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La felicidad




Enviado por liceonh



    1. La ética de
      Aristóteles o la búsqueda de la
      felicidad
    2. Acerca de la felicidad como fin
      en sí misma
    3. Acerca de la naturaleza de
      la felicidad y la función específica del
      hombre
    4. Acerca de la virtud y las
      partes del alma
    5. Santo Tomás de
      Aquino
    6. Doctrina ética de Santo
      Tomás de Aquino
    7. La búsqueda de la
      felicidad en Dios
    8. La ética de
      Epicuro
    9. El bien como utilidad:
      utilitarismo
    10. Análisis de la
      investigación
    11. Conclusión

    INTRODUCCIÓN

    ÉTICA

    Ética (del griego ethika, de ethos,
    ‘comportamiento’, ‘costumbre’),
    principios o
    pautas de la conducta humana,
    a menudo y de forma impropia llamada moral (del
    latín mores, ‘costumbre’) y por
    extensión, el estudio de esos principios a veces llamado
    filosofía moral.

    La ética,
    como una rama de la filosofía, está considerada
    como una ciencia
    normativa, porque se ocupa de las normas de la
    conducta humana,
    y para distinguirse de las ciencias
    formales, como las matemáticas y la lógica,
    y de las ciencias empíricas, como la química y la física.

    Desde que los hombres viven en comunidad, la
    regulación moral de la conducta ha sido necesaria para el
    bienestar colectivo. Aunque los distintos sistemas morales
    se establecían sobre pautas arbitrarias de conducta,
    evolucionaron a veces de forma irracional, a partir de que se
    violaran los tabúes religiosos o de conductas que primero
    fueron hábito y luego costumbre, o asimismo de leyes impuestas
    por líderes para prevenir desequilibrios en el seno de la
    tribu.

    Los filósofos han intentado determinar la
    bondad en la conducta de acuerdo con dos principios fundamentales
    y han considerado algunos tipos de conducta buenos en sí
    mismos o buenos porque se adaptan a un modelo moral
    concreto. El
    primero implica un valor final o
    summum bonum, deseable en sí mismo y no sólo como
    un medio para alcanzar un fin. En la historia de la ética
    hay tres modelos de
    conducta principales, cada uno de los cuales ha sido propuesto
    por varios grupos o
    individuos como el bien más elevado: la felicidad o
    placer; el deber, la virtud o la obligación y la
    perfección, el más completo desarrollo de
    las potencialidades humanas.

    Por eso, la ética no nos resulta ajena a ninguna
    de nosotros en tanto somos capaces de hacernos responsables de
    nuestras acciones. Se
    trata entonces de la formación de un carácter moral que nos permita obrar bien y
    ser buenos. Ésta nos enseña a hacernos cargo del
    sentido de nuestras acciones, sus motivaciones y consecuencias
    para no obrar como un zombi para quien nunca hay problemas y
    que va a donde lo lleva la corriente, ni como un fanático
    que absolutiza su convicción y se niega a una actitud
    reflexiva.

    En la ética se configuran las primeras formas de
    la libertad a
    partir de las cuales nos vamos volviendo capaces de gobernarnos a
    nosotros mismos. Éste era el antiguo significado de la
    palabra autarquía. La ética nos enseña a ser
    libres, es decir, a tener en nosotros mismos el gobierno de
    nuestras acciones y a descubrir cómo nuestras acciones van
    conformando nuestro ser. De este modo, aprender a habitar
    significa también aprender a practicar los hábitos
    que nos permiten realizar el bien y ser buenos.

    Es la formación de un carácter moral que,
    desde su opción por el bien, pueda hacer frente a los
    cambios y conflictos que
    se van presentando a lo largo de la vida.

    ÉTICA Y FELICIDAD

    El asunto fundamental de la Ética es la felicidad
    humana, más no una felicidad ideal y utópica sino
    aquella que es accesible, practicable para el
    hombre.

    Para comprender el significado de lo ético, lo
    primero que hace falta es entender que la finalidad de la vida
    humana no estiba solo en sobrevivir, es decir, en continuar
    viviendo; si la vida fuese un fin en sí mismo, si
    careciese de un "para que" no tendría sentido.

    Cuando el hombre piensa
    a fondo en sí mismo, se da cuenta de que con vivir no
    tiene suficiente: necesita vivir bien, de una determinada manera,
    no de cualquiera. Dicho de otro modo: vivir es necesario pero no
    suficiente. De ahí que surja la pregunta: para qué
    vivir ( la cuestión del sentido) y, en función de
    ello, cómo vivir. Justamente ahí comienza la
    ética.

    La felicidad se nos presenta, como una plenitud a la que
    todos aspiramos y, por tanto, de cuya medida completa carecemos.
    Sin embargo, esa "medida" no es en rigor cuantificable. La
    felicidad más bien parece una cualidad; como cierto
    "logro".

    Existe en nuestra naturaleza un
    anhelo de felicidad. Nadie busca expresamente lo que sea opuesto
    a la felicidad. En sus afanes las personas buscan bienes
    diversos, satisfacciones, acumular lo que estiman conveniente
    tener, librarse de aquello que pueda significar una pena o
    desdicha.

    La experiencia de la vida pronto nos va a enseñar
    varias cosas. Como que un bien por el que mucho suspiramos, una
    vez poseído, no resultó tan importante como lo
    habíamos creído. También aprendemos que la
    posesión de algunos bienes exige de nosotros muchos
    cuidados: para que no se dañen, para que no se
    extravíen, para que no nos los roben. Así mismo
    ocurre que algunos bienes nos suelen enfrentar con nuestros
    prójimos, lo que suele mermar con frecuencia su disfrute:
    porque otros también quieren lo que nosotros obtuvimos y
    ellos no pueden tener; porque la envidia de otros nos duele y
    disminuye la satisfacción de lo que tenemos.

    Por ello se afirma que estamos llamados, ciertamente, a
    la felicidad, pero que saber en qué consiste
    demanda
    indagar sobre el particular.

    Como la naturaleza no hace nada en vano y naturalmente
    todo ser humano busca ser feliz, por fuerza debe
    existir el objeto de la felicidad del ser humano.

    Es un hecho, dada la unidad de la familia
    humana, que todas las personas tenemos específicamente la
    misma naturaleza, por lo que el anhelo de felicidad es algo
    común en cada ser humano.

    Considerar la cuestión de la felicidad humana
    comporta plantearse cuestiones sobre el fin de la propia
    vida
    y tratar de indagar el origen y el destino de la
    persona y
    penetrar en profundidad en lo que bien se llama el ser del
    hombre
    , la naturaleza
    humana.

    Con frecuencia algunas personas suelen despachar tan
    importante asunto de una manera, por así decir,
    improvisada. Porque experimentan en verdad, el deseo de
    felicidad, más recurren a cualquier bien que se les ponga
    por delante como si ese fuese el objeto de su felicidad, para
    comprender luego que no lo era y volver a intentar con otro, en
    lo que se les va la vida sin detenerse a examinar con atención tan onda
    incógnita.

    Al tratar el tema de la felicidad, se nos han abierto
    dos interrogantes: el primero, ¿quién es realmente
    el ser humano?, que ha sido brevemente contestado haciendo
    referencia al carácter trascendente de la persona, que
    busca conocer, ser siempre, ser feliz. Esto hace que descubra y
    cultive su ligamen con el ser necesario, absoluto, ya que el ser
    humano descubre que el suyo es contingente, relativo y que no
    tiene en si mismo la razón de su propia
    existencia.

    Nuestro siglo ha visto a los modernos totalitarios:
    comunistas, fascistas, nazis y algunos socialistas… todos los
    cuales, de un modo o de otro, ubican la felicidad humana en la
    cooperación al triunfo de la clase o en el
    esplendor de la nación,
    o en la pureza de la raza o en la prosperidad económica, o
    en la potencia militar
    de la clase, del Estado o de la
    raza. Todo ello, en el fondo, no es sino falta de
    reflexión sobre la grandeza de la persona humana, la que
    puede ciertamente, trabajar por su nación
    y su esplendor o por la cooperación en la prosperidad
    económica. Pero como que alguna de esas cosas dichas
    constituya el objeto de la felicidad human, no es
    posible.

    En nuestro propio siglo, el que ha visto surgir y caer
    todos esos equivocados planteamientos. Se buscó el objeto
    de la felicidad donde no estaba y ello causó gran
    decepción a los que tomaron ese equivocado
    camino.

    Una primera conclusión del recorrido sobre los
    criterios que algunos han tenido sobre el objeto de la felicidad
    humana es que, en esta vida transitoria, terrestre,
    importantísima pero pasajera, no existe ningún
    objeto que pueda dar la felicidad a los seres humanos.

    Ciertamente hay muchos bienes, bienes del cuerpo, y
    bienes del alma, como lo
    hemos visto, pero tales bienes ni incluyen todos los males, ni
    pueden ser poseídos por todas las personas ni admiten una
    posesión perpetua.

    Esto lleva a una conclusión que es profunda: el
    hombre está llamado a la felicidad, su corazón la
    busca, su alma la anhela, pero entre los bienes de este mundo,
    algunos por cierto muy dignos de aprecio, no existe, sin embargo,
    ninguno capaz de colmar en forma permanente el ansia humana de
    felicidad.

    PREGUNTA PROBLEMA

    ¿Es posible que el hombre sea
    feliz?

    TESIS

    Considerando que el anhelo de felicidad en cada ser
    humano es tan vigoroso, podemos reconocer que hay un deseo innato
    de felicidad en cada persona.

    HIPÓTESIS

    A partir de ese dato examinaremos que sí debe
    existir el objeto de la felicidad humana, porque la naturaleza no
    hace nada en vano y por naturaleza todo ser humano busca ser
    feliz. Entonces, atraídos por el bien que lo rodea, cada
    ser humano tiende a esos bienes que halla a mano para poder
    constituir el objeto de la felicidad humana.

    OBJETIVOS

    • Al ser éste un tema en el que podemos
      encontrar diversas opiniones, por ser muy personal,
      partiremos de diferentes conceptos de felicidad, ya sean desde
      el punto de vista filosófico (ético,
      metafísico), sociológicos, económicos y de
      diferentes momentos socio- históricos, veremos
      cómo se encara dicho problema y cuáles son los
      factores en los que se apoya la sociedad
      para alcanzarla.
    • De acuerdo a los antiguos filósofos,
      analizaremos en qué se basaban para que el individuo
      llegara a alcanzar la felicidad.
    • Indagar cuan importante es el objeto de la felicidad
      humana sin confundirlo con los medios para
      llegar a ella.
    • Reflexionar cómo la felicidad humana va
      abriendo horizontes amplísimos que de nuevo reclaman
      preguntas y respuestas.

    PREGUNTAS DE ENCUESTA

    SEXO: EDAD:

    OCUPACIÓN: ESTADO CIVIL:

    1. ¿Qué piensa usted que es la
      Felicidad?
    2. ¿Es posible que el hombre sea
      feliz?
    3. ¿Usted considera que ha alcanzado la
      Felicidad?
    4. ¿Cuáles de estos factores considera que
      influyen sobre la felicidad humana?
    • Dinero 
    • Familia 
    • Trabajo 
    • Amor 
    • Religión 
    • Salud 
    • La Sociedad 
    • Otros 
    1. ¿Cuáles de estos factores considera
      para darse cuenta si ha alcanzado o no la
      Felicidad?

    LA
    ETICA DE ARISTÓTELES O LA BÚSQUEDA

    DE LA FELICIDAD

    REFERENCIA SOBRE DE ARISTÓTELES

    Aristóteles es el pensador más
    extraordinario que ha dado la humanidad. Nos asombra no solo la
    vastedad de sus conocimientos, sino muy especialmente la
    profundidad y penetración de su pensamiento.
    Del dijo Augusto Compte que era "el
    príncipe eterno de los verdaderos pensadores". Por su
    parte, el filósofo español
    Rafael Cambra dice que Aristóteles es "el fruto intelectual
    más granado de aquella civilización refinada,
    especialmente idónea para la filosofía, verdadera
    edad dorada de la cultura
    humana"(6).

    Aristóteles ingresó a la Academia de
    Platón
    a los 17 años, y allí permaneció durante 20
    años. En esta Institución se nutrió en las
    fuentes
    más puras del pensamiento de su época.

    Tiempo después fundo su propia escuela que se
    conoció con el nombre de "Liceo". En su liceo trabajo sin
    descanso en la creación de la más vasta obra
    científico-filosófica de la
    antigüedad.

