Reseñas sobre: "Ensayo sobre la Lucidez" de José Saramago y otros
- Datos biográficos del
Autor - Resumen de la Novela dando cuenta
de la comprensión y la conceptualización
presentada en el mismo - Opinión y crítica
personal
1.)
Reseña de Ensayo sobre la Lucidez de José
Saramago.
1.1) Datos
biográficos del Autor.
José Saramago, el autor del libro
Ensayo sobre la Lucidez, nació en Portugal en el
año de 1922. En resumidas cuentas es
"novelista, poeta, autor de teatro y
periodista", del Partido Comunista Portugués es miembro,
en su profesión de periodista y novelista sufrió
censura en la Dictadura de
Salazar, al cabo que también fue perseguido por dicha
dictadura.
En 1974 la revolución
de los claveles logró que Portugal se enfrascara en el
sistema
democrática, y José Saramago se unió a dicha
revolución. Su profesión de periodista la desempeño en el Diario de Noticias de
Lisboa, en donde también fue redactor y director. En
algunas épocas del año reside, en la actualidad, en
Lisboa, Capital de
Portugal, y en otras épocas traslada su residencia las
islas Canarias, específicamente en la Isla española
de Lanzarote. En el año de 1998, José Saramago,
recibe el premio Nóbel de Literatura, claro
después de haber recibido un gran número de premios
en distintas ciudades Europeas. Es característico este
premio Nóbel, en tanto que es el primer premio
Nóbel que recibe un escritor en lengua
portuguesa. Ha escrito numerosas novelas, aunque
no las citaré, si es curioso que aparezcan algunas
referencias, en Ensayo sobre la Lucidez, de otra de sus
obras titulada Ensayo sobre la Ceguera.
1.2) Resumen de
la Novela
dando cuenta de la comprensión y la
conceptualización presentada en el mismo.
La novela se
desarrolla en la Capital de un determinado país, que no se
identifica plenamente, pero el narrador, antes del discurso que
ofreció el Señor Presidente, de dicho país,
aclara el lugar geográfico donde se desenvuelve la trama,
que es Portugal y su Capital.
Una vez hecha esta aclaración, vale comenzar
exponiendo los sucesos primigenios del relato.
En un día tormentoso, por efecto de las lluvias
torrenciales y no por el proceso
electoral, se celebran elecciones municipales en todo el
país; es un día con una inclemencia
climática que se extendió desde las horas de la
mañana, hasta largas horas de la tarde.
Un día especial, en todo caso, pues era la fecha
en que el pueblo iba hacer ejercicio de sus derechos electorales
(poder elegir y
ser elegido), como todo pueblo democrático, en donde es
permitido votar por el partido de la Derecha (pdd), o por el del
medio (pdm), o si se prefiere por el de la izquierda (pdi), o en
blanco. Así las cosas toda parecía armónico,
excepto por las lluvias torrenciales que obligaron a los
ciudadanos a resguardarse en las casas, impidiéndole el
ejercicio de sus Derecho electorales.
La novela comienza relatando la situación de
preocupación que se vivía en la mesa 14 de
votación, lugar donde los jurados de la mesa, con su
respectivo presidente, llegaron a tiempo,
aún cuando las lluvias caían sin compasión,
para abrir la mesa electoral y permitir el inicio de la
votación de las personas inscritas en dicha mesa, pero la
ausencia de electores, tal vez a causa de la lluvia, era muy
preocupante.
El presidente comunicó la ausencia de electores
al poder electoral, pero en la conversación, tal como
puede indagarse, llegaron a la conclusión de que la
ausencia de electores se debía al fenómeno
climático.
En la mesa electoral número 14 la tensión
fue aumentado al pasar el tiempo; el narrador muestra la
inconformidad de los personajes con la fecha de elecciones, pues
para ellos, conociendo el mal tiempo, se debió aplazar las
elecciones una semana mas. En todo caso, la tensión
empezó a liberarse cuando llegó el primer elector,
pues este hecho hizo desplegar una sonrisa en el presidente de la
mesa, es así como se relata este hecho:
"Casi una hora después
entró el primer elector. Contra la expectativa general y
para desaliento del vocal de la puerta, era un desconocido.
Dejó el paraguas escurriendo en la entrada de la sala y,
cubierto por una capa de plástico
lustrosa por el agua,
calzando botas de goma, avanzó hacia la mesa. El
presidente se levantó con una sonrisa en los labios,
este elector, hombre de
edad avanzada, pero todavía robusto, anunciaba el
regreso a la normalidad, a la habitual fila de cumplidores
ciudadanos que avanzan lentamente, sin impaciencia, consciente,
como dijo el delegado del pdd, de la transcendente importancia
de estas elecciones municipales. El hombre le
entregó al presidente su carnet de identidad y
el documento que lo acreditaba como elector, éste
anunció con voz vibrante, casi feliz, el número
del carnet y el nombre de su poseedor,…"
Por cuenta gota fueron llegando cada uno de los
electores, iban votando sin ningún desorden,
pues, fila alguna que estorbe, ni se hallaba ni se
manifestaba. Visto no puede negarse, que al contrario del
torrente, que del cielo caía, los electores
aparecían con malicia o, tal vez,
maestría, uno a uno
votarían.
