1. INTRODUCCIÓN
Periodismo, proceso de recogida de datos e información (por parte de los reporteros),
evaluación (por parte de los editores) y
distribución (a través de distintos
medios) de
hechos de actualidad. Originalmente, el periodismo
comprendía sólo los diarios y las publicaciones
periódicas. Sin embargo, en nuestro siglo estos medios se
ampliaron con la radio,
la
televisión y las películas de cine tanto
documentales como informativas.
2 PERSPECTIVA HISTÓRICA
Aunque la costumbre de transmitir
noticias de
actualidad se remonta a tiempos inmemoriales, como
fenómeno paralelo al habla en el ser humano, y se supone
que ya las primeras civilizaciones urbanas —las de la
antigua Mesopotamia,
que florecieron aproximadamente en el área
geográfica que hoy en día ocupan Irán e
Irak— en
las que se había desarrollado la escritura las
plasmaban por escrito, la primera publicación
periodística conocida fue Acta diurna, una hoja de
noticias que, por orden de Julio César, se colocaba
diariamente en el Foro de la antigua ciudad de
Roma a partir del
siglo I a.C. El primer periódico
impreso a partir de bloques de madera
tallados apareció en Pekín en el siglo VII o VIII
d.C. En Europa, la
invención, en el siglo XV, de la imprenta,
basada en los tipos metálicos móviles,
permitió una distribución de las noticias
más rápida y fácil.
Durante el siglo XV, y debido al
florecimiento del comercio y de
las ciudades, se desarrolló una red de informadores, ya
que los comerciantes y banqueros europeos necesitaban conocer la
situación de los países con los que
mantenían tratos comerciales para poder
planificar sus negocios
corriendo el menor riesgo posible, y
para ello pagaban a informadores que les ponían al tanto
de los hechos más relevantes cuanto ocurría. Por
otro lado, los habitantes de las cada vez más pobladas y
bulliciosas ciudades querían conocer más de cerca
los acontecimientos que se producían fuera del área
en que se movían cotidianamente y compraban cada vez con
más frecuencia las hojas informativas que se
vendían por la calle. En la próspera ciudad de
Venecia, por ejemplo, se vendían, con cierta periodicidad,
notas informativas manuscritas al precio de una
gazzetta, una moneda local de escaso valor; de
ahí proceden las gacetas que empezaron a publicarse en el
resto de Europa como denominación genérica de las
publicaciones informativas de precio reducido y, más
adelante, entraría a formar parte de los títulos de
periódicos ya de cierta importancia.
En Alemania, Holanda e Inglaterra se
publicaron, en los siglos XVI y XVII, hojas de noticias de
distintos tamaños y formatos, mientras que en Francia se
comenzaron a publicar en el siglo XV los primeros
periódicos literarios y las primeras revistas. En los
primeros periódicos sólo había reportajes
sobre acontecimientos extranjeros, pues los reyes y gobernantes
prohibían difundir noticias nacionales. En 1609 ya se
publicaba regularmente en la ciudad de Estrasburgo una hoja
informativa impresa con informaciones procedentes de numerosas
capitales europeas relevantes en ese momento por su actividad
económica o política. Las hojas
informativas tuvieron una gran aceptación por parte del
público, y se convirtieron en un medio influyente y muy
bien organizado de distribución de noticias. Por esta
razón, los gobernantes decidieron prohibir su
impresión y difusión a los particulares, y crearon
publicaciones oficiales que expresaban el punto de vista del
poder y suprimían cualquier tipo de crítica
o disidencia escritas.
En España la primera gaceta
oficial empezó a publicarse en el año 1661, y
constituye el antecedente inmediato del actual Boletín
Oficial del Estado (B. O. E.). Posteriormente, en algunos
países se comenzó a levantar el monopolio del
Estado sobre
los medios de
comunicación escrita, y se permitió a
particulares la edición
de boletines. En este clima
nacería, en 1702, el primer periódico diario, el
Daily Courant inglés,
cuyo ejemplo fue seguido por otras publicaciones de Europa y
Estados
Unidos, como el francés Le Journal de Paris
(1777), el estadounidense Pennsylvania Evening Post and
Daily Advertiser (1783) y el inglés The
Times (1785), que aún continúa
editándose. Los primeros periódicos en América
Latina nacieron muy pronto. En 1722 se publicó
Gaceta de México, con noticias procedentes de las
capitales europeas y secciones fijas, como la de crítica
de libros y otras
publicaciones editadas en España y América. En 1743 empezó a publicarse
Gaceta de Lima, así como una edición peruana
de Gaceta de Madrid y todavía fue anterior la
publicación en Guatemala de
Gaceta de Guatemala. Algo más tarde aparecieron
sendos periódicos en La Habana y Buenos Aires. En
España aparecerían importantes diarios que, al
igual que el resto de sus contemporáneos europeos y
americanos, faltarían en muchas ocasiones, por unos
motivos u otros, a su periodicidad cotidiana. Entre los
más interesantes de los diarios españoles se
encuentran El Diario Noticioso (1758), de Madrid, El
Pensador (1762) y Diario de Barcelona (1792), actual
decano de la prensa
española. Más adelante, los distintos gobiernos
fueron suprimiendo la prohibición de publicar noticias
locales en los periódicos, con lo cual se estimuló
aún más el crecimiento del medio.
Así, a comienzos del siglo
XVIII, los políticos habían empezado ya a adquirir
conciencia del
enorme potencial del medio informativo impreso a la hora de
moldear la opinión
pública. Por consiguiente, el periodismo de la
época era predominantemente político, y cada
facción política del momento poseía, o
intentaba poseer, un periódico. Los artículos de
carácter político no llevaban firma,
en parte para preservar la libertad de
opinión y en parte para evitar que el periodismo se
convirtiera en un negocio o una profesión. Paralelamente a
esta evolución, se comenzó la lucha por
la libertad de prensa.
En el siglo XIX, la actividad
periodística se vio profundamente afectada por la Revolución
Industrial, la Revolución
Francesa y la alfabetización creciente como resultado de
la
educación pública que se fue imponiendo en los
países occidentales. Las masas recién alfabetizadas
demandaban más noticias y que éstas fueran cada vez
más recientes, mientras las nuevas maquinarias, en
especial la linotipia, que comenzó a utilizarse en 1886,
hicieron posible producir periódicos a un precio cada vez
más reducido.