    Dada la finalidad de este libro,
    sólo nos ocuparemos de estudiar su pensamiento
    ético , el cual, dicho sea de paso, descansa sobre los
    supuestos fundamentos de su metafísica, y se orienta a la
    consecución del sumo bien, el cual sólo puede
    alcanzarse a través de la política.

    Aristóteles asignó gran importancia a los
    problemas éticos, a tal punto que hasta nosotros han
    llegado tres libros de
    ética de su autoría. Ellos son: La Ética
    Eudemia, la ética Nicomaquea y la Gran Ética.
    Además, un opúsculo sobre las Virtudes y los
    Vicios.

    Los calificativos de "eudemia" y "nicomaquea",
    seguramente se derivan de sus editores, su amigo Eudemo de Rodas,
    y su hijo Nicómaco.
    Por su parte, la Gran Ética, parece tener su origen en una
    edición
    hecha en el siglo III a .C. con el fin de reconciliar sus ideas
    con las de Platón.

    LA ÉTICA DE BIENES

    A la ética de Aristóteles se le conoce con
    los calificativos de ética de bienes, de fines,
    eudemonista, y ética material.

    A continuación examinaremos un grupo de
    textos tomados de la ética Nicomaquea, con el fin de
    comprender mejor su doctrina.

    1-"todo arte y toda
    investigación científica, lo mismo
    que toda acción
    y elección, parecen tender a algún bien; y por ello
    definieron con toda pulcritud el bien de los que dijeron ser
    aquello a que todas las cosas aspiran".(6)

    2-"Siendo como en gran numero las acciones y las artes y
    ciencias, mucho serán por consiguiente los fines.
    Así, el de la medicina es la
    salud; el de la
    construcción naval, el navío, de la
    estrategia, la
    victoria, y el de la ciencia
    económica, la riqueza."(7)

    3-"Si existe un fin de nuestros actos querido por
    sí mismo, y los demás por él; y si es verdad
    también que no siempre elegimos una cosa en viste de
    otra-seria tanto como remontar al infinito, y si nuestro anhelo
    fuese un ruin y miserable, es claro que ese fin será
    entonces no-solo el bien sino el bien soberano. Con respecto a
    nuestra vida, el
    conocimiento de ese bien es casa de gran momento, y
    teniéndolo presente, como los arqueros al blanco,
    acertemos mejor donde conviene. Y así, hemos de intentar
    comprender en general cual pueda ser, y la ciencia teórica
    o practica de que depende."(8)

    4- "En cuanto al hombre por lo menos, reina acuerdo casi
    unánime, pues tanto la mayoría como los
    espíritus más selectos llaman a ese bien la
    Felicidad, y suponen que es lo mismo vivir bien y obrar bien que
    ser feliz. Pero la esencia de la felicidad es cuestión
    disputada, y no las explican del mismo modo el vulgo y los
    doctos"(9)

    De la lectura de
    los anteriores textos podemos comprender que la ética de
    Aristóteles es una ética de bienes porque él
    supone cada vez que el hombre actúa lo hace en
    búsqueda de todo bien. Como son muchos los bienes que el
    hombre aspira alcanzar a lo largo de su existencia, puede darse
    perfecta cuenta que estos no son todos de la misma
    jerarquía, esto es, que unos son mas elevados que
    otros.

    A los bienes que ordenamos para alcanzar otros, los
    llamó bienes medios. Al bien mas elevado, al que no
    podemos convertir en medio para alcanzar otro bien, lo denomino
    bien final o bien supremo.

    Al bien supremo lo identifico con la felicidad, por esta
    razón ubicamos su ética dentro de la corriente que
    se ha denominado eudemonismo, de eudaimonía,
    felicidad.

    EL EUDEMONISMO

    Una vez que Aristóteles dejó establecido
    que todos los hombres se proponen alcanzar la felicidad, se
    dedicó a indagar en qué consiste ésta, para
    lo cual examinó todas las opiniones emitidas por los
    pensadores que le precedieron.

    Un examen minucioso de esas opiniones acerca de la
    felicidad, le permitió descartar esas mismas opiniones, y
    reforzar su propia tesis de que
    la felicidad consistía en la posesión de la
    sabiduría.

    Partió de la tesis de que el bien y la felicidad
    son concebidos por los hombres a imagen del
    genero de vida
    a que cada cual le es propio. La multitud y los más
    vulgares ponen el bien supremo en el placer, y por esto aman la
    vida voluptuosa.

    El placer causa deleite corporal por medio de la
    percepción sensorial, y no es bien perfecto
    del hombre si se le compara con los bienes del alma.

    Otros hombres apuntan al honor, la felicidad es para
    ellos "el premio a la virtud". Y el honor parece ser sobre todo
    el premio a la virtud. Pero el honor depende más de quien
    lo da que de quien lo recibe, mientras que el fin de la vida debe
    ser alguna cosa que nos sea propia. El honor se otorga a alguien
    por alguna excelencia suya, y por ello es un signo y testimonio
    de la excelencia que tiene el honrado, por lo tanto el honor es
    una consecuencia de la felicidad, pero ésta no puede
    consistir principalmente en el honor.

    La felicidad podría consistir en la fama o la
    gloria, porque por ella los hombres alcanzan en cierto modo la
    eternidad. Pero la fama o la gloria puede ser falsa. La fama o la
    gloria depende de los admiradores, por lo cual no tiene
    consistencia propia, luego la felicidad no puede consistir en la
    fama o la gloria.

    La felicidad podría consistir en la
    posesión de riquezas. Las riquezas ejercen un fuerte
    dominio sobre
    el afecto del hombre. Con el dinero se
    compran casi todas las cosas. Además, mientras más
    riquezas se poseen, más se desean. Pero si se examina
    más detenidamente, podemos distinguir que existen dos
    tipos de riquezas. Las naturales, que sirven para satisfacer las
    necesidades vitales como el alimento, la vivienda, los vestidos,
    los vehículos, etc. También existen las riquezas
    artificiales, inventadas por el hombre para facilitar los
    cambios, y hacer posible el comercio,
    estas son el dinero.

    Resulta evidente que la felicidad del hombre no puede
    consistir en las riquezas naturales porque estas se buscan con
    una finalidad ulterior, y que en el orden natural todas
    están hechas para el hombre y se ordenan al hombre. Por su
    parte, las riquezas artificiales no se buscarían si con
    ellas no se compraran las cosas necesarias para la vida, esto es,
    las riquezas naturales.

    La felicidad podría, entonces, consistir en la
    posesión del poder.

    La cosa que más rehuyen los hombres es la
    servidumbre, a la cual se contrapone el poder, luego el poder de
    gobernar a los demás es un bien.

    El poder no es un bien perfecto porque es "incapaz de
    ahuyentar la angustia de las preocupaciones ni evitar los
    aguijones del miedo".

    Además, el poder sirve para el bien y para el
    mal, por consiguiente la felicidad podría consistir en el
    buen uso del poder mediante la virtud, más que en el poder
    mismo. Otra de las desventaja que tiene el poder para ser la
    felicidad consiste en que al igual que las riquezas, puede ser
    arrebatado por otros hombres.

    Para algunos, en efecto, la felicidad parece consistir
    en la virtud; para otros en la prudencia; para otros aún
    en una forma de sabiduría, no faltando aquellos para
    quienes la felicidad es todo eso o parte de eso, con placer o sin
    placer, a todo lo cual hay aún quienes añaden la
    prosperidad exterior como factor concomitante"(10).

    ARISTÓTELES

    TEXTO 4A. ÉTICA A
    NICÓMACO, LIBRO X

    Abarca los cuatro últimos capítulos de
    esta obra, en los que el filósofo presenta un resumen de
    su concepción de la felicidad como fin último del
    ser humano. La vida consiste en realizar alguna actividad
    virtuosa (capítulo 6), pero no conforme a cualquier
    virtud, sino a la virtud más excelsa y perfecta, que se
    refiere a la actividad contemplativa del entendimiento
    (capítulo 7). Para ello, es necesario que el hombre posea
    también bienes materiales y
    otras virtudes, como la justicia
    (capítulo 8), o cual seria imposible sin la existencia de
    una organización política que haga
    cumplir las leyes y facilite a los ciudadanos el ejercicio de la
    virtud (capítulo 9).

    Capítulo 6. La Felicidad y su
    Contenido

    Después de haber tratado acerca de las virtudes,
    la amistad, los
    placeres, nos resta una discusión sumaria en torno a la
    felicidad, puesto que la colocamos como fin de todo lo
    humano.

    Dijimos, pues, que la felicidad no es un modo de ser,
    pues de otra manera podría pertenecer también al
    hombre que pasara la vida durmiendo o viviera como una planta, al
    hombre que sufriera las mayores desgracias. Ya que esto no es
    satisfactorio, sino que la felicidad ha de ser considerada,
    más bien, una actividad, como hemos dicho antes, y si, de
    las actividades, unas son necesarias y se escogen por causa de
    otras, mientras que otras se escogen por sí mismas, es
    evidente que la felicidad se ha de colocar entre las cosas por
    sí mismas deseables y no por causa de otra cosa, porque la
    felicidad no necesita de nada, sino que se basta a sí
    misma, y las actividades que se escogen por sí mismas son
    aquellas de las cuales no se busca nada fuera de la misma
    actividad. Tales parecen ser las acciones de acuerdo con la
    virtud. Pues el hacer lo que es noble y bueno es algo deseado por
    sí mismo. Asimismo, las diversiones que son agradables, ya
    que no se buscan por causa de otra cosa; pues los hombres son
    perjudicados más que beneficiados por ellas, al descuidar
    sus cuerpos y sus bienes. Sin embargo, la mayor parte de los que
    son considerados felices recurren a tales pasatiempos y
    ésta es la razón por la que los hombres ingeniosos
    son muy favorecidos por los tiranos, porque ofrecen los placeres
    los placeres que los tiranos desean y, por eso, tienen necesidad
    de ellos. Así estos pasatiempos parecen contribuir a la
    felicidad, porque es en ellos donde los hombres de poder pasan
    sus ocios. Pero, quizá, la aparente felicidad de tales
    hombres no es señal de que sean realmente felices. En
    efecto, ni la virtud ni el entendimiento, de los que proceden las
    buenas actividades, radican en el poder; y el hecho de que tales,
    por no haber buscado un placer puro y libre, recurran a las
    placeres del cuerpo no es razón para considerarlos
    preferibles, pues también los niños
    creen que lo que ellos estiman es lo mejor. Es lógico,
    pues, que, así como para los niños y los hombres
    son diferentes las cosas valiosas, así también para
    los malos y para los buenos. Por consiguiente, como hemos dicho
    muchas veces, las cosas valiosas y agradables son aquellas que le
    aparecen como tales al hombre bueno. La actividad más
    preferible para cada hombre será, entonces, la que
    está de acuerdo con su propio modo de ser, y para el
    hombre bueno será la actividad de acuerdo con la virtud.
    Por tanto, la felicidad no está en la diversión,
    pues sería absurdo que el fin del hombre fuera la
    diversión y que el hombre se afanara y padeciera toda la
    vida por causa de la diversión. Pus todas las cosas, por
    así decir, las elegimos por causa de otra, excepto la
    felicidad, ya que ella misma es el fin. Ocuparse y trabajar por
    causa de la diversión parece necio y muy pueril; en
    cambio,
    divertirse para afanarse después parece, como dice
    Anacarsis, estar bien; porque la diversión es como un
    descanso, y como los hombres no pueden estar trabajando
    continuamente, necesitan descanso. El descanso, por tanto, no es
    un fin, porque tiene lugar por causa de la actividad. La vida
    feliz, por otra parte, se considera que es la vida conforme a la
    virtud, y esta vida tiene lugar en el esfuerzo, no en la
    diversión. Y decimos que son mejores las cosas serias que
    las que provocan risa y son divertidas, y más seria la
    actividad de la parte mejor del hombre y del mejor hombre, y la
    actividad del mejor es siempre superior y hace a uno más
    feliz. Y cualquier hombre, el esclavo no menos que el mejor
    hombre, puede disfrutar de los placeres del cuerpo; pero nadie
    concedería felicidad al esclavo, a no ser que le atribuya
    también a él vida humana. Porque la felicidad no
    está en tales pasatiempos, sino en las actividades
    conforme a la virtud, como se ha dicho antes.