La noche, ni corta ni perezosa, llegó, no por
cansancio de "lucero mayor", mas bien deseosa de las resultas de
las urnas, no repletas, pero un tanto grávidas. Alguna que
otra fililla "avanzaba con la lentitud del caracol", dando por
terminada la votación, los votos inmigraban de la urnas
sin mortificación alguna, y la hesitación
comenzó cuando el resultado se publicó:
"Los votos válidos no llegaban al
veinticinco por ciento, distribuidos entre el partido de la
derecha, trece por ciento, partido del medio, nueve por ciento,
y partido de la izquierda, dos y medio por ciento.
Poquísimos los votos nulos, poquísimas las
abstenciones. Todos los otros, más del setenta por
ciento de la totalidad, estaban en blanco."
"Oh si de … la abnegación es
mucha", pero la preocupación del gobierno iba mas
haya de una simple abnegación, que el clima estuviese
no muy deseable, no borra el setenta y más por ciento de
votos en blanco. Tal vez, para el gobierno, era mejor repetir las
elecciones y esperar que el pueblo votase ordinariamente por sus
partidos.
Pero para no correr riesgos se
desplegó, como una marea de hormigas, agentes para buscar
los sospechosos de las resultas de la primera votación, no
vaya a ser que se repitan éstas. No quiere ello decir, que
en la primera votación, los agentes no hayan sido
desplegados, sólo que para la votación que viene, o
lo que es lo mismo: la repetición de la repetidera, el
objetivo
establecido, ellos, ya lo tienen. Es menester a los sospechosos
encontrarlos.
Así fue como la fantasmagórica ofensiva
del gobierno se concentro en los alrededores de las mesas de
votación. Allí carros llegaban, en busca de una
zona azul, o mejor diría micrófonos de
última generación, escondidos en aparatos movidos
generalmente por un motor de combustión interna, con placas
particulares, de todos los colores, casi
imperceptibles, grabando conversaciones de transeúntes
distraídos. Grabando una, dos o tres frases, cualquier
cosa que pudiera indicar a los responsables de semejante atentado
contra la democracia,
que valga su fluctuación fue un atentado
democrático.
Muy de cerca se seguía al sospechoso, unas tres o
cuatro personas atrás en la fila se hallaba nuestro
dichoso agente, una persona, sin
hesitación alguna, hábil, con potentes oídos
e implacable memoria, una vez
el ladino, el charlatán, el parlanchín, el
malicioso confabulador diera su nombre y número de
identificación, al jurado de votación, nuestro
agente iría a telefonear e informar los datos del
conspirador en potencia, del
blanquero.
La inteligencia
en proceso no vacilaba, ni dudaba, frente a cualquier
afirmación sospechosa, era necesario identificar
plenamente al ladino, al sospechoso. El complot debía ser
desarticulado desde sus bases. Aunque mas ligera, pero
insultante, habría sido que los agentes leyeran la mente
de los electores.
En todo caso, concluidas las votaciones y la
inteligencia, los resultados se mostraron, no muy satisfactorios
para algunos, pues la repetición de la repetidera
había llegado a su clímax cuando los blanqueros
repitieron la hazaña.
El voto en blanco, o el ochenta y tres por ciento de los
blanqueros reincidieron en aquella conducta dolosa y
premeditada, en aquél comportamiento
vilipendioso que estigmatizaba el sistema
político democrático. El voto en blanco
repuntó con un ochenta y tres por ciento de los votos
totales.
No hay duda de que es un complot, una
conspiración, una maquinación de un mente brillante
situada en lo mas oscuro y cálido del reino de las
tinieblas, un ochenta y tres por ciento de votos en blanco fue el
punto de inestabilidad, para el gobierno, del sistema
político, para otros, tal vez de los
políticos.
Viendo la álgida situación, el gobierno
pone en marcha planes de defensa. Defensa u ofensiva, palabras
que no define la novela, no lo sé. El gobierno decide
mandar interrogar a todos los sospechosos de la crisis
democrática, del complot, dispone interrogar a los
posibles blanqueros. Ello, claro, después de una acalorada
discusión, no de los caballeros de la mesa redonda
del Rey Arturo, sino del gabinete ministerial. El ministro de
defensa era el mas perplejo, un ochenta y tres por ciento, puede
que no sea debido a grupos
anarquistas, pero es un atentado, para el ministro de defensa,
terrorista. Finalizada esta palabra el ministro de justicia
contradice al jefe de la cartera de defensa, y le corrige en la
extensión de la palabra "terrorista".
Puede verse en la susodicha novela que el ministro del
Interior y de Defensa promovían la declaratoria del
estado de
sitio, a fin de tomar las riendas del sistema, mientras que el
ministro de Justicia y Cultura
auscultaban que la realidad sólo definía que eran
unos cuantos votos.
Frente a estas posiciones se decidió, por parte
del gabinete, establecer, por unanimidad, la declaratoria del
estado de sitio.
Mas de quinientas personas pasan horas respondiendo a
preguntas tediosas, repetitivas, que buscaban una única
respuesta, no la verdad, sino la respuesta que se quería
escuchar. Cada agente purga con cada pregunta el
recóndito, en cada mente, plan del
blanqueo.
En una y otra ocasión no obtenía mas que
comprensibles sustos de los entrevistados, quienes afirmaban que
votaron, o por el pdd, o por el pdm, y algunos cinco sostuvieron
que votaron por el pdi. Pero nadie el blanco voto
depositó.
