- Prefacio del editor
norteamericano - Unas palabras del
autor - Los pensamientos son
cosas - El deseo
- La fe
- La
autosugestión - El conocimiento
especializado - La
imaginación - La planificación
organizada - Decisión
- Perseverancia
- El poder del trabajo en
equipo - El misterio de la
transmutación del sexo - El
subconsciente - El
cerebro - El sexto
sentido - Los seis fantasmas del
temor
Es así de sencillo: la riqueza, la
realización personal,
están al alcance de todas aquellas personas que lo
desean; basta simplemente con desvelar un secreto, el
secreto del éxito.
Y para ello sencillamente hay que querer, estar dispuesto a
desvelarlo.
Napoleón Hill aprendió del famoso
industrial, filántropo y escrito Dale Carnegie este
secreto del éxito. Él lo que hizo –y resulta
una tarea importante- es, primero, sistematizarlo;
después, hacerlo accesible a cualquier persona de
cualquier clase
social.
"Piense y hágase rico" es una obra
diseñada para arrastrar al triunfo, entendido no
sólo como triunfo económico, sino, sobre todo, como
logro de esta íntima satisfacción que permite el
equilibrio
personal y que significa la base de las empresas
más comprometidas.. y más deseadas.
Napoleón Hill es en la actualidad el autor
de autoayuda y superación más prestigioso de todo
el mundo.
Gracias a él y a sus aleccionadoras palabras,
cientos de miles de personas corrientes se han sentido motivadas
para convertirse en supermillonarias. Ha sido asesor de varios
presidentes de los Estados
Unidos.
Entre sus obras cabe destacar "La actitud mental
positiva".
PREFACIO DEL EDITOR
NORTEAMERICANO
En el terreno de la realización personal, la
independencia
financiera y la riqueza del espíritu, más
allá de lo que se puede medir en dinero,
Piense y hágase rico es uno de los libros
más válidos de todos los tiempos.
Nunca hubo otro libro como
éste, ni nunca podrá haberlo. Fue inspirado por
Andrew Carnegie, que reveló su fórmula de
realización personal al autor, Napoleon Hill,
hace muchos años. Carnegie no sólo llegó a
ser multimillonario sino que hizo millonarios a una multitud de
hombres a los que enseñó su secreto. Otros 500
hombres ricos revelaron el origen de su riqueza a Napoleon Hill,
que ha pasado toda una vida de investigación difundiendo su mensaje a las
personas de todas las clases
sociales que están dispuestas a aportar sus ideas, sus
ilusiones y sus planes organizados a cambio de la
riqueza.
Centenares de personas han aplicado los famosos principios de
este libro en aras de su propio enriquecimiento. Sus secretos son
tan intemporales y prácticos como lo eran en la primera
edición
de Piense y hágase rico. En esta última
edición, los principios y las fórmulas que conducen
al éxito se han hecho asequibles a todos aquellos que
desean fervientemente hacer dinero y alcanzar las ricas
satisfacciones espirituales que la realización personal
proporciona. Piense y hágase rico es un libro
eminentemente práctico, que indica «qué hacer
y cómo». En él, usted encontrará la
magia de la autodirección, de la planificación organizada, la
autosugestión, las asociaciones inteligentes, un sistema
sorprendentemente revelador de autoanálisis, planes
detallados para vender sus servicios
personales y la riqueza de otras ayudas específicas,
provenientes de la experiencia de grandes hombres que han dado
sobradas muestras de su valor.
La riqueza al alcance de su mano no siempre puede
medirse en dinero. Hay grandes riquezas en las amistades
duraderas, las relaciones familiares armoniosas, la
simpatía y la comprensión entre los asociados, y en
la armonía interna que da la paz de espíritu, todos
ellos valores
mensurables en un plano espiritual.
Los conceptos primordiales de Piense y
hágase rico lo prepararán para atraer y
disfrutar de estos estados superiores que siempre han sido y
serán inaccesibles a todo el que no esté
preparado para ellos.
Cuando empiece a poner en práctica los principios
de Piense y hágase rico, esté preparado para
una vida distinta, en la que no sólo las dificultades y
tensiones se suavizarán, sino que estará
predispuesto a la acumulación de riquezas en
abundancia.
EL EDITOR
En cada capítulo de este libro, que ha hecho
fortunas para centenares de hombres extraordinariamente ricos a
quienes he analizado de manera exhaustiva durante
muchísimos años, se habla del secreto de
cómo hacer dinero.
El secreto me lo señaló Andrew Carnegie,
hace más de medio siglo. El viejo escocés, sagaz y
encantador, me lo espetó sin miramientos cuando yo era un
niño apenas. Luego se repantigó en la silla, con un
destello de alegría en los ojos, y me miró
detenidamente para ver si yo había comprendido todo el
significado de lo que me acababa de decir.
Al ver que yo había captado la idea, me
preguntó si estaría dispuesto a pasarme veinte
años o más
preparándome para ofrecérselo al mundo, a
hombres y mujeres que, sin ese secreto, podían llevar una
vida de fracasos. Le respondí que sí, y con la
ayuda del señor Carnegie, he mantenido mi
promesa.
Este libro contiene ese secreto, puesto a prueba por
centenares de personas de casi todas las clases sociales. Fue
idea del señor Carnegie que esta fórmula
mágica, que le proporcionó una fortuna estupenda,
debía ponerse al alcance de la gente que no tiene tiempo para
investigar cómo ganan los hombres el dinero, y
fue su deseo que yo pusiera a prueba y demostrara la eficacia de la
fórmula a través de la experiencia de0 hombres y
mujeres de todas las extracciones. Él opinaba que la
fórmula debía enseñarse en todas las
escuelas y universidades públicas, y expresaba la
opinión de que, si fuese enseñada de forma
adecuada, revolucionaría el sistema
educativo hasta tal punto que el tiempo que pasamos en la
escuela se
vería reducido a menos de la mitad.
En el capítulo sobre la fe, usted leerá la
sorprendente historia de la
organización de la gigantesca United States Steel
Corporation, tal como fue concebida y llevada a cabo por uno de
los jóvenes por medio de los que el señor Carnegie
demostró que su fórmula funcionaría con
todo el que estuviera preparado para ella. Esta sola
aplicación del secreto, ejecutada por Charles M. Schwab,
le dio una fortuna inmensa, tanto en dinero como en
oportunidades. Para decirlo ásperamente, esa particular
aplicación de la fórmula le valió
seiscientos millones de dólares.
Estos hechos, bien sabidos por la mayoría de las
personas que conocieron al señor Carnegie, dan una idea
bastante cabal de lo que la lectura de
este libro puede reportarle, suponiendo que usted sepa
qué es lo que quiere.
El secreto fue revelado a centenares de hombres y
mujeres que lo han empleado para su beneficio personal, tal como
el señor Carnegie había planeado. Algunos han hecho
fortunas con él. Otros lo han aplicado con éxito
para crear la armonía en su hogar. Un sacerdote lo
empleó con tal eficacia que le reportó unos
ingresos de
más de 75.000 dólares anuales.
Arthur Nash, un sastre de Cincinnati, usó su
negocio casi en bancarrota como conejillo de indias para poner a
prueba la fórmula. El negocio resurgió y
permitió a su dueño hacer una fortuna.
Todavía continúa prosperando, aunque el
señor Nash se haya ido. El experimento resultó tan
sorprendente que los periódicos y las revistas le hicieron
publicidad muy
elogiosa por valor de más de un millón de
dólares.
El secreto fue revelado a Stuart Austin Wier, de Dallas,
Texas. Él estaba preparado para recibirlo, hasta el punto
de abandonar su profesión y ponerse a estudiar Derecho.
¿Que si tuvo éxito? También relatamos esa
historia.
Cuando trabajaba como director de publicidad de La Salle
Extension University (Universidad a
distancia LaSalle), que entonces era apenas algo más que
un nombre, tuve el privilegio de ver cómo J. G. Chapline,
presidente de la universidad, usaba la fórmula con tanta
eficacia que hizo de LaSalle una de las universidades a distancia
más importantes del país.
El secreto al que me refiero es mencionado no menos de
un centenar de veces a lo largo de este libro. No se lo nombra
directamente, ya que parece funcionar con más éxito
cuando se lo descubre y surge evidente, cuando quienes
están preparados pueden captarlo en su búsqueda.
Por eso, el señor Carnegie me lo señaló de
forma tan discreta, sin darme su nombre
específico.
Si usted está preparado para ponerlo en
práctica, reconocerá este secreto al menos una vez
en cada capítulo. Me gustaría tener el privilegio
de decirle cómo sabrá si está preparado,
pero eso le privaría de muchos de los beneficios que
recibirá cuando haga el descubrimiento según su
propio criterio.
Si usted ha estado
desanimado o ha tenido que superar dificultades extraordinarias,
si ha probado y ha fracasado, si se ha visto disminuido por la
enfermedad o por defectos físicos, la historia del
descubrimiento de mi hijo y la aplicación de la
fórmula Carnegie pueden demostrarle que en el Desierto de
la Esperanza Perdida existe el oasis que usted ha estado
buscando.
Este secreto fue utilizado por el presidente Woodrow
Wilson durante la Primera Guerra
Mundial. Fue revelado a cada soldado que luchó en el
frente, cuidadosamente disimulado en el entrenamiento que
recibieron antes de ir a luchar. El presidente Wilson me dijo que
ése fue un factor importante en la obtención de los
fondos necesarios para la guerra.
Una característica peculiar de este secreto es
que quienes lo adquieren y lo emplean se ven literalmente
arrastrados hacia el éxito. Si usted lo duda, lea los
nombres de quienes lo han puesto en práctica, donde sea
que se mencionen; constate usted mismo sus logros y
convénzase.
¡Nunca obtendrá nada a cambio de nada! El
secreto al que me refiero no se puede obtener sin pagar un
precio, aunque
éste sea muy inferior a su valor. No pueden alcanzarlo a
ningún precio aquellos que no lo estén buscando
intencionadamente. Es imposible conocerlo a la ligera, y no se
puede comprar con dinero, porque viene en dos partes. Una de
ellas está ya en posesión de quienes se encuentran
preparados para él.
El secreto sirve por igual a todos aquellos que
estén preparados para recibirlo. La educación no tiene
nada que ver con él. Mucho antes de que yo naciera, el
secreto alcanzó a ser propiedad de
Thomas Alva Edison, el cual lo utilizó de manera tan
inteligente que llegó a ser el inventor más
importante del mundo, aunque apenas tenía tres meses de
escolarización.
El secreto fue transmitido a Edwin C. Barnes, un socio
de Edison, que lo utilizó con tanta eficacia, que, aunque
sólo ganaba unos doce mil dólares anuales,
acumuló una gran fortuna y se retiró del mundo de
los negocios
cuando todavía era muy joven. Se encontrará esta
historia al comienzo del primer capítulo. Usted se
convencerá de que la riqueza no está más
allá de su alcance; que todavía puede llegar a ser
lo que anhela; que el dinero, la fama, el reconocimiento y la
felicidad pertenecen a todo aquel que esté preparado y
decidido a tener esos beneficios.
¿Que cómo sé yo esas cosas? Usted
deberá saberlo antes de que haya terminado este libro.
Quizá lo descubra en el primer capítulo, o en la
última página.
Mientras llevaba a cabo una tarea de veinte años
de investigación, con la que me había comprometido
a instancias del señor Carnegie, analicé a
centenares de hombres famosos, y muchos de ellos admitieron que
habían acumulado su vasta fortuna mediante la ayuda del
secreto de Carnegie; entre aquellos hombres se
encontraban:
HENRY FORD CYRUS H. K. CURTIS
THEODORE ROOSEVELT ARTHUR BRISBANE
WILLIAM WRIGLEY JR. GEORGE EASTMAN
JOHN W. DAVIS CHARLES M. SCHWAB
JOHN WANAMAKER HARRIS F. WILLIAMS
ELBERT HUBBARD WOODROW WILSON
JAMES J. HILL DOCTOR FRANK
WILBUR WRIGHT GUNSAULUS
GEORGE S. PARKER WILLIAM HOWARD TAFT
WILLIAM JENNINGS DANIEL WILLARD
BRYAN LUTHER BURBANK
E. M. STATLER KING GILLETTE
DOCTOR DAVID STARR EDWARD W. BOK
JORDAN RALPH A. WEEKS
HENRY L. DOHERTY FRANK A. MUNSEY
J. ODGEN ARMOUR JUEZ DANIEL T. WRIGHT
ELBERT H. GARY CORONEL ROBERT A.
JOHN D. ROCKEFELLER DOLLAR
DOCTOR ALEXANDER DOCTOR FRANK CRANE
GRAHAM BELL EDWARD A. FILENE
THOMAS A. EDISON GEORGE M. ALEXANDER
JOHN H. PATTERSON EDWIN C. BARNES
FRANK A. VANDERLIP J. G. CHAPLINE
JULIUS ROSENWALD ARTHUR NASH
F. W. WOOLWORTH SENADOR JENNINGS
STUART AUSTIN RANDOLPH
WIER CLARENCE DARROW
Estos nombres representan apenas una pequeña
parte de los centenares de estadounidenses famosos cuyos logros,
sean financieros o de otra índole, de muestran que quienes
comprenden y aplican el secreto de Carnegie alcanzan posiciones
elevadas en la vida. No he conocido a nadie que, inspirado por el
secreto, no alcanzara un éxito notable en el campo que
hubiera elegido. Jamás conocí a ninguna persona
distinguida, ni que acumulara riquezas de ninguna índole,
que no estuviese en posesión del secreto. A partir de
estos dos hechos he llegado a la conclusión de que el
secreto es más importante, como parte del conocimiento
esencial para la autodeterminación, que cualquier otro
concepto que
uno reciba a través de lo que se conoce como
«educación».
¿Qué es la educación, en cualquier
caso? Esto ha quedado explicado con todo detalle. En alguna parte
del libro, a medida que usted vaya leyendo, el secreto al que me
refiero resaltará en la página y se tornará
evidente ante usted, si está preparado para ello. Cuando
aparezca, lo reconocerá. Tanto si percibe el signo en el
primero o en el último capítulo, deténgase
un momento cuando se le presente, y celébrelo, ya que esa
ocasión representará el hito más importante
de su vida.
Recuerde, además, a medida que vaya leyendo, que
todo esto tiene que ver con hechos y no con ficción, y que
su propósito consiste en transmitir una gran verdad
universal mediante la cual quienes estén preparados
podrán enterarse de qué hacer, y
cómo. También recibirán el estímulo
necesario para comenzar.
