En esta monografía me refiero a la colectividad
portuguesa y a algunas de las ciudades en las que se
nucleó. Menciono a Christiano Junior, a Regina Pacini de
Alvear y a Luis Gowland Moreno, inmigrantes portugueses
destacados. Presento el testimonio de una inmigrante afincada en
Villa Elisa y transcribo parcialmente la biografía de un
portugués afincado en Olavarría; aludo a la
colectividad portuguesa de Bahía Blanca, evocada en una
biografía. Me ocupo, asimismo, de las novelas
Quilito, de Carlos María Ocantos y De
aquí hasta el alba, de Eugenio Juan Zappietro, y de
cuentos de
Fray Mocho, Manuel Mujica Láinez, Carlos Molina Massey y
Elias Carpena, en los que aparecen personajes inmigrantes de ese
origen.
"La inmigración portuguesa ha sido
comparativamente pequeña en la Argentina porque las
razones idiomáticas han influido en la preferencia por el
vecino Brasil
–señalan Marcelo Alvarez y Luisa Pinotti. Sin
embargo, esta colectividad ocupó el primer lugar entre los
grupos
extranjeros en los últimos años del Virreinato.
Hacia 1850 sus integrantes eran marineros y pequeños
comerciantes procedentes de Lisboa y Oporto; luego se
incorporaron artesanos, jornaleros y trabajadores
agrícolas. El Club Portugués, en el barrio de
Isidro Casanova, reconoce como orígenes fundantes la
migración de un grupo de
familias durante la dictadura militar
de Antonio Oliveira Salazar (entre 1933 y 1968), que se
instalaron como quinteros, horneros y comerciantes en el
área metropolitana, especialmente en el partido de La
Matanza" (1).
En La gran inmigración, afirma Ema Wolf:,
a partir de la investigación de Cristina Patriarca: "Los
portugueses que -exceptuando a los españoles- eran
mayoría antes de 1816, siguieron llegando en flujo
ininterrumpido a lo largo de todo el siglo XIX. Una
proporción importante se estableció en el interior
del país; pero Buenos Aires
-ciudad y provincia- fue el principal lugar de asentamiento. Al
promediar el siglo ya eran muchos los hombres llegados de Lisboa,
Oporto y regiones costeras de Portugal, que se concentraban
particularmente en las parroquias del sur desplegando
múltiples ocupaciones, pero principalmente las navales:
marineros, estibadores, changadores. En el ’70 comenzaron a
nuclearse y organizarse étnicamente, y su vida comunitaria
(mutual, club, periódico), se hará más
activa en las décadas siguientes. En Salliqueló
llegó a formarse un grupo importante a partir de un
asentamiento de 1905" (2).
En "Crónica de barcos", Rafael Ielpi se refiere a
Rosario –localidad en la que se afincaron muchos
inmigrantes portugueses- como "la Ciudad del
Encuentro".
"Aquellos hombres y mujeres llegados de muy lejos,
atravesando el mar, imaginando cómo sería esa
tierra a la
que iban en búsqueda de trabajo, de
felicidad, de progreso; aquellos italianos, españoles,
árabes, judíos,
alemanes, franceses, ingleses, austríacos, suizos,
portugueses, que eligieron esta ciudad para construir su casa,
para formar su familia, para
perpetuar su genealogía; aquellos provincianos que
arribaron en lentos trenes cargueros que cruzaban campos y
pueblos perdidos en medio de la llanura para encontrar trabajo,
techo, comida, esperanzas: todos ellos llegaron y se encontraron
en Rosario".
"La ciudad los albergaba e integraba a su vida.
Así también vinieron a quedarse bolivianos,
paraguayos, chilenos, peruanos, todos ellos con su cultura, con
sus usos y costumbres que iban a formar parte después de
nuestra propia cultura. Con todos ellos, la ciudad se hizo
más grande, extendió sus barrios, multiplicó
sus servicios y
también es cierto, enfrentó problemáticas
inéditas, nacidas de esa misma acumulación
demográfica que iba a demandar soluciones
cada vez más imperiosas".
"Pero en la amplitud de la ciudad de 1910, amplia y
descampada, en espera de nuevos pobladores, como en la abigarrada
geografía
de hoy, dónde se acumulan barrios marginales para albergar
a una cada vez más numerosa inmigración
interior, Rosario sigue siendo la abierta posibilidad del
encuentro con un horizonte de esperanza, con una sociedad
solidaria ante la necesidad".
"Aquellos abuelos inmigrantes también lo
sintieron así y aunque mantuvieron su sentido de
colectividad, para preservar válidamente la cultura y la
tradición de sus pueblos, también arraigaron
aquí, se quedaron aquí, cerca de ese río que
les recordaba seguramente a otros ríos de la infancia, los
de la patria lejana. Cada año, el Encuentro de
Colectividades vuelve a patentizar de modo ejemplar, ese
sentimiento de pertenencia que une a los rosarinos cualquiera sea
su ascendencia".
"La enorme perspectiva de una ciudad a la que se
reconoce como capital del
Mercosur, vuelve
a actualizar el tema del encuentro: no es ilusorio suponer
(así como los abuelos imaginaron la Rosario de hoy) una
ciudad otra vez protagonista, movilizando sus industrias,
activando su comercio,
conectada con el país y el mundo a través de sus
negocios pero
también de su cultura".
"A esa posibilidad, a esa certeza, la ciudad debe
apostar otra vez: está acostumbrada a hacerlo"
(3).
En "Christiano Junior, fotógrafo y escritor" (4),
Abel Alexander y Luis Príamo se refieren al
portugués y su importante legado. "Parte de la obra del
notable fotógrafo portugués que trabajó en
Argentina entre 1867 y 1883, acaba de ser rescatada en un
libro que
publica la Fundación Antorchas como resultado de una
profunda investigación llevada a cabo por los autores de
este artículo. Junto a ella, surgieron artículos
periodísticos escritos por el fotógrafo, uno de los
cuales, publicado en el diario La Provincia, Corrientes,
en 1902, es reproducido ahora por primera vez".
Escriben los investigadores:
"José Christiano de Freitas Henriques Junior,
más conocido por su nombre artístico de Christiano
Junior, fue uno de los fotógrafos
más importantes del siglo XIX en nuestro país.
Nació en 1832 en la isla de Flores, una de las siete que
forman el archipiélago de las Azores, perteneciente al por
entonces reino de Portugal. En 1855 emigró al Brasil con
su familia, integrada por su esposa y dos hijos. Se ignora
cuándo y con quien aprendió el oficio
fotográfico, pero en 1862 ya estaba instalado con estudio
propio en la ciudad de Maceió, capital del estado de
Alagoas, al norte del país. Dos años después
se encontraba muy activo en Río de Janeiro, donde
trabajó hasta su traslado a Buenos Aires".
"El primer estudio que tuvo en esta ciudad, inaugurado
en diciembre de 1867, estaba en Florida 159. Tiempo
después se mudó a un local más amplio en
Florida 160, que en 1875, cuando cambió la
numeración de las calles porteñas, pasó a
ser Florida 208. Allí permaneció hasta 1878, cuando
vendió el negocio a la sociedad de Alejandro Witcomb y
Guillermo Mackern, predecesores de la famosa casa Witcomb. A
principios de
los años setenta abrió una sucursal en Artes 118
(hoy Carlos Pellegrini), la Fotografía
de la Infancia, que más tarde trasladó a Victoria
260 (hoy Hipólito Irigoyen), a cuyo frente puso a su hijo
José V. Freitas Henriques".
"Rápidamente Christiano Junior fue reconocido por
la sociedad porteña como uno de los más importantes
fotógrafos de la ciudad. Entre sus clientes se
contaron hombres públicos notables, como Domingo Faustino
Sarmiento -a quien retrató con la banda presidencial-,
Adolfo Alsina, Lucio V. Mansilla o Luis Sáenz Peña.
Según los álbumes de trabajo de su estudio, que se
encuentran en el Archivo General
de la Nación,
entre abril de 1873 y septiembre de 1875 Christiano
realizó más de cuatro mil fotografías,
promediando la atención de unos cinco clientes diarios. En
1871 participó en la Exposición
Nacional de Córdoba, donde fue premiado con medalla de
oro, lo que
aumentó el prestigio de la casa. Asimismo fue
fotógrafo oficial y socio de la Sociedad Rural Argentina
desde 1875, cuando ésta organizó la primera
exposición agraria, hasta que vendió su
estudio".
"Más allá de su éxito
como retratista, fue un monumental proyecto que
llamó Album de vistas y costumbres de la
República Argentina desde el Atlántico a los
Andes lo que daría a Christiano Junior un sitial de
primer orden en la historia de nuestra
fotografía. La obra sería integrada por un conjunto
de álbumes dedicados a diversas provincias del centro y
norte del país, cuyas fotografías llevarían
comentarios escritos por intelectuales
notorios de cada lugar. En 1876 y 1877 Christiano publicó
los dos primeros, ambos dedicados a la provincia de Buenos Aires
y con doce fotos cada uno.
Los textos fueron escritos por Mariano Pelliza y Angel J.
Carranza y estaban impresos en cuatro idiomas: castellano,
francés, inglés
y alemán en el álbum de 1876, mientras que en el
otro el alemán fue sustituido por el italiano".
"Estas veinticuatro fotos de Buenos Aires fueron las
únicas que Christiano publicó, aunque no las
únicas que tomó en la ciudad y la provincia. En
efecto, una investigación que realizamos en la
colección de negativos de la casa Witcomb que se encuentra
en el Archivo General de la Nación,
descubrió que hay allí alrededor de ciento setenta
placas de vistas y tipos populares porteños tomadas por el
portugués con certeza prácticamente absoluta
(cuando Christiano entregó su negocio a Witcomb y Mackern
en 1878 lo hizo con sus clichés, registros de
clientes y álbumes de trabajo, de allí la presencia
de sus negativos en la colección Witcomb del
AGN)".
"Es posible diferenciar los negativos de Christiano de
los que hizo Alejandro Witcomb sobre Buenos Aires años
después porque aquel trabajó con placas
emulsionadas manualmente con un proceso
llamado colodión húmedo (una disolución de
algodón-pólvora en éter y
alcohol que se
esparcía sobre la placa de vidrio, la que
luego era sensibilizada con un baño de ioduro de plata y
se exponía inmediatamente, todavía húmeda),
que revolucionó la fotografía a finales de la
década del cincuenta del siglo XIX. El color
ámbar de la emulsión al colodión, como
así también el corte y las medidas irregulares de
los vidrios, distinguen a las placas de Christiano de las de
gelatino-bromuro importadas de Francia que
utilizó Witcomb".