    Si aceptamos que el placer debe estar mezclado con la
    felicidad, el más deleitoso de los actos conforme a la
    virtud es el ejercicio de la sabiduría. El sólo
    afán de saber, la filosofía, encierra deleites
    maravillosos por su pureza y por su firmeza, y por supuesto, el
    saber adquirido, produce un goce mayor que el de su mera
    indagación. Además, la sabiduría la contiene
    como propio un placer que aumenta con la actividad
    (15).

    En conclusión, la felicidad consiste en la
    actividad de la inteligencia
    según la virtud que le es propia. Como Aristóteles
    es ante todo un hombre realista, presupone que para que un
    individuo pueda dedicarse a la actividad contemplativa debe
    disponer de bienes exteriores que le permitan satisfacer sus
    propias necesidades, porque por ejemplo, un hombre que viva en la
    miseria jamás podrá tenerse por feliz.

    Capítulo 7. En qué consiste la
    Felicidad Perfecta

    Si la felicidad es una actividad de acuerdo con la
    virtud, es razonable (que sea una actividad) de acuerdo con la
    virtud más excelsa, y ésta será una
    actividad de la parte mejor del hombre. Ya sea, pues, el
    intelecto ya otra cosa lo que, por naturaleza, parece mandar y
    dirigir y poseer el conocimiento
    de los objetos nobles y divinos, siendo esto mismo divino o la
    parte más divina que hay en nosotros, su actividad de
    acuerdo con la virtud propia será la felicidad perfecta. Y
    esta actividad es contemplativa, como ya hemos dicho.

    Esto parece estar de acuerdo con lo que hemos dicho y
    con la verdad. En efecto, esta actividad es la más
    excelente (pues el intelecto es lo mejor de lo que hay en
    nosotros y está en relación con lo mejor de los
    objetos cognoscibles); también es la más continua,
    pues somos más capaces de contemplar continuamente que de
    realizar cualquier otra actividad. Y pensamos que el placer debe
    estar mezclado con la felicidad, y todo el mundo está de
    acuerdo en que la más agradable de nuestras actividades
    virtuosas es la actividad en concordancia con la
    sabiduría. Ciertamente, se considera que la
    filosofía posee placeres admirables en pureza y en
    firmeza, y es razonable que los hombres que saben, pasen su
    tiempo
    más agradablemente que los que investigan. Además,
    la dicha autarquía se aplicará, sobre todo, a la
    actividad contemplativa, aunque el sabio y el justo necesiten,
    como los demás, de las cosas necesarias para la vida;
    pero, a pesar de estar suficientemente provistos de ellas, el
    justo necesita de otras personas hacia las cuales y con las
    cuales practicar la justicia, y lo mismo el hombre moderado, el
    valiente y todos los demás; en cambio, el sabio, aun
    estando sólo, puede teorizar, y cuanto más sabio,
    más; quizá sea mejor para él tener colegas,
    pero con todo, es el que más se basta a sí
    mismo.

    Esta actividad es la única que parece ser amada
    por sí misma, pus nada se saca de ella excepto la
    contemplación, mientras que de las actividades
    prácticas obtenemos, más o menos, otras cosas,
    además de la acción misma. Se cree, también,
    que la felicidad radica en el ocio, pus trabajamos para tener
    ocio y hacemos la guerra para
    tener paz. Ahora bien, la actividad de las virtudes
    prácticas se ejercita en la política o en las
    acciones militares, y las acciones relativas a estas materias se
    consideran penosas; las guerras, en
    absoluto ( pues nadie elige el guerrear por el guerrear mismo, ni
    se prepara sin más para la guerra; pues un hombre que
    hiciera enemigos de sus amigos para que hubiera batallas y
    matanzas, sería considerado un completo asesino);
    también es penosa la actividad de político, y,
    aparte de la propia actividad, aspira a algo más, o sea, a
    poderes y honores, o en todo caso, a su propia felicidad o a la
    de los ciudadanos, que es distinta de la actividad
    política y que es claramente buscada como una actividad
    distinta. Sí, pues, entre las acciones virtuosas
    sobresalen las políticas
    y guerreras por su gloria y grandeza, y, siendo penosas, aspiran
    a algún fin y no se eligen por si mismas, mientras que la
    actividad de la mente, que es contemplativa, parece ser superior
    en seriedad, y no aspira a otro fin que a sí misma y a
    tener su propio placer ( que aumenta la actividad), entonces la
    autarquía, el ocio y la ausencia de fatiga, humanamente
    posibles, y todas las demás cosas que se atribuyen al
    hombre dichoso, parecen existir, evidentemente, en esta
    actividad.

    Ésta, entonces, será la perfecta felicidad
    del hombre, si ocupa todo el espacio de su vida, porque ninguno
    de los atributos de la felicidad es incompleto.

    Tal vida, sin embargo, sería superior a la de un
    hombre, pues el hombre viviría de esta manera no en cuanto
    hombre, sino en cuanto que hay algo divino en él; y la
    actividad de esta parte divina del alma es tan superior al
    compuesto humano como lo es su actividad respecto de la actividad
    de las otras virtudes. Sí, pues, la mente es divina
    respecto del hombre, también la vida según ella
    será divina respecto de la vida humana. Pero no hemos de
    seguir los consejos de algunos que dicen que, siendo hombres,
    debemos pensar sólo humanamente y, siendo mortales,
    ocuparnos sólo de las cosas mortales, sino que debemos, en
    la medida de lo posible, inmortalizarnos y hacer todo esfuerzo
    para vivir de acuerdo con lo más excelente que hay en
    nosotros; pues, aun cuando esta parte sea pequeña en
    volumen,
    sobrepasa a todas las otras en poder y dignidad. Y
    parecía también, que todo hombre es esta parte, si,
    en verdad, ésta es la parte dominante y la mejor; por
    consiguiente, sería absurdo que un hombre no eligiera su
    propia vida sino la de otro. Y lo que dijimos antes es apropiado
    también ahora: lo que es propio de cada uno por naturaleza
    es lo mejor y lo más agradable para cada uno. Así,
    para el hombre, lo será la vida conforme a la mente, si,
    en verdad, un hombre es primariamente su mente. Y esta vida
    será también la más feliz.

    Capítulo 8. Superioridad de la Vida
    Contemplativa

    La vida, de acuerdo con la otra especie de virtud, es
    feliz de una manera secundaria, ya que las actividades conforme a
    esta virtud son humanas. En efecto, la justicia, la
    valentía, y las demás virtudes las practicamos
    recíprocamente en los contratos,
    servicios y
    acciones de todas clases, observando en cada caso lo que conviene
    con respecto a nuestras pasiones. Y es evidente que todas esas
    cosas son humanas. Algunas de ellas parece que incluso proceden
    del cuerpo, y la virtud ética está de muchas
    maneras asociada íntimamente con las pasiones.
    También la prudencia está unida a la virtud
    ética, y ésta a la prudencia, sí, en verdad,
    los principios de la prudencia están de acuerdo con las
    virtudes éticas, y la rectitud de la virtud ética
    con la prudencia.

    Puesto que estas virtudes éticas están
    también unidas a las pasiones, estarán, asimismo,
    en relación con el compuesto humano, y las virtudes de
    este compuesto son humanas; y, así, la vida y la
    felicidad, de acuerdo con estas virtudes, serán
    también humanas.

    La virtud de la mente, por otra parte, está
    separada, y baste con lo dicho a propósito de esto, ya que
    en una detallada investigación iría más
    allá de nuestro propósito. Parecería, con
    todo, que esta virtud requiere recursos externos
    sólo en pequeña medida o menos que la virtud
    ética. Concedamos que ambas virtudes requieran por igual
    las cosas necesarias, aún cuando el político se
    afane más por las cosas del cuerpo y otras tales cosas (
    pues poco difieren estas cosas); pero hay mucha diferencia en lo
    que atañe a las actividades. En efecto, el hombre liberal
    necesita riqueza para ejercer su liberalidad, y el justo para
    poder corresponder a los servicios ( porque los deseos no son
    visibles y aún los injustos fingen querer obrar
    justamente), y el valiente necesita fuerzas, si es que ha de
    realizar alguna acción de acuerdo con la virtud, y el
    hombre moderado necesita los medios, pues ¿cómo
    podrá manifestar que lo es o que es diferente de los
    otros?.

    Se discute si lo más importante de la virtud es
    la elección o las acciones, ya que la virtud depende de
    ambas. Ciertamente, la perfección de la virtud radica en
    ambas, y para las acciones se necesitan muchas cosas, y cuanto
    más grandes y más hermosas sean, más se
    requieren. Pero el hombre contemplativo no tiene necesidad de
    nada de ello, al menos para su actividad, y se podría
    decir que incluso estas cosas son un obstáculo para la
    contemplación; pero en cuanto que es hombre y vive con
    muchos otros, elige actuar de acuerdo con la virtud, y por
    consiguiente necesitará de tales cosas para vivir como
    hombre.

    Que la felicidad perfecta es una actividad contemplativa
    será evidente también por lo siguiente.
    Consideramos que los dioses son en grado sumo bienaventurados y
    felices, pero ¿qué genero de acciones hemos de
    atribuirles? ¿Acaso las acciones justas? ¿No
    parecerá ridículo ver a los dioses haciendo
    contratos, devolviendo depósitos y otras cosas semejantes?
    ¿O deben ser contemplados afrontando peligros, arriesgando
    su vida para algo noble? ¿O acciones generosas?. Pero,
    ¿a quién darán? Sería absurdo que
    también que también ellos tuvieran dinero o algo
    semejante. Y ¿cuáles serían sus acciones
    moderadas? ¿No será esto una alabanza vulgar,
    puesto que los dioses no tienen deseos malos?. Aunque
    recorriéramos todas estas virtudes, todas las alabanzas
    relativas a las acciones nos parecerían pequeñas e
    indignas de los dioses.

    Sin embargo, todos creemos que los dioses viven y que
    ejercen alguna actividad, no que duermen, como Edimión.
    Pues bien, si a un ser vivo se le quita la acción y,
    aún más, la actividad producción, ¿qué le queda,
    sino la contemplación?. De suerte que la actividad divina
    que sobrepasa a todas las actividades en beatitud, será
    contemplativa, y, en consecuencia, la actividad humana que
    está más íntimamente unida a está
    actividad, será la más feliz. Una señal de
    ello es también el hecho de que los demás animales no
    participan de la felicidad por estar del todo privados de la
    actividad. Pues, mientras toda la vida de los dioses es feliz, la
    de los hombres lo es en cuanto que existe una cierta semejanza
    con la actividad divina; pero ninguno de los demás seres
    vivos es feliz, porque no participan, en modo alguno, de la
    contemplación. Por consiguiente, hasta donde se extiende
    la contemplación, también la felicidad, y aquellos
    que pueden contemplar más son también más
    felices no por accidente, sino en virtud de la
    contemplación. Pues ésta es, por naturaleza,
    honorable.

    De suerte que la felicidad será una especie de
    contemplación.

    Sin embargo, siendo humano, el hombre contemplativo
    necesitará del bienestar externo, ya que nuestra
    naturaleza no se basta a sí misma para la
    contemplación, sino que necesita de la salud corporal, del
    alimento y de los demás cuidados. Por cierto, no debemos
    pensar que el hombre para ser feliz necesitará muchos y
    grandes bienes externos, si no puede ser bienaventurado si ellos,
    pues la autarquía y la acción no dependen de una
    superabundancia de estos bienes, y sin dominar el mar y la tierra se
    pueden hacer acciones nobles, ya que uno puede actuar de acuerdo
    con la virtud aun con recursos moderados. Esto puede verse
    claramente por el hecho de que los particulares, no menos que los
    poderosos, pueden realizar acciones honrosas y aún
    más; así es bastante, si uno dispone de tales
    recursos, ya que la vida feliz será la del que
    actúe de acuerdo con la virtud. Quizá
    también Solón se expresaba bien cuando decía
    que, a su juicio, el hombre feliz era aquel que, provisto
    moderadamente de bienes exteriores, hubiera realizado las
    más nobles acciones y hubiera vivido una vida moderada,
    pues es posible practicar lo que se debe con bienes moderados.
    También parece que Anaxágoras no atribuía al
    hombre feliz ni riqueza ni poder, al decir que no le
    extrañaría que el hombre feliz pareciera un
    extravagante al vulgo, pues éste juzga por los signos
    externos, que son los únicos que percibe. Las opiniones de
    los sabios, entonces, parecen estar en armonía con
    nuestros argumentos. Pero, mientras estas opiniones merecen
    crédito, la verdad es que, en los asuntos
    prácticos, se juzga por los hechos y por la vida, ya que
    en éstos son lo principal. Así debemos examinar lo
    dicho refiriéndolo a los hechos y a la vida, y aceptarlo,
    si armoniza con los hechos, pero considerándolo como
    simple teoría,
    si choca con ellos. Además, el que procede en sus
    actividades de acuerdo con su intelecto y lo cultiva, parece ser
    el mejor dispuesto y el más querido de los dioses. En
    efecto, si los dioses tienen algún cuidado de las cosas
    humanas, como se cree, será también razonable que
    se complazcan en lo mejor y más afín a ellos ( y
    esto sería el intelecto), y que recompensen a los que
    más lo aman y honran, como si ellos se preocuparan de sus
    amigos y actuaran recta y noblemente. Es manifiesto que todas
    estas actividades pertenecen al hombre sabio principalmente; y
    así, será el más amado de los dioses y es
    verosímil que sea también el más feliz. De
    modo que, considerado de este modo, el sabio será el
    más feliz de todos los hombres.

