Alcances e interpretaciones del problema inquilinario a través de la historia
Suplemento Extraído de la
Revista
Lotería. Octubre-Noviembre 1973
Alexander Cuevas. El Movimiento
Inquilinario de 1925
- Desarrollo
histórico - Naturaleza ideológica del
momento - La
defensa de los inquilinos - La
Asamblea Nacional pide informes de los nuevos arrestos a los
inquilinos - Un
análisis sereno - Un
corazón de piedra - Una ley
socialista - Otro
articulo nuevo
1. A través de la Ruta de
Tránsito
2. La Etapa Republicana.
1. A través de la Ruta de
Tránsito
La importancia histórica, geográfica y
comercial, inherentes a las ciudades de Panamá y
Colón obedecen a una condición muy particular, de
la cual ambos aprovecharon y aprovechan: la de ser sitios de
Tránsito. De allí que, las ciudades terminales de
la Ruta, fuesen siempre campos abonados para la siembra de casas
de inquilinato; porque, como dice Tomlinson:
"Siendo estos lugares, únicos, en los cuales se
mantenía cierto movimiento comercial, era lógico
que se agrupara en torno a estas
ciudades toda la población y se enclavaran en ellas todas
las propiedades que necesitaban construirse para alojar a sus
moradores" .
Pero, el problema inquilinario no era todavía un
problema. Era apenas un embrión que la situación
caótica del Istmo —producto de
una estrecha ligazón con la nación
colombiana— impedía desarrollarse. Sin embargo, en
el año de 1850, con la construcción del Ferrocarril, aparecen los
primeros bodegones y con ellos los perfiles del problema.
Perfiles que logra contornos definidos con la iniciación
de los trabajos del Canal por los franceses.
"Con el arribo a nuestra tierras de legiones de
técnicos, empleados, comerciantes y trabajadores en
general, que viene a trabajar en la obra canalera, los
capitalistas se aprestan a construir casonas con multitud de
cuartos de alquiler para darlas en arrendamiento a la masa de
hombres y mujeres que llegan" .
El arrendamiento se da en las circunstancias más
deplorables para el arrendatario. Sus demandas ante los
propietarios no pueden ser apuntaladas por normas legales,
porque no existe todavía una legislación sobre el
asunto. De allí que se vea compulsado a aceptar la
vivienda con los numerosos inconvenientes a ella
adheridos.
Esta situación no duró mucho tiempo. Porque
la Compañía
Francesa fracasa en su intento de abrir el Canal. Y a
los centenares de trabajadores que habían venido para
hacer posible ese intento, no les queda otro camino que el de
prepararse a partir hacia sus tierras de origen.
Por esta época, el Istmo estaba convulsionado por
las frecuentes manifestaciones de descontento de una
burguesía que aspiraba a librarse política y
económicamente del Estado
Colombiano. Que buscaba amplias libertades para la propiedad. Que
anhelaba su consolidación como clase. De
allí que se produce el Acto Independentista de 1903; y se
produce también, casi simultáneamente, la firma del
Tratado del Canal con los Estados Unidos. Este país
había realizado ya la compra de todas las acciones del
Canal que poseía la Compañía Francesa. Sin
embargo, ni la autonomía política, ni la
Construcción del Canal por los norteamericanos dieron los
frutos que se esperaban. Las repercusiones sociales de esta nueva
pero triste realidad, fueron insospechadas. Soler dice al
respecto que: "En los mismos momentos en que la burguesía
liberal esperaba un impulso ascendente definitivo, se opera una
delicuescencia de clase que determina su pérdida de la
hegemonía intelectual, 'su refugio en la propiedad
inmobiliaria', y su marginación de la actividad comercial
en favor de inmigrantes extranjeros. Uno de sus intelectuales
de hoy así lo reconoce cuando afirma que nunca en la
historia estuvo
el blanco capitalino en condiciones tan angustiosas como en
1903… su hegemonía intelectual estaba perdida.
Sólo le quedaba la pequeña península de la
capital y esto
por obra y gracia de fuerzas colombianas; y dentro de sus
murallas, comerciantes extranjeros lo empujaban más y
más hacia un caserismo estático" .
Esto último va a constituirse en destino y
característica fundamental de una clase decepcionada, en
las primeras décadas del presente siglo.
Característica que hace posible el establecimiento, por
vez primera, de:
"Las bases objetivas de la degeneración de una
clase frustrada en lo internacional y cada vez más en lo
nacional, de la cual habría de surgir la
lumpenburguesía de hoy…" (4).
2. La Etapa Republicana
Desilusionada la burguesía liberal
panameña después de su intento fallido de
estructuración clasista no le queda otro recurso
—para seguir subsistiendo muellemente— que el
arrendamiento de casas.
Así tenemos que las ciudades terminales se
ensanchan, porque los caseros se aprestan a recibir »la
avalancha de distintos grupos humanos
que vienen a trabajar en las obras del Canal. De esta manera
surgen en la ciudad de Panamá, los barrios del Chorrillo y
Calidonia; luego los de San Miguel y el Marañón; y
por último, los del Granillo y Malambo. En Colón,
Rainbow City y Folk River, representan concreciones de la
obsesión por las edificaciones que caracterizaba a los
dueños de casas de ese momento. Pero el arrendamiento
tornábase difícil. Empezaba a mostrar ya su forma
ignominiosa y explotadora. Porque, como nos dice
Tomlinson:
"Con una legislación conservadora derivada de
Colombia y una
Constitución confeccionada precisamente por
los dueños de casas y nuevos terratenientes del Istmo, la
relación arrendaticia que renacía con motivo de la
construcción de los bodegones en los barrios… no
podía ser más desigual. Los arrendatarios estaban
sometidos a una situación desastrosa" (5).
Los inquilinos confrontan una situación similar o
peor que aquélla que confrontaron en la segunda mitad del
siglo XIX. Esta política egoísta e inescrupulosa
puesta en práctica por los arrendadores, se
constituyó en una espada de doble filo. Porque si, por un
lado, llevó a los arrendatarios a condiciones denigrantes
e intolerables; por el otro, creó conciencia en
esos hombres que se hallaban aprisionados y que sufrían
por ella. Arribamos así, a 1925. Año en que la masa
inquilinaria decide, en una forma mancomunada, encarar
valerosamente el problema. Y así, un día de
octubre, el 10 específicamente, sangre y vidas se
ofrendaron generosamente en cumplimiento con una lucha que
pretendía acelerar su obliteración.