En Estados Unidos aparecieron dos
empresarios periodísticos, Joseph Pulitzer y Randolph
Hearst, que crearon publicaciones destinadas a la población de las grandes ciudades, en pleno
crecimiento por entonces. Hacia finales del siglo el New York
Times, que aún continúa editándose,
comenzó a cimentar su reputación como medio capaz
de cubrir con eficacia y
seriedad las cuestiones más destacadas de la actualidad
nacional e internacional. Al mismo tiempo,
invenciones como el telégrafo facilitaron la recogida y la
transmisión casi inmediata de datos. Algunas empresas
comenzaron a utilizar estas nuevas
tecnologías, unidas a los tendidos de cable, para
convertirse en centros de recogida y distribución de
noticias. Son las llamadas asociaciones y agencias de prensa,
entre las cuales se encontraban algunas que siguen funcionando
hoy en día, como la Reuters inglesa y las estadounidenses
Associated Press y United Press.
Apoyadas en la consolidación de la
libertad de
expresión, algunas publicaciones comenzaron a
abandonar la tradición de los artículos
políticamente comprometidos sin firmar y, paralelamente,
empezó a tomar forma la figura del periodista como
personaje dedicado a la investigación de los aspectos oscuros de la
realidad. Así, escritores españoles como el poeta
José Quintana o el pensador y poeta José
María Blanco White abandonaron prácticamente la
literatura para
dedicarse por completo al periodismo político. Quintana y
Blanco White editaron juntos en Madrid y Sevilla El semanario
patriótico, en 1808 y 1809. Más tarde, Blanco
White, exiliado en Londres desde 1810, publicó El
Español, la revista que
influyó poderosamente en el desarrollo del
liberalismo,
tanto en España como en Hispanoamérica.
Al mismo tiempo, las nuevas
tecnologías, el desarrollo de los transportes, la
reducción del precio de la distribución postal y la
aparición de industriales y comerciantes que necesitaban
promocionar sus productos a
escala nacional
por medio de la publicidad,
estimularon la creación y difusión de publicaciones
populares centradas en temas especializados. Por lo general,
estas publicaciones se basaron en la utilización masiva
primero de la
ilustración y, posteriormente, de la fotografía. Basta pensar en revistas como
National Geographic para comprender la importancia que la
imagen
desempeña en su éxito,
éxito que aún fue más contundente antes de
la extensión de la televisión, un medio que comenzó a
saciar el apetito visual del público. Así, en la
década de 1920, justamente en el interludio entre la
aparición del cine y la de la televisión, hubo revistas ilustradas en
Alemania que tenían tiradas de unos dos millones de
ejemplares.
Ya unas décadas antes, la
publicación de revistas ilustradas se había
extendido desde este país hacia el resto del mundo, y su
desarrollo fue vertiginoso, especialmente en el terreno de las
destinadas al público femenino. Hoy en día, las
tiradas de muchas revistas, sobre todo algunas pertenecientes a
la llamada "prensa del corazón",
superan con mucho a las de los más importantes diarios de
sus respectivos países.
La fotografía comenzó a
utilizarse en la prensa diaria en el año 1880, de la mano
del Daily Herald inglés, aunque tardó
bastante en incorporarse de modo definitivo a los
periódicos. Lo hizo sobre todo a través de los
suplementos dominicales, cuya utilización se
difundió de los periódicos anglosajones al resto
del mundo. Los suplementos dominicales, a pesar de venderse
conjuntamente con los ejemplares del fin de semana de los
diarios, tienen una estructura
sustancialmente diferente de las de estos, tanto en la apariencia
—se asemejan más a las revistas en formato y
tratamiento gráfico— como en los temas que aborda,
que suelen estar menos relacionados con las noticias de
actualidad y más con el ocio de los lectores. Actualmente,
casi todos los diarios publican un suplemento de fin de semana, y
sus ventas crecen
espectacularmente durante esos días.
A mediados del siglo XIX comenzaron
a aparecer diarios de gran calidad, que
llevaban a cabo seguimientos serios y exhaustivos de las noticias
del momento y profundos análisis de sus consecuencias. Siguiendo el
camino abierto por el
periódico inglés The Times, en
España se publicaría El Imparcial, un diario
que gozó de gran aceptación y no tuvo nada que
envidiar a sus modelos
europeos durante los 66 años que duró su existencia
(1867-1933). En América Latina se pueden nombrar La
Nación, de Buenos Aires, o El
Siglo, de Montevideo.
Ya en el siglo XX, han surgido
medios de
comunicación que han eclipsado parte de la importancia
de la prensa escrita. Con el fin de cubrir los sucesos de la
actualidad de un modo más veloz, a principios de
siglo existían periódicos que aparecían o
bien por la mañana o bien por la tarde, y otros que
tenían incluso dos ediciones, la matutina y la
vespertina.
Con la aparición de la
radio
(década de 1920), y sus posibilidades de tratamiento
instantáneo y continuo de las noticias, los diarios
perdieron su monopolio de seguimiento pormenorizado de los
acontecimientos y hubieron de limitarse a aparecer bien por la
mañana o bien por la tarde.
En España, las primeras emisoras
comerciales de radio comienzan a funcionar en el año 1924,
al principio en Barcelona y Madrid. Poco a poco, el número
de estaciones radiofónicas fue aumentando hasta cubrir la
práctica totalidad del territorio. En un comienzo, las
emisiones radiofónicas transmitían acontecimientos
en directo, pero luego la programación se fue enriqueciendo y
aparecieron boletines de noticias locales, nacionales e
internacionales, que recibieron la denominación de "Diario
hablado", el primero de los cuales fue emitido en 1925 por la
emisora Unión Radio.
La radio acaparó gran parte del
protagonismo que hasta entonces habían tenido los
periódicos como transmisores veloces de noticias, y su
prestigio creció enormemente durante los años de la
II Guerra Mundial,
pues mantuvo puntualmente informados a millones de ciudadanos
europeos y americanos del desarrollo de los acontecimientos en el
campo de batalla, y constituyó un arma
propagandística de incalculable valor para los
contendientes de ambos bandos.
Pero su difusión quedó
frenada por la introducción de la televisión, que
unía a la casi instantaneidad de las informaciones, el
poder seductor de la imagen que las acompañaba. Las
primeras emisiones comerciales de televisión se llevaron a
cabo en la ciudad de Nueva York en la década de 1930,
aunque el verdadero estallido del medio no se produjo hasta
después de la II Guerra
Mundial. En España, la primera emisión
pública de televisión tuvo lugar el día 20
de octubre de 1956. Su extensión fue muy lenta, debido,
sobre todo, a la intrincada orografía del país, que
hacía necesaria la instalación de numerosas
antenas
repetidoras. Por ello, en nuestro país, el protagonismo en
el terreno de la información siguieron teniéndolo,
durante varias décadas aún, la radio y los
documentales cinematográficos de actualidad, el denominado
No-Do (abreviatura de Noticiario Documental), que
constituyó un eficaz medio de transmisión de
noticias e ideología, sobre todo hacia las zonas
más aisladas e inaccesibles de España. En la
actualidad, las dos cadenas de titularidad estatal, La
Primera y La 2, así como los tres canales
privados, Antena 3, Tele 5 y Canal Plus, se
pueden captar en la práctica totalidad del territorio. En
algunas comunidades autónomas (Andalucía,
Cataluña, Galicia, Madrid, Valencia y País Vasco,
entre otras) existen cadenas de televisión de
ámbito exclusivamente regional, gestionadas en su mayor
parte por los distintos gobiernos autonómicos, mientras
que muchas ciudades disponen ya de emisoras locales, y en algunas
de ellas se han instalado redes de cable para
transmitir la señal televisiva. En todo caso, y a falta de
una normativa concreta al respecto, por el momento la
situación de las emisoras locales resulta un tanto
inestable.
