- Influencias indígenas en
la cultura material - Influencia
indígenas en el aspecto social y
espiritual - Biografía Reina Torres de
Araúz - Conclusión
- Bibliografía
Como hemos conocido desde nuestros inicios en
la vida, hemos conocido patrones y elementos culturales propios
de la cultura indígena panameña, que sobreviven hoy
día. Igualmente, dentro de la dinámica étnica, la herencia
mantenida por el sustratum indígena desde el momento
crucial de la conquista hasta el presente. Me refiero al tema de
lo que pudiéramos llamar el legado o el aporte al folklore que
han brindado los grupos
indígenas a la cultura nacional o panameña. Una
vista de a nuestra historia, evidencia la
pluralidad de influencias culturales que se fueron sobreponiendo
como estratos, una sobre otra, a lo largo de nuestro devenir
histórico.
Influencias
indígenas en la cultura
material
Es en las tecnologías de la
subsistencia, tales como la agricultura,
donde puede observarse claramente la impronta aborigen como
legado cultural. Es comprensible, a la luz de la
realidad ecológica, la aversión por parte de los
conquistadores hacia tales técnicas y
la pervivencia de las mismas hoy día. El arado tradicional
europeo, por ejemplo, no encontró aplicación en un
medio de selva, de alta precipitación fluvial los nueve
meses del año y donde la vegetación secundaria rápidamente
invade los campos deforestados por el hombre. Un
régimen de estaciones que lejos de parecerse a las cuatro
vigente en los países de clima templado,
se definían mas que todo por el régimen de lluvias
desconcertantes a los españoles, quienes no atinaron mas
que a aplicarle a la época mas húmeda el apelativo
de "invierno" y a la mas seca, el de
"verano".
Pascual de Anda Goya nos dejo en el siglo XVI
una interpretación muy europea de nuestras
condiciones climáticas:
"En todas estas provincias desde Nicaragua
hasta el Darién no defiere media hora el día de la
noche en todo el año, y el verano hace todo en un tiempo que
comienza desde entrante diciembre hasta entrante mayo: en todo
ese tiempo corren los vientos norte y nordeste, y no llueve y
hace mas fresco que en invierno, y la gente esta sana que no
adolecen sino por maravilla comienza el invierno desde principio
de mayo hasta el fin de noviembre , y en el mes de septiembre y
agosto hace muchas aguas mas que en los otros meses: hace
calor,
bochornos, caen rayos y truenos: en ese tiempo adolece la gente;
corre en todo el sudeste, que si no es que algún aguacero
traiga otro, ciento que en pasándose vuelve el tiempo al
sudoeste.
Al español,
que utilizo la mano de obra aborigen, le fue más
fácil adoptar la tecnología que ellos
aplicaban e incluso los productos de
la tierra, que
ponerse él a hacer ese trabajo o
tratar de imponer una técnica que claramente no se
adaptaría al medio
ambiente. Sus productos europeos, por limitaciones
climáticas, no podían darse en nuestro
trópico, en su mayoría. La agricultura de roza, con
el uso de la tradicional coa se impuso permanentemente. Leer la
descripción que hace Gonzalo
Fernández de Oviedo y Valdés sobre las
prácticas agrícolas indígenas equivale a
observar al campesino
panameño que todavía hoy no ha adoptado las
tecnologías mecanizadas.
En las descripciones de la vida rural
panameña vemos la persistencia preferencial de la coa, a
nivel de agricultura familiar o comunal. La "familia
Martínez" creación didáctica del educador panameño
José Daniel Crespo, en su libro Geografía de Panamá y
por medio de la cual explica la vida campesina panameña en
el primer cuarto de este siglo, nos ofrece un interesante venero
de información de donde pueden sustraerse
datos sobre
tecnologías tradicionales, creencias vernáculares,
etc. Refiriéndose a los métodos de
cultivo, destaca así la preferencia por la coa: "Don
Julián no cuenta con otros instrumentos para hacer su
trabajo que el machete que le sirve para todo: para talar, para
desyerbar, etc. El hacha, que usa para derribar los árboles
grandes; y la coa, que empleaba para hacer huecos, aunque a veces
lo que usa para sembrar es un palo puntiagudo. Don Julián
no conoce el arado. "ni falta que hace", dice cuando
Andrés le habla de él.
