- Definición de
conflicto - Verdades sobre el
conflicto - Conflicto y
violencia - Y qué es la
paz - El aprendizaje de los
valores - La educación en valores y
la cultura de la paz: Hacia una nueva conciencia
social - Los valores en la
construcción de la cultura de la paz: algunos ejemplos
concretos - A manera de
conclusión - Referencias
bibliográficas
Para nadie es un secreto que la nuestra es una sociedad
violenta.
Aunque nos encontramos en una época de alto
desarrollo
tecnológico, con sistemas de
comunicación en tiempo real y
sin fronteras, que supondrían un esquema de pensamiento
casi tan evolucionado como los mismos cachivaches que nos
llevamos al oído, es
claro que las personas no hemos aprendido a resolver (se prefiere
usar la palabra negociar) los conflictos de una manera
constructiva, justa y no-violenta. Muchos vemos en el conflicto un
fenómeno negativo que debemos evitar. Es probable que tal
posición esté motivada por la imagen que a
diario nos ofrecen los medios sobre
las formas (guerra,
violencia y
muerte) en que
se resuelven las distintas situaciones
problemáticas.
Así entonces, cada vez que conocemos sobre
desacuerdos entre sectores sindicales y el gobierno,
contrariedades entre los miembros de distintos movimientos
religiosos, discrepancias entre gobernantes y entre partidos
políticos, etc., asumimos que tales sucesos no
tendrán un "final feliz" y en esta misma línea de
pensamiento igualamos el conflicto con algo malo, algo que
sencillamente no debería ocurrir.
En este ensayo se
pretende dar algunos elementos que muestran la "naturalidad" del
conflicto en nuestra sociedad, y definir que lo negativo de los
conflictos no son ellos en sí mismos sino la forma de
resolverlos. Inicialmente se definen algunos elementos de lo que
es el conflicto, para exponer después el importante papel
que desempeñan los valores en
su proceso de
negociación, y la importancia de fomentar la educación en
valores como única alternativa válida y definitiva
para construir la llamada "cultura de la paz", expresión
ésta que en nuestro país hemos asociado
únicamente a la posibilidad de que cesen las hostilidades
y los enfrentamientos armados.
El ensayo girará en torno a la idea
de que el conflicto es algo vivo, que seguirá su curso a
pesar de nuestra huida o precisamente a causa de ella, pero que a
través de una postura cimentada en los valores influiremos
o determinaremos las consecuencias para nosotros de esta dinámica del conflicto.
El conflicto es un tipo de enfrentamiento en que cada
una de las partes trata de ganar.(1) Aparece en todos
los órdenes de las relaciones
humanas: entre esposos, entre padres e hijos, educadores y
alumnos, entre gremios, partidos
políticos, entre países, porque es parte
inseparable de la acción
del ser humano; no obstante es mal interpretado y provoca
actitudes que
a su vez generan nuevos conflictos y situaciones de
resquebrajamiento de las relaciones.
Entenderíamos mejor el concepto de
conflicto si lo equiparáramos a una pregunta que surge en
medio de cualquier proceso y que requiere respuesta. La pregunta
está ahí, pero la respuesta que demos a la misma
fijará el curso de los acontecimientos vinculados a esa
pregunta. Ahora bien, en la realidad esto no resulta tan sencillo
porque nuestras respuestas son constantemente modificadas por
aspectos tan simples como los cambios en el estado de
ánimo o las motivaciones, pero lo que parece claro es que
el deseo de resolver esas inquietudes o conflictos permanece
inmutable. De otro lado, cuando se mira en la tradición y
en la historia, se
hace evidente que en general hemos sido educados para el manejo
violento del conflicto.
El conflicto es inevitable, surge porque estamos
involucrados en las vidas de las personas, sus trabajos, sus
familias, su orgullo y autoconcepto, su sentido de
propósito y misión.
Ahora bien, el conflicto sí puede ser minimizado o
recanalizado, de manera que aporte todo lo positivo que tenga
para el aprendizaje y
desarrollo de la persona
humana.