Como recomendación final de preparación
antes de que usted empiece el primer capítulo,
¿puedo ofrecerle una breve sugerencia que tal vez le
dé una clave con la que reconocer el secreto de Carnegie?
Es ésta: ¡todo logro, toda riqueza ganada tiene
su principio en una idea! Si usted está preparado para
el secreto, ya posee la mitad; por lo tanto, reconocerá la
otra mitad con facilidad en el momento en que alcance sus
pensamientos.
NAPOLEON HILL
EL HOMBRE QUE
«PENSÓ» EN LA MANERA DE ASOCIARSE CON THOMAS
A. EDISON
Desde luego, «los pensamientos son cosas»,
cosas muy poderosas cuando se combinan con la exactitud del
propósito, la perseverancia y un imperioso deseo de
convertirlas en riqueza, o en otros objetos materiales.
Hace algunos años, Edwin C. Barnes descubrió lo
cierto que es que los hombres realmente piensan y se hacen ricos.
Su descubrimiento no surgió de pronto, sino que fue
apareciendo poco a poco, empezando por un ferviente deseo de
llegar a ser socio del gran Edison.
Una de las características principales del deseo
de Barnes es que era preciso. Quería trabajar con Edison,
no para él. Observe con detenimiento la descripción de cómo fue convirtiendo
su deseo en realidad, y tendrá una mejor
comprensión de los principios que conducen a la riqueza.
Cuando apareció por primera vez en su mente, Barnes no
estaba en posición de actuar según ese deseo,
o
impulso del pensamiento.
Dos obstáculos se interponían en su camino. No
conocía a Edison, y no tenía bastante dinero para
pagarse el pasaje en tren hasta Orange, New jersey.
Estas dificultades hubieran bastado para desanimar a la
mayoría de los hombres en el intento de llevar a cabo el
deseo. ¡Pero el suyo no era un deseo ordinario!
EL INVENTOR Y EL VAGABUNDO
Barnes se presentó en el laboratorio de
Edison, y anunció que había ido a hacer negocios
con el inventor.
Hablando de su primer encuentro con Barnes, Edison
comentaba años más tarde: «Estaba de pie ante
mí, con la apariencia de un vagabundo, pero
había algo en su expresión que transmitía el
efecto de que estaba decidido a conseguir lo que se había
propuesto. Yo había aprendido, tras años de
experiencia, que cuando un hombre desea algo tan imperiosamente
que está dispuesto a apostar todo su futuro a una sola
carta para
conseguirlo, tiene asegurado el triunfo. Le di la oportunidad que
me pedía, porque vi que él estaba decidido a no
ceder hasta obtener el éxito. Los hechos posteriores
demostraron que no hubo error».
No podía haber sido el aspecto del joven lo que
le proporcionara su comienzo en el despacho de Edison, ya que
ello estaba definitivamente en su contra. Lo importante era lo
que él pensaba.
Barnes no consiguió su asociación con
Edison en su primera entrevista.
Obtuvo la oportunidad de trabajar en el despacho de Edison, por
un salario
insignificante. Transcurrieron los meses. En apariencia, nada
había sucedido que se aproximase al codiciado objetivo que
Barnes tenía en mente como su propósito inicial
y preciso. Pero algo importante estaba sucediendo en los
pensamientos de Barnes. Intensificaba constantemente su deseo de
convertirse en socio de Edison.
Los psicólogos han afirmado, con todo acierto,
que «cuando uno está realmente preparado para algo,
aparece». Barnes se hallaba listo para asociarse con
Edison; además, estaba decidido a seguir así hasta
conseguir lo que buscaba.
No se decía a sí mismo: «Vaya, no
hay manera. Supongo que acabaré por cambiar de idea y
probaré un trabajo de
vendedor». En vez de eso, se decía: «He venido
aquí a asociarme con Edison, y eso es lo que haré
aunque me lleve el resto de la vida». ¡Estaba
convencido de ello! ¡Qué historia tan diferente
contarían los hombres si adoptaran un propósito
definido, y mantuvieran ese propósito hasta que el tiempo
lo convirtiese en una obsesión obstinada!
Quizás el joven Barnes no lo supiera en aquel
entonces, pero su determinación inconmovible,
su
perseverancia en mantenerse firme en su único
deseo, estaba destinada a acabar con todos los obstáculos,
y a darle la oportunidad que buscaba.
LOS INESPERADOS DISFRACES DE LA
OPORTUNIDAD
Cuando la oportunidad surgió, apareció con
una forma diferente y desde una dirección distinta de las que Barnes
había esperado. Ése es uno de los caprichos de la
oportunidad. Tiene el curioso hábito de aparecer por la
puerta de atrás, y a menudo viene disimulada con la forma
del infortunio, o de la frustración temporal. Tal vez por
eso hay tanta gente que no consigue reconocerla.
Edison acababa de perfeccionar un nuevo invento,
conocido en aquella época como la Máquina de Dictar
de Edison. Sus vendedores no mostraron entusiasmo por aquel
aparato. No confiaban en que se pudiera vender sin grandes
esfuerzos. Barnes vio su oportunidad, que había surgido
discretamente, oculta en un máquina estrambótica
que no interesaba más que a Barnes y al
inventor.
Barnes supo que podría vender la máquina
de dictar de Edison. Se lo sugirió a éste, y, de
inmediato, obtuvo su oportunidad. Vendió la
máquina. En realidad, lo hizo con tanto éxito que
Edison le dio un contrato para
distribuirla y venderla por toda la nación.
A partir de aquella asociación, Barnes se hizo rico, pero
también consiguió algo mucho más importante:
demostró que uno, realmente, puede «pensar y hacerse
rico».
No tengo forma de saber cuánto dinero en efectivo
reportó a Barnes su deseo. Tal vez fueran dos o tres
millones de dólares, pero la cantidad, cualquiera que sea,
se torna insignificante cuando se la compara con la
posesión que adquirió en forma de conocimiento
definido de que un impulso intangible se puede transmutar en
ganancias materiales mediante la aplicación de
principios conocidos.
¡Barnes literalmente se pensó en
asociación con el gran Edison! Se pensó
dueño de una fortuna. No tenía nada con qué
empezar, excepto la capacidad de saber lo que deseaba, y la
determinación de mantenerse fiel a ese deseo hasta haberlo
realizado.
A UN METRO DEL ORO
Una de las causas más comunes del fracaso es el
hábito de abandonar cuando uno se ve presa de una
frustración temporal. Todos son culpables de este
error en un momento u otro.
Un tío de R. V. Darby fue presa de «la
fiebre del
oro» en
los días en que era una fiebre endémica, y se fue
al Oeste a cavar para hacerse rico. No sabía que se ha
sacado más oro de los pensamientos de los hombres que de
la tierra.
Obtuvo una licencia y se fue a trabajar con el pico y la
pala.
Después de varios meses de trabajo obtuvo la
recompensa de descubrir una veta de mineral brillante. Necesitaba
maquinaria para extraer el mineral. Con discreción,
cubrió la mina, volvió sobre sus pasos a su hogar
en Williamsburg, Maryland, y les habló a sus parientes y a
algunos vecinos del «hallazgo». Todos reunieron el
dinero necesario para la maquinaria, y la enviaron a la mina.
Darby y su tío volvieron a trabajar en ella.
Extrajeron el primer carro de mineral y lo enviaron a un
fundidor. ¡Las utilidades demostraron que poseían
una de las minas más ricas de Colorado!
Con unos pocos carros más de mineral
saldarían todas las deudas. Entonces empezarían a
ganar dinero en grande. ¡Hacia abajo fueron los taladros!
¡Muy alto llegaron las esperanzas de Darby y de su
tío! Entonces sucedió algo. ¡El filón
de mineral brillante desapareció! Habían llegado al
final del arco iris, y la olla de oro no estaba allí.
Perforaron en un desesperado intento para volver a encontrar la
veta, pero fue en vano. Finalmente, decidieron abandonar.
Vendieron la maquinaria a un chatarrero por unos pocos centenares
de dólares, y tomaron el tren de vuelta a casa. El
chatarrero llamó a un ingeniero de minas para que mirara
la mina e hiciera una prospección. El ingeniero le
informó de que el proyecto
había fracasado porque los dueños no estaban
familiarizados con las «vetas falsas». Sus
cálculos indicaban que la veta reaparecería
¡a un metro de donde los Darby habían dejado de
perforar! ¡Allí fue precisamente donde fue
encontrada! El chatarrero extrajo millones de dólares en
mineral de aquella mina porque supo buscar el asesoramiento de un
experto antes de darse por vencido.
«NUNCA ME DETENDRÉ PORQUE ME DIGAN
"NO"»
Mucho tiempo después, Darby se resarció
sobradamente de su pérdida, cuando descubrió
que el deseo se puede transmutar en oro. Eso le ocurrió
después de que ingresara en el negocio de la venta de seguros de vida.
Recordando que había perdido una inmensa fortuna por haber
dejado de perforar a un metro del oro, Darby aprovechó esa
experiencia en el trabajo que
había elegido, con el sencillo método de
decirse a sí mismo: «Me detuve a un metro del oro,
pero nunca me detendré porque me digan "no" cuando
yo trate de venderles un seguro».
Darby se convirtió en uno de los pocos hombres
que venden un millón de dólares anuales en seguros.
Su tenacidad se la debía a la lección que
había aprendido de su deserción en el negocio de la
mina de oro.
Antes de que el éxito aparezca en la vida de
cualquier hombre, es seguro que éste se encontrará
con muchas frustraciones temporales, y tal vez con algún
fracaso. Cuando la frustración se adueña del
hombre, lo más fácil y más lógico que
puede hacer es abandonar. Eso es lo que la mayoría de los
hombres hace. Más de quinientos de los hombres más
prósperos que han conocido los Estados Unidos le han dicho
al autor que sus mayores éxitos surgieron un paso
más allá del punto en que la frustración se
había apoderado de ellos. El fracaso es un embustero con
un mordaz sentido de la ironía y la malicia. Se deleita en
hacernos tropezar cuando el éxito está casi a
nuestro alcance.
UNA LECCIÓN DE PERSEVERANCIA DE CINCUENTA
CENTAVOS
Poco después de que Darby se doctorase en la
«Universidad de los Porrazos», y decidiera aprovechar
su experiencia en el asunto de la mina de oro, tuvo la buena
fortuna de estar presente en una ocasión que le
demostró que «No» está muy lejos de no.
Una tarde ayudaba a su tío a moler trigo en un viejo
molino. Éste dirigía una granja grande, donde
vivían cierto número de granjeros arrendatarios de
color. La puerta
se abrió silenciosamente, y una niña, hija de uno
de los arrendatarios, entró y se situó junto a la
puerta. El tío levantó la vista, miró a la
niña y gritó con aspereza:
-¿Qué quieres?
-Mi mamá dice que le mande cincuenta centavos
-respondió, humilde, la niña.
-Ni hablar -replicó el tío-, y ahora vete
a tu casa.
-Sí, señor -dijo la niña, pero no
se movió.
El tío siguió con su trabajo, tan ocupado
que no prestó atención a la niña y no se dio
cuenta de que no se había marchado. Cuando volvió a
levantar la mirada y la vio allí parada,
gritó:
– ¡He dicho que te vayas a tu casa! Ahora,
márchate o te daré una paliza.
-Sí, señor -dijo la niña, pero
siguió inmóvil.
El tío dejó un saco de grano que estaba
por echar en la tolva del molino, cogió una duela de
barril y empezó a acercarse a la niña con una
expresión poco tranquilizadora. Darby contuvo el aliento.
Estaba seguro de hallarse a punto de presenciar una paliza.
Sabía que su tío tenía un temperamento
terrible. Cuando su tío llegó donde estaba la
niña, ella dio un rápido paso al frente, le
miró a los ojos, y gritó con todas sus
fuerzas:
– ¡Mi mamá necesita esos cincuenta
centavos! El tío se detuvo, la miró unos instantes,
y luego dejó
lentamente la duela de barril a un lado, se metió
la mano en el bolsillo, sacó medio dólar y se lo
dio a la niña. Ella cogió el dinero y se
encaminó despacio hacia la puerta, sin quitar los ojos del
hombre al que acababa de vencer. Después de que la
niña se hubo marchado, el tío se sentó en
una caja y permaneció mirando por la ventana durante
más de diez minutos. Estaba reflexionando, sorprendido,
sobre la derrota que acababa de sufrir. Darby también se
hallaba pensativo. Ésa era la primera vez en su vida que
había visto a una criatura de color dominar a un blanco
adulto. ¿Cómo lo había hecho?
¿Qué le había ocurrido a su tío para
que perdiera su ferocidad y se volviera tan dócil como un
cordero? ¿Qué extraño poder
había empleado esa niña para hacerse dueña
de la situación? Estas y otras preguntas similares
destellaban en la mente de Darby, pero no halló las
respuestas hasta muchos años después, cuando me
relató la historia. Curiosamente, el relato de esa inusual
experiencia la escuché en el viejo molino; el mismo sitio
donde su tío recibió esa lección.
EL EXTRAÑO PODER DE UNA
NIÑA
En aquel viejo molino polvoriento, el señor Darby
me relató la historia del extraño triunfo, y
terminó
preguntándome:
-¿Cómo entiende esto? ¿Qué
extraño poder tenía esa niña, para dominar
por completo a mi tío? La respuesta a esa pregunta la
encontrará en los principios que se describen en este
libro. La respuesta es categórica y completa. Contiene
detalles e instrucciones suficientes para que cualquiera
comprenda y aplique la misma fuerza con la
que ella se encontró de forma accidental.
Manténgase alerta, y observará el
extraño poder que acudió en ayuda de la
niña. Tendrá un atisbo de ese poder en el
próximo capítulo. En alguna parte del libro
encontrará una idea que aguzará sus poderes
receptivos, y pondrá a su alcance, para su propio
beneficio, ese mismo poder irresistible. La comprensión de
él puede aparecer ante usted en el primer capítulo,
o tal vez surja en su conciencia
más adelante. Puede presentarse en forma de una sola idea.
O quizá la encuentre en la naturaleza de
un plan, o en un
propósito.