NATURALEZA
IDEOLÓGICA DEL MOMENTO
1. El Neoliberalismo
2. ¿Anarquismo? ¿Comunismo?
1. El Neoliberalismo
La desilusión que saturó a la
burguesía liberal panameña después del Acto
Independentista y mucho más, después del Tratado
del Canal con los Estados Unidos,
la llevaron a refugiarse en un caserismo ignominioso y
expoliador. Y con esta actitud
inició un proceso de
degeneración que no ha concluido, y que la conduce a su
propia aniquilación.
Durante los años del 20, hombres como Eusebio A.
Morales, Guillermo Andreve y José Dolores Moscote,
emprenden la gigantesca tarea de renovar el Liberalismo y
revisar sus postulados clásicos. Por esta misma
época, y concomitantes a esta actitud, dice
Soler:
"Se observa un florecimiento inusitado del pensamiento
pedagógico que, acompañando los intentos
teóricos de renovación neoliberal, pretende
estructurar una educación de
definición democrática y de afirmación
nacionalista"
Esta tarea la llevaron a cabo Jeptha B. Duncan y
José Daniel Crespo. Hombres que vieron en la educación no
sólo la perpetuación del liberalismo, sino
también, la salvación de la República.
Porque los ideólogos del Neo-Liberalismo fueron,
también, los ideólogos de la renovación
pedagógica. Concluida la Primera Guerra Mundial y
luego del ejemplo, sin precedentes en la Historia, de la Revolución
Rusa, aunado al empuje vigoroso y progresivo de las ideas
Socialistas, llevó a los teóricos Neoliberales a
elaborar críticas y a formular paradojas en torno al
panorama ideológico-político internacional desde el
punto de vista liberal. Y así, Eusebio A. Morales,
advierte y acepta la atmósfera proletaria
que envuelve a la Revolución Bolchevique aunque no acepta
un elemento y una etapa vital de dicha revolución en su
proceso de realización: La Lucha de Clases y La Dictadura del
Proletariado.
"En ese sentido, ya en el enfoque mismo que de los
problemas
sociales hacía Morales en 1919, se sienta uno de los
supuestos del posterior pensamiento político neo-liberal:
la justicia
social es posible sin la agudización de las
contradicciones clasistas que conduzcan a una dictadura
—'tiranía'— del proletariado" (7).
Moscote y Andreve adoptan las ideas de Morales y con
ella intentan la estructuración del ideario neo-liberal.
Estructuración que sólo podía hacerla
posible una revisión previa de los postulados leseferistas
e individualistas del liberalismo clásico. De esa manera,
dice Soler:
"Moscote en primer término, y después
Andreve se abocaron a la tarea revisionista intentando una
re-definición, social y moderna, del liberalismo. Tal
re-definición, en el sentir de estos autores
haría incluso posible la asimilación de aquellos
aspectos positivos del socialismo sin
que por ello fuere negada la esencia perenne del liberalismo"
(8).
Así tenemos que, para Moscote, el liberalismo no
es más que una "actitud mental", y para Andreve, "una
recta tirada al infinito". Estas conceptualizaciones que
inventaron Moscote y Andreve, no fueron más que intentos
por salvar una ideología que ya había sido superada
en Europa pero que
aquí entraba en su etapa agónica.
"La perenne 'actitud mental' liberal de Moscote, y la
'recta tirada al infinito' de Andreve, reconocían
implícita, y en Moscote explícitamente, la
caducidad del liberalismo doctrinario que sólo intentaba
superar a través de la perennidad de fórmulas sin
contenido, es decir, a través de la perennidad de un
liberalismo 'sin Doctrina' " .
De allí que, agrega Soler,
"La caducidad de las fuerzas histórico-sociales
que inevitablemente representa lo llevó a superar el siglo
XVIII con el siglo XIII" .Por eso, la concepción
neo-liberal con un forma moderna pero con un contenido refugiado
en la Edad Media, no
cumplió ni cumplirá su misión:
impedir la aniquilación del liberalismo. Este, hoy, se
encuentra en sus últimos estertores agónicos en
manos de un partido nefasto e incapaz. Esto es lo que afirman y
tienden a reafirmar las palabras que a continuación
transcribo y que, en los actuales momentos, expresa uno de los
que fue y es uno de sus legítimos
representantes.
"Los liberales que, como yo, nos vemos obligados a
atacar al Partido Liberal, en obediencia a un ineludible deber,
no lo hacemos para hacer daño al
Liberalismo; lo hacemos para salvar al Liberalismo y darle nueva
vida…" .
Esta era, pues, la ideología de los hombres del
gobierno del
Presidente Rodolfo Chiari. Ideología vacua y precaria.
Vacuidad y precariedad que se puso de manifiesto el 10 de octubre
de 1925; después con la renuncia de la Soberanía, y finalmente, con la
penetración de las tuerzas norteamericanas para solucionar
un orden de cosas que, según palabras de uno de los
defensores de los inquilinarios, … El mismo Presidente de la
República había creado con sus coqueterías
de Liberalismo barato" (12).
2. ¿Anarquismo?
¿Comunismo?
Es incuestionable que, en la década del veinte,
existía en Panamá una amplia libertad de
pensamiento. La misma Constitución de 1904 así lo
señalaba en su Artículo 27, cuyo contenido, era el
siguiente:
"Toda persona
podrá emitir libremente su pensamiento, de palabra o por
escrito, por la imprenta, o
cualquier otro medio, sin sujeción a censura previa,
siempre que se refiera a los actos oficiales de funcionarios
públicos. Pero existirán los responsabilidades
legales cuando por alguno de estos medios se
atente contra la honra de las personas" (13).
Por ende, es natural que el Movimiento Inquilinario se
incubase en un medio fecundo en ideas y hasta es posible que
fuese apuntalado por algunas de ellas. Pero calificar tal
movimiento con los adjetivos de "anarquista" o de "comunista",
fue uno de los grandes errores del Gobierno de aquella
época. Error que se proyecta hasta nuestros días,
por obra y gracia de nuestros "historiadores". Y ese error, esa
concepción del movimiento de los Inquilinos tan alejada de
la verdad, impidió que el Ejecutivo diese soluciones
justas e inmediatas al problema inquilinario, que hubieran
evitado el derramamiento de sangre y que, por tanto, se
enlutecieran muchos hogares de inquilinos proletarios
panameños como, efectivamente, ocurrió.