El conflicto tiene sus raíces en una
comunicación pobre, en la falta de apertura y la
desconfianza entre las personas. Los estudios sobre factores
generadores de conflicto han tenido su mayor desarrollo en las
empresas, por
ser ambientes fácilmente controlables para
propósitos de investigación. De esto se sabe, por
ejemplo, que la búsqueda del poder, los
cambios en las estructuras
organizacionales y la falta de liderato o la
insatisfacción por el estilo de liderato generan
conflictos que condicionan el rendimiento de los empleados en las
compañías.
La violencia es el uso directo u oculto de la fuerza como
medio para resolver el conflicto. Estrictamente hablando la
violencia no es una fuerza sino el abuso de la
fuerza(1). Es apenas una de las tantas formas en que
se manifiesta el conflicto, pero éste puede mostrarse en
toda una gama de actitudes que sirven como indicadores
del conflicto: el lenguaje
corporal, las palabras empleadas y el tono de la voz usados para
exponer una idea, la retención de información y el "encerramiento", o su
contrapartida: ventilar información reservada a
través de los medios de
comunicación; los desacuerdos con los sistemas de
valores, el aumento en la falta de respeto, la falta
de objetivos
claros, la negativa a efectuar evaluaciones o valoraciones de una
determinada actitud, etc.,
etc.
Toda la historia de la humanidad está llena de
conflictos y guerras, y
muchos autores, especializados en temas de cultura y evolución de las civilizaciones, indican
que de no ser por estos factores la sociedad nunca se
habría desarrollado. Algunos han intentado explicar el uso
de la violencia en la resolución de nuestros conflictos
aplicando algo de teoría
psicoanalítica, y dicen por ejemplo, que es simplemente
una manifestación más de la desazón
producida por el desequilibrio social, la injusticia, la falta de
gobernabilidad, la incertidumbre por el futuro de la nación,
etc. Aparecen entonces los correspondientes contradictores a este
análisis diciendo que no explica nada
puesto que hay otras naciones y países que experimentan
condiciones socioeconómicas mucho más adversas y
sin embargo no exhiben los niveles de expresión de la
violencia que caracterizan nuestra cotidianidad.
Es probable que los anteriores planteamientos sean
ciertos pero da lugar a una interpretación pesimista, también
propuesta por otros ensayistas, de que siempre viviremos en
guerra y que nada de lo que hagamos por mejorar en la
resolución de los conflictos y la búsqueda de la
paz será verdaderamente efectivo, puesto que la actitud
violenta es propia del ser humano. Sustentan su posición
en que en la gran mayoría de los casos nuestra alternativa
personal para
resolver un conflicto es la violencia y la
imposición.
Aceptan que la fuerza es el recurso, último o
habitual, cuando está interiorizada como parte de la
cultura propia y del modo de obrar para obtener la
razón(1), y de esta forma se continua dando
ejemplo para perpetuar el mismo mecanismo de resolución de
conflictos, la fuerza, de forma que se está construyendo
una sociedad violenta y en permanente amenaza, siempre en nombre
de la razón y la verdad.
Hay que asumir el conflicto como un hecho natural de las
relaciones sociales, cuya resolución no puede ser mediante
la violencia, puesto que estaríamos alimentando
permanentemente una sociedad violenta y respaldando así
los planteamientos de los pensadores que cité en la
Introducción de este ensayo. Tampoco
podemos olvidar que en el fondo de la violencia están las
desigualdades económicas y la pobreza, los
obstáculos a las posibilidades de desarrollo, los
gobiernos autoritarios, la exclusión por razón de
sexo, cultura
o color de piel, etc., y
que la solución de estos problemas
sociales y económicos a todas las escalas es
prioritario para que se pueda "eliminar la violencia" y construir
la paz.
Creer que la paz es sólo la ausencia de guerra
constituye una concepción muy frágil y negativa
porque tal explicación indica que parte desde una cultura
de violencia.