En América Latina, tanto la radio
como la televisión han alcanzado un gigantesco desarrollo
en todos los países. Entre las cadenas de
televisión, sobresale el grupo mexicano
de Televisa, con una extensa implantación, tanto en el
ámbito nacional como en Estados Unidos, a través de
cadenas filiales e incluso en el resto del mundo, gracias a
Galavisión, transmitiendo sus programas a
través de satélite.
El ejemplo más elocuente del gran
interés
del público por las noticias de actualidad lo constituye
el tremendo éxito de la cadena estadounidense CNN (Cable
News Network), que emite, por cable y por satélite, las 24
horas del día, noticias y reportajes informativos. En
efecto, los sistemas de
televisión por cable, que en Estados Unidos y en el resto
del continente americano se encuentran muy desarrollados, y que
en Europa ya se están implantando, suponen un medio
perfecto para la difusión de noticias y, sobre todo debido
al gran número de canales que las redes de cable pueden
distribuir, un medio apropiado para transmitir numerosos y
variados puntos de vista, y para que se escuchen voces y
opiniones que, de otro modo, no podrían escucharse. Al
mismo tiempo, muchos gobiernos están apostando por un
mayor desarrollo de las televisiones públicas, y tienden a
diferenciar sus contenidos de los de las privadas, para
convertirlas en instrumentos que reflejen los cada vez más
diferenciados intereses de los distintos sectores del
público. Paralelamente, se está consolidando una
amplia y densa red de satélites
de comunicación, que envían programas
de televisión a lugares a los que todavía no ha
llegado el cable.
3 LOS PERIODISTAS COMO CRÍTICOS
SOCIALES
Durante el siglo XIX, cada vez más
periódicos se fueron sumando a una gran campaña de
petición de reformas sociales y políticas,
como parte de una estrategia para
atraer lectores. Hearst y Pulitzer, cuyas publicaciones
caían a menudo en el sensacionalismo, abogaron
también por estos cambios, al tiempo que muchas
publicaciones de la época basaban su éxito casi
exclusivamente en la denuncia de los abusos de los gobernantes.
Los editoriales de los periódicos y revistas ejercieron
gran influencia sobre la opinión pública, aunque no
tanto como la habilidad de algunos editores para canalizar la
atención del público hacia los
problemas
sociales o la corrupción
política. Algunos periodistas enfrascados en esta cruzada
a principios del siglo XX, contribuyeron a la consecución
de gran número de reformas —como la
promulgación de las leyes
antimonopolio y las que garantizaban la salubridad de los
alimentos—. Los periodistas han continuado
ejerciendo ese papel de defensores de los derechos de los ciudadanos
durante todo el siglo. Así, en la década de 1960,
la televisión estadounidense difundió imágenes
de las grandes manifestaciones por los derechos civiles que se
celebraron por todo el país y de los medios, a veces
brutales, que la policía había empleado para
reprimirlas. Del mismo modo, entre 1972 y 1973, dos reporteros
del periódico Washington Post sacaron a la luz el
"Watergate", que demostraba que el presidente de Estados Unidos,
Richard Nixon, estaba al tanto de los registros de la
sede central del Partido Demócrata que miembros de su
partido habían ordenado realizar. Más recientemente
en España, fueron las denuncias de varios diarios, como
El Mundo y Diario 16, las que propiciaron la
investigación judicial y el consiguiente proceso del
director del Banco de
España, Mariano Rubio, y del director de la Guardia Civil,
Luis Roldán.
En los países en los que
se ha alcanzado la libertad de expresión, los frecuentes
ataques de la prensa a altas personalidades tanto del Gobierno como de
la vida social han dado la impresión a gran parte del
público de que los periodistas se estaban excediendo en su
tarea de protectores de los derechos de los ciudadanos, a
raíz de lo cual comenzaron a surgir órganos de
control de la
labor periodística.
4 TENDENCIAS ACTUALES
Debido en gran parte a las duras
condiciones económicas de la competencia con
los medios de información audiovisual, como la radio y la
televisión, a lo largo del siglo pasado se fue reduciendo
el número de diarios, así como la tirada de los
supervivientes. En España, se publican en la actualidad
unos 124 diarios, entre provinciales, regionales y de
ámbito nacional. Entre ellos, los de mayor tirada
—según la Oficina de
Justificación de la Difusión (OJD) de enero de
1995— son tres diarios madrileños: El
País, fundado en mayo de 1976, con un promedio de
413.543 ejemplares al día; ABC, fundado en junio de
1905, con unos 303.019 ejemplares; El Mundo —el
más reciente de todos, pues su primer número
apareció en octubre de 1989—, con unos 260.616
ejemplares, y otros dos barceloneses: El Periódico de
Catalunya, con unos 210.793, y La Vanguardia, con 196.807. Las nuevas
tecnologías continúan provocando significativos
cambios en el periodismo. Así, las transmisiones
televisivas a través de satélite, por ejemplo,
permiten a los telespectadores asistir en directo a
acontecimientos que están teniendo lugar en otras partes
remotas del planeta (ver Comunicaciones vía
satélite), los periodistas pueden consultar casi
instantáneamente en grandes bancos de datos
enormes cantidades de información que en otras
épocas les habría llevado días o semanas
recopilar (ver Ordenador) y los diarios
electrónicos pueden llegar directamente a los terminales
de los usuarios sin necesidad de que intervengan en el proceso
las imprentas, los transportes o los vendedores de
prensa.
Uno de los fenómenos periodísticos
más importantes de los últimos años es la
consulta de prensa vía Internet. Muchos
periódicos acuden todos los días a su cita diaria
con una página web
a la que se puede acceder desde todo el mundo. Lo que esto puede
significar sobre las relaciones culturales e informativas se
presenta tan ingente que esta información mundial y en
casa está suscitando estudios y premoniciones de los
comunicólogos que ya, definitivamente, afirman que la
aldea global ha llegado. Como abrir una página web es barato, el
monopolio informativo de las grandes empresas informativas
—peligro que siempre se ha debatido en el periodismo—
encuentra ahora una competencia informativa por parte de grupos,
facciones, instituciones,
partidos
políticos, particulares y otros cuyos contenidos
variarán, ratificarán o contradirán lo que
los grandes periódicos cuenten, por lo que el lector
deberá discernir qué información es la que
le sirve.