Antes de seguir adelante es preciso hacer constar que,
ni el Anarquismo ni el Comunismo, como ideologías,
constituían en sí mismas, en ese momento,
infracciones a la Constitución o a la Leyes de la
República. Por eso, la imputación de los adjetivos
anteriormente mencionados a la lucha de los Inquilinos no fue
más que una premeditada y abominable acción
de quienes querían atraer sobre ellos el recelo y la
desconfianza de instituciones
gubernamentales y hasta de países extranjeros.
De allí que, el primer ataque contra el
Movimiento Inquilinario tuviese como blanco directo, su propaganda; la
cual era calificada de política, anarquista, comunista y
subversiva. Calificativos que, con posterioridad, resultaron ser
infundados; porque los arrendatarios, ab initio, se preocuparon
por precisar que su campaña propugnaba por mejoras en las
condiciones del arrendamiento. Y solamente eso. En otros
términos, era un movimiento absolutamente reivindicativo.
Prueba de esto es que, cuando se trató de impedir la
celebración de sus mítines, acordaron que su
propaganda se circunscribiría estrictamente al problema
del arrendamiento, y prohibiendo, además, que se criticase
algún gobierno o que se enfocasen temas ideológicos
en ella. Empero, esta acción sincera y honesta de los
inquilinos, no fue ningún atenuante para que cambiase la
actitud del Gobierno. Este prosiguió en su política
obstinada de dificultar las reuniones inquilinarias.
Esta situación, como era natural, provocó
un disgusto inmenso en los arrendatarios; y más cuando se
sabía que tal política no se asentaba en razones
constitucionales, ni siquiera en razones legales. El choque, por
ende, quedó planteado; el cual, más tarde,
tornóse inevitable. El 10 de octubre de 1925, fue su
concretización. Un Diez de Octubre, sangriento pero
necesario para demostrar a un gobierno avestruz, quiénes
tenían de su parte la razón y la justicia; y
quiénes esgrimían la violencia para
imponer precisamente lo contrario: la sinrazón y la
injusticia.
Los inquilinos se agrupaban en una Liga, la cual a su
vez, era un Departamento del Sindicato
General de Trabajadores, organismo que se preocupaba por el
progreso económico-cultural del obrero.
Entre los problemas
económicos que se le presentaban a dicho organismo y que
requerían solución inmediata, estaban: el
Inquili-nario y el de las Subsistencias. De allí que, se
le dio a la Liga autonomía para que
desempeñase mejor sus funciones.
Funciones que sólo tenían un objetivo, una
finalidad: resolver la cuestión inquilinaria. Una vez
resuelto el problema, dicha Liga dejaría de existir. Por
tanto y como lo expresé anteriormente, las imputaciones de
anarquista y comunista de que hicieron objeto a la Liga
Inquilinaria, carecían de todo fundamento.
A continuación, tres razones por las cuales tales
imputaciones hechas al Movimiento Inquilinario, fueron
infundadas:
1. El Movimiento Inquilinario fue un movimiento
circunscrito. Circunscrito por una reivindicación. El
Anarquismo y el Comunismo, en cambio, son
movimientos genéricos y radicales.
2. El primero tuvo como arma la huelga
(parcial o total), la que efectivamente puso en
práctica, para la obtención de las reformas
inmediatas; mientras que, los segundos, aspiran a una
transformación de la sociedad por
medio de la Revolución Social.
3. El objetivo inmediato del Movimiento Inquilinario
no era la revolución social. Era
sencillamente.1; lograr mejores condiciones de
arrendamiento para la clase proletaria.
Es evidente, también, que detrás del
Movimiento Inquilinario se agitaron no sólo diversas
nacionalidades, sino también, ideologías distintas.
Así tenemos que, José María Blásquez
de Pedro, su máximo inspirador, era español y
de conocida tendencia anarquista. Luis Francisco Bustamante,
Nicolás Terreros y Estaban M. Patle-vitch, peruanos, que
habían luchado dignamente contra el Dictador
Leguía, eran ardientes socialistas. Carlos Manuel
Céspedes Jr., colombiano y socialista también. Sara
Gratz, polaca y anarquista. Martín Blásquez de
Pedro, español y anarquista, al igual que su hermano.
Entre los nacionales: Domingo H. Turner, era un
liberal-socialista consecuente. Y finalmente: Diógenes de
la Rosa, Gabino Sierra Gutiérrez, Manuel Lucio
Rodríguez, Carlos Sucre C., Samuel Casis, Manuel V.
Garrido C., Eugenio L. Cossani y otros, eran simpatizantes
entusiasmados de las ideas socialistas. Como se puede ver a
simple vista, esta heterogeneidad ideológica no
podía servir jamás de sustentáculo a una
calificación taxativa como era esa que le habían
otorgado al Movimiento Inquilinario. Y el intento de liquidarlo
por este camino, resultó fallido. Ante esta
situación, al Gobierno no le queda otra alternativa que
adoptar soluciones de fuerza. La
deportación fue una de ellas. Esta se inició con
José María Blásquez de Pedro, el 25 de
septiembre de 1925, la cual, en vez de extinguir el Movimiento
(como eran los deseos del Gobierno), lo que hizo fue vigorizar el
empuje de las masas inquilinarias, que enardecidas y sedientas de
justicia se hicieron, más tarde, incontenibles. Pero los
métodos
violentos fueron siempre descartados de su programa de
lucha, fue el propio Gobierno quien incurrió en
éstos.
Concluimos pues, afirmando que la calificación
que las autoridades gubernamentales lanzaron al Movimiento
Inquilinario fue, evidentemente, premeditada y con fines
claramente definidos. Calificación que se trocó,
poco después, en una aberración de incalculables
proporciones; la cual, sólo podía favorecer
—como en verdad favoreció— a quienes la
forjaron.
