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Rafael Sanzio




Enviado por rossanayrenan



    1. Antecedentes
    2. Marco
      histórico
    3. Movimiento
      Artístico
    4. Autor: Rafael
      Sanzio
    5. Análisis de las
      obras
    6. Comentario
    7. Conclusiones
    8. Bibliografía
    9. Anexos

    INTRODUCCIÓN

    Este trabajo de
    investigación realizada a uno de los
    más grandes artistas del Alto Renacimiento, el
    divino Rafael Sanzio, nos ayudará a entender gran parte de
    sus obras, ya que al conocer su vida en profundidad, nos
    permitirá poder
    interpretar los sentimientos que lo contenían cuando
    realizaba alguna de sus maravillosas pinturas.

    Rafael estaba dotado de una gran capacidad para hacer la
    síntesis de lo que hasta entonces se
    había hecho en el terreno de la pintura. Con
    él, la armonía estaba conseguida con la
    perfección en el uso del canon y la proporción,
    esto se debía en parte a que llevaba consigo una amplia
    preparación en el estudio de los grandes maestros de la
    pintura.

    Y es que, pocos pintores del Renacimiento italiano han
    sabido interpretar el ideal de belleza y el amor hacia
    el clasicismo que supone el Humanismo como
    lo hace Rafael Sanzio, el más joven de los tres grandes
    creadores del Cinquecento y también el más
    ecléctico.

    La fuente de inspiración del divino Rafael fue la
    naturaleza, en
    la que Rafael afirma está la belleza, y, consecuentemente,
    en los sentimientos y los afectos humanos. El buen testimonio de
    ellos son los retratos y sus madonnas en las que se aprecia el
    encanto de formas perfectas, y, a la vez, los sentimientos
    motivados por la vida de cada día.

    Por otra parte, se aprecia que en la mayoría de
    sus obran se evidencian la unidad formal armoniosa, el sentido
    del espacio y proporción que encarnan el espíritu
    del Alto Renacimiento Italiano.

    ANTECENDENTES

    El renacer del Humanismo

    A fines de la Edad Media se
    desarrolló lentamente un movimiento que
    retornaba a los antiguos conocimientos y artes clásicos de
    Roma y Grecia. Esta
    corriente, originada en Italia, que
    abarcó la mayor parte de Europa y que tuvo
    grandes genios que la representaron fiel y magníficamente
    en sus obras, se llamó Renacimiento, y su principal
    fundamento filosófico fue el Humanismo, al focalizar al
    hombre en el
    centro de todas las cosas. Esta tendencia, extendida en los
    siglos XV y XVI, significó un cambio en
    todos los aspectos de la vida de la sociedad
    europea y fue la puerta de entrada a la Edad
    Moderna.

    ¿Por qué surgió el
    Renacimiento?

    No hay que dejarse engañar por la palabra renacimiento,
    en el sentido de que antes de ese período las artes
    estaban poco desarrolladas o que no existían, y que
    después se produjo una repentina resurrección. La
    Edad Media había tenido su arte original, el
    arte ojival en la arquitectura. Del
    siglo XIII al XIV se construyeron grandes monumentos, como las
    catedrales francesas, que Europa entera imitó y que el
    Renacimiento no tuvo bastante poder para hacerlas mejores
    aún. Ese grado de perfección al que habían
    llegado las artes, principalmente en los siglos XIV y XV,
    motivaron a describir esos siglos como los precursores del
    Renacimiento.

    El Renacimiento es el renacimiento de la antigüedad
    clásica, el regreso a las tradiciones griegas y romanas.
    Las obras de la época grecorromana eran desconocidas hasta
    entonces y abrieron a los artistas nuevas fuentes de
    inspiración. Otro factor que se sumó a crear este
    caldo de cultivo para el Renacimiento, fue la invención de
    la imprenta, que
    permitió la difusión rápida y casi universal
    de sus ideas y conocimientos.

    Los últimos elementos decisivos en la gestación
    y apogeo de este movimiento fueron el desarrollo
    general de la riqueza en ciudades claves en la gestación
    del Renacimiento (que en esa época eran verdaderos estados
    aparte), como Florencia y Venecia, y la protección y los
    estímulos dados en todos los países a las artes por
    poderosos personajes llamados mecenas, que frecuentemente eran
    los mismos jefes de los Estados o los príncipes, papas y
    reyes.

    También se produjo un cambio en las ideas. En la Edad
    Media, los hombres habían pensado más en el cielo
    que en la Tierra.
    Sometidos a la doctrina de la Iglesia
    católica, habían aceptado el lugar que el
    nacimiento y la tradición les habían impuesto en la
    sociedad.

    Pero en el Renacimiento se entregaron a los goces de este
    mundo, se apropiaron del derecho a expresar sus ideas personales
    sobre la vida y la verdad, y lucharon por el poder y la gloria.
    Surgió un fuerte individualismo y nació un nuevo
    concepto de la
    libertad.

    Italia estaba salpicada de innumerables ruinas de los
    monumentos romanos, facilitando de esa manera la existencia de
    los modelos para
    la creación de la arquitectura renacentista. Por otra
    parte, los bajorrelieves de los arcos de triunfo, como los del
    arco de Tito y los de la columna de Trajano, en Roma, permitieron
    a los escultores y pintores seguir ejemplos para sus obras.
    Además, al desenterrar las estatuas quedaba en evidencia
    el
    conocimiento exacto que tenían los antiguos de las
    proporciones del cuerpo humano.
    Lo representaban perfecto, desnudo, sin otra preocupación
    que la forma y la belleza. En la Edad Media era diferente: los
    artistas, por pudor cristiano, cubrían el cuerpo con
    vestidos. Interesados en traducir sentimientos y reproducir con
    fidelidad lo que veían, representaban la fealdad lo mismo
    que la belleza.

    Los arquitectos del Renacimiento desecharon los modelo
    góticos, considerados como toscos. Así,
    reaparecieron las líneas rectas de los templos griegos. El
    arco de medio punto romano reemplazó al ojival. Las
    columnas con capiteles dórico, jónico y corintio
    decoraron las estructuras
    sencillas de las construcciones del Renacimiento, y la
    cúpula relevó a la bóveda gótica.

    En la pintura, los artistas del Renacimiento se destacaron por
    su dibujo, es
    decir, por el uso del trazo perfecto. Asimismo, redescubrieron
    las leyes de la
    perspectiva, ignoradas desde la antigüedad, gracias a lo
    cual pudieron representar las figuras en una superficie plana,
    con la forma con que aparecían a la vista.

    Sin embargo, en este campo del arte, no quedaban obras de la
    antigüedad, por lo cual los pintores renacentistas
    desarrollaron extensamente su poder creativo. Además, el
    invento del óleo fue muy importante. Esta técnica
    consiste en el uso de colores disueltos
    en aceite, que
    pueden ser aplicados sobre telas o maderas, lo que provocó
    el surgimiento del llamado cuadro de caballete, es decir, en tela
    y fácilmente transportable. Gracias al óleo, se
    logró un mayor colorido y minuciosidad, porque
    podía ser trabajado con más lentitud que los
    frescos, que debían pintarse más rápidamente
    sobre un muro cuando este estaba todavía
    húmedo.

    Por todo ello es que los pintores de esa época se
    destacaron en varias facetas distintas. Fueron hábiles
    compositores, es decir, supieron agrupar armoniosamente las
    distintas figuras y elementos de sus cuadros. Solucionaron
    también el problema de la conveniente distribución de la luz y de las
    sombras que se conoce con el nombre de claroscuro. Finalmente,
    fueron grandes coloristas, al saber disponer y graduar
    debidamente los colores.

    Escritos antiguos

    Sin embargo, la gran influencia de la Antigüedad se
    ejerció a través de los escritos de todo género:
    literarios, históricos y filosóficos, latinos y
    griegos, que fueron hallados en los siglos XIV y XV. Las obras
    latinas, por ejemplo Los Discursos y
    las Cartas de
    Cicerón (político, pensador y orador romano) y una
    parte de las obras de Tácito (historiador latino), fueron
    descubiertas principalmente en el siglo XIV en las bibliotecas de
    los conventos. En cuanto a los autores griegos, Platón
    en particular, eran ignorados en la Europa Occidental, y
    recién fueron revelados en el siglo XV.

    Posteriormente, después de la toma de Constantinopla
    por los turcos (1453), muchos sabios bizantinos buscaron refugio
    en Italia y contribuyeron allí a desarrollar el gusto por
    los estudios griegos.

    Todo este material iluminó a los artistas de la
    época y sirvió para dar un apoyo fundamental a sus
    obras, entregando nuevas visiones del mundo, que se ajustaban a
    los ideales que en ese momento flotaban en el aire
    renacentista.

    Aparecen los humanistas

    En el siglo XIV surgió, en oposición a la
    Escolástica (enseñanza filosófica propia de la
    Edad Media, en la que dominaban las ideas de Aristóteles), un nuevo movimiento
    intelectual, el Humanismo. Esta corriente marcó una
    actitud
    distinta frente al entorno, al ser humano y al saber. Los
    humanistas estaban interesados profundamente en el hombre
    mismo, en las posibilidades que ofrecía la existencia
    terrenal y en la belleza de este mundo. Y estaban convencidos de
    que los escritos de los autores clásicos revelaban
    auténtica humanidad.

    El italiano Francisco Petrarca ha sido calificado como el
    padre del Humanismo. Él dedicó toda su vida al
    estudio de los clásicos, tratando de imitar a
    Cicerón y Virgilio, descubriendo las cartas del primero,
    hasta entonces desconocidas. Al mismo tiempo,
    escribió sonetos en lengua
    italiana, en los que cantó su amor por una
    mujer llamada
    Laura de Noves. Sus obras más conocidas son el Cancionero
    y Triunfos. Por estos sonetos, Petrarca es considerado unos de
    los más grandes poetas líricos de la literatura universal.

