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Medios de comunicación




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Partes: 1, 2

    1. Historia del
      periódico
    2. Historia de la
      televisión
    3. Historia
      del cine

    Periodismo

    1. INTRODUCCIÓN

    Periodismo, proceso de recogida de datos e información (por parte de los reporteros),
    evaluación (por parte de los editores) y
    distribución (a través de distintos
    medios) de
    hechos de actualidad. Originalmente, el periodismo
    comprendía sólo los diarios y las publicaciones
    periódicas. Sin embargo, en nuestro siglo estos medios se
    ampliaron con la radio,
    la
    televisión y las películas de cine tanto
    documentales como informativas.

    2 PERSPECTIVA HISTÓRICA

    Aunque la costumbre de transmitir
    noticias de
    actualidad se remonta a tiempos inmemoriales, como
    fenómeno paralelo al habla en el ser humano, y se supone
    que ya las primeras civilizaciones urbanas —las de la
    antigua Mesopotamia,
    que florecieron aproximadamente en el área
    geográfica que hoy en día ocupan Irán e
    Irak— en
    las que se había desarrollado la escritura las
    plasmaban por escrito, la primera publicación
    periodística conocida fue Acta diurna, una hoja de
    noticias que, por orden de Julio César, se colocaba
    diariamente en el Foro de la antigua ciudad de
    Roma a partir del
    siglo I a.C. El primer periódico
    impreso a partir de bloques de madera
    tallados apareció en Pekín en el siglo VII o VIII
    d.C. En Europa, la
    invención, en el siglo XV, de la imprenta,
    basada en los tipos metálicos móviles,
    permitió una distribución de las noticias
    más rápida y fácil.

    Durante el siglo XV, y debido al
    florecimiento del comercio y de
    las ciudades, se desarrolló una red de informadores, ya
    que los comerciantes y banqueros europeos necesitaban conocer la
    situación de los países con los que
    mantenían tratos comerciales para poder
    planificar sus negocios
    corriendo el menor riesgo posible, y
    para ello pagaban a informadores que les ponían al tanto
    de los hechos más relevantes cuanto ocurría. Por
    otro lado, los habitantes de las cada vez más pobladas y
    bulliciosas ciudades querían conocer más de cerca
    los acontecimientos que se producían fuera del área
    en que se movían cotidianamente y compraban cada vez con
    más frecuencia las hojas informativas que se
    vendían por la calle. En la próspera ciudad de
    Venecia, por ejemplo, se vendían, con cierta periodicidad,
    notas informativas manuscritas al precio de una
    gazzetta, una moneda local de escaso valor; de
    ahí proceden las gacetas que empezaron a publicarse en el
    resto de Europa como denominación genérica de las
    publicaciones informativas de precio reducido y, más
    adelante, entraría a formar parte de los títulos de
    periódicos ya de cierta importancia.

    En Alemania, Holanda e Inglaterra se
    publicaron, en los siglos XVI y XVII, hojas de noticias de
    distintos tamaños y formatos, mientras que en Francia se
    comenzaron a publicar en el siglo XV los primeros
    periódicos literarios y las primeras revistas. En los
    primeros periódicos sólo había reportajes
    sobre acontecimientos extranjeros, pues los reyes y gobernantes
    prohibían difundir noticias nacionales. En 1609 ya se
    publicaba regularmente en la ciudad de Estrasburgo una hoja
    informativa impresa con informaciones procedentes de numerosas
    capitales europeas relevantes en ese momento por su actividad
    económica o política. Las hojas
    informativas tuvieron una gran aceptación por parte del
    público, y se convirtieron en un medio influyente y muy
    bien organizado de distribución de noticias. Por esta
    razón, los gobernantes decidieron prohibir su
    impresión y difusión a los particulares, y crearon
    publicaciones oficiales que expresaban el punto de vista del
    poder y suprimían cualquier tipo de crítica
    o disidencia escritas.

    En España la primera gaceta
    oficial empezó a publicarse en el año 1661, y
    constituye el antecedente inmediato del actual Boletín
    Oficial del Estado
    (B. O. E.). Posteriormente, en algunos
    países se comenzó a levantar el monopolio del
    Estado sobre
    los medios de
    comunicación escrita, y se permitió a
    particulares la edición
    de boletines. En este clima
    nacería, en 1702, el primer periódico diario, el
    Daily Courant inglés,
    cuyo ejemplo fue seguido por otras publicaciones de Europa y
    Estados
    Unidos, como el francés Le Journal de Paris
    (1777), el estadounidense Pennsylvania Evening Post and
    Daily
    Advertiser (1783) y el inglés The
    Times
    (1785), que aún continúa
    editándose. Los primeros periódicos en América
    Latina nacieron muy pronto. En 1722 se publicó
    Gaceta de México, con noticias procedentes de las
    capitales europeas y secciones fijas, como la de crítica
    de libros y otras
    publicaciones editadas en España y América. En 1743 empezó a publicarse
    Gaceta de Lima, así como una edición peruana
    de Gaceta de Madrid y todavía fue anterior la
    publicación en Guatemala de
    Gaceta de Guatemala. Algo más tarde aparecieron
    sendos periódicos en La Habana y Buenos Aires. En
    España aparecerían importantes diarios que, al
    igual que el resto de sus contemporáneos europeos y
    americanos, faltarían en muchas ocasiones, por unos
    motivos u otros, a su periodicidad cotidiana. Entre los
    más interesantes de los diarios españoles se
    encuentran El Diario Noticioso (1758), de Madrid, El
    Pensador
    (1762) y Diario de Barcelona (1792), actual
    decano de la prensa
    española. Más adelante, los distintos gobiernos
    fueron suprimiendo la prohibición de publicar noticias
    locales en los periódicos, con lo cual se estimuló
    aún más el crecimiento del medio.

    Así, a comienzos del siglo
    XVIII, los políticos habían empezado ya a adquirir
    conciencia del
    enorme potencial del medio informativo impreso a la hora de
    moldear la opinión
    pública. Por consiguiente, el periodismo de la
    época era predominantemente político, y cada
    facción política del momento poseía, o
    intentaba poseer, un periódico. Los artículos de
    carácter político no llevaban firma,
    en parte para preservar la libertad de
    opinión y en parte para evitar que el periodismo se
    convirtiera en un negocio o una profesión. Paralelamente a
    esta evolución, se comenzó la lucha por
    la libertad de prensa.

    En el siglo XIX, la actividad
    periodística se vio profundamente afectada por la Revolución
    Industrial, la Revolución
    Francesa y la alfabetización creciente como resultado de
    la
    educación pública que se fue imponiendo en los
    países occidentales. Las masas recién alfabetizadas
    demandaban más noticias y que éstas fueran cada vez
    más recientes, mientras las nuevas maquinarias, en
    especial la linotipia, que comenzó a utilizarse en 1886,
    hicieron posible producir periódicos a un precio cada vez
    más reducido.