Una vez más, puede hacerle volver sobre sus
pasadas experiencias de frustración o de fracaso, para
aportar alguna lección mediante la cual usted recupere
todo lo que había perdido en su fracaso. Después de
haberle explicado al señor Darby el poder que la
niña de color había empleado quizá sin
saberlo, él repasó en seguida sus treinta
años de experiencia en la venta de seguros de vida, y
estuvo francamente de acuerdo en que su éxito en ese campo
se debía, en gran parte, a la lección que
había aprendido de la pequeña.
El señor Darby señaló:
-Cada vez que un posible comprador trataba de deshacerse
de mí, sin hacerse el seguro, yo visualizaba a la
niña, parada en el viejo molino, con sus ojazos
desafiantes, y me decía a mí mismo: «Tengo
que conseguir esta venta». La mejor parte de las ventas que he
hecho han sido a gente que me había dicho
«No». El señor Darby también
recordó su error al haberse detenido a un metro escaso del
oro.
-Pero esa experiencia fue una bendición
encubierta. Me enseñó a seguir insistiendo sin que
importasen las dificultades, y fue una lección que
necesité aprender antes de poder tener éxito en
cualquier campo. Esta historia del señor Darby y de su
tío, de la niña y de la mina de oro, sin duda la
leerán centenares de hombres que se ganan la vida
vendiendo seguros de vida, y el autor desea ofrecer a todos ellos
la sugerencia de que Darby le debe a esas dos experiencias su
capacidad para vender más de un millón de
dólares anuales en seguros de vida.
Las experiencias del señor Darby fueron bastante
comunes y triviales, y, sin embargo, contienen la respuesta de su
destino en la vida; por lo tanto fueron tan importantes (para
él) como su propia vida. Sacó provecho de ellas
porque las analizó, y supo ver lo que le enseñaban.
Pero ¿qué hay del hombre que no tiene el tiempo ni
la inclinación para estudiar el fracaso en busca del
conocimiento que pueda conducirlo al éxito?
¿Dónde y cómo va a aprender el arte de convertir
los fallos en escalones hacia la oportunidad? Para responder a
esas preguntas se ha escrito este libro.
TODO LO QUE USTED NECESITA ES UNA BUENA
IDEA
La respuesta se expone en una descripción de
trece principios, pero recuerde, a medida que vaya leyendo, que
la respuesta que quizás usted está buscando a las
preguntas que le han hecho reflexionar en los misterios de la
vida, puede encontrarla en usted mismo, a través de
alguna idea, plan o propósito que tal vez surja en su
cerebro durante
la lectura.
Una buena idea es todo lo que se necesita para alcanzar
el éxito. Los principios descritos en este libro contienen
medios y
maneras de crear ideas útiles. Antes de seguir adelante
con nuestro enfoque para describir esos principios, creemos que
merece la pena recibir esta importante sugerencia:
Cuando las riquezas empiezan a aparecer, lo hacen con
tanta rapidez, y en tal abundancia, que uno se pregunta
dónde habían estado escondidas durante todos esos
años de necesidad.
Ésta es una afirmación sorprendente, y
tanto más si tenemos en cuenta la creencia popular de que
la riqueza premia sólo a quienes trabajan mucho durante
mucho tiempo.
Cuando usted comience a pensar y a hacerse rico,
observará que la riqueza empieza a partir de un estado
mental, con un propósito definido, con poco trabajo duro,
o sin ninguno. Usted, o cualquier otra persona, puede estar
interesado en saber cómo adquirir ese estado mental que
atraerá la riqueza. He pasado veinticinco años
investigando porque también yo quería saber
«cómo los ricos llegan a ser
ricos».
Observe con mucha atención, tan pronto como
domine los principios de esta manera de pensar, y empiece a
seguir las instrucciones para aplicar esos principios, que su
nivel económico empezará a crecer, y que todo lo
que usted toque comenzará a transmutarse en haberes de su
propio beneficio. ¿Imposible? ¡De ninguna
manera!
Una de las mayores debilidades de la especie humana es
la típica familiaridad del hombre con la palabra
«imposible». Él conoce todas las reglas que no
darán resultado. Sabe todas las cosas que no se pueden
hacer. Este libro se escribió para quienes buscan las
reglas que han hecho de otros personas de provecho, y
están dispuestos a jugárselo todo con esas
reglas.
El fracaso asola a aquellos que se resignan a él
con indiferencia. El objeto de este libro es ayudar a todo el que
quiera aprender el arte de cambiar de enfoque: del fracaso al
éxito.
Otra debilidad que se encuentra en conjunto en
demasiadas personas es el hábito de medirlo todo, y a
todos, por sus propias impresiones y creencias. Quienes lean esto
creerán que jamás podrán pensar y hacerse
ricos, porque sus hábitos de pensamiento se han
empantanado en la pobreza, el
deseo, la miseria, los errores y el fracaso. Estas personas
desafortunadas me recuerdan a un chino distinguido, que fue a
Estados Unidos a recibir una educación americana.
Acudía a la Universidad de Chicago. Un día, el
presidente Harper se encontró con ese joven oriental en el
campus, se detuvo a charlar con él unos minutos, y le
preguntó qué le había impresionado como la
característica más notable del pueblo
estadounidense.
-Bueno -replicó el estudiante-, la extraña
forma de sus ojos. ¡Tienen unos ojos
rarísimos!
¿Qué decimos nosotros de los chinos? Nos
negamos a creer lo que no entendemos. Pensamos tontamente que
nuestras propias limitaciones son el patrón adecuado de
las limitaciones. Por supuesto, los ojos de los demás
«son rarísimos», porque no son iguales a los
nuestros.
EL «IMPOSIBLE» MOTOR V8 DE
FORD
Cuando Henry Ford decidió fabricar su famoso
motor V8, quiso construir un motor con los ocho cilindros
alojados en un solo bloque, y dio instrucciones a sus ingenieros
para que produjeran un prototipo del motor. El proyecto estaba ya
volcado sobre el papel, pero los ingenieros acordaron que era de
todo punto imposible embutir ocho cilindros en un motor de un
solo bloque.
-Prodúzcanlo de todas maneras -dijo Ford. -Pero
¡es imposible! -replicaron ellos. -Adelante -ordenó
Ford-, y no dejen de trabajar hasta haberlo conseguido, no
importa cuánto tiempo haga falta.
Los ingenieros pusieron manos a la obra. No
tenían otra opción si querían seguir
formando parte del equipo de Ford. Seis meses transcurrieron sin
que obtuvieran resultados. Pasaron otros seis meses, y
todavía no habían conseguido nada. Los ingenieros
probaron todos los planes concebibles para llevar a cabo el
proyecto, pero aquello parecía incuestionable:
¡imposible!
Al cabo de un año, Ford se reunió con los
ingenieros, que volvieron a informarle de que no habían
hallado manera de cumplir sus órdenes.
-Sigan con el trabajo -dijo Ford-, quiero ese motor, y
lo tendré.
Continuaron haciendo pruebas, y
entonces, como por arte de magia, el secreto quedó
desvelado.
¡La determinación de Ford había
ganado una vez más! Quizás esta historia no
esté descrita con precisión de detalles, pero las
circunstancias y el resultado son los correctos. Deduzca de ella,
usted que desea pensar y hacerse rico, el secreto de los millones
de Ford, si puede. No tendrá que buscar muy lejos. Henry
Ford tuvo éxito porque comprendió y aplicó
los principios del éxito. Uno de ellos es el deseo; saber
lo que uno quiere. Recuerde esta historia de Ford mientras lee, y
señale las líneas en que se describe el secreto de
su extraordinaria proeza. Si puede hacer esto, si usted es capaz
de poner el dedo en el particular grupo de
principios que hicieron rico a Henry Ford, usted puede igualar
sus logros en casi cualquier oficio para el que esté
preparado.
POR QUÉ ES USTED «EL DUEÑO DE SU
DESTINO»
Cuando Henley escribió sus proféticas
palabras: «Soy el dueño de mi destino, soy el
capitán de mi alma»,
debería habernos informado de que nosotros somos los
dueños de nuestro destino, los capitanes de nuestra alma,
porque tenemos el poder de controlar nuestros
pensamientos.
Debería habernos dicho que nuestro cerebro se
magnetiza con los pensamientos dominantes que llevamos en la
mente, y que, por mecanismos que nadie conoce bien, estos
«imanes» atraen hacia nosotros las fuerzas, las
personas, las circunstancias de la vida que armonizan con la
naturaleza de nuestros pensamientos dominantes.
Debería habernos dicho que, antes de poder acumular
riquezas en abundancia, tenemos que magnetizar nuestra mente con
un intenso deseo de riqueza, que hemos de tomar conciencia de la
riqueza hasta que el deseo por el dinero nos conduzca a hacer
planes definidos para adquirirlo.
Pero, al ser un poeta, y no un filósofo, Henley
se contentó con afirmar una gran verdad de manera
poética, dejando que sus lectores interpretaran el
significado filosófico de sus líneas.
Poco a poco, la verdad ha ido desvelándose, hasta
que ahora parece cierto que los principios descritos en este
libro contienen el secreto del dominio sobre
nuestro destino económico.
PRINCIPIOS QUE PUEDEN CAMBIAR SU
DESTINO
Ahora estamos preparados para examinar el primero de
esos principios. Mantenga una actitud de apertura mental y
recuerde, a medida que vaya leyendo, que no son invención
de nadie. Son principios que han funcionado para muchos hombres.
Usted puede ponerlos a trabajar para su propio beneficio
permanente. Verá qué fácil es.
Hace algunos años, pronuncié el discurso de la
entrega de diplomas en el Salem College, en Salem, Virginia
Occidental. Acentué el principio descrito en el
próximo capítulo con tal intensidad, que uno de los
miembros de la clase que obtendría el diploma se lo
apropió, y lo convirtió en parte de su forma de ver
la vida. Ese joven llegó a ser miembro del Congreso y un
personaje importante en la
Administración de Franklin D. Roosevelt. Me
escribió una carta en la que presenta con tanta claridad
su opinión sobre el principio que trataremos en el
próximo capítulo, que he decidido publicarla como
introducción a dicho capítulo. Le
dará una idea a usted de los beneficios que le
esperan.
Estimado Napoleón:
Dado que mi servicio como
miembro del Congreso me ha proporcionado cierta
comprensión de los problemas de
hombres y mujeres, le escribo para ofrecerle una sugerencia que
puede ser útil a millares de personas.
En 1922, usted pronunció un discurso en la
entrega de diplomas en el Salem College, cuando yo era miembro de
la clase que los recibiría. En aquel discurso, usted
plantó en mí mente una idea a la que debo la
oportunidad que ahora tengo de servir a la gente de mi Estado, y
que será responsable, en gran medida, de cualquier
éxito que yo pueda alcanzar en el futuro.
Recuerdo, como si hubiese sido ayer, la maravillosa
descripción que usted hizo del método por el que
Henry Ford, con muy pocos estudios, sin un dólar, sin
amigos influyentes, llegó tan alto. Entonces
resolví, incluso antes de que usted hubiera acabado su
discurso, que me haría un lugar en la vida, sin que
importara cuántas dificultades tuviera que
afrontar.
Millares de jóvenes terminarán sus
estudios universitarios este año, y los años
venideros. Cada uno de ellos estará buscando un mensaje
tan alentador como el que yo recibí de usted.
Querrán saber a dónde acudir, qué hacer,
cómo empezar en la vida. Usted puede decírselo,
porque ha ayudado a resolver los problemas de mucha
gente.
En Estados Unidos hay en la actualidad miles de
jóvenes que quisieran saber cómo convertir sus
ideas en dinero, gente que debe empezar desde abajo, sin dinero,
y amortizar sus pérdidas. Si alguien puede ayudarles, es
usted.
Si publica el libro, me gustaría tener el primer
ejemplar que salga de la imprenta,
autografiado por usted.
Con mis mejores deseos, créame, cordialmente
suyo,
JENNINGS RANDOLPH
Treinta y cinco años después de haber
leído aquel discurso, fue un placer para mí
regresar al Salem College en 1957 para hacer el discurso de la
entrega de diplomas. En aquel entonces recibí el
título de doctor honorario de Literatura del Salem
College.
Desde aquella ocasión, en 1922, he visto
prosperar a Jennings Randolph hasta llegar a ser ejecutivo de una
de las más importantes líneas aéreas de la
nación,
un orador muy inspirado, y senador de Estados Unidos por Virginia
Occidental.
TODO AQUELLO QUE LA MENTE HUMANA PUEDA CONCEBIR Y CREER
SE PUEDE ALCANZAR
EL PUNTO INICIAL DE TODO LOGRO
El primer paso hacia la riqueza
Cuando Edwin C. Barnes se apeó del tren de carga
en Orange, New jersey, hace más de cincuenta años,
quizá pareciese un vagabundo, ¡pero sus ideas
eran las de un rey!
Mientras se dirigía desde los rieles del
ferrocarril hacia la oficina de Thomas
A. Edison, su cerebro trabajaba sin parar. Se veía a
sí mismo de pie en presencia de Edison. Se
oía pidiéndole a Edison la oportunidad de llevar a
cabo la única obsesión imperiosa de su vida, el
deseo ardiente de llegar a ser socio en los negocios del gran
inventor.
¡El deseo de Barnes no era una esperanza!
¡No eran ganas! Era un deseo vehemente, palpitante, que
lo trascendía todo. Era definido. Algunos años
después, Edwin C. Barnes volvió a pararse frente a
Edison, en la misma oficina en qué se había
encontrado por primera vez con el inventor. En esta
ocasión, el deseo se había convertido en realidad.
Era socio de Edison. El sueño dominante de su vida
se había vuelto realidad.
Barnes tuvo éxito porque eligió un
objetivo definido, y puso toda su energía, toda su fuerza
de voluntad, todos sus esfuerzos, todo, en pos de ese
objetivo.
EL HOMBRE QUE QUEMÓ SUS NAVES
Pasaron cinco años antes de que apareciera la
oportunidad que había estado buscando. Para todos, excepto
para él, sólo parecía una parte más
del engranaje de los negocios de Edison, pero en su interior,
él fue el socio de Edison cada minuto del día,
desde el primero en que empezó a trabajar allí. Es
una ejemplificación notable del poder de un deseo
definido. Barnes consiguió su objetivo porque deseaba ser
socio de Edison más que ninguna otra cosa. Creó un
plan con el que alcanzar su propósito. Pero quemó
todas sus naves tras de sí. Se mantuvo firme en su deseo
hasta que éste se convirtió en la
obstinación obsesiva de su vida y, finalmente, en un
hecho.