    Otro humanista famoso fue Juan Boccaccio, también
    italiano, autor del Decamerón, conjunto de cuentos que
    retratan al ser humano con sus vicios y virtudes y que reflejan
    las costumbres de la época. En otra de sus obras, titulada
    De la genealogía de los dioses, realizó uno de los
    estudios más completos que se conocen sobre la mitología grecorromana.

    Uno de los personajes considerados como el más perfecto
    representante del Humanismo fue Desiderio Erasmo, o
    también conocido como Erasmo de Rotterdam, por haber
    nacido en esa ciudad holandesa. Fue un apasionado humanista y
    editó obras clásicas como la Geografía de Ptolomeo
    y tradujo al latín varios autores griegos. Escribió
    también el Elogio de la locura. En ella, la más
    alabada de todas sus obras, y que dedicó a su amigo, el
    humanista inglés
    Tomás Moro, criticó las costumbres de sus
    contemporáneos, las supersticiones, los prejuicios, la
    ignorancia y el fanatismo en todas sus formas.

    La influencia de esta tendencia en la educación fue
    notable. Los humanistas ya no basaron sus enseñanzas en la
    teología, sino que primero en la literatura
    clásica, que llamaron letras humanas o humanidades y por
    las cuales se lograría el ideal de la educación humanista:
    el desarrollo completo de la
    personalidad y la formación del hombre culto,
    íntegramente humano.

    El latín y el griego fueron incorporados a los programas de
    estudios. La observación de la naturaleza, el
    espíritu de análisis y de crítica
    se comenzaron a practicar en la investigación científica.
    Finalmente, el Humanismo promovió una agitación
    cultural que contribuyó a provocar el gran desarrollo de
    las artes que estamos viendo ahora con el nombre de
    Renacimiento.

    La Pintura

    En los orígenes del Renacimiento, en el siglo XIV,
    quien se destacó en la pintura fue Giotto di Bondone, como
    uno de los precursores de un nuevo estilo. Se preocupó
    más del espacio, los volúmenes y la
    penetración sicológica de los personajes.

    Sin embargo, el arte renacentista comenzó a
    manifestarse plenamente en el Quattrocento (siglo XV). Entre los
    primeros escultores se contaron los florentinos Lorenzo Ghiberti
    y Donatello (Donato di Betto Bardi). Ghiberti ganó fama al
    esculpir las puertas de bronce del baptisterio de Florencia. Sus
    bajos relieves, vigorosos y elegantes, han perdurado como una
    verdadera obra maestra. El segundo levantó las primeras
    estatuas del Renacimiento, entre las que se destacó, por
    su imponente realismo, la
    de Gatamelatta, un jefe militar de la época.

    El primero de los grandes arquitectos renacentistas fue
    Filippo Brunelleschi, quien construyó una gran
    cúpula en la catedral de Florencia y edificó, en la
    misma ciudad, la iglesia de San Lorenzo, a la que le dio el
    aspecto de una basílica romana.

    El iniciador de la pintura renacentista fue Masaccio (Tommaso
    di Ser Giovanni). La monumentalidad de sus composiciones y el
    alto grado naturalista de sus obras, hacen de él una
    figura esencial de la pintura del siglo XV, como quedó
    demostrado en sus frescos de la capilla Brancacci.

    Coetáneos de Masaccio fueron fra Angélico,
    pintor idealista de escenas religiosas, y Paolo Uccello,
    preocupado por los escorzos (figuras en posturas oblicuas al
    plano de la obra artística) y las perspectivas.

    En la segunda parte del siglo XV se destacaron Piero della
    Francesca, cima de la tendencia pictórica racionalista e
    investigadora, que utilizó la luz como elemento expresivo,
    y Sandro Botticelli, quien aplicó un estilo sinuoso y
    refinado.

    El creador del Cinquecento arquitectónico fue Donato
    Bramante. Su primera obra maestra fue el templete de San Pietro
    in Montorio, de planta centralizada, similar a los templos
    circulares clásicos. El papa Julio II escogió a
    Bramante para edificar la nueva basílica de San Pedro, de
    gigantescas proporciones, en la que, como hemos visto,
    intervinieron Rafael y Miguel Angel. Sin embargo, Bramante
    falleció antes de ver terminada su obra.

    En Venecia surgieron una serie de brillantes pintores, como
    Giorgione, Tiziano, Tintoretto y Veronés, con quienes
    llegó a su máximo esplendor la escuela
    veneciana, caracterizada por su colorido, la luz vaporosa, la
    sensualidad y los temas paganos.

    La literatura

    La literatura del Renacimiento tomó del Humanismo la
    inspiración clásica de sus temas, personajes y
    reglas, pero usó solo idiomas vernáculos (propios
    de cada país). El primer escritor que comenzó a
    utilizar un estilo próximo al renacentista fue Dante
    Alighieri. Su obra más conocida, La Divina comedia,
    correspondía a la Edad Media, por su construcción e ideas, mientras que su
    espíritu subjetivo y expresividad la acercaban al
    Renacimiento. Los principales escritores italianos, aparte del ya
    mencionado Nicolás Maquiavelo,
    fueron el prosista Francisco Guicciardini y los poetas Ludovico
    Ariosto y Torcuato Tasso.

    El primero fue el más relevante historiador de la
    Italia renacentista. En su Historia de Italia
    narró los complicados sucesos de la península entre
    los siglos XV y XVI. Ludovico Ariosto escribió el poema
    Orlando Furioso, en el que contó con bastante
    imaginación las luchas del emperador Carlomagno contra los
    sarracenos y las hazañas de Ronaldo, su legendario nieto.
    Por último, Torcuato Tasso cerró la serie de poetas
    del Renacimiento italiano con la publicación de una
    voluminosa epopeya titulada Jerusalén libertada. En ella
    describió las proezas de los primeros cruzados, uniendo la
    historia y la novela.

    La música

    En el Renacimiento se impuso la música vocal
    polifónica (conjunto de varias voces e instrumentos que
    forman un todo armonioso) y profana. En las misas que oficiaba el
    papa intervenía el coro Sixtina del Vaticano, que atrajo a
    músicos e intérpretes vocales de toda Italia e,
    incluso, del norte de Europa. Entre sus miembros destacaron los
    compositores Josquin des Prés y Giovanni Pierluigi da
    Palestrina, maestro de la polifonía religiosa.

    MARCO
    HISTORICO

    Contexto histórico y características del
    renacimiento.

    A partir de la segunda mitad del siglo XV, se da una etapa
    de recuperación económica, demográfica y
    comercial, tanto así, que en ningún sitio se
    observan como en Italia los signos de los
    nuevos tiempos.

    La Burguesía se encontraba en su estado puro,
    puesto que se dio el auge del comercio que
    facilito y promovió la autonomía de las ciudades,
    como cuna de la secularización occidental.

    Se da también una serie de rasgos fundamentales, que
    es necesario señalar:

    Transformación de las capas sociales.

    – Debido a la extensión del comercio y al nuevo
    sistema
    fabril.

    – Aparece la clase media y
    una burguesía que desafía a la nobleza
    rural.

    La nueva mentalidad.

    – El individualismo, el culto a la "virtud" subjetiva del
    empresario.

    – Se produce un cambio en la concepción del tiempo,
    el dinero y la
    política.

    – La mentalidad religiosa no tiene fuerzas para penetrar en
    todos los niveles del mundo.

    – Comienza el proceso de
    secularización de la cultura
    moderna europea.

    Aparición del saber técnico.

    – Basado en la libertad de acción
    y la eficiencia.

    Dios gobierna el mundo, pero el hombre puede
    transformarlo.

    El saber técnico es una actitud antidogmática
    frente a la naturaleza y sus leyes.

    Asimismo, el arte renacentista significa el advenimiento del
    humanismo —"el humanismo italiano en el siglo XV aparece
    esencialmente ligado a la ideología de una burguesía
    mercantil, ciudadana y precapitalista", un retorno al clasicismo
    y a los saberes anteriores al cristianismo,
    y un nuevo modo de mirar a la naturaleza cuyo eje es lo que
    provee el dispositivo óptico. Según Gombrich "el
    término renacimiento significa volver a nacer o instaurar
    de nuevo, y la idea de semejante renacimiento comenzó a
    ganar terreno en Italia desde la época de Giotto. Cuando
    la gente de entonces deseaba elogiar a un poeta  o a un
    artista decía que su obra era tan buena como la de los
    antiguos". Sin renunciar al cristianismo, el artista renacentista
    abandona la experiencia del arte escolástico medioeval y
    recupera la concepción de la representación
    mimética de la realidad.

    Fenómeno que alcanza a toda Europa occidental, su
    epicentro estuvo en Italia donde surgieron los más grandes
    maestros de la época. Desde allí se irradió
    hacia Europa del norte. "El dominio de
    la ciencia y
    del conocimiento
    del arte clásico fue durante algún tiempo
    posesión exclusiva de los artistas italianos del
    Renacimiento."

    Desde el punto de vista de la historia del
    arte interesa indagar y comprender el arte renacentista "en
    el marco del mundo de las ideas" ¿En qué sentido el
    arte renacentista es una ruptura con las concepciones del
    Medioevo?, ¿De qué manera se manifiestan en las
    obras de los artistas del Renacimiento las transformaciones
    económicas, políticas
    y científicas de su época?

    La Ruptura

    ¿Cuál es el marco histórico en que
    aparece y consolida el Renacimiento?

    En Europa occidental, el creciente mercantilismo
    da lugar al auge de las ciudades de burgueses y mercaderes, ya no
    concebidas como espacios cerrados de protección ante los
    peligros externos sino como centros de intercambio, en un sentido
    amplio, en ese lugar se concentran tanto la actividad
    económica como el conocimiento técnico,
    científico y artístico; proceso que indudablemente
    requiere un mayor dinamismo interno y romper el aislamiento
    favoreciendo la búsqueda de nuevas posibilidades ubicadas
    extramuros.

