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"Muerte en Venecia" de T Mann. Lectura desde el estructuralismo y la hermenéutica




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    1. La prehistoria de Aschenbach,
      los contenidos tópicos
    2. El proceso de
      transformación de los contenidos, la lucha entre los
      contenidos tópicos y los contenidos
      correlacionados
    3. La sublimación y la
      espiritualización de los contenidos. Thanatos en
      posición afirmada, Eros en posición invertida. El
      influjo de Hermes en posición
      abierta
    4. Conclusiones
    5. Bibliografía

    Introducción

    La valiosa interpretación que han hecho Esther
    Mangariello y María González de Tobía,
    "Proyección de la Bacantes de Eurípides en La
    muerte en Venecia
    de Thomas Mann, nos proporciona los
    hipotextos básicos que el autor usó para escribir
    la obra:

    Las bacantes, de Eurípides; La muerte
    de la tragedia
    , de Nietzsche; el
    Fedro, de Platón;
    y Psyche. Culto de las almas y fe en la inmortalidad de los
    griegos
    , de Rohde. Del análisis comparado que hacen entre Las
    bacantes
    y Muerte en Venecia, eje del ensayo,
    rescatamos para nuestro estudio el valioso aporte de la
    dicotomía Apolo/ Dionisos. Thomas Mann se sirve de estos
    símbolos que Nietzsche había
    desarrollado originalmente como contenidos en relación de
    oposición. Con ellos, T. Mann diseña la obra
    planteando la problemática del artista que sufre una
    batalla interior, librada por estas dos fuerzas,
    llevándolo a su destrucción: según
    Tobías y Mangariello se trata de la lucha entre el
    arte y la
    vida, del amor fatal del
    artista por la belleza.

    Tanto en la obra de Eurípides como en la de Mann,
    los protagonistas son destruidos por la fuerza
    dionisíaca. Aschenbach y Penteo se muestran irreverentes y
    orgullosos con las fuerzas de lo dionisíaco, y se
    consideran hombres sabios. Apolo (la razón y la voluntad)
    es el motor que los
    moviliza y que les confiere dignidad. Pero
    Dionisos, fuerza irracional y volitiva, se apodera de ellos
    llevándolos a la destrucción no sólo
    física:
    les altera la conciencia de tal
    forma que los guía a contravenir lo apolíneo, la
    fuerza que los impulsaba, llevándolos a la muerte no
    sin humillarlos primero.

    Tomaremos entonces estos dos símbolos como ejes
    paradigmáticos de la narración. Sin embargo,
    la lectura nos
    ha llevado a considerar que la obra de Mann presenta una doble
    isotopía. De nuestra lectura pudimos deducir tanto una
    derrota como una victoria focalizada sobre el actante principal,
    quien experimenta, si no una redención, al menos una
    epifanía por medio de la catástrofe (que de por
    sí implica una "sublimación", como bien es conocido
    que sucede en el género
    trágico)

    En la obra de Thomas Mann, no sería éste
    el caso de no producirse una radical transmutación a la
    que Aschenbach se ve obligado. Intentaremos demostrar que a pesar
    de sufrir una degeneración, y debido a la
    transformación que ésta significa, también
    se sublima. A medida que los eventos de la
    historia se desarrollan, los contenidos simbólicos van
    manteniendo relaciones diferentes, que se manifiestan en las
    acciones, en
    las conductas y en los pensamientos de Aschenbach. Es
    lícito entonces hacer un estudio simbólico que
    incluya la perspectiva de un discurso
    psicológico.

    Apolo y Dionisos son los verdaderos actantes de la obra.
    Según las relaciones que mantienen entre sí, van
    ocupando una posición "afirmada" o una posición
    "invertida", haciendo resonar la totalidad de Aschenbach
    –entendido como "microcosmos", y produciendo una
    gradación de significaciones bastante compleja.

    El discurso de la obra contiene una dicotomía de
    "un antes y un después", como describe Greimas:

    una subclase de relatos (mitos,
    cuentos,
    piezas de teatro, etc.)
    posee una característica común que puede ser
    considerada como la propiedad
    estructural de esta subclase de relatos dramatizados: la
    dimension temporal en la que se hallan situados, está
    dicotomizada en un antes vs. un
    después
    .

    A este antes vs después discursivo
    corresponde lo que se llama una "inversión de situación" que, a
    nivel de la estructura
    implícita, no es más que una inversión de
    los signos del
    contenido. Existe, pues, una correlación entre los dos
    planos.(Greimas, 1997, p. 47)

    El símbolo que se encuentra ausente
    también "significa", porque su opuesto, al transformarse
    de uno ausente a uno presente, y al ocupar la antigua
    posición del que se ha invertido, lo contiene al cumplir
    su función. Se trata de una estructura que
    presenta una isotopía doble: cuando uno está
    "afirmado", el otro está "invertido": "antes", los
    contenidos tópicos; y "después", los
    contenidos correlacionados
    . (Greimas, 1997, p.47). Esto
    implica una seria transformación en las funciones
    simbólicas, tanto de lo dionisíaco como de lo
    apolíneo. A medida que los opuestos intercambian
    recíprocamente sus lugares, generan una vastísima
    red de
    significados que estudiaremos dentro de los límites de
    nuestra competencia: desde una perspectiva estructural, en
    el nivel sintagmático; bajo una perspectiva del discurso
    de la psicología
    jungiana, y desde la simbología de la alquimia como
    sistema
    simbólico que se interesa en la transformación del
    espíritu.

    Sin embargo, ¿cómo es posible interpetar
    una "epifanía", una "sublimación" espiritual en
    Aschenbach, si se trata tan sólo de la inversión de
    un contenido simbólico a otro? Observamos en los mitos una
    forma cíclica, un "traspaso" de las funciones a un nuevo
    sistema de significantes, en la que se renueva así la vida
    en un tiempo que
    recomienza eternamente, que reintroduce formas imperecederas en
    signos nuevos, cuando ya los viejos se hallan desgastados. Pero
    esto, desafortunadamente, nada tiene que ver con la
    transformación radical -el paso de la vida a la muerte-
    que le sucede a Aschenbach. Un cambio
    más absoluto es inimaginable.

    Queda entonces mencionar un tercer tipo de contenido que
    se manifiesta de una forma menos aprehensible, y que resulta muy
    importante para entender que el viaje de nuestro personaje es uno
    que va de lo "cerrado a lo "abierto" (a pesar de que pueda
    entenderse al revés, si es que la posición del
    lector se centra en el sistema paradigmático de los
    contenidos tópicos, y los compara con el de los
    contenidos correlacionados).

    La vinculación de este tercer contenido con los
    dos contenidos ya tratados es
    íntima, inseparable. Podemos conceptualizarlo como la
    forma, el significante, en la que los contenidos de lo
    apolíneo y dionisíaco se inscriben, siendo su
    significado el cambio: representa la manera manifestativa,
    la calidad
    discursiva propia de Apolo y Dionisos, en cuanto símbolos
    que van "diciendo". A este rasgo de los contenidos lo hemos
    llamado "Hermes", que sufre también una
    transformación a lo largo de la obra y presenta un
    carácter especial, conteniendo en su
    interior la dificultad del símbolo que representa lo
    aprehensible y lo inaprehensible. Lo trataremos con sumo cuidado
    y lo iremos desarrollando a lo largo del análisis.
    Cabría destacar, solamente, que Hermes representa en
    primer lugar, "el espíritu del mundo". Es presentado a las
    fuerzas psíquicas de Aschenbach, a lo apolíneo y
    dionisíaco como un símbolo externo, que
    actúa sobre ellas coagulándolas,
    solidificándolas; o espiritualizándolas,
    liberándolas, en terminología
    alquímica.

    Con este tercer tipo de contenido, el esquema de Greimas
    sobre la transferencia de los contenidos de los mitos queda
    modificado como sigue:

    Hermes representaría el camino mismo que las
    fuerzas internas de Aschenbach transitan para ir del "antes", los
    contenidos tópicos, al "después", los
    contenidos correlacionados, y representaría
    entonces la misma cruz de la transferencia que se va abriendo.
    Los cuadros inferiores son los contenidos invertidos: son los que
    se encuentran la mayoría de las veces en estado
    ausente, pasivo, de forma subliminal. Los de arriba son los que
    están afirmados, los que se encuentran presentes, activos, y
    dirigen naturalmente la acción.

    I.- La prehistoria de
    Aschenbach, los contenidos tópicos.

    El capítulo II de La muerte en Venecia es
    el desarrollo
    narrativo de una analepsis externa homodiegética: la vida
    de Aschenbach antes del inicio de su viaje. Aquí
    encontramos, de forma privilegiada, los contenidos
    tópicos
    de la narración. Vale la pena,
    entonces, proceder a hacer una "lectura vertical". Los tres
    contenidos -Apolo, Dionisos y Hermes- son fuerzas que empujan a
    Aschenbach a la acción, a un comportamiento
    específico, y promueven sus diversas experiencias. Son,
    asímismo, proyecciones de su psique, manifestados por
    medio de un discurso narrativo altamente focalizado, por lo
    general, en el personaje.

    El texto de este
    apartado está tratado con una serie de prolepsis y
    analepsis, realizadas como comentarios del narrador y que tienen
    por objeto retratar la vida de Aschenbach. El narrador asume por
    momentos "un papel" debido a manifestaciones profundamente
    constatativas. Sus pensamientos y los del personaje se
    confunden y, por momentos, tienden a unificarse. Muchas veces se
    pueden considerar discursos internos relatados cargados de
    cierta ambigüedad de procedencia en vez de puros comentarios
    narrativos.