La historia del desarrollo de
la televisión ha sido en esencia la historia de la
búsqueda de un dispositivo adecuado para explorar
imágenes. El primero fue el llamado disco Nipkow,
patentado por el inventor alemán Paul Gottlieb Nipkow en
1884. Era un disco plano y circular que estaba perforado por una
serie de pequeños agujeros dispuestos en forma de espiral
partiendo desde el centro. Al hacer girar el disco delante del
ojo, el agujero más alejado del centro exploraba una
franja en la parte más alta de la imagen y así
sucesivamente hasta explorar toda la imagen. Sin embargo, debido
a su naturaleza
mecánica el disco Nipkow no funcionaba
eficazmente con tamaños grandes y altas velocidades de
giro para conseguir una mejor definición.
Los primeros dispositivos realmente satisfactorios para
captar imágenes fueron el iconoscopio, descrito
anteriormente, que fue inventado por el físico
estadounidense de origen ruso Vladimir Kosma Zworykin en 1923, y
el tubo disector de imágenes, inventado por el ingeniero
de radio estadounidense Philo Taylor Farnsworth
poco tiempo después. En 1926 el ingeniero escocés
John Logie Baird inventó un sistema de
televisión que incorporaba los rayos infrarrojos para
captar imágenes en la oscuridad. Con la llegada de los
tubos, los avances en la transmisión radiofónica y
los circuitos
electrónicos que se produjeron en los años
posteriores a la I Guerra Mundial, los sistemas de
televisión se convirtieron en una realidad.
Emisión
Las primeras emisiones públicas de
televisión las efectuó la BBC en Inglaterra en 1927
y la CBS y NBC en Estados Unidos en 1930. En ambos casos se
utilizaron sistemas mecánicos y los programas no se
emitían con un horario regular. Las emisiones con
programación se iniciaron en Inglaterra en 1936, y en
Estados Unidos el día 30 de abril de 1939, coincidiendo
con la inauguración de la Exposición
Universal de Nueva York. Las emisiones programadas se
interrumpieron durante la II Guerra Mundial, reanudándose
cuando terminó.
En España, se fundó Televisión
Española (TVE), hoy incluida en el Ente Público
Radiotelevisón Española, en 1952, dependiendo del
ministerio de Información y Turismo. Después de
un periodo de pruebas se
empezó a emitir regularmente en 1956, concretamente el 28
de octubre. Hasta 1960 no hubo conexiones con Eurovisión.
La televisión en España ha sido un monopolio del
Estado hasta 1988. Por mandato constitucional, los medios de
comunicación dependientes del Estado se rigen por un
estatuto que fija la gestión
de los servicios
públicos de la radio y la televisión a un ente
autónomo que debe garantizar la pluralidad de los grupos
sociales y políticos significativos.
A partir de la década de 1970, con la
aparición de la televisión en color, los
televisores experimentaron un crecimiento enorme, lo que produjo
cambios en el consumo del
ocio de los españoles.
A medida que la audiencia televisiva se incrementaba por
millones, hubo otros sectores de la industria del
ocio que sufrieron drásticos recortes de patrocinio. La
industria del cine comenzó su declive con el cierre, de
muchos locales.
En México, se habían realizado experimentos en
televisión a partir de 1934, pero la puesta en
funcionamiento de la primera estación de TV, Canal 5, en
la ciudad de México, tuvo lugar en 1946. Al iniciarse la
década de 1950 se implantó la televisión
comercial y se iniciaron los programas regulares y en 1955 se
creó Telesistema mexicano, por la fusión de
los tres canales existentes.
Televisa, la empresa
privada de televisión más importante de habla
hispana, se fundó en 1973 y se ha convertido en uno de los
centros emisores y de negocios, en el campo de la
comunicación, más grande del mundo, ya que,
además de canales y programas de televisión,
desarrolla amplias actividades en radio, prensa y ediciones o
espectáculos deportivos.
La televisión ha alcanzado una gran
expansión en todo el ámbito latinoamericano. En la
actualidad existen más de 300 canales de televisión
y una audiencia, según el número de aparatos por
hogares (más de 60 millones), de más de doscientos
millones de personas.
A partir de 1984, la utilización por Televisa del
satélite Panamsat para sus transmisiones de alcance
mundial, permite que la señal en español cubra la
totalidad de los cinco continentes. Hispasat, el satélite
español de la década de 1990, cubre también
toda Europa y América.
En 1983, en España empezaron a emitir cadenas de
televisión privadas: TELE 5, Antena 3 y Canal +. En 1986
había 3,8 habitantes por aparato de televisión, en
la actualidad ha bajado a 3,1. A finales de la década de
1980, había en Estados Unidos unas 1.360 emisoras de
televisión, incluyendo 305 de carácter educativo, y
más del 98% de los hogares de dicho país
poseía algún televisor semejante al nivel
español. Hay más de 8.500 sistemas ofreciendo el
servicio de
cable, con una cartera de más de 50 millones de abonados.
En la actualidad en todo el mundo, la televisión es el
pasatiempo nacional más popular; el 91% de los hogares
españoles disponen de un televisor en color y el 42%, de
un equipo grabador de vídeo. Los ciudadanos
españoles invierten, por término medio, unas 3,5
horas diarias delante del televisor, con una audiencia de tres
espectadores por aparato.
Durante los años inmediatamente posteriores a la
II Guerra Mundial se realizaron diferentes experimentos con
distintos sistemas de televisión en algunos países
de Europa, incluida Francia y Holanda, pero fue la URSS, que
comenzó sus emisiones regulares en Moscú en 1948,
el primer país del continente en poner en funcionamiento
este servicio público.
Televisión en el espacio
Las cámaras de televisión a bordo de las
naves espaciales estadounidenses transmiten a la Tierra
información espacial hasta ahora inaccesible. Las naves
espaciales Mariner, lanzadas por Estados Unidos entre 1965 y
1972, enviaron miles de fotografías de Marte. Las series
Ranger y Surveyor retransmitieron miles de fotografías de
la superficie lunar para su análisis y elaboración
científica antes del alunizaje tripulado (julio de 1969),
al tiempo que millones de personas en todo el mundo pudieron
contemplar la emisión en color directamente desde la
superficie lunar.
Desde 1960 se han venido utilizando también
ampliamente las cámaras de televisión en los
satélites meteorológicos en órbita. Las
cámaras vidicón preparadas en tierra
registran imágenes de las nubes y las condiciones
meteorológicas durante el día, mientras que las
cámaras de infrarrojos captan las imágenes
nocturnas. Las imágenes enviadas por los satélites
no sólo sirven para predecir el tiempo sino para
comprender los sistemas meteorológicos globales. Se han
utilizado cámaras vidicón de alta resolución
a bordo de los Satélites para la Tecnología de los
Recursos
Terrestres (ERTS) para realizar estudios de cosechas, así
como de recursos minerales y
marinos.