"La determinación de autoría surgida de la
investigación permitió incluir en el libro de la
Fundación Antorchas recién editado, Un
país en transición. Fotografías de Buenos
Aires, Cuyo y el Noreste, Christiano Junior. 1867/1883,
numerosas fotos que hasta hoy se adjudicaban a Witcomb.
También permitió actualizar los catálogos de
esta colección que se utilizan en el Archivo General de la
Nación. Es interesante agregar que los únicos
negativos al colodión húmedo conocidos que se
conservan en el país son los de Christiano Junior: las
ciento setenta vistas y más de trescientos retratos de
estudio".
"Un año después de vender su estudio
Christiano Junior inició una gira por las provincias de
Santa Fe, Córdoba, Mendoza, San Luis, San Juan, Santiago
del Estero, Catamarca, Tucumán, Salta y Jujuy con el
objetivo de
completar su Album de vistas de la República
Argentina. La llamó Gira artística y le
llevó cuatro años. Comenzó en abril de 1879
en Rosario y terminó en Jujuy en mayo de 1883. El
último tramo lo hizo acompañado por su hijo
José V. Freitas Henriques. En cada capital de provincia
donde trabajó instalaba un estudio de retratos, casi
siempre en sociedad con un colega activo del lugar, mientras
hacía las fotos para el Album. No conocemos vistas suyas
de las provincias de Santa Fe y Córdoba, aunque en esta
última ciudad hizo retratos de tipos populares". "En las
otras provincias reunió una colección de vistas
extraordinarias cuyo número se ignora porque los negativos
han desaparecido, pero que podría haber llegado a la suma
de quinientas piezas (al menos, esa es la cantidad de fotos que
vendió a la Municipalidad de Tucumán a fines de
1883, después de completar su periplo). Con estas fotos
editó varios álbumes, algunos dedicados a una de
las provincias visitadas (San Juan o Mendoza, por ejemplo), otros
a las tres provincias de Cuyo, y otros compuestos por una
antología del conjunto. En todos los casos las fotos
llevan leyendas de
referenciación más o menos amplias, pero nunca los
extensos comentarios en cuatro idiomas que imprimió en los
dos primeros dedicados a Buenos Aires. Hay constancias de que
también pensaba recorrer las provincias del Litoral, cosa
que no hizo, ya que después de 1883 Christiano
abandonó la práctica fotográfica. Sin
embargo, aún inconcluso, su Album es una obra
extraordinaria y única en el contexto la fotografía
argentina -y probablemente también de la latinoamericana-
del siglo XIX".
"Ni bien dejó la fotografía Christiano se
dedicó a otras actividades comerciales con el mismo
entusiasmo que puso en aquella, aunque con menor éxito. En
efecto, durante más de quince años invirtió
su dinero y
esfuerzos en la fabricación y comercialización de licores en el Brasil,
la Argentina y el Paraguay. Al cabo
de esa experiencia publicó un libro, Tratado
práctico de vinicultura, destilería y
licorería, impreso en Buenos Aires en 1899, con
prólogo del escritor y científico Eduardo L.
Holmberg, quien afirma: ‘Su libro es un libro serio,
escrito con el
conocimiento de la materia y
el amor al
prójimo. Sin embargo, desde el punto de vista
económico el negocio fue un fracaso y dejó a
Christiano en la pobreza’
".
"Así es como lo encontramos a mediados de 1901 en
la ciudad de Corrientes, ganándose la vida como gestor del
estudio de fotografía y pintura que su
hijo José tenía en Buenos Aires y dando lecciones
de iluminación, es decir coloreado, de
fotografías. Un ensayo del
historiador correntino Marcelo Daniel Fernández,
Christiano Junior, uno de los grandes precursores de la
fotografía argentina, residió sus últimos
años en Corrientes -por el cual conocemos esta etapa
de la vida de nuestro fotógrafo- describe dicha actividad
y cita ampliamente una serie de artículos que Christiano
escribió para el diario La Provincia entre
diciembre de 1901 y mayo de 1902. En general son recuerdos de
otros tiempos y lugares donde había transcurrido su vida:
la isla de Flores natal, el Brasil tal como lo conoció ni
bien emigrado, y nuestro país. El profesor
Fernández tuvo la generosa amabilidad de enviarnos
reproducción de todos ellos".
"El único de estos escritos donde Christiano se
ocupa del tema fotográfico se titula ‘En los
Andes’, y relata la expedición que realizó
desde la ciudad de Mendoza hasta la Cordillera para registrar
vistas destinadas a su Album. Fue publicado en La
Provincia el 1º de marzo de 1902, es decir hace
exactamente un siglo. Ahora Fotomundo lo reproduce
íntegramente, por primera vez desde aquel entonces,
acompañado por fotografías que integran el citado
libro de la Fundación Antorchas. Hasta donde sabemos,
Christiano Junior fue el único de nuestros grandes
fotógrafos del pasado que dejó recuerdos escritos
sobre su vida y su trabajo. Murió en Asunción del
Paraguay a fines de 1902 y sus restos se encuentran en el
cementerio de Olivos, donde su familia lo trasladó
años después".
"Agradecemos la colaboración del profesor Marcelo
Daniel Fernández, como así también a las
autoridades del Archivo General de la Nación por facilitar
la investigación sobre álbumes y negativos de
Christiano Junior que se encuentran en la
institución".
A continuación, el artículo:
"En los Andes", por Christiano Junior
"Al distinguido caballero Dr. Félix M.
Gómez
Un viaje a la Cordillera por el camino de Uspallata, el
Puente del Inca y su posada; aguas termales; una galería
fantástica".
"Se han pasado más de veinte años,
después de mi viaje a la Cordillera, pero aún
conservo muy presente en la memoria los
pocos goces y las muchas contrariedades que me acompañaron
en ese viaje".
"En las noches de insomnio en que mis nervios se
encuentran agitados por alguna contrariedad de la vida, se me
figura que esos altos y escarpados cerros, moviéndose en
el espacio cual fantasmas
aéreos, en su danza
vertiginosa se caen sobre mí y me aplastan entre sus
rocas; otras
veces siento que me despeño en uno de esos precipicios de
cientos de metros de altura que en algunas partes bordean el
impetuoso río de Mendoza; y otras me creo arrastrado por
el tempestuoso viento y envuelto en un sudario de nieve, y
más tarde siento en las carnes el intenso dolor, causado
por el pico y garras de un cóndor que se ceba en mi helado
cadáver".
"¡Qué horrible cosa es una noche de
insomnio, poblada de fantasmas, precipicios y tempestades de
nieve, sin esperanza de salvación, sintiendo el aletear
del cóndor que olfatea la presa!".
"La estación se encontraba ya muy adelantada,
pues recién el 25 de marzo (de 1881) emprendí mi
viaje, partiendo de Mendoza en dirección a la Cordillera por el camino de
Uspallata. A las 8 de la noche llegamos a Villa Vicencio, posada
donde no había ni camas ni comida, pero felizmente todo lo
había prevenido. Las únicas cosas que allí
pude comprar fueron un zapallo y un manojo de perejil para el
puchero de la mañana siguiente".
"Después que comimos un buen asado nos acostamos
sobre nuestras camas que aunque preparadas al raso,
proporcionaron agradable descanso a nuestros fatigados
cuerpos".
"Por la mañana, sentados a la mesa para almorzar,
nos vimos cercados por seis u ocho perros de regular
tamaño, a cuyos esqueletos, apenas cubiertos por una
piel arrugada
y falta de pelo en algunas partes, se podía perfectamente
contar los huesos. Sentados
nos miraban con atención esperando les tiráramos
alguna comida, o que en un descuido nos la robaran como
efectivamente sucedió, pues aunque no todo, nos robaron
una cabeza de cordero. ¡Pobres animales!,
¿qué clase de
comida les darían sus dueños? A juzgar por las
apariencias, todo hacía presumir que su ayuno era
permanente. Es probable que fueran perros de caza, que
sólo comían cuando tomaban alguna
presa."
"Después del almuerzo seguimos nuestro viaje,
entrando al poco rato en un camino limitado por altos barrancos
de uno y otro lado, al que por su estrechez le llaman Corredor de
Villa Vicencio. Como a tres leguas de distancia del punto de
partida se levantó una neblina que nos obligó a
interrumpir nuestro viaje en un lugar llamado
‘Hornillos’, donde vivía una familia chilena
ocupada en extraer oro de una mina cuyo producto me
dijeron no excedía de dos onzas por mes. No sé si
por el temor de que le robásemos el producto de su mina, o
si por escondernos la miseria de su rancho, no nos permitieron
dormir en él, concediéndonos apenas que lo
hiciéramos en el patio, donde había una
pequeña gruta en la que después de limpiarla bien,
mandé preparar las camas, evitando así la molestia
de armar la carpa".
"En la mañana siguiente nos pusimos en marcha y
después de subir y cruzar el ‘Paramillo de Villa
Vicencio’ y el ‘Cajón de las
Niñas’, llegamos al valle de ‘Uspallata’
a las 5 de la tarde. Este valle, de propiedad de
la familia
González, de la ciudad de Mendoza, rodeado de cerros de
diferentes colores y
alturas, ofrece al viajero un panorama muy
pintoresco".
"Allí cenamos y dormimos, y siguiendo nuestro
viaje por la mañana del día 28 llegamos a los
‘tombillos’, a nueve leguas de distancia, donde
pernoctamos por ser ya tarde para seguir adelante. Este lugar,
según dicen, es un antiguo campamento de indios mineros, y
a pesar de los años transcurridos después de su
abandono, todavía existen muchas paredes o
‘pircas’, como en la provincia las llaman, restos de
pequeñas habitaciones, la mayor de las cuales no tiene dos
metros en cuadro: en una de ellas pasamos la noche. Al amanecer
del día 29, después del desayuno, seguimos nuestro
viaje, pasando por la ‘jaula’, donde el camino tiene
apenas algunos pies sobre el nivel del río, subiendo
gradualmente hasta el ‘Caletón’, donde se
eleva a cientos de metros sobre el mismo río. Este camino,
que más bien parece hecho para cabras y guanacos que para
gente, además de su estrechez, es limitado por un lado con
un precipicio que causa vértigo y por el otro con un alto
barranco que lo domina por largo trecho. Debido a esa estrechez y
a las vueltas y recodos que privan al viajero de explorarlo con
la vista, allí se han encontrado tropas de mulas, unas que
iban y otras que volvían, que sin poder cruzarse
en el camino se han precipitado en el abismo, con graves
pérdidas para los arrieros y comerciantes. Sin demorarnos
en la ‘Punta de las Vacas’, llegamos a las 6 de la
tarde al ‘Puente del Inca’ ".