En los tiempos actuales todavía reviven, con
más intensidad, estos ejemplos. Ejemplos que provinieron
ayer y que provienen hoy de una clase corrupta que, débil
para luchar contra los verdaderos movimientos populares, los
trata de asfixiar en sus cunas con la simple calificación
de comunistas; lográndolo la mayoría de las veces
y… con la ayuda del pueblo. Un pueblo que está siendo
empujado, por la mencionada clase, a condiciones espantosas de
hambre y de miseria. Un pueblo que, hoy más que nunca,
debe encontrar, para su redención, cimera
inspiración en las palabras de Washington, en
aquéllas que precisamente cerraban el Manifiesto que los
detenidos inquilinarios enviaron, desde la cárcel al
proletariado panameño, el 12 de octubre de
1925:
"Es preferible que las llanuras estén cubiertas
de cadáveres antes que habitadas por esclavos"
1. Causas
2. El 10 de octubre
3. La Intervención Norteamericana
4. El Proceso Inquilinario
He titulado el capítulo en esta forma, porque
considero que son ellos, los hechos, los que se constituyen en
esencia y acicate de esta pequeña aportación
histórica. Y son esos hechos o una gran mayoría de
ellos los que, traspasando las dimensiones del tiempo y las
mistificaciones de los historiadores, nos impelen hoy a que los
plasmemos en un sitio seguro donde
puedan hacer fluir, libremente, toda la verdad en ellos
contenida. Quizás sea, en este aparte, donde posiblemente
se encuentre la satisfacción a ciertas interrogantes que
algunas generaciones panameñas se han venido planteando en
tomo al Movimiento Inquilinario. Interrogantes para las cuales no
se encuentran todavía, en la actualidad, respuestas
aceptables en nuestro vasto campo historiográfico.
Iniciamos, pues, este importante y esclarecedor
capítulo.
1. Causas
El problema Inquilinario en la década del veinte
no fue un problema exclusivo de nuestro país; ya sus
vientos soplaban en forma amenazadora en otros lares, haciendo
tambalear la estructura
económico social de países como Chile (Antofagasta,
Valparaíso y Santiago), España
(Madrid y
Bilbao), y México. Y
tanto allá como acá el problema presentaba sus
eternas características: un precio de
arrendamiento desorbitado concomitante a una habitación
huérfana de sanidad, luz y aire. No otra
cosa se desprende del siguiente párrafo
de un artículo que elaboró, en marzo de 1925,
el
periódico chileno "El Mercurio", donde criticaba
crudamente la actitud de indiferencia que el gobierno de su
país prodigaba al problema inquilinario. Textualmente
decía dicho párrafo que:
"Se edifica muy poco para la clase obrera y para la
clase media de empleados que es la que más sufre con el
elevado alquiler de habitaciones deficientes en cuanto a higiene y
comodidad"
Pero la situación de los inquilinos de esos
países palidecía ante la situación que
confrontaban, por esa misma época, los inquilinos
panameños. A estos últimos, la susodicha
situación se les tornó crítica
y asfixiante al arribar el año de 1925. Porque es en este
año, precisamente, cuando se pone en vigencia la Ley destinada a
hacer reformas y adiciones profundas al Código
Fiscal. Dicha
Ley fue, la 29 de 1925 (Véase Apéndice Documental),
la cual, disponía gravar la propiedad urbana en un cinco
por mil (5 x 1000), sobre el valor
catastral de la propiedad, en vez del impuesto del 2%
sobre la renta bruta probable anual, que era la que se
había cobrado hasta la fecha. La mencionada Ley,
creación del Dr. Eusebio A. Morales, quien por esa
época estaba a cargo de la Secretaría de Hacienda
del Gobierno Chiarista (Rodolfo), alteraba ostensiblemente el
sistema
tributario que regía sobre la propiedad urbana y
rural. Los arrendadores alzaron inmediatamente su voz de
protesta, alegando que se les estaba imponiendo una carga onerosa
e injusta. Aunque, en el fondo, dicha protesta nacía y se
alimentaba de la merma inevitable que produciría en sus
ingresos la
justa y plausible Ley. Para impedir esto, había que tomar
una decisión, y la tomaron. Y esta fue la tradicional e
inhumana de siempre: hacer recaer el peso del nuevo impuesto
sobre la masa de inquilinos pobres, y crear así, una
situación conflictiva que pondría de manifiesto
ante el Ejecutivo la no-viabilidad del contenido de la Ley. Se
produce así, en las ciudades de Panamá y
Colón, un alza violenta e insólita del arriendo.
Tan exagerado fue éste que Tomlinson nos dice
que:
"… excedió de un 25 a un 50% sobre el precio de
las habitaciones vigentes entonces" .
Esto, como era natural, produce un impacto tremendo en
las masas inquilinarias. A pesar de que la situación
económica para ellas no era todavía difícil,
porque las construcciones que por esos días estaban muy
activas absorbían la mayoría de sus
integrantes.
Pero la actitud de los arrendadores no era sólo
expoliadora, sino también, deshonesta. Expoliadora porque,
como ya lo he señalado, se trocaba en un golpe directo y
hasta mortal, contra la anémica constitución
económica del obrero panameño, ya que gran parte
del salario de
éste, se iba en habitación dejando a medio
satisfacer o sin satisfacer el resto de sus necesidades
primarias. Y
ausencia y asomó, al revés, en la
Federación lo que la comunidad conoce
con el nombre de 'Caciquismo'…". "Prácticamente,
entonces, desapareció el fin social y sólo medraron
a la sombra de la supuesta organización, apetitos desmedidos de
figuración y, lo que es más dañoso, de
especulación…".
Y con respecto a la trayectoria ambigua y por tanto
hipócrita, de sus líderes, se expresaba
así:
"Porque los actuales directores de la Federación
no se les ve sino a caza de la fórmula de inteligencia
con el capital y los gobiernos, que es la manera de entregarse y,
¿por qué no decirlo claramente? de venderse.
¿Acaso no es ello, también, el hacerse pasar por
líderes obreros para atrapar una posición oficial,
a cuyo amparo se ejecuta
lo que el gobierno quiere y no lo que el obrero necesita? "
(19).
La protesta de los miembros del S.G.T., era, pues,
justificada. Así el 21 de Septiembre de 1925, enviaron un
Memorial al Alcalde del Distrito, en el cual, dejaban establecida
claramente su inconformidad por la distinción que se
había otorgado a una organización que no
había hecho nada, absolutamente nada, por merecerlo. Este
Memorial fue contestado por el Alcalde Galindo, en frases
saturadas de soberbia y arbitrariedad que sólo pueden
proceder de funcionarios obcecados por el mando. Así con
respecto al escogimiento decía: "No reparé en que
si los nombrados eran miembros de determinada organización
obrera" (20). Y más adelante refiriéndose a la
acción discriminatoria ejercida contra los del S.G.T.,
expresábase así: "Estas consideraciones
llevarán al ánimo de ustedes el convencimiento de
que para el objeto de la reunión celebrada ayer en la
Alcaldía no era indispensable su concurrencia…"
(21).
