La literatura de los Estados Unidos ha
dado a la humanidad muchos hombres de genio; uno de ellos es
definitivamente Nathaniel Hawthorne. Sus novelas y
cuentos logran
superar la retórica del romanticismo, y
la subordinación del arte a lo
moral en la
alegoría.
La indagación de los elementos que determinan su
actualidad, su permanencia, es el objetivo
principal de esta monografía; para ello, nos detendremos en
el análisis interpretativo de uno de sus
más logrados cuentos; Wakefield.
En tal sentido, y desde el punto de vista
metodológico, nos centraremos en el análisis y
evaluación de las obra a la luz de unos
patrones interpretativos que no omitan la tradición
literaria que la respalda o el contexto histórico de la
obra, conjugándolos con el análisis de la estructura y
los recursos
literarios; todos ellos capaces de hacernos descubrir y expresar
el significado concreto del
objeto de estudio.
La elección de un autor norteamericano
decimonónico tiene que ver con la influencia que ha
ejercido en algunos escritores contemporáneos: James
Joyce, Frank Kafka, Arthur Miller, Ernesto
Sábato, además de los que señala Carlos
Eduardo Zavaleta: el chileno Guillermo Blanco y el peruano Julio
Ramón
Ribeyro.
Por lo antes mencionado, consideramos que de alguna
manera estudiar a Hawthorne, es acceder a una de las fuentes que
nos ayudarán a establecer las motivaciones y bases
formales sobre las cuales se ha concretado la narrativa de
nuestra época.
CAPÍTULO I
Nathaniel Hawthorne nació el 4 de julio de 1804
en el Puerto de Salem, Massachussets. Este pequeño poblado
era conocido entonces por su obsesivo fervor puritano. Dicha
secta se había formado en el siglo XVII en Inglaterra, y
poco tiempo
después consiguió llegar a Norteamérica con
los primeros colonos.
El puritanismo se caracterizó, o se preció
de observar una religión más
estricta que la del Estado, y por
eso, sus doctrinas fueron más rigurosas y
austeras.
Esta exagerada escrupulosidad de la conducta
llevó en 1692 a los pobladores de Salem, a torturar y dar
muerte a 19
personas bajo la acusación de brujería o de estar
en un imperdonable contubernio con el demonio. Esto, que
podría ser una anécdota más de la pertinaz
superstición humana, tendría una decisiva
importancia, años después, en la
personalidad, y por supuesto, la obra de
Hawthorne.
Debido a que uno de sus antepasados había
participado como juez en aquellos juicios por hechicería,
Hawthorne se sintió acosado por la culpa de tales
ascendientes, por eso cada una de sus novelas, romances y
cuentos, exhiben una conciencia moral
abrumada por los remordimientos.
Aquel nefando Juez de tales procesos, y
ascendiente de nuestro escritor, se llamó John Hawthorne,
de quien Nathaniel escribiría:
Tan conspicuo se hizo en el martirio de las brujas,
que es lícito pensar que la sangre de esas
desventuradas dejó una mancha en él. Una mancha
tan honda que debe perdurar en sus viejos huesos en el
cementerio de Charter Street, si ahora no son polvo. No
sé si mis antepasados se arrepintieron y suplicaron la
divina misericordia; yo ahora lo hago por ellos y pido que
cualquier maldición que haya caído sobre su raza
nos sea desde el día de hoy perdonada.
Hawthorne consideró -predispuesto por algunas
creencias como el puritanismo, el pecado original, la
predestinación y el castigo de los pecadores en una vida
ulterior- que había heredado una mácula que
debía limpiar de alguna manera. Consciente de que su
vocación eran las letras, dio inicio a la
"purificación familiar" por ese derrotero, utilizando para
ello con asiduidad la alegoría. Leamos al propio Hawthorne
acerca de este punto, en su introducción a su afamado libro La
Letra Roja: "¡Un escritor de libro de cuentos!,
¡Vaya tipo de ocupación en la vida!,
¡Qué modo de glorificar a Dios o de ser útil
a la humanidad en su día y generación!,
¡Tales son los cumplimientos que me enlazan con mis grandes
señores antepasados a través de distintas
edades!"