Cuando viajó a Orange, no se dijo a sí
mismo: «Trataré de convencer a Edison de que me
dé algún tipo de trabajo», sino: «Voy a
ver a Edison para explicarle que he venido a hacer negocios con
él».
No se dijo: «Estaré alerta ante cualquier
otra oportunidad, en caso de que no consiga lo que quiero en la
organización de Edison», sino:
«No hay más que una cosa en este mundo que estoy
decidido a conseguir, y es asociarme con Edison en sus negocios.
Quemaré todas las naves tras de mí, y
apostaré mi futuro a mi capacidad para conseguir lo que
quiero».
No se planteó en ningún momento
retroceder. ¡Tenía que triunfar o morir!
¡Ésa es toda la historia del éxito de
Barnes!
EL INCENTIVO QUE CONDUCE A LA RIQUEZA
Hace mucho tiempo, un gran guerrero afrontó una
situación que requería de él una
decisión que garantizara su éxito en el campo de
batalla. Iba a enviar sus tropas contra un enemigo poderoso,
cuyos hombres superaban a los suyos en número.
Embarcó a sus soldados, navegó hacia el país
enemigo, desembarcó soldados y equipos, y dio la orden de
quemar las naves que los habían llevado hasta allí.
Al dirigirse a sus hombres antes de la primera batalla, dijo:
«Ved cómo los barcos se convierten en humo.
¡Eso significa que no podremos dejar estas playas vivos a
menos que ganemos! ¡Ahora no tenemos opción:
venceremos o moriremos!».
Vencieron.
Cada persona que vence en cualquier empresa debe
estar dispuesta a quemar sus naves y eliminar todas las
posibilidades de dar marcha atrás. Sólo así
puede tener la seguridad de
mantener ese estado mental conocido como deseo ardiente de ganar,
esencial para el éxito.
La mañana siguiente al gran incendio de Chicago,
un grupo de comerciantes se quedó de pie en State Street,
observando los restos humeantes de lo que habían sido sus
tiendas. Organizaron una reunión para decidir si
tratarían de reconstruirlas o abandonarían Chicago
para volver a empezar en algún lugar del país
más prometedor. Llegaron a una decisión, todos
menos uno: abandonar Chicago. El comerciante que decidió
quedarse y reconstruir su negocio señaló con el
dedo los restos de su tienda, y dijo: «Caballeros, en este
mismo sitio construiré la tienda más grande del
mundo, no importa las veces que pueda quemarse».
Eso fue hace casi un siglo. La tienda fue construida.
Todavía sigue en pie, una torre, un monumento al poder de
ese estado mental conocido como deseo ardiente. Lo más
sencillo que Marshall Field podría haber hecho era imitar
a sus colegas. Cuando las perspectivas se mostraban
difíciles, y el futuro parecía funesto, se
retiraron adonde las cosas pareciesen más
fáciles.
Fíjese bien en la diferencia entre Marshall Field
y los demás comerciantes, porque es la misma diferencia
que distingue a casi todos los que tienen éxito de
aquellos que fracasan.
Todo ser humano que alcanza la edad de comprender la
razón de ser del dinero, quiere dinero. Quererlo no
basta para acumular riqueza. Pero desear la riqueza con un
estado mental que se convierte en una obsesión, y luego
planificar formas y medios definidos para adquirirla, y ejecutar
esos planes con una perseverancia que no acepte el
fracaso, atraerá la riqueza.
SEIS MANERAS DE CONVERTIR EL DESEO EN
ORO
El método por el que el deseo de riqueza se puede
transmutar en su equivalente monetario consiste en seis pasos
prácticos y definidos, que son los siguientes:
Primero: determine la cantidad exacta de dinero
que desea. No basta con decir: «Quiero mucho dinero».
Sea definitivo en cuanto a la cantidad. (Hay una razón
psicológica para esta precisión, que describiremos
en un capítulo próximo.)
Segundo: determine con exactitud lo que se propone dar a
cambio del dinero que desea. (No se recibe algo por
nada.)
Tercero: establezca un plazo determinado en el que se
propone poseer el dinero que desea. Cuarto: cree un plan
preciso para llevar a cabo su deseo, y empiece de
inmediato, sin que importe si se halla preparado o no, a
poner el plan en acción.
Quinto: escriba un enunciado claro y conciso de la
cantidad de dinero que se propone conseguir, apunte el tiempo
límite para esta adquisición, aclare lo que se
propone dar a cambio del dinero, y describa con exactitud el plan
mediante el que se propone formularlo.
Sexto: lea su memorándum en voz alta, dos veces
al día, una vez antes de acostarse, y otra, al levantarse.
Mientras lee, vea, sienta y piénsese ya en
‘posesión del dinero’.
Es importante que siga las instrucciones descritas en
estos seis pasos. En especial observe y siga las instrucciones
del sexto paso. Tal vez se queje de que le resulta imposible
«verse en posesión del dinero» antes de
tenerlo realmente. Aquí es donde el deseo ardiente
acudirá en su ayuda. Si usted realmente desea el dinero
con tanta vehemencia que su deseo se ha convertido en una
obsesión, no tendrá dificultad en convencerse de
que lo adquirirá. El caso es desear el dinero, y llegar a
estar tan determinado a poseerlo que se convenza de que lo
tendrá.
¿PUEDE IMAGINARSE QUE ES USTED
MILLONARIO?
Para el no iniciado, que no se ha educado en los
principios fundamentales de la mente humana, quizás estas
instrucciones parezcan poco prácticas. Para quienes no
consigan reconocer la validez de estos seis puntos, puede ser
útil saber que la información que difunden fue revelada por
Andrew Carnegie, el cual empezó como un obrero
común en una siderúrgica; pero se las
arregló, pese a sus humildes comienzos, para que estos
principios le rindieran una fortuna de más de cien
millones de dólares. Como ayuda adicional quizá le
sirva saber que los seis puntos recomendados aquí fueron
cuidadosamente estudiados por el extinto Thomas A. Edison, que
puso su sello de aprobación en ellos por ser esenciales no
sólo para la acumulación de dinero, sino para la
consecución de cualquier objetivo. Estos pasos no
requieren «trabajo duro». Tampoco sacrificio. No
exigen que uno se vuelva ridículo, ni crédulo. Para
utilizarlos no hace falta educación
superior. Pero la aplicación eficaz de estos seis
pasos exige la suficiente imaginación que nos
permita ver y comprender que la acumulación de dinero no
se puede dejar al azar, a la buena suerte o al destino. Uno debe
darse cuenta de que todos los que han acumulado grandes fortunas
primero han soñado, deseado, anhelado, pensado y
planificado antes de haber adquirido el dinero.
Llegados a este punto, usted sabrá también
que nunca tendrá riquezas en grandes cantidades a
menos que pueda llegar a ser la viva expresión del
deseo ardiente por el dinero, y que realmente crea
que lo poseerá.
EL PODER DE LOS GRANDES SUEÑOS
A quienes nos encontramos en esta carrera hacia la
riqueza debe animarnos saber que este mundo cambiante exige
nuevas ideas, nuevas maneras de hacer las cosas, nuevos
líderes, nuevos inventos, nuevos
métodos de
enseñanza, nuevos métodos de venta,
nuevos libros, literatura nueva, nuevos programas de
televisión, nuevas ideas para el cine. Tras
toda esta demanda de
cosas nuevas y mejores hay una cualidad que uno debe poseer para
ganar, y es la definición del propósito, el
conocimiento exacto de lo que uno quiere, y un deseo
ardiente de poseerlo.
Los que deseamos acumular riqueza debemos recordar que
los verdaderos líderes del mundo han sido siempre hombres
que han sabido dominar, para su uso práctico, las fuerzas
invisibles e intangibles de la oportunidad que está por
surgir, y han convertido esas fuerzas (o impulsos de pensamiento)
en rascacielos, fábricas, aviones, automóviles, y
toda forma de recurso que hace la vida más
placentera.
Al planear la adquisición de su porción de
riqueza, no se deje influir por quienes menosprecien sus
sueños. Para lograr grandes ganancias en este mundo
cambiante, uno debe captar el espíritu de los grandes
pioneros del pasado, cuyos sueños le han dado a la
civilización todo lo que tiene de valioso, el
espíritu que infunde energía en nuestro propio
país, en las oportunidades de usted y en las mías,
para alimentar y vender nuestro talento.
Si lo que usted quiere hacer está bien, y
usted cree en ello, ¡adelante, hágalo! Lleve
a cabo sus sueños, y no haga caso de lo que «los
demás» puedan decir si usted se topa en algún
momento con dificultades, ya que tal vez «los
demás» no sepan que cada fracaso lleva consigo la
semilla de un éxito equivalente.
Thomas Edison soñaba con una lámpara que
funcionara con electricidad,
empezó a poner su sueño en acción, y pese a
sus más de diez mil fracasos, mantuvo su
sueño hasta que lo convirtió en una realidad
física.
¡Los soñadores prácticos no abandonan!
Mielan, que soñaba con una cadena de tiendas de
cigarros, transformó su sueño en acción, y
ahora las United Cigar Stores ocupan algunas de las mejores
esquinas de las ciudades estadounidenses. Los hermanos Wright
soñaron con una máquina que surcara el aire. Ahora
podemos ver en todo el mundo que sus sueños se han
cumplido. Marconi soñaba con un sistema para dominar las
intangibles fuerzas del éter. Las pruebas de que no
soñaba en vano podemos encontrarlas en cada aparato de
radio y de
televisión que hay en el mundo.
Quizá le interese saber que los «amigos» de
Marconi lo pusieron bajo custodia, y fue examinado en un hospital
para psicópatas cuando anunció que había
descubierto un principio mediante el cual podría enviar
mensajes a través del aire, sin la ayuda de cables ni
ningún otro medio físico de comunicación. A los soñadores de hoy
en día les va mejor. El mundo está lleno de una
abundancia de oportunidades que los soñadores del pasado
jamás conocieron.
CÓMO HACER QUE LOS SUEÑOS DESPEGUEN DE
LA PLATAFORMA DE LANZAMIENTO
Un deseo ardiente de ser y de hacer es el punto inicial
desde el que el soñador debe lanzarse. Los sueños
no están hechos de indiferencia, pereza, ni falta de
ambición.
Recuerde que todos los que consiguen triunfar tienen un
mal comienzo y pasan por muchas dificultades antes de
«llegar». El cambio en la vida de la gente de
éxito suele surgir en el momento de alguna crisis, a
través de la cual les es presentado su «otro
yo».
John Buynan escribió Pilgrim's Progress,
que se cuenta entre lo mejor de la literatura inglesa,
después de haber estado confinado en prisión y
haber sido duramente castigado a causa de sus ideas sobre la
religión.
D. Henry descubrió el genio que dormía en su
interior después de haber conocido graves infortunios, y
estuvo encarcelado en Columbus, Ohio. Forzado a través de
la desgracia a conocer a su «otro yo», y a usar su
imaginación, descubrió que era un gran autor en vez
de un criminal despreciable. Charles Dickens empezó
pegando etiquetas en latas de betún. La tragedia de su
primer amor
penetró las profundidades de su alma para convertirlo en
uno de los más grandiosos autores del mundo. Esa tragedia
produjo primero David Coperfield, y luego una
sucesión de obras que hacen un mundo mejor y más
rico a todo el que lee sus libros. Hellen Keller se quedó
sorda, muda y ciega después de nacer. Pese a su terrible
desgracia, ha escrito su nombre con letras indelebles en las
páginas de la historia de los grandes. Toda su vida ha
sido la demostración de que nadie está derrotado
mientras no acepte la derrota como una realidad. Robert Burns era
un campesino
analfabeto. Sufrió la maldición de la pobreza y
creció para ser un borracho. El mundo fue mejor gracias a
su vida, porque vistió de prendas hermosas sus
pensamientos poéticos, y, por tanto, arrancó un
espino para plantar un rosal en su lugar. Beethoven era sordo, y
Milton ciego, pero sus nombres perdurarán en el tiempo,
porque soñaron y tradujeron sus sueños en ideas
organizadas.
Hay una diferencia entre suspirar por algo y hallarse
preparado para recibirlo. Nadie se encuentra listo para nada
hasta que no crea que puede adquirirlo. El estado
mental debe ser la convicción, y no la mera esperanza o
anhelo. La mente abierta es esencial para creer. La
cerrazón de ideas no inspira fe, ni coraje, ni
convicción. Recuerde, no se requiere más esfuerzo
para apuntar alto en la vida, para reclamar abundancia y
prosperidad, del que hace falta para aceptar la miseria y la
pobreza. Un gran poeta ha expresado acertadamente esta verdad
universal en unas pocas líneas:
Le discutí un penique a la Vida,
y la Vida no me dio más.
Por mucho que le imploré a la noche
cuando contaba mis escasos bienes.
Porque la Vida es un amo justo
que te da lo que le pides,
pero cuando has fijado el precio,
debes aguantar la faena.
Trabajé por un salario de jornalero
sólo para descubrir, perplejo,
que cualquier paga que hubiera pedido a la
Vida,
ésta me la hubiese pagado de buen
grado.
EL DESEO LLEVA VENTAJA SOBRE LA MADRE
NATURALEZA
Como culminación adecuada de este capítulo
quiero presentar a una de las personas más excepcionales
que he conocido. Lo vi por primera vez pocos minutos
después de que hubiera nacido. Vino a este mundo sin
ningún rastro físico de oído, y el
médico admitió, cuando le pedí su
opinión sobre el caso; que el niño sería
sordo y mudo toda la vida.
Me opuse a la opinión del médico. Estaba
en mi derecho. Yo era el padre del niño. Tomé una
decisión y me formé una opinión, pero
expresé esa opinión en silencio, en el fondo de mi
corazón.
En mi interior supe que mi hijo oiría y
hablaría. ¿Cómo? Estaba seguro de que
tenía que haber una manera, y sabía que la
encontraría. Pensé en las palabras del inmortal
Emerson: «El curso de las cosas acontece para
enseñarnos la fe. Sólo necesitamos estar atentos.
Hay indicadores,
claves, para cada uno de nosotros, y si escuchamos con humildad,
oiremos la palabra justa». ¿La palabra justa?
¡Deseo! Mucho más que ninguna otra cosa, yo
deseaba que mi hijo no fuera sordomudo.
De ese deseo no renegué jamás, ni por un
segundo. ¿Qué podía hacer?
Encontraría alguna forma de trasplantar a ese niño
mi propio deseo ardiente de dar con maneras y medios de hacer
llegar el sonido a su
cerebro sin la ayuda de los oídos.