En lo tocante a productos agrícolas,
el legado a sido amplio y rico. El maíz, en
su amplia variación de aplicaciones culinarias fue el
cereal por excelencia hasta la introducción del arroz. En las zonas
rurales la superioridad del maíz, por su utilidad, sobre
el arroz, se observa en su omnipresencia culinaria y en su
amplísima diversificación. Así vemos que es
una bebida, es una comida sólida y semisólida, es
un postre, es una mazamorra, es un alimento capaz de ser
transportado ya procesado dentro de sus propios capullos, o bien
convertido en consistencia mas blanda, dentro de hojas de
platanillo o de helicona. La yuca, el camote, la papa, el otoe
siguen presente en la dieta tradicional. La fruticultura
perpetúa el consumo del
precolombino aguacate, el mamey, la piña y la
guanábana, entre otros. El coco deslindado hoy, ala luz de
la etnobotanica, los problemas de
su preexistencia en la América
precolombina, es otro ejemplo del persistente uso de productos
agrícolas indígenas. El pixbae, la fruta de
valor
proteico, lo mismo que la papaya persisten como una fruta o
alimento preferencial. Las variedades nativas de frijoles,
tomate y el
ají se constituyen en plato de consumo diario o de
sazón obligada. El caco y el maní aunque de uso
esporádico, o bien ya mediante el procesamiento industrial
no han perdido terreno. En algunos casos se ha producido
interesante ejemplo de lo que pudiéramos llamar
"sincretismo culinario". Los desguatados "TAMALES" de puerco o
gallina son uno de ellos.
El grano aborigen por excelencia, el
maíz, en forma de masa se acopla a dos productos de corral
introducidos por los europeos -el cerdo de castilla y la gallina-
pero adobados con sazón indígena de tomate,
ají y hierbas aromáticas nuestras. El arroz
producto
foráneo, se mezcla con los frijoles nativos, en un plato
diario en la mesa panameña.
El "CHICHEME" bebida de gran valor nutritivo
combina el maíz con la leche de vaca
y el azúcar
de caña, estos dos últimos de aportación
europea.
En la obtención de la proteína
de origen animal, encontramos también la impronta
autóctona. La pesca
artesanal en Panamá guarda aún reminiscencia
aborigen. Las canastas de cono invertido a nasas, los arpones
dentados y toda la técnica asociada a la pesca de la
tortuga y de peces de gran
tamaño pertenecen a la tradición
aborigen.
En la cacería, si bien el arma de
fuego ha casi borrado toda traza cinegética aborigen, su
huella aún persiste en el "ojeo" de animales en los
campos o "sembrados" o bien en abrevaderos naturales; las trampas
para aves y
pequeños mamíferos son también del mismo
origen. La abundante proteína animal procedente de la
cacería y de la semidomesticación o cautividad de
mamíferos (macho de monte y sainos en edad infantil, como
también aves) fue reemplazada por la ventajosa practica de
la domesticación de grandes reses y aves de
corral.
En su insuperable adaptación y
dominio del
hábitat
tropical, nuestros grupos indígenas transmitieron
aún hasta hoy, sistemas efectivo
de subsistencia que no tienden a arrasar sino a conservar su
naturaleza. En
las tecnologías asociadas a los alimentos, en
relación en su acarreo, envase, procesamiento, etc.,
también se ubica un buen legado cultural indígena.
La cestería y sus derivados estilos configuran el
clásico medio de acarreo de la producción: las "jabas" y los
"motetes".
La alfarería, hoy a un nivel artesanal
agonizante, puede observarse en técnica primitiva que
excluye el uso del trono europeo, en algunas comunidades de
Coclé, Azuero y Panamá
Occidental.