Otro rasgo de primer orden de sus obras, es su
preferencia en cuestiones temáticas, por las
fantasías de la conducta, por los efectos
psicológicos del pecado sobre los creyentes, o del
supuesto vacío moral que se forja por el descreimiento y
la inteligencia.
Los que consintieron tan peculiar interés
para la época, fueron las ya señaladas
consideraciones sobre su orden moral, y quizá una
imperiosa inclinación por la soledad. Esta última
lo habituó a una recreación
fantasiosa, más que a un realismo
narrativo.
Se refiere que siendo un niño, Hawthorne
padeció un accidente y debió estar mucho tiempo sin
ir a la escuela. Tiempo
después, en 1818 (en Maine, uno de los Estados de
Norteamérica lindante con New Hampshire, con el
Canadá y el Océano Atlántico) pasó
muchos meses dedicado a la caza, a la pesca, y a
recorrer los bosques, y absorto también, en los
días de lluvia, con las lecturas de Shakespeare y
Buyan. De ambas experiencias diría después que
produjeron sus hábitos de soledad. Luego de unos
años, y de un infeliz paso por las aulas universitarias,
volvería a Salem para recluirse 12 años en casa
junto a su madre (había quedado huérfano de padre a
los 4 años) y a la literatura: "Me he convertido en
prisionero de mí mismo me he encerrado en una mazmorra y
ahora no encuentro la llave para ponerme en libertad, y si
la puerta estuviera abierta, casi tendría miedo de salir.
Durante los últimos 10 años no he vivido, sino
sólo soñado que vivía." Fue lo que
escribió Hawthorne en el transcurso de una carta al poeta
Henry Wadsworth Longfellow. En esa época, nuestro escritor
transitaba los días escribiendo breves relatos
fantásticos y esbozos de otros aún en perspectiva
(testimonios de los mismos se hallan registrados en sus curiosos
American Notebooks). Entregado al fin, a la literatura de
índole sobrenatural y moral, jaloneado además por
dos fuerzas antagonistas, las literarias y las extraliterarias; y
casi al término de su autoexclusión, fue que
escribió un libro de relatos denominados Twice Told
Tales (1837), que contiene el cuento que
ahora nos convoca; Wakefield. Posteriormente
escribiría otras memorables obras, como la citada La
Letra Roja (1850), y además La casa de los siete
tejados (1858).
Ya no nos ocuparemos de datos libres ni
de posteriores noticias
biográficas a los ya señaladas, puesto que
excederían notoriamente a los propósitos del
presente escrito; bastará decir que Hawthorne murió
en New Hampshire el 18 de mayo de 1861 mientras dormía, y
que en los libros
posteriores a Twice Told Tales, el concepto de
pecado se multiplicó en un intento por tratar de encontrar
una explicación moral a la época, sin conseguirla.
Para ello incurrió en el defecto de resumir lo descrito en
moralejas, acta que ensombreció la originalidad y el
misterio de las situaciones planteadas.
No fue ese el caso de Wakefield, ya que
ahí la función
estética o estrictamente artística
se sobrepuso a la finalidad ética,
subyugando con ello a lectores contemporáneos y
posteriores de la talla de Poe, Melville, Sábato
y Borges.
CAPÍTULO II
1. Determinación del tema
principal:
Hawthorne leyó en
una publicación una noticia que, simplificada, nos la
refiere en las primeras líneas del cuento
Wakefield: "En alguna revista o
diario viejo recuerdo haber leído la presunta historia de un hombre que se
ausentó durante mucho tiempo de su hogar."
Este breve pasaje es pues todo el argumento del cuento.