    En Estados Unidos aparecieron dos
    empresarios periodísticos, Joseph Pulitzer y Randolph
    Hearst, que crearon publicaciones destinadas a la población de las grandes ciudades, en pleno
    crecimiento por entonces. Hacia finales del siglo el New York
    Times,
    que aún continúa editándose,
    comenzó a cimentar su reputación como medio capaz
    de cubrir con eficacia y
    seriedad las cuestiones más destacadas de la actualidad
    nacional e internacional. Al mismo tiempo,
    invenciones como el telégrafo facilitaron la recogida y la
    transmisión casi inmediata de datos. Algunas empresas
    comenzaron a utilizar estas nuevas
    tecnologías, unidas a los tendidos de cable, para
    convertirse en centros de recogida y distribución de
    noticias. Son las llamadas asociaciones y agencias de prensa,
    entre las cuales se encontraban algunas que siguen funcionando
    hoy en día, como la Reuters inglesa y las estadounidenses
    Associated Press y United Press.

    Apoyadas en la consolidación de la
    libertad de
    expresión, algunas publicaciones comenzaron a
    abandonar la tradición de los artículos
    políticamente comprometidos sin firmar y, paralelamente,
    empezó a tomar forma la figura del periodista como
    personaje dedicado a la investigación de los aspectos oscuros de la
    realidad. Así, escritores españoles como el poeta
    José Quintana o el pensador y poeta José
    María Blanco White abandonaron prácticamente la
    literatura para
    dedicarse por completo al periodismo político. Quintana y
    Blanco White editaron juntos en Madrid y Sevilla El semanario
    patriótico,
    en 1808 y 1809. Más tarde, Blanco
    White, exiliado en Londres desde 1810, publicó El
    Español,
    la revista que
    influyó poderosamente en el desarrollo del
    liberalismo,
    tanto en España como en Hispanoamérica.

    Al mismo tiempo, las nuevas
    tecnologías, el desarrollo de los transportes, la
    reducción del precio de la distribución postal y la
    aparición de industriales y comerciantes que necesitaban
    promocionar sus productos a
    escala nacional
    por medio de la publicidad,
    estimularon la creación y difusión de publicaciones
    populares centradas en temas especializados. Por lo general,
    estas publicaciones se basaron en la utilización masiva
    primero de la
    ilustración y, posteriormente, de la fotografía. Basta pensar en revistas como
    National Geographic para comprender la importancia que la
    imagen
    desempeña en su éxito,
    éxito que aún fue más contundente antes de
    la extensión de la televisión, un medio que comenzó a
    saciar el apetito visual del público. Así, en la
    década de 1920, justamente en el interludio entre la
    aparición del cine y la de la televisión, hubo revistas ilustradas en
    Alemania que tenían tiradas de unos dos millones de
    ejemplares.

    Ya unas décadas antes, la
    publicación de revistas ilustradas se había
    extendido desde este país hacia el resto del mundo, y su
    desarrollo fue vertiginoso, especialmente en el terreno de las
    destinadas al público femenino. Hoy en día, las
    tiradas de muchas revistas, sobre todo algunas pertenecientes a
    la llamada "prensa del corazón",
    superan con mucho a las de los más importantes diarios de
    sus respectivos países.

    La fotografía comenzó a
    utilizarse en la prensa diaria en el año 1880, de la mano
    del Daily Herald inglés, aunque tardó
    bastante en incorporarse de modo definitivo a los
    periódicos. Lo hizo sobre todo a través de los
    suplementos dominicales, cuya utilización se
    difundió de los periódicos anglosajones al resto
    del mundo. Los suplementos dominicales, a pesar de venderse
    conjuntamente con los ejemplares del fin de semana de los
    diarios, tienen una estructura
    sustancialmente diferente de las de estos, tanto en la apariencia
    —se asemejan más a las revistas en formato y
    tratamiento gráfico— como en los temas que aborda,
    que suelen estar menos relacionados con las noticias de
    actualidad y más con el ocio de los lectores. Actualmente,
    casi todos los diarios publican un suplemento de fin de semana, y
    sus ventas crecen
    espectacularmente durante esos días.

    A mediados del siglo XIX comenzaron
    a aparecer diarios de gran calidad, que
    llevaban a cabo seguimientos serios y exhaustivos de las noticias
    del momento y profundos análisis de sus consecuencias. Siguiendo el
    camino abierto por el
    periódico inglés The Times, en
    España se publicaría El Imparcial, un diario
    que gozó de gran aceptación y no tuvo nada que
    envidiar a sus modelos
    europeos durante los 66 años que duró su existencia
    (1867-1933). En América Latina se pueden nombrar La
    Nación,
    de Buenos Aires, o El
    Siglo,
    de Montevideo.

    Ya en el siglo XX, han surgido
    medios de
    comunicación que han eclipsado parte de la importancia
    de la prensa escrita. Con el fin de cubrir los sucesos de la
    actualidad de un modo más veloz, a principios de
    siglo existían periódicos que aparecían o
    bien por la mañana o bien por la tarde, y otros que
    tenían incluso dos ediciones, la matutina y la
    vespertina.

    Con la aparición de la
    radio
    (década de 1920), y sus posibilidades de tratamiento
    instantáneo y continuo de las noticias, los diarios
    perdieron su monopolio de seguimiento pormenorizado de los
    acontecimientos y hubieron de limitarse a aparecer bien por la
    mañana o bien por la tarde.

    En España, las primeras emisoras
    comerciales de radio comienzan a funcionar en el año 1924,
    al principio en Barcelona y Madrid. Poco a poco, el número
    de estaciones radiofónicas fue aumentando hasta cubrir la
    práctica totalidad del territorio. En un comienzo, las
    emisiones radiofónicas transmitían acontecimientos
    en directo, pero luego la programación se fue enriqueciendo y
    aparecieron boletines de noticias locales, nacionales e
    internacionales, que recibieron la denominación de "Diario
    hablado", el primero de los cuales fue emitido en 1925 por la
    emisora Unión Radio.

    La radio acaparó gran parte del
    protagonismo que hasta entonces habían tenido los
    periódicos como transmisores veloces de noticias, y su
    prestigio creció enormemente durante los años de la
    II Guerra Mundial,
    pues mantuvo puntualmente informados a millones de ciudadanos
    europeos y americanos del desarrollo de los acontecimientos en el
    campo de batalla, y constituyó un arma
    propagandística de incalculable valor para los
    contendientes de ambos bandos.

    Pero su difusión quedó
    frenada por la introducción de la televisión, que
    unía a la casi instantaneidad de las informaciones, el
    poder seductor de la imagen que las acompañaba. Las
    primeras emisiones comerciales de televisión se llevaron a
    cabo en la ciudad de Nueva York en la década de 1930,
    aunque el verdadero estallido del medio no se produjo hasta
    después de la II Guerra
    Mundial. En España, la primera emisión
    pública de televisión tuvo lugar el día 20
    de octubre de 1956. Su extensión fue muy lenta, debido,
    sobre todo, a la intrincada orografía del país, que
    hacía necesaria la instalación de numerosas
    antenas
    repetidoras. Por ello, en nuestro país, el protagonismo en
    el terreno de la información siguieron teniéndolo,
    durante varias décadas aún, la radio y los
    documentales cinematográficos de actualidad, el denominado
    No-Do (abreviatura de Noticiario Documental), que
    constituyó un eficaz medio de transmisión de
    noticias e ideología, sobre todo hacia las zonas
    más aisladas e inaccesibles de España. En la
    actualidad, las dos cadenas de titularidad estatal, La
    Primera
    y La 2, así como los tres canales
    privados, Antena 3, Tele 5 y Canal Plus, se
    pueden captar en la práctica totalidad del territorio. En
    algunas comunidades autónomas (Andalucía,
    Cataluña, Galicia, Madrid, Valencia y País Vasco,
    entre otras) existen cadenas de televisión de
    ámbito exclusivamente regional, gestionadas en su mayor
    parte por los distintos gobiernos autonómicos, mientras
    que muchas ciudades disponen ya de emisoras locales, y en algunas
    de ellas se han instalado redes de cable para
    transmitir la señal televisiva. En todo caso, y a falta de
    una normativa concreta al respecto, por el momento la
    situación de las emisoras locales resulta un tanto
    inestable.