"A 49 leguas de Mendoza y a 4 de la cumbre de la
Cordillera, y 3026 metros sobre la mar se encuentra el
‘Puente del Inca’, cuyo nombre le fue dado,
según dicen, por la frecuencia con que allí
acudían los Incas del
Perú para bañarse en sus aguas
termales".
"El sabio que se dedica al estudio de los
fenómenos de la naturaleza,
mucho encontrará allí que pueda despertar su
atención: las vertientes de aguas minerales que
surgen espumantes de la barranca derecha del río, y cerca
del puente, el agua que de
ella cae en forma de lluvia y aunque fría, siempre
mineral; las cristalizaciones unas veces revistiendo las grutas
con un cielorraso de preciosos dibujos, otras
formando estalactitas y estalacmitas de diferentes colores; el
majestuoso arco del puente, el río impetuoso en su fuga,
queriendo romper los obstáculos que se oponen a su curso
y, finalmente, como marco de tan precioso e imponente cuadro, los
altos y escarpados cerros que cierran el horizonte.
¡Qué soledad, qué majestad!".
"Pidiendo venia a los hombres de ciencia que se
han ocupado de la formación del ‘Puente del
Inca’, me permito hacer una pregunta que seguro les
causará risa: ¿Debajo de esa apariencia de
rusticidad natural, no habrá en el centro de ese puente
algo artificial, hecho en los primeros tiempos del Imperio de los
Incas? Algo he leído que me autoriza a tal
suposición: los Incas fabricaban puentes con un tejido de
maderas y bejucos (*), que después cubrían con
tierra y gramilla y según parece eran de mucha
duración. ¿El ‘Puente del Inca’ en su
origen, hace ahora muchos siglos, no sería un puente de
esa clase, que con la acción
del agua mineral y
del tiempo se ha revestido, engrosado y consolidado con las
concreciones calcáreas y ferruginosas que ahora
ostenta?".
"Tres malos ranchos edificados sobre los tres lados de
un patio, que del otro quedaba abierto al naciente, formaban la
posada en aquella época, cuyos muebles y comida mal
preparada servida sobre un mantel de color dudoso, se armonizaban
en su conjunto".
"No pudiendo conformarme con tal comida servida en mesa
y vajilla tan asquerosas, me limité a alquilar un gran
cuarto que nos servía de dormitorio y de comedor, y uno
más chico donde instalé la cocina en la que ayudado
por uno de los arrieros, insigne artista en el arte de asar
carne, dí principio a mis tareas culinarias, para cuyo
objeto había llevado la vasija necesaria como así
muchos y variados comestibles y vino del mejor que
encontré en Mendoza. Además de lo referido
también llevé mesa y bancos de catre,
camas, ropas, dos carpas y un aparato fotográfico para
vistas, todo conducido por 6 mulas".
"A juzgar por los comensales que frecuentaban mi mesa
servida con un mantel y servilletas limpias, la comida
debía ser agradable, mucho más cuando nada les
costaba: la única persona que no
estaba conforme era el fondero".
"Diez días me demoré en el ‘Puente
del Inca’ tomando vistas, bañándome y
cocinando. El 8 de abril a la tarde salimos en dirección
al pié de la Cordillera donde pernoctamos. Al día
siguiente, después de un ligero almuerzo, dí orden
para arrear los animales y subir hasta la cumbre, con el objeto
de sacar una vista panorámica, pero los arrieros se
opusieron diciendo ser ya tarde para subir y volver a una de las
casuchas del correo para pasar la noche, en la que,
decían, caería nieve. Volvimos pues hasta la
casucha que se levanta aquende el ‘Paramillo de las
Cuevas’, donde resolví pernoctar mandando en seguida
armar una carpa para los arrieros".
"Después de la cena nos acostamos, durmiendo
tranquilamente, pero por la mañana al rayar el día,
me levanto y llegando a la puerta veo con sorpresa y disgusto,
que los cerros y valles estaban cubiertos de nieve: había
nevado toda la noche y continuaba nevando bastante. Enseguida me
aparecen los arrieros muy alarmados con lo sucedido, trayendo por
la mano al muchacho conductor de la madrina, quien por haberse
enfermado de la vista, traía los ojos
vendados".
"No había cómo hacer fuego, pues la poca y
mala leña que se encuentra por esas alturas estaba
enterrada en la nieve, el poco pasto que producen esos
áridos terrenos estaba en las mismas condiciones, de
manera que las mulas nada tenían que comer, a no ser la
reducida ración de maíz;
nuestros comestibles, calculados para dos días, ya estaban
muy reducidos; mi compañero, joven muy miedoso y poco
acostumbrado a viajar, se desesperaba de nuestra
situación, como así un señor que regresando
de Chile, se refugió en la casucha el primer día de
nuestro encierro y que como persona muy acostumbrada a viajar por
esos lugares, con razón se alarmaba, temiendo que la nieve
continuara por muchos días y que muriéramos por
falta de víveres. Creo que quienes estábamos
más conformes con la situación éramos yo y
mi perro Pacha, que siempre que se encontraba a mi lado, no le
faltaba buen humor".
"Cuatro días y cuatro noche pasamos allí
sin poder movernos, rodeados por ese fantasma de la nieve que
amenazaba cobijar nuestros extenuados cuerpos entre los pliegues
de su blanco sudario".
"En la mañana del día 13, cuando
abrí la puerta de nuestra prisión, el sol con sus
rayos de fuego por ella entraba anunciándonos la
salvación. Un cielo de intenso azul sin nubes
prometía un día hermoso, y allá abajo se
divisaba una tropa de novillos conducida por varios peones que se
dirigían a Chile, abriendo en su paso por la nieve la
estrecha senda por donde volvimos al ‘Puente del
Inca’. Ya era tiempo, pues nuestros víveres se
habían concluido, y la nieve en algunas partes llegaba a
la altura de las mulas".
"¡Qué escapada providencial!"
"Con la alegría de los náufragos que han
vagado durante varios días en el océano sobre una
frágil jangada, y que llevados por un viento y corriente
favorables llegan a una playa hospitalaria, así llegamos
al ‘Puente del Inca’ ".
"Un caso que mucho admiré durante mis excursiones
entre el ‘Puente del Inca’ y el ‘Paramillo de
las Cuevas’, fue la cantidad de yeseras que en forma de
pequeños cerros se ostentan a los costados del camino. Si
estas yeseras estuvieran en las inmediaciones de un puerto y
fueran explotadas debidamente, darían por muchos
años yeso suficiente para todo el mundo. Dos pozos que se
encuentran a media cuesta del ‘Paramillo de las
Cuevas’, no despertaron menos mi atención: uno de
ellos estaba casi borrado y el otro tendría como 8 o 10
metros de profundidad, pero personas que hace muchos años
viajaban para Chile, me han dicho que conocieron esos pozos o
cuevas como generalmente les llaman, con una profundidad tal, que
uniendo varios lazos y atando una piedra en la punta nunca han
tocado el fondo, y que tirando piedras adentro, éstas iban
chocando contra las paredes, produciendo un ruido que poco
a poco iba disminuyendo de intensidad hasta desaparecer por
completo, debido a su gran profundidad".
"A pesar de mis indagaciones, no he podido saber con
certeza el origen de estas cuevas. Dicen algunas personas que
ellas existen desde tiempo inmemorial, pero no falta quien diga
que se han formado con el temblor que destruyó a Mendoza.
A mi entender esos pozos se han abierto durante algún
cataclismo, para dar salida a los gases
comprimidos en el centro de la
tierra".
"El día 21 dejé el ‘Puente del
Inca’ y bajando por el lado derecho del río
pasé frente al ‘Cerro de los Penitentes’, el
cual cuando se encuentra cubierto de nieve presenta un
espectáculo muy curioso e ilusorio, pues unas puntas o
aristas que se destacan en su plano inclinado, vistas de lejos
parecen monjes o penitentes, unos en actitud de
orar, otros de contemplación; y es debido a esa
ilusión óptica
que le dieron tal nombre".
"Uno de los fenómenos que más llamó
mi atención fue una galería de muchos metros de
extensión, quizás de cuadras, y de una altura y
anchura de 4 o 5 metros, formada por una o más avalanchas
de nieve que en el año de 1879 o 1880 se desprendieron de
los cerros, cayendo en el lecho de un zanjón por donde en
el verano corre un pequeño arroyo. Tal fue la masa de
nieve desprendida que alcanzó hasta la barranca izquierda
del río de Mendoza, el que por varias horas quedó
aprisionado, hasta que pudo horadar y pasar, formando un puente,
que durante todo el invierno y primavera siguientes dio pasaje a
muchos peones y jinetes. Finalmente con los calores del
estío y el trabajo de
las aguas del río, el puente de nieve se derritió,
pero no así la parte que llenaba el zanjón, en la
que la temperatura de
las aguas represadas del arrojo formaron una inmensa y
fantástica galería, iluminada en varias partes por
pequeños tragaluces, donde la nieve ya muy delgada dejaba
pasar los rayos luminosos. ¡Era una verdadera maravilla
fantasmagórica y digna de figurar en los cuentos de Las
mil y una noches!"
"Me han contado que un empleado del telégrafo
trasandino que andaba recorriendo la línea y que por
felicidad llevaba el caballo por la rienda, pasaba por ese lugar
en momentos en que caía una avalancha, la que le
sepultó el caballo, quedando él ileso".
"Después de varios días de demora en la
margen derecha del río, lo crucé en el punto de su
unión con el Tupungato y me dirigí a Mendoza, donde
llegué el 28, habiendo pernoctado en los mismos puntos
donde lo hiciera a la ida, sin faltar la ‘Gruta de los
Hornillos’, y la famosa posada de Villa Vicencio, sin
camas, sin comida, y con sus perros hambrientos".
