- Roma
- El paisaje
urbano - Puntos de
interés - Historia
- Orígenes legendarios de
Roma - Los reyes de
Roma - La organización de la
monarquía romana - República de
Roma - Conquista de la península
itálica (510-264 a.c.) - Hegemonía
exterior - Las Guerras Púnicas y
Macedónicas - Conflictos
internos - La ascensión de
César - Imperio de
Roma - Augusto y la dinastía
Julia-Claudia - Dinastías del los
Flavios y los Antoninos (69-192) - Decadencia y caída del
Imperio - El declive de la
ciudad - La gloria
papal - Capital
nacional - Derecho
romano - Compilación
legal - Corpus Iuris
Civilis - Importancia de la obra
jurídica de Justiniano - El Código de
Justiniano
Etimológicamente la palabra Derecho proviene de
los vocablos latinos Dirigere, Regere, que significan dirigir,
gobernar. En sentido metafórico o figurado, deriva de la
voz latina Directum, o sea lo que está de acuerdo o
conforme a la regla, la cual a su vez proviene del adjetivo
Directus, que significa Dirigir, Conducir, lo derecho, lo recto,
lo rígido, ello da una idea de Dirección, Rectitud, Disciplina,
Conducción.
Así pues, desde el punto de vista
etimológico, la palabra derecho proviene del
latín directum, la cual deriva de dirigere
(enderezar, dirigir, encaminar), a su vez, de regere, rexi,
rectum (conducir, guiar, conducir rectamente,
bien).
Por extraño que parezca, ‘derecho no
desciende de una palabra latina y de morfología
semejante e igual significado. La palabra latina que corresponde
a derecho (o a sus equivalentes en las lenguas modernas)
es iusde antigua raíz indoiránica, agregando
que primeramente, los romanos usaron ius que significa
así el lugar o acto de administrar justicia y de
hecho, esta raíz ha que en el lenguaje
moderno, en la palabra jurisprudencia.
En la perspectiva lingüística, derecho proviene
de la sánscrita riyat, la griega erektos la
celta y germánica raitht o raith, la
escandinava Ret, la inglesa right o la alemana
antigua Reht, las que unidas al prefijo di fueron
incorporadas posteriormente, formando, la voz directum y
su derivaciones en las lenguas romances direito o
direito (portugués), drecht (provenzal),
droit (francés), dret (catalán),
drept (rumano), o diritto o dirito
(italiano).
En la visión histórica, la base del
sistema
jurídica se origina en la antigua Roma donde se
usó el latín como lenguaje
propio para la literatura jurídica y
para este ámbito, los romanos prefirieron la palabra
ius, cuyo significado estuvo vinculado con el lugar donde
se tomaron las decisiones judiciales y de ahí, la
raíz de la palabra jurisprudencia, que
sirvió y sirve para designar los actos de administración de la justicia, y
también se usó para indicar las fórmulas o
reglas en que se basaban tales pronunciamientos.
Por otra parte, de la latina ius devino el verbo
iurare (jurar) que reafirma el sentido ceremonial del vocablo y
de su origen indoiránico conservó parte de su
significado místico o ritual, porque se lo asimiló
a sus sinónimos de purificación, felicidad y
salud, lo
realizado según el culto, esto es, una expresión
fundamental de un código
religioso o mágico.
En su acepción más moderna, ius
hace referencia al Derecho como conjunto de reglas que imperan
coactivamente en una comunidad o para
el enunciado de los principios y
derechos
fundamentales de las personas.
Cuando se habla de derecho esta palabra tiene dos
acepciones:
A) PRINCIPIOS DOGMÁTICOS
FUNDAMENTALES:
1. Derecho objetivo: Es
el conjunto de normas
jurídicas por las que se rige una sociedad y que
se pueden imponer a un sujeto por la fuerza por su
carácter de obligatoriedad.
2. Derecho subjetivo: Es la facultad que el ordenamiento
jurídico concede a un particular para determinadas cosas.
Por ejemplo, una persona puede
tener derecho a la propiedad de
una determinada cosa.
B) CONCEPTOS ROMANOS: IUS, FAS, IURIS PRAECEPTA Y
MORES MAIORUM.
La palabra Ius significa derecho en el sentido de
derecho objetivo. En el sentido subjetivo se usa Ius más
el nombre del derecho al que se refiere. Por ejemplo: Ius
commercium, derecho a comerciar. Sin embargo la palabra Ius
también se identifica con el término justicia
equiparándose a lo bueno o lo justo.
En la época arcaica aparece la dualidad entre Ius
y Fas aunque al principio los dos conceptos estaban unidos. Ius
era lo justo mientras que Fas era lo lícito. En aquella
época se utilizaban como adjetivos. Fas es la
condición divina de la licitud de una conducta.
Recordemos que en aquellos tiempos el derecho y la religión estaban
aún sin desligarse. Ya en el S. I AC se diferencian Ius y
Fas en el sentido de que Fas es derecho divino y Ius derecho
humano, como consecuencia de la secularización de la
sociedad que hace que ambos conceptos se
separen.
En la época clásica aparecen
también los Iuris Praecepta o preceptos jurídicos
expuestos por Ulpiano que son:
1. Vivir honradamente.
2. Dar a cada uno lo suyo.
3. No perjudicar a otro.
Así pues lo bueno es común a la moral y al
derecho mientras que lo justo es específico del derecho.
Según Ulpiano, Justicia es la voluntad constante y
perpetua de dar a cada cual lo suyo.
En cuanto a las mores maiorum son los derechos
mayores y representan un freno al derecho subjetivo por
tratarse de usos sociales. Por ejemplo cuando el paterfamilias
tenía derecho a matar a un hijo suyo, los mores maiorum
contribuían a que este derecho no se ejercitara la
mayoría de las veces porque socialmente estaba mal visto o
en desuso. Era el Censor el que podía imponer a una
persona una nota en el censo sobre su conducta que tenía
un carácter muy infamante para quién la
recibía.
C) CLASIFICACIONES ROMANAS DEL DERECHO
OBJETIVO:
IUS: Es el modo de producción espontánea del derecho,
se encontraría en la base de las normas jurídicas
tradicionales.
IUS SCRIPTUM: Lo forman la ley, los
senadoconsultos, plebiscitos, constituciones imperiales, edictos
de los magistrados y dictámenes de los
jurisconsultos. Son las normas que están escritas como su
propio nombre indica.
IUS NON SCRIPTUM: Es el uso social: tradiciones
y mos maiorum.
IUS CIVILE: El derecho propio de los ciudadanos romanos
basado en la Ley de las XII Tablas y la jurisprudencia
o dictámenes de los jurisconsultos.
IUS HONORARIUM: Surge de la actividad del pretor, de sus
edictos que completan el Ius Civile.
D) IUS CIVILE, IUS GENTIUM, IUS
HONORARIUM:
El Ius Civile es propio y exclusivo de los ciudadanos
romanos.
El Ius Gentium es el derecho que se aplicaba a los
extranjeros y a los romanos en sus litigios con estos, es un
derecho
internacional privado y está basado en la
legislación romana.
El Ius Naturale es identificado con el Ius
Gentium por Gayo porque entiende que son las normas
hipotéticamente aplicables a todos los pueblos
dado que parten de la razón natural.
Cuando el pretor peregrino tenía necesidad
de dictar normas las hace de gran sencillez y basadas en el
respeto a la
voluntad de ambas partes y a la equidad.
Es un derecho que es romano, pero los juristas
establecen que es sustrato común a todos los pueblos y que
la base del mismo es la razón natural. La
fundamentación posterior de ese derecho se hace en base a
unos criterios filosóficos ocultándose que se trata
de estructuras
jurídicas propias del derecho Romano
que contempla por ejemplo la esclavitud, que
iría contra la razón y contra ese hipotético
derecho natural.
E) IUS PUBLICUM-IUS PRIVATUM:
Ius Publicum es el creado por las leyes
públicas y se equiparan a estas los senadoconsultos y
constituciones imperiales.
El Ius Privatum es el credo por los particulares por
medio de negocios
jurídicos. Estos no podrán desbordar el margen de
autonomía que les conceden las leyes públicas. El
Derecho
público no podrá ser alterado por la
voluntad de los particulares.
F) IUS COMMUNE-IUS SINGULARE.
PRIVILEGIA-BENEFICIA
Las normas jurídicas no pueden comprender todos
los casos concretos por lo que bastará que contengan los
más frecuentes. Contienen una regulación de tipo
general que luego se aplica a casos concretos. Esta es la idea
del Ius Commune. Frente a este surge la idea del Ius Singulare
definido por Paulo como aquel que ha sido introducido contra el
temor de la razón por una utilidad concreta
en virtud de la auctoritas del que lo establece.
La causa de desviación del principio general es
una utilidad concreta. Por ejemplo, aunque cuando un esclavo se
fuga la consecuencia lógica
sería que se perdiera la posesión del mismo por
parte del amo, la utilitas aconseja que no se siga ese principio
pues si así fuera el esclavo podría privar por su
voluntad al amo de la posesión.
Las disposiciones de Ius Singulare a veces se llaman
beneficia. Son hechos en base a la utilidad pública. En
derecho Justinianeo el Ius Singulare se identifica con los
beneficia para lograr una utilidad específica.
Los privilegia son normas dictadas en circunstancias
especiales; no en base a situaciones de equidad., para una o
varias personas determinadas desviando un principio general en
virtud de una autoridad.
Roma, ciudad y capital tanto de Italia como de
la región del Lacio y de la provincia de Roma, situada
junto al río Tíber, en la parte central del
país cerca del mar Tirreno. La Ciudad del Vaticano,
ubicada en su mayor parte en el interior de Roma, es la sede
del papado de la Iglesia
católica, reconocido como estado
independiente por el gobierno
italiano en el año 1929 por los Pactos de Letrán.
La majestuosa cúpula de la basílica de San Pedro,
en la Ciudad del Vaticano, sobresale sobre el horizonte de la
ciudad. Roma ha sido la capital de la Italia unificada desde
1871.