Tan pronto como el niño fuese lo bastante mayor
para cooperar, le llenaría la cabeza de tal manera de ese
deseo ardiente, que la naturaleza lo traduciría en
realidad con sus propios métodos.
Todos estos pensamientos pasaron por mi mente, pero no
hablé de ello con nadie. Cada día renovaba la
promesa que me había hecho a mí mismo de que mi
hijo no sería sordomudo.
Cuando creció y empezó a percibir las
cosas que lo rodeaban, notamos que mostraba débiles
indicios de que oía. Cuando alcanzó la edad en que
los niños
suelen empezar a emitir palabras, no hizo intento alguno de
hablar, pero de sus actos podíamos deducir que
percibía ciertos sonidos. ¡Eso era todo lo que yo
quería saber! Estaba convencido de que, si podía
oír, aunque fuese débilmente, sería capaz de
desarrollar una mayor capacidad auditiva. Entonces sucedió
algo que me llenó de esperanza. Surgió de algo
totalmente inesperado.
UN «ACCIDENTE» QUE CAMBIÓ UNA
VIDA
Compramos un fonógrafo. Cuando el niño
oyó la música por primera
vez, entró en éxtasis, y muy pronto se
apropió del aparato. En una ocasión estuvo poniendo
un disco una y otra vez, durante casi dos horas, de pie delante
del fonógrafo, mordiendo un borde de la caja. La
importancia de esa costumbre que adquirió no se nos hizo
patente sino hasta años después, ya que nunca
habíamos oído hablar del principio de la
«conducción ósea» del sonido. Poco
después de que se apropiase del fonógrafo,
descubrí que podía oírme con claridad cuando
le hablaba con los labios junto a su hueso mastoideo, en la base
del cráneo.
Una vez hube descubierto que podía oír
perfectamente el sonido de mi voz, empecé de inmediato a
transferirle mi deseo de que oyese y hablase. Pronto
descubrí que el niño disfrutaba cuando yo le
contaba cuentos antes
de dormirse, de modo que me puse a trabajar para idear historias
que estimularan su confianza en sí mismo, su
imaginación, y un agudo deseo de oír y de ser
normal.
Había un cuento en
particular, en el que yo hacía hincapié
dándole un renovado matiz dramático cada vez que se
lo contaba. Lo había inventado para sembrar en su mente la
idea de que su dificultad no era una pesada carga, sino una
ventaja de gran valor. Pese al hecho de que todas las maneras de
pensar que yo había examinado indicaban que cualquier
adversidad contiene la semilla de una ventaja equivalente, debo
confesar que no tenía ni la menor idea de
cómo se podía convertir esa dificultad en
una ventaja.
¡GANÓ UN MUNDO NUEVO CON SEIS
CENTAVOS!
Al analizar la experiencia retrospectivamente, puedo ver
que su fe en mí tuvo mucho que ver con los
sorprendentes resultados. Él no cuestionaba nada que yo le
dijera. Le vendí la idea de que tenía una
ventaja original sobre su hermano mayor, y que esa ventaja
se reflejaría de muchas maneras. Por ejemplo, los maestros
en la escuela se darían cuenta de que no tenía
oído, y por ese motivo le dedicarían una
atención especial y lo tratarían con una amabilidad
y una benevolencia extraordinarias. Siempre lo hicieron.
También le vendí la idea de que cuando fuese lo
bastante mayor para vender periódicos (su hermano mayor
era ya vendedor de periódicos), tendría una gran
ventaja sobre su hermano, porque la gente le pagaría
más por su mercancía, debido a que verían
que era un niño brillante y emprendedor pese al hecho de
carecer de orejas.
Cuando tenía unos siete años,
mostró la primera prueba de que nuestro método de
apoyo rendía sus frutos. Durante varios meses
imploró el privilegio de vender periódicos, pero su
madre no le daba el consentimiento.
Entonces se ocupó por su cuenta del asunto. Una
tarde en que estaba en casa con los sirvientes, trepó por
la ventana de la cocina, se deslizó hacia fuera. y
sé estableció por su cuenta. Le pidió
prestados seis centavos al zapatero remendón del barrio,
los invirtió en periódicos, los vendió,
reinvirtió el capital, y
repitió la operación hasta el anochecer.
Después de hacer el balance de sus negocios, y de
devolverle a su banquero los seis centavos que le había
prestado, se encontró un beneficio de cuarenta y dos
centavos. Cuando volvimos a casa aquella noche, lo encontramos
durmiendo en su cama, apretando el dinero en un
puño.
Su madre le abrió la mano, cogió las
monedas y se puso a llorar. Me sorprendió. Llorar por la
primera victoria de su hijo me pareció fuera de lugar. Mi
reacción fue la inversa. Reí de buena gana, porque
supe que mi empresa de inculcar en la mente de mi hijo una
actitud de fe en sí mismo había tenido
éxito.
Su madre veía a un niño sordo que, en su
primera aventura comercial, se había escapado a la calle y
había arriesgado su vida para ganar dinero. Yo veía
un hombrecito de negocios valiente, ambicioso y lleno de
confianza en sí mismo, cuyo valor intrínseco se
había incrementado en un cien por cien, al haber ido a
negociar por su cuenta y haber ganado. La transacción me
agradó, porque había dado pruebas de una riqueza de
recursos que lo
acompañaría toda su vida.
EL NIÑO SORDO QUE OYÓ
El pequeño sordo asistió a la escuela, al
instituto y a la universidad, sin que fuese capaz de oír a
sus maestros, excepto cuando le gritaban fuerte, a corta
distancia. No lo llevaron a una escuela para sordos. No le
permitimos que aprendiese el lenguaje de
los sordomudos. Habíamos decidido que viviese una vida
normal, y mantuvimos esa decisión, aunque nos costó
muchas discusiones acaloradas con funcionarios escolares. Cuando
estaba en el instituto, probó un aparato eléctrico
para mejorar la audición, pero no le dio
resultado.
Durante su última semana en la universidad,
sucedió algo que marcó el hito más
importante de su vida. En lo que pareció una mera
casualidad, entró en posesión de otro aparato
eléctrico para oír mejor, que le enviaron para
probar. Estuvo indeciso en probar el aparato, debido a su
desilusión con otro similar. Finalmente lo cogió,
se lo puso en la cabeza, le conectó las baterías, y
¡sorpresa!, como por arte de magia, su deseo de toda la
vida de oír normalmente se convirtió en realidad.
Por primera vez oía tan bien como cualquier persona con
audición normal.
Alborozado con el mundo diferente que acababa de
percibir a través de ese aparato auditivo, se
precipitó al teléfono, llamó a su madre, y
oyó su voz a la perfección. Al día siguiente
oía con claridad las voces de sus profesores en clase,
¡por primera vez en su vida! Por primera vez en su vida
también, mi hijo podía conversar con la gente, sin
necesidad de que le hablaran con voz de trueno. Realmente,
había entrado en posesión de un mundo
distinto.
El deseo había comenzado a pagar dividendos, pero
la victoria todavía no era completa. El muchacho
tenía que encontrar todavía una manera definida y
práctica de convertir su desventaja en una ventaja
equivalente.
IDEAS QUE OBRAN MILAGROS
Sin apenas darse cuenta de la importancia de lo que
acababa de obtener, pero embriagado con la alegría del
descubrimiento de ese mundo de sonidos, escribió una
entusiasta carta al fabricante del audífono,
relatándole su experiencia. Algo en ella hizo que la
compañía lo invitase a Nueva York. Cuando
llegó, lo llevaron a visitar la fábrica, y mientras
hablaba con el ingeniero jefe, contándole de su mundo
recién descubierto, una corazonada, una idea o una
inspiración, llámesela como se quiera,
destelló en su cerebro. Era ese impulso del
pensamiento que convertía su dificultad en una
ventaja, destinada a pagar dividendos en dinero y en felicidad
por millares durante todo el tiempo venidero.
El resumen y el núcleo de ese impulso de
pensamiento era así: se le ocurrió que él
podría ser de gran ayuda para los millones de sordos que
viven sin el beneficio de audífonos si pudiera encontrar
una manera de relatarles la historia de su descubrimiento del
mundo.
Durante un mes entero llevó a cabo una intensa
investigación, durante la cual analizó todo el
sistema de ventas del fabricante de audífonos e
ideó formas y medios de comunicarse con los duros de
oído de todo el mundo, decidido a compartir con ellos su
nuevo mundo recién descubierto. Una vez lo tuvo hecho,
puso por escrito un plan bienal, basado en sus investigaciones.
Cuando lo presentó a la compañía, al momento
le dieron un puesto de trabajo para que llevara a cabo su
ambición.
Poco había soñado, cuando empezó a
trabajar, que estaba destinado a llevar esperanza y alivio a
millares de sordos que, sin su ayuda, se hubieran visto
condenados para siempre a la sordera.
No me cabe duda de que Blair hubiera sido sordomudo toda
su vida si su madre y yo no nos las hubiésemos ingeniado
para formar su mente tal como lo hicimos.
Cuando sembré en su interior el deseo de
oír y de hablar, y de vivir como una persona normal,
alguna extraña influencia hubo en ese impulso que hizo que
la naturaleza tendiese una especie de puente para salvar el golfo
del silencio que separaba su cerebro del mundo
exterior.
En verdad, el deseo ardiente tiene maneras tortuosas de
transmutarse en su equivalente físico. Blair deseaba una
audición normal; ¡ahora la tiene! Nació con
una minusvalía que fácilmente hubiera desviado a
alguien, con un deseo menos definido, a la calle, con un
puñado de lápices en una mano y una lata
vacía en la otra.
La pequeña «mentira piadosa» que
sembré en su mente cuando él era un niño,
llevándolo a creer que su defecto se convertiría en
una gran ventaja que podría capitalizar, se
justificó sola. Ciertamente, no hay nada, correcto o
equivocado, que la confianza, sumada a un deseo ardiente, no
pueda hacer real. Estas cualidades están al alcance de
todos.
LA «QUÍMICA MENTAL» HACE
MAGIA
Un breve párrafo
en un despacho de noticias en
relación con madame Schumann-Heink da la clave del
estupendo éxito de esta mujer como
cantante. Cito el párrafo porque la clave que contiene no
es otra que el deseo.
Al comienzo de su carrera, madame SchumannHeink
visitó al director de la ópera de Viena para que le
hiciera una prueba de voz. Pero él no la probó.
Después de echar un vistazo a la desgarbada y pobremente
vestida muchacha, exclamó, nada cordial:
-Con esa cara, y sin ninguna personalidad,
¿cómo espera tener éxito en la ópera?
Señorita, olvide esa idea. Cómprese una
máquina de coser, y póngase a trabajar. Usted
nunca podrá ser cantante.
¡Nunca es demasiado tiempo! El director de la
ópera de Viena sabía mucho sobre la técnica
del canto. Sabía muy poco del poder del deseo, cuando
éste asume las proporciones de una obsesión. Si
hubiera conocido mejor ese poder, no hubiese cometido el error de
condenar el genio sin darle una oportunidad.
Hace varios años, uno de mis socios
enfermó. Se puso cada vez peor a medida que el tiempo
transcurría, y finalmente, lo llevaron al hospital para
operarlo. El médico me advirtió que había
muy pocas posibilidades de que yo volviera a verlo con vida. Pero
ésa era la opinión del médico, y no la del
paciente. Poco antes de que se lo llevaran al quirófano,
me susurró con voz débil: «No se preocupe,
jefe, en pocos días habré salido de
aquí». Una enfermera me miró apenada. Pero el
paciente se recuperó satisfactoriamente. Cuando todo hubo
terminado, su médico me dijo: «No lo salvó
otra cosa que su deseo de vivir. Nunca hubiera salido de este
trance si no se hubiese negado a aceptar la posibilidad de
la
muerte».
Creo en el poder del deseo respaldado por la fe, porque
he visto cómo ese poder elevaba a hombres desde comienzos
humildes a posiciones de poder y riqueza; lo he visto cómo
saqueaba la tumba de sus víctimas; cómo
servía de medio para que los hombres llevaran a cabo su
rehabilitación después de haber fracasado en un
centenar de formas distintas; lo he visto darle a mi propio hijo
una vida normal, feliz y llena de éxito, a pesar de que la
naturaleza lo enviase a este mundo sin oído.
¿Cómo se puede dominar y usar el poder del
deseo? Eso queda explicado en este capítulo y los
subsiguientes de este libro.
Mediante algún extraño y poderoso
principio de «química mental»
que nunca ha divulgado, la naturaleza envuelve en el impulso del
deseo ardiente «ese algo» que no reconoce la palabra
«imposible», ni acepta el fracaso como
realidad.
NO HAY LIMITACIONES PARA LA MENTE EXCEPTO LAS QUE
ACEPTAMOS
LA POBREZA Y LA RIQUEZA SON VÁSTAGOS DEL
PENSAMIENTO
VISUALIZACIÓN Y CREENCIA EN LA
CONSECUCIÓN DEL DESEO
El segundo paso hacia la riqueza
La fe es el elemento químico primordial de la
mente. Cuando la fe se mezcla con el pensamiento, el
subconsciente capta la vibración, la traduce en su
equivalente espiritual, y la transmite a la Inteligencia
Universal, como en el caso de la plegaria.
Las emociones de la
fe, el amor y el
sexo son las
más poderosas entre las principales emociones positivas.
Cuando se mezclan las tres, tienen el efecto de
«colorear» el pensamiento de tal manera que
éste alcanza al momento el subconsciente, y allí se
transforma en su equivalente espiritual, la forma singular que
induce una respuesta de la Inteligencia Infinita.
CÓMO ACRECENTAR LA FE
Tenemos un planteamiento que le ayudará a
comprender mejor la importancia que el principio de
autosugestión asume en la transmutación del deseo
en su equivalente físico o monetario: la fe es un estado
mental que se puede inducir, o crear, con la afirmación o
con las repetidas instrucciones al subconsciente, a través
del principio de autosugestión.
Como ejemplo, considere el propósito por el que
presumiblemente usted está leyendo este libro. El objetivo
es, por supuesto, adquirir la capacidad de transmutar el
pensamiento intangible del impulso del deseo en su contrapartida
física, el dinero. Al llevar a cabo las instrucciones
descritas en los capítulos sobre la autosugestión y
el subconsciente, resumidas en el capítulo de la
autosugestión, usted puede convencer al subconsciente de
que cree que recibirá lo que está pidiendo,
y ello actuará en esa creencia, que su subconsciente le
devolverá en forma de «fe», acompañada
de planes precisos para procurar eso que usted desea.