Televisión e Internet
El fenómeno Internet también ha llegado a
la televisión; se pueden utilizar los receptores para
acceder a la red. Las posibilidades van desde la comercialización de máquinas
específicamente dedicadas a esta función,
tecnología WebTV que permite el acceso a Internet a
través del televisor utilizando un módem
analógico sobre una línea telefónica, hasta
dispositivos de televisión por cable con una
conexión específica para dar acceso a Internet. La
interactividad será el principal aporte de estas
instalaciones al uso tradicional de la
televisión.
La señal de televisión
La señal de televisión es
una compleja onda electromagnética (véase
Electromagnetismo) de variación de tensión o
intensidad, compuesta por las siguientes partes: 1) una
serie de fluctuaciones correspondientes a las fluctuaciones de la
intensidad de luz de los elementos de la imagen a explorar;
2) una serie de impulsos de sincronización que
adaptan el receptor a la misma frecuencia de barrido que el
transmisor; 3) una serie adicional de los denominados
impulsos de borrado, y 4) una señal de frecuencia
modulada (FM) que transporta el sonido que
acompaña a la imagen. Los tres primeros elementos
conforman la señal de vídeo y se describen
más adelante.
Las fluctuaciones de intensidad o
tensión correspondientes a las variaciones de la
intensidad de la luz, suelen llamarse señal de
vídeo. Las frecuencias de dicha señal oscilan entre
30 millones y 4 millones de Hz, dependiendo del contenido de la
imagen.
Los impulsos de sincronización son
picos pequeños de energía
eléctrica generados por los correspondientes
osciladores en la estación emisora. Estos impulsos
controlan la velocidad del
barrido horizontal y vertical tanto de la cámara como del
receptor. Los impulsos de sincronismo horizontal se producen a
intervalos de 0,01 segundos y su duración es
prácticamente la misma.
Los impulsos de borrado anulan el haz de
electrones en la cámara y en el receptor durante el tiempo
empleado por el haz de electrones en volver desde el final de una
línea horizontal hasta el principio de la siguiente,
así como desde la parte inferior del esquema vertical
hasta la parte superior. La sincronización y estructura de
estos impulsos resultan extremadamente complejas.
CÁMARAS DE TELEVISIÓN
La cámara de televisión se
asemeja a una cámara fotográfica normal por cuanto
va equipada con una o varias lentes y un mecanismo de enfoque de
la imagen formada por la lente sobre una superficie sensible.
Estas superficies forman parte de tubos electrónicos
llamados tubos tomavistas, capaces de transformar las variaciones
de la intensidad de la luz en variaciones de la carga o corriente
eléctrica. El tubo tomavistas original fue el
iconoscopio, utilizado durante mucho tiempo para televisar
películas. En el caso de escenas con un nivel de
luminosidad bajo, como en las salas o habitaciones normalmente
iluminadas, se utiliza el orticón de imagen de alta
sensibilidad o vidicón.
Iconoscopio
Al igual que el tubo tomavistas,
el iconoscopio presenta varios inconvenientes. Uno de los mayores
es que exige una iluminación enorme del sujeto para producir
una señal útil. Si se están utilizando las
cámaras de televisión dentro de un estudio bajo
condiciones controladas de luz, este inconveniente no es
importante, pero el iconoscopio no se puede utilizar para
televisar acontecimientos en condiciones adversas de
luz.
Orticón de imágenes
A fin de solventar esta dificultad
se han inventado diferentes tubos tomavistas. El más
sensible de todos es el orticón de imagen, representado en
la figura 2. La sensibilidad de este tubo es tal que es capaz de
producir una señal en cualquier condición de luz
que resulte aceptable para el ojo humano; a efectos de
demostración, el orticón ha llegado a producir
señales
válidas de televisión en escenas iluminadas
únicamente por velas. Otra ventaja del orticón es
la de utilizar una pantalla relativamente pequeña que se
puede incorporar a cualquier cámara de tamaño
medio.
El orticón lleva un mosaico
plano de cristal en uno de sus extremos. La cara interior del
mosaico va recubierta por una capa continua de un compuesto
alcalino intermetálico que constituye una superficie
fotoeléctrica sensible. La emisión de electrones
por parte de la capa se somete a aceleración y mediante un
campo
magnético (véase Magnetismo) se enfoca
sobre un cristal de muy baja conductividad eléctrica, la
llamada placa acumuladora. En frente de la placa hay una pantalla
de malla metálica con unos 155.000 orificios por
centímetro cuadrado. Detrás de la placa, un anillo
concéntrico metálico recubierto en la parte
interior del tubo constituye el elemento de
desaceleración, y por detrás del anillo hay una
capa en el cuello del tubo que actúa de ánodo, es
decir, de electrodo con carga positiva. Al final del tubo hay un
cañón de electrones que genera un haz de electrones
y una estructura denominada multiplicador de
electrones.
Los electrones emitidos por la superficie
fotosensible inciden en la placa, produciendo la emisión
de electrones secundarios en una proporción de varios de
ellos por cada electrón que llega a la placa desde la
superficie fotosensible. Esta emisión secundaria genera
una nube de cargas positivas en la placa que equivale a la imagen
luminosa de la superficie fotosensible. En esta imagen de cargas,
las zonas luminosas son más positivas y las oscuras menos.
Los electrones secundarios son captados por la pantalla de malla.
El cristal que se utiliza para la placa es tan fino que las
diferentes cargas positivas en la parte exterior pasan a
través de la parte interior de la placa, neutralizando las
cargas negativas depositadas por el haz de barrido.
Este mecanismo de barrido del tubo
está constituido por el cañón de electrones,
por el ánodo cilíndrico en el cuello del tubo, que
conjuntamente actúan como origen de un haz de electrones,
y un juego de
bobinas deflectoras (no representadas en la figura 2) colocadas
fuera del tubo igual que las bobinas deflectantes del
iconoscopio. El haz de barrido se ve frenado, justo antes de
incidir en la placa, por la acción
del anillo desacelerador de carga negativa y alcanza la placa sin
la energía suficiente para neutralizar los electrones
secundarios que sobrepasan en número a los electrones del
haz. A medida que el haz incide sobre cada una de las partes del
patrón de cargas eléctricas positivas en la placa,
suelta suficientes electrones como para neutralizar la carga
positiva en dicha parte de la placa. Los electrones restantes se
reflejan de nuevo hacia el cañón de electrones y su
multiplicador asociado. En las áreas con mayor carga
positiva, que corresponden a las zonas luminosas de la imagen, se
necesitan más electrones para neutralizar la carga,
reflejándose menos electrones.