Indagando en una analogía contemporánea sobre este
procedimiento
de presentar el suceso ya completo al inicio del relato, nos
encontramos con la obra El túnel de Ernesto
Sábato, en ella el escritor argentino refiere los
pormenores del hecho central, es decir, el crimen y el desenlace
carcelario de su personaje Juan Pablo Castel en las primeras
páginas; esto nos indica que tal relato no es de
índole policial, puesto que el delito ya ha sido
esclarecido y resuelto.
Su interés, entonces, radica en otro aspecto; la
singular psicología de los personajes, sus
relaciones, sus desencuentros. Igualmente Hawthorne, se propone
conjeturar sobre las posibles reflexiones, así como la
naturaleza del
carácter de Wakefield.
Ahora bien, esto no pasa de ser un procedimiento que se
utiliza en relación a un objetivo o tema principal que
consideramos se encuentra señalado claramente en el
siguiente párrafo: "Wakefield examina sus ideas tan
minuciosamente como puede, y siente curiosidad por saber
qué ocurre en su casa, cómo soportará su
ejemplar esposa la viudez de una semana y, en síntesis,
cómo afectará su alejamiento a la pequeña
esfera de criaturas y circunstancias de las cuales él es
centro. Una morbosa vanidad, pues, se encuentra en el mismo
centro de su conducta."
Es decir, la especulación de los caracteres y
situaciones están justificadas por el afán de
desarrollar una idea que es muy común en las personas; la
de indagar como sufrirían sus repentinas ausencias cada
uno de sus familiares y conocidos.
Ya antes de la publicación de su libro Twice
Told Tales, Hawthorne había registrado tal
preocupación en uno de los esbozas que integran su
American Notebooks: "En todo corazón
humano existe el mal, que quizá pueda permanecer latente
de por vida; pero las circunstancias pueden activarlo. Imaginar
dichas circunstancias."
Como vemos, pues, Hawthorne partió de una
inquietud central, la peculiar vanidad antes descrita. Y a partir
de ello, imaginó o recaló en un suceso que
activaría tal sentimiento "malévolo", para
finalmente, de acuerdo a su conciencia oscurecida por la doctrina
de la predestinación, justificar una moraleja,
insertándola al final del relato a manera de
apéndice.
2. Determinación de subtemas:
Las mejores obras son aquellas que siendo susceptibles
de múltiples interpretaciones o lecturas, atraviesan las
edades, las estéticas. Aquello se explica en gran medida
por el genio del escritor para la narración, y,
además, a la serie de subtemas que incluye en un
determinado escrito ficcional; sobre éste último
punto, alguna oscuridad o vaguedad, cuando así el autor se
lo propone, es sumamente útil en relación a la
eficacia del
texto
artístico.
En Wakefield, ubicamos una gran cantidad de
subtemas que están relacionados a profundas reflexiones
sobre la condición humana (que como después
veremos, determinaron su actualidad o interés
contemporáneo).
Un primer subtema, es la abnegación de la
señora Wakefield. El sacrificio voluntario de sus afectos
o intereses por su esposo. Esto, aunque es abordado aparentemente
al margen o como una característica superficial de la
esposa, está presente en casi todo el relato. Todo aquello
evidencia una admiración de Hawthorne hacia tal
sentimiento tan femenino. Sobre este punto, podríamos
arriesgar una interpretación de índole
biográfica: recuérdese lo ya señalado, que
Hawthorne vivió casi 12 años encerrado en su casa,
dedicado a la literatura en compañía de su madre y
hermanas (además que desde muy temprana edad estuvo bajo
el cuidado exclusivo de su progenitora).
Como prueba de esta inclusión de la
abnegación en el cuento, están estos
pasajes:
Si se hubiera preguntado a sus amistades quién
era el hombre de
Londres de quien podía asegurarse con mayor certeza que
todo lo que hiciera hoy sería olvidado mañana,
ellos habrían pensado en Wakefield. Sólo la
esposa de su corazón hubiera vacilado. Ella sin haber
analizado el carácter de su marido, tenia conciencia de
un cierto egoísmo tranquilo que habría penetrado
en la inactivamente de Wakefield, de un género
peculiar de vanidad, el más inquietante de sus
atributos, de una predisposición a la superchería
y, finalmente, de lo que ella a veces calificaba de una cierta
rareza del buen hombre. Esta última cualidad era
indefinible, y quizás no existiera.