Alguna muchacha, tal vez atractiva, que como cebo de
elocuencia planteara mástil reto a su interrogador,
deseó evidenciar la carencia de objetividad, siendo, ella
misma, la inquisidora de suaves y angelicales preguntas. La
inteligencia del Estado tiene agente tales, pero este poco
próvido, pero muy dadivoso, cede al deseo de la dama. Se
conecta a la máquina de la verdad, al detector de
mentiras, la mujer, como
toda mujer, lo mira,
respira profundo conteniendo el aire por,
aproximadamente, tres segundos, y dice con voz vibrante, firme y
airosa: BLANCO.
El pobre hombre, nuestro ágil y seguro agente es
traicionado por su cardiaco sistema. Las agujas del detector se
desbocan cual caballo brioso, tal vez algo de sudoración
– en realidad no lo recuerdo, igual, que más da,
quien quiera saber si el hombre sudaba o no pues que lea la
novela -, y viene la inquisidora, no se si la mujer o la
pregunta; "La mujer …, preguntó en un tono de voz suave,
casi tierno, Dígame, por favor, si votó en blanco."
Hay que imaginarse la respuesta. Ajajaja, aunque
pensándolo bien, mejor imagínese la agujilla del
detector de mentirillas.
Al tanto de la situación, de los interrogatorios,
el ministro del interior se encontraba, y mas temprano que tarde
el primer ministro le cuestionaba: qué se sabe de la
investigación, es un complot, son
anarquistas, quienes tuvieron la desfachatez de realizar
semejante atentado democrático contra la democracia?;
pregunta, en razonable natura, que iba descendiendo de
escalón en la jerarquía mando-obediencia del
Estado, el Ministro del Interior hacía la pregunta, la
susodicha, al Director de la Policía Secreta, éste
a sus asesores, y al final a los investigadores. Cual la
respuesta, cual la repuesta, y en efecto respuesta ha de haber, o
acaso el dinero que
a los investigadores les paga el Estado no
es para resultados obtener?, claro que hay respuesta, Pues
entonces déjese de rodeos y responda, hay complot?, si,
pero no, Explíquese, no hay pruebas.
Lo que de manera natural baja, vuelve, también a
subir, las respuestas subían de escaño en la
jerarquía mando-obediencia. Diría el señor
Ministro del Interior: no señor Primer Ministro,
todavía no se sabe nada, aún no hay
pruebas.
La discusión en la mesa redonda seguía, y
quien más quien menos, todos ya tenían la
solución, en el inconsciente, pero sólo el
Presidente pudo expresarla. Si la ciudad esta sitiada, y los
enemigos están dentro de la ciudad, y el gobierno
está dentro de la ciudad, hay que salir de ésta y
dar con el paradero de los enemigos del sistema
democrático, con los blanqueros.
Cómo diría algún ministro, dejar a
la Capital, abandonarla a su deriva. No, la Capital, como puede
percibirse, se ha abandonado ella misma. De la Capital salieron
las esferas del alto y medio gobierno, la policía y la
secreta (o privada), no quedo alma alguna
que representara al gobierno mas que el propio Alcalde de la
Capital, pues éste, aunque elegido por el pueblo, no
pierde su calidad de agente
del gobierno.
Extraña proeza, la salida, otros dirían,
la huida, de la Capital, a las tres de la mañana, la
comitiva prudencial no olvido nada, tan así el presencial
temor salvó su honor. A medida que avanzaban, y se
alejaban, la pesadumbres arrollada mostraba, su rocinante,
rimbombante y elegante, su lobreguez y motriz salida.
Que ni el temor se olvido, y mas se alimentaba al vivaz
resuello de los swish de los bombillos. En las casas, a
medida que pasaban o escapaban, encendidas se ponían las
lamparillas y bombillas, no sin antes advertir el nugatorio
trajín, aunque atentatorio, tramé buco alguno
pensó en el tortuoso camino de asomar el perfil por el
cristal.
Mas tormentoso que asomarse a las ventanas para ver al
gobierno salir de Capital, fue la misma proeza de salir. Y ya en
los noticieros algún Darío Arizmendi anunciaba lo
sabido. La CAPITAL ahora la capital, el gobierno se ha ido, y se
espera alocución presidencial:
"Os hablo con el corazón
en la mano, os hablo roto de dolor de un alejamiento
incomprensible, … pero lo que no podréis decir nunca
es que la culpa la tienen estos a quienes la voluntad popular,
libremente expresada en sucesivas, pacíficas y leales
disputas democráticas, confió los destinos de la
nación … No os quejéis de
nosotros, quejaos ante vosotros mismos, … Durante siglos y
siglos fuisteis la cabeza del país y orgullo de la
nación, … Habéis traicionado
la memoria
de vuestros antepasados, he ahí la dura verdad que
atormentará … Tal vez penséis, ilusoriamente,
que , entregados a vuestro albedrío y a vuestros libres
caprichos, seréis capaces de organizaros mejor y mejor
defender vuestras vidas de lo que a su favor hicieron los
métodos
antiguos y las antiguas leyes. Terrible
equívoco el vuestro. … Votar en blanco es un Derecho
irrenunciable, … Volveréis a verme y a oírme el
día que hayáis merecido el perdón que, a
pesar de todo, estamos inclinados a conceder, yo, vuestro
presidente, el gobierno que elegisteis en mejores tiempos, y la
parte sana y pura de nuestro pueblo, esa de la que en estos
momentos no sois dignos. …"
Algunos en la capital hacían fiesta, el gobierno
se ha ido, pero otros mas cuerdos se preguntaban:
¿qué festejan? Si nisiquiera hay cuerpo policial,
aunque está la empresa de
recolección de basuras, ésta entró en
huelga. El
primer día y único de la huelga, las mujeres
salieron a limpiar las aceras del frente de sus inmuebles. Al
día siguiente, llegaron los trabajadores, aunque sin
overol, y dijeron que el sindicato
está en huelga, pero ellos no.