    Los viajes de
    expedición y descubrimiento tienen como norte  buscar
    nuevas fuentes de provisión de productos y
    recursos. La
    llegada de Colón a América
    (1492) no sólo puede interpretarse en su sentido
    económico y geográfico sino también como la
    captación de una nueva comprensión del mundo
    físico real: Europa ya no será la única
    historia y la Tierra
    dejará de ser el centro del universo.

    Al mundo atomizado y disperso del Medioevo le sucede un
    período en que el hombre se lanza a la conquista de nuevas
    fronteras geográficas y científicas. Aunque la
    Iglesia conserva un enorme poder terrenal, su influencia en el
    ámbito de las ideas comienza a desdibujarse. El viejo
    sistema feudal se va extinguiendo reemplazado por nuevas
    estructuras políticas más centralizadas, por
    ejemplo, en la forma de monarquías con capacidad para
    organizar la
    administración del Estado nacional y ejercer su poder
    militar con ejércitos leales al soberano. El poder feudal
    local y regional de las antiguas noblezas se irá
    sometiendo a las fuerzas centrípetas.
    Los historiadores del arte coinciden en señalar
    también al Renacimiento como una etapa de ruptura con el
    arte del Medioevo. ¿Pero en qué sentido? Los
    artistas no trabajan sólo con la idea de que el arte puede
    servir a los designios divinos y como vehículo para la
    unión con Dios sino también para retratar el mundo
    real. Para Gombrich, este cambio es radical: "Tal vez el
    más inmediato resultado de esta gran revolución
    en arte consistió en que los artistas de todas partes
    comenzaron a experimentar y procurar nuevos efectos
    sorprendentes. Este espíritu de aventura que sostuvo el
    arte del siglo XV señala la verdadera ruptura con el
    Medioevo"

    Puntualizando los contenidos de esta ruptura se pueden
    señalar los siguientes aspectos:

    1. Los humanistas italianos son estudiosos de los autores
      clásicos.
    2. El humanista investiga e incorpora conocimientos anteriores
      al cristianismo, como la magia, la cábala hebrea, el
      hermetismo egipcio, la astrología y la alquimia.
    3. El mundo intelectual cristiano se resquebraja; la ciencia y la
      filosofía se independizan de la teología.
    4. El arte renacentista "retorna al dispositivo óptico
      de pintar lo que capta la mirada: a la profundidad y
      perspectiva formales, a la búsqueda de las emociones en la
      obra"
    5. El artista renacentista recupera el valor de la
      representación mimética de la naturaleza, se
      reencuentra con el movimiento en una representación
      "absolutamente distinta a la hierática, abstracta y
      plana pintura medioeval"

    Esta última característica se puede asociar a la
    idea de un progreso del arte como fue enunciada por Arthur C.
    Danto, quien explica al arte como una narrativa con una dirección histórica ascendente: "un
    modelo progresivo representacional hacia la conquista gradual y
    más óptima de las apariencias naturales"

    La historiografía burguesa liberal (especialmente
    Burckhardt) y socialista del siglo XIX presentaron al
    Renacimiento como el triunfo de la razón y del
    espíritu individual frente al Medioevo, definida como "una
    era de tinieblas". Esta interpretación gozó de gran
    popularidad y ha llegado incluso hasta nuestros días. Sin
    embargo, esta visión extrema impide distinguir las
    raíces más profundas de la innovación renacentista porque niega la
    existencia de cualquier continuidad entre la tradición
    medioeval y el Renacimiento. Sobre esta cuestión, Arnold
    Hauser señala: "El interés
    por la individualidad, la investigación de las leyes
    naturales, el sentido de fidelidad a la naturaleza en el arte y
    en la literatura no comienzan de modo alguno con el
    Renacimiento".  Entonces: ¿en qué reside el
    cambio, la ruptura y la transformación producidos por el
    Renacimiento? El mismo autor afirma que "en el Renacimiento lo
    nuevo no era el naturalismo en sí, sino los rasgos
    científicos, metódicos e integrales del
    naturalismo; (Burckhardt y sus seguidores) no han percibido que
    no eran la observación y el análisis de la realidad
    los que superaban los conceptos de la Edad Media, sino
    simplemente la conciencia y
    coherencia con que los datos
    empíricos eran registrados y analizados; no han visto, en
    una palabra, que en el Renacimiento el hecho notable no era que
    el artista se fuese convirtiendo en observador de la naturaleza,
    sino que la obra de arte se hubiera transformado en un
    ‘estudio de la naturaleza’".

    MOVIMIENTO
    ARTÍSTICO

    Renacimiento Italiano

    La península italiana nunca se había visto
    implicada íntimamente con la corriente internacional
    del
    Gótico.
    Sus manifestaciones góticas tienen un carácter muy particular, siempre más
    ligado a su propia tradición románica y
    clásica que a las evoluciones estilísticas de
    Francia, el
    gran eje rector del estilo gótico. Durante el
    Trecento
    la inquietud diferenciadora había ido planteando las
    bases de una renovación del arte que conmocionó sus
    cimientos hasta llegar a preguntarse por la esencia misma de este
    arte y de sus artífices, en especial por el papel de los
    pintores como agentes intelectuales
    que deseaban ser incluidos en la élite de la cultura y la
    alta sociedad. La ruptura, pues, no llega de la nada, sino que
    hunde sus raíces en la elaboración teórica
    de personajes como Francisco de Asís, los frescos
    de Giotto
    y las esculturas de los Pisano. Los grandes pilares de la
    ruptura, o de la renovación si se quiere, son varios. El
    eje más llamativo es el Humanismo como nuevo enfoque de la
    visión teocrática de la sociedad y el cosmos hacia
    el papel central del hombre y sus actos. La anatomía del hombre
    fue objeto de cuidadoso estudio por parte de científicos,
    que dibujan uno a uno sus descubrimientos. La maestría
    necesaria para estos dibujos
    confundió con frecuencia el papel del científico
    con el del pintor, que adquiere por eso una relevancia inusitada
    hasta ese momento. Un pintor, además, debía de
    tener hondos conocimientos de mitología, historia y
    teología para estar capacitado en la representación
    decorosa de las historias que había de narrar. Este volver
    a centrarse en lo humano no significa en absoluto un abandono de
    lo divino; bien al contrario, lo divino es revisado desde la
    perspectiva humana para dotarlo de una mayor
    significación: Dios trata de hacerse inteligible a la
    razón humana, en vez de limitarlo a la emoción de
    la fe. El mecanismo de la recuperación de la Razón
    tuvo sus apoyos en la reintroducción de la
    sabiduría clásica: los textos de la Antigüedad
    que se conservaban se traducen. La caída de Constantinopla
    en manos sarracenas provocó un éxodo masivo de
    artistas e intelectuales bizantinos, que se instalan en Italia y
    llevan con ellos nuevos manuscritos clásicos, conservados
    por los árabes, la sabiduría helenística,
    los conocimientos de cábala y astrología oriental,
    etc. Del helenismo
    proviene la enorme influencia de las Escuelas
    neoplatónicas, filtradas por el Cristianismo, que proponen
    una adaptación del demiurgo y el orden cosmológico
    platónico y aristotélico, equiparándolo a la
    figura de Dios y Jesucristo. El peso de la tradición
    clásica indujo a denominar la pintura de este estilo como
    pintura alla antiqua, puesto que la modernidad,
    entendida como avance y desarrollo de los presupuestos
    góticos, se centra en la pintura
    flamenca
    , la pintura alla moderna. El patrocinio
    de la Iglesia sobre las artes sigue siendo mayoritario pero
    abandona el monopolio;
    así, las florecientes repúblicas mercantiles se
    llenan de familias de comerciantes que establecen
    auténticas dinastías, como los Médicis, que
    apoyan su poder en la Banca
    internacional, el control de las
    rutas marítimas y el prestigio que les otorga ser mecenas
    de artistas y científicos. Gracias a esta entrada en
    escena de un nuevo mecenazgo se produjo un aumento de los
    géneros, que hasta ese momento se habían limitado a
    la pintura religiosa. Se inicia con fuerza el
    esplendor del retrato, puesto que los mismos que pagan el arte
    desean contemplarse en él. Se introducen
    mitologías, frecuentemente con trasfondos religiosos,
    incluso mistéricos, de difícil
    interpretación excepto para círculos restringidos:
    es el caso de la sofisticada obra de Botticelli
    el Triunfo
    de la Primavera
    . El Renacimiento es
    además uno de los primeros movimientos en tener
    consciencia de época, es decir, sus integrantes se
    autodenominan como hombres del Renacimiento, como inauguradores
    de una nueva Edad, la Edad Moderna, por oposición a la que
    identifican ya como Edad Media, nexo de transición entre
    el esplendor de la Antigüedad clásica y el nuevo
    esplendor de su propia época. Es en este período
    cuando los artistas empiezan a firmar sus obras, sus datos
    biográficos son recogidos por los especialistas en arte,
    sus teorías
    pictóricas componen tratados de gran
    elaboración intelectual… el mito del genio
    moderno inicia su proceso en estos años, con destellos
    como Rafael
    o Leonardo.
    El Renacimiento se organiza tradicionalmente en dos hemisferios,
    el Quattrocento
    o siglo XV y el Cinquecento
    o siglo XVI. La delimitación no es exacta, de manera
    que los rasgos de uno pueden estar presentes en otro y viceversa.
    Sin embargo, sí es posible agrupar por semejanza de
    intenciones a los autores de uno y otro siglo. Aparte de su
    propio esplendor, Italia fecundó los Renacimientos de
    otros países, como fueron España
    o Francia.