Nótese en la anterior cita que el cariño
de la señora Wakefield se sobrepone a los defectos que ha
detectado en su esposo. Incluso llega a atribuir ciertos rasgos
insanos a la "rareza del buen hombre".
Otro pasaje dice: "Ella preguntaría de buena gana
cuánto va a durar su viaje, cuál es su meta, y
cuándo estará de vuelta; no obstante, indulgente
con el inocente amor por el
misterio de Wakefield, lo interroga sólo con la
mirada."
Aquí es notorio el desprendimiento,
superponiéndose la confianza que va más allá
de un inesperado viaje de Wakefield. Obviamente, no hay que
olvidar el carácter de las relaciones maritales de la
época en que fue escrito el cuento. La situación
pasiva de la esposa -que en la mujer
contemporánea está atenuada- era
mayúscula.
Pero también es justo señalar que
Hawthorne no hace una apología del machismo. Una atenta
lectura
más bien nos sugiere una vindicación del
carácter sensato de la mujer, en
contraposición con la veleidad del género
masculino, además de cierta exaltación de la
fortaleza de la personalidad
femenina ante las adversidades (esto último se manifiesta
contrariamente a lo que Wakefield creía que
sucedería; el deceso de la esposa ante el pesar de la
ausencia del marido).
Un segundo tema está relacionado con la
insignificancia del hombre en las grandes urbes o en
relación con el orbe. Leamos: "Pero lo que nos interesa es
el marido. Debemos correr tras él por la calle antes de
que pierda su individualidad y se confunda en la gran maza de la
vida londinense. Allí seria inútil
buscarlo."
Las populosas ciudades y los convencionalismos sociales,
han determinado que el hombre moderno se despersonalice y pase a
formar parte de una innumerable sucesión de elementos
similares:
Está en la calle contigua a la de su casa y al
final de su viaje. Apenas puede confiar en la buena fortuna de
haber pasado hasta ese momento inadvertido: recuerda que, en un
momento, fue detenido por la multitud bajo el mismo foco de un
farol encendido; y que había pasos que parecían
seguir los suyos, diferenciados de la trampa multitudinaria que
lo circundaba, y recuerda cuando oyó una voz que gritaba
a lo lejos y que según le pareció, pronunciaba su
nombre. Sin duda, una docena de chismosos lo observó y
contó a su esposa todo el asunto. ¡Pobre
Wakefield! ¡Cuán poco conoces tu propia
insignificancia en este mundo!
Las posibilidades humanas, se ven dramáticamente
reducidas para los patrones que impone a sus miembros la propia
sociedad, en
ella cada individuo es
un elemento de características similares al resto, lo que
determina, aunque parezca paradójico, cierta soledad, pues
el hombre contemporáneo se ve desatendido o se siente
desapercibido, instalando de este modo en su espíritu o
carácter, cierta idea de nimiedad o insignificancia que lo
aflige.
El tercer subtema tiene que ver con los efectos del
sufrimiento en el individuo: "No te alejes ni siquiera por una
semana de tu lugar en su casto corazón. Si por un solo
momento ella te imaginara muerto o perdido, o alejado de ella
para siempre, pronto experimentarías el dolor de conocer
un cambio
perdurable en tu esposa. Es peligroso abrir cierta grieta en los
afectos humanos y no porque sea tan larga y ancha, sino por lo
pronto que vuelve a cerrarse."
La propuesta de Hawthorne es bastante
esquemática, pero no falta a la verdad, el dolor por
más fuerte que sea nunca será mayor al instinto de
supervivencia del hombre, el cual finalmente logra superarlo o al
menos atenuarlo. Sin embargo, para el propio Wakefield, Hawthorne
le depara una conciencia que difiere notablemente con la idea
general: "Wakefield está fascinado. Debemos dejarlo,
durante alrededor de diez años, en los que ronda su casa
sin llegar a cruzar el umbral, se mantiene fiel a su esposa, con
todo el afecto de que es capaz su corazón, mientras su
persona se
esfuma gradualmente en el corazón de ella."