Según la tradición, Roma
se fundó en el 753 a.C. sobre una de las Siete
Colinas (Capitolina, Quirinal, Viminal, Esquilina, Celia,
Aventina y Palatina) que rodean la antigua comunidad. Sin
embargo, los hallazgos arqueológicos indican que el
asentamiento humano del territorio data, al menos, del
año 1000 a.C. La colina Capitolina fue durante
mucho tiempo la
sede del gobierno de Roma, y la colina del Palatino lo fue de
magníficos edificios, como el Palacio de los Flavios
construido por el emperador romano Domiciano. Como resultado de
la actividad edificadora a través de los siglos, hoy
apenas se pueden distinguir las colinas de la llanura
adyacente. Otras colinas de Roma son la Pinciana (Pincio) y el
Janículo.
Actualmente, Roma se divide en dos
regiones primordiales: el interior, delimitado por las murallas
de Aurelio construidas a finales del siglo III d.C. para
cercar el área alrededor de las Siete Colinas, y el
exterior, caracterizado por sus barrios periféricos.
El centro histórico es una pequeña
área situada prácticamente toda en la orilla este
del Tíber. Los monumentos del pasado glorioso de Roma se
encuentran dentro del centro histórico. El trazado de
las calles refleja su larga y compleja historia; la Via del Corso
atraviesa gran parte del centro histórico de la ciudad,
desde la Piazza Venezia, centro geográfico de Roma,
hasta la Piazza del Popolo, al pie del monte Pincio. Fue
utilizada desde la edad media
como pista de carreras. El monumento a Víctor
Manuel II, primer rey de la Italia unificada, construido
entre 1895 y 1911, forma parte de la Piazza Venezia. Otras
vías públicas, como la de Vittorio Véneto,
que rinde homenaje a la victoria italiana durante la
I Guerra Mundial
y que está emplazada en el corazón
del área turística, fueron diseñadas y
construidas a partir de finales del siglo XIX. Uno de los
parques públicos más grandes de Roma, los
Jardines Pincio, se extienden al norte de esta
colina.
La economía de Roma se basa
fundamentalmente en la actividad gubernamental y el turismo. La mayoría
de la población activa trabaja en uno de estos
dos sectores, así como en la actividad comercial,
mayorista y minorista, y en otras de servicios.
Roma alberga las sedes centrales de muchas empresas
multinacionales y agencias, como la
Organización de las Naciones Unidas
para la Agricultura
y la Alimentación (FAO), el Fondo
Internacional de Desarrollo
Agrícola (FIDA), el Consejo para la Alimentación
Mundial y el Programa
Mundial de Alimentación (PMA).
Tras la II Guerra Mundial, Roma desarrolló una
amplia base industrial. Sus productos
más tradicionales, tejidos y
recuerdos turísticos, se sustituyeron por otros como
materiales
de imprenta,
confección de alta costura, alimentos
procesados, productos farmacéuticos, maquinaria y
artículos de papel y metal. También destaca su
industria
cinematográfica.
Roma es el núcleo de la
red ferroviaria
de Italia y está comunicada con muchos lugares del
país por medio de carreteras nacionales. El aeropuerto
internacional Leonardo da Vinci, situado cerca de la costa, es
uno de los de mayor actividad de Europa.
Roma es la sede de la mayor
institución de educación
superior de Italia, la Universidad
de Roma (1303), que tenía en 1980 aproximadamente
150.000 estudiantes. La Universidad Internacional Independiente
de Estudios Sociales (1945) también se encuentra en la
ciudad, así como diversas universidades dependientes de
la Iglesia católica.
En parte por su extraordinaria
riqueza en obras de arte, Roma es
un destacado centro comercial internacional de arte y
educativo. Entre sus escuelas destacan la Academia de Bellas
Artes, la Academia Nacional de Baile, la Academia Nacional
de Arte Dramático, el Conservatorio de Música
de Santa Cecilia y el Instituto Central para la
Restauración de Obras de Arte.
Roma desempeña un papel
principal en cuanto a artes creativas y escénicas,
así como en la mayoría de los aspectos de la vida
cultural de Italia. La ópera se representa en la Casa de
la Ópera, una de las mejores del país, y, en
verano, en las termas de Caracalla. La ciudad cuenta
además con unos 20 teatros y 6 grandes auditorios
musicales, donde se ofrece un variado repertorio fuera de los
meses estivales.
Roma, que ha sido desde hace mucho
una de las principales ciudades de Europa, es hoy un
incomparable depósito de monumentos de todas las
épocas, desde la era etrusca hasta los tiempos modernos.
Los orígenes de la historia de Roma, bajo la monarquía etrusca y el periodo
republicano, están representados por algunas reliquias,
pero el legado del periodo imperial es muy amplio. Los
monumentos romanos engloban desde el Panteón (fundado en
el 27 a.C., reconstruido entre el 118 y el 128 d.C.),
casi en perfecto estado y considerado uno de los más
bellos templos supervivientes de la antigüedad, hasta el
impresionante —aunque parcialmente en ruinas—
Coliseo (70-82 d.C.), inmenso anfiteatro escenario de
luchas entre gladiadores y otros
espectáculos.
En Roma se pueden ver las antiguas murallas de la
ciudad, los arcos del triunfo, las estupendas plazas y los
numerosos palacios e iglesias.
Destacan, entre las obras arquitectónicas, el
Foro romano y el Foro
imperial, antiguos centros comerciales y religiosos; las termas
de Caracalla, construidas alrededor del 217 d.C. y hoy
utilizadas como escenarios de la ópera estival; las
catacumbas, antiguos túneles bajo tierra donde
los primeros cristianos practicaban su religión y eran
enterrados; y el castillo de Sant’Angelo, construido como
mausoleo del emperador romano Adriano y transformado en
fortaleza durante la edad media. La basílica de San Juan
de Letrán, la catedral de Roma, fue fundada en el siglo
IV y reconstruida en los siglos XVII y XVIII; la
basílica de San Pablo Extramuros se levantó en el
siglo IV y se reconstruyó después de que un
incendio la devastara en 1823; y la basílica de San
Pedro ad Vincula, fundada en el siglo V, se reedificó en
el siglo XV y contiene el Moisés, la famosa
estatua de Miguel Ángel.
Otros puntos de interés
histórico son la Piazza del Campidoglio, en la que hay
una estatua de bronce del emperador Marco Aurelio terminada en
el siglo II d.C.; la Piazza Navona, con tres fuentes, una
de las cuales es la famosa Fuente de los cuatro ríos,
realizada por el escultor italiano Gian Lorenzo Bernini; la
Fontana di Trevi, una fuente barroca del siglo XVIII en la que
tradicionalmente los turistas arrojan monedas y formulan
deseos; y la plaza de España,
donde se asciende por una escalinata, construida en el siglo
XVIII, hasta la Trinidad de los Montes, una iglesia del siglo
XV. Quizá las más bellas obras de tiempos no tan
remotos son los edificios construidos en 1960 para la
celebración de los Juegos
Olímpicos, algunos de los cuales fueron
diseñados por uno de los principales arquitectos
italianos contemporáneos, Pier Luigi Nervi.
Los museos de la ciudad muestran
todos los aspectos del arte y la ciencia y
se encuentran entre los más prestigiosos del mundo. La
más antigua colección de arte romano, que alberga
el Museo Capitolino, data del año 1471 y se compone de
excepcionales antigüedades. Otros museos destacados son:
el Museo Nacional de Villa Giulia, que encierra una notable
colección de arte romano y etrusco, ubicado en la casa
de campo del papa Julio III, de mediados del siglo XVI; la
Galería Borghese, un museo de pintura y
escultura acogido en un palacio de principios del siglo XVII; y
el Museo Nacional Romano, diseñado por Miguel
Ángel, que expone esculturas griegas y romanas entre las
que sobresalen la Colección Ludovisi.
También en otros palacios de la ciudad se
pueden ver colecciones importantes de arte y piezas
decorativas, como en el Palacio de los Farnesio, construido
entre 1514 y 1589; en el Palacio de Venecia, de mediados del
siglo XV, con una notable colección de pequeños
bronces del renacimiento;
el Palacio Barberini, un palacio barroco del
siglo XVII que alberga una excepcional pinacoteca; y el Palacio
de los Conservadores, donde se encuentra la famosa escultura
realizada en bronce, de la Loba capitolina, que evoca la
leyenda sobre la fundación de la ciudad por
Rómulo y Remo.
Roma ha sido un asentamiento
urbano durante más de 2.000 años y, aunque los
monumentos de todas las épocas aún se conservan,
debido al destructivo impacto de la
contaminación y a la vibración causada por el
denso tráfico, los esfuerzos por preservarlos aumentan
gradualmente, adoptando medidas como la restricción del
uso de automóviles y vehículos comerciales en el
centro histórico de la ciudad.
Según la leyenda, la ciudad
fue fundada por Rómulo (y su hermano Remo, según
algunas versiones) en el año 753 a.C. Aunque las
pruebas
arqueológicas indican que existió vida humana en
este lugar con anterioridad, un extenso asentamiento humano
bien podría datar de esta fecha. Se han encontrado en la
colina Palatina indicios de una aldea de la edad del hierro, de
mediados del siglo VIII a.C. La leyenda del rapto de las
sabinas y la consiguiente fusión
de romanos y sabinos también se apoya en restos
arqueológicos constatados.
La antigua Roma era un reino
basado en dos estamentos, los patricios (nobles) y los
plebeyos, que carecían de derechos civiles y
políticos. El Senado, o Consejo de Ancianos,
elegía a los monarcas y limitaba su poder.
Monarquía de Roma.
Monarquía de
Roma, periodo de la historia de Roma,
transcurrido desde aproximadamente el 753 hasta el
510 a.C., para cuyo estudio confluyen numerosas leyendas e
historias simbólicas, y sobre el cual los historiadores
crearon relatos incompletos respecto de su origen y evolución. Con frecuencia, se ha
contrastado la decadencia que supuso la época
monárquica con el idealismo
acuñado sobre el periodo que continuó a
ésta, la República de Roma.