    1.-Apolo, en posición afirmada

    Entregado por entero al espíritu, había
    agotado el
    conocimiento, molido
    la simiente y revelado secretos, poniendo en duda el talento y
    traicionado el arte…" (T. Mann, p.28)

    "…esas obras debían su grandeza
    más bien a la acumulación, repartida en breves
    jornadas de trabajo, de
    cientos de inspiraciones
    sueltas, y sólo eran perfectas en cada
    detalle porque su creador, con una fuerza de voluntad y una tenacidad(…)
    había aguantado
    años sometido a la
    tensión de una misma obra…(
    p.26)

    Las palabras marcadas en rojo son las que ascienden a un
    plano paradigmático, connotando la fuerza
    apolínea que se manifiesta en Aschenbach de manera
    afirmada. Apolo, el que busca la verdad ("agotado el
    conocimiento", "molido la simiente", "revelado secretos") por
    medio de la voluntad ("con una fuerza de voluntad y tenacidad")
    es activo y positivo, es la conciencia que busca entender el
    mundo, es el corazón de
    la psique, el yo que busca sublimarse. Según el
    Diccionario de los símbolos, el fin de Apolo es
    orientar al hombre a una
    "espiritualización progresiva, gracias al desarrollo de la
    conciencia." (Chevalier y Gheerbrant, 1995, p.111).

    2.-Dionisos, en posición
    invertida

    Sin embargo, la fuerza apolínea debe "resistir",
    está "sometida a la tensión", porque al erigirse en
    contenido tópico afirmado debe reprimir las
    pulsiones naturales que provienen de lo inconciente, con el fin
    de disciplinar al "yo" para liberarse de "agentes
    extraños" que le impiden la búsqueda de la
    "Belleza" y de la "Verdad". En este sentido es similar al Apolo
    que "se revela en primer lugar por el signo de la violencia
    [aplicada sobre lo inconciente] y de un loco orgullo" (Chevalier
    y Gheerbrant, 1995, p.111), el Apolo primitivo o proto-Apolo.
    Considera que él sólo es suficiente para lograr su
    objetivo, y
    que las manifestaciones de otras fuerzas, de las pulsiones de lo
    inconciente -simbolizado por Dionisos- deben ser ignoradas y
    extirpadas para lograr la "sublimación":

    …todo lo grande
    que existe, existe como un "a pesar de", y adquiere
    forma pese a la aflicción y los
    tormentos, al
    abandono y la
    debilidad física,
    pese al vicio, a
    la pasión y a
    mil impedimentos
    más. (p.26)

    El contenido simbólico de Dionisos está
    marcado en verde, y vemos su calidad de contenido
    invertido
    , es censurado y apartado como fuerza opositora de
    lo apolíneo. Veamos otro ejemplo similar: "La
    entereza ante el destino y
    la gracia en medio
    del sufrimiento no
    sólo suponen resignación paciente: son
    también actividad, un triunfo positivo…"(p.27)

    La represión de parte del consciente, del "yo" de
    Aschenbach, hace que el contenido invertido se manifieste
    como sufrimiento. Es una fuerza que ha sido empujada a la
    oscuridad, a la que se le debe tener "paciencia", y a la que hay
    que resistir desde una "entereza" moral: "Su
    palabra predilecta era, sin embargo, resistir…"(p. 25)

    Pero parece ser que el hecho de erigir a Apolo como
    única fuerza, termina desplazando la meta que por
    excelencia lo mueve: la verdad. Su camino se transforma en una
    lucha en contra de los contenidos invertidos, que desde la
    ausencia, desde la ilegitimidad, hace contienda en contra del
    consciente que se ha obligado a cercarse, a crear a su alrededor
    barreras necesarias para ser el dueño parcial del
    "sí mismo":

    …es un hecho que, por melancólica
    y concienzuda que sea, la
    escrupulosidad del adolescente queda minimizada si se la
    compara con la sólida
    resolución del hombre que,
    dueño al fin de sí
    mismo, decide
    negar el saber
    y lo rechaza,
    prescindiendo altivamente de él en la medida en que
    amenaze con paralizar, entorpecer y deshonrar
    la voluntad,
    la
    acción…(28-29)"

    La contradicción inherente al espíritu
    apolíneo se desarrolla en su propio discurso: rechaza su
    finalidad más íntima para poder ampliar
    sus "medios",
    transformándolos en el objeto de la transferencia
    energética. La acción de "decidir negar el saber"
    sería el centro de esta resolución, y sería
    una unidad de discurso de carácter de umbral (M.
    Foucault, S/F),
    que modifica el discurso apolíneo como sistema.
    Según el Diccionario de los símbolos, Apolo
    –para poder lograr su cometido real -debe "volverse
    más y más complejo, sintetizando en él
    varias oposiciones que consigue dominar, para terminar en un
    ideal de sabiduría que define el milagro griego."
    (Chevalier y Gheerbrant, p.111). No hay forma de que las
    oposiciones puedan resolverse si antes no se modifica el sistema,
    incorporando nuevos signos que, a su vez, modifican la finalidad
    del conjunto. Aschenbach se aleja del "objeto " mismo de "su
    discurso interior", tratando de alcanzarlo.

    3.- Hermes, en posición cerrada

    La transdiscursividad puede considerarse como un "espejo
    roto", en el que la humanidad se ve a sí misma de forma
    parcial. Dependiendo de qué parte del espejo le toque a
    cada hombre o a cada mujer ver,
    podrá entender ciertas realidades y verdades desde el
    ángulo de los discursos de
    su competencia, de
    forma fragmentaria, y desde una perspectiva específica. La
    totalidad de los discursos componen una pluralidad: "…los
    discursos son dominios prácticos limitados por sus
    fronteras, sus reglas de formación, sus condiciones de
    existencia: el cimiento histórico del discurso no es un
    discurso aún más profundo –a la vez
    idéntico y diferente." (M. Foucault, S/F, p.60)

    Apolo (el yo, la conciencia, la razón) busca
    comprender la verdad consolidando necesariamente un discurso
    ("comprender es, ante todo, unificar". A. Camus, 1999, p.27);
    pero la finalidad, aprehender la belleza, la totalidad, lo
    unívoco, necesariamente fracasa: el discurso sólo
    puede alimentarse de las relaciones de su sistema y con otros
    discursos de su propio nivel. Podrá aumentar, ser
    más complejo, pero nunca trascender la propia naturaleza
    discursiva. Hermes, "la palabra", es el símbolo del
    discurso mismo. La capacidad perceptiva de Aschenbach se
    encuentra, de repente, enceguecida por Hermes, por un discurso
    bien definido y desarrollado que se ha erigido en un único
    instrumento cognoscitivo que no puede abarcar la multiplicidad y
    la profundidad de los fenómenos, que lo rebasan. La
    conciencia se torna en la prisión y el obstáculo.
    Apolo, bajo el influjo activo (el discurso) y pasivo (lo
    inaprehendible por este discurso) de Hermes se condena a
    sí mismo al fracaso.

    Como ejemplo para entender la forma en que Hermes
    actúa sobre la conciencia, Jung utiliza "El cuento del
    espíritu en la botella"(Jung, 1998, p. 59). Hermes es el
    espíritu en la botella, ubicado en las raíces de
    una gran encina que se encuentra en el medio de un bosque. Es
    símbolo de un contenido psicológico con personalidad,
    es la encina, el árbol central y más grande del
    bosque. Representa el "yo". La botella, al estar debajo del
    suelo, es
    el estado
    mineral de la conciencia, y la potencia del
    inconciente relacionada al "yo". A medida que el árbol se
    nutre y se convierte en acto, crece asumiendo una determinada
    forma, un discurso determinado. La botella representa una
    energía del "yo" preformada, es el "caos potente", lo
    abismal. Es un estrato psíquico independiente, aunque
    ligado íntimamente al conciente. El que sea botella
    implica que está cerrado, separada de la tierra y
    del árbol, esperando a ser desenterrada y abierta para dar
    inicio al proceso de
    individuación (Jung, 1998).

    Hermes, sin embargo, tiene connotaciones no sólo
    individuales, los diferentes códigos culturales
    barthesianos (Scholes, 1982, p.217, 218) aluden con evidencia a
    este fenómeno: "Para Barthes, no existe un contexto puro.
    Todos los contextos le llegan al hombre codificados,
    estructurados y organizados por el lenguaje, y
    con frecuencia en formas claramente intrascendentes" (Scholes,
    1982, p. 212). Los códigos serían la
    representación colectiva del "yo", de un "nosotros" como
    "cultura",
    determinada por una historia en la que
    prevalecen diferentes discursos que han sido encumbrados como "de
    autoridad", y
    que son aplicados para ordenar la realidad. La conciencia los
    necesita para aprehender el mundo y para comunicarse con el resto
    de los hombres: "La pregunta que hemos de hacerle siempre al
    lenguaje es
    ésta: ¿cómo el lenguaje (tal o tal otra
    lengua)
    recorta la realidad?, ¿qué recorta de esa
    realidad?" (Barthes, pág. 107, 2002). Es lo que
    Kierkegaard llama "lo general" en Temor y temblor: debido
    a su carácter formado y cerrado, hace que el hombre
    posea un lado ciego, que se mantenga un amplio lado de la
    realidad, lo preformado, y un sinnúmero de contenidos
    subliminales, en la oscuridad.

    En el segundo capítulo de Muerte en
    Venecia, Hermes se "cierra" con el avance de lo
    apolíneo. En realidad, es la conciencia la que se cierra a
    su propio contenido preformado y subliminal: "Cierto tono oficial
    y pedagógico se fue infiltrando con el tiempo en la
    producción de Gustav Aschenbach; su estilo
    se había liberado, en los últimos años, de
    las audacias imprevistas, de los matices nuevos y sutiles,
    decantándose hacia una especie de paradigmática
    solidez…"(p.30) Empieza a nutrirse sólo de los
    códigos culturales. Lo que está marcado en
    azul corresponde a esta antinomia hermética:
    "proclamaba el
    rechazo de cualquier
    equívoco en el plano
    moral, de cualquier simpatía por
    el abismo" (p.29). La
    conciencia afirma lo que Hermes tiene de cerrado, el discurso
    formado y afirmado ("plano moral"), y rechaza lo abierto, lo que
    tiene de preformado e invertido ("el abismo").