El trabajo de la madera
asociado a los alimentos, aportó las "bateas" o grandes
platos de madera, morteros, como también sus "manos"
machacadores, etc.
La "calabaza" o "totuma" constituye
todavía un atractivo elemento para aplicación
artesanal, trabajada como es por los campesinos para confeccionar
tazas, cucharas y recipientes diversos. Todavía la piedra
de moler se encuentra en alguna remota casa campesina, testimonio
del antiguo y otro omnipresente "Metate".
En la vivienda rural, que ofrece en realidad
una amplia variedad de estilo, puede observarse aún la el
uso de techado de hojas de palma, tramado sobre un emparrillado
hecho con cañas. Las paredes de adobe, con su enrejado
interior de caña, plantean un problema sobre su origen. En
ninguna crónica del siglo XVI, plena conquista,
encontramos alusión a esta tecnología; se mencionan
únicamente, las paredes de caña, incluso
recubiertas con un tejido estrecho a modo de esterillas. Algunos
elementos arquitectónicos de la vivienda, como los
llamados "jorones", al cual se accede por una escalera
monóxilo, son de origen indígena. Todavía
hoy puede vérselas en la vivienda Kuna y guaimí. El
uso de plataforma colgante del enrejado del techo que utilizaban
para guardar alimentos o pertenencias, son igualmente parte de la
tradición autóctona (zarzos o
talanqueras).
En el mobiliario la hamaca ha persistido
inalterable en su adaptación insuperable al clima
tropical. Su uso se mantiene preferencialmente para el descanso
diurno. Los bancos bajos
próximos a la tierra, son de
origen indígena también y se usan aun para el
descanso y la conversación, entre los campesinos,
dejándose las sillas altas y mesas para la visita formal y
las comidas. También la tela de corteza, de tan difundido
uso en los grupos indígenas actuales, se utiliza aun entre
lo campesinos de la llamada "costa abajo", en el
atlántico, para dormir, a modo de
manta.
El fogón a nivel del suelo, definido
por troncos sobre los cuales se ubica la olla es otro rasgo
indígena, poco observable hoy día, reemplazado por
la imposición del "fogón
alto".
La indumentaria ofrece realmente un
mínimo de elementos procedentes de nuestro pasado
precolombino. Solamente en el calzado campesino de uso diario y
laboral
encontramos la "precolombina" "CUTARRA", sandalias de cuero que
guardan incluso su nombre aborigen. Las bolsas tejidas o
chácaras donde el campesino guarda y lleva su dinero y
valores, son
por supuesto de raigambre
autóctona.
En el vestido propiamente dicho, poco o nada
podemos señalar que recuerde la sustenta y vistosa
vestimenta precolombina. Lo europeo se impuso. Quizás en
el uso eventual de ruanas o ponchos –hoy desaparecidos-
pero que los campesino de las tierras altas aún usaban a
principios de
siglo, pudiera señalarse ese difundido tipo de abrigo. Una
foto de época nos lo ilustra.
Un elemento interesante, en relación
con el adorno
personal, es
la deformación dentaria –de origen aborigen- que
aún hoy se practica en remotos grupos campesinos de la
provincia de Herrera y Veraguas. Este tipo de deformación
intencional con fines estéticos consiste en sacar punta a
los incisivos o "afilarlos", como usualmente se dice. Se practica
entre hombres y mujeres, y es en Ocú, donde pueden verse
con más frecuencia. Todo parece indicar que la
práctica tiende a desaparecer.
En el sombrero, tal como lo conocemos hoy, se
da un interesante ejemplo de combinación de
tecnologías. La desarrollada y preexistente
cestería, el profundo conocimiento
de las plantas de
aplicación textil, se aplico a la confección del
sombrero, un elemento del vestido europeo, de práctica
aplicación y conveniencia en los climas tropicales de
fuerte irradiación solar. La frescura y ligereza de las
fibras vegetales contribuyeron a la adopción
temprana de ese elemento.