(*) Planta enredadera que produce sarmientos que sirven
como cuerdas
Regina Pacini de Alvear nació "en Lisboa,
Portugal, el 5 de enero de 1871. Dedicada al arte lírico,
a los diecisiete años se consagró al presentarse en
el teatro San Carlos
de su ciudad natal, cantando La sonámbula, de
Bellini. A partir de ese día, 5 de enero de 1888,
conoció el éxito en escenarios de toda Europa. Con un
repertorio variado, la alumna de Vilani y Matilde Marchessi, con
quienes había estudiado en París, tuvo por
compañeros, entre otros, a Caruso y Tita Ruffo. En 1899
vino al Río de la Plata, para cantar en el Solís de
Montevideo y en el Politeama de Buenos Aires. Aquí Alvear
la vio y oyó por primera vez, y la seguiría luego
por diversas salas, hasta que ella lo aceptó como marido.
Se casaron en Lisboa el 29 de abril de 1907, y esta
decisión de la Pacini determinó su retiro de la
escena. Desde entonces se convirtió en la esposa del
político y del hombre de
Estado, junto al cual supo desempeñarse con el
señorío propio de quien descendía de
personalidades notables. Después de la muerte de
Alvear, en 1942, se consagró al ordenamiento del archivo
de aquél, para que pasase a poder de la Nación.
Obras piadosas ocuparon su tiempo pero en especial una que desde
1927, fecha de la fundación, tenía su preferencia
por el significado sentimental: la Casa del Teatro. Los
continuadores de su obra no han cesado de rendirle el homenaje de
su gratitud –la sala teatral de la misma se llama Regina-,
por esa iniciativa que favorece a los menos afortunados del mundo
teatral. La localidad Villa Regina, en Río Negro, fundada
en 1924, fue bautizada así en su homenaje. Murió en
su residencia de Don Torcuato, provincia de Buenos Aires, a los
noventa y cuatro años de edad, el 18 de septiembre de
1965" (5).
En Regina y Marcelo, Ana María Cabrera
recrea la historia de amor entre la
soprano y el presidente; la suya es "una novela de
pasiones, renunciamientos, éxitos y fracasos, y por sobre
todo, la historia de un amor indestructible" (6). "La boda de
Marcelo T. de Alvear y la famosa soprano portuguesa Regina Pacini
despertó los más insidiosos comentarios de la
sociedad porteña, que no podía admitir que el
soltero más codiciado del ambiente se
casara con una artista. Cuando Alvear asume la presidencia de la
Nación en 1922, Regina se convierte en la Primera Dama del
siglo XX. Y, a pesar de la injusta indiferencia de los
argentinos, demuestra la generosidad de su alma al crear
la Casa del Teatro, un emprendimiento por entonces único
en el mundo, destinado a la protección de sus colegas
artistas" (7).
En "Escritoras de hoy miran a las mujeres de ayer",
Norma Pérez Martín se refiere a esta obra y al
contexto en el que surge:
"La novela
histórica instala en nuestros días un espacio
frecuentado por autores y lectores. El siglo XlX desde la
óptica romántica primero, y realista-naturalista
después, aportó obras que constituyeron modelos en su
género.
Actualmente, otros postulados y otras estéticas invaden y
multiplican los textos. La modernidad (o,
para ser más precisos, la posmodernidad)
refleja crisis de
valores,
descreimientos, la devorante globalización frente a las utopías
de ayer constituyen algunos tópicos que vertebran obras
que hoy circulan en la narrativa-, el cine, el
teatro, etc".
"La novela histórica en argentina cuenta con
hombres y mujeres atraídos por personajes tentadores para
su ficcionalización".
"Me centraré pues dada la abundancia de material
en algunas obras escritas por tres novelistas, cuyos ejes
temáticos apuntan a figuras femeninas poco conocidas, mal
conocidas o desconocidas hasta ahora. en todas estas creaciones
ficcionales el pasado se observa con sentido crítico,
desprejuiciadamente y en ciertos momentos apelando a la
parodización frente a los vicios y tabúes que la
sociedad imponía. Aquellas épocas se desnudan como
reflejo y origen de muchos males que continúan
aquejándonos".
Se ocupa de "Amadísimo patrón", de Susana
Bilbao; La princesa federal y "Una Mujer de Fin de
Siglo", de María Rosa Lojo; "Felicitas Guerrero (La mujer
más hermosa de la república)"y "Regina y Marcelo:
un duetto de amor", de Ana María Cabrera.
Acerca de esta última obra, manifiesta: "Si bien
los personajes que enuncia este título no son
desconocidos, merece destacarse el subtítulo de la novela.
¿Por qué un ‘duetto de amor’? no
sólo porque alude a la relación de Regina Pacini
con Marcelo T. de Alvear, sino porque la música justifica en
esencia a la protagonista y ofrece recursos
discursivos metafóricos y sonoros a la novelista. La
famosa soprano portuguesa Regina Pacini, al casarse con el
privilegiado y donjuanesco Marcelo (que llegaría a la
presidencia de la nación) traía una rica y exitosa
carrera artística desarrollada en los más
importantes teatros líricos de Europa. Reconocida y
aplaudida por gobernantes, reyes y afamados maestros de la
ópera, abandonará la fama y los escenarios por amor
y sumisión a su marido. Marcelo, amante de la
música, fascinado por la voz de aquella mujer al casarse
le exigirá que abandone el canto. Ana María Cabrera
con minucioso tratamiento psicológico focaliza a estos dos
personajes movidos entre la pasión, la sumisión, la
entrega y el autoritarismo machista".
"La trayectoria de Regina no culmina como primera dama
(junto al triunfante candidato del radicalismo). Ella
llevará a cabo la fundación y dirección de
la Casa del Teatro. A partir de esta perspectiva la novelista
acentúa la sensibilidad social y la calidad humana de
quién fuera menospreciada por la oligarquía
porteña (por su pasado como actriz). Regina Pacini
decidió levantar la Casa del Teatro (que hoy
perpetúa su nombre en nuestra ciudad) pues le preocupaba
dar albergue a los hombres y mujeres de la escena nacional que
carecieran de familiares y recursos para sobrevivir".
"Luces y sombras: estas y otras obras de nuestro tiempo
revelan realidades opacadas o calladas totalmente por la historia
oficial" (8).
Luis Gowland Moreno nació en Madeira, Portugal,
en 1902; falleció en Buenos Aires en 1971. "Adhirió
al movimiento del
informalismo argentino. Su obra se caracteriza por sus temas
urbanos: casas, plazas y escenas callejeras. Desde 1939
concurrió al Salón Nacional. Obtuvo numerosos
premios y sus obras fueron incorporadas a los principales museos,
como el Nacional de Bellas Artes,
el Provincial de Santa Fe, el Municipal de Córdoba y el de
Mar del Plata. En 1963 fue invitado por Jorge Romero Brest a
exponer en el Museo Nacional de Bellas Artes, junto a Antonio
Berni y Juan Del Prete" (9).
Del 28 de Noviembre al 20 de Diciembre de 2002, tuvo
lugar en la galería Principium la muestra "Papeles
de los ‘60", en la que participaron Carlos Alonso, Ernesto
Deira, Luis Gowland Moreno, Alberto Heredia, Kenneth Kemble,
Rómulo Macció, Freddy Martínez Howard,
Fernando Maza, Marta Minujin, Luis Felipe Noé, Rogelio
Polesello, Mario Pucciarelli, Dalila Puzzovio, Emilio Renart,
Josefina Robirosa, Jorge Roiger, Kasuya Sakai, Antonio
Seguí, Grete Stern, Pablo Suárez, Clorindo Testa y
Luis Wells.
En "Una mirada a los años sesenta" se
afirmó acerca de la misma:
"Los contradictorios y seductores años 60 han
quedado caracterizados como un período de gran libertad y
enormes esperanzas, como la etapa que marcó el primer gran
capítulo del protagonismo mundial de los
jóvenes".
"Sus partícipes fueron portadores de las
ilusiones de una sociedad confiada en que el cambio era de
verdad posible, deseable, y en cierto modo
inevitable".
"Muchos testigos de aquellos años los interpretan
como un período dorado de la civilización, con
logros tecnológicos y artísticos que modificaron
para siempre muchos aspectos de la vida humana".
"Ya finalizada la Segunda Guerra
Mundial y atenuados los efectos de la posguerra, el mundo se
sumerge en una ola de optimismo generalizado. Se experimentaron
una serie de profundos cambios relacionados con la
modernización de la sociedad".
"Eran años en que todo parecía posible, y
a su vez años conflictivos, tanto en el panorama mundial
como en el local. El ‘swinging London’' y
Woodstock convivían con la guerra
fría y Vietnam".
"El mundo estaba gobernado por algunas de las grandes
figuras nacidas a fines del siglo anterior: De Gaulle, Churchill,
Adenauer, Nehru, Nasser. Casi todos morirían en los
sesenta o a comienzos de la siguiente década.
También en esos años mueren violentamente los
jóvenes John y Robert Kennedy, Martin Luther King,
Patricio Lumumba y Ernesto Guevara Lynch. Los grandes hombres y
las grandes causas son de este tiempo, el tiempo de las grandes
esperanzas en la transformación de la realidad. Tal vez
sean los valores
utópicos de entonces los que hoy generan una gran
nostalgia".
"El carácter rebelde no se limitó a ser
el rasgo de una minoría ilustrada, sino un elemento de
gran expansión social, presente en infinidad de personas,
lugares y situaciones".
"El mayo francés quedó canonizado porque
partía de ese gran centro de irradiación de
prestigio intelectual que era París, aunque la realidad
indica que la rebelión juvenil no se encendió y
apagó en sus barricadas".
"En la Argentina de los sesenta se vivieron muchos
momentos de alto valor
artístico y cultural. En aquellos años se registra
el punto más alto en la curva de crecimiento de la
industria
editorial local. Las revistas de actualidad dedicaban grandes
espacios a los ‘happenings’ y la cultura
estaba de moda.
Había un notable florecimiento de variados grupos y
movimientos con inquietudes artísticas e intelectuales de
toda índole".
"El Instituto Di Tella fue un complejo generador de
muchas manifestaciones artísticas, era un faro de la
experimentación y la vanguardia y
uno de los ejes principales de la actividad cultural de aquella
década".
"La
televisión también estaba en el momento de
plenitud total de su rol, mostrando al mundo en directo la
llegada del hombre a la luna. Por primera vez la audiencia
argentina recibió una transmisión vía
satélite y más de cuatro millones de espectadores
se emocionaron con los primeros pasos de Neil Amstrong sobre la
desolada superficie lunar y con su ya histórica frase
"Este es solo un pequeño paso dado por un hombre pero
representa un gran salto para la humanidad’ ".