    El TRECENTO

    El Trecento es un siglo privilegiado que contó
    con los primeros nombres reconocidos como genios de la cultura:
    Dante, Petrarca, Giotto, Duccio son algunos de ellos. Sus
    producciones en sus respectivos campos marcan un espíritu
    nuevo que pone al hombre y su voluntad en el eje de la
    creación. Giotto fue además el primer pintor de la
    historia occidental que tuvo éxito
    en vida.El Trecento arranca de los últimos momentos del
    Duocento, en la transición iniciada por los artistas
    toscanos que trabajan la pintura en vez del mosaico.
    Durante este siglo, el XIV, se van a desarrollar dos escuelas
    diferentes, la florentina y la sienesa, cada una ella ubicada en
    sendas repúblicas poderosas. Pero las dos escuelas tienen
    características comunes, tales como son la
    individualización de los personajes, lejos ya de los
    estereotipos practicados durante el medioevo. A esta
    individualización corresponde una mayor expresividad de
    los rostros y el gesto, lo cual marca la
    separación de los tipos bizantinos practicados el siglo
    anterior, hieráticos, inmóviles en su diginidad
    eterna. También se presta mayor atención al cuerpo, con lo que se consigue
    una mayor corrección anatómica, más
    realista, sin idealizar. Esto implica introducir volumen y
    modelado en los cuerpos, que inmediatamente repercute en los
    objetos que lo rodean y en el fondo, que deja de ser un panel
    dorado para llenarse de paisajitos o interiores. En éstos
    se practican unas rudimentarias reglas de perspectiva,
    divergentes, que unifican escenas de diferentes marcos
    relacionándolas entre sí mediante puntos de fuga
    que sólo operan para las escenas
    seleccionadas.También se innova en la temática: la
    aparición de un poder civil fuerte, como son las
    repúblicas mercantiles, demanda unas
    obras que respalden su imagen del poder.
    El resultado fueron frescos magníficos, como los del
    palacio comunal de Venecia hechos por los hermanos Lorenzetti
    entre otros, o los del palacio de verano del papa en Avignon.Otro
    campo de avance será el meramente técnico: las
    técnicas al fresco
    se perfeccionan y resultan tan duraderas y brillantes como
    el mosaico, al que a veces imitan en decoraciones murales. El
    fresco se complementa con retoques "alla secca", que permiten
    mayor detallismo. Además, el volumen implica la necesidad
    de sombras y gradaciones, por lo que se abandona el color plano para
    introducir las gamas tonales, de una manera muy similar a como lo
    hará el impresionismo
    puesto que no hay sombras proyectadas de color negro, sino
    coloreadas con gamas más intensas o con colores
    complementarios.La escuela florentina es la que mejor
    aprovechará estos logros técnicos, puesto que el
    ambiente en
    ella es muy intelectual. Giotto
    es su mejor exponente, y realiza en sus ciclos al fresco
    verdaderos manifiestos pictóricos y teológicos que
    causaron furor en su época.La escuela de Siena halla su
    mejor representante en Simone
    Martini
    , el pintor de las vírgenes
    elegantes y bellas. Su estilo está claramente ligado al
    bizantinismo, en una escuela blanda, amanerada y sumamente
    apropiada para ambientes cortesanos, al estilo del retrato que
    realizó del Guidoriccio da Fogliano. La piel que pinta
    suele ser terrosa, las manos finas y crispadas, casi como
    garfios, los ropajes y los entornos son ricos, principescos.
    Estos rasgos convierten la pintura sienesa en inconfundible,
    puesto que sustituyen la intelectualidad florentina por el
    sentimiento religioso y humano. Sus mejores artífices, el
    citado Martini, Duccio, los hermanos Lorenzetti, obtuvieron
    proyección internacional. También la tuvieron los
    florentinos, Taddeo
    Gaddi
    , il Giottino, Starnina… esto se debe a
    dos circunstancias que indirectamente acaban con el Trecento. La
    primera fue la epidemia de Peste Negra que en 1348 provoca una
    huida masiva de la población. Los artistas se trasladaron a la
    corte papal en Avignon, donde llevaron a cabo obras
    magníficas. Un segundo receso tiene lugar en 1379, con la
    revolución de los Ciompi, campesinos contra el poder
    aristocrático y clerical, que determina un período
    de crisis
    económica y social en el cual la Toscana es sustituida en
    importancia cultural por Roma. Muchos artistas se trasladaron a
    las costas mediterráneas del sur de Francia y del este
    español,
    lo cual determinará una proyección de su estilo en
    el Gótico
    Italianizante
    inmediatamente
    posterior.

    EL QUATTROCENTO

    La división entre Quattrocento y Cinquecento
    puede resultar a veces arbitraria, puesto que es imposible
    marcar una fecha concreta para el arranque de lo que hoy
    llamamos Renacimiento.
    Muchos de los artistas renacentistas participan de ambos
    períodos, que remiten respectivamente a dos siglos
    diferentes, el siglo XV y el XVI. Las ideas y los pintores
    están presentes en ambos siglos, aunque sí puede
    hablarse de dos generaciones diferentes de artistas, así
    como de dos núcleos predominantes cada uno en un
    período. El núcleo de poder destacado durante el
    Quattrocento es sin duda alguna la Florencia de los
    Médicis, así como en el Cinquecento habremos de
    mencionar la Roma papal. Como ya se ha dicho, los precedentes
    pictóricos del Trecento
    son los que determinaron el avance cualitativo del
    Quattrocento. Los frescos de Giotto
    y los paneles de Cimabue anunciaban la
    transformación. La renovación artística
    arranca de la mano de la arquitectura; ya corrían por los
    círculos intelectuales voces que clamaban por una
    revalorización de la actividad artística. La
    arquitectura italiana siempre había gozado de una mayor
    adaptación a la concepción humana, lejos de la
    espiritualidad teológica de las catedrales europeas. Ese
    sentido de humanismo y de ruptura con lo establecido la
    resumió como nadie Brunelleschi en una obra que se
    considera una auténtica proclamación de
    intenciones: la cúpula de Santa María de las
    Flores. De una amplitud nunca vista y con una pureza de
    líneas de singular belleza, Brunelleschi empleó las
    últimas novedades de la técnica para
    diseñarla, al tiempo que se apartaba del proceso
    físico de la construcción. Es decir, planteaba la
    postura del creador frente a la del constructor. Además,
    colocó su obra en el lugar de mayor impacto social: el
    centro de la rica república florentina, el cruce de
    caminos de todas las rutas comerciales y las operaciones
    económicas del mundo cristiano. De esta forma, todo el
    mundo pudo contemplar la novedad. Las repercusiones fueron
    inmediatas y la escultura recibió también un nuevo
    impulso hacia un ejercicio de la Razón sobre la imagen. Se
    abandonaron la planitud y el hieratismo del gótico en pro
    de un ansia de belleza y perfección; también tuvo
    la escultura su manifiesto público en las Puertas del
    Paraíso realizadas por Ghiberti. Por su parte, la pintura
    disfrutó de los logros en ambos terrenos. La
    sistematización de los medios
    constructivos requirió un gran esfuerzo científico:
    las matemáticas, la física y la geometría fueron las principales armas para unas
    edificaciones nuevas. La pintura adopta sus postulados y a
    través de ellos consigue lo que será uno de sus
    rasgos definitorios: la perspectiva lineal. Consiste en abstraer
    la mirada y la posición del objeto representado, que ha de
    verse centrado desde una altura media, a partir de un punto
    único que supone una mirada ideal desde un sólo
    ojo. Es un puro ejercicio mental que pretende imbuir la imagen
    plástica de tres dimensiones, en lugar de las dos
    del románico
    y el gótico.
    Con ello se pretendía conseguir una pintura cercana a la
    realidad, como una ventana abierta al mundo. La revolución
    fue inmediata: Masaccio,
    joven pintor de moda, realiza un
    manifiesto pictórico en su Trinidad,
    un fresco
    que finge romper los muros donde se pinta para abrir ante
    el fiel una supuesta capilla en la que se manifiesta el misterio
    de las tres personas divinas, a tamaño natural, ante los
    ojos asombrados del espectador. El escándalo que
    causó esta imagen sólo puede compararse al que
    provocaron los primeros cuadros de los cubistas, y de la vanguardia en
    general, a principios del
    siglo XX. Los florentinos del siglo XV jamás se
    habían visto forzados a "leer" una imagen con un sistema
    tan complejo y el aprendizaje
    del nuevo lenguaje
    resultó una labor costosa. De este afán
    científico nacen otras inquietudes aplicadas a la pintura:
    las leyes de la óptica
    regularizaron la jerarquía de los objetos representados en
    la lejanía, que han de ser más pequeños y
    menos nítidos. En este aspecto fue fundamental la
    aplicación de la sección áurea. Para una
    correcta representación de las historias y de los
    personajes se hizo necesario que el pintor cultivara diversas
    ramas del saber: para los seres humanos se estudió
    anatomía y fisiología. Los apuntes con que aquellos
    primeros científicos modernos ilustraban sus
    descubrimientos son difícilmente separables del terreno
    artístico. También hubieron de estudiar
    mitología, lenguas clásicas y teología para
    representar decorosamente las escenas, los vestidos, los
    ambientes… La consecución de la tercera dimensión
    se reforzó mediante varios recursos: las figuras se
    colocan no sobre un fondo neutro, plano, sino en un paisaje o un
    interior. De esta manera, no sólo el propio volumen de la
    figura establece la profundidad, sino también el hecho de
    moverse en un espacio aéreo a su alrededor. Las gamas
    tonales y el sombreado cromático ejercitados en el
    Trecento contribuyeron en igual medida a introducir efectos de
    masa, volumen y peso de las figuras. Toda esta ebullición
    de ideas se vio acompañada de una profunda
    elaboración teórica: los propios artistas y los
    nobles que los patrocinaban escribieron tratados y manuales en los
    cuales recogían las novedades para difundirlas mejor.
    Igual que el mundo visual estaba siendo ordenado en la
    práctica se ordenó en la teoría,
    lo cual lo relacionó aún más con la ciencia.
    En su mayor parte la producción artística siguió
    dedicada a la temática religiosa, con tres objetivos
    principales: aumentar la efectividad de la predicación,
    conseguir la emoción del fiel y mantener la memoria del
    dogma a través de las imágenes.
    Sin embargo se introducen con fuerza parcelas de la pintura
    profana; por un lado emerge el retrato, en el cual se representan
    a los mecenas de los pintores o a figuras representativas del
    saber, moderno o antiguo. Por otro, la irrupción del
    neoplatonismo florentino abre la puerta a representaciones
    paganas, que se readaptan al cristianismo. Se estudia
    astrología, cábala y moral
    cristiana sin ningún conflicto. El
    impulso de este conocimiento de raíz oriental estuvo
    provocado por la caída de Constantinopla, que determina la
    huida de los intelectuales griegos y bizantinos hacia territorio
    cristiano. Las figuras de este período son vitales para la
    historia
    universal de la pintura: además de Masaccio,
    Paolo
    Ucello
    , Piero
    della Francesca
    , Andrea
    del Castagno
    y otros forman el grupo
    más radical entre la juventud. Sus
    obras no encontraron parangón en lo lejos que llevaron el
    arte nuevo. En una postura más intermedia, que trata de
    conjugar la modernidad con las preferencias de un público
    más cortesano, se encuentran las figuras de

    Fra Angelico
    , como en su Anunciación,
    o en las de Filippo
    Lippi
    . Las repercusiones del Quattrocento sobre
    el Renacimiento
    español
    y francés fueron matizadas
    en cualquier caso por los substratos característicos de
    cada nación,
    que no hemos de olvidar estuvieron en ambos casos muy
    relacionados con el gótico precedente y el poderoso
    influjo de la pintura
    flamenca
    que se estaba desarrollando en
    paralelo.