Influencia indígenas en el aspecto
social y espiritual
Son realmente muy pocas las influencias de
orden social que pueden detectarse aún hoy, como legado
indígena, en la cultura nacional. No es de extrañar
que así sea. El rompimiento de la estructura
socio-política de las culturas conquistadas, fue
lo primero que se produjo, por determinación expresa de la
cultura conquistadora. Solo así podía ejercer una
verdadera dominación y proceder a la explotación
del hombre
indígena. En lo relativo al riquísimo mundo
espiritual, con su etnociencia, su etnosistematica, su ética aun
no reemplazada por una ética impuesta, sus conceptos de la
estructuración del universo y la
relación del ser humano con él, la idea de la
divinidad, la composición del mundo espiritual en general,
las manifestaciones artísticas la consignación y
transmisión del conocimiento, solo algunos pocos elementos
se traslucen. También en esta área de la cultura,
es fácil comprender que la conquista, que se hizo con la
espada y con la cruz, impuso un nuevo concepto del
hombre, de Dios y del universo.
Tal vez a nivel rural, algunas costumbres,
ligadas a lo tecnológico, pueden ser indicio, de algunas
pervivencias de patrones sociales aborígenes. Uno de
ellos, serian las peonadas, en las cuales, el favorecido con la
ayuda comunal en una faena de cosecha o de "zocuelas", provee la
alimentación a los asistentes, tal como aun
se observa entre nuestros grupos
indígenas.
También, en las actitudes ante
ciertas circunstancias o periodos de la vida femenina,
podrían tener raigambre indígena. Por ejemplo,
persiste aún, a nivel popular, la creencia en la fuerza que
tiene una mujer en cinta;
su presencia o mirada puede agravar a un enfermo, empeorar una
llaga o cortada, e incluso influir sobre los
animales.
La condición de una mujer menstruante,
sobre todo en las adolescentes,
guarda aún, en algunas comunidades rurales, una serie de
tabúes alimenticios y de hábitos de aseo, que nos
sugieren los conocidos en los grupos indígenas. Es en
realidad, un difícil campo, donde se impone investigación especializada y análisis de distintos aspectos relativo a
sexo y
edad.
En el folklore musical, no es mucho tampoco
lo que podríamos, con seguridad
señalar como de origen autóctono. En la música y la danza, hemos
de reconocer que la corriente africana, con su ritmo seductor y
las melodías de sabor mediterráneo sumergieron el
sustratum indígena.
De lo que conocemos hoy de bailes de grupos
indígenas panameños, solamente la
característica del alineamiento en la danza, el paso
corto, y seguido y la posición corporal de cabeza y
hombres inclinados, como rasgos y actitudes coreográficas,
podrían encontrarse en un baile regional Ocueño
como la "mejoranera ocueña".
Allí encontramos junto a los atributos
del bello vestido femenino de amplia blusa al volante y
voluminosas faldas, de indiscutible origen ibérico, al
vestido masculino de camisa y pantalón europeo, de
"cutarras" indígenas, el paso recortado y seguido, la
disposición alineada, la actitud de
danza india. Nos
recuerda algunos bailes Guaimíes, Bokotas, y Chocoes donde
hombres y mujeres se alinean en la forma que llamamos "fila
india" y con la cabeza levemente inclinada danzan en
sucesión de pasos y figuras reiterativas. Es
particularmente entre el grupo
indígena Bokotá o Buglere donde encontramos mayor
similitud: los bailarines se ubican en dos líneas, una
compuesta por hombres y la otra por mujeres, estando la una
frente a la otra. Durante el baile una línea avanza y
retrocede hacia la otra y mientras se hace, se canta en voz
alta.
En el baile de "Diablicos Cuacuá", de
las tierras altas de Penonomé, donde el vestido hecho de
tela de corteza y pintado con jugos vegetales, nos ofrece un
magnifico ejemplo de sincretismo, vemos igualmente la actitud de
danza indígena en el alineamiento de los bailarines
–que son dos masculinos- y las evoluciones del
baile.