Según la leyenda, Roma fue
fundada en el 753 a.C. por Rómulo y Remo, los
hermanos gemelos hijos de Rea Silvia, una virgen vestal hija de
Numitor, rey de la cercana Alba Longa
(en el antiguo Lacio). Una tradición más antigua
remonta la ascendencia de los romanos a los troyanos y a su
líder
Eneas, cuyo hijo Ascanio o Julo fue el fundador y primer rey de
Alba Longa. Los relatos sobre el reinado de Rómulo
destacan el rapto de las sabinas y la guerra contra los
sabinos, dirigidos por Tito Tacio, y señalan
también la unión de los pueblos latino y sabino.
La referencia a los tres pueblos en la leyenda de Rómulo
(ramnes o ramneses; titios, equiparados a los sabinos; y
lúceres, los etruscos), que formaban parte de un nuevo
Estado, sugiere que Roma fue creada por una amalgama de
latinos, sabinos y etruscos.
Los siete reyes del periodo
monárquico y las fechas que tradicionalmente se le
asignan son: Rómulo (753-715 a.C.); Numa Pompilio
(715-676 o 672 a.C.), a quien se le atribuyó la
introducción de muchas costumbres
religiosas; Tulio Hostilio (673-641 a.C.), un rey belicoso
que destruyó Alba Longa y luchó contra los
sabinos; Anco Marcio (c. 641-616 a.C.), de quien se
dice que construyó el puerto de Ostia y que
capturó muchas ciudades latinas, transfiriendo sus
habitantes a Roma; Lucio Tarquino Prisco (616-578 a.C.),
célebre tanto por sus hazañas militares contra
los pueblos vecinos como por la construcción de edificios públicos
en Roma; Servio Tulio (578-534 a.C.), famoso por su nueva
constitución y por ensanchar los límites
de la ciudad; y Lucio Tarquino el Soberbio (534-510 a.C.),
el séptimo y último rey, derrocado cuando su hijo
violó a Lucrecia, esposa de un pariente. Tarquino fue
desterrado y los intentos de las ciudades etruscas o latinas de
restituirlo en el trono de Roma no tuvieron éxito.
LA
ORGANIZACIÓN DE LA MONARQUÍA
ROMANA.
Aunque los nombres, fechas y sucesos
del periodo real se cree que pertenecen a la ficción,
existen pruebas sólidas de la existencia de una antigua
monarquía, del crecimiento de Roma y sus luchas con los
pueblos vecinos, de la conquista etrusca de Roma y del
establecimiento de una dinastía de príncipes
etruscos, simbolizada por el mandato de los Tarquinos, de su
derrocamiento y de la abolición de la monarquía.
También es probable la existencia de cierta organización social y política, como la
división de los habitantes en dos clases: de un lado,
los patricios, los cuales poseían derechos
políticos y formaban el populus o pueblo, y sus
subordinados, conocidos como clientes; y, de
otro, la plebe, que en un principio no tenía
categoría política. Al rex o rey, que
ocupaba el cargo de por vida, lo elegía de entre los
patricios el Senado (Senatus) o Consejo de Ancianos
(patres). El rey era responsable de convocar al
populus a la guerra y de dirigir al Ejército en
la batalla. En los desfiles era precedido por los funcionarios,
conocidos como lictores, que portaban las fasces,
símbolo del poder y del castigo. También era el
juez supremo en todos los pleitos civiles y penales. El Senado
sólo daba su consejo cuando el rey decidía
consultarlo, aunque sus miembros poseían gran autoridad
moral, ya
que sus cargos también eran vitalicios. En un principio
sólo los patricios podían llevar armas en
defensa del Estado. Parece que hubo una importante reforma
militar, conocida como reforma Servia, ya que posiblemente tuvo
lugar durante el mandato de Servio Tulio, en el siglo VI a.C.
Para entonces, la plebe podía adquirir propiedades y,
según la reforma, todos los propietarios, tanto los
patricios como los plebeyos, estaban obligados a servir en el
Ejército, donde se les designaba un rango de acuerdo con
su riqueza. Este plan, aunque al
principio servía a un propósito puramente
militar, preparó el terreno para la gran lucha
política entre patricios y plebeyos que tuvo lugar
durante los primeros siglos de la República
romana.
República de
Roma, periodo de la historia de Roma
caracterizado por el régimen republicano como forma de
gobierno, que se extiende desde el 510 a.C., cuando se
puso fin a la monarquía con la expulsión del
último rey, Lucio Tarquino el Soberbio, hasta el
27 a.C., fecha en que tuvo su inicio el
Imperio.
CONQUISTA DE LA
PENÍNSULA ITÁLICA
(510-264 A.C.).
En sustitución del rey, el
conjunto de la ciudadanía elegía anualmente a dos
magistrados, conocidos como pretores (o jefes militares), que
más tarde recibieron el título de
cónsules. La participación dual en el ejercicio
del poder supremo y la limitación a un año de
permanencia en la magistratura evitaban el peligro de la
autocracia.
El carácter del Senado, órgano asesor ya
existente durante la monarquía, fue modificado al poder
ingresar en él los plebeyos, conocidos como
conscripti, por lo que desde entonces la
denominación oficial de los senadores fue la de
patres conscripti (padres conscriptos). Inicialmente
sólo los patricios podían ocupar las
magistraturas, pero el descontento de la plebe originó
una violenta lucha entre los dos grupos
sociales y la progresiva desaparición de la discriminación social y política a
la cual los plebeyos habían estado sometidos.
En el 494 a.C., la secesión
(retirada) al Aventino (una de las siete colinas de Roma) de
los plebeyos, obligó a las clases patricias a conceder
la institución de los tribuni plebis (tribunos de
la plebe) que eran elegidos anualmente por el Concilium
plebis (Asamblea de la plebe) como representantes de los
plebeyos para la defensa de sus intereses. Tenían
derecho a veto sobre los actos de los magistrados patricios y
de hecho actuaban como dirigentes de la plebe en los conflictos
con los patricios. La constitución de un decenvirato
(comisión de diez hombres) en el 471 a.C. tuvo como
resultado la redacción de un código legal a su
cargo veinte años después. En el 455 a.C. la
Ley Canuleya declaraba legalmente válidos los
matrimonios entre patricios y plebeyos. En virtud de las Leyes
Licinias-sextias (367 a.C.) uno de los dos cónsules
debía ser plebeyo. El resto de las magistraturas se
fueron abriendo gradualmente a los plebeyos, incluida la
dictadura
(356 a.C.), una magistratura excepcional cuyo titular era
elegido en tiempos de gran peligro, la censura o dignidad de
censor (350 a.C.), la praetura o cargo de pretor
(337 a.C.) y las magistraturas de los colegios pontifical
y augural (300 a.C.).
Estos cambios políticos dieron paso a
una nueva aristocracia compuesta por patricios y plebeyos
enriquecidos y propiciaron que el ingreso en el Senado fuera
casi un privilegio hereditario de estas familias. El Senado,
que originalmente había tenido escaso poder
administrativo, se convirtió en un órgano
fundamental de poder; declaraba la guerra y firmaba la paz,
establecía alianzas con otros estados extranjeros,
decidía la fundación de colonias y gestionaba las
finanzas
públicas. Aunque el ascenso de esta nobilitas
puso fin a las disputas entre los dos grupos
sociales, la posición de las familias plebeyas
más pobres no mejoró y el agudo contraste entre
las condiciones de los ricos y la de los pobres originó
a finales de la República las luchas entre el partido
aristocrático y el popular.
Roma aplicó durante este periodo
una política exterior expansionista. Antes de la
disolución de la monarquía, Roma ya era la
potencia
hegemónica en el Lacio. Ayudados por sus aliados, los
romanos lucharon contra etruscos, volscos y ecuos. Entre el 449
y el 390 a.C.
Roma se mostró especialmente agresiva. La
conquista de la ciudad etrusca de Veyes en el 396 por el
militar y político Marco Furio Camilo
señaló el inicio de la decadencia de la
civilización etrusca. Otras ciudades etruscas se
apresuraron a firmar la paz, y a mediados del siglo IV a.C. se
habían establecido guarniciones romanas en el sur de
Etruria en las que se asentaron un gran número de
colonos romanos. Las victorias sobre los volscos, latinos y
hérnicos dieron a Roma el control de
Italia central y también la hicieron entrar en conflicto
con los samnitas del sur de Italia, a los que derrotó
después de las denominadas Guerras
Samnitas (343-290 a.C.). Roma reprimió una revuelta
de los latinos y volscos y en el 338 a.C. la Liga Latina
(una confederación de ciudades del Lacio establecida
muchos años atrás) fue disuelta. Las poderosas
coaliciones formadas por etruscos, umbros y galos en el norte,
y por lucanos y samnitas en el sur, amenazaron el poder de Roma
hasta que fueron derrotadas, primero la confederación
del norte en el 283 a.C. y poco después la del sur.
En el 281 la colonia griega de Tarento solicitó ayuda a
Pirro, rey de Epiro, contra Roma. Sus campañas en Italia
y en Sicilia (280-276 a.C.) no tuvieron éxito y
regresó a Grecia.
Durante los siguientes diez años, Roma completó
su dominio en el
sur de Italia y de este modo logró imponer su poder
sobre toda la península Itálica hasta los
ríos Arno y Rubicón.
En el 264 a.C. Roma comenzó
su lucha con Cartago por el control del mar
Mediterráneo. Cartago era en esta época la
potencia marítima hegemónica en el mundo y
dominaba de forma absoluta el Mediterráneo central y
occidental en tanto que Roma centraba su predominio en la
península Itálica.
Las Guerras
Púnicas y Macedónicas.
La primera (264-241 a.C.) de las
Guerras Púnicas tuvo como causa principal la
posesión de Sicilia y supuso el nacimiento de Roma como
una gran potencia naval. Con el apoyo de Hierón II,
tirano de Siracusa, los romanos conquistaron Agrigento, y su
recién creada flota, bajo el mando del cónsul
Cayo Duilio, venció a la cartaginense en la batalla de
Milai (260 a.C.). La continuación de la guerra en
África acabó con la derrota y captura del general
romano Marco Atilio Régulo. Tras una serie de derrotas
en el mar, los romanos obtuvieron una gran victoria naval el
año 242 a.C. en las islas Égates, al oeste
de Sicilia. La guerra acabó en el 241 a.C. con la
cesión a Roma de la zona cartaginesa de Sicilia que se
convirtió en una provincia romana, la primera
posesión exterior de Roma. Poco después,
Cerdeña y Córcega fueron arrebatadas a Cartago y
anexionadas como provincias.