La breve conversación entre el Ministro del
Interior y el Alcalde propendía por que se reactivara la
huelga, pero sin policías y sin ningún elemento
coercitivo, mas que el verbo, cómo podía
convencerse a los trabajadores para que volviesen a la huelga. El
Alcalde ganó el debate pero
con la clara advertencia de que aún es agente del
gobierno.
Esa misma tarde, cuando la ciudad parecía
tranquila, sin ningún percance mayor de delincuencia,
y con una brevísima ayuda de los bomberos en algún
caso aislado, estando el Alcalde cenando, en un restaurante cerca
de la estación norte del metro, estalla una bomba, que le
deja algunas heridas en la cara. El Alcalde se dirige al lugar
del suceso, la estación norte del metro, no se sabe
cuantos muertos hay, las llamas son vivaces y abrazan
inhumanamente.
De inmediato llegan los bomberos, aunque antes de ellos
ya se aparecen los noticieros, y rodean al Alcalde, lo rodean de
hecho y de cuestionamientos. Se apagan las llamas, y que da
ahora, el Alcalde no puede hacer mas; los bomberos se encargaron
del asunto.
Al día siguiente el Alcalde renuncia, ya no es
mas Alcalde de la capital, claro sin antes telefonear al Ministro
del Interior para preguntarle quién había mandado
poner la bomba donde murieron 34 personas, aunque en las noticias
apareciese el dato de 28; era una pregunta con ínfulas de
insinuación. El Ministro del Interior lo entendió
bien, y de nuevo le recordó que siendo el Alcalde de la
capital, y miembro del pdd (el mismo partido que se encuentra en
el gobierno) no era muy leal insinuar aquello de lo cual
podría arrepentirse, respuesta, del Alcalde, que mas
contundente no podía ser, al afirmar que él ya no
era Alcalde de la Capital.
El entierro de las víctimas fue conjunto, aunque
muy laico, pues ninguna congregación religiosa
quería untarse mucho de política, lo que
sería evidente si se hubiese dirigido la misa de entierro,
según el narrador.
La mitad de la población marchaba rechazando el atentado
en el metro, y la otra mitad, afirmó el presidente,
está a punto de salir.
Algunas familias de la capital, que vislumbraban la
crisis, no sólo democrática, sino real, decidieron
salir de la ciudad, aunque de antemano sabían que la
ciudad estaba sitiada y que nadie podría salir, deciden,
siendo solidarios con sus respectivos partidos (pdd y pdm),
armar, o mejor desarmar, todo, empacar y trastear todo, tal como
siguió del ejemplo del gobierno, por la madrugada, no a
las tres de la mañana pero sí a las cuatro de la
madrugada.
Así una fila de cientos de carros se aglomeraron
a las afueras de la ciudad, sin poder salir, pues la orden
impartida, a las fuerzas armadas, fue no dejar pasar ni un alma.
Por esta razón, el Primer Ministro telefoneó al
Presidente, quien decidió, en primera instancia, aceptar
el paso de los vehículos, pues si aquellos son miembros de
nuestro partido no sería malo dejarlos salir de la
intempestiva ciudad. Así se acordó la orden, pero
unos cinco minutos después el teléfono vuelve a sonar, de nuevo es el
Primer Ministro, quien se inquieta si, por algún motivo,
quienes pretender cruzar la frontera no
son miembros del pdd y pdm, sino que son los blanqueros. Esto
dejo pensando a los dos estadistas, hubo un silencia profundo,
aunque se decidió, luego de pensar o no en el uso de las
armas, que una
alocución presidencial daría al traste con el
escape de esas personas, que no se sabe si son votantes fieles, o
blanqueros subversivos.
Es así como, a las seis de la mañana,
estando todas las radios, de los coches, encendidas y un
helicóptero grabando y reportando la situación
desde el aire, empieza la alocución, que tiene un final
feliz, pues, desde el aire se observa, como el último
vehículo dio media vuelta y retorna a la ciudad, y
así cada uno de los vehículos. Salida triunfal del
gobierno, salvo por cuanto que al entrar, el primer
vehículo en la ciudad, fue atacado por los ciudadanos que
no habían salido de la misma, casi una batalla campal se
formó.
Se deben tomar medidas que pongan freno a esta crisis,
empezando porque la orden, del gobierno, de poner la bomba
sólo tenía la pretensión de matar, por mucho
a tres personas, no a todos los que murieron. En efecto se
pensaban medidas como pasar, en próximas elecciones, los
votos en blanco, proporcionalmente, a cada uno de los partidos,
entre otras mas.
Entre tanto, cuando no se avizoraba que rumbo
podía tomar la novela, aparece que un hombre xx
envió tres cartas, todas
iguales, al Presidente, al Primer Ministro y al Ministro del
Interior, indicando, y relatando, a algunas personas y hechos que
podrían estar relacionados con el incidente de los
blanqueros.