    En América Latina, tanto la radio
    como la televisión han alcanzado un gigantesco desarrollo
    en todos los países. Entre las cadenas de
    televisión, sobresale el grupo mexicano
    de Televisa, con una extensa implantación, tanto en el
    ámbito nacional como en Estados Unidos, a través de
    cadenas filiales e incluso en el resto del mundo, gracias a
    Galavisión, transmitiendo sus programas a
    través de satélite.

    El ejemplo más elocuente del gran
    interés
    del público por las noticias de actualidad lo constituye
    el tremendo éxito de la cadena estadounidense CNN (Cable
    News Network), que emite, por cable y por satélite, las 24
    horas del día, noticias y reportajes informativos. En
    efecto, los sistemas de
    televisión por cable, que en Estados Unidos y en el resto
    del continente americano se encuentran muy desarrollados, y que
    en Europa ya se están implantando, suponen un medio
    perfecto para la difusión de noticias y, sobre todo debido
    al gran número de canales que las redes de cable pueden
    distribuir, un medio apropiado para transmitir numerosos y
    variados puntos de vista, y para que se escuchen voces y
    opiniones que, de otro modo, no podrían escucharse. Al
    mismo tiempo, muchos gobiernos están apostando por un
    mayor desarrollo de las televisiones públicas, y tienden a
    diferenciar sus contenidos de los de las privadas, para
    convertirlas en instrumentos que reflejen los cada vez más
    diferenciados intereses de los distintos sectores del
    público. Paralelamente, se está consolidando una
    amplia y densa red de satélites
    de comunicación, que envían programas
    de televisión a lugares a los que todavía no ha
    llegado el cable.

    3 LOS PERIODISTAS COMO CRÍTICOS
    SOCIALES

    Durante el siglo XIX, cada vez más
    periódicos se fueron sumando a una gran campaña de
    petición de reformas sociales y políticas,
    como parte de una estrategia para
    atraer lectores. Hearst y Pulitzer, cuyas publicaciones
    caían a menudo en el sensacionalismo, abogaron
    también por estos cambios, al tiempo que muchas
    publicaciones de la época basaban su éxito casi
    exclusivamente en la denuncia de los abusos de los gobernantes.
    Los editoriales de los periódicos y revistas ejercieron
    gran influencia sobre la opinión pública, aunque no
    tanto como la habilidad de algunos editores para canalizar la
    atención del público hacia los
    problemas
    sociales o la corrupción
    política. Algunos periodistas enfrascados en esta cruzada
    a principios del siglo XX, contribuyeron a la consecución
    de gran número de reformas —como la
    promulgación de las leyes
    antimonopolio y las que garantizaban la salubridad de los
    alimentos—. Los periodistas han continuado
    ejerciendo ese papel de defensores de los derechos de los ciudadanos
    durante todo el siglo. Así, en la década de 1960,
    la televisión estadounidense difundió imágenes
    de las grandes manifestaciones por los derechos civiles que se
    celebraron por todo el país y de los medios, a veces
    brutales, que la policía había empleado para
    reprimirlas. Del mismo modo, entre 1972 y 1973, dos reporteros
    del periódico Washington Post sacaron a la luz el
    "Watergate", que demostraba que el presidente de Estados Unidos,
    Richard Nixon, estaba al tanto de los registros de la
    sede central del Partido Demócrata que miembros de su
    partido habían ordenado realizar. Más recientemente
    en España, fueron las denuncias de varios diarios, como
    El Mundo y Diario 16, las que propiciaron la
    investigación judicial y el consiguiente proceso del
    director del Banco de
    España, Mariano Rubio, y del director de la Guardia Civil,
    Luis Roldán.

    En los países en los que
    se ha alcanzado la libertad de expresión, los frecuentes
    ataques de la prensa a altas personalidades tanto del Gobierno como de
    la vida social han dado la impresión a gran parte del
    público de que los periodistas se estaban excediendo en su
    tarea de protectores de los derechos de los ciudadanos, a
    raíz de lo cual comenzaron a surgir órganos de
    control de la
    labor periodística.

    4 TENDENCIAS ACTUALES

    Debido en gran parte a las duras
    condiciones económicas de la competencia con
    los medios de información audiovisual, como la radio y la
    televisión, a lo largo del siglo pasado se fue reduciendo
    el número de diarios, así como la tirada de los
    supervivientes. En España, se publican en la actualidad
    unos 124 diarios, entre provinciales, regionales y de
    ámbito nacional. Entre ellos, los de mayor tirada
    —según la Oficina de
    Justificación de la Difusión (OJD) de enero de
    1995— son tres diarios madrileños: El
    País,
    fundado en mayo de 1976, con un promedio de
    413.543 ejemplares al día; ABC, fundado en junio de
    1905, con unos 303.019 ejemplares; El Mundo —el
    más reciente de todos, pues su primer número
    apareció en octubre de 1989—, con unos 260.616
    ejemplares, y otros dos barceloneses: El Periódico de
    Catalunya,
    con unos 210.793, y La Vanguardia, con 196.807. Las nuevas
    tecnologías continúan provocando significativos
    cambios en el periodismo. Así, las transmisiones
    televisivas a través de satélite, por ejemplo,
    permiten a los telespectadores asistir en directo a
    acontecimientos que están teniendo lugar en otras partes
    remotas del planeta (ver Comunicaciones vía
    satélite), los periodistas pueden consultar casi
    instantáneamente en grandes bancos de datos
    enormes cantidades de información que en otras
    épocas les habría llevado días o semanas
    recopilar (ver Ordenador) y los diarios
    electrónicos pueden llegar directamente a los terminales
    de los usuarios sin necesidad de que intervengan en el proceso
    las imprentas, los transportes o los vendedores de
    prensa.

    Uno de los fenómenos periodísticos
    más importantes de los últimos años es la
    consulta de prensa vía Internet. Muchos
    periódicos acuden todos los días a su cita diaria
    con una página web
    a la que se puede acceder desde todo el mundo. Lo que esto puede
    significar sobre las relaciones culturales e informativas se
    presenta tan ingente que esta información mundial y en
    casa está suscitando estudios y premoniciones de los
    comunicólogos que ya, definitivamente, afirman que la
    aldea global ha llegado. Como abrir una página web es barato, el
    monopolio informativo de las grandes empresas informativas
    —peligro que siempre se ha debatido en el periodismo—
    encuentra ahora una competencia informativa por parte de grupos,
    facciones, instituciones,
    partidos
    políticos, particulares y otros cuyos contenidos
    variarán, ratificarán o contradirán lo que
    los grandes periódicos cuenten, por lo que el lector
    deberá discernir qué información es la que
    le sirve.