Actos como éstos, provocadores en extremo,
estaban caldeando el ambiente y
empujando a los inquilinos a asumir posiciones beligerantes.
Estas no se hicieron esperar. Las negociaciones con los
propietarios resultaron infructuosas. Y así, el 1 de
octubre en Panamá, y días más tarde, el 9
específicamente, en Colón, se inician las huelgas
de "no-pago" de alquileres. Estas huelgas eran pacíficas o
de "Resistencia
Pasiva" como la llamaban los inquilinos. En la capital, la
agitación se mantenía viva a través de los
"meetings", los cuales ya tenían la aquiescencia del
Presidente de la República. Pero, el 6 de octubre, el
Alcalde del distrito Mario Galindo, envía
una comunicación a la Liga de Inquilinos, en la
cual manifiesta su decisión de prohibir terminantemente
los mitins. Comunicación que, por estar desnuda de
razones, hizo que su contenido cayera viciado de nulidad. A
continuación, su texto:
"Acusóles recibo de la
comunicación firmada por el señor
Diógenes de la Rosa a nombre de ustedes; en que me hacen
saber que esta noche a la siete y media se reunirán en el
solar comprendido entre las calles Juan Mendoza y 19 oeste, en
uso del derecho de reunión que consagra el artículo
20 de la Constitución.
Nadie pone en tela de juicio ese derecho, pero él
no los faculta a ustedes ni a nadie para ir contra el derecho de
locomoción que a todos por igual concede el
Artículo 21 de la Carta Magna;
ni puede el suscrito como la autoridad
superior del Distrito desatenderse de la protección que le
debe a las personas, residentes o transeúntes, en sus
vidas, bienes etc.,
ni menos dar pábulo a actos que pueden comprometer el
respeto
recíproco de los asociados en sus derechos naturales
constitucionales y legales (artículo 15).
De aquí que no baste el simple aviso a la
autoridad para reunirse en lugares públicos o al aire
libre, sino que hay necesidad de permiso de la autoridad como lo
prevé el ordinal lo. del artículo 1344 del C.A.
(Código Administrativo).
Y como la Alcaldía considera que la
continuación de esas reuniones en la forma que han venido
efectuándose es atentatoria del orden público, en
guarda de la tranquilidad social y como medida preventiva dispone
no concederles a ustedes permiso para mítines en sitios
públicos al aire libre.
Les aviso que he dado instrucciones a la Policía
en tal sentido, para que haga respetar la respectiva orden del
Despacho" (22).
Horas más tarde, los inquilinos enviaban, en otra
comunicación, su Respuesta al Alcalde del Distrito. En
ésta, se refutaba con sólidos argumentos la
comunicación alcaldicia y se pone al descubierto,
simultáneamente, la inconstitucionalidad e ilegalidad de
la prohibición. Su texto rezaba así:
"En nombre de las personas que integran la Liga de
Inquilinos tenemos el honor de referirnos a su nota número
688-11 de ayer en que usted nos manifiesta que ha resuelto no
concedernos más permisos para celebrar más
'mítines' en sitios públicos o al aire libre y que
ha dado instrucciones a la Policía para hacer respetar esa
resolución. Tales medidas, expresa usted, han sido
adoptadas en acatamiento de la Constitución y Leyes del
País.
Nosotros, sin lamentar que no hubiera invocado
también los principios del
'Partido Liberal' solicitamos a usted la revocatoria de
las mencionadas órdenes, contra las cuales elevamos,
además, nuestra enérgica protesta. Es indispensable
retroceder más de un siglo y olvidar las instituciones
públicas alcanzadas por los pueblos en cruentas faenas,
para justificar la actitud de usted que pugna contra los
más elementales fundamentos de nuestra organización
constitucional y política. Es tan sagrado entre nosotros
el derecho a libre y pacífica reunión que la
Carta Magna no
prevé el caso de que pueda ser suspendido. El
Artículo 47 de la Constitución no enumera este
derecho entre los resultados de que se pueda privar al pueblo ni
aún por motivos de 'seguridad del
Estado en caso de guerra
exterior o de perturbación interna que amenace la paz
pública'. Cuando el inciso lo. del Artículo 1344,
Código Administrativo estatuye que sin permiso del Alcalde
no podrán celebrarse reuniones o procesiones que impidan
el tránsito por las calles o plazas públicas, no
incluye todos los sitios al aire libre ni faculta a la autoridad
para negar tales permisos, pues, además de que el
tránsito puede accidentalmente hacerse por otras
vías nunca esta libertad de movimiento constituye derecho
más sagrado que el de reunión. Con este
razonamiento la citada ley carecería de valor por
inconstitucional.
'La Liga de Inquilinos' ha celebrado más de una
veintena de mítines y muchas manifestaciones sin dar nunca
motivos u ocasiones a desórdenes; porque ha sido y es su
decisión respetar las autoridades públicas siempre
que ellas procedan dentro del orden legal establecido; pero ello
no es obstáculo para que francamente eleve su protesta
siempre que, como en este caso, se trate de privar a sus miembros
de los derechos constitucionales de que todos los pueblos
civilizados gozan hoy.
Basándonos en los motivos expuestos rogamos a
usted revoque la resolución a que hacemos mérito y
le comunicamos desde ahora que esta noche, a las 8 pasado
meridiano, celebraremos en el Parque de Santa Ana el mitin que la
lluvia impidió ayer" (23).
Los inquilinos cumplieron su palabra. El mitin se
realizó. Realización que fue un abierto
desafío a la. actitud intransigente, ilegal e
inconstitucional de funcionarios gubernamentales que, como el
Alcalde, anhelaban aniquilar el Movimiento.La respuesta a este
desafío no tardó. Y fue una respuesta violenta.
Porque, dos días después, las calles y el Parque de
Santa Ana se tiñeron con sangre proletaria.