En este punto se percibe la moralidad, que
consumía mucho del ingenio de Hawthorne. El escritor trata
de "castigar" a su personaje, manteniendo invariable el
cariño hacia su esposa; en abierta oposición a lo
que siente ella: "Sus pesares han desaparecido, o se han hecho
tan esenciales para su corazón que difícilmente los
cambiaría por la alegría."
3. Determinación de constantes
temáticas:
Si indagamos por un rasgo distintivo de Hawthorne, nos
encontraremos inevitablemente con la utilización de los
símbolos, con aquellas imágenes
verbales que tratan de representar un concepto moral o
intelectual. Esto tiene una explicación de tipo
histórico, se ha señalado que en la época
que le tocó vivir a Hawthorne, la moral
puritana de los primeros colonos pasaba de la conciencia
directriz de la conducta o el comportamiento
a la fantasía, obteniendo de tal manera, delicadas formas
de simbolismo en el arte.
En Wakefield, encontramos algunos temas
recurrentes, que por ahora nos limitaremos a mencionar y ubicar
en al ámbito del cuento: "Tras varios rodeos y retornos
inútiles, lo encontraremos cómodamente sentado
junto al hogar de un pequeño departamento cuyo alquiler
estaba apalabrado de antemano," en otro pasaje se refiere:
"Wakefield se apresura hasta su casa, cierra la puerta con
cerrojo se echa a la cama."
Explícita o implícitamente, también
encontramos al hogar o casa marital como objeto de constantes
reflexiones: "Su pobre cerebro,
atormentado por este dilema, finalmente se aventura y decide
cruzar el extremo de la calle y lanzar una rápida mirada a
un abandonado domicilio." Con parecido dramatismo también
se menciona la casa, en estas líneas: "Reúne coraje
para detenerse y mirar hacia la casa, pero su sentimiento de que
algo ha cambiado en el familiar edificio lo deja perplejo, al
igual que todos nos sentimos afectados cuando, tras una
separación de meses o años volvemos a ver alguna
colina, lago u obra de arte de la cual somos viejos
amigos."
La multitud, la muchedumbre en movimiento,
está reiteradamente retratada: "Debemos de correr tras
él por la calle antes de que pierda su individualidad y se
confunda en la gran maza de la vida londinense (…) En medio de
la muchedumbre de una calle de Londres, distinguimos a un hombre,
ya de alguna edad, con pocas características que puedan
atraer a observadores distraídos."
Hay dos constantes que finalmente nos queda
señalar; el carácter o la singular personalidad del
protagonista y además la presencia de la señora
Wakefield.
Especial interés adquiere la psicología de
Wakefield, pues debido a ella, es que se logra la dinámica del relato y no a través de
una peripecia tras otra. La mente de Wakefield es, entonces, el
escenario donde se desarrolla el trajín de la
ficción. Allí la señora Wakefield cobra
también interés, no por sus propias reflexiones,
sino como objeto de angustiosas conjeturas.
CAPÍTULO III
1.- Interpretación de las
Constantes:
Jorge Luis Borges
afirma en su excelente ensayo
Nathaniel Hawthorne, que entre la absurda historia de
Wakefield y muchas de las fantasías de Kafka hay una
asombrosa similitud que tiene que ver no sólo con una
ética común, sino también con una
retórica. Existe, por ejemplo la trivialidad o la nimiedad
del protagonista, de análoga condición al
"héroe anónimo" Kafkiano, producto de la
burocracia, el
incomprendido mundo artístico y del gentío. Esta
insignificancia del protagonista en los términos
contemporáneos en que se entiende el fracaso y el éxito
(el dinero, la
publicidad, el
arribismo), contrasta con la magnitud de su desvarío, y
esto "lo entrega aún más desvalido a las
furias."