"Sería injusto para con los muchos artistas que
ya venían trabajando, presentar esta década como un
brote sin raíces en el pasado reciente que si bien
significó una gran apertura en el arte y la cultura, es
innegable que ya desde mediados de los cincuenta comienza a
gestarse lo que adquiriría un perfil definitivo en los
sesenta".
"En el catálogo de la exposición
‘Siglo XX argentino, arte y cultura’, Raúl
Santana nos dice muy lúcidamente que ‘la
década del sesenta, más allá de cualquier
otra consideración, sigue siendo paradigmática, y
en un dialéctico juego,
está en la base de las más encumbradas visiones y
procedimientos
artísticos de nuestra actualidad’ ".
"Hemos decidido presentar en nuestra sala una selección
de obras sobre papel de varios artistas elegidos entre los
más representativos de los años sesenta en nuestro
país. Estamos seguros que este
conjunto de obras refleja la gran calidad que éstos
siempre tuvieron".
"Evocar a los sesenta en todos sus aspectos, es una
forma de valorar todo lo positivo que nos han dejado, y
también un camino para comprender que ningún tiempo
pasado fue tanto mejor que el que nos toca vivir".
El catálogo incluye la biografía de los
artistas. Transcribimos la que nos interesa
especialmente:
"LUIS GOWLAND MORENO (Funchal, isla de Madeira, 1902 –
Buenos Aires 1971). Pintor. 1951, Bienal de Arte Hispanoamericano
de Madrid y 1956,
exposición ‘150 años de Pintura
Argentina’ realizada en la National Gallery of Art
de Washington. A partir de 1957 inicia la búsqueda de
experiencias informalistas. 1963, integró la
exposición de Arte Informalista Argentino que
recorrió varias capitales españolas. Ese mismo
año expone en el MNBA invitado por Romero Brest junto a
Antonio Berni y Juan Del Prete. 1984, se realizó en el
Palais de Glace una retrospectiva de su obra"
(10).
En "Sabores de una historia", varios jóvenes
autores de esa ascendencia recogen el testimonio de una abuela
portuguesa, matizado por recetas culinarias.
Ellos escriben: "Vamos a contar una historia de una
abuela que podría ser la de cualquiera de nosotros y a
través de ella tratar de conocer parte de la cultura de la
colectividad portuguesa en la Argentina pero todavía no
hablamos del ingrediente que servirá para hacer de una
historia individual algo que abarque a muchas más
personas. Y hablando de ingredientes ¿Qué mejor que
la gastronomía?".
"La cocina nos transporta al pasado
automáticamente. Los olores, sabores, ruidos de ollas o
del aceite
hirviendo nos recuerdan pedazos de nuestra infancia más
vivamente que una foto. Casi podemos vernos a nosotros mismos
desde la cuna observando a nuestra madre haciendo una papilla o
ya más grandecitos recibiendo reproches por hurgar entre
las sartenes calientes en busca de nuestra comida favorita. Es
imposible no asociar ciertas comidas a una persona o a un lugar
que ha quedado en el pasado y es por eso que la
gastronomía es uno de los elementos más sencillos y
efectivos para hacer fuertes los lazos que nos unen a nuestros
ancestros y a esas historias comunes de las que hicimos
referencia anteriormente".
"No hay que esperar un arduo trabajo de
recopilación de información o datos concretos,
es solamente un relato de vida de una inmigrante contada a
través de recetas que por supuesto dejará muchos
puntos en el tintero pero al mismo tiempo muy probablemente sirva
para conocer parte del Patrimonio
Gastronómico de la colectividad Portuguesa y lo que es
aún más importante para conocer un poco más
acerca de nosotros mismos y de nuestro pasado".
"Llegamos a la casa de Zulmira una tarde de Mayo
comentándole el trabajo que se nos había planteado
realizar. Vive en una casa pintoresca y sencilla en Villa Elisa,
una localidad cercana a La Plata, donde existe una comunidad muy
importante de portugueses que llegaron hasta aquí por
diversas razones. Para nuestra suerte esa misma tarde estaba
preparando unos ‘Felhoses’ (buñuelos de
zapallo) que desaparecieron antes de terminar la primera pava de
mate".
"Le comentamos que íbamos a realizar un trabajo
sobre la colectividad portuguesa en Argentina y más
específicamente sobre el patrimonio culinario de dicha
colectividad y cómo era reproducido en esta tierra
adoptiva. Luego de este comentario ya no pudimos hablar, fue como
encender una máquina del tiempo impulsada por el motor de los
recuerdos y la melancolía. Eran tantos datos, recetas,
relatos, historias, personas, lugares que no nos daban las manos
para volcarlos al papel. Así fue que esa tarde decidimos
olvidarnos del trabajo y dedicarnos a escuchar, escuchar como un
nieto escucha un cuento en los
brazos de su abuelo esperando que esa historia nunca
termine".
"Luego de esa reconfortante experiencia decidimos que lo
mejor era dividir al trabajo en varias partes para hacer
más fácil la recolección de
información y además para tener la excusa de poder
frenar a ‘la abuela’ cuando se embalara en el
relato".
"Zulmira Rosa Alves nació hace 68 años en
Extremadura, región de Portugal donde se encuentra la
capital: Lisboa. Es una tierra de grandes atractivos naturales,
costas y obras arquitectónicas monumentales y
centenarias".
"Joaquín Alves, padre de Zulmira (recordemos que
Rosa es el apellido materno que en Portugal es el que figura
primero) nació en aquella región y formó una
familia numerosa como era común en aquel entonces y
él fue el primero de la familia que en un contexto general
de hambre en Europa se decidió a venir a probar suerte a
una tierra lejana y desconocida. Así que llegó a la
Argentina alrededor de 1935 y trabajó en la fábrica
Loma Negra en Olavarría".
"Luego de unos años, después de terminada
la segunda guerra,
Joaquín volvió a su tierra con intenciones de
quedarse pero la situación no era como él pensaba.
Luego de estar alejado de su familia por casi diez años en
Europa casi nada había cambiado y en Portugal incluso las
cosas eran más difíciles aún porque un
dictador tomaba ahora las decisiones en el gobierno. Ante
tal panorama, Zulmira, ya adolescente presionaba a su padre para
que regrese a la Argentina pero esta vez con toda la familia. Y
así fue".
"En 1950 ‘nuestra abuela’ con 17 años
llegaba a esta tierra que según sus palabras imaginaba
como ‘un lugar lleno de oportunidades y donde todos
podían trabajar y vivir bien’. Al llegar aquí
se dio cuenta de que no todo era tan fácil y
entendió lo difícil que es dejar la patria.
‘Ser inmigrante es cargar una mochila muy pesada llena de
desarraigo que sólo se hace más leve cuando nacen
los hijos. Es muy difícil llegar a un lugar donde nadie te
conoce y ni siquiera habla tu idioma pero con los años uno
hecha raíces y regresar deja de ser una
opción’ ".
"Se nota en su rostro al decir estas palabras una gran
melancolía y añoranza pero no arrepentimiento.
Según ella cada vez que se va a dormir y cierra los ojos
vienen a su mente los paisajes, personas, olores de diferentes
comida y otras cosas que hacen que nunca pueda olvidarse de su
lugar de nacimiento".
"Villa Elisa es una localidad de cerca de 50000
habitantes cercana a la ciudad de La Plata. Este es su hogar
ahora, aquí tuvo su familia y vivió toda su vida
desde vino a este país. Llegó cuando al regreso de
su padre a la Argentina no pudo volver a trabajar en Loma Negra.
Las tierras de Pereyra Iraola habían sido expropiadas en
gran parte y esos terrenos eran alquilados a familias de
inmigrantes que trabajaban la tierra. En una de esas tierras se
instalaría su familia para comenzar a pelear en esta
Argentina".
"Los primeros tiempos fueron difíciles, se
encontraron en medio de una comunidad húngara con la que
se hacía muy complicado comunicarse. Existía un
importante asentamiento de portugueses que se dedicaban a la
floricultura pero se encontraban del lado oeste de las
vías del Ferrocarril Roca y no tenían contacto con
los quinteros (húngaros). Estos portugueses en su
mayoría provenían de Comodoro Rivadavia donde
habían trabajado en el
petróleo y luego la vida los traería más
de mil kilómetros al norte otra vez a una tierra
totalmente distinta".
"Uno de los primeros cambios fue justamente en la dieta
ya que pasó de ser a base de pescados y frutos de mar a
ser ahora compuesta en su mayoría por frutas y hortalizas.
La carne era de muy mala calidad por lo que la mayoría de
las familias criaba animales de granja para sacrificarlos y
comer".
"Zulmira no recuerda mucho los postres que comía
en los primeros tiempos. Quizás el olvido se deba a que en
los tiempos difíciles elaborar un postre era algo que no
se hacía habitualmente en una familia de inmigrantes de
clase media baja. ‘lo que si recuerdo es estar ayudando a
mi madre a hacer las areias que son unos bocaditos dulces
para la merienda’ ".
La evocación prosigue: " ‘con los hijos de
las otras familias portuguesas que vivían mas cerca de
nuestro hogar nos juntábamos a recorrer y a charlar con
otras chicas de las historias de amor que habíamos tenido
y como fue cuando despidieron a su amor al tener que dejarlos en
su tierra. Estas historias y charlas eran muy comunes entre las
jovencitas de esa época. Me acuerdo de una amiga de mi
pueblo y que todas las tardes íbamos a charlar mientras
alimentábamos a las gallinas hablando acerca de todo lo
que habíamos dejado atrás’ ".
"A falta de un postre típico para presentar esta
etapa de la vida de ‘nuestra abuela’ vamos a incluir
la receta de las ‘Areias’ que si bien no es un
postre tradicional es una masita dulce que se come por las tardes
con el mate o con el te. Hablando del mate Zulmira nos
contó que al principio le parecía una costumbre muy
extraña y no le gustaba, pero sin embargo nos dijo que el
mate cocido sí le gustó".
"Los años pasaron y la Argentina ya no
parecía una tierra tan extraña. El tiempo cura o
alivia todas las heridas y por eso la tristeza por estar lejos
del pueblo natal se fue transformando en nostalgia. Cuando
tenía veinte años conoció al amor de su vida
y se casó formando una familia de la que hoy está
más que orgullosa. Joaquín Da Conceicao era
también un inmigrante venido de Portugal que por
casualidad era de la región de Extremadura como Zulmira.
Su historia era poco diferente ya que vino al país con tan
sólo dos años por lo que la adaptación fue
mucho más fácil y no llevaba sobre sus espaldas el
peso del desarraigo. Era un argentino nacido en Portugal, se
podría decir".