    EL CINQUECENTO

    El Renacimiento iniciado durante el Quattrocento
    se desarrolló en un siglo de madurez inigualable, el
    siglo XVI o Cinquecento. Dentro de este largo período
    convivieron dos tendencias fundamentales: la clasicista y
    la manierista.
    Al mismo tiempo, Venecia
    reaprovechó los logros quattrocentistas y los
    mezcló con su particular tradición e influencias,
    con lo cual constituía una Escuela, si no aparte del resto
    de Italia, sí claramente diferenciada en su estilo. El
    siglo XVI fue además el siglo de la renovación
    romana, culminante con la Contrarreforma. Durante el siglo XVI
    nacieron las prédicas de Lutero, el humanismo de Erasmo de
    Rotterdam y el principio de la disidencia en el seno del
    Catolicismo. También se produjo el avance imparable de los
    turcos, la gran fuerza islámica que no puede menos que ser
    tenida en cuenta al tratar de explicar el arte, la ciencia y
    el estado del
    conocimiento en la época. El Cinquecento italiano
    continuó en paralelo a la expansión de la
    pintura
    flamenca
    . En Italia se atravesaba una
    época de crisis interna que provocó una serie de
    luchas políticas y militares, lo cual contribuyó al
    debilitamiento de unas repúblicas en favor de otras. Los
    hitos más notables fueron la invasión del
    Milanesado por el reino francés y el saqueo de Roma por
    parte del emperador Carlos V, un auténtico trauma para la
    cristiandad que veía cómo el paladín del
    cristianismo, el monarca español, pasaba a fuego y espada
    la ciudad santa del Vaticano. El arte, a pesar de la
    inestabilidad, alcanzó unas cotas geniales, especialmente
    en Roma y durante el gobierno del Papa
    Julio II. Éste actuó como mecenas de los grandes:
    los mejores arquitectos trabajaron para levantar San Pedro del
    Vaticano y remodelar los Apartamentos Vaticanos. Miguel
    Ángel
    pintó para él la
    Capilla Sixtina, trazó edificios y diseñó
    innumerables proyectos
    escultóricos que no siempre pudo rematar (como el
    frustrado proyecto
    funerario de la tumba de Julio II). Rafael
    también trabajó para el Papa, siendo su obra
    más famosa pintada para éste, la decoración
    al fresco
    de las Estancias de la Signatura en los Apartamentos
    Vaticanos. Fuera de Roma, la gran figura fue Leonardo:
    hombre de ciencia, humanista, inventor, diseñador de
    fortalezas y maquinarias de guerra… y
    excelente pintor. Trabajó para diversas cortes y mecenas
    hasta establecerse en Milán. Cuando las tropas francesas
    invadieron la ciudad, se trasladó a Francia llamado por el
    rey, donde terminó sus días. Él es el autor
    del estupendo retrato que muestra a una
    misteriosa dama sin identificar, con un armiño en su
    regazo, la Dama del Armiño.

    EL MANIERISMO

    El Manierismo es el resultado de la aplicación
    hasta su último extremo de las reglas fijadas durante
    el Renacimiento.
    A resultas de este desarrollo se dio una vuelta más a un
    estilo que se estaba agotando dentro de los rígidos
    esquemas del canon. Así, en círculos
    independientes, como las cortes privadas de ciertos
    príncipes y algunos núcleos de intelectuales, se
    patrocinó un arte exagerado, críptico a veces,
    sólo apto para iniciados y paladares exquisitos, capaces
    de apreciar los significados ocultos de la violación y
    retorcimiento de las reglas pictóricas. Cortes como la de
    Rodolfo II en Praga, los círculos papales, la
    república veneciana, El Greco
    y sus amistades toledanas… son algunos de los
    sofisticados reductos donde se refugió este arte
    anti-natural. Los personajes de estas obras sufren tremendas
    distorsiones en sus anatomías, que ven alargadas sus
    miembros o sus rostros, dispuestos en posturas retorcidas e
    imposibles en la realidad. Los colores no remiten a la
    naturaleza, sino que son extraños, fríos,
    artificiales, violentamente enfrentados entre sí, en vez
    de apoyarse en gamas. El propio Miguel Ángel o el
    académico Rafael
    experimentaron en sus últimas obras el placer de la
    transgresión, desdibujando sus figuras o dejando
    inacabadas sus obras. Tiziano, Correggio
    o Giorgione
    someten algunas de sus pinturas a complicados simbolismos
    que aún no han sido descifrados, como intuimos en
    La
    Tempestad
    , de este último. La
    orfebrería fue uno de los ámbitos más
    beneficiados por este complejo arte, que afectó
    tardíamente, pero de forma genial, a El Greco. Ya en
    España
    se había pasado por la fiebre
    manierista, especialmente en los pintores relacionados con El
    Escorial (Tibaldi
    y Navarrete
    el Mudo
    ). Recién llegado, El Greco
    resultaba pasado de moda y fracasó en la Corte, aunque
    Felipe II pagó sus cuadros a precio de
    oro. El Greco
    significa la sublimación de un estilo en un contexto que
    había superado ya el Manierismo y se adentraba en el
    Barroco de la
    Contrarreforma católica.

    Rafael
    Sanzio

    (Urbino
    1483 – Roma 1520)

    Los primeros
    pasos

    Rafael nació en Urbino el 6 de abril de 1483. El
    padre, Giovani Santi, era un pintor de buen nivel y un poeta
    apreciado en la corte de Federico y Guidobaldo di Montefeltro,
    señores de la ciudad; de la madre, Magia di Battista
    Ciarla, se sabe que era hija de un comerciante de Urbino, que
    contrajo matrimonio en
    1480, y que murió en 1491, cuando el hijo tenía
    ocho años.
    Fue así como en la noche del Jueves al Viernes Santo de
    1483, hacia las tres de la madrugada, Magia dio a luz a un
    niño, que recibió el nombre de Rafael, el del
    arcángel de la primavera y de la hermosura.

    Rafael creció en el clima refinado y
    tranquilo de la pequeña ciudad de Urbino, que el duque
    Federico había querido transformar en una moderna capital, donde
    confluyeran arquitectos, pintores, literatos y escultores.
    Animado por su padre, Rafael comenzó a estudiar el arte de
    la pintura, ejercitándose en el dibujo y en la
    perspectiva, esa difícil ciencia cuyos teóricos
    más capaces se encontraban por entonces en los
    círculos intelectuales de Urbino. Trabajando en el taller
    paterno realizó sus primeras experiencias
    profesionales.

    El 7 de octubre de 1491 muere su madre y el 1 de agosto
    de 1494 su padre, quedando Rafael bajo la tutela de un
    tío paterno, don Bartolomeo. A sus once años, tras
    haber perdido a sus padres y sus hermanas, fue confiado a una
    madrastra que no pareció interesarse por él, ya que
    se retiró a su familia y luego
    le promovió un pleito, que aun duraba en el año
    1500. Parece que su tutor tampoco quiso complicarse la vida
    'cargando' con un muchacho que no sabía más que
    pintarrajear candelabros y que le ponía en las manos un
    litigio. Simón Ciarla, hermano de su madre, fue el
    único amigo que Rafael encontró entre sus
    familiares. No se sabe si su tío Simón le tuvo en
    su casa o si estuvo algún tiempo con don
    Bartolomeo.

    Hacia 1495, un joven pintor, natural de Urbino,
    abandonaba el taller de Francisco Francia para volver a su
    país. Hablamos de Timoteo Viti, un joven que, apenas
    instalado en Urbino, desempeñó allí un papel
    semejante al de Leonardo da
    Vinci cerca de Ludovico el Moro, en Milán: espiritual
    y hábil para improvisar canciones que acompañaba
    con el laúd o el violín, pronto se convirtió
    en el favorito de la corte. En su casa fue donde Rafael
    entraría como aprendiz, donde el maestro le albergaba y le
    daba comida. Pero llegó el momento en que el maestro se
    vio incapaz de enseñar más a su discípulo,
    aconsejándole que se marchara a Florencia; pero Rafael era
    muy joven, su salud muy delicada, y la
    gran ciudad quedaba lejos.

    Pietro Vanucci, llamado el Perugino, uno de los pintores
    más renombrados de Florencia, había sido llamado a
    Perugia para pintar la lonja de los agentes de cambio. Perugia no
    estaba muy lejos de Gubbio, residencia de verano de los
    Montefeltros, donde también vivía Timoteo Viti. Fue
    a casa de Perugino donde se envió a Rafael cuando
    aún no tenía diecisiete años.