    La inclinación de la conciencia es tal, que
    –como hemos visto antes- troca su finalidad innata
    satisfaciendo lo que el discurso cultural estima por bueno, la
    "fama", "la dignidad", "lo moral".

    Sea como fuere, lo cierto es que toda evolución es un destino. Y ¿por
    qué aquella que cuenta con la simpatía masiva y
    confianza del gran público
    no habría de seguir un curso diferente de la que
    se cumple sin el brillo
    ni los compromisos
    de la fama? (p.
    30).

    Para que una obra espiritual relevante pueda tener sin
    demora una incidencia
    amplia y profunda, ha de existir una
    secreta afinidad, cierta
    armonía incluso, entre el destino personal de su autor y el
    destino universal de su
    generación (…) pero la verdadera razón de sus
    favores [la de los lectores] es un imponderable: la
    simpatía.
    (26)

    Sus obras son exitosas no por producir una
    "revelación", o por generar una "experiencia estética primaria (Burguer, p. 191)".
    Aschenbach se contenta con ganar la simpatía del
    público, y su discurso literario armoniza con "lo
    general"; es un paradigma del
    código cultural. Como tal se mide a sí misma
    a través de esos valores, y
    triunfar es acceder a la fama, ser una persona digna
    para la sociedad,
    recibir el beneplácito de las autoridades educativas y
    recibir "un título nobiliario, que un príncipe
    alemán, recién ascendido al trono, [le]
    ofreció…" (p. 30).

    Lo apolíneo, entonces, se sirve de este Hermes
    "cerrado" para poder justificar su predominancia, que ha dejado
    de funcionar correctamente, y con su discurso mantiene a lo
    inconciente reprimido.

    Queda explicar la función de Hermes como
    "Mercurio que nace de Saturno". "Saturno" simboliza el plomo, la
    piedra, lo indecifrable, la "materia
    congelada, dotada de un mínimo de ser en su apariencia, y
    [que] sin embargo al golpearla enuncia con su sonido su
    simiente interna y su forma: es elocuente, rica de ser" (Zolla,
    2003, p.134). Esta vibración es la "facultad de
    Hermes de crearse a sí mismo" (Jung, 1998, p.85), la
    piedra sólo puede decir absolutamente lo que ella es
    realmente. Si Saturno es el discurso indescifrable, Hermes
    es la capacidad de su desciframiento, la resonancia misma, el
    espíritu de la piedra, el espíritu del mundo, la
    visión del discurso fuera de este mismo.

    Una escritura no
    necesita ser "legible" para ser plenamente escritura. Podemos
    incluso decir que precisamente en el momento en que el
    significante (los falsos ideogramas de Masson, las misivas
    impenetrables de Réquichot) se desprende de todo
    significado y suelta vigorosamente la coartada referencial, el
    texto (en el sentido actual de la palabra) aparece. Pues para
    comprender qué es el texto, es suficiente –pero
    necesario- ver la ruptura vertiginosa que permite que el
    significante se constituya, se ajuste y se despliegue sin
    sostenerse en un significado. (Barthes, 2002, p.
    105)

    El lado que se mantiene en la oscuridad, para Jung, sin
    embargo, es un vacío que contiene formas imperecederas,
    que se manifiestan de una manera "supra consciente". Es el
    llamado "inconciente colectivo" o el "sí mismo"; son los
    surcos por donde la energía psíquica transcurre. La
    naturaleza "saturnina" de Hermes, sin embargo, logra acceder al
    mundo, dándole realidad y forma: "Mercurio es el
    logos vuelto mundo. La expresión demostraría
    que es idéntico fundamentalmente al inconciente colectivo"
    (Jung, 1998, p.85). Los arquetipos, cuando se encuentran en el
    "sí mismo", contienen esta naturaleza doble: "mostrar" y
    "cegar", son las posiciones que Hermes puede asumir: "abierto" o
    "cerrado".

    Hermes en posición cerrada es la acción de
    Apolo como represora de lo dionisíaco. Los
    códigos culturales son usados por la conciencia
    para definir las pulsiones de lo inconciente:
    "socavación interna
    y decadencia
    biológica; la cetrina fealdad, sensualmente desfavorecida, que
    hacía surgir de
    sus pasiones una
    llama pura y llegaba incluso
    a encumbrarse,
    dominante y
    triunfal, en el
    reino de la
    belleza"(1999 p.27).

    La cerrada percepción
    de Aschenbach interpreta esta "llama pura", que proviene de un
    contacto con lo inconciente colectivo, como algo indeseable; que
    por ser pura fuerza creadora, se manifiesta por medio de sus
    pulsiones ("sus pasiones") y lo llevan a escribir textos
    verdaderos, hermosos. A pesar de este "influjo benéfico",
    el discurso de su conciente sólo puede codificarlo como
    "lo tenebroso". Se trata de una percepción parcial del
    contenido, que por tener mucho de inaprehensible, o
    "saturnino", es condenado.

    II.- El proceso de
    transformación de los contenidos, la lucha entre los
    contenidos tópicos y los contenidos
    correlacionados

    1.- Inicio de la transformación,
    Munich

    En el primer capítulo de la obra se opera el
    inicio del cambio de Aschenbach. Observemos que el relato
    primero
    (G. Genette, 1972) se dedica enteramente a
    desarrollar su transformación, hasta llevarlo a la
    destrucción y "sublimación" final.

    El encuentro con el forastero en el cementerio, le
    producen ganas de viajar, lo dionisíaco se manifiesta
    porque su férrea voluntad se ha debilitado: "Lo cierto es
    que notó, sumamente sorprendido, una curiosa
    expansión interna, algo
    así como un desasosiego
    impulsor, en apetencia de lejanías juvenil e intensa(…) una sensación tan viva,
    nueva o , al menos, tan
    desatendida y
    olvidada hacía tanto
    tiempo…"(p.18).

    El debilitamiento de lo apolíneo ha ocurrido, en
    primera instancia, por su adhesión al Hermes "cerrado", la
    finalidad de la energía apolínea ha sido empleada
    para procurarse otra meta que no es enteramente afín,
    contentándose con la satisfacción que le pudiera
    procurar el "éxito
    en sociedad", no reprochable pero sí
    contingente.

    …amaba –o casi- esa enervante lucha, diariamente renovada, entre su
    orgullosa y tenaz voluntad,
    tantas veces puesta a prueba, y una creciente lasitud que
    nadie debía sospechar en él y que
    nada, ningún síntoma de flaqueza o de incuria, debía dejar traslucir en
    el producto de su
    labor.(p.20)

    Lo dionisíaco irrumpe, entonces, una vez que la
    consciencia se encuentra debilitada. La incertidumbre de haber
    fracasado o triunfado por medio de su trabajo se apropia de
    Aschenbach, y ya no siente la satisfacción que antes le
    procuraba. Entonces surge el miedo a perder la jerarquía y
    los honores recibidos y que significaban para él su
    triunfo.

    No es que lo que escribiese fuese malo: ésta
    era, al menos, la ventaja de su edad, que lo hacía
    sentirse en todo momento, y muy
    seriamente, seguro de su maestría. Pero mientras
    la nación la honraba, él
    mismo estaba descontento de
    ella y tenía la impresión de que su
    obra no ofrecía muestras de ese humor lúdico y
    fogoso que,
    fruto de su alegría,
    sustentaba, más que cualquier contenido
    intrínseco o mérito importante, el
    deleite del público
    lector. (p.21)

    2.- El viaje a Venecia

    Aschenbach viaja a una isla del
    Adriático, pero allí no encuentra
    satisfacción a sus deseos. Iba en busca de "un
    exotismo
    insólito" (p.33):
    "algo en su
    interior lo inquietaba,
    induciéndole a partir…( p.33)". Puede observarse que
    Aschenbach, todavía dueño de sí, se deja
    llevar sin embargo por sus pulsiones. Se trata del mismo Apolo
    que voluntariamente está cediendo su autonomía a
    Dionisos. Más adelante en la historia,
    examinará "su serio
    y fatigado
    corazón, por si algún
    nuevo entusiasmo o
    confusión, por si
    alguna aventura sentimental
    tardía pudiera estarle reservada aún…(p.
    38)"

    Aschenbach toma un buque a Venecia, el mundo se hace
    cada vez más simbólico por los cronotopos que se
    van desarrollando con la narración. Los lugares que
    transita ayudan a su propia transformación: el barco es
    "sucio", está hecho de "antros", es "viejo",
    "lóbrego"; todo en él contiene un aire de
    irracionalidad, de caos. En el viaje se topa con diferentes
    manifestaciones de Dionisos: un marinero, el capitán del
    barco, el viejo que acompaña un grupo de
    jóvenes, y que se viste y actúa como ellos. Todos
    estos factores están afuera de Aschenbach, pero la
    narración está altamente focalizada sobre
    él, y muchas veces no sabemos cuándo es una
    proyección del viajero, cuándo se trata de
    un mundo que contiene una vitalidad secreta, que va
    transformándose al unísono con Aschenbach, como
    otro personaje más, como un espíritu que se
    manifiesta a través de las cosas. El siguiente es un claro
    ejemplo. Aschenbach, a medida que va quedándose dormido,
    consigue vivenciar el punto en el que la vigilia y el
    sueño se confunden, las impresiones del mundo y las
    manifestaciones de su inconciente se igualan:

    El horizonte estaba totalmente despejado. Bajo la
    turbia bóveda del cielo se extendía en derredor
    el enorme y desierto disco del mar. Pero en el espacio
    vacío e inarticulado acabamos por perder también
    la noción del tiempo, y nos desvanecemos en una
    inmensidad crepuscular. Figuras sombríamente
    extrañas… (p.37)

    Esta concordancia entre el surgimiento de lo
    dionisíaco en su interior y en el exterior, irá
    haciéndose presente cada vez con mayor fuerza: "Y
    aschenbach (…) volvió a ser presa de una
    sensación de angustia, como si el mundo mostrase una leve,
    aunque irrefrenable, tenedencia a la deformación, a
    derivar hacia lo insólito y grotesco…" (p.39)

    Naturalmente, gran parte de las reacciones de Aschenbach
    en esta parte de la historia, son de rechazo y de asombro.
    Vemos en el siguiente discurso indirecto libre un claro
    ejemplo, siendo el referente el "viejo joven"
    antes mencionado: "¿No sabían, no
    advertían acaso que era viejo y no tenía derecho a
    llevar su abigarrada indumentaria de dandy ni hacerse pasar por
    uno de ellos?"(p.36).