    ACERCA DE LA FELICIDAD COMO FIN EN SÌ
    MISMA

    Volvamos de nuevo al bien que buscamos para preguntarnos
    qué es. Porque parece que es distinto en cada actividad y
    en cada arte; en efecto, es uno en la medicina, otro en la
    estrategia, y así en las demás. Pero
    ¿qué es el bien de cada uno de ellas? ¿no es
    aquello en virtud de lo cual se hacen las demás cosas?. En
    la medicina es la salud, en la estrategia, la victoria; en la
    arquitectura,
    la casa; en otros casos otras cosas, y en toda acción y
    decisión es el fin, pues todos hacen las demás
    cosas en vista, de él. De modo de que si hay algún
    fin de todos los actos, éste será el bien
    realizable, y éstos si hay varios. Nuestro razonamiento,
    después de muchos rodeos, vuelve al mismo punto; pero
    intentemos aclarar más esto puesto que parece que los
    fines son varios y algunos de estos los elegimos por otros; como
    la riqueza, las flautas y en general los instrumentos, es
    evidente que no todos son perfectos, pero lo mejor parece ser
    algo perfecto; de suerte que si solo hay un bien perfecto,
    ése será el que buscamos, y si hay varios, el
    más perfecto de ellos. Llamamos perfecto al que se
    persigue por si mismo al que se busca por otra cosa, y al que
    nunca se elige por otra cosa, más que a los que se eligen
    a la vez por sí mismos y por otro fin, y en general
    consideramos perfecto lo que se elige siempre por sí mismo
    y nunca por otra cosa. Tal parece ser eminentemente la felicidad,
    pues la elegimos siempre por ella misma y nunca por otra cosa,
    mientras que los honores, el placer, el entendimiento y toda
    virtud los deseamos ciertamente por sí mismos (pues aunque
    nada resultara de ellas, desearíamos todas estas cosas),
    pero también los deseamos en vista de la felicidad. En
    definitiva, puesto que todo conocimiento y toda elección
    tienden a algún bien, digamos que aquel a que la
    política aspira por ser el supremo entre todos los bienes
    que pueden realizarse…es la Felicidad, de tal modo que vivir y
    obrar bien es ser feliz. Ahora bien, acerca de que sea la
    felicidad todos dudan y no lo explican del mismo modo el bulbo y
    los sabios.

    (Aristóteles: Ética a
    Nicomaco)

    ACERCA DE LA NATURALEZA DE LA
    FELICIDAD

    Y LA FUNCIÓN ESPECÍFICA
    DEL HOMBRE

    Pero tal vez parece cierto y reconocido que la felicidad
    es lo mejo y, sin embargo, sería deseable mostrar con
    mayor claridad qué es. Acaso se lograría esto si se
    comprendiera la función del hombre. En efecto, del mismo
    modo que en el caso de un flautista de un escultor y de todo
    artífice, y en general de los que hacen alguna obra o
    actividad parece que lo bueno y el bien están en la
    función, así parecerá también en el
    caso del hombre si hay alguna función que le sea propia.
    ¿Habrá algunas obras y actividades propias del
    carpintero y del zapatero, pero ninguna del hombre, sino que
    será éste naturalmente inactivo?. O bien,
    así como parece que hay alguna función propia del
    ojo y de la mano y del pie, y en general de cada uno de los
    miembros ¿se atribuirá al hombre alguna
    función aparte de esta? ¿y cuál será
    esta finalmente?. Porque el vivir parece también
    común a las plantas y se
    busca lo propio. Hay que dejar de lado, por tanto, la vida de
    nutrición
    y crecimiento. Vendría después la sensitiva pero
    parece que también ésta, es común al
    caballo, al buey y a todos los animales. Queda por último
    cierta vida activa propia del ente que tiene razón. Y
    éste por una parte, obedece a la razón; por otra
    parte, la posee y piensa. Y como esta actividad se dice de dos
    maneras, hay que tomarla en acto, pues parece que se dice
    primariamente esta. Y si la función propia del hombre es
    una actividad del alma según la razón o no
    desprovista de razón, y por otra parte decimos que esta
    función es específicamente propia del hombre y del
    hombre bueno, como el tocar la cita es propio de un citarista y
    de un buen citarista, y así en todas las cosas,
    añadiéndose a la obra la excelencia de la virtud
    (pues es propio del citarista tocar la cítara, y del buen
    citarista tocarla bien), siendo esto así decimos que la
    función del hombre es una cierta vida y en esta una
    actividad del lama y acciones razonables, y la del hombre bueno
    estas mismas cosas bien y primorosamente y cada una se realiza
    bien según la virtud adecuada; y, si esto es así,
    el bien humano es una actividad del alma según virtud, y
    si las virtudes son varias, conforme a la mejor y más
    perfecta y además en una vida entera. Porque una
    golondrina no hace verano, ni un solo día y así
    tampoco hace venturoso y feliz un solo día o un poco
    tiempo.

    (Aristóteles: Ética a
    Nicomaco)

    ACERCA DE LA VIRTUD Y LAS PARTES DEL
    ALMA

    Puesto que la felicidad es una actividad del alma
    según la virtud perfecta, hay que tratar de la virtud pues
    acaso así consideraremos mejor lo referente a la
    felicidad. Y parece también que el que es de veras
    político se ocupa, sobre todo de ella, pues quiere hacer a
    los ciudadanos buenos y obedientes a las leyes. Y esta
    investigación pertenece a la política, es evidente
    que esta indagación estará de acuerdo con nuestro
    proyecto
    inicial. Acerca de la virtud es evidente que hemos de investigar
    la humana, ya que también buscamos el bien humano y la
    felicidad humana. Llamamos virtud humana no a la del cuerpo, si
    no a la del alma; y decimos que la felicidad es una actividad del
    alma. Y esto es así que el político debe conocer en
    cierto modo lo referente al alma, como el que cura, los ojos
    también todo el cuerpo, y tanto más cuanto que la
    política es más estimable y mejor que la medicina;
    y los médicos distinguidos se ocupan mucho del
    conocimiento del cuerpo, también ha de considerar el alma
    pero la ha, de considerar en vista de estas cosas. Además
    en los tratos exotéricos se estudian suficientemente
    algunos puntos acerca del alma y hay que servirse de ellos; por
    ejemplo, que una parte de ella es irracional y la otra tiene
    razón… lo irracional en parte parece común y
    vegetativo, quiero decir la causa de la nutrición y del
    crecimiento pues esta facultad del alma puede admitirse en todos
    los seres que se nutren. Es claro, pues, que su virtud es
    común y no humana… pero sobre estas cosas vasta, y
    dejemos también aparte la nutritiva, puesto que es
    naturalmente ajena a la virtud humana. Pero parece que hay
    además otro principio irracional en el alma, que
    participa, sin embargo, de la razón. Pues tanto en el
    continente como en el incontinente elogiamos la razón y la
    parte del alma que tiene razón o porque exhorta
    también a lo mejor, pero también aparece en ellos
    algo más, ajeno que lucha y contiende con la razón.
    Exactamente como los miembros paralíticos del cuerpo,
    queremos moverlo hacia la derecha y se van al contrario (hacia la
    izquierda), y así ocurre también con el alma, pues
    las tendencias de los incontinentes se mueven en sentido
    contrario. Pero en los cuerpos vemos lo que se desvía, en
    el alma no lo vemos; pero probablemente no por eso ha de creerse
    que en el alma hay algo ajeno a la razón que se le opone y
    le es adverso.

    Resulta, por tanto, que también lo irracional es
    doble, pues lo vegetativo no participa en modo alguno de la
    razón, pero lo apetito, y en general, desiderativo,
    participa de algún modo en cuanto lo es dócil y
    obediente, que lo racional se deja en cierto modo persuadir por
    la razón, lo cual indica también advertencia y toda
    reprensión y exhortación. Y si hay que decir que
    esto también tiene razón, lo que tiene razón
    será doble, de un lado primariamente y en sí mismo,
    y de otra parte como el hacer caso del padre. También la
    virtud se divide de acuerdo con esta diferencia: pues decimos que
    una son dianoéticas y otras éticas y así la
    sabiduría, la inteligencia y la prudencia son
    dianoéticas, la libertad y la templanza éticas:
    pues si hablamos del carácter no decimos que alguien es
    sabio o inteligente sino que es amable o morigerado, y
    también elogiamos al sabio por su hábito, y los
    hábitos dignos de elogio los llamamos virtudes.

    (Aristóteles: Ética a
    Nicomaco)

    En la ética, que tiene por objeto el estudio el
    accionar individual humano, Aristóteles parte de la
    consideración del hombre como ser natural, que en cuanto
    tal, debe dirigirse algún fin. Por lo tanto se trata de
    descubrir cual es ese fin. Dicho fin, en cuanto debe llevar a la
    autorrealización, puede ser definido como bien, puesto que
    para Aristóteles el bien es "aquello a que todas las cosas
    tienden", de tal manera que bien y fin coinciden. Pero así
    como unos fines se subordinan a otros, también unos bienes
    se subordinan a otros. La discusión se establece entonces
    en torno a cuál es el bien al que deban subordinarse los
    demás bienes.

    Para determinar las normas del comportamiento
    humano es preciso conocer en qué consiste el bien del
    hombre y cómo puede éste alcanzarlo. Para
    éste (para el hombre), el bien supremo es la felicidad,
    por ser ésta fin en sí misma.

    Todas las acciones del hombre van encaminadas a lograrla
    y se encuentran subordinadas a ellas; pero determinar qué
    es la felicidad no es tan fácil.

    Si la felicidad es el bien del hombre, toda actividad
    que contribuya a su consecución será virtuosa; por
    tales motivos, virtud y felicidad aparecen claramente
    relacionadas, de ahí la importancia de la discusión
    sobre qué es la virtud.

    Aristóteles entiende que hay dos tipos de
    virtudes: dianoéticas, que se refiere al entendimiento (el
    arte, el saber, la sabiduría práctica, la
    sabiduría teórica y la inteligencia) y las
    propiamente éticas, que van encaminadas a dirigir las
    acciones humanas (la valentía, el dominio de sí, la
    libertad, la magnanimidad, la mansedumbre, la veracidad, la
    amistad, la justicia, entre otras).

    Para dar una definición específica de la
    virtud ética Aristóteles considera necesario la
    explicación de la noción de término medio.
    El termino medio puede entenderse en relación con la cosa
    o en relación con el sujeto de la acción. Este
    segundo sentido es el que toma Aristóteles para definir la
    virtud:

    "Llamo término medio de la cosa
    al que dista lo mismo de ambos extremos, y éste es uno y
    el mismo para todos; y relativamente a nosotros, al que ni es
    demasiado poco, y éste no es ni uno ni el mismo para
    todos. Por ejemplo, si diez es mucho y dos es poco, se toma el
    seis como término medio en cuanto a la cosa, pues
    sobrepasa y es sobrepasado en una cantidad igual, y en esto
    consiste el medio según la percepción
    aritmética. Pero respecto de nosotros no ha de entenderse
    así, pues si para uno es mucho comer diez libras y poco
    comer dos, el entrenador no prescribirá seis libras,
    porque probablemente esa cantidad será también
    mucho para el que ha de tomarla, o por poco: para Milón
    poco (Milón era un famoso atleta del siglo VI a.C., que
    comía una ración diaria de más de 8 Kilos de
    carne, otros tantos de pan, y casi 10 litros de vino); para el
    gimnasta principalmente, mucho. Y lo mismo si se trata de la
    carrera y de la lucha. Así pues, todo conocedor rehuye el
    exceso y el defecto, y busca y busca el término medio y lo
    prefiere; pero el término medio no de la cosa, sino el
    relativo a nosotros[ …] .