    Durante su estancia en el taller de Perugino, Rafael
    aprendió ante todo las complejas técnicas
    pictóricas de finales del XV, desde la preparación
    de los pigmentos y del soporte, al empleo del
    óleo, método
    hacía poco importado de Flandes, que permitía
    nuevos efectos de transparencia. Al mismo tiempo se ejercita en
    el dibujo, que constituyó para él el medio de
    expresión más natural. A través de ese lento
    y paciente trabajo, el pintor asimila la gracia de Perugino, su
    capacidad de expresar los sentimientos y también el gusto
    decorativo de su compañero de taller,
    Pinturicchio.

    Entre Florencia y
    Urbino

    En los primeros años del nuevo siglo, el XVI,
    Rafael abandona el taller de Perugino para iniciar su andadura
    como artista por sí sólo. Ahora Rafael
    realizará frecuentes viajes. Su presencia en Urbino en
    1504, 1506 y 1507 aparece reflejada en los documentos. Se
    había ido de Urbino siendo un adolescente, y volvió
    allí con la experiencia de un hombre. Experimenta la
    alegría de hallar de nuevo a cuantos ama: su tío
    Simón Ciarla, Timoteo Viti y la duquesa.

    A partir de 1503, las relaciones de Rafael con la corte
    ducal fueron muy estrechas, siendo apreciado grandemente, tanto
    por la duquesa Isabella como por la Prefettessa Giovanna Deltria
    della Rovere. Hay críticos que sostienen que Rafael
    mantuvo un contacto previo con el ambiente de Florencia antes de
    1504, probablemente siguiendo los pasos de su maestro Perugino en
    los desplazamientos de éste a la ciudad toscana. De ser
    esto cierto, cobraría sentido el desarrollo que
    experimenta la evolución de Rafael en estos años
    iniciales. Nuestro pintor estudiará profundamente la obra
    de Perugino, que le permitirá comprender los fundamentos
    del arte florentino, asimilado por el maestro, sobre todo, en lo
    que respecta al problema de la luz. Por estos años
    descubrirá, a su vez, los dibujos de Leonardo da Vinci,
    donde encontrará las raíces de esa
    concepción luminosa de la forma que Perugino había
    fijado a través de su nuevo descubrimiento del
    color.

    Fuera como fuere, tras concluir los
    Esponsales de la Virgen
    , Rafael obtuvo una
    carta de
    recomendación de Giovanna Feltria, hermana del duque de
    Urbino, y partió para Toscana.
    Florencia ofrecía muchas posibilidades para un artista
    deseoso de aprender. Tras la caída de los Médicis
    en 1494, durante cuatro años la ciudad había vivido
    los conflictos
    entre los secuaces del dominico Savonarola y los representantes
    de la burguesía ciudadana, los cuales habían
    prevalecido haciendo condenar al fraile y obteniendo el control
    de la República. La situación pronto había
    retornado a la normalidad. El Confaloniero Soderini, la
    máxima autoridad del
    Estado, gobernaba con sabio equilibrio.
    Preocupado por devolver a la ciudad el antiguo esplendor,
    había hecho venir a Leonardo de Milán y a Miguel
    Ángel de Roma para confiarles la decoración al
    fresco de la Sala del Consejo en el Palazzo Vecchio.

    El primer artista florentino con el que Rafael
    entabló relaciones fue Fra Bartolomeo (1472-1517), que
    también había estudiado en el taller de Perugino.
    El contacto con este artista fue importante para Rafael, ya que
    tomó de él muchos esquemas compositivos, aunque sus
    experiencias florentinas culminaron en la relación con los
    máximos exponentes de la cultura local: Leonardo y Miguel
    Ángel.

    Durante la estancia en Florencia, Rafael mantuvo el
    contacto con su tierra natal. Al refinado clima de los
    cenáculos de Urbino están destinados los dos
    retratos de Guidobaldo da Montefeltro y de Elisabetta Gonzaga,
    así como el díptico con San Miguel derrotando a
    Satanás y San Jorge matando al dragón, ambos en el
    Louvre, París. Todas ellos se sitúan entre 1504 y
    1505. Al mismo tiempo, Rafael realizó dos retablos para la
    ciudad de Perugia: el Retablo Colonna para las monjas de
    Sant'Antonio y el Retablo Ansidei para la iglesia de San
    Florencio, introduciendo elementos innovadores respecto al
    sistema tradicional.

    Parece ser, además, que Rafael interrumpió
    varias veces su estancia en Florencia. En 1505, si la fecha no ha
    sido falsificada, pintó para Perugia un fresco en una de
    las paredes de la sacristía de San Severo: La Trinidad
    rodeada de seis santos.

    En 1507 Rafael vuelve de nuevo a Urbino, donde parece
    que se proponía residir, ya que compró una casa en
    la ciudad. Entonces fue, según Vasari, cuando pintó
    los retratos, luego desaparecidos, de Baltasar Castiglione, Bembo
    y Guidobaldo da Montefeltro. Lo cierto es que entabló una
    especial amistad con
    Castiglione, pariente de los Gonzaga, que contaba con veintinueve
    años y Rafael con veinticuatro.

    Una vez muerto el duque Guidobaldo, el 11 de abril de
    1508, Francisco María della Rovere fue nombrado sucesor.
    Por otro lado, en 1507, el papa Julio II, decidió
    trasladarse al Vaticano y que sus dependencias fueran decoradas
    por artistas de gran relevancia, como Perugino, Bramantino y
    Sodoma. Sin embargo, el papa debió cambiar de parecer,
    pues al poco tiempo fue convocado Rafael a Roma, interrumpiendo
    de forma inesperada sus encargos en Florencia. Se desconocen las
    razones de este súbito cambio del pontífice, pero
    en la elección de Rafael están, sin duda, los
    consejos de su arquitecto Bramante, natural como él de
    Urbino.

    En otoño de 1508 Rafael se trasladaría a
    Roma, donde se encontraría con su antiguo maestro, el
    Perugino, y Miguel Ángel.

     Las dos Romas de
    Rafael

    Estamos en 1508: Miguel Ángel se halla levantando
    el andamiaje en la Capilla Sixtina para pintar los frescos de la
    bóveda y Rafael comienza los trabajos en la

    Estancia llamada "de la Signoria"
    , que
    alberga la biblioteca
    privada el papa Julio II, con más de doscientos
    volúmenes. El ciclo ocuparía al pintor desde 1508
    hasta 1511.

    La Estancia de la Signoria representa la suma de la
    cultura humanística. En los frescos distribuidos sobre los
    cuatro muros y en la decoración de la bóveda se
    aprecia un estilo monumental y una capacidad para disponer con
    orden y armonía los personajes, incluso en las escenas
    más multitudinarias. En esta época son importantes
    para Rafael e influyen de manera notable en su arte, la figura de
    Miguel Ángel y las piezas arqueológicas
    clásicas conservadas en las colecciones vaticanas. Aunque
    entregado a los trabajos del Vaticano, Rafael tuvo tiempo para
    dedicarse a otras tareas. De esos años destacan el Retrato
    de Fedra Inghirami, bibliotecario del papa; el penetrante Retrato
    de cardenal, en el que la simplificación de los
    volúmenes se convierte en imagen psicológica; la
    pequeña Virgen de la Torre y la Virgen Aldobrandini, la
    Virgen de la Diadema y la hermosa Virgen de Alba, ejemplo
    de una investigación sobre la relación entre las
    figuras y el formato del tondo, o pìntura en forma
    redonda, que se perfeccionará en la
    Virgen de la Silla
    .

    Además de sede de la corte papal, Roma era
    también la antigua capital del imperio, y la presencia de
    la cultura clásica tenía allí más
    fuerza que en cualquier otra parte. La nobleza romana trataba de
    revivir en sus palacios el esplendor de las residencias patricias
    cuyas ruinas admiraba. En la villa de Agostino Chigi, rico
    banquero romano, Rafael realizó el fresco del Triunfo de
    Galatea, reinterpretando el mito antiguo en un clima de alegra
    vitalidad.

    Los graves acontecimientos políticos de los
    últimos años habían llevado al papa a
    elaborar un programa que
    ilustrase la intervención divina en favor de la Iglesia en
    peligro. Para expresar esos contenidos, el pintor
    abandonará el estilo armónico y las tonalidades
    tenues de la primera Estancia, adoptando un estilo mucho
    más dramático en la composición y en la
    elección de los colores para la
    Estancia de Heliodoro
    .

    Tras la muerte de
    Julio II, en 1513, León X se alza como nuevo
    pontífice romano. Perteneciente a la familia
    Médicis, inauguró un clima diferente respecto al de
    su predecesor. El nuevo papa había sido educado para
    apreciar el arte y la cultura no por su función
    propagandística, sino por amor a la belleza y al lujo. A
    su corte acudieron artistas, músicos, literatos… y sus
    colecciones de antigüedades se enriquecieron con nuevos
    objetos hallados en las excavaciones. Rafael se adaptará
    rápidamente al nuevo clima empapado de latinidad,
    convirtiéndose en una figura descollante de la corte
    papal. En sus obras se acentúan ahora los estudios
    espaciales y compositivos, en una búsqueda de dramatismo y
    una nueva relación con el espectador que observa la
    obra.

    A partir de 1514 los encargos se multiplican,
    manteniendo plenamente ocupados al pintor y a su taller. A la
    muerte de
    Bramante, Rafael fue nombrado arquitecto oficial de las obras de
    San Pedro. Entre tanto, terminó la decoración de la
    Estancia de Eliodoro, y comenzó la de la tercera, la
    Estancia del Incendio, en la que se representan las gestas de
    León III y León IV, predecesores del
    papa.

    Además también diseño
    cartones para los tapices destinados a la Capilla Sixtina, en una
    emocionante idea de medirse con Miguel Ángel. A parte de
    los trabajos para el papa, Rafael realizó varias obras
    para los gentilhombres de la corte, como al banquero Chigi, a
    quien proporcionó los cartones para el fresco con Profetas
    y Sibilas. También realizó algunos retratos,
    regalados por el pintor a personajes ilustres con los que
    mantenía buenas relaciones, como el
    Retrato de Baltasar Clastiglione
    , el Doble
    retrato y La Velata.