    HISTORIA DE LA TELEVISION

    La historia del desarrollo de
    la televisión ha sido en esencia la historia de la
    búsqueda de un dispositivo adecuado para explorar
    imágenes. El primero fue el llamado disco Nipkow,
    patentado por el inventor alemán Paul Gottlieb Nipkow en
    1884. Era un disco plano y circular que estaba perforado por una
    serie de pequeños agujeros dispuestos en forma de espiral
    partiendo desde el centro. Al hacer girar el disco delante del
    ojo, el agujero más alejado del centro exploraba una
    franja en la parte más alta de la imagen y así
    sucesivamente hasta explorar toda la imagen. Sin embargo, debido
    a su naturaleza
    mecánica el disco Nipkow no funcionaba
    eficazmente con tamaños grandes y altas velocidades de
    giro para conseguir una mejor definición.

    Los primeros dispositivos realmente satisfactorios para
    captar imágenes fueron el iconoscopio, descrito
    anteriormente, que fue inventado por el físico
    estadounidense de origen ruso Vladimir Kosma Zworykin en 1923, y
    el tubo disector de imágenes, inventado por el ingeniero
    de radio estadounidense Philo Taylor Farnsworth
    poco tiempo después. En 1926 el ingeniero escocés
    John Logie Baird inventó un sistema de
    televisión que incorporaba los rayos infrarrojos para
    captar imágenes en la oscuridad. Con la llegada de los
    tubos, los avances en la transmisión radiofónica y
    los circuitos
    electrónicos que se produjeron en los años
    posteriores a la I Guerra Mundial, los sistemas de
    televisión se convirtieron en una realidad.

    Emisión

    Las primeras emisiones públicas de
    televisión las efectuó la BBC en Inglaterra en 1927
    y la CBS y NBC en Estados Unidos en 1930. En ambos casos se
    utilizaron sistemas mecánicos y los programas no se
    emitían con un horario regular. Las emisiones con
    programación se iniciaron en Inglaterra en 1936, y en
    Estados Unidos el día 30 de abril de 1939, coincidiendo
    con la inauguración de la Exposición
    Universal de Nueva York. Las emisiones programadas se
    interrumpieron durante la II Guerra Mundial, reanudándose
    cuando terminó.

    En España, se fundó Televisión
    Española (TVE), hoy incluida en el Ente Público
    Radiotelevisón Española, en 1952, dependiendo del
    ministerio de Información y Turismo. Después de
    un periodo de pruebas se
    empezó a emitir regularmente en 1956, concretamente el 28
    de octubre. Hasta 1960 no hubo conexiones con Eurovisión.
    La televisión en España ha sido un monopolio del
    Estado hasta 1988. Por mandato constitucional, los medios de
    comunicación dependientes del Estado se rigen por un
    estatuto que fija la gestión
    de los servicios
    públicos de la radio y la televisión a un ente
    autónomo que debe garantizar la pluralidad de los grupos
    sociales y políticos significativos.

    A partir de la década de 1970, con la
    aparición de la televisión en color, los
    televisores experimentaron un crecimiento enorme, lo que produjo
    cambios en el consumo del
    ocio de los españoles.

    A medida que la audiencia televisiva se incrementaba por
    millones, hubo otros sectores de la industria del
    ocio que sufrieron drásticos recortes de patrocinio. La
    industria del cine comenzó su declive con el cierre, de
    muchos locales.

    En México, se habían realizado experimentos en
    televisión a partir de 1934, pero la puesta en
    funcionamiento de la primera estación de TV, Canal 5, en
    la ciudad de México, tuvo lugar en 1946. Al iniciarse la
    década de 1950 se implantó la televisión
    comercial y se iniciaron los programas regulares y en 1955 se
    creó Telesistema mexicano, por la fusión de
    los tres canales existentes.

    Televisa, la empresa
    privada de televisión más importante de habla
    hispana, se fundó en 1973 y se ha convertido en uno de los
    centros emisores y de negocios, en el campo de la
    comunicación, más grande del mundo, ya que,
    además de canales y programas de televisión,
    desarrolla amplias actividades en radio, prensa y ediciones o
    espectáculos deportivos.

    La televisión ha alcanzado una gran
    expansión en todo el ámbito latinoamericano. En la
    actualidad existen más de 300 canales de televisión
    y una audiencia, según el número de aparatos por
    hogares (más de 60 millones), de más de doscientos
    millones de personas.

    A partir de 1984, la utilización por Televisa del
    satélite Panamsat para sus transmisiones de alcance
    mundial, permite que la señal en español cubra la
    totalidad de los cinco continentes. Hispasat, el satélite
    español de la década de 1990, cubre también
    toda Europa y América.

    En 1983, en España empezaron a emitir cadenas de
    televisión privadas: TELE 5, Antena 3 y Canal +. En 1986
    había 3,8 habitantes por aparato de televisión, en
    la actualidad ha bajado a 3,1. A finales de la década de
    1980, había en Estados Unidos unas 1.360 emisoras de
    televisión, incluyendo 305 de carácter educativo, y
    más del 98% de los hogares de dicho país
    poseía algún televisor semejante al nivel
    español. Hay más de 8.500 sistemas ofreciendo el
    servicio de
    cable, con una cartera de más de 50 millones de abonados.
    En la actualidad en todo el mundo, la televisión es el
    pasatiempo nacional más popular; el 91% de los hogares
    españoles disponen de un televisor en color y el 42%, de
    un equipo grabador de vídeo. Los ciudadanos
    españoles invierten, por término medio, unas 3,5
    horas diarias delante del televisor, con una audiencia de tres
    espectadores por aparato.

    Durante los años inmediatamente posteriores a la
    II Guerra Mundial se realizaron diferentes experimentos con
    distintos sistemas de televisión en algunos países
    de Europa, incluida Francia y Holanda, pero fue la URSS, que
    comenzó sus emisiones regulares en Moscú en 1948,
    el primer país del continente en poner en funcionamiento
    este servicio público.

    Televisión en el espacio

    Las cámaras de televisión a bordo de las
    naves espaciales estadounidenses transmiten a la Tierra
    información espacial hasta ahora inaccesible. Las naves
    espaciales Mariner, lanzadas por Estados Unidos entre 1965 y
    1972, enviaron miles de fotografías de Marte. Las series
    Ranger y Surveyor retransmitieron miles de fotografías de
    la superficie lunar para su análisis y elaboración
    científica antes del alunizaje tripulado (julio de 1969),
    al tiempo que millones de personas en todo el mundo pudieron
    contemplar la emisión en color directamente desde la
    superficie lunar.

    Desde 1960 se han venido utilizando también
    ampliamente las cámaras de televisión en los
    satélites meteorológicos en órbita. Las
    cámaras vidicón preparadas en tierra
    registran imágenes de las nubes y las condiciones
    meteorológicas durante el día, mientras que las
    cámaras de infrarrojos captan las imágenes
    nocturnas. Las imágenes enviadas por los satélites
    no sólo sirven para predecir el tiempo sino para
    comprender los sistemas meteorológicos globales. Se han
    utilizado cámaras vidicón de alta resolución
    a bordo de los Satélites para la Tecnología de los
    Recursos
    Terrestres (ERTS) para realizar estudios de cosechas, así
    como de recursos minerales y
    marinos.