La fe es un estado mental que usted puede incrementar a
voluntad, una vez que haya dominado los trece principios, porque
se trata de un estado mental que crece voluntariamente, a
través de la aplicación de esos
principios.
La repetición de la afirmación de
órdenes a su subconsciente es el único
método conocido del crecimiento voluntario de la
emoción de la fe.
Quizás el concepto le quede más claro con
la siguiente explicación de la forma en que los hombres, a
veces, se convierten en criminales. Para decirlo con las palabras
de un famoso criminólogo, «Cuando los hombres entran
por primera vez en contacto con el crimen, éste les
repugna. Si siguen en contacto con él durante algún
tiempo, se acostumbran, y lo toleran. Y si permanecen en contacto
con el crimen durante el tiempo suficiente, acaban por aceptarlo
y se dejan influir por él». Es el equivalente de
decir que cualquier impulso de pensamiento que sea repetidamente
encauzado hacia el subconsciente resulta aceptado e influye en el
subconsciente, que procede a traducir ese impulso en su
equivalente físico por el procedimiento
más práctico que halle disponible.
En relación con esto, vuelva a considerar la
proposición de que todos los pensamientos que han sido
«emocionalizados» (cargados emocionalmente) y
mezclados con la fe empiezan inmediatamente a traducirse
en su equivalente física o en su contrapartida. Las
emociones, o la porción «sentimental.» de los
pensamientos, son los factores que dan vitalidad y acción
a éstos. Mezcladas con cualquier impulso de pensamiento,
las emociones de la fe, el amor y el sexo le añaden
más energía de la que tendría por sí
sola.
No sólo los impulsos de pensamiento que se hayan
mezclado con la fe, sino los que se mezclan con cualquiera de las
emociones positivas, o de las negativas, pueden alcanzar el
subconsciente, e influir en él.
NADIE ESTÁ «CONDENADO» A LA MALA
SUERTE
A partir de esta afirmación, usted
comprenderá que el subconsciente traducirá. en su
equivalente físico un impulso de pensamiento de naturaleza
negativa o destructiva con tanta facilidad como actuaría
con pensamientos de naturaleza positiva o constructiva. Esto
explica el extraño fenómeno que millones de
personas experimentan, denominado «infortunio» o
«mala suerte».
Hay millones de personas que se creen
«condenadas» a la pobreza y al fracaso, por culpa de
alguna fuerza extraña que creen no poder controlar. Ellos
son los creadores de su propio «infortunio», a causa
de esta creencia negativa, que su subconsciente adopta y traduce
en su equivalente físico.
Este es un momento apropiado para sugerirle de nuevo que
usted puede beneficiarse, transmitiendo a su subconsciente
cualquier deseo que quiera traducir en su equivalente
físico o monetario, en un estado de esperanza o
convicción de que la transmutación tendrá
lugar. Su convicción, o su fe, es el elemento que
determina la acción de su subconsciente. No hay nada que
le impida «embaucar» a su subconsciente al darle
instrucciones a través de la autosugestión, tal
como yo «engañé» al subconsciente de mi
hijo.
Para llevar a cabo este «engaño» de
manera más realista, cuando se dirija a su subconsciente,
compórtese tal como lo haría si ya estuviera en
posesión del objeto material que está
pidiendo.
Su subconsciente traducirá en su equivalente
físico, por el medio más práctico y directo,
cualquier orden que se le dé en un estado de
convicción o de fe en que la orden se llevará a
cabo. Sin duda, se ha dicho bastante para señalar un punto
de partida desde el cual uno puede, mediante la
experimentación y la práctica, adquirir la
capacidad de mezclar la fe con cualquier orden que se le
dé al subconsciente. La perfección surgirá a
través de la Práctica. No puede aparecer por
el mero hecho de leer las instrucciones.
Es esencial para usted que estimule sus emociones
positivas como fuerzas dominantes de su mente, y quite
importancia y elimine las emociones negativas.
Una mente dominada por emociones positivas se convierte
en una morada favorable para el estado mental conocido como fe.
Una mente así dominada puede, voluntariamente, darle al
subconsciente instrucciones que éste aceptará y
ejecutará de inmediato.
LA FE ES UN ESTADO MENTAL QUE SE PUEDE INDUCIR
MEDIANTE LA AUTOSUGESTIÓN
Durante todas las épocas, las religiones han exhortado a
la humanidad en conflicto a
«tener fe» en este o aquel dogma o credo, pero no han
logrado explicar a las multitudes cómo tener fe. No han
afirmado que «la fe es un estado mental que se puede
inducir mediante la autosugestión».
En un lenguaje que
cualquier ser humano normal podrá entender, describiremos
todo lo que se sabe sobre el principio mediante el cual la fe
puede aparecer donde ya no existe.
Tenga fe en usted; fe en el infinito. Antes de empezar,
debería recordar que: ¡La fe es el «elixir
eterno» que da vida, poder y acción al impulso del
pensamiento!
Merece la pena leer el enunciado anterior una segunda
vez, y una tercera, y una cuarta. ¡Merece la pena leerlo en
voz alta!
¡La fe es el punto inicial de toda
acumulación de riquezas!
¡La fe es la base de todos los
«milagros» y de todos los misterios que no se pueden
analizar con los parámetros de la
ciencia!
¡La fe es el único antídoto conocido contra el
fracaso!
¡La fe es el elemento, el «componente
químico» que, combinado con la plegaria, nos
proporciona comunicación directa con la Inteligencia
Infinita!
¡La fe es el elemento que transforma la
vibración ordinaria del pensamiento, creada por la mente
finita del hombre, en su equivalente espiritual!
¡La fe es el único agente a través
del cual el hombre
puede dominar la fuerza de la Inteligencia Infinita, y
usarla!
LA MAGIA DE LA AUTOSUGESTIÓN
La prueba es simple y fácil de demostrar. Va
ligada al principio de autosugestión. Por lo tanto,
centremos la atención en el tema de la
autosugestión, para descubrir qué es y lo que se
puede alcanzar con ella.
Se sabe que uno llega, finalmente, a creer cualquier
cosa que se repita a sí mismo, sea la afirmación
verdadera o falsa. Si un hombre repite una mentira una y otra
vez, con el tiempo aceptará esa mentira como algo cierto.
Más aún, creerá que es cierta. Todo hombre
es lo que es a causa de los pensamientos dominantes que él
permite que ocupen su mente. Los pensamientos que un hombre
adopta deliberadamente, y que anima con entusiasmo, y con los que
combina una emoción o más, ¡constituyen las
fuerzas motivadoras que dirigen y controlan cada uno de sus
movimientos, actos y hazañas!
Aquí tenemos el enunciado de una verdad muy
importante:
Los pensamientos combinados con cualquiera de las
emociones constituyen una fuerza «magnética»
que atrae otros pensamientos similares o
relacionados.
Un pensamiento así «magnetizado» con
la emoción se puede comparar con una semilla que, cuando
es plantada en terreno fértil, germina, crece y se
multiplica una y otra vez, hasta que aquello que en un principio
fue una semillita ¡se convierte en innumerables millones de
semillas de la misma clase! La mente humana está
constantemente atrayendo vibraciones que armonicen con aquella
que la domina. Cualquier idea, plan, pensamiento o
propósito que uno abrigue atrae infinidad de ideas afines,
adhiere estas ideas a su propia fuerza, y crece hasta convertirse
en el propósito maestro que domina y motiva al individuo en
cuya mente se ha alojado.
Volvamos ahora al punto inicial, para informarnos de
cómo se puede plantar en la mente la semilla original de
una idea. La información es fácil de en tender:
cualquier idea, plan o propósito se puede injertar en la
mente mediante la repetición del pensamiento. Por
eso le damos instrucciones para que ponga por escrito un
planteamiento de su propósito principal, u objetivo
primordial y preciso, lo memorice y lo repita en voz alta todos
los días, hasta que las vibraciones auditivas hayan
alcanzado su subconsciente. Decídase a dejar de lado las
influencias de todo ambiente
desfavorable para construir su propia vida a medida. Al hacer un
inventario de
sus recursos y capacidades mentales, quizá usted descubra
que su mayor debilidad sea su falta de confianza en sí
mismo. Esta desventaja puede ser superada, y la timidez
transformada en coraje a través de la ayuda que el
principio de la autosugestión proporciona. La
aplicación de este principio puede ejecutarse mediante la
sencilla enunciación de los impulsos de pensamiento
puestos por escrito, memorizados y repetidos hasta que lleguen a
formar parte del instrumental del que la facultad inconsciente de
su mente disponga.
FÓRMULA DE LA CONFIANZA EN UNO
MISMO
Primero: sé que tengo la capacidad de alcanzar el
objeto del propósito definido de mi vida; por lo tanto,
exijo de mí mismo acción perseverante y
continua hasta conseguirlo, y aquí y ahora prometo
ejecutar tal acción.
Segundo: me doy cuenta de que los pensamientos
dominantes de mi mente se reproducirán con el paso del
tiempo en actos externos y físicos para transformarse en
una realidad física; por lo tanto, concentraré mis
pensamientos durante treinta minutos cada día en la tarea
de pensar en la persona en que me propongo convertirme, creando
de este modo una imagen mental
clara.
Tercero: sé que, mediante el principio de la
autosugestión, cualquier deseo que abrigue con
perseverancia buscará expresarse a través de
ciertos medios prácticos para obtener el objeto que haya
tras él; por lo tanto, dedicaré diez minutos cada
día a pedirme el incremento de la confianza en
mí mismo.
Cuarto: he escrito con claridad una descripción
del objetivo primordial de mi vida, y nunca dejaré
de esforzarme, hasta que haya conseguido la suficiente confianza
en mí mismo para alcanzarlo.
Quinto: comprendo con claridad que no hay riqueza ni
posición que pueda durar mucho tiempo, a menos que se haya
formado sobre la lealtad y la justicia; por
lo tanto, no me comprometeré en ninguna transacción
que no beneficie a todos a los que afecte. Tendré
éxito atrayendo hacia mí las fuerzas que deseo
emplear, y la cooperación de otras personas.
Induciré a otros a servirme, por obra de mi
disposición de servir a otros. Eliminaré el
desprecio, la envidia, los celos, el egoísmo y el cinismo
y cultivaré el amor por toda la humanidad, porque
sé que una actitud negativa hacia los demás nunca
me dará el éxito. Haré que los demás
crean en mí, porque yo creeré en ellos y en
mí mismo. Firmaré esta fórmula con mi
nombre, la memorizaré y la repetiré en voz alta una
vez cada día, con la fe absoluta de que influirá
gradualmente en mis pensamientos y mis actos para que yo me
convierta en una persona que confía en sí misma y
que goza del privilegio del éxito.
Tras esta fórmula hay una ley de la
naturaleza que ningún hombre ha sido todavía capaz
de explicar. El nombre por el que dicha ley se conoce tiene poca
importancia. Lo que importa de ella es que… FUNCIONA, para la
gloria y el progreso de la especie humana, si es usada de
forma constructiva. Por otra parte, si se la usa
destructivamente, destruirá con la misma facilidad. En
esta afirmación podemos encontrar una verdad muy
importante: quienes se hunden en la frustración y acaban
su vida en la pobreza, la miseria y la angustia lo hacen a causa
de la aplicación negativa del principio de la
autosugestión. La causa se puede encontrar en el hecho de
que todos los impulsos de pensamiento tienen tendencia a vestirse
de su equivalente físico.
EL DESASTRE DEL PENSAMIENTO NEGATIVO
El subconsciente no distingue entre impulsos de
pensamiento positivos o negativos. Trabaja con el material que le
suministramos, a través de nuestros impulsos de
pensamiento. El subconsciente traducirá en algo real un
pensamiento regido por el miedo con tanta facilidad como
transformaría en realidad un pensamiento regido por el
coraje, o por la fe.
Tal como la electricidad hace girar las ruedas de la
industria, y
rinde servicios útiles si se la emplea
correctamente, o acaba con la vida si se hace mal uso de
ella, así, la ley de la autosugestión nos
conducirá a la paz y la prosperidad o nos
arrastrará hacia el valle de la miseria, el fracaso
y la muerte, de
acuerdo con el grado de comprensión y aplicación
que tengamos de ella.
Si uno se llena la cabeza de miedos, dudas y
desconfianza en su capacidad para conectar y usar la fuerza de la
Inteligencia Infinita, la ley de la autosugestión
adoptará ese espíritu de desconfianza y lo
usará como patrón mediante el cual el subconsciente
lo traducirá en su equivalente físico.
Así como el viento arrastra una nave hacia el
Este y otra hacia el Oeste, usted será elevado o hundido
por la ley de la autosugestión de acuerdo con la manera
en, que usted oriente las velas de su
pensamiento.
La ley de la autosugestión, que puede elevar a
cualquier persona a niveles asombrosos de realización,
queda bien descrita en los siguientes versos.
Si piensas que estás vencido, lo
estás.
Si piensas que no te atreves, así
es.
Si te gusta ganar, pero piensas que no puedes,
es casi seguro: no ganarás.
Si piensas que perderás, estás perdido,
pues el mundo nos enseña que el éxito empieza en la
voluntad del hombre… Todo está en el estado de
ánimo.
Si piensas que eres superior, lo eres.
Has tenido que pensar alto para ascender. Has
tenido que estar seguro de ti mismo antes de
ganar
ningún premio.
Las batallas de la vida no siempre favorecen al
hombre más fuerte o al más rápido, pero
tarde o
temprano el hombre que gana es el hombre que PIENSA
QUE PUEDE!
Observe las palabras que se han destacado, y
captará el profundo significado que el poeta
expresa.
¿QUÉ GENIO YACE DORMIDO EN SU
CEREBRO?
En algún rincón de su carácter está latente, dormida, la
semilla de la realización que, si germinara y se pusiera
en acción, lo elevaría a niveles que tal vez usted
nunca soñó alcanzar. Así como un virtuoso
puede arrancar las melodías más hermosas de las
cuerdas de su violín, usted puede despertar al genio que
yace dormido en su mente, y hacer que lo conduzca hacia arriba,
hacia cualquier objetivo que desee alcanzar.