2. El 10 de octubre
Este día al igual que otros memorables que han
dejado surcos profundos e imperecederos dentro del acontecer
histórico panameño, se presentó nublado;
como presagiando la tragedia que iba a apoderar de la ciudad a
tempranas horas de la noche.
Pues bien, en horas de la mañana del mencionado
día, aparecieron por toda la ciudad cartelones que
contenían la siguiente prevención
alcaldicia:
PREVENCIÓN
"Se hace saber del público que está
prohibido formar reuniones o procesiones en la calles o plazas
públicas sin licencia escrita del suscrito. Los actos en
contrario serán considerados como desobediencia a la
autoridad tendientes a turbar el orden público y
reprimidos por la Policía, haciendo para ello uso de la
fuerza si fuera necesario. A los que formen, promuevan o inicien
tales actos o participen en ellos en cualquiera forma se les
aplicarán las sanciones de Ley. (Art. 1344, 1349, 899,
900, 901, 902, 905 y 906 del Código Administrativo. Se
aplicarán también los artículos 903 y 904
Ibidem, si fuere el caso).
El Alcalde" Í24).
Esta prevención era el primer síntoma o el
primer indicio de que se iba a tratar de impedir, en toda forma y
por todos los medios, la reunión inquilinaria proyectada
para celebrarse esa noche. Así lo evidenciaban,
también, las palabras del señor Alcalde del
Distrito expresadas en una entrevista esa
mañana a un reportero de un diario local. A
continuación, dichas palabras: "En estos momentos voy a
ver al Comandante Pretelt, para darle instrucciones en
relación con las medidas que precisa adoptar para que este
mitin no se realice de ninguna manera, pues no estamos dispuestos
a dejar burlada la autoridad" .
Los inquilinos, por otra parte, no se habían
dejado intimidar; estaban absolutamente convencidos de que, todas
sus actuaciones, eran acompañadas y respaldadas por la
Constitución y la Ley. De esta manera, y contando con el
asentimiento del Ejecutivo lanzaron una hoja suelta, con
más de 200 firmas, en la que se hacía un llamado a
todo el elemento inquilinario de la ciudad afiliado o
no-afiliado, sin distinción de sexos, para que acudiesen a
Santa Ana a ejercer con valentía un derecho que les
otorgaba a todos por igual, la Carta Magna. Su texto era el
siguiente:
SI HAY MITIN
"La Liga de Inquilinos, invitamos en nuestros nombres
propios a los compañeros, hombres y mujeres, al mitin que
por iniciativa nuestra, se celebrará esta noche a las 8 en
el Parque de Santa Ana. Acudid todos si tenéis el valor
necesario para ejercer el derecho
constitucional de reunión libre" (26).
Los inquilinos, además estaban realizando
gestiones con los señores Erasmo Méndez, Juez
Quinto del Circuito, y el señor Leónidas Pretelt,
Comandante en Jefe de la Policía Nacional, las cuales,
tenían como objetivo hacer que el Alcalde cambiase de
decisión. Tales gestiones, al iniciarse la tarde, dieron
un viraje inesperado. El Alcalde cedió. Pero cedió
a medias. Iba a permitir celebrar el mitin pero no el
sábado 10 (porque decía él iba a restarse
autoridad), sino el 14, o sea, el miércoles.
La decisión alcaldicia ponía, pues, en
dificultad a los dirigentes inquilinarios; porque, a esas
alturas, era prácticamente imposible impedir que se
reuniesen las masas del inquilinato local. El líder
inquilinario, Samuel Casis, quien fungía en esos momentos
de puente entre los inquilinos y los señores Méndez
y Pretelt, hízole ver al último de los
señores mencionados lo embarazoso de la situación;
agregando, además, que iban a hacer todo lo posible por
dominarla. Cito, al respecto, un párrafo de su
declaración en el juicio que le siguieron a él y
otros compañeros por los hechos del 10 de octubre.
Textualmente decía:
"Entonces yo le dije al Gral. Pretelt que la noticia
transmitida por él en la mañana de que el
señor Presidente de la República estaba de acuerdo
que el mitin se celebrara, causó una gratísima
impresión en la Sociedad de Inquilinos al grado de que
muchos de ellos asumieron la responsabilidad del caso y tiraron una hoja suelta
invitando al mitin; que era casi imposible conseguir convencer a
la masa de que no acudieran al Parque la noche del sábado,
pero que tanto yo como los demás directores
haríamos una exposición
desde el Kiosco para explicar a los inquilinos la imposibilidad
de continuar allí la reunión y advertirles que nos
reuniríamos un día posterior…" .
Así, y como habían vislumbrado Samuel
Casis y sus otros compañeros que dirigían la liga
de inquilinos, ya a las 7 y media de la noche, los grupos que
habían empezado a formarse a tempranas horas, estaban
numéricamente acrecentados. El nerviosismo y la ansiedad
se reflejaban de manera ostensible, en todos los rostros de la
abigarrada muchedumbre. Esta tornóse violenta al saber que
los señores, Jorge E. Brower Jr., y Carlos Manuel
Céspedes Jr., habían sido arrestados sin causa
justificada; y al saber también que un inquilino de
apellido Sánchez, había sido brutalmente golpeado
por un Oficial de la Policía. Mientras tanto, Manuel Lucio
Rodríguez y Gabino Sierra Gutiérrez, agotaban todos
sus recursos
persuasivos para hacer que la masa desistiese de ir a Santa Ana.
El último de ellos, no sólo hizo un llamado a la
cordura y a la disciplina y
explicó claramente los objetivos de
La Liga, sino que, también, advirtió a toda la
multitud el peligro que se cerniría sobre ella en la
histórica plaza. Para ampliar transcribo, inmediatamente,
algunos párrafos de su declaración:
"En vista de esto, usando un pito o silbato de los que
tiene para llamar al orden a sus miembros la Liga de Inquilinos,
me paré en una silla y luego de dos pitazos largos, les
pedí me escucharan para hablarles. Les dije que precisaba
tener reflexión, porque nuestras intenciones o fines no
eran ir a luchar contra la policía ni contra el Gobierno
legalmente constituido, sino hacer valer nuestros derechos
vulnerados por el elemento burgués que nos extorsionaba
con el alza de Alquileres y artículos de primera
necesidad; que debían ser disciplinados y guardar toda la
compostura que el momento exigía; que recordaran que se
había aconsejado asistir sin arma alguna, y en ese estado
era una imprudencia exponerse a luchar, máxime cuando no
era esa nuestra finalidad.