    3.- La llegada a Venecia, la pulsión de
    muerte

    Una vez llegado a Venecia, Aschenbach se
    dispone a ir al hotel Lido, y
    decide tomar una góndola. Entre la secuencia del
    desembarco y del ascenso a la góndola, el narrador hace
    una pausa para describirla. Sin embargo, se trata de una
    prolepsis interna focalizada en Aschenbach, y la descripción se transforma en un discurso
    interno narrado. Una vez concluida la descripción,
    comienza la secuencia de esta forma: "Aschenbach lo
    advirtió [todo lo anteriormente descipto] cuando se hubo
    instalado a los pies del gondolero… (p.41)".

    Con el tema de la góndola empieza a manifestarse
    plenamente una característica importante del contenido de
    lo dionisíaco, se trata de la "pulsión de muerte"
    tan estudiada por Freud, el deseo
    de autodestrucción.

    …entre el chapoteo nocturno del agua; evoca
    aún más la muerte misma, el féretro y la
    lobreguez del funeral, así como el silencioso viaje
    final. (…) "La travesía será corta",
    pensó. "¡Ojalá fuera eterna!"(…) "Es
    verdad que conduces bien. Aunque hayas puesto los ojos en
    el dinero
    que llevo y me envíes a la mansión de Hades con
    un buen golpe de remo por detrás, me habrás
    conducido bien. (p. 41 a 45)

    El gondolero representa a Quirón, el que lleva
    las almas al infierno. Aschenbach cruza el río que une los
    bancos de lo
    conocido y lo desconocido. Otro indicio que corrobora la
    función simbólica del gondolero es su
    desaparición cuando Aschenbach regresa para
    pagarle.

    4.- Encuentro con Tadzio, la manifestación de
    Eros

    Luego de las secuencias de la
    instalación en el hotel y de la llegada al comedor,
    Aschenbach descubre entre los comensales a Tadzio. Otra vez el
    narrador hace una descripción focalizada desde Aschenbach,
    que va de lo general ("Ante él se desplegaron vastos
    horizontes que abarcaban, tolerantes, una gran diversidad… (p.
    46)" a lo particular ("…un efebo de cabellos largos de unos
    catorce años (p. 47)".

    La primera experiencia de Aschenbach con relación
    a Tadzio es de corte apolínea: "…hacían
    pensar en la
    estatuaria griega de la
    época más
    noble; y a más de esa purísima perfección de sus
    formas (p.47)". Su conciencia artística se maravilla de la
    belleza y cede a los impulsos que ésta le suscita:
    "…poseía un encanto
    tan único y personal que su
    observador no creía haber visto nunca algo tan logrado en
    la naturaleza ni en las artes plásticas.(p.
    47)".

    A lo largo de toda esta secuencia, Aschenbach contempla
    al muchacho, pone en servicio de
    Dionisos lo apolíneo, que cumple la función
    contemplativa de aprehender la belleza. Al siguiente día
    de la historia, se reencuentra a Tadzio, y de nuevo se maravilla
    desde lo apolíneo. Compara la cabeza del muchacho con la
    "cabeza de Eros". En las secuencias siguientes, en la playa,
    Aschenbach se deleita adivinando el nombre de Tadzio. El espacio
    funciona como un cronotopo carnavalesco, el de "la plaza", las
    voces se confunden unas con otras produciéndose una
    polifonía, las personas se toman libertades que
    normalmente nunca se tormarían ("la desnudez que, con
    osada desenvoltura, hacían buen uso de las libertades del
    lugar", p.53). La playa es manifiestamente
    dionisíaca.

    En la Poética de Todorov, se describen
    cinco funciones cardinales (Barthes, 1997, p.20)
    básicas que conforman la unidad de la secuencia: a)
    inicio, b) fuerza desequilibradora, c) desequilibrio, d) fuerza
    equilibradora, y e) nuevo equilibrio.
    Las últimas dos secuencias de la
    macrosecuencia "playa", no se completan, sólo
    desarrollan sus tres primeras funciones. La primera
    secuencia, podría nominarse de la siguiente forma: a)
    Aschenbach está contemplando a Tadzio, b) Tadzio se tumba
    en la arena, c) Aschenbach se emociona. La siguiente, que no se
    desarrolla realmente en "la playa", pero que implica su abandono,
    se resume así: a) Aschenbach coge el ascensor, b) Tadzio
    está en el ascensor, c) Aschenbach reflexiona sobre la
    salud del joven y
    no le desea la vejez. Luego
    de cada secuencia se produce una elipsis determinada que
    deja la secuencia truncada. Es interesante observar cómo
    el nivel sintagmático funciona aquí para promover
    el sentido a un nivel superior, desde la estructura misma. Si
    bien en estas secuencias hay pocos indicios que tengan un poder
    de irradiación (Barthes, 1997, p.39) verdaderamente
    notable, la estructura de las mismas hacen que Aschenbach vaya de
    un "equilibrio" a un "desequilibrio". Implícitamente el
    narrador va demostrando cómo lo apolíneo se va
    transformando: cada vez piensa más en Tadzio, reflexiona
    más sobre su belleza, etc., y empieza a ser
    Eros.

    5.- El punto de inflexión: Dionisos-Tanatos
    vence a Apolo

    La siguiente secuencia, también trunca, sin
    embargo está invertida con respecto a las dos
    anteriores. Es la que inicia la larga macrosecuencia en la
    que Aschenbach intenta escapar de Venecia. Se desarrolla
    así: c) Aschenbach, en las callejas de Venecia, no se
    siente bien, d) Escapa de las callejas y accede a una plaza, e)
    Decide marcharse de Venecia. Aquí vemos realizarse un
    movimiento que
    va de un desorden a un orden. Puede leerse toda la
    macrosecuencia como un intento desesperado de los
    contenidos tópicos que todavía están
    presentes en Aschenbach de revertir la transferencia. "La
    pulsión de muerte" se manifiesta externamente, iniciando
    uno de los temas de la obra: la peste, cronotopo muy difundido en
    la literatura que
    tiene una amplia connotación carnavalesca, que ha sido
    tratado por autores como Boccaccio, Rabelais, Manzoni, Camus,
    Bajtín, Artaud y Foucault.

    La pulsión de muerte, al convertirse en una
    manifestación no sólo interna sino también
    externa, adquiere una nueva forma a la que llamaremos de ahora en
    más Thanatos. Simboliza la sublimación de Dionisos
    como contenido afirmado. Si la búsqueda de lo
    dionisíaco es la libertad, el
    gravitar hacia la muerte significa el impulso de mayor alcance,
    el más libre (véase: Camus, 1999). Apolo,
    todavía estando ampliamente afirmado, y que busca
    siempre la vida, se escandaliza al percibir la muerte estando tan
    cerca, y esto le confiere una nueva autonomía
    temporal.

    Al día siguiente, notamos que se encuentra
    nuevamente debilitado. Eros se ha restablecido parcialmente:
    "…entonces comenzaron los
    remordimientos. ¿No habría
    tomado una desición
    precipitada y
    errónea, imputable a
    un estado enfermizo y
    que en ningún caso debería ser determinante?" (p.
    61). Puede observarse la dicotomía que ha sufrido la
    energía del "yo". Eros, el contenido
    correlacionado
    , critica las desiciones asumidas por el viejo
    Apolo, el que "antes" poseía una autonomía casi
    total como contenido tópico. El "yo" está
    sumido en la contradicción, la conciencia está
    escindida entre las dos posiciones, e interpreta
    erróneamente que es Thanatos, " el estado enfermizo", el
    que ha tomado la decisión de partir.

    Las secuencias que siguen mantienen esta
    ambivalencia de la conciencia de Aschenbach. Eros, estrechamente
    relacionada con Apolo por compartir la misma energía
    psíquica, usa el discurso de aquél para
    engañarlo, para hacer que ceda, para que deje de
    resistirse a la transformación. La primera
    secuencia que se desarrolla en la mañana en que
    debe partir, sigue así: a) Aschenbach entra al
    salón del comedor, b) Ve entrar a las hermanas e
    institutriz de Tadzio, c) Se le acerca el portero y lo induce a
    que se retire, para que no pierda el barco d) Aschenbach piensa
    que tiene todavía mucho tiempo, se indigna.

    Cabría esperar la partida de Aschenbach como
    desenlace lógico, pero su orgullo, de corte
    apolíneo, se hace presente: él sabe lo que hace.
    Decide quedarse y tomarse el tiempo que quiera, y el conflicto no
    se resuelve. A "los cinco minutos (T.Mann, p. 62)" regresa el
    portero y la secuencia recomienza desde donde fue dejado:
    c¬ ) El
    portero le informa que el coche que lo debe llevar no puede
    seguir esperando, d¬ ) Aschenbach ordena que lleven su
    baúl al barco, e) Aschenbach termina su desayuno sin
    ninguna prisa.