Existe también el fondo borroso o difuso contra
el cual se apoya la trama. Hawthorne, en muchas de sus
invenciones se remite a un pasado romántico, en
éste logra un Londres contemporáneo,
burgués.
El genial aspecto artístico de Hawthorne,
tiñe de una oportuna oscuridad a sus relatos. Esto es,
creemos, su principal virtud y lo que favorece también en
gran medida a su condición de clásico, es decir,
sus casi infinitas reelecturas e interpretaciones.
Wakefield debe su eficacia a un contraste entre su
"violencia
interna", de patéticas reflexiones, y a la elegancia, la
sobriedad de la prosa, es decir, entre el estilo delicado y las
oscuras sugerencias que nos obsequia Hawthorne. Tal contraste se
sirve de una correcta utilización de los símbolos y
constantes temáticas que a continuación trataremos
de interpretar.
La habitación o el cuarto donde se oculta
Wakefield, simboliza el aislamiento a que se ve sometido el
hombre que se aparta de lo establecido por su sociedad. Es la
celda moral que le depara su entorno por permitirse ejecutar una
idea descabellada. Esto lo intuye el protagonista, pero lo logra
para mayor desgracia suya: "Esas ideas brillan a veces en las
tinieblas de la mente de Wakefield, y le dan una vaga conciencia
de que una valla casi insuperable separa su alojamiento alquilado
de su anterior casa. ¡Pero si está en la calle
próxima!, se dice a veces."
El hogar familiar, simboliza el mundo que ha perdido
Wakefield por su desvarío, por su ofensa contra los
convencionalismos sociales. Allí la vida transcurre,
después un breve paréntesis de estupor por la
desaparición del esposo, de manera habitual, y todo eso lo
observa Wakefield. Como si el mundo le enrostrara la necedad que
ha cometido, como si le recordara de esa manera su
insignificancia, su carácter prescindible en un mundo que
produce seres que puedan cumplir su labor por millones.
Así que, puede irse, pues, no habrá perjuicio, y si
lo hay, será sólo para él.
Hawthorne bien pudo escoger alguna ciudad de los Estados
Unidos como escenario para su cuento. Pero no lo hizo así,
más bien cruzó el Atlántico e instaló
a Wakefield en la ya populosa Londres. De tal manera obró
a semejanza de otro genio de las letras americanas, Edgar Allan
Poe.
Tal elección no es arbitraria, por el contrario,
es un eficaz artificio literario para resaltar más la
insignificancia del protagonista, su trágico aislamiento
dentro de su propia ciudad.
La multitud que arrastra a Wakefield, que se muestra
implacable ante cualquier propósito de arrepentimiento, es
a la vez, un elemento que dentro del relato cumple la
función de ocultar al protagonista y también la de
sugerir la idea de trivialidad de los proyectos
individuales humanos, en comparación con los de la
multitud, que termina por marginarlos si van en contra suya. Esto
es lo que señala la parábola con la que termina el
cuento:
"En medio de la confusión aparente de nuestro
misterioso mundo, los individuos están tan perfectamente
ajustados a un sistema, y los
sistemas entre
sí y con un todo, que un hombre, con sólo
apartarse de su sistema por un instante, se expone al terrible
riesgo de
perder para siempre su lugar en el mundo. Al igual que
Wakefield puede convertirse por así decirlo, en el
Desterrado del Universo."
Los mejores cuentos pueden ser leídos de muchas
maneras, en los casos como los de Hawthorne, en donde hay una
predilección por la fantasía, la simple idea de
leerlos por el único placer de lo fantástico, no es
desdeñable.
Pero Wakefield, cautiva no sólo por su
carácter de absurdidad que encandila de por sí,
sino también porque el lector de ésta época
puede percibir en él, el drama del hombre de la sociedad
contemporánea. El individuo que, asimilado por las grandes
urbes y despersonalizado por los convencionalismos sociales, vive
una existencia monótona.