Por ese estilo habló a la muchedumbre el
compañero Rodríguez y varios otros más, y
recuerdo, que nos vimos obligados a usar términos fuertes
como los de 'Carajo, aquí hay que obedecer, porque se
impone la disciplina'. Esto indignó a la muchedumbre, que
estuvo a punto de lincharnos, tratándonos de traidores al
movimiento, etc". (28).
En estas circunstancias, nada se podía hacer ya
para contener la multitud; excepto, alejarla del peligro. Esto
fue lo que trataron de hacer los dirigentes inquilinarios pero,
después de recorrer varias calles, la muchedumbre se
rebeló al darse cuenta de tal propósito y entonces
se lanzó heroicamente hacia el Parque de Santa Ana.
Manú el Lucio Rodríguez, en su declaración,
nos describe el fatal itinerario en las siguientes
palabras:
"Viviendo yo que me era imposible convencer a la
multitud no me quedó otro recurso que el de salir con
ella, a la cabeza, a efecto de dar un recorrido por ciertas
partes alejadas del parque, y efectivamente recorrí con
ella un tramo de la calle B, la calle 19 oeste, las anexas a
ellas, y al llegar a la avenida Ancón, la muchedumbre
trató de subir esa calle, consiguiendo desviarla con
engañifa, subiendo por la calle 'B' hasta llegar a la
esquina de la calle 13 oeste donde ya me fue imposible
contenerla, viéndome obligado a seguir con ella rumbo al
Parque de Santa Ana…" (29).
El Parque, al igual que el Kiosko del mismo, se
encontraba rodeado por miembros de la Policía. Esta, como
era lógico, no resistió el primer embate de la
enorme ola humana, la cual, los envolvió por completo. Ya
en el Kiosko, los dirigentes inquilinarios, Rodríguez,
Casis y Sierra Gutiérrez, trataron de imponer orden y
silencio a la multitud enardecida. Ellos no habían perdido
la esperanza de poder disuadir
a la masa de sus propósitos, los cuales, ineluctablemente,
iban a tener consecuencias fatales. Sierra Gutiérrez, en
su declaración, describiendo su arribo al Kiosko,
decía textualmente:
"De allí empecé a hablar al pueblo en
forma que refrenara sus pasiones y no fuera a ir contra la
policía. Era nuestra idea pronunciar dos o tres discursos y
luego hacerlos disolver…" .
Pero, los líderes inquilinarios no pudieron
cumplir con su objetivo. La policía, se los
impidió. El Teniente Enrique Correa, a cargo del
Destacamento de Policía, repuesto del asombro,
había mandado a pedir ayuda y ésta no tardó.
Ayuda que, encabezada por el Comandante Ricardo Arango, Segundo
Jefe de la Policía, venía dispuesta a sembrar dolor
y muerte en el
Parque de Santa Ana. El Comandante Arango, se acercó y
subió al Kiosko en donde increpó a Sierra
Gutiérrez, amenazándole con su revólver, a
que bajase. Este que se encontraba en el atril, que utilizan los
Directores de Orquesta, se abrió el saco e incitó
al Comandante Arango a que le disparase. El Comandante Arango no
lo hizo porque unos individuos allí presentes, se lo
impidieron. Dramáticamente describe, Gabino Sierra
Gutiérrez, ese momento:
"… Y me paré entonces en el atril que usa el
Director de la Banda, para de allí apaciguar los
ánimos, pero el comandante Arango insistía que
desalojara el Kiosko y para hacerme bajar me apuntó con su
revólver. El pueblo gritó en señal de
protesta y me abrí el saco, levantándomelo con las
dos manos, y demostrándole que no estaba armado le dije
que disparara si quería.
Algunos individuos le bajaron la mano al Comandante
Arango y éste hizo dos disparos al suelo a los que
sucedieron dos más. Comenzó el escándalo y
empezaron a disparar porque yo los vi, el Teniente Correa, los
Subtenientes Pérez, Alemán y Maestre y el Agente
Julio Bernal"
Dos de los proyectiles de los disparos hechos por el
Comandante Arango fueron a alojarse en las piernas de
Ferdín Jaén, quien era uno de los que
permanecían en el Kiosko. Samuel Tachar que se encontraba
en el sitio y a la hora en que cayó Jaén,
decía, de manera textual, en su
declaración:
"Ferdín Jaén sí se bajó, y
en momento que estaba abajo de la banca, el
señor Arango, hizo dos disparos con su revólver a
la muchedumbre sin que pueda precisar si era a determinada
persona y en ese instante de los disparos oí un grito de
Ferdín Jaén que dijo: ¡Ay! y se
desplomó al suelo" (32).
Y refiriéndose a las acciones posteriores del
Comandante Arango y de la masa inquilinaria, continuaba
así:
"El público mientras Correa hacía disparos
no huía porque veía que esos disparos eran hechos
al aire pero al ver que los dos disparos del Comandante Arango
habían causado un herido, el público
comprendió el peligro en que estaba, se dispersó en
grupos en distintas direcciones, bajándose el Coronel
Arango en persecución de uno de esos grupos que se
dirigió hacia el Metropole" .
Persecución que iba a tener, como epilogo, el
asesinato a mansalva de Marciano Mirones. Tachar vuelve y nos da
una relación de esos instantes, tan llenos de infamia y
cobardía. Dicha relación, se troca, en verdad, en
una seria acusación. Decía él
que:
"El Coronel Arango cuando perseguía al grupo de
manifestantes que se dirigía hacia el Metropole, no
disparó contra ese grupo sino simplemente los impresionaba
con voces e insultos diciéndoles: 'Negros, Miserables,
váyanse'; pero que al llegar a una de las bancas de
concreto
situadas a orillas de la acera del Parque cerca al Metropole,
habiendo quedado despejada la calle y sólo se encontraba
allí Mirones quien continuaba excitando al pueblo para que
no se acobardara, fue cuando hizo uno o dos disparos
rápidos que tumbaron a Mirones, gravemente herido"
.
En esta misma forma se expresa Manuel Lucio
Rodríguez, quien tenía mayor visibilidad y estaba
mejor situado que Tachar.