Como Roma había logrado un
equilibrio
de fuerzas en el mar, Cartago se preparó para la
reanudación de las hostilidades al adquirir posesiones
en Hispania. Bajo el mando de Amílcar Barca, Cartago
ocupó la península Ibérica hasta la altura
del río Tajo. Asdrúbal, yerno de Amílcar,
continuó la labor de sometimiento de este territorio
hasta su muerte
(221 a.C.) y entre los años 221 a.C. y
219 a.C. el nuevo general cartaginés Aníbal,
hijo de Amílcar, amplió las conquistas
cartaginesas hasta el río Ebro. La segunda Guerra
Púnica (218-201 a.C.) comenzó al invadir
Aníbal la península Itálica tras partir
desde sus campamentos de la península Ibérica y
cruzar los Alpes con elefantes. Derrotó a los romanos en
sucesivas batallas y asoló gran parte del sur de Italia
durante varios años, pero tuvo que regresar a
África para enfrentarse con Publio Cornelio
Escipión el Africano, que había invadido Cartago
y que obtuvo una victoria decisiva sobre Aníbal en la
batalla de Zama (202 a.C.). A consecuencia de esta batalla
Cartago tuvo que entregar su flota, ceder Hispania y sus
posesiones en las islas del Mediterráneo a Roma y pagar
una enorme indemnización. Desde este momento Roma obtuvo
el control completo del Mediterráneo
occidental.
El trato que los romanos dieron a
las comunidades itálicas bajo su dominio se hizo
más severo, al tiempo que las ciudades griegas del sur
de Italia, que habían apoyado a Aníbal, se
convirtieron en colonias romanas. Roma continuó
extendiendo su poder hacia el norte: entre el 201 y el
196 a.C. los celtas del valle del río Po fueron
sometidos y su territorio fue latinizado, aunque se les
negó la ciudadanía romana. Córcega y
Cerdeña fueron sometidas e Hispania fue ocupada
militarmente, práctica que originó los primeros
ejércitos romanos permanentes.
Durante los siglos III y II a.C. Roma
hubo de enfrentarse a Macedonia por el dominio del mar Egeo en
las denominadas Guerras Macedónicas. Las tropas
macedónicas estuvieron dirigidas durante las dos
primeras guerras por Filipo V, que resultó finalmente
derrotado en el año 197 a.C. Con la ayuda de las
ciudades griegas del sur, los romanos procedieron contra
Antíoco III Megas, rey de Siria, al que
derrotaron en Magnesia del Sípilo en el año
190 a.C. y le forzaron a entregar sus posesiones en Europa
y Asia Menor. El
hijo y sucesor de Filipo, Perseo (c. 212-166 a.C.),
continuó la resistencia
contra los romanos, lo que condujo al estallido de la tercera
Guerra Macedónica. En el año 168 a.C. su
ejército fue puesto en fuga en Pidna por el
cónsul Paulo Emilio el Macedónico. Macedonia se
convirtió en provincia romana en el 148 a.C. Dos
años más tarde, la revuelta final de la Liga
Aquea en Grecia contra el dominio romano concluyó con la
conquista y destrucción de
Corinto.
Roma reemprendió la lucha contra
los cartagineses en la tercera Guerra Púnica
(149-146 a.C.), que finalizó cuando Publio Cornelio
Escipión Emiliano conquistó y destruyó
Cartago, que a partir de entonces formó parte de la
provincia romana de África. La conquista de Numancia en
el 133 a.C. puso fin a una serie de campañas en la
península Ibérica. Ese mismo año Roma
también incorporó a su control el reino de
Pérgamo tras la muerte de
su último gobernante, Atalo III; poco después
este territorio formó parte de la provincia de
Asia.
Roma había creado, en 131
años, un imperio (administrado todavía bajo una
forma republicana) que dominaba el Mediterráneo desde
Siria hasta Hispania. Como resultado de esas conquistas los
romanos entraron en contacto con el mundo griego, primero en el
sur de Italia y Sicilia y más tarde en el este,
adoptando gran parte de su cultura,
arte, literatura, filosofía y religión. El
desarrollo de la literatura latina comenzó en el
240 a.C. con la traducción y adaptación de la
poesía épica y los dramas griegos.
En el 155 a.C. se establecieron escuelas de
filosofía griega en Roma.
Con la adquisición de tan vastos
territorios comenzaron los problemas
internos de Roma. Algunas familias plebeyas extremadamente
ricas se aliaron con las viejas familias patricias para excluir
al resto de ciudadanos de las más altas magistraturas y
del Senado. Esta clase
dirigente aristocrática (optimates) se hizo cada
vez más arrogante y propensa al lujo, perdiendo los
altos niveles de moralidad e
integridad de sus antepasados. La gradual desaparición
de los campesinos, causada por la creación de grandes
propiedades agrarias, de un sistema de producción
esclavista y por la devastación del campo por la guerra,
condujo al desarrollo de un proletariado urbano cuya
opinión política no se tenia en
consideración.
El conflicto entre el partido aristocrático y
el popular era inevitable. Los intentos de los tribunos de la
plebe Tiberio Sempronio Graco y su hermano Cayo Sempronio Graco
por aliviar la situación de los ciudadanos más
pobres con una reforma
agraria y el reparto de cereales, acabaron en revueltas en
las que ambos hermanos resultaron muertos, en el 133 y en el
121 a.C. respectivamente.
La ampliación territorial de Roma
continuó. En el año 106 a.C. Yugurta, rey de
Numidia, fue destronado por el cónsul Cayo Mario con la
ayuda de Lucio Cornelio Sila. Esta victoria incrementó
el prestigio militar de Roma, consolidado tras la derrota de
los cimbrios y teutones en el sur de la Galia y norte de Italia
a manos de Mario tras su regreso de África.
Las comunidades itálicas aliadas con Roma
sintieron que sus cargas aumentaban en tanto que sus
privilegios disminuían y exigieron compartir con Roma
los beneficios derivados de las conquistas, a las que
habían contribuido. El tribuno Marco Livio Druso
intentó conciliar a la población pobre con una
serie de reformas legales sobre la posesión de la tierra y
reparto de cereales, y a los ejércitos itálicos
con la promesa de la concesión de la ciudadanía
romana. Su asesinato fue seguido, un año más
tarde (90 a.C.), por una revuelta de los ejércitos
itálicos cuyo objetivo era crear un nuevo Estado
itálico gobernado según las directrices de la
constitución romana. Tras la denominada Guerra Social
los pueblos itálicos (principalmente marsos y samnitas)
fueron finalmente derrotados, pero consiguieron la plena
ciudadanía romana.
Los problemas internos de Roma continuaron.
Durante la guerra con Mitrídates VI Eupátor, rey
del Ponto, estalló el conflicto entre Cayo Mario,
portavoz del partido popular, y Lucio Cornelio Sila, dirigente
de los optimates (partido aristocrático) a causa
de quién debería dirigir la expedición
militar. Sila marchó sobre Roma con las tropas que
había mandado durante la Guerra Social y por vez primera
las legiones romanas entraron en la ciudad. La posterior huida
de Mario y la ejecución del tribuno Publio Sulpicio Rufo
dejaron vía libre a Sila para imponer medidas
arbitrarias y pudo dirigirse contra Mitrídates en el
87 a.C. En ausencia de Sila, Lucio Cornelio Cinna,
líder del partido popular y encarnizado opositor de
aquél, quiso introducir las reformas inicialmente
propuestas por Rufo, pero fue expulsado de Roma; reunió
en torno suyo las
legiones en la región de Campania y junto a Mario (que
había regresado de África) entró en Roma.
Compartieron el consulado en el año 86 a.C. pero
Mario murió poco después, tras lo cual se
inició en represalia una masacre de senadores y
patricios. Cinna permaneció en el poder hasta el
84 a.C., fecha en la que Sila regresó de Asia Menor
con 40.000 hombres, marchó hacia Roma y derrotó
al partido popular.
En adelante, la constitución republicana estuvo
a merced de quien tuviera el apoyo militar más fuerte.
Sila suprimió a sus enemigos al proscribirles,
redactando y colocando en el Foro una lista de hombres
importantes que eran declarados enemigos públicos y
fuera de la ley; también confiscó las tierras de
sus oponentes políticos, las cuales otorgó a los
veteranos de sus legiones, quienes por lo general las
descuidaron o abandonaron. La rica economía
agrícola de Roma decayó y la ciudad tuvo que
importar gran parte de sus víveres, especialmente de
África que se convirtió en el mayor suministrador
de cereales para Roma.
En el año 67 a.C. Cneo
Pompeyo Magno, político y militar romano que
había luchado contra los partidarios de Mario en
África, Sicilia e Hispania, acabó con la piratería en el Mediterráneo y fue
el encargado de dirigir la guerra contra Mitrídates.
Mientras tanto, su rival Cayo Julio César,
aprovechándose de su ausencia, adquirió gran
prestigio como líder del partido popular al reivindicar
la rehabilitación de los injuriados nombres de Mario y
Cinna, rogando clemencia para sus hijos y llevando ante la
justicia a los corruptos seguidores de Sila.
César encontró un servicial
aliado en Marco Licinio Craso, hombre de
gran riqueza. No obstante, César provocó la
oposición de la clase media al estar implicado en la
conjura de Catilina en el año 63 a.C.; dos
años más tarde Pompeyo regresó victorioso
de Oriente, demandó al Senado que ratificara las medidas
que él había adoptado en Asia Menor y
concedió tierras a sus veteranos. Sus peticiones
encontraron fuerte oposición hasta que César
optó por la reconciliación; Pompeyo, Craso y
César constituyeron el denominado primer triunvirato en
el año 60 a.C.