La paz es una forma de interpretar las relaciones
sociales y de resolver los conflictos que la misma diversidad de
la sociedad hace inevitables. Como lo he mencionado en este
ensayo al hablar de los conflictos, no nos referimos tan
sólo al conflicto armado o bélico, sino
también a la oposición de intereses entre personas
y las diferentes formas de entender el mundo.
La paz es un estado
dinámico de toda comunidad en la
búsqueda de una sociedad más justa, donde los
mecanismos para resolver los conflictos deberían ser los
propios de las capacidades que la inteligencia
humana nos permite, como la
comunicación, el diálogo y
la cooperación. Estas facultades, consideradas las
básicas de una cultura de la paz, deberían ser
aplicadas en todas las escalas y ámbitos de la sociedad:
el interior de las familias, los procesos en
las empresas, en la política, a nivel
local e internacional.
Podría pensarse que la resolución de los
conflictos de esta forma es una utopía, en tanto que no se
ha alcanzado y aun falta mucho para que llegue a ser. Pero esto
no obliga seguir aceptando una sociedad violenta, pues quien se
rinde, aceptando que es una utopía, está adoptando
la sinrazón de la violencia, impidiendo cualquier
posibilidad de solución pacífica.
Lo que es cierto es que la inmensa mayoría de las
personas considera deseable esta utopía y quieren caminar
en esta dirección considerando negativo cualquier
paso en sentido contrario. Por esto, la paz también es un
punto de referencia para caminar, y responde a un modelo de
convivencia y desarrollo
sostenible en el futuro.
Sería interesante ver también que resulta
una verdadera utopía y necedad pensar, que con una cultura
de la violencia como la reinante en la actualidad, la humanidad
puede progresar y legar a que las futuras generaciones los
elementos y condiciones para un futuro mejor que el nuestro, como
sería nuestra responsabilidad.
El aprendizaje de
los valores
Palabras como valor, virtud,
valoración, hacen parte importante de nuestro actual
vocabulario. Se calcula que hay aproximadamente once millones de
páginas en la Internet relativas a estos
temas, escritas en todos los idiomas(1).
Aprender un valor significa que uno es capaz de regular
su comportamiento
según la norma que dicho valor estipula; es modelar la
actitud para poder comportarse de una determinada manera ante
diferentes sucesos, objetos, o personas. Implica además
verificar que esos valores sean bien aprendidos recurriendo a la
evaluación: una manera de determinar en
qué medida los valores y las actitudes que se quieren
promover están siendo incorporados en la conducta; pero
más que hacer una cuantificación debe buscarse
investigar el progreso de la acción educativa y su
incidencia en el desarrollo y construcción moral de la
persona que aprende el valor. Aristóteles observó que la virtud es
un hábito o manera de ser, pero ese hábito no se
adquiere mediante el estudio sistemático de las doctrinas
de la ética;
sino mediante el sometimiento perseverante a la disciplina de
una educación moral.
Educar en valores, entraña, necesariamente,
educar en la dignidad
humana […] La persona humana es digna en sí misma,
digna de respeto y cariño, digna de comprensión y
exigencia(2).
La
educación en valores y la cultura de la paz: Hacia una
nueva conciencia
social
La paz empieza por rechazar la violencia como forma de
resolver los conflictos. No es fácil: en nosotros
está muy profundizada esta cultura de la guerra y la
violencia, consideramos que la guerra es injusta y
dramática pero a la vez la consideramos inevitable en
muchos casos. Hay que empezar por hacer una
interiorización cultural de la paz, considerar otros
modelos de
negociación de conflictos, buscar alternativas de
conciliación. La construcción de una cultura de la
paz es un lento proceso que va de la mano con el cambio de
mentalidad individual y colectiva.