    A la anterior le sigue la secuencia "Aschenbach
    va del hotel al barco que lo llevará a la
    estación", y seguida de ésta una secuencia
    de mucha importancia: Es el punto en el que Apolo inflexiona, sus
    contenidos se vuelcan y comienzan a estar de posición
    afirmada
    a posición invertida. Se nos informa
    en primer lugar que le asalta un gran remordimiento, sentimiento
    de por sí apolíneo pero que se haya en el lado de
    Eros, y luego: a) Aschenbach viaja hacia el puerto, b) Aschenbach
    es asaltado por Dionisos, aspira "con bocanadas profundas (…)
    ese holor ligeramente hediondo a mar…(p. 63)", c) Aschenbach se
    encuentra profundamente afligido d) Eros asume el papel de la
    prudencia apolínea y le informa que si abandona Venecia,
    nunca podrá regresar, c¬ ) Dionisos lo asalta nuevamente,
    Aschenbach siente una profunda "inclinación anímica
    (p. 63)" por Venecia, d¬ ) Eros nuevamente asume el papel de Apolo,
    y considera ridícula la decisión asumida el
    día anterior: marcharse; y menosprecia las razones que la
    impulsaron. La última función de esta secuencia es
    profundamente bivocal, y presenta la lucha entre Dionisos,
    que quiere consolidarse definitivamente como contenido
    afirmado
    y Apolo, que se defiende desde una posición
    debilitada. Para éste es una lucha en contra de la muerte:
    cÜ y e)
    "Entretanto, el vaporetto se aproxima a la
    estación, y el dolor y la perplejidad adquieren proporciones
    caóticas. Partir
    le parece al torturado viajero no menos importante
    que volver (p.
    64)."

    La verdadera batalla interior es la de Apolo en contra
    de Thanatos. Aschenbach sufre porque no desea partir, pero
    quedarse significa la muerte. El malestar que le produce la
    ciudad, en el fondo, es evidentemente destructor. Dionisos
    mantiene una posición afirmada con respecto a Eros,
    es el poderoso influjo del inconciente, de las pulsiones, sobre
    la consciencia, que se expresa en éste como pasión
    amorosa. Por esta razón, puede decirse que Eros es un
    contenido invertido. En realidad es una "ausencia", porque
    manifiesta lo dionisíaco que se apropia del "yo" y que
    utiliza el raciocinio en su provecho.

    Naturalmente, la siguiente secuencia está
    truncada. Comienza desde una función de "desequilibrio":
    c) Aschenbach llega a la estación. d) Aschennbach compra
    el boleto. e) Le informan a Aschenbach que su baúl ha sido
    enviado a Milán. Esta secuencia podría leerse al
    revés (a-b-c), pero la reacción de Aschenbach
    desmiente este ordenamiento: "Una extraña alegría,
    un increíble gozo le agitaba el pecho en forma convulsiva
    (p. 64)." Aschenbach decide entonces quedarse en Venecia hasta
    que le regresen el baúl, y cuando esto sucede, por
    supuesto, no se va. Las secuencias descritas anteriormente son,
    entonces, un autoengaño. El baúl se pierde porque
    Aschenbach, bajo un influjo irracional, lo envía adelante
    suyo; irritado, quiere tomar su desayuno en paz. La fuerza
    dionisíaca ha manejado con astucia los hilos para vencer
    la férrea e inquebranttable voluntad que Aschenbach
    había desarrollado en su pasado. Él necesitaba una
    excusa para seguir sus impulsos, y se la fabrica. Greimas
    menciona que los sintagmas que por excelencia producen una
    transferencia de contenidos, son los contractuales que no
    pueden ser cumplidos.

    Una vez que regresa al hotel, se siente
    cambiado, descubre que es debido a Tadzio que le costaba tanto
    marcharse. Entonces, "dirigió una mirada a su interior" e
    "inició un lento movimiento rotatorio hacia lo alto, las
    palmas de las manos vueltas hacia arriba, como surgiendo la
    apertura y expansión de ambos brazos. Era un gesto de
    complaciente bienvenida, de solícita y serena
    aceptación (p. 67)". La consciencia de Aschenbach es
    nuevamente una, es Eros, como amante que se subordina al
    ídolo, a Dionisos.

    III.- La
    sublimación y la espiritualización de los
    contenidos. Thanatos en posición afirmada, Eros en
    posición invertida. El influjo de Hermes en
    posición abierta.

    1.- Consideraciones previas, el
    discurso de la psicología jungiana y la simbología
    de la alquimia como paradigmas que
    alumbran la lectura.

    Antes de proseguir con la lectura de los
    capítulos IV y V de la obra de Thomas Mann, es necesario
    explicar a la luz del discurso
    de la alquimia y de la psicología jungiana la
    función que cumple Hermes una vez que los contenidos
    correlacionados
    se han hecho dominantes. El esquema de la
    psique humana según Jung (ver: JUNG, 1982) se compone
    básicamente del consciente (el complejo central
    autónomo que se manifiesta como el "yo", "la encina", como
    hemos visto), el inconciente (los demás complejos que
    forman la mayor parte del "cuerpo psíquico", más o
    menos velada para la conciencia y de que suponen la mayor parte
    de la vida psíquica del individuo,
    representado por el resto del "bosque") y el "sí mismo"
    (el "inconciente colectivo", un profundo estrato psíquico
    de contenidos preformados por donde la energía
    psíquica transcurre inicialmente y de donde adquiere sus
    contenidos o formas primordiales –los arquetipos- que usan
    los demás complejos para poder funcionar). Está
    representado por el suelo, el estrato mineral del que los
    árboles
    se alimentan.

    En alquimia (ver: E. Zolla, 2003), los
    metales
    están conformados por tres sustancias: el "centro" o
    "alma" de la
    piedra que es el azufre, la "circunferencia" o "espíritu"
    que es el mercurio, y la "sal", que es el "cuerpo" como
    solidificación que une y separa al mismo tiempo los otros
    dos componentes, la materia imperfecta. Considerando los
    contenidos tópicos
    que actuaban en Aschenbach,
    encontramos que su conciente representa en mayor medida el azufre
    (que es el corazón de la totalidad) y el inconciente (al
    estar sumido en las sombras) contiene la mayor parte de la sal.
    Su particularidad psíquica se representaría como
    una piedra concreta que reúne en su centro la mayor parte
    de sus "metales nobles", por sí imperfecta al ser
    heterogénea. El "sí mismo" estaría
    representado por el mercurio.

    Simplificando el proceso que lleva a cabo el "opus
    magnum", el de conseguir el lapis philosophorum, podemos
    decir que consiste en "la unión del elemento macho, el
    azufre, y del elemento hembra, el mercurio (E. Zolla, 2003, p.
    85)." Para lograrlo se separa la sal del azufre, y al "mercurio
    vulgar", la humedad natural de la piedra, se lo hace desaparecer
    por medio de la ebullición. A este proceso se lo llama
    "putrefactio" o "nigredo". Luego de que la roca ha llegado a la
    esencia sulfúrea que ha podido procurarse –una
    sublimación- el Alquimista lo
    combina con el "azogue", un mercurio externo y misterioso que ha
    sido extraído del espíritu del mundo. Entonces la
    piedra sufre una "espiritualización" o una
    "purificación" (Roob, 2003, p. 132) por medio del rociado.
    Luego de repetir este proceso un sinnúmero de veces, en el
    que la roca se va sublimando, separándose de la sal, y
    espiritualizándose por medio del "azogue", el proceso
    llega a su fin: la materia se ha espiritualizado y el
    espíritu ha cobrado una forma sensible: se consigue el
    lapis philosophorum.

    Hemos visto en nuestro primer apartado
    parte de la naturaleza hermética. El mercurio natural de
    la piedra representaría el Hermes cerrado: el lado ciego
    del hombre sujeto a su discurso, aprisionado por su propio
    pensamiento.
    Éste no puede pensarse fuera de sí mismo,
    porque el hecho de pensar ya significa usar funciones del sistema
    que se quiere aprehender, permaneciendo en su interior. Hemos
    visto cómo los códigos culturales de
    Aschenbach se van derrumbado. La ebullición
    alquímica representa la progresiva desaparición de
    estos contenidos.

    El segundo apartado de este trabajo describe algunas de
    las transferencias que los contenidos tópicos
    realizan a los contenidos correlacionados, implicando una
    serie de sublimaciones.

    Se ha descrito ya el proceso de "putrefacción",
    en el que la "sal" y "el azufre" progresivamente se van separando
    y sublimando (la transferencia de los contenidos
    tópicos a los correlacionados
    ). La conciencia,
    naturalmente "activa", dueña de la voluntad y del
    pensamiento, se ha visto invadida por Dionisos y le ha cedido a
    éste sus funciones. Eros es esta consciencia subyugada por
    lo dionisíaco. Hemos descrito a Thanatos con algunos
    atributos de Apolo: busca liberarse de las ataduras a
    través del deseo de muerte, es una pulsión que
    gravita naturalmente hacia "lo otro", "lo desconocido"; y aunque
    el proceso finalice en la destrucción, connota la idea de
    "verdad". A este traslado de las funciones, a la luz de una
    interpretación desde el discurso psicologógico
    jungiano, corresponde que "la libido no abandona una
    formación como si fuese una intensidad pura, pasando
    íntegramente a otra formación, sino que transfiere
    características de la vieja función a la nueva
    (Jung, 1982, p.32)." La sal va cediéndole al azufre lo que
    tiene de sulfúreo y éste a aquél lo que
    tiene de salíneo; cada sustancia se va unificando y
    separando. Los contenidos correlacionados representan el
    azufre que ha sido condensado y separado de los antiguos cuerpos
    heterogéneos y burdos que antes se hallaban mezclados con
    él: la sal.

    Si bien el Hermes abierto, o "el mercurio filosofal", se
    ha manifestado en el capítulo II en algunas oportunidades,
    no nos detendremos en ellos y proseguiremos a describir su
    acción solamente en los dos últimos
    capítulos de Muerte en Venecia.