Abraham Lincoln fue un fracasado en todo lo que
intentó…, hasta después de haber alcanzado los
cuarenta años. Fue un Don Nadie, de Ninguna Parte, hasta
que una gran experiencia entró en su vida y
despertó al genio dormido que había en su
corazón y en su cerebro, para darle al mundo uno de sus
hombres realmente grandes. Esa «experiencia» estaba
combinada con las emociones de la aflicción y el amor. Le
aconteció a través de Ann Rutledge, la única
mujer a quien él amó realmente.
Es sabido que la emoción del amor está
ligada al estado de ánimo conocido como la fe, y esto se
debe que el amor se aproxima mucho a traducir los impulsos de
pensamiento propios en su equivalente espiritual.
Durante su labor de investigación, el autor ha
descubierto, a partir del análisis de la vida y obra y realizaciones
de centenares de hombres de posiciones destacadas, que
detrás de casi cada uno de ellos existía la
influencia del amor de una mujer.
Si quiere pruebas del poder de la fe, examine las
realizaciones de los hombres y mujeres que se han valido de ella.
Jesús, el Nazareno, encabeza la lista.
La base de la cristiandad es la fe, con independencia de
cuántas personas hayan falseado o malinterpretado el
significado de esa gran fuerza. La esencia de las
enseñanzas y de las realizaciones de Cristo, que pueden
haberse interpretado como «milagros», son nada
más y nada menos que fe. Si hay fenómenos
«milagrosos», ¡se producen sólo a
través del estado mental conocido como la fe!
Consideremos el poder de la fe, tal como nos la
mostró un hombre bien conocido por toda la humanidad: el
Mahatma
Gandhi, de la India. En este
hombre, el mundo tuvo uno de los ejemplos más
sorprendentes de las posibilidades de la fe que conozca la
humanidad. Gandhi ostentó más poder potencial que
ningún otro de sus contemporáneos, y ello a pesar
del hecho de que no contó con ninguna de las herramientas
ortodoxas del poder, tales como dinero, barcos de guerra,
soldados ni material bélico. Gandhi no tenía
dinero, ni casa, ni siquiera ropas, pero tenía poder.
¿Cómo lo obtuvo? Lo creó a partir de su
comprensión del principio de la fe, y mediante su
capacidad para trasplantar esa fe al espíritu de
doscientos millones de personas.
Gandhi consiguió la sorprendente proeza de
influir en doscientos millones de mentes para formar un
conglomerado humano que se moviese al unísono, como un
solo hombre.
¿Qué otra fuerza de este mundo, aparte de
la fe, puede lograr tanto?
CÓMO UNA IDEA CONSTRUYÓ UNA
FORTUNA
Debido a la necesidad de la fe y de la
cooperación en el funcionamiento de los negocios y de la
industria, será tan interesante como provechoso analizar
un suceso que nos proporciona un excelente ejemplo para la
comprensión del método por el cual los
individualistas y los hombres de negocios acumulan grandes
fortunas al dar antes de intentar obtener. El suceso elegido para
este ejemplo data de comienzos de siglo, cuando se estaba
formando la United States Steel Corporation (Corporación
del Acero de Estados
Unidos). A medida que lea la historia, tenga presente esos hechos
fundamentales, y comprenderá cómo las ideas se han
convertido en fortunas inmensas.
Si usted es de los que se han preguntado a menudo
cómo se han acumulado las grandes fortunas, esta historia
de la creación de la United States Steel Corporation le
resultará esclarecedora. Si tiene alguna duda de que los
hombres pueden pensar y hacerse ricos, esta historia
disipará esa duda, porque usted podrá ver con
claridad en la historia de la United States Steel Corporation la
aplicación de una porción importante de los
principios que se describen en este libro.
El asombroso relato del poder de una idea ha sido
escrito de forma espectacular por John Lowell, del New York
World-Telegram, y la transcribimos con su
cortesía:
UN BONITO DISCURSO DE SOBREMESA POR MIL MILLONES DE
DÓLARES
Aquella noche del 12 de diciembre de 1900, en la que
unos ochenta miembros de la sociedad
financiera se reunieron en el salón de banquetes del
University Club, en la Quinta Avenida, para hacer los honores a
un hombre joven del Oeste de Estados Unidos, ni media docena de
los invitados supuso que estaban a punto de presenciar el
episodio más importante de la historia de la industria
estadounidense.
J. Edward Simmons y Charles Stewart Smith, llenos de
gratitud por la pródiga hospitalidad con que Charles M.
Schwab les había regalado durante una reciente visita a
Pittsburgh, habían organizado la cena para presentar a
aquel empresario del
acero de treinta y ocho años a la sociedad de banqueros
del Este de Estados Unidos. Pero no esperaban que magnetizara de
tal modo la convención. De hecho, le advirtieron que los
corazones que rellenaban las camisas de Nueva York no
reaccionarían a la oratoria, y
que si no quería aburrir a los Stilman y los Harriman y
los Vanderbilt, sería mejor que se limitara a quince o
veinte minutos de intrascendencias amables, pero nada más.
Incluso John Pierpoint Morgan, sentado a la derecha de Schwab,
como indicaba su dignidad
imperial, se contentó con agradecer muy breve mente su
presencia en la mesa del banquete. Y en lo que se refería
a la prensa y al
público, todo el asunto presentaba tan poco interés
que los periódicos del día siguiente ni lo
mencionaron.
De manera que los dos anfitriones y sus distinguidos
invitados probaron los habituales siete u ocho platos. Hubo poca
conversación y, versara sobre lo que versase, fue parca y
discreta. Aunque algunos de los banqueros y agentes de Bolsa
habían visto antes a Schwab, cuya carrera había
florecido en los Bancos de
Monongahela, ninguno lo conocía bien. Pero, antes de que
la velada acabara, ellos y «Money Master Morgan»
quedarían admirados, y un bebé de mil millones de
dólares, la United States Steel Corporation,
nacería allí.
Quizá sea una lástima para la historia que
no se haya hecho ninguna grabación del discurso de Charlie
Schwab en aquella cena.
Sin embargo, tal vez se tratara de un discurso
«casero», con incorrecciones gramaticales (pues los
perfeccionismos del lenguaje nunca le interesaron a Schwab),
lleno de refranes y compaginado con ingenio. Pero, aparte de eso,
obtuvo una fuerza y un efecto impresionantes sobre los cinco mil
millones de dólares de capital estimado que los comensales
representaban. Cuando terminó, y la reunión vibraba
todavía con sus palabras, aunque Schwab había
hablado durante noventa minutos, Morgan condujo al orador a una
ventana apartada donde, balanceando las piernas en un alto e
incómodo asiento, hablaron durante una hora más. La
magia de la
personalidad de Schwab se había puesto en
acción con toda su potencia, pero lo
más importante y perdurable fue el pro grama detallado y
explícito que presentó para el engrandecimiento del
acero. Muchos otros hombres habían tratado de interesar a
Morgan en montar juntos un trust del acero a partir de
combinaciones con empresas de pastelería, cables y flejes,
azúcar,
goma, whisky, aceite o goma
de mascar. John W. Gates, el apostador, lo había urgido a
hacerlo, pero Morgan no había confiado en él. Los
hermanos Moore, Bill y Jim, mayoristas de Chicago que
habían fusionado una fosforera y una corporación de
galletitas, habían tratado de convencerlo, fracasando en
su intento. Elbert H. Gary, el sacrosanto abogado del Estado,
quiso atraerlo a su terreno, mas no llegó a ser lo
bastante grande como para impresionarlo. Hasta que la elocuencia
de Schwab elevó a J. P. Morgan a las alturas desde donde
pudo visualizar los sólidos resultados del proyecto
financiero más atrevido que se hubiera concebido nunca, la
idea era considerada un delirante sueño de especuladores
ingenuos.
El magnetismo
financiero que, hace una generación, empezó a
atraer miles de compañías pequeñas y a veces
ineficazmente dirigidas a combinaciones más .grandes y
competitivas, se ha vuelto operativo en el mundo del acero
gracias a los artilugios de aquel jovial pirata de los negocios,
John W. Gates. Este había formado ya la American Steel and
Wire Company con una cadena de pequeñas empresas, y junto
con Morgan había creado la Federal Steel
Company.
Pero al lado del gigantesco trust vertical de Andrew
Carnegie, dirigido por sus cincuenta y tres accionistas, esas
otras combinaciones resultaban insignificantes. Podían
combinarse como mejor les pareciese, pero ni todas juntas
harían mella en la organización de Carnegie, y
Morgan lo sabía.
El viejo escocés excéntrico también
lo sabía. Desde las majestuosas alturas de Skibo Castle
había visto, primero divertido y luego con resentimiento,
los intentos de las pequeñas compañías de
Morgan entremetiéndose en sus negocios. Cuando esos
intentos se tornaron demasiado importantes, el mal genio de
Carnegie se convirtió en ira y en deseos de venganza.
Decidió duplicar cada fábrica suya por cada una que
sus rivales poseyeran. Hasta entonces no había tenido
interés en cables, tubos, flejes ni planchas. En cambio,
se contentaba con venderle el acero en bruto a esas
compañías y las dejaba que trabajaran en la
especialización que quisieran. Ahora, con Schwab como jefe
y lugarteniente capaz, planeaba arrinconar a sus enemigos contra
la pared.
Así fue como Morgan vio la solución a su
problema de combinaciones en el discurso de Charles M. Schwab. Un
trust sin Carnegie, el gigante, no sería ningún
trust, sino un pastel de ciruelas sin ciruelas. El discurso de
Schwab de aquella noche del 12 de diciembre de 1900 aportó
la sugerencia, que no la solicitud, de que el vasto imperio
Carnegie podía llegar a estar bajo la sombra de Morgan.
Habló del futuro mundial del acero, de
reorganización en aras de la eficiencia, de
especialización, de deshacerse de compañías
improductivas, de la concentración del esfuerzo en las
propiedades florecientes, de ahorros en el tráfico de
mineral bruto, de ahorros en los departamentos directivos y
administrativos, de captar mercados
extranjeros.
Más que todo eso, les dijo a los bucaneros que
había entre ellos dónde estaban los errores de su
piratería habitual. Sus propósitos,
suponía él, habían sido crear monopolios,
aumentar los precios y
pagarse a sí mismos dividendos exagerados más
allá de todo privilegio. Con su estilo campechano, Schwab
condenó ese sistema. La estrechez de miras de semejante
política,
dijo a su auditorio, residía en el hecho de que
restringía el mercado en un
momento en que todo pugnaba por la expansión. Abaratando
el coste del acero, explicó, se crearía un mercado
expansivo; se idearían más usos para el acero y se
captaría una parte considerable del mundo de la industria.
En realidad, aunque él no lo supiese, Schwab era un
apóstol de la moderna fabricación en
serie.
Así acabó la cena en el University Club.
Morgan se fue a su casa, para pensar en las predicciones de
progreso de Schwab. Schwab regresó a Pittsburgh, a dirigir
el negocio siderúrgico para «Wee Andra
Carnegie», mientras Gary y todos los demás
volvían a sus teletipos, para especular,
anticipándose al próximo movimiento.
No tardó mucho en suceder. A Morgan le
llevó más o menos una semana digerir el
festín de razonamientos que Schwab le había puesto
delante. Cuando se aseguró de que no iba a sufrir ninguna
«indigestión financiera», llamó a
Schwab…, y se encontró con un hombre bastante reticente.
Al señor Carnegie, le dijo Schwab, quizá no le
alegrara mucho descubrir que el presidente de su conglomerado de
empresas había estado coqueteando con el emperador de Wall
Street, el barrio que Carnegie había resuelto no pisar
jamás. Entonces John W. Gates, que hacía de
intermediario entre Morgan y Schwab, sugirió que si Schwab
estuviera casualmente de paso por el Belle Vue Hotel, de Filadelfia, J. P. Morgan
podía «coincidir» con él en el mismo
sitio. Sin embargo, cuando Schwab llegó, Morgan se hallaba
enfermo en su casa de Nueva York, y, presionado por el hombre
mayor, Schwab viajó a Nueva York y se presentó ante
la puerta de la biblioteca del
financiero.
En la actualidad, ciertos historiadores de la economía han
expresado la sospecha de que esta historia, desde el principio al
fin, fue planificada por Andrew Carnegie, que la cena en honor de
Schwab, el célebre discurso, la reunión del domingo
por la noche entre Schwab y el rey del dinero fueron sucesos que
el sagaz escocés había preparado de antemano. La
verdad es precisamente todo lo contrario. Cuando Schwab fue
llamado a cerrar el trato, ni siquiera sabía si el
«jefecito», como llamaban a Andrew, prestaría
atención a una oferta de
vender, en particular a un grupo de hombres a quienes Andrew
consideraba dotados de algo menos que la beatitud. Pero Schwab
acudió a la reunión con seis hojas escritas de su
puño y letra, llenas de datos que,
según él, representaban el valor físico y
potencial de rendimiento de cada compañía
metalúrgica que él consideraba una estrella
esencial en el nuevo firmamento del metal.
Cuatro hombres sopesaron esos esquemas durante toda la
noche. El jefe, por supuesto, era Morgan, firme en su credo del
derecho divino del dinero. Con él estaba su socio
aristocrático, Robert Bacon, un erudito y un caballero. El
tercero era John W. Gates, a quien Morgan tachaba de apostador y
utilizaba como herramienta. El cuarto era Schwab, que
sabía más sobre el proceso de
elaborar y vender acero que cualquier grupo de hombres de su
época. A lo largo de aquella conferencia, los
esquemas del hombre de Pittsburgh no se cuestionaron nunca. Si
él decía que una compañía
valía tanto, así era, y punto. También
insistió en incluir en la combinación sólo
las empresas que él tenía nominadas. Había
concebido una corporación sin dobleces, donde ni siquiera
quedaba lugar para satisfacer la codicia de amigos que deseaban
descargar sus compañías sobre los anchos hombros de
Morgan. Al amanecer, Morgan se puso de pie y se desperezó.
Sólo quedaba un asunto pendiente. -¿Cree que puede
persuadir a Andrew Carnegie de vender?
-preguntó.
-Puedo intentarlo -repuso Schwab.
-Si usted consigue que venda, me comprometeré en
todo este asunto -aseguró Morgan. Hasta allí todo
iba bien. Pero ¿vendería Carnegie?