De tal condición quiso apartarse por un instante
Wakefield, mediante un "malévolo antojo", pero su
desvarío se amplió debido a que una sola noche de
exilio de su casa marital, lo sedujo. Es aquí que opera el
castigo de la sociedad, y éste se da a través de la
señora Wakefield. Su inicial resignación, y su
posterior olvido, son la resignación y el olvido de toda
la sociedad para con Wakefield: "En el cielorraso se refleja la
sombra grotesca de la buena señora Wakefield. El sombrero,
la nariz y la mandíbula, y la amplia cintura, forman una
caricatura admirable que danzan mientras suben y bajan las
llamaradas del hogar, de un modo casi excesivamente alegre por
tratarse de una viuda entrada en años."
2. Visión del mundo:
Hawthorne, como descendiente de puritanos, como heredero
de una serie de prejuicios y sentimientos de culpabilidad,
sintió que su vocación de escritor era una
frivolidad, o inmoralidad intolerable. Pero
simultáneamente también adoleció de la idea
de la predestinación, y es por eso que no se opuso a su
destino de escritor.
Tal aparente contradicción la solucionó de
esta manera: compuso alegorías y fábulas;
es decir, se preocupó por hacer del arte un instrumento de
la moral.
Él sufría la idea del inalterable destino;
nuestras vidas, la humanidad misma según él,
tenían prefijada su existencia. Por ello creyó que
era inútil oponerse al rol que se nos presenta en la
sociedad, pues eso iría sólo contra nosotros
mismos. Cualquier desvío, no es sino el camino del
destierro y el olvido.
Esta interpretación, basada en pormenores de la
biografía
de Hawthorne, no desmerece una lectura al margen de esas
consideraciones del cuento Wakefield.
La sociedad contemporánea, la civilización
es posible gracias a una serie de represiones que la sociedad,
para obtener un orden, se ve obligada a dictar. La convivencia
dentro del mundo del siglo XX es posible por la tolerancia y las
restricciones de aquellos deseos que puedan afectar a otra
persona. Sin embargo, esto no implica que el hombre logre anular
las fantasías, sus secretos sueños de libertad.
Algunos sólo los conservan en agradables
ensoñaciones, otros los recrean mediante el
arte.
Pero existen también aquéllos que no se
resignan a ello, y los realizan, obteniendo a cambio la
represión social, por atentar contra el orden establecido.
Tal fue el caso de Wakefield y de su propio autor, que
sufrió la soledad de la incomprensión de la mediana
sociedad norteamericana de entonces.
3. Punto de vista crítico:
El critico literario Malcom Cowley, encontró en
la lectura de
Wakefield una alegoría de la extraña
reclusión de Hawthorne. Esta interpretación es
aceptable, pero no única; lo que si prueba, es que la gran
obra también puede ejecutarse en el total aislamiento, al
margen de la experiencia vivida.
Como lo prueban los bosquejos de cuentos de sus
American Notebooks, Hawthorne primero imaginada o tomaba
una situación, de preferencia insólita o
notoriamente fantástica, y luego inventaba a los
personajes que la representaran.
Tal fue el procedimiento que utilizó para con
Wakefield. Hawthorne leyó un extraño hecho
(que realmente acaeció, tal como lo confirma Poe, y no
como cree Borges que Hawthorne "simuló con fines
literarios haber leído el hecho"), reflexionó sobre
él, y luego se entregó a la tarea de elaborar a sus
actores. Pero hay una peculiaridad en este cuento que lo
distingue de otros del mismo autor, como El Experimento del
Doctor Heidegger o El Velo Negro, y es que allí
se nos muestra el cuento haciéndose en el acto
imaginativo. Por eso es que se pueden percibir tres personajes en
el cuento. Wakefield, la señora Wakefield y el propio
autor.
Ya que no se conforma Hawthorne con ser el omnisciente
narrador, sino que trata de persuadir a su personaje Wakefield.
El cuento que pudo ser lineal o contado como una unidad, se llena
con intervenciones del autor: "Ve tranquilamente a tu cama,
insensato; y mañana, si eres sabio, vuelve a tu hogar con
la buena señora Wakefield y cuéntales la
verdad."
