Julio Cortázar en su relato "Todos los Fuegos el
Fuego", presenta dos historias con argumentos parecidos y
paralelos que desenlazan en un final común: el
fuego.
En las yuxtaposiciones que se presentan entre las dos
historias se presentan dos triángulos amorosos.
A partir de ellos Cortázar pretende pintar el
fracaso amoroso en la sociedad
causado por la incomunicación.
II. CUERPO DE LA
ARGUMENTACIÓN
"Todos los Fuegos el Fuego", es un relato
fantástico dada la imposibilidad física de la
simultaneidad de las dos historias que ocurren en periodos
históricos distintos y en lugares distintos (el primero en
la época del Imperio Romano y
el otro en París del siglo XX).
El narrador (omnisciente) no da explicación
alguna sobre este ítem.
Esta situación le crea al lector una seria duda
sobre la posible explicación para esta simultaneidad de
las historias
"(…) Caillois (…), afirma que <<Todo
lo fantástico es una ruptura del orden reconocido, es una
irrupción de lo inadmisible en el seno de la inalterable
legalidad
cotidiana>> (…)".
Por lo tanto, según Todorov, citando a Roger
Caillois en "Au coeur du fantastique" este relato es
fantástico.
La primera historia se sitúa en
un coliseo dentro de los dominios del Imperio Romano. Como
personajes principales están el procónsul, su
esposa Irene y Marco, el gladiador.
De alguna manera el procónsul se ha dado cuenta
de la atracción que genera Marco en Irene y decide tomar
venganza. Esta próxima en el espectáculo la muy
posible muerte de
Marco. La historia ha de terminar con un incendio en el
coliseo.
La segunda historia se presenta presumiblemente en
París del siglo XX. Aquí se presenta también
un triángulo amoroso con particularidades que discutiremos
más adelante. Están Roland y Jeanne quienes hablan
por teléfono.
Jeanne no acepta el desprecio al que es sometida por
Roland y quien, presumimos como lectores copartícipes del
relato, termina por suicidarse.
"Acepta indiferente las caricias, incapaz de sentir
que la mano de Jeanne tiembla un poco y empieza a enfriarse.
Cuando los dedos resbalan por su piel y se
detienen en hincándose en una crispación
instantánea, el gato se queja petulante; después
se tumba de espaldas y mueve las patas en actitud de
expectativa que hace reír siempre a Jeanne, pero ahora
no, su mano sigue inmóvil junto al gato y apenas si un
dedo busca todavía el calor de su
piel, la recorre brevemente antes de detenerse otra vez entre
el flanco tibio y el tubo de pastillas que ha rodado hasta
ahí."
En el apartamento de Roland, éste está
acompañado por su amante Sonia. Roland y Sonia mueren
juntos en un incendio provocado por sus cigarrillos y su
negligente proceder.
La primera evidencia de una yuxtaposición entre
las dos historias empieza después de varios segmentos de
narración donde el único signo de unión es
que hay dos historias en un mismo relato.
"Ah, dice Roland, frotando un fósforo. Jeanne oye
distintamente el frote, es como si viera el rostro de Roland
mientras aspira el humo, echándose un poco atrás
con los ojos entornados.
Un río de escamas brillantes parece saltar de las
manos del gigante negro y Marco tiene el tiempo preciso
para hurtar el cuerpo a la red."
"<<El veneno>, se dice Irene, <<alguna
vez encontraré el veneno; pero ahora acéptale la
copa de vino, sé la más fuerte, espera tu
hora>>.
La pausa parece prolongarse como se prolonga la
insidiosa galería negra donde vuelve intermitente la voz
lejana que repite cifras. Jeanne ha creído siempre que
los mensajes que verdaderamente cuentan están en
algún momento más acá de toda palabra;
quizás esas cifras digan más, sean más que
cualquier discurso para
el que las está escuchando atentamente, como para ella el
perfume de Sonia, el roce de la palma de su mano en el hombro
antes de marcharse han sido más que las palabras de
Sonia."
Esta cita nos ofrece un panorama de
incomunicación y de soledad al interior de las relaciones
de pareja en ambas historias.
"Desde muy lejos la hormiga dicta: ochocientos ochenta y
ocho. "No vengas" dice Jeanne, y es divertido oír las
palabras mezclándose con las cifras, no ochocientos
vengas ochenta y ocho, <<no vengas nunca más,
Roland>>."
La voz que dicta números detrás de la
tensa conversación entre Roland y Jeanne, grafica la
incomunicación entre los seres humanos.
La interferencia, la barrera que los números
dictados por la "hormiga" representan, se pueden interpretar como
eso, obstáculos que son causantes de incomunicación
y aislamiento.
El siguiente fragmento ilustra la incomunicación
entre Roland y Jeanne. La realidad de Roland se sobrepone y anula
la realidad de Jeanne siendo esto la razón para la
incomunicación. Roland no la escucha. Roland sólo
atiende a su propio ego.
"Roland bebe un trago de coñac. Siempre le ha
gustado escoger sus palabras, evitar los diálogos
superfluos. Jeanne repetirá dos, tres veces cada frase,
acentuándolas de una manera diferente; que hable, que
repita mientras él prepara el mínimo de
respuestas sensatas que pongan orden a ese arrebato
lamentable."
La cita evidencia el egocentrismo de Roland. Él
no acepta la realidad de los demás; la suya propia es la
verdadera y única.
El hecho de no aceptar al otro y lo que el otro piensa,
es causante de aislamiento en si mismo y de
incomunicación.
Al darse esta condición de ensimismamiento es muy
poco probable que este individuo
pueda amar o ser amado.
"Cuando un cronopio canta, las esperanzas y los
famas acuden a escucharlo aunque no comprenden mucho su
arrebato y en general se muestran algo
escandalizados."
Esta cita evidencia el fuerte parecido entre Roland y
las famas. Las famas escuchan "arrebatos" de los demás.
Roland escucha el "arrebato lamentable" de Jeanne a quien no
comprende. Por lo tanto las famas y Roland, ambos personajes
cortazarianos, son muy parecidos. Para ellos solo su realidad es
la que tiene sentido, no la de los demás, esto los condena
al ensimismamiento, a la soledad y a la
incomunicación.
"Como siempre, como desde una ya lejana noche nupcial,
Irene se repliega al límite más hondo de
sí misma mientras por fuera condesciende y sonríe
y hasta goza."
La esposa del procónsul vive una vida solitaria e
incomunicada a la que ya se acostumbró. Esta soledad le
crea dificultades para comunicarse y para expresarse.
Por lo tanto vive una mentira, "sonríe", "hasta
goza"; posiblemente vive en un estado de
alineación creado por las condiciones que le ofrece el
procónsul.
"Irene no sabe lo que va a seguir y a la vez es como si
lo supiera…"
"(…) siente el signo de la muerte que
el procónsul ha disimulado en una alegre sorpresa
pública, el signo que sólo ella y quizá
Marco puedan comprender (…)"
Las citas muestran como el procónsul e Irene de
alguna manera vislumbran su propio final.
La soledad y la incomunicación trascienden a
través de todo el relato y se convierten el la columna
vertebral de ambos argumentos.
Por lo tanto la incomunicación y la soledad,
culpables del fracaso amoroso en sociedad, de que los personajes
no sepan y no puedan amar; condenan a las dos historias a
terminar con destrucción y purificación, con el
fuego.
JUAN ANTONIO MORENO GARCÍA