El Presidente y el Primer Ministro discutieron la
cuestión, la carta
llegó a manos del Presidente, quien la leyó de
inmediato, una vez finalizada la lectura
llamó al Primer Ministro, quien hizo lo propio, perplejos
se miraron, cuestionando aquél a éste: qué
piensa?, el Primer Ministro convenció al Presidente de que
no valía la pena iniciar una investigación en este
asunto. Una carta donde se
sindica que determinadas personas pueden estar involucradas con
el democrático atentado de los blanqueros, no merece
investigación, pues se alegan hechos ocurridos hace cuatro
años, en donde hubo una epidemia de ceguera, media
población se quedó ciega, entre ellas, las personas
que se tratan en la carta, pero de éstas sólo una
mujer no quedó ciega, y fue ella quien, tras varias
acucias, pasando por el asesinato, logra liberar al grupo de
ciegos de un hospitaloide. Una investigación de este
talante traería problemas para
la crisis actual, afirma el Primer Ministro, y convencido, el
Presidente, asiente. Pero, claro no se pensara que no hay un
pero, que ocurre si alguien se entera de la carta, sería
terrible para el sistema democrático.
Entre estos dos estadistas se decidió averiguar
quien recibió la carta; no duro mucho esta
averiguación, pues de inmediato la secretaria dio la
información, el secretario había
recibido la carta, y no sólo esto, sino que también
la leyó. Ahora si sería grave, pues si este
personaje cuenta algo, tal vez a su esposa, y ésta a su
amiga, y esta no se sabe a quien, y todo se llega a saber la
crisis, por efecto Doppler se agudizaría.
Habrá que callar al secretario, no
mandándolo al mundo celestial, hay que hablar con el
Director de la Policía, pero aparece la objeción de
que el propio Presidente se salta el conducto regular no
informado de la situación al Ministro del Interior, y que
tal si el Director de Policía le cuenta al susodicho
Ministro. Hay que mantener la carta reservada, y la mejor manera
es averiguar si el secretario, quien recibió la carta, es
de entera confianza y no dirá nada al respecto, nisiquiera
a su esposa. El secretario no tardo en llegar, y fue interrogado
ampliamente, a la vez que sus respuestas fueron satisfactorias,
pues convenció al Presidente y al Primer Ministro de su
entera confianza.
Una vez resuelta la situación sonó el
teléfono, era nada mas y nada menos que el Ministro del
Interior, habló con el Presidente y le dijo que:
había llegado a su despacho una carta afirmando que un
grupo de personas estaban relacionadas con los hechos del
atentado democrático a la democracia, y que estaba,
completamente, dispuesto a iniciar una
investigación.
No fue tarea fácil convencer al Presidente de que
no iniciara una investigación, y menos sería
fácil convencer al Ministro del Interior de lo mismo.
Prácticamente era irremediable el inicio de la
aludida.
No fue difícil deducir que si había
llegado una carta, dirigida al Presidente, y otra igual, dirigida
al Ministro del Interior, también habría llegado
otra dirigida al Primer Ministro, y en efecto así fue,
pero el trámite de recepción de la misma no fue tan
expedito que en los primeros despachos.
Para llegar a cabo la aludida, hablo de la
investigación, se nombraron a tres agentes de la
policía secreta, un inspector (el Jefe), un comisario (el
primer agente) y el segundo agente. Se les equipo con arma de
dotación y un vehículo para los tres, tenían
un apartamento, con fachada de empresa
(providencial s.a. seguros y
reaseguros), en el cual podían resguardarse los
días que durase la investigación, y los gastos los
sufragaría el Ministerio del Interior.
Como es lógico, primero se iba a investigar al
sujeto que envió las tres cartas, en ellas estaba su
teléfono, dirección y correo
electrónico, pero surgió la duda, entre los
agentes, de cómo iniciar el interrogatorio, ello por
cuanto que iniciar el interrogatorio bajo ofensiva pudo haber
asustado o bloqueado al sujeto, y tal vez no diría todo lo
que sabe.
Los agentes decidieron iniciar la investigación
de una forma amable y sin referirse, demasiado, al atentado
democrático a la democracia, es decir, sin indagar muchos
por los blanqueros. La estrategia que se
adopto fue la de: preguntarle al hombre cuales habían sido
los hechos que ocurrieron hace cuatro años, que se narran,
ligeramente, en la carta, y averiguar cuales fueron los
compañeros de éste en ese entonces.
Así pues, se desarrolló el interrogatorio
bajo lo lineamientos descritos, llegaron un sábado por la
mañana, nuestros tres agentes y, el hombre que
vivía cuarto piso, preguntó quien era, los agentes,
una vez suelta la pregunta, se miraron, y el inspector
afirmó que eran la policía, el hombre, con cierta
alegría, responde que ya baja a abrir.
Subieron los cuatro hombres al apartamento, el sujeto en
cuestión solicitó un momento para terminar de
arreglarse, específicamente para ponerse calzado, los
agentes, en dicho intervalo, que no duró más de
tres minutos, observaron la sala en la que estaban.
Llegó el sujeto y afirmó que ya era hora
que llegarán, los agentes asintieron y le manifestaron que
venían por la carta que envió, al cabo que le
preguntaban si habían enviado otra carta en
cuestión a otra persona, el sujeto dijo, sonriente, si
envié tres cartas al Presidente, al Primer Ministro y al
Ministro del Interior, por si alguna de ellas se
perdía.