El triunvirato logró obtener el
consulado para César y satisfacer las demandas de
Pompeyo. Los ecuestres (caballeros), muchos de los cuales eran
ricos miembros de la clase mercantil, fueron aplacados a costa
del Senado y se llevó a cabo una reforma agraria que
permitió a César recompensar a sus tropas. No
obstante, su mayor éxito fue la obtención del
mando militar en la Galia Cisalpina, Iliria y más tarde
en la Galia Transalpina, donde realizó importantes
conquistas militares. En el 55 a.C. los triunviros
renovaron su alianza y César prorrogó su mando en
la Galia durante cinco años más. Pompeyo y Craso
fueron elegidos cónsules en el 55 a.C. y al
año siguiente Pompeyo recibió el mando de las dos
provincias de Hispania y Craso el de Siria. La muerte de
éste último (53 a.C.) originó el
conflicto entre César y Pompeyo. Roma cayó en un
periodo de desórdenes hasta que el Senado indujo a
Pompeyo a que permaneciera en Roma, confiando su provincia a
legados; le
nombró único cónsul en el año
52 a.C. y le apoyó en su lucha contra
César.
El Senado, con el propósito
de evitar que César se presentara como candidato al
consulado en el 49 a.C., le exigió que abandonara
su mando militar. César se negó, cruzó en
el 49 a.C. el río Rubicón desde la Galia
Cisalpina y tomó Roma, obligando a Pompeyo y los
líderes aristocráticos a retirarse a Grecia. La
victoria de César supuso la introducción de
reformas económicas y administrativas en un intento de
vencer la corrupción y restaurar la prosperidad de
Roma. César continuó la guerra contra Pompeyo,
derrotando a sus ejércitos en Hispania y pasó a
Grecia, donde libró a comienzos del año
48 a.C. la decisiva batalla de Farsalia. Tras su victoria
César regresó a Roma como dictador
vitalicio.
Pompeyo fue asesinado poco después en
Egipto, pero
la guerra contra sus partidarios continuó hasta el
año 45 a.C. con su derrota definitiva en Munda (en
la Bética, Hispania), tras la cual César fue
nombrado cónsul por un periodo de diez
años.
César se granjeó la enemistad
de la aristocracia al ignorar las tradiciones republicanas y
fue asesinado el 15 de marzo del año 44 a.C. Marco
Tulio Cicerón intentó restaurar la vieja
constitución de la República, pero Marco Antonio,
que había sido nombrado cónsul con César,
se unió con Marco Emilio Lépido y el hijo de una
sobrina de César, Octavio (más tarde el emperador
Augusto), para formar el segundo triunvirato. Los triunviros
iniciaron su mandato proscribiendo y asesinando a sus
opositores republicanos, incluido Cicerón. En el
año 42 a.C. Octavio y Marco Antonio derrotaron a
las tropas de Marco Junio Bruto y de Cayo Casio Longino, dos de
los asesinos de César, en Filipos, al norte de Grecia;
más tarde los tres se repartieron el control de los
territorios pertenecientes a Roma: Octavio se quedó con
Italia y Occidente, Marco Antonio con el Oriente y
Lépido con África. Poco después de asumir
el control de su zona oriental, Marco Antonio, rendido ante los
encantos de la reina de Egipto Cleopatra VII, planeó
crear con ella un imperio oriental independiente.
Lépido, llamado a Sicilia por Octavio para que le
ayudara en la guerra contra Sexto Pompeyo (hijo de Pompeyo
Magno), intentó conquistar Sicilia para sí mismo,
por lo que fue privado de su provincia y apartado del
triunvirato. La muerte de Sexto Pompeyo, tras la
destrucción de su flota, dejó a Octavio
—que había reforzado su posición en
Occidente— solo frente a Marco Antonio como rival. Tras
la batalla de Accio (o Actium) (31 a.C.) y el posterior
suicidio de
Marco Antonio y Cleopatra, Octavio obtuvo el control de Oriente
(29 a.C.), con lo cual pasó a poseer la total
supremacía sobre el territorio de Roma. Dos años
más tarde recibió del Senado el título de
augusto que asociaría a su propio nombre, acto que se
considera el inicio del periodo imperial.
A pesar de las sucesivas guerras
civiles, la literatura latina experimentó un notable
desarrollo durante el llamado ‘periodo ciceroniano’
(70-43 a.C.). Es la primera parte de la llamada edad de
oro de la
literatura romana. El siguiente periodo
(43 a.C.-14 d.C.) es conocido con el nombre de
‘periodo augusteo’. César y Cicerón
llevaron la prosa latina a nuevas cimas, Terencio fue en esta
época uno de los más brillantes dramaturgos y
Catulo y Lucrecio destacaron por su brillante actividad
poética.
Imperio de
Roma, periodo de la historia de Roma
caracterizado por un régimen político dominado
por un emperador, que comprende desde el momento en que Octavio
recibió el título de augusto (27 a.C.) hasta
la disolución del Imperio romano de Occidente
(476 d.C.).
AUGUSTO Y LA
DINASTÍA JULIA-CLAUDIA.
El Imperio sucedió a la
República de Roma y Augusto, como princeps
(primer ciudadano) mantuvo la constitución republicana
hasta el año 23 a.C. en que el poder tribunicio y
el imperium militar (o mando supremo) fueron revestidos
con la autoridad real. El Senado conservó el control de
Roma, la península Itálica y las provincias
más romanizadas y pacíficas. Las provincias
fronterizas, donde fue preciso el acuartelamiento estable de
legiones, estaban gobernadas por legados, nombrados y
controlados directamente por Augusto. La corrupción y extorsión que
habían caracterizado a la
administración provincial romana durante el
último siglo de la República no fue tolerada, de
lo que se beneficiaron en especial las provincias.
Augusto introdujo numerosas reformas
sociales, entre ellas las que pretendían restaurar las
tradiciones morales del pueblo romano y la integridad del
matrimonio;
intentó combatir las costumbres licenciosas de la
época y recuperar los antiguos festivales religiosos.
Embelleció Roma con templos, basílicas y
pórticos en lo que parecía el nacimiento de una
era de paz y prosperidad. Este periodo representa la
culminación de la edad de oro de la literatura latina,
en la que destacan las obras poéticas de Virgilio,
Horacio y Ovidio, y la monumental obra en prosa de Tito Livio
Ab urbe condita libri
(Décadas).
Con el establecimiento de un sistema de
gobierno imperial, la historia de Roma se identificó en
gran medida con los reinados de cada uno de los emperadores. El
emperador Tiberio, sucesor de su padrastro Augusto desde el
14 d.C., competente gestor, fue objeto del descontento y
de la sospecha general; apoyándose en el poder militar,
mantuvo en Roma a su Guardia Pretoriana (las únicas
tropas permitidas en la capital), siempre prestas a su llamada.
Fue sucedido por el tiránico y mentalmente inestable
Calígula (37-41).
A su muerte el título imperial pasó a
Claudio I, cuyo mandato contempló la conquista de
Britania y continuó las obras públicas y las
reformas administrativas iniciadas por César y Augusto.
Su hijo adoptivo Nerón inició su gobierno bajo el
sabio consejo y asesoramiento del filósofo Lucio Anneo
Séneca y de Sexto Afranio Burro, prefecto de la Guardia
Pretoriana; sin embargo, sus posteriores excesos de poder le
condujeron a su derrocamiento y suicidio en el 68 d.C., lo
que supuso el fin de la dinastía
Julia-Claudia.
DINASTÍAS
DEL LOS FLAVIOS Y LOS ANTONINOS (69-192).
Los breves reinados de Galba,
Otón y Vitelio entre los años 68 y 69 d.C.
fueron seguidos por el de Vespasiano, que junto a sus hijos,
los emperadores Tito y Domiciano, constituyen la
dinastía de los Flavios (69-96). Resucitaron la
sencillez de la corte en los comienzos del Imperio e intentaron
restaurar la autoridad del Senado y promover el bienestar del
pueblo. Fue durante el reinado de Tito cuando se produjo la
erupción del Vesubio que devastó la zona al sur
de Nápoles donde se encontraban las ciudades de
Herculano y Pompeya. Aunque la literatura floreció
durante el reinado de Domiciano, éste se
convirtió en sus últimos años en una
persona cruel y un gobernante tiránico. Este periodo de
terror sólo acabó con su asesinato.
Marco Coceyo Nerva (96-98) fue el
primero de los denominados ‘cinco buenos
emperadores’ junto a Trajano, Adriano, Antonino
Pío y Marco Aurelio. Cada uno de ellos era elegido y
adoptado legalmente por su predecesor según su habilidad
e integridad. Trajano llevó a cabo una campaña
contra los dacios, armenios y partos, permitiendo que el
Imperio alcanzara su mayor extensión territorial;
también destacó por su excelente administración. El escritor
satírico Juvenal, el orador y escritor Plinio el Joven y
el historiador Tácito vivieron bajo el reinado de
Trajano. Los 21 años de gobierno de Adriano
también fueron un periodo de paz y prosperidad; tras
ceder algunos de los territorios más orientales, Adriano
consolidó el resto del Imperio y estabilizó sus
fronteras. El reinado de su sucesor, Antonino Pío se
caracterizó igualmente por el orden y la paz. Las
incursiones de varios pueblos emigrantes sobre diversas zonas
del Imperio agitaron el reinado del siguiente emperador, el
filósofo estoico Marco Aurelio, que gobernó junto
a Lucio Aurelio Vero hasta el fallecimiento de este
último. Marco Aurelio fue sucedido por su disoluto hijo
Lucio Aurelio Cómodo, considerado como uno de los
más sanguinarios y licenciosos tiranos de la historia.
Fue asesinado en el 192 y con él finalizó la
dinastía de los Antoninos (96-192).
DECADENCIA Y
CAÍDA DEL IMPERIO.
Los breves reinados de Publio Helvio
Pertinax (193) y Didio Severo Juliano fueron seguidos por el de
Lucio Septimio Severo (193-211), primer emperador de la breve
dinastía de los Severos. Los emperadores de este linaje
fueron: Caracalla (211-217), Publio Septimio Geta (211-212,
compartiendo el primer año de reinado de su hermano
Caracalla), Heliogábalo (218-222) y Severo Alejandro
(222-235). Septimio Severo fue un hábil gobernante;
Caracalla fue famoso por su brutalidad y Heliogábalo por
su corrupción. Caracalla otorgó en el año
212 la ciudadanía romana a todos los hombres libres del
Imperio
romano a fin de poder gravarlos con los impuestos a los
que sólo estaban sometidos los ciudadanos. Severo
Alejandro destacó por su justicia y
sabiduría.