Así como de adelantos y retrocesos durante la
narración. Estos aparentes desórdenes e
intromisiones, que podrían haber sido incurables defectos,
aquí se transforman en un ejemplar ejercicio y prueba
invalorable de lo que es el arte de la
creación.
Hawthorne, gracias a su genio, se logró salvar
del daño
estético que produce la alegoría. Prueba de ello es
la eficacia del relato, su permanencia. El que Hawthorne
persiguiese una justificación moral para su obra no lo
anula. Al respecto, Borges Escribe: "Si en el autor hay algo,
ningún propósito, por baladí o
erróneo que sea, podrá afectar de un modo
irreparable, su obra un autor puede adolecer de prejuicios
absurdos, pero su obra, si es genuina, si responde a una genuina
visión, no podrá ser absurda."
Y estas páginas, nos parece han demostrado la
vigencia de los temas y la estética del escritor
norteamericano.
Durante la época que le tocó vivir,
Hawthorne fue un oscuro hombre de letras, casi ignorado por la
medianía de los críticos de entonces. No obstante,
tuvo el reconocimiento de dos hombres de genio: Edgar Allan Poe
en un ensayo
estricto, pero elogioso, y Herman Melville, que lo exaltó
en un artículo periodístico y que le brindó
el más grande homenaje al dedicarle su portentosa novela, Moby
Dick.
1. El tema es contemporáneo. El aislamiento y la
despersonalización del hombre en las grandes
urbes.
2. Por su oscuridad, este cuento se presta a infinitas
interpretaciones.
3. Innova una forma narrativa, que posteriormente se
desarrollaría en la "literatura del absurdo", explotada
por los escritores contemporáneos.
4. Acoge como personaje principal, no a un tipo exitoso,
en términos de la sociedad contemporánea, sino a
los anónimos individuos que la componen; procedimiento que
luego seguirían grandes novelistas y cuentistas como
Kafka.
BORGES, Jorge Luis, Otras
Inquisiciones. Buenos Aires,
Emecé, 1985.
CORTÁZAR, Julio, Ensayos y
Críticas de Edgar Allan Poe. Madrid,
Alianza Editorial, 1973.
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Hawthorne. New York, The Viking Press, 1948.
CHASE, Richard, La Novela
Norteamericana. Buenos Aires, Sur, 1958.
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Roja. Buenos Aires, Editora Espasa-Calpe,
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KAZIN, Alfred, Hawthorne: El sentido
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1996.
LOAYZA, Luis, Nathaniel Hawthorne: la
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1986, p. 11.
Mc. WILLIAMS, JOHN P. Jr.,
Hawthorne, Melville y el Carácter
Norteamericano. Buenos Aires, G.E.L., 1988.
PÉREZ, Cándido, Historia de
la Literatura Norteamericana, Síntesis, Crítica
y Temática. Madrid, Taurus,
1987.
SPILLER, Robert, Historia de la Literatura
Norteamericana. Buenos Aires, Ediciones La Reja,
1957.
ZARDOYA, Concha, Historia de la Literatura
Norteamericana. Barcelona. Ediciones Labor S.A.,
1956.
ZAVALETA, Carlos Eduardo, "Las fantasías
de Hawthorne", en Revista de Letras, N° 65. Lima,
Facultad de Letras y Ciencias
Humanas de la U.N.M.S.M., 1961.
Datos del autor de la
monografía:
Álvaro Sarco
Lima-Perú.
El presente trabajo
monográfico se elaboró entre junio y julio de
1996.
Reseña biográfica: He realizado
estudios de Derecho en la Pontificia Universidad
Católica del Perú, y curso actualmente el
último año de Literatura en la Universidad Nacional
Mayor de San Marcos. He colaborado en diversas revistas y diarios
del medio local con trabajos relacionados a la Literatura e
Historia. Me desempeño como docente y articulista
cultural.
Categoría: Literatura (literatura
norteamericana).