    Televisión e Internet

    El fenómeno Internet también ha llegado a
    la televisión; se pueden utilizar los receptores para
    acceder a la red. Las posibilidades van desde la comercialización de máquinas
    específicamente dedicadas a esta función,
    tecnología WebTV que permite el acceso a Internet a
    través del televisor utilizando un módem
    analógico sobre una línea telefónica, hasta
    dispositivos de televisión por cable con una
    conexión específica para dar acceso a Internet. La
    interactividad será el principal aporte de estas
    instalaciones al uso tradicional de la
    televisión.

    La señal de televisión

    La señal de televisión es
    una compleja onda electromagnética (véase
    Electromagnetismo) de variación de tensión o
    intensidad, compuesta por las siguientes partes: 1) una
    serie de fluctuaciones correspondientes a las fluctuaciones de la
    intensidad de luz de los elementos de la imagen a explorar;
    2) una serie de impulsos de sincronización que
    adaptan el receptor a la misma frecuencia de barrido que el
    transmisor; 3) una serie adicional de los denominados
    impulsos de borrado, y 4) una señal de frecuencia
    modulada (FM) que transporta el sonido que
    acompaña a la imagen. Los tres primeros elementos
    conforman la señal de vídeo y se describen
    más adelante.

    Las fluctuaciones de intensidad o
    tensión correspondientes a las variaciones de la
    intensidad de la luz, suelen llamarse señal de
    vídeo. Las frecuencias de dicha señal oscilan entre
    30 millones y 4 millones de Hz, dependiendo del contenido de la
    imagen.

    Los impulsos de sincronización son
    picos pequeños de energía
    eléctrica generados por los correspondientes
    osciladores en la estación emisora. Estos impulsos
    controlan la velocidad del
    barrido horizontal y vertical tanto de la cámara como del
    receptor. Los impulsos de sincronismo horizontal se producen a
    intervalos de 0,01 segundos y su duración es
    prácticamente la misma.

    Los impulsos de borrado anulan el haz de
    electrones en la cámara y en el receptor durante el tiempo
    empleado por el haz de electrones en volver desde el final de una
    línea horizontal hasta el principio de la siguiente,
    así como desde la parte inferior del esquema vertical
    hasta la parte superior. La sincronización y estructura de
    estos impulsos resultan extremadamente complejas.

    CÁMARAS DE TELEVISIÓN

    La cámara de televisión se
    asemeja a una cámara fotográfica normal por cuanto
    va equipada con una o varias lentes y un mecanismo de enfoque de
    la imagen formada por la lente sobre una superficie sensible.
    Estas superficies forman parte de tubos electrónicos
    llamados tubos tomavistas, capaces de transformar las variaciones
    de la intensidad de la luz en variaciones de la carga o corriente
    eléctrica. El tubo tomavistas original fue el
    iconoscopio, utilizado durante mucho tiempo para televisar
    películas. En el caso de escenas con un nivel de
    luminosidad bajo, como en las salas o habitaciones normalmente
    iluminadas, se utiliza el orticón de imagen de alta
    sensibilidad o vidicón.

    Iconoscopio

    Al igual que el tubo tomavistas,
    el iconoscopio presenta varios inconvenientes. Uno de los mayores
    es que exige una iluminación enorme del sujeto para producir
    una señal útil. Si se están utilizando las
    cámaras de televisión dentro de un estudio bajo
    condiciones controladas de luz, este inconveniente no es
    importante, pero el iconoscopio no se puede utilizar para
    televisar acontecimientos en condiciones adversas de
    luz.

    Orticón de imágenes

    A fin de solventar esta dificultad
    se han inventado diferentes tubos tomavistas. El más
    sensible de todos es el orticón de imagen, representado en
    la figura 2. La sensibilidad de este tubo es tal que es capaz de
    producir una señal en cualquier condición de luz
    que resulte aceptable para el ojo humano; a efectos de
    demostración, el orticón ha llegado a producir
    señales
    válidas de televisión en escenas iluminadas
    únicamente por velas. Otra ventaja del orticón es
    la de utilizar una pantalla relativamente pequeña que se
    puede incorporar a cualquier cámara de tamaño
    medio.

    El orticón lleva un mosaico
    plano de cristal en uno de sus extremos. La cara interior del
    mosaico va recubierta por una capa continua de un compuesto
    alcalino intermetálico que constituye una superficie
    fotoeléctrica sensible. La emisión de electrones
    por parte de la capa se somete a aceleración y mediante un
    campo
    magnético (véase Magnetismo) se enfoca
    sobre un cristal de muy baja conductividad eléctrica, la
    llamada placa acumuladora. En frente de la placa hay una pantalla
    de malla metálica con unos 155.000 orificios por
    centímetro cuadrado. Detrás de la placa, un anillo
    concéntrico metálico recubierto en la parte
    interior del tubo constituye el elemento de
    desaceleración, y por detrás del anillo hay una
    capa en el cuello del tubo que actúa de ánodo, es
    decir, de electrodo con carga positiva. Al final del tubo hay un
    cañón de electrones que genera un haz de electrones
    y una estructura denominada multiplicador de
    electrones.

    Los electrones emitidos por la superficie
    fotosensible inciden en la placa, produciendo la emisión
    de electrones secundarios en una proporción de varios de
    ellos por cada electrón que llega a la placa desde la
    superficie fotosensible. Esta emisión secundaria genera
    una nube de cargas positivas en la placa que equivale a la imagen
    luminosa de la superficie fotosensible. En esta imagen de cargas,
    las zonas luminosas son más positivas y las oscuras menos.
    Los electrones secundarios son captados por la pantalla de malla.
    El cristal que se utiliza para la placa es tan fino que las
    diferentes cargas positivas en la parte exterior pasan a
    través de la parte interior de la placa, neutralizando las
    cargas negativas depositadas por el haz de barrido.

    Este mecanismo de barrido del tubo
    está constituido por el cañón de electrones,
    por el ánodo cilíndrico en el cuello del tubo, que
    conjuntamente actúan como origen de un haz de electrones,
    y un juego de
    bobinas deflectoras (no representadas en la figura 2) colocadas
    fuera del tubo igual que las bobinas deflectantes del
    iconoscopio. El haz de barrido se ve frenado, justo antes de
    incidir en la placa, por la acción
    del anillo desacelerador de carga negativa y alcanza la placa sin
    la energía suficiente para neutralizar los electrones
    secundarios que sobrepasan en número a los electrones del
    haz. A medida que el haz incide sobre cada una de las partes del
    patrón de cargas eléctricas positivas en la placa,
    suelta suficientes electrones como para neutralizar la carga
    positiva en dicha parte de la placa. Los electrones restantes se
    reflejan de nuevo hacia el cañón de electrones y su
    multiplicador asociado. En las áreas con mayor carga
    positiva, que corresponden a las zonas luminosas de la imagen, se
    necesitan más electrones para neutralizar la carga,
    reflejándose menos electrones.