El periodo posterior a la muerte de
Severo Alejandro (235) fue de gran confusión. De los 12
emperadores que gobernaron en los 33 años siguientes,
casi todos murieron violentamente, por lo general a manos del
Ejército, quien también los había
entronizado. Los emperadores ilirios, nativos de Dalmacia,
lograron que se desarrollara un periodo breve de paz y
prosperidad. Esta nueva dinastía incluyó a
Claudio II el Gótico, que rechazó a los godos, y
Aureliano, quien entre el 270 y el 275 derrotó a los
godos, germanos y a la reina de Palmira, Septimia Zenobia, la
cual había ocupado Egipto y Asia Menor, restaurando la
unidad del Imperio durante algún tiempo. A Aureliano le
siguieron una serie de emperadores relativamente
insignificantes hasta el ascenso al trono en el año 284
de Diocleciano.
Gobernante capaz, Diocleciano llevó a
cabo un buen número de reformas sociales,
económicas y políticas: eliminó los privilegios
económicos y políticos que habían
disfrutado Roma e Italia a costa de las provincias,
intentó regular la creciente inflación mediante
el control de los precios de
los alimentos y de otros productos básicos, así
como del salario
máximo de los trabajadores, instituyó un nuevo
sistema de gobierno en el cual él y Aurelio Valerio
Maximiano compartieron el título de augusto, a fin de
establecer una administración más uniforme en
todo el Imperio. Sus poderes fueron reforzados por el
nombramiento de dos césares, Galerio y Constancio,
instaurando así el régimen de tetrarquía
(dos augustos y dos césares). Diocleciano controlaba
Tracia, Egipto y Asia, mientras que su césar Galerio
gobernaba las provincias danubianas. Maximiano administraba
Italia y África y su césar Constancio, Hispania,
la Galia y Britania. La tetrarquía creó una
maquinaria administrativa más sólida pero
aumentó la ya enorme burocracia
gubernamental con cuatro sectores imperiales y sus
correspondientes funcionarios, lo que supuso una enorme carga
financiera para los limitados recursos
imperiales.
Diocleciano y Maximiano abdicaron en el 305
y dejaron a los dos nuevos césares inmersos en una
guerra civil, que no acabó hasta la ascensión del
hijo de Constancio Constantino I el Grande en el 312.
Constantino, que había sido con anterioridad
césar en Britania derrotó a sus rivales en la
lucha por el poder y reunificó el Imperio de Occidente
bajo su mando. Tras derrotar en el 324 a Licinio, emperador de
Oriente, Constantino quedó como único gobernante
del mundo romano. Se convirtió al cristianismo, que había hecho su
aparición durante el reinado de Augusto y que, a pesar
de las numerosas persecuciones de que fue objeto, se
había difundido durante el mandato de los últimos
emperadores y, a finales del siglo IV, se convirtió en
la religión oficial del Imperio. Constantino
estableció la capital en Bizancio, ciudad reconstruida
en el 330 y rebautizada con el nombre de Constantinopla (actual
Estambul). La muerte de Constantino (337) marcó el
inicio de la guerra civil entre los césares rivales, que
continuó hasta que su único hijo vivo, Constancio
II reunificó el Imperio bajo su mando en el 351. Fue
sucedido por Juliano el Apóstata, conocido por tal
nombre a causa de su renuncia al cristianismo, y éste
por Joviano (363-364).
A continuación el Imperio
volvió a escindirse, aunque bajo el reinado de Teodosio
I estuvo unido por última vez tras la muerte del
emperador de Occidente Valentiniano II. Cuando falleció
Teodosio (395), sus dos hijos se repartieron el Imperio:
Arcadio se convirtió en emperador de Oriente (395-408) y
Flavio Honorio en emperador de Occidente (395-423).
En el siglo V las provincias
del Imperio romano de Occidente se empobrecieron por los
impuestos exigidos para el mantenimiento del Ejército y de la
burocracia; también a causa de la guerra civil y de las
invasiones de los pueblos germanos. Al principio la
política conciliadora con los invasores al nombrarles
para cargos militares en el Ejército romano y
administrativos en el gobierno, tuvo éxito. No obstante,
los pueblos invasores del Este emprendieron gradualmente la
conquista del Occidente y a finales del siglo IV Alarico I, rey
de los visigodos, ocupó Iliria y arrasó Grecia;
en el 410 conquistó y saqueó Roma, pero
murió poco después. Su sucesor Ataúlfo
(410-415) dirigió a los visigodos a la Galia y en el 419
el rey visigodo Valia recibió autorización del
emperador Flavio Honorio para asentarse en el suroeste de la
Galia, donde fundó un reino visigodo. En torno a estas
fechas los vándalos, suevos y alanos ya habían
invadido Hispania, por lo que Flavio Honorio se vio obligado a
reconocer la autoridad de estos pueblos sobre esa provincia.
Durante el reinado de su sucesor, Valentiniano III, los
vándalos, bajo el mando de Genserico conquistaron
Cartago, mientras que la Galia e Italia eran invadidas por los
hunos, encabezados por Atila.
Éste marchó primero sobre la Galia pero
los visigodos, ya cristianizados y leales a Roma, le hicieron
frente. En el año 451 un ejército de romanos y
visigodos, mandado por Flavio Aecio, derrotó a los hunos
en la batalla de los Campos Cataláunicos. En el
año siguiente Atila invadió Lombardía,
pero no pudo seguir avanzando hacia el sur y falleció en
el año 453. En el 455, Valentiniano, último
miembro del linaje de Teodosio en Occidente, fue asesinado. En
el periodo comprendido entre su muerte y el año 476 el
título de emperador de Occidente fue ostentado por nueve
gobernantes, aunque el auténtico poder en la sombra era
el general romano de origen suevo Ricimer, llamado
también el ‘proclamador de reyes’.
Rómulo Augústulo, último emperador de
Occidente, fue depuesto por el jefe de los hérulos
Odoacro, a quien sus tropas proclamaron rey de Italia en el
año 476. El Imperio de Oriente, también llamado
Imperio
bizantino, perduraría hasta 1453.
En el 410 d.C. y nuevamente
en el año 455, las tribus germanas saquearon la ciudad.
La invasión de los ostrogodos en el siglo VI, la
siguiente reocupación bizantina y la destrucción
asociada a estos movimientos contribuyeron a precipitar el
declive y la reducción de la población. No
obstante, la ciudad era la sede del papado y mantuvo cierto
número de habitantes.
Con el papa Gregorio I se pudo frenar por un
tiempo esta decadencia, pero pronto se convertiría en
campo de batalla; en el siglo IX la situación
tocó fondo cuando los árabes atacaron los
alrededores de la ciudad, incluso el territorio papal. Durante
la edad media, los barrios edificados disminuyeron hasta que
quedaron confinados a las orillas del Tíber, donde se
disponía de agua.
Sólo uno de los antiguos acueductos sigue hoy en
funcionamiento.
La prosperidad de la ciudad
empezó a aumentar en el siglo XI, aunque su progreso se
hizo más lento a principios del XIV, cuando los papas se
instalaron en Aviñón. El papado regresó a
Roma en 1377, y en la segunda mitad del siglo XV la ciudad
pasó a ser el centro de la cultura renacentista. El
inmenso mecenazgo papal sobre las artes enriqueció Roma.
Durante el papado de Nicolás V (1447-1455) se repararon
las murallas defensivas, se construyeron palacios y se
restauraron iglesias. Los más importantes artistas y
arquitectos trabajaron entonces en Roma y, a finales del siglo,
había sustituido a Florencia como foco del renacimiento.
El saqueo de la ciudad en 1527 a manos de mercenarios alemanes
supuso un retroceso temporal.
Durante el siglo XVI, Miguel Ángel, Donato
Bramante, Rafael y otros artistas trabajaron para los papas;
también progresó la construcción de la
basílica de San Pedro. No obstante, no fue hasta el
papado de Sixto V (1585-1590) cuando se llevó a
cabo la modernización del confuso y denso trazado urbano
medieval. Se diseñaron tres calles principales que
partían, en forma de radios, desde la Piazza del Popolo
hacia el centro de la ciudad. Sixto V mandó construir
también plazas y fuentes, restauró el acueducto
Acqua Felice y algunas antiguas iglesias, y se completó
la cúpula de San Pedro.
El estilo barroco que caracteriza la
Roma posterior a la Contrarreforma predomina en las
edificaciones del siglo XVII. Arquitectos y escultores, como
Gian Lorenzo Bernini y Francesco Borromini, transformaron la
cara de la ciudad en estos años. En el siglo XVIII, Roma
disfrutó de un periodo de relativa tranquilidad bajo el
mandato papal. Los edificios construidos en estilo
rococó durante la primera mitad del siglo dieron paso
más tarde a otros neoclásicos. En 1797, Napoleon
Bonaparte tomó Roma y se apoderó de numerosos
tesoros artísticos. Tras el Congreso de Viena de 1815,
Roma pasó de nuevo a manos del papado. No obstante, la
ocupación de Italia por Napoleón estimuló una
reacción nacionalista y, en 1861, Italia se
unificó bajo la Casa de Saboya. Pero Roma no se
incorporó al Reino de Italia y hasta 1870 no pudo ser
ocupada. El papa Pío IX se declaró a
sí mismo "prisionero del Vaticano".
Una vez que la ciudad se hubo
convertido en la capital de la Italia unificada en 1871, se
inició un periodo de gran florecimiento y de
construcción de nuevos distritos. A principios del siglo
XX se había unificado toda el área dentro de las
antiguas murallas y la ciudad empezó a expandirse hacia
las afueras. Para prevenir su desbordamiento, se construyeron
grandes presas a lo largo del río Tíber. La
dictadura de Benito Mussolini (1922-1943) estuvo marcada por la
destrucción de antiguos barrios y el desarrollo de
pomposos proyectos,
tales como la Via del Impero (hoy Via dei Fori Imperiali). En
1929, el Vaticano pasó a ser un enclave papal
independiente. Roma, declarada ‘ciudad abierta’
durante la II Guerra Mundial, no recibió serios
bombardeos. El crecimiento en el periodo de posguerra
siguió un ritmo rápido y hoy nuevas zonas
residenciales se extienden hasta el campo. En la actualidad, no
sólo es la capital y el centro político y
administrativo de Italia, sino también sede de la
Iglesia católica, de importantes agencias
internacionales y empresas multinacionales, por lo que ha
adquirido una importancia mundial. Población
(según estimaciones para 2001), 2.655.970
habitantes.