En los instrumentos
musicales, un tipo de tambor, la "caja" seria el mas cercano
a la versión indígena. También
señalaríamos la flauta, hoy de metal, de
tipología similar a la de de las indias y las maracas o
"guiros", fabricados con la muy americana
"totuma".
También en la mitología popular se encuentran
pervivencias de nuestra prosapia indígena. Particularmente
en la demonología encontramos personajes de ese origen. El
caso, quizás mas representativo es la "Tulivieja" que
configura un personaje femenino monstruoso, que vaga eternamente
penando un pecado de juventud.
Narciso Garay ha sugerido un origen sincrético de este
mito –al
cual nos adscribimos- cuando afirma:
Probablemente alguna leyenda indígena
de carácter satánico se injerto en otra
española de la misma índole y juntas compusieron el
mito de la Tulivieja cuya desinencia es netamente
castellana.
Algunos cuentos
populares sobre animales como el de la Pavita de Monte, entran
dentro de la categoría propia de cuentos de animales de
tan dilatado uso en las culturas indígenas americanas.
Todavía hoy los kunas y chocoes, los últimos
incluso en actitud mímica de ponderable valor
histriónico, relatan los cuentos de personajes que son
siempre animales de la selva.
La farmacopea popular, abundan en plantas
medicinales propias de la tierra autóctona y usada por
nuestros grupos aborígenes, y que se perpetúan hoy
no solamente en la medicina misma
sino muchas veces en las actitudes e interpretaciones del
concepto de enfermedad.
Por ejemplo, el concepto mágico de la
enfermedad, persiste en las creencias populares que la
interpretan como el resultado de un "mal sueño" o del
alma afectada
por influencias malignas.
La adscripción de la farmacopea rural
a un número plural de especies vegetales autóctonas
son remanentes y pervivencias de la muy rica medicina botánica conocida por nuestras culturas
aborígenes. Estas medicinas vegetales (hojas, bejucos,
cortezas), tienen un amplio uso en infusiones, que se toman, o
bien en baños curativos. La aplicación
tópica de resinas, como la llamada "caraña" para
dolores y contusiones nos provee un ejemplo más. El
tabaco cuyas
hojas, aplicadas directamente o en cataplasma han sido de antiguo
y persistente terapéutica.
La medicina folklórica tiene en esto,
aún, en Panamá un vasto campo de estudio que
estamos seguros que
nuestros antropólogos podrán sacar
próximamente a la luz.
Las "Juntas Comunales" y "Juntas Locales" del
nuevo sistema
político administrativo del estado
panameño en buena medida denotan la influencia aborigen.
Presento como han estado en la estructuración
política tradicional de algunas de nuestras culturas
autóctonas, las prácticas de "Consejos Locales" y
"Consejos Generales", marcan un interesante paralelismo con lo
arriba mencionado. No se nos escapa por supuesta, la influencia
intermedia del Municipium latino, aportado por los
hispanos.