El multiplicador de electrones —que
forma un disco alrededor de la abertura a través de la
cual ‘dispara’ el cañón de electrones,
seguido de varios elementos simétricos detrás del
disco— actúa como un elemento amplificador mediante
la emisión de electrones secundarios. El primer disco de
un orticón de imagen suele estar a un voltaje de 200 V y
los elementos posteriores, o dinodos, tienen una tensión
positiva mayor. Los electrones que inciden en el disco liberan
electrones secundarios que, a su vez, liberan todavía
más al pasar de un dinodo a otro. En consecuencia, la
señal de la cámara se multiplica al pasar de un
elemento al siguiente.
Vidicón
Otro de los tipos de tubo
tomavistas utilizado en la transmisión moderna de
televisión es el vidicón. La imagen se proyecta
sobre una placa fotoconductora, por lo general una capa fina de
una sustancia como el trisulfato de antimonio, que presenta una
conductividad eléctrica variable que aumenta con la
exposición a la luz. Este material fotoconductor se aplica
sobre un electrodo conductor transparente que actúa como
la placa de señal y tiene carga positiva con respecto a la
fuente del haz de electrones. Este haz, enfocado y desviado igual
que en el caso del orticón de imagen, deposita una
cantidad suficiente de electrones sobre la placa para compensar
la carga que ha perdido desde el barrido anterior sobre ese mismo
punto. Esta carga es mayor en las zonas iluminadas de la placa
que en las oscuras. El desplazamiento de la carga en el generador
de la señal, que es igual a la carga depositada por el
haz, genera la señal de vídeo en la entrada del
amplificador acoplado al tubo.
El plumbicón, variante del
vidicón, presenta ciertas características, como la
ausencia de retraso (que origina la apariencia borrosa de las
imágenes en movimiento en
la pantalla) y la proporcionalidad entre la señal de
salida y del brillo de la imagen, que lo hacen especialmente
adecuado para las cámaras de televisión en
color.
El vidicón es un tubo
sencillo y compacto de alta sensibilidad. Debido a su reducido
diámetro de unos 2,5 cm y longitud, unos 15 cm,
se utiliza mucho en televisión de circuito cerrado. Este
tipo de televisión se utiliza siempre que no es necesaria
la emisión a grandes distancias, por ejemplo, cuando el
emisor y el receptor se hallan en un mismo edificio o zona. En
estas circunstancias, la cámara puede alimentar
directamente a las pantallas próximas a través de
conexiones por cable, eliminando los potentes sistemas de
emisión. La televisión de circuito cerrado se
utiliza en la industria, el comercio y la investigación
para llegar a lugares inaccesibles o peligrosos.
TRANSMISIÓN DE
TELEVISIÓN
Si se exceptúan los circuitos
especiales necesarios para producir los pulsos de
sincronización y borrado del barrido y los diferentes
equipos especiales que se utilizan para examinar o controlar las
señales desde la cámara de televisión, todo
el resto del sistema de transmisión de televisión
recuerda al de una emisora de radio de AM (véase
Radio: Modulación). El equipo de sonido no se
diferencia en nada del utilizado en las emisiones de frecuencia
modulada, y la señal de sonido a veces se emite desde una
antena independiente, constituyendo de hecho una unidad de
emisión totalmente independiente.
Canales
Sin embargo, la emisión de
televisión presenta una serie de problemas
específicos que no existen en las emisiones normales de
sonido, siendo el principal el del ancho de banda. Modular una
onda electromagnética implica generar una serie de
frecuencias denominadas bandas laterales que corresponden a la
suma y a la diferencia entre la frecuencia de radio, o portadora,
y las frecuencias moduladoras. En las emisiones normales, donde
la señal sólo utiliza frecuencias hasta de
10.000 Hz, o 10 kHz, las bandas laterales ocupan poco
espacio en el espectro de frecuencias, lo que permite asignar a
las distintas emisoras frecuencias de portadora con una
diferencia tan pequeña como 10 kHz sin que se
produzcan interferencias apreciables. Por el contrario, la gama
de frecuencias de una sola señal de televisión es
de unos 4 millones de Hz, o 4 MHz, por lo que tales
señales ocupan un espacio 400 veces mayor que la gama
completa de frecuencias utilizada por una estación de
radio en las emisiones AM
corrientes.A fin de disponer de un
número suficiente de canales para dar cabida a una serie
de emisoras de televisión en una misma zona
geográfica, es preciso utilizar frecuencias de
transmisión relativamente elevadas para las portadoras de
televisión. En Estados Unidos, por ejemplo, el
número de canales asignados a las emisiones de
televisión asciende a 68. Esta cifra se desglosa en 12
canales en la banda de frecuencias muy elevadas (VHF) y 56 en la
banda de las ultraelevadas (UHF).
Emisión de alta frecuencia
La utilización de las altas
frecuencias para la emisión de televisión plantea
una serie de problemas muy distintos a los de la emisión
ordinaria de sonido. El alcance de las señales de radio de
baja frecuencia es muy amplio, alcanzando centenares e incluso
millares de kilómetros. Las señales de alta
frecuencia, por el contrario, poseen un alcance relativamente
limitado y a menudo no cubren mucho más de la distancia
visible entre estaciones debido a la curvatura de la tierra.
Así pues, mientras que la zona de servicio de una emisora
normal de radio puede tener un radio muy por encima de los
160 km, la de la emisora de televisión está
limitada a unos 56 km, dependiendo de la altura de las
antenas emisora y receptora. La cobertura total para un
país de cierta extensión requiere muchas más
estaciones de televisión que la radiodifusión
ordinaria.
Otro de los problemas con los que choca
la utilización de altas frecuencias para la emisión
de televisión consiste en que a dichas frecuencias, las
ondas de radio se
comportan casi como ondas luminosas y se reflejan en objetos
sólidos, como montañas o edificios. A menudo,
alguno de estos reflejos de una emisora se captan en un
determinado punto de recepción, originando imágenes
múltiples en la pantalla del receptor por haber viajado
las señales reflejadas diferentes distancias y por tanto,
por haber llegado al receptor en distintos tiempos.
El problema de las señales
reflejadas, así como el de la recepción de las
señales de televisión a distancias superiores al
alcance normal, han quedado resueltos en gran medida merced a la
utilización de antenas receptoras especiales con una
ganancia muy elevada para amplificar señales
débiles. La mayoría son además
direccionales, y presentan una gran ganancia para señales
que se reciben en una determinada dirección y muy baja para las que inciden
en las demás direcciones. La orientación correcta
de la antena direccional permite seleccionar una de las
señales reflejadas y eliminar las otras, suprimiendo
así las imágenes múltiples en un punto
concreto.
Televisión por satélite
Además del cable y las
estaciones repetidoras terrestres, el satélite artificial
constituye otro medio de transmisión de señales a
grandes distancias. Un repetidor de microondas en
un satélite retransmite la señal a una
estación receptora terrestre, que se encarga de
distribuirla a nivel local.