    El prestigio de Rafael era tal que sus obras llegaron a
    servir para consolidar alianzas políticas. Pero ya en
    torno a
    1518-1520, la intervención de su taller era cada vez
    más evidente.

    Fin del sueño: Viernes Santo de
    1520

    Desde su primera visión El Sueño del
    Caballero, hasta la última,
    La Transfiguración
    ,
    había recorrido toda la pintura. Huérfano, privado
    muy pequeño, de las caricias maternas; adolescente
    sometido a los antojos de Perugino; joven, pintor casi
    desconocido; artista ensalzado hasta las nubes y calumniado por
    otros; amigo, amante,…había recorrido
    también todas las experiencias humanas. Gracias a
    Guidobaldo, a César Borgia, a los Baglione, a Soderini, a
    Julio II y a León X, recorrió, asimismo, las
    experiencias políticas. Por eso, había podido, en
    su breve paso por la tierra, brindar a la humanidad algunos
    mitos que le
    eran absolutamente necesarios para no caer en la
    desesperación o en el abatimiento. Su misión
    estaba cumplida; no le restaba más que irse.

    A finales de marzo de 1520 Rafael cayó en cama; a
    partir de entonces y hasta su última hora, las
    informaciones son tendenciosas. Vasari atribuye la muerte de
    Rafael al abuso de los placeres. La información dada por Missirini a Longhena y
    publicada por éste, contiene detalles que parecen
    más veraces que la afirmación de Vasari: "Rafael
    era de naturaleza muy delicada; su vida pendía de un hilo
    demasiado débil por lo que respectaba a su cuerpo, ya que
    era todo espíritu. Sus fuerzas habían decrecido
    mucho; y es extraordinario que le hayan podido sostener durante
    su corta vida. Hallándose muy debilitado, un día,
    encontrándose él en la Farnesina, recibió
    orden de acudir a la corte inmediatamente. Echó a correr
    para no incurrir en retraso; y mientras hablaba allí,
    largamente, acerca de la construcción de San Pedro, se le
    secó el sudor encima. Súbitamente, se sintió
    enfermo. Marchó a su casa; y se vio acometido por una
    fiebre perniciosa .."
    El 4 de abril, Rafael despidió a su amante; luego hizo el
    testamento; pidió ser enterrado en Santa María de
    la Rotonda; y dos días más tarde, el Viernes Santo
    6 de abril de 1520, entre las nueve y las diez de la noche,
    expiró. Acababa de cumplir treinta y ocho años. A
    la cabecera del lecho en que reposaba el cuerpo de Rafael, sus
    discípulos colocaron su Requiem: la Transfiguración
    no concluida.

    León X ordenó que se celebrasen por su
    artista favorito funerales espléndidos, a los que
    asistió toda Roma. Bembo compuso el epitafio para su
    tumba: "Ille. Hic. Est. Raphael timuit quo sospite Vinci, rerum
    magna parens, et moriente, mori". (Aquí yace Rafael.
    Cuando vivía, la gran madre de las cosas temía ser
    vencida. A su muerte, tuvo miedo de morir).

    ANÁLISIS DE OBRAS

    Los
    desposorios de la Virgen

    Puede ser que quienes no están familiarizado con
    los métodos
    geométricos les resulte poco convincente la
    búsqueda de los fundamentos perspectivos en que se apoyan
    las obras pictóricas de los maestros, con una base tan
    exigua. Puede que, en uso de la libertad creativa y expresiva, o
    incluso de la ignorancia, la obra pictórica se rija por
    otras normas no
    referidas a un rigor perceptivo de la visión; pero hay
    excepcionales pintores que unen la belleza de las formas y su
    veracidad a la lógica
    visual. Es el caso del "divino" Rafael, de quien no se puede
    dudar de la bella armonía de sus construcciones ideales
    que, al mismo tiempo, responden a una lógica constructiva.
    Es por ello que, tomando este magnifico templete de su cuadro
    Los desposorios de la Virgen, queramos exponer una
    completa demostración de su reconstrucción
    geométrica.

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    Esta obra temprana, de un Rafael de veinte
    años, es una magistral lección de espacio
    pictórico. Rafael conoce los principios albertinos de la
    perspectiva artificial, pero los corrige en beneficio de la obra
    total. Con la lección aprendida del fresco de su maestro
    Perugino en la Capilla Sixtina, donde en La entrega de las
    llaves a San Pedro
    construye un octogonal templete al fondo
    de la escena, que para ser visto desde su base, no solo lo
    distanció del friso que componen los personajes primeros,
    sino que creó dos líneas de horizonte;
    construyó una más alta para el fondo y otra un poco
    más baja para los personajes del primer término
    disimulando la fusión de
    ambas. Este mismo sistema, pero con mayor maestría lo
    emplea Rafael en sus Desposorios de la Virgen; el punto
    principal y el horizonte del fondo se encuentra en el tercio
    inferior de la puerta central, ello produciría en las
    figuras primeras una visión "desde arriba", lo que le
    restaría la grandiosidad que consiguió con un
    horizonte muy poco por encima de sus cabezas. El enlace de estas
    escenas de diferentes puntos de vista es testimonio de
    cómo como la perspectiva está al servicio del
    arte y no a la inversa. Esta discontinuidad del espacio ha sido
    detectada por varios autores, aunque no se ha tenido en cuenta el
    factor de una diferente gran distancia en ambas
    perspectivas.

    Como si se tratase de dos obras independientes, nos
    centramos ahora en la restitución geométrica del
    templete, que nos permitirá descubrir todos los elementos
    de una rigurosa perspectiva artificial, interpretadas por un
    genial maestro.

    Partiendo de varios supuestos que se nos ocultan en el
    cuadro, cuales son: que se trata de un edificio de planta
    poligonal regular de dieciséis lados; que la parte oculta
    tiene simétrico morfología
    y proporciones que las vistas; que los arcos son semicirculares;
    que los personajes están representados a escala, por lo
    que se pueden tomar como canon de medida métrica, en
    virtud de una media de estatura. Y poco más se precisa
    ante tan perfecta construcción.

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    Sobre la perspectiva original se determina la
    línea de horizonte y el punto P principal; prolongando el
    plano geometral o suelo hasta el
    centro de la construcción, pasando por P se elevará
    el eje del edificio, que será un eje referencial de
    mediadas en verticales. En este eje sumamos la altura de la
    escalinata de ocho peldaños iguales. El trazado por la
    semiesfera de la bóveda de un par de arcos meridianos,
    precisamos el centro o punto más elevado del eje. Sobre
    este eje, decimos, se trasladarán, por paralelas las
    alturas de la construcción.

    Por el eje vertical le trazamos un plano paralelo al
    cuadro, en el que podremos dibujar una sección-alzado del
    templete. Igualmente, por un abatimiento horizontal, obtenemos la
    apotema del polígono base regular de dieciséis
    lados. Trazamos el círculo máximo de la base de la
    escalinata, en el que se puede inscribir, de forma regular la
    construcción en planta. Tenemos como resultado la
    proyección diédrica del edificio según la
    siguiente figura.

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    El círculo máximo que hemos obtenido en
    planta, se traslada al plano vertical, paralelo al cuadro que
    pasa por el eje; en base a este diámetro se construyen, en
    perspectiva los polígonos concéntricos que
    servirán, con sus respectivos radios, para trasladar las
    dimensiones horizontales en coordenadas con las verticales, y
    determinar los vértices, aristas y puntos necesarios para
    la construcción de la perspectiva cónica por el
    sistema de Piero de la Francesca que, seguramente, conocía
    Rafael.

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    Que Rafael conocía los
    métodos perspectivos de Piero, queda patente en su obra,
    pero históricamente nos consta como en la corte de Urbino
    y bajo la protección de los Montefeltro, se reunieron
    grandes hombres preocupados por la geometría,
    concurrieron con Bramante y con Piero otros importantes
    arquitectos, matemáticos y pintores (entre los que se
    contaría el padre de Rafael) que dejaron interesantes
    huellas en las perspectivas de las taraceas de las puertas que
    todavía conducen a la sala de la sorprendente tabla de
    La Città ideale, cuyo detalle se puede
    apreciar. Estas no fueron obras aisladas, como reconocemos en las
    similares de Berlín o Baltimore, lo que nos indica el
    importante foco de estudios perspectivos que pudo favorecer la
    creación de tales obras.

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    Con el método perspectivo de Piero, que es una
    sintética aplicación de la manera de Brunelleschi,
    Alberti, incluso del Masaccio de la Capilla Brancacci, pueden
    realizarse los trazados del templo de Rafael, pero se nos antoja
    laborioso en extremo para la perfecta construcción de esta
    pintura. Es propio de un genio como Rafael encontrar, por propios
    caminos intuitivos, soluciones que
    requieren largos recorridos en otros artistas, y tal vez, por
    esos atajos desconocidos, transitó el de Urbino.
    (Véase el método de Piero que conocía
    Rafael) 

    Tras esta laboriosa reconstrucción que
    presentamos, quedan al descubierto los puntos de fuga, y todos
    los elementos geométricos necesarios para establecer la
    gran distancia del punto de vista del espectador. Se confirman,
    también aquí, las características de
    teleobjetivo fotográfico que venimos encontrando en las
    pinturas italianas.

    La escuela de Atenas

    La influencia de Miguel Ángel sobre Rafael se
    manifiesta años más tarde, donde la plenitud de su
    fuerza puede sentirse únicamente en las obras romanas del
    joven artista. Cuando Miguel Ángel empezaba a pintar la
    Capilla de Sixtina, julio II hizo venir de Florencia a rafael y
    le encargo la decoración de una serie de salas del palacio
    del vaticano. La primera de dichas salas, la Stanza della
    Signatura, que contenia la biblioteca privada del Papa, y el
    ciclo del fresco que rafael pintó en sus paredes y el
    techo, que alude a los cuatro campos importantes de la Ciencia:
    Teogía, Filosofía, Jurisprudencia
    y Arte.