Reina Torres de
Araúz
Nació en 1932 y murió el 26 de febrero de
1982. Al reflexionar en la trayectoria y obras de la, La Doctora
Reina Torres de Araúz los panameños identificamos
nuestro sentir con la convocación nacionalista que en ella
anidó. En sus últimas confesiones-insertas en la
introducción de su obra maestra "Panamá
Indígena"-irrumpe su sentimiento de panameña raizal
y con orgullo proclama. "NOS PRECIAMOS DE CONOCER NUESTRA TIERRA
Y SUS GENTES, SU REALIDAD RURAL Y URBANA. HEMOS CUMPLIDO
AMPLIAMENTE EN ELLO NUESTRA VOCACION… COMO UNA MODESTA
RETRIBUCION AL PRIVILEGIO DE SER PANAMEÑA". La Doctora
Reina Torres de Araúz arañó la tierra del
Istmo con múltiples excavaciones arqueológicas;
buscó las huellas prístinas del hombre
panameño en la punta de flecha, en la vasija de cerámica, en la exquisitez de su arte
lítico y orfebre, que como decía el poeta "al paso
nos conversan de un tiempo que paso". Fue educadora desde 1957 en
las aulas del Nido de Águilas, y allí bebió
y alimentó la savia de la generación del 9 de enero
de 1964. Ocupó la posición de Directora Nacional de
Patrimonio
Histórico y la Subdirección Nacional del Instituto
Nacional de Cultura (INAC). En la década de los 60,
además de sus esfuerzos en la investigación
de campo para profundizar en el análisis de la cultura
Panameña; crea la cátedra de Etnografía de Panamá en la Universidad de
Panamá, incorporando a la docencia y a
la investigación antropológica los estudios
sistemáticos de los Grupos Humanos de Panamá. Se
empieza a hablar con propiedad
científica de nuestra condición de nación
pluricultural conformada por grupos indígenas, mestizos,
antillanos y las minorías étnicas. La
Catedrática de Prehistoria y
Etnografía de Panamá orienta a un número
plural de profesionales panameños hacia el análisis
de los grupos plurales que conforman nuestra nacionalidad,
sentándose las bases teóricas que
sustentarán posteriormente la política del
Patrimonio Histórico del Estado Panameño. Con
mística nacionalista, la Maestra rodeada de sus
discípulos, se lanza a la construcción de centros de educación permanente:
los museos. Panamá en las manifestaciones plásticas
del hombre panameño que muestran su estirpe y sus propia
identidad,
fueron el marco de trabajo de esta distinguida profesional que
luchó con religiosidad por la formación de una
conciencia
histórica que superase las contradicciones derivadas de las
circunstancias GEO-POLÍTICAS de tránsito
permanente. La Doctora Araúz se destacó nacional e
internacionalmente como historiadora y antropóloga.
Ocupó puestos relevantes a nivel nacional e internacional
y terminó su vida ocupando la alta posición de
Vicepresidenta del Comité de Patrimonio Mundial de la
UNESCO. Ella perdurará mientras existan panameños
que a ejemplo suyo sean conscientes del privilegio que significa
tal condición. Porque más que sus destacadas obras
materiales,
sus ideas y sus revelaciones sobre la naturaleza y la historia de
nuestros grupos humanos y de nuestra sociedad y su
contribución extraordinaria a la memoria
colectiva de los panameños y al fortalecimiento de la
conciencia nacional afirmarán su presencia en las
generaciones futuras. Otras de la obras de la autora: Arte
Precolombino de Panamá; Natá Prehispánico;
La mujer Kuna;
Darién: Etnología de una región
histórica y dejó en elaboración: La Colonia
Escocesa en Darién, la cual preparaba desde su lecho de
muerte.
La cultura indígena, la preexistente y la que
entro del siglo XVI en adelante, retuvo y transmitió
aquellos elementos que no encontraron efectivo reemplazo en la
tecnología europea y mediante sutil mecanismo psico-social
matizó con su indignidad otros, de orden social y
espiritual. La impronta indígena en la cultura
nacional continúa en el presente. La interacción con las "etnias nacionales"
motivan un permanente proceso de
unión de razas.
También los conceptos estéticos
indígenas, no solamente los prehistóricos sino
igualmente los contemporáneos, han contribuido cada vez
mas a darle individualidad y contenido a la obra artística
panameña. Es el sustratum hacia el cual se adentran
profundamente los artistas en la búsqueda de la identidad
nacional.
El pasado y la pervivencia aborigen salen al
frente, hoy mas que nunca, para darle a la Cultura Nacional, el
blasón americanista propio de su indignidad
original.
Libro Panamá Indígena, Autora Dra. Reina
Torres de Araúz
Fuentes sacadas de Internet http://www.prensa.com
Luis Nallet Nieto