    El multiplicador de electrones —que
    forma un disco alrededor de la abertura a través de la
    cual ‘dispara’ el cañón de electrones,
    seguido de varios elementos simétricos detrás del
    disco— actúa como un elemento amplificador mediante
    la emisión de electrones secundarios. El primer disco de
    un orticón de imagen suele estar a un voltaje de 200 V y
    los elementos posteriores, o dinodos, tienen una tensión
    positiva mayor. Los electrones que inciden en el disco liberan
    electrones secundarios que, a su vez, liberan todavía
    más al pasar de un dinodo a otro. En consecuencia, la
    señal de la cámara se multiplica al pasar de un
    elemento al siguiente.

    Vidicón

    Otro de los tipos de tubo
    tomavistas utilizado en la transmisión moderna de
    televisión es el vidicón. La imagen se proyecta
    sobre una placa fotoconductora, por lo general una capa fina de
    una sustancia como el trisulfato de antimonio, que presenta una
    conductividad eléctrica variable que aumenta con la
    exposición a la luz. Este material fotoconductor se aplica
    sobre un electrodo conductor transparente que actúa como
    la placa de señal y tiene carga positiva con respecto a la
    fuente del haz de electrones. Este haz, enfocado y desviado igual
    que en el caso del orticón de imagen, deposita una
    cantidad suficiente de electrones sobre la placa para compensar
    la carga que ha perdido desde el barrido anterior sobre ese mismo
    punto. Esta carga es mayor en las zonas iluminadas de la placa
    que en las oscuras. El desplazamiento de la carga en el generador
    de la señal, que es igual a la carga depositada por el
    haz, genera la señal de vídeo en la entrada del
    amplificador acoplado al tubo.

    El plumbicón, variante del
    vidicón, presenta ciertas características, como la
    ausencia de retraso (que origina la apariencia borrosa de las
    imágenes en movimiento en
    la pantalla) y la proporcionalidad entre la señal de
    salida y del brillo de la imagen, que lo hacen especialmente
    adecuado para las cámaras de televisión en
    color.

    El vidicón es un tubo
    sencillo y compacto de alta sensibilidad. Debido a su reducido
    diámetro de unos 2,5 cm y longitud, unos 15 cm,
    se utiliza mucho en televisión de circuito cerrado. Este
    tipo de televisión se utiliza siempre que no es necesaria
    la emisión a grandes distancias, por ejemplo, cuando el
    emisor y el receptor se hallan en un mismo edificio o zona. En
    estas circunstancias, la cámara puede alimentar
    directamente a las pantallas próximas a través de
    conexiones por cable, eliminando los potentes sistemas de
    emisión. La televisión de circuito cerrado se
    utiliza en la industria, el comercio y la investigación
    para llegar a lugares inaccesibles o peligrosos.

    TRANSMISIÓN DE
    TELEVISIÓN

    Si se exceptúan los circuitos
    especiales necesarios para producir los pulsos de
    sincronización y borrado del barrido y los diferentes
    equipos especiales que se utilizan para examinar o controlar las
    señales desde la cámara de televisión, todo
    el resto del sistema de transmisión de televisión
    recuerda al de una emisora de radio de AM (véase
    Radio: Modulación). El equipo de sonido no se
    diferencia en nada del utilizado en las emisiones de frecuencia
    modulada, y la señal de sonido a veces se emite desde una
    antena independiente, constituyendo de hecho una unidad de
    emisión totalmente independiente.

    Canales

    Sin embargo, la emisión de
    televisión presenta una serie de problemas
    específicos que no existen en las emisiones normales de
    sonido, siendo el principal el del ancho de banda. Modular una
    onda electromagnética implica generar una serie de
    frecuencias denominadas bandas laterales que corresponden a la
    suma y a la diferencia entre la frecuencia de radio, o portadora,
    y las frecuencias moduladoras. En las emisiones normales, donde
    la señal sólo utiliza frecuencias hasta de
    10.000 Hz, o 10 kHz, las bandas laterales ocupan poco
    espacio en el espectro de frecuencias, lo que permite asignar a
    las distintas emisoras frecuencias de portadora con una
    diferencia tan pequeña como 10 kHz sin que se
    produzcan interferencias apreciables. Por el contrario, la gama
    de frecuencias de una sola señal de televisión es
    de unos 4 millones de Hz, o 4 MHz, por lo que tales
    señales ocupan un espacio 400 veces mayor que la gama
    completa de frecuencias utilizada por una estación de
    radio en las emisiones AM
    corrientes.A fin de disponer de un
    número suficiente de canales para dar cabida a una serie
    de emisoras de televisión en una misma zona
    geográfica, es preciso utilizar frecuencias de
    transmisión relativamente elevadas para las portadoras de
    televisión. En Estados Unidos, por ejemplo, el
    número de canales asignados a las emisiones de
    televisión asciende a 68. Esta cifra se desglosa en 12
    canales en la banda de frecuencias muy elevadas (VHF) y 56 en la
    banda de las ultraelevadas (UHF).

    Emisión de alta frecuencia

    La utilización de las altas
    frecuencias para la emisión de televisión plantea
    una serie de problemas muy distintos a los de la emisión
    ordinaria de sonido. El alcance de las señales de radio de
    baja frecuencia es muy amplio, alcanzando centenares e incluso
    millares de kilómetros. Las señales de alta
    frecuencia, por el contrario, poseen un alcance relativamente
    limitado y a menudo no cubren mucho más de la distancia
    visible entre estaciones debido a la curvatura de la tierra.
    Así pues, mientras que la zona de servicio de una emisora
    normal de radio puede tener un radio muy por encima de los
    160 km, la de la emisora de televisión está
    limitada a unos 56 km, dependiendo de la altura de las
    antenas emisora y receptora. La cobertura total para un
    país de cierta extensión requiere muchas más
    estaciones de televisión que la radiodifusión
    ordinaria.

    Otro de los problemas con los que choca
    la utilización de altas frecuencias para la emisión
    de televisión consiste en que a dichas frecuencias, las
    ondas de radio se
    comportan casi como ondas luminosas y se reflejan en objetos
    sólidos, como montañas o edificios. A menudo,
    alguno de estos reflejos de una emisora se captan en un
    determinado punto de recepción, originando imágenes
    múltiples en la pantalla del receptor por haber viajado
    las señales reflejadas diferentes distancias y por tanto,
    por haber llegado al receptor en distintos tiempos.

    El problema de las señales
    reflejadas, así como el de la recepción de las
    señales de televisión a distancias superiores al
    alcance normal, han quedado resueltos en gran medida merced a la
    utilización de antenas receptoras especiales con una
    ganancia muy elevada para amplificar señales
    débiles. La mayoría son además
    direccionales, y presentan una gran ganancia para señales
    que se reciben en una determinada dirección y muy baja para las que inciden
    en las demás direcciones. La orientación correcta
    de la antena direccional permite seleccionar una de las
    señales reflejadas y eliminar las otras, suprimiendo
    así las imágenes múltiples en un punto
    concreto.

