpe
heroica). La otra idea tal vez nos da pistas de los ritos que
posiblemente realizaba este Orfeo chamán que, al profesar
las ideas mistéricas de la separación alma-cuerpo,
realizaba experiencias de viajar al reino de los muertos en busca
de un alma robada, seguramente en momentos de trance.
Por su parte, en el caso de Osiris, según la
leyenda este es asesinado y descuartizado por su hermano Seth.
Una creencia da a conocer a Osiris simbolizando la vegetación, y Seth la sequía,
encarnándose en ellos dos el ciclo de vida
y muerte que parecían vivir eternamente los egipcios a
orillas del Nilo, con las estaciones de inundaciones y de
sequía.
Esto es simbólicamente relevante, pues Seth al
asesinar a Osiris vence sobre él, la muerte supera una vez
más a la vida, pero no completamente, ya que Isis, esposa
de Osiris (como diosa simboliza el cielo, es la diosa madre),
recurre a los dioses celestes (Ra, principalmente) y con su ayuda
logra hacer revivir a Osiris. En ese instante este engendra un
hijo en el vientre de Isis, Horus, quien será su heredero
en el trono (y el heredero de su vida), ya que, aunque
resucitado, Osiris debe ser renegado al Reino de los Muertos, y
reinar allá eternamente actuando de juez de las almas que
a él convergen. Esta leyenda explica el por qué los
egipcios creían que el faraón era Horus en vida y
Osiris en la muerte. Otra vez se expresa como la muerte es algo
que el poder humano
no puede quebrantar, pues por más que este intente
vencerla, llega y permanece constante. Tal vez no obtiene nunca
una victoria absoluta, pues entre el mundo de los muertos y el
mundo de los vivos, según ambos mitos aquí
analizados, hay un paso, pero un paso marcado por el destino y la
irreversibilidad de la muerte.
He dicho que de ambos mitos de este trabajo se
originaron cultos mistéricos o chamánicos. Estas
corrientes, más populistas, proporcionaron respuestas a
las interrogantes planteados sobre la muerte, la
resurrección, la reencarnación, la filiación
divina de los humanos, la salvación y la
inmortalidad.
En Grecia el más conocido fue el orfismo, que fue
una corriente religiosa que afirmaba que el alma del hombre era
inmortal y que había que mantenerse en estado de pureza
para poder unirse con la divinidad. Para el orfismo, el cuerpo
era "…como una cárcel donde el alma recibe el castigo de
sus pecados pretéritos", y para mantener el alma
purificada y poder evadirse del ciclo de las reencarnaciones, los
órficos llevaban una vida ascética, por ejemplo,
con una dieta que evitaba consumir seres animados. Esto estaba en
estrecha relación con el mantener impoluta el alma, pues
se prohibía el derramamiento de sangre, para
evitar que el alma se manchara. Muchas prohibiciones semejantes
fueron adoptadas también por los
pitagóricos.
En Egipto, en tiempos helenísticos, la idea de
que la inmortalidad sería obtenida siguiendo a Osiris fue
transformada en los misterios osiriacos. Osiris, como ya he
dicho, es el dios que preside el Tribunal del juicio del alma y
emite el veredicto en el Reino de la Muerte, por lo tanto es el
símbolo de la inmortalidad, por haber muerto y haber sido
resucitado.
En época tardía la tumba de Osiris se
ubicó en la isla de Biggeh, lugar sagrado, llamado por los
griegos el Abatón, al que sólo los iniciados
tenían acceso. La localidad se convirtió en centro
de peregrinación de los egipcios adeptos al culto deseosos
de construirse una tumba cerca de la del dios. La
peregrinación a la ciudad santa debía realizarse en
vida o después de la muerte y para ello los habitantes del
Valle del Nilo la hacían representar en los muros de sus
tumbas. El culto a Osiris apelaba a las emociones del
hombre común y le proporcionaba un medio para creer que
él también podía tener una vida
eterna.
Existe un nexo común entre el culto a Orfeo y el
culto a Osiris, que podemos encontrarlo, no sólo en las
milenarias creencias mágicas de la vida eterna, sino en un
mito Griego, que posiblemente guarda relación en sus
inicios con el mito de Osiris, y de donde nace la idea
órfica de que el alma es una prisionera del cuerpo
constantemente corrupto, y es el mito de Dionisio.