    Es, por tanto la virtud un hábito
    selectivo que consiste en un término medio relativo a
    nosotros determinado por la razón y por aquella por la
    cual decidiría el hombre prudente. El término medio
    lo es entre dos vicios, uno por exceso y otro por defecto, y
    también por no alcanzar en un caso y sobrepasar en otro el
    justo límite en las pasiones y acciones, mientras que la
    virtud encuentra y elige el término medio."

    Definida la virtud como un hábito,
    Aristóteles define también la vida feliz como
    aquella que es "conforme a la virtud"

    Para Aristóteles, la felicidad, aunque no se
    identifique con el placer, tampoco es incompatible con el
    disfrute de bienes como la salud, el bienestar, etc. Al
    contrario, no parece que una vida feliz sea plenamente posible
    sin las circunstancias positivas que favorezcan su
    realización. En su Ética discute diversos ideales
    de felicidad, en relación con distintas formas de vida,
    considerando la autarquía (capacidad de bastarse a
    sí mismo) como piedra de toque de la felicidad. Feliz, en
    último término, sería aquel que como un dios
    "no necesita de nada ni de nadie".

    El sentido práctico que inspira finalmente la
    ética aristotélica aparece así coronado por
    esta inspiración que llevará a Aristóteles a
    postular el ideal del sabio dedicado a la actividad
    teorética ( lo más elevado y "divino" que hay en el
    hombre) como forma suprema de felicidad:

    "Puesto que todo conocimiento y toda
    elección tienden a algún bien, digamos cuál
    es aquel a que la política aspira y cuál es el
    supremo entre todos los bienes que pueden realizarse. Casi todo
    el mundo está de acuerdo en cuanto a su nombre, pues tanto
    la multitud como los refinados dicen que es la felicidad, y
    admiten que vivir y obrar bien es lo mismo que ser feliz. Pero
    acerca de qué es la felicidad, dudan y no lo explican del
    mismo modo el vulgo y los sabios. Pues unos creen que es alguna
    de las cosas visibles y manifiestas, como el placer o la riqueza
    o los honores; y otros, otra cosa; a menudo, incluso una misma
    persona opina cosas distintas: si está enfermo, la salud;
    si es pobre, la riqueza; los que tienen conciencia de su
    ignorancia admiran a los que dicen algo grande y que está
    por encima de su alcance. Pero algunos creen que, aparte de toda
    esta multitud de bienes, hay algún otro que es bueno por
    sí mismo y que es la causa de que todos aquellos sean
    bienes [ …] . No parecería sin razón entender el bien
    y la felidad según las diferentes vidas. La masa y los
    más groseros los identifican con el placer, y por eso aman
    la vida voluptuosa –pues son tres los principales modos de
    vida: la que acabamos de decir, la política y en tercer
    lugar la teorética-. Los hombres vulgares se muestran
    completamente serviles al preferir una vida de bestias, pero
    tienen derecho a hablar porque muchos de los que están en
    puestos elevados se asemejan en sus pasiones a Sardanápalo
    (rey de Asiria, del siglo IX a.C., famoso por sus vicios). En
    cambio, los hombres refinados y activos ponen el
    bien en los honores, pues tal viene a ser el fin de la vida
    política. Pero parece que es más trivial que lo que
    buscamos, pues parece que está más en los que
    conceden los honores que en el honrado, y adivinamos que el bien
    es algo propio y difícil de arrebatar. Por otra parte,
    parecen perseguir los honores para persuadirse a sí mismos
    de que tienen mérito, pues buscan la estimación de
    los hombres sensatos y de los que los conocen, y fundada en la
    virtud; es evidente, por tanto, que incluso para estos hombres la
    virtud es superior [ …] .

    El tercer modo de vida es el
    teorético, que examinaremos más adelante. En cuanto
    a la vida de negocios,
    tiene cierto carácter violento, y es evidente que la
    riqueza no es el bien que buscamos, pues sólo es
    útil para otras cosas.

    [ …] (a la felicidad)
    pensamos que más bien se la debe considerar como una
    actividad, como hemos dicho anteriormente, y si de las
    actividades unas son necesarias y se escogen por causa de otras,
    y otras son deseables por sí mismas, es evidente que la
    felicidad se ha de contar entre las deseables por sí
    mismas y no por causa de otra cosa, porque la felicidad no
    necesita de nada, sino que se basta a sí misma. Ahora
    bien, se eligen por sí mismas aquellas actividades en que
    no se busca nada fuera de la misma actividad. Tales parecen ser
    las acciones virtuosas, pues el hacer lo que es honesto y bueno
    pertenece al número de las cosas deseables por sí
    mismas [ …] .

    Si la felicidad es una actividad
    conforma a la virtud, es razonable que sea conforme a la virtud
    más excelente, y ésta será la virtud de lo
    mejor que hay en el hombre. Sea, pues, el entendimiento o sea
    alguna otra cosa lo que por naturaleza parece mandar y dirigir y
    poseer intelección de las cosas bellas y divinas, siendo
    divino ello mismo o lo más divino que hay en nosotros, su
    actividad de acuerdo con la virtud que le es propia será
    la felicidad perfecta. Que es una actividad
    contemplativa."

    En definitiva, pues, la felicidad acabada consiste en el
    ejercicio de la más perfecta actividad de la más
    elevada de las facultades del hombre: la actividad contemplativa.
    Pero mientras no alcancemos esta perfección y para quienes
    no sea posible alcanzarla, no son despreciables niveles
    intermedios de perfección o de felicidad.

    Además, esta situación ideal de la vida
    del hombre a la que apunta Aristóteles haría de
    él un ser más que humano y, por lo mismo, el
    hombre, en cuanto ser natural, es un animal político, es
    decir, social por naturaleza. Esto hace que la felicidad humana
    sólo sea alcanzable en la polis.

    SANTO TOMÁS DE AQUINO

    (1225 – 1274) Nacido en las proximidades de
    Aquino, teólogo dominico, alumno y luego profesor en la
    Universidad de
    París, adhirió a la tendencia de apertura al
    conocimiento racional y científico que marcó el
    siglo XIII.

    Algunos colaboradores de Santo Tomas le proporcionaron
    la traducción del Corpus Aristotelicum,
    aún de las partes que estaban prohibidas por haber sido
    introducidas en el mundo occidental por los pensadores
    árabes, entre ellos Averroes. Allí encontró
    la base óptima para conciliar el conocimiento revelado de
    Dios y la investigación científica de los hechos
    naturales, sin negar la supremacía de la fe. Santo
    Tomás reivindicó el valor de la razón como
    facultad cognoscitiva.

    Esta nueva filosofía se encuentra comprendida en
    la Suma Teológica, obra que abarca desde reflexiones
    acerca de la naturaleza hasta el tema de Dios, pasando por la
    metafísica en general, el hombre y la moral, y
    donde podemos ver cómo, en términos de eco, Santo
    Tomás "cristianizó a Aristóteles" y
    "proporcionó a la iglesia un
    sistema doctrinal
    que la puso de acuerdo con el mundo natural".

    La ética o filosofía práctica que
    propone Santo Tomás se encuentra enmarcada por el sistema
    arquitectónico que constituye su doctrina, donde cada
    disciplina se
    encuentra íntimamente relacionada con las otras, por lo
    que aislar una de ellas y pretender describirla sin aludir a las
    demás, es sumamente difícil.

    Tal como lo hizo Aristóteles, Santo Tomás
    sostiene que todos los hombres oran por un fin, y que los
    diversos fines pueden ser, a su vez, medios para la
    obtención de otro fin, formando una cadena o una serie de
    cadenas que se unen en una cúspide constituida por el fin
    último, que es para todos los hombres, tal como
    sostenía Aristóteles, la Felicidad.

    Santo Tomás, partiendo de la revolución
    cristiana, afirma que todo el universo,
    incluido el hombre, ha sido creado por un ser perfecto, eterno,
    infinitamente poderoso e inteligente, que da la razón de
    ser al orden natural del cosmos, de los seres animados y del
    hombre.

    Dios es la causa primera de todas las criaturas, y
    ésta son orientadas, en conformidad con su propia
    naturaleza, a su perfección, es decir, a Dios, quien se
    constituye de este modo, en causa primera y fin último de
    la creación, alfa y omega de todos los seres.

    ¿Podemos afirmar que todos los hombres alcanzan
    su propia perfección, tal como lo hacen los demás
    seres naturales?

    No, porque el hombre, por ser la criatura más
    elevada en la jerarquía natural, está dotado de
    libertad, de modo que tenderá hacia su fin último o
    se apartará de él con cada una de sus acciones
    libres. El hombre, el ser creado más importante en el
    orden natural, puede decir "no" a su propia perfección, a
    su fin último, hacia Dios.

    Santo Tomás analiza los distintos tipos de bienes
    en los cuales el hombre puede buscar la felicidad, los clasifica,
    y va marcando para cada uno porqué no pueden brindar al
    hombre la bio-venturanza.

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    * "Potencia" está tomada como "Facultad", es
    decir "capacidad para". Estas potencias se definen por sus actos
    (así, por ejemplo, la potencia auditiva no es lo mismo que
    la potencia visual, porque el acto de oír no es lo mismo
    que el acto de ver). Las potencias anímicas son dos: la
    inteligencia y la voluntad, y son "instrumentos" que posee el
    alma para realizar sus actos.

    El ir descartando los distintos bienes, para afirmar
    como conclusión que sólo Dios puede constituir la
    felicidad para el hombre, es sólo el primer camino que
    emprende Santo Tomás.

    Este filósofo enraya una segunda vía para
    afirmar la misma conclusión, y es el siguiente:

    El alma tiene dos potencias o facultades: la
    inteligencia y la voluntad. La voluntad es el apetito que tiende
    al bien, pero no es capaz de conocer por sí mismo sino que
    aparece aquello que la razón muestra.

    La razón es un aspecto teórico, es capaz
    de conocer o aprender la esencia de las cosas, y por conocer la
    esencia, conoce en forma universal. La razón
    práctica, a su vez, es aquella capaz de conocer el bien;
    por lo tanto, puede conocer el bien universal, y éste es
    el objeto de la voluntad.

    "La bondad de la voluntad depende de su
    objeto, el cual le es propuesto por la razón. Por esto la
    bondad de la voluntad depende de la razón, según el
    modo mismo en que ella depende del objeto"

    Los diversos bienes naturales, por ser limitados, no
    constituyen ese Bien Universal, sino que participan, en mayor o
    menor medida, del bien. Nuestra voluntad apetece el bien, pero, a
    nuestro alrededores, no encontramos el bien, sino distintos
    bienes, algunos mejores que otros. Y nosotros no deseamos estos
    bienes por lo que tienen de limitados, sino porque, en cierta
    medida tienen algo bueno.

    La voluntad desea el bien ilimitado, y no lo encuentra
    en el orden natural. No obstante, ese bien existe, y es Dios.
    Podemos diferenciar entonces dos tipos de felicidad, una
    imperfecta y natural, propia de esta vida; y otra perfecta y
    sobrenatural, inaccesible durante nuestra actual
    existencia.

    Debemos obrar bien siempre, y al obrar bien
    repetidamente, adquiriremos las virtudes, que son disposiciones
    que se establecen para obrar bien, es decir, "refuerzos" que
    reciben nuestras facultades que les facilitan el obrar
    recto.

    "Hay en el hombre una aptitud natural
    hacia la virtud, pero la perfección misma de la virtud
    requiere necesariamente una cierta disciplina para quien quiere
    adquirirla".

    Santo Tomás clasifica las virtudes en dos grandes
    grupos: las virtudes intelectuales
    y las morales. Las primeras perfeccionan el intelecto,; los
    segundos, la voluntad y a los apetitos. Las virtudes morales, tal
    como sostenía Aristóteles, constituyen un
    término medio, diferenciándose en tres: la justicia
    (lleva el obrar bien dando a cada uno lo suyo), la fortaleza
    (modera el temor y la audacia), y la templanza (modera los
    apetitos de la parte concupiscible).