    2.- La sublimación y la
    espiritualización de Eros

    El capítuo IV se inicia con una
    serie de sintagmas que marcan una diferencia estilística
    con los anteriores capítulos. Observamos que el narrador,
    focalizado sobre Aschenbach, describe el mundo usando una
    profusión de imágenes
    de los mitos griegos. Mangariello y González de
    Tobía lo denominan la "eclosión de lo
    griego".

    Día tras día el dios de las mejillas de
    fuego guiaba desnudo su ignívoma cuadriga agitando sus
    rubias guedejas al soplo del impetuoso euro. Un resplandor
    sedoso y blanquecino cubría el persezoso oleaje de las
    llanuras del Ponto. La arena ardía. Bajo la
    bóveda azul con destellos plateados del éter…
    (p. 69)

    Se sentía como arrebatado a los campos
    elíseos, en los confines de la tierra,
    donde los hombres viven dichosamente y jamás hay nieve
    (…) donde los días transcurren en un ocio divino, sin
    luchas ni fatigas, consagrados exclusivamente al sol y sus
    festividades (p. 70-71)

    …una brisa, un alado mensaje proveniente de
    inaccesibles moradas venía a anunciar que Eos
    había abandonado el lecho del esposo:y en las zonas
    más remotas del cielo aparecía aquel dulce
    resplandor primero (p. 79)

    Pero el día, que se inauguraba con tan solemne
    ritual de fuegos, conservaba una extraña sublimidad y
    sufría transformaciones míticas, ¿de
    dónde podía provenir esa briza que, tan dulce y
    enjundiosa como una inspiración llegada de lo alto,
    retozaba de pronto entre sus sienes y orejas? (p.
    80)

    La percepción del mundo ha cambiado: se halla
    "espiritualizada". Aschenbach se encuentra cerca del "tiempo
    primordial", de la "edad de oro". La
    sublimación de sus contenidos no sólo
    proyectan hacia afuera su ser transformado, sino que Hermes lo
    complementa, situándose en una posición abierta,
    como si se tratara de un "rocío del mercurio
    filosófico" que deja contemplar la maravilla que el mundo
    carga en sí, y que la mayor parte del tiempo resulta
    imperceptible por las barreras que el hombre se impone. Hermes se
    manifiesta como el "espíritu del mundo" que se deja
    apreciar en toda su belleza y verdad. Lo que Bajtín llama
    inversión histórica (BAJTÍN, 1989, p.
    341) aquí se ha vuelto una reinversión
    histórica
    .

    La enciclopedia de Aschenbach traduce las experiencias
    con la temática de la mitología
    griega, transforma la profunda percepción en un
    discurso simbólico que acompaña el disfrute de la
    experiencia que lo va espiritualizando, y él mismo
    espiritualiza al mundo de forma proyectiva. Si Eros, como
    contenido correlacionado, tiene en sí las funciones
    de Apolo en posición de "ausencia" (invertido),
    vemos entonces que estos pasajes de corte mítico le
    corresponden por excelencia, aunque ya se haya tan unido a lo
    inconciente que el disfrute y el solaz que siente interiormente,
    también representan pulsiones
    dionisíacas.

    Esta percepción es el producto de
    una correspondencia de los múltiples complejos de
    Aschenbach. La energía psíquica consigue un curso
    armonioso que muestra un atisbo
    de los contenidos del "sí mismo", que se expresan cuando
    "una experiencia externa ha sacudido de tal modo al individuo que
    ha derribado su anterior concepción de la vida, o cuando
    los contenidos de lo inconciente colectivo, por cualquier motivo,
    alcanzan una energía tan grande que son capaces de influir
    en la conciencia (Jung, 1982, p. 175)."

    "Se levantaba temprano, como solía
    hacerlo cuando su afán de trabajar era particularmente
    intenso, y bajaba entre los primeros a la playa (p. 71)."
    Aschenbach deja transcurrir los días al lado del mar,
    contemplando a Tadzio. Si él es el sujeto-Eros, Tadzio es
    el objeto-Dionisos de la contemplación. Los dos se
    transforman en una unidad armoniosa: el amante y el amado, y el
    vínculo es la contemplación: "El
    contemplador estuvo pronto en condiciones de distinguir cada
    línea y cada pose de aquel cuerpo excelso, que tan
    libremente se ofrecía a su vista… (p. 72)."

    En el siguiente monólogo narrado, observamos
    cómo actúa la transferencia de los contenidos
    tópicos
    apolíneos, que se expresan desde una
    posición invertida:

    ¡Qué disciplina, qué
    precisión en
    las ideas se
    expresaban a través de ese cuerpo cimbreño y
    juvenilmente perfecto! Pero la voluntad pura
    y severa que,
    operando desde la oscuridad, había logrado sacar a
    la luz esa
    estatua divina ¿no le
    resultaba acaso a él, el artista, algo ya familiar y conocido? (p. 73).

    Si bien el motor es Eros, porque se trata de un elogio
    de los atributos de su objeto, todos los signos aluden a la
    antigüa visión apolínea de Aschenbach. "Antes"
    estos signos eran meramente ideales, cuando trataba de reflejar
    la belleza espiritual por medio de sus libros.
    "Ahora" han cobrado forma y materia: Tadzio. El objetivo de
    alcanzar el "lapis philosophorum", una piedra materialmente
    espiritual y espiritualmente material, se encuentra
    cercano.

    Una nueva sublimación del "azufre" se
    desencandena cuando Aschenbach se encuentra con la idea de
    "imagen y
    espejo". Súbitamente, cobra conciencia de que está
    viviendo, experimentando, lo que antes sólo podía
    representar a través de su trabajo como escritor. Tadzio
    es el espejo de su alma, el "azufre" incendiado de amor. El
    sujeto y el objeto son idénticos. Por medio de la
    contemplación del espejo, del amado, la imagen del dios
    interior se manifiesta. Esta idea llena de embriaguez a su
    espíritu y en consecuencia se produce la
    "espiritualización" por medio de Hermes:

    "Su espíritu empezó a
    girar, su
    formación cultural
    entró en ebullición y
    su memoria fue
    rescatanto ideas antiquísmas que
    había recibido en su juventud y hasta entonces nunca
    había reavivado con
    fuego propio (…) sí, sólo con
    la ayuda de un cuerpo
    era capaz de acceder luego a un plano de
    contemplación
    más elevado
    (p. 74)."

    Las características del "mercurio filosofal" se
    presentan con plena evidencia. Su facultad de "espiritualizar" al
    sujeto (la piedra sublimada) se manifiesta con el recuerdo de
    "ideas antiquísimas" que aluden al inconciente colectivo,
    y al rescatar lo apolíneo más puro de la juventud de
    Aschenbach. La idea de Aschenbach de "contemplar la belleza"
    física y espiritual para poder experimentar una
    "elevación", es la mezcla de lo más sublime de su
    inconciente y de su conciente. Este proceso hermético lo
    llevará a alucinar con el mundo antiguo, contemplando un
    lugar muy concreto, como
    si se tratara de un verdadero viaje astral: "…vio el viejo
    plátano no lejos de las murallas de Atenas, vio aquel
    lugar sagrado y humbrío, embalsamado por el aroma del
    zausguillo en flor y exornado por estatuillas votivas y ofrendas
    piadosas…(p. 75)".

    En esta visión, el narrador nuevamente va
    describiendo "lo general" hasta llegar a "lo particular",
    focalizando -desde Aschenbach- un diálogo
    entre Platón y
    Fedro, que le dice en forma de discurso indirecto y libre
    y que es, además, un intertexto: "Porque la
    Belleza, Fedro mío, y
    sólo ella es a la vez visible y digna de ser amada: es, tenlo muy presente, la
    única forma de lo espiritual que podemos aprehender y tolerar con
    los sentidos (…) La
    Belleza es, pues, el camino
    del hombre sensible hacia el espíritu". (p.
    75)

    En esta fórmula radica la esencia de la idea
    antes expuesta de sujeto y objeto como "imagen" y "espejo". La
    Belleza, suscita al ser sensible pulsiones dignos de lo
    apolíneo. Es el nexo entre "lo bajo" y "lo alto". En el
    fragmento que hemos suprimido de la cita, se hace mención
    a Sémele, madre de Dionisos, que por contemplar a Zeus
    queda fulminada, y de su muerte nace el joven dios. Simboliza en
    este aspecto lo divino y material: la Belleza.

    Eros simboliza entonces la unión amorosa de Apolo
    y Dionisos: del sujeto activo que sin embargo se desprende de sus
    facultades activas, de sus contenidos (la voluntad, la
    razón, el orgullo) y que mantiene su forma (lo espiritual,
    lo digno) para elevarse por medio de la contemplación de
    la Belleza, espejo del espíritu que sin embargo es
    material y que actúa sobre la conciencia como
    pulsión.

    Esta idea incita a Aschenbach a escribir, de la
    contemplación deviene la creación
    como movimiento de afirmar el "objeto" por el "sujeto": recrearlo
    es internalizarlo, el objeto es espiritualizado a través
    del dios que radica en el interior del creador. A su vez,
    es un acto de entrega del "sujeto" al "objeto": la obra.
    Significa un desplazamiento de la energía psíquica
    a lo creado, que es una representación del objeto de
    adoración: en este caso, Tadzio, el ídolo
    dionisíaco. Esta entrega, que además es
    profundamente hermética, puesto que implica la "facultad
    de crearse a sí mismo (Jung, 1982, p. 85)", deja a
    Aschenbach "exausto, interiormente derruido: era como si su
    conciencia lo estuviera inculpando después de una
    orgía (p. 77)."

    Se descubre entonces la profunda significación de
    Thanatos: la transferencia psíquica efectuada por medio de
    Eros, crearse a sí mismo sobre el objeto, sobre el
    ídolo, implica el debilitamiento y la posterior
    destrucción de las energías vitales del conciente,
    que sale brutalmente de sí mismo hacia "el otro". Es una
    destrucción del "yo". Si Eros es el que "ama la vida",
    Tanatos es el que "desea la muerte".