Los problemas principales de los
satélites de comunicaciones
para la transmisión son la distorsión y el
debilitamiento de la señal al atravesar la atmósfera.
Tratándose además de distancias tan grandes se
producen retrasos, que a veces originan ecos. Ciertos
satélites repetidores de televisión actualmente en
órbita están concebidos para retransmitir
señales de una estación comercial a otra. Ciertas
personas han instalado en sus hogares antenas parabólicas
que captan la misma transmisión, eludiendo a menudo el
pago de las tarifas por utilización de la
televisión por cable, aunque ya se están efectuando
transmisiones codificadas para evitar este fraude.
RECEPTORES DE TELEVISIÓN |
El elemento más importante del
receptor de televisión es el tubo de imágenes o
cinescopio, que se encarga de convertir los impulsos
eléctricos de la señal de televisión en
haces coherentes de electrones que inciden sobre la pantalla
final del tubo, produciendo luz así como una imagen
continua.
Cinescopios
El cinescopio guarda con el receptor la
misma relación que el tubo tomavistas con el emisor de
televisión. La estructura real del cinescopio corresponde
a la de un tubo de rayos catódicos, que recibe este nombre
por generar un haz de electrones que proceden del cátodo,
el electrodo negativo.
La figura 3 muestra el
funcionamiento de un cinescopio típico. Alojado en la
parte más angosta de un tubo en forma de embudo se halla
el cañón de electrones, compuesto por un filamento
catódico, una rejilla de control y dos ánodos. Los
electrones emitidos por el cátodo se enfocan para formar
un haz compacto haciéndolos pasar por un pequeño
orificio de la rejilla de control, que se mantiene a una
tensión negativa respecto del cátodo. Este
potencial ligeramente negativo de la rejilla hace que algunos
electrones regresen al cátodo, dejando pasar sólo
los que tienen una velocidad suficientemente elevada. Los dos
ánodos se hallan a un potencial positivo creciente con
respecto al cátodo, aplicando una aceleración a los
electrones. El efecto del campo
eléctrico entre los dos ánodos consiste en
enfocar los electrones que atraviesan el tubo de forma que
incidan sobre un único punto de la pantalla en la parte
ancha del tubo. Por lo general hay la posibilidad de modificar la
intensidad relativa del campo para poder centrar exactamente el
punto en la pantalla. Una bobina de enfoque magnético
suele ser la encargada de realizar la misma función que el
campo entre ambos ánodos.
La pantalla
La pantalla está formada por un
recubrimiento de la parte interior del tubo con alguno de los
muchos tipos de productos químicos conocidos como
sustancias fosforescentes, que presentan la propiedad de
la luminiscencia al estar sometidos a un bombardeo de un haz de
electrones. Cuando el tubo está encendido, el haz de
electrones es perceptible en la pantalla en forma de un
pequeño punto luminoso.
En el cinescopio representado en la
figura 3, el barrido del haz de electrones se consigue mediante
dos parejas de placas deflectoras. Si una de las placas tiene
carga positiva y la otra negativa, el haz se aparta de la
negativa y se acerca a la positiva. La primera pareja de placas
del tubo representada en el esquema desplaza el haz hacia arriba
y hacia abajo y la segunda pareja lo hace lateralmente. En el
receptor se generan los voltajes oscilantes de barrido y se
sincronizan perfectamente con los del emisor mediante los
impulsos de sincronismo de éste. Así, al sintonizar
una emisora en el receptor, el ritmo y secuencia de barrido del
cinescopio quedan ajustados automáticamente a los del tubo
tomavistas en el emisor. En los cinescopios actuales, la
deflexión se consigue mediante los campos
magnéticos de dos pares de bobinas que forman un anillo
deflector por fuera del tubo. Las corrientes de deflexión
provienen de un generador en el receptor, sincronizado con el
emisor.
La señal de cámara del
emisor se amplifica en el receptor y se aplica a la rejilla de
control del cinescopio. Cuando la rejilla se hace negativa por
efecto de la señal, la rejilla repele los electrones; y
cuando la señal negativa se hace lo suficientemente
intensa, no pasa ningún electrón y la pantalla
queda a oscuras. Si la rejilla se torna ligeramente negativa,
algunos electrones la atraviesan y la pantalla muestra un punto
de leve luminosidad que corresponde al gris de la imagen
original.
A medida que el potencial de la
rejilla se va acercando al del cátodo, la pantalla muestra
un punto brillante que corresponde al blanco en la imagen
original. La acción concertada del voltaje de
exploración y el de la señal de cámara hace
que el haz de electrones describa un trazo luminoso en la
pantalla que es la reproducción exacta de la escena original.
La sustancia fosforescente de la pantalla continúa
brillando durante un breve lapso después de haber sido
activada por el haz de electrones, de forma que los diferentes
puntos se entremezclan formando una imagen continua.
El tamaño del extremo del tubo del
cinescopio determina el tamaño de la imagen en la
pantalla. Los cinescopios se fabrican con pantallas que tienen
una medida en diagonal (desde la esquina inferior izquierda hasta
la superior derecha) entre 3,8 y 89 cm. Ya se han construido
pantallas de cristal líquido, o LCD, para los televisores.
La fabricación de tubos de grandes dimensiones resulta
costosa y difícil y además corren mayor riesgo de
rotura. Para obtener una imagen muy grande con tubos
relativamente pequeños se suele proyectar la imagen sobre
pantallas translúcidas u opacas. Estos cinescopios de
proyección trabajan con tensiones muy altas para producir
imágenes notablemente más luminosas que las que
generan los tubos normales.
Circuitos receptores
Los circuitos de los receptores
modernos de televisión son a la fuerza muy
complejos, pero la idea general de cómo funcionan resulta
fácilmente comprensible a la vista de la figura 4. La
señal que recibe la antena se sintoniza y se amplifica en
la etapa de radiofrecuencia. En la etapa de modulación
la señal se mezcla con la salida de un oscilador local en
el receptor que genera una frecuencia constante. Esta mezcla, o
modulación, produce frecuencias heterodinas
correspondientes a la señal de imagen y a la de sonido.
Una vez separadas por circuitos filtro que permiten el paso de
una banda de frecuencias y rechazan todas las demás, ambas
señales se amplifican independientemente. La señal
de sonido se amplifica en un amplificador intermedio, se demodula
y se vuelve a amplificar de nuevo con un amplificador audio igual
que en los receptores ordinarios de FM. En muchos de los
receptores modernos, la señal de sonido se separa de la de
imagen en una etapa posterior en el amplificador de
vídeo.