En este paso hacia una nueva mentalidad la
educación es fundamental. Sólo la formación
en valores de los futuros ciudadanos permitirá una
evolución del pensamiento social. Como cualquier cambio
evolutivo es lento, pero tiene un carácter más irreversible […]
y aquí la escuela ayuda con
la construcción de nuevas formas de pensamiento y de
pensar (1).
La educación formal en valores no es suficiente
para que estos cambios se operen en profundidad: la
construcción de la cultura de la paz, debe venir desde los
medios de
comunicación, desde la familia y
las empresas, desde los campos y los cuarteles, desde las
organizaciones
no gubernamentales y las asociaciones ciudadanas, desde el
gobierno, etc. Hay que formar una conciencia colectiva sobre la
necesidad de la paz que esté tan enraizada en la sociedad
y con tanta fuerza que no deje lugar a la violencia.
Pero obviamente que a la par con la educación y
el cultivo de los valores para la paz habrá que trabajar,
no sólo desde los entes administrativos, sino el Estado en
general, para ir fortaleciendo los factores y condicionantes que
faciliten esa búsqueda de la paz: eliminando las
situaciones de injusticia, buscando una distribución más equitativa de la
riqueza y los recursos,
asegurando el derecho a la educación en igualdad de
condiciones, etc., es, en resumidas cuentas, asumir
una nueva cultura de administrar el poder, más que
simplemente cambiar las estructuras políticas,
económicas y sociales.
Enseñar, instruir, formar, adiestrar, capacitar
(los sinónimos son incontables) para la paz es una forma
especial de educar en valores, porque cuando educamos estamos
transmitiendo, consciente o inconscientemente una escala de
valores. Conscientemente estamos ayudando a construir unas
actitudes determinadas como la justicia, la
cooperación, el respeto, la libertad, la
actitud crítica, la solidaridad, la
autonomía, el compromiso, la participación, el
dialogo. Pero
además, inconscientemente, estamos cuestionando valores
que son contrarios a la paz: intolerancia, discriminación, violencia, y muchos
más.
Educar para la paz no es inhibir la iniciativa y el
interés
sino encauzar la actividad y el espíritu combativo hacia
la consecución de resultados útiles a la sociedad.
Representa proporcionar alternativas que favorezcan la autoestima
como base de las relaciones personales y sociales, para que se
fortalezcan la comunicación, la convivencia, el deseo de
participar en actos y celebraciones relacionados con la paz y
fomentar ambientes democráticos en las aulas, en los
parques, en los campos, en la mesa familiar, etc. Educar para la
paz es ayudar a superar el miedo de expresar las propias
opiniones y de controvertir las ajenas para así facilitar
el trabajo en
grupo, poder
dar soluciones a
grandes problemas o
simplemente disfrutar una sencilla conversación entre
amigos.
Los
valores en la construcción de la cultura de la paz:
algunos ejemplos concretos
El valor de la autoestima como proyecto para
equilibrar las bases del poder.
El desarrollo del propio auto-concepto y el de los
demás, sirve para ir descubriendo, valorando y proyectando
todas las potencialidades (talentos, aptitudes, etc., etc.) que
tenemos. Así podemos reconocer las bases de nuestro propio
poder para saber, en caso de enfrentarnos al conflicto,
qué recursos tenemos y equilibrar las fuerzas de manera
que sea posible negociar satisfactoriamente. Los sicólogos
han desarrollado todo un mostrario de juegos y
actividades lúdicas que permiten interiorizar el cultivo
del valor de la autoestima y su aplicación en la
resolución de conflictos.
El valor de la cooperación como proyecto de
solución de conflictos.
Entender que la cooperación puede permitir el
enriquecimiento mutuo asegura que los espíritus, las
motivaciones y las manos se unan por una causa común, y
por tanto nos ayuda a descubrir los valores del otro, como
alguien con el que puedo asociarme y colaborar. Sirve para
aprender a valorar en el otro la diferencia de pensamiento y la
riqueza emanada de tal diferencia y verlo más como un
aliado con quien intercambiar puntos de vista y expectativas que
como un obstáculo para mis planes o potencial
enemigo.