    La última secuencia del capítulo es
    narrada así: a) Aschenbach espera en el salón la
    acostumbrada aparición de la familia
    polaca, de la que Tadzio es miembro, b) Sin embargo la familia nunca
    llega, c)Toma el ascensor, y adentro está Tadzio con su
    familia. Tomado desprevenido, no puede ocultar sus sentimientos,
    d) Tadzio le procura una sonrisa, "un regalo fatal"(p. 83), e)
    Aschenbach, en su habitación, está tan abrumado que
    enferma.

    Se desarrolla con esto el inicio de la predominancia del
    contenido correlacionado afirmado Thanatos. Ashenbach
    interpreta la sonrisa como la del objeto que acepta su amor, su
    voluntad erótica. "Era la sonrisa de Narciso inclinado en
    el espejo del agua (T. Mann, p. 83)". Aschenbach, como Narciso,
    ha contemplado su propia imagen "espiritual", en la sonrisa de
    Tadzio. El reflejo de su amor lo impulsa a romper la
    última frontera, la
    del que se sacrifica por el amado: la destrucción del
    "yo", del sujeto, por alcanzar su propio reflejo que es el objeto
    amado. Sólo le resta seguir el impulso musitando "la
    fórmula: (…) –Te amo. (p. 83-84)".

    3.- Sublimación y espiritualización
    final: Thanatos. La muerte como la transformación
    total.

    En el comienzo del capítulo V, la
    narración desarrolla una elipsis determinada
    externa
    : "A la cuarta semana de su estancia en el Lido…(p.
    85)". El número cuatro, como se sabe, simboliza "la
    tierra", "lo inorgánico", lo saturnal. La piedra es "la
    materia dotada de un mínimo de ser", pero que por esta
    condición tan radicalmente opuesta al "máximo de
    ser", o a la Unidad, significa "la manifestación
    más extraordinaria de la fuerza compresora de Dios (E.
    Zolla, 2003, p. 133)". Es el infinito del vacío, que
    mantiene una poderosa relación de contradicción con
    el infinito pleno. Esta relación los separa solo a un paso
    "óntico" de lo absoluto, y Hermes es el que transita este
    último camino, el que suprime las contradicciones de la
    dicotomía. Como Mefistófeles o Lucifer, es el que
    "comienza con el mal y termina con el bien (Jung, 1998, p.
    89)."

    El cuatro es un símbolo de muerte. Todo el
    capítulo estará dedicado a la figura de Thanatos,
    que impulsa a Aschenbach desde su interior, y desde su exterior,
    a través de la peste y de Tadzio, hacia su
    destrucción.

    Venecia cumple la función de un cronotopo
    dominante (Bajtín, 1989, p. 462) bastante especial:
    el hornillo de atanor, el horno del alquimista. Ya se ha aludido
    a algunas de las características de este cronotopo, en
    él prima lo dionisíaco, el caos, lo carnavalesco;
    semejante a la plaza, funciona como tiempo y lugar que obligan a
    la transformación, pero de forma permanente y
    lineal (y no cíclica). "La playa" y "las callejas"
    serían dos cronotopos subordinados a "Venecia", dos
    "matraces" del "horno" en donde "el azufre" se va sublimando como
    Thanatos y Eros. Con esta lectura podría considerarse que
    Muerte en Venecia entronca con una serie literaria
    concreta que se desarrolló ampliamente tanto en Occidente
    como en Oriente. Este género histórico es el de los
    tratados de alquimia, que tienen entre algunos de sus referentes
    máximos al hermético Quibalion y las obras
    de Paracelso. Podemos encontrar dentro de este grupo a
    Goethe.

    Aunque consideremos a Venecia como cronotopo de "horno
    de Alquimista" o no, de igual forma todo lo que ella contiene son
    manifestaciones externas, pasivas o activas,

    de un proceso que transfiere y modifica los contenidos
    de la obra: sean vistos como ejes paradigmáticos que van
    cambiando sus funciones junto al personaje focal (Aschenbach);
    sean vistas como una metáfora, como los "vapores" o
    "chispas ardientes" de una roca que se está transmutando,
    y que por el momento está sumida en una batalla consigo
    misma para poder liberarse de sus sales; o sea como una
    alteración psíquica a gran escala en la que
    la capacidad proyectiva es desbordante; de igual manera se trata
    efectivamente de una unidad cronotópica.

    Aschenbach se ha vuelto maníaco, las pulsiones
    dominan netamente su conciencia, trasponiendo su centro
    psíquico hacia Tadzio de forma puramente proyectiva:
    "…víctima de su extravío, no sabía ni
    quería otra cosa que perseguir sin tregua al objeto de su
    pasión, soñar con él en su ausencia y, a la
    manera de los amantes, dirigir palabras tiernas a una simple
    sombra (p. 90)." Es el comienzo de la transformación
    final, el "yo" empieza a despedazarse por la manía, la
    energía psíquica fluye hacia "el otro", hacia la
    muerte.

    Paulatinamente va descubriendo la enfermedad de la
    ciudad, que como hemos visto es una manifestación objetiva
    de su propia situación: "Aschenbach sentía un
    oscuro regocijo por (…) ese perverso secreto de la ciudad que
    se fundía con el suyo propio, el más íntimo,
    y que a él también le interesaba guardar. (p. 87)."
    Su pulsión de muerte, la sublimación de Eros, es la
    manifestación activa de Thanatos. La peste es el influjo
    objetivo y pasivo de Thanatos, Aschenbach lo acepta y la busca
    contínuamente, se relaciona con ella. Él intuye el
    secreto que guarda la ciudad alrededor del problema de la peste,
    sin embargo, su único deleite -además de Tadzio-
    consiste en "descubrir la verdad", extraerla de los labios de
    alguno de los ciudadanos: "…sentía una extraña
    satisfacción al dirigir preguntas capciosas a los
    iniciados y obligarlos así, dada su condición de
    conjurados del silencio, a mentir deliberadamente (p.
    92)."

    Con la secuencia de los músicos callejeros
    se inicia el último proceso de sublimación, que
    consiste en eliminar los últimos vestigios de la sal que
    tiene el azufre, aquellos resquicios de los contenidos
    tópicos
    que se resisten en separarse como
    nigredo. El "insulto", la "burla" y la
    "humillación" de los viejos valores son los métodos

    empleados dentro de la narración para
    combatirlos; hay una voluntad de destrucción realmente
    agresiva que es necesaria si la transmutación debe ser
    completada.

    Uno de los músicos desempeña una
    canción al final del concierto, en la que: "Restablecida
    la distancia entre el artista y auditorio, el tipo había
    recuperado toda su desfachatez, y la risa que
    impúdicamente dirigía a la terraza era una
    carcajada sardónica (p. 98)". Según Bajtín,
    el pícaro tiene una particularidad inherente: "ser
    ajeno en este mundo (…) ellos ven el reverso y la
    falsedad de cada posición (M. Bajtín, 1982, p.
    354)." El cantante, de corte manifiestamente dionisíaco
    ("…mitad rufianes, mitad comediantes, brutales y temerarios,
    peligrosos y entretenidos a un tiempo."p. 95), cumple con este
    rol, y ridiculiza a la burguesía europea que ha decidido
    ir a venarear llevando consigo todo su convencionalismo e
    hipocresía (ver: Bajtín, 1982, p. 357). El
    músico se burla de ellos desenmascarando su falsedad, que
    se completa cuando los oyentes, contagiados, se ríen
    también sin saber que lo están haciendo de ellos
    mismos, lo que suscita una carcajada aún mayor en el
    músico. Tadzio y su amante son los únicos que se
    mantienen serios.

    La "burla" es una función actancial de Thanatos,
    se trata de un "principio de equivalencia"
    bastante radical. Los contenidos correlacionados
    incitan a Aschenbach a hacer lo que "antes" hubiera repudiado,
    usando la misma energía que antes hubiera funcionado para
    denegarla, reprimirla. Si en un momento se había querido
    ir para no volver a Venecia, luego nunca se va; si su vieja
    consigna era "resistir", "cede" ante los influjos de Eros; si en
    un momento su vocación era la creación, su
    vocación en otro momento se convierte en la
    contemplación. Estos ejemplos corresponden a
    secuencias de la historia en la que todavía
    los dos contenidos no se encontraban plenamente en una
    posición afirmada o invertida, por la que aparecen
    suavizadas, y el "insulto" no es plenamente evidente.

    "Luego podría (…) dar media vuelta y huir
    él también de aquella ciénaga. Pero al
    mismo tiempo se sabía infinitamente lejos de querer dar
    ese paso en serio, un paso que lo haría retroceder, que
    lo devolvería a sí mismo. Pues quien
    está fuera de sí
    nada aborrece
    tanto como volver a
    sí mismo (p. 104)."

    "¿Qué podrían importarle ahora
    el arte y las
    virtudes frente a las
    ventajas del caos? (p. 105)"

    "Grande era su repugnancia, grande también
    su miedo, y
    sincera su
    voluntad de
    proteger, hasta el final,
    lo suyo contra lo
    de fuera,
    contra el enemigo
    del espíritu
    digno y sereno
    (p. 106)."

    Usando el mismo color que define
    a Apolo para demostrar la similitud que este discurso tiene con
    el de aquél, distinguimos la voz de Dionisos como
    energía destructora o Thanatos. Éste se "burla" de
    la antigua vida psíquica, manifestando reacciones y
    palabras idénticas a las que aquél había
    empleado cuando necesitaba afirmar sus contenidos como
    "verdaderos" y "buenos", para "condenar" los invertidos.
    Aunque estas nuevas acciones y reacciones pueden considerarse
    degeneraciones, cumplen una función específica:
    forzar el conciente a que se rompa -como ya hemos visto que
    sucede con Eros- desacralizando los antigüos
    contenidos y llevando a Aschenbach a contradecir todo su
    pasado por un proceso de inversión. Un cambio tan
    brusco sólo puede finalizar en una violenta ruptura. La
    misma "burla" es el "principio de equivalencia" de la antigua
    seriedad con que Aschenbach se trataba a sí mismo. Se
    trata, en el fondo, de una parodia.