La señal de vídeo también
se amplifica mediante un dispositivo intermedio independiente y a
continuación se detecta. Tras someterla a otra
amplificación posterior, la señal se divide con
circuitos filtro en dos componentes separados. La señal de
cámara y los impulsos de borrado pasan directamente a la
rejilla del cinescopio para controlar la intensidad del haz de
electrones. Los dos conjuntos de
impulsos de sincronización se separan por filtrado en los
componentes verticales y horizontales y se aplican a los
osciladores que generan los voltajes usados para deflectar el haz
de electrones. Las salidas de los osciladores vertical y
horizontal se amplifican y se conducen al correspondiente
conjunto de imanes deflectores del cinescopio a fin de formar el
esquema de barrido.
La utilización de válvulas
en la televisión comenzó su declive, igual que en
el caso de la radio, a finales de la década de 1960. Se
sustituyeron por los transistores,
circuitos
integrados y demás dispositivos electrónicos de
estado sólido que son mucho más pequeños y
consumen menos potencia.
El receptor doméstico de
televisión se ha ido haciendo con los años cada vez
más complejo. El televisor moderno ya no es sólo un
elemento para sintonizar los programas emitidos. Es una unidad
compleja, controlada por software capaz de recibir y
visualizar servicios de
teletexto y puede descodificar y reproducir emisiones musicales
de alta fidelidad. Además, la cantidad de
circuitería digital y de software en la
televisión moderna (casi tan abundante como en alguna de
las naves espaciales de la década de 1980) permite
ajustarla y controlarla a gusto del espectador mediante un
dispositivo de control remoto. La mayoría de los
televisores dispone de conectores para enchufar grabadoras de
vídeo y consolas de videojuegos.
La idea de que el televisor es algo que se enciende simplemente
para verse empieza a quedar bastante anticuada.
Teletexto
El sistema de teletexto visualiza en la
pantalla del televisor información impresa y diagramas
sencillos. Utiliza algunas de las líneas de reserva
disponibles en la señal ordinaria de emisión. El
sistema Ceefax de la BBC en el Reino Unido, por ejemplo,
aprovecha algunas de las líneas fuera de la pantalla del
total de 625 disponibles para transmitir información
codificada, incluyendo noticias, información
meteorológica, deportes, informes
económicos, servicios de citas, recetas culinarias y
guías de vacaciones. El descodificador del televisor se
encarga de filtrar el teletexto del resto de la
información de imágenes y de visualizarla a
continuación en pantalla. Una pantalla normal de teletexto
resulta bastante pobre comparada con la de las computadoras,
ya que está formada por sólo 24 líneas de 40
caracteres.
TELEVISIÓN EN COLOR |
La televisión en color
entró en funcionamiento en Estados Unidos y otros
países en la década de 1950. En México, las
primeras transmisiones en color se efectuaron en 1967 y en la
década siguiente en España. Más del 90% de
los hogares en los países desarrollados disponen
actualmente de televisión en color.
Color compatible
La televisión en color se consigue
transmitiendo, además de la señal de brillo, o
luminancia, necesaria para reproducir la imagen en blanco y
negro, otra que recibe el nombre de señal de crominancia,
encargada de transportar la información de color. Mientras
que la señal de luminancia indica el brillo de los
diferentes elementos de la imagen, la de crominancia especifica
la tonalidad y saturación de esos mismos elementos. Ambas
señales se obtienen mediante las correspondientes
combinaciones de tres señales de vídeo, generadas
por la cámara de televisión en color, y cada una
corresponde a las variaciones de intensidad en la imagen vistas
por separado a través de un filtro rojo, verde y azul. Las
señales compuestas de luminancia y crominancia se
transmiten de la misma forma que la primera en la
televisión monocroma. Una vez en el receptor, las tres
señales vídeo de color se obtienen a partir de las
señales de luminancia y crominancia y dan lugar a los
componentes rojo, azul y verde de la imagen, que vistos
superpuestos reproducen la escena original en color. El sistema
funciona de la siguiente manera.
Formación de las señales de
color
La imagen de color pasa a
través de la lente de la cámara e incide sobre un
espejo dicroico que refleja un color y deja pasar todos los
demás. El espejo refleja la luz roja y deja pasar la azul
y la verde. Un segundo espejo dicroico refleja la luz azul y
permite el paso de la verde. Las tres imágenes
resultantes, una roja, otra azul y otra verde, se enfocan en la
lente de tres tubos tomavistas (orticones de imagen o
plumbicones). Delante de cada tubo hay unos filtros de color para
asegurar que la respuesta en color de cada canal de la
cámara coincide con los colores primarios
(rojo, azul y verde) a reproducir. El haz de electrones en cada
tubo barre el esquema de imagen y produce una señal de
color primario. Las muestras de estas tres señales de
color pasan a un sumador electrónico que las combina para
producir la señal de brillo, o blanco y negro. Las
muestras de señal también entran en otra unidad que
las codifica y las combina para generar una señal con la
información de tonalidad y saturación. La
señal de color se mezcla con la de brillo a fin de formar
la señal completa de color que sale al aire.
Receptores de color
El receptor de televisión en color
lleva un tubo de imágenes tricolor con tres cañones
de electrones, uno para cada color primario, que exploran y
activan los puntos fosforescentes en la pantalla del televisor.
Estos puntos minúsculos, que pueden sobrepasar el
millón, están ordenados en grupos de tres, uno
rojo, otro verde y otro azul. Entre los cañones de
electrones y la pantalla hay una máscara con diminutas
perforaciones dispuestas de forma que el haz de electrones de
cada cañón sólo pueda incidir sobre su
correspondiente punto fosforescente. El haz que pinta la
información roja sólo chocará con las
fosforescencias rojas, y lo mismo para los otros
colores.
Cuando la señal de color
entrante llega a un televisor de color, pasa por un separador que
aísla el color del brillo. A continuación se
descodifica la información de color. Al volverse a
combinar con la información del brillo, se producen
diferentes señales de color primario que se aplican al
tubo tricolor, recreándose la imagen captada por la
cámara de color. Si la señal de color llega a un
televisor en blanco y negro, los circuitos del receptor ignoran
los datos relativos a tonalidad y saturación y sólo
tienen en cuenta la señal de brillo. La norma de
televisión en color adoptada en Estados Unidos por el
National Television System Committee (NTSC) y que es la
usual en América Latina, no ha sido aceptada en otras
partes del mundo. Quizá sobre todo por la ausencia de
consenso acerca del equilibrio
entre calidad y complejidad de la norma a utilizar. En muchas
partes de Europa se rechaza la norma NTSC. En consecuencia,
existen en el mundo varias normas, cada una
de ellas con sus propias características. En el Reino
Unido, la norma actual es PAL (Phase Alternate Line,
véase Exploración más arriba), mientras que
Francia utiliza la norma Color Secuencial de Memoria (SECAM).
A grandes rasgos ambas pueden coexistir, pero existe un cierto
grado de incompatibilidad en los equipos receptores.
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