    Televisión por satélite

    Además del cable y las
    estaciones repetidoras terrestres, el satélite artificial
    constituye otro medio de transmisión de señales a
    grandes distancias. Un repetidor de microondas en
    un satélite retransmite la señal a una
    estación receptora terrestre, que se encarga de
    distribuirla a nivel local.

    Los problemas principales de los
    satélites de comunicaciones
    para la transmisión son la distorsión y el
    debilitamiento de la señal al atravesar la atmósfera.
    Tratándose además de distancias tan grandes se
    producen retrasos, que a veces originan ecos. Ciertos
    satélites repetidores de televisión actualmente en
    órbita están concebidos para retransmitir
    señales de una estación comercial a otra. Ciertas
    personas han instalado en sus hogares antenas parabólicas
    que captan la misma transmisión, eludiendo a menudo el
    pago de las tarifas por utilización de la
    televisión por cable, aunque ya se están efectuando
    transmisiones codificadas para evitar este fraude.

    RECEPTORES DE TELEVISIÓN

    El elemento más importante del
    receptor de televisión es el tubo de imágenes o
    cinescopio, que se encarga de convertir los impulsos
    eléctricos de la señal de televisión en
    haces coherentes de electrones que inciden sobre la pantalla
    final del tubo, produciendo luz así como una imagen
    continua.

    Cinescopios

    El cinescopio guarda con el receptor la
    misma relación que el tubo tomavistas con el emisor de
    televisión. La estructura real del cinescopio corresponde
    a la de un tubo de rayos catódicos, que recibe este nombre
    por generar un haz de electrones que proceden del cátodo,
    el electrodo negativo.

    La figura 3 muestra el
    funcionamiento de un cinescopio típico. Alojado en la
    parte más angosta de un tubo en forma de embudo se halla
    el cañón de electrones, compuesto por un filamento
    catódico, una rejilla de control y dos ánodos. Los
    electrones emitidos por el cátodo se enfocan para formar
    un haz compacto haciéndolos pasar por un pequeño
    orificio de la rejilla de control, que se mantiene a una
    tensión negativa respecto del cátodo. Este
    potencial ligeramente negativo de la rejilla hace que algunos
    electrones regresen al cátodo, dejando pasar sólo
    los que tienen una velocidad suficientemente elevada. Los dos
    ánodos se hallan a un potencial positivo creciente con
    respecto al cátodo, aplicando una aceleración a los
    electrones. El efecto del campo
    eléctrico entre los dos ánodos consiste en
    enfocar los electrones que atraviesan el tubo de forma que
    incidan sobre un único punto de la pantalla en la parte
    ancha del tubo. Por lo general hay la posibilidad de modificar la
    intensidad relativa del campo para poder centrar exactamente el
    punto en la pantalla. Una bobina de enfoque magnético
    suele ser la encargada de realizar la misma función que el
    campo entre ambos ánodos.

    La pantalla

    La pantalla está formada por un
    recubrimiento de la parte interior del tubo con alguno de los
    muchos tipos de productos químicos conocidos como
    sustancias fosforescentes, que presentan la propiedad de
    la luminiscencia al estar sometidos a un bombardeo de un haz de
    electrones. Cuando el tubo está encendido, el haz de
    electrones es perceptible en la pantalla en forma de un
    pequeño punto luminoso.

    En el cinescopio representado en la
    figura 3, el barrido del haz de electrones se consigue mediante
    dos parejas de placas deflectoras. Si una de las placas tiene
    carga positiva y la otra negativa, el haz se aparta de la
    negativa y se acerca a la positiva. La primera pareja de placas
    del tubo representada en el esquema desplaza el haz hacia arriba
    y hacia abajo y la segunda pareja lo hace lateralmente. En el
    receptor se generan los voltajes oscilantes de barrido y se
    sincronizan perfectamente con los del emisor mediante los
    impulsos de sincronismo de éste. Así, al sintonizar
    una emisora en el receptor, el ritmo y secuencia de barrido del
    cinescopio quedan ajustados automáticamente a los del tubo
    tomavistas en el emisor. En los cinescopios actuales, la
    deflexión se consigue mediante los campos
    magnéticos de dos pares de bobinas que forman un anillo
    deflector por fuera del tubo. Las corrientes de deflexión
    provienen de un generador en el receptor, sincronizado con el
    emisor.

    La señal de cámara del
    emisor se amplifica en el receptor y se aplica a la rejilla de
    control del cinescopio. Cuando la rejilla se hace negativa por
    efecto de la señal, la rejilla repele los electrones; y
    cuando la señal negativa se hace lo suficientemente
    intensa, no pasa ningún electrón y la pantalla
    queda a oscuras. Si la rejilla se torna ligeramente negativa,
    algunos electrones la atraviesan y la pantalla muestra un punto
    de leve luminosidad que corresponde al gris de la imagen
    original.

    A medida que el potencial de la
    rejilla se va acercando al del cátodo, la pantalla muestra
    un punto brillante que corresponde al blanco en la imagen
    original. La acción concertada del voltaje de
    exploración y el de la señal de cámara hace
    que el haz de electrones describa un trazo luminoso en la
    pantalla que es la reproducción exacta de la escena original.
    La sustancia fosforescente de la pantalla continúa
    brillando durante un breve lapso después de haber sido
    activada por el haz de electrones, de forma que los diferentes
    puntos se entremezclan formando una imagen continua.

    El tamaño del extremo del tubo del
    cinescopio determina el tamaño de la imagen en la
    pantalla. Los cinescopios se fabrican con pantallas que tienen
    una medida en diagonal (desde la esquina inferior izquierda hasta
    la superior derecha) entre 3,8 y 89 cm. Ya se han construido
    pantallas de cristal líquido, o LCD, para los televisores.
    La fabricación de tubos de grandes dimensiones resulta
    costosa y difícil y además corren mayor riesgo de
    rotura. Para obtener una imagen muy grande con tubos
    relativamente pequeños se suele proyectar la imagen sobre
    pantallas translúcidas u opacas. Estos cinescopios de
    proyección trabajan con tensiones muy altas para producir
    imágenes notablemente más luminosas que las que
    generan los tubos normales.

    Circuitos receptores

    Los circuitos de los receptores
    modernos de televisión son a la fuerza muy
    complejos, pero la idea general de cómo funcionan resulta
    fácilmente comprensible a la vista de la figura 4. La
    señal que recibe la antena se sintoniza y se amplifica en
    la etapa de radiofrecuencia. En la etapa de modulación
    la señal se mezcla con la salida de un oscilador local en
    el receptor que genera una frecuencia constante. Esta mezcla, o
    modulación, produce frecuencias heterodinas
    correspondientes a la señal de imagen y a la de sonido.
    Una vez separadas por circuitos filtro que permiten el paso de
    una banda de frecuencias y rechazan todas las demás, ambas
    señales se amplifican independientemente. La señal
    de sonido se amplifica en un amplificador intermedio, se demodula
    y se vuelve a amplificar de nuevo con un amplificador audio igual
    que en los receptores ordinarios de FM. En muchos de los
    receptores modernos, la señal de sonido se separa de la de
    imagen en una etapa posterior en el amplificador de
    vídeo.