Empezó el interrogatorio, pero oh sorpresa la que
se llevó el susodicho sujeto de la carta al ver, un tanto
pasmado, que las preguntas se dirigían a averiguar los
hechos que habían acaecido hace cuatro años, que en
realidad no tienen mayor importancia, pero, y así lo
pretendía el hombre, el interrogatorio debiendo dirigirse
a hallar la relación de esos hechos con los
acontecimientos de los subversivos blanqueros, tomo un rumbo, que
puede decirse que fue histórico. El hombre atónico
trató de responder, aunque no le preguntaran, cual era la
relación entre los hechos acontecidos hace cuatro
años con los blanqueros, pero los agentes, tratando de
evitar éste tema, por estrategia interrogativa, no le
permitieron continuar.
El interrogatorio se centro, también por
estrategia, en la averiguación de quienes conformaban
grupo de personas que, el interrogado, había conocido hace
cuatro años en los sucesos en cuestión. Al fin el
sujeto interrogado manifestó que una de la personas que
conformaba el grupo era su ex mujer, pero, y explicando lo
sucedido, dijo que ella se habían separado por causa de
los hechos en cuestión.
Los agentes no comprendía, pero el sujeto, un
tanto abatido, explicó que como las personas, que
conformaban el grupo en cuestión, estaban todas ciegas,
hace cuatro años, excepto una mujer, y recluidas en un
hospitaloide de ciegos, los ciegos, ajenos al grupo,
tenían toda la comida, y para que dieran comida
exigían que las mujeres se acostaran con ellos. Unos de
los agentes dijo de inmediato, y su mujer se acostó con
ellos?, el hombre, sin poderlo mirar a la cara, respondió
que ella estaba había estado debajo y eso el no lo pudo
resistir; pero continuó el agente, un poco
sarcástico, pero usted no comía el alimento que su
mujer conseguía por estar debajo, el hombre no
respondió.
El hombre interrogado dijo que la mujer que no se
había quedado ciega, era la esposa del oftalmólogo,
y fue la que los ayudó a escapar de ese tenebroso lugar,
ella asesinó a uno de los ciegos, al jefe, y ello los
guió y alimentó, pues era la única que
podía ver.
Un agente preguntó si tenía alguna foto
del grupo, el hombre respondió afirmativamente y se
dirigió por ella, claro está que no fue
sólo, pues, uno de los agentes lo acompaño mientras
los otros dos esperaban. Los dos agentes que se quedaron el sala
no percibieron nada extraño cuando llegaron el sujeto y el
agente, que lo acompaño, con la foto. Aquellos se
enteraron mucho tiempo después de que: el agente que
acompaño al sujeto, para recoger la foto,
desenvainó su arma, dejándole el seguro puesto, y
la presionó contra el sujeto para que no se le fuera a
olvidar en qué lugar había tenido la foto. El
sujeto, como es de esperarse, encontró la foto en un
santiamén, no porque el calibre del cañón,
seguramente de una Beretta nueve milímetros o de una Cold
45, le haya quedado marcada en la piel, sino,
por el contrario, porque sabía perfectamente donde
guardaba la foto, en principio.
En la foto aparecían, con residuo de sonrisa, no
mas de ocho seres, siete humanos y un mejor amigo, un can; de
izquierda a Derecha eran: la mujer del oftalmólogo junto
al mismo, el hombrecillo de la carta con su ex mujer, quien
debajo de un ciego estuvo, violada y ultrajada, por poco de
comida, seguía una meretriz, o al menos eso se pensaba,
que en la foto sostenía, en su diestra mano, unas gafas
negras, junto a ella estaba un viejo, ciego como todos, y con una
venda negra que auscultaba, tal vez queratitis en residuos, el
ojo izquierdo, quien después de los sucesos, y a falta de
mucho tiempo, esponsales celebró con la hermosa meretriz,
que ni se sabe si es una o la otra, por último un
mozalbete que para la investigación poco o nada importa,
junto a él la bestia cuadrúpeda forrado de un suave
y esponjado pelo marrón, con hocico, casi tierno, pero no
recomendable, era, en efecto, el can de la mujer del
oftalmólogo.
La colaboración del sujeto interrogado no
llegó hasta la foto, pues suministró nombres,
direcciones y teléfonos de todos los plasmados en la foto,
claro, menos del infante. Los agentes se marcharon, el hombre
quedó desconcertado, pues palabra alguna, para cuestionar
la relación con los blanqueros, se
mencionó.
Al día siguiente, domingo, los agentes se
dividirían el trabajo, el
inspector iría a casa del oftalmólogo, para
interrogar, en especial, a la mujer, el comisario iría a
casa de la meretriz, que es la misma donde vive su viejo esposo
con su venda negra, y por último, el segundo agente (el de
más bajo rango) iría a cada de la ex mujer del
hombre que envió la carta.
Estaban convencidos, los agentes, que el hombre, que
envió la carta, no les telefonearía, a los
personajes de la foto, para informarlos de la
investigación, pero tal vez los nuevos interrogados
podrían telefonearse entre sí; para evitar eso, una
comunicación entre los sospechosos, se
coordinó, por parte de los tres agentes, la hora de las
10:30 a.m. para tocar en cada una de las puertas de los
sospechosos. Sospechosos de qué? Aún no se tiene
idea.
Así, pues, aconteció, salvo por que el
inspector, después de dejar a cada uno de los otros
agentes cerca del lugar de habitación de los sospechosos,
se retraso y golpeó, no a las 10:30 a.m. sino a las 11:15
a.m.