Textualmente expresaba, en su
declaración:
"Me consta que la herida causada a Marciano Mirones fue
hecha con el revólver que portaba el Comandante Arango,
porque en momentos que se había formado el tumulto y se
sucedieron los disparos, vi desde una pequeña plataforma
que queda al lado de la escalera del Kiosko, cuando el Comandante
Arango salió por la Avenida que desemboca frente al
Metropole y Mirones, que se encontraba parado en la calle, pero
más cerca de la acera del Parque que la del Metropole
protestaba de los atropellos de la Autoridad, y en este momento
Arango le disparó, haciendo blanco en Mirones quien
cayó exánime" .
Tanto Mirones como Jaén, quien falleció al
día siguiente, eran dos inquilinos pobres que fueron a
Santa Ana respaldados por la Constitución y la Ley y
encontraron la muerte
precisamente en manos de quienes estaban más obligados a
salvaguardar esa Constitución y a respetar dicha
Ley.
Entre tanto, los dirigentes inquilinarios Sierra
Gutiérrez, Diógenes de la Rosa, Samuel Casis,
Rodríguez y otros, permanecían en el Kiosko.
Permanencia que fue efímera, porque un refuerzo de
Policía a cuya vanguardia
venían los señores Eduardo Chiari, el Alcalde
Galindo y el gobernador Archibaldo Boyd se acercó,
rápidamente, con intención de desalojarlos. El
último de los señores mencionados, intimó
arresto a Sierra Gutiérrez apuntándole con su
revólver. El alcalde Galindo, en cambio, subió en
busca de Casis. Tomó a éste por la camisa y
trató de intimidarlo con el revólver. El dirigente
inquilinario le hizo una pregunta y el alcalde contestóle
con toda clase de improperios —lenguaje de
las bestias o de personas infatuados o ensoberbecidos con el
mando— lo empujó, y hasta lo amenazó de
muerte. Transcribo a continuación el histórico
diálogo:
"Me hice hacia el centro del Kiosko y en eso
subió el alcalde dando tumbos con el revólver en
mano y me tomó por la pechera de la camisa, me puso el
revólver en la sien y en el pecho, y me dijo 'hijo de
puta, tú estás aquí —' 'no
querían al Alcalde', 'aquí está el Alcalde
pues'. — Yo le contesté: 'Usted qué me dice
con eso'… — 'Si quiere tirar, tire'. E insistía en
un vocabulario tan sucio y tan vulgar que comprendí que no
estaba en su estado normal por el tufo, que parecía mosto
de alambique. El trató como de empujarme, pero yo
resistí y le interrogué, '¿Qué quiere
Usted?'. — Y me contestó: 'Mandarte a la otra vida'
" .
El Alcalde no se encontraba en estado sobrio. Esto se
desprende de la cita precedente. Quizás, para darse valor,
había estado libando copas antes de dirigirse al Parque de
Santa Ana. Igual cosa hicieron, el Gobernador Boyd y el
Comandante Arango. Gabino Sierra Gutiérrez que estuvo en
íntimo contacto con ellos, expresó con
firmeza:
"Declaro solemnemente, que tanto el Gobernador Boyd
quien me trató vergajo y otros términos
análogos, como el Alcalde Galindo y el Comandante Arango,
pude darme cuenta que estaban en estado de beodez, porque les
sentí cuando se me acercaron" .
Las hienas se habían saciado en un pueblo inerme.
Los últimos grupos de éste fueron disueltos por
el agua que
lanzaron los bomberos no sólo con este propósito,
sino también para tratar de quitar, en un gesto
inútil, la sangre joven y fresca que había vertido,
valientemente, el pueblo en el Parque de Santa Ana.
A continuación, reproduzco la lista de
víctimas que apareció en "La Estrella de
Panamá" en su edición
del 11 de octubre, es decir, el día siguiente:
"Hospital Panamá:
Carlos de Diego, Capitán del Puerto, herida en
el pulmón
derecho.
Félix Tejada, herida muscular del brazo
derecho.
Hospital Santo Tomás:
Miguel Ávila, panameño, de veinte
años; herida en el cuello (parte anterior).
Emilio Olivardía, panameño, de 21
años. Herida en el brazo y pulmón
derechos.
Felipe López, panameño, de 21
años, herida en la pierna izquierda.
Antonio Landazo, colombiano, de 42 años, herida
en el hombro izquierdo.
Alejandro Grau, panameño, 39 años,
herida en el brazo izquierdo.
Ferdín Jaén, panameño, 28
años, herida en ambas piernas. Florencio Iturriaga,
panameño, 23 años, herida de la pierna
derecha.
Daniel Santana, panameño, 32 años,
herida de la pierna derecha.
Toribio Meléndez, herida superficial de la
frente. Muerto: Marciano Mirones, panameño"
(38).
En la noche de los sucesos, hubo otros heridos que "La
Estrella" no sacó en su lista. En la calle "B"
después de los acontecimientos de Santa Ana, el
señor Lorenzo Brown y un tal Pacheco, fueron balaceados
por un ciudadano llamado Diógenes
Montalbán.
Brown falleció días después, es
decir, el 21 de octubre. "El Tiempo" informó del hecho ese
mismo día, en su página principal, de la siguiente
manera:
"Otro de los heridos del Sábado diez murió
en la madrugada de hoy en el Hospital Santo Tomás. Fue uno
de los que resultaron heridos por los disparos que esa noche hizo
Diógenes Montalbán, en la calle B, después
del Motín del Parque de Santa Ana" (39).
Brown vino a ser el cuarto muerto de los hechos
infaustos acaecidos en Santa Ana, porque aparte de Mirones, ya
habían fallecido, Jaén el 11 y Olivardía el
14. Hubo otros muertos con posterioridad. Un ejemplo: Antonio
Landazo, a causa de su herida, estuvo paralítico por mucho
tiempo antes de que la muerte viniese a poner fin a sus
dolores.
Este fue pues, en síntesis,
el saldo trágico del 10 de octubre. Saldo, que iba a ser
más extenso con la Intervención. Saldo, que se
erigió en delito y que
levanta su índice acusador contra aquéllos que lo
cometieron. Saldo también, que fue un crimen, el cual se
materializó —según palabras de un abogado de
los detenidos inquilinarios— "en las manchas de sangre que
el 10 de octubre dejó en Santa Ana y en algunas
conciencias y en las copas que bocas beodas escanciaron con
delectación" (40).
Página siguiente ![]() |