El valor de la comunicación para la toma de
decisiones
Aprender a desarrollar una verdadera comunicación
efectiva posibilita el que dialoguemos y escuchemos de una manera
activa. En el manejo de las situaciones de conflicto el
diálogo es fundamental, porque no sólo nos nos
permite transmitir las ideas, sino también las emociones y
sentimientos presentes en todo conflicto. Con "juego abierto
sobre la mesa" usando palabras de tahúres, es más
fácil tomar decisiones que recojan el consenso de los
interesados, de una manera igualitaria y participativa, sin
miramientos o prejuicios por las creencias particulares, sin
actitudes sexistas o autoritarias. Como todo, para aprenderlo hay
que ponerlo en práctica, y esto supone ceder terrenos de
responsabilidad, de poder y dar espacios para tomar
decisiones.
El valor de la tolerancia en el
manejo de los conflictos.
Desde el punto de vista de la tolerancia encontramos que
el conflicto es beneficioso por dos razones: Primero, aprendemos
a considerar la diversidad y la diferencia como valores que nos
llevan a buscar en la cooperación y la solidaridad
posibilidades de crecimiento y enriquecimiento mutuo. La segunda
razón consiste en que sólo cuando "entramos en
conflicto" con las personas y con la realidad, la sociedad puede
avanzar hacia mejores modelos. Bajo esta perspectiva el conflicto
se convierte en esa "palanca", de la que hablaba Arquímedes, para transformar el
mundo.
Si bien el conflicto es potencialmente constructivo o
destructivo, porque como ya se ha dicho más adelante en
este ensayo, no es negativo en sí mismo, si se falla en la
aproximación a la situación conflictiva puede
llegar un momento en que sea muy difícil manejarlo.
Así entonces, se volverá destructivo cuando se le
da más atención a la situación
problemática sin mirar las circunstancias del hecho como
tal; cuando socava la moral o la
auto-percepción
destruyendo la autoestima; cuando polariza a la gente, aumentando
y agudizando las diferencias y reduciendo la cooperación y
cuando conduce a comportamientos irresponsables como insultos y
peleas.
La educación en valores para la
negociación y resolución
de conflictos debe proporcionar los elementos necesarios para
buscar la clarificación de problemas importantes donde
involucre sanamente a las personas en una solución, que
conduzca a una comunicación y cooperación
más auténticas, y así mismo libere las
emociones, el estrés y
la ansiedad, lo que facilitará el desarrollo de nuevos
entendimientos y nuevas destrezas.
"Del micro-análisis al microanálisis". Si
desde la educación para la paz aprendemos a ver el
conflicto como algo positivo e ineludible, que debe ser centro de
nuestra labor, seremos capaces de desenvolvernos mejor en
nuestras relaciones
interpersonales, intragrupales, etc., y aprenderemos a
entender los conflictos internacionales y mundiales.
FERNANDO, Alfonso. Educando para la Paz: nuevas
propuestas. Seminario de
Estudios sobre la paz y los conflictos. Universidad de
Granada. 1994
HOSPITAL PABLO TOBÓN URIBE, Antología de
los valores y del crecimiento humano, Colección especial
de "Serie Antologías", varios autores, Ediciones Gráficas Ltda. 1998
SEMINARIO DE EDUCACIÓN PARA LA PAZ. Educar para
la paz. Una propuesta posible. Ed. Catarata. Madrid.
1994
HECHOS DE PAZ, página del gobierno
http://www.nuestracolombia.org.co/index.htm
DIÁLOGO Y DEMOCRACIA:
CAMINO DE SALIDA. Jonan Fernández, Papeles de Cuestiones
Internacionales, nº 61, 1997 El proceso de paz en
Euzkadi.
http://www.edualter.org/material/euskadi/jonan.htm
Juan Carlos Piedrahíta Cardona
Estudiante de primer semestre de medicina
U.P.B