Derecho romano, conjunto formado por
las disposiciones jurídicas y el sistema legal
desarrollado en Roma desde la primera compilación de
leyes, conocida como la Ley de las Doce Tablas, en el
año 450 a.C., hasta la muerte de Justiniano I,
soberano del Imperio bizantino, en el año 565 d.C.
De forma concreta, se utiliza para designar la
compilación de la ley conocida como Corpus Iuris
Civilis, también llamado Código de
Justiniano, realizado bajo los auspicios del mismo y que fue la
base del Derecho civil
de muchas naciones europeas continentales.
Antes de las XII Tablas, el
Derecho en Roma tenía un carácter religioso y su
interpretación la realizaban sacerdotes
que eran miembros de la clase patricia. Las protestas y
agitaciones de la clase plebeya condujeron a que la ley
consuetudinaria existente se escribiera añadiendo
algunos principios que no formaban parte de la costumbre. La
Ley de las Doce Tablas, tras ser escrita, fue sometida a una
asamblea popular y aceptada. Este Código contiene reglas
simples, ajustadas a una comunidad agrícola, establece
la igualdad
ante la ley de los patricios y los plebeyos y fue erigido en la
fuente de todo el Derecho público y privado romano. El
sistema legal instaurado por este Código y el conjunto
de reglas que se desarrollaron a su alrededor era aplicado en
exclusiva a los ciudadanos romanos y se conocía como el
ius civile.
Esta Ley de las Doce Tablas, el más antiguo
código de Derecho romano. Fue redactado entre los
años 451 y 450 a.C., y tomó como fuente el
Derecho oral existente en aquel momento. Sus autores fueron 10
magistrados denominados decenviros, y se
inscribió sobre tablas de bronce o madera que
fueron colocadas en el principal foro romano. Parece ser que la
Ley de las Doce Tablas fue establecida para aplacar las
reclamaciones de los plebeyos, que mantenían que
sus libertades no se encontraban protegidas de forma
conveniente por el Derecho escrito, al menos tal y como lo
aplicaban los jueces patricios. En una primera
versión original, se confeccionaron diez tablas, a las
que se añadieron dos más al año siguiente.
Unas y otras fueron destruidas durante el saqueo de Roma por
los galos en el 390, pero la literatura latina posterior ha
permitido que conozcamos algunas de esas leyes. Las Doce Tablas
abarcaban las diferentes disciplinas del Derecho, con
inclusión de los castigos previstos para algunas
infracciones. Esta ley sufrió numerosas reformas, pero
llegó a tener una vigencia de cerca de 1000
años.
La expansión territorial por la
cuenca mediterránea obligó a los romanos a
elaborar un sistema legal nuevo. Cada territorio conquistado
contaba con su propio sistema, por lo que se requería un
cuerpo de leyes que fuese aplicable tanto a los ciudadanos
romanos como al resto. Más o menos entre el
367 a.C. y el 137 d.C. este nuevo sistema se
desarrolló a partir de los edictos del pretor, que
definía e interpretaba la ley para los casos
particulares. El pretor de los extranjeros administraba
justicia en Roma, en todas las controversias donde alguna de
las partes no era un ciudadano romano, y el pretor provincial
establecía sus edictos en materias de interés
comercial tras los edictos del pretor de los extranjeros de
Roma. Durante los últimos años de la
República de Roma las reglas de este nuevo sistema
solían aplicarse a los conflictos entre ciudadanos
romanos. Este nuevo sistema legal se conocía como el
ius gentium. La ampliación de la
ciudadanía romana a todos los habitantes libres del
Imperio romano hizo que la distinción entre ius
civile y ius gentium quedara obsoleta y la ley de la
ciudad, o ius civile de Roma, se convirtiera en la ley
de todo el imperio. Las diversidades provinciales fueron
eliminadas por la legislación del Senado y del emperador
y por la interpretación de los jurisconsultos. El hito
más importante en el desarrollo del sistema romano en
este periodo es el Derecho, concedido por el primer emperador
romano Augusto y sus sucesores a algunos eminentes juristas, de
elaborar responsa, u opiniones, en los casos que se
presentaban en un proceso ante
los tribunales. Entre los más famosos juristas romanos
de esta época estaban Gayo, Papiniano, Julio Paulo y
Ulpiano. Los tres últimos citados desempeñaron el
cargo de praefectus praetoria, similar a un ministro de
justicia del Imperio romano.
En el siglo III d.C. los
decretos promulgados por los emperadores fueron adquiriendo
importancia en el sistema legal romano. La primera
compilación de estas leyes imperiales, el Codex
Theodosianus, fue publicado por Teodosio II, soberano del
Imperio bizantino, en el 438 d.C. Teodosio estudió
la propuesta, que no llevó a cabo, de realizar una obra
más ambiciosa, que incluyera un sumario oficial de la
ley antigua como inicio de la literatura jurídica.
Más tarde, Justiniano I nombró un comité
de diez juristas, siendo el más famoso Triboniano, para
hacer esta compilación. Los libros de
leyes publicados por Justiniano eran conocidos como el
Corpus Iuris Civilis y comprendían los
siguientes: Institutiones (533), Digesta o
Pandecta (533), Codex Constitutionum (528-529 y
revisado en el 534) y Novellae (534-565).
Las Institutiones de Justiniano
señalaban los elementos del Derecho romano y estaban
basadas en las Institutiones de Gayo. Al principio se
destinaban a los estudiantes de leyes, pero al cabo de unos
años se publicaron con fuerza de ley. El Digesta
o Pandecta, compuesto a partir de extractos de la
literatura jurídica de cuatro siglos (entre el
30 a.C. y el 300 d.C.), era una colección de
decisiones de los tribunales con comentarios de varias leyes.
El Novellae era una colección de las leyes
promulgadas por Justiniano y sus sucesores. El Codex
Constitutionum revisado era una compilación de la
legislación imperial hasta el 534 d.C.
Los libros de leyes de Justiniano
estuvieron en vigor en el Imperio bizantino hasta el final del
siglo IX, momento en el que fueron condensados en un solo
libro,
escrito en griego, y conocido como Basilica. Este
código continuó en vigor, al menos en teoría, hasta la conquista de
Constantinopla por el Imperio otomano en 1453. En la Europa
occidental, la principal fuente del Derecho romano entre los
siglos VI y XI fue el Breviario de Alarico, realizado por el
rey visigodo Alarico II en el 506 d.C. En el siglo XI los
libros de Justiniano eran estudiados y utilizados en
Lombardía (sur de Francia y
norte de Italia) y en Cataluña (España). En
Italia, las leyes de Justiniano se divulgaban en la Escuela de
Derecho de Pavía. A principios del siglo XII se
emprendió un estudio más minucioso de estos
textos en Bolonia. La difusión sistemática del
Derecho romano se propagó desde Italia al resto de
Europa a partir del siglo XII. Con el renacimiento
del comercio en
Europa y debido a la imposibilidad del Derecho medieval de
satisfacer las necesidades de los cambios de las condiciones
económicas y sociales, el Derecho romano se
incorporó a los sistemas
legales de muchos países de la Europa
continental.
Así se llama la obra de Justianiano, está
integrada por: Los Códigos: el viejo y el nuevo, el
Digesto o Pandectas, las Institutuciones y las Novelas.
Conocida con el nombre de Corpus Iuris Civilis, la obra
que reúne en un solo cuerpo de ley, todas las obras de
Justiniano, conocida desde la edición
de Dionisio Godofredo (Ginebra 1.583).
Aquí se reúnen en un solo libro las iuras
y la leges, la obra de la Jurisprudencia y el material
legislativo de los emperadores. Justiniano y otros juristas
tratan con esto de servir a las demandas y exigencia y el
material legislativo de los emperadores. Justiniano y otros
juristas tratan con esto de servir a las demandas y exigencias de
sus tiempos.
Es la que reúne en un solo libro o cuerpo general
sin mezclarlo ni confundirlo, los iura y las leges, la obra de la
jurisprudencia clásica y el material legislativo de los
emperadores.
La obra compiladora de justiniano, llevada a cabo en un
corto tiempo, 553 d.c. Y gracias al concurso de Justiniano, y
otros juristas, trata de servir a las demandas o exigencias de su
tiempo. El espíritu animador de Justiniano está
patente en la obra, a la que quiere imprimir un notorio sello de
unidad, trayendo a concierto el cúmulo legislativo y
jurisprudencial formando en ambientes distintos y en un correr de
siglos.
A la hora de compilar, y siempre que las circunstancias
lo permitan, se guarda respeto a la tradición
clásica. En este caso, las discordancias o contradicciones
de los viejos textos da la imposibilidad de su llana
aplicación las necesidades nuevas, recomienda su
modificación.
A este conjunto se denominó en el siglo XII
Carpus Iuris Civilis, para distinguirlo del "Corpus Iuris
Canonici".
El corpus iuris civilis, como empezó a llamase en
la Edad Media el conjunto de la recopilación justinianea:
Los códigos, Digesto, Instituciones
y Novelas, fue un trabajo
majestuoso, un gran paso en el propósito de dar alcance
universal al derecho romano tal como había sido concebido
por los clásicos; sin esta codificación el sistema jurídico
romano se habría perdido para la Europa medieval y por lo
tanto, para el mundo moderno.
La finalidad de estas obras significaba el esfuerzo de
un gobernante para dotar a su pueblo de un sistema
jurídico tan cercano al modelo
clásico. La obra de Justiniano, es posible gracias a la
conservación clasicista del derecho romano en las escuelas
orientales especialmente las de Beirut y Constantinopla, fue
considerada como fuente única del derecho en esa parte del
imperio hasta la victoriosa campaña de los
otomanos.