"Joaquín vivía también en Villa
Elisa pero del otro lado de las vías, su familia trabajaba
en la floricultura y él había realizado con
éxito el curso de técnico tornero y hasta tuvo su
propia tornería que se fundió
obligándolo a conseguir trabajo como tornero en la
fábrica Alpargatas".
"Luego de casados se mudaron a una precaria vivienda que
alquilaban pero con la llegada del primer hijo (José Luis)
tuvieron que mudarse nuevamente y así llegaron a la casa
donde hoy todavía viven. Para la obtención de
mayores ingresos Zulmira
hizo un curso de corte y confección y este trabajo le
redituó durante muchos años".
"Con el nacimiento de sus otros dos hijos (Alberto y
María Teresa) la casa tuvo que ir ampliándose.
Después de algunos años Zulmira puso su propio
negocio (una ferretería) el que conservó hasta hace
unos pocos años".
" ‘El trabajo me quitaba mucho tiempo para atender
a mis hijos pero siempre encontraba tiempo para cocinar cosas
ricas para ellos. A través de las comidas les relataba
historias de mi pueblo para que conozcan mi pasado. Muchas veces
no me escuchaban pero si lo hacían cuando les hacía
sus comidas preferidas’ ".
"En ese entonces ya eran comunes las heladeras y la
calidad de la carne había mejorado notablemente. Al ya no
tener quinta los productos
frescos como las frutas, verduras y huevos se compraban en el
mercado y la
leche y quesos
eran traídos por el lechero todas las
mañanas".
" ‘Como no recordar la noche de Navidad con
mucho frío cerca del hogar, hace 60 años se
cocinaba con leña mientras los abuelos le contaban cuentos
a los nietos al lado del calorcito, mientras los más
grandes ayudaban a armar la mesa. Con ocho años esas cosas
se viven intensamente’ ".
"Es posible que sean las fiestas la época en que
más se extraña el pueblo natal, y quizás
esta sea la causa por la que se mantienen vivas las costumbres.
Tal vez sea la gastronomía la costumbre que mejor
represente esto, si no cómo explicar que en medio del
calor del
verano se consuman platos típicos del invierno. ‘Las
primeras Navidades en Argentina fueron muy difíciles, pero
siempre respetábamos la comida y platos tradicionales que
nos traía nostalgia y nos reconfortaba al mismo
tiempo‘ ".
"Zulmira nos contaba sus recuerdos de los preparativos
para la cena de Navidad: ‘se cocinaba bacalao con papas
cebolla y cabezas de nabo con ese gustito tan rico tirando a
picante. Aparte se hervían el brócoli y las coles a
fuego fuerte se condimentaba con aceite de oliva, aceitunas y
huevos duros. Se tomaba mucho vino blanco, dorado y verde, y
luego antes de las doce se comían los felloses que
son unos buñuelos de zapallo dulces y amarillos tirando a
naranjas que se acompañan con café,
agua ardiente y vino de Oporto. Para el día de Navidad era
infaltable el cabrito hecho a leña en el horno de barro
acompañado de arroz blanco, y de entrada generalmente,
unas almejas y una copita de Cinzano Rosso. Los postres de
Navidad son hechos con variedades de dulzuras, nueces, almendras,
higos secos blancos del sur de Portugal, etc. Con los postres es
infaltable el vino de Oporto, o también es infaltable el
vino roses. Otra cosa que no puede faltar es el arroz
doce (arroz con leche) que se distribuye en platos de postre
y con canela se pone las iniciales de cada familiar en el plato y
se dibujan las flores de la zona, ¡¡¡qué
hermoso recordar estas cosas!!!’ ".
"Para Zulmira la Navidad representa siempre una manera
de reunir a la familia y de recordar a través de las
charlas y de las comidas como fue su pasado, su tierra querida y
sus tradiciones que tratan de seguir haciendo en este país
a tantos kilómetros de sus raíces".
" ‘Ya con poca memoria por los
años y los avatares de la vida no puedo sin embargo
olvidarme de la Pascua, junto con las tradicionales ceremonias de
Semana Santa, Pues en esos días la mayoría come
mucho pescado que se elabora de diferentes formas, sólo el
bacalao tiene 365 recetas, una para cada día, y
además se comen también muchas sardinas asadas que
solamente se consiguen en Portugal y algunas partes de España.
También en el Día de Todos los Santos recuerdo lo
lindo que era ver a todos los niños
que iban a visitar a todos sus padrinos y madrinas, esperando
toda clase de cosas ricas sin que falten hasta el día de
hoy las merenduinhas dulces que son como un pancito
francés hecho con canela, anís hierba dulce, etc.
Además de los piñones torrados y los higos secos
picados, almendras y nueces’ ".
"’ Bueno, basta porque lloro mucho al recordar
estos sabores. Se me viene a la mente las siete colinas sobre las
cuales se edifica Lisboa con los palacios y jardines que en parte
funcionan como posadas o restoranes, ver el mar verde, la
desembocadura del río Tajo, la torre de Belén y
muchas cosas más’ "
" ‘Para mi siempre fue importante mantener un
contacto con la colectividad portuguesa ya que es una forma de
traer mi pueblo a la Argentina y de mantener y usar mi idioma. Me
gusta juntarme a escuchar fados (folclore
portugués) y las famosas melodías de las guitarras
de doce cuerdas’ ".
"Para suerte de Zulmira muy cerca de su casa se
encuentra la Casa de Portugal ‘Virgen de
Fátima’ que organiza reuniones periódicamente
donde la gastronomía y música portuguesas siempre
dicen presente. La fecha más importante que festeja la
colectividad es el 10 de Junio: Día de Portugal y la
Lengua
Portuguesa. Se realizan grandes festejos donde conviven los
inmigrantes más antiguos con niños que
recién comienzan a entender un poco de sus
antepasados".
"En interminables parrillas se hacen gigantescas
parrilladas, se toma mucho vinho verde y se comen
deliciosas tortas y otros postres a los que se suma el
helado".
"Otra forma que Zulmira se encontró para reforzar
sus raíces es la de organizar viajes de
peregrinación hasta Tandil donde se encuentra el santuario
de la Virgen de Fátima. Ella misma se encarga de conseguir
los micros, organizar las visitas, buscar la gente para viajar,
juntar el dinero,
etc. Y todo lo hace sin obligación y con mucho gusto como
si de esta forma encontrara una felicidad que sería muy
difícil de explicar y entender con palabras".
"Toda estás diferentes formas de reunirse con la
colectividad la han llevado a conocer muchos portugueses o
descendientes de portugueses con los que usualmente se
reúne los domingos a comer algún que otro bacalao
con papas o ¿por qué no? un regio asadito hecho por
ella misma".
"’No sé qué haría si no
conociera aquí a alguien de mi tierra con quien pueda
hablar mi lengua y contar historias de un hogar que hoy se
encuentra lejano en distancia pero muy cerca en recuerdos. Por
eso me gusta invitar ‘paisanos’ a comer a casa
así de esta forma mantengo viva mi condición de
portuguesa. Además siempre fui muy predispuesta a charlar
con la gente y tengo amigos en todos los lugares que visito.
Siempre alguno pasa por mi casa y se queda algunos días y
yo no pierdo la oportunidad para cocinarles algo rico y bien
portugués’ " (11).
Rubèn Benìtez, periodista y escritor,
està radicado en Bahìa Blanca, donde dirige el
suplemento semanal de cultura del diario La Nueva
Provincia. Completò estudios de arte y letras, como
becario, en la Universidad
Complutense de Madrid, època que refleja en Dìas
y caminos de España. Escribiò las novelas La
pradera de los asfòdelos y Los dones del
tiempo, numerosos cuentos y poemas, y la
obra de teatro Ezequiel, estrenada en ocasiòn del
Congreso Internacional sobre la vida y la obra de Ezequiel
Martìnez Estrada, realizado en la ciudad
bonaerense.
La inmigraciòn que llegò a la Argentina
aparece en varias de sus obras. En Los dones del tiempo
(12) –biografía de la asturiana Cecilia Caramallo-
se refiere a los inmigrantes en Bahìa Blanca, sus
expectativas cumplidas y fallidas, sus recuerdos, sus
abnegaciones. Entre esos inmigrantes, hay portugueses.
Amèrica aparece –al igual que en todas las
novelas de inmigraciòn- como el destino soñado, que
desconcierta a los extranjeros con su forma de entender la vida y
las distancias. Para un portuguès, para una asturiana, las
tierras son enormes, la cantidad de ganado es tal que debe dormir
a la intemperie. Son realidades difìciles de aceptar para
quienes vienen acostumbrados a lo exiguo, a lo
mìnimo.
En Bahìa Blanca, en Pelicurà, se
desarrolla la acciòn y esta circunstancia la vuelve de
especial interès para quienes habitan la ciudad y para
quienes, desde cualquier parte del mundo, quieran saber sobre la
forma de vida de los inmigrantes en ese punto de la Argentina.
Aporta datos sobre la vida de portugueses, asturianos, escoceses
e ingleses en la provincia de Buenos Aires, a partir de fines del
siglo pasado y hasta nuestros dìas, en que la anciana
transita con su coche causando espanto a los transeùntes y
a los otros automovilistas.
En "José Balbino, el portugués" (13),
Maria Elena Massa de Larregle relata la historia de este
inmigrante. Su ensayo fue
distinguido con el Segundo Premio en el Certamen "Recuerdos de
Olavarría", en el que actuaron como Jurados los profesores
María Teresa Sanseau de Marino, Marta Spaltro de
Pantín y Roberto Forte.
Transcribimos algunos pasajes:
"El había nacido en Portugal el 9 de marzo de
1900. Casado con Ana Brígida Ferreyra y padre de una
niña (María, hoy señora de Elbey),
pasó con ellas a Francia por un breve tiempo, y desde
allí vinieron todos a la Argentina en 1930. Su lugar de
radicación fue una cantera próxima a Villa
Mónica, llamada según referencias Cerro del Aguila,
donde trabajó como picapedrero. Era ése un oficio
duro pero muy requerido en tiempos en que continuaba avanzando el
empedrado en ciudades del interior (recién después
del año 1938 fue desplazado por el asfalto, llegando esa
tarea de recambio a Olavarría, hasta tiempos de la
intendencia de Alfieri, en los años setenta".