    La virtud principal es la prudencia, que nos permite
    determinar, en cada situación concreta, dónde
    está el término medio. Esta virtud, por lo tanto,
    rige a las otras, de manera que, cuando se obra rectamente los
    apetitos sensibles se encuentran guiados por la
    razón.

    "El hombre disponible, para luchar
    contra sus impulsos, de las armas de la
    razón, de las que no disponen los otros
    animales".

    "El bien del hombre consiste en
    conformes a la razón, y el mal, por el contrario, en lo
    que es fuera de ella".

    Al obrar guiados por la razón, estaremos obrando
    también conforme a la ley natural que
    orienta nuestros actos hacia el fin último, es decir,
    Dios, el cual nos permite alcanzar la felicidad, puesto que la
    ley natural participa de la ley eterna, de la providencia divina,
    que rige el curso de toda la creación.

    DOCTRINA ÉTICA DE SANTO TOMÁS DE
    AQUINO

    "La bondad de la voluntad, propiamente
    hablando, depende de su objeto, el cual le es propuesto por la
    razón. La bondad de la voluntad depende de la
    razón"

    "Hay en el hombre una actitud natural
    hacia la virtud pero la perfección misma de la virtud
    depende de una cierta disciplina para quien quiera
    adquirirla"

    "El hombre dispone para luchar contra
    los instintos de las armas de la razón de que no disponen
    los otros animales"

    "El bien consiste en conformarse a la
    razón y el mal queda fuera de ello"

    LA
    BÚSQUEDA DE LA FELICIDAD EN DIOS

    El hombre está dotado de la capacidad de
    trascender, esto es, ir más allá de sí
    mismo, tanto para conocer como para alcanzar la meta que lo
    invita su naturaleza: la felicidad.

    Al conocer que solo el bien absoluto, Dios mismo, la
    perfección misma, puede colmar el ansia profunda de
    felicidad de la persona, ello a su vez plantea algunas
    cuestiones:

    ¿Quién es realmente el ser humano?
    ¿Cómo puede cada persona alcanzar la correcta y
    definitiva relación con ese bien perfecto que es
    Dios?.

    Tales asuntos, sin duda alguna, están entre los
    más importantes que puedan plantearse los seres humanos.
    Los llamados grandes pensadores suelen plantearse estas altas
    cuestiones, porque afectan profundamente la vida de cada
    persona.

    Hay la apariencia y la realidad; lo que pasa y lo que
    queda; lo transitorio y lo permanente.

    En medio de estas cuestiones, cada ser humano ha de
    apreciar el valor y dignidad que le son propios; que cada persona
    constituye el valor más elevado del Universo.

    Vimos que el ser humano trasciende porque tiene una
    inteligencia que todo lo puede conocer, unas cosas hoy, otras
    mañana; con facilidad unas, con empeño y venciendo
    dificultades otras; y el anhelo de conocer, llegar a hacer de
    algún modo todas las cosas, no tiene
    límite.

    También es ser humano, cuando apartándose
    un poco de las cosas que, siendo buenas, valen menos que
    él, se pregunta por sí mismo, debe aprender a
    descubrir la gran verdad de que cada persona es y vale mucho
    más de lo que cada una pueda saber, apreciar de sí
    misma. Ello requiere reflexión, consideración
    atenta de lo que significa ser persona. Entonces paulatinamente
    podrá llegarse a comprender el alto valor de cada ser
    humano.

    El ser humano descubre que hay en él, junto a la
    inteligencia, junto a la voluntad libre, al carácter
    único e irrepetible de cada persona, un anhelo de ser
    feliz de modo pleno, colmado…

    En esta reflexión puede captar la persona que hay
    hondura en su ser, que lo externo siendo grande y hermoso, sin
    embargo puede resultar casi limitado comparado con la profundidad
    del espíritu humano.

    Descubre así que el ser humano que puede ejercer
    una sostenida reflexión sobre sí mismo, mediante la
    llamada conciencia refleja, es un voltearse del espíritu
    sobre sí mismo para conocerse.

    Tal forma de ser del intelecto humano lo que pone de
    manifiesto es el carácter espiritual, precisamente, de
    esta manifestación superior de la persona.

    De ello han sacado conclusiones los pensadores: siendo
    como es el espíritu humano capaz de reflexionar sobre
    sí mismo, ello denota que es espiritual; si es espiritual,
    es por lo tanto inmortal.

    La conclusión es que hay en las personas una
    dimensión que no puede ser terminada, destruida con
    la muerte,
    sino que por su propia manera de ser, se mantiene aunque el
    cuerpo se destruya. Entonces ese espíritu humano
    está llamado a alcanzar su meta, la felicidad, con la
    posesión del bien absoluto que es Dios.

    De esa manera la persona descubre la necesidad de Dios,
    hacia quién tiende. Al mismo tiempo, por la
    reflexión, halla el carácter espiritual, por ende
    simple y en consecuencia inmortal de su propio
    espíritu.

    La otra gran cuestión es: ¿Cómo
    alcanzar a Dios, en quién se halla toda
    perfección?

    A lo largo de los siglos podemos enterarnos de las
    formas en que muchas personas se han relacionado con Dios, objeto
    de la felicidad humana.

    Los pueblos le han rendido culto, al Ser Supremo, de
    diversas maneras: en forma pública y privada; con
    sacrificios diversos y con oraciones; con la práctica de
    la virtud y con el cumplimiento de normas de vida fundadas en lo
    que se considera que ha de ser agradable a Dios.

    Otros seres humanos, a la par de actos como los
    mencionados, han indagado sobre Dios con más
    dedicación, con el objeto de saber más sobre
    Él y el de conocer cuál ha sido en el origen, es al
    presente y será en lo futuro la relación con
    Él.

    En estas reflexiones sobre Dios, único objeto
    auténtico de la felicidad humana, podemos enterarnos de lo
    que decía un tan antiguo pensador como Cicerón (del
    año 106 al 43 a.C.):

    "Ninguna nación, por atrasada y
    salvaje que haya sido, ha negado la existencia de los dioses,
    aún cuando tenga un concepto
    equivocado de su naturaleza".

    Otro antiguo pensador, llamado Plutarco
    (año 46 al 120) llegó a escribir:

    "Recorriendo la Tierra,
    vosotros podréis encontrar ciudades privadas de muros, de
    palacios, de escuelas, de teatros, de leyes, de arte y de
    monedas…pero una ciudad sin templos, una nación sin
    dioses, un pueblo que no ore…nadie lo ha visto
    jamás".

    Estos testimonios constituyen la expresión de un
    consenso del género
    humano que ha tenido y tiene una constancia a lo largo de los
    siglos. Muestra la relación de los hombres con Dios y la
    importancia que para dar sentido a su vida tiene tal
    relación.

    Así como tratar el tema de la felicidad y el ser
    Dios el objeto idóneo de ella para los seres humanos, nos
    lleva a recordar testimonios del pasado sobre el consenso del
    género humano al relacionarse con Dios,
    manifestándose, por su parte,:

    "Obligado por mi enseñanza a pasar revista de
    todas las razas humanas, busqué el ateísmo tanto en
    los pueblos más bárbaros como en los más
    cultos. No lo encontré en ninguno, sino solo en uno que
    otro individuo" (De Quatrefages. Citado por Dezza,
    Introducción a la Filosofía). Porque
    siempre la muchedumbre de las poblaciones es esquiva al
    ateísmo y aún llega a rechazarlo con violencia si
    tratan de imponérselo.

    La propaganda
    atea, acompañada de incentivos, puede
    hacer aumentar en una nación el número aparente de
    los ateos y hasta dar la impresión externa de un pueblo
    ateo. Pero apenas cesa la violencia, reflorecen las
    manifestaciones religiosas, lo que demuestra cómo la
    muchedumbre es contraria al ateísmo.

    Lo que acontece al presente en los países donde
    ha desaparecido la impresión oficial del comunismo ateo,
    es revelador de esa verdad.

    Los sabios que han reflexionado sobre la
    condición humana, la felicidad que necesita la persona y
    Dios como el ser más principal, constituyen un
    impresionante y elocuente testimonio de la importancia del
    asunto.

    Hay consenso entre los grandes hombres de todos los
    tiempos sobre el reconocimiento y creencia en el Ser Supremo que
    es Dios y su importancia inconmensurable en la vida de los
    hombres. En la antigüedad puede recordarse a Sócrates,
    Platón, Aristóteles y Cicerón, cuyas paginas
    sobre la divinidad son verdaderamente inmortales.

    En la era cristiana, todos los Padres de la Iglesia,
    todos los doctores, todos los filósofos y teólogos
    cristianos genios sublimes por su vida recta y por sus estudios
    profundos, no concebían el sentido de la vida humana sin
    Dios.

    Más adelante, hacia los tiempos modernos, lo
    mismo estimaron Copérnico, Galileo, Descartes,
    Kepler, Newton,
    Laplace,
    Ampere, Faraday, Pasteur, Marconi y muchos otros.

    En la reflexión que hacemos sobre Dios, objeto
    propio de la felicidad humana, es necesario poner la debida
    atención a la importancia que tiene para cada persona su
    relación con Dios. Diciéndolo en forma resumida, en
    gracia de la brevedad, considerando los hechos reales que caen
    bajo nuestra experiencia sensible, veremos que no existe modo de
    interpretarlos racionalmente sin admitir a Dios,
    porque:

    1. La naturaleza de las cosas que constituyen el mundo
      exige un Dios Creador.
    2. El orden que reina en todo el Universo exige un Dios
      Sabio Ordenador.
    3. La voz de la conciencia, junto con la de todos los
      pueblos, proclama unánimemente un Dios, Supremo
      Señor.

    Estos argumentos, estudiados y desarrollados en el curso
    de los siglos, han convencido a las mentes más selectas de
    la humanidad sobre la existencia y grandeza de Dios, en quien han
    visto, asimismo, el objeto de la felicidad de las
    personas.

    Puestos en el camino de considerar el anhelo de
    felicidad de cada persona y el poder ser sólo Dios el
    objeto adecuado de tal ansia de felicidad, ya podemos comprender
    en las siguientes expresiones de los sabios muchas
    cosas.

    Escribió el gran naturalista Linneo:
    "El Dios eterno, el Dios inmenso,
    sapientísimo y omnipotente ha pasado delante de mí.
    Yo no lo he visto de bulto, pero el brillo de su luz ha llenado de
    estupor mi alma. Yo he observado que están allí su
    huellas de su paso en las criaturas y en todas sus obras,
    aún en las más pequeñas, las más
    impredecibles; ¡Qué fuerza, qué
    sabiduría, que inmensa perfección!".

    Y Newton manifestó: "La astronomía encuentra a cada paso la huella
    de los actos de Dios".

    Fácil es decir, a la luz de esas expresiones, que
    si tales sabios se maravillaron de las obras de Dios, con toda
    razón, ¿Qué no debemos decir del autor mismo
    de ellas?

    Hacia Él, en consecuencia debe la persona
    encaminarse, como a la fuente de la felicidad.

    En relación con el tema de la felicidad humana,
    después de reflexionar sobre la persona humana y sobre
    Dios como objeto idóneo de la felicidad del hombre, vimos
    textos de sabios que se maravillaban de las obras de Dios. Otro
    de ellos, el gran astrónomo y matemático Kepler,
    éste insigne descubridor del movimiento de
    las estrellas, termina así unas de sus obras:

    "Te agradezco, Creador y Señor
    mío, todas las alegrías que me has hecho gustar en
    el éxtasis, hacia el cual me ha arrebatado la
    contemplación de las obras de tu mano. La grandeza de
    éstas he procurado proclamarla delante de los hombres, y
    he puesto cuidado de hacer conocer cuánta es tu
    sabiduría, tu potencia y tu bondad".

    Si tanta admiración y hasta éxtasis puede
    producir la contemplación de las obras de Dios vistas con
    la mirada del sabio, ¿cuánto más no
    significará para el hombre poder ver, conocer, contemplar
    a Dios mismo?

    Por ello la felicidad de los seres humanos solo puede
    hallar su satisfacción en una estrecha relación con
    Dios mismo. Esto debe llevar a organizar, a vivir la vida entera
    en razón de tan alto fin, para que adquiera desde ahora el
    sentido pleno que se hará patente al venir la muerte terrena
    como puerta de esperanza que se abre a la eternidad
    feliz.