Importancia del Corpus Iuris Civilis:
Consagró el sistema de derecho, definiendo la
perdurabilidad en la historia y en el campo jurídico. Esta
obra es considerada como una antología jurídica,
como una colección de escritores antiguos en la que se
condensa lo mejor de la jurisprudencia romana.
El primer objetivo fue dar el pueblo un código
práctico; y el segundo, conservar la jurisprudencia
clásica.
Importancia de la
obra jurídica de Justiniano.
Aquellas maravillosas obras podríamos decir que
desde el punto de vista jurídico de la mayoría de
los juristas más destacados de toda la época
romana; y desde el punto de vista de la legislación
Justiniana, las Novelas vienen a ser más importantes por
ser la producción jurídica de Justiniano; y las
Institutas, desde el punto de vista de la enseñanza. Toda esta obra se perdió
desde la caída del imperio Romano. La obra jurídica
de Justiniano tiene tres aspectos de importancia:
1. Desde el punto de vista histórico: Esta
obra se preservó a través del tiempo y de la
barbarie, toda la tradición romana, por cuanto una vez que
se produce la expulsión de los bárbaros que
mantenían el Imperio de Occidente, la obra jurídica
de Justiniano vuelve a entrar el periodo de vigencia. Sus obras
se aprecian a través del tiempo al ser estudiadas por
todos, ya que sobresale su inteligencia y
la voluntad perseverante de sus obras que al pasar del tiempo son
estimadas.
2. Desde el punto de vista de su
codificación: Comprende todos los aspectos del
derecho
positivo romano que se había desarrollado desde la
época clásica en razón que no sólo se
codifican las clásicas constituciones imperiales
promulgadas desde el reinado de Adriano, sino que también
se codifica la jurisprudencia, es decir, todas las obras escritas
y publicadas por los jurisconsultos clásicos que
habían obtenido el ius publicae respondendi, es decir, la
facultad de responder consultas jurídicas con fuerza de
leyes. Por haber tenido la intención, aparentemente, de
transmitir a los siglos futuros lo esencial del derecho romano y
a su vez el ingenio de aplicarlo a la vida y a las costumbres de
su tiempo.
3. Desde el punto de vista legislativo: En virtud
que Justiniano le da fuerza legal a todas las partes de las
cuales dividió el corpus iuris civilis haciéndolas
normas de carácter obligatorio para todos los ciudadanos
romanos. Es justo reconocerlo como el autor de excelentes
reformas, ya que nunca sale de un tema sin dar la solución
definitiva. Sus leyes son inelegantes, y enemigo de las
sutilezas.
Es una compilación legislativa llevada a cabo por
el emperador de Bizancio Justiniano I (527-565). Bajo sus
auspicios se realizaron cuatro importantes obras que, a partir de
la edición completa publicada en 1583 por Dionisio
Godofredo en Ginebra, se denominaron Corpus Iuris Civilis. En
esta obra podemos distinguir cuatro partes.
1. Las Instituciones
Etimológicamente significa instituciones.
Contienen una síntesis
de preceptos y doctrina en cuatro libros de reducida
extensión que abordan las siguientes materias: el primero,
de las personas; el segundo, de la división de las cosas,
de la propiedad, de los demás derechos reales y del
testamento; el tercero, de la sucesión intestada y de las
obligaciones
que proceden del contrato; y el
cuarto, de las obligaciones ex delicto y de las acciones, con
un apéndice de publicis iudiciis. La obra es fruto del
encargo que Justiniano hizo a los juristas Triboniano,
Teófilo y Doroteo: realizar una obra de lenguaje accesible
que pudiera sustituir a las Instituciones de Gayo en las
escuelas. Así fue promulgada el 21 de noviembre de 533
dedicada a la juventud
estudiosa y más tarde, el 30 de diciembre del mismo
año, adquirió fuerza de ley.
2. El Código:
Justiniano dictó el 13 de febrero del año
528 una constitución denominada "Haec quae necesrio", por
ser estas las palabras iniciales de su texto, en la
cual designó una comisión a la que encomendó
la tarea de proceder a la recopilación de las leyes, o
sean las constituciones imperiales vigentes en la época,
que habrían de tomar de los códigos Gregorianos,
Hermogeniano y Teodosiano, agregándole las constituciones
posteriores del mismo Teodosio II y las llamadas novelas
post-teodosianas.
Existió una comisión que recibió el
encargo de reunir las constituciones imperiales; el emperador dio
su autorización para proceder a una recopilación de
las que tuvieran en vigencia en ese momento, pudiendo modificar
su redacción y hasta su contenido, a fin de adaptarlas a
las necesidades actuales, ya que la obra perseguía una
finalidad: facilitar la aplicación del derecho,
transcurrido unos meses la comisión presentó su
proyecto al
emperador. Quién el 7 de abril del año 526
publicó una constitución que fijaba el día
16 de abril de ese mimo año la entrada en vigencia del
"Novus Iustiniano Codex" , o sea el "Nuevo Código", que
fue nuevo con relación a los códigos que se
habían tenido en cuenta, pero que dejó de serlo ,
cuando posteriormente el mismo Justiniano ordenó en el
año 534 la redacción de una nueva
recopilación, que fue aprobada por el emperador con el
título de "Codees repetitae praelectionis" y que es, el
"Nuevo Código Justinianeo".
El texto del primitivo código justiniano (529),
al que se le denomina "Codex Vetus", no ha llegado hasta nosotros
y sólo se conserva en un manuscrito conocido por "Papiro
de Oxyrrinco", publicado en 1922 un fragmento de su índice
en que figuran los "inscriptiones" de las constituciones
incluidas en los títulos II, que no fue incluida en el
nuevo del año 534, circunstancia ésta que demuestra
que en el momento en que Justiniano ordenó la
redacción del primer codees no había concebido
todavía la idea de hacer compilar un cuerpo de doctrina
jurídica como el Digesto, ya que, de lo contrario, no se
explicaría aquella inclusión.
3. El Digesto
Nombre tomado en tributo al anterior Digesto, que
etimológicamente significa enciclopedia, compuesto por
Juliano. Dividido en 50 libros, es la parte más voluminosa
del Corpus y está formada por una reunión de
fragmentos procedentes de las obras de los grandes juristas,
armonizando una edición oficial de los más selectos
de la jurisprudencia romana. El 15 de diciembre de 530 Justiniano
encargó a Triboniano que seleccionara unos colaboradores
que juzgara con la capacidad necesaria para acometer la
abrumadora tarea de compilar con carácter oficial los
precedentes jurisprudenciales que integraban el ius, pero que no
estaban recogidos en leges. Para darle un carácter
unitario se procedió también a ordenar y eliminar
las repeticiones, y resolver los aspectos contradictorios de la
ley existente e incluso variar el tenor literal de todos los
documentos, si
hacía falta para lograrlo.
El Derecho de juristas recogido en el Digesto es el
fruto de la aplicación profesional, y por su propia
naturaleza es
fragmentaria, por lo que resulta indudable el enorme esfuerzo que
conllevó esta empresa, que
además se caracterizó por la tremenda riqueza por
su contenido, que todavía resulta actual. Los 50 libros de
que consta se encuentran divididos en títulos, dentro de
los cuales se incluyen los fragmentos, cada uno con la inscriptio
que indica el nombre del jurisconsulto, el número del
libro y el título de la obra originaria de la que
proceden, no contándose con una sistemática
práctica en la ordenación interna de cada
título.
Cabe señalar que el digesto esta dividido por
Justiniano para servir a fines didácticos en 7 partes,
siguiendo el esquema de los comentarios del edicto. Estas partes
son:
-Del libro 1 al 4: Principios generales sobre el derecho
y la jurisdicción.
-Del libro 5 al 11: Doctrina general sobre las acciones
de protección judicial de la propiedad y de los
demás derechos
reales.
-Del libro 12 al 19: De rebus, obligaciones y contratos.
-Del libro 20 al 27: Umbilicus, obligaciones y familia.
-Del libro 28 al 36: De testamentis et codicilis,
herencia,
legados y fideicomisos.
-Del libro 37 al 44: Herencia pretoriana y materias
referentes a derechos reales, posesión y
obligaciones.
-Del libro 45 al 50: Stipulatio, derecho penal,
apellation, derecho municipal.
4. Las Novelas
Nombre cuyo origen es el de Novellae constitutiones post
Codicem. Contienen las constituciones promulgadas por Justiniano
después de publicar la compilación integrada por
las tres secciones ya descritas. A diferencia de las partes
anteriores, las Novelas no están recopiladas como unidad
formal que responda al designio de un soberano, sino que se
conocen a través de colecciones particulares.
El auténtico esplendor del trabajo de Justiniano
se produjo unos seis siglos más tarde de la
publicación de estas obras, cuando la cultura europea
adoptó su legado como una referencia cargada de autoridad
y muy útil para la formación de los nuevos juristas
en un Derecho común. El gran mérito de la obra de
Justiniano fue condensar el saber jurídico de Roma y
actuar como el eslabón de continuidad para que ese
pensamiento
pasara a la conciencia
jurídica europea suponiendo, sin duda, el segundo gran
momento de expansión del Derecho romano.
Las "Novellae Leges" se clasificaron
en:
Epidome Iuliani: Es una colección de 124
novelas que se encuentran en orden cronológico y escritas
en latín, estas se le atribuyen a un profesor de
Constantinopla, llamado Juliano. Se cree que fue compuesta en
tiempos de Justiniano, aproximadamente en el año 555.
Estas se transmitió en manuscritos en el siglo
VII.
Las Autenticas (Authenticum): Esta es una
colección de 134 novelas, que fueron publicadas entre los
años 535 y 556, estas están ordenadas
cronológicamente hasta el No. 124. Su traducción al
latín no se realizó de manera fiel, y su nombre
proviene por haberse otorgado autenticidad por los juristas de
Bolonia, tras tenerlas por falsas, se hicieron aproximadamente en
el siglo XI.
Colección Anónima: Es una
colección de 168 novelas que originalmente se redactaron
en griego y fueron llevadas a cabo bajo Tiberio II. En su
mayoría pertenecen a Justiniano, otras a Justiniano II y
Tiberio II.
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