    Luego de un sueño revelador, en el que Aschenbach
    experimenta la fuerza dionisíaca de forma
    ritualística y orgiástica como símbolo de
    iniciación en el culto dionisíaco (en el que
    podemos leer un influjo arquetípico propiciado por
    Hermes), Aschenbach se transforma en el "joven viejo". Lo que
    "antes" (cuando viajaba a Venecia) había repudiado y
    considerado de una indignidad inaceptable, "ahora" significa una
    dignidad sagrada, propia del nuevo sacerdote que recibe las
    prendas de su orden. Para los contenidos tópicos se
    trataría de una humillación imperdonable, para los
    contenidos correlacionados se trata de una nueva
    sublimación, de una profunda experiencia
    sagrada.

    Aschenbach, sumergido en ensoñaciones y en una
    pulsión que lo ha dejado sin voluntad alguna, siendo una
    sombra que persigue al ídolo por las callejas de una
    ciudad sombríamente enferma de peste, hila confusamente
    pensamientos que ya han dejado de ser ideas y que ahora son
    imágenes disconexas. El "yo" se ha entregado por completo
    al objeto, que se ha llevado también la pasión
    erótica. Sólo le queda una embriaguez irracional,
    confusamente relacionada con la muerte que respira por doquier.
    Thanatos se ha afirmado de tal forma que Eros asume una
    posición de "ausencia": "lo espiritual" que
    percibía de sí mismo reflejado como Belleza en
    Tadzio, se ha convertido en una sombra, en una pulsión
    irreflexiva que nada dice de él mismo, que dice
    sólo de su condición de espectro.

    Aschenbach firma su condena de muerte al comerse unas
    frutillas "excesivamente maduras (T. Mann, 1999, p. 111)" en la
    misma plaza en la que había decidido marcharse de Venecia,
    lo que habría significado que siguiera con vida. Come la
    fruta bajo un silencio total, efecto de la gran mortandad
    producida por la peste. Luego reinventa el discurso de Apolo y
    Fedro, siendo éste entonces, un hipertexto, que si bien al
    principio es una cita, luego se modifica:

    ¿O crees más bien (te dejo la libertad
    de decidirlo) que es éste un camino peligroso y
    agradable al mismo tiempo, una auténtica vía de
    pecado y perdición que necesariamente lleva al
    descarrío? (…) ¿Comprendes ahora por qué
    nosotros, los poetas, no podemos ser sabios, ni dignos?
    ¿Comprendes por qué tenemos que extraviarnos
    necesariamente, y ser siempre disolutos, aventureros del
    sentimiento? (p. 112 y 113)

    El narrador reconstruye este monólogo, que en la
    historia es un discurso producido "por la extraña
    lógica
    del sueño que su cerebro
    adormecido producía (T. Mann, p. 112)", haciéndolo
    accesible en el nivel de la narración. Aschenbach
    se haya privado de voluntad, su entrega a Dionisos es absoluta y
    no espera ya nada. Su gravitación necesaria es hacia el
    vacío, hacia el abismo:

    Pues ¿cómo podría ser educador
    alguien que posee una tendencia innata, natural e irreversible
    hacia el abismo? Quisiéramos negarlo y conquistar la
    dignidad, pero dondequiera que volvemos la mirada, nos sigue
    atrayendo. De ahí que renunciemos al conocimiento; pues el conocimiento, Fedro,
    carece de dignidad y de rigor (…) simpatiza con el abismo,
    es el abismo. (p. 113)

    Esta parte del monólogo nos procura un
    indicio importante. Aunque Aschenbach no espera ya nada
    excepto la condena, el sacrificio al que se ha llevado lo ha
    privado de su "yo", y gravita necesariamente hacia el "abismo":
    el conocimiento mismo es el abismo. De nuevo podemos pensar en el
    misterioso nexo que existe entre el "infinito

    vacío" y "el infinito pleno", vértice del
    mundo material y espiritual. Aschenbach, a pesar y debido
    a su discurso, implícitamente nos revela el hombre de
    verdadera fe. Su adhesión al dios no depende de su
    voluntad, está prendido necesariamente a él, y
    términos como "salvación", "condenación" o
    "conocimiento" lo tienen sin cuidado. Lo único que
    importa, lo que es necesario, es "el otro", el ídolo, es
    Tadzio como Thanatos. Está liberado y corre libremente a
    la transformación final.

    En la última secuencia de la obra, Aschenbach,
    sintiéndose muy mal, se recuesta en una reposera de la
    playa. El lugar se ha vuelto sombrío y solitario: "Cierto
    halo otoñal, como de supervivencia, parecía planear
    sobre aquel lugar de esparcimiento, tan animado días
    antes… (p. 114)." Jaschu, el amigo de Tadzio, se enoja con
    éste en un juego que
    había empezado siendo algo violento y lo asfixia
    brutalmente apretándole el rostro contra la arena. Esta
    acción simboliza la muerte del ídolo
    dionisíaco y su resurgimiento como Hermes psicopompo, el
    que guía a los muertos, apareciéndose como "una
    aparición aislada y desligada de todo, flotando ante la
    bruma gris del infinito (…) y como obedeciendo a un recuerdo, a
    un impulso (…) miró hacia la orilla por encima del
    hombro a [Aschenbach] (p. 115)".

    El tópico de "imagen y espejo" se repite esta vez
    con Tadzio-Hermes, simbolizando una unidad dinámica de un alcance inimaginable: el
    Ouroboros. Hermes se crea a sí mismo en Aschenbach,
    espiritualizándolo con el último rociado de
    "mercurio filosofal", que supone un "efecto eterno": la muerte.
    Aschenbach, a su vez, se transforma en aquél al recibir
    sus atributos, situación maníaca en la que su
    energía psíquica se transfiere radicalmente al
    ídolo, al "otro". Su "imagen" espiritual termina por
    disolverse y se transforma también en espejo. El reflejo
    recíproco produce un viaje a la inmensidad: la
    transformación se ha completado, azufre y mercurio son
    uno, han transmutado en el lapis philosophorum. Hermes
    guía a Aschenbach a realizar un ascenso eterno y
    dinámico, que se "abre" indefinidamente y fuera del
    tiempo, es la experiencia del absoluto: "[tuvo] la
    impresión de que el pálido y adorable psicagogo le
    sonreía de lejos, de que le hacía señas;
    como si (…) le señalase un camino y lo empezase a guiar,
    etéreo, hacia una inmensidad cargada de promesas. Y, como
    tantas otras veces, se dispuso a seguirlo (p. 116)."

    Conclusiones

    Cabe preguntarse si Muerte en Venecia es un texto
    monológico o dialógico. La narración
    (Barthes, 1997, p. 33) se focaliza ampliamente sobre un
    personaje, que es Aschenbach y describe un mundo que es como su
    espejo. Pareciera que se tratara de un discurso
    monológico. Pero si observamos el nivel de las
    acciones
    , descubrimos que en realidad los verdaderos
    participantes son las energías psíquicas de
    Aschenbach. El discurso de la narración se desarrolla a
    partir de un diálogo entre éstos, que va cambiando
    a medida que uno ocupa el lugar del otro. Ellos son los que le
    dan sentido al nivel de las funciones. Muchos pasajes son
    bivocales, lexias que están "saturadas" por estas
    energías, que se manifiestan como símbolos y se
    sirven de los signos para disipar las fronteras que a veces las
    separa. Esta obra puede servir de buen ejemplo para demostrar
    cómo los actantes, en realidad, son símbolos
    dinámicos que manifiestan la pluralidad inabarcable de sus
    significados a través de sus acciones.

    Desde esta perspectiva podemos decir,
    entonces, que la obra es profundamente dialógica. La obra
    enmarca una discusión interna y vital que tiene como
    objeto conocer la verdad, y tiene su resolución en la
    muerte, que disipa todas las contradicciones y puntos de
    vista.

    Hay que aclarar que la doble isotopía de la obra
    permite una lectura diferente a la que se ha expuesto en este
    trabajo. Si es efectuada desde los contenidos
    tópicos
    , la obra significa una condenación del
    personaje, si nos basamos en los contenidos
    correlacionados
    , resulta su liberación. De esta
    profunda contradicción del sentido de la obra, si
    entendemos que ambas lecturas son posibles y que se pueden
    realizar como un conjunto, se produce una tensión que es
    característica del símbolo de Hermes.

    Podemos suponer la posibilidad de una lectura diferente
    en el que el eje paradigmático contenga símbolos
    que agrupan los signos de otra forma, produciendo nuevos
    sentidos. Las características de los actantes que radican
    en el corazón del personaje (que se combinan, confunden,
    se oponen y se asimilan en todo momento) son bastante especiales.
    Al ser manifestaciones simbólicas y psíquicas
    internas, pueden dividirse en un sinfín de
    símbolos. Nuestra interpretación ha separado los
    contenidos en tres símbolos-participantes, que al contener
    cada uno una dicotonomía, se convierten en seis. Pero esta
    división podría ser mayor o menor, podría
    haber una distribución completamente diferente de los
    signos: "la lectura sería precisamente el lugar en el que
    todo se trastorna" (Barthes, 1994, p.49)

    Este trabajo ha sido el resultado de un análisis
    estructural y hermenéutico. "Así la relación
    que une estructuralismo y hermenéutica podría ser no de
    separación mecánica y de exclusión, sino de
    complementaridad." (Genette, 1997, p. 45) Tanto una
    descripción como una interpretación
    de Muerte en Venecia han sido necesarios para alumbrar, a
    nuestra manera, su sentido.

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    David Dickinson

    Estudiante de letras de la USAL

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