    De éstas, La escuela de Atenas ha sido
    considerada desde hace mcuho tiempo como la obra maestra de
    Rafael y como la perfecta encarnación del espíritu
    clásico del Alto renacimiento. Su tema es: "La escuela
    ateniense del pensamiento",
    donde un grupo de célebres filósofos griegos reunidos en torno a
    Platón
    y Aristóteles, cada cual en actitud o actividad
    características. Rafael debía haber visto ya la
    Capilla de Sixtina, casi terminada a la sazón.
    Indudablemente debe a Migel Ángel la energía
    expresiva, la fuerza física y la impresionante
    agrupación de sus personajes. Pero rafael no se
    limitó a tomar prestado el repertorio de
    gesticulación y actitudes de
    Miguel Ángel, lo asimiló a su propio estilo,
    dándole con ello una significación
    distinta.

    Cuerpo, espíritu, acción y emoción,
    se equilibra ahora armoniosamente, y cada uno de los miembros de
    su gran asamblea desempeña su papel con magnifica y
    objetiva claridad. La concepción global de La escuela de
    Atenas hace pensar más en el espíritu de la
    Última Cena de Leonardo que en el que preside la capilla
    de Sixtina.

    Esto sigue siendo verdad por la manera como Rafael logra
    que cada filósofo revela la intención de su
    alma, por
    distinguir las relaciones entre los individuos y los grupos y por
    enlazarlos en un ritmo formal. Es también leonardesco el
    planteamiento centralizado y simétrico, así como la
    interdependencia de las figuras y el fondo arquitectónico.
    Pero, en comparación con la sala de la Ultima Cena, el
    edificio clásico de Rafael, su encumbrada cúpula,
    la bóveda de cañon y la estatuaria colosal,
    participan más de la carga composicional. Inspirado en
    Bramante, diriase un anticipo del nuevo San Pedro. Su
    composición geométrica y grandiosidad espacial
    llevan al cenit la tradición iniciada por su maestro
    Perugino.

    La galatea

    Rafael no volvió a realizar un escenario
    arquitectónico tan magnífico. Recurrió cada
    vez más al movimiento de las figuras humanas en lugar de a
    las perspectivas para crear espacias pictóricos. En la
    Galatea de 1513, el asunto vuelve a ser clásico, la
    hermosa ninfa Galatea, en vano deseada por Polifemo, pertenece a
    la mitología
    griega, pero aquí es celebrado el aspecto festivo y
    sensual de la Antigüedad en contraste con el austero
    idealismo de
    La escuela de Atenas.

    Su composición recuerda El nacimiento de Venus,
    cuadro que Rafael conoció en sus días de Florencia
    y, con todo, su mismo parecido destaca su profunda divergencia.
    Las figuras corpulentas y dinámicas de Rafael toman su
    expansivo movimiento espiral del vigoroso Contrappsoto de
    Galatea, en el cuadro de Botticelli, el movimiento no es
    engendrado por los personajes, sino que les viene impuesto desde
    fuera, por lo cual nunca se desprende de la superficie de la
    tela.

    La transfiguración

    Al final de su vida inicia un cuadro, inacabado, siendo
    terminado por uno de sus discípulos. Es un cuadro de
    grandes dimensiones en el que se aprecia la influencia
    espiritualista de Miguel Angel sobre Rafael. Sus años de
    trabajo próximo han dado lugar a que el manierismo
    iniciado por Miguel Angel encuentre eco en este cuadro, siendo su
    única obra tachada de manierista.
    Titulada la transfiguración se aprecian en el mismo cuadro
    dos escenas diferentes. En la parte superior la
    transfiguración de Jesús en el monte Tagor y en la
    inferior un niño endemoniado.
    En la escena superior sobre un paisaje con influencia de Leonardo
    aparece Jesús destacado porque tras él ha situado
    un foco de luz interior, mientras que sus apóstoles
    sorprendidos, en posturas forzadas, asisten al milagro desde la
    cima del monte Tagor. Sin continuidad histórica, ni
    cronología en la parte inferior se sitúa la escena
    del niño endemoniado, liberado de los demonios en
    presencia de una muchedumbre. Capta Rafael más que el
    milagro en sí, las pasiones y sentimientos de la gente.
    Los ojos son el reflejo del alma interior y asisten a ese milagro
    con actitudes diversas. El color, las pinturas, el dibujo, la
    luz, son elementos técnicos propios de Rafael presentes en
    el cuadro.

    Retratos

    Ya desde los comienzos de su vida artística,
    Rafael dio muestras de un talento especial para el retrato. El
    hecho de que supiera combinar el realismo de los retratos del
    siglo XV con el ideal humano del Alto renacimiento (que en la
    MonaLisa consigue casi destruir la individualidad del modelo)
    constituye el triunfo de su genio. Rafael no halagó ni uso
    de convencionalismos para sus retratados, indudablemente, el papa
    Leon X no parece más atractivo en el retrato dde lo que
    era en realidad. Sus facciones adustas, de recias
    mandíbulas, han sido reproducidas con meticulosidad
    estricta, casi flamenca. No obstante, la presencia del
    pontífice es autoritaria, su aureola de poder y dignidad emana
    más de su ser interior que es encumbrado cargo. Nos damos
    cuenta de que Rafael no ha falsificado la personalidad
    de sus retratados, sino que la ha ennoblecido y concentrado, como
    si hibiese tenido la buena fortuina de poder observar a Leon X en
    su momento supreno. Los dos cardenales privados de esta fuerza
    equilibrada pese a haber sido estudiados con idéntico
    cuidado, realzan, por contraste, la calida soberana del personaje
    principal. Hasta el tratamiento pictórico presenta una
    gradación similar: León X ha sido separado de sus
    compañeros, su realidad realzaba por la
    intensificación de la luz, el color y la
    textura.

    COMENTARIO

    A lo largo de este trabajo he podido apreciar la
    impresionante carga artística que Rafael Sanzio, un joven
    que supo embocar su talento, y que lo llevó a convertirse
    en el Divino Rafael, no sólo porque nació y
    murió en semana santa, sino porque sus obras, lo describen
    como el creador de magníficas obras.

    Rafael Sanzio, que desde pequeño sufrió
    la muerte de sus padres, teniendo que pasar a la tutela de un
    tío, quien se percató del don que tenía y lo
    ayudo a desarrollarlo, primero como pupilo de otro gran pintor
    como Perugino, y además estudiando las obras de sus
    contemporáneos, adaptando cada uno de sus descubrimientos
    con un estilo particular.

    Y es así, que su estadía en las
    distintas ciudades como la de Perugia y Florencia fortalecieron
    en él su aprendizaje en el
    arte, ya que las obras que realizó en esas ciudades le
    permitieron hacerse conocido en otras ciudades. Es así,
    que poco tiempo después el papa Julio II lo llamó
    para que decore algunas estancias del Palacio de Vaticano, donde
    realizó su obra magistral:" La escuela de Atenas" en la
    que fusiona el mundo antiguo y su presente, ya que se
    autorretrata en la obra, junto a Platón y
    Aristóteles.

    Lamentablemente, falleció muy joven y en su
    corta vida dejó una serie de obras inconclusas que fueron
    terminadas por sus discípulos. Pero, por otro lado, nos
    dejó maravillosas obras que revolucionaron el arte
    renacentista, en las que representa la unidad formal de manera
    armoniosa y el sentido del espacio y proporción que fueron
    el espíritu del Renacimiento.

    CONCLUSIONES

    • El
      Renacimiento, es la consecuencia de un interés por el
      pasado grecorromano, con el cual se buscaba volver a dar vida a
      los ideales que habían inspirado a aquellos pueblos. De
      este movimiento surgieron las grandes figuras como Leonardo da
      Vinci , Rafael y Miguel Angel, que son los que mantienen viva
      nuestra admiración a través de los
      tiempos.
    • Italia es donde surge el Renacimiento en los siglos
      XIV, XV y logra su mayor apogeo a principios del siglo XVI.
      Este se extiende por Europa lentamente gracias a la
      creación de universidades y escuelas
    • Cuando entre en Italia el Renacimiento, se trata de
      buscar la forma tridimensional y desechar el arte puramente
      lineal. En el quettrocento, en Florencia la pintura se
      vivió en un momento culminante con la aparición
      de los primeros artistas y de las distintas escuelas. El
      cinquecento representa la época más brillante del
      arte universal, donde aparecen todos los grandes
      artistas.
    • Rafael Sanzio llegó a Florencia cuando el
      Renacimiento estaba en la cúspide.
      (Cinquecento)
    • Quedó huérfano cuando era un
      niño aún y quedó bajo la tutela de un
      tío.
    • Fue pupilo de Perugino, luego se traslada a Florencia
      por su propia cuenta.
    • Sus primeras obras le permitieron hacerse de una
      fama, la cual le servirá para llegar a Roma.
    • El papa Julio II le encarga la decoración
      estancias en el Palacio del vaticano, en la que realiza su obra
      maestra "La escuela de Atenas"
    • En sus obras se aprecia la influencia de Leonardo y
      de Miguel Angel, pero marca un estilo propio. Gran parte sus
      obras se encuentran en Roma.
    • Se le da el titulo de "Divino" por el don que tenia
      de crear a partir de la nada. Por ello, se le conoce hasta a
      hora como "el divino Rafael"
    • También destacó en arquitectura, tanto
      así que se le nombró maestro mayor de la
      Basílica de San Pedro.
    • Murió a los 37 años, y dejo algunas
      obras inconclusas como "Transfiguración", que fue
      terminada por uno de sus discípulos. 

    BIBLIOGRAFIA

    Libros:

    • H.W. Janson. Historia general del arte
      – Vol III: Renacimiento y barroco.
      Madrid :
      Alianza Editorial, 1986

    Web:

    Vídeos:

    • El renacimiento I. Historia universal del arte.
      Rombo
    • El renacimiento II. Historia universal del arte.
      Rombo

    ANEXOS

    La madonna de
    Jilguero

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    Rossana Romero Thais

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