Por participar en una huelga de
obreros, se quedó sin empleo. "Una
circunstancia fortuita lo constituyó en dueño de un
colectivo marca Chevrolet:
fue la forma de poder cobrar una suma que le adeudaban por
salarios. Y con
ese vehículo, tuvo la posibilidad de iniciar lo que
sería su ocupación de allí en más:
conducir el UNICO medio para viajar entre Bolívar y
Olavarría en forma directa y en colectivo".
Años más tarde, la muerte se le
anunció estando al volante: "Continuó en
Olavarría un tiempo más en viajes particulares para
CORPI, para escuelas de educación
especial. En una de estas tareas de transporte,
llevando en su viejo colectivo chicos de una Escuela
Diferenciada (como se llamaban entonces) lo alcanzó el
invisible rayo de su destino. Sintiéndose mal, tuvo
lucidez y un último gesto de responsabilidad, por las vidas que transportaba,
para quitar el pie del acelerador y llevar con suavidad la marcha
hacia el borde de la vereda. Y dejó que el infarto
hiciera su obra. Falleció a los cuatro días, el 30
de enero de 1968. Preguntó por ‘los chicos’
–los escolares- y cerró los ojos. Se había
cumplido un ciclo en una vida".
Carlos Marìa Ocantos es el autor de
Quilito (14), una de las tres obras màs
representativas del "Ciclo de la Bolsa" (las otras dos son La
Bolsa, de Juliàn Martel, y Horas de fiebre, de
Segundo Villafañe).
Andrès Avellaneda señala que "dos grandes
grupos de novelas filiadas en mayor o menor grado al naturalismo,
se refieren a los temas decisivos en el momento ochentista: el
inmigrante y la fiebre
financiera" (15). En Quilito, estos temas aparecen
entrelazados, al tiempo que se transmite una visiòn
selectiva sobre la inmigraciòn europea, destacando las
virtudes de los ingleses y tolerando a los latinos.
En 1888 apareciò Leòn
Zaldìvar, de Ocantos. Adolfo Prieto afirma que el
escritor "iniciò con esta novela una larga serie de obras
dedicadas, en lo fundamental, a reflejar diversos aspectos de la
realidad argentina. Con Quilito (1891), El
candidato (1893), Tobi (1896), el ciclo alcanzò
sus logros màs felices, pero por su ubicaciòn
cronològica y sus temas especìficos, estas obras
seràn consideradas como representativas de la
novelìstica de la dècada del 90" (16).
"En la figura de Ocantos –dice el editor- se
corporiza uno de los olvidos màs notables de la historia
de las letras argentinas". Este olvido es relacionado con la vida
que llevò el escritor, quien "ingresò a la carrera
diplomàtica en 1884, y viviò casi siempre fuera del
paìs". El presentador de la ediciòn sostiene que
"En franca oposiciòn a las influencias literarias
francesas tan en boga en la dècada del noventa, Ocantos
era un estilista de formaciòn hispànica, un
verdadero discìpulo de los realistas peninsulares,
especialmente de Pèrez Galdòs –ambos tienen
estilos muy parecidos-, que le sirviò de modelo para
una serie que llamò Novelas argentinas, inspiradas
en los famosos Episodios Nacionales del ilustre escritor
canario" (17). Cabe acotar que en 1887 fue designado miembro de
la Real Academia Española; uno de los literatos que lo
propuso fue precisamente Galdós (los otros fueron Juan
Valera y Josè Marìa de Pereda).
A criterio de quien escribe este texto
preliminar, "Quilito no se centra exclusivamente en la
quiebra de la
Bolsa y en sus derivaciones. (…) La difìcil y
conflictuada sociedad del noventa encuentra en Quilito un
reflejo fiel y acabado. En sus pàginas quedò
impreso para siempre el retrato de las costumbres, las formas de
ser, de relacionarse y de sentir en las que se gestò la
esencia del argentino de hoy".
En la obra aparecen inmigrantes de distintas
nacionalidades, a los que Ocantos retrata en forma diferente.
Siente predilecciòn por el personaje inglès, en el
que hace encarnar todas las virtudes, al tiempo que demuestra
desdèn por los italianos. El portuguès, en cambio,
le parece corrupto y oportunista, a juzgar por los apelativos con
que lo evoca.
Ocantos no se cierra a la postura generalizada en su
època, que consistìa en combatir la
inmigraciòn. El advierte los rasgos buenos en los criollos
y en los inmigrantes, y tambièn sabe ver en ambos grupos
los procederes que evidencian la decadencia moral y que
llevan a una existencia desgraciada o, incluso, a la
muerte.
El portugués era el usurero Raimundo de Melo
Portas e Azevedo. De los italianos de Ocantos puede decirse que
no tenían muchas luces, ni una educación refinada,
en cambio el lusitano era para el autor una persona ruin. Lo
define como "el ángel protector de empleados impagos y
pensionistas atrasados, el agente de funeraria de toda quiebra,
el cuervo voraz de toda desgracia, el pastor de los hijos de
familia descarriados". Vemos que utiliza también en esta
oportunidad la comparación con animales, como lo hiciera
con los italianos, pero el sentido es bien distinto.
A pesar de sus condiciones para vivir indignamente, el
portuguès no es el peor en esta historia; alguien lo
supera, y es, paradòjicamente, un criollo, para demostrar
que Ocantos no es prejuicioso: "entre don Raimundo y èl,
igualmente criminales y condenados a la misma pena por la
opiniòn pùblica, habìa una
capitalìsima diferencia: la que existe entre el
ladròn y el ratero, no porque el portuguès se
contentara con pequeños robos al por menor, que era un pez
de primera magnitud, sino porque ante las hazañas de don
Bernardino, quedàbase en mantillas".
Eugenio Juan Zappietro es un conocido autor de
cuentos policiales, que colaborò durante mucho tiempo en
La Prensa y participò en antologìas sobre el
gènero. Firmó varias obras con el seudónimo
"Ray Collins". "Comienza su carrera de guionista en 1960, en
Misterix, con el western dibujado por Vogt, ‘Joe
Gatillo’, continúa muchas series ya creadas hasta
crear la propia, ‘Garret’, con dibujos de Arturo del
Castillo. En 1962 crea ‘Precinto 56’, con dibujos de
José Muñoz. Esta serie sería retomada en el
‘74, para Récord, con dibujos de Fernández.
En esta editorial también publicó
‘Henga’, con Zanotto, bajo el seudónimo de
Diego Navarro. Ha escrito decenas de series para Editorial
Columba. Su actividad se reparte, además, entre
investigador policíaco, guionista de radio y televisión, periodista y literato" (18). El
escribió De aquì hasta el alba (19),
novela en la que narra lo acontecido a colonos, soldados e indios
durante la Conquista del Desierto, en el año
1879.
El lìder de esta gesta fue Julio Argentino Roca,
"el joven y brillante militar prestigiado por el èxito de
la campaña que concluyò con el dominio del indio
en el desierto", asì lo define Adolfo Prieto (20). La
Conquista del Desierto fue –a criterio de Exequiel
Cèsar Ortega- uno de los "hechos y factores que dieron
nueva tònica a nuestra Argentina moderna. (…) La empresa
decisiva del General Julio Argentino Roca (1878-1879) y las
complementarias hasta 1884, terminaron con el pleito secular. Se
tuvo el control
territorial en momentos de casi inminente guerra con Chile por la
posesiòn de la Patagonia. Los
caciques resultaron vencidos, se entregaron como
Namuncurà; fueron apresados como Pincèn y otros
como Baigorrita combatieron hasta el fin. Sus escasas gentes
(pocos guerreros sobrevivientes y ‘chusma’ o no
combatientes, mujeres, ancianos y niños) esperaron a
merced de los vencedores, o huyeron, transmitièndose su
alarma y su miedo mediante las señales
de humo que describe Zeballos. Estos ya no eran los centauros que
domesticaban sus caballos de guerra sin castigarlos, ni los
àgiles y huidizos maloneros. Eran los integrantes del
ocaso, descriptos por Estanislao S. Zeballos en ‘Viaje
al paìs de los araucanos’ " (21).
Por el tema que aborda, la obra de Zappietro se inscribe
en la vertiente de la "literatura de fronteras",
que ha tenido grandes cultores. Prieto considera que "la
Argentina moderna parece no guardar rastros del problema que la
agitara rudamente durante medio siglo, luego de convertirse en
una no resuelta herencia de la
Colonia. El importante ciclo de la literatura de fronteras, con
Callvucurà, los ya mencionados libros de
Mansilla y de Barros, los artìculos periodìsticos
de Hernàndez, la prèdica de Nicasio Oroño,
el simple material de informaciòn cotidiana recogida
durante años en diarios como La Prensa de Buenos
Aires y La Capital de Rosario, y los registros de testigos
calificados, como Ignacio Josè Garmendia en Cuentos de
tropa (Entre indios y milicos) (1891), el Comandante Prado en
La guerra al malòn (1907) e Ignacio Fotheringham en
La vida de un soldado (reminiscencias de la frontera)
(1908), vienen a recordarnos la inconsistencia de esa
opiniòn o prejuicio".
En la novela de Zappietro, varios inmigrantes comparten
con los criollos y los indios un destino aciago. Se trata de
hombres que se alejaron de la civilizaciòn, por su
voluntad o por causas ajenas a ella, y se ven envueltos en una
historia que les permitirà mostrar su grandeza o su
cobardìa.
Un portuguès se ofrece como voluntario para
defender el fuerte 36 del Ejèrcito Nacional Argentino.
Lucharìan doscientos bomberos de lanza contra
veintidòs idiotas", en una contienda que tendrìa
como hèroes al capitàn Càrdenas, a Paula
Bary y a un indio converso. Era Martins, el portuguès, "a
quien las bajamares habìan hecho recalar allì, como
ùltimo puerto", un hombre "delgado, macilento, comido por
la malaria", que tenìa un poderoso motivo para luchar:
"-Me mataron una china en Italò –dijo-. Me
dije que iba a arrancarle las tripas a cien puercos de
èsos. Todavìa no cumplì". Seguramente, le
llegò el fin antes de poder concretar su
propòsito.
Fray Mocho nació en Gualeguaychú,
Entre Ríos, en 1858; falleció en Buenos Aires en
1903. "Contemporáneo de la generación del 80, su
obra mantuvo un perfil independiente. Fray Mocho fue considerado
uno de los máximos representantes del relato costumbrista.