Se cuenta que Dionisio nació de Zeus y Kore en
Creta. Zeus anunció a los demás dioses que su hijo
sería su sucesor en el trono. Pero los Titanes, celosos
por esta noticia, atrajeron con diversos la atención del niño dios. Cuando
estuvo en sus manos, los Titanes lo descuartizaron en siete
partes que primero hirvieron y luego asaron y, finalmente,
comieron. Sin embargo, Atenea pudo rescatar aún vivo su
corazón, que presentó a Zeus en un
casco. Zeus, indignado ante tal fechoría, descargó
su rayo sobre los Titanes para hacerlos desaparecer de la faz de
la tierra.
De las cenizas humeantes surgieron los hombres, formados
de dos partes, una mortal y titánica, el cuerpo, y otra
inmortal y divina, la procedente del dios Dionisio. Así el
hombre posee "…un yo oculto de origen divino…", que causa el
desequilibrio entre el cuerpo y el alma, pues esta última
es de naturaleza divina, con un carácter superior que permite la
liberación de los sentidos y
las de las ataduras del cuerpo. Muchos testimonios literarios
insisten en presentar a Dionisio como el dios
liberador de los órficos, viendo en el mito del
despedazamiento de Dionisio por parte de los Titanes el eje de la
doctrina órfica.
El origen de esta historia es confuso. No se
sabe bien si es tardío, de la época
helenística, o si fue una simple adaptación del
mito egipcio de Osiris.
Sin embargo es indudable que las similitudes entre el
mito de Orfeo, y su culto, y la historia de Osiris y las
creencias religiosas derivadas de
él, responden a muchos puntos en común, partiendo
por el nexo encontrado entre la tradición dionisiaca, el
mito de Osiris y el orfismo.
La creencia en la vida después de la muerte no se
puede restringir, sin lugar a dudas, a cultos específicos;
sin embargo existen dentro de las religiones de las primeras
civilizaciones cultos que se distinguen de la religión
oficial por intentar de un modo más personal crear un
nexo con lo otro misterioso y oculto que se esconde tras el velo
de la muerte, en donde se supone una separación entre el
cuerpo y el alma, y la creencia de "…un alma o yo separable,
que mediante técnicas
apropiadas puede retirarse del cuerpo aun durante la vida , un yo
que es más viejo que el cuerpo y que le
sobrevivirá". Esta creencia mistérica tuvo
innumerables matices, tanto en Egipto como en Grecia, y los
expuestos anteriormente expresan un breve pasaje de la evolución
humana en pos de la elevación espiritual.
Los egipcios y los griegos pudieron ser muy distintos;
en su arte, la concepción de las divinidades, lo
político. Pero algo hay en común: la creencia en un
más allá prácticamente tangible y alcanzable
con un puñado de ritos y un modo de vida previamente
establecido por un conjunto de dogmas aparecidos en un pasado
remoto, producto de la
iluminación de algún hombre
visionario hecho ya leyenda.
Osiris y Orfeo son una síntesis
de la significación mistérica de la vida. En sus
figuras se concentra el ideal espiritual de pueblos que se
maravillaban ante el poder de la naturaleza e intentaban buscar
razones, que hallaron en algo más profundo que la pura
lógica,
que lo simplemente cotidiano.
Las respuestas, y posibles soluciones a
los problemas de
la mortalidad siguen siendo tema de las religiones
hoy, pues se dice que en la mayor parte del mundo occidental el
politeísmo está superado, pero qué duda
cabe que la creencia en el más allá y el deseo de
llegar a hacerlo tangible y real cruza los límites de lo
religioso, del puro dogma y rito católico, judío,
musulmán, para adentrarse en doctrinas oscurecidas
dentro de lo oficial. La creencia en santos, ánimas, y
otras curiosidades hacen de las religiones hoy, como antes,
lugares preciosos para la creación de leyendas y
asimilación de creencias mistéricas que buscan
llegar a la inmortalidad por medio de una serie de ritos y
preceptos.
Montserrat Arre Marfull
Universidad de Chile
Facultad de Filosofía y Humanidades