La mujer del oftalmólogo, después de hacer
pasar al inspector que era un hombre de unos 57 años de
edad y, luego de ofrecerle una taza de café, y
hechas preguntas muy concisas, respondió y confesó
que ella había matado a un hombre, a un ciego, al jefe de
los ciegos, que las había violado, a ella, a la ex mujer
del hombre que envió la carta y a la meretriz (aunque no
usó esta palabra); el asesinato fue con arma blanca, corto
punzante, había introducido unas tijeras, no en el
corazón del ciego, habría sido muy difícil,
pues las mujeres no tienen tanta fuerza, aunque
hay excepciones, sino que introdujo las tijeras en el cuello de
la víctima, tal vez pensando en aquella gran vena, no la
subclavia derecha, sino la yugular.
Finalizado el interrogatorio, de forma abrupta, pues la
mujer, a la defensiva, proyecto una
ofensiva de preguntas, tales como: ¿si aquí en la
capital la policía se fue para al gobierno le interesa
investigar un crimen, del cual no pueden obtener, ni pruebas, mas
que testimoniales, ni el arma del delito, ni el
cuerpo de la víctima? Pregunta, precisamente no en estos
términos, pero similar, que el inspector no quiso
responden, no porque no quisiera, sino porque era incapaz, no
habría una respuesta razonable para tan próvida
pregunta.
Los agentes se encontraron, luego de finiquitados los
interrogatorios, en el apartamento de providencia s.a. seguros y
reaseguros, intercambiaron las experiencias de los
interrogatorios, cada uno dio su opinión, pero llegaron a
la conclusión de que no había ninguna
relación entre: los hechos ocurridos hace cuatro
años y las el grupo de personas que interrogaron con el
atentado democrático a la democracia, con el subversivo y
maquinal voto en blanco, aunque su misión era
encontrar la relación como fuese, así tuvieran que
inventar las pruebas, en realidad no sólo era complicado
dicha epopeya sino que era insultante para la
profesión.
Luego que el inspector entró en su cuarto, y
después de despedirse de sus agentes, sonó el
teléfono rojo. Este aparato hacía parte de una
línea que estaba directamente comunicada con el inmueble,
temporalmente ocupado, por el Ministerio del Interior. El
inspector, quien es papagayo de mar, contesto, al otro lado de la
bocina se encontraba albatros, mejor conocido como el Ministro
del Interior. La conversación fue breve pero no muy
confortante para el Ministro. Dentro de las muchas cosas que se
tocaron, en la conversación, el Ministro se
interesó en la foto, y le exigió a papagayo de mar
que se la enviara. Para realizar el cometido, papagayo de mar
debía encontrarse, a las nueve de la mañana, en el
punto militar seis norte, y debía entregar la foto a un
hombre detraje negro con pintas azules. El desconocido
debía responde a un clave hablada. Dada la orden, por
albatros, a papagayo de mar, se cortó la
comunicación. No si antes reiterarle, albatros, que le
iba ayudar con la investigación, y que no dudara de que
los sospechosos tienen mucho que ver con el atentado
democrático de los blanqueros.
El inspector se levantó temprano al día
siguiente, pero olvido preguntarle, al ministro del interior,
donde quedaba el puesto seis norte, no había tiempo para
llamar al ministro, y por lo pronto era menester sacar el mapa de
la ciudad y tratar de encontrar el dichoso puesto seis norte. El
inspector llegó a las 9:21 a.m. al puesto seis norte,
allí se encontraba un hombre, con traje negro y pintas
azules, que respondió a la clave hablada, y como era de
esperarse se entregó el sobre contentivo de la
foto.
Seguidamente el inspector se dirigió a continuar
el interrogatorio, que ayer había quedado inconcluso por
causa de las airadas preguntas de la mujer del
oftalmólogo. En dicho evento el inspector le
comentó a la mujer, y a su marido, que el gobierno
creía que ella y las personas de la foto eras las
responsables del atentado democrático de los blanqueros.
La mujer atónita no podía creerlo.
Los otros dos agentes, mientras tanto, seguían a
los otros sospechosos. Una vez finalizada la hazaña,
llegaron al apartamento y a todos les parecía estar
realizando una investigación sin sentido
alguno.
Papagayo de mar llamo, por el teléfono rojo, a
albatros para informarle que él no considera que exista
una relación entre: las personas investigadas y los
sucesos de los blanqueros, y le solicita a albatros que lo
aísle de la investigación. Albatros hace un
último intento por convencer a papagayo de mar que
está equivocado, pero ello es inútil. Albatros no
ve mas camino que ordenarle a papagayo de mar que ordene a sus
hombres ir al puesto seis norte mañana a las nueve de la
mañana, pues allí los estará esperando un
hombre con traje negro y pintas azules. Albatros también
ordena, a papagayo de mar que se quede en el apartamento los
cinco días iniciales que se dio como tiempo para la
operación. Se cuelga el teléfono y el inspector
sale, de la habitación, para informar a sus agentes lo que
el Ministro del Interior le había ordenado. El inspector
les solicita a sus agentes que, cuando los interroguen sobre la
operación, digan toda la verdad de los interrogatorios
hechos.
Esa misma noche el inspector telefonea a casa de la
mujer del oftalmólogo, habla con ella, y le pide que se
vaya porque el ministro del interior decidió dar por
terminada la investigación, pero no está seguro de
que no hayan policías siguiéndola. La mujer un
tanto asustada le agradece por haberla llamado, y se despiden
cordialmente.