En 1882 publicó su primer libro, Esmeraldas. Fruto
de su trabajo como policía, comisario y cronista policial,
en 1887 ganó popularidad con Vida de los ladrones
célebres de Buenos Aires y sus maneras de robar y con
Galería de ladrones de la capital (1880-1887),
colección de fotografías y datos sobre delincuentes
famosos. En 1897 escribió Memorias de un vigilante,
con el seudónimo de Fabio Carrizo. Ese mismo año,
como Fray Mocho, publicó Un viaje al país de los
matreros, libro que recrea el lenguaje
regionalista en la descripción del paisaje y los habitantes
rurales. En 1898 dirigió Caras y Caretas, revista de
gran influencia en el periodismo
argentino. Entre sus obras sobresale En el mar austral.
Con motivo del tercer aniversario de su muerte, Caras y
Caretas publicó una selección de sus
colaboraciones periodísticas con el título de
Cuentos de Fray Mocho. En 1920, apareció Salero
criollo, recopilación de su obra periodística"
(22).
Dice Eduardo Romano en un estudio sobre el escritor:
‘Heterogénea, polifacética, conflictiva, la
realidad político-social que abarca de 1880 a 1910
contenía los gérmenes propicios para la
aparición de una nueva literatura costumbrista’.
Sostiene que la anterior ‘había coincidido con
nuestra primera generación romántica y se
había expresado en publicaciones como La Moda
(1837-1838), cuyo principal animador fue Juan B. Alberdi; El
Iniciador, de Montevideo (con la base del mismo elenco de la
anterior); El Zonda sanjuanino, con que Domingo F.
Sarmiento buscara emular a la revista porteña’.
Considera que aquella era una ola de costumbrismo reformista,
inspirada fundamentalmente en la prédica del español
Mariano José de Larra y se manifestó, por lo menos,
en "una página clásica de las letras argentinas:
El Matadero, de Esteban Echeverría".
En el resurgimiento de este género, señala
la importancia de "una prensa
periódica que aspiraba a presentar, por encima de las
polémicas partidarias que hasta entonces la habían
absorbido, otra clase de colaboraciones". Menciona al respecto
dos autores: "Ciertas notas de Bartolito Mitre en La
Nación o los sueltos de actualidad insertados por
Manuel Láinez en El Diario, al que dirigía,
señalaron un rumbo", pero fue –a su criterio-
más significativo Juan Piaggio, una "figura, bastante
desdibujada hoy día, cuyos artículos prefiguran
–por el título, por la temática- lo que
será el costumbrismo hacia 1900".
Fue importante, asimismo, una publicación que
comenzó a editarse casi al final del siglo: "fue con la
aparición de Caras y Caretas (1898-1939) que el
género costumbrista halló canal de
transmisión indicado, pues sus páginas estuvieron
casi enteramente dedicadas a la captación y procesamiento
de la actualidad porteña mediante fotografías,
acompañadas o no de comentarios; reportajes; cuadros de
costumbres; escenas callejeras; viñetas; aguafuertes,
etc., sin negar un espacio a las tradiciones y a los Tipos y
paisajes –así tituló sus colaboraciones
al semanario Godofredo Daireaux- camperos" (23). En esta revista
se publicaron los cuentos de Fray Mocho.
En sus cuentos (24), Fray Mocho presenta escenas
cotidianas, que podían ser protagonizadas por cualquier
habitante de la ciudad. En ellas encontramos personajes
verosímiles, con los que sin duda habría trabado
relación, dada la fidelidad con que los describe y la
coherencia con que los vemos actuar. Si bien es importante la
habilidad para escribir, no lo es menos la capacidad de observación, y Fray Mocho posee ambas. Sus
cuentos lo demuestran.
Muchos de estos personajes que retrata son inmigrantes.
Entre las diversas nacionalidades que evoca, se destacan los
portugueses. En "En familia" cuenta la historia de una supuesta
inmigrante. "Que Pepa es portuguesa, decís? ¿Pero
estás loco? –exclama una mujer. Si hemos ando juntas
en l’ escuela ’e Misia Pamela y nos conocemos desde
chicas… El padre’ra un chino gordo…". El hijo aclara el
malentendido: "no es portuguesa de nacionalidad
sino de oficio… En los tiatros les llaman así
¿sabés? A las familias que sirven p’al
relleno de la sala no más". La madre le sugiere que vea si
puede ser portugués en una sastrería, para que le
arreglen la ropa y no deba hacerlo ella. La señora
demuestra así haber incorporado el término a su
habla cotidiana.
Carlos Molina Massey fue abogado y escritor.
Nació "en Las Flores (Provincia de Buenos Aires), en 1884.
Luego de iniciarse con un volumen de poemas
(La musa galante) y otro de ‘relatos
porteños’ (Los reposos del viajero), ambos de
1919, propició la fundación de la Escuela de
Filosofía Indoamericana, la Federación
Indoamericana y el Instituto Americano de Cultura Gaucha. De esa
preocupación filosófica americanista resultaron los
ensayos
Cosmogenia (1921), La escuela de filosofía
indoamericana (1926) y Doctrinario panteísta
(1934). Otras obras suyas son el poema dramático gauchesco
A punta de lanza (1924); las novelas La
fundación Estanera (1925) y La montonera de
Ahuancruz y las colecciones de relatos Campu ajuera
(1942) y De los tiempos de antes (1946) (25).
En uno de sus cuentos, evoca a un comerciante
portugués establecido en la provincia de Buenos Aires. Es
el 25 de Mayo. En Mercedes se aprestan a conmemorar la fecha
patria. "En la plaza, embanderada, había música y
cueterío. Desfile de escolares. Aglomeración de
curiosos. Por las calles jinetes gauchos paseaban
el lujo de sus fogosos caballos. Don Contreras realizaba su
programa anual
desde el almacén de
don Quintino, el portugués, situado en la esquina crucera
de la plaza. Allí tenía concentrada su gente"
(26).
Manuel Mujica Láinez nació en
Buenos Aires en 1910; falleció en Cruz Chica,
Córdoba, en 1984. "Estudió en colegios de Francia y
Gran Bretaña. Desde joven, alternó la
creación literaria con la crítica
de arte, que desarrolló en el diario La
Nación. En 1936 contrajo matrimonio con
Ana de Alvear Ortiz Basualdo. Fue Secretario del Museo Nacional
de Arte Decorativo y, entre 1955 y 1958, ocupó la
Dirección de Cultura del Ministerio de Relaciones
Exteriores. También integró la Academia Argentina
de Letras y obtuvo, entre otras distinciones, los premios
Kennedy, Nacional de Literatura (1963) y la Legión de
Honor del Gobierno de Francia (1982). Además, en 1984, fue
nombrado Ciudadano Ilustre de la Ciudad de Buenos Aires. En 1969
el escritor y su familia se habían trasladado a Cruz Chica
(Córdoba), instalándose en una antigua casona con
un extenso parque, llamada ‘El Paraíso’, donde
Mujica Láinez residió hasta su muerte".
"De su vasta producción sobresale su obra narrativa, en
la que cobra especial importancia la indagación de lo
argentino, presente en Canto a Buenos Aires (1943);
Aquí vivieron (1949), sobre la historia de una
quinta de San Isidro (Bs. As.) y, especialmente, en el volumen de
cuentos Misteriosa Buenos Aires (1950). Mujica
Láinez retrató con escepticismo e ironía a
los sectores tradicionales en Los viajeros (1955) y en
Invitados en El Paraíso (1957. Su
inclinación a lo fantástico y el carácter
cosmopolita se pone de manifiesto en las novelas que transcurren
en el Renacimiento
italiano, como Bomarzo (1962), o en la Edad Media,
como en el caso de El Unicornio (1965). Varias novelas y
cuentos suyos fueron llevados al cine y a la televisión, y el compositor Alberto
Ginastera realizó una ópera basada en
Bomarzo, estrenada en Washington (E.E.U.U.) en 1967 y que
obtuvo un amplio reconocimiento internacional" (27).
En "El espejo desordenado (1643)", relata: "Simón
del Rey es judío. Y portugués. Disimula lo segundo
como puede, hablando un castellano de eficaces tartamudeos y
oportunas pausas. Lo primero lo disfraza con el rosario que lleva
siempre enroscado a la muñeca, como una pulsera sonora de
medallas y cruces, y con un santiguarse sin motivo. Pero no
engaña a nadie. Asimismo es prestamista y esto no lo
oculta. Tan holgadamente caminan sus negocios, que sus manejos
mueven una correspondencia activa, desde Buenos Aires, con Chile
y el Perú. Se ha casado hace dos años con una mujer
bonita, a quien le lleva veinte, y que pertenece a una familia de
arraigo, parapetada en su hidalguía discutible. La fortuna
y la alianza han alentado las ínfulas de Simón,
hinchándole, y alguno le ha oído decir
que si se llama del Rey por algo será, y que si se diera
el trabajo de encargar la búsqueda a un recorredor de
sacristías, no es difícil que encontraran un rey en
su linaje" (28).
El poeta y narrador Elías Carpena
nació en Buenos Aires en 1897; falleció en esta
ciudad en 1988. "Su obra evoca al Buenos Aires de comienzos de
siglo, con sus payadores llegados del campo. Obras: El
cuatrero Montenegro, El romance de Federico, El
Doradillo, Romances del pago de la Matanza"
(29).
En "La caza del yacaré", escribe Carpena: "de
pronto se oyeron unos gritos que surgían de la
maraña del monte. Era el portugués Jaime.
Entró en la senda con los mismos gritos y se nos
allegó. Lo descubrimos transfigurado: en él se
dibujaba el espanto. Se puso en los más descontorsionados
aspavientos; con el habla trabada e hipando" (30).
…..
En distintos ámbitos, los portugueses
contribuyeron con su aporte al engrandecimiento del país
que los recibió, al tiempo que trasmitieron a su
descendencia las tradiciones de la tierra que dejaron. Se los
recuerda en estudios, testimonios, biografías y obras
literarias.
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retos de la alimentación
argentina. Buenos Aires, Grijalbo, 2000. - Wolf, Ema y Patriarca, Cristina: La gran
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www.galeriaPrincipium.com.ar. - Da Conceiçao, Mauro; Euguaras, Mariano;
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Dirección y coordinación: Aurora Alonso de Rocha.
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CEAL, 1981. - Varios autores: Enciclopedia visual de la Argentina.
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Buenos Aires, Clarín, 2002. - Carpena, Elías: "La caza del yacaré",
en Los trotadores. Buenos Aires, Huemul, 1973
Autor:
Marìa Gonzàlez Rouco
Licenciada en Letras, Periodista Profesional
Matriculada