    LA
    ÉTICA DE EPICURO

    Epicuro nació en 341 y murió en el 270
    a.C. Fundó una doctrina de prolongada y profunda
    influencia, por la cual considera que una teoría
    materialista de la vida es posible y preferible. Despreció
    las creencias orfico-pitagóricas y quiso demostrar que los
    hombres no cuentan más que con su propia vida, sus propios
    fines y razón personal, que hay que rechazar por falaz, la
    idea de un Universo sometido a causas finales de acuerdo a una
    providencia o Razón Universal. Contra Aristóteles,
    Epicuro vuelve a Demócrito: la única realidad es la
    de los átomos y el vacío. El alma (que no se
    distingue del cuerpo más que por su sutileza mayor de los
    elementos que la componen) posee una actividad espontánea
    que le permite ejercer sobre el cuerpo la acción que
    supone la Técnica Moral de los Epicúreos: el
    recurso apaciguador de los momentos de sufrimiento dado por el
    recuerdo de los momentos felices la proscripción de los
    pensamientos deprimentes, la conquista de esa calma que es la
    Ataraxia que implica la liberación del temor a lo Dioses y
    a la muerte, así como de las preocupaciones relativas a
    una finalidad cualquiera del Universo.

    Podemos decir, que el eje de la doctrina epicúrea
    es su Ética, basada en una concepción del Bien como
    placer sereno y duradero, "Principio y Fin de Vivir Feliz", a
    cuya consecución debe servir la filosofía como
    ejercicio de Sabiduría Práctica.

    Esta doctrina apareció cuando la Polis griega
    agonizaba en una época en que la nostalgia de una
    salvación personal tendía a imponerse al gusto de
    la especulación por sí misma. Epicuro era
    adolescente cuando murió Alejandro. Con la muerte de
    éste, sobrevino una lucha encarnizada entre sus generales
    para repartirse la herencia imperial
    y Gracia quedó desgarrada por luchas internas, de las que
    habrían de surgir monarquías militares,
    absolutistas y burocráticas.

    En este marco histórico el surgimiento del
    Epicureismo (así como el del cinismo y el estoicismo)
    pueden revertir un sentido de oposición a la
    disolución y crueldad de los tiempos, por parte de
    espíritus lúcidos y desengañados.

    EL BIEN COMO PLACER: HEDONISMO

    El Helenismo es
    un período histórico que abarca desde la derrota de
    Atenas por Filipo de Macedonia en el 338 a.C. hasta la conquista
    de Egipto por
    Octavio Augusto en el año 30 a.C. Los filósofos de
    esta época sin abandonar su tradición racionalista
    no ofrecieron cuerpos teóricos de doctrinas o revoluciones
    políticas como los ambiciosos planes de reforma de la
    Polis de Platón y Aristóteles, entre otros, sino
    que se presentaron como maestros y experimentadores conocedores
    del arte de ser feliz.

    La escuelas filosófica epicúrea y estoica,
    que responden, respectivamente, al modelo de ética
    material y ética formal, son las escuelas más
    destacadas y que tuvieron mayor influencia
    posteriormente.

    La primera de ellas fue fundada por Epicuro, de quien
    toma su nombre, abriendo su escuela en Atenas.

    Epicuro sostiene que la realidad es exclusivamente
    material. Para éste las cosas están formadas de
    "átomos" de variadas formas que se mueven incesantemente
    en el vacío y que se reúnen para constituir los
    distintos cuerpos. Sus movimientos no están
    rígidamente definidos, sino que describen ligeros
    movimientos desviatorios, lo que da margen para el azar y la
    variedad ("libertad"). Dicha circunstancia tiene suma importancia
    para la teoría ética de porque le da pie para negar
    el fatalismo y el destino, admitidos comúnmente en la
    Grecia
    clásica. Según él, no existe nada fuera del
    hombre que rija o dirija su vida a un fin determinado.

    Para Epicuro, los Dioses existen pero para nada se
    ocupan del mundo, y una de las pruebas
    más seguras de esto es lo mal que éste marcha.
    Ellos disfrutan de su felicidad, inmortales y satisfechos, ajenos
    a la marcha del mundo y de los hombres.

    Nuestro conocimiento es puramente sensorial y es llevado
    a cabo a través del contacto de los átomos de las
    cosas con los del alma. Inseparable del cuerpo y material como
    éste, también el alma está formada de
    átomos, aunque más sutiles, que se desintegran con
    la muerte, con la cual todo se acaba y a la que no se le tiene
    sentido temerle:

    "Acostúmbrate a pensar que la
    muerte nada es para nosotros, porque todo bien y todo mal residen
    en la sensación, y la muerte es privación de
    los sentidos.
    Por lo cual, el recto conocimiento de que la muerte nada es para
    nosotros hace dichosa la mortalidad de la vida, no porque
    añada una temporalidad infinita, sino porque elimina el
    ansia de inmortalidad. Nada temible hay, en efecto, en el vivir
    para quien ha comprendido realmente que nada temible hay en el no
    vivir. De suerte que es necio quien dice temer la muerte, no
    porque cuando se presente haga sufrir, sino porque hace sufrir su
    demora. En efecto, aquello que con su presencia no perturba, en
    vano aflige con su espera. Así pues, el más temible
    de los males, la muerte, nada es para nosotros porque, cuando
    nosotros somos, la muerte no está presente y cuando la
    muerte está presente, entonces ya no somos nosotros. En
    nada afecta, pues, ni a los vivos ni a los muertos, porque para
    aquellos no está y éstos ya no son. Pero la
    mayoría unas veces huye de la muerte como del mayor mal y
    otras veces la prefiere como descanso de las miserias de la vida.
    El sabio, por el contrario, ni rehúsa la vida n teme a la
    muerte; pues ni el vivir es para él una carga ni considera
    que es un mal el no vivir."

    (Epicuro: Carta a Meneceo,
    D.L., X, 123)

    Liberado, pues, el hombre de estos temores, puede buscar
    la felicidad y lo que puede procurarla, ya que "cuando
    está presente, todo lo tenemos y, cuando nos falta, todo
    lo hacemos por poseerla".

    La felicidad supone una ausencia total de miedos como
    condición para un estado de equilibrio
    interior. La ataraxia es el estado de
    quien no teme a los dioses ni a la muerte.

    Pero además, la felicidad, el bien, se consigue
    positivamente mediante el placer. De ahí la
    denominación de "hedonismo" que recibe su doctrina (del
    griego "hedone"= placer). Pero no se entienda como una
    búsqueda desenfrenada de placeres. Es cierto que existen
    muchos y no todos son buenos, y se hace preciso elegir: es
    necesario preferir los duraderos y estables a los fugaces y
    pasajeros, con el fin de…

    …no tener dolor en el cuerpo ni
    turbación del alma…Al placer, en efecto, reconocemos
    como el bien primero, a nosotros connatural; de él
    partimos para toda elección y rechazo, y a él
    llegamos juzgando todo bien con la sensación como norma. Y
    como éste es el bien primero y connatural, precisamente
    por ello no elegimos todos los placeres, sino que hay ocasiones
    en que soslayamos muchos, cuando de ellos se sigue para nosotros
    una molestia mayor… Conviene juzgar todas estas cosas con el
    cálculo
    y la consideración de lo útil y de lo
    inconveniente, porque en algunas circunstancias nos servimos del
    bien como de un mal y, viceversa, del mal como de un
    bien.

    (Epicuro: Carta a Meneceo)

    En el caso del hedonismo, la unidad entre felicidad
    personal y felicidad social, entre ética y
    política, que sostenían los griegos anteriores,
    queda desechada. La felicidad del hombre no está en el
    ejercicio de la vida pública sino en una vida retirada,
    libre de falsos temores, donde el individuo, rodeado de los
    suyos, se dedica a la salud del cuerpo y a la paz del alma. De
    aquí que vienen a este tipo de morales la
    denominación de "morales interesadas", en cuanto que
    contemplan el bien del individuo, a diferencia de las "morales
    altruistas", que plantean el asunto en términos de
    colectividad.

    La influencia del hedonismo fue muy importante hasta el
    siglo II. Poco a poco fue cayendo su influencia hasta quedar
    relegada por la preponderancia del cristianismo.

    Epicuro en su carta a Meneceo, uno de sus
    discípulos en la "Escuela del Jardín" y siendo una
    de sus cuatro cartas que se
    conservan, constituye un breve pero acabado compendio de su
    pensamiento ético, escrito en un estilo sencillo y
    cálido, como corresponde al filósofo que hizo de la
    amistad un fin en sí misma, de igual rango que la
    sabiduría. Porque como dice:

    "El hombre bien nacido se dedica
    principalmente a la sabiduría y a la amistad; de
    éstas, una es un bien mortal; la otra, un bien
    inmortal".

    (De "Sentencias Capitales")

    EL BIEN
    COMO UTILIDAD:
    UTILITARISMO

    El utilitarismo tiene su origen en Inglaterra por
    los siglos XVIII – XIX, muy influido por las ideas de
    progreso que inspira la
    ilustración. Concibe la felicidad como "bienestar" o
    satisfacción de necesidades; es la aplicación del
    espíritu liberal que anima la primera Revolución
    Industrial, basado en el convencimiento burgués de que
    la producción de bienes útiles, al mismo tiempo que
    mejora sus ganancias y logra su prosperidad, proporciona
    bienestar a los demás ("mejora su nivel de vida",
    diríamos hoy).

    La utilidad o el interés se
    convierten en el objeto de la actividad moral, de tal manera que
    se puede decir que el utilitarismo es aquella doctrina
    ética que considera la utilidad como valor supremo y norma
    de conducta a la que está sometido, como medio a fin,
    cualquier otro deber norma o virtud.

    Los utilitaristas más destacados son los ingleses
    Jeremy Bentham (1748 – 1832), a quien al parecer, se debe
    el término "utilitarismo", y John Stuart Mill (1806
    – 1876), a quien se le atribuye haber dado una vertiente
    más social a ésta teoría.

    J. BENTHAM: LA ARIMÉTICA DE LOS
    PLACERES

    Éste formula como primera ley de la ética
    el llamado principio de interés, según el cual el
    hombre actúa siempre movido por sus propios intereses, se
    manifiestan en la búsqueda del placer y en la huida del
    dolor, los dos maestro soberanos que la naturaleza a impuesto al
    hombre. Promover el placer, el bien o la felicidad es la misma
    cosa y es la meta de toda actuación humana.

    "El principio de utilidad reconoce esta
    sujeción y la asume para fundar el sistema cuyo objeto es
    crear felicidad mediante la razón y el derecho.

    Por el principio de utilidad se entiende
    aquel que aprueba o desaprueba cualquier acción
    según la tendencia que muestre en aumentar o disminuir la
    felicidad de aquel cuyo interés este en cuestión; o
    en otras palabras según promueva la felicidad o se oponga
    a ella."

    J. Bentham

    Por otra parte, la recta actuación moral no es el
    fruto espontáneo y habilidad automática, por todos
    conseguida. Para actuar moralmente es necesario establecer la
    arimética de los placeres, en la que el bien son los
    ingresos y el
    mal los gastos. Es decir,
    es necesario saber hacer un cálculo entre placeres y
    dolores de tal manera que el balance resulte siempre
    positivo.

    J. STUART MILL: PRIORIDAD EL INTERÉS
    GENERAL

    Por su parte, defiende la prioridad de los aspectos
    cualitativos sobre los cuantitativos. El tema no es la cantidad
    de sensaciones sino la cualidad de las mismas. En su más
    conocida obra, "Utilitarismo", escribe:

    Es enteramente compatible con el principio de utilidad
    reconocer el hecho de que algunas clases de placer son más
    deseables y más valiosas que otras. Sería absurdo
    que mientras en todas las demás cosas la cualidad fuese
    tenida en cuenta tanto como la cantidad, en estimación del
    placer se teniese en cuenta sólo la
    última.

    En J. Ferrater Mora: Dic.
    Filosofía, Utilitarismo

    Se opone así a la identificación del
    utilitarismo con la búsqueda de los placeres bajo
    defendiendo la superioridad de los placeres intelectuales sobre
    los sensoriales.

    Se distancia también de su predecesor al afirmar
    que el interés general se ha de buscar por sí mismo
    y no por las ventajas que trae al interés particular. No
    se trata, como quería Bentham, de que haya que buscar el
    interés de los más posibles porque eso asegura el
    mío, sino que es la sociedad la que tiene prioridad y la
    que es destinataria de la felicidad. En definitiva y en
    último término, es la felicidad de la humanidad la
    que se percibe.