El inspector, después de que se fueron sus
agentes, sale y desayuna en un café, algo tranquilo, luego
recorre la ciudad para matar el tiempo, y pasa por la calle donde
vivía la mujer del oftalmólogo, se imagina que ya
hay hombre (agentes) siguiéndola o esperando que salga, y,
en efecto los identifica, sigue caminando hacia un parque cercano
a dicha calle, y se sienta en un banco, es
plácido estar allí, piensa el inspector, se respira
un aire de tranquilidad. Luego suena un disparo que le ha
entrado, al inspector, por el hueso occipital (esto me lo
imaginé), quien ha disparado es el hombre de traje negro
con pintas azules.
Mas tarde la policía toca a la puerta del
apartamento del oftalmólogo, enseguida abre la mujer de
éste, los policías le solicitan que llame a su
marido porque está detenido, la mujer pregunta porque, y
los policías le recuerdan que la ciudad está en
declaratoria de estado de sitio, y, por tanto, no están
obligados a responder esa pregunta ni a mostrar orden de captura.
El marido sale, la mujer quiere irse con él, pero los
policías no le permiten que lo acompañe.
Una vez ocurría aquello, el hombre de traje negro
con pintas azules se ubicaba en la terraza del edificio del
frente, y cuando la mujer salió, a la ventana, a tomar
aire fresco, apenas posó sus manos sobre la fría
baranda cuando se escucharon dos disparos, que le dieron a la
mujer, ésta yace muerta en el piso, de inmediato el can
empieza a ladrar, y se escucha otro disparo que calla al
canino.
Entre tanto dos ciegos caminan por la calle, y uno le
pregunta al otro si escuchó algo, éste responde que
sí, que fueron tres tiros, el último calló
al can, y el otro ciego dice algo como: menos mal porque no me
gusta escuchar a los perros
aullando.
1.3) opinión y
crítica
personal.
La novela tiene elementos muy interesantes para realizar
un análisis politológico. Aunque tiene
elementos, que en mi humilde opinión, son marcadamente
fantasiosos, gracias a éstos elementos puede desarrollar
la trama de la novela.
En la novela aparecen situaciones, que si se presentaran
en la realidad, lo mas probable es que siguieran un rumbo
distinto. La novela se alimenta de tramas, originadas por la
desconfianza y falta de información de los personajes,
aunque es agradable, e incluso chistosa, los relatos que muestra
el autor, no puede negarse que a veces la novela se tornaba
monótona.
Esta monotonía se conjugaba con la rapidez con el
autor avanzaba, que imprimía dinamismo a la novela, pero
también dejaba muchas dudas, y claro, necesariamente,
debían suplirse con la imaginación del lector. Tal
vez por ello creo que las reseñas que realice cada lector,
de la novela, serían muy diferentes, no en su contenido y
trama general, pero sí dentro de su contenido
específico.
Creo que la novela es una fuente de información
muy importante, al menos para la carrera de ciencia
política, porque señala toda una serie de errores,
de estadistas y servidores
públicos de nivel medio, que entroniza la necesariedad de
que las decisiones de alta y media política estén
respaldadas por análisis de politólogos.
Es decir, la novela evidencia los errores, en los que
tal vez nadie incurriría si las decisiones, del Estado,
estuvieran respaldadas en análisis mas profundos sobre las
situaciones coyunturales. No quiero decir, que éstos
análisis sean mas demorados o tediosos, sólo que
para situaciones coyunturales, como estructurales, se requiere el
consejo, para nada despreciable y en mayor medida realizable, de
profesionales que estén enterados del sistema
político en cuestión, y que tengan conocimiento
de su características e insuficiencias, para, por lo
menos, avizorar de manera superflua las consecuencias de
determinadas decisiones.
Lo que se evidencia en la novela, con la continuidad de
errores tras errores, es la necesariedad de tecnificar las
decisiones del Estado, aunque en alguna medida pueden estarlo, es
irrebatible que las decisiones equívocas del gobierno, de
la novela, constituyen una clara falta de información y
una escasez de
asesores para situaciones coyunturales.
Aunque no puede negarse que la novela es completamente
lógica,
pero, y es algo paradójico, las consecuencias de aquel
logicismo tal vez se constituyeron en ilógicas.
Por otra parte, es claro que hay que establecer la cruda
y real forma en que puede, en situaciones de alto riesgo, no me
refiero a las de la novela, manifestarse la razón de
Estado. Este concepto de:
"razón de Estado" se muestra con real claridad en la
novela, tal vez la causa que establece la novela es fantasiosa,
pero lo que hay que extraer de la novela es la forma en que opera
la razón de Estado, en donde no importa si una persona es
inocente, o no, lo importantes es mantener la dignidad, en
alto, del Estado y de sus gobernantes.
La razón de Estado es aquella dignidad moral, que,
aunque sólo sea en apariencias, debe proyectar una
visión ejemplificante, a sus ciudadanos y a la comunidad
internacional, de digno trato. Esta razón de Estado no es
buena, pero tampoco es mala, sólo es el concepto de lo que
se debe hacer en situaciones coyunturales, en donde el Estado
debe salir lo mejor librado, aunque yo agregaría, en mi
humilde opinión, que la razón de Estado
debería tener presente los Derecho Humanos
Fundamentales.
Edgar Eduardo Manrique Muñoz
Ponencia presentada al Curso de Sistema Político
Colombiano de la Facultad de Derecho, Ciencias
Políticas y Sociales de la Universidad
Nacional de Colombia. Segundo
Semestre de 2004.