¿Cuánto pediría? (Schwab pensaba en unos 320
millones de dólares.) ¿Cómo se
efectuaría el pago? ¿En acciones
ordinarias o preferentes? ¿En bonos? ¿En
efectivo? Nadie podía reunir trescientos veinte millones
de dólares en efectivo. En enero acudieron a un partido de
golf en los helados prados de St. Andrews, en Westchester, Andrew
envuelto en jerséis, bien abrigado, y Charlie conversando
de trivialidades, para ejercitar el buen humor. Pero no se
pronunció ni una palabra sobre negocios hasta que la
pareja se sentó en la cálida sala de la
cabaña que Carnegie poseía cerca de allí.
Entonces, con el mismo poder de convicción con que
había hipnotizado a ochenta millonarios en el University
Club, Schwab dejó caer rutilantes promesas de retiro y
comodidad, de los innumerables millones que satisfarían
los caprichos sociales del viejo escocés. Carnegie estuvo
de acuerdo, escribió algo en un trozo de papel y
dijo:
-Muy bien, venderemos por este precio.
La cifra era de unos 400 millones de dólares y
surgió a partir de los 320 millones que Schwab
había previsto como precio básico,
añadiéndole 80 millones para recuperar el valor
aumentado sobre el capital previsto durante los últimos
dos años. Más tarde, en la cubierta de un
transatlántico, el escocés le decía
arrepentido a Morgan: -Ojalá te hubiera pedido cien
millones más. -Si me los hubieras pedido, te los hubiese
dado -le respondió Morgan, amable.
Hubo cierto alboroto, por supuesto. Un corresponsal
británico envió un cable diciendo que el mundo del
acero extranjero estaba «aterrado» ante la gigantesca
corporación. El presidente Hadley, de Yale, declaró
que a menos que se regulasen los trusts, el país
tendría «un emperador en Washington durante los
próximos veinticinco años». Pero ese
hábil agente de Bolsa que Keene era se aplicó a su
trabajo de impulsar tan vigorosamente las nuevas acciones hacia
el público, que todo el exceso de liquidez, estimado por
algunos en cerca de 600 millones de dólares, fue absorbido
en un abrir y cerrar de ojos. De manera que Carnegie obtuvo sus
millones; el sindicato de
Morgan consiguió 62 millones por todos sus
«problemas», y todos los «muchachos»,
desde Gates a Gary, también ganaron sus millones. Schwab,
de 38 años, obtuvo su recompensa. Fue nombrado presidente
de la nueva corporación, y ostentó el cargo hasta
1930.
LA RIQUEZA EMPIEZA CON UNA IDEA
La impresionante historia del gran negocio que usted
acaba de leer es un ejemplo perfecto del método por el
cual el deseo puede transmutarse en su equivalente físico.
Esa gigantesca organización se creó en la
imaginación de un hombre. El plan por el que le
proporcionaban a la organización hornos de acero que
aportaban su estabilidad financiera se creó en la mente de
la misma persona. Su fe, su deseo, su imaginación, su
perseverancia fueron los verdaderos ingredientes esenciales que
conformaron la United States Steel Corporation. Los hornos y los
equipos mecánicos adquiridos por la empresa,
después de haber surgido a la existencia legal, fueron
incidentales, pero un análisis cuidadoso revelará
el hecho de que el valor aumentado de las propiedades adquiridas
por la corporación se incrementó en unos
seiscientos millones de dólares, por la mera
transacción que los consolidaba bajo una misma gerencia. En
otras palabras, la idea de Charles M. Schwab, sumada a la fe con
la que contagió a J. P. Morgan y a los demás,
había dado unos beneficios de unos seiscientos millones de
dólares. ¡No es una suma insignificante por una sola
idea! La United States Steel Corporation prosperó hasta
convertirse en una de las empresas más rica y poderosas de
Estados Unidos, dando empleo a miles
de personas, desarrollando nuevas aplicaciones para el acero, y
abriendo nuevos mercados, demostrando de ese modo que los
seiscientos millones de beneficio que la idea de Schwab produjo
estaban bien merecidos.
¡La riqueza empieza a partir de una
idea!
La cantidad está limitada sólo por la
persona en cuya mente esa idea se pone en movimiento.. ¡La
fe elimina las limitaciones! Cuando esté preparado para
negociarle a la vida lo que usted desee, recuerde: usted es el
que pone el precio por obtener lo que quiere.
EL VEHÍCULO PARA INFLUIR EN EL SUBCONSCIENTE.
-VEA Y SIENTA EL DINERO EN SUS MANOS. -CÓMO REFORZAR SUS
PODERES DE CONCENTRACIÓN. -SEIS PASOS PARA ESTIMULAR SU
SUBCONSCIENTE. -EL SECRETO DEL PODER DE LA MENTE
5 EL
CONOCIMIENTO ESPECIALIZADO (1)
EXPERIENCIAS PERSONALES U OBSERVACIONES. -EL
«IGNORANTE» QUE AMASÓ UNA FORTUNA. -USTED
PUEDE OBTENER TODO EL CONOCIMIENTO QUE NECESITE. -CONVIENE SABER
CÓMO OBTENER CONOCIMIENTOS. -UNA LECCIÓN DE UNA
AGENCIA DE COBROS. -EL CAMINO HACIA EL CONOCIMIENTO
ESPECIALIZADO. -UNA IDEA SENCILLA QUE DIO RESULTADO. -NO HAY POR
QUÉ EMPEZAR DESDE ABAJO. –
HAGA QUE EL TRABAJO INSATISFACTORIO FUNCIONE A SU FAVOR.
-SUS SOCIOS PUEDEN SER INAPRECIABLES. -HAGA QUE SUS IDEAS RINDAN
BENEFICIOS POR MEDIO DEL CONOCIMIENTO ESPECIALIZADO
EL TALLER DE LA MENTE. -DOS FORMAS DE
IMAGINACIÓN. -EJERCITE SU IMAGINACIÓN. -LAS
LEYES QUE
CONDUCEN A LA FORTUNA. -CÓMO HACER USO PRÁCTICO DE
LA IMAGINACIÓN. -LA TETERA ENCANTADA. -QUÉ
HARÍA YO SI TUVIESE UN MILLÓN DE DÓLARES.
-CÓMO TRANSMUTAR LAS IDEAS EN DINERO EFECTIVO
7 LA
PLANIFICACIÓN ORGANIZADA (1)
LA CRISTALIZACIÓN DEL DESEO EN ACCIÓN. -SI
SU PRIMER PLAN FRACASA, ¡INTENTE OTRO!.
-PLANIFICACIÓN DE LA VENTA DE SERVICIOS PERSONALES. -CASI
TODOS LOS LÍDERES EMPIEZAN COMO SEGUIDORES. -LAS
CARACTERÍSTICAS PRINCIPALES DEL LÍDER. -LAS DIEZ
CAUSAS PRINCIPALES DEL FRACASO EN EL LIDERAZGO.
-ALGUNOS CAMPOS FÉRTILES EN LOS QUE HABRÁ DEMANDA
DE «NUEVOS LÍDERES». -CUÁNDO Y
CÓMO SALIR EN BUSCA DE EMPLEO. -LA INFORMACIÓN QUE
SE DEBE INCLUIR EN UN EXPEDIENTE ESCRITO. -CÓMO CONSEGUIR
EL CARGO QUE DESEA. -LA NUEVA MANERA DE COMERCIALIZAR SERVICIOS.
-¿CUÁL ES SU CIFRA DE CCE? -EL VALOR CAPITAL DE SUS
SERVICIOS. -LAS TREINTA Y UNA CAUSAS PRINCIPALES DEL FRACASO.
-¿CONOCE USTED SU PROPIO VALOR?. -HAGA UN INVENTARIO DE
SÍ MISMO. -CUESTIONARIO
DE AUTOANÁLISIS PARA EL INVENTARIO PERSONAL. -DÓNDE
Y CÓMO SE PUEDEN ENCONTRAR OPORTUNIDADES DE ACUMULAR
RIQUEZAS -EL «MILAGRO» QUE HA PROPORCIONADO ESTAS
BENDICIONES. -EL CAPITAL ES LA PIEDRA ANGULAR DE NUESTRAS VIDAS.
-SUS OPORTUNIDADES EN MEDIO DE LAS RIQUEZAS
EL DOMINIO DE LA DILACIÓN. -CONSEJOS SOBRE LA
TOMA DE SUS PROPIAS DECISIONES. -LIBERTAD O
MUERTE EN UNA DECISIÓN. -CINCUENTA Y SEIS QUE SE
ARRIESGARON A LA HORCA. -ORGANIZACIÓN DE UN EQUIPO DE
TRABAJO. -UNA DECISIÓN QUE CAMBIÓ LA HISTORIA. -LA
DECISIÓN MAS TRASCENDENTAL JAMAS ESCRITA SOBRE PAPEL.
-SEPA LO QUE QUIERE Y, EN GENERAL, LO
CONSEGUIRÁ
EL ESFUERZO SOSTENIDO NECESARIO PARA MOVER LA FE, -SU
TEST DE
PERSEVERANCIA. -¿TIENDE USTED A LA «CONCIENCIA DEL
DINERO» O A LA «CONCIENCIA DE LA POBREZA»?.
-CÓMO LIBRARSE DE LA INERCIA MENTAL. -ELÉVESE POR
ENCIMA DE SUS FRACASOS. -USTED PUEDE ENTRENARSE PARA SER
PERSEVERANTE. -HAGA SU PROPIO «INVENTARIO DE
PERSEVERANCIA». -SI TEME LAS CRÍTICAS… -LA
«CASUALIDAD» SE PUEDE HACER A MEDIDA. -CÓMO
CULTIVAR LA PERSEVERANCIA. -CÓMO VENCER LAS DIFICULTADES.
-EL ÚLTIMO GRAN PROFETA
10 EL PODER DEL
TRABAJO EN
EQUIPO (1)
LA FUERZA IMPULSORA. -GANE PODER POR MEDIO DE UN EQUIPO
DE TRABAJO. -CÓMO MULTIPLICAR EL PODER DE SU CEREBRO. -EL
PODER DE LAS EMOCIONES POSITIVAS
11 EL MISTERIO DE LA
TRANSMUTACIÓN DEL SEXO (1)
RELACIÓN DE LOGRO EN NATURALEZAS SEXUALES MUY
DESARROLLADAS. -LOS DIEZ ESTÍMULOS DE LA MENTE. -EL
«GENIO» SE REALIZA A TRAVÉS DEL SEXTO SENTIDO,
-DE DONDE SURGEN LOS «PRESENTIMIENTOS». –EL INCREMENTO DE LA CAPACIDAD
CREATIVA. -CÓMO CONSIGUE UN INVENTOR SUS MEJORES IDEAS.
-LOS MÉTODOS EMPLEADOS POR LOS GENIOS ESTÁN
DISPONIBLES PARA USTED. -LA FUERZA IMPULSORA DEL SEXO. -POR
QUÉ LOS HOMBRES RARA VEZ ALCANZAN EL ÉXITO ANTES DE
LOS CUARENTA. -EL MAYOR DE LOS ESTIMULANTES DE LA MENTE. -EL
ALMACÉN DEL MAGNETISMO PERSONAL. -FALSAS CREENCIAS DE QUE
EL SEXO DAÑA LA PERSONALIDAD. -LOS AÑOS
FRUCTÍFEROS DESPUÉS DE LOS CUARENTA. -LLAME A LA
CENTRAL ELÉCTRICA DE SUS EMOCIONES. -QUIEN AMA DE VERAS
NUNCA PUEDE PERDER POR COMPLETO. -RAZONES POR LAS QUE LA ESPOSA
PUEDE ELEVAR O HUNDIR AL HOMBRE. -LA INUTILIDAD DE LA RIQUEZA SIN
MUJERES
EL ESLABÓN. -CÓMO ENERGETIZAR EL
SUBCONSCIENTE PARA EL ESFUERZO CREATIVO. -HAGA QUE SUS EMOCIONES
POSITIVAS TRABAJEN PARA USTED. -LAS SIETE GRANDES EMOCIONES
POSITIVAS. -LAS SIETE GRANDES EMOCIONES NEGATIVAS (que deben
evitarse). –EL SECRETO DE LA PLEGARIA EFICAZ
UNA ESTACIÓN RECEPTORA Y EMISORA PARA EL
PENSAMIENTO. -LAS FUERZAS MAS GRANDES SON INTANGIBLES. -LA
SORPRENDENTE HISTORIA DEL CEREBRO. -¿QUÉ ES LA
«TELEPATÍA»?- -CÓMO REUNIR MENTES PARA
UN TRABAJO EN EQUIPO
LA PUERTA DEL TEMPLO DE LA SABIDURÍA. -MILAGROS
DEL SEXTO SENTIDO. -DEJE QUE LOS GRANDES HOMBRES LE DEN FORMA A
SU VIDA. -LA CONSTRUCCIÓN DEL CARÁCTER MEDIANTE LA
AUTOSUGESTIÓN. -EL PASMOSO PODER DE LA IMAGINACIÓN.
-RECURRA A LA FUENTE DE INSPIRACIÓN. -UNA FUERZA VIGOROSA
DE CRECIMIENTO LENTO
15 LOS SEIS FANTASMAS DEL
TEMOR (1)
LOS SEIS MIEDOS BÁSICOS. -EL TEMOR A LA POBREZA.
-EL TEMOR MÁS DESTRUCTIVO. -SÍNTOMAS DEL TEMOR A LA
POBREZA. -EL DINERO HABLA. -EL TEMOR A LA CRÍTICA.
-SÍNTOMAS DEL TEMOR A LA CRÍTICA. -EL TEMOR A LA
ENFERMEDAD. -SÍNTOMAS DEL TEMOR A LA ENFERMEDAD. -EL TEMOR
A LA PÉRDIDA DEL AMOR. -SÍNTOMAS DEL TEMOR A LA
PÉRDIDA DEL AMOR. -EL TEMOR A LA VEJEZ.
-SÍNTOMAS DEL TEMOR A LA VEJEZ. -EL TEMOR A LA MUERTE.
-SÍNTOMAS DEL TEMOR A LA MUERTE. -LA PREOCUPACIÓN.
-EL DESASTRE DEL PENSAMIENTO NEGATIVO. -EL TALLER DEL DIABLO.
-CÓMO PROTEGERSE DE LAS INFLUENCIAS NEGATIVAS.
-CUESTIONARIO DE AUTOANALISIS. -LA ÚNICA COSA SOBRE LA QUE
USTED TIENE CONTROL ABSOLUTO.
-CINCUENTA Y CINCO EXCUSAS FAMOSAS DEL VIEJO SI
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FIN
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Enviado por:
Jorge Castillo