    Resulta inevitable reconocer en estas doctrinas morales
    la influencia del carácter hedonista de las mismas; pero
    es necesario admitir que se trata de un hedonismo social o
    colectivo que también las diferencia.

    ANÁLISIS DE LA
    INVESTIGACIÓN

    Pregunta Nº
    1

    Porcentajes

    Una experiencia

    10%

    Momentos espontáneos

    6,6%

    Valores

    50%

    Estados de ánimo

    20%

    Sentimientos

    6,6%

    Etapas de la vida

    6,6%

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    demás gráficos y tablas seleccione la
    opción "Descargar" del menú superior

    CONCLUSIÓN

    De acuerdo a nuestra investigación podemos
    concluir que el tema tratado, la felicidad, es muy personal de
    cada ser, ya que para lo que para unos puede ser felicidad, para
    otros, es tan solo un medio que ayuda a su obtención pero
    que no es felicidad en sí.

    Al indagar en distintas personas, de diversas edades y
    sexos, un 50% de ellas coinciden en que la felicidad está
    determinada por los valores
    que cada individuo adquiere desde su infancia, en
    donde muchos de ellos son implicados por su familia, amigos y
    su entorno; mientras que otros son construidos por él
    mismo en una forma de crear su propio ser. El otro 50% de los
    encuestados se subdividió en distintas opiniones como
    estados de ánimo (20%), que dependen de las situaciones
    que rodean a la persona siendo distintos para cada uno; la
    experiencia (10%), es aquella que va marcando la vida de cada
    individuo, dejándole huellas de todos los momentos vividos
    y principalmente de aquellos vividos con mayor plenitud; los
    momentos espontáneos (6,6%), en los que vimos que estas
    personas consideran que la felicidad consiste sólo de
    momentos pasajeros en sus vidas, o sea que no hay una felicidad
    duradera. Y el 6,6% restante de éstos consideran a la
    felicidad como etapas de sus vidas, las cuales viven
    conformemente.

    En relación a si es posible que el hombre sea
    feliz, el 96,6% de los encuestados consideran que SI es posible
    dicho propósito, pero sólo si se conoce a sí
    mismo, es decir, descubriendo su propio ser. Por otro lado,
    sólo el 3,4% de ellos respondió que NO, ya que una
    felicidad completa no es posible y tampoco deseable porque si
    así fuera se podría terminar confundiendo con la
    tontera, puesto que la búsqueda de la felicidad es parte
    inherente del ser humano, como también lo son una serie de
    valores y de
    luchas que hacen que se complique el tema de la
    felicidad.

    En cuanto a la siguiente interrogante: si ha alcanzado
    la felicidad, el 63,3% consideran que si, ya que ésta
    siempre se encuentra aunque su búsqueda no sea una tarea
    fácil, porque todos los días vamos alcanzando algo
    de ella. Un 16,6% creen no haber alcanzado la felicidad como un
    estado al que se llegue y nunca más se salga de él,
    pero que si todos los hombres alcanzan a través de su vida
    distintos momentos en los cuales son felices. El 13,3%
    respondieron que en parte han obtenido su felicidad; y el otro
    6,6% restante depende del momento en que se encuentren ya que hoy
    pueden encontrarse bien y estar felices, pero mañana se
    pueden encontrar con una bronca terrible y no estar
    felices.

    Analizando los factores influyentes sobre la felicidad
    humana nos encontramos que el amor es
    más influyente (con un 76,6%), puesto que creen que vivir
    sin un ser querido, cualquiera sea ese amor (de un
    hijo, de un compañero, de un vecino), es difícil ya
    que éste es el que nos conlleva a formar y llevar adelante
    distintas relaciones, como por ejemplo: familiares. En segundo
    lugar la familia (con un 70%), es considerada como otros de los
    factores más importantes, porque da mucha felicidad estar
    todos juntos, el compartir juntos y vivir la familia juntos,
    pudiendo gozar en lo positivo y dentro de lo negativo, tratar
    todos juntos de sobrellevarlo. En tercer lugar consideran a la
    salud (con un 50%) como otros de los factores que determinan la
    felicidad del individuo, ya que si carecemos de ésta no
    podemos aprovechar de las demás cosas que nos brinda la
    vida, ya sean desde las más simples hasta las más
    complejas.

    El dinero (con un 40%) constituye el cuarto factor
    más influyente puesto que evidentemente sin éste no
    podemos acceder a algunas cosas, incluso básicas (como la
    alimentación), que tienen que ver con la
    felicidad.

    El quinto de los factores contribuyentes a la felicidad
    es la sociedad (con un 33,3%), porque ésta es una de las
    fuentes más determinantes de la cual adquirimos valores, o
    transformamos otros, que después terminamos manejando para
    ser feliz o no.

    Con un 30%, el siguiente factor es el trabajo, el
    cual es muy importante para sentir nuestra autoestima
    considerada, puesto que él nos proporciona un medio de
    distracción a otras problemáticas.

    La religión, con un
    23,3%, es el factor que la sociedad cree menos influyente, pero
    para algunos no menos importante, ya que piensan que Dios los
    libra de muchas aficiones, y dicha fe en él les
    proporciona una vida feliz y les asigna el camino para cada
    uno.

    Un 3,3% de las personas encuestadas consideraron que
    existen otros factores que influyen sobre la felicidad, tales
    como el esfuerzo, el sacrificio, la entrega, el respeto y la
    solidaridad.

    Al considerar que el hombre busca ser feliz por
    naturaleza, hemos indagado cuál bien podrá
    constituir el fundamento de la felicidad humana.

    Vimos que el placer no puede serlo por su
    carácter efímero y otros aspectos.

    Hay quien ha dicho que lo que constituye el objeto de la
    felicidad humana es el progreso civil del género humano.
    En esta idea, estiman que los asuntos de la medicina, de las
    comunicaciones, de la vida urbana, de la
    enseñanza, del desarrollo de las instituciones,
    de las diversiones… todo ello en conjunto, constituye el
    fundamento de la felicidad de los hombres.

    Ha sido grande el progreso civil, sin duda, y suele
    constituir un motivo de admiración de los hombres y una
    forma de hacer muy grata la vida humana en este
    planeta.

    Pero tal progreso civil trae aparejado algunos males
    como la
    contaminación del ambiente, los
    peligros de accidentes;
    también a la par del progreso suelen darse miserias
    espirituales y físicas muy notorias. Muchísimas
    personas no tienen acceso a esos bienes del progreso civil. Es
    decir, que tal progreso ni incluye los males ni significa la
    posesión de todos los bienes ni asegura una perpetuidad de
    felicidad. Por lo tanto, siendo algo bueno el progreso civil, no
    constituye, el fundamento de la felicidad.

    En la indagación que hacemos sobre la felicidad
    humana, a que toda persona aspira, y el objeto de ella, algunas
    personas han postulado la idea de que tal felicidad será
    dada por la aspiración de algunos hombres superiores. De
    manera que los seres humanos corrientes, por así decir,
    son incapaces de hallar la felicidad. De modo que será
    necesario impulsar a la especie humana a deshacerse de los
    individuos corrientes y a procurar la aspiración de
    superhombre, de hijo de una raza superior, de una clase
    única, que por su carácter sublime serán
    quienes puedan alcanzar la felicidad que los demás que no
    sean de ellos, no podrán lograr por ningún
    concepto.

    La historia ya vio a quienes, por pretender una raza
    superior, cometieron crímenes incontables. Ni lograron la
    raza superior, ni la felicidad y sí causaron infinitos
    males.

    Al indagar sobre el objeto de la felicidad humana,
    algunos pensadores, como los estoicos, pretendieron que la virtud
    constituyera el objeto de la felicidad. Más la virtud, tan
    importante en la vida de la persona que desarrolla sus
    perfecciones, es camino para la felicidad, pero no la
    constituye.

    Otros pensadores consideraron que la felicidad la
    constituye "la santidad" entendida por la perfecta conformidad
    con la ley moral, como una perfección que estiman
    inaccesible, pero a la cual hay que aspirar de manera
    continua.

    Sin duda es importante conformar la vida personal con la
    ley moral y ha de decirse que éste es un camino de
    perfección. Pero no constituye el objeto de la felicidad,
    sino un medio para alcanzarla.

    Como el tema de la felicidad humana ha sido importante
    para los seres humanos desde siempre, la historia recoge la
    opinión de Aristóteles de que el objeto de la
    felicidad es el conjunto de los bienes de la naturaleza, tanto
    del alma como del cuerpo, más solamente considerados en la
    presente vida terrena.

    Es cierto que el conjunto de bienes de la naturaleza nos
    son de gran utilidad y sirven para satisfacer muchas necesidades
    humanas, pero no constituye el objeto de la felicidad. Ello por
    cuanto los bienes corporales son inestables, mezclados con muchos
    males. Además su mayor valor es que están
    subordinados al alma, a la parte superior del ser humano, por lo
    que resultan útiles, es decir, solo buenos para otra cosa,
    no son, por lo tanto, en sí mismos el objeto de la
    felicidad. Los vienes del alma y el alma misma necesitan
    contemplarse, perfeccionarse. Es el alma misma la que debe ser
    feliz, por lo que ella misma no puede ser el objeto de la
    felicidad.

    Personalmente, con este trabajo en el cual tuvimos que
    relacionarnos con personas de diferentes edades, sexos y
    condiciones socio-económicas determinadas por sus
    ocupaciones, pudimos rescatar que la felicidad son momentos en la
    vida de las personas en los que se expresan sus máximos
    sentimientos, los cuales, a su vez, están determinados por
    los valores adquiridos y formados por cada individuo, y por las
    circunstancias en que estén trascendiendo en sus vidas.
    Dicha felicidad no trasciende más allá de un
    determinado tiempo, puesto que si fuera una felicidad "eterna",
    duradera, el individuo no aprendería de sus tropiezos, ya
    que no existirían, para lograr nuevamente o perfeccionar
    nuevamente sus momentos felices.

    También se nos reveló que es posible que
    el hombre sea feliz, porque su felicidad es un meta, un deseo
    innato, es una búsqueda continua, por la que ésta
    lucha enfrentando situaciones traumáticas ( como puede ser
    la bronca, la tristeza) hasta lograr llegar a esos momentos de
    felicidad.

    De los factores más influyentes sobre la
    felicidad es el amor, en el cual, para nosotros, éste
    conlleva a fortalecer factores como la familia, la sociedad.
    Además, al igual que el amor otro de los factores es la
    salud, que es imprescindible para disfrutar de estos momentos tan
    anhelados, aunque hay personas que carecen de ella e igualmente
    se consideran felices. En cambio, el dinero, que fue otro de los
    factores que los encuestados consideraron influyentes, nosotros
    creemos que éste es uno de los factores que menos
    influencia tendría que tener, a pesar de que sea un medio
    que nos puede permitir alcanzar nuestra felicidad al ayudarnos a
    conseguir lo que con éste podemos obtener. En sí,
    el dinero no es un factor determinante de la felicidad humana, ya
    que hay personas con mucho dinero que se encuentran tristes,
    angustiadas, debido a otros problemas que éste trae
    consigo; mientras que hay personas más humildes, que
    carecen de él, y realmente se consideran
    felices.

    En el recorrido que hemos hecho sobre la gran
    cuestión de la felicidad humana, podemos considerar
    éstos factores:

    1. el ser humano está destinado sin duda alguna
      a la felicidad;
    2. debe existir el objeto de la felicidad humana
      porque la naturaleza no hace nada en vano y de manera
      natural, siguiendo las más ondas
      exigencias de su ser, cada ser humano aspira a la
      felicidad;
    3. los más grandes pensadores se han ocupado
      del tema de la felicidad humana y hemos podido conocer de
      manera resumida, la manera como unos y otros se han referido
      a la gran cuestión de cuál debe ser ese objeto,
      ese bien mayor, que constituye el objeto de la felicidad
      humana;
    4. los seres humanos, movidos por el atractivo que los
      bienes en general ejercen sobre la voluntad, han buscado en
      el placer, en las riquezas, en el poder, en la fe, en la
      dignidad y en la fama ese objeto. Pero como no lo es, han
      cosechado la frustración de pretender hallar la
      felicidad en la posesión de bienes que son
      transitorios, que están mezclados con males, cuando la
      felicidad es el estado perfecto por el conjunto de todo el
      bien o de todos los bienes, sin males y de manera
      permanente.

    Noelia Martinez
    Pablo Figueiras
    Maria Isabel Espinosa

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