    La señal de vídeo también
    se amplifica mediante un dispositivo intermedio independiente y a
    continuación se detecta. Tras someterla a otra
    amplificación posterior, la señal se divide con
    circuitos filtro en dos componentes separados. La señal de
    cámara y los impulsos de borrado pasan directamente a la
    rejilla del cinescopio para controlar la intensidad del haz de
    electrones. Los dos conjuntos de
    impulsos de sincronización se separan por filtrado en los
    componentes verticales y horizontales y se aplican a los
    osciladores que generan los voltajes usados para deflectar el haz
    de electrones. Las salidas de los osciladores vertical y
    horizontal se amplifican y se conducen al correspondiente
    conjunto de imanes deflectores del cinescopio a fin de formar el
    esquema de barrido.

    La utilización de válvulas
    en la televisión comenzó su declive, igual que en
    el caso de la radio, a finales de la década de 1960. Se
    sustituyeron por los transistores,
    circuitos
    integrados y demás dispositivos electrónicos de
    estado sólido que son mucho más pequeños y
    consumen menos potencia.

    El receptor doméstico de
    televisión se ha ido haciendo con los años cada vez
    más complejo. El televisor moderno ya no es sólo un
    elemento para sintonizar los programas emitidos. Es una unidad
    compleja, controlada por software capaz de recibir y
    visualizar servicios de
    teletexto y puede descodificar y reproducir emisiones musicales
    de alta fidelidad. Además, la cantidad de
    circuitería digital y de software en la
    televisión moderna (casi tan abundante como en alguna de
    las naves espaciales de la década de 1980) permite
    ajustarla y controlarla a gusto del espectador mediante un
    dispositivo de control remoto. La mayoría de los
    televisores dispone de conectores para enchufar grabadoras de
    vídeo y consolas de videojuegos.
    La idea de que el televisor es algo que se enciende simplemente
    para verse empieza a quedar bastante anticuada.

    Teletexto

    El sistema de teletexto visualiza en la
    pantalla del televisor información impresa y diagramas
    sencillos. Utiliza algunas de las líneas de reserva
    disponibles en la señal ordinaria de emisión. El
    sistema Ceefax de la BBC en el Reino Unido, por ejemplo,
    aprovecha algunas de las líneas fuera de la pantalla del
    total de 625 disponibles para transmitir información
    codificada, incluyendo noticias, información
    meteorológica, deportes, informes
    económicos, servicios de citas, recetas culinarias y
    guías de vacaciones. El descodificador del televisor se
    encarga de filtrar el teletexto del resto de la
    información de imágenes y de visualizarla a
    continuación en pantalla. Una pantalla normal de teletexto
    resulta bastante pobre comparada con la de las computadoras,
    ya que está formada por sólo 24 líneas de 40
    caracteres.

    TELEVISIÓN EN COLOR

    La televisión en color
    entró en funcionamiento en Estados Unidos y otros
    países en la década de 1950. En México, las
    primeras transmisiones en color se efectuaron en 1967 y en la
    década siguiente en España. Más del 90% de
    los hogares en los países desarrollados disponen
    actualmente de televisión en color.

    Color compatible

    La televisión en color se consigue
    transmitiendo, además de la señal de brillo, o
    luminancia, necesaria para reproducir la imagen en blanco y
    negro, otra que recibe el nombre de señal de crominancia,
    encargada de transportar la información de color. Mientras
    que la señal de luminancia indica el brillo de los
    diferentes elementos de la imagen, la de crominancia especifica
    la tonalidad y saturación de esos mismos elementos. Ambas
    señales se obtienen mediante las correspondientes
    combinaciones de tres señales de vídeo, generadas
    por la cámara de televisión en color, y cada una
    corresponde a las variaciones de intensidad en la imagen vistas
    por separado a través de un filtro rojo, verde y azul. Las
    señales compuestas de luminancia y crominancia se
    transmiten de la misma forma que la primera en la
    televisión monocroma. Una vez en el receptor, las tres
    señales vídeo de color se obtienen a partir de las
    señales de luminancia y crominancia y dan lugar a los
    componentes rojo, azul y verde de la imagen, que vistos
    superpuestos reproducen la escena original en color. El sistema
    funciona de la siguiente manera.

    Formación de las señales de
    color

    La imagen de color pasa a
    través de la lente de la cámara e incide sobre un
    espejo dicroico que refleja un color y deja pasar todos los
    demás. El espejo refleja la luz roja y deja pasar la azul
    y la verde. Un segundo espejo dicroico refleja la luz azul y
    permite el paso de la verde. Las tres imágenes
    resultantes, una roja, otra azul y otra verde, se enfocan en la
    lente de tres tubos tomavistas (orticones de imagen o
    plumbicones). Delante de cada tubo hay unos filtros de color para
    asegurar que la respuesta en color de cada canal de la
    cámara coincide con los colores primarios
    (rojo, azul y verde) a reproducir. El haz de electrones en cada
    tubo barre el esquema de imagen y produce una señal de
    color primario. Las muestras de estas tres señales de
    color pasan a un sumador electrónico que las combina para
    producir la señal de brillo, o blanco y negro. Las
    muestras de señal también entran en otra unidad que
    las codifica y las combina para generar una señal con la
    información de tonalidad y saturación. La
    señal de color se mezcla con la de brillo a fin de formar
    la señal completa de color que sale al aire.

    Receptores de color

    El receptor de televisión en color
    lleva un tubo de imágenes tricolor con tres cañones
    de electrones, uno para cada color primario, que exploran y
    activan los puntos fosforescentes en la pantalla del televisor.
    Estos puntos minúsculos, que pueden sobrepasar el
    millón, están ordenados en grupos de tres, uno
    rojo, otro verde y otro azul. Entre los cañones de
    electrones y la pantalla hay una máscara con diminutas
    perforaciones dispuestas de forma que el haz de electrones de
    cada cañón sólo pueda incidir sobre su
    correspondiente punto fosforescente. El haz que pinta la
    información roja sólo chocará con las
    fosforescencias rojas, y lo mismo para los otros
    colores.

    Cuando la señal de color
    entrante llega a un televisor de color, pasa por un separador que
    aísla el color del brillo. A continuación se
    descodifica la información de color. Al volverse a
    combinar con la información del brillo, se producen
    diferentes señales de color primario que se aplican al
    tubo tricolor, recreándose la imagen captada por la
    cámara de color. Si la señal de color llega a un
    televisor en blanco y negro, los circuitos del receptor ignoran
    los datos relativos a tonalidad y saturación y sólo
    tienen en cuenta la señal de brillo. La norma de
    televisión en color adoptada en Estados Unidos por el
    National Television System Committee (NTSC) y que es la
    usual en América Latina, no ha sido aceptada en otras
    partes del mundo. Quizá sobre todo por la ausencia de
    consenso acerca del equilibrio
    entre calidad y complejidad de la norma a utilizar. En muchas
    partes de Europa se rechaza la norma NTSC. En consecuencia,
    existen en el mundo varias normas, cada una
    de ellas con sus propias características. En el Reino
    Unido, la norma actual es PAL (Phase Alternate Line,
    véase Exploración más arriba), mientras que
    Francia utiliza la norma Color Secuencial de Memoria (SECAM).
    A grandes rasgos ambas pueden coexistir, pero existe un cierto
    grado de incompatibilidad en los equipos receptores